LA MUJER EN EL ISLAM «El paraíso está a los pies de las madres». El Profeta Muhammad (PyB)

LA MUJER Al momento de escribir este folleto en particular, sobre la mujer en el ámbito islámico, se cruzaron dos realidades: por un lado el requerimiento del público y el interés sobre el tema desde una perspectiva crítica y a veces prejuiciosa: la mujer musulmana de Hollywood, la mujer de las novelas, la de los talibanes, y enfrentar los interrogantes de que si tal cosa existía o no existía en el Islam. Por el otro lado llevaba conmigo toda una vida de experiencias, producto de haber nacido en un hogar donde lo islámico era el día a día, un tema del cual no se hablaba tanto desde lo doctrinal pero se experimentaba cotidianamente desde el valor. Al contraponer las dos realidades rápidamente surgió una dicotomía, las preguntas que se planteaban de parte de la gente, no tenían demasiado sentido para la realidad que habíamos practicado toda la vida: Las películas hollywoodenses eran sólo eso, películas, las novelas, entretenimiento y los talibanes una gente que, al entender el Islam desde la idea de lo prohibido, lo vaciaba de su idea central que es la misericordia y el amor por todas las criaturas, y básicamente por la gran criatura, que es la mujer, a quien Dios otorgó la fuente de la vida. De pequeños los musulmanes aprendemos que existe un solo Dios, que Muhammad es su mensajero, que el Corán es un libro sagrado y también una oración que se llama La Apertura, que es la primera página del Libro. Allí le pedimos al Creador, entre otras cosas, que nos guíe por el sendero recto. Posteriormente nos enseñan acerca del Paraíso y la primera imagen que tenemos del mismo es la mención Profética, «el paraíso está a los pies de tu madre». En este camino, nos es difícil comprender de donde surgen las ideas misóginas atribuidas a los musulmanes. Para presentar este trabajo no sólo recurrimos a las fuentes válidas y veraces, sino también a nuestra propia experiencia de creyentes, que es en definitiva por aquello que seremos juzgados.

Introducción El tema del ámbito de la mujer en el Islam es uno de los puntos más interesantes y complejos por los múltiples matices que posee el mismo. A la vez, y en virtud del estereotipo que se ha creado acerca de la mujer

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islámica, cualquier ensayo al respecto provoca reacciones tanto dentro como fuera del Islam, a favor o en contra, corroborando los postulados o mostrando realidades alternativas. El tema que tratamos es pasible de ser analizado desde diferentes aspectos: el contexto histórico del advenimiento del Islam, las referencias teológicas, la jurisprudencia, la organización de las sociedades y las costumbres anteriores de las sociedades islamizadas. Por otra parte, también debemos señalar que no existe uniformidad de criterio en cuanto a la interpretación de cada escuela jurídica del Islam en referencia a este tema. Los estereotipos son creados por una inercia mental, cuando se aprecia lo diferente, a la vez cumplen una función de autodefensa, basada en el temor a lo desconocido. Todas las actitudes prejuiciosas que aun se conservan dan pie a legitimar falsas verdades de la historia. La acción colonial de Europa en los países del Islam durante los dos pasados siglos tuvo su fundamentación teórica en argumentaciones cuya filosofía tenía como eje una visión negativa del otro. Aunque los verdaderos móviles estuviesen alejados de problemas filosóficos, éticos o morales, la difusión de estas ideas generó confusión en el imaginario popular. En la mayor parte de la bibliografía de reciente aparición, así como también desde los medios masivos se presenta a las mujeres musulmanas como víctimas y oprimidas. Esta victimización no tiene como objeto poner en tela de juicio la actitud del hipotético opresor masculino sino más bien tiende a acusar directamente a la doctrina, ya que de esta manera se fijan dos posiciones: menoscabar a puntos críticos el espacio de la mujer en el contexto islámico y a la vez relacionar al practicante musulmán con una actitud de sometimiento intransigente a las prácticas religiosas, y por lo tanto pasible de ser definido como fundamentalista. Por el otro lado, en algunas voces del mundo islámico, la respuesta que encontramos es del tipo analógico, a la búsqueda de situaciones similares en los países no musulmanes. A la vez contestatarias, donde se buscan las falencias del tema mujer en las otras sociedades. Entre estos dos polos, no se ha generado aun una auténtica y razonada visión del otro desde la perspectiva cultural y religiosa. No sirve la apreciación de una cultura o de una forma de ver la vida si no se la conoce con relativa profundidad. No es menos importante señalar la metodología de acercamiento en referencia al tema. Por más que un estudioso trate de alcanzar un grado de objetividad, es casi imposible desprenderse completamente del ámbito cultural en que se vive y la idea de valores que se manejan: esta cultura y estos valores están estrechamente relacionados a la hora de emitir una opinión o un juicio. Esto último provoca apreciaciones alejadas de la realidad en muchos casos. Un ejemplo común es el del atuendo, específicamente el pañuelo que utilizan las mujeres musulmanas para cubrirse el cabello. Se presenta al mismo como un símbolo de opresión.

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Aparecen de tanto en tanto mujeres musulmanas que emigran a Europa u otro sitio y se ponen a disertar acerca del "hiÿab" como elemento de sometimiento y de retraso entre otros calificativos. El problema de tomar estas voces como única realidad y darle todo el crédito, no es ni más ni menos que subestimar a las millones de musulmanas que utilizan la prenda por propia voluntad, cayendo en la generalización, un concepto peligroso y discriminador. Con la temprana expansión del Islam, éste se incorpora a la vida cultural de los pueblos que lo comienzan a practicar, generando una interacción en la que el factor islámico convierte la cultura local en algunos aspectos, y en otros esa cultura local se vive como islámica, aunque determinadas pautas de la misma sean de origen puramente local. En las sociedades donde el Islam es mayoría, el hecho religioso posee un rol determinante. A pesar de ello, no es posible ignorar la diferenciación en cuanto a regiones, culturas y factores externos. El hecho cultural es un matiz que lógicamente varía sustancialmente en tiempo y espacio. A pesar que la doctrina islámica otorga un grado de uniformidad en la vida de las creyentes, los contrastes son enormes entre los centenares de millones de ellas, teniendo especial gravitación el lugar del mundo en donde residan y el hábitat, una orbe o el campo, etc. Es por esto que cada estudio de características antropológicas sobre las mujeres en el Islam, no reviste uniformidad en cuanto a criterios y resultados obtenidos, que generalmente son los que generan controversias. Si nos ponemos a pensar detenidamente, esta conclusión en cuanto a diversidad de matices en el contexto de un hecho religioso, producto de un estudio antropológico, daría resultados parecidos en otros credos distintos del Islam. Es muy difícil separar la creencia, generalmente privada y conocida en su grado real sólo por el propio practicante, del hecho de raigambre cultural pura. Un caso típico fue Afganistán: Observábamos con estupor a mujeres tapadas de pies a cabeza, que veían a través de un tejido de tela, en condiciones de vida infrahumanas y con bajo nivel de derechos. Pero ¿Conocemos la historia de Afganistán, sus padecimientos y el porqué de su pobre nivel de desarrollo? Si sumamos a los años de ocupación por parte de potencias extranjeras con la reacción fundamentalista en parte de su población, tendremos una aproximación a una respuesta. Ante la pregunta del que desconoce estos hechos y a priori se cuestiona si ¿eso es el Islam? No, la respuesta es no, o por lo menos no es el Islam de la gran mayoría, ya que excederse en el culto e interpretar las normas en forma capciosa está alejado de la actitud del verdadero creyente. Dice Muhammad (PyB) en una sabia tradición: «Los preceptos de la religión son flexibles. Aquel que impone severidad en ellos, es vencido por ellos».

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Por otra parte las circunstancias políticas y culturales del país facilitaron el caos. No debemos perder de vista que el desarrollo histórico no es unilateral, y el pensamiento del modelo occidental como el fin de la historia resulta un fanatismo, que se corresponde por el otro lado, con el cinismo de algunos gobiernos de ampararse en el derecho a la diferencia para no respetarlos derechos humanos. Si se realiza una lectura literal del Corán, o de la Biblia, en la búsqueda de argumentos que ratifiquen le supuesta inferioridad de la mujer, sólo encontraremos indicios si se descontextualiza la lectura, si la misma es estática, y si no se posee una perspectiva clara de la historia.

El pecado original y la mujer Sin duda el surgimiento del Islam trajo un avance en cuanto a los derechos de las mujeres. Si hacemos un análisis de la situación de las mujeres, en cuanto a posición social, derechos civiles comunes y concepción de las mismas en el esquema religioso de la Europa del Siglo VII o en la Arabia preislámica, y lo comparamos con la situación inmediatamente posterior al advenimiento del Islam, podemos notar a simple vista que el avance en cuanto a legislación que traía consigo la religión revelada al Profeta Muhammad era realmente revolucionario. En la temprana edad media europea la mujer era relacionada rápidamente con el mal. El simbolismo de Eva y su tentación era una figura presente en el inconsciente colectivo. Al no existir nada parecido al pecado original dentro de la doctrina islámica, el cargo de desobediencia a Dios, no recaía en la mujer sino también en el hombre, es decir Adán era tan culpable como Eva. Para una mejor ilustración nos remitiremos a las fuentes primigenias de la doctrina islámica, a saber: El Sagrado Corán, libro sagrado de los musulmanes revelado e inalterable desde hace 1400 años, así como también la tradición profética, segunda fuente de legislación islámica, que comprende las máximas, explicaciones y actitudes ante determinadas circunstancias del Profeta Muhammad (PyB). Veamos algunas de las pautas que trajo consigo el advenimiento del Islam:

El Creador y la mujer No existe diferencia alguna en cuanto a la división por sexos en la relación con Dios. El mensaje revelado se dirige al conjunto de la especie, hombres y mujeres. Los pilares del Islam tanto prácticos como teológicos abarcan a todos los creyentes. Así la profesión de fe, la oración, el tributo anual, el ayuno en el mes de Ramadán y la peregrinación son obligaciones morales de hombres y mujeres. Comprende esto último

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también la creencia en los ángeles, el Ultimo día, la misión de los Profetas y el Decreto Divino. La palabra coránica es esclarecedora al respecto: «A quien practique el bien, sea hombre o mujer, y es creyente, le concederemos una vida placentera y le remuneraremos con un galardón superiora lo que haya hecho» (Corán, 16:97). «Jamás desmereceré la obra de cualquiera de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros» (Corán, 3:195). El beneficio otorgado por seguir el camino de las buenas obras desde la perspectiva islámica, devuelve al creyente sin distinción de sexos el bienestar que Dios da en esta vida y en la postrera por hacer el bien. El acceso a una vida posterior y su estado en la misma, esta directamente relacionada con el tipo de obras que haya realizado el creyente. La valoración de las mismas esta siempre relacionada por el bien que generan y con absoluta independencia del sexo de quien las practique: «Por cierto que los musulmanes y las musulmanas creyentes, consagrados y consagradas, timoratos y timoratas, caritativos y caritativas, ayunadores y ayunadoras, pudorosos y pudorosas, recordadores de Dios frecuentemente y recordadoras, Dios les tiene destinado la indulgencia y una magnífica recompensa» (Corán, 33:35) Como podemos ver desde el punto de vista de la teología islámica, no existe diferenciación alguna entre hombres y mujeres. Su condición ante el Creador, el punto central de la idea religiosa, es de total igualdad.

El derecho a la herencia y la mujer Desde sus albores el derecho islámico contempló una serie de normativas relacionadas específicamente con el ambiente femenino, algunas sin antecedentes previos en otras legislaciones: El derecho de herencia: «A los hijos varones les corresponde una parte legítima de lo que hayan dejado los padres y parientes. Las mujeres tendrán también una parte legítima de lo que hayan dejado los padres y parientes; ya sea exigua o grande estas partes están determinadas» (Corán, 4:7). El derecho de herencia no era una ley estipulada ni una costumbre, ya que heredaban únicamente los hombres. A partir de esta normativa coránica, las mujeres son tenidas en cuenta en el reparto de bienes.

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Aunque la parte que correspondía al hombre era mayor, se legislaron otros derechos especiales que implicaban solamente a las mujeres, como la dote. La dote matrimonial es un patrimonio de exclusiva disposición de las esposas:

"Dotad de buen grado a las mujeres" (Corán, 4:4) Desde sus inicios y por la legislación islámica, las mujeres dispusieron absolutamente de su patrimonio, en la plena libertad de realizar todo tipo de transacciones que le parecieran convenientes. El ejemplo histórico lo tenemos en la esposa del Profeta, Jadiÿa, quien era una mujer rica. Podemos también destacar un hecho único en la historia sagrada y es que esta virtuosa mujer fue la primera persona en creer sinceramente en la misión de Muhammad como mensajero de Dios. La religión revelada al Profeta tiene su primer fiel representado en una mujer, a la cabeza de los hoy 1400 millones de musulmanes en el mundo.

La infibulación No encontramos en el Sagrado Corán ninguna mención acerca de este tema. En el cuanto a las costumbres, la infibulación no es una práctica que esté difundida ni recomendada a los musulmanes. Su uso existía ya en la era preislámica. La ablación se practica en algunos países africanos donde viven también musulmanes, Sudán, Somalia, Senegal, Gambia, Malí, etc. Sin embargo, en la gran mayoría de pueblos musulmanes del mundo esta práctica es desconocida, y en los países en que se realiza también la practican minorías no musulmanas, monoteístas o animistas. Vemos aquí un ejemplo de la incidencia cultural no relacionada y previa a la llegada del credo.

La poligamia La poligamia está legislada en los anales del derecho islámico. En el mundo preislámico era cosa frecuente y practicada desde tiempos remotos. Así en el estudio de las escrituras anteriores al Corán, vemos que algunos de los profetas y sus contemporáneos eran polígamos. Al principio la legislación islámica redujo el número a cuatro ya que anteriormente era ilimitado. Pero junto con la reducción en el número se estipuló una condición definitoria para el hecho, y que sería la que marcó el uso y la costumbre del mundo islámico hasta hoy: "...más si teméis no ser equitativo con ellas, casaos con una sola". También se estipuló que para producir el hecho poligámico, y esto existe en la constitución de algunos países, tendría que haber un acuerdo por parte de la primera

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esposa. De hecho los matrimonios musulmanes son básicamente monógamos, y la práctica poligámica está en desuso.

El Hiÿab Velo, Chador, Hi[yab, Niqab, Hayek, diferentes formas de indumentaria que se conocen como islámicas. ¿Pero, hay realmente una vestimenta islámica? Decididamente no, no hay ropa para musulmanes y ropa para no musulmanes, hombres y mujeres. Ni siquiera lo que denominaríamos "religiosos", aunque no existe tal condición como rango en el Islam, deberían distinguirse por su ropaje. En el ejemplo del Profeta está la respuesta. Si Dios nos hubiese honrado con la posibilidad de entrar a un recinto donde se encontrase el Profeta, bendígale Dios y le salve, jamás lo hubiésemos distinguido por el uso de un ropaje en particular (según sus contemporáneos, tal vez sí lo identificaríamos por la luz y la misericordia que irradiaba su rostro). Las diferentes expresiones de las mujeres musulmanas, de acuerdo a la región y a las propias necesidades, generaron tipologías en la moda, relacionadas con los elementos que poseían para confeccionar indumentaria, el clima y otros factores. Si hay un denominador común centrado en la idea de recato, tanto para hombres como para mujeres. En el caso de las mujeres en particular, y ya haciendo referencia al h¡yab, hay que buscar antecedentes, en los fundamentos de la legislación islámica. En el texto del Corán dice: «¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que cuando salgan se cubran. Esto es más conveniente para que se las distinga y no sean molestadas, porque Dios es Indulgentísimo, Misericordiosísimo» (Corán, 33:59). Por otra parte, también en el Corán se recomienda el recato a hombres y mujeres. En 24:30 el consejo se dirige a los hombres diciendo "Di a los creyentes que recaten sus miradas y conserven su pudor" y en 24:31 "Di a las creyentes que recaten sus miradas y no muestren sus encantos más allá de lo imprescindible... ", el versículo sigue con otras recomendaciones en cuanto a parientes. En este asunto en particular, como en otros, se entrelazan los aspectos religiosos, culturales, de identidad, de lugar de residencia y situación. El Islam como sistema de vida recomienda, y no coacciona o impone. Esto se desprende del texto Coránico: En 2:256 dice: «Nada de imposición en cuanto a religión, porque ya se ha dilucidado la verdad del error». Dilucidar la verdad del error se relaciona con que todo el conjunto de normas en el Islam ofrece como salvación a los humanos, un camino que mediante su tránsito y cumplimientos de esas normas, se definirá nuestra situación en la vida postrera. Vestirse en forma recatada

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es una recomendación para los creyentes, a la vez un derecho que poseen. Pero en ningún caso se debe obligar a nadie. Hay muchas mujeres musulmanas que no cubren su cabello, otras que lo hacen por condicionamiento del medio en que viven. También hay millones de mujeres que lo usan por propia voluntad, como su propia elección de vida.

El Profeta y las mujeres Lamentablemente algunos legos en temas islámicos como así también algunos musulmanes, ponen más énfasis en destacar, aspectos relacionados con la legislación establecida en las tradiciones proféticas, que practicar la misericordia y la piedad que residían en el Profeta de Dios. Así Muhammad habló en muchas oportunidades acerca de las mujeres. Sólo elegiremos una frase que de alguna manera sintetiza el espíritu profético: «Los mejores de entre vosotros son aquellos que mejor tratan a su esposa».

Grandes mujeres del Islam En el espacio de la historia sagrada del Islam, hay lugares de privilegio para las mujeres, que ocupan el recuerdo y el pensamiento de los creyentes. Asia, la esposa del faraón que salva a Moisés; María, la madre de Jesús, elegida como lo mejor de la creación; Jadiya la esposa del Profeta y su hija Fátima, modelo universal madre e hija, que Dios esté complacido con todas ellas.

Musulmanas al poder En la historia de la civilización islámica existieron ejemplos de mujeres a la cabeza del gobierno. Las Sultanas manejaban realmente estados islámicos. La primera dinastía islámica que tuvo dominio sobre India fue la de los gaznavíes, originada en la ciudad de Gazna, hoy Afganistán. A los turcos gaznavíes les sucedieron los afganos guríes. El Sultán Shamsuddín Iltutmish, antes de morir designó a su hija Radiyya como su sucesor convirtiéndose ésta en sultana y en la primera mujer en dirigir un estado islámico en la historia. La cita de la doctora marroquí Fátima Mernissi dice que «En todo caso. Radiyya cumplió con sus deberes con gran competencia y todos los historiadores la consideraron muy buena administradora. El primer acto de soberanía de Radiyya fue acuñar monedas en su nombre con la siguiente inscripción, muy ostensible en miles de ellas: "Pilar de las mujeres, Reina de los tiempos, Sultana Radiyya Bint Shams al-Din Iltutmish"

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Una sola cosa se le reprochó: haberse enamorado de alguien que en contexto hindú se consideraba inferior. A pesar que en el Islam no existe diferenciación alguna por linaje o razas, la sociedad en la que gobernaba tenía consigo incorporado el sistema de castas de La India, que termino influyendo en el tema. Las autoridades religiosas y los príncipes se unieron contra ella y se levantó un ejército con el gobernador, Injúyar alDin Altuniyya, a su cabeza. Radiyya, temiendo el asedio, abandonó Delhi con su ejército para dar batalla a Altuniyya. Pero fue vencida y se convirtió en su prisionera. Entonces se produjo el giro inesperado de los acontecimientos. Altuniyya se enamoró de su prisionera. La liberó, se casó con ella y partieron juntos al frente de un gran ejército para reconquistar Delhi y recuperar el trono de la amada. Pero Radiyya ya estaba marcada como víctima del destino. Ella y su marido perdieron la batalla. Otra gobernante islámica fue Shaÿar ad-Durr, su nombre significa “árbol de perlas” y era la esposa del Sultán Salih Ayyub. A poco de producirse la invasión franca a Damietta, ocurrió la muerte de su esposo el sultán. Por esa época Shaÿar ad-Durr contaba con treinta y dos años y era una mujer inteligente y hermosa. Dándose cuenta que la noticia podría desmoralizar a los musulmanes, ocultó la muerte de su esposo de común acuerdo con el comandante del ejército, el experimentado Faÿr al-Din Ibn Shaij al-Shuiuj, ex embajador ante la corte del emperador Federico II de Sicilia, luego de la victoria sobre los francos, los comandantes mamelucos proclamaron sultana a Shaÿar ad-Durr el 5 de agosto de 1250. El historiador sirio Ibm Uasil (12071298) fue testigo de ese singular acontecimiento: «Tras el asesinato de Turán Shah (un posible sucesor acusado de corrupción), los emires y los mamelucos se reunieron cerca del pabellón del sultán y decidieron llevar al poder a Shayar ad-Durr, una esposa del sultán Ayyubí que se convirtió en reina y sultana. Se hizo cargo de los negocios de Estado, estableció un sello real con su nombre bajo la fórmula "Umm Jalil", la madre de Jalil, un hijo que había tenido y que había muerto muy joven. Se pronunció en todas las mezquitas el sermón (jutba) del viernes bajo el patrocinio de Umm Jalil, sultana de El Cairo y de todo Egipto. La actual República de Maldivas constituía antiguamente un sultanato independiente localizado en el océano índico, a unos 650 km al sudoeste de Sri Lanka (Ceylán). El nombre Maldivas deriva probablemente del sánscrito, "guirnalda de islas". De acuerdo a una crónica tradicional, el último monarca budista de las Maldivas se convirtió al Islam bajo las influencias de un marino musulmán en 1153. A partir de entonces se produjo una progresiva islamización entre los isleños. El célebre viajero Ibn Battuta que vivió en las islas una larga temporada, nos dice: «Los maldiveños son gente religiosa de buenas costumbres, fe sincera y recta intención; comen alimentos lícitos y sus plegarias son atendidas. Al

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encontrarse, se saludan de esta manera: Dios es mi señor, Muhammad mi profeta. Y yo soy un pobre ignorante. En todas las islas hay hermosas mezquitas y casi todas las viviendas son de madera. Estos isleños son gente limpia, que no aguanta la suciedad. Usan abundantes ungüentos aromáticos, como el aceite de sándalo y otros, y se untan con algalia, que traen de Mogadiscio». La primera sultana de las islas fue Jadiya, que gobernó durante 33 años. Dice también Ibn Batutta «Otra de las maravillas de estas islas es que tienen por sultán a una mujer, Jadiya... Los decretos se promulgan siempre en nombre de Jadiya, y se escriben en hojas de palma con un hierro curvo, parecido a un cuchillo, pues no emplean el papel más que para los ejemplares del Corán y los libros de ciencias. El Iman menciona a la sultana en el sermón de viernes, diciendo: "Dios mío, asiste a tu comunidad, a la que has elegido, en tu sabiduría, entre los demás pueblos, y a cuya cabeza has puesto, como prueba de misericordia para con todos los musulmanes, a la sultana Jadiya, hija del sultán Ÿalal ad-Din, hijo del sultán Salah ad-Din". Jadiya fue sucedida por su hermana Mariam y ésta por su hija Fátima. Desde fines del siglo XIII el archipiélago indonesio también conocido como Insulindia fue islamizado, no por las armas, sino por el atractivo de una fe igualitaria, simple y adaptable a las condiciones de la región, introducida por comerciantes musulmanes llegados desde lugares tan lejanos como Egipto. La islamización fue acompañada por una fragmentación política del archipiélago que con el tiempo favoreció la penetración del colonialismo europeo, que se lanzó ferozmente para apoderarse de las especias sobre las bellas y pacíficas islas, buscando los preciados condimentos que los propios mercaderes islámicos se habían encargado de llevara Europa. En el siglo XVII durante cincuenta años, el sultanato de Acheh, al noroeste de la isla de Sumatra, el trono fue ocupado sucesivamente por cuatro mujeres. En la misma época al menos en otros cuatro sultanatos, entre ellos el de Pattani (sur de Tailandia) y el de Kelantan, que es uno de los Estados federados de Malasia, hubo mujeres en el trono. La primera de estas sultanas de Acheh fue Tay al-Alam Safiyyat al-Din (Corona del mundo, pureza de fe), muy bien recordada como gobernante sabia y justa. Su período de gobierno se ubica entre 16411675. La segunda llamada Nur al-alam nakiyyat al-Din Shah gobernó entre 1675-1688; la tercera, Inayat Shah zakiyyat al-Din, entre entre 1688-1699 y la cuarta, Kamalat Shah, durante la primera década del siglo XVIll.

Mujeres modernas y mujeres en la prensa Llama la atención a veces cuando circulan noticias, principalmente en diarios de Europa, que cuando un musulmán ejerce algún grado de violencia sobre una mujer, enseguida se asocia este comportamiento a su

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fe, como si esta fuese condicionante de su actitud. En otro caso, en similares circunstancias, estaremos hablando de violencia familiar o patologías de naturaleza múltiple, pero rara vez se relacionará este hecho con el credo del agresor. ¿No es más honesto y certero afirmar que existen sinvergüenzas, delincuentes y violentos, más allá de su religión? ¿Estos patrones de conducta, no se repiten con mayor o menor grado en todas las sociedades? ¿Por qué se hace esta rápida asociación en el caso del Islam? No está demás recordar que los actos, independientemente de su naturaleza, los cometen las personas. En el tema que tratamos acerca de la relación y lugar de la mujer y el Islam, intervienen también otros factores, que sin estar relacionados específicamente con el Islam también son importantes en la situación de las mujeres y los hombres: las posibilidades de educación, capacitación y ocupación; intercambio con otros países producto de las corrientes inmigratorias o los medios de comunicación; también influye el grado de ingreso del país en la modernidad con sus respectivas pautas económicas y políticas. Con seguridad estos factores hacen que haya más similitudes entre la vida de una profesora universitaria de Siria y una profesora de Francia que entre la misma profesora y una campesina de Sudán aunque compartan la misma fe y las mismas prácticas de culto. Ver, conocer, ubicar la situación del otro, nos da siempre una visión más amplia de la humanidad. El tema de la mujer en el contexto islámico seguirá estando en observación, tanto en los países musulmanes con en aquellos donde los musulmanes son minoría. Asistiremos, seguramente, a diferentes tipos de manifestaciones a favor y en contra del hiÿab, u otros temas. Pero el fondo de la cuestión seguirá siendo el mismo ¿Cómo vemos al otro?, ¿Qué pasaría si un día el otro esta representado en nosotros? Siempre es mejor una segunda mirada antes de emitir un juicio o una apreciación. Por último, aquellas sociedades que no utilicen todo su potencial, quedarán anquilosadas y con un mal pronóstico a futuro para sus habitantes. Pretender excluir a sectores por sexo, raza o religión, será la causal principal de su fracaso. El mundo moderno, a través de su avance científico y tecnológico va estrechando las distancias como nunca. No seamos nosotros los humanos quienes volvamos a ponerlas.

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