LA MUERTE DE HUGO CHAVEZ

LA MUERTE DE HUGO CHAVEZ Estimados docentes, egresado y estudiantes, sobre un tema tan importante en estos días como el fallecimiento de Hugo Chavez y...
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LA MUERTE DE HUGO CHAVEZ Estimados docentes, egresado y estudiantes, sobre un tema tan importante en estos días como el fallecimiento de Hugo Chavez y donde las opiniones no siempre son convergentes, coloco en esta página un artículo de Oscar Hernández Álvarez, laboralista venezolano y Presidente de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, que me parece de interés, ya sea porque escrito por un venezolano que mucho aprecio, ya sea por mantener una nota de imparcialidad en un tema no es fácil ser imparcial (Juan Raso): Queridos amigos: a Uds., usualmente interesados en las cosas de Venezuela, hago llegar estas reflexiones sobre los recientes acontecimientos de mi país. Al fallecimiento del Presidente Chávez podemos referirnos con el título de una breve y estupenda novela de García Márques: crónica de una muerte anunciada. Pese a la poco transparente información suministrada por el gobierno venezolano, se presumía que Chávez estaba en una etapa terminal de su enfermedad. Su última aparición pública fue cuando regresó por pocas horas de La Habana a despedirse y a dejar resuelto el tema de su sucesión, haciendo entrega de la antorcha del chavismo al Vicepresidente civil Nicolás Maduro, ante la presencia estupefacta del otro aspirante, su compañero de aventuras militares, el Presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello. El gobierno venezolano mintió sobre la salud de Chávez: se dijo que desde La Habana había designado un canciller, que recibía cuentas regulares de los ministros que hasta allí viajaban y daba las correspondientes instrucciones, incluso que había analizado fotografías enviadas por un satélite espacial venezolano y había ordenado que se le diera mayor uso social al mismo. Chávez, en estado de salud “delicado”, con una cánula traqueal y sin poder hablar, seguía gobernando, según las informaciones oficiales. Escribía cartas a mandatarios extranjeros y a cumbres internacionales; pocos días antes de su muerte recibió cuenta de Maduro y durante cinco horas discutió con él la agenda política y económica del país, comunicándose con su Vice-Presidente, por escrito y “por otras vías” Pero cuando el Presidente de Bolivia, su gran amigo y correligionario Evo Morales viajó expresamente para visitarlo y a su regreso declaró a la prensa que no pudo verlo, se evidenció que las informaciones gubernamentales eran falsas y que Chávez se estaba muriendo. Las mentiras del Gobierno fueron un primer paso hacia la mitificación del Presidente: se trataba de transmitir la figura el guerrero que hasta el momento final estuvo al frente del combate. El segundo paso fue un anuncio dado pocas horas antes de su muerte. Maduro había convocado a Caracas el alto mando militar, político y gubernamental del país. Evidentemente con la finalidad de anunciarles de la inminencia de la muerte del Comandante. Pero eso no fue lo que se dijo en la rueda de prensa que el Vice-Presidente ofreció pocas horas antes del fallecimiento. Dijo que Chávez estaba “delicado” y que se había detectado que su cáncer había sido inoculado por los enemigos de la revolución. A las dos horas Chávez falleció. El tercer paso hacia la mitificación han sido sus largas exequias mortuorias y el proceso de envolvimiento propagandístico montado alrededor de las mismas. Las radios y televisoras del país han estado transmitiendo en cadena obligatoria durante largas horas. Se transmite la procesión de la inmensa muchedumbre acompañando el féretro y luego en la capilla ardiente. Se montan continuas biografías del Comandante; se le describe como un

hombre lleno de amor hacia Venezuela y el mundo; un perfecto cristiano que murió aferrado al crucifijo. Los dignatarios oficiales y líderes del PSUV, han sido generalmente poco dados al culto religioso y, sobretodo, chocaron frecuentemente con la Iglesia Católica mayoritaria en la población venezolana, en lo cual siguieron el ejemplo del Comandante. Este, en una ocasión acusó a un Cardenal venezolano de tener al diablo debajo de la sotana y en otra, al fallecer otro Cardenal, dijo en Aló Presidente, Velazco, el apellido del Cardenal fallecido, ¡nos vemos en el infierno¡. Al actual Cardenal, un hombre moderado, que nunca ha hecho uso de la diatriba política, lo acosó y lo hizo comparecer ante la Asamblea Nacional para ser interpelado en medio del irrespeto de la muchedumbre chavista. Ahora, todos parecen haber experimentado un arrebato místico: repetidas misas, oraciones comunitarias, evocaciones a Jesús, refuerzan la mitificación de Comandante y han creado en el país una atmósfera mística en torno a él. Aquellos chavistas “arrepentidos” que no dieron su voto por el Comandante en las elecciones de Octubre pasado, lloran inconsolablemente su culpa. Muchos antichavistas que en Octubre votaron en contra del Presidente Chávez, comienzan a reconocer sus grandes virtudes. En la televisión hemos visto a su hermano mayor, Adán, Gobernador del Estado Barinas, tierra natal de los Chávez, alternativamente sumido en llanto y cantando emocionado con un grupo de música llanera junto al féretro. Maduro, quien se encargó de la Presidencia de la República, ha hablado “en nombre de espíritu del Comandante Chávez”. En fin, en pocos días, Chávez ha pasado de ser un Presidente y líder controvertido, amado por la mitad de los venezolanos y odiado por la otra mitad, a ser un ícono nacional, un mito reverenciado. Su cuerpo, ya lo anunció el Gobierno, no recibirá cristiana sepultura, será embalsamado y expuesto en un museo en una urna de cristal, a fin de que el pueblo pueda verlo de por siempre. Pronto veremos estampitas con oraciones y con la foto de Chávez. La gente del pueblo rogará a Chávez para que interceda ante Dios a fin de resolver sus problemas y necesidades. Esta mitificación, claro está, produce sus dividendos políticos. Ante este clima la oposición ha sido cauta. No puede, en este momento de profunda emotividad, sacar a relucir todos los temas en se ha fundamentado su profunda discrepancia con el modo en que Chávez gobernó el país y, con el resultado, que siempre ha considerado nefasto, de sus catorce años de gestión. Henrique Capriles, candidato presidencial que enfrentó a Chávez en Octubre pasado y sacó el 45% de los votos contra el 55% que obtuvo Chávez (un porcentaje que supone un descenso de casi 10 puntos comparado con el obtenido en las elecciones presidenciales de 2006) y Gobernador del importante Estado Miranda, que comprende la mitad de Caracas, leyó, el mismo día del fallecimiento, en nombre de la Mesa de Unidad Democrática que agrupa fuerzas opositoras del más variado espectro político, un comunicado muy mesurado, en el cual expresa condolencias a los familiares y seguidores de Presidente Chávez y hace un llamado al entendimiento y unidad de los venezolanos. Luego, la oposición guardó silencio y en el país solo se oía y veía el proceso funerario que acabo de referir. El, 8 de marzo, Capriles, sin perder la mesura, pero en un tono firme, denunció que, a criterio de la oposición, la sentencia dictada ese día por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que, dejando a un lado a Diosdado Cabello, dice que corresponde a Nicolás Maduro encargarse de la Presidencia de la República y convocar a elecciones presidenciales, a las cuales puede él concurrir como candidato sin necesidad de separarse de cargo. En la noche del 8 de Marzo Maduro asumió la Presidencia ante la Asamblea Nacional, con ausencia de la bancada de la oposición, con la excepción de muy pocos diputados. El discurso de Maduro fue más

bien moderado, si se compara con el entorno agresivo que caracteriza la oratoria chavista. No se puede decir lo mismo de las intervenciones de Cabello. Hecha esta descripción de las circunstancias que estamos viviendo, termino con dos reflexiones Primera: ¿ Cual es el tema constitucional que se ha planteado entorno a la enfermedad y muerte de Chávez? ¿Cómo puede avizorarse la transición en el futuro inmediato? La Constitución Venezolana regula las hipótesis que se pueden presentar en casos de faltas del Presidente de la República y las modalidades de su sustitución. Los artículos 229, 233 y 234 de nuestra Constitución dicen: “Artículo 229. No podrá ser elegido Presidente o elegida Presidenta de la República quien esté de ejercicio del cargo de Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Ministro o Ministra, Gobernador o Gobernadora y Alcalde o Alcaldesa, en el día de su postulación o en cualquier momento entre esta fecha y la de la elección. Artículo 233. Serán faltas absolutas del Presidente o Presidenta de la República: su muerte, su renuncia, o su destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, su incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica designada por el Tribunal Supremo de Justicia y con aprobación de la Asamblea Nacional, el abandono del cargo, declarado como tal por la Asamblea Nacional, así como la revocación popular de su mandato. Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional. Si la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República se produce durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o la Vicepresidenta Ejecutiva. En los casos anteriores, el nuevo Presidente o Presidenta completará el período constitucional correspondiente. Si la falta absoluta se produce durante los últimos dos años del período constitucional, el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva asumirá la Presidencia de la República hasta completar dicho período. Artículo 234. Las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más.

Si una falta temporal se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional decidirá por mayoría de sus integrantes si debe considerarse que hay falta absoluta” Si se hubiese hecho una aplicación ortodoxa de la Constitución a las circunstancias de la enfermedad y posterior muerte de Presidente Chávez, lo lógico hubiese sido que con ocasión a su viaje a Cuba, el 8 de Diciembre de 2012, a fin de someterse a una intervención quirúrgica que lo mantendría fuera del país por un tiempo indefinido ( de hecho estuvo más de dos meses fuera), se hubiese declarado una falta temporal y el Vice.Presidente Ejecutivo de la República hubiese asumido temporalmente la Presidencia. Dentro esa perspectiva, el 10 de Enero de 21013 fecha constitucionalmente establecida para que el Presidente Electo Hugo Rafael Chávez Frías se juramentase como Presidente Constitucional de la República para el período 2013-2019, al encontrarse éste postrado por una enfermedad terminal que le impedía asumir el cargo, como efectivamente se evidenció con su posterior muerte, lo lógico hubiese sido que se hubiese seguido el procedimiento constitucional para declarar una falta absoluta y el Presidente de la Asamblea Nacional hubiese asumido provisionalmente la Presidencia de la República y convocado nuevas elecciones presidenciales. Una sentencia “complaciente” de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia alteró este “iter” constitucional. La Sala dijo, un día antes de día fijado para que el Presidente Electo se juramentase y asumiese sus funciones el gobierno elegido para el período constitucional 2013-2019, que no había falta temporal porque el Presidente no la había decretado y que , en virtud del principio de la continuidad administrativa el gobierno en funciones lo seguiría siendo, de manera que, tanto el Presidente, el Vice-Presidente Ejecutivo y el resto del gabinete gubernamental seguiría en sus funciones hasta que fuesen debidamente reemplazados. Muerto el Presidente Chávez mucha gente entendió que ahora era indudable que había una falta absoluta y que, en consecuencia, por aplicación del artículo 233 constitucional, correspondía al Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, asumir la Presidencia y convocar a elecciones presidenciales. Pero en sentencia de fecha 8 de marzo la Sala hizo nueva interpretación, esa que Capriles, en nombre de la oposición, consideró como constitutiva de un “fraude constitucional” y declaró que, estando en funciones el Vicepresidente Ejecutivo Maduro, le correspondía a él encargarse de la Presidencia y que, siendo Presidente Encargado, y no ya más Vicepresidente, no le era aplicable la prohibición constitucional que impide que el Vice Presidente sea candidato para Presidente. Esta interpretación no sólo es contraria a la Constitución Nacional, sino también a la Ley Orgánica de Procesos Electorales, la cual señala que los únicos funcionarios que pueden presentarse a una elección sin separarse de su cargo son aquellos que ejercen cargos de elección popular que aspiran a ser reelectos. Obviamente Nicolás Maduro no ha sido electo como Presidente de la República ni, en consecuencia, puede decirse que su candidatura a la Presidencia de la República constituya una aspiración a reelección en los términos de esta Ley. Es obvio que esta sentencia se aparta de la interpretación ortodoxa de la Constitución y de la Ley. Pero nuestra Sala Constitucional no suele ser muy ortodoxa cuando se trata de dictar sentencias que comportan un interés político. En todo este contexto, ¿que previsiones pueden razonablemente hacerse sobre el futuro político inmediato de Venezuela? En primer lugar es necesario afirmar que el fallecimiento del Presidente Chávez permitió constatar su gran popularidad y en el importante papel que jugó en la escena internacional. Este hecho y la atmósfera mítica creada en torno a su figura, hace previsible que, más allá de las ventajas que le otorga el

ejercicio provisional de la Presidencia, Nicolás Maduro, designado por Chávez como heredero político y quien habla en nombre “del espíritu del Comandante”, tiene grandes posibilidades de obtener la victoria en las próximas elecciones presidenciales, pues a los votos que obtuvo en Octubre pasado, añadirá la de muchos “chapistas arrepentidos”, que no votaron por el Comandante en Octubre pasado, pero que por el clima emocional que ha creado en el país, posiblemente voten ahora por Maduro. Y quien sabe, si muchos de los que, en Octubre votaron por Capriles, ahora se sientan inclinados a votar por el heredero del nuevo ícono nacional o en todo caso abstenerse, para no votar en su contra. Siendo tales las posibilidades de triunfo de Maduro, llama la atención el empeño oficialista, apoyado por la Sala Constitucional, de impedir que Diosdado Cabello asuma el papel provisional de Presidente de la República que, por pocas semanas, le correspondía en virtud de la Constitución. Esta situación evoca, por una parte a las contradicciones internas del chavismo y por otra, a la desconfianza que la figura de Diosdado puede despertar en los hermanos Castro, quienes ejercen una evidente influencia en la política venezolana. Es de observar que Diosdado Cabello, que más allá de su condición militar y de su radicalismo verbal, es conocido en el país como un hombre de negocios, nunca había viajado a Cuba hasta finales del año pasado, cuando fue a visitar a Chávez. Por otra parte, cabe preguntarse, en el panorama que acabamos de describir, ¿que papel le correspondería jugar a Capriles o a otro candidato que lance la oposición para las próximas elecciones presidenciales? Las expectativas electorales no son buenas para la oposición. Las elecciones han sido convocadas para el 14 de Abril, fecha aún muy próxima al fallecimiento de Chávez y en la cual es probable que el sentimiento generado por el mismo, prevalezca en la población, más allá de la constatación de los graves problemas que vive el país. Por otra parte, en un proceso lectoral muy apresurado, que contempla un plazo de de apenas diez días para la campaña electoral, el Gobierno, que comenzó su campaña el mismo día del fallecimiento de Chávez, ejerce un gran ventajismo. Tal perspectiva pudiese cambiar si el gobierno se viese obligado a tomar una serie de medidas económicas impopulares, que están previstas desde hace meses, pero que, salvo la de la devaluación de la moneda tomada en Enero pasado, han venido siendo retardas en atención a la coyuntura político-electoral que desde hace varios meses se anticipaba. De allí que, a partir de la sentencia del 8 de marzo, descalificada por el propio Capriles, hubo un sector de la oposición que ha asomado la conveniencia de que ésta se abstenga de postular un candidato a las próximas elecciones. No se trataría de estar ausente de un proceso electoral, abandonando espacios al oficialismo, como se hizo en anterior oportunidad cuando la oposición no participó en elecciones parlamentarias y todas las curules fueron ocupadas por el oficialismo, sino la de participar activamente promoviendo la abstención, fundamentando esta posición en el “fraude constitucional” llevado a cabo por la Sala Constitucional. En esta opción la oposición no hubiese tenido nada que perder y lograría, con seguridad, un alto porcentaje de abstención que contribuiría a deslegitimar el triunfo de Maduro. No obstante, otro sector de la oposición consideró que debe irse a las elecciones presidenciales para ofrecer al electorado una alternativa distinta al chavismo. En ese sentido los partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática acordaron ofrecer a Henrique Capriles la candidatura presidencial. Este se tomó su tiempo para evaluar la situación y decidió, aun advirtiendo las graves irregularidades del proceso, aceptar la postulación. En esta elección Capriles, más que con Madura, tendrá que medirse contra el fantasma de Chávez.

Por último, determinar que cambios podrán producirse en esta transición hacia un chavismo sin Chávez es un tema de largo alcance, en relación al cual no es fácil hacer previsiones inmediatas. Pero hay dos cosas que desde ya se pueden constatar de manera objetiva. En primer lugar, Maduro no podrá, desde el gobierno, ejercer un autoritarismo personalista como el que caracterizó al Gobierno de Chávez. Más allá de las diferencias de estilo entre ambas personalidades, en relación a las cuales Maduro hace un evidente esfuerzo por tratar de reducirlas, a fin de parecerse lo más posible a su mentor, Maduro carece del poder y de la formidable capacidad de liderazgo que tenía Chávez. Maduro tendrá que moverse en un gobierno con una presencia predominante del estamento militar, al cual él, un civil de extracción sindical, no pertenece. Al contrario de Chávez, que imponía sin discusión sus directrices al chavismo, Maduro tendrá que buscar un equilibrio entre las diferentes tendencias que lo conforman., Muy especialmente, tendrá que privilegiar acuerdos con Diosdado Cabello, que en está oportunidad humildemente le cedió el paso, renunciando incluso a su facultad constitucional de ejercer provisoriamente la Presidencia de la República, pero que con toda seguridad no renunciará a ejercer sus influencias en el parlamento, en el Partido, en las Fuerzas Armadas y en la neoburgesía chavista. Tendrá que conciliar su vinculación privilegiada con los Castro con el rechazo que entre algunos sectores chavistas genera la influencia cubana en Venezuela. Sobre todo, tendrá que enfrentar las graves dificultades que confronta el país, para lo cual el “espíritu del Comandante” le ayudará en los primeros meses, pero no le servirá de mucho cuando esas duras realidades se impongan ante la emotividad generada por la muerte de Chávez. En segundo lugar, es evidente que Maduro asume el poder en un momento en que el país vive grandes dificultades. El Gobierno acaba de aprobar una devaluación monetaria de casi el cincuenta por ciento del cambio oficial del bolívar. En el ilegal pero muy concurrido mercado paralelo la devaluación fue del más del cien por ciento. Desde el año en que Chávez asumió el poder (1999) hasta fecha el precio oficial del bolívar se devaluó en diez veces. Esta devaluación supone una reducción drástica del poder adquisitivo de la población, especialmente de la población asalariada, que sufre del embate de la inflación más alta de América Latina y una de las mas altas del mundo, al punto que en 2012 supero el 20% y en Febrero y Marzo de 2013 ha sobrepasado el 5%., para una inflación acumulada de más del 600% desde que Chávez llegó al poder. La deuda externa ha crecido de 29.067 millones de dólares en 1.999 hasta 105.799 millones de dólares en 2012, mientras que las importaciones crecieron de cerca 15.000 millones de dólares en 1999 a cerca de 60.000. millones de dólares en 2012. Las exportaciones no petroleras pasaron de ser el 31,2% del total de exportaciones en 1998 al 5,2 en 2012. Según informaciones del Banco Mundial el crecimiento económico de Venezuela en el período 1998-2010 arroja una tasa negativa del -1,5%, mientras que el área del Caribe durante ese mismo período creció en 6,2%. La política oficial del chavismo se ha concentrado en el crecimiento del sector público. El sector privado se encuentra grandemente limitado y ha disminuido notablemente tanto su aporte al empleo como a la producción de bienes. Esto ha generado serios problemas de desabastecimiento, que se estima crecerán en los próximos meses. Si bien las estadísticas señalan cifras relativamente altas de empleo, las mismas se concentran en el sector público, lo cual compensa la reducción del empleo en el sector privado. Pero esta situación de crecimiento de los empleados gubernamentales incide notablemente en el aumento del gasto público y consecuencialmente, en el crecimiento del déficit fiscal. En los últimos años el país ha venido experimentado dificultades no vistas con anterioridad en el suministro de agua y de energía eléctrica. La industria petrolera ha obtenido en los

últimos 14 años inmensos ingresos debido al considerable aumento del precio de la cesta de petróleo venezolana, que para 1999 costaba alredor de ocho dólares el barril y que llego a costar hasta 153 dólares, estando en la actulalidad por encima de los cien dólares. Pero la petrolera estatal Pedevesa ha servido de caja chica al Gobierno para el financiamiento de actividades políticas, programas sociales y ayudas al exterior. Eso ha generado una desinversión en la industria petrolera que vive graves problemas financieros y de producción, que afectan igualmente a las industrias gubernamentales del acero y del aluminio. La producción petrolera venezolana está por debajo de la cuota asignada al país por la OPEP y el gobierno venezolana se ha visto obligado en el último año a importar combustible para el suministro interno, lo cual es especialmente grave, porque el precio de éste al interior de Venezuela es irrisorio: con un dólar de los Estados Unidos se pueden comprar más de doscientos litros de gasolina. A estos problemas se agregan el de la inseguridad personal, que en las encuestas se refleja como la principal queja de los venezolanos, el de la deficiencia en materia de infraestructura, el de la escandalosa corrupción y el del ineficiente manejo de programas gubernamentales y, en general del gasto público. El Gobierno que se estrena tendrá que enfrentar todas estas dificultades sin que se pueda contar con el particular liderazgo y empatía con las masas populares que ayudaban al Presidente Chávez a mantener su popularidad no obstante el cúmulo de problemas que confrontaba el país. Las dificultades financieras que vive el Gobierno, que le han obligado incluso a vender petróleo a futuro, podría comprometer el apoyo financiero dado a los programas de ayuda social a la población nacional y de ayuda exterior a pueblos amigos, que fueron el principal soporte de la popularidad de Chávez, tanto al interior como al exterior de Venezuela. En estas circunstancias, no es imposible que Maduro busque acuerdos básicos con la oposición política y, más que con ella, con la otra casi mitad del país, hasta ahora excluida por el chavismo. Así, no es descartable que la “burguesía antipatriota”, “la derecha fascista vendida al imperio”, en fin los “escualidos” antichavistas, dejen de ser parias y ocupen el lugar de interlocutores, odiados, tal vez, pero necesarios para asegurar la gobernabilidad. En esta perspectiva es posible que Maduro asuma algunos cambios en la política económica del Gobierno para tratar de reactivar la producción del sector privado y el empleo y abastecimiento que éste puede generar. Es posible que reduzca los gastos de asistencia económica al extranjero y que se plantee la posibilidad de normalizar sus relaciones con los Estados Unidos que siguen siendo, no obstante la diatriba política, el principal socio comercial de Venezuela. Todas estas son alternativas que podría ir tomando el gobierno de Maduro, muy lentamente y presionado por los influyentes sectores de la neoburgesía chavista. Pero hay otra perspectiva, la de que, frente a las dificultades económicas, el Gobierno, presionado por los sectores más radicales del chavismo, opte por a “profundización de la revolución”, tanto en los aspectos económicos como políticos. Un gobierno más intervencionista en la economía y con mayores restricciones en cuanto a las libertades políticas es lo que desean los sectores más radicales del chavismo. La opción entre una y otra alternativa no corresponderá a la sola voluntad o intención del nuevo Presidente. Será determinada por el resultado de la confrontación entre las diversas corrientes del chavismo, por las reacciones que la economía vaya tomando frente a las políticas oficiales y, de manera muy relevante, por los precios del petróleo y por el estado en que se vaya encontrando la golpeada industria petrolera. Es más difícil aún hacer previsiones sobre la situación política de Venezuela para 2018, cuando corresponda elegir un nuevo Presidente. Pero una cosa es cierta: la oposición tendrá más opción de derrotar a cualquier un candidato que no sea Chávez.

Barquisimeto, 10 de marzo de 213.