La elección dijo Fowles depende del estado de ánimo

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La obra favorita de...(*)

Hitos

Fernando Sáenz Ridruejo

Canal de Aragón y Cataluña Fernando Sáenz Ridruejo (Soria, 1939) es doctor ingeniero de caminos, canales y puertos, y profesor asociado en la cátedra de Arte, Estética e Historia de las Obras Públicas de la E.T.S.I. de Caminos de Madrid, en la que imparte, además, clases en cursos de doctorado y en la asignatura de Paisaje y Obras Públicas. Su actividad profesional ha sido incesante desde el año en que acabó la carrera (1963), especializándose en proyectos hidráulicos y de autopistas. Entre otros trabajos, ha participado en el cálculo, proyecto y supervisión de la construcción de grandes presas como las de Almendra, El Atazar, El Vellón, Las Portas, Negratín o Oued Sly (Argelia). Como asesor de la Dirección General de Obras Hidráulicas del antiguo Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente (1979-1986), ha revisado los proyectos más importantes de la época y los avances de los Planes Hidrológicos. Miembro de la comisión de transferencias de obras hidráulicas a las comunidades autónomas, redactó los quince reales decretos de traspaso de competencias aparecidos en ese periodo. En la actualidad es responsable del Área de Explotación del Ministerio de Medio Ambiente, llevando el control de la explotación de los aprovechamientos y zonas regables. Y es secretario de la Comisión Central del Acueducto Tajo-Segura, además de intervenir en otros órganos de control de estructuras, como la Comisión de Explotación del Trasvase GuadiaroGuadalete y la Gestión del Negratín-Almanzora. Especializado en el estudio y confección de palíndromos y destacado articulista, Saénz Ridruejo es, sobre todo, un reconocido y prestigioso especialista en el estudio de la historia de la ingeniería civil desde hace casi cuatro décadas, materia sobre la que ha escrito numerosos artículos y varios libros, entre los que destacan Ingenieros de caminos del siglo XIX o Los ingenieros de caminos, títulos de obligada consulta para todos los interesados en el tema. Sáenz Ridruejo está en posesión de la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Caminos y es académico, por Soria, de la Real Academia de la Historia.

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a elección –dijo Fowles– depende del estado de ánimo. En un día de invierno, quizás me hubiera acordado de un modesto ferrocarril en la nevada estepa castellana o de algún faro de la costa atlántica, batido por las olas, con sus historias de torreros y sus leyendas de marinos perdidos en la soledad de la noche. Escribo en un día soleado y mi pensamiento va hacia el verdor de las zonas regables creadas por nuestros canales. Podría acordarme del acueducto Tajo-Segura, que concibió mi padre en los años treinta y en cuya explotación, aunque sea en labores burocráticas, colaboro; pero elijo, por cuatro razones, el Canal de Aragón y Cataluña. Su aprobación en 1896 marca un hito en la historia de las obras públicas; con su asunción por el Estado se inicia la política hidráulica que propugnaba Joaquín Costa. El canal, más que una obra, es un variado muestrario de obras de gran interés. En él trabajaron y dejaron su impronta algunos de los ingenieros que más admiro. Cuarta razón y fundamental, el canal vivifica y alimenta una zona regable de cerca de 100.000 hectáreas, poblada por agricultores prósperos y ganaderos satisfechos. Si la ingeniería tiene una razón de ser, ésta no es otra que crear y distribuir riqueza, ordenar el territorio y fijar sobre el terreno una población que lo cuide y lo preserve. Hasta seis presas regulan las aguas del Esera y del Noguera Ribagozana, que luego se encauzan por el canal. Serpenteando por tierras de Lérida y Huesca, se bifurca y desparrama en cientos de kilómetros de canales auxiliares y acequias. A lo largo de su recorrido se ensartan algunas joyas de la ingeniería debidas a José Eugenio Ribera y a Mariano Luiña. Como el sifón de Sosa, preciosamente conservado, cuyo centenario hemos celebrado, hace poco, con la emisión de un sello de correos, o como el de Albelda, en cuyas entrañas se retrataron, en difícil equilibrio, los obreros. Quiero recordar también a Rafael López y a Rogelio de Inchaurrandieta, constructor de los ferrocarriles más difíciles de España, presidente del Consejo de Obras Públicas, director de la Escuela de Caminos y del Canal de Isabel II, que siendo casi septuagenario marchó a Binéfar para ponerse, durante más de cinco años, al frente de las obras. Como suele ser habitual, desaparecieron de la escena justo cuando otros llegaron para salir en la foto y colocarse las medallas.

El canal es una variada muestra de obras de gran interés

(*) Desde esta sección pretendemos acercar al lector aquellas obras que de un modo u otro representan un gran logro en el marco de la obra pública o de la ingeniería, siempre a través de la mirada personal de un destacado profesional del sector o de la docencia.

Cuando el agua hace historia SOLEDAD BÚRDALO FOTOS:

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DE

ARAGÓN

Y

CATALUÑA

Transformó los empobrecidos secarrales aragoneses en tierras fértiles y ricas, llevó agua “para matar el hambre” –como proclamaba Joaquín Costa– a zonas sedientas de lluvia, transformó el paisaje y el paisanaje… Las 98.000 hectáreas que riega el Canal de Aragón y Cataluña son la mejor muestra del logro alcanzado por la mejor ingeniería de la época.

on más de 100 años de historia y 255 kilómetros de serpenteante entramado de conducciones, el Canal de Aragón y Cataluña es una de las creaciones más sobresalientes y emblemáticas de la ingeniería española de los albores del siglo XX. Y no sólo por la envergadura del pro-

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yecto, que preveía la transformación de 104.000 hectáreas de regadío, o por la relevancia de las numerosas obras de ingeniería que jalonan su recorrido, algunas de ellas, como el sifón del Sosa, verdaderos hitos de la técnica de su tiempo. Su construcción por el Estado marcó un punto de inflexión respecto a la línea oficial de no Noviembre 2007

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hectáreas, lo que la convierte en la segunda zona regable de la cuenca del Ebro y una de las mayores del país. La construcción de esta centenaria arteria de riego, que transformó los empobrecidos secarrales de las comarcas aragonesas de la Litera y el Cinca y de la leridana del Segriá en un territorio fértil y rico, tiene una larga y azarosa historia. Los avatares y vicisitudes de su desarrollo, desde su gestación a finales del siglo XVIII hasta su inauguración en 1906, son un ejemplo de las dificultades que para la iniciativa privada entrañaba la ejecución de estos complejos trabajos hidráulicos.

Orígenes del proyecto

intervención directa de los poderes públicos en la promoción y ejecución de grandes obras hidráulicas, confiadas en exclusividad a la iniciativa privada mediante el régimen de concesiones entonces imperante. Hoy, esta avanzada apuesta del “regeneracionismo hidráulico” que recorrió las tres primeras décadas del siglo pasado de la mano de figuras como Joaquín Costa, Lucas Mallada o Macías Picavea –que hicieron de las obras hidráulicas y sus posibilidades transformadoras y modernizadoras un lugar común en sus discursos regeneracionistas– es un importante motor de desarrollo de la agricultura, la ganadería y la industria de un extenso territorio perteneciente a 37 municipios de las provincias de Huesca y Lleida, que posibilita la actividad de 11.088 explotaciones agrarias. Basta señalar que las aguas transportadas por sus más de 250 kilómetros de canales y acequias alimentan una superficie en torno a las 98.000 68

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◗ Arriba, acueducto de Perera, en San Esteban de Litera (Huesca). Debajo, canal de enlace entre el pantano de Santa Ana y el canal principal.

Los primeros antecedentes documentados datan de finales del siglo XVIII, en plena efervescencia de la Ilustración y sus proyectos desarrollistas. Fue en 1782 cuando la villa de Tamarite solicitó formalmente al Consejo Real el permiso para construir una acequia que, aprovechando las aguas del Ésera y del Cinca –alimentadas por las abundantes nieves y lluvias que caen de la vertiente meridional de la cordillera pirenaica–, permitiera el riego de las secanas llanuras de la extensa comarca de La Litera. No obstante, no fue hasta principios del siglo siguiente cuando se retomó la idea. En 1802, los arquitectos Manuel Inchauste y Francisco Rocha redactaron el proyecto técnico para su ejecución, que además de los riegos contemplaba –como era habitual en la época, hasta la irrupción del ferrocarril como medio de transporte rápido– también su uso para navegación. La guerra napoleónica paralizó el proyecto hasta 1834, cuando por una Real Cédula firmada por la regente María Cristina, en nombre de la reina Isabel II, se concedió por primera vez a una empresa los derechos de construcción

y explotación del entonces llamado Canal de Tamarite. Esta concesión se canceló unos años después, en 1850, a la vista de la inactividad observada. Tras un litigio de tres décadas entre la compañía y la Administración, en 1876 se otorgó una nueva concesión, esta vez sólo para riego, a una compañía que sustituyó la primitiva denominación por la de Canal de Aragón y Cataluña. Los resultados no pudieron ser más decepcionantes, y en 1892 se declaró definitivamente caducada la última concesión en manos del capital privado. El sistema de ejecución consistente en conceder las obras y subsiguiente explotación a una sociedad privada se demostró completamente ineficaz. Y ello a pesar de las generosas condiciones y auxilios de que se beneficiaron las sucesivas compañías. Ha-

◗ Esclusa equipada con un sistema de bombeo contrapendiente, que permite invertir la dirección del caudal. Este sistema se instaló en 2005.

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Las aguas transportadas por los 250 km de canales y acequias del canal riegan una superficie de 98.000 ha

bía transcurrido más de un siglo desde el inicio de los estudios y apenas se habían realizado 20 kilómetros del canal principal. Y es a partir de este momento cuando, con el respaldo unánime de las comarcas afectadas –cuyos habitantes, desesperados por las continuas pérdidas de cosechas por falta de lluvias, se movilizaron en pleno-, el político republicano y altoaragonés Joaquín Costa, al frente de la recién creada Cámara Agrícola del Alto Aragón,

comenzó una tenaz y decisiva campaña en pro de la construcción del canal por el Estado. Un hito en este proceso fue el histórico y multitudinario mitin de Tamarite del 29 de octubre de 1892, donde Costa reclama el protagonismo estatal en la ejecución del canal y recuerda la necesidad del agua para matar el hambre: “Sábese que el agua de los canales de riego no es agua para producir económicamente considerada, ni si

quiera es agua: es trigo, es carne, es lana, es cáñamo y lino, es frutas; en una palabra, no es agua para pagar la sed, como el agua de las poblaciones, es agua para matar el hambre”.

Intervención del Estado La vigorosa reclamación de Costa no cayó en saco roto. En 1894 se firmó la liquidación entre el Estado y la compañía concesionaria por las obras realizadas. Y, finalmente, en 1896 se dio luz verde a una ley por la que el Estado se hizo cargo del Canal de Aragón y Cataluña, emprendiendo la continuación de las obras, que concluyeron en 1910. No obstante, aunque el canal no estaba totalmente acabado, el 2 de marzo de 1906 se inauguró de manera oficial por el Noviembre 2007

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Zaidín, que deriva del anterior, cerca de Monzón, y que finaliza, tras 47 kilómetros de recorrido, en el río Clamor, afluente del Cinca. A ello se suman trece acequias principales que distribuyen el agua a la zona regable (San Sebastián, Oriols, de la Mola, Magdalena, Alguaire, Alpicat, Almacelles, Valmanyá, Monreal y Soles, derivadas del canal principal, y las de Valcarra, Ripoll y Esplús, derivadas del canal de Zaidín), que en conjunto componen una longitud de canalización de 147 kilómetros.

Ingeniería de la época

monarca Alfonso XIII –al que acompañaban el entonces ministro de Fomento Rafael Gasset y el ingeniero y director del canal Rogelio Inchaurrandieta– el primer tramo de la obra, con el paso de las aguas por el sifón del Sosa. En ese mismo año el canal contaba con 70 kilómetros de conducción, y ya se suscribían al riego casi 6.000 hectáreas de las 104.850 en que se calculaba la zona regable. Esta cifra se elevó a 70

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◗ Arriba, sistema de bombeo

de agua. Debajo, embalse de Santa Ana, en Castillonoroy (Huesca), inaugurado en 1961.

20.000 hectáreas en 1910 y a 73.000 hectáreas en 1927, fecha en la que la Confederación Hidrográfica del Ebro se hizo cargo del canal. Hoy, se benefician del riego unas 98.000 hectáreas (60.000 en la provincia de Huesca y el resto en la de Lleida).

La obra, que se completó en 1910, después de superar innumerables dificultades, en especial los primeros kilómetros, consta de dos tramos básicos: el canal principal de 124 kilómetros de longitud, que toma las aguas del Ésera reguladas en el embalse de Barasona –actualmente Joaquín Costa–, a la altura de Olvera (Huesca), y discurre hasta La Granja, en el río Segre, próximo a la confluencia con el Cinca; y el canal de

Para muchos especialistas, el Canal de Aragón y Cataluña es un excelente muestrario de la ingeniería de la época. Las irregularidades del terreno y los desniveles que tiene que atravesar en su recorrido obligaron a la edificación de numerosas obras de fábrica. En efecto, a lo largo de su traza pueden verse presas, túneles, puentes, acueductos, sifones, rápidos... La mayor parte de esas infraestructuras se construyeron con el entonces novedoso hormigón armado, material con el que se consiguió imprimir rapidez y economía a las obras. La toma de aguas del río Ésera se produce a unos 5 kilómetros aguas arriba de su desembocadura en el Cinca. En los primeros años del canal sólo existía una pequeña presa de derivación –situada en lo que ahora se conoce como la central hidroeléctrica de San José–, de 4,5 metros de altura, de donde arrancaba la canalización, con una dotación de 35 metros cúbicos por segundo. Los primeros kilómetros, cuya ejecución revistió una gran dificultad, discurren por un lateral de la profunda garganta excavada por el Ésera, que exigió la apertura de numerosos túneles de diversas longitudes para salvar el abrupto terreno y los frecuentes desprendimientos.

◗ Imagen del canal principal, que se extiende a lo largo de 124 kilómetros. Debajo, unión del canal principal con el canal de enlace. Las condiciones en las que se desarrollaron los trabajos en este inaccesible tajo por donde discurre el tramo inicial fueron especialmente duras. Para atacar los túneles y los altos muros que sostienen la caja del canal, las brigadas de obreros, descolgándose literalmente de los acantilados, fueron abriendo caminos de servicio, constituidos en su mayoría por frágiles voladizos de tablas apoyados en barras clavadas en los escarpes.

Sifones estrella Pero, sin duda, las estructuras más sobresalientes por su avanzada técnica, entre las muchas que jalonan esta notable obra pública, son los sifones del Sosa y de Albelda, cuya ejecución se adjudicó a la empresa de José Eugenio Ribera, principal introductor del hormigón armado en España y una de las personalidades más brillantes de la historia de nuestra ingeniería. El sifón del Sosa, todo un alarde de la ingeniería hidráulica de la época, se compone de dos tubos gemelos

de 3,80 metros de diámetro interior y 1.040 metros de longitud cada uno. Con esta compleja estructura, situada en Almunia de San Juan (Huesca), se salvan las depresiones que forman el río Sosa y el barranco de Ribabona, en los cuales se apoya el sifón sobre obras de fábri-

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ca. La correspondiente del Sosa es un hermoso puenteacueducto de hormigón compuesto por cinco arcos de 15 metros de luz y diez de aligeramiento de 3 metros cada uno, realizados en hormigón y con un revestimiento exterior bellamente decorado. Los gigantescos tubos, re-

A lo largo del canal se han construido estructuras como presas, sifones, acueductos, túneles y esclusas de bombeo

cord del mundo en su momento por su tamaño, longitud y presión, están formados por una camisa metálica –chapa de acero de tres milímetros de espesor–, que asegura la impermeabilidad del conducto, forrada exterior e interiormente con hormigón armado. El proyecto inicial formaba la camisa uniendo los trozos de palastro por medio de soldadura autógena, procedimiento que se sustituyó por el remachado de las piezas, mucho más rápido y eficaz. Por su parte, el sifón de Albelda tiene un solo tubo de 720 metros de longitud y 4 metros de diámetro interior, que se apoya directamente sobre el valle, quedando enterrado en el fondo del mismo. A diferencia de lo que sucede en el Sosa, donde los tubos están divididos en trozos de seis metros enlazados entre sí por juntas, en este caso el tubo es continuo en toda su longitud. El sistema ha ido evolucionando con el paso del tiempo hasta lo que es ahora. Así, si en la primera época el Noviembre 2007

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◗ Sifón del Sosa, en Almunia de San Juan (Huesca), en servicio desde 1906.

◗ Acueducto de Capdevila, otra de las numerosas estructuras del canal.

canal tomaba directamente aguas fluyentes del Ésera, pronto se vio la necesidad de regular el caudal para su mejor aprovechamiento dada la gran superficie regable. De esta forma, en 1917 se presentó el proyecto del pantano de Barasona –actualmente Joaquín Costa–, que empezó a soltar agua en el año 1932. Con una capacidad inicial de 61 hectómetros cúbicos, en los años 70 se procedió a su recrecimiento hasta alcanzar los 92 hectómetros cúbicos que tiene en la actualidad. Un paso más en esta línea fue la incorporación de una segunda fuente de suministro para el canal, con la construcción en 1961 del pantano de Santa Ana, en el río Noguera Ribagorzana. Precisamente de este embalse, con una capacidad de 273 hectómetros cúbicos, parte el llamado canal de enlace, que vierte en el Canal de Aragón

facilitando el riego y evitando el corte en el suministro para las aproximadamente 50.000 hectáreas de la zona alta del canal. La actuación, realizada con la Confederación Hidrográfica del Ebro y la empresa Marcor Ebro, con el apoyo de

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y Cataluña en el lugar de Coll de Foix. Esta conducción de 5,8 kilómetros de longitud y un caudal máximo de 26,1 metros cúbicos por segundo, que permitió incrementar la aportación de agua a la zona baja del sistema, fue inaugurada en 1970.

Obras de emergencia El canal, cuyo propietario actual es la Confederación Hidrográfica del Ebro, y cuya zona regable se organiza en la Comunidad General de Regantes, ha sido objeto en los últimos años de numerosas actuaciones orientadas a la mejora general de sus infraestructuras. Una de las más innovadoras ha sido la instalación, en el verano de 2005, de un sistema de bombeo contrapendiente, que permite invertir la dirección del caudal. Se trata de una obra de emergencia que sirvió para paliar los efectos de la sequía,

◗ Túnel del canal.

investigadores de la Universidad de Zaragoza y la Politécnica de Madrid, consistió en la elevación de un caudal de hasta 6 metros cúbicos por segundo mediante un bombeo escalonado a contrapendiente. Para ello se utilizó el propio Canal de Aragón y Cataluña como infraestructura de transporte desde Coll de Foix, en el kilómetro 66, hasta la acequia de Oriols, en el kilómetro 42, actuando en un tramo que domina 17.000 hectáreas de regadío. Concretamente, la elevación se consiguió realizando en el canal una serie de paradas por medio de ataguías o esclusas que compartimentaron el tramo afectado del canal –24,5 kilómetros– en cinco recintos de unos cinco kilómetros de longitud media. En cada una de esas paradas, una batería de bombas tomaba el agua de uno de los lados de la ataguía lanzándola aguas arriba. ■

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