LA PALABRA BAJO FUEGO

“EL LIBRO DE LA PAZ SIGUE ABIERTO Y SÓLO SE CERRARA EL DIA QUE LA ALCANCEMOS” Apuntes sobre el proceso de paz del Presidente Andrés Pastrana Arango (1...
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“EL LIBRO DE LA PAZ SIGUE ABIERTO Y SÓLO SE CERRARA EL DIA QUE LA ALCANCEMOS” Apuntes sobre el proceso de paz del Presidente Andrés Pastrana Arango (1998-2002)

A mediados de los años 70 las Farc habían logrado un importante desarrollo territorial, debido especialmente a su presencia en las rutas principales del comercio clandestino de armas y a la proliferación de nuevos grupos que adhirieron a los postulados de la toma del poder, por la vía armada.

LA PALABRA BAJO FUEGO

En su importante libro La Palabra Bajo Fuego (Editorial Planeta en 2005) que recoge sus memorias del proceso de paz del Caguán, el ex presidente Andrés Pastrana en un cálido homenaje a su padre, el también ex presidente de Colombia Misael Pastrana Borrero, a su madre María Cristina Arango, a Nora, su esposa, a sus hijos, finaliza dicho homenaje dedicatorio así: “a todos los que creyeron y siguen creyendo que la paz es un derecho al que jamás podremos renunciar”. Esas palabras están dichas también como un homenaje a los ex presidentes de Colombia que antecedieron a Pastrana Arango y a quien lo sucedió, el presidente Álvaro Uribe quien a pesar de las profundas heridas familiares infringidas por las 1

F.A.R.C y estar rodeado de un grupo de ministros muchos de los cuales fueron víctimas de la guerra de guerrillas, hizo esfuerzos evidentes por humanizar esa guerra, respetar los derechos humanos y encontrarle una solución negociada al conflicto. Desagraciadamente los violentos y una oposición hirsuta, que negó al presidente incluso el plazo de gracia de los primeros 100 días, obligaron a Uribe a encontrar otras variantes. La drástica decisión del presidente Uribe dirigida a taponarle todas las salidas políticas a las F.A.R.C; a buscar la clasificación internacional como grupo terrorista para las mismas y a profundizar el cerrojo militar con unas fuerzas armadas fortalecidas, fueron estrategias reconocidamente populares en toda Colombia, cansada de los abusos , los excesos y las miserias de los actores de la guerra. El maniqueísmo político y las necesidades de gobernabilidad mostraron al Proceso de Paz del Caguán como lo contrario de la Seguridad Democrática. Faltaba más: la Seguridad Democrática es hija del Proceso de Paz del Caguán y las respuestas radicales del gobierno Uribe a la violencia de todos los actores armados, son también una consecuencia de ese proceso. El gobierno Uribe utilizó o enmarcó su política de orden público interno en la política internacional antiterrorista de los halcones del presidente Bush, que puso en grave riesgo la paz mundial y deja en el planeta varias guerras insolutas. Uribe se cobija 2

bajo esa política arrogante y de gran potencia, para ganar su guerra interna. Al final no lo logra. Pese a sus conocidas críticas, continúa y legitima estrategias que fueron acuerdos del proceso del Caguán: la investigación del paramilitarismo y de sus crímenes y la conformidad del Secretariado con una gran estrategia internacional del nuevo gobierno Pastrana dirigida a gestionar recursos para constituir un gran fondo de financiamiento de la paz en Colombia. Ese fondo estaría dedicado a la reconstrucción, el fortalecimiento del Estado, el financiamiento de unos programas mínimos para iniciar las negociaciones de paz y la recuperación de las áreas de frontera en un contexto de soberanía y cooperación con los países hermanos, a semejanza del plan Marshall nombre que recibió el fondo internacional para la reconstrucción de Europa devastada por la segunda guerra mundial. El plan Colombia o plan social por la paz daría lugar a una gran reactivación económica, desarrollo social tecnológico y cultural, priorizando inversiones públicas en megaproyectos con un gran componente de mano de obra como puertos, carreteras, ferrocarriles, muelles, viviendas de interés social y desarrollo de la economía agrícola y ganadera. Uribe apuntaló una estrategia contra el terrorismo insertada en la reacción mundial provocada por el atentado en Nueva York y Washington del 11 de 3

septiembre. Esa estrategia era legítima; podía presentarse como parte de la defensa mundial de la democracia. Pero también fue una política unilateral que rompió los cánones del respeto a la diversidad, a la diferencia, a las creencias e involucró como terroristas a naciones enteras, lo cual no dejaba de ser una expresión del más puro imperialismo. El precio para el gobierno Uribe de su alineamiento con la reacción mundial fue haber quedado aislado en la comunidad latinoamericana, particularmente con las naciones suramericanas andinas que, con excepción de Perú y una fría neutralidad de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, aisló la diplomacia colombiana. Colombia volvió a ser el patito feo de la comunidad Suramericana y en el peor de los casos, el Caín de América Toda la estrategia de un bloque de presidentes unificados en el grupo Alba, en UNASUR y en algunos organismos multilaterales ha sido aislar a Colombia, especialmente a partir de los acuerdos para el uso por parte de fuerzas norteamericanas de bases colombianas con la finalidad de combatir el tráfico ilícito y el terrorismo. Mientras en su lucha contra el terrorismo el Presidente Uribe se matricula con los halcones republicanos, en su proyecto de paz el presidente Pastrana se matricula con las palomas demócratas que han buscado salidas políticas a los conflictos nacionales y regionales. 4

En la historia de la paz en Colombia los dos presidentes que más cerca han estado de lograrla, han sido Belisario Betancur y Andrés pastrana. El presidente que más avanzó en la formulación de la estrategia y la creación de instrumentos idóneos fue Ernesto Samper y el presidente que más golpes militares ha propinado a las F.A.R.C y los paramilitares es Álvaro Uribe. Pero la paz en Colombia también fue una preocupación que acompañó hasta sus últimos momentos de vida a los doctores Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen y Julio Cesar Turbay Ayala Los presidentes en Colombia han buscado y querido la paz y han hecho esfuerzos denodados para lograrla Parodiando al inmolado Álvaro Gómez Hurtado podemos también afirmar que en Colombia ha sido el régimen, palabra amplia y ambigua que puede decir mucho o nada, el palo en la rueda de una salida negociada. Es el régimen el que no ha estado maduro para la paz. Es la guerrilla la que no ha estado madura para la paz. Son las fuerzas armadas las que no han estado maduras para la paz y todos hemos sido incapaces de interiorizar una cultura colombiana de la no violencia, radical, intransigente y civilizada.

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Muchos sectores sociales han experimentado las ventajas y las oportunidades que produce ese compromiso radical de no violencia. La búsqueda de nuevos paradigmas; de renovadas formas de comunicación entre personas , de construcción de un nuevo diálogo con la naturaleza que se proponga la sacralización de los oficios y los territorios y, el ingreso a las hermosas experiencias del afecto a través de la ritualización de las ceremonias cotidianas como el consumo de alimentos; la atención de emergencias, la solidaridad con los grupos vulnerables y la procuración de momentos de alegría en comunidades altamente quebrantadas por el sufrimiento y la memoria de las víctimas. Esa paz no ensayada pero que está a la otra vuelta de tuerca de la agenda colombiana exige retornos dignos, voluntarios y seguros para millones de desplazados por la guerra. La reparación, previo establecimiento de la verdad y la justicia; la reconciliación no como un hecho meramente político sino también desde las profundidades de la identidad nacional. Las estrategias de esa paz sugieren un regreso a los símbolos nacionales; lenguajes alternativos que permitan el despliegue de las iniciativas y creatividades especialmente de los jóvenes; el aseguramiento institucional y político de unos mínimos que en forma de ingreso social les permita a esos jóvenes liberar tiempo para multiplicar el viaje a pie por la paz en Colombia. 6

Una reciente y multitudinaria experiencia liderada por jóvenes de la Legión del Afecto ha logrado interesar en los temas profundos de la no violencia a más de 700 mil colombianos. Los costos de esa experiencia han sido sorprendentemente austeros, a escala de la economía de los pobres y la cobertura de la participación llega a más de 250 municipios y de 3.000 lugares de la geografía. La Legión fundada por los embajadores Luis Alfonso Hoyos y Everardo Murillo, ha consolidado con 1500 jóvenes legionarios, 7 años de trabajo continuo por la paz negociada a favor de la biodiversidad y la no violencia, respaldada por Acción Social. La metodología de esta revolución silenciosa asombra por su simplicidad: basta sustituir los liderazgos tradicionales por los nuevos liderazgos de los jóvenes cuya procedencia de los lugares de conflicto, de guerra y de violencia, que los involucra como actores y casi siempre como víctimas, les permite construir confianza con las comunidades que los identifican porque los conocen y los entusiasma verlos dedicados a hacer el bien, a compartir y ayudar. La Legión del Afecto es una experiencia esencial si queremos sembrar las bases de una verdadera paz en Colombia. El presidente Uribe ha querido exterminar las F.A.R.C para rediseñar el país. Está en su derecho y es su deber de Jefe de Estado. Cumple un mandato confirmado por su inmensa popularidad. 7

Andrés Pastrana, continuando una tradición rota en los gobiernos de Barco y Gaviria. También estaba en su derecho y cumplía con un deber expresado en el mandato de millones de ciudadanos: Mandato por la Paz (1997). El proceso de Pastrana no es lo contrario del proceso de Uribe. Esa fue una trampa de los asesores políticos de la Seguridad Democrática, trampa facilitada por el titubeo y la pusilanimidad para defender el proceso del Caguán por parte de sus actores principales y también por la satanización de los medios de comunicación o el acoso político y judicial. A partir del comienzo del gobierno de Uribe haber participado o haber defendido la estrategia de paz del gobierno anterior constituía para casi todo el mundo un desacierto y en algunos casos un evidente riesgo personal.

TRES NOMBRES, TRES HOMBRES, TRES ESTILOS: Laureano, Ospina, Pastrana

El laureanismo. El Partido Conservador, una de las dos agrupaciones históricas de Colombia tuvo a lo largo de los siglos XIX y XX dos posiciones para resolver los desgarradores conflictos que nos han azotado: una radical, fundamentalista influida por la extrema 8

derecha europea heredera del carlismo español (segunda mitad siglo XIX) y el nacionalismo francés - acción francesa (primeras décadas del siglo XX). Ese radicalismo de derecha caracterizado por su apego a la doctrina confesional, a los concordatos con la jerarquía católica, a la familia, la tradición, el trabajo y a los conceptos y representaciones de patria y nacionalidad, se alinea en un antisocialismo radical que denunciaba las ideas marxistas, el evolucionismo, las modernizaciones en las relaciones de pareja, las prácticas juveniles o los progresos en derechos humanos o sociales. Sin embargo, esa vertiente conservadora propugnaba unas virtudes de índole patricial, heredadas de hidalgos, de caballeros comprometidos con la palabra, voceros de una ética maximalista, que consideraban el respeto a la acción pública y a la administración de los recursos, una condición del ejercicio de la política. Esa vertiente conservadora tuvo en Colombia cuatro líderes relevantes: los ex presidentes Laureano Gómez (1950-1953); Miguel Antonio Caro (18961900) y el ex ministro José Elías del Hierro quien junto con otro colega, Evaristo Zurdís representaban las radicales costumbres conservadoras del sur de Colombia y la Costa Caribe. En lo económico, el Laureanismo defendía las mutualidades, el cooperativismo, la pequeña y mediana propiedad y los acuerdos fundamentales de 9

tipo jurídico o institucional basados en el modelo corporativo propio de la falange española y las políticas promulgadas por las encíclicas papales. Su apego a la Constitución de 1886 y su denodada intransigencia frente a las reformas de la República Liberal (1934-1942) caracterizaron un proyecto de nación cuyo altibajos se subsanaban con la participación en gobiernos compartidos con el liberalismo durante el Frente Nacional o con las fuerzas políticas que expresaban los intereses de los conglomerados financieros que se han fortalecido enormemente a partir del régimen liberal de Alfonso López Michelsen (1974-1978). La base social del conservatismo en sus dos tendencias, fue siempre el campesinado de vertiente y de las tierras frías en las zonas cordilleranas. En todas las actividades electorales los llamados departamentos conservadores tienen en esas bases campesinas fuerzas leales que han perdurado hasta nuestros días. Los descalabros de las recientes encuestas de opinión para medir tendencias en el proceso electoral del 2010, se explican por la falla en la medición técnica de la intención de voto de esos sectores rurales. El Ospino-Pastranismo

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El ala ¨progresista¨ del partido conservador le ha significado a Colombia una serie de instituciones que se acercan al estado del bienestar (welfare state) y que han permitido amortiguar los efectos de las tradicionales desigualdades y de la concentración del ingreso en Colombia. Todas esas instituciones han tenido en la doctrina social de la Iglesia su principal soporte ideológico. En las primeras décadas del siglo XX, esa tendencia conservadora progresista se compromete con la formación del movimiento sindical. En el gobierno de Pedro Nel Ospina (1922-1926) un general de talante progresista heredero del legado de otro general, Rafael Reyes (1905-1910) y de una tradicional familia de fundadores antioqueños que inicia con la recia personalidad de doña Enriqueta Vásquez, esposa del maestro abogado varias veces Presidente de Colombia don Mariano Ospina Rodríguez, nacido en la meseta cundiboyacense, quien rápidamente incorpora en su vida personal y familiar las virtudes y defectos antioqueños. Igualmente influyentes en la vida nacional lo fueron los integrantes de una familia de finqueros, comerciantes y políticos venidos a militares o de militares a políticos, cuyo tronco fundacional constituido en el suroeste antioqueño lo inicia el patricio Pedro A. Restrepo. A éste le sigue don Nicanor que destaca en la política nacional a través de su hermano Carlos E. Restrepo presidente 11

colombiano (1910-1914), organizador de la Tendencia Republicana del partido conservador, cuyos primeros éxitos surgen de una dinámica conciliadora que buscaba la solución política negociada del viejo conflicto entre el radicalismo liberal y las fuerzas conservadoras. Ese conflicto azoto a Colombia durante toda la segunda mitad del siglo XIX en forma de guerras civiles muy destructivas. El talante reconciliador de los republicanos y el ala progresista del partido conservador se prolongarían a lo largo, del siglo XX en cuyas postrimerías, 1998, liderará la propuesta conservadora de paz conocida como el Proceso del Caguán, cuyas raíces históricas deben proyectarse hasta los acuerdos de negociación que pusieron fin a la guerra de los mil días (1900-1903) entre radicales, republicanos y conservadores, la más terrible de las 39 guerras civiles del siglo XIX a que nos hemos referido. Ospinas, Restrepos, Pastranas, Gómez, Martínez, Nogueras, Lloredas, Garcés, Carvajales, Delgados, Ricardos y Piñeres, son apellidos del progresismo conservador comprometidos con esas estrategias en obras públicas, aperturas del comercio, importación de tecnologías y organización de las finanzas, así como de estrategias modernizadoras en educación, crédito de fomento y grandes empresas que asumieron la defensa de la política de sustitución de importaciones emprendida por el establecimiento

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nacional en el gobierno de Eduardo Santos (19381942). Fruto de ese progresismo y de su capacidad de negociación con otras fuerzas, quedaron la Federación Nacional de Cafeteros, Fondo del Café, Banco de la República, Caja Agraria, él sistema de Compensación Familiar administrado por las cajas, la modernización del tráfico aéreo que se inicia en los años 30 con capital alemán y norteamericano. La inauguración del aeropuerto Eldorado en la administración del gobierno de Rojas Pinilla (19531957), modernización que alcanza su ápice en el gobierno de Misael Pastrana (1970-1974) con la extensión del sistema aeroportuario hasta todas las regiones estratégicas del país. Las tendencias modernizadoras del ospinopastranismo se proyectan también en la educación pública. Partícipes en la construcción de campus universitarios y la formación de institutos para la investigación científica, los cuales habían tenido en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), su principal impulsor. Desde el siglo XIX, mientras el ala doctrinaria del partido conservador se matriculaba en la tradición europea, los hijos de los epígonos del ala progresista y republicana participaban, ora como estudiantes, como comerciantes, como becarios, como visitantes, como voceros en el país, como diplomáticos o como agentes especiales en Colombia del deslumbrante desarrollo empresarial, 13

político, tecnológico, democrático, económico cultural de la gran nación norteamericana.

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El progreso que no paró la guerra A partir de los años 40 se vive la construcción en Colombia de un semillero de factorías industriales regidas por la tecnología, la administración, y la gerencia norteamericanas que entonces vivía la bonanza del fordismo y el aparecimiento de las grandes corporaciones. En un notable estudio del decano profesor de química de la universidad nacional Dr. Augusto Gutiérrez Rodríguez llamado “Origen y desarrollo de la industria química en Colombia” se documenta el extraordinario auge de esta industria y en otras ramas cuyo crecimiento fue dinamizado por la creación del Instituto de Fomento Industrial IFI en el año 1940, segundo año del gobierno de Eduardo Santos (1938-1942). Ese auge era la continuación del cambio de estructura económica en Colombia como consecuencia del vertiginoso aumento de la producción y exportación de café y las medidas del régimen de Rafael Reyes tendientes a la protección del trabajo, el manejo monetario adecuado y del Banco Central en 1905, que reaparecería en 1923 con el nombre de Banco de la República. Los 800 millones provenientes de las exportaciones, préstamos e indemnizaciones por Panamá, así como la inversión extranjera en sectores como la minería, 14

servicios públicos y petróleo constituyeron la palanca para el despegue industrial del país, según el análisis del doctor Gutiérrez Rodríguez ya citado: Se destacan la industria cervecera, de gaseosas, textiles y tabacaleras, ingenios en el Valle del Cauca, cementos en Cundinamarca. Como efecto del estimulo del IFI, aparece las Industria Colombiana de Llantas - Icollantas, Industrias del Mangle S.A., Industria Siderúrgica de Medellín S.A., Industria Colombiana de Leches S.A.Icodel, Industria Colombiana del Vidrio S.A., Compañía de Productos Químicos Nacionales, Sulfácidos S.A., Compañía Nacional del Cloro y sus Derivados S.A., Consorcio Industrial de Santander S.A., Compañía Colombiana de Celulosa S.A, Industria Colombiana de Pesca Marítima-Icopesca, Empresa Siderúrgica Nacional de Paz del Río y Planta Colombiana de Soda S.A.. (Página 23 Augusto Gutiérrez ya citado). Hacia 1960 segundo año del gobierno de Alberto Lleras Camargo (1958-1962) se generan incentivos para el desarrollo de industrias básicas y el comienzo de la política de promoción de exportaciones que se habían beneficiado del plan Vallejo (1957), año único de la Junta Militar de Gobierno que sustituyó transitoriamente el poder político, a raíz del derrocamiento del general Gustavo Rojas Pinilla (10 de mayo de 1957).

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El plan Vallejo facultó a los exportadores para traer los insumos necesarios libres de derechos de importación (Gutiérrez Rodríguez página 25). La administración del liberal Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) produjo la expansión económica más acelerada de la posguerra y creó un esquema estable para el sector externo (Gutiérrez Rodríguez pag. 25); se introdujo en 1967 el certificado de abonó tributario CAT, libre de impuestos y se creó el fondo de exportaciones Proexpo. (Gutiérrez Rodríguez pag.25). Corsi et recorsi El establecimiento conservador pese a su buena voluntad, no pudo asegurar en la segunda mitad del siglo XX, la continuidad de la defensa de la pequeña y mediana propiedad campesina basada en la producción de café, que le era característica y que sufre su mayor conmoción en la gran violencia del siglo XX (1948- 1954). Esa violencia significó la destrucción de una forma de propiedad rural que era el soporte de una democracia campesina, aldeana y pastoril, pero autosuficiente, como las huertas caseras, la biblioteca Aldeana de Colombia y otras formas de economía campesina complementaria, que son el antecedente inmediato de la Red de Seguridad Alimentaria promovida por Acción Social del gobierno de Uribe. .

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Ese fracaso agrario no es solamente del partido conservador, también lo fue del partido liberal. Asombra saber que exactamente 72 años después de la ley 200 de 1936 (primer gobierno de Alfonso López Pumarejo 1934-1938) y su principal ejecutor el presidente Eduardo Santos, sea otro Santos, Juan Manuel, heredero de la ilustre familia, cuyo gobierno iniciará en 2010 y quien parece asumir el desafío de las grandes rectificaciones. Asombra saber, que próximamente se abrirá paso la más audaz política de tierras cuyo antecedente es la ley 200 (sic); su mayor momento institucional sea la ley 135 de 1961 gobierno de Lleras Camargo (citado) y promovida desde el Congreso de Colombia por el primer designado y futuro presidente de Colombia, Carlos Lleras Restrepo, entonces director de Comité Nacional Agrario. El espíritu reformista de la ley 135, estaba afectado por el fomento de una ideología parcelaria, tan de moda en los programas de izquierda orientados por la revolución de Fidel Castro en Cuba y las propuestas redistributivas surgidas de la Alianza para el Progreso impulsada por el presidente John F. Kennedy y los demócratas norteamericanos. Ese impulso reformista de la ley 135 dirigido por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria INCORA, creado por esa misma ley se frena drásticamente en el año de 1974, cuando el gobierno de Misael Pastrana Borrero impulsa la firma del llamado Pacto de Chicoral (Tolima), entre 17

gremios agrícolas dominados por terratenientes agricultores y ganaderos y un grupo de líderes campesinos agrupados en la llamada línea Armenia (Zona cafetera) de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC. A dicha línea de ANUC, se oponía la llamada línea Sincelejo de la misma organización, donde se matriculaban los campesinos sin tierra, los jornaleros agrícolas, los vaqueros, los colonos de frontera agrícola, los trabajadores de ingenios, los aparceros de latifundio, los terrajeros y los expulsados de los resguardos indígenas. El acuerdo de Chicoral pretendía corregir la conmoción nacional campesina que se achacaba a la ley 135 y de ella surge la Ley Cuarta del mismo año de 1974, que inicia el desmonte de la reforma agraria en Colombia. La audaz propuesta del Polo Democrático encabezado por el ex candidato y senador Gustavo Petro, ha sido recogida sorpresiva y democráticamente por el presidente electo Juan Manuel Santos (2010-2014). Asombra nuevamente que el ejecutor del proyecto llamado ¨TIERRA POR NO EXTRADICION¨ sea, en términos de inscripción ideológica, Juan Camilo Restrepo, nombrado primer Ministro de Agricultura del Gobierno Santos. Restrepo es cafetero, ex ministro, representante del ala progresista a que nos estamos refiriendo. 18

Juan Bautista Vico (1668-1744) el gran filósofo y político italiano de hace tres siglos, diría frente a este caso lo que escribió entonces, refiriéndose a la HISTORIA: ¨Corsi Et Ricorsi¨… la historia es un perpetuo repetirse. VIAJES DROGAS DEUDAS TAPICES Y RAICES

El proceso de paz con las FARC, liderado por el Presidente Andrés Pastrana a partir de 1998, tuvo 3 características que definieron sus perfiles principales: En primer lugar, el alto grado de gestión y cooperación de la Comunidad Internacional, bajo la iniciativa del Gobierno del Presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, y una activa intervención de los países europeos, encabezados por Francia, Suiza, España y los Países Bajos. Además, todo el sistema de cooperación multilateral coordinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD cuyo representante, un italiano comprometido con Colombia, hizo suyo el proceso de paz. Esa cooperación internacional, partía de la necesidad de afianzar en Latinoamérica la defensa, protección y promoción de los Derechos Humanos como una condición de la sociedad democrática y de la superación de conflictos de violencia nacionales que caracterizaron la segunda mitad del siglo XX en América Latina. 19

En segundo lugar, la necesidad de fortalecer el Estado democrático y sus instituciones, para hacer posible el desarrollo económico, la equidad social y el avance de la infraestructura. En tercer lugar, un fuerte impulso a la participación comunitaria que recogiera los esfuerzos de integración, autonomía regional y ampliación de la presencia del Estado. Sin embargo, las comunidades tercerizadas, mostraban su impotencia para asimilar, orientar y corregir dos fuerzas emergentes que estaban construyendo un nuevo orden internacional, a costa de socavar los estados nacionales y de imponer cambios drásticos en las nociones de soberanía, goce y usufructo de los recursos del subsuelo y los acuerdos y recomposición de las fronteras en las plataformas marinas y submarinas. Esas dos fuerzas emergentes estaban constituidas por el creciente mercado mundial de las drogas ilegales y la avalancha migratoria de mano de obra, que sin importar su grado de calificación y capacitación, descubre un mundo inimaginado pocos años antes. En los hogares más humildes y aislados, nombres como Nueva York, Miami, Madrid, Paris, Londres, San Francisco, Buenos Aires, México y sus rastros culturales, así como sus monedas, sus costumbres y sus normas, entran en la vida cotidiana de las que muy poco antes eran aldeas y sociedades pastoriles perdidas en los valles 20

interiores, muchas de ellas sin haber entrado al siglo XX, cuando éste ya se estaba acabando. Los Acuerdos de Bretton Woods (1948) origen de una nueva institucionalidad económica mundial: El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento BIRF, poco después conocido como Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional FMI, dieron lugar en países como Colombia, a un desarrollo desigual y combinado, cuyas señales particulares tradicionales habían dejado de ser contundentes: Por ejemplo; el atraso rural versus el dinamismo de las ciudades; la capacidad instalada para educación e investigación científica versus el crecimiento de economías regionales. Muchas cosas estaban cambiando haciendo tambalear seguridades, certezas y paradigmas. Lo único confiable era la incertidumbre. La acelerada migración de colombianos al exterior, el agravamiento del conflicto árabe – israelí y el desarrollo del islamismo y sus postulados radicales, así como los desastres de las guerras internacionales aupadas por la extrema derecha norteamericana y los intereses de las grandes compañías petroleras, junto con el reparto territorial a que dio lugar la caída del socialismo real, con aniquilamientos tan atroces como los de la antigua Yugoeslavia; los conflictos raciales y las grandes pandemias que azotaron el continente africano, así como los descalabros de la política militar norteamericana en el Golfo Pérsico y la pérdida de iniciativa de los organismos multilaterales como 21

Naciones Unidas, dibujaban un perfil de crisis permanente. Crisis que tarde o temprano afectaría la economía mundial, lo cual ocurrió a mediados del año 2000. En este contexto internacional se inscribe estrategia de paz conocida como el Caguán.

la

La obstinación de los analistas en hacer depender el conflicto colombiano exclusivamente de fenómenos internos, como la permanencia de bolsones de atraso que han provocado la concentración del ingreso, la inequidad y la postergación agraria, pueden tener fundamento, pero son insuficientes para explicar la obsolescencia y permanencia de un conflicto, que para 1998 llevaba casi 40 años. La guerra de guerrillas conoció en las últimas décadas del siglo XX un antagonista inesperado, cuya sangrienta irrupción en la casi totalidad del país, fue carburada por los inmensos recursos del narcotráfico y los nuevos enclaves agrícolas, que a semejanza de los constituidos a finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, significaban poder y gloria para los herederos de los antiguos hacendados: Nos referimos a las bandas paramilitares. El conflicto social agrario y la incapacidad del estado colombiano para resolverlo, había originado una clase social terrateniente de perfiles citadinos, experiencia internacional y una gran intolerancia frente a las reivindicaciones campesinas. 22

El fracaso de la paz en Colombia ha sido el fracaso de la Reforma Agraria parcelaria, cuyo eje fundamental en los años 60 había sido la consigna “la tierra para quien la trabaja”. Esa consigna podía tener vigencia en los procesos históricos de expropiación de tierras colectivas en Perú, Bolivia, Ecuador y México: en América Central y las llanuras norteñas del Brasil. Pero era inapropiada para una economía agrícola basada en la pequeña propiedad campesina dedicada a la explotación de un producto cuyos esquemas subsidiados de mercadeo, asistencia técnica y desarrollo local, garantizaron por más de 50 años la continuidad de la economía cafetera, al lado de mecanismos altamente calificados en los estándares internacionales, como el Fondo Nacional del Café, los bancos especializados y las oficinas internacionales de la Federación Nacional de Cafeteros, que garantizaban una relación temprana con los escenarios internacionales, lo cual se anticipó a la gran avalancha migratoria. Colombia a partir de la economía cafetera vivió su primera etapa de globalización mundial. Ese fenómeno no se vivió ni con los minerales de Chile, Bolivia, Perú y Venezuela, cuya base de comercialización fueron las transnacionales, bárbaramente apoyadas por las castas nacionales, que se enriquecieron como simples intermediarios del saqueo.

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Tampoco las economías de las llamadas repúblicas bananeras, que no lograron construir el capital social, ni el desarrollo institucional que asegurara la viabilidad nacional. La hipótesis que aquí presentamos, perfectamente discutible, es la siguiente: El fracaso político de Colombia, no es un resultado de su fracaso económico. Nuestro conflicto no puede ser explicado por la extensa mancha de pobreza; pero sin ella tampoco puede ser entendido. Tampoco puede ser explicado por la permanencia de la deuda histórica de exclusión y de cerrazón política que tuvo su mayor momento el 9 de abril de 1948 con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán. Pero esa deuda existe y fue presentada en términos sencillos y profundos por el comandante de las FARC Manuel Marulanda en su carta a la comunidad internacional, conocida como la Carta de la Silla Vacía en el fallido encuentro del jefe de Estado colombiano con el jefe del grupo subversivo en San Vicente del Caguán-Caquetá, con la comunidad internacional presente en Colombia, como testigo de honor, en enero de 1999. En esa carta Marulanda recuerda la tremenda experiencia de diez familias campesinas cercadas por millares de fuerzas regulares decididas a exterminarlas, so pretexto que se estaban

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constituyendo en una república independiente que rechazaba el estado nacional. Marulanda recuerda también que para ese entonces, esas familias, apenas protegidas por jóvenes campesinos guerrilleros, pobremente armados, pero dispuestos a morir, hicieron un angustioso llamado a la recientemente fundada Organización de las Naciones Unidas. No obtuvieron respuesta; no evitaron el bombardeo y la herida abierta habría de perdurar más de 50 años. Marulanda describe con agudeza campesina los daños colaterales que a la economía de subsistencia propia de su comunidad, había producido la desequilibrada confrontación: unas cuantas y escuálidas terneras de levante; varios cerdos de solar; gallinas y dos animales de carga. La minuciosa y aparentemente minimalista enumeración, asombró a los embajadores y asesores internacionales. Esos expertos mundiales se preguntaron si esos perjuicios económicos, aparentemente insignificantes, justificaban la dramática destrucción de riqueza de un país, el genocidio, el asesinato y la pérdida del principio de legalidad. Lástima que la reseña periodística, presentando como una lista de mercado la memoria del jefe guerrillero, le hubiera impedido a los delegados internacionales mirar desde el otro lado del tapiz, con lo cual hubieran entendido la profunda ironía del comandante guerrillero: Un ejército que se moviliza 25

para aplastar la rebelión de unas cuantas familias campesinas, pobremente armadas y cuyas reivindicaciones eran perfectamente entendibles con humildad y liderazgo democrático. La guerrilla de las FARC, encontró en los rígidos mecanismos organizativos de la tradición comunista, un método eficaz para asegurar la disciplina, la unidad ideológica, la concentración del poder político y militar en las antiguas modalidades del secretariado general, el estado mayor y la asamblea de cuadros directivos – (máximo organismo decisorio)- convocada y reunida mínimo cada cuatro años bajo la nomenclatura de primera conferencia, segunda…cuarta…octava...etc. En ellas se definían los lineamientos estratégicos y los acuerdos de operación, cuya ejecución corría a cargo del Secretariado. El modelo no ofrecía mayores innovaciones, solamente que combinaba el sistema maoísta aplicado en la revolución china, que triunfa en 1949, como una revolución campesina, convertida en ejército del pueblo para expulsar los invasores japoneses y ganarle la guerra nacional a una alianza de dinastías, de voceros políticos de los terratenientes, de capas medias y de personalidades intelectuales, alianza conocida como el Kuomintang, lideradas por el General Chiang Kai-chek, adversario tradicional del Presidente Mao Tse Tung. De los chinos, las Farc recogen la consigna, “moverse entre las masas como el pez en el 26

agua”, cuyo origen se remonta a la tesis de la revolución permanente promulgada por el jefe del ejército rojo León Trotsky, como alternativa para asegurar el liderazgo obrero en la revolución soviética y en las organizaciones de militancia sin fronteras llamadas primera, segunda y tercera internacional. El trotskismo es aplastado por el liderazgo estalinista, que reclamándose heredero del pensamiento de Vladimir I Lenin, el poderoso jefe de la revolución rusa, sostenía la necesidad de desarrollar primero el socialismo en un solo país (Rusia) para luego extenderlo por el mundo a través del poderío militar, diplomático, económico y tecnológico de la Unión Soviética, la defensa de cuyas fronteras, se convierte en el abc de todo buen militante comunista en cualquier parte del mundo. El socialismo en un solo país versus la revolución permanente producen en el socialismo mundial una fractura irremediable desde la muerte del camarada Lenin en 1924 hasta el episodio de los misiles instalados en Cuba por URSS, que casi precipitan la tercera guerra mundial en 1961, cuando el Presidente Kennedy le da un plazo perentorio al Primer Ministro ruso Nikita Kruchov para resolver por la vía diplomática la peligrosa situación. Al igual que Stalin con su socialismo en un solo país, la revolución maoísta se encapsula a través de una gran movilización de millones de militantes 27

comunistas, que liderados por el partido comunista chino, inician una monstruosa y masiva rectificación de lo que consideraban tendencias burguesas en el partido y en el gobierno revolucionario. Bajo la consigna de la revolución cultural, Mao Tse Tung, su Primer ministro Zhou Enlai y la esposa de Mao, Jiang Qing provocan una feroz purga de disidentes en los altos niveles del partido, en los comités provinciales y en las fronteras. Acompañando lo anterior, de una implacable represión contra comunidades milenarias, que durante siglos habían mantenido su autonomía, coexistiendo pacíficamente con los sucesivos invasores desde China o con los triunfadores en las guerras nacionales. El estalinismo después de treinta años de dictadura en la Unión Soviética se hunde como proyecto socialista mundial socavado por el fundamentalismo, las purgas políticas, que en forma de prisiones abominables conocidas como los Gulags, liquidaron el pensamiento independiente, los disidentes y convirtieron los partidos comunistas del mundo en meros apéndices del bureau soviético y su diplomacia imperialista. Si la alianza aparentemente táctica entre Stalin y Hitler había minado la fe de los pueblos del mundo en el respeto a la condición humana por parte de la dirigencia soviética. La catastrófica cacería de brujas establecida desde las oficinas de policía política y espionaje como la KGB, consiguió que la 28

llamada “Intelligensia” mundial formada por científicos, filósofos, pensadores, literatos, grandes periodistas, premios nobel y líderes culturales del mundo rompieran definitivamente con el modelo soviético. Las condiciones estaban dadas para que las tensiones y discolías al interior del mundo socialista hicieran explosión. Solamente unas fuerzas revolucionarias tan dogmáticas como los partidos comunistas que las organizaron, pero de un gran atractivo político por las circunstancias nacionales y regionales, que les permitieron emerger, recogen los ideales del antiguo sueño socialista y de las democracias populares, para construir alternativas políticas en América Latina. Todas tenían un denominador común: fueron levantamientos populares “contra tiranía insoportable” (según la fórmula de Santo Tomás de Aquino), que prosperaron en los países al sur del río Grande y en las islas del Caribe, entre los años 50 y 90 del siglo XX. Se combatía contra dictaduras militares, que a través de golpes de estado ocupaban las presidencias, apalancadas por una alianza de élites terratenientes, exportadores de materias primas, banqueros y dirigentes locales con tradición, que debían cumplir el mandato de frenar los movimientos populares, cobijados por consignas revolucionarias aprendidas de los movimientos 29

agrarios, las luchas sindicales y fuerzas estudiantiles universitarias.

las nacientes

Para estos grupos contestatarios, que captaron incluso apoyos decisivos de líderes provenientes de las mencionadas élites y de sus partidos, las reivindicaciones populares por la tierra, los derechos laborales, la educación, la vivienda, el trabajo, la justicia y la modernización institucional, se convirtió en la fuerza catecúmena del nuevo hombre latinoamericano. Esos movimientos que tuvieron su expresión cultural y su identidad, en las experiencias propias del folclor, la epopeya indígena, negra y cuarterona, aprendieron desde muy temprano a expresarse como comunidades en movimiento. La agenda política contra las dictaduras militares se transformó muy rápidamente en un sueño de libertad. Ese sueño había tenido sus antecedentes más brillantes en lo que la profesora Tila Uribe ha llamado “Los años escondidos” para referirse a los intensos años 20 del siglo anterior, que sembraron las semillas de esas vastas convocatorias. Mientras un aire renovador de modernización y civilización política refrescaba los círculos cerrados del poder, en la orilla de lo que genéricamente se llama la democracia capitalista, estaba produciéndose una drástica derechización, que so pretexto de frenar y sepultar el comunismo, se

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impuso la restauración a sangre y fuego del viejo sueño autoritario liderado por los WASP. Esa política restauradora apuntala un proyecto económico de gran potencia, llamado neoliberalismo o neo-conservadurismo, que asumió la tarea de modernizar las economías a través de un manejo cerrado y excluyente de los instrumentos macroeconómicos y de un crecimiento desbordado de la pobreza, la desigualdad y la crisis de las oportunidades. El pensamiento hegemónico se impuso como una necesidad de la restauración política: Reagan y Bush en los Estados Unidos; Tatcher en Inglaterra; Kohl en Alemania; Tanaka en el Japón y sus epígonos neoliberales de menor tamaño, suscriben una agenda decidida a sepultar los avances de la revolución juvenil de los años 60; de los avances sindicales de la primera mitad del siglo XX, de las reivindicaciones agrarias de todo el continente y de los avances del pensamiento independiente, crítico y, generoso con las ideas divergentes. Acompañando un notable desarrollo tecnológico, especialmente en las comunicaciones, una buena parte de la humanidad se convierte en no viable por causa del contagio mundial del SIDA y de los grandes desequilibrios mentales provocados por las terribles guerras de exterminio como Vietnam, Camboya y las dictaduras del Cono Sur.

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Se presenta una inaceptable coexistencia entre la sociedad de la opulencia, la sociedad de la hamburguesa y el derroche del consumo, con la sociedad de las carencias; de las extensas hambrunas y de las pandemias de violencia urbana en las grandes concentraciones del cinturón tropical, caracterizadas por una ruptura drástica de los tabúes y convenciones, que aseguraban el cemento social y prevenían la degradación totémica. La espantosa violencia provocada por las mafias, las redes de asesinos y la ruptura de los sistemas de control propios de la convivencia, la responsabilidad compartida o la crisis de los mecanismos judiciales, no podrá reducirse con más violencia, con un pensamiento único o con la privación masiva del ingreso social.

LO QUEER

En la década de los ochenta se impone en los Estados Unidos una tendencia ultra derechista encabezada por un ex actor de películas de vaqueros llamado Ronald Reagan. “Este periodo había estado caracterizado por una transferencia masiva de las riquezas hacia las clases más acomodadas de Norteamérica, por el desmantelamiento de la asistencia social, (o el Welfare State) a raíz de un considerable aumento 32

de los gastos militares y un florecimiento del militarismo, y por un deslizamiento muy evidente hacia la derecha de las clases medias (por no decir nada de la política exterior). A lo largo de los años 80 los reaganistas se habían apoderado cada vez más de los puestos en el sistema judicial, las asambleas de cada estado, las administraciones gubernamentales y los medios de comunicación masivos. El resultado fue lo que se llamó la “revolución reaganista”, una tentativa de reedificar la sociedad americana y sus valores morales. La revolución reaganista promovió un mono- culturalismo radical que consideraba peligrosa y no norteamericana la diversidad social y cultural y que buscaba aglutinar a los norteamericanos alrededor de un modelo simple y único de identidad nacional, definida por la familia nuclear heterosexual, la religión, el trabajo, la patria, la autonomía individual, el pasado europeo y la lengua inglesa. Ese programa político desembocó, a finales de los años 80 y comienzos de los 90 en lo que desde entonces se conoce como “la guerra de las culturas”. Esta guerra tomó la forma de un verdadero asalto lanzado por los reaganistas contra el feminismo, la libertad sexual, el divorcio, el aborto, las familias no tradicionales, “las madres solteras asistidas”, la utilización de drogas, la homosexualidad, el multiculturalismo, la ecología, la separación de la iglesia y el estado.

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A finales de los años 80, los reaganistas habían ganado ampliamente. La única excepción, el único sector que no habían logrado vencer totalmente era la universidad, en la que las corrientes intelectuales denunciadas como el pensamiento del 68 continuaban siendo dominantes” (San Foucault. Halperin David, páginas 7-10). El gran avance de la derecha norteamericana y parte de Europa sorprende al campo democrático especialmente a los matices de izquierda, en un alto nivel de dispersión y escepticismo, determinados por las posiciones dogmáticas de la izquierda tradicional que mantenía en todo el hemisferio occidental la dictadura de las organizaciones partidistas, encarnadas en los partidos comunistas impermeables al cambio y con una comprensión estrecha, anacrónica y mecanicista de las ideas políticas. Las oleadas mundiales que significaron la caída de los regímenes del llamado socialismo real como el glasnost y la perestroika en la línea de Mijail Gorbachov; la caída del muro de Berlín (1989), los movimientos libertarios en las naciones que componían la Unión Soviética y las huellas reformistas de la llamada Primavera de Praga, no lograron afectar las tendencias estalinistas y leninistas que defendían la política de los comités centrales con todos los prejuicios de una burocracia anquilosada, cuyos postulados no podían percibir los cambios producidos por la globalización, los saltos 34

tecnológicos, el desarrollo científico y la revisión de muchas certezas que eran verdades consagradas en las ciencias sociales, el arte y la cultura. Contrario a esas tendencias autoritarias, mucho más dañinas cuando se profesaban a nombre del progreso humano, la izquierda internacional pudo conocer también una apertura sin antecedentes, que tuvo en los campus universitarios su principal centro de debate: Lo Queer Personalidades intelectuales reconocidas, como Michel Foucault tratan de incorporar “la vida de los hombres infames” en el santoral de izquierda para darle cabida a los sidosos, los parias, los excluidos, los “anormales” en fin lo queer, que quiere decir a la vez enfermo, raro, anormal, marica o puta. La construcción del movimiento queer significó muchas cosas; algunas tremendamente transgresoras; otras sacudieron los cimientos de la civilización wasp-blanca anglosajona y profesional que encarnaba el ideal de familia y de ciudadano a partir de la posguerra de la primera mitad del siglo XX. Pero el movimiento queer demostró ser víctima del gran atraso mundial en cuanto defensa, promoción y protección de los derechos humanos respecto a la diversidad y tolerancia.

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Lenta y fatigosamente, el mundo ha ido avanzando en la búsqueda de estrategias de comunicación entre humanos, que reivindiquen el respeto como condición de esa comunicación y siembren los fundamentos del carácter en la personalidad, desde la infancia, como una condición para una actitud verdaderamente democrática. La intolerancia, la exclusión y la humillación van de la mano con la xenofobia, el nacionalismo hirsuto y el racismo. Colombia en las dos últimas décadas ha dado señales contradictorias respecto a un verdadero desarrollo político y de afianzamiento de los derechos fundamentales. El terrible desangre histórico al cual nos hemos referido, nos ha significado una democracia contrahecha que se afirma de tumbo en tumbo tratando de imponer la legalidad, la gobernabilidad, la lucha contra la impunidad y el incremento de las oportunidades, a la vez que soporta la continuidad de un conflicto donde son frecuentes los excesos y abusos, las derrotas anunciadas y el fin del enemigo. Pero pasan los años y ni la victoria, ni la batalla final se concretan.

LOS AÑOS 60 36

En la década de los años 60, bajo la inspiración de las guerrillas guevaristas y de las doctrinas de la revolución cubana triunfante desde 1959, aparece en Colombia el Ejército de Liberación Nacional E.L.N el cual recibe una poderosa participación de curas revolucionarios que por esa misma década comprometen su ministerio con las comunidades más pobres de América Latina, bajo la inspiración de las aperturas y modernizaciones del Concilio Vaticano II y de la Encíclica Populorum Progressio (1967). Es la Teología de la Liberación que emprende el liderazgo de movimientos contestatarios en las universidades, abanderados de las luchas por el reparto de tierras y decididos a entregar hasta sus vidas por ese compromiso. Un sacerdote sociólogo formado en Europa, en la izquierdista cristiana Universidad de LovainaBélgica, enarbola la bandera del Frente Unido, una alianza de intelectuales, sindicatos, ligas campesinas y avanzadas guerrilleras discretamente comprometidas, que buscaba sumar fuerzas alrededor de un programa popular unitario y de cambio de estructuras institucionales. El sacerdote carismático se llamó Camilo Torres Restrepo, hijo de una familia de clase media cuyos ancestros descollaron en la ciencia médica y en la docencia científica.

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Camilo Torres, fue un estudioso de la violencia de los años 50 y de los cambios urbanos provocados por el desplazamiento a que dio origen esa violencia – (desplazamiento conocido como la primera migración del campo a la ciudad)- cuyo antecedente remoto había sido la gesta fundacional de la colonización antioqueña. Cuatro pioneros de la sociología en Colombia, el cura Torres, Orlando Fals Borda – (fundador de la facultad de sociología de la Universidad Nacional), el jurista e historiador, y permanente defensor de los derechos humanos, Eduardo Umaña Luna y, finalmente, Monseñor Germán Guzmán Campos, teórico de la teología de la liberación, proponen una interpretación del conflicto en Colombia que tendrá importantísima influencia durante la segunda mitad del siglo XX. Se suman entre muchos otros Diego Montaña Cuellar líder de los sindicatos petroleros, María Cristina Salazar, socióloga de la Universidad Nacional; René García y Manuel Alzate, (Sacerdotes del movimiento llamado Golconda.1); Francisco Garnica, Germán Zabala Cubillos, matemático y cofundador de Golconda, y antiguos ex militantes del movimiento revolucionario liberal M.R.L, como Jaime Arenas quien fue ajusticiado por la cúpula del E.L.N.

1

Fundado por Guzmán Campos y Monseñor Gerardo Valencia Cano, fue un grupo de reflexión sacerdotal de altas calidades que posteriormente, y con el cura Torres fue descalificado por la jerarquía eclesiástica. Golconda era el nombre de una finca ubicada en Viotá, donde se convocó la primera reunión También participaron Domingo Laín y Manuel Pérez, curas españoles, futuros comandantes del ELN.)

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Los principales documentos e investigaciones de la reflexión sobre la violencia de la mitad del siglo XX fueron publicados en dos tomos de estudios sociales históricos llamados: La violencia Mundo 1962.

en

Colombia,

editorial

Tercer

Le bastó aparecer para provocar enseguida un aplauso monumental en los centros especializados en toda América, equiparable solamente al rechazo político que despertó en los sectores más influyentes de los partidos tradicionales, especialmente en grupos intransigentes de la derecha conservadora. De inmediato surge una alianza de políticos y ex oficiales de las fuerzas armadas, dignatarios eclesiásticos y periodistas que descalifican el estudio con el mote de ser una mirada comunista parcializada e inexacta de la realidad colombiana. En los años 40 - 60, descalificar con el mote de comunista la naciente investigación social, era un recurso muy socorrido que se alimentaba de la caza de brujas estimulada por la policía política norteamericana (CIA y FBI). Esa cacería tuvo su principal inspirador diez años antes (1952-1956), en el senador republicano Joseph McCarthy para quien la contención de las ideas comunistas en América era primeramente una tarea de esa policía política. Al efecto, la difusión del pensamiento marxista y de los programas de los frentes populares de gran acogida y expansión en la Europa post- estalinista, 39

Fue convertida en delito contra la seguridad del estado norteamericano, lo cual dio lugar a temibles procesos de intolerancia, encarcelamiento de inocentes y juicios políticos, realizados por la Comisión de Actividades Antiamericanas, equiparables a las purgas y delaciones en la dictadura estalinista. La intolerancia anticomunista puesta al servicio de los grupos racistas como el Ku Kus Klan, la ideología Wasp y los intereses económicos de la ultraderecha agraria norteamericana, produjo en América Latina, controlada por el pensamiento único norteamericano, la restauración de las posiciones carlistas que dieron origen al falangismo español; de las posiciones ultranacionalistas que dieron origen a la Acción Francesa de gran influencia hacia finales del siglo XIX y principios del XX en la política europea, bajo el liderazgo de los diputados católicos y monárquicos León Daudet, Charles Maurras y otros cuya influencia en el fascismo italiano de décadas posteriores y en el nazismo alemán, es reconocida. Esa ultraderecha europea asume la defensa intransigente de los antiguos industriales, banqueros, agricultores y dueños de consorcios mineros quienes exponían su permanente malestar con las políticas socialistas y reivindicaciones obreras lideradas por las trade unions proletarias; socialdemócratas, comunistas, de la primera, segunda y tercera internacional que fungían como la 40

estructura organizativa mundial del ideario obrero socialista. La agitación mundial de izquierda encuentra en el macartismo norteamericano un feroz opositor y en el movimiento obrero y las migraciones de víctimas de la primera guerra hacia el sueño dorado de los Estados Unidos, sus principales activistas. Los grupos sindicales que enarbolaban los derechos laborales de las 8 horas para el descanso, 8 horas para el estudio y 8 horas para el trabajo, como consigna de una verdadera democracia, en esos grupos, decimos, encuentra el movimiento mundial revolucionario, su más formidable aliado en las Américas.

ABSTENERSE O PARTICIPAR

La propuesta del cura Camilo Torres y de sus discípulos del grupo Golconda, (también sacerdotes), de una activa y beligerante fuerza estudiantil universitaria y de bachillerato, que había copado todas las organizaciones estudiantiles surgidas en oposición al Frente Nacional. Era una propuesta encarnada en el periódico Frente Unido dirigido por Torres, con una escasa pero militante recepción en las organizaciones obreras y campesinas.

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Para 1966, en las elecciones presidenciales, se debía escoger la persona del doctor Carlos Lleras Restrepo, como el segundo presidente liberal del Frente Nacional. Los frentistas de izquierda debatieron su participación en las elecciones. Se impusieron los abstencionistas, estimulados por la posición de los grupos armados simpatizantes del frente (E.L.N) - (E.P.L) - (F.A.R.C), de la Federación Estudiantil FUN y sus embriones de guerrilla; socialistas trotskistas y los grupos campesinos sobrevivientes de la antigua guerrilla liberal, cuyos líderes históricos consideraban que la participación electoral liberal constituiría una traición al pueblo, semejante a la de los años 50, cuando la dirección liberal que había promovido la resistencia campesina armada, abandona el movimiento guerrillero para transar con los gobiernos conservadores de Ospina primero y Gómez después. Obviamente, los abstencionistas impusieron sus mayorías, exceptuando al Partido Comunista y al Movimiento Obrero Independiente Revolucionario MOIR (de influencia maoísta obrera) los cuales propusieron una estrategia de unión nacional de oposición UNO débilmente apoyada por los electores. Desde la década del 60, hasta la fecha, el tema de abstenerse o de participar en las elecciones ha sido el quid pro quo de la revolución colombiana. Debate de características muchas veces dogmáticas, muy 42

intensas y casi siempre estériles, frente a las grandes mayorías pobres y excluidas. UP El gran momento de la participación no abstencionista de un movimiento político jalonado por los grupos armados, se inicia en Colombia durante los gobiernos de Belisario Betancur (19821986) gobierno conservador en coalición con el partido liberal y la (ANAPO) Alianza Nacional Popular, socio minoritario de la coalición betancurista, que jugará un gran papel a nombre del general Gustavo Rojas Pinilla (Presidente 19531957), cuya reivindicación por el Congreso de la acusación de dictador, le permite postularse para las elecciones de 1970 y desempeñar un liderazgo de tercera vía con perfil anti oligárquico y populista. A Belisario Betancur lo sucede el liberal Virgilio Barco (1986-1990) cuyo gobierno se definió como exclusivamente liberal en un esquema gobiernooposición de resultados políticos desiguales y de reformas frustradas. En esos dos gobiernos actúa con gran fuerza política un movimiento de participación urbana y rural. Se llamó la Unión Patriótica (U.P) y su mise en scéne fue un avance sorprendente en el número de dignatarios elegidos popularmente. Durante las elecciones del 25 de mayo de 1986, la UP logró su mayor votación en las regiones del Nordeste Antioqueño, Bajo Cauca, Madalena Medio, 43

Urabá, Chocó, Arauca y área metropolitana de Medellín. Llegó a 5 senadores, 9 representantes, 14 diputados, 351 concejales y 23 alcaldes…según otros, 37. El genocidio La Unión Patriótica (UP) fue fundada en 1985 como parte de una propuesta política legal de varios actores sociales, entre ellos las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Con el tiempo, el partido se constituyó como ajeno a la lucha armada de este grupo. El Partido Comunista Colombiano (PCC) también participó en la formación y organización de la UP. Dos candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y miles de sus militantes fueron asesinados por grupos paramilitares, elementos de las fuerzas de seguridad del Estado colombiano y narcotraficantes. Algunos de los sobrevivientes al extermino abandonaron el país. El narcotraficante de Pacho Cundinamarca, Gonzalo Rodríguez Gacha inició una guerra particular en contra de las FARC, con la cual impulsó el asesinato sistemático de los miembros de la Unión Patriótica, al considerarlos la parte política del grupo guerrillero. En ese exterminio no sólo participó Rodríguez Gacha, sino que también lo hicieron los nacientes grupos paramilitares de la extrema derecha - que en la siguiente década se aglutinarían en las Autodefensas Unidas de Colombia AUC, en algunas 44

ocasiones en coordinación, inclusión y colaboración con miembros de la seguridad del Estado. Se desconoce la cifra total de militantes o simpatizantes de la UP que fueron sacrificados. Leonardo Posada representante a la Cámara fue el primer asesinado en 1986 en BarrancabermejaSantander. En 1987 fue asesinado Jaime Pardo Leal, quien había sido candidato presidencial en las elecciones de 1986. El 22 de marzo de 1990 fue asesinado el también candidato presidencial Bernardo Jaramillo Ossa, en el aeropuerto de Bogotá. En 1.994 el senador Manuel Cepeda Vargas fue asesinado en una calle de Bogotá. Otros asesinatos El viernes 14 de agosto de 1987, sicarios motorizados derribaron la puerta de la residencia del Senador Pedro Luis Valencia en Medellín y fue acribillado. Alejandro Cárdenas-Villa, ex alcalde de la UP en Mutatá, Urabá murió asesinado a plena luz del día en Medellín. Gabriel Jaime Santamaría, siendo presidente de la Asamblea de Antioquia, murió asesinado dentro de su oficina, a pesar de las medidas de seguridad. El 18 de mayo de 1988 fue asesinado en Medellín Elkin Martínez, elegido para posesionarse como Alcalde de Remedios, Antioquia. Su muerte desencadenó el paro del nordeste antioqueño en Segovia y Remedios, zona minera. Los paramilitares de Puerto Boyacá incursionaron en Segovia el 11 de noviembre de 1988 al mando de Alonso J. Baquero Agudelo mejor conocido como el 45

„Negro Vladimir‟. Entraron disparando y dejaron 48 muertos, incluyendo niños, mujeres y ancianos. El „Negro Vladimir‟ participó también en las masacres de 14 campesinos en Cimitarra, Santander, 19 comerciantes en Puerto Boyacá y 15 funcionarios de la Fiscalía en La Rochela, Santander. Carlos Rojo Uribe, igualmente Alcalde de Remedios, murió asesinado en agosto 1 de 1997 junto con 7 personas, que fueron sacados de sus casas en la misma población. La única líder política que logro sobrevivir fue la ex concejal de Bogotá Aida Abella exilada, a quien intentaron matar en 1995. La muerte en Puerto Valdivia del concejal Henry Montenegro, desató un paro en el Bajo Cauca antioqueño, que duró una semana hasta que se hiciera presente una comisión del gobierno. Henry Montenegro perdió la Alcaldía de Valdivia por 1 (un) voto, en las elecciones de 1988, tal era su liderazgo. Octavio Sarmiento Bohórquez, representante por Arauca fue asesinado por el grupo de Autodefensas Vencedores de Arauca, el 1 de octubre de 2001. Desgraciadamente el establecimiento político y las élites no entendieron o analizaron mal, los buenos efectos que para la paz en Colombia y la terminación del antiguo conflicto armado, tenía la participación electoral de una franja importante de grupos revolucionarios, así fueran simpatizantes de la lucha armada.

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“VOY A DESTITUIR A ALLENDE” Nixon

No solamente el establecimiento y las élites políticas, también la poderosa política exterior norteamericana, que no únicamente en Colombia, sino en otros países latinoamericanos, ha bloqueado la expresión electoral popular cuando considera que afecta sus intereses estratégicos o sus certezas ideológicas. El caso más vergonzoso de esta imposición imperialista fue la manipulación del golpe de estado militar del general Augusto Pinochet y otros políticos de extrema derecha en Chile, para derribar el gobierno socialista de Salvador Allende (1973), democráticamente elegido con un programa de reformas, que pese a su carácter popular, respetaban los elementos básicos de la economía, la ideología y el modo de producción capitalistas. El golpe en Chile sepultó las esperanzas de obtener reformas por la vía electoral y produjo un generalizado desaliento en las organizaciones populares frente a los procesos democráticos. ¿Por qué la reluctancia de las élites históricas colombianas a dar vía libre electoral a las reformas que mayoritariamente interesan a los colombianos?

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No sólo la U.P, no sólo el MOIR, también la Unión Nacional de Oposición (UNO), el Frente Unido del ya citado sacerdote Camilo Torres que fue inmolado en la guerra de guerrillas; la ANAPO (segunda época); no sólo el Partido Comunista legal, el M.R.L, los socialistas trotskistas, los Gaitanitas, el asesinato de cuyo caudillo principal, hundió la historia colombiana en un charco de sangre; igual la frustración de las reformas del año (36). Todos ellos han buscado esa vía libre a las reformas y se han tropezado con la feroz resistencia del régimen, caracterizado por una gran desconfianza hacia los riesgos del cambio democrático, pero, también, el bloqueo a iniciativas populares de talante republicano, conservador o liberal. ¿A todas enemigo?

estas

quién

es

el

verdadero

Guerras Civiles. Desde los albores de la república, 1810, la élite, integrada por hacendados criollos o descendientes de españoles, españoles raizales, curas, jurisconsultos y la burocracia administrativa colonial, le impusieron a la gente del común el modelo electoral indirecto como una manera de construir instituciones, dirigir la economía, la política internacional del país y el ejército. También asegurar gobernabilidad y resolver los conflictos civiles.

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Sin embargo, en la historia de Colombia nunca se pudo resolver un solo conflicto a través de mecanismos pacíficos. Por el contrario, todos para ser resueltos, debieron enfrentar la guerra civil. El siglo XIX vivió treinta y nueve guerras civiles, (9 nacionales, 30 locales). Varias de ellas presentadas como guerras civiles no declaradas. Los campesinos de Colombia desde 1810 no han vivido una sola generación sin leva forzosa para la guerra. La más larga de éstas guerras, ha sido en sus distintas modalidades, la guerra de guerrillas, cuya expresión más virulenta la han dirigido las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia F.A.R.C con la consigna leninista - estalinista de “todo el poder para el pueblo”, lo cual significa “todo el poder para la guerrilla”. Nuestra hipótesis es simple: la incapacidad del establecimiento y sus élites para garantizar una participación electoral limpia y transparente de las fuerzas revolucionarias, ha frustrado la salida pacífica a los conflictos. Muchos, muchísimos de esos conflictos han sido originados por los abusos y excesos de la expresión política y militar de las élites y por la feroz defensa de sus intereses económicos y privilegios sociales, que han conducido a la inequidad, la concentración del ingreso y la defensa a sangre y fuego del statu quo. 49

Parapetada en una ideología basada en la consigna “nacimos para mandar”, la élite colombiana se caracteriza por ser una de las élites más resistentes a los cambios y progresos de la política a nivel mundial. Las modernizaciones les llegan tarde y son casi siempre aceptadas a regañadientes. Esa actitud es distinta cuando se trata de explorar alternativas de enriquecimiento respecto de las cuales son pocos los escrúpulos y muy audaces las aventuras para violar la ley. Si la élite se hubiera mostrado más abierta a abrir los rizomas (canales) de participación electoral de la oposición, aun de la oposición armada, el proceso colombiano habría economizado centenares de vidas humanas, de daño físico y biológico, de destrucción de la riqueza y de terror. La élite colombiana cree que toda expresión política que no defienda de manera incondicional sus ideas y privilegios, es una expresión delincuencial, peligrosa, que sirve a oscuros intereses y cuestiona ideas, tradiciones, expresiones culturales y partidos históricos.

EL QUE A HIERRO MATA A HIERRO MUERE

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LA UNIÓN PATRIÓTICA fue una enorme oportunidad de construir un nuevo perfil de la democracia colombiana, pero el establecimiento, que había promovido la estrategia U.P durante el lúcido gobierno de Belisario Betancur se asustó con la criatura. Mató el tigre y se asustó con la piel. Lo que siguió fue el horror. Miles de líderes nacionales de la UP, departamentales, municipales y campesinos fueron masacrados, desterrados, expropiados. Sus organizaciones destruidas mediante el constreñimiento y la satanización. Un partido que había creído en las vías pacíficas electorales presenció su fin colectivo, mutilado y exterminado con una temible violencia. Los instigadores, los autores intelectuales y los facilitadores del genocidio, estaban en la otra orilla del establecimiento: Militares, policías, fuerzas secretas, poderes locales y regionales vinculados al comercio y al transporte; hacendados, ganaderos, periodistas, políticos, dirigentes nacionales y fuerzas internacionales de ultra derecha. Hubo quienes cometieron la insensatez histórica de justificar los genocidios argumentando que no se podían utilizar los mecanismos democráticos y simultáneamente fomentar la revolución armada. Se afirmaba que recurrir a la combinación de las formas de lucha era inaceptable, en una democracia 51

cuyas instituciones políticas.

aseguraban

las

garantías

No era cierto. Políticamente Colombia no ha sido una nación abierta y transparente. Como lo hemos visto, la cerrazón política ha producido violencia política. Esa cerrazón se expresa muchas veces de manera soterrada y sutil. Como se decía hace cincuenta años, en Colombia se acostumbra cercar la oposición política con una “alambrada de garantías hostiles”. Si Colombia quiere superar el sustrato de violencia que bajo distintas modalidades y en diferentes regiones, permanentemente acompaña su vida cotidiana, deberá transformar su retórica política en hechos verdaderamente democráticos, lo cual excluye la corrupción, el fraude, la satanización. El genocidio de la Unión Patriótica habría podido evitarse, si el establecimiento hubiera confiado más en sus mecanismos institucionales y su capacidad de aislar, sin subterfugios, ni guerras sucias ocultas, a las minorías subversivas. Si hubiéramos evitado el genocidio de la UNIÓN PATRIÓTICA se habría posibilitado la transición de un estado de guerra a una nación constitucionalmente consolidada. Por el contrario, sectores políticos que decían defender los derechos de la oposición, se hicieron 52

los de la vista gorda argumentos fútiles.

frente a la masacre,

con

Por ejemplo, la terrible respuesta de María Elena de Crovo a un consultor internacional quien le hizo entrega de una carta de solicitud para que el partido liberal, reunido en junta nacional, condenara el genocidio de la U.P que en ese momento había superado los antecedentes históricos de exterminio de líderes en Colombia. La respuesta de la señora de Crovo conocida líder popular del (Movimiento Revolucionario Liberal) M.R.L fue tajante: no le daremos curso a la proposición porque el que a hierro mata a hierro muere. Lástima la miopía de la dirigente, para esa época, reclutada por la ultra derecha liberal. La señora de Crovo, en ese momento Secretaria General del Partido Liberal, sepultaba las posibilidades de la única alianza con autoridad para frenar el genocidio: La alianza con el partido liberal, partido gobernante con el presidente Virgilio Barco cuya administración ha sido denunciada en muchos lugares como determinadora por acción u omisión de la masacre. El argumento de que no era posible simpatizar sin ser auxiliador activo con la guerrilla y a la vez intervenir en procesos democráticos, era de una débil contundencia pero particularmente de una desconcertante falta de pragmatismo, tratándose de la solución de un conflicto con una violenta 53

capacidad décadas.

de

perturbar

durante

más

de

tres

Cuando se necesitaba un argumento político y de estrategia política, el establecimiento se pavonea con un argumento jurídico apto para explicaciones de juzgado pero inadecuado para negociar la paz. Llevado al extremo, el argumento significaba una petición preliminar de desarme y liquidación de la guerrilla como condición de la participación electoral, cuando ha podido ensayarse el argumento contrario: La participación electoral para viabilizar y entrar en un proceso serio de desarme y desmovilización que pusiera el fin a la guerra. Es este en nuestra opinión, el dilema que no hemos podido resolver en 50 años de conversaciones de paz y de desangre nacional. Impermeables a las experiencias internacionales, a los procesos políticos exitosos, los voceros del establecimiento deciden aislar la política colombiana hasta convertirla en una manera de existir en el mundo completamente ex-ahilo, en una democracia de características aisladas y de un arrogante, por lo disparatado, enfoque teórico. La alianza de parte de la clase política, de elementos de las fuerzas militares del estado, los narcotraficantes y los escuadrones de la muerte, especialmente en el segundo lustro de la década de 54

los 80 y durante toda la década de los 90 convierte a Colombia en un gigantesco cementerio clandestino: miles de víctimas, miles de mutilados, centenares de escombros, de catástrofes por terrorismo, millones de desplazados: la peor época de la historia de Colombia. El país se convierte en un gran incendio de horror y pavor. Gaviria le responde al Secretariado: le acepto dos representantes pero primero se desarman Durante esos años oscuros, se presenta la propuesta de Asamblea Nacional Constituyente en la cual, el Secretariado de las F.A.R.C le propone al gobierno una representación de veinte delegados en una asamblea constituyente de más de doscientos. La respuesta del presidente Cesar Gaviria, líder de la asamblea, no pudo ser más torpe, soberbia y excluyente. Gaviria le responde al Secretariado: le acepto dos representantes pero primero se desarman. El poder enceguece y a veces embrutece. Entre otras razones porque la propuesta de las FARC así le duela a muchos era generosa, viable, conveniente y aceptable. Incluía además entrar en un proceso de paz abierto y sin confrontaciones. Nada de esto pudo convencer al petulante presidente que necesitaba fungir de intransigente y perentorio.

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Otra oportunidad de negociar el conflicto se perdía. La Constitución de 1991 fue llamada una constitución para la paz. Pero en la convocatoria había una excepción descollante: entre los invitados a ese proceso de construcción de paz no figura la guerrilla principal, más fuerte, más dañina. En el horizonte de las negociaciones de paz, parte del establecimiento ha querido una paz de vencidos. Si algo engrandece la figura histórica del presidente Pastrana y de sus ministros y comisionados, fue haber aceptado que la suya, la paz del Caguán, “no sería una paz de vencidos”. La gran desconfianza del establecimiento para jugársela a una democracia más abierta y comprehensiva, proviene de la conciencia de ese mismo establecimiento acerca de las debilidades estructurales del modelo económico y acerca de las capacidades reales del empresariado agrícola, urbano o industrial para realizar las innovaciones tecnológicas, los procesos financieros y el manejo de los indicadores macroeconómicos y demás instrumentos monetarios. Esa certidumbre de que el modelo no es viable, determina que factores como la gobernabilidad, los derechos humanos, la creatividad y la participación tengan una expresión raquítica, inadecuada,

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repetitiva e incapaz de renovar o sustituir los liderazgos. Un país cuyos poderes públicos presentan una reiterada corrupción y desvío no puede arriesgarse a una democracia abierta. La crisis del modelo económico conduce a una permanente crisis del modelo político.

TIERRA DE NADIE

La recomposición productiva del sector agrario cuya frontera agrícola desborda de violencia hacia los años 90 y de conflictos por expropiación, desplazamiento y vinculación a la economía ilegal de centenares de miles de hectáreas en los valles interiores, en las vertientes cordilleranas y en las regiones de frontera, da lugar a una pérdida casi total de la capacidad de la presencia del Estado como garante de justicia y guía del desarrollo. Sometido al deterioro abrumador de la seguridad urbana, en las principales ciudades y en las ciudades intermedias, debido a la acción simultánea de las mafias y carteles en Medellín, Cali, Barranquilla, Bogotá, Eje Cafetero, Cúcuta, Bucaramanga etc., el Estado se ve obligado a concentrar sus esfuerzos, dejando expósito casi el 70% del territorio.

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La puerta del cielo….un convento Por esos años y al impulso escuálido de los procesos de paz con el M-19 guerrilla urbana intelectual de escasa capacidad militar; con el Quintín Lame guerrilla indigenista con una presencia más simbólica en la lucha armada aunque fuerte en la organización y movilización étnica; con el Partido Revolucionario de los Trabajadores P.R.T, con el Ejército Popular de Liberación EPL, de tendencia maoísta y, con el debilitado Ejército de Liberación Nacional ELN, guerrillas esporádicas y con muy baja capacidad de control territorial. Al impulso de esos procesos, repetimos, se presenta una nueva oportunidad de negociación con las FARC, esta vez con una importante participación de la comunidad internacional. Decenas de consultores internacionales y del mundo teórico participan en encuentros, convivencias, mesas de trabajo, citas en el exterior, intercambios bibliográficos e intercambios de experiencias. El grupo temático se enriquece con el incremento de la participación de las iglesias, especialmente la iglesia católica a través de la conferencia episcopal y de las oficinas diocesanas y arquidiocesanas, encargadas de promover los diálogos regionales para la reconciliación nacional. Estos esfuerzos se viabilizan entre otros, durante el asediado gobierno del presidente Ernesto Samper (1994-1998). Samper, acusado de haber financiado su campaña electoral con dineros del narcotráfico del cartel de 58

Cali, termina con una gobernabilidad precaria y la desconfianza internacional especialmente de las oficinas del gobierno de los Estados Unidos. El gobierno de Ernesto Samper Pizano, a pesar del acoso político y de los medios de comunicación y, con el mínimo de gobernabilidad, estructura una política de paz consistente, cuyo principal instrumento es la ley 418 de 1997 que constituye una continuidad del modelo de diálogos del presidente Betancur y un eficaz sistema jurídico político de cara a las conversaciones de paz. En esa ley se diseñan estructuras colectivas de carácter asesor consultivo como el Consejo Nacional de Paz, en las cuales estaban representados el Congreso, el ejecutivo, los gremios económicos, la universidad y la academia y las organizaciones sociales, sindicales y campesinas. De igual manera, la administración Samper escoge ministros de defensa caracterizados por su apertura al diálogo y la concertación, sin declinar sus funciones principales, como el doctor Gilberto Echeverri, infortunadamente asesinado por las F.A.R.C en un intento de rescate militar, junto con un importante constructor de paz, entonces gobernador del departamento de Antioquia, el ingeniero Guillermo Gaviria quien lideraba la aplicación en Colombia de estrategias internacionales para solución de conflictos, a cargo de expertos notables y consultores reconocidos en el tema de la no violencia. 59

El asesinato de Gaviria y Echeverri en un intento de rescate militar (año 2003) constituyó un duro golpe para los procesos de paz como alternativa democrática. La ley 418 posibilitaba la apertura de zonas de distensión; investía al Presidente de facultades especiales para suspender condenas de subversivos, reconocer negociadores, adecuar recursos para las tareas del alto comisionado y suspender transitoriamente la presencia militar y policial, allí donde el proceso lo justificara. Con esa ley, con las normas que la complementaron y con las memorias de todos los procesos de paz, la nación estaba jurídicamente fortalecida para emprender el camino de la paz negociada. Todos los instrumentos institucionales anteriores al proceso del Caguán fueron considerados por el presidente Pastrana y su comisionado Víctor G. Ricardo con una gran seriedad. El gobierno Pastrana no se apartó un milímetro de los marcos de legalidad y juridicidad en su gestión de paz. Pero……la paz tenía enemigos agazapados, como los llamó en su momento el Consejero de Paz del gobierno Betancur, John Agudelo Ríos, en carta enviada al presidente de la Comisión de Paz, el ex mandatario Carlos Lleras Restrepo. ¿Quiénes eran, fueron y siguen siendo los “enemigos agazapados de la paz en Colombia?”. 60

Esos enemigos agazapados hemos sido todos los colombianos capaces de influir y estimular decisiones colectivas que produzcan cambios culturales, económicos, sociales y de relaciones interpersonales basadas en la tolerancia, el respeto a las diferencias, y que por fin entiendan la hermosa idea del gran mexicano Benito Juárez cuando decía que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Juárez, indigenista, cuando pronunció esa frase, seguramente tenía en su mente las reivindicaciones de los pueblos indígenas de América expoliados desde la conquista española, los derechos de los humildes y también, por qué no decirlo, el respeto a la riqueza bien habida, fruto del trabajo honrado, de la actividad comercial respetuosa de los contratos y las normas y de la actividad productiva reglada por relaciones de justicia laboral y el crecimiento conjunto de empresarios y trabajadores. Por el contrario, el ethos colombiano ha sido conformado a partir del desprecio y la exclusión. Hasta hace unos años se entendía que “ningunear” a otro, era ignorarlo, disminuirlo en la autoestima y maltratarlo en los núcleos esenciales de su personalidad. Todo esto envuelto en una mermelada de aparente comprensión, dirigida a anular la capacidad crítica y autocrítica, con la finalidad de prolongar la dependencia. En Colombia se cree que hablar con la verdad y expresar libremente los sentimientos más 61

profundos, es peligroso. Posiblemente esté en lo cierto quien así lo cree. Pero esta terrible debilidad personal en la vida social y colectiva produce un sujeto social extremadamente frágil para aceptar con igual responsabilidad los derechos y los deberes. El racismo, la servidumbre laboral, la sumisión, el autoritarismo patriarcal y de género y el maltrato infantil, constituyen el caldo de cultivo de todas las violencias. Cualquier conflicto, cualquier crítica constructiva o destructiva, cualquier llamado de atención en la vida cotidiana, provoca depresión, incapacidad de reaccionar positivamente y principalmente la idea infantil de que con la crítica se está atacando la identidad y no las prácticas que afectan la calidad de los procesos. En una hermosa novela un padre preocupado le dice a su hijo adolescente: “!Vete....vete lejos nadie!”.

pero no te dejes joder de

En Colombia el temperamento pacífico y la actitud no violenta, son señales de identidad de los derrotados. “Malditos los mansos porque ellos no verán a Dios”, dice un famoso personaje en una novela europea de la mitad del siglo XIX, para justificar el bárbaro belicismo que caracteriza las tradiciones de ese continente. 62

Desde hace mucho años Colombia hubiera podido superar su violencia ancestral solamente con modificar el núcleo de las relaciones de millares de jóvenes con los entornos naturales; con el Viaje a Pie; con la sagrada Pacha Mama; con la solidaridad hacia los más vulnerables y, con el derecho de la juventud para conquistar el mundo de cara a la felicidad de vivir, a la energía y a la capacidad de aceptar retos y desafíos, propios de esa edad. Mandato Nacional por la Paz En 1997, en el marco de unas elecciones regionales, más de diez millones de colombianos suscriben un Mandato Nacional por la Paz. Ese Mandato contenía un magnifico cemento articulador que era la invocación de la cooperación internacional y la orden al gobierno para consolidar una estrategia de paz que partiera de un acuerdo fundacional: la renuncia drástica a toda forma de violencia para resolver los conflictos de nuestra sociedad. La no violencia tenía importantes similitudes con el movimiento pacifista del Mahatma Gandhi, pero iba un poco más allá: proponía una ingeniería del proceso de paz, cuyo primer elemento era la adecuación de los distintos instrumentos que requería cada etapa del proceso. Se creía razonablemente que una negociación carente de mecanismos esenciales como la verificación, los protocolos surgidos de cada etapa y 63

el acompañamiento internacional, así como el acatamiento de las normas de justicia internacional, no haría lugar a un proceso serio. Mientras estas señales esperanzadoras, que más adelante serian el abc de la estrategia del Caguán, se perfilaban en el país, simultáneamente se agudizaban la violencia rural y urbana, provocadas desde muchos escenarios. El paramilitarismo fortalecido por acción u omisión en una penosa alianza con importantes sectores de la fuerza pública y de líderes locales, nacionales y regionales, se apoderó de más del 50% del territorio, provocando algunas de las peores catástrofes humanitarias en el hemisferio occidental y la mayor degradación totémica que recuerda la muy violenta historia de Colombia: “la muerte sustituyó la música y en adelante ¡sólo la tragedia!” aparece en un grafiti escrito con letra de principiante en un apartado lugar de la Costa Atlántica Colombiana.

ERAN MAFIA

El escenario que hemos descrito, tiene la finalidad de descifrar los significados más profundos de las razones por las cuales los gobiernos conservadores le han apostado más a la construcción de la paz, los diálogos y la negociación. 64

En suma, la solución política negociada al antiguo conflicto colombiano. El partido conservador en sus dos vertientes no es menos doctrinario ni menos comprometido con el sistema de iniciativa privada, la defensa de las instituciones, la legalidad y la juridicidad, que sus homólogos de la derecha liberal o la socialdemocracia europea. Por lo tanto, la afinidad conservadora con la paz ni nació con Andrés Pastrana ni con él termina. Es una vocación patriótica que parte de la convicción profunda de la necesidad de los cambios estructurales, que le permitan a Colombia disminuir sus atroces índices de violencia y violación de los derechos humanos y su permanente perturbación de la justicia y la equidad. Más aun, la violencia que por motivos políticos partidistas azotó a Colombia entre 1948 y 1954, violencia acompañada de intolerancia, exclusión, vulneración y humillación en grado sumo, comprometió por acción u omisión, por intransigencia o por sectarismo, por provocación o por fundamentalismo, a muchos jefes nacionales, regionales y locales de los partidos históricos. Álvaro Leiva, uno de los principales facilitadores de los diálogos de Caguán, comentaba que su permanente compromiso por la paz de Colombia le venía de un recuerdo de juventud cuando escucho a algunas personas del partido contrario, denigrar a 65

su padre, un ilustre líder conservador laureanista, ex ministro de estado. Muchos conservadores, más que los mismos liberales, comprenden que la paz es un derecho y un deber de todos los colombianos. Se podría afirmar que la violencia en Colombia por motivaciones políticas ha existido y existe desde nuestra época de independencia. Que lo nuevo es el terrorismo y su conexidad con el narcotráfico y la narco producción. Todas las violencias en Colombia han desplegado una gran sevicia y las características más atroces. Se podría creer que todos los crímenes, incluyendo los de las guerras de independencia, han sido de lesa humanidad. En Colombia, muchos delitos de las guerras civiles del siglo XIX merecerían un juzgamiento histórico en las cortes internacionales. El señor presidente Uribe y su sanedrín político diseñaron una estrategia de desprestigio de los diálogos del Caguán; de presentación sesgada y unilateral de hechos y mecanismos de paz y de destitución ideológica de la legitimidad del ejecutivo Pastrana para iniciar, mantener y finalizar el proceso. La zona de distensión aprobada en cinco municipios rurales del Meta y Caquetá, en los cuales y desde hacía muchos lustros la presencia del estado era 66

nula o casi nula, la fragilidad institucional era muy grande y el copamiento guerrillero históricamente consolidado, fue señalada como la peor declinación de soberanía en un territorio donde se cometían los peores delitos contra la vida, la propiedad y la libertad personal. Descalificar el Caguán, repudiarlo y satanizar a sus actores, se convirtió en una estrategia que no solamente producía votos sino legitimidad internacional (la otorgada por los regímenes de George Bush hijo) y por qué no decirlo, se convirtió en una manera para encubrir abusos, corrupción y violaciones de los derechos humanos. Afirmaciones improbables como que los diálogos del Caguán y la zona de distensión habían potenciado el poder terrorista de las FARC, debilitado y amordazado la fuerza pública y maniatado a la justicia y el ejercicio de la administración, se convirtieron en lugares comunes con excelentes réditos políticos. Todo este andamiaje construido en el gobierno del presidente Uribe y sus adláteres tenía tres fines: 1. Aislar a las Farc, debilitando sus entronques internacionales. 2. Liquidar y desprestigiar toda propuesta alternativa de salida negociada al conflicto y a los acuerdos humanitarios. 3. Exterminar las Farc, en tanto cartel del narcotráfico y pieza clave del terrorismo mundial.

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Un conocido administración aseguró en los meses las Farc

ex ministro de defensa de la de Cesar Gaviria, presidente liberal, años noventa que en un plazo de 17 serían definitivamente derrotadas.

Pasaron los años y algunos asesores del presidente Uribe dieron la fecha de 2010 como límite para el desmonte y quebrantamiento definitivo del grupo guerrillero. Han transcurrido veinte años o un poco menos y el vaticinio del ministro no se cumplió. Vamos en la mitad del 2010 y el octenio Uribe se acerca a su fin y, como lo afirmaba uno de los cautivos de las Farc, liberado recientemente, las Farc siguen siendo una realidad. En algunos aspectos si se quiere fantasmática, pero al fin y al cabo una realidad.

Extinguir las FARC ¿Dónde han fallado nuestros desde la otra orilla de democrática?

pronósticos legitimidad

Han fallado en que fenómenos como las Farc no pueden ser exterminados; porque, parodiando a Lenin en su análisis sobre el fin del estado, cuando afirmaba que el estado burgués no se acaba sino que se extingue, lo mismo podemos afirmar respecto de las Farc: que no pueden ser exterminadas pero sí pueden ser extinguidas. 68

Igual sucede con el terrorismo mundial: posiblemente no será fácil exterminarlo pero seguramente será posible extinguirlo. Se cree que para exterminar fenómenos como el terrorismo y las Farc bastan únicamente la acción militar, una bien orquestada estrategia mediática y una enérgica aplicación de la justicia. Pueden agregarse también la destrucción de sus fuentes de aprovisionamiento, la judicialización de sus voceros ideológicos y el fomento de un sentimiento nacional de repudio, satanización, macartización e imposición del pensamiento único que acosa las disidencias y no tolera el disenso. Pero tanto el terrorismo contra el estado o la sociedad, como la necesidad de combatirlo denodadamente, tienen la misma edad de vieja data, los mismos achaques de senectud y anacronismo y la pobre repetición de sus recetas. Para que las Farc se extingan en el sentido profundo de este término, es necesario innovar, ensayar, ser pragmáticos, condenar (por razones pedagógicas y de orden público) y, principalmente, asumir una actitud objetiva frente al fenómeno de cara a su eliminación por vía de extinción. Un proceso de extinción de fenómenos como las Farc que se caracterizan por el centralismo autoritario y mecanismos de reclutamiento, retención y control de deserción, violatorios de todos los derechos humanos, no puede plantearse 69

sino desde una democracia profunda que excluya por ella misma todo autoritarismo. La razón por la cual, el sueño leninista de extinción del estado no pudo cumplirse, se debe precisamente al carácter autoritario de los partidos comunistas y a la necesidad de la dictadura que subyace al socialismo real. En la lucha contra el terrorismo liderada por estrategas autoritarios, la que primero fracasa es la imaginación política. Ese fracaso se extiende hasta la incapacidad para condenar sin rabia – (que es la madre de todos los cálculos políticos errados) -, los abominables actos de esas organizaciones. Otra víctima del autoritarismo en la lucha contra el terrorismo, es la experiencia histórica. Todos los hechos criminales del nacional socialismo para asegurar su dominio del estado alemán, se caracterizaron por haber sido acciones sanguinarias ejecutadas a sangre fría por la policía política del régimen hitleriano: el incendio del Reichstag (Parlamento) fue presentado como un acto de terroristas y la mayoría de los presuntos autores falsamente acusados, fue condenada a muerte. Se dijo entonces que se trataba de un escarmiento para defender la democracia. La terrible noche de los cuchillos largos (30 de junio -2 de julio de 1934) se convirtió en una cacería humana de disidentes y opositores a los cuales se sindicaba de terroristas y golpistas. Fue una 70

maniobra nazi para apoderarse estructuras del estado alemán.

de

todas

las

En otra latitud, el injusto asesinato de dos activistas italianos, acusados de un crimen que nunca cometieron, Nicola Sacco, nacido en 1861 en una familia campesina acomodada y Bartolomeo Vanzetti nacido el 11 de julio de 1868 en el Piamonte, serán ejecutados por un crimen que nunca cometieron. Pero militaban en el ala moderada del movimiento anarquista y eso fue su perdición. Este asesinato cometido en la década de 1920 en los Estados Unidos, enlodó la justicia norteamericana durante muchas décadas, la policía del estado y la conciencia de libertad que se atribuía a sí misma la nación norteamericana. Eran los años de la primera posguerra. Entonces se creía que el enemigo público de la democracia era el anarquismo y la garantía de ser un buen ciudadano era la lealtad incondicional a los Estados Unidos encarnados en la figura vacilante del presidente Harding. Nos hemos detenido en estas historias porque paradójicamente son presentadas en un interesante libro titulado, casualmente, “Los grandes enigmas de la paz precaria”, que alude a crímenes de estado cometidos so pretexto de defensa de la democracia, que surge de la precaria paz de 1918.

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En alguna parte, el señor Lenin decía que “vale más una buena guerra que una mala paz”. Tuvo tiempo para arrepentirse de semejante afirmación. El gobierno del presidente Uribe se ideó la manera de presentar la paz del Caguán, como una mala paz y su guerra contra el terrorismo como una buena guerra. La debilidad de los argumentos para defender el proceso del Caguán, lo cual no significaba negar los inevitables errores que se cometen en procesos tan complejos, asestó un golpe terrible a la inmensa posibilidad de extinguir a las Farc y cancelar de una vez y para siempre el ya largo conflicto. Lo que ha impedido a las Farc para comprometerse con un diálogo de paz sincero, no ha sido como una vez lo dijera el ex presidente Alfonso López Michelsen, su fortaleza militar. En aquel tiempo, el Dr. López Michelsen, experto hacedor de frases sonoras e impactantes sostuvo que para obligar a negociar a las Farc, era necesario primero debilitarlas militarmente. Se equivocó el ilustre ex presidente liberal porque para obligar a las Farc a negociar la paz, en una estrategia de extinción, lo fundamental no es su debilitamiento militar sino llevarlos a la convicción de que su teoría política ha caducado; los ha convertido en unos dinosaurios frente a las modernizaciones políticas y a los cambios de la sociedad contemporánea. . 72

Esa caducidad surge de dos constataciones cuya comprobación es innegable ya entrado el siglo XXI: la primera el terrorismo no es una vía para tomarse y mantener el poder político, social, económico, y cultural de una nación y en segundo lugar es la participación democrática mediante los mecanismos propios, la vía para llegar al poder político compartido de unidad, no absoluto y de ninguna manera, la violencia como legitimadora de ese poder y de sus fundamentos constitucionales. Definitivamente Kelsen, Marx, Lenin, Hitler, Che Guevara, Pinochet, y tantos otros que predicaron que la violencia era el fundamento de la legalidad y la partera de la historia, han perdido vigencia. Tampoco es seguro que las ceremonias electorales con sus manchas de corrupción y escamoteo de la voluntad soberana sean fuente absoluta de derecho. Lo que las naciones piden, lo que merecen, lo que tendrán como fuente de derecho y principio de organización colectiva es la no violencia absoluta. Que es distinto al pacifismo, a la mansedumbre y al adocenamiento frente a toda forma de imposición, de arrogancia y de despotismo. De lo que es necesario convencer a las Farc para que pongan fin a su asedio a la democracia colombiana, es de la utopía de postularse como un ejército del pueblo cuyo mandato es arrebatarle el poder político a la burguesía, con el fin de reorientar las fuerzas productivas, el uso y gozo de 73

los recursos naturales, la riqueza social y la defensa de la soberanía. Entre otras cosas, no es posible ofrecer una dictadura guerrillera como alternativa al equilibrio y balanza democrática, donde tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial se armonizan y colaboran recíprocamente, pese a la ola de corrupción y a la politiquería o a la postergación de justicia o a los delitos en la contratación, que son tan frecuentes a la democracia Pero aun con esas falencias y fallas, el ciudadano corriente puesto a escoger entre el autoritarismo con dictadura y la democracia, ese extraño abuso de la estadística según Borges o la menos mala de las formas de gobierno según muchos otros, ese ciudadano escogerá libremente las democracias. No lo hace porque sea una víctima del engaño, de la manipulación mediática, de las elecciones corruptas etc. Lo hace porque en los últimos dos siglos XIX y XX experimentó otros regímenes: el fascismo, el racismo, las dictaduras militares, el régimen monopartidista, el socialismo real, las monarquías constitucionales, los gobiernos caudillistas; toda una gama de experiencias de organización social y política. El resultado de haberlas vivido no hizo felices a las generaciones: “la política en siglo XX no hizo feliz a la humanidad” dijo Paul Johnson el agudo comentarista de los intelectuales y el poder. La idea estalinista de la dictadura centralizada a través de un régimen militar, que usurpa la 74

representación de los trabajadores es la que debe ser objeto de una discusión intransigente con la guerrilla o con las bandas paramilitares, para despejar el camino de la paz en Colombia. Esta no es una alternativa ilusoria por cuanto Colombia necesita ese debate y lo ha venido aplazando indefinidamente. Extinguir las Farc implica no solamente reducir al mínimo o exterminar su capacidad militar y política. Implica además y de manera descollante poner en evidencia no sus acciones terroristas, cosa que ya se ha hecho, ni el rechazo multitudinario por sus crímenes, cosa que también se ha hecho sino además la ocupación civil, quizá más importante que la militar de los territorios que ha congelado para la modernización, el desarrollo, la justicia y la felicidad. El homicidio o el secuestro de un ciudadano k, dedicado a las tareas sencillas de hacer sentir bien a los otros, “de evitar que se fuguen los crepúsculos” al decir de León de Greiff y de facilitar el bienestar frente al territorio y sus oficios de miles de personas, se devuelve como un boomerang contra la organización terrorista y sus pretensiones de representación. La paz vendrá cuando la lucha contra toda violencia sea absoluta. La paz no vendrá cuando para avanzar contra unos ejércitos, otros ejércitos acudan a la degradación 75

totémica, que no es otra cosa que la pérdida de culpa responsable frente al tabú del homicidio. La paz vendrá como resultado del respeto y no de la intimidación. Será fruto de estrategias comprehensivas, holísticas frente al estado, a la empresa privada, a los intelectuales, a los artistas y frente a las organizaciones sociales. Las mesas temáticas del Caguán fueron exactamente eso: diálogos con diferentes, para analizar problemas compartidos. Las Farc consideraron esos diálogos maniobra de distracción y los miraron con burla, desprecio y arrogancia pese a que fueron ellos quienes los propusieron. El país no pensaba lo mismo. El país en su enorme mayoría conceptuó que esos diálogos, que esas mesas iban en la dirección correcta. De igual manera, la zona de despeje transitoria fue objeto de las peores interpretaciones y de las visiones más alarmistas: que eran un campo de concentración; fábrica y depósito de armas; santuario del narcotráfico y la narco producción. Salvo esto último, que era una situación preexistente al proceso del Caguán, de la desmilitarización y del despeje, lo demás, teniendo visos de verdad, nunca fue una verdad contundente.

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En los debates sobre la zona de distensión promovidos en el Congreso abundaron como pruebas, documentos e imágenes que correspondían a mínimas obras de infraestructura como caminos, acueductos y extensión de redes, que las poblaciones residentes en los municipios despejados y en sus veredas pedían al gobierno como camino para asegurar el proceso. En el Congreso la zona de distensión fue satanizada con retorica mañosa y con un aprovechamiento admirable de las dificultades que atravesó el proceso. Gloriosos senadores y representantes de la República hicieron debates relevantes, que los coronaron como los nuevos reyes de la política nacional. Se lucieron, pero perdió el país; salieron en hombros pero el toro no murió. Ganaron una batalla pero no la guerra. Entre tanto, se presentaban terribles dificultades que conspiraban contra el proceso. Un personaje, el Señor Fiscal General de entonces, se convirtió en palo en la rueda para el proceso. Estaba interesado en que éste fracasara para borrar los descalabros del jefe político del Fiscal, el ex Presidente Samper. Pero el principal operador de esas dificultades que llegaron a ser insalvables, fue la misma guerrilla Ella nunca creyó en la paz por la vía de la negociación, no por mala voluntad ni por ausencia 77

de escrúpulos, ni porque al interior faltaran tendencias negociadoras. Simplemente porque en el libreto estalinista, el poder no se negocia, sino que se conquista en una guerra a muerte. “Todo el poder para los soviets” fue la consigna triunfadora de Lenin. Todo el poder para las Farc ha sido la consigna frustrada de la guerrilla. A partir del 4 de febrero de 2008, la deslegitimación de las Farc como fuerza representativa de algún interés nacional, es absoluta. Decenas de millones han dicho “no más Farc”. Pero no basta el rechazo de todos para que un actor desaparezca del escenario; trátese del rechazo de opinión, del rechazo electoral o del rechazo armado. Se necesita algo más. El gobierno del señor presidente Uribe cree y confía en la desmovilización, la reinserción, la política de recompensas y el aislamiento y satanización activa de quienes hablan de la necesidad de reformas o de paz negociada a favor de la biodiversidad. En todos los casos, quienes se atreven a divergir, así sea un desacuerdo de poca monta, son señalados de auxiliadores, de idiotas útiles y más frecuentemente, de enemigos de la seguridad democrática Uribe cree que esas fórmulas y la drástica acción militar de unas fuerzas armadas motivadas hasta el nivel del sacrificio y hasta el límite de su

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patriotismo, lograrán el resultado esperado. Ese resultado no es otro que el fin de las Farc. Pero no se le oculta al señor Presidente actual que lo que se extermina como expresión de una forma de la violencia y el terrorismo, reaparece provisionalmente vestido de otro ropaje, cometiendo peores crímenes y perturbaciones. Dice que eso se debe a que la cabeza de la culebra sigue sin ser mochada, versión muy poco lírica o costumbrista del mito de la Gorgona. El 4 de febrero de 2008 es el principio del fin de las Farc como expresión política y de su conformación únicamente como una fuerza terrorista armada, financiada en ese armamentismo por sus inocultables actividades de narcotráfico. Pero el Presidente electo sabe y lo sabe muy bien, que las bandas del paramilitarismo han reactivado su acción terrorista y de crímenes contra los derechos humanos (bacrim). Se acaban unos y comienzan otros. Igual ocurrirá con las Farc y con el Eln y con cualquier otro grupo, con delincuencia cobijada en motivos políticos. ¿Qué falta en esa pesadilla termine?.

ecuación

para

que

la

La respuesta asombra por su simplicidad: falta sociedad civil. Pero no la sociedad civil burocratizada y anclada en sus estériles plantones de la Plaza de Bolívar, la 79

Plazuela Cisneros en Medellín o de la plazoleta de la Gobernación en Cali o del Paseo del Libertador en Barranquilla. Estos importantes luchadores realizan una labor benemérita. Pero la sociedad civil como gestora de paz está anquilosada y dogmatizada. Piensa sinceramente que toda iniciativa gubernamental está equivocada o es malintencionada. Considera que su mejor argumento es la neutralidad frente a la violencia. No condena los crímenes de las Farc o los condena a medias para no perder su status de interlocutor. Tiene una relación pedigüeña con la comunidad internacional y la caracteriza un celo destructivo entre sus organizaciones. A pesar de algunas incongruencias, debe destacarse la continuidad de la política de reconciliación que lidera la Iglesia Católica desde la Conferencia Episcopal. Ha sido intransigentemente continuista en su propósito de promover la reconciliación nacional con una humilde actitud y con un amplio concepto espiritual. La Iglesia Católica ha sido indeclinable ante la necesidad de la paz y de las reformas profundas.

De cilindros y extorciones Hemos dicho que la Seguridad Democrática es una consecuencia de la zona de distensión. Tanto la 80

estrategia de paz de Pastrana, como la estrategia de quebrantamiento de Uribe, tienen demasiados elementos en común. Esta hipótesis ha sido desarrollada a lo largo del presente trabajo. La segunda hipótesis se pregunta acerca de en qué momento ocurre la desnaturalización del sentido de la guerrilla. Eso podría ubicarse en el tiempo, tomando en cuenta el compromiso con la política del secuestro, con la política de los bombardeos a los centros urbanos y a los pueblitos, con las masacres de la sociedad civil (v.gr., Bojayá- Machuca); con los genocidios y asesinatos salvajes de elementos de la fuerza pública; con las leyes 1 y 2, extorsivas y cada vez menos diferenciales, que amplían la base de la extorsión contra pequeños y medianos comerciantes, contra personas pensionadas y contra directivos locales del sector servicios. Los legionarios, jóvenes que recorren el país, como ya vimos, desafiando peligros para sembrar la no violencia, dicen que en sus recorridos han aprendido a apreciar cuánto ama la gente a sus pueblitos; el campesino y el habitante de aldea cómo aman sus torres, sus iglesias, sus casas de cultura, los cementerios públicos, sus casas viejas; es impresionante el sentimiento de arraigo. Contra ese sentimiento, a través del empleo de cilindros de gas atentaron las Farc, lo cual les

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enajenó para siempre el apoyo de los pequeños poblados y sus veredas. Canje La obstinación del comandante Manuel Marulanda en asegurar una ley de canje, distorsionó profundamente el proceso de paz. La nueva propuesta de canje por parte de los comandantes guerrilleros arranca desde las conversaciones del Caguán-Caquetá. La respuesta del presidente electo Pastrana fue discreta, tranquila, responsable y perfectamente enmarcada en las normas de derecho que le correspondía defender. Tanto él como su primer comisionado de paz Víctor G. Ricardo, le indicaron en muchas oportunidades al jefe guerrillero que el canje, convertido en ley de la República, según la propuesta de las Farc, era casi imposible por razones prácticas y por razones filosóficas y porque prolongaría el conflicto mediante un inaceptable intercambio de la libertad humana. Sin embargo, como ha ocurrido con todos los gobiernos sobre el tema del canje, se hicieron las consultas con el Congreso, las Cortes, la Procuraduría General de la República, la Fiscalía, las Naciones Unidas y los Ministerios del Interior y de Justicia. Las opiniones no eran coincidentes y a veces abiertamente contrarias.

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En ningún momento el presidente Pastrana y su equipo de paz se comprometieron con la liberación de guerrilleros presos ni con nada que desbordara las facultades de la ley 418. Marulanda, un hombre contumaz convirtió el tema del canje en un punto de honor; determinó que en adelante él manejaría dicho tema y lo ató ineluctablemente al reconocimiento internacional de beligerancia y a la lógica interna del proceso. Cese del fuego Sobre cese al fuego y desarme, hubo también importantes avances. La condición de los subversivos fue siempre la misma: podemos hacer un proceso de paz en paz o seguimos con un proceso de paz en guerra. Dijeron que todo dependía de los avances reales en el compromiso del gobierno de luchar contra el paramilitarismo. A la guerrilla no se ocultaba y tenía por qué saberlo, el crecimiento exponencial del paramilitarismo y su extensión a vastos lugares de la geografía. Indudablemente, un cese al fuego habría apuntalado el proceso de paz y la construcción de confianza. Pero no podemos olvidar que ese cese del fuego se produjo durante las negociaciones con el gobierno del presidente Betancur y según expresión literal del Secretariado de la Farc, “lo único que resultó fue la masacre de los líderes de la Up”. Hoy podemos afirmar que un proceso de paz

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sin cese del fuego es muy difícil de sostener y de concretar avances entre partes. Secuestros Si el compromiso con el narcotráfico fue una puñalada por parte de las Farc a la buena fe de los intervinientes: La Comunidad Internacional, de las Iglesias, de los Medios de Comunicación, del Empresariado, de la Academia, etc; el secuestro de civiles con fines económicos o con fines de canje o de intercambio, significaba apagar los rescoldos de lo que alguna vez fue un movimiento armado con ideales. El secuestro prolongado de civiles y personal de las fuerzas armadas, deslegitimó de manera absoluta todas las explicaciones que sobre su accionar había presentado y sigue presentando el Secretariado. Hoy las Farc, por acción u omisión, por el implacable cerco del gobierno Uribe y por el repudio total, tiene taponadas casi todas sus salidas. El fin sí justifica los medios La desnaturalización, la ruptura de la guerrilla con lo que fue el espíritu fundador, se dio en esos momentos del desvío. Casi todos los abusos que se ejecutaron con el tipo de acción revolucionaria armada del E.L.N, epígono o fiel epígono de la guerrilla cubana a través de la teoría del foco, fueron repetidos por los demás grupos subversivos. Abundaron las ejecuciones extra juicio; el terror 84

contra los familiares de los disidentes y de los contestatarios, la despiadada persecución de los desmovilizados y una justicia draconiana contra los guerrilleros de base. Fueron formas muy inhumanas, bárbaras, de afectar la seguridad personal de mucha gente declinando la responsabilidad de sentirse culpable porque todo aquello, como se creía entonces, tenía un fin superior. Que el fin justifica los medios. Pero esa teoría puede defenderse en la lógica de construcción de laboratorio que permite al sujeto conocer. En la vida social y con mayor razón en la política, no es así. Ha habido una lectura equivocada y desafortunada del pensamiento de Maquiavelo, liderada por unos axiólogos de la Universidad Complutense de Madrid, España. En el momento en que la famosa frase se escribe, es profundamente católica, eclesiástica; ni siquiera se la inventó Maquiavelo. Lo cierto es que la idea de guerrilla intelectual, de guerrilla sin muchos escrúpulos morales, no era propiamente la de la guerrilla campesina; esa no era la actitud de la guerrilla que hizo la resistencia liberal o que hizo la resistencia conservadora. Esa no era la guerrilla que entendía las cosas así. En la carta de Manuel Marulanda de 1999, fue notable, brillante, la diferencia.

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Una interesante novela del alemán Heinrich Von Kleist, llamada La Asombrosa Guerra de Michael Kohlhass, edición en español coordinada por el malogrado escritor colombiano Germán Espinosa, relata una de las muchas guerras que azotaron la Alemania del siglo XVII por un motivo aparentemente baladí: el decomiso de unos caballos de tiro del campesino Kohlhass, atribuido a un Junker (terrateniente alemán). Kohlhass recurre inútilmente a los procedimientos formales para recuperar sus bestias. No lo consigue. Inicia entonces una rebelión que termina incendiando media Alemania desde Sajonia. Tanto la guerra de Von Kleist como la de Marulanda inician con un ideal común: la búsqueda de justicia y el recurso a la violencia frente a su denegación. En los comienzos, cuando estábamos lejos de la desnaturalización guerrillera de las dos últimas décadas del siglo pasado, la búsqueda de justicia, significaba la búsqueda de la inserción de unos campesinos analfabetas y perseguidos a un proyecto de país y a una dinámica democrática como los que hemos mencionado en estas páginas. Pero a partir de la desnaturalización de la guerrilla prolifera la acción sin escrúpulos donde no era tanto el fin sino la necesidad del efecto mediático, lo que justificaba los medios. Así se producen cosas tan atroces como el suplicio de José Raquel Mercado, cruel, terrible, porque era la victima mejor escogida: negro, sindicalista. 86

La lógica atrabiliaria de la justicia revolucionaria de los anillos de seguridad del estado mayor del secretariado, fue otro gran problema que desnaturalizó el carácter de la guerrilla campesina colombiana. Pero realmente lo que había detrás de todo eso fue un compromiso estalinista radical, de tal manera que las Farc podían llegar a ser los últimos vestigios de la política estalinista y del pensamiento estalinista, más profundos. Si queremos entender la lógica interna e histórica de la subversión en Colombia es aconsejable detenernos un poco. Uno de los más conspicuos estalinistas de las Farc se llamó Jacobo Arenas; por cartilla o por reflejo, formado en toda esa lógica de frente popular, de los frentes contra los nazis, contra los ejércitos nacionales. Agréguese a esto, la percepción que Arenas tenía del desastre que significó la división del Partido Comunista entre los duranistas y los leninistas, que rompió la unidad de la presencia socialista en Colombia. El momento en que esta escisión se da, se reflejó en una equivocación costosa sobre cómo conducir la presencia de ese partido comunista, presencia que tenía una enorme acogida, lo cual es comprensible: al fin y al cabo, en los años 20, ese movimiento obrero comunista lo habían formado personas como Tomas Uribe, María Cano y Luis Eduardo Mahecha grandes socialistas de esos años. La división provocada por el Duranismo, fue una funesta táctica del estalinismo incrustado en el 87

equipo de comunistas, que más tarde, 1947, se repetiría trágicamente con la condena estalinista del movimiento popular liderado por el doctor Jorge Eliécer Gaitán. A partir de 1964 la equivocación se proyecta en la toma estalinista de las Farc.

Fronteras En Colombia, ha habido una lectura incompleta tanto de las migraciones, como del problema rural. Igualmente, ha sido incompleta la respuesta a una pregunta: ¿A qué responde la presencia de un movimiento como las Farc? Una hipótesis como respuesta, para la discusión, es que la guerrilla va siguiendo el proceso de colonización. Si uno mira los desplazamientos históricos de las Farc, uno ve que son como esos animalitos, como las garzas, que van siguiendo la vacada. La guerrilla va tras los colonos en todo el proceso de colonización de la segunda mitad del siglo XX que fue muy intenso. En esos lugares el colono se fue estableciendo como un personaje que delegó a la guerrilla una cantidad de funciones, entre ellas: la función de educación, la función de la justicia y la función de centinela. Por esas tareas le daban una cuota.

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Todos los procesos de colonización en la historia de Colombia, están asociados a movilidad humana fruto del conflicto y eso es una constante. La colonización de Caldas es el resultado de un conflicto de títulos en los años 40 del siglo XIX entre la familia de Juan de Dios Aránzazu (heredero de una familia con títulos aparentemente otorgados por la corona española) y que se constituye en la concesión Aránzazu. Los Aránzazu, con la promesa de entregar tierras a los colonos, o por la fuerza cuando se trataba de peones endeudados, movilizan a más de diez mil familias desde Sonsón y Rionegro (Estado de Antioquia) en una epopeya fundacional no exenta de violencia que funda a Salamina en el norte de Caldas, Aguadas, Pácora, Aránzazu, Neira y culmina con la fundación de Manizales alrededor del Nevado del Ruíz. Mientras otra caravana de colonos expulsados de la concesión Aránzazu y dirigidos por un líder campesino Fermín López, inician una larga marcha por la tierras de la nación Arvi y llegan a Cartago, donde la población les brinda abrigo y el gobernador José María Cabal les facilita las condiciones para fundar y establecerse en lo que es hoy el municipio de Santa Rosa de Cabal. 100 años después, hacia 1940 - 60 Colombia es una nación de huyentes. Lo había sido al finalizar la guerra civil de los mil días cuando familias y partidarios del general Uribe Uribe huyen al norte del Valle y las selvas del 89

Quindío para fundar poblados y salvar sus vidas, Sevilla y Caicedonia en el Valle, Génova, Pijaó y Barragán en el Quindío son fundaciones de desplazados y huyentes de la guerra. Génova es la tierra de origen de Manuel Marulanda. Muy niño vivió las violencias fundacionales. Recibió la impronta que marcaba una relación estrecha entre la muerte, la guerra y el desplazamiento. Su vocación por las largas marchas, derribar selva y atravesar como animal nocturno zonas inexploradas, no era fortuita; fue una constante en su larga vida. Eso lo hizo un guerrillero casi invencible, mundialmente famoso, recordado por su crueldad pero también por su malicia y sus virtudes de líder. En los años 50 – 60 se abren los valles de Sinú y San Jorge en la Costa y las difíciles selvas de los ríos Carare y Opón en Santander y Boyacá. La bonanza maderera del Pacífico provoca una oleada colonizadora altamente destructiva de recursos. La apertura del Urabá antioqueño años 60 - 70 con la creación del enclave bananero es también una experiencia de huyentes de las crisis de las políticas del Frente Nacional. Atrás dijimos que hemos leído mal la historia, pese a la gran ayuda de los fragmentos literarios. La saga de Gabriel García Márquez, por ejemplo, está repleta de huyentes, colonatos, olvido, tierras abandonadas por poderes internacionales y ante todo la destrucción de formas coloniales de 90

economía que eran muy elementales y a las cuales les llega la hojarasca que es terriblemente corrosiva. Dicen que la gente quemaba los billetes. Es un antecedente del desorden económico que desde finales de los 70 se manifiesta con la economía ilegalizada de narcóticos. El narco-cultivo violentamente, pero también mediante el estímulo de precios sobrevalorados por la ilegalidad, dio lugar a tremendos desajustes de todos los órdenes en la realidad colombiana y en algunos otros países de la zona andina. El narco-cultivo además, irrumpió causando daños irreparables a los ecosistemas, a la agricultura de alimentos y a los circuitos productivos que habían apuntalado el modelo del desarrollo colombiano. La guerrilla que en un comienzo quiso blindarse contra el narcotráfico terminó sucumbiendo ante una fuente de recursos inesperada con la que podrían asegurar el financiamiento de sus actividades. El narcotráfico es el fin del fin. La guerrilla que tenía preocupaciones respecto al narcotráfico, como un riesgo altísimo para los jóvenes comunistas y acosada por la necesidad de financiar el ala militarista, encabezaba por Cano y Briceño, se vio forzada a meterse hasta los codos en el narcotráfico. Pero resulta que el narcotráfico estaba envenenado y ellos lo habían dicho. Raúl Reyes le dijo a un consultor en Méjico: nos preocupa que las 91

juventudes se contagien del virus del narcotráfico. Años antes en la experiencia que se llamó Comité de transferencia de tecnología del bajo-CaguánZuncillas, en el Municipio de Cartagena del Chairá en el Caquetá, las Farc propuso una estrategia de sustitución de los cultivos de coca, a partir de unos ejercicios de transferencia de tecnología y Marulanda cuidaba esa iniciativa con mucho afecto, hasta lo último. Lo primero que le dijo en esas conversaciones al presidente Pastrana fue que era importante retomar la experiencia de sustitución de Cartagena del Chairá, y agregó: deme un municipio, deme un año y yo le diré cómo se sustituye y ese municipio era Cartagena del Chaira. Cuando las Farc por cuenta de los parientes del guerrillero apodado el Marrano asesinan a los 3 antropólogos indigenistas, en 1.999, el comandante Briceño conocido como Jojoy exclamó: “esto es un error de aquí a la puta mierda”. El aquí, estaba cerca. Lo que no sabía Jojoy es que “la puta mierda” quedaba tan lejos. Y efectivamente, proyectaría sus sombras hasta ese 4 de febrero de 2.008. Pero esa historia no se agotaba en los indigenistas norteamericanos. Por el contrario, había algo más. En esa semana de 1999. Llegaba a Colombia el director de Naciones Unidas para el tema de las drogas, el italiano Pino Arlacchi. El señor Arlacchi sabía algo que las personas cercanas al proceso del Caguán no sabíamos: Que el asesinato de los indigenistas no era fortuito, ni por su piel blanca, ni 92

por su condición de extranjeros: el Marrano recibió la orden de liquidarlos no por su condición de forasteros, posiblemente representantes de la ciencia imperialista, sino por otro motivo: las Farc creían que se trataba de agentes de la DEA. Las Farc en ese momento, así lo negaran, eran un cartel. Arlacchi lo sabía. El proceso de paz estaba muerto. Los cóndores y las vacas Los viajeros europeos y norte americanos decían que aquí en Colombia pasaban muchas cosas que no pasaban en ninguna parte. Por ejemplo la formación de centros poblados de espaldas a la atracción del mar. Efectivamente la colombiana fue una gesta fundacional encerrada, aislada. Podemos decirlo de una manera sutil y un poco cruel: proclive a la violencia. Sin embargo, el esquematismo de izquierda, tan parecido al esquematismo de los misioneros católicos, se inventó el mito que aquí, para poder crear el movimiento popular, dependía mucho de que el mecanismo de alfabetización política fuera operativo. Al final, paradójicamente, el movimiento popular, sangriento o no, iba por un lado y la alfabetización política iba por otro. La insurgencia guerrillera se alimentó mucho de esa inconsistencia que sacrificaba la malicia política a la alfabetización política o viceversa. Cuando Christopher Isherwood el viajero cronista inglés (Los cóndores y las vacas) llega a Bogotá en los años 40 93

- 50 destaca como característica del ethos bogotano su infinita simulación de cultura y el excesivo consumo de chicha que producía actitudes permanentemente violentas. Violencia y simulación han sido características del extraño comportamiento de los colombianos a lo largo de su historia. En síntesis, reconociendo que la ampliación de frontera agrícola, acompañada de un conflicto interminable, tiene mucho sabor local, proponemos, para entender el fenómeno de las Farc, la hipótesis de que buena parte de esa ampliación, no sólo de las fronteras internacionales: la de los llanos orientales, la del sur, la de los valles interiores, la de la costa, etc, fue hecha por andariegos: ora comerciantes empobrecidos, ora cosecheros de temporada, ora desempleados urbanos, ora intelectuales como Arturo Cova -el de La Vorágine (¨jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia¨)-. Todo lo que hemos mencionado a lo largo de estas reflexiones se discutió y se analizó como material esencial para la interpretación política del proceso de paz del Caguán. Noches enteras de debate y de estimulante tertulia. La maledicencia política inventó la leyenda de acuerdos inaceptables regados por licor. Mentira. Se obró con responsabilidad, con cortesía, con respeto al otro pero con un altísimo sentimiento de patriotismo y de representación de la majestad del Estado, de las figuras del presidente, sus 94

senadores, sus ministros, sus comisionados para la paz y los numerosos asesores, que gracias al apoyo generoso de Naciones Unidas dirigidos en Colombia por el embajador Francesco Vincenti, ayudaron a tejer y consensuar el proceso.

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Han pasado 10 años o un poco más; la guerra continúa. También la esperanza y la convicción indeclinable de que el fin del conflicto en Colombia es un asunto de guerreros; pero también es un asunto de la sensatez, del equilibrio y de la equidistancia con toda forma de fundamentalismo. Colombia merece la paz. Cuando se acercaba la reunión entre el Secretariado y el presidente electo Pastrana y su comisionado de paz Víctor G. Ricardo, en los llanos del Yarí, alcanzamos a mirar centenares de ciervos y animalitos de monte que jugaban con niños, quizás hijos de la guerrilla. Eran especies en vías de extinción protegidos por hombres y mujeres, del sonido de los cañones y la furia de otros hombres y otras mujeres. Bogotá, julio de 2010 Víctor G. Ricardo

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“El Libro de la Paz sigue abierto y solo se cerrara el día que la alcancemos”

INDICE Palabra bajo fuego Pag 3 Tres nombres, tres hombres, tres estilos. Pag 6 El laurianismo El ospino-pastranismo El progreso que no paró la guerra Corsi el recorsi Viajes Drogas Deudas Tapices y Raíces Pag12 Lo queer Pag18 lo queer

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Los años 60 Pag20 La violencia en Colombia, editorial Tercer Mundo, 1962 Abstenerse o participar Pag22 U.P El genocidio Otros asesinatos “Voy a destituir a Allende” Nixon Pag2 Guerras Civiles El que a hierro mata a hierro muere Pag27 Gaviria le responde al Secretariado: le acepto dos representantes pero primero se desmovilizan Tierra de Nadie Pag31 La puerta del cielo…un convento Mandato Nacional por la Paz

Eran Mafia Pag35 Extinguir las Farc ¿Qué falta en esa ecuación para que la pesadilla termine? De cilindros y extorciones Canje Cese al fuego Secuestros El fin si justifica los medios Fronteras Los cóndores y las vacas 97

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Anexos

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