La novela familiar... otra historia

REV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 571-579 La novela familiar... otra historia *Diana Siguel de Turjanski La significación de la historia y s...
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La novela familiar... otra historia *Diana Siguel de Turjanski La significación de la historia y su relación con el trabajo del análisis es un tema que, de una manera u otra, viene ocupándome hace algunos años. Observo que ésta se complejiza cada vez más y abarca diferentes aspectos de la técnica analítica, al mismo tiempo que va cambiando conforme se modifican tanto los conceptos psicoanalíticos como los de la historia en tanto ciencia, insertos ambos en los vaivenes de la cultura posmoderna. No es mi intención hacer un exhaustivo estudio, sino llamar la atención sobre algunos puntos y reflexionar, por ejemplo, si actualmente en nuestro trabajo psicoanalítico ponemos el énfasis que leemos en Freud, el de “llenar las lagunas mnémicas”; si buscamos la rememoración del recuerdo cuando hacemos una construcción; si nos es necesaria, diría, esa “comprobación” para dar por certera nuestra elaboración. Pienso que el tema de la construcción tiene interesantes puntos de contacto con la novela individual del neurótico. Del mismo modo que la “novela”, la construcción del analista pone en escena fantasías que va a atribuir al pasado infantil e imaginario del paciente. La “construcción”, tal como la describe Freud, sería equivalente a la creación de “la novela” –esto es la forma, a la manera de un ensueño diurno, en que el paciente escenifica los vínculos con sus objetos primarios–, así como la atención flotante del analista se corresponde con la asociación libre del paciente. ¿Tienden ambas a una “realidad histórica”? ¿A alguna clase de “verdad”? Se trata de la realidad sexual, de la realidad del inconsciente, pero también se trata de las formalizaciones que esa realidad adquiere en el pensamiento consciente-preconsciente del paciente tanto como en el del analista. Esas modalidades tienen cualidades que modifican o estructuran duraderamente la vida del paciente cuando el sujeto queda prisionero de su ensoñación. Cuando es el analista el que las construye, si adquieren fijeza, también darán cualidad al desarrollo de esa terapia, imposibilitando a veces el surgimiento de “otras” historias. Si bien en un primer momento pueden dar figurabilidad a fantasías y deseos inconscientes, el peligro estará, como lo señala Piera Aulagnier (1994), “en sustituir un singular que se busca por un universal que se posee”, o que se cree poseer, agregaríamos nosotros. También suele “construirse” una historia con situaciones traumáticas que el paciente relata, o bien que el analista infiere; por ejemplo, con pacientes psicóticos, o cuando se *Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Dirección: Avda. Melián 1989, (C1430EXC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, R. Argentina. Correo electrónico: .

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trata de las denominadas “patologías somáticas”. En el trabajo con niños, el armado de una historia en relación con los padres adquiere particular interés para las consideraciones sobre la forma de pensar el problema de la adopción, por ejemplo. Más adelante retomaré algunos de estos temas. En lo que respecta a la filosofía de la historia, tampoco las cosas son como eran. La noción de historia como un relato que registra acontecimientos en una sucesión temporal lineal ha ido modificándose, por lo menos en cuanto a la consideración de los hechos incluidos en un plano horizontal y sincrónico. De ahí a la famosa aseveración del “final de la historia” de Fukuyama hay diferentes gradientes. Pero el “así es, si le parece” de Pirandello se ha impuesto más allá de lo que creemos en la cultura contemporánea. Bástenos de ejemplo las constantes “revisiones históricas” que cuestionan a héroes que creíamos incuestionables, sucesos que no fueron tales, etcétera. Todo este panorama pone en juego, diríamos, “varias” historias, todas en un mismo plano. Las pensaríamos como coexistentes y no excluyentes, en el sentido de hallar una como la verdadera. Además, algo importante para nuestra manera de pensar los efectos de determinados hechos en la vida de un paciente es, si ya no sostenemos una idea de tiempo lineal, si podemos decir, por ejemplo, que el efecto precede a la causa, ¿qué pasa entonces con el concepto de causalidad? Indudablemente, éste se modifica. Como psicoanalistas, estamos acostumbrados a la idea del “a posteriori”, que en cierto sentido relativiza la significación del suceso “original”, sin embargo somos renuentes cuando se trata de saltear o considerar más “laxamente”, diría, ciertos hechos relatados por un paciente a los que él mismo considera determinantes de su sufrimiento. La historia familiar: una novela

Las fantasías elaboradas por los pacientes en relación con su familia temprana fue un tema que interesó a Freud desde los comienzos, ya que encontramos su primera mención en la carta 91. Pero es en 1909 cuando aparece publicado el trabajo que lleva el nombre de “La novela familiar de los neuróticos”. La hipótesis freudiana parte de la idea de que “el desasimiento de la autoridad parental es, en el individuo que crece, una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo”. Los celos y la rivalidad vinculados a la conflictiva edípica aportan los elementos teóricos necesarios para describir estas producciones en los individuos neuróticos. Freud da a estas fantasías un cierto carácter universal, al estilo de las fantasías originales. En mi experiencia, no siempre he visto esto, pero pienso que lo que sí hallamos es una forma novelada de organizar la historia familiar. Me pregunté qué caracterizaba a estas fantasías y qué cualidades tenía el estilo “literario” que adquieren. En principio, son una saga familiar, cuyas vicisitudes tienen bastantes semejanzas con los teleteatros actuales. Cecilia Absatz (1990), en su libro sobre el teleteatro, comenta: “[...] no alcanza con que se cuente una historia de amor; tiene que ser un amor contrariado por ciertos asuntos y no otros [...] Huérfanos abandonados, paternidades confusas, adopciones secretas, [...] no son fallas estructurales o de imaginación de REV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 571-579

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los autores, son leyes que todo teleteatro cumple tanto en sus versiones clásicas como en las modernas”. Creemos que estas “leyes” son también las que rigen para la creación individual del neurótico. Repasemos la descripción freudiana. Freud considera que la novela familiar, en su modalidad prototípica, se constituye en varios estadios. Un período inicial en el cual el niño idealiza a sus padres. Posteriormente, asociado al sentimiento de ser relegado (nacimiento de hermanos u otros “motivos”), aparece la crítica a sus padres. En el estadio siguiente es donde se constituye la novela familiar propiamente dicha, situando su inicio en la época de la prepubertad. “Sería una forma particularísima de sueño diurno que se prolonga mucho más allá de la pubertad.” En rigor, diría, es factible que, durante el tratamiento con pacientes adultos, nos encontremos con este tipo de fantasías que surgen como “recuerdo” o bien como asociación libre, coexistiendo en forma paralela con otras ideas sobre su familia, aparentemente no pertenecientes al orden imaginario. La constitución de la novela tendría el móvil de librar al protagonista de sus padres menospreciados, sustituyéndolos por otros, en general de posición social más elevada. También puede asociarse con la idea de ser hijo bastardo o adoptivo. Se configuran, de este modo, dos familias: la original, degradada, y la ficticia, enaltecida. A diferencia de otras fantasías, la creación de una novela produce una idea de realismo, de identidad vivencial, de “vera” historia. Una nota del traductor de la versión castellana de Moisés y la religión monoteísta (Freud, 1939) aclara acerca de las diferentes palabras alemanas que se refieren al concepto de historia. Me interesa destacar dos de ellas: 1) el término “Geschichte”, que sería la historia real y objetiva, y que en castellano se traduce como “acontecer histórico”, y 2) el adjetivo “historisch”, que se traduce por “histórico vivencial”, o sea, cómo ocurrió para cada hombre. Desde el punto de vista del acontecer histórico es que podemos decir que una familia es la “auténtica” y la otra es la ficticia, la de la invención literaria. “Las dos familias son espejamientos de la propia”, agrega Freud. Entendemos entonces que el quid de la cuestión se halla en esta tercera familia, que denomina “propia” y que, decimos nosotros, proviene del encuentro de un conjunto de “historias” que hace aparecer, de su conjunción, una nueva realidad. Si nos adscribimos a la creencia de que supone una verdad “material”, “real”, una historia “objetiva” y única, dejamos de lado los presupuestos que tales afirmaciones contienen. Como psicoanalistas solemos tener particularmente en cuenta las vivencias del paciente en relación con su historia “objetiva”. Sin embargo, en ocasiones, la pregnancia de ciertos “hechos” puede inducirnos a quedar prisioneros de los mismos. Sería como admitir una sola versión de ese acontecer y pensar que las posibilidades del tratamiento serían las de trabajar sobre ese hecho. Indudablemente, en esas circunstancias es difícil que pongamos en cuestión el hecho en sí para hacer posible que se presenten otros aconteceres, otra historia. Quiero decir, crear las condiciones de posibilidad para que en el tratamiento se modifique el hecho y no sólo la vivencia del mismo. Modificación que deriva de su inclusión en otras redes asociativas que tendrían por efecto cambiar la “sustancia” misma de esa historia. El significado de lo que llamamos “real” o “ficción” no es unívoco ni siempre el mismo.

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Va cambiando según la cultura imperante. Roger Callois (1970) asocia ciertas formas literarias a la concepción que se tiene del mundo. Por ejemplo, el cuento de hadas se desarrolla en un mundo donde el encantamiento se da por descontado y la magia es regla. “Es un universo maravilloso que se añade al mundo real sin atentar contra él ni destruir su coherencia.” Esta descripcipción resulta equivalente a la que hicimos de la primera etapa de la novela, cuando el niño enaltece la figura de sus padres (el rey y la reina, como en los cuentos). La literatura fantástica, en cambio, surge como reacción a “[...] un mundo sometido a una causalidad rigurosa [...] y después de establecida una concepción científica y un orden racional de los fenómenos” (Callois, 1970). Se produciría como un entrecruzamiento entre lo fantástico y lo racional que daría lugar a otra realidad. La etapa que denominamos “latencia” en el niño puede ser comparada con esta concepción de un mundo predecible y lineal en el que irrumpen las fantasías puberales. No es casual, pues, que Freud sitúe esa etapa como el momento en que se configura la novela familiar propiamente dicha. La creación de la novela es el exponente de la ruptura de ese orden, a la vez que un intento de ligadura. En situaciones que llamaríamos normales, la creación de estas fantasías particulares, al intentar dar una explicación sobre los orígenes, forman parte del proceso en el que el ideal del yo adquiere forma. Kury (1998) señala: “[...] habría un paralelo entre la creación de la novela familiar y el establecimiento del ideal del yo”. En este sentido se le asignaría un valor “normal” a estas elaboraciones de pensamiento que no sólo pertenecerían al terreno de las neurosis. La creación de novelas es algo que contribuye al desarrollo de capacidades creativas y simbólicas. Freud sugiere que el don artístico –que es el que tiene la capacidad de transformar las fantasías en creaciones artísticas en vez de producir síntomas– escapa al destino de la neurosis y, mediante este rodeo, restablece su vínculo con la realidad. Octave Mannoni, citado por Maud Mannoni (1994), ha seguido la línea freudiana en lo atinente a la capacidad de ensoñación y la poética considerándolas un signo de “salud” siempre y cuando “no quede prisionero de su ensoñación”. Además, agrega, es importante que tenga, “en el plano imaginario, un público al que dirigirse, sin quedar cautivo de su relación con el semejante, es decir, consigo mismo, apresado en la redes de su fantasma”. El ensueño implica un vínculo narcisista con objetos fantaseados. El “público” del que habla Mannoni se nos presenta como “lo otro” del narcisismo, aquello que puede sustraer al fantaseador de su construcción. Representa ante quién o para quién se crea la novela, que en la infancia, seguramente, son los padres. En la situación neurótica se mantiene una disociación, dado que “convive” con ambas familias, pero no lograría crear la “propia”. Por otra parte, suelen reprimirse aspectos de la novela, siendo esto el sustrato ideativo de diferentes síntomas o malestares neuróticos. Cuando ambas “familias” quedan confundidas, o cuando sólo se vive, por así decir, con la fantaseada, estamos ante un delirio. Probablemente, algo de este orden ocurriría con la hipotética “novela familiar del psicótico”. Tal vez la forma literaria se asemeje a la del cuento fantástico, donde lo imaginario “irrumpe” en el mundo “real”, modificándolo y creando, en ocasiones, un efecto terrorífico. Como en el caso del delirio, ésta sería una REV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 571-579

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formación transaccional en la que podemos describir tanto la enajenación como la intención restitutiva. A partir de la idea de no pertenecer a esa familia y de la concepción de un mundo despoblado (como producto del encierro narcisista) es que surge, en forma más o menos manifiesta, lo que podríamos llamar el segundo capítulo de la “novela” en la psicosis: el pensamiento delirante de ser hijo de Dios. En un tercer momento puede aparecer la idea de redención, “el héroe descendería a la locura para retornar luego fortificado y redimir a la familia destruida”. Este tipo de sagas, que en un principio constituyen una defensa ante situaciaciones insoportables, perpetúa el terror, dado que “su cuento fantástico se desenvuelve en un clima de terror que termina, casi inevitablemente, en un acontecimiento siniestro que provoca la muerte, la desaparición o la condenación del héroe”, como dice R. Callois (1970). El problema surge cuando, como ya he señalado, sólo se vive en la novela. La familia de la “Geschichte” no existe, habitando en un mundo de imágenes. Ésta sería, justamente, la novela familiar en el paciente psicótico, que no tiene familia, que es huérfano. En cierto sentido, apuntamos a estas fantasías cuando enfatizamos el tratamiento familiar en las psicosis: buscaríamos a la familia “real” faltante. La terapéutica familiar cumple un papel significativo cuando, al trabajar con la familia “real”, da las posibilidades de creación de una familia “escenificada”. Esto es, en lenguaje literario, pasar de la tragedia al drama. De la adopción a la novela

Una derivación del tema de la novela familiar es el tema de la adopción. Es frecuente que seamos consultados sobre cómo comunicarle a un niño adoptado que lo es “realmente”. ¿Qué hacemos? ¿Avalamos la fantasía en lo real? ¿Anulamos la posibilidad de que construya su “novela”? Si, como pensamos, estas “fantasías sobre los orígenes” son constitutivas del psiquismo, ¿qué esclarecemos cuando le decimos a un niño que, desde el punto de vista biológico, sus padres no son sus padres? Como psicoanalistas nos remitimos a una realidad psíquica asociada a teorías sobre el inconsciente, la sexualidad, el complejo de Edipo. La realidad que aparece a partir de los postulados biológicos es otra. En consecuencia, ¿qué “verdad oculta” le revelamos a una niño, desde nuestra perspectiva, cuando, al referirnos a sus orígenes, le hablamos de la realidad biológica? A lo sumo lo introducimos en otra novela, de cualidad “científica” (¿ciencia ficción?), con el supuesto de hablarle de una verdad que, al ser parcial y concreta, puede tener un efecto obturante para el desarrollo de la fantasía creadora. Además, no se tendría en cuenta que estos niños, tal vez más que otros, necesitan construir su propia novela, su propia familia. También se estaría sugiriendo que el que vive con sus padres biológicos tiene más padres que el que tiene padres adoptivos, cuando bastaría una segunda reflexión para darnos cuenta de que esa idea es insostenible. ¿Hasta qué punto no se estaría contribuyendo a que confunda lo que podría ser una novela con una historia “objetiva”, transformándola en un delirio? La problemática de la adopción es muy compleja y no pretendo sustituir una historia por otra. En niños adopti-

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vos que presentan patologías severas (sociales, de aprendizaje, etcétera), es útil plantearse qué tipo de fantasías crean en relación con sus “familias”. Sin pretender generalizar, creo que con cierta frecuencia es posible encontrar (o construir) que configuran el tipo de novela del héroe, a la manera como describimos la del psicótico, con la variante de que, más que pensarse como hijos de Dios, actúan como si creyeran que se han autoengendrado, que se han hecho a sí mismos. De este modo, no tendrían que responder a ninguna otra autoridad más que a ellos mismos. M. Mannoni (1994) señala: “El fantasma de ser el creador de uno mismo se eleva sobre el suelo de traumas precoces”. Pensamos que la adopción puede ser una circunstancia traumática, pero no creemos que siempre lo sea. Si para una familia la adopción reviste características traumáticas, es que podrían surgir fantasías de esa índole en el hijo. Es posible que negar el hecho de la adopción, guardándolo como un secreto familiar, sea una fuente de diferente tipo de trastornos. Pero también lo es insistir en forma de certeza tajante la naturaleza no biológica de esa paternidad. Compartimos las ideas de Piera Aulagnier (1994) cuando dice: [un] primer deseante mítico viene a dar sentido al imposible origen de una organización de lo viviente regida por leyes universales tan verdaderas para la célula del protozoario como para las células de nuestras neuronas [...] Cada yo va a recrear en una forma singular su historia del origen [...] en relación con la presencia o ausencia del deseo parental.

Pensamos que cuando una madre desea un hijo que, a su vez, pueda reconocerse también como deseante, se podrá establecer un vínculo profundo entre ambos, una relación que nos gusta llamar “de cuerpo y alma”. Cuando pensamos en cómo hablar con un niño adoptivo sobre ese asunto, nos vienen a la memoria las palabras de Winnicott (1982), quien, refiriéndose a los objetos transicionales, dice: “[...] nunca le formularemos al bebé la pregunta: ¿concebiste esto o te fue presentado desde afuera? Lo importante es que no se espera decisión alguna al respecto. La pregunta no se debe formular”. Se debe dar una respuesta única a la pregunta “¿quiénes son mis padres?”. ¿Es que la pregunta puede ser respondida más allá de los datos del Registro Civil? Freud nos advierte de que las múltiples preguntas que hacen los niños, especialmente los más pequeños, podrían reducirse a una, la pregunta por los orígenes. Suele brindárseles una respuesta biológica, sin embargo, insisten. Blanchot (1993) dice: “La pregunta es el deseo del pensamiento”. Sería necesario, entonces, mantener la pregunta, dado que ella sería el “motor”, por así decir, del pensamiento. Tal vez, si se ayuda al niño a sostener como una paradoja que sus padres son sus padres y no son sus padres, se le facilitaría la creación de un espacio transicional donde pueda ubicar la experiencia cultural y tener la posibilidad de crear su propia novela familiar. En ella es donde podrá encontrar una posibilidad de tramitación de las fantasías incestuosas que la sustentan, dado que, si no hay padres que los adopten como hijos propios, de “sangre”, tampoco habrá “lugar” para las fantasías incestuosas. REV. DE PSICOANÁLISIS, LIX, 3, 2002, págs. 571-579

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Como conclusión, diré que pensamos que es en la posibilidad de articular “las dos familias” que puede constituirse “la familia propia”, al decir de Freud. Pero a la familia propia no la equiparamos con la de la “realidad histórica objetiva” o con la verdad “material”, sino con la realidad individual, siempre abierta a nuevas experiencias, en la cual cada uno va encontrando y perdiendo, en un continuo suceder, al que se es. Resumen

La autora plantea relativizar la significación de la historia como una verdad inmutable al incluir la importancia de la creación de una historia familiar novelada, a la manera en que la describe Freud. Subraya la significación creativa de estas producciones fantaseadas, así como sus características en diferentes circunstancias patológicas. Destaca que de la familia con la que se convive y de la familia “ficticia” surge una tercera familia: “la propia”. De la conjunción de varias “historias” se hace aparecer una nueva realidad, una nueva familia, cada vez. Y considera que este tema es particularmente significativo para pensar la problemática de los niños adoptados y sus familias. DESCRIPTORES: ADOPCIÓN / FAMILIA / HISTORIA / NOVELA FAMILIAR

Summary THE FAMILY NOVEL... ANOTHER STORY

The author proposes to relativize the meaning of history as an immutable truth by including the importance of the creation of a novelized family history, in the manner described by Freud. She underscores the creative meaning of these fantasy creations, as well as their characteristics in different pathological circumstances. She points out that from the family with which the subject lives and the “fictitious” family emerges a third family, which is the subject’s “own”. It springs from the conjunction of various “stories”, so that a new reality and a new family, appear each time. The author considers this topic particularly important for thinking about the problems of adopted children and their families. KEYWORDS: ADOPTION / FAMILY / HISTORY / FAMILY ROMANCES

Absatz, C.: Mujeres peligrosas, Buenos Aires, Planeta, 1990. Aulagnier, P.: “Vías de entrada en la psicosis”, n/A, no 7, 1994. — (1986): Un intérprete en busca de sentido (cap. 3), México, Siglo XXI, 1994. Blanchot, M.: El diálogo inconcluso, Monte Ávila Ed. Latinoamericana, 1993. Callois, R.: Imágenes, imágenes..., Buenos Aires, Sudamericana, 1970. Freud, S. (1909): “La novela familiar de los neuróticos”, A. E., IX. — (1939): Moisés y la religión monoteísta, A. E., XXIII. Kury, J.: “La novela familiar del perverso”, XXXVI Simposio de la APA, 1998, t. 1. Mannoni, M. (1993): Amor, odio, separación, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994.

Bibliografía

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Winnicott, D. (1971): Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1982. (Este trabajo fue presentado a la Comisión de Publicaciones el 15 de enero de 2002; su primera revisión, el 26 de marzo, y ha sido aprobado para su publicación en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS el 17 de junio de 2002.)

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