La geoestrategia de una posible independencia catalana 5 OCTUBRE, 2015

Adelina Quintero Sánchez

El impacto multidimensional en España y en la Unión Europea

Al ser la región de Cataluña la segunda más rica de toda España después de Madrid, es evidente que su posible separación del país tendría un efecto sustancial, no solo en la economía nacional, sino en la estructura política, en la delimitación territorial, en la diversidad étnica, en el acervo lingüísticocultural y, por supuesto, en las relaciones exteriores. Al ser parte España de la Unión Europea, el bloque de integración regional a nivel mundial más importante, su reestructuración política y fronteriza convulsionaría su estancia dentro de ese bloque. En pocas palabras, implicaría una

reorganización geopolítica y de correlación de fuerzas tanto al interior como al exterior de España y de la Unión Europea. El movimiento separatista catalán potencializa su complejidad al enmarcarse en una coyuntura histórica particularmente difícil tanto para España como para la Unión Europea. Prueba de ello son la persistente crisis económica, las fricciones internas entre sus miembros, el estancamiento que dejó la negativa a ratificar la Constitución Europea en el proceso de integración regional y las transformaciones en el escenario internacional. En este sentido, es imprescindible recordar que los movimientos separatistas son un fenómeno que siempre ha estado presente en el mundo como parte del proceso de autodeterminación de los pueblos y han sido consecuencia de muy diversas causas. Dichos movimientos responden a distintas razones, que van desde diferencias étnico-religiosas, lingüísticas y tribales, por una parte, hasta los malos repartos de poder político, las inequidades en la distribución de la riqueza y las luchas internas motivadas por intereses económicos, geopolíticos o geoestratégicos entre élites o hasta empresas transnacionales, por la otra. Hoy en casi todas las regiones del planeta existen diferentes Estados que están experimentando movimientos secesionistas, entre los cuales destaca África como el continente con mayor número de este tipo de conflictos. Simplemente el último país que ha alcanzado su independencia y ha sido aceptado en la ONU fue Sudán del Sur, que se separó formalmente de la República de Sudán el 9 de julio de 2011. Además, fuertes movimientos separatistas siguen vigentes en Angola, Burundi, Kenia, Liberia, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Togo y Uganda. El continente europeo no es ajeno a este fenómeno y actualmente está transitando por múltiples demandas secesionistas. De entre estas algunas tienen raíces históricas, como la de la Isla de Córcega en Francia, la de Escocía en Gran Bretaña o las del País Vasco, de Cataluña y de Andalucía, junto con las Islas Canarias, en España. Otras son más recientes, como el caso de Tirol del Sur en los Alpes italianos o la separación de Crimea de Ucrania. No obstante, la crisis económica de la que no se ha podido recuperar Europa, así como sus efectos directos en los habitantes y la inconformidad de los mismos con las diversas medidas implementadas para aminorarla, son factores que han contribuido a la exacerbación de los ánimos regionalistas y a la búsqueda de soluciones alternas, donde figura la opción de constituirse como territorios independientes.

¿Adiós Cataluña? Por estos motivos, el caso de Cataluña no es un evento sui generis, sino otro proceso que se inserta en esta vorágine de reconfiguraciones territoriales, pero que obedece a motivaciones específicas y a un devenir histórico particular. Cataluña es una región autónoma considerada por España como una nacionalidad histórica, es decir, con una identidad cultural y lingüística diferente del resto del país. Situada al noreste de la Península Ibérica, cuenta con un territorio de 32000 km2. Esta comunidad autónoma engloba a más de siete millones de habitantes y, al incluir a Barcelona dentro de sus

provincias y como su capital, genera alrededor del 19% del PIB español, lo que la convierte en la comunidad autónoma de mayor peso económico. Estas características le proveen, además de una ubicación geoestratégica dentro del mapa europeo, una autosuficiencia económica, un territorio delimitado, una población estable y un gobierno que podría ejercer de forma sostenida en el tiempo las funciones públicas básicas de modo soberano e independiente. Estos elementos cubren los requisitos del derecho internacional para poder acceder a un estatus de independencia. Sin embargo, a salvedad de los procesos de descolonización, las pautas para obtener la independencia deben ser las marcadas por el Estado al que se pertenezca.

EUNEWA

La Unión Europea ha enfatizado su postura neutra hacia las aspiraciones separatistas catalanas al declarar −a través de la Comisión Europea− que respeta la identidad nacional de los Estados miembros así como sus estructuras fundamentales políticas y constitucionales, por lo que las acciones que tomen para garantizar su integridad territorial son privativas de ellos. Sin embargo, tanto España como los países líderes de la Unión Europea –particularmente Alemania y Francia− han declarado que la integridad territorial es imprescindible para que España sea un país fuerte,

unido y efectivo, apuntalando a su vez que su posible fragmentación no solo traerá consecuencias peligrosas para Cataluña, sino también para España y para Europa. No obstante, el gobierno regional catalán y los principales partidos políticos representados en el parlamento local han propugnado por la independencia de su territorio. Ya sea mediante la realización de un referéndum o la declaración unilateral de independencia, esta perspectiva hace latente la posibilidad de que Cataluña deje de formar parte de España.

Posibles consecuencias Más allá de si es jurídica y fácticamente posible la independencia de Cataluña o si esta vaya a darse en el corto o en el mediano plazo, es menester analizar cuáles podrían ser las consecuencias nacionales e internacionales de su separación de España y de la Unión Europea. En principio, para España, implicaría una fragmentación y una reducción de su territorio, así como la pérdida de la infraestructura ahí existente, principalmente puertos y aeropuertos. Esta situación conllevaría una reconfiguración fronteriza y una renegociación de acuerdos de delimitación −en materia portuaria y de navegación− al igual que una disminución de conectividad con Europa y otros continentes. En segundo término, Cataluña constituye uno de los principales motores económicos de España, cimentado en sus exportaciones, pues representa el 24.9% de todas sus ventas al exterior. Además, su producción es muy relevante para el PIB nacional, representa el 23.7% de los ingresos turísticos de España y su capital humano está constituido por el 16% de la población del país. Como estos números lo indican, su escisión sería un golpe brutal para la frágil economía española. Además, relaciones culturales, ideológicas y comerciales entre Cataluña y el resto de España se encarecerían: el intercambio comercial entre ambos se reduciría entre un 25% y un 70%, de acuerdo a la experiencia histórica de secesión, dado el “efecto frontera” y asumiendo que la separación se diera en buenos términos. En cuanto a la sociedad se refiere, esto ocasionaría una fractura social irreparable. Tomando en cuenta que, aparte de darse importantes movimientos migratorios entre los españoles que deseen quedarse en España y los que quieran pertenecer al nuevo país catalán, es evidente que habría una ola de reubicación en cuanto a muchas empresas nacionales y extranjeras. Además, hay que considerar el riesgo inminente de que gran parte del capital extranjero que ahora se encuentra en Cataluña no permaneciera en España, sino que buscara una nueva residencia. De hecho, este fenómeno ya ha estado ocurriendo desde tiempo atrás pues, ante el escenario de una posible escisión catalana, mucha inversión extranjera directa se ha estado desplazando de España hacia otros países de Asia o de Europa del Este.

GTRES

En términos de política exterior y de proyección internacional, Cataluña es la comunidad que más contribuye a la presencia global de España gracias a sus manufacturas, a sus bienes primarios y al sector turístico. A esto se debe agregar su cultura inédita y su idioma, por lo que al independizarse restaría esa riqueza a España y por ende a la Unión Europea. Aparentemente, la permanencia de España en la Unión Europea no sería afectada y por tanto la unión no sufriría repercusiones de manera directa. Sin embargo, es evidente que España transitaría por un período de transformación −quizá crisis−, lo que impactaría a los demás miembros que tienen estrechas relaciones económicas, políticas y culturales con este país. De igual forma, España perdería protagonismo y peso en Europa, arriesgando su lugar como quinta economía de la Unión Europea y podría constituirse en un lastre para el bloque.

Finalmente es insoslayable subrayar que la desmembración de un Estado próspero y en paz en el seno de la Unión Europea no tiene precedente alguno, por lo que la separación de Cataluña implicaría un antecedente jurídico y político que bien podría usarse como referencia para otros procesos similares, tanto en España como en el resto del mundo. Así, en un escenario poco optimista, podría detonar un efecto domino a través de otros grupos separatistas que deseen seguir los mismos pasos a nivel nacional, regional y global. En conclusión la separación de Cataluña de España tendría una importancia geopolítica determinante en la configuración del Estado español y en su desarrollo como nación, al tiempo que afectaría directamente su estancia en la Unión Europea y su aporte a la misma, vulnerando la integridad y desarrollo de esta última.

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