LA FORTALEZA DE LOS SIGLOS

LA FORTALEZA DE LOS SIGLOS 1ª Edición, (Montevideo) Uruguay © 2016, Nueva Visión Editorial www.nuevavisioneditorial.com E-mail: contacto@nuevavisione...
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LA FORTALEZA DE LOS SIGLOS 1ª Edición, (Montevideo) Uruguay © 2016, Nueva Visión Editorial www.nuevavisioneditorial.com E-mail: [email protected] © 2016, Adrian Aranda E-mail: [email protected] ISBN: 978-9974-8542-2-2 Corrección: Lucía Inés Curbelo Diseño interior y de cubierta: Roberto Domínguez Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o utilizada en cualquier forma o medio, electrónico o mecanizado, incluyendo fotocopias o grabaciones o por cualquier medio de almacenaje de información y sistema de recuperación, sin el previo permiso por escrito del autor.

Adrian Aranda

la fortaleza de los siglos

PRÓLOGO Allá por el año 2012 escribí este libro. No lo publiqué durante este tiempo transcurrido porque entendí que tanto el libro como yo necesitábamos cierta madurez para salir a luz. Ese año en que fue escrita esta obra, me enfermé de trastornos de ansiedad (ataques de pánico) y depresión clínica. Sufrí la estigmatización de la gente de la Iglesia de la cual formaba parte; sufrí el desprecio de mucha gente querida que a poco a poco me dieron la espalda; perdí mi trabajo; abandoné los estudios y las personas y cosas más valiosas para mí en aquel entonces simplemente se esfumaron. En medio de aquella “tormenta” hubo algo que nunca se ausentó, como una luz en un faro a lo lejos, que por momentos yo entendía que pretendía darme un norte hacia dónde ir. En aquel tiempo hubo noches muy oscuras en las cuales pasó por mi mente acabar con mi vida, y días muy largos en los que solo deseaba que llegara la noche para dormir. La soledad y la angustia se hicieron compañeros del día a día. El placer de vivir desapareció y no le encontraba sentido a nada. En medio de la tormenta (aunque por momentos la ignoraba) aquella luz en el faro seguía iluminando como dándome un señal de que debía continuar y que allí encontraría tierra firme. Me gustaría decir que encontré tierra firme y que todo mejoró rápido, pero mentiría...aun sigo en pos de esa luz, porque la verdadera enseñanza de esa luz era que yo aprendiera a navegar haya o no haya tormenta, su verdadero significado no era que podía llegar a la certeza absoluta de la tierra firme, sino que debía continuar navegando y tener confianza y seguridad, aún 5

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en medio de la tormenta. Fue quizá el año más difícil de mi corta vida. Cada día sufría entre dos o tres episodios de crisis de pánico, lo que me llevaba a pasar largas horas en las emergencias de los Hospitales. Eso me provocó temor al temor, dejé de salir a la calle y pasé meses encerrado. No todo fue malo por supuesto, Dios nunca nos abandona, lo difícil es darse cuenta en el momento. Hoy en perspectiva puedo ver que Dios envió ángeles de carne y hueso para fortalecerme en aquel entonces. Aún en medio de una calamidad de errores y confusión por la que también atravesé, esas personas se mantuvieron cerca mío. Hoy entiendo que sin ellos hubiera sucumbido en la desesperanza. Cada vez que sufría una crisis ellos estaban allí, sea para acompañarme al hospital, para abrazarme, para darme una palabra o simplemente para “estar allí”. Son personas especiales por las cuales guardo en mi corazón un eterno agradecimiento. Durante ese tiempo aprendí que la religión organizada es el mayor enemigo de la fe; que la ética y la moral son asuntos de la filosofía y de la religión dogmática pero no del cristianismo. Comprendí que “la buena conducta” vale poco para Dios frente a otras cosas más importantes, pues como dijera una vez Soren Kierkegaard para Él “la suprema realidad no es la ética”, sino el amor.

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aquel oscuro 2012, sobre 12 enseñanzas que Dios me dejó de aquel tiempo las cuales me ayudaron a mantenerme de pie, enfrentándome a las olas y a la bravura del mar sin desfallecer, sin entregarme a la deriva. Claro que por momentos naufragué (mentiría si diría que no), pero en esos momentos aquella luz brillaba más fuerte y me recordaba que debía seguir navegando. Dios fue paciente, bondadoso, misericordioso, Él no se comportó como me habían enseñado, es más, me di cuenta que Dios no es para nada religioso. Entiéndase que este libro fue escrito por un hombre que se encontraba en proceso, muchas de las ideas explayadas en el mismo son discutibles, debatibles, incluso para mi mismo mirándolo hoy en perspectiva, pero lo que hace valioso esta obra es su sustancia, lo que puede quedar de valioso para la vida del lector que se anime a adentrarse en estas páginas no son enseñanzas teológicas ni filosóficas, sino experiencias de vida que alumbran el presente y el porvenir de un navegante. Es un libro que debe leerse como nos enseñó San Pablo hace casi dos mil años: “Examinándolo todo, reteniendo lo bueno, desechando lo malo”.

Adrian Aranda, diciembre de 2016

En medio de aquella “tragedia” existencial, conocí más profundamente a Dios. Comprendí que Dios no era Juez sino Papá, que no era mi jefe, sino un tierno mentor que quería enseñarme cómo navegar y atravesar aquella tormenta, pues aunque yo por momentos pensara que era el fin de todo, Él sabía que era apenas el comienzo. Este libro contiene 12 capítulos, quizá un simbolismo de 6

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A aquellos que atraviesan, cada día, por las adversidades de la vida, confiando y siendo sostenidos por el Invisible.

ÍNDICE Introducción……………………….....................(13) El llamado a la Dependencia completa…........(15) La Escuela de los Adoradores………...............(23) Su mirada…………………….............................(31) La única visita………………..............................(39) Dios siempre trabaja detrás de escena….........(49) Las marcas de Jesús…………............................(55) Padre de huérfanos……………….....................(63) Dolores de parto……………………..................(71) Mayor es Él…………….......................................(77) Los hambrientos son saciados …………..........(83) La Fortaleza de los Siglos……...........................(89) Ejemplos de fe en la adversidad……................(99)

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INTRODUCCIÓN Hace casi 2000 años el Apóstol Juan, (el amado del Señor), fue desterrado y abandonado en una isla llamada Patmos por predicar el evangelio. Habían querido matarlo y lo echaron a un olla de aceite hirviendo, (según el testimonio de Tertuliano), pero el aceite no le hizo ningún daño. Él nadó y alabó al Señor tranquilamente dentro del líquido hirviente. Espantados ante este fenómeno los romanos decidieron llevarlo a una isla y dejarlo ahí para que, de alguna manera, se muriera de hambre o sufriera otro peligro letal o, simplemente, pasara el resto de su vida allí sin poder predicar más acerca de “ese Jesús”. En esos dos años que se calcula el destierro de Juan tuvo el encuentro más glorioso que se relata en toda la Biblia con el Señor Jesucristo Resucitado y recibió la Revelación del libro del Apocalipsis. Así como sucedió con Juan este libro nace en una etapa de mi vida en que las adversidades de la vida me “desterraron” a un lugar donde pude encontrarme con Él como nunca antes. Está especialmente dedicado a aquellos a quienes las pruebas de la vida los han golpeado y se hacen preguntas que aún no tienen respuestas o necesitan fuerzas para seguir adelante. No es un libro teológico ni de estudio, sólo es el sentir de un corazón quebrantado que ha encontrado fortaleza en el Señor y quiere ser derramado para vigorizar a otro corazón quebrado.

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CAPÍTULO 1 > Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará.

Salmos 37:5

No sé cuándo ni cómo, pero a todos nos llega. Depende del

proceso del Espíritu Santo en cada uno, pero a todos nos llega. Es como pasar de la primaria a la secundaria. En los primeros grados avanzamos, año a año, a un nuevo nivel más difícil, no obstante… seguíamos estando en primaria, era el mismo lugar, los maestros vestidos de túnica blanca, el mismo horario de recreo, todo lo igual, sólo que un poco más avanzado de conocimientos. Pero ese primer día de secundaria nada era semejante. Ya no estaban esos amables maestros de túnicas blancas, los recreos ya no eran tan largos y placenteros, ya no podíamos andar corriendo por los pasillos jugando a las atrapadas, ahora había que estudiar, había que prepararse, parecía que era hora de tomarse las cosas más en serio.

Para mí fue un proceso difícil, a los 13 años, cuando comencé la secundaria, seguía jugando a los muñecos (a escondidas, para que nadie me viera). Nos encerrábamos con un amigo y hacíamos muñecos de plastilina e interpretábamos famosas sagas de Superhéroes. Luego iba a clase y me hacía el galán maduro con mis compañeros y frente a las chicas, mas por dentro todavía era un niño. Me llevó una fase entender que ya nada era como antes, que había que asumir responsabilidades, que 15

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tenía que cuidarme de los de tercer grado porque eran grandotes y golpeadores y muchas otros aspectos que fui logrando poco a poco y, gracias a Dios, ese año lo terminé con buenas notas.

La verdadera fe Esto es “vivir por fe”. Muchos hablan de la fe como algo que sirve para alcanzar cosas que anhelamos, pero yo creo más bien que la fe es para creer cuando no vemos nada, como dice en la Carta a los Hebreos: “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La fe es algo más profundo que una herramienta para obtener bienes o sentimientos, la fe es lo que nos mantiene creyendo que Dios es Dios y que Él está en control de todas las cosas en medio de cualquier situación. Éste es un llamado que Dios hará a tu vida tarde o temprano. No sucede al otro día de convertirte y tal vez no ocurra en los primeros años, pero llegará el momento en que Dios te dirá: “Quiero que cortes toda confianza en la carne, en personas o en alguna posición y te entregues todo y completamente en mis brazos”. Es un llamado a la dependencia completa, a la madurez espiritual y debo confesar que duele, sí, duele mucho, lo importante es no desesperar o pensar que algo malo está pasando, sino confiar y saber Dios siempre ha trabajado así en sus hijos para hacerlos crecer y prepararlos para cosas mayores.

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Nuestro llamado Éste fue el llamado de Abraham, el Padre de la fe y también es el nuestro: Dios le había dicho a Abraham: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. (Génesis 12:1-2). El llamado de Abraham a la dependencia completa en Dios. El Señor le dijo que debía irse de su tierra a una otra que Él iba a mostrarle. No le dijo a qué tierra, no le dio un mapa, no le dijo cuánto iba a durar el viaje y no le dio ningún tipo de garantía acerca de lo que podría encontrarse en el camino. Abraham sólo debía obedecer y comenzar a caminar confiando en que, día a día, Dios le iría mostrando por dónde ir. Si leemos objetivamente este capítulo no parece nada del otro mundo lo que Abraham tuvo que hacer, pero si lo pensamos para un ser humano es algo muy fuerte asumir y obedecer. Abraham tuvo que dejar su tierra, que era el lugar donde él se sentía seguro, ya que en aquel tiempo era muy habitual que los pueblos entraran en guerra por las posesiones, (tierras, oro, viviendas y otros valores). También tuvo que dejar a su familia, a sus amigos y a sus afectos, quienes, sin dudas, eran su contención emocional, como para cualquier persona normal. Todo esto para enfrentarse a un desafío de marchar hacia un lugar desconocido. No puedo evitar imaginarme a Abraham dándole la noticia a su familia y amigos y estos preguntándole: –“Pero, Abraham, ¿adónde es que te vas?” - “No lo sé, (seguramente contestaba él), Dios sólo me dijo que marchara y Él me guiaría día a día. Yo simplemente 17

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debo confiar en Él y avanzar por donde Él me diga.” Hermano, éste es el llamado a la dependencia completa, es un estilo de vida diferente, es un estilo de vida a vivir por la fe, confiando día a día en la provisión, el poder y la dirección de Dios; este llamado es el llamado del creyente.

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por él. Hemos vivido con el hábito de hacer preguntas y obtener sus correspondientes respuestas, ahora, nadie puede responder a nuestras preguntas, las respuestas no provienen de afuera…” (La Casa Espiritual de Dios, 2003, Madrid).

La palabra dice que Abraham es “el padre de la fe” y que nosotros somos partícipes de las promesas de Dios a Abraham.

Confiándole nuestro futuro al Señor

Nosotros los creyentes formamos parte de la promesa que Dios le hizo a Abraham. Cuando Dios le dijo que su descendencia sería como las estrellas del cielo, ahí estábamos incluidos nosotros como la descendencia celestial y espiritual de Abraham. Por lo tanto tenemos el mismo llamado que él tuvo, a depender de Dios en todo.

A medida que ha pasado el tiempo y me he visto enfrentando dificultades y tribulaciones he aprendido que realmente no nos damos cuenta cuán aferrado estamos a algo o alguien hasta que ese algo o alguien nos es quitado de nuestra vida.

T. Austin Sparks, que fue un gran maestro de La Palabra, y mentor del conocido (sobre todo por sus obras póstumas) predicador y escritor chino Watchman Nee, por cierto, escribió un libro llamado “La Casa Espiritual de Dios”. En el mismo dice lo siguiente con respecto a la dependencia de Dios: “…significa esto, que Dios nos pondrá y meterá en las situaciones más complicadas. Una situación sólo es difícil cuando no puedes con ella. Si ves que el asunto te supera con creces, supera tu medida de fuerza, de sabiduría, de conocimiento…entonces estás en un apuro: y es eso es exactamente lo que el Señor hace con los que quieren hacer negocios con Él. Los introduce en situaciones difíciles, y su único fin es que sus sentidos espirituales sean ejercitados para que puedan adquirir experiencia, para que puedan tener el meollo de la cuestión dentro sí mismos. Cuando nuestra bonita y cómoda trayectoria se ve truncada del todo y nos vemos metidos en un terreno que no podemos transitar, un sitio donde no basta tener piernas para andar 18

Muchos de nosotros nos creemos espirituales y fieles a Dios, pero cuando Dios nos sacude y saca algo de nuestra vida significativo e importante el desánimo y la tristeza, o la queja y murmuración nos invaden. Depender de Él significa no estar aferrado a nada ni a nadie y ser muy conscientes de que nuestra vida está en las manos de Dios. Y esto sucede porque aunque la mayoría le hemos entregado nuestro pasado al Señor y Él ha obrado, ha sanado nuestras heridas, nos ha restaurado y hecho nuevas criatura: no todos le hemos entregado nuestro futuro. Entregarle nuestro futuro es más difícil que entregarle nuestro pasado, porque nuestro pasado ya lo conocemos, pero nuestro futuro no. En Apocalipsis 19:11 dice que Jesús “es fiel y verdadero”, también en Jeremías 29:11 dice que el Señor “tiene pensamientos de paz para nosotros y no de mal, para darnos el fin que esperamos”. Entonces yo me pregunto, si Dios es fiel, y tiene pensamientos de paz para nuestro futuro, y además es 19

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el único que lo conoce, ¿Cómo no confiar en que Él tiene el control y dejar todo en Sus manos? Aprendamos a CONFIAR en Él y tener paz a pesar de nuestras circunstancias.

La decisión hacia la dependencia

Hay un momento en que el creyente debe tomar esta decisión, tal vez no sea en los primeros años de convertido, pero llegará una época, (que varía según el progreso espiritual de cada quien), en que Dios va a demandar al creyente despojarse de toda confianza en uno mismo, de su inteligencia, de su capacidad para hacer ciertas tareas y nos demandará cortar toda ligadura emocional con cualquier persona o cosa. Esto fue lo que tuvo que hacer Abraham, tuvo que despojarse de sus emociones, no mirar su débil estado ya que era un anciano y sólo marchar confiando en que Aquel que lo había llamado lo proveería, lo protegería y lo guiaría a donde le había prometido. ¿Te has preguntado por qué Dios llamó a Abraham cuando éste era anciano? Es que Dios necesitaba llamarlo en debilidad. La debilidad atrae la dependencia de Dios y la dependencia atrae Su poder. Por eso nunca debemos rendirnos cuando estemos débiles. “Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas”. Isaías 40:29 Y así fue como Abraham se convirtió en “el amigo de Dios”, porque le creyó a pesar de que no entendía lo que Dios le estaba pidiendo. Y el Señor fue fiel y cumplió Su promesa. 20

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Ojalá tú y yo podamos convertirnos “en amigos de Dios” y le creamos cuando Él nos hable al corazón, a pesar de que no lo entendamos todo, podamos decir “Aquí voy, Señor, no me voy a mirar a mí mismo, no voy a mirar a los demás, tú hablaste y tú cumplirás, dependo de ti”. Me ha tocado recurrir a esta oración en repetidas ocasiones, recuerdo una muy en especial. Hacía meses que me sentía mal de salud y me indicaron hacerme unos análisis de sangre. En aquel tiempo yo había comenzado a padecer trastornos de pánico, por lo que todo lo que me sucedía se potenciaba por cien. Hechos que antes no me afectaban, como una ofensa, una discusión o cualquier situación que pudiera producir un poco de tensión, ahora me estresaba al máximo, me ponía muy nervioso y me angustiaba mucho. Había adquirido una hipersensibilidad emocional a todo lo que me rodeaba. Cuando me dieron los resultados de los análisis, a pesar de que casi todo salió bien, había algunas alteraciones y unos resultados irregulares. Debido a la crisis que estaba sufriendo mis pensamientos se empezaron a alborotar de manera que no los pude controlar, comencé a pensar que tenía algo grave y entré en unos días de tremenda lucha emocional y espiritual. Unos días después yo vería al médico, y él, de acuerdo a los análisis me iba a decir qué era lo que tenía. Un día antes de ir al hospital me sentía muy atribulado, pensaba lo peor, de pronto caí postrado de rodillas sobre mi cama, sin saber cómo orar, sin saber qué orar, no había fe en mí, sólo temor, angustia, desesperanza, no pude decir nada con mi boca, solamente había un gemido en mi corazón, un clamor interno que no sabía cómo expresar. Muchos creyentes preguntan y estudian acerca de cómo orar, y yo también lo he hecho, pero en un momento como esos se te olvida todo la teología que has estudiado. 21

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No sabía qué decir, pero Dios me estaba escuchando, aunque no dije nada con mi boca ni en mi mente, Él estaba escuchando el gemido de mi corazón. Quedé en silencio unos instantes y sentí su dulce voz: “A los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien”. De pronto recibí paz, había todavía inseguridades en mí y estaba confundido en mi mente, pero en mi espíritu había algo que había cambiado, sabía que Dios me había hablado y decidí creerle. Al otro día el médico me dijo que no tenía nada, me recetó una pequeña pastilla para el estómago y me dijo que hiciera deporte y disfrutara de mi salud. Parece gracioso pero Dios es así, a menudo parece que nuestro mundo se derrumba y aparece el Señor con Sus ojos fulminantes y Su calma mirada y nos dice: “Tranquilo, todo está bien, yo tengo el control de tu vida. Échate en mis brazos y yo te llevaré a la tierra prometida”. Si hay algo que Abraham sabía desde el momento que decidió obedecer a Dios era que él no necesitaba un mapa ni saber cómo llegar a la tierra prometida, o que tenía que hacer para llegar ahí. Él sólo necesitaba escuchar Su voz y dejarse guiar, porque no era su fuerza, ni su inteligencia, ni su capacidad, era la fidelidad de Dios la que lo llevaría a donde Él había prometido.

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CAPÍTULO 2 >

Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre.

Hechos 15:16-17

Creo que el mayor referente que tenemos como adorador en las escrituras, sin duda alguna, es el rey David. Él escribió la mayoría de los Salmos y a través de su vida demostró tal amor y pasión por Dios que el mismo Señor lo categorizó como “un hombre conforme a su corazón”. Pero, ¿cómo es que David, de ser un joven cuidador de ovejas, llegó a transformarse en un hombre conforme al corazón de Dios? Él tuvo que pasar por una “escuela”. Tuvo que atravesar un período de tiempo aprendiendo ciertas cosas que necesitaba saber para convertirse en alguien conforme al corazón de Dios. Esa escuela es la que muchos de nosotros nos ha tocado y nos toca atravesar (muchas veces sin entender el porqué) y se llama “desierto.”

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La verdadera adoración Tal vez Dios no se conforma con haber tenido sólo un David, sino que quiere hacer de cada uno de nosotros alguien conforme a Su corazón. Por esa razón es que debemos entender que lo que muchos de nosotros vivimos cuando atravesamos nuestros desiertos personales no es nada nuevo. Grandes hombres y mujeres de Dios han tenido que atravesar esos desiertos y en el camino han aprendido a amar a Dios como pocos y así se convirtieron en personas conforme a Su corazón. David, siendo un joven cuidador de ovejas, fue promovido a ministrar la música en el palacio del rey Saúl, luego de haber sido ungido por el profeta Samuel. Al tiempo de estar realizando esta actividad el rey Saúl, motivado por celos y envidia, intenta matarlo en repetidas ocasiones. David no encuentra otra solución que huir al desierto para proteger su vida y se calcula (según los eruditos de La Biblia) que pasó entre 7 y 10 años viviendo allí, escapando de Saúl. Dormía en una cueva un día y en otra otro, ya que debía estar continuamente en movimiento para no ser atrapado. Pasaba mucho calor de día y frío helado en la noche, como es típico en los desiertos, También podemos ver al leer los Salmos que él escribió en aquel tiempo (como el 34, 35, 57 y muchos otros) que numerosas veces sintió que su vida pendía de un hilo y que la muerte estaba muy cercana. Sufrió angustias, depresiones y momentos de mucha lucha consigo mismo para seguir adelante. Todo esto fue la escuela que David tuvo que cursar y es la misma que tendremos que cursar aquellos que queramos “aprender a adorar”. David era un gran músico. Saúl no tendría a cualquiera tocando en su palacio. Es más que evidente que las habilidades musicales de David eran destacadas. 24

Por lo que podríamos decir que David ya sabía adorar, en cierto modo. David adoraba de “labios para afuera”, como cualquier músico o persona que tenga un poco de oído o talento puede hacerlo. Pero en el desierto su corazón aprendió a adorar de verdad. ¡Así es! ¡Como escuchaste! Porque es en los desiertos que nuestro corazón aprende a adorar y en realidad eso es lo que escucha Dios… a nuestro corazón. David no tocó su mejor canción en el palacio junto al rey, disfrutando de los lujos y privilegios de estar ahí. No, querido amigo, no te confundas, su mejor canción David la tocó en solitario, pasando necesidad y huyendo por su vida. Es muy fácil adorar cuando todo está bien y la vida parece que estuviera a nuestro favor, pero cuando el cielo se cierra y vienen las pruebas y entramos en un “desierto” sea en cualquier área de nuestra vida, no es tan fácil adorar. Pero ten por seguro de que allí Dios está con su oído más atento que nunca a escuchar la canción de nuestro corazón. En los desiertos ya no hay caretas, ya no hay religiosidad ni rutina, lo que sale de nuestro interior es lo que realmente hay y Dios espera que sea adoración.

Calibrando nuestro corazón ¿Por qué es que en los desiertos nuestra adoración se hace genuina y toca de una manera especial el corazón de Dios? Porque cuando somos humillados por las circunstancias aprendemos cosas que de otra manera no aprenderiamos. El salmista lo dijo así: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos.” Cuando atravesamos el vacío y somos humillados nuestro corazón se calibra de una manera especial con el corazón de Dios y se abre a recibir enseñanzas y revelaciones que de otra manera no vendrían. David en este tiempo aprendió los 25

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estatutos de Dios para poder caminar en rectitud y una de las grandes lecciones que aprendió fue su debilidad y fragilidad como ser humano delante de Dios. Sus pruebas y batallas lo hicieron entender que él era más débil de lo que creía y que necesitaba a Dios mucho más de lo que pensaba. Siglos después el gran Apóstol Pablo diría la conocida frase: “Pero tenemos este tesoro (la gloria de Dios), en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Si Dios ha de usar a un hombre y ha de depositar Su gloria sobre él, antes lo llevará por un proceso en el cual la hará entender que es una simple vasija de barro y esperará que entienda esta verdad de una manera tan profunda hasta el día que éste sea totalmente consciente de que es barro, camine como barro, hable como barro y se comporte como barro delante de Dios y delante de las personas. Hasta que no somos totalmente humillados y entendemos nuestra verdadera condición de barro, Dios no puede poner Su gloria sobre nosotros. No debe haber nada más peligroso en el mundo que la gloria de Dios sobre alguien que no ha entendido que es un simple pedazo de barro. Y esto no significa que Dios quiera rebajarnos o denigrarnos, todo lo contrario, Dios quiere honrar al hombre poniendo Su gloria sobre él pero para eso éste debe tener bien claro quién es, y la palabra dice claramente que simplemente somos “vasos de barro”.

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en humildad, el Señor dejó Su gloria y por 33 años se convirtió en una vasija de barro también, si Él lo hizo y caminó como barro, ¿por qué no deberíamos aceptar humildemente que somos barro y caminar como tal? El barro no tiene nada de qué quejarse, nada de qué jactarse, no tiene nada que reclamar ni es pretencioso en nada. Simplemente da gracias por el tesoro (ser vaso o vasija conteniendo Su gloria) que está en su esencia y que es lo que le da valor. Sin ese tesoro el vaso de barro es algo con muy poco valor que nadie necesita y que a nadie le interesa poseer. Pero un vaso de barro con un tesoro como la gloria de Dios dentro sí que tiene mucho valor y será codiciable y solicitado por muchas gente que lo necesite.

El asna y el pollino

Si no entendemos esta verdad corremos el peligro de que Dios no ponga Su gloria sobre nosotros, o que la ponga pero tenga que quitarla al poco tiempo por nuestra falta de carácter.

Hay una historia muy conocida que no está relatada en los evangelios pero que me gusta imaginar que sucedió. El contexto se da durante la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Él había mandado a los discípulos a buscar un asna y un pollino, (según el evangelio de Mateo), para entrar montando sobre ellos a Jerusalén, para así cumplir una palabra dada por Zacarías siglos antes. Cuenta la historia que el pollino, como solía hacerlo, disfrutaba del bello día, atado a un árbol como siempre, miraba el cielo, contemplaba a los pájaros y le daba a gracias a Dios por la vida. Mientras, el asna pensaba dentro de sí “yo siempre atada acá, nunca hago nada, nadie me considera importante, sólo llevo gente de aquí para allá, espero que algún día se den cuenta de todo lo que podría hacer si tan sólo me dejaran”. De repente el rumbo de ese día cambió y los discípulos llegaron, desataron a ambos y le pidieron permiso a su dueño diciendo: “El Señor los necesita”.

Caminar como un vaso de barro significa caminar

Luego de un rato de camino con los discípulos

Preparándose para llevar Su Gloria

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llegaron a la puerta de entrada a la ciudad de Jerusalén. Ahí les colocaron un manto por encima y alguien sube arriba de ellos, hasta ahí todo iba como siempre, después de todo era lo usual para andar de acá para allá. Pero en un instante, cuando estaban entrando a la ciudad algo cambió: la gente empezó a aclamar, a gritar de alegría y a regocijarse mientras ellos entraban, y les hacían fiesta, de pronto el asna le comienza a decir al pollino: “¡Al fin! Yo sabía que este día iba a llegar, alguien reconoce que soy importante, ¿por qué no se dieron cuenta antes? Ahora me dan el reconocimiento que merezco”. Mientras el asna aún hablaba y disfrutaba de la alabanza de la gente, notó que la muchedumbre se empezó a ir detrás de otra persona cantando y gritando. El asna, sorprendida y sin saber qué pasó, le pregunta al pollino: “Ey, y toda la gente que nos estaba cantando y festejando nuestra llegada, ¿por qué se fueron así?”. El pollino la mira fijamente como quien mira a un niño quisquilloso y le dice: “Asna tonta, no era por vos que cantaban, era por Jesús que iba arriba de nosotros”. Creo que el asna aprendió una gran lección ese día, “No es por vos, es por Jesús que está en tu vida”. Hasta que alguien no aprende esto de una manera profunda no puede ser embestido con la totalidad del poder del Señor.

De niños a hijos Solamente los que entienden que son una simple asna siendo montada por el Rey de gloria pueden llevar Su poder, y aquellos que han entendido esto son los que han alcanzado la madurez espiritual. Creo que hay tres grandes facetas en el desarrollo espiritual, hablando a grandes rasgos. Primeramente los bebés espirituales. Estos son muy prematuros para entender ciertas cosas, son los que se convierten ayer y hoy quieren resucitar 28

muertos. Estos han dejado la vieja vida, tal vez algún vicio, adicción o cualquier pecado y creen que Dios ya terminó con ellos, les cuesta ver sus debilidades y asumirlas, pero luego de esta etapa normal y por la cual todos pasamos, comienzan las primeras pruebas, muchos no las superan y abandonan al Señor. Pero los que las culminan con éxito entran en una adolescencia espiritual, en esta etapa uno es consciente de sus errores, pero aún se niega un poco a ser tratado, los adolescentes espirituales suelen compararse con otros para elevar su estima. A menudo piensan: “Aquel hermano tiene más años en la iglesia que yo y está peor, de seguro no estoy tan mal después de todo”. En la adolescencia espiritual uno se entristece con las victorias de la gente que nos rodea, y se alegra con las derrotas de los mismos, porque aunque muy pocos lo reconocen aún en esa etapa queda un poco de envidia. Pero luego de esta fase vienen las pruebas que nos terminan de quebrar. Estas pruebas ya no son como las de antes, las de antes sin duda eran difíciles pero podíamos sobrellevarlas, estas pruebas nos quebrantan duramente, son mayores de lo que podíamos soportar, y cuando terminamos de quebrarnos y soportamos este tiempo entramos en otra etapa, la que yo llamaría “madurez espiritual”. Los que entran en esta etapa, “llevan las marcas de Jesús en su cuerpo”, el Señor los ha marcado y su vida jamás vuelve a ser igual. Estos ya no se fijan en los demás, pues tienen bastante consigo mismos, y solamente cantan., ¡Sí! Cantan y tienen un himno, el cual cantan todos los días; si quieres entrar en esa etapa para que Dios te use como nunca antes, te invito a que todos los días de tu vida cantes esta canción:

“Porque todo lo que hay dentro de mí, necesita ser cambiado, Señor. Porque todo lo que hay dentro de mi corazón, necesita más de Ti”. 29

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CAPÍTULO 3


Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.

Salmos 36:5

Hay algo en Su mirada que aún me parece un misterio, es

algo que no he logrado entender del todo. Tal vez sí con la mente, pero con el corazón estoy seguro que no. Cada vez que creo haberlo entendido por completo un nuevo entendimiento llega a mi vida y me hace dar cuenta de que todavía no lo he entendido todo. Hablo de esa mirada que se encontró con Pedro por primera vez luego que esto lo había negado y sólo le preguntó: “¿Pedro, me amas?”. Conoces la historia: Pedro le dijo al Señor que nunca lo negaría y que lo acompañaría hasta la muerte si era necesario. En ese momento Jesús lo miró y le dijo: “Pedro, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces, pero tranquilo, he rogado para que tu fe no falte”. A pesar de la afirmación de Jesús, Pedro seguía convencido que él no lo negaría bajo ninguna circunstancia. Horas más tarde, una horda de ciudadanos con palos y armas toma preso a Jesús. Pedro no fue tan cobarde como otros que salieron corriendo, él los siguió de lejos para ver qué hacían con su Señor. Al llegar a un lugar donde estaban enjuiciando a Jesús, (el Sumo Sacerdote y otros religiosos) alguien le pregunta a Pedro si conocía a Jesús, y éste lo niega rotundamente. Esto sucede tres veces y, en la última, no sólo lo niega sino que pronuncia un insulto. Luego de esto Jesús es torturado y crucificado.

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Cara a cara Tres días después Jesús se les aparece a los discípulos y estos se dan cuenta de que Él ha resucitado, pero aún no habían hablado cara a cara de lo que había pasado con Pedro. No es hasta en San Juan 21 que ellos se ven cara a cara, el traicionero y el traicionado. El que negó y el que fue negado. Y es en ese momento que Jesús lo mira y le pregunta: “¿Pedro, me amas?” y Pedro contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te amo.” El Señor en ningún momento le preguntó por qué lo había negado ni le pidió detalles de su pecado, Él sólo quería saber si Pedro aún lo amaba. Esto sucede tres veces y la respuesta de Jesús es “Apacienta a mis ovejas”. En otras palabras declaraba: “Pedro, un día te dije que sobre esta Roca levantaría mi Iglesia, y que tú serías el encargado de liderar todo esto. No me importa lo que sucedió, yo ya lo sabía de antemano, te dije que ibas a fallar y te había perdonado de antemano. Yo sólo necesito saber si aún me amas como al principio, porque si es así puedo usarte, es todo lo que necesito, que a pesar de tus errores me ames como al principio”.

Encontrándose con la Gracia El Señor no está buscando gente perfecta, Él está buscando gente que lo ame. Cuando Pedro respondió que lo amaba el Señor le dijo “Apacienta mis ovejas”, es decir “Si me amas, Pedro, cumple tu llamado, cumple tu propósito que ya te dije antes, no importa que hayas fallado”.

persona. La Biblia relata que Jesús, cuando caminó en la tierra estaba lleno de “Gracia y Verdad”. Por eso tanta gente, pecadores, prostitutas, malvivientes y todo tipo de gente rechazada por la sociedad lo seguían. No se sentían condenados al acercarse a Él, no se sentían señalados al comer con Él ni tampoco sentían que los censuraba por no ser perfectos o santos. Jesús estaba lleno de amor y de gracia. Él se conmovía al ver tanta gente enceguecida por el pecado que se estaba yendo al infierno y les daba amor y aceptación para tenerlos cerca de Él, porque sabía que en cualquier momento el Espíritu Santo iba a tocarlos y su vida cambiaría, como sucedió con la samaritana, con la prostituta María Magdalena, , con Zaqueo y tantos otros. Creo que en algún momento todos necesitamos tener un encuentro con la Gracia. Yo lo viví hace unos años. Cuando recién me convertí todo el tiempo me estaba autoexaminando, midiendo mi orgullo, mi vanidad, mi vergüenza. Todos los días me inspeccionaba para comprobar si había mejorado en estos aspectos y si veía que no estaba progresando me autodisciplinaba y castigaba. Hacía cosas como pasar al altar ante un llamado y arrodillarme, pero no por amor o por convicción del Espíritu Santo, sino para humillarme y convencer a Dios o a mí mismo de que estaba siendo más “humilde”. Hice este tipo de niñerías por un lapso hasta que tuve un encuentro con la Gracia. Sucedió en un bar, comiendo pizzas con mi hermano y mi pastor. Ese día me di cuenta que yo era un religioso y aún no conocía la Gracia y el Amor de Dios, y mucho menos el poder de Su sangre. Desde ese momento dejé de hacer este tipo de autocastigos y cosas por el estilo pero me esperaba una lección mayor.

Ese día Pedro tuvo un encuentro con la Gracia en 32

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El Señor ora por ti Pasado un tiempo comencé a liderar un grupo de personas con las cuales compartía La Palabra, tenía una líder que supervisaba mi tarea y, por alguna razón, descuidé mi vida espiritual y entré en una depresión muy profunda, tanto que muchas veces no quería levantarme de la cama. Comencé a perder el gozo por servir y por hacer la obra de Dios y, muchas veces, la líder me llamaba para alguna tarea y yo le mentía, o exageraba alguna situación o buscaba excusas para no ir. Todo esto me sumó culpa porque sabía que no estaba haciendo las cosas bien, pero tampoco tenía las fuerzas para hablar con nadie de lo que me sucedía. Me desperté una mañana y sentí la presencia de Dios muy fuerte en mi habitación. Volví a dormir totalmente envuelto en la presencia de Dios pero consciente que estaba acostado en mi cama y en la presencia de Dios. De pronto siento que la cama se hunde de lado derecho, como si alguien se sentara junto a mí. Y una mano gruesa que me transmitía mucha seguridad sujeta unas de mis manos. No entendía bien lo que estaba pasando pero sólo pude decir: “Señor, si eres Tú, ora por mí, por favor”. Al instante que dije eso otra mano pesada y gruesa se posó sobre mi cabeza, apenas unos segundos y me vino a la mente el versículo: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no falte”. Al momento desperté lleno de la presencia de Dios y con otros versículos dando vueltas en mi cabeza, como “el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. (Romanos 8:34), y “porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado”. (Hebreos 4:15). Entonces llegó una luz nueva a mi mente, el Señor no 34

estaba en contra de mí, Él no estaba esperando que yo me equivocara para darme con un palo, Él estaba a mi favor, Él estaba en mi equipo, Él oraba por mí y se compadecía por mis debilidades porque Él también las tuvo cuando transitó como hombre en la tierra. Desde ese momento comenzó un caminar con Cristo con mucha más libertad y paz. Esto no declara que podemos hacer cualquier cosa y todo está bien porque Él nos perdona, todo lo contrario, esto significa: “Trabaja duro para ser santo, lucha por la santidad a cada instante con cada parte de tu cuerpo, alma y espíritu, pero si por alguna razón fallas, ¡tranquilo! Su gracia te es suficiente”.

Un Dios de procesos El propio Pedro que negó a Jesús y lo insultó como un cobarde para hacer creíble su mentira, 50 días después se paró delante de miles de personas y habló de este mismo Jesús al cual había negado delante de unas pocas personas. Ese día 3000 almas se convirtieron al Señor. Tal vez cuando el Señor le dijo a Pedro que lo negaría pero que se quedara tranquilo, que Él había orado para que su fe no fallara, también sabía que a pesar de que Pedro lo negaría delante de unas pocas personas, 50 días más tarde lo confesaría delante de miles. Es que el Señor no mira sólo nuestro presente, Él ya estuvo en nuestro futuro, y aunque conoce nuestras derrotas y fallas presentes, también conoce nuestras victorias futuras, será por eso que no nos juzga como muchas veces nos juzga la gente y como muchas veces nosotros juzgamos a otros y a nosotros mismos. El Señor también sabía que años más tarde “ese cobarde” daría su vida por Él, siendo crucificado por predicar el evangelio, y no sólo esto, sino que pidió ser crucificado boca abajo porque no se sentía digno de ser crucificado 35

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igual que su Señor. ¡Qué hombre de Dios! ¡Pensando en glorificar a Dios minutos antes de ser ejecutado! ¿Es éste el mismo cobarde? En realidad es el mismo Pedro, pero ya no es cobarde. Dios es un Dios de procesos y así como transformó un cobarde en un gran hombre de Dios, puede transformarnos a nosotros, cualquiera sea nuestra debilidad. Necesitamos entender Su amor y Su gracia, para con nosotros y para con el mundo y poder caminar en libertad sabiendo que Él está trabajando en nuestro corazón.

Misericordia quiero y no sacrificio En el año 2012 mi corazón fue sacudido por algunos hermanos que con la mejor intención pero con poca sabiduría y poco entendimiento de gracia y amor organizaron una marcha “a favor de los valores”. Ese día, muy conmovido, publiqué una historia ficticia en el Facebook que sacudió a unos cuantos y nos ayudó a reflexionar cuán juiciosos somos muchas veces con aquellos que nos rodean y con nosotros mismo por no entender el amor y la gracia de Jesús. Te invito a leerla y reflexionar en ella al terminar este capítulo: Tengo un amigo gay. Se llama Lorenzo y lo amo con todo mi corazón. Hace meses le vengo hablando del amor de Dios. Le he contado que el Señor Jesús vino a la tierra a morir por sus pecados y que el Señor no está de acuerdo con su forma de vida, pero que aun así lo ama y quiere darle una oportunidad de conocer una vida diferente y mucho mejor. He logrado llevarlo un par de veces a la Iglesia y ha escuchado La Palabra y ha entendido cosas y de a poco veo que Dios está haciendo una obra en él. Pero hace unas semanas pasó algo. Vio un anuncio en Facebook de una llamada “MARCHA DE VALORES” donde 36

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hablaban de marchar en contra del “matrimonio gay” “adopción de niños a parejas homosexuales” y “cambio de identidad”. Entonces me dijo que no iba a volver a más a la iglesia conmigo ya que no se sentía a gusto en un lugar donde había gente que organizaba una marcha en contra de sus derechos. Debo admitir que hirió mi orgullo “evangélico” y comencé a explicarle acerca del pecado, del cielo y del infierno. Luego de varios minutos de defender “mis convicciones” teológicas me miró a los ojos y me dijo: “Amigo, en todas partes nos dicen que está mal lo que hacemos, y la mayoría de nosotros dentro nuestro lo sabemos. Ya no necesito gente que me diga que está mal lo que hago, necesito gente que me muestre y me acompañe en el camino a encontrar una vida mejor”. Debo admitir que me enojé, me despedí y no le di la razón para nada ya que yo soy quien obviamente tiene la Verdad y la “razón”, por supuesto, soy cristiano. De regreso a casa sentí una voz que me decía: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Confieso que comencé a reprender “diablo inmundo, diablo inmundo”, pero esa voz seguía retumbando en mi interior: “Misericordia quiero y no sacrificio”. De pronto me vino una imagen: El Señor, sentado en una gran mesa, degustando una rica cena, rodeado de gente, prostitutas, publicanos, homosexuales y otros pecadores. Él les hablaba todas estas cosas que yo que yo sé que son verdad y que se las había dicho a mi amigo. Pero era diferente, Él antes de hablarles estas cosas los había traído a “sentarse a la mesa junto con Él”. Estas personas lo escuchaban y algunas lloraban sintiendo el amor de Jesús y el deseo de cambiar. De golpe se me fue la imagen y sentí un peso en mi mano, miré y tenía una piedra. La solté en el suelo... y seguí mi camino a casa. Al llegar reflexioné en todo lo que había vivido esa tarde, sé que mis hermanos que organizaron la marcha lo han hecho con la mejor intención. Pero me di cuenta de que primero debemos empezar por nosotros mismos, por lo que haré una marcha yo solo en contra de mi “falta de misericordia”, en contra de mi “vanidad”, 37

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en contra de mis “celos”, en contra de “las palabras que hablo de más” y tantas otras cosas que debo cambiar. Es más, pensándolo bien haré una marcha todos los días por mi santidad y para que en mi vida se vea la presencia de Jesús, porque sé, que a mí seguramente me rechacen, pero si pueden verlo a Él en mí ya no tendré que decirles lo que está mal, porque ellos solos vendrán a buscarlo a Él...y Él se los dirá.

CAPÍTULO 4


Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.

2 Timoteo 2:13

La primera vez que tuve la oportunidad de visitar la cárcel

COMPEN por razón de que mi documento de identidad había pasado por un “lavado express” (ya que mi madre no se percató al lavar un vaquero del documento en el bolsillo) y no estaba en condiciones aptas para que me permitieran el ingreso tuve que quedarme afuera esperando, mientras la persona que me acompañaba entró a ver a un muchacho que estaba preso desde hacía unas semanas . Me senté en un cordón de afuera bastante frustrado y avergonzado por la situación, pero el Señor me tenía algo preparado. Observé a mi alrededor y me sorprendí al ver que en la fila de los hombres que estaban esperando para ingresar a la visita había unos 10 o 15 como máximo, mientras que en la de las mujeres había más de 100, formando 3 filas medianamente largas. Esas mujeres, lógicamente, eran madres, esposas, hermanas y familiares de los presos que venían todos los fines de semana a visitar a sus seres queridos. Al pasar las horas cada vez eran más. Llegaban los ómnibus llenos de mujeres que traían bolsas con yerba, fideos, galletas y alimentos para los reclusos. Al ver esa escena realmente conmovedora sentí mucha compasión por ellas. Se notaba el amor completamente desinteresado con el que venían a ver a estos hijos, hermanos y esposos que estaban tras las rejas. Algunas de ellas no pudieron entrar por 39

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diferentes razones y salían derramando lágrimas de dolor y desesperación.

Amor sin condiciones En medio de todo eso el Señor habló a mi corazón y me hizo reflexionar e imaginar las veces que esas madres le habrían dicho a esos hijos que tenían que dejar la droga, que no robaran más, que dejaran esas juntas que les hacían daño, que ellas les conseguirían un trabajo o que estudiaran y se alejaran del mal camino. También pensé en esas esposas rogándole a su marido que no saliera esa noche con los vecinos de la esquina, que se quedara en casa con ella y sus hijos, que se alejara de esa vida y verían la forma de salir adelante. O tal vez en una hermana, desesperada viendo como su hermano se pierde en la droga, y ella impotente, sin poder hacer nada. De seguro estos hombres muchas veces habrían hecho oídos sordos a las palabras de estas valientes mujeres. Sin duda muchas de ellas sufrieron desprecio, rechazo y hasta violencia cuando sin saber cómo, quisieron ayudar a estos que hoy se encontraban privados de su libertad. Y ahora…que los amigos que los llevaron al mal camino ya no estaban, que aquella droga o aquel dinero por el cual sacrificaron tiempo de estar con su familia poco valía, ahí estaban… Las únicas presentes que hacían fila con esas largas bolsas y sin importarles nada más que su único objetivo: visitar al que estaba tras las rejas. Debo admitir que comencé a valorar mucho más a las mujeres y me di cuenta de la virtud hermosa de fidelidad y amor incondicional que Dios les ha dado, que los hombres no poseemos de una manera tan natural como ellas. 40

El señor hace fila para verte Pero no terminó ahí lo que el Señor me estaba mostrando. De pronto me di cuenta de lo que realmente el Señor me quería decir. Comencé a verme a mí mismo detrás de las rejas. Nunca estuve preso en una cárcel, físicamente hablando, pero si estuve preso muchas veces en cárceles espirituales. Algunas veces en la cárcel del temor, en la cárcel de la angustia, depresión o ansiedad. Y siempre, cuando estuve en esas cárceles, el que hacía fila para entrar a verme, cargando pesadas bolsas con provisión para mí era el Señor. No eran mis amigos, ni otros que estaban cuando yo estaba realmente mal, siempre venía solo el Señor y me traía suministros. A veces paz, a veces fuerzas, a veces alegría, pero siempre me traía algo cuando yo estaba en la cárcel, Él nunca dejaba de visitarme, Él siempre estaba ahí. Él siempre “Tenía una mesa preparada delante de mí en presencia de mis angustiadores”. Comencé a darme cuenta de que yo también había actuado como estos presos en muchas cosas. Cuando todo marchaba bien, y no había guerras ni luchas económicas ni sentimentales en mi vida, a menudo desatendía mi vida de oración, omitía leer La Palabra y no pasaba tiempo con Dios y hasta descuidaba mi mente y mi corazón de cosas que sabía que no me hacían bien. Lo dejaba de lado, porque, claro, “todo marchaba bien”, y ¿quién necesita a Dios cuando todo está bien? Pero algunas veces me metían preso en alguna cárcel, la mayoría en la de depresión, angustia o temor y el único que aparecía para visitarme era Aquel de quien yo me había olvidado cuando todo marchaba bien… el Señor.

Todos con los que había gastado mi tiempo antes como mis amigos, televisor, internet, películas, reuniones 41

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sociales, no venían a verme cuando yo estaba en la cárcel. Sólo venía el Señor. En ese tiempo entendí que muchas veces me ponía en la cárcel porque era la única forma de poder encontrarme con Él. Es que yo sólo le prestaba atención cuando estaba prisionero. En la cárcel no podía salir a ningún lado, no tenía nada que hacer, por lo que valoraba realmente sus visitas y compartía tiempo de calidad con Él y deseaba hacerlo.

Todos los días hasta el fin del mundo Años más tarde estando en una de esas cárceles vino un versículo a mi corazón y fue como agua en el medio de un desierto “he aquí yo estoy con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo”. Aunque yo ya conocía este versículo, ese día se hizo vivo en mí. Él había estado, estaba y estaría siempre conmigo. Suele suceder que cuando estamos en nuestras cárceles espirituales lo menos que pensamos es que el Señor va a venir a visitarnos. Después de todo Él nos advirtió que terminaríamos mal si seguíamos por ese camino, nos habló de diferentes formas. A veces a través de alguien cercano a nosotros, otras veces por medio de un mensaje, un libro o quizás de nuestra propia conciencia. ¿Por qué debería venir a vernos ahora que simplemente estamos pagando las consecuencias de no haberlo escuchado? Entonces nos encontramos en nuestra cárcel, mirando los barrotes, y el oscuro lugar donde nos encontramos pensando qué será de nosotros. ¿Cómo terminará todo esto? ¿Habrá alguna salida? De pronto el carcelero se acerca y susurra: “Tenés visita”. “¿Yo, visita?...No…debes estar equivocado, debe ser para alguien más, para mí seguro no. Los únicos amigos que tengo no están en estos momentos, ellos están cuando todo está bien, y además tampoco me serviría mucho 42

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su presencia en este lugar”. Pero antes que terminemos de hablar vemos alguien acercándose, con Su mirada de amor penetrante, no hace preguntas, no quiere detalles de por qué estamos ahí o cómo llegamos, sólo quiere hacernos compañía y reafirmarnos una vez más todo lo que nos ama. ¿Por qué nos es tan difícil entender que aun cuando estamos en esos lugares de cárceles espirituales Él está cerca de nosotros? Tal vez más cerca que nunca lo ha estado. En estos momentos tenemos tiempo para escucharlo, no tenemos adónde ir, tal vez tenemos un cepo en nuestros pies que nos limita y nos encierra. ¿Quién no tiene tiempo en la cárcel? De hecho lo que sobra es tiempo. Mi Biblia todavía sigue diciendo “En esto se muestra el amor de Dios, en que siendo aún pecadores Cristo se entregó por nosotros”.

Conscientes de su presencia ¡Cuán a menudo yo lo ignoraba pero Él aún estaba ahí! Creo que necesitamos aprender a vivir más conscientes de la presencia del Señor y no olvidarnos de Él cuando todo marcha bien, pues Él nunca se olvida de nosotros y por más que nos ame incondicionalmente, como en toda relación, para que esta funcione bien, el amor debe ser recíproco, y esto demanda, tiempo, sacrificio y dedicación. Cuanto más conocemos a Dios, más nos enamoramos de Él y más lo amamos. Y muchas veces es en estas cárceles, cuando parece que todo se detuviera y tenemos tiempo para sentarnos a la mesa con Él, ya que no hay nada para hacer, es cuando podemos conocerlo más íntimamente, y ese conocimiento se transforma en más amor por Él. Nunca murmures o maldigas en la cárcel, tal vez sea la oportunidad más grande que vas a tener de conocerle mejor. 43

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El Pastor David Paul Yonggi Cho, que dirige la Iglesia más grande del mundo en Seúl, Corea del Sur, se encontraba orando y le había dado la orden expresa a sus servidores de que nunca le interrumpieran un tiempo de oración por ningún motivo. Inesperadamente su secretaria comienza a golpearle la puerta y le interrumpe “Pastor, pastor”. Él sale de su oficina y le pregunta sorprendido: “¿Qué sucede? ¿Qué es tan importante para que me interrumpas?”. Muy emocionada ella contesta “Pastor, disculpe, pero no sabe lo que pasó, está el presidente de la nación en el teléfono y quiere hablar con usted”. Este hombre de Dios la miró y le indicó “Dile que ahora no lo puedo atender, porque estoy hablando con el Rey de reyes y Señor de señores”. Si estás en una “prisión”, no dudes de Su amor. No creas que Él no vendrá a verte, de hecho Él está haciendo fila para entrar a verte y tener un tiempo contigo. Solo espéralo, escúchalo, conócelo y saca de este tiempo más amor por el Señor. El Señor necesita que aprendamos a confiar en Él y al mismo tiempo necesita poder confiar en nosotros. Si todavía nos dominan los sentimientos, las circunstancias y el pecado, Dios tiene que tratar con nuestro corazón para poder confiar plenamente en nosotros. Y por eso permite que caigamos en esas cárceles espirituales, para poder hablarnos. Conociéndolo en la cárcel Hubo un rey en la antigüedad llamado Manasés que tuvo que atravesar por una cárcel para que Dios pudiera hablarle y transformar su corazón.

Israel, levantó altares a Baal y le sacrificó bebés como adoración) es llevado cautivo por los asirios y pierde su reino. Dice este relato en el verso 12 que en la angustia este rey “oró y se humilló delante de la presencia del Dios de sus padres”. Manasés no era un ignorante que vivía en el medio de una jungla. Era un rey educado, que sin dudas conocía las escrituras y se había criado en pueblo culto y muy religioso, como lo ha sido siempre el pueblo judío. Pero por alguna razón La Biblia da a entender que para Manasés Jehová no era su Dios. Era “el Dios de sus padres”. Él conocía los escritos sagrados, habitaba entre creyentes, pero en su corazón Jehová no era Dios. Él tenía otros dioses. Para este rey Jehová era el Dios de sus padres, el “Dios del pastor”, “el Dios del hermano ungido”, pero no su Dios. Alguien que sabía de Dios por lo que le contaban, pero no por una experiencia personal. Por este motivo el Señor lo lleva a la angustia y al quebrantamiento, el pasaje dice que “Dios oyó su oración y lo restauró”. Fue después de haber experimentado que Dios lo oía y haber visto la mano de Dios restaurándolo que Manasés reconoció “que Jehová era Dios” (2 Crónicas 33:13). ¿Cuántos de nosotros confesamos que Jesús es el Señor porque lo escuchamos un domingo en la iglesia, pero en la adversidad durante la semana negamos esa confesión con nuestros hechos? Necesitamos pasar por un quebranto profundo, en el cual busquemos al Señor y veamos y experimentemos su poder para poder confesar y reconocer (no por el conocimiento en nuestra mente, sino por un conocimiento interior que solo viene a través de la experiencia) que Él realmente es Dios en toda circunstancia.

En 2 Crónicas 33 se narra el episodio en el que Manasés (un rey idólatra, que hizo pecar al pueblo de 44

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Jesús es más grande que todo

dice ser, el Hijo de Dios, Rey de Reyes y Señor de Señores. Entonces le pedí que oraran por mí, porque yo quería tener lo que ellos tenían.

En un campamento cristiano me tocó ser líder de un grupo de evangelismo. Éramos seis personas. Un hermano que la semana pasada andaba de boliche en boliche y unos días antes decidió venir al campamento; otro que se enteró, cuando llegó al campamento, que había más gente cristiana aparte de los de su congregación y tres brasileños que no sabían hablar español (excepto uno que apenas lo entendía) y que, por supuesto, no conocían el barrio.

Oraron, no sé ni qué porque fue en portugués, pero me sentí mejor. Desde ese día el Señor a través de experiencias (generalmente no muy agradables) se ha estado revelando a mi corazón y mi fe y confianza en Él han crecido considerablemente.

Yo no sabía ni dónde meterme pero Dios me dio una gran lección. Nos tocó ir a la zona más peligrosa del barrio y al pasar por una plaza me acerqué a predicarle a dos personas que estaban conversando, entonces uno me comienza a insultar y a amenazarme con que iba a pegarme un tiro ¿sabés cómo me fui? En realidad nunca mostró un arma y no creo que tuviera una, no sé. ¡Pero me pegué terrible susto! Dimos la vuelta a la esquina y yo me sentía un poco afligido por la situación, y encima los brasileños venían caminando como si nada. Les digo “muchachos, más rápido” y uno de ellos me pregunta “¿Vocé ha ido a una favela? “No”, le contesto. “Bem, isso não é nada, irmão, você sabe o que é andar entre 6.000 pessoas em uma favela e bater em você e você apontar armas para a pregação? no Brasil e pregou a eles “.

A través de las pruebas, de los tiempos de esperas, y de las angustias, si tomas la decisión de confiar y esperar, Él se va a revelar a tu vida en un nivel mayor y vas a poder experimentar que Jesús realmente es El Señor sobre cualquier circunstancia o problema. Tu fe va a crecer y cualquier dios que haya en tu corazón (que te lleve a estar en la cárcel a menudo), sea el temor, la inseguridad o la ansiedad va a desaparecer. Pongamos hoy nuestro futuro en Sus manos, confiemos en Él, que conoce nuestras necesidades y confesemos que a pesar de lo que haya pasado, de lo que esté pasando, o de lo que pueda pasar, Jesucristo es fiel y verdadero y siempre estará a nuestro lado.

Quedé sin poder decir nada y otro de los brasileños, (nunca voy a olvidar su cara) me mira fijamente y me dice: “Jesús è mais grande que tudo”. Con lágrimas en mis ojos y tocado por el Espíritu Santo, me di cuenta de que muchas veces yo no demostraba creer que Jesús es quien 46

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CAPÍTULO 5


Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.

Eclesiastés 11:5

En Lucas capítulo 24, a partir del versículo 13 se relata

una historia que esconde una enseñanza más profunda de lo que muchos podemos ver al leerla livianamente Dos discípulos de Jesús iban camino a una aldea llamada “Emaús”, iban hablando acerca de las cosas que habían sucedido luego de que el Señor había sido crucificado. Sus corazones estaban confundidos y desanimados. Aquel que les había prometido que iba a reinar y a traer libertad al pueblo de Israel, a quien ellos seguían, siendo Él la esperanza de una vida mejor, sencillamente en cuestión de un día había sido asesinado por los religiosos y los romanos. Toda esperanza de ser librados de la esclavitud (que sufría Israel por el Imperio Romano) había desaparecido. Sus esperanzas y las promesas que ellos habían escuchado de Alguien que se llamaba a sí mismo “hijo de Dios” parecían haberse derrumbado. Pero Dios estaba trabajando detrás de escena. En cierto momento, por el camino, se les acerca un hombre forastero y les pregunta sobre qué estaban hablando. Ellos comienzan a contarle a este hombre todas las cosas que habían sucedido y a descargar las amarguras y confusiones que había en sus corazones. De pronto este forastero, a quien ellos no conocían, comienza a explicarle 49

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que era necesario que el hijo de Dios pasara por todo lo que había acontecido al Señor y les afirma que en La Palabra misma estaba escrito que estas cosas iban a suceder. Luego de conversar por el camino y ganar confianza entre ellos, los discípulos lo invitan a comer con ellos. Es en ese momento, estando a la mesa que dice La Biblia “sus ojos fueron abiertos y lo reconocieron”. Los discípulos se dieron cuenta que el forastero que los había estado acompañando todo el camino, mientras iban amargados y desanimados, era el mismo Señor. Cuando ellos más confundidos estaban, sin entender lo que había pasado, sintiéndose abandonados y desamparados era cuando el Señor más cerca estaba.

Dios está vivo La causa por la que estos discípulos no pudieron entender lo que Dios estaba haciendo y se dejaron invadir por el desánimo y la tristeza es la misma causa por la cual muchas veces estas cosas invaden nuestras vidas también. No entendemos que Dios trabaja detrás de escena. Dios trabaja de manera que nadie puede ver ni entender lo que Él está haciendo. Muchas veces cuando más desanimados estamos, cuando más abatidos y derrotados nos sentimos y la gente que nos rodea nos ve realmente mal, es cuando Dios más está trabajando y preparando algo grande para nuestras vidas. En una ocasión el famoso reformador del siglo XVI Martín Lutero estaba muy deprimido porque lo habían amenazado de quemarlo en la hoguera si seguía promoviendo sus pensamientos acerca de la salvación por la fe. Entonces su esposa se vistió de luto, toda de negro. Martín Lutero le preguntó: “¿Por qué estás vestida de 50

luto? ¿Quién murió?”. Ella le contestó: “Dios se ha muerto, por eso estoy de luto”. Entonces este gran hombre de Dios y teólogo se rió a carcajadas y le dijo: “Catalina, Dios no se muere, Él es la Vida”. Ella lo miró fijamente y le dijo: “Si Dios no se ha muerto, entonces ¿por qué estás deprimido?” y él entendió el mensaje y siguió adelante para llevar a cabo la reforma que dio origen a la Iglesia Protestante.

Él conoce nuestras necesidades Recuerdo un tiempo en el que estaba pasando por un momento difícil en mis sentimientos. Había una necesidad profunda en mí de encontrar a la persona que Dios tenía para mí. No veía que Dios estuviera obrando. Estaba muy entusiasmado con una chica que me gustaba y éramos amigos, pero ella me hacía sentir muy claramente (al mejor estilo de las mujeres) que lo nuestro era sólo amistad, por lo que yo me encontraba en una confusión e inseguridad bastante grandes. En aquel tiempo Dios habló a mi corazón y me dijo: “Adrián, yo conozco tus necesidades”. Sucedía que en ese tiempo yo miraba a otros, gente no creyente que recibían bendiciones que yo aún esperaba de parte de Dios. Sentía como que Dios se había olvidado de mí, como que me había dejado de lado. Yo vivía en santidad, oraba, servía al Señor, era fiel y así y todo Dios no me contestaba algunas oraciones y me hacía esperar por bendiciones que a otros les era fácil recibir. Las escrituras nos enseñan que el Padre conoce de qué tenemos necesidades, el tema es que a veces no estamos preparados para recibir algunas cosas. Y Dios, en su sabiduría, sabe que si nos da aquello que anhelamos cuando aún no es el tiempo, no sabremos manejarlo y 51

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posiblemente lo echemos a perder. Por eso en Su gran amor arriesga el hecho de que nos enojemos contra a Él por no darnos lo que le pedimos. Pero nos ama tanto que le interesa nuestro bienestar por encima de cualquier cosa. Posiblemente has sentido que Dios te dejó de lado, que hay bendiciones para todos menos para vos, tal vez alguna que otra vez has mirado al cielo como yo y dicho: “¿Y yo, Señor para cuándo?”. Déjame repetirte lo que el Señor me dijo: “Hermano, confía, el Padre conoce tus necesidades”. Él sabe que necesitamos dinero, comida, vestido, trabajo, alguien con quien compartir el resto de nuestra vida… Personalmente me ponía mal porque pensaba “Tampoco es que le estoy pidiendo: Señor, a ver cuándo me mandas la Ferrari”. ¡No! ¡Para nada! Yo estaba pidiendo algo que realmente necesitaba, pero así y todo Dios me hacía esperar y una y otra vez me decía: “Confía, yo conozco tus necesidades”. Muchas veces vas a sentir que no podés hablar con nadie, no porque no quieras abrirte, sino porque sentís que nadie realmente te entiende, te parece que tu líder no te entiende, que tu pastor no te entiende, que nadie te entiende, pero esos momentos son los más oportunos para buscar a Dios y confiar en Él. Él sí te entiende y conoce cada sentimiento, cada pensamiento, los más profundos e íntimos de tu ser. Y ese Dios es el que te dice: “Yo conozco tus necesidades”.

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Él está preparando tu victoria El Señor está en el asunto de llevarnos a cosas mayores. Estos dos discípulos estaban tan turbados porque pensaban que el reino del cual Jesús había hablado era un reino terrenal, el cual consistía en destronar a Herodes y traer la libertad al pueblo de Israel, y ahora que Jesús (su líder) había muerto todo esto parecía imposible. Pero los planes de Dios trascienden nuestro entendimiento y nuestras expectativas. Dios tenía preparado “mucho más abundantemente de lo que pedían o esperaban” (Efesios 3:20). Dios estaba comenzando a instaurar un reino eterno, el reino de los cielos, el cual traería (y aún sigue trayendo) verdadera libertad, no sólo al pueblo de Israel, sino también al mundo entero. Y no sólo eso, sino que cuando ellos creyeron que por causa de que Jesús había muerto las promesas se habían desmoronado, el Señor les tenía preparado la más grande victoria que ha sucedido en esta tierra: “ÉL HABÍA RESUCITADO”. Sin duda alguna cuando sientas que las promesas que una vez oíste de Dios están más lejos que nunca de cumplirse, y el desánimo y el desaliento quieran entrar a tu vida, es cuando Dios más está trabajando detrás de escena, preparándote una gran victoria. Si en medio de la prueba el Señor pudiera “abrir tus ojos”, “correr el velo”, y mostrarte lo que Él está haciendo detrás de escena, saltarías de gozo y alegría. Por lo que debemos confiar y gozarnos en medio de cualquier adversidad y dificultad porque escrito está: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. (Efesios 3:20).

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CAPÍTULO 6


Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

San Juan 20:19-22

Luego de haber resucitado, en una de las ocasiones que el Señor se les apareció a los discípulos, dice la escritura que Él les mostró las marcas de los clavos en sus manos y su costado que había sido traspasado por un soldado romano cuando estaba en la cruz. Fue luego de haberles mostrado las marcas que sopló sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo”.

Esto fue antes de Pentecostés, por lo que los estudiosos de La Biblia coinciden en que en este momento fue que los discípulos nacieron de nuevo, es decir que sus espíritus fueron regenerados y recibieron vida, más tarde en Pentecostés recibirían el bautismo del Espíritu Santo. Independientemente de este asunto teológico es claro que fue después de que el Señor tuvo las marcas en su cuerpo de aquel sufrimiento que pudo impartirles vida espiritual a sus discípulos. No pudo impartir vida a sus espíritus sin antes sufrir. 55

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En ningún otro pasaje antes de éste el Señor les impartió vida de esta manera. Él les había dado grandes enseñanzas, les había dotado de poder para predicar, sanar y echar fuera demonios a los 12 (y luego a los 70), pero nunca les había impartido la vida del Espíritu Santo.

Fluyendo a través de las marcas Al leer este pasaje puede ser que nos preguntemos por qué el Señor les muestra las marcas en sus manos y su costado a los discípulos, después de todo ellos ya sabían lo que le había sucedido. Creo yo que estas marcas eran una garantía de lo que el Señor había sufrido. Si analizamos todo lo que el Señor sufrió en realidad sabemos que esas marcas fueron lo último que le hicieron, crucificarlo y luego atravesarle el costado. Pero antes de eso fue azotado, le colocaron una corona de espinas, le dieron golpes, lo humillaron. Sin duda debería tener otras cicatrices o heridas. Sin embargo parecería que el Espíritu Santo, al levantarlo de entre los muertos, no dejó ninguna evidencia de esas heridas o al menos la escritura no lo dice. Pero sí conservó sus marcas en su mano y su costado. En otras palabras, el Señor, al mostrarles estas marcas les estaba diciendo: “Miren mis marcas, esto es la garantía del sufrimiento que he pasado, y por causa de ese sufrimiento ahora puedo impartirles vida, reciban el Espíritu Santo”. Los discípulos pudieron experimentar por sí mismos la realidad del Espíritu Santo en sus vidas luego de que Jesús padeciera lo que padeció, no antes. Antes de la cruz los discípulos veían al Señor hacer milagros, dar enseñanzas, y aceptaban todo con su intelecto, pero fue después de la crucifixión que comenzaron a recibir vida 56

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espiritual y revelación dentro de ellos mismos. Antes eran hombres llenos de incredulidad, temores, inseguridades y sin revelación. Luego de la resurrección del Señor los discípulos comenzaron a volverse hombres de oración, hasta el día de Pentecostés donde fueron revestidos de poder convirtiéndose en hombres valientes y de fe.

Haciendo a Jesús real para los demás Kathryn Kuhlman, fue sin duda la mujer más conocida en el siglo veinte en lo que se refiere a evangelismo, sanidades y milagros. Miles eran sanados en sus reuniones. En una ocasión tuve la oportunidad de hablar con un hombre de Canadá que había participado en una de sus reuniones y su descripción fue: “Al instante que entré a ese auditorio pude sentir la majestad de Dios como nunca antes en mi vida”. Debió haber sido algo asombroso cómo Dios usó a esta mujer. Después de que ella falleció alguien le preguntó a una de sus asistentes que había estado desde sus comienzos trabajando con ella: “¿Qué podrías decirme qué fue lo que más te impactó de Kathryn todos estos años cerca de ella? “. Esta asistente, con lágrimas en sus ojos, contestó: “Ella hacía tan real a Jesús para mí”. Lo que mucha gente no sabe es el dolor y sufrimiento que padeció y a todo lo que esta mujer tuvo que renunciar para que Dios le diera el ministerio que tuvo. Ella también tenía sus marcas, tal vez no de clavos, pero la vida había dejado marcas en ella y por las mismas el Espíritu fluía y tocaba a las personas que la rodeaban.

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Esto es lo que sucede con aquellos que han sido marcados por sufrimientos, aflicciones, luchas y angustias. Estas marcas las permite el Señor, pues Él sabe que a través de esas heridas es por donde va a fluir el Espíritu Santo hacia los que nos rodean. Sólo las personas marcadas hacen a Jesús real para los demás.

Las marcas en Pablo

El Apóstol Pablo escribió en la carta a los gálatas “yo llevo las marcas de Jesús en mi cuerpo”. Este hombre de Dios también sabía lo que era ser marcado por los sufrimientos. Él mismo cuenta alguno de ellos: “En trabajos arduos, más; en cárceles, más; en azotes, sin medida; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces he recibido de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido flagelado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado en lo profundo del mar. Muchas veces he estado en viajes a pie, en peligros de ríos, en peligros de asaltantes, en peligros de los de mi nación, en peligros de los gentiles, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos; en trabajo arduo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez”. (2 Corintios 11:24-27). El Apóstol sabía lo que era llevar las marcas de Jesús. Y también sabía lo que era impartir vida espiritual a través de estas marcas y aun en medio del momento cuando estaba siendo marcado. En el libro de los Hechos se relata una historia: cuando el Apóstol Pablo y Silas, su compañero de viaje, 58

son llevados a la cárcel por predicar La Palabra. Dice La Biblia que en el medio de esa situación preocupante y de aflicción: “A medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían”. Estos hombres estaban siendo marcados por el sufrimiento de estar presos por predicar la verdad, y en medio de eso, en vez de quejarse o murmurar, comenzaron a cantar himnos y a transmitir vida espiritual a los otros reclusos. Sin duda estos presos estaban peor que ellos, la cárcel es un nido de depresión y desesperanza para cualquier ser humano, aun para aquellos que merecen estar ahí. Hasta en esas circunstancias los otros prisioneros estaban recibiendo un testimonio inmenso, seguramente muchos de ellos pensaban: “Nosotros merecemos estar acá, hemos hecho mal, pero estos hombres nada mal han hecho y sin embargo, no hay quejas en su boca, no hay amargura, están cantándole a su Dios. ¿Qué tienen ellos que no tenemos nosotros?”. Muchas veces cuando la vida nos pone una marca (siempre permitida por el Señor) de dolor, sufrimiento o aflicción es cuando Dios más nos usa para dar testimonio. Parece irónico porque en esos momentos no nos sentimos del todo fuertes ni dignos como para ser usados por Dios, pero es a través de esas heridas abiertas que puede fluir el Espíritu que está en nosotros hacia los demás.

Siendo de bendición en nuestro Adulam Cuando David, lleno de temor, huyendo por su vida, corrió hacia el desierto y se escondió en la cueva de Adulam, dice La Palabra que “se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres”. (1 59

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Samuel 22:2). Parece irónico pero cuando nos encontramos en nuestros Adulam, sea por el temor, la soledad, la tristeza, enfermedad o tantas otras cosas es el momento en el que nos sentimos menos capacitados para ayudar a los demás, pero en esos momentos es cuando más se nos acercan los necesitados. Es que en esas cuevas es cuando hay en nosotros menos de nosotros mismos y más de Jesús. Y eso es lo que los necesitados buscan, ellos buscan a Jesús en nosotros, NO a nosotros. Por lo que mientras menos haya de nosotros y más de Jesús en nuestra vida, la gente necesitada más se nos acercará. Y Dios permitirá estos tiempos para que la vida de Jesús pueda fluir a través de nuestra vida y tocar a otros. Así como el Señor no pudo impartir vida espiritual a los espíritus de sus discípulos sin antes pasar primero por la cruz, nosotros tampoco podremos ser de mucha ayuda a los que nos rodean si no enfrentamos nuestra propia cruz. Y la cruz es el lugar donde nuestra carne muere, donde nuestros anhelos y deseos personales se desvanecen, donde nuestro corazón está partido pero aún seguimos caminando, en la cruz somos marcados por los clavos y a través de esas marcas el Espíritu fluirá hacia los demás. Dios no quiere hacernos daño, Él nos ama y nunca nos dará una carga más pesada de la que podamos llevar, pero por la misma razón que nos ama no nos dejará tal cual somos, sino que con amor nos marcará, para que Jesús sea formado en nosotros y fluya a través de nosotros y podamos ser de bendición a otros y como de esta gran evangelista (Kathryn Kuhlman) decían, también puedan decir de nosotros: “Él/ ella hace tan real a Jesús para mí”.

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CAPÍTULO 7
Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad…

Salmos 68:5-6

Hace casi 200 años, un inglés llamado George Müller,

quien había sido un ladrón y estafador, tuvo un encuentro poderoso con Jesús en una pequeña reunión de hogar, que cambió su vida para siempre. Con el paso del tiempo y de conocer al Señor cada vez más, este hombre sintió un llamado muy fuerte de parte de Dios de hacer algo por los niños huérfanos. Es importante entender que el contexto de Inglaterra en aquel entonces no era el que es hoy. Hace 200 años atrás las familias pobres abandonaban a los niños cuando ya no los podían cuidar o sustentar. La calle estaba llena de niños huérfanos que robaban, pedían y trabajan para dormir. Muchos dormían a la intemperie, expuestos a enfermedades, fríos, hambre y otras necesidades básicas. La sociedad no se condolía por esta situación, más bien eran vistos como una escoria o molestia, ya que muchos de ellos robaban para poder comer. No se les permitía entrar a la Iglesia tradicional de la época, ya que era mal visto que un pobre entrara a la Iglesia; era poca la esperanza de un futuro mejor para estos huérfanos y menores abandonados. En medio de esa coyuntura social, este hombre, 63

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George Müller, tocado por Dios, siente un llamado a hacer algo por estos niños, y así manifestar el amor de Cristo por ellos. Es así como en 1835 comienza su primer orfanato. Literalmente los recogía de la calle y los llevaba a vivir con él. Los adoptaba como sus propios hijos, haciéndose él mismo cargo de la alimentación, la vestimenta y la educación de ellos. George Müller realmente fue un padre de huérfanos. Durante los 63 años que vivió trabajando en los orfanatos pasaron más de 9000 niños por los mismos, y llegó a tener 2000 huérfanos viviendo con él. Fueron cambiadas miles de vidas que en aquella época jamás hubieran tenido otra salida más que la pobreza, la enfermedad o la muerte.

La orfandad contemporánea Hoy el mundo ha cambiado, gracias a instituciones gubernamentales y otras que defienden los “Derechos del niño”. No tenemos cientos de huérfanos deambulando por las calles, al menos en Uruguay, porque en otros países ésta sigue siendo una realidad. Pero independientemente de esto, continúa habiendo huérfanos, no en las calles, pero sí en refugios y hasta muchos que viven en sus casas, huérfanos a pesar de tener padres. La orfandad tiene más que ver con una condición del corazón que con el hecho de que tengamos físicamente a nuestros progenitores o no. La orfandad es una necesidad profunda de paternidad. Esta necesidad es una de las más grandes que tiene nuestra sociedad y que menos se está supliendo. Hay una necesidad enorme de paternidad en los niños, jóvenes y adultos. Hay cientos y miles de personas, (muchos aun sin saberlo), cuyos corazones están clamando por un padre. 64

¡Qué importante es que la necesidad paterna esté suplida en cada uno de nosotros! Daniel, un compañero y amigo en el ministerio que trabaja conmigo pasó por una situación muy difícil en cuanto a esto. Su corazón clamó por un padre durante 21 años hasta que Dios un día trajo sanidad a su vida. Ésta es su historia: “Crecí en un hogar donde reinaba el alcohol y la violencia. Mis abuelos fueron quienes me criaron, ya que mi madre estuvo la mayor parte de mi infancia presa y quien yo creía era mi padre nunca se hizo cargo de mí. Al pasar el tiempo, la situación en la casa de mis abuelos empeoró a causa del alcoholismo y violencia y una de mis tías decidió llevarme con ella. A causa de todo esto nunca me sentí valorado ni importante para nadie. Los sentimientos de inferioridad y rechazo gobernaban mi vida. En la escuela, cuando había reuniones de padres, nadie venía en representación de mí, yo veía a mis compañeros con sus padres, pero yo no tenía a nadie… Cuando fui creciendo y me volví adolescente para tapar de alguna manera todas estas heridas que había en mí comencé a concurrir a boliches nocturnos, y a experimentar con la droga. Lo primero fue la marihuana y el alcohol, más tarde la cocaína y por último la pasta base que fue la que me terminó de destruir. Por consecuencia de esta adicción le robaba a mi tía, a mi abuela y engañaba gente para conseguir dinero. Esto me llevó a perder mi trabajo y un día mis tíos decidieron echarme a la calle. Después de estar un tiempo viviendo y durmiendo en la calle, decidí internarme en un centro cristiano de rehabilitación. Allí conocí a Cristo y Él me liberó de la droga y de esa mala vida que me atormentaba, pero aún me quedaba una lección muy importante que aprender. A un par de años de haber conocido al Señor, yo ya estaba sirviendo activamente en una Iglesia, y un día, de la nada, mi abuela, alcoholizada, me confiesa que la persona que yo había considerado como mi padre durante 21 años en realidad no era mi padre. Eso me trajo mucha confusión y angustia, 65

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pero pese a eso averigüé por medio de una tía y pude encontrar a mi padre biológico. Cuando lo vi por primera vez, lo saludé, crucé un par de palabras y me despedí. Yo quería tener una relación con él, pero no sabía cómo. Era algo muy raro después de 21 años encontrar a alguien y simplemente de un día para otro llamarlo “papá”. Pero Dios estaba obrando a mi favor. Un día, en una reunión familiar, un amigo de Adrián, de Canadá, llamado John, había venido a visitarnos por primera vez. Él no tenía idea de mi situación y mucho menos del conflicto interno que yo estaba atravesando. Sin previo aviso, antes de dar inicio a la reunión, mientras iba llegando la gente, me manda a decir por Adrián (ya que él hablaba sólo inglés): “Dile a tu amigo que dice el Señor que debe sanar su relación con su padre”. Sinceramente no entendí porque me decía eso y me incomodó bastante que alguien que recién conocía me dijera algo así. Al comenzar la reunión mientras se compartía La Palabra yo seguía pensando en esas palabras…”debe sanar su relación con su padre”. Apenas terminó el mensaje y comenzamos a adorar, en medio de la adoración sentí una presencia muy fuerte de Dios sobre mí que me quebrantó hasta las lágrimas. Como pude le dije al Señor: “Yo sé que debo sanar mi relación con mi padre, pero no sé cómo hacerlo”. Inmediatamente sentí su voz diciéndome: “Tú ve, que yo te voy a ayudar”. Aún mientras lloraba se me acercó John puso sus manos sobre mí y me dijo algo (en inglés y Adrian me traducía) que cambiaría para siempre mi relación y trato con Dios: “No puedes tener una relación más profunda con tu Padre celestial, hasta que no sanes tu relación con tu padre terrenal. Sana tu relación con tu padre de la tierra y tu relación con tu Padre del cielo será más fuerte.” Al salir de esa reunión tomé la iniciativa de hacer lo que Dios me había mandado, me reuní con mi padre, nos pedimos perdón, le hablé del amor de Dios y desde entonces disfruto de una hermosa relación con él. Y lo más importante, de una relación más fuerte con mi 66

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Padre del cielo”.

La necesidad de la sanidad A través de este precioso testimonio podemos ver cuán relacionada está nuestra relación con nuestro padre terrenal y nuestra relación con nuestro Padre Dios. Tal vez no todo el mundo tenga la oportunidad de hablar personalmente con su padre terrenal, tal vez porque ya no viva o porque nunca lo conoció, pero el perdón va más allá de eso. Es algo interno, uno puede perdonar aun sin tener a la otra persona físicamente. Y ese perdón sin duda traerá sanidad. Cabe destacar que cuando hablo de padre terrenal, no son esencialmente los padres biológicos, puede serlo o no, puede ser la persona que me crió, puede ser un padre espiritual como un pastor o un sacerdote. Puede ser cualquier persona que haya o debiera haber ejercido paternidad sobre nosotros. Si esa relación no está sana, será más difícil relacionarnos con nuestro Padre celestial. Y Dios, que es quien conoce los corazones de los seres humanos, nos ha prometido “Aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo te recogeré”. Así como Dios levantó a George Müller hace 200 años para socorrer a los huérfanos de Inglaterra, hoy está levantando una generación de padres y madres espirituales para socorrer a un mundo lleno de huérfanos del alma. Nuestro papel en todo esto es entender cómo es que Dios trabaja para preparar, equipar y levantar padres para las generaciones de huérfanos que llenan la tierra hoy día.

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Los padres se forjan en las Galeras John Knox, famoso líder reformador del siglo XVI, fue conocido como el “Padre de la Reforma en Escocia”. Este hombre clamó un día a Dios la recordada frase “Dame Escocia o me muero”. Años más tarde Dios le permitió ver como una nación entera dejaba de lado los ídolos para rendirse a los pies de Jesucristo. Fue un hombre valiente, lleno de fe, que enfrentó reyes, ejércitos y todo tipo de adversidades con el único fin de que la gente se volviera a la verdad de las escrituras. Pero este hermoso acontecimiento no nació de la noche a la mañana. Aquellos que han estudiado su vida a fondo coinciden que esta firmeza y carácter que le permitió ser padre espiritual de toda una nación nació trece años antes de que esto sucediera. En 1547, cuando él era un novato predicador que había dejado el sacerdocio católico para unirse al protestantismo, los católicos escoceses, preocupados por la cantidad de católicos que se estaban volviendo al protestantismo, pidieron a los franceses que les ayudaran a encarcelar y llevar cautivos a los protestantes que se dedicaban a la predicación. Fue así como Knox, capturado por los franceses fue llevado a Francia y condenado a las “Galeras”. Las Galeras eran la pena más dura a la que un criminal podía ser sentenciado después de la pena de muerte. Consistía en remar horas y horas en el interior de un barco, encadenado a un banco, sin poder moverse, y sin parar, ya que si paraban los soldados los golpeaban con látigos. Muchas personas no sobrevivían a tales esfuerzos. Las condiciones higiénicas eran deplorables, y muchas veces comían comida con gusanos y otro tipo de insectos. Knox pasó 19 meses en las Galeras, sin poder hacer otra cosa más que remar todo el día, comer y dormir cuando ya estaba exhausto y se lo permitían. Pero fue en 68

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ese lugar, en medio del sufrimiento, del dolor, que Dios forjó un padre espiritual para una nación entera. Al salir de esa condena, Knox nunca fue el mismo, su hombre interior fue fortalecido de tal manera que pudo liderar una reforma espiritual que nos afecta hasta hoy en día. Dios en las Galeras forjó al padre que Él necesitaba para guiar una nación entera a los pies de Cristo. Las Galeras no suenan como algo atractivo, al contrario pero es en lugares como ese que se forjan los padres espirituales. Hoy en día ese tipo de condenas ya no existen, pero sin duda alguna de tu desierto, tu prueba… es tu Galera. Y es en ese lugar que Dios está forjando un padre o una madre en ti que pueda hacerse cargo de Sus huérfanos. Dios tiene algo en el futuro para entregarnos, y Dios necesita padres y madres, que hayan pasado por aguas turbulentas y puedan ministrar y guiar al pueblo de Dios con firmeza, por lo que nunca maldigas tu Galera, porque sin duda es el lugar donde nacerán las mayores victorias que Dios te dará en el futuro.

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CAPÍTULO 8


Dolores de mujer que da a luz le vendrán; es un hijo no sabio, porque ya hace tiempo que no debiera detenerse al punto mismo de nacer .

Oseas 13:13

Una de las razones por las que le doy a gracias a Dios de ser hombre es que nunca voy a tener que dar a luz. Los hombres no estamos preparados ni física ni psicológicamente para tal cosa. Una vez escuché a un predicador decir: “La mujer engendra con placer y da a luz con dolor”. Gracias a Dios por las mujeres que han sido creadas por Dios para soportar el dolor, esfuerzo y sacrificio que conlleva traer un bebé al mundo. He hablado con muchos hombres que han estado en la sala de parto junto a su esposa cuando ella estaba dando a luz, y les pregunté qué podían hacer mientras ella sufría y soportaba ese momento. La mayoría de las respuestas fue: “No podía hacer nada más que tomar su mano, acariciarla y estar ahí, porque era ella quien estaba dando a luz”. Lo mismo sucede con cada creyente cuando estamos dando a luz promesas y cosas trascendentales que Dios algún día engendró en nosotros y están a punto de realizarse. Sentimos dolores de parto, sentimos que se nos desgarra el alma, sentimos el sufrimiento que nunca antes habíamos sentido, como si esta vez fuera más de lo que podemos soportar. Y clamamos a Jesús, y sentimos silencio…y no entendemos ese silencio, pero el Señor a través del silencio nos está diciendo: “Un día te di una promesa y la creíste con gozo, ahora la estás dando a luz con dolor. No puedo hacer más nada que estar contigo, 71

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porque sos vos quien está dando a luz”. Esto se parece a algo que he leído en mucho de los silencios que Jesús ha tenido conmigo: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.

El silencio de Jesús Muchas veces he vivido ese silencio de Jesús en mi vida. Especialmente en el tiempo que estaba viviendo fuertes ataques de pánico. Yo sentía que me moría, me sentía desesperado, lleno de confusión, angustia y clamaba a Dios y sólo oía su silencio. Parecía como que de un día para otro Dios había callado. Con el tiempo entendí que Él había callado por amor, porque era yo el que debía parir, promesas y cosas que Dios estaba queriendo hacer nacer en mí. Nunca olvides que cuanto más fuertes son los dolores es porque más cerca está la promesa, cerca estás de dar a luz y como dice la conocida frase “Cuanto más oscura esta la noche, más cerca está la luz del amanecer”. Alguien que conoció muy bien los silencios de Dios fue David. Cuando él decidió huir de Judá por causa de Saúl, fue a refugiarse a la tierra de Gat, que era tierra de los filisteos (sus enemigos). Cuentan las escrituras que unos siervos del rey Aquis, rey de Gat, lo reconocieron, avisando que era “David su enemigo” e inmediatamente decidieron llevarlo ante el rey para ser juzgado. Imagínense los pensamientos que pasaron por David mientras iba camino al palacio del rey Aquis, rey del pueblo al cual David le había hecho perder muchos hombres en batalla. La muerte era la sentencia segura para David. 72

David debió haber clamado todo el camino hacia el palacio, sin dudas habrá pedido la protección de Dios, que lo librara, o hiciera algo, sin embargo Dios no envió un ángel, no envió una señal y no hizo absolutamente nada. Finalmente David llega delante de la presencia del rey Aquis, a esta altura el pánico y la desesperación de David por salvar su vida son tan grandes que comienza comportarse como si estuviera loco. Comenzó a dejar caer la baba por su boca y a escribir incoherencias en la pared. En aquella época se creía que si alguien estaba loco y tenía un espíritu de locura, ese espíritu podía saltar de la persona loca y meterse en otra persona, por lo que el rey Aquis decide echarlo fuera del palacio y David huye de la ciudad. David tuvo que soportar ese momento solo, padeció esa situación y la enfrentó como pudo. La razón es que él estaba “pariendo”. Cuando salió de la ciudad de Gat, se fue a esconder en la cueva de Adulam. En esa cueva escribió el salmo 34, uno de los salmos más poderosos de los 150 salmos que se encuentran en el Salterio. Este salmo habla de la fidelidad de Dios para librar a su pueblo de las grandes crisis y aflicciones y ha fortalecido y consolado la vida de millones de personas a través de los siglos. En medio de esta difícil circunstancia que David sin duda no entendía y, sin saberlo, estaba pariendo palabras de consuelo y fortaleza para muchísimas personas desde que fue escrito hasta el día de hoy, pasados alrededor de tres mil años. Es mi salmo favorito y quisiera compartir algunas partes contigo:

Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. …Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados. 73

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Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende…. …Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él.   Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien… …Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos… …Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias… Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová… …El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado…

evangelio. Fue alojado en una casa, en la cual estaba recluido y vigilado día y noche por un guardia romano. Aunque se le permitía recibir visitas y que sus discípulos le trajeran provisiones, no fue un momento nada fácil para Pablo. Tengamos en cuenta que éste era un hombre al que le encantaba viajar y evangelizar. Iba de ciudad en ciudad predicando, desplazándose, trabajando. Era un hombre dinámico y de constante movimiento. De pronto Dios detiene todo y permite que quede recluido por dos años en una pequeña casa sin poder salir, ni hacer nada de lo que hacía antes. Durante esos dos años Pablo esperaba una sentencia por su “crimen de predicar”. Imaginen los pensamientos, preguntas y luchas que debieron haber pasado por su mente. Él no tenía idea cuál iba a ser su condena, no sabía si iba a salir de aquella prisión o si tal vez nunca saldría. En medio de todo esto, Pablo para aprovechar su tiempo, comienza a escribir una serie de cartas a hermanos de diferentes Iglesias que él había fundado años antes. Les escribe a sus hermanos los filipenses, a los colosenses, a los efesios y a su hermano Filemón. Estimado lector, ¿le suenan estos nombres?

…Jehová redime el alma de sus siervos, Y no serán condenados cuantos en él confían…

¿Crees tú que cuando Pablo estaba escribiendo estas cartas tenía idea en qué se convertirían? Él no tenía la más mínima idea de que estas cartas serían parte del fundamento de nuestras creencias cristianas y que formarían parte de lo que para los cristianos hoy es el “Nuevo Testamento”. Pablo, sin saberlo, en medio de su aflicción, estaba escribiendo parte de lo que para nosotros hoy es La Biblia, la palabra infalible de Dios.

Dando a luz lo trascendental Al igual que David, el Apóstol Pablo es otro ejemplo de que en las crisis y pruebas, aquellos que aman a Dios dan a luz cosas trascendentales para el reino. En el año 62 d.c Pablo, siendo ya anciano, es encarcelado en Roma por causa de la predicación del 74

Él solamente, bajo inspiración divina se había tomado el trabajo de escribirles palabras de aliento, enseñanza y exhortación a hermanos de diferentes Iglesias que él había fundado y amaba de una manera especial. ¿Podrá ser que en medio de tu aflicción Dios esté 75

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escribiendo una historia contigo? ¿O tal vez tus lágrimas están escribiendo una historia? Claro que sí. Pablo estaba dando a luz a través de dolores de parto gran parte de lo que hoy creemos y defendemos en nuestras Iglesias. Algo trascendental que él nunca se imaginó. ¿Has estado sintiendo dolores de parto? ¿Dolores que nunca antes habías sentido? No desesperes, sólo estás dando a luz…pronto tendrás la promesa en tus manos, y el dolor no será nada comparado con la bendición de tener la promesa contigo. Y será como está escrito: “Y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron”. (Job 11:16).

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CAPÍTULO 9


…porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.

1 Juan 4:4

Un día que salí a tomar un paseo, sin haber previsto nada me topé con la casa en la que viví desde que nací hasta los 6 años. Estaba pasando un tiempo muy difícil en lo sentimental y le estaba pidiendo una palabra a Dios para mi vida. Era uno de esos días en lo que uno no sabe qué hacer para acallar los gemidos de su alma. Sólo salía a caminar y distraerme, oraba, leía Su Palabra y trataba de que el tiempo pasara lo más rápido para que llegara la noche y poder dormir. Deseaba que los días solamente pasaran. ¿Alguna vez te has sentido así? ¿Queriendo que el tiempo sólo pase para que de una vez por todas se calme la tormenta y salga el sol? Yo sí. Y sé muy bien lo que se siente. Esos son momentos en lo que sólo una palabra del cielo directamente del corazón de Dios puede darnos el impulso que necesitamos para seguir. Ese día El Espíritu de Dios me habló de una manera hermosa y reconfortó mi corazón para seguir adelante. Como contaba…me topé con la casa en la viví desde que nací hasta mis 6 años. Me acerqué para echar un vistazo y pude percibir que Dios quería enseñarme algo. Mis recuerdos de esa casa de mi infancia son maravillosos, yo siempre recordé un enorme jardín a la entrada y una casa espaciosa, con grandes habitaciones. Siempre me imaginaba de pequeño poder formar un club de fútbol en el barrio y utilizar mi enorme jardín para hacer la cancha. Realmente siempre que recordaba esa

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casa sentía una gran felicidad de haber vivido en un hogar tan grande con tan enorme jardín. Sin embargo, ese día que salí a caminar y pasé por mi antiguo hogar (16 años después) quedé un poco desorbitado con lo que vi. Todos mis hermosos recuerdos no concordaban con lo que mis ojos estaban viendo. El enorme jardín no era más que una pequeña entrada con algunas flores y un poco de césped. La enorme casa en la que había crecido era una pequeña casita con habitaciones cómodas como para una familia pequeña. Lo primero que pensé fue que tal vez habían hecho alguna remodelación, pero llegado a mi casa le pregunté a mis padres y me dijeron que no, que la casa seguía tal cual era. De pronto el Espíritu Santo me susurró: “La casa no ha cambiado, tú has crecido”. Al instante que me dijo eso habló a mi corazón de una manera tan clara como pocas veces lo ha hecho: “Así pasa con muchas de las dificultades que estas atravesando ahora, parecen enormes e insuperables, pero cuando pase el proceso y atravieses esto; y crezcas, volverás a mirarlas y te darás cuenta que no eran tan grandes, sólo que necesitabas crecer para poder verlas tal cuales eran”.

la victoria está al amanecer

Esto sin duda fue lo que lo que sintió el rey Ezequías el día que se levantó y se encontró con que el enorme ejército que había sitiado Jerusalén, de la noche a la mañana había sido destruido por un Ángel enviado por el Señor. Éste no era cualquier ejército, era nada más ni nada menos que el ejército de Asiria, el más poderoso de aquel tiempo, liderado por el rey Senaquerib. Estos soldados eran crueles y malvados. Arrasaban con las naciones, llevando cautivos a sus enemigos, les cortaban 78

las extremidades, los quemaban, los clavaban en estacas y realizaban todo tipo de atrocidades. No tenían piedad ni de niños ni de mujeres. Pocas naciones le hacían frente a este Imperio. La historia cuenta que Senaquerib decide atacar Jerusalén luego de que el rey Ezequías se rebela y se niega a pagar los altos impuestos que estos exigían. De camino hacia Jerusalén los asirios venían arrasando y destrozando otras ciudades, las cuales nada habían podido hacer ante este poderoso ejército. Y la próxima sería Jerusalén. Imaginemos a Ezequías la noche anterior, yendo a dormir con tantas preguntas en su mente, incertidumbres y temores. Junto con el profeta Isaías habían puesto el asunto en las manos de Dios en oración. Pero de todas formas no sabían qué iba a hacer el Señor. Ezequías sin duda se debe haber preguntado: “¿Tendremos que salir y enfrentarlos?”. “¿Seguiremos esperando?”. “¿Cuál será la voluntad de Dios en medio de todo esto”? Sin embargo, a pesar de sus dudas y de la lucha interior que estaba atravesando tomó una decisión que debe ser de ejemplo para nosotros “…Entonces Ezequías oró a Jehová…”. (Isaías 37:15). Puso el asunto en las manos de Dios, y fue cuando hizo eso que el Señor manifestó su poder para librarlo. Este rey no cometió el error que mucho de nosotros cometemos en nuestras batallas, y es tomar el asunto en nuestras propias manos, sin orar, sin esperar en el Señor y sin buscar su dirección con respecto a lo que estamos viviendo. A menudo el afán, el temor y otras cosas nos juegan una mala pasada y tomamos los asuntos en nuestras manos, y ahí es cuando fallamos. Por causa de la decisión de Ezequías de orar al Señor y poner el asunto en Sus manos, Dios respondió: “Por el camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla…”. (Isaías 37:34-35). La palabra del Señor vino a Ezequías luego de que 79

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éste puso el asunto en las manos de Dios. No vino antes, y tampoco la liberación. Ésta vino cuando Ezequías fue directamente a Dios. Anteriormente éste había pedido palabra al profeta Isaías y el profeta le había dado una palabra de parte del Señor asegurándole que iban a tener victoria. Pero Senaquerib siguió atacando a Ezequías enviándole cartas que blasfemaban contra Dios y ponían en duda el poder de Dios. Por lo que para Ezequías no fue suficiente lo que Isaías le dijo y tomó la decisión de ir él directamente al Señor. Luego de esta determinación el Señor responde y extermina a ciento ochenta y cinco mil soldados durante la noche.

Mayor es él

los problemas de la vida y sus necesidades personales también parecen insignificantes, porque las está mirando desde una perspectiva diferente. Las está viendo como las ve el Espíritu Santo, porque Él tiene dominio de la situación” (Mi amigo, el Espíritu Santo, 1992, Editorial Vida). En otras palabras, entendamos que nuestras crisis están en las manos de Dios, y no hay nada ni nadie más poderoso que Él, y terminarán cómo y cuándo Él quiera. Y el mismo que tiene poder para esto nos ha dicho que nos ama con amor eterno y profundo, por lo que tomemos confianza y ánimo, sabiendo que una mañana despertaremos y nos encontraremos con nuestro enemigo derrotado y huyendo, y podremos ver que al fin y al cabo no era tan grande como pretendía y que Dios siempre tuvo el control “Porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”.

No puedo evitar imaginarme a Ezequías contemplando ese escenario en la mañana al despertar. Sin duda se preguntó: “¿Por qué estaba tan turbado?”. “¿Dónde están todos los que contra mi contendían?”. “¿Dónde está Senaquerib que tan poderoso presumía ser e incluso me quiso hacer dudar del poder del Señor?” El panorama que hacía un día parecía ser una pesadilla sin salida, ahora no era más que un ejército totalmente derrotado huyendo y volviendo por el mismo camino que vinieron, tal como el Señor lo había anunciado. Es que nuestras pruebas nunca terminan como el enemigo quiera, ni tampoco son tan grandes como él nos quiere hacer ver. El pastor David Paul Yonggi Cho comenta en uno de sus libros : “¿Ha estado usted alguna vez en la cúspide de una montaña y ha observado cuán pequeño parece todo allá abajo? Cuando usted haya recibido la plenitud del Espíritu Santo, casi de inmediato notará que 80

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CAPÍTULO 10 >

…no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Mateo 4: 4

Todo ejército tiene un orden jerárquico. Este orden de-

fine quiénes son los que toman las decisiones más importantes y dan órdenes. Cuanto más alto rango tengan más peso tiene sus órdenes y cuanto menos viceversa. Por lo que la tarea de un soldado raso es bastante simple en cuanto a tomar decisiones. Ellos son los que están al frente de la batalla y exponen su vida al peligro, pero las decisiones no vienen de su parte. Los soldados simplemente esperan las órdenes de los altos rangos. Cuando la orden es “atacar”, atacan. Cuando la orden es “esperar”, esperan, o si la orden es retroceder o cambiar de dirección también lo hacen. No están pensando qué hacer o cómo hacerlo, pues no es su responsabilidad, eso compete a los oficiales. Sólo están atentos a la orden que se dé y están dispuestos a obedecerla sea cual sea Buscando dirección

Hubo un ejército, ya hace varios siglos, que pasó por una situación muy complicada en la cual la decisión que se tomara iba a ser crucial y definiría si el pueblo 83

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recuperaría sus familias. Los soldados junto con su general habían partido para apoyar a un país aliado a batallar a una ciudad que limitaba con su tierra. Luego de algunos conflictos y confusiones deciden volver. Para su sorpresa la escena con la cual se encontraron era catastrófica: el país había sido saqueado, sus casas habían sido quemadas y se habían llevado a sus mujeres e hijos presos. No quedaba nada. Cuenta la historia que estos hombres se angustiaron y lloraron hasta que no le quedaron fuerzas para seguir lamentándose, incluso de la impotencia y angustia que sentían quisieron apedrear a su general haciéndolo culpable a él de lo que había sucedido. Al enterarse que los que habían hecho esto eran de un pueblo llamado Amalec, los hombres se ven ante la difícil decisión de ir tras ellos o simplemente quedarse y quejarse por la tragedia. No es que estos hombres fueran cobardes, todo lo contrario, eran hombres de guerra. Pero… ¿Adónde ir? ¿Cómo perseguir a un enemigo que no sabemos por dónde ha huido? Solamente sabían que los amalecitas eran los culpables más desconocían dónde estaban ni qué había pasado con sus familias. Sólo había incertidumbre y angustia. Necesitaban dirección. A menudo, cuando nos encontramos con una situación que nos supera, las emociones nos juegan en contra. Nuestra mente es una máquina que no puede parar de argumentar, lo menos que debemos hacer es tomar decisiones, ya que no tenemos la claridad ni el ánimo para asumirlas. Esto es lo que le sucede a estos hombres. Se encuentran desbordados. No saben qué hacer. Precisan que alguien les diga por dónde ir, cómo hacerlo y si vale la pena luchar. Es entonces cuando su general toma la mejor decisión que cualquier ser humano en la tierra puede tomar cuando la situación supera sus fuerzas y no sabe qué hacer: “Y David consultó a Jehová…”. (1 Samuel 30:8). Sí, este general es David, el gran hombre de Dios. Desconcertado, sin saber qué hacer, pero sabiendo que el 84

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Único que puede darle la dirección que él necesita en un momento como éste es el Señor. Los amalecitas han hecho que David se golpeé contra la pared de la debilidad humana. La situación lo ha superado y no sabe qué hacer, y es en ese momento cuando actúa Dios. Cuando ya no sabemos cómo actuar, Él dice: “Yo conozco el camino”.

Todos atravesamos Amalec Habrá momentos en la vida en que Amalec también nos golpee a nosotros. Nos daremos cuenta que no tenemos todas las respuestas, que no sabíamos tanto como creíamos y, finalmente reconoceremos que no sabemos qué hacer y que necesitamos dirección. Amalec duele, trae angustia, desesperación, impotencia, lágrimas. Muchas veces lloraremos hasta que no nos queden fuerzas como les pasó a estos soldados. Incluso puede que queramos cometer alguna locura como apedrear a nuestro general. La desesperación de no saber qué hacer en una situación dada lleva a cometer desequilibrios. Pero Amalec puede tener algo bueno si hacemos lo que David hizo, pues Amalec nos llevará a Dios. Si seguimos el ejemplo de David y consultamos a Jehová, el final de todo Amalec será algo bueno que simplemente nos condujo a buscar dirección en Aquel que todo lo sabe. Eso fue lo que le sucedió a David. El Señor le responde y le da la orden de ir tras sus enemigos y le da la certeza que los alcanzará y recuperará a las familias del pueblo. David enseguida obedece la orden y tal como el Señor se lo dijo sucede. David recupera todo: familias y posesiones 85

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El pan del cielo Mientras David iba tras el enemigo hubo sólo una cosa que lo mantuvo enfocado, con fuerzas y sin desmayar. Fue la palabra que Dios le había hablado “…Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos”. (1 Samuel 30:8).

superando y no tengas dudas que Él te mostrará el camino. Y cuando ya nada más te pueda sostener, Su Palabra te sostendrá. Cuando ya más nada pueda calmar tu dolor, Su Palabra te sanará. Cuando ya no puedas hacer más, Su Palabra te guiará...y al fin entenderás “Que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

La palabra de Dios lo mantuvo fuerte y dispuesto para la batalla, puesto que muchos soldados de los que estaban con él se quedaron en el camino, por el cansancio y el desánimo. El alimento de David durante esas horas que estuvo tras el enemigo fue la misma Palabra, ella le dio fuerzas, ánimo y esperanza de que como Dios le había dicho iba a suceder. Los soldados que se quedaron no quisieron comer de esta Palabra, tal vez por incredulidad o temor, pero David confió en el Señor y dejó que la Palabra que le había sido dada le diera fuerzas para seguir adelante y derrotar a su enemigo. Hay una profunda verdad detrás de esta historia y es que “los hambrientos son saciados”. Aquellos que aceptan que no pueden por sí solos, que reconocen su necesidad y tienen hambre de recibir una palabra del cielo para sus vidas serán saciados. No importa cuán difícil sea la situación. Dios responderá y dará dirección. Dios nunca ha dejado de hablar, somos nosotros los que muchas veces dejamos de escuchar. Lo hacemos porque no tenemos hambre, nos alimentamos día a día con tantas artículos de esta era moderna que cuando llega el momento de alimentarnos de Su Palabra prácticamente ya estamos “llenos con muchas cosas”. Pero vendrá un Amalec, que nos hará darnos cuenta que nos hemos estado alimentando con comida chatarra. Que lo que realmente necesitamos es el pan del cielo…Su Palabra. Entonces será el momento de pedirle al Señor esa Palabra para esa situación que nos está 86

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CAPÍTULO 11

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Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.

Isaías 26: 3-4

Este hermoso pasaje habla de una fortaleza y una paz

que recibe todo aquel que decide poner sus pensamientos en Dios. Aquel cristiano que realmente busca el rostro del Señor, aquel que anhela conocerle, hacer Su voluntad y caminar con Él, es un cristiano que sin duda será atacado. Sufrirá ataques en su mente, corazón, espíritu y cuerpo. Los grandes hombres de Dios nunca tuvieron “vidas tranquilas”, muchos perdieron seres queridos, sufrieron enfermedades, accidentes, traiciones y graves problemas.

El infierno detesta a aquellos que entienden que el evangelio es la carrera entre la vida y la muerte, y que no es simplemente una religión, que consiste en participar de una reunión dominical y diversas actividades en la semana. Si eres es un creyente verdadero, que tienes pasión y amor al prójimo, vives una vida de oración, de conocimiento de La Palabra y Dios ha puesto Su mano sobre tu vida: no tengas duda de que serás un blanco de Satanás y serás atacado A veces las pruebas serán tan difíciles que te sentirás morir, sentirás desesperanza, te sentirás lejos de Dios, 89

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confundido, desolado y abatido. Dios lo permitirá para probarte, para hacerte crecer y sobre todo para enseñarte y prepararte para llevarte a cosas mayores. Ahora quiero que sepas algo, mi idea con esto no es asustarte ni mucho menos, al contrario. Si bien es verdad que los ataques vendrán, Dios ha provisto en Su Palabra la clave para poder gozar de paz y fortaleza en medio de cualquier ataque y prueba. Su Palabra es clara “Tú guardarás en completa paz a Aquel cuyo pensamiento en Ti persevera”. Pero ¿qué significa que nuestros pensamientos perseveren en Él y cómo podemos lograrlo? La verdad es muy simple. Que nuestros pensamientos perseveren en Él significa que en medio de cualquier prueba nosotros no vamos a dejar entrar los pensamientos negativos que el Enemigo quiera implantarnos a través de esas circunstancias. Es decir, vamos a cerrar nuestros oídos a la voz del enemigo y como contrapartida vamos a enfocar nuestra mente y nuestros pensamientos en el Señor y Sus promesas. No vamos a dejar que nuestra mente se desvíe en pos de los pensamientos con los cuales el maligno quiere dominarnos. Cuando venga el enemigo y nos susurre “Dios se está tardando demasiado, tal vez no fue Dios quien prometió eso, tal vez fue solo una emoción.” En ese momento vamos a recordar las promesas que Dios nos ha hecho y vamos a declarar Su fidelidad y amor por nosotros. Cuando nuestro máximo deleite y la alegría más grande de nuestra vida es el Señor, conocerle y hacer Su voluntad, no hay prueba ni ataque que pueda destruirnos. Porque por más dura prueba que nos toque atravesar, no hay ninguna que pueda separarnos de nuestra relación con el Señor. Y si tenemos lo más importante de nuestra vida con nosotros (nuestra relación con Él), todo lo demás por más difícil que sea es transitable.

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Siendo fortalecidos a través de los siglos Ahora, la segunda parte de la pregunta era cómo poner esto en práctica. La clave está en el siguiente versículo “…porque en ti ha confiado”. La confianza en Dios es la que nos lleva a descansar y a poner nuestros pensamientos en Él en medio de las pruebas. Debemos confiar en Él, debemos creer que Él es real y que es fiel para cumplir lo que ha prometido. Es a aquellos que confían en Él, a quienes el Señor guarda en paz en medio de las pruebas. El meollo de esto es el siguiente: en la última parte del versículo, el profeta Isaías nos dice la razón por la que debemos confiar en Él para recibir paz: “… porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos”. ¿Qué es la fortaleza de los siglos? Personalmente esta parte del versículo es la que más ha tocado mi alma, esta fortaleza de la que habla el profeta es la resistencia que ha sostenido a miles de cristianos ante pruebas durísimas a través de los siglos. Es el vigor que impulsó a los primeros apóstoles que murieron por causa de predicar la Palabra, es la fortaleza que sostuvo a los cristianos primitivos cuando eran echados al foso de los leones por no negar a Cristo; es la valentía que llevó a William Tyndale (el traductor del Nuevo Testamento al inglés) a ser quemado en la hoguera por su obra; es la fuerza que sostuvo a William Carey a permanecer haciendo la voluntad de Dios en la India luego de perder un hijo por causa de las enfermedades que había en ese lugar; es la fortaleza que sostuvo a grandes hombres y mujeres de Dios que han sufrido a través de los siglos por causa del Reino de los cielos. Mi pregunta es la siguiente, querido lector: ¿acaso esta misma fortaleza que viene del cielo no podrá sostenerte a ti también en medio de tu prueba? Estos hombres se fortalecieron y cumplieron con el plan de Dios, y su obra sigue viva afectando al mundo de hoy. ¿Podrá Dios fortalecerte en medio de tu prueba que tal vez no se compara con estos grandes sufrimientos que atravesaron 91

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estos generales de Dios? Yo creo que sí. Creo que hay una fortaleza sobrenatural que pocos conocemos, que viene sobre aquellos que deciden jugársela al cien por ciento por la voluntad de Dios. Necesitamos experimentar esa fortaleza en medio de nuestras pruebas, Dios así lo quiere, Dios quiere mostrarnos que Él está con nosotros, sólo debemos confiar, perseverar nuestra mente en Él y pedirle que nos dé “la fortaleza de los siglos”, que proviene del cielo y que puede darnos paz y seguridad en medio de las pruebas más difíciles.

Falta de entrenamiento El gran problema con nosotros, los creyentes occidentales específicamente, es que estamos “faltos de entrenamiento”. Nuestras vidas a menudo son muy cómodas, muy adaptadas a la sociedad consumista y tecnológica en las que vivimos, por lo que “nuestras luchas” se reducen a una deuda que no se puede pagar, a un problema matrimonial, a una pelea con algún ser querido o a su pérdida, a un tema laboral o a algo similar. No estoy subestimando estas cosas, claro que son importantes y nos hacen sufrir, pero si creemos que estas cosas son pruebas difíciles es porque aún no hemos visto nada. Déjenme darles un ejemplo: cuando yo era adolescente quise aprender boxeo y le pedí a mis padres que me pagaran la cuota en uno de los gimnasios más reconocidos de Uruguay. Llegado el primer día de entrenamiento, llegué al club con mucho entusiasmo. Apenas estuve preparado para comenzar y el entrenador me mandó a pegarle a la bolsa, al principio estaba muy contento, pasaron los minutos y ya comencé a sentir al cansancio, aunque todavía estaba entusiasmado. Luego de media hora aproximadamente ya no le encontraba sentido 92

a la bolsa negra y fea que estaba delante mío, ya me había sacado toda la rabia con la pobre y no quería pegarle más porque mis brazos me pedían un descanso. Por fin terminé con la bolsa y el entrenador me dice: “Bueno, éste era el calentamiento, ahora vamos a hacer ejercicio de verdad”. Comenzó a hacer una serie de movimientos y los que estábamos ahí teníamos que seguirlo, unos ajetreos que vendrían a ser la gimnasia del boxeo. Eso duró como media hora más, cuando terminé, me despedí y de camino a mi casa rompí el carné de miembro del gimnasio. Nunca más fui, creo que después de eso dormí dos días seguidos, fue demasiado para mí, de la noche a la mañana quise ser un boxeador sin entender ni comprender el sacrificio, dedicación y tiempo que lleva eso. Estaba totalmente falto de entrenamiento. Aplicando esto a la vida espiritual creo que nos sucede algo similar a los creyentes occidentales, muchas veces flaqueamos ante pequeñas pruebas que se nos presentan porque “estamos faltos de entrenamiento”. ¿A qué me refiero cuando hablo de entrenamiento? Déjame presentarte a una boxeadora profesional, que ha sido entrenado en uno de los rings más duros. Se llama Kyung Ju Song. Ésta es su historia: “Hola, mi nombre es Kyung Ju Song. Yo nací en Pyongyang, capital de Corea del Norte. Llegué Corea del Sur en el 2009. Tengo 18 años y estoy en segundo año de High School. Yo fui la única hija de una familia muy rica. Mi padre fue un asistente de Kim Jong Ll, líder de Corea del Norte. Cuando yo tenía 6 años, mi familia fue políticamente perseguida por el gobierno de Corea del Norte, por lo que escapamos a China en 1998.Después de instalarnos en China uno de nuestros parientes llevó a mi familia a la iglesia. Allí mis padres llegaron a conocer la maravillosa gracia y amor de Dios. Entonces, sólo unos meses después, mi mamá que estaba esperando a su segundo hijo murió de leucemia. Con todo, aun en el medio 93

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de esta tragedia familiar, mi papá comenzó a estudiar La Biblia con misioneros surcoreanos y norteamericanos. Su más grande deseo era convertirse en misionero en Corea del Norte. Pero repentinamente en el año 2001 fue reportado y arrestado por la policía de China y fue enviado de vuelta a Corea del Norte, donde fue sentenciado a prisión. Él se vio obligado a dejarme. Pero los tres años que pasó en prisión sólo hicieron más fuerte la fe de mi padre. Él clamó a Dios más desesperadamente, en lugar de quejarse o culparlo. Cuando él fue liberado de prisión, volvió a China y estuvimos reunidos por un corto tiempo. Fue entonces que él comenzó a reunir Biblias y no mucho después decidió volver a Corea del Norte para compartir el mensaje de Cristo, el mensaje de vida, esperanza, entre las personas sin ilusión de su patria. Él no eligió ir a Corea del Sur donde podía tener y disfrutar de libertad religiosa. En lugar de ello eligió volver Corea del Norte para compartir el amor de Dios en una tierra peligrosa. Rompe mi corazón contarles que en el 2006 su trabajo fue descubierto por el gobierno de Corea del Norte y fue llevado de nuevo a la prisión. Yo no he escuchado una palabra de mi padre o algo acerca de él desde entonces. Lo más probable es que haya sido asesinado a balazos públicamente por los cargos de traición y espionaje como es comúnmente el caso de los cristianos perseguidos en Corea del Norte. Cuando mi padre fue arrestado por primera vez en el año 2001 y fue forzado a dejarme y volver a Corea del Norte yo aún no era cristiana. Fue entonces cuando fui adoptada por una joven pareja de pastores chinos. Ellos me mostraron gran amor y cuidado, a través de ellos Dios me protegió. Pero el pastor y su esposa tuvieron que viajar 94

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a los Estados Unidos en el año 2007. Poco después, tuve la oportunidad de viajar a Corea del Sur, mientras vivía en el Consulado de Corea del Sur en Beijing, la capital de . Esperando ese viaje una noche vi a Jesús en un sueño. Él tenía lágrimas en sus ojos, caminó hacia a mí y dijo: Kyung Ju ¿Cuánto tiempo más me tendrás esperando? Camina conmigo. Tú perdiste tu padre terrenal pero yo soy tu padre celestial y todo lo que te haya ocurrido fue porque te amo. Después de que desperté del sueño me arrodillé y oré a Dios por primera vez. Esa noche me di cuenta de que Dios, mi padre, me ama y cuida tanto de mí, que envió a su hijo Jesús a morir por mí. Yo oré: “Dios, aquí estoy. Dejo de lado todo y te doy mi corazón, mi alma, mi mente y mis fuerzas, por favor úsame como Tú quieras”. Dios ha puesto profundamente en mi corazón un gran amor por Corea del Norte, así como mi padre fue utilizado allá para el reino de Dios. Ahora yo deseo ser obediente a Dios. Quiero llevar el amor de Jesús a Corea del Norte. Miro hacia atrás y en mi corta vida puedo ver la mano de Dios en todo lugar. Seis años en Corea del Norte, once en China y el tiempo que he estado aquí en Corea del Sur... Todo lo que hemos sufrido, toda la tristeza y el dolor, todo lo que he experimentado y aprendido, quiero entregarlo a Dios y usar mi vida para Su Reino. Espero honrar a mi padre y darle gloria a mi padre Celestial sirviendo a Dios con todo mi corazón. Actualmente estoy estudiando duro para entrar a la universidad, para estudiar Ciencias y Diplomacia. Luego quiero trabajar por los ciudadanos del pueblo de Corea del Norte, a quienes los derechos les han sido quitados. Yo creo que el corazón de Dios clama por los perdidos de Corea del Norte. Yo humildemente les pido mis hermanos 95

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y hermanas aquí, en este lugar, que tengan el mismo corazón que Dios tiene. Por favor, oren que la misma luz y gracia y misericordia de Dios que alumbró a mi padre y a mi madre y ahora a mí, venga un día a alumbrar al pueblo de Corea del Norte… mi pueblo. Gracias”. (Este video pueden encontrarlo en YouTube con el título “Testimonio Estudiante de Corea del Norte”).

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circunstancia podamos tener paz y seguir adelante. Estoy seguro que es posible. No importa lo que haya pasado, lo que esté pasando o lo que pueda llegar a pasar en tu vida, nunca lo olvides… ÉL ES LA FORTALEZA DE LOS SIGLOS.

A esto me refiero con verdadero entrenamiento. En Corea del Norte (el país con más persecución religiosa hacia los cristianos) habitan 24 millones de personas, 480.000 son cristianos, los cuales son perseguidos por su fe. No existen iglesias, se reúnen clandestinamente en casas y ponen gente vigilando afuera mientras oran y comparten la palabra. De estos 480 mil, 30 mil están presos, tratados como criminales y ni contar todos los que son ejecutados en público por su fe en Cristo. Cientos de historias, cientos de familias y vidas de hermanos que han dado todo por amar al Señor hasta las últimas consecuencias. Entre los países con más persecución religiosa a los cristianos tenemos a Afganistán, Irak, Somalia, Maldivas, Mali, Irán, Yemen, Eritrea. Siria y Nigeria. En todos estos hay cientos o miles de historias similares a la de Kyung Ju Song. Al dar una mirada a la Iglesia del otro lado del mundo creo que nos damos cuenta que muchas de nuestras luchas no son tan graves como para que Dios no pueda sostenernos, claro que sí son difíciles para nuestra humana naturaleza, pero nunca lo olvidemos, tenemos un Dios en el cielo que ha sostenido y sostiene a hermanos que atraviesan por cosas mucho más duras, y ese mismo Dios tiene poder para sostenernos a nosotros. Pidámosle esa fortaleza, pidámosle que descienda del cielo sobre nuestras vidas y nos fortalezca para que en medio de cualquier 96

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CAPÍTULO 12


“…sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.

Hebreos 6:12

William Tyndale (1494-1536) Un hombre que amó la palabra Grandes hombres de Dios han surgido del mundo anglosajón. John Bunyan, Juan Wesley, Charles Spurgeon, William Carey y muchos otros que podríamos nombrar, que han sido de enorme influencia para nuestra fe y por lo tanto son considerados padres de la Iglesia y honrados como tal. Pero ninguno de estos podría haber hecho la labor que hicieron sino hubieran contado con una Biblia para poder leer y conocer a este hermoso Dios que los condujo a hacer lo que hicieron. Hoy en día damos por hecho el poder leer La Biblia en nuestro idioma, y no lo valoramos como deberíamos. A través de la historia muchos hombres y mujeres dieron su vida para que hoy nosotros podamos tener acceso a las escrituras como parte de nuestra vida cotidiana. No siempre se tuvo este privilegio. Un hombre que dio su vida por esta causa fue William Tyndale, del cual debemos dar gracias a Dios por haberlo levantado en aquellos tiempos oscuros de Inglaterra. 99

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Corría el siglo XVI, la Iglesia Católica estaba en su apogeo, las escrituras se encontraban sólo en el idioma latín y solamente los sacerdotes tenían acceso a ellas, y por lo tanto eran los únicos que podían interpretarlas. Esto llevaba a grandes abusos, de tal manera que la salvación a la personas era vendida en una especie de boleto llamado “indulgencia”. También había otros abusos como la oportunidad de pagar para poder librar a un familiar fallecido del “purgatorio”, que era un supuesto lugar intermedio entre el cielo y el infierno del cual podíamos ser librados por nuestras “buenas obras” y por un “aporte económico” al Papa, ya que se consideraba que sólo este tenía potestad para librar las almas de este lugar (Me parece conveniente destacar que estos fenómenos, llamados simonismo y nicolaísmo fueron eliminados hace siglos). Dos siglos antes, algunos hombres como John Wycliffe habían trabajado para que la gente tuviera una Biblia en su propio idioma, pero sus publicaciones habían sido quemadas y prohibidas y eran considerados herejes todos lo que apoyaban esta idea de tener La Biblia en un idioma que todos pudieran entender (llamados idiomas vernáculos). En medio de todo esto, William Tyndale es ordenado sacerdote y al realizar un estudio profundo de las escrituras comienza a crecer enormemente en él el deseo de que cada persona tenga acceso a La Biblia en su propio idioma. Es así como en 1525, después de varios años de trabajo, publica de manera ilegal su traducción del Nuevo Testamento al inglés. Durante el tiempo que le llevó la traducción enfrentó numerosas adversidades. La Iglesia Católica se opuso rotundamente a que Tyndale realizara esta traducción, fue convocado a un concilio para que retractarse, cosa que no hizo por lo que tuvo que huir del país. Cuenta la historia que cuando lo amenazaron para 100

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que desistiera de lo que estaba haciendo, miró fijamente a uno de los prominentes clérigos y le dijo: “Si Dios me da vida haré que un niño conozca las escrituras mejor que tú”. Esta fuerte convicción y entrega debería hacernos amar y valorar el hecho de poder tener una Biblia con nosotros. Aún hoy en muchos países donde el cristianismo es ilegal, nuestros hermanos se anotan meses antes para tener un turno para leer una porción de las escrituras clandestinamente, ya que muchas veces tienen una Biblia para una congregación entera. ¡Cuánto amor demostró Tyndale por La Palabra y por el pueblo, para que este pudiera tener acceso a ella! Después de estar varios años desterrado, en 1535, uno de sus colaboradores lo traiciona y es capturado por las autoridades eclesiásticas. Fue encarcelado y aislado totalmente por más de dieciséis meses. Durante este tiempo no tuvo Biblia, ningún libro, ni visitas ni nada. Estuvo en una oscura celda, aislado, sin ver el sol, sabiendo que iba a ser ejecutado pronto. Finalmente en octubre de 1536 fue llevado a la hoguera donde lo estrangularon y lo quemaron vivo. Antes de que las llamas comenzaran a arder sus últimas palabras fueron un clamor: “Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra”, mirando al cielo. La entrega de este hombre y su oración subieron delante del trono de Dios de tal manera que dos años después de su muerte, el rey Enrique XVIII permitió la publicación y distribución de la biblia de Tyndale en inglés y ordenó que cada Iglesia tuviera una copia de la misma. Dios respondió la última oración de Tyndale. Podemos concluir de la vida de Tyndale que, muchas veces, para cumplir los planes de Dios, los costos son muy altos. Pero tenemos la certeza y confianza de que si confiamos en Él y proseguimos a la meta a pesar de las adversidades, lo que Dios ha determinado en nuestra vida 101

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se hará sí o sí.

William Carey (1761-1834) Un hombre que no pudo ser derribado Alguien dijo una vez que el mayor problema de todos es no tener a Cristo. ¿Te has preguntado cómo hubieras hecho para atravesar todo lo que te ha tocado atravesar sin tener al Señor en tu vida? Muchos de nosotros no hubiéramos sobrevivido. El mayor mal es la ausencia del Señor en el corazón de los hombres. La Iglesia contemporánea entiende con bastante claridad este asunto. Dios ha levantado evangelistas alrededor de todo el mundo que ganan millones de almas para Cristo. También hay miles de misioneros dando su vida por evangelizar pueblos, aldeas y naciones. A pesar de todo esto la mies sigue siendo mucha y los obreros pocos, pero hace más de dos siglos, en 1793, cuando William Carey llegó a la India la mies era aún mayor y los obreros muy pocos. En aquel entonces se veía como algo absurdo predicarles a las sociedades no cristianas (también llamados paganas), las cuales nunca habían escuchado el nombre de Jesús. A pesar de esto este pastor bautista había luchado con su denominación para que lo apoyaran en esta misión hasta que logró fundar la primera sociedad misionera enfocada en civilizaciones nunca antes evangelizadas. Se lo conoce como el “padre de las misiones modernas” porque fue el primer misionero enviado bajo la cobertura de un ministerio. Anteriormente otros hombres habían salido a misionar pero de manera independiente. Este hombre amó las almas como pocos hombres en la historia, predicó en la India durante 42 años y tuvo mucho fruto, pero el costo fue caro y los primeros años 102

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muy difíciles. En la India hay trescientos treinta millones de dioses y la cultura es totalmente opuesta al evangelio, y mucho más en aquel entonces. Muchas veces dudó si Dios realmente lo había enviado o si había sido un deseo propio motivado por su ambición. El primer convertido lo logró luego de predicar durante 7 años sin ver resultados. Durante esos 7 años perdió a su hijo menor que había enfermado de una fiebre local. Debido a esto su esposa, quien nunca estuvo plenamente convencida de que Dios los había llamado a la India, enloqueció y comenzó a tener ataques de ira e histeria. Ella culpaba a Carey por la muerte de su hijo. En una ocasión lo atacó con un cuchillo, sin embargo este hombre de Dios la amó y la cuidó hasta el fin. Muchas veces le sugirieron a Carey que la internara por su propia seguridad, ya que ella cada vez estaba peor y sufría grandes problemas mentales, sin embargo él nunca aceptó esta idea y cumplió con el pacto de amor y matrimonio que había hecho delante de Dios de amarla y cuidarla hasta que la muerte los separara. La vida de Carey en la India estuvo llena de sufrimientos, pérdidas, oposiciones, enfermedades, tiempos de mucha neblina y confusión. Las pruebas más grandes fueron la pérdida de su hijo, la enfermedad de su esposa y el gran incendio que sufrió su imprenta, por el cual perdió muchos manuscritos sin terminar, en los cuales venía trabajando durante años. Sin embargo, el espíritu de perseverancia y lucha que lo caracterizaba lo mantuvo firme para seguir adelante confiando en Aquel que lo había llamado a estar en ese lugar. Su frase más conocida es “Esperemos grandes cosas de Dios, pero hagamos grandes cosas por Él”. Y sin duda alguna Carey hizo grandes cosas por Dios y por el Reino. Además de haber fundado escuelas y de traducir la Biblia completa en 6 idiomas, casi toda la Biblia en 3 idiomas 103

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más, el Nuevo Testamento en 21 idiomas y porciones del Nuevo Testamento en otros 5 idiomas, una de sus proezas más grandes fue trabajar para abolir el “sati”, que era una práctica antigua en la que quemaban vivas a las viudas junto con los cuerpos de sus maridos. Esta práctica fue abolida después de años de trabajo y Carey tuvo mucho que ver en eso, cambiando así la cultura y la mentalidad de una nación. Este pastor marcó un antes y un después en la obra misionera, y miles que le sucedieron han seguido su ejemplo en el mundo. Su firmeza y convicción para hacer frente a las adversidades y seguir batallando, sabiendo que tenía un Dios grande, es un ejemplo para cada uno de nosotros, para poder pararnos firmes y seguros delante de nuestros gigantes sabiendo que no hay más gigante que nuestro Dios, el cual cumplirá su propósito en nuestras vidas y nos llevará de victoria en victoria si confiamos en Él.

David Livingstone (1813-1873) Un hombre que vivió para el reino Actualmente millones de personas están recibiendo a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas en África. Lo más grandes evangelistas del siglo han visitado este territorio y ganado millones de almas para Cristo, pero no siempre fue así. En la época que vivió Livingstone África era en su mayoría un territorio totalmente desconocido para el mundo occidental a tal punto que se pensaba que era un gran desierto. Livingstone en principio tenía pensado ir a la China, 104

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ya que había sido profundamente influenciado por un misionero enviado a la China llamado Gutzlaff. Por este motivo estudió medicina y se recibió con la intención de viajar al continente asiático, pero Dios tenía otros planes. Un día, oyendo un discurso de un hombre llamado Robert Moffart, quien había regresado de África, quedó muy conmovido. Se dice que este hombre en un momento determinado miró a los ojos a Livingstone y le dijo: “Hay un gran valle al norte, de donde cada mañana cuando salía el sol, podía ver el humo de millares de aldeas donde ningún misionero ha llegado jamás”. Esto impactó tanto en la vida de David que su respuesta fue: “Iré de inmediato a África”. Y así como lo dijo, lo hizo. De manera que la mañana del 17 de noviembre de 1840 se levantó temprano en la mañana, leyó los salmos 121 y 135 junto con sus padres y partió a África. El viaje duró tres meses. Ese tiempo Livingstone lo aprovechó para predicar, estudiar y aprender la posición del barco de acuerdo a la luna y las estrellas, algo que le serviría más tarde para orientarse en sus viajes misioneros y de exploración por el interior del continente. Livingstone estuvo durante treinta años en África, en los cuales viajó sólo tres veces a Inglaterra. Las adversidades que este hombre enfrentó fueron grandes. Desde ser atacado por un león, que le causó una herida de la cual nunca pudo recuperarse del todo hasta quedar totalmente solo en medio de África. Se dice que ésta fue la prueba más difícil para él. Su esposa había enfermado, y él decidió enviarla con sus hijos a Inglaterra a descansar. Livingstone pasó años solo, sirviendo a su Dios en África antes de volver a encontrarse con su familia. Años más tarde cuando ella se recuperó volvió con su esposo pero falleció por causa de las enfermedades de la zona y esto fue otro golpe muy duro para el misionero.

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Las hazañas y logros de este hombre son numerosas, de manera que no cabrían en un pequeño capítulo de un libro, pero podemos resumir en que sus años de servicio se dedicó a evangelizar aldeas, a atender a la gente como médico y a explorar territorios desconocidos. Llevó al evangelio a lugares donde nunca ningún misionero había llegado. Su labor fue ardua y dura sin ver grandes resultados inmediatos. Sufrió enfermedades, peligros de muerte por las guerras que había entre las tribus y todo esto fue debilitando mucho su salud. El 1º de mayo de 1873 se fue a orar a su cuarto y pasaron las horas, por lo que uno de sus ayudantes, preocupado, entró en la habitación donde lo encontró de rodillas, junto a su cama, muerto. Falleció orando, así como también había vivido orando. Sus discípulos le sacaron el corazón y mandaron el cuerpo a Inglaterra. Más tarde se supo que habían enterrado su corazón en África porque ellos decían que Livingstone podía ser escocés pero que su corazón era africano. Al momento de partir, mientras oraba, tenía un papel en la mano que decía: “Quita mi vida, Señor, pero dame África algún día”.

la fortaleza de los siglos

ejemplo para nosotros los cristianos modernos. Su entrega, su amor por las almas, su confianza en Dios y sobre todo su mentalidad del Reino que lo llevó a no interesarle gastar su vida en un lugar donde otro vería el fruto. El no pensó en lograr grandes cosas para él, sino en sembrar para que el reino lograra grandes cosas. ¡Cuánta falta nos hace hoy en día ya no pensar en lograr nuestros grandes “sueños y metas” para el Señor, sino pensar en hacer lo que Él desea que hagamos para su reino, así sea pasar toda la vida sembrando para que otro coseche! David Livingstone, un gran ejemplo, un gran hombre, con un gran Dios.

Hoy el evangelista más reconocido en África es Reinhard Bonnke. En una de sus cruzadas asistieron cinco millones de personas. No ha habido cruzadas más grandes en todo el mundo que éstas. Las personas eran tantas que el lente de la cámara que filmaba la cruzada no llegaba a enfocar hasta donde terminaba la gente. En otra de estas cruzadas multitudinarias en Ghana un millón de personas recibieron al Señor. Cuando finalizó, Reinhard Bonkke oró al señor y le dio gracias por haberle dado un millón de almas. Cuenta él que el Señor le contestó: “No son para ti. Son para David Livingstone. Él vino cuando no había cámaras, cuando no había estadios, cuando no había internet ni tecnología y dejó su vida en este continente. Tú estás cosechando lo que él sembró”. Sin duda alguna David Livingstone es un gran 106

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