LA MUERTE DEL SUJETO Y LA SOBERANIA DEL INDIVIDUO

(Publicado en ¿Fin del sujeto? Universidad de los Andes y Universidad central de Venezuela. Mérida 1996) LA MUERTE DEL SUJETO Y LA SOBERANIA DEL INDI...
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(Publicado en ¿Fin del sujeto? Universidad de los Andes y Universidad central de Venezuela. Mérida 1996)

LA MUERTE DEL SUJETO Y LA SOBERANIA DEL INDIVIDUO Enzo Del Bufalo

El sujeto de la metafísica En una entrevista de 1966, Michel Foucault anunciaba la muerte del sujeto con la siguiente pregunta: ¿En qué consiste ese sistema anónimo sin sujeto? ¿Quién piensa? El yo ha estallado (véase la literatura moderna) estamos ante el descubrimiento del hay. “Ha un Se”1. En cierto modo se vuelve al punto de vista del siglo XVII con una diferencia: no se coloca al hombre en el puesto de Dios, sino un pensamiento anónimo, o un saber sin sujeto, a lo teórico sin identidad”.21/ Creo que esta cita resume, mejor que nada, cual es el sentido propio de ese acontecimiento epocal que muchos han querido definir como el fin de la modernidad, es decir, el fin del cuadro estratégico que se consolidó a finales del Renacimiento y que hizo del individuo soberano el pivote de una compleja red de prácticas discursivas y sociales que han venido organizando por siglos la sociedad mundial actual. ¿Pero quién o qué es ese sujeto que muere para dar vida al anonimato del hay? El propio Foucault nos lo dice: es el hombre que, en el siglo XVII, tomó el lugar de Dios como principio de conocimiento y de ordenamiento de la realidad. El hombre como unidad originaria de la voluntad, el deseo, la razón y las ideas en la que se fundamenta toda acción y pensamiento. El sujeto que muere es ese yo que al saberse pensamiento descubrió que existía. Es el substratum de los entes de la metafísica que descubre su existencia percibiendo el ser del pensamiento como aquello que el mismo es autoconciencia del pensar que se reconoce como un ente entre los entes. Se trata pues de una figura discursiva que surge de un reacomodo de la metafísica como parte de los procesos que condujeron a la afirmación de la soberanía del individuo. Un reacomodo que hizo coagular en el espacio gramatical toda la tensión dual de la metafísica regida por la diferencia entre la esencia y el fenómeno, dándole al sujeto de la oración el rol de mostrar el poder del individuo como principio fúndante de lo real. ¿En qué sentido muere ese sujeto? Muere porque se fragmenta y se disuelve en un complejo de relaciones discursivas y prácticas sociales que trascienden la unidad del yo que el propio Foucault denomina dispositivo y Deleuze y Guattari lo califican con mayor radicalidad materialista como agencement (ensamblaje).3 En efecto, - dice Foucault - se trata de “poner en cuestión el tema del sujeto soberano que desde el exterior vendría a animar la inercia de los códigos lingüísticos y depositaría en los 1

Este Se es la forma refexiva del pronombre personal de tercera persona .Foucault, M. " Saber y Verdad". La Piqueta. Madrid. 1992. p. 33 3 Deleuze, G. y Guattari, F. "Mille Plateaux" Editions de Minuit. Paris .1980. p.10 2

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discursos la traza inefable de su libertad, poner en cuestión el tema de una subjetividad que constituiría las significaciones para transcribirlas después en un discurso”.4 Para otros esta muerte abre una nueva perspectiva “decadente” del ser inaugurada por Nietzsche y Heidegger. Ontología del declinar la llama Vattimo, que ofrece una concepción del ser modelada ya no sobre la objetividad inmóvil de los objetos de la ciencia y de las mercancías sustraídas al circuito del uso e inmovilizadas como puros valores de intercambio, sino sobre la vida que es un juego de interpretaciones, crecimiento y muerte.5 Es la toma de conciencia de que no es la actividad espontánea del yo trascendente - esa mítica personificación de las formas pura de la razón - la que constituye los entes. Estos sólo se dan - usando la terminología de Heidegger - al Serahí, es decir, vienen al ser tan sólo en el horizonte de un proyecto que es el proyecto del Ser-ahí como totalidad hermenéutica constituida por la decisión anticipadora de la muerte. Todo ente se da como momento de un sistema de referencias que es lo que Heidegger denomina el mundo.6 La finitud y la temporalidad esencial del hombre son las últimas conquistas del discurso metafísico que llega a su fin con el descubrimiento heideggariano de la radical historicidad de la subjetividad. Todo esto no es más que un aspecto de la soberanía que emerge de las prácticas sociales modernas. La muerte del sujeto como correlato del fin de la metafísica hace aparecer precisamente a esas prácticas sociales como el piso ontológico del individuo, es el descubrimiento de su diversidad constitutiva, su riqueza material que reemplaza la simplicidad de una sustancia eterna concebida a imagen y semejanza de la divina a la cual reemplazó en el nuevo orden surgido del colapso del orden medioeval. Por lo tanto, desde este punto de vista, la muerte del sujeto lejos de significar el fin del individuo, constituye más bien el primer paso para ensanchar su soberanía, liberándolo de ese avasallamiento a una esencia eterna e inmutable cuya recuperación y restauración constituía el fin último del desarrollo histórico. Es el fin de la idea de progreso como paulatina recuperación del pasado originario que obliga al hombre a someterse a las leyes históricas para recuperar su esencia. La muerte del sujeto significa pues la conquista del espacio social que compone al individuo, gracias a ella se hace transparente la materialidad social de la subjetividad que se aloja en los cuerpos humanos singulares. En este sentido, la muerte del sujeto expresa el nacimiento del individuo social, consciente de su heterogeneidad constitutiva. Es sin duda una debilidad del pensamiento débil, establecer la permanencia teórica de ese momento en el cual la metafísica llega a su fin por temor a reconstituir los caracteres fuertes del ser metafísico y a la reaparición de los proyectos emancipadores que buscan de la “verdadera” esencia del hombre. Esta debilidad lo obliga a una convivencia parasitaria con la vieja metafísica que termina por convertirlo en la realización plena del nihilismo metafísico, como bien lo reconoce el

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Foucault.M. op cit. p.60 Vattimo, G. Al di lá del sujeto Feltrinelli editore. Milano. 1990. p. 25. Sobre la génesis mercantil de la concepción metafísica del ser, véase a Sohn-Rethel, A. Geistige und Körperliche Arbeit Acta Humaniora. Wienheim. 1990 y Del Bufalo, E. La genealogía de la subjetividad Monte Avila editores. Caracas 1992 6 Heidegger, M. El Ser y el tiempo Fondo de Cultura Económica. México. 1951. Cap.III. Y Vattimo,G. Al di lá del soggetto. op.cit. pp. 114-115 5

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propio Vattimo.7 Pero sin duda expresa mejor que cualquier intento forzado de continuar con los proyectos modernos, el momento de liberación de la soberanía del individuo de aquellas reglas que, en la edad moderna, hicieron de ella una soberanía sometida. En este sentido su nihilismo muestra el vacío producido por el desplazamiento del cuadro estratégico, pero también anuncia la recomposición de un orden social que sigue el deseo del individuo de apropiación ilimitada del universo, pero sin los compromisos que la edad moderna hizo con el viejo orden despótico feudal.8 La muerte del sujeto se coloca pues en el pasaje del individuo soberano hacia el individuo social. En la interpretación de Vattimo, Nietzsche captura este pasaje con su noción del übermensch que es el sujeto escindido, el yo que descubre su multiplicidad. “El superhombre (L’oltreuomo) escindido es también, y sobre todo, el hombre de ‘buen carácter’ del que se habla en una página de Humano demasiado Humano, que habiendo abandonado las certezas de la metafísica sin nostalgias reactivas, capaz de apreciar la multiplicidad de las apariencias como tales. Este superhombre es el hombre del mundo de la comunicación intensificada, o mejor todavía de la metacomunicación: pienso, por ejemplo, a los desarrollos que ha tenido la hermenéutica en el último Habermas, con su teoría de la competencia comunicativa. La condición ultrahumana del sujeto escindido no se configura sólo come tensión experimental del hombre de la vanguardia artística del este siglo, sino, sobre todo, creo, como la condición ‘normal’ del hombre postmoderno, de manera tal que la comunicación abre la vía a una efectiva experiencia de la individualidad como multiplicidad”.9 Este paso del individuo hacia el dominio de su condición social se expresa como voluntad interpretativa. “Vivimos en la época de la hermenéutica: ésta y la conciencia de la intersubjetividad se condicionan mutuamente. Tan sólo en este entramado sujetos y objetos pueden emerger” - dice Agnes Heller -. 10 Y Para ello - argumenta Vattimo - es necesario un ser débil pues “sólo así es posible ese juego de la comunicación y metacomunicación en el cual las cosas permanentemente se constituyen y también se destituyen”11 El individuo social es el hombre de la comunicación intensificada o mejor aún de la metacomunicación que recompone en campo de la subjetividad pues “El ser aun después del fin de la metafísica, seguirá siendo modelado por el sujeto. Pero el sujeto escindido, que es el übermensch (de Nietzsche), no puede ya corresponder a un ser pensado con los caracteres de impotencia, fuerza, definición, eternidad, actualidad desplegada que la tradición (filosófica) siempre le ha reconocido.12 El sujeto moderno que reflexiona, lo hace a partir de sí mismo en la convicción de que existe una realidad objetiva exterior que él puede asir mediante el ejercicio solipsista de la razón que es una propiedad innata a su condición de hombre. El ser fuerte de la metafísica es pues el correlato del individuo solipsista, 7

Vattimo, G. op. cit.p.50 . A este respecto véase mis trabajos: Individuo, Mercado y Utopía inédito. Caracas 1990 y Estado y economía de mercado vols.I y II inédito Caracas 1993 9 ibid p.59 10 Heller A. "Introduction to Can Modernity Survive" Unviversity of California Press. Berkeley, 1990. Tomado de la trad. italiana en Aut Aut no. 242 marzo-abril, 1991. p114 11 Vattimo, G. Al di là del soggetto op. cit p.50 12 . ibid 8

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que enfrenta al mundo desde su monolítica unidad, y tan sólo mediante un discurso que asegure la verdad - como adecuación a ese objeto “puesto-a-fuera como en sí mismo existente”, es que puede asegurarse la comunicación con otro individuo. La comunicación entre sujetos está mediada por los entes como lo están los intercambiantes por las mercancías. El ser fuerte es el pivote que garantiza la articulación entre individuos soberanos sometidos a las leyes de la razón. La filosofía crítica desacreditó la vieja presunción de poder garantizar la verdad de las proposiciones filosóficas con un fundamento absoluto, pero ciertamente mantuvo el sometimiento a las leyes de la razón como la garantía de homologar un monologo con otro, permitiendo así la construcción de un discurso verdadero. Es así que el sometimiento del individuo solipsista a las reglas de la razón permite la comunicación con otros individuos igualmente sometidos. La objetividad se forma por la coincidencia de distintos sujetos sometidos a las mismas reglas, que en una sociedad regida por las prácticas sociales mercantiles son siempre las reglas del mercado y que el discurso metafísico transcribe en múltiples formas, baste recordar a la armonía preestablecida de Leibniz o el yo trascendental kantiano. El individuo, que piensa desde la espontaneidad de su yo, es la transcripción del individuo que decide - desde la arbitrariedad de su voluntad - qué cómo y cuanto producir o comprar y que coincide con cualquier otro individuo que, al igual que él, se someta a las reglas del mercado. El ejercicio de la soberanía individual se plasma en la espontaneidad del yo que piensa de manera solipsista. Aquí parece realizarse el sueño moderno del hombre que ocupa el lugar de Dios. He aquí el individualismo utilitarista económico erigido a práctica cognoscitiva o, si se prefiere, es la presunción del ego cogitans que desplaza a Dios y se erige en todas partes como único principio de toda práctica social. Pero esta necesidad de los rasgos fuertes del ser - para seguir con la terminología de Vattimo como única posibilidad de superar el solipsismo revela que la afirmación individualista de su soberanía se afianza en la sumisión a reconstituir su ser social. El monólogo quiere convertirse en discurso insertándose en una práctica social y, por lo tanto, exige la recomposición de una comunicación entre sujetos. Desde esta perspectiva, el pensamiento metafísico ha sido necesario para cimentar los discursos sociales producidos desde la soledad del individuo soberano. La metafísica no sería entonces tan sólo consecuencia de la manera de ordenar el pensamiento a partir de las formas puras de la razón, que encuentran en el mercado su génesis; ni describe tan sólo una ontología que es una mera paráfrasis de la reificación mercantil;13 sino que es también la manera de pensar inseparable del individuo soberano sujeto a la sociedad organizada por el mercado. Por ello, todo esfuerzo de superar la metafísica en el marco de la sociedad mercantil se ha visto frustrado a tal punto que su superación no puede ir más allá de una hermenéutica de lo ya pensado. Quizás en esto reside el secreto del An-denken heideggeriano. An-denken - dice Vattimo - es rememorar, es el pensamiento que recuerda el ser como lo diferente,

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Sobre la génesis de las formas racionales en el acto de intercambio mercantil remito al lector a los trabajos ya citados en la nota dela pag. 3; y para un análisis detallado de como el pensamiento metafísico constituye una paráfrasis del proceso de reificación mercantil véase mi ya citado Individuo, mercado y utopía

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como aquello que no se identifica con los entes.14 La metafísica es la búsqueda del ser como fundamento; por lo tanto, la salida de la metafísica no puede ser un regresar al ser como fundamento, que era un propósito aún visible de la ontología fundamental desarrollada en El Ser y el tiempo.15 De ahí que Heidegger cambie de rumbo después de esta obra. En efecto, lo que se conoce como la Kehre (viraje) heideggeriana surge de la convicción de que pensar significa fundamentar, pero tan sólo en sentido hermenéutico. El pensamiento postmoderno, por lo tanto, instaura una relación parasitaria con la vieja metafísica de la cual se nutre para poder pensar en contra de ella. Así se expresa Vattimo: “Después de la Kehre, Heidegger recorre incesantemente los senderos de la historia de la metafísica utilizando ese instrumento ‘arbitrario’ por excelencia, al menos desde el punto de vista de las exigencias de rigor fundacional de la metafísica, que es la etimología”16 De esta manera se pretende superar la reificación mercantil la cual, así como en la práctica social fija las cosas en mercancías y los hombres en intercambiantes, asimismo fija, en el pensamiento de esos intercambiantes, al ser en entes objetos de pensamiento y al ser en sujeto de ese pensamiento, que es también él mismo un ente. Dice Vattimo: “Todo lo que sabemos de la fundamentación hermenéutica radica en el fondo tan sólo en esto. Los entes se dan al Ser-ahí en el horizonte de un proyecto que no es la constitución trascendental de la razón kantiana, sino la yección17 histórico-finita que se despliega entre el nacimiento y la muerte, en los límites de una época, de un lenguaje, de una sociedad. El ‘quien yecta’ del proyecto yectado, sin embargo, no es ni la ‘vida’ en sentido biológico, ni la sociedad o la lengua o la cultura; es - dice Heidegger- el ser mismo. El ser tiene su positividad paradójica justamente en no ser ninguno de estos pretendidos horizontes de fundamentación y en ponerlos en cambio en una condición de indefinida oscilación. Como proyecto yectado, el ser-ahí se desplaza del centro hacia la X; el horizonte dentro del cual los entes (incluyéndolo a él mismo) le aparecen son horizontes que tienen raíces en el pasado están abiertos al futuro, es decir son horizontes históricos finitos. Individuarlos no significa disponer de ellos, sino ser reenviados a ulteriores vinculaciones, como la reconstrucción etimológica de las palabras que hacen nuestro lenguaje”.18 Así pues el ser se libera de la reificación mediante la reconstrucción etimológica del lenguaje y de esta manera fuerza el marco categorial de su encierro.

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El punto fundamental del esfuerzo heideggeriano es superar la reificación mercantil que sólo deja traslucir el ser como entidad, es decir, en el marco de un cuadro categorial reificado. Por eso dice Vattimo: Para que valga como principio de acaecimiento de lo nuevo. como posibilidad de nuevas aperturas epocales. el ser debe darse de alguna manera, debe ser acaesible, aunque esto no significa que tenga que darse en la presencia. El mundo en el cual el pensamiento puede acceder al ser, pensado en sí mismo ya no como entidad, sino como aquello que hace que los entes sean, es el An-denken, la rememoración." Vattimo,G. op cit.p.82. Y, más adelante, observa que "El An-denken se puede llamar también pensamiento crítico o utópico, lo cual auna a Heidegger a esas corrientes de la filosofía contemporánea que reivindican el talante crítico del pensamiento..." Vattimo, G. Al di là del soggetto op. cit. p.83 15 Vattimo, G. op. cit. p.56 16 Ibid.p.64 17 Sobre la yección y el estado de yecto véase El ser y el tiempo op. cit. p.198 18 Vattimo, G. op.cit. p.64

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Este cambio de postura filosófica no es un acto puro de voluntad soberana. Aquello que hace posible la superación de la rigidez de la metafísica es la técnica moderna que pone al hombre en la situación de provocar permanentemente a la naturaleza y “en la misma medida que el ser, el hombre se encuentra provocado, esto es, emplazado, a poner en lugar seguro lo ente que se dirige hacia él” 1918/ Esta provocación conjunta que dispone de este modo al ser y al hombre uno respecto del otro de manera que alternan su posición, Heidegger la llama com-posición - Ge-Stell - “Aquello en lo que, y a partir de lo que, hombre y ser se dirigen el uno al otro en el mundo técnico habla a la manera de la com-posición. En la posición alternante de hombre y ser escuchamos la llamada que determina la constelación de nuestra época”.20 La Ge-Stell es pues la condición de posibilidad del venir de los entes al ser y nos resulta extraña, “porque ya no encontramos lo que significa en el horizonte de la representación, que es lo que nos permite pensar el ser de lo ente como presencia”21 En las prácticas sociales determinadas por la técnica se constituye para Heidegger la posibilidad de superar la reificación en el Ereignis, es decir, el evento en cual cada ente aparece como lo que propiamente es, pero de manera inseparable de un movimiento de transpropiación22 que más que referirse a las cosas, atañe al hombre y al ser. “El acontecimiento de transpropriación es el ámbito en sí mismo oscilante mediante el cual, el hombre y el ser se alcanzan el uno al otro en su esencia y adquieren lo que les es esencial, al perder las determinaciones que les prestó la metafísica”.23 Ahora bien, las determinaciones que el hombre y el ser han tenido en la metafísica son principalmente la de sujeto y la de objeto.24 La com-posición como fundamento de la posibilidad de la experiencia del mundo, que reemplaza el marco trascendental kantiano, no es un absolutum inconcussum, sino un ámbito de oscilación donde todo darse de algo, en tanto que algo, está suspendido a un movimiento de 19

Heiddeger, M. Identidad y diferencia/Identität und differenz Anthropos. Barcelona. 1988. p.81 Ibid. pp. 83-85. En una nota a pie de la pagina 83, dicen los traductores al castellano sobre el término Heideggeriano de Ge-Stell que "en el idioma corriente `Gestell'significa `armazón' `chasis' `bastidor' `esqueleto' `dispositivo' etc., es decir, la estructura física interna de un objeto'. Mediante el guión, Heidegger pretende que nos fijemos en el sentido del verbo stellen incluido en la palabra que significa `poner' `colocar'. Por otra parte, el prefijo Ge-, tiene en alemán el sentido de un conjunto de un colectivo... Estos son los dos sentidos que hemos querido rescatar con el término 'com-posición'" Por su parte, Vattimo, confrontado el problema de traducir el término en italiano dice: "Como se sabe Ge- Stell es el término con que Heidegger indica en su totalidad la técnica moderna. En italiano traducimos... con im-posición (im-posizione), escrito con un guión para resaltar el sentido del originario Stellen, poner ya sea en el sentido de `poner en posición'que en el de astrigencia (cogenza) que Heiddeger también le atribuye; en cambio, se pierde el significado de ge como prefijo colectivo que indica el conjunto del poner (pero la astringencia a la que alude im-posición' es quizás el rasgo más evidente y fundamental del sentido de `conjunto' del poner técnico. " Vattimo, G. Al di lá del sogetto op. cit. p.66. Parece pues imposible que las lenguas romances puedan recoger simultáneamente tanto el carácter colectivo como la astringencia impositiva que la Ge-Stell tiene. 21 . ibid. La presencia o oussía es la característica fundamental de la reificación real. A este respecto véase la sección "Reificación real y reificación conceptual" de La genealogía de la subjetividad. op. cit. pp.98-104 20

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Dice Heidegger: "En la com-posición reina un extraño modo de dar o atribuir la propiedad" Heiddeger, M. Identidad y diferencia op. cit. p.85 Por eso dice Vattimo: "El movimiento de transpropriación concierne al hombre y al ser, más que a las cosas. En efecto, en el Ereignis en el cual las cosas vienen al ser, acontece que el hombre es ver-eignet (apropiado) al ser, y el ser es zugeeignet (entregado) al hombre" Vattimo, G. " Al di lá del soggetto" op.cit. pp.66-67 23 Heidegger, M.Identidad y diferencia op. cit. p.89 24 Vattimo, G. Al di lá del soggetto op.cit. p. 68

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transpropiación.25 Es decir, Heidegger no se conforma con articular la reificación conceptual de la metafísica a reificación real de las prácticas junto con el pensar, en una identidad cuya esencia procede de ese dejar pertenecer mutuamente que llamamos Ereignis. La esencia de la identidad es una propiedad del acontecimiento de trasnspropiación”26 Heidegger hace de la oscilación misma el fundamento donde no sólo los entes vienen al ser, (que es el horizonte kantiano), sino que el ser “tiene su lugar, junto con el pensar, en una identidad” que es una propiedad del acontecimiento de transpropiación. El principio de identidad como fundamento del ente se convierte de este modo en un salto en el abismo que es la constitución mortal del Ser-ahí. Este abismo - dice Heidegger - “es el acontecimiento de transpropiación en el cual oscila la esencia de lo que habla como lenguaje y que en una ocasión fue denominado la casa del ser”.27 Partiendo del principio de identidad, como lo entiende la metafísica, el pensar se ha transformado abriendo un camino para que el hombre experimente “en modo originario lo ente, el todo del mundo técnico, la naturaleza y la historia, y antes que todo, su ser”28 El ser está mediado por la experiencia de la temporalidad y la finitud del hombre que aparece en el acontecimiento transpropiante donde se disuelve la rigidez categorial de lo mismo en la relación oscilante que la constituye. Sin embargo, dice Heidegger, “el pensar tardó dos mil años para entender una relación tan fácil”. De ahí la necesidad de establecer un dialogo liberador con la tradición. En efecto, si el ser se constituye en el lenguaje, es decir, en la transmisión de mensajes que articulan las prácticas sociales, entonces: “De cualquier modo que intentemos pensar, y pensemos lo que pensemos, pensamos en el campo de la tradición. Esta prevalece cuando nos libera del pensar en lo pensado para pensar por adelantado, lo que no es ningún planear.”29 De esta manera la fundamentación del ser que, en la metafísica quedaba a cargo de las formas puras de la razón de acuerdo a la subordinación del individuo a las reglas del mercado, se desplaza hacia la temporalidad y finitud del Ser-ahí, con lo cual el individuo gana soberanía. Precisamente esa soberanía que el historicismo le negaba al someterlo a las leyes históricas. La aparición en primer plano de la finitud del individuo como ser para la muerte, no significa un debilitamiento de esa soberanía que la modernidad le entregó definitivamente, antes bien significa la superación o, en todo caso, el principio de una superación de esas ataduras que lo sujetan rígidamente, como agente económico, a las leyes del mercado y, como sujeto soberano de conocimiento, a la reificación conceptual. Pues como dice Vattimo: “En cuanto somos mortales podemos entrar en, y salir del, juego de las transmisiones de mensajes que las generaciones se lanzan y que es la sola ‘imagen’ del ser de la disponemos”30 La filosofía de Heidegger incorpora a la muerte del sujeto como un medio para la mayor soberanía del individuo frente a la tradición metafísica. Y esta muerte existencial del sujeto como hombre que nace y muere, se que organizan a los individuos en la fábrica, la familia, la escuela etc. hasta las grandes instituciones verticales del Estado 25

Ibid p 70 Heidegger, M. Identidad y diferencia op. cit. p.91 27 Ibid. p.93 28 Ibid. 29 Ibid. p. 97 30 Vattimo, G. Al di lá del soggetto op.cit. p. 73 26

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que intentan en cada caso disolver la soberanía del individuo en el Uno despótico. ¿Y qué es el principio de identidad de la metafísica sino la transcripción del Uno despótico? El individuo moderno que ocupa el lugar del Dios muerto está constituido a su imagen y semejanza.31 En él implosionan las relaciones despóticas de las cuales, al mismo tiempo, lucha por separase. Precisamente la permanencia de estas relaciones despóticas ha hecho tan difícil comprender la mediación interior de la identidad que Heidegger encuentra tan fácil. El sujeto político El sujeto soberano de conocimiento que busca la esencia eterna de los entes, es el mismo que indaga por la misma esencia eterna de ese ente que es el mismo y, a partir del siglo XIX, la encuentra enajenada de sí mismo por el movimiento histórico y las relaciones sociales. El hombre medieval era un ser caído de la escala eterna de los seres en la contingencia terral, a la cual había sido arrastrado por vuelve también muerte epocal del sujeto soberano moderno subyugado por la reificación categorial de la metafísica. El hombre como proyecto histórico - finito significa que es lugar donde se alumbra la verdad del ser precisamente porque es posibilidad de dejar de se. La muerte es permanente posibilidad de la imposibilidad de todas las demás posibilidades y, por lo tanto, impide que las demás posibilidades se fijen de manera rígida en realidades posibles exclusivas.32 El solipsismo del individuo moderno es llevado al extremo - en eso que Heidegger llama el “estado de yecto” donde se encuentra con la angustia de su existencia -33 y hecho estallar simultáneamente con la rigidez de la metafísica para abrir el nuevo espacio de la comunicación social. El ser se vuelve hermenéutico en la misma medida que el individuo soberano se vuelve social. De manera pues que la muerte del sujeto moderno abre el nuevo horizonte de la subjetividad desplegada sobre el campo múltiple de las prácticas sociales sin las ataduras que la subordinen a reglas de ordenamiento despótico las cuales recorren la sociedad - desde las microredes intensivas el pecado y, por ello, había creado un orden social orientado a recuperar su jerarquía eterna en el más allá. La salvación estaba en la adhesión al justo orden despótico del feudalismo. El individuo - que en el Renacimiento alcanza su soberanía precisamente rompiendo con el ordenamiento feudal - quiere ahora recuperar esa esencia perdida en la propia contingencia terrenal insurgiendo contra el orden social que es sentido como el obstáculo fundamental que se interpone entre su voluntad de ser soberano y la reapropiación de su esencia. La recuperación de esa esencia es la que lo vuelve sujeto político en busca de su emancipación. La Revolución es en este sentido el reencuentro histórico con la esencia metafísica, la Revolución es la vuelta al origen que las herejías medievales primero y la discurso liberal después explícitamente refieren al mito bíblico. Este sujeto político, que es la otra cara del individuo soberano en su lucha por abrirse nuevos espacios de libertad, enfrenta la sumisión despótica que aparece, en la época moderna, organizada 31

Heidegger, M.Identidad y diferencia op. cit. p. 274 y Vattimo, G. " Al di lá del soggetto" op.cit. p. 59 Heidegger, M. Identidad y diferencia op. cit. pp. 289-290 33 Del Bufalo, E. Estado y Economía de mercado. op. cit. cap. VIII. 32

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en la forma de Estado absolutista; y cuando éste es desplazado por el Estado liberal, se hace cada vez más evidente que la sumisión despótica se ejerce en el seno de las propias relaciones sociales que componen la sociedad civil. Así pues el reencuentro con la propia esencia metafísica y su reapropiación en este mundo es parte de movimiento secular del individuo por apropiarse de todo el universo, de su esfuerzo por ocupar el puesto que había dejado el Dios medieval. En toda la época moderna, el pensamiento político se concentra en este propósito de emancipación del ordenamiento despótico que enajena a la verdadera esencia del hombre en el más allá y que es, al mismo tiempo apropiación del mundo y de sí mismo. El ejercicio de la soberanía aparece pues también como una reapropiación de lo enajenado. Pero con la disolución del orden despótico medieval, el sólido mundo del más allá pierde su piso político y la realidad metafísica es corroída por la crítica que, sin negarla, la pone fuera del alcance de la razón. Al diluirse la posibilidad de acceder a las esencias eternas, el propio sujeto de emancipación que busca su verdadera esencia se encuentra con el hecho cada vez más evidente de que tal esencia a ser reencontrada se disuelve en meras figuras sociales siempre constituidas y reconstituidas por el movimiento de las prácticas sociales que se van transformando. El hombre, al perder su destino metafísico, ya no tiene un origen al cual regresar. La verdadera esencia de su ser es la, que, en cada caso, determinan las prácticas sociales que lo constituyen como figura social. En lugar de una naturaleza auténtica enajenada en un mundo eterno e inmutable por determinadas relaciones de poder, el hombre descubre que en su propio pasado sólo hay elementos heterogéneos y que el futuro es tan sólo posibilidad de ser otro. Aquello que hoy llamamos hombre y lo concebimos como un individuo no es más que una manera de organizar la subjetividad en los cuerpos humanos. La muerte del sujeto de la metafísica es una muerte discursiva y política que significa la resurrección de la subjetividad en nuevas figuras sociales tejidas por prácticas sociales, donde los vestigios del viejo despotismo se diluye hasta desaparecer. El destino del hombre ya no es el mundo suprasensible ni el futuro luminoso de una humanidad redimida por la Revolución emancipadora conducida bajo las leyes de la razón y los valores modernos. Por el contrario, la muerte del sujeto moderno es una metáfora del desplazamiento de la subjetividad hacia una nueva figura social. Podría decirse pues que estamos ante una nueva estrategia de ampliación de los espacios de libertad que modificarán seguramente el campo de experiencia del hombre del nuevo milenio. Ciertamente no podemos anticiparnos a describir estos espacios aún en formación, pero podemos discernir las líneas de desarticulación de los actuales ordenamientos despóticos que apuntan en esa dirección.

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BIBLIOGRAFIA

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