LA DESIGUALDAD. El reto del siglo

MARZO DEL 2014 – Número 2 REVISTA DE LA DESIGUALDAD El reto del siglo Swoboda Pickett Wilkinson Esping-Andersen Smeeding Morelli Thompson Fitoussi ...
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MARZO DEL 2014 – Número 2

REVISTA DE

LA DESIGUALDAD El reto del siglo

Swoboda Pickett Wilkinson Esping-Andersen Smeeding Morelli Thompson Fitoussi Saraceno Salverda Blanden Elgar De Vogli Gurmai Schmit

■ Aportaciones preliminares de Kate Pickett, Richard Wilkinson y Gosta Esping-Andersen ■ El aumento de la desigualdad ■ Los múltiples efectos de la desigualdad ■ Perspectivas políticas sobre la desigualdad www.progressiveeconomy.eu

La iniciativa Progressive Economy se lanzó en el 2012 y es apoyada por el Grupo de los Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo. Editor: Marcel Mersch, Economía Progresista, Grupo S&D, Parlamento Europeo Co-editores invitados en esta edición: Gøsta Esping-Andersen, profesor de Sociología, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, y Kate Pickett, profesora de Ciencias de la Salud, Universidad de York Contacto: [email protected] Si tiene alguna pregunta sobre esta publicación, por favor póngase en contacto con James Royston en [email protected]

S&D

Grupo de la Alianza Progresista de los

Socialistas & Demócratas en el Parlamento Europeo

Rue Wiertz 60, B-1047 Brussels

QUÉ ES... Progressive Economy OBJECTIVO Economía Progresista es una nueva iniciativa lanzada en el 2012 con el objetivo principal de generar un verdadero debate público e informado sobre la política social y económica a nivel nacional y europeo, así como mundial, y promover activamente el pensamiento progresista en esas áreas en el entorno académico y político. Economía Progresista es una iniciativa a largo plazo con una visión estratégica sobre la contribución al pensamiento y a las medidas progresistas; no es un acto único. Sin un debate público, sin elecciones políticas claras, no puede existir una verdadera democracia. La falta de elección engendra frustración, populismo y el crecimiento de la anti-política. Los progresistas tienen la obligación de demostrarles a los ciudadanos que tienen elección y deben hacer lo que haga falta para ganar la batalla de ideas en esas áreas básicas para el futuro de nuestras sociedades. Por eso, el Grupo S&D ha lanzado la iniciativa Economía Progresista, que creará un nuevo espacio abierto para llevar a cabo un debate público e informado, y que contribuirá a crear una economía contemporánea que sea progresista y una visión social de Europa.

ACTIVIDADES EN CURSO

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twitter.com/ProgressEcon

www.progressiveeconomy.eu

La iniciativa empezó en noviembre del 2012 con el apoyo que se dio a la publicación del primer Estudio Prospectivo Anual Independiente sobre el Crecimiento (iAGS, por sus siglas en inglés). Cada año, varios institutos económicos (OFCE, IMK, y ECLM) publicarán un iAGS que ofrecerá un análisis, previsiones y recomendaciones en detalle para la economía europea. El próximo iAGS se publicará en noviembre del 2014. Economía Progresista se siente orgullosa de apoyar este trabajo que, por primera vez, ofrece una alternativa sólida al Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento de la Comisión, que es la base de la definición anual de la política económica de Europa a nivel del Consejo Europeo y de las recomendaciones específicas para cada país. La iniciativa se lanzó públicamente en Bruselas en la primera conferencia anual, el jueves 7 de marzo del 2013; una reunión muy próxima al Consejo Europeo de Primavera a la que asistieron participantes de alto nivel de la política, el mundo académico, los medios de comunicación y la sociedad civil. La iniciativa mantendrá el concepto de organizar una reunión anual importante, a la que acudirán las principales personas involucradas en la iniciativa y donde compartirán los distintos segmentos de sus actividades. La próxima conferencia anual tendrá lugar en marzo del 2014 en Bruselas en forma de un “Foro de Economía Progresista” en el que se tratará el tema de la “DESIGUALDAD”. El objetivo de este Foro anual es reunir a un número aún

mayor de personas progresistas del mundo académico, los sindicatos y la sociedad civil que participan activamente y están comprometidos con el refuerzo y la promoción de las ideas progresistas en los ámbitos sociales y económicos de toda Europa y el mundo.

NUEVAS ACTIVIDADES PEAC: El proyecto PEAC pretende fomentar la investigación académica progresista y la creación de redes de asuntos económicos y sociales, así como facilitar la transmisión del conocimiento académico a los procesos políticos (Proyecto académico de Economía Progresista, PEAC, por sus siglas en inglés), concretamente mediante una “solicitud de ponencias”. PEPA: El proyecto PEPA pretende profundizar y ampliar la dimensión democrática de la gobernanza social y económica europea a nivel de la UE, la eurozona y los estados miembros, y contribuir a un cambio fundamental y duradero de política en el ámbito económico y social en línea con los conceptos y los valores de la política progresista que se han definido conjuntamente (Alianza parlamentaria de Economía Progresista, PEPA, por sus siglas en inglés). Incluye una Asamblea Anual de la PEPA, cuya primera reunión se celebró el 4 y 5 de diciembre del 2013. EVENTOS DE ECONOMÍA PROGRESISTA: Para contribuir a un intercambio

de ideas y experiencias abierto y de inclusión entre los progresistas de toda Europa, Economía Progresista organizará un intenso programa de eventos en distintas partes de Europa. En 2013, ya se celebraron una serie de programas exitosos y de alto nivel en Lisboa, Brighton, Burdeos y Budapest.

TEMAS POLÍTICOS: Entre su gama de actividades, la iniciativa se ocupará, en concreto, de tres temas políticos: “Crecimiento en crisis”, “Mercados laborales progresistas” y “Economía Progresista Mundial”. Además, la iniciativa pretende reforzar tanto el conocimiento como las respuestas políticas que se dan en esas áreas con estudios hechos a medida y con una serie de seminarios. REVISTA DE ECONOMÍA PROGRESISTA: Las actividades de la iniciativa

nutrirán una publicación regular de aportaciones de académicos, legisladores y otras partes interesadas clave, cuyo objetivo será que el pensamiento progresista circule y la transmisión de conocimiento e ideas entre los ámbitos académico y político.

PÁGINA WEB: La nueva página web de Economía Progresista tendrá un papel activo en el desarrollo de los proyectos PEAC y PEPA y, en un sentido más amplio, será una fuente importante de información e intercambio entre los progresistas sobre retos sociales y económicos.

Índice Presentación

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 Eurodiputado Hannes Swoboda, Grupo S&D

Aportaciones preliminares de los co-editores

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 Kate Pickett, profesora de Epidemiología, Universidad de York, y Richard Wilkinson, profesor emérito de Epidemiología Social, Universidad de Nottingham Reducir la desigualdad con democracia económica. Cómo todas las formas de democracia económica frenan la desigualdad (representación de los empleados, sindicatos, propiedad de los empleados, etc.) mientras, al mismo tiempo, aumenta la productividad y el bienestar.

 Gosta Esping-Andersen, profesor de Sociología, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona Cómo los cambios en la familia y la desigualdad de los ingresos influyen en las oportunidades de vida de los niños. Cómo los cambios de la demografía familiar refuerzan las crecientes desigualdades en la oferta de la mano de obra doméstica y los ingresos, y cómo ello afecta, a su vez, a las oportunidades de vida.

El aumento de la desigualdad

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 Timothy Smeeding, director, Instituto de Investigación de la Pobreza, y profesor distinguido de Letras y Ciencias de Asuntos Públicos, Escuela La Follette de Asuntos Públicos, Universidad de WisconsinMadison, Salvatore Morelli, profesor asistente del CSEF, Universidad de Nápoles - Federico II, y Jeffrey Thompson, economista, Comité de Gobernadores de la Reserva Nacional  Nuevas tendencias de desigualdad de los ingresos en los países desarrollados. ¿Cuáles son sus principales manifestaciones? ¿Hay alguna diferencia significativa entre países? ¿Se están polarizando las sociedades? ¿Está disminuyendo la tendencia?

 Jean-Paul Fitoussi, profesor de Economía, Universidad LUISS de Roma, y Francesco Saraceno, economista sénior, OFCE, París  Los factores de la desigualdad: los retos actuales y del pasado de Europa

 Wiemer Salverda, coordinador del proyecto internacional de investigación Growing Inequalities’ Impacts (“Los efectos del aumento de las desigualdades”) (GINI) (gini-research.org)  ¿Puede la redistribución de ingresos ayudar a que cambie la creciente desigualdad?

Los múltiples efectos de la desigualdad

49

 Jo Blanden, profesora de Economía de la Universidad de Surrey e investigadora asociada del Centro de Resultados Económicos de la London School of Economics  La desigualdad limita las oportunidades

 Frank Elgar, profesor asociado de Psiquiatría, Universidad McGill, Montreal  Igualdad, cohesión social y bienestar

 Roberto De Vogli, profesor asociado de Determinantes Sociales de la Salud Mundial del Departamento de Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de California, en Davis (UCD)  La desigualdad y la crisis medioambiental: es el momento de destronar al neoliberalismo mundial

Perspectivas políticas sobre la desigualdad

72

 Eurodiputada Zita Gurmai, presidenta, Mujeres del PSE  ¡Que no haya menos igualdad de género, sino más, en 2014 y después!

 Nicolas Schmit, ministro de Trabajo, Empleo e Inmigración, Luxemburgo, y ministro coordinador de la Red de ministros de Empleo y Asuntos Sociales del Partido de los Socialistas Europeos  Luchar contra la desigualdad: hacia una combinación eficaz de respuestas políticas nacionales y europeas

09

Presentación

Bienvenidos a esta segunda edición de la Revista de Economía Progresista, que se centra en las desigualdades y que ha sido editada junto a dos pensadores destacados en esta área, Kate Pickett y Gøsta Esping-Andersen.

Hannes Swoboda, Eurodiputado, Austria, presidente del Grupo S&D del Parlamento Europeo

La desigualdad es un tema que debe situarse en el centro de la planificación política, en Europa y el exterior. La relación entre la desigualdad económica y el bienestar general es claro. Pero el tema de la desigualdad es mucho más amplio. La desigualdad no es solo pobreza; es no poder ofrecerles a todos oportunidades, servicios públicos y un equilibrio entre la vida profesional y personal. Esta Revista pretende ser una pequeña contribución a ese debate. Al pedirles a académicos y legisladores que aborden temas tan distintos como el género y el medio ambiente, esperamos ofrecer elementos de reflexión para determinar por qué debemos situar la desigualdad en un primer plano en todas las áreas políticas. Esos temas se tratarán en nuestro prestigioso Foro Anual, que tendrá lugar en el Parlamento Europeo de Bruselas, en marzo. Todo el mundo podrá asistir a este acto que se ofrecerá en directo a través de la web. Incluirá aportaciones de muchos de los autores que aparecen en esta revista, así como de otras personalidades destacadas como Joseph Stiglitz y Martin Schulz. Puede consultar más detalles sobre el evento en la página web de Economía Progresista: progressiveeconomy.eu ¡Espero verles allí!

Reducir la desigualdad con democracia económica*

Pickett y Wilkinson señalan lo perjudiciales que pueden ser las grandes desigualdades en el bienestar de la amplia mayoría de la sociedad. En este artículo, se centran en la forma de lograr más igualdad con democracia económica. Richard Wilkinson, Profesor emérito de Epidemiología Social, Universidad de Nottingham

Kate Pickett, Profesora de Epidemiología, Universidad de York Kate y Richard son co-fundadores de The Equality Trust (“La Confianza en igualdad”)

Pocos entienden lo dañinas que pueden ser las grandes desigualdades. Hay una opinión habitual de que la desigualdad solo importa si crea pobreza o si existe una idea generalizada de que es injusta, que los ricos y los pobres no se merecen lo que consiguen. Pero esa es una visión ingenua. En realidad, la desigualdad tiene efectos profundos y poderosos sobre el bienestar de la gran mayoría. Nuestra propia investigación, y las de muchos otros investigadores del mundo, muestra que casi todos los problemas sociales y de salud que tienden a ser comunes en la parte más baja de la escalera social también tienden a ser peores en sociedades donde las diferencias de ingresos entre ricos y pobres son mayores. Como seres humanos, tenemos respuestas psicológicas ante la desigualdad que están profundamente arraigadas, y las mismas se reflejan en peor bienestar y salud de la población, menos cohesión social, más violencia y muchos otros problemas. Los hemos descrito en un artículo previo de esta revista*; aquí nos enfocamos en la forma de lograr más igualdad con democracia económica.

Crear una sociedad más igualitaria Existen varios enfoques, bastante distintos entre sí, sobre el aumento de la igualdad. Habitualmente, se piensa en términos de una fiscalidad más progresista y de sistemas de seguridad social que sean más generosos. Debemos ocuparnos realmente de la evasión fiscal, poner fin a los paraísos fiscales y conseguir que la tributación sea más progresista, para que los ricos paguen una parte mayor de impuestos sobre sus ingresos que los menos pudientes. Sin embargo, este enfoque tiene dos puntos débiles: en primer lugar, los cambios de gobierno pueden revertir muy fácilmente cualquier avance en relación con los impuestos y los beneficios; y, en segundo lugar, siempre existe la predisposición de que los ciudadanos piensen que los impuestos son una especie de robo legalizado, que el gobierno se está llevando su dinero. Esto a pesar del hecho de que casi toda la producción y la creación de riqueza se genera en un proceso de cooperación. Los ingresos y las condiciones de vida de todos dependen del conjunto de la sociedad y de sus infraestructuras. Los ricos no serían ricos si no fuera por que existe una población instruida, suministros eléctricos, sistemas de transporte, conocimiento técnico y científico acumulado, etc. Los niveles de vida son producto de los esfuerzos combinados de un enorme número de personas. Un enfoque mucho más básico para reducir la desigualdad es reducir la diferencia entre los ingresos de las personas antes de aplicar los impuestos. En nuestra investigación, hemos visto que algunas de las sociedades más igualitarias consiguen esa mayor igualdad redistribuyendo; pero que otras empiezan con diferencias menores en los ingresos profesionales antes de impuestos1. Los beneficios sociales de que éxista más igualdad no parecen depender de cómo se logra esa mayor igualdad.

* Este artículo se basa en material de Wilkinson RG y Pickett KE, The World We Want (“El mundo que queremos”). International Labour Review, primavera de 2014

Wilkinson RG, Pickett K. The Spirit Level: Why Equality is Better for Everyone (“Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva”, Madrid Turner Publicaciones). Londres. Penguin, 2010.

1

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Las crecientes diferencias de ingresos que se observan en muchísimos países son, principalmente, un reflejo de la tendencia de que las rentas más altas crezcan más rápido que los ingresos del resto de la sociedad. En las últimas décadas, las grandes empresas internacionales han sido potentes generadoras de desigualdad. De los años setenta a principios de la década de los ochenta, a los directores ejecutivos de las trescientas cincuenta mayores empresas estadounidenses se les pagó veinte o treinta veces más que el salario del trabajador medio. En la primera década del siglo veintiuno, la cifra era entre doscientas y cuatrocientas veces superior2. En las cien mayores empresas británicas (según el índice FTSE 100), el directivo ejecutivo medio recibió unas trescientas veces más el salario mínimo3. Aunque las diferencias son mayores en la mayor parte de los países, han crecido por lo general más lentamente que en los Estados Unidos. El salario máximo ha estado vinculado muy levemente, en el mejor de los casos, a los resultados de la empresa. Ante la ausencia de sindicatos fuertes y de un movimiento obrero eficiente, las tendencias parecen reflejar una falta de restricción democrática de los ingresos más altos que sea eficaz. De ser así, parte de la solución es crear restricciones efectivas llevando la democracia a nuestras instituciones económicas.

La importancia del movimiento obrero Los cambios a largo plazo de la desigualdad en muchos países desarrollados muestran un patrón en forma de ‘U’ en el siglo veinte y principios del siglo veintiuno, con una gran desigualdad hasta la década de los treinta, seguida de un declive que llegó hasta algún momento de los años setenta. Pero, a partir de 1980 o así, o quizás un poco más tarde, la desigualdad empiezó a crecer de nuevo hasta que, a principios del siglo veintiuno, algunos

países han vuelto a niveles de desigualdad que no se veían desde la década de los años veinte. Ese patrón refleja el refuerzo y el posterior debilitamiento del movimiento obrero en el siglo veinte. Si consideramos la proporción de la mano de obra presente en los sindicatos como una medida de fuerza del movimiento obrero, la relación con la desigualdad está muy clara. El Gráfico 1 muestra la relación entre la desigualdad y la proporción de la mano de obra en los sindicatos en dieciséis países de la OCDE en distintos momentos entre 1966 y 1994.5 Cada punto representa un país en una fecha concreta. Conforme la afiliación sindical decrecía, la desigualdad aumentaba. La situación se mantiene igual en los datos más recientes (Gráfico 2). Incluso en Suecia, el reciente aumento rápido de la desigualdad se asocia con la disminución de la afiliación desde principios de la década de los noventa y, particularmente, a partir de 2006. En países concretos, la afiliación sindical y la desigualdad se siguen de cerca mutuamente; véase, por ejemplo, el caso de los Estados Unidos en http://www.epi.org/ publication/unions-declineinequality-rises/. [Eisenbray R, Gordon C. As Unions decline, inequality rises (“Conforme los sindicatos bajan, la desigualdad sube”). Instituto de Política Económica 2012] La conexión entre la afiliación sindical y la desigualdad no debe considerarse simplemente un reflejo de lo que los sindicatos logran en relación con los salarios de sus miembros. La relación muestra, en cambio, el refuerzo, y después el debilitamiento, de la influencia política e ideológica mundial de los movimientos progresistas. El aumento de la desigualdad desde, más o menos, 1980 puede atribuirse en gran parte, casi sin duda, al poder político de la ideología neoliberal. Para conseguir reducir la desigualdad sustancialmente en el futuro hará falta reconstruir un movimiento político que sea constante.

Mishel L, Sabadish N. Pay and the top 1%: How executive compensation and financial-sector pay have fuelled income inequality (“El salario y el 1% máximo: cómo la remuneración de los directivos y el salario del sector financiero han avivado la desigualdad de ingresos”). Nota breve: Economic Policy Institute, 2012. 3 One Society. A third of a percent (“Una sociedad. Un tercio de un percentil”). Londres: The Equality Trust, 2012. 4 Pickett, Reducing Inequality: an essential step for development and wellbeing (“Reducir la desigualdad: un paso esencial para el desarrollo y el bienestar”). Revista de Economía Progresista, Noviembre de 2013. 5 Gustafsson B, Johansson M. In search of smoking guns: What makes income inequality vary over time in different countries? (“Buscando pistolas humeantes. ¿Qué hace que la desigualdad de los ingresos varíe con el tiempo en distintos países?”) American Sociological Review 1999:585-605. 2

Como seres humanos, tenemos respuestas psicológicas ante la desigualdad que están profundamente arraigadas, y las mismas se reflejan en peor bienestar y salud de la población, menos cohesión social, más violencia y muchos otros problemas. Gráfico 1 Los países que tienen sindicatos más fuertes son menos desiguales (datos de dieciséis países de la OCDE, 1966-1994) 40

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Desigualdad (Gini)

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15

0

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40

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60

70

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% de mano de obra afiliada a sindicatos Fuente: Gustafsson B, Johansson M. In search for a smoking gun: what makes income inequality vary over time in different countries? (“Buscando pistolas humeantes. ¿Qué hace que la desigualdad de los ingresos varíe con el tiempo en distintos países?”) Documento de trabajo del LIS 172; 1997.

90

13

Gráfico 2 Cobertura sindical y desigualdad salarial en la OCDE la más reciente (hacia 2007-10 en la mayoría de países)

100 Bélgica

Austria

Suecia

90

Finlandia

Francia Países Bajos

Dinamarca

80 Italia

70

Cobertura sindical

Noruega

media, cobertura sindical 60

Alemania Irlanda

50 Suiza

Checoslovaquia

40 Australia

Polonia

Gran Bretaña

Hungría

30 Canadá

20 Nueva Zelanda Estados Unidos

Japón

10

media, 90/10 ratio salarial

0

1.0

1.5

2.0

2.5

3.0

3.5

4.0

ratio del salario alto respecto al salario bajo (90/10) Fuente: Colin Gordon, junio del 2012

4.5

5.0

Un informe del Banco Mundial sobre ocho países (Japón, la República de Corea, Taiwán, Singapur, Hong Kong, Tailandia, Malasia e Indonesia), que solían llamarse “las economías tigre”6, también confirmó el papel de la política —frente a las fuerzas implacables del mercado— en la reducción de la desigualdad en el siglo veinte y, posteriormente, en su aumento. Describe cómo, con programas ampliamente difundidos de “crecimiento compartido”, todos redujeron deliberadamente sus diferenciales de renta en el periodo 1960- 1980. Las políticas incluían, de diversas maneras, la reforma agraria, ayudas para reducir los precios de los fertilizantes con la finalidad de impulsar las rentas rurales, programas de reparto de la riqueza, amplios programas de vivienda pública y ayudas a las cooperativas de trabajadores. El informe del Banco Mundial dice que, en todos los casos, los gobiernos redujeron la desigualdad, principalmente, porque afrontaron desafíos a su legitimidad, que solían proceder de rivales comunistas, y les hacía falta conseguir un apoyo popular más amplio. Por ejemplo, Corea del Sur hizo frente a Corea del Norte, Taiwán y Hong Kong se enfrentaron a las reivindicaciones de China, y las fuerzas de la guerrilla comunista actuaron ampliamente. Con lo cual, en este caso, como sucede en los países ricos desarrollados, es un error pensar que los principales cambios en relación con la desigualdad son simplemente consecuencia de fuerzas impersonales de mercado, en lugar de procesos políticos e ideológicos. Debemos aumentar la representación de los empleados en los consejos de las empresas y ensanchar la proporción de la economía formada por mutualidades, cooperativas, empresas que son propiedad de los empleados y empresas sociales. Las empresas más

democráticas suelen tener ratios salariales mucho menores entre su personal. En el grupo Mondragon de cooperativas de España (que tiene ochenta y cuatro mil empleados, y ventas anuales de trece mil millones de libras esterlinas; aproximadamente 15.800 millones de euros), la media de la ratio salarial es de 1:5. En las grandes organizaciones del sector público, las ratios están normalmente entre 1:10 y 1:20. Cerca de la mitad de los países que pertenecen a la Unión Europea tienen alguna clase de disposición jurídica relativa a la representación de los empleados en los consejos de empresa. Las distintas disposiciones que se aplican en Europa están en la página web de Eurofound: http://www.eurofound. europa.eu/ eiro/1998/09/study/tn9809201s.htm. Algunas de las cláusulas son muy débiles: hay que reforzarlas sustancialmente y que todos los países las adopten. Está claro que el sector de las empresas que son propiedad de las partes interesadas está creciendo y es resistente7. Las cooperativas del Reino Unido obtuvieron claramente mejores resultados que la economía general en los cuatro años previos al 2012, el sector de la empresa social crece y está obteniendo mejores resultados que el sector comercial privado de tamaño pequeño y medio, y las empresas que son propiedad de los empleados han creado nuevos puestos de trabajo más rápidamente que las empresas más tradicionales; también pagan mejores salarios y son igual de rentables. Al público general le gustan las empresas que son más democráticas: un estudio sobre las cooperativas del Reino Unido en 2010 descubrió que las consideraban honestas y fiables, y una buena forma de dirigir empresas, mientras que las empresas privadas se consideraban atroces y codiciosas.8

Banco Mundial. The East Asian miracle (“El milagro de Asia oriental”). Oxford: Oxford University Press, 1993. Kerry B. From UK plc to Co-op UK: transforming the private sector (“Del Reino Unido S.A a las cooperativas del Reino Unido: transformar el sector privado”). En: Hattersley R, Hickson K, editores. The socialist way: social democracy in contemporary Britain (“El camino socialista: la socialdemocracia en la Gran Bretaña contemporánea”). Londres: IB Tauris, 2013. 8 Simon G, Mayo E. Good business? Public perceptions of co-operatives (“¿Buenos negocios? Percepciones públicas de las cooperativas”). Londres: Cooperativas del Reino Unido, 2010. 6 7

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Aunque en los países desarrollados vivimos con comodidades y lujos de los que no se tienen precedentes históricos, estamos, sin embargo, sumidos en problemas sociales y económicos que tienen enormes costes humanos. A todos nos conmueve el impacto de la desigualdad: aumenta la incidencia de las enfermedades mentales, la depresión y la ansiedad, debilita la vida comunitaria e intensifica nuestra preocupación acerca de cómo somos percibidos y juzgados. Las cooperativas, las empresas que son propiedad de los empleados y otras del sector empresarial de partes interesadas tienen otras ventajas, además de las pequeñas diferencias salariales y los buenos resultados económicos. La vida comunitaria se ha debilitado sustancialmente en los países ricos en las últimas generaciones; pero, como afirma Oakeshott, cuando parte de los empleados compran acciones, un pedazo de propiedad empresarial puede convertirse en una comunidad9. ¿Quizás que haya un sentido más fuerte de comunidad en el trabajo podría reinstaurar el sentido de comunidad que ha decaído en las áreas residenciales? También es probable que unas estructuras laborales menos jerárquicas pudieran empezar a cambiar la experiencia de trabajo, posibilitando que más personas tuvieran un sentimiento de autoestima porque se valora lo que hacen. Sin duda, el sentido de falta de control en el trabajo, la sensación de injusticia y el desequilibrio entre el esfuerzo y la recompensa están asociados con el empeoramiento de la salud y el bienestar.10 Las escalas salariales máximas y la evasión fiscal son dos indicadores de lo problemática que puede resultar la discordancia entre la búsqueda de beneficios y el interés público. Otros incluyen la oposición que financian las empresas ante la evidencia científica del daño asociado con los productos empresariales, como el papel que juegan las empresas de combustibles fósiles que se oponen a la ciencia del clima, la manipulación de los órganos reguladores que fijan garantías para el interés público, y la compra de influencia política a un nivel tal que supone una amenaza para el funcionamiento eficaz de las instituciones democráticas. Freudenberg, en su Letal, pero legal: corporaciones, consumo y proteger la salud pública sugiere que el conflicto entre el interés público y el ánimo de lucro de las grandes empresas es, en la actualidad, una importante amenaza para la salud pública.11, 12

Es probable que reflexiones de esta clase hayan contribuido al resurgimiento del interés por estructuras institucionales económicas que sean más democráticas. Pero, al mismo tiempo, los sistema tradicionales en los que se comparte la propiedad se han vuelto cada vez más inadecuados para controlar las empresas modernas. Un informe titulado Trabajadores en los Consejos, del British Trade Union Congress (Congreso de Sindicatos Británicos; TUC, por sus siglas en inglés), señala que en la década de los sesenta la mayoría de las acciones eran propiedad de personas que tenían intereses a largo plazo en un pequeño número de empresas13. Pero en muchos países, las instituciones financieras poseen ahora la gran mayoría de las acciones y sus inversiones se extienden por cientos, e incluso miles, de empresas, ganan dinero negociando acciones a corto plazo y saben poco o nada, o tienen poco interés o ninguno, en las empresas con cuyas acciones negocian. El informe del TUC dice que se ha llegado a un punto en el que una gran empresa que cotiza en bolsa puede tener miles o decenas de miles de accionistas e incluso es complicado conseguir información acerca de quiénes son. Al mismo tiempo, la protección moderna implica cada vez más la integración de las competencias y los conocimientos de muchas personas que están muy preparadas; tanto, que el valor de una empresa tiene que ver menos ahora con sus edificios y sus bienes de capital que con el valor del grupo integrado de empleados con capacidades y conocimientos. Eso significa que comprar y vender una empresa equivale a comprar y vender a un grupo de personas, lo cual es un proceso espantosamente anacrónico, especialmente cuando ese grupo de personas podría estar dirigiendo su propia empresa de forma democrática.

Oakeshott R. Jobs and fairness: the logic and experience of employee ownership (“Empleo y justicia: la lógica y la experiencia cuando los empleados son propietarios”). Norwich: Michael Russell, 2000. Bosma H, Marmot MG, Hemingway H, Nicholson AC, Brunner E, Stansfeld SA. Low job control and risk of coronary heart disease in Whitehall II (prospective cohort) study. (“Poca autonomía laboral y riesgo de enfermedad coronaria en el estudio Whitehall II (de cohortes prospectivo)”). British Medical Journal (Diario Médico Británico) 1997;314(7080):558-65. 11  Freudenberg N. Lethal but Legal: Corporations, Consumption, and Protecting Public Health (“Letal, pero legal: corporaciones, consumo y proteger la salud pública”). Oxford University Press, 2014. 12  Oreskes N, Conway EM. Merchants of Doubt: how a handful of scientists obscured the truth on issues from tobacco smoke to global warming (“Mercaderes de la duda: cómo un puñado de científicos han ocultado la verdad en temas que van del humo de tabaco al calentamiento global”). Nueva York: Bloomsbury, 2010. 13  J. W. Workers on Board: The case for workers’ voice in corporate governance (“Los trabajadores en los Consejos: el porqué de la voz de los trabajadores en la gobernanza cooperativa”). En: Congress TU, editor. TUC. Reino Unido, 2013. 9

10 

La política progresista ha perdido de vista la dirección en la que debemos intentar movernos. En lugar de tener una economía que sirva a las personas, se ha tenido la sensación de que, en la práctica, nuestra tarea era servir a la economía y de que la dirección del cambio económico y social ya no estaba sujeta al control de los seres humanos. A algunos lectores quizás les parezca utópico imaginarse un sector empresarial que sea propiedad de las partes interesadas y que pueda competir con grandes corporaciones multinacionales y con una concentración cada vez mayor del capital en cada vez menos manos (véase De Vogli en este tema). Pero, sin duda, no excede el sentido común del gobierno crear incentivos fiscales y marcos jurídicos que expandan la democracia económica.

Desigualdad, consumismo, sostenibilidad y calidad de vida Aunque en los países desarrollados vivimos con comodidades y lujos de los que no se tienen precedentes históricos, estamos, sin embargo, sumidos en problemas sociales y económicos que tienen enormes costes humanos. A todos nos conmueve el impacto de la desigualdad: aumenta la incidencia de las enfermedades mentales, la depresión y la ansiedad, debilita la vida comunitaria e intensifica nuestra preocupación acerca de cómo somos percibidos y juzgados. Como resultado, daña las relaciones sociales y dificulta que podamos relajarnos y disfrutar de nuestra mutua compañía, por no mencionar los problemas muy relacionados de violencia, drogadicción y personas que se infravaloran y a las que se les hace sentir inferiores. Reducir la desigualdad no es solo esencial para mejorar esos aspectos vitales y el bienestar social, sino que también es clave para reducir el consumismo. El consumismo no es un reflejo de una naturaleza humana básica que es adquisitiva. Es, en cambio, un indicador del poder disfuncional de la competencia por el estatus en las relaciones sociales. El consumismo es en realidad una forma muy alienada de señalización social mediante la cual intentamos mantener y comunicar un sentido de valía personal los unos a los otros.

Las reducciones de la desigualdad y las reducciones simultáneas de la presión por consumir significa que las personas de las sociedades más ricas estarían más dispuestas a usar los beneficios de una mayor productividad para tener más ocio en lugar de buscar niveles más altos de riqueza material y consumo. La New Economics Foundation ha sugerido que una semana laboral de veintiuna horas debe volverse la norma de la economía sostenible14. Las encuestas de bienestar sugieren que el consumismo implica sacrificar tiempo que podría pasarse mejor en familia, con los amigos y la comunidad.15 Las reducciones de los problemas sociales y de salud que consiguen las sociedades más igualitarias son grandísimas porque afectan a la gran mayoría de la sociedad. Es posible que reduciendo la desigualdad no reduzcamos solo el consumismo, sino que también mejoremos la calidad real de vida de la inmensa mayoría. Si el principal esfuerzo de reducción de la desigualdad se centrara en la expansión de la democracia económica en todas sus formas —representación sindical y de los empleados en los consejos de las empresas, mutualidades, empresas que son propiedad de los empleados y cooperativas— entonces también habríamos empezado a transformar la experiencia laboral de las personas. La vida comunitaria sería más fuerte y se reducirían las inseguridades debido al estatus. El debilitamiento del movimiento obrero en los últimos veinticinco años del siglo veinte también ha visto el declive de cualquier visión progresista común acerca de cómo mejorar nuestras sociedades. La política progresista ha perdido de vista la dirección en la que debemos intentar movernos.

Coote A, Franklin J, Simms A, Murphy M. 21 Hours: Why a Shorter Working Week Can Help Us All to Flourish in the 21st Century (“21 horas: Por qué una semana laboral más corta puede ayudarnos a todos nosotros a florecer en el siglo veintiuno”) New Economics Foundation, 2010. 15  Grupo Harwood. Yearning for balance: Views of Americans on consumption, materialism, and the environment (“Ansiando el equilibrio: Opiniones de los estadounidenses sobre el consumo, el materialismo y el medio ambiente”). Takoma Park, Maryland: Merck Family Fund, 1995. 14 

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En lugar de tener una economía que sirva a las personas, se ha tenido la sensación de que, en la práctica, nuestra tarea era servir a la economía y de que la dirección del cambio económico y social ya no estaba sujeta al control de los seres humanos. Como resultado, la política ha perdido idealismo y cualquier capacidad de inspirar. Los intentos de reforma se han fragmentado y les ha faltado sentido de coherencia y orientación: ya no han podido percibirse como pasos hacia la visión de un futuro deseable. Ahora necesitamos una nueva visión que pueda inspirarnos a llevar a cabo la transición no solo hacia la sostenibilidad, sino hacia una sociedad que sea capaz de mejorar la calidad de vida de todos. En el último periodo de política progresista, en las décadas de los sesenta y los setenta, no se consiguió conceptualizar ni llevar a cabo los cambios estructurales que hacían falta para garantizar

más progreso. Como resultado, el progreso se paralizó y, en algunos aspectos, incluso retrocedió. Ahora es urgente que realicemos el trabajo conceptual audaz que hace falta para crear una visión inspiradora sobre un futuro que sea sostenible; debatir, desarrollar y fijar nuestras ideas para garantizar que, en el futuro, realizamos avances reales para maximizar el bienestar sostenible de los seres humanos. Avanzar hacia la sostenibilidad y maximizar el bienestar implica cambiar algunos de los aspectos contraproducentes de nuestro sistema económico y social. La humanidad ya no puede desarrollar formas sostenibles de vida apoyándose en desigualdades internacionales que son enormes y un consumismo desenfrenado, mientras nuestra vida económica está dominada por corporaciones que son sumamente poderosas y que evitan rendir cuentas de manera efectiva y democrática. ■

Cómo los cambios en la familia y la desigualdad de los ingresos influyen en las oportunidades de vida de los niños

Gøsta EspingAndersen, Profesor de Sociología, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona

Este artículo de uno de los miembros de nuestro Consejo Científico advierte sobre el enorme impacto que la desigualdad tendrá en la próxima generación, si no se toman medidas. En la actualidad, uno de cada cinco niños vive en la pobreza en la mayor parte de los países de la UE. Esping-Andersen llama la atención sobre la creciente disparidad entre los padres que están muy capacitados y los que tienen poca formación y el tiempo que se dedica a los hijos. Esas preocupantes tendencias apuntan a un futuro sombrío y a niveles altos de desigualdad en la vida de nuestros niños. Los países más avanzados han experimentado una desigualdad de ingresos en las últimas décadas que cada vez es mayor; en algunos países, como el Reino Unido y los Estados Unidos, ha sucedido de manera bastante dramática. Existe un amplio consenso en torno al hecho de que, principalmente, el aumento de la diferencia salarial entre la parte superior y la parte inferior está fomentando esa tendencia. Las remuneraciones por capacidades se han disparado en la parte más alta mientras que las personas menos cualificadas se enfrentan con erosión salarial y más paro.1 Solo este hecho crea circunstancias de vida y estructuras de oportunidades más desiguales en la siguiente

generación, que son los niños de hoy. La capacidad de los padres de invertir en el futuro de sus hijos se volverá más desigual y eso reducirá, a su vez, la movilidad intergeneracional.2 Se ha debatido mucho menos cómo la actual transformación demográfica familiar puede exacerbar esas tendencias desigualitarias. Hay dos series de cambios que probablemente polarizarán o, como dice Sarah McLanahan, producen un mundo con destinos diversos.

¿Están los cambios en la familia polarizando? El primer cambio es un giro repentino, y bastante inesperado, de ciento ochenta grados en el comportamiento de la pareja. En el pasado, era menos probable que las personas con más formación se casaran y eran más propensas al divorcio. Ese patrón se está invirtiendo ahora y, como resultado, asistimos a una creciente concentración de familias frágiles entre la población menos formada (y de bajos ingresos). Citando un ejemplo de nuestra propia investigación, el índice de divorcio entre los estadounidenses menos cualificados duplica al de los que están muy capacitados. Vemos prácticamente el mismo patrón en toda Europa.3 Del mismo modo, hay una concentración incluso mayor de familias monoparentales entre madres poco cualificadas y con bajos ingresos (o que están inactivas). Ya sea en Suecia o los Estados Unidos, aproximadamente el ochenta por ciento de todas las familias monoparentales se sitúan en la parte baja del quintil de ingresos. El gráfico presenta los índices más recientes (de mediados y finales de la década del 2000) de pobreza infantil en países representativos. Aquí la pobreza se define cuando se está por debajo del 50% de la renta media (ajustada).

Para tener una visión de conjunto, véase C. Goldin y L. Katz, The Race between Education and Technology (“La carrera entre la educación y la tecnología”). Belknap Press (2008) Puede leerse una síntesis excelente de cómo la desigualdad daña la estructura de oportunidades en Miles Corak, Income inequality, equality of opportunity, and intergenerational mobility (“Desigualdad de los ingresos, igualdad de oportunidades y movilidad intergeneracional”). Documento de reflexión de IZA, número 7520 (2013). 3 Presentado en G. Esping-Andersen (2009), The Incomplete Revolution (“La revolución incompleta”). Cambridge: Polity Press 1 2

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En los países anglosajones y mediterráneos, uno de cada cinco niños vive en la pobreza; es casi la norma en las familias monoparentales. Y, en algunos casos, la tendencia es realmente problemática. La pobreza infantil ha aumentado en el Reino Unido alrededor de un veinticinco por ciento en las últimas dos décadas, y se ha duplicado en España. Y lo que es peor, en los países donde la pobreza infantil está más extendida también tiende a ser más persistente. Mis propias estimaciones (que se basan en el PHCE y las cifras del panel de datos PSID estadounidense) muestran que casi el sesenta por ciento de las familias pobres que tienen niños se mantienen en la misma situación tres años o más en Estados Unidos. La comparación es muy desfavorable respecto al tres por ciento de Dinamarca o el nueve por ciento de Alemania.4

Pero aquí hay una primera lección importante que aprender. Cuando las madres trabajan, la pobreza infantil cae vertiginosamente. En las familias de dos progenitores, la pobreza virtualmente desaparece; cuando solo está la madre, el índice cae bruscamente. Los datos de Suecia ilustran muy bien el alcance: en las familias de parejas donde solo una persona trabaja, la pobreza infantil es del 18,5%, que desciende al 1,4% cuando hay dos sueldos; en las familias monoparentales sin trabajo, vemos un 54,5% de índice de pobreza que cae al 11% cuando la mujer tiene trabajo. A los países nórdicos les va comparativamente bien en relación con la pobreza infantil porque tienen un estado fuerte del bienestar y porque la ocupación de las madres es prácticamente universal.5

Pobreza infantil. Todas las familias Pobreza infantil. Familias monoparentales

60 50 40 30 20 10 0

Dinamarca

Suecia

Noruega

Países Bajos

Francia

Alemania

Reino Unido

Italia

España

Estados Unidos

Fuente: Datos del LIS (Luxemburg Income Study, Estudio de la renta de Luxemburgo). La pobreza se define como menos del 50% del ingreso medio (ajustado).

G. Esping-Andersen y J. Myles, Economic inequality and the welfare state (“La desigualdad económica y el estado del bienestar”). Capítulo 25 en W. Saverda, B. Nolan y T. Smeeding, eds. The Oxford Handbook of Economic Inequality (“El manual de Oxford de la desigualdad económica”). Oxford University Press (2009) 5 Esos datos pueden consultarse en la Base de Datos sobre la Familia de la OCDE. 4

Las sociedades que permiten desigualdades enormes en el bienestar infantil terminarán por decreto sin invertir lo suficiente en su futuro potencial productivo. Lo cual me lleva al segundo conjunto de cambios demográficos familiares, principalmente, al repentino aumento del empleo femenino y, en particular, maternal. Son obviamente buenas noticias en lo que respecta a la pobreza infantil; pero puede decirse que, en general, también exacerba la desigualdad. ¿Por qué? En primer lugar, está claro que el aumento de la oferta de mano de obra femenina ha sido socialmente muy asimétrico. Las mujeres que están más capacitadas tienen, normalmente, índices más altos de empleo que las que tienen menos formación. Y cuando estas últimas trabajan es más probable que lo interrumpan y/u opten por una situación de media jornada. Cuando el gradiente social de la oferta de mano de obra femenina tiende a ser ascendiente podría esperarse un efecto desigual añadido a nivel familiar. Ello se debe principalmente a que la colaboración selectiva es cada vez mayor, en particular en la parte superior e inferior de la pirámide social. En la mayor parte de las sociedades avanzadas, cerca de la mitad de todas las parejas que trabajan pertenecen al mismo quintil de renta6. Dos profesionales duplicarán sus altas ganancias y, por lo tanto, se distanciarán del resto. Y si el empleo femenino es especialmente bajo entre las mujeres menos capacitadas, la parte inferior de la pirámide se quedará aún más rezagada en términos de renta relativa. ¿Pero crea el empleo femenino una polarización mayor de los ingresos? Lógicamente, es más probable que sea así cuando las asimetrías educativas de la oferta de mano de obra femenina son mayores, esto es, en las primeras etapas de la “revolución” femenina. Comparando los países,

esperaríamos, por lo tanto, un efecto que crea desigualdad en países como Italia o España, pero no en países como Escandinavia donde prácticamente todas las mujeres trabajan. Sin embargo, factores adicionales de demografía familiar pueden perfectamente tener un papel importante aquí, en particular, la tendencia a emparejarse. Por ejemplo, en una serie de países, es mucho más probable que las mujeres que tengan niveles educativos (muy) altos se queden solteras, lo cual reduciría, por supuesto, el efecto de bonificación de los ingresos que están asociados con ser una pareja muy cualificada en la que ambos ganan dinero. Pero aquí, una vez más, observamos un verdadero giro de ciento ochenta grados (más visible en los Estados Unidos): el aumento de los índices de las tasas de nupcialidad entre las personas más capacitadas discurre en paralelo al aumento de la soltería entre los menos capacitados. Sorprendentemente, este tema se ha investigado poco y es, por lo tanto, difícil presentar conclusiones firmes. En uno de los pocos estudios que se centra directamente en el efecto que tiene el matrimonio selectivo, el economista estadounidense Hyslop concluyó que el empleo femenino aumenta las desigualdades, principalmente, porque los que más ganan se casan entre sí. Pero el peso de la evidencia apunta en la dirección contraria. Los estudios más recientes concluyen que el efecto de la renta femenina se está viendo igualmente en prácticamente todos los países avanzados, incluyendo los que están rezagados en cuanto a la revolución femenina7. O, para ser más preciso, conforme el empleo femenino es cada vez más universal también aumenta su potencial de crear igualdad. Lo cual explica por qué sistemáticamente vemos

Para consultar los datos en detalle, véase el capítulo 5 de Divided We Stand (“Estamos divididos”) de la OCDE (OCDE, 2011) Quizás el mejor resumen sobre este tema puede encontrarse en Susan Harkness, Women’s employment and household economic inequality (“El empleo de las mujeres y la desigualdad económica de los hogares”). Capítulo 7 en J. Gornick y M. Jantti, eds. Income Inequality: Economic Disparities and the Middle Class (“La desigualdad de los ingresos: las disparidades económicas y la clase media”). Stanford University Press (2013). Véase también Divided We Stand (“Estamos divididos”) de la OCDE (2011)

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efectos excepcionalmente ecualizadores en Escandinavia. Es menos evidente por qué los vemos también en los países que tienen un perfil de oferta de mano de obra mucho más sesgado. Una explicación tentadora es el efecto que tiene la reducción de la pobreza en el empleo de las madres. Otra es que la tendencia hacia la polarización salarial se da, principalmente, entre hombres, y mucho menos entre mujeres. Y una tercera se debe a la redistribución que realiza el gobierno: las familias de bajos ingresos reciben más transferencias de ingresos mientras que dos personas que ganen mucho dinero pagan muchos más impuestos.

Las oportunidades de vida de los niños pueden efectivamente estar polarizándose Puede decirse que la interconexión del cambio familiar con la creciente desigualdad económica está empeorando la estructura de oportunidades de las próximas generaciones. Cuando los diferenciales entre los niveles de vida de las familias se amplían, también lo hace la capacidad de los padres de invertir en sus hijos. De hecho, investigaciones estadounidenses recientes revelan que el abismo se hace mayor: en las últimas décadas, los padres del quintil de mayores ingresos han triplicado los gastos

Desigualdad de los ingresos y movilidad intergeneracional de los ingresos

Gini Elasticidad

0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 0

Dinamarca

Noruega

Finlandia

Canadá

Suecia

Alemania

Francia

Italia

España

Fuente: la gráfica se reproduce de G. Esping-Andersen, The Incomplete Revolution (“La revolución incompleta) (Capítulo 4)

Si los dualismos cada vez mayores del bienestar infantil se producen por el aumento de la renta o las diferencias de crianza, o peor, por ambas cosas simultáneamente, es probable que el resultado neto sea el mismo: menos movilidad entre las generaciones. en sus hijos mientras que la tendencia está estancada en el quintil inferior. El efecto neto es que las familias de ingresos más altos gastan ahora siete veces más por niño que las de bajos ingresos. Ello influirá en la salud de los niños, en la calidad de su cuidado infantil y en la experiencia escolar.8 El efecto de la renta es particularmente fuerte entre las familias pobres, y aún más en los Estados Unidos que en Europa. Pero se trata solo de una cuestión de grado. Es más probable que un niño pobre tenga mucha peor salud y que termine estudiando, de media, dos años menos que un niño que no sea pobre. Lo cual se traduce, en consecuencia, en cursar estudios superiores y postsecundarios y, después, en la edad adulta. Es el doble de probable que un niño de una familia pobre acabe siendo también un progenitor pobre.9 Sin duda, resulta difícil desenmarañar los mecanismos causales precisos que producen dichos resultados: ¿es sencillamente un efecto de la renta? ¿O los verdaderos motores, que en gran parte no son observables, están en las características de los padres, lo cual también explica por qué de entrada sus ingresos son bajos? Como afirman los expertos en desarrollo infantil, y más recientemente James Heckman, todas las evidencias muestran que las semillas de las oportunidades de vida de los niños se siembran muy pronto, en particular, en la edad pre-escolar. También es así, por supuesto, porque dependen, sobre todo, de sus padres, no solo económicamente, sino quizás también, y lo que es más importante, en términos de aprendizaje y desarrollo cognitivo. Y aquí observamos, de nuevo, un escenario de destinos divergentes. En primer lugar, una diferencia profunda y cada vez mayor entre los padres muy cualificados y los padres poco cualificados en relación con la cantidad de tiempo que invierten en los niños y también con su calidad. Las

personas que tienen niveles educativos más altos dedican al cuidado de sus hijos cerca del doble de tiempo que las menos cualificadas; es probable que lean con los niños aproximadamente el doble de tiempo cada día, y también les darán un vocabulario mucho más rico, lo cual se recompensará ampliamente más tarde. Es casi inevitable que esa tendencia se refuerce debido a que el divorcio y las familias monoparentales se concentran cada vez más entre la población de nivel socioeconómico bajo. En los estudios de PISA de la OCDE, vemos que, por ejemplo, los hijos de madres que no tienen pareja puntuarán en las pruebas cognitivas, como media, un diez por ciento menos que los niños de las familias con dos progenitores (cuando todos los factores relativos se mantengan constantes).

La curva del Gran Gatsby Si los dualismos cada vez mayores del bienestar infantil se producen por el aumento de la renta o las diferencias de crianza, o peor, por ambas cosas simultáneamente, es probable que el resultado neto sea el mismo: menos movilidad entre las generaciones.10 La “Curva del Gran Gatsby” fue acuñada, en primer lugar, por Alan Kruger como una forma de ilustrar cómo la estructura de oportunidad de las generaciones futuras se ve influida por los niveles de desigualdad de su infancia. La curva conecta dos variables: en primer lugar, la fuerza de la asociación entre la renta del progenitor y del hijo (cuando el niño es adulto): a más correlación menos movilidad; y, en segundo lugar, el grado de desigualdad de la renta (medida con el coeficiente de Gini) que prevalecía cuando el hijo era niño. Lo que la Curva del Gran Gatsby representa es una curva claramente ascendente. Los países (como Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos) que tienen el mayor nivel de desigualdad de

Esos efectos están muy bien documentados en G. Duncan y R. Murnane, eds, Whither Opportunity? Rising Inequality, Schools, and Children’s Life Chances (“¿Dónde quedan las oportunidades? El aumento de la desigualdad, los colegios y las oportunidades de vida de los niños”). Russell Sage (2011) 9 Puede encontrarse una síntesis de los efectos sobre el niño presentados aquí en G. Esping-Andersen (2009: capítulo 4) 10  Aquí, otra vez, recurro mucho a Corak (2013, op.cit). 8

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ingresos son los mismos en los que se observa una fuerte correlación entre los ingresos de progenitor y del hijo. Y viceversa, la movilidad intergeneracional es muchísimo mayor —de hecho, casi tres veces más— en países (como los Nórdicos) donde la desigualdad de ingresos es modesta. El gráfico de abajo representa el razonamiento.

Conclusión Hay dos razones de peso por las cuales la creciente desigualdad actual en la vida de nuestros hijos debe preocuparnos. En primer lugar, demográficamente hablando, estamos envejeciendo; en países donde la fertilidad es baja, el futuro escenario de población es dramático. Nuestro bienestar de ancianos

depende no solo del número de trabajadores jóvenes, sino también de la calidad de su capital humano. Las sociedades que permiten desigualdades enormes en el bienestar infantil terminarán por decreto sin invertir lo suficiente en su futuro potencial productivo. Los resultados de la encuesta PISA de la OCDE lo demuestran con mucha claridad. En países como los Estados Unidos y España, una quinta parte de todos los jóvenes de quince años puntúan por debajo del mínimo PISA; en las sociedades más igualitarias (como las nórdicas y Alemania), la proporción de juventud que es cognitivamente disfuncional está por debajo del 10%. La segunda razón es sencillamente que la clase de mundo que la curva del Gran Gatsby representa, es una vulneración directa de las ideas básicas de equidad y justicia social que apoya nuestra civilización, y punto. ■

Nuevas tendencias de desigualdad de los ingresos en los países desarrollados

Timothy Smeeding, Director, Instituto de Investigación de la Pobreza, y profesor distinguido de Letras y Ciencias de Asuntos Públicos, Escuela La Follette de Asuntos Públicos, Universidad de Wisconsin-Madison

Este artículo1 revisa la desigualdad de ingresos en los países de la OCDE. El Reino Unido y Grecia están en lo más alto de la lista con las sociedades más desiguales; además, también se apunta una tendencia preocupante porque los valores máximos se están alejando del centro. Introducción El debate sobre la desigualdad de los ingresos y sus efectos sobre las oportunidades, la movilidad social y otras implicaciones ha recibido un gran impulso, en parte por la Gran Recesión, y en parte porque se tienen datos de ingresos a largo plazo del uno por ciento máximo de las unidades tributarias en la mayoría de los países ricos. Este artículo revisa las recientes tendencias de desigualdad de ingresos en los países relativamente ricos (OCDE), aportando los hechos más destacados de estas tendencias y sugiriendo asuntos importantes que deben tenerse en cuenta al hablar de pautas de desigualdad en los países ricos. Hay varias razones que explican que cada vez interese más el tema distributivo. En primer lugar, muchos países han llegado a niveles de desigualdad que solo se habían visto en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, lo cual plantea preocupaciones que son apremiantes sobre la inclusión y la justicia del crecimiento económico, así como sobre la eficacia y el futuro

de las políticas sociales. En segundo lugar, una concentración cada vez mayor de la renta y la riqueza en manos de unos pocos plantea grandes desafíos a los fundamentos de democracias que funcionan sin problemas, porque el poder económico engendra poder e influencia política. Por último, pero no por ello menos importante, a pesar de la magnitud de la última crisis, las preocupaciones distributivas están lejos de figurar en el centro del debate político. En realidad, las respuestas políticas más habituales tras la crisis —las políticas de austeridad que restringen la intervención y la distribución del gobierno— podrían exacerbar, en lugar de reducir, el alcance de la concentración de los ingresos. La buena noticia es que la desigualdad puede estudiarse ahora porque en los últimos quince años se ha podido acceder a una gran cantidad de datos nuevos. Aunque este hecho amplíe la posibilidad de análisis, debemos ser conscientes de las limitaciones y las deficiencias de los datos, así como de los intentos de comparar tendencias y niveles entre países.

Examinar la distribución de los ingresos Al analizar la desigualdad, hay al menos dos temas importantes que clarificar: la naturaleza de la dimensión del bienestar que se investiga y el indicador de desigualdad que usamos (incluyendo la fuente de los datos). En primer lugar, nos centramos en el ingreso familiar que procede del mercado (IM)2 y no en la riqueza, el consumo u otras dimensiones del bienestar3-4. Además, nos enfocamos en la renta familiar disponible

Los autores desean agradecer a sus organizaciones su apoyo a este trabajo; pero la responsabilidad por todas las opiniones y las conclusiones que se expresan en este capítulo recae solo en ellos. Para reconocer el tamaño y la composición de los hogares, el ingreso de cualquier hogar también se “ecualizaría” (dividido por una escala de equivalencia) para tener en cuenta tanto los costes adicionales de las familias numerosas como sus economías de escala. La escala de equivalencia utilizada aquí es la “escala modificada de la OCDE”, que da una ponderación de 0.3 a cada niño, una ponderación de 1 al primer adulto y de 0.5 a cada adulto adicional. Por ejemplo, el ingreso de una familia compuesta por dos adultos y un niño tendría que dividirse por un factor de 1.8. 3 Existe mucho más consenso en torno a la definición “ideal” de ingreso y el tema se ha estudiado ampliamente (ver las dos recomendaciones de los informes del Grupo de Expertos sobre las Estadísticas de la Renta Familiar; informes Canberra 2001 y 2011), lo que ha permitido que muchos investigadores y agencias de estadística produzcan datos que son comparables según orientaciones precisas. “Los datos de consumo no pueden compararse todavía lo suficiente para usarse en un análisis transnacional; se ha iniciado la comparación de los datos sobre los ingresos, pero todavía no ha florecido. Solo existen estudios transnacionales dispersos de ingresos o de pobreza de ingresos”, en palabras recogidas en nuestro reciente documento para el Handbook of Income Distribution (“El manual de la distribución de ingresos”), volúmen 2 (Morelli, Smeeding y Thompson, próximamente). 4 La comparación entre la renta familiar disponible y bruta subraya el papel que la redistribución fiscal tiene con el tiempo y por países. 1 2

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(RFD, ingreso de mercado neto de impuestos directos y contribuciones a la seguridad social, incluyendo el dinero en efectivo del sector público y las transferencias de rentas cuasimonetarias). En segundo lugar, el coeficiente de Gini se usa para describir el alcance de la concentración o desigualdad5. El indicador considera valores de 0 a 100 e indica la presencia de una mayor desigualdad conforme crece el Gini observado6. Los coeficientes de Gini que se analizan aquí se han obtenido únicamente del conjunto de datos de la OCDE7. Se considera una elección adecuada por dos motivos básicos. En primer lugar, los datos permiten comparar los niveles y las tendencias de desigualdad entre países hasta el periodo más actual. En segundo lugar, se pueden encontrar tanto Ginis de ingresos de mercado como de ingresos disponibles de muchos países de la OCDE.

La situación de desigualdad en los países ricos Estos datos muestran las tendencias de desigualdad en los países de la OCDE desde mediados de los setenta a mediados de los ochenta, como se representa en el Gráfico 1; el Gráfico 2 muestra la tendencia de la desigualdad a más largo plazo8. Niveles Los países del Cuadro 1 están organizados según su nivel de desigualdad de RFD (después de impuestos y de ingresos por transferencias) y muestra también la desigualdad de IM y la diferencia entre ambos debido al impuesto redistributivo y a la política de transferencias.

Empezamos por la parte superior. El Reino Unido y Grecia parecen ser los países más desiguales de la OCDE en base al coeficiente de Gini más reciente (en torno al 2010) de IM de 52 (ingreso de mercado antes de impuestos directos y transferencias). Les siguen de cerca Francia, Italia, Israel y los Estados Unidos. En el otro extremo de la escala, los Ginis más bajos de IM están en los Países Bajos, Noruega, Dinamarca y Suecia. La disparidad de ingresos se reduce al considerar la tributación y las transferencias, como lo indican las barras inferiores oscuras. Sin embargo, el efecto redistributivo de los impuestos y las transferencias varía sustancialmente por país. De hecho, los impuestos directos y las transferencias reducen la diferencia específica prevista por países entre los ingresos de cualquier par aleatorio de familias (una parte de la media de ingresos) aproximadamente veinticuatro puntos porcentuales (2*12 por ciento) en los Estados Unidos y Canadá, o cuarenta y cuatro puntos (2*22) en Bélgica y Finlandia. Esas diferencias no se correlacionan con el Gini de IM como efectos menores; se observan diferencias de entre 12 y 14 puntos entre los IM y los Ginis de la RFD en países que tienen RFD muy desiguales (Israel, Estados Unidos) y en países con RFD más iguales (los Países bajos). Los países que tienen mayores efectos de redistribución (20 puntos porcentuales o más) son Francia, Alemania, Bélgica y Finlandia. Aquellos que tienen quince puntos o menos de diferencia entre los Ginis son Japón y Australia. Las grandes diferencias de redistribución entre países sugieren que el ranking de la desigualdad entre países no se mantiene siempre al pasar de IM a Ginis de RFD.

Salvatore Morelli, Profesor asistente del CSEF, Universidad de Nápoles-Federico II

Jeffrey Thompson, Economista, Comité de Gobernadores de la Reserva Nacional

Merece la pena destacar que el coeficiente de Gini no es ni el único indicador disponible de desigualdad ni necesariamente el mejor. Podemos dirigir a los lectores que estén más interesados a Atkinson y Morelli (2012) y a Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente) para conocer mejor el debate sobre los distintos indicadores de desigualdad. 6 El coeficiente de Gini tiene una interpretación más intuitiva, aunque se utilice menos: “Un coeficiente de Gini de G por ciento significa que, si cogemos aleatoriamente dos familias cualesquiera de una población, la diferencia esperable de sus ingresos es 2G veces superior a la media” (Atkinson y Morelli, 2012). Esto ayuda concretamente, por ejemplo, a interpretar el efecto de la redistribución de impuestos y transferencias (reducciones del coeficiente de Gini) como una reducción específica de la diferencia esperable de renta entre todas las familias de un país. 7 Véase la base de datos de distribución de ingresos de la OCDE, que puede consultarse en http://www.oecd.org/els/soc/income-distribution-database.htm. Existen otras fuentes importantes de datos sobre la desigualdad en un conjunto mucho mayor de países y durante un periodo mucho más amplio en la base de datos del Estudio de la Renta de Luxemburgo (LIS, por sus siglas en inglés) en http://www.lisdatacenter.org/ 8 Los valores reales están el Cuadro 1 del Apéndice. 5

En concreto, aunque los Estados Unidos, el Reino Unido e Israel todavía sobresalgan por su distribución más desigualitaria9, Italia y Francia muestran mucha más igualdad ahora que en años anteriores (véase el Cuadro 1 del Apéndice). En el Gráfico 1, existe una correlación mucho mayor entre los Ginis de IM que entre los Ginis de RFD, lo que sugiere que las diferencias entre las políticas fiscales y de beneficios son motores importantes de la desigualdad de la RFD. Tendencias Observamos en el Gráfico 1 (y Tabla 1 del Apéndice) que, en todos los países, se ha producido un incremento sustancial de la desigualdad de los ingresos de mercado desde mediados de los ochenta (los Estados Unidos experimentaron un aumento del Gini de aproximadamente seis puntos porcentuales, de 44 a 50, mientras que Canadá y el Reino Unido tuvieron un incremento de cinco puntos). La única excepción son los Países Bajos, donde el Gini bruto se redujo en la década del 2000, después de un aumento a mediados de los noventa. Lo que es más importante, casi todos los países han experimentado una creciente desigualdad en la renta disponible desde principios de los ochenta y solo en unos cuantos casos la distribución de la renta disponible se ha estabilizado (los casos más destacados son Japón, Italia y el Reino Unido). Los Estados Unidos tuvieron grandes aumentos de la desigualdad a finales de los setenta y en los ochenta, y solo modestas subidas en la segunda mitad de los noventa. Sin embargo, el nivel de desigualdad de finales de la década del 2000 no distó mucho del que se experimentó

Esta pauta se mantiene notablemente sin cambios desde mediados de los 1970 a cerca del 2010.

9

a principios de los noventa. En otros países (Finlandia, Suecia y Canadá), la desigualdad experimentó una caída en los setenta o los ochenta y volvió a crecer en los noventa. La evolución de la desigualdad de la renta familiar disponible (equivalente) es, por lo tanto, claramente el resultado de la evolución de los regímenes fiscales y las transferencias de un país específico. Los análisis adicionales de esos datos mostrarían que la mayor parte del aumento de la desigualdad se debe a que la parte superior de la distribución de ingresos se está alejando de la media. Ese es ciertamente el caso en países como Suecia y los países anglosajones (Canadá, el Reino Unido, Australia y los Estados Unidos). Pero, para estudiar mejor los cambios en la parte superior de la distribución, podemos utilizar datos fiscales que registran más claramente y más consistentemente dichos cambios.

Porcentaje de las rentas más altas Esta sección se enfoca en un nuevo conjunto de datos (la World Top Income Database, WTID, la base de datos de los mayores ingresos del mundo), que se calculan a partir de estadísticas fiscales y que describen la proporción de los ingresos antes de impuestos y transferencias que acumula el porcentaje más rico de la población de un país, o los llamados ‘porcentajes de las rentas más altas”. Esos datos se obtienen a partir de registros fiscales y administrativos, o de tabulaciones agrupadas, y son particularmente apropiados para calcular los ingresos de mercado de la parte superior de la distribución de ingresos. Es realmente muy difícil acceder a los ingresos de los muy ricos mediante las encuestas de los hogares. Por otro lado, la utilización de métodos

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Una concentración cada vez mayor de la renta y la riqueza en manos de unos pocos plantea grandes desafíos a los fundamentos de democracias que funcionan sin problemas, porque el poder económico engendra poder e influencia política. de codificación máxima limita la observación de las rentas altas por estructura. Los datos basados en los impuestos también tienen sus propias limitaciones. Más concretamente, puede que la evasión fiscal y la elusión fiscal sesguen sustancialmente la proporción real de la renta nacional que corresponde a las unidades tributarias de los ricos. De manera similar, los cambios en la normativa fiscal podrían significar la ampliación o la reducción de la base impositiva, lo cual permitiría la inclusión o la exclusión de un mercado determinado o de otras fuentes de ingresos e influiría en el nivel, y potencialmente en la tendencia, de los porcentajes de las rentas más altas. Además, esos datos se registran como unidades tributarias, no como hogares, y no pueden decir mucho, si es que pueden decirnos algo, acerca de la redistribución. Los nuevos datos dejan claro que, en la mayoría de los países estudiados, la mayor parte de los movimientos de distribución de la renta se han producido en la parte superior, especialmente a partir de la década de los ochenta. Es posible que se subestimen las tendencias de desigualdad de los ingresos, como muestra el Gráfico 1, en la medida en que las mismas no reflejan plenamente lo que está sucediendo en la parte superior. Tendencias de los porcentajes más altos El Gráfico 2 representa las dinámicas del porcentaje del 1% mejor situado de la renta nacional de todos los países disponibles de la OCDE con porcentajes estandarizados a 100 en 1980. Agrupamos los países en distintas categorías: los nórdicos europeos (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia), los del sur de Europa (Italia, Portugal y España), los occidentales de habla inglesa (Australia, Canadá, Irlanda,

Nueva Zelanda, el Reino Unido y los Estados Unidos) y los países europeos continentales (Francia, Alemania, los Países Bajos y Suiza) junto a Japón. Los hallazgos sugieren claramente que el porcentaje mejor situado del 1% ha crecido en la mayoría de los países estudiados. El patrón común tiene forma de “U”; pero el alcance del giro y el momento en el que se produce el mismo cambia según el grupo de países. Hablando en términos generales, los porcentajes más altos cayeron a partir del periodo de post-guerra y la tendencia se invirtió desde principios de los ochenta a principios de los noventa. Mientras que el sur de Europa y los países anglosajones experimentaron una recuperación del crecimiento de los porcentajes más altos a principios de los ochenta, los países nórdicos y continentales europeos (junto a Japón) experimentaron un crecimiento relativamente pequeño de los porcentajes superiores en la década de los ochenta, antes de mostrar señales más claras del incremento de la concentración de los ingresos en la década de los noventa. El aumento de la desigualdad también osciló según los países. Por ejemplo, el 1% superior creció un cuarenta por ciento y un quince por ciento, respectivamente, entre 1980 y 2010 en Italia y España. Sin embargo, el 1% máximo se duplicó con creces en Portugal en el mismo periodo. En Francia y Japón, de los que se disponen datos de todo el periodo, el porcentaje superior creció aproximadamente un quince por ciento y un treinta por ciento, respectivamente, entre mediados de los noventa y mediados de la década del 2000, a excepción de Noruega, donde el 1% máximo se duplicó10 entre 1990 y el 2000. Los aumentos posteriores a 1990 fueron menores en otros países nórdicos.

En 2005, Noruega padeció inusualmente un gran pico en el 1% máximo. Esto se atribuye a la anticipación del pago de dividendos que tomo ventaja de los cambios de política fiscal anunciados para 2006

10 

Fuentes Atkinson, A.B., 1997. Bringing income distribution in from the cold. The Economic Journal, 107(441), pp.297–321. Atkinson, A., Morelli, S. (2012). “Chartbook of Economic Inequality: 25 Countries 1911–2010,” Institute for New Economic Thinking, October. Canberra Group, (2001). Final Report and Recommendations of the Canberra Expert Group on Household Income Statistics, Statistics Canada, Ottowa. Canberra Group, (2011). Canberra Group Handbook on Household Income Statistics, Second Edition, Geneva, at http://www.unece.org/ fileadmin/DAM/stats/groups/ cgh/Canbera_Handbook_2011_ WEB.pdf Gottschalk, P., Smeeding, T.M. (1997). “Cross-National Comparisons of Earnings and Income Inequality”. Journal of Economic Literature 35, 633–687. Gottschalk, P., Smeeding, T.M. (2000). “Empirical Evidence on Income Inequality in Industrialized Countries”, in A. B. Atkinson and F. Bourguignon (eds), Handbook of Income Distribution. Vol. 1, 261–308, Amsterdam, North-Holland. Morelli, Smeeding and Thompson(forthcoming) “Post1970 Trends in Within-Country Inequality and Poverty” in A. B. Atkinson and F. Bourguignon (eds), Handbook of Income Distribution. Vol. 2, Elsevier North Holland

Los porcentajes máximos de Dinamarca subieron un quince por ciento entre finales de los ochenta y finales de los noventa, antes de reducirse nuevamente a finales de los noventa y principios de la década del 2000. El crecimiento de los porcentajes superiores a partir de 1990 parece haberse frenado en Finlandia y Noruega en la década del 2000. Y, sin embargo, Suecia muestra un aumento más constante y gradual del 1% máximo: un cambio del 70% en el porcentaje acumulado desde los ochenta. El crecimiento repentino de las rentas más altas es especialmente fuerte en los países de habla inglesa (excepto Nueva Zelanda). Australia, Canadá, el Reino Unido y los Estados Unidos vieron cómo sus porcentajes del 1% superior aumentaban entre un sesenta y un setenta por ciento entre 1990 y el comienzo de la crisis financiera del 2007; Irlanda tuvo un crecimiento de aproximadamente el noventa por ciento en el mismo periodo. El carácter cíclico del porcentaje de las rentas más altas también se ve claramente en las tendencias que se calculan con el WTID. Las recesiones han debilitado especialmente los ingresos de los ricos; pero sus ingresos se han recuperado aún con más fuerza.

Conclusiones Los rankings de desigualdades transnacionales de la RFD, con los últimos datos de 2010, parecen muy similares a los de hace quince o incluso treinta años. Los países de habla inglesa (encabezados por los Estados Unidos y el Reino Unido) son los más desiguales, y los países nórdicos son los menos desiguales. Las principales diferencias en cuanto a los efectos de la redistribución crean patrones muy distintos de distribución. La redistribución, por lo tanto, es claramente relevante en el nivel final de desigualdad de las RFD.

Véase Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente) Véase Gottschalk y Smeeding (1997; 2000)

10  11 

La desigualdad de la RFD subió (casi) en todas partes, en el periodo de 1970 a 2010, con algún aplanamiento en la Gran Recesión (GR). Los pequeños cambios anuales crean tendencias en un periodo de veinte a treinta años. Los incrementos a largo plazo son evidentes en los coeficientes de Gini (así como en otras medidas)10, en la renta familiar disponible y también en los porcentajes de los ingresos más altos. Las medidas de distribución de la RFD se incrementaron más entre la década de los 70 y de los 90 (dependiendo del país); pero crecieron menos, y algunas veces fueron estables, en la década del 2000. Al estudiar los porcentajes de las rentas más altas, observamos, sin embargo, que la desigualdad todavía sigue creciendo, sin que haya señales de que haya alcanzado “su máximo”. El periodo de 1950 a 1980 ha destacado siempre por ser “la edad de oro” del trabajo, con ingresos y mejoras salariales y una desigualdad descendiente o estable en los países occidentales ricos. Pero la pauta es ahora muy distinta: la mayor parte de los países tienen ahora un patrón de desigualdad en forma de “U”, y hay cada vez más desigualdad11. El WTID muestra una forma de “U” aún más fuerte de las tendencias de desigualdad. Queda también claro que, al evaluar las tendencias de desigualdad, hay que examinar el ingreso de capital, así como los ingresos de trabajo. Los ingresos crecientes de capital se concentran más en la parte superior de la distribución. El incesante aumento de la proporción de los ingresos máximos presenta nuevos retos en el contenido informativo de la desigualdad de rentas. Medidas convencionales como el coeficiente de Gini pueden estar subestimando cada vez más el alcance actual del cambio en la desigualdad de la renta. Además, existen pruebas de que la relación entre el Gini y el porcentaje máximo se ha debilitado en la última década. ■

23 29

Apéndice

Cuadro 1: L a desigualdad de la renta familiar y la redistribución con el tiempo por la intervención del gobierno en algunos países de la OCDE.

mediados de los 90

en torno al 2000

mediados de la década del 2000

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.467

0.476

0.465

0.469

B. RFD - Gini

0.309

0.317

0.315

0.334

C. Redistribución = A - B

0.158

0.159

Desigualad / Redistribución

Australia

La República Checa

Dinamarca

Finlandia

Francia

Alemania

Grecia

mediados de los 70

mediados de los 80

en torno a 1990

en torno a 2010

0.150

0.135

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.482

0.478

B. RFD - Gini

0.269

0.262

C. Redistribución = A - B

0.213

0.216

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.385

0.395

0.403

0.430

0.440

0.436

0.447

B. RFD - Gini

0.304

0.293

0.287

0.289

0.318

0.317

0.320

C. Redistribución = A - B

0.081

0.102

0.116

0.141

0.122

0.119

0.127

0.442

0.472

0.461

0.449

0.257

0.260

0.259

0.256

0.185

0.212

0.202

0.193

A. Índice Gini de ingresos de mercado B. RFD - Gini

0.232

C. Redistribución = A - B A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.373

0.396

0.417

0.416

0.416

0.429

B. RFD - Gini

0.221

0.226

0.215

0.227

0.232

0.252

C. Redistribución = A - B

0.152

0.170

0.202

0.189

0.184

0.177

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.387

0.479

0.478

0.483

0.479

B. RFD - Gini

0.209

0.218

0.247

0.254

0.260

C. Redistribución = A - B

0.178

0.261

0.231

0.229

0.219

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.000

0.473

0.490

0.485

0.505

B. RFD - Gini

0.277

0.287

0.288

0.303

C. Redistribución = A - B

0.196

0.203

0.197

0.202

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.439

0.429

0.459

0.471

0.499

0.492

B. RFD - Gini

0.251

0.256

0.266

0.264

0.285

0.286

C. Redistribución = A - B

0.188

0.173

0.193

0.207

0.214

0.206

0.471

0.522

0.340

0.337

0.131

0.185

A. Índice Gini de ingresos de mercado B. RFD - Gini C. Redistribución = A - B

0.424

0.345

0.345

0.354

mediados de los 80

en torno a 1990

mediados de los 90

en torno al 2000

mediados de la década del 2000

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.472

0.476

0.494

0.504

0.513

Desigualad / Redistribución

Israel

Italia

Japón

Luxemburgo

mediados de los 70

Nueva Zelanda

Noruega

Suecia

Reino Unido

Estados Unidos

0.501

B. RFD - Gini

0.326

0.329

0.338

0.347

0.378

0.376

C. Redistribución = A - B

0.146

0.147

0.156

0.157

0.135

0.125

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.386

0.402

0.465

0.472

0.510

0.503

B. RFD - Gini

0.287

0.275

0.326

0.321

0.330

0.319

C. Redistribución = A - B

0.099

0.127

0.139

0.151

0.180

0.184

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.345

0.403

0.432

0.462

0.488

B. RFD - Gini

0.304

0.323

0.337

0.329

0.336

C. Redistribución = A - B

0.041

0.080

0.095

0.133

0.152

0.467

0.464

0.277

0.270

0.190

0.194

A. Índice Gini de ingresos de mercado B. RFD - Gini

0.247

0.259

0.261

C. Redistribución = A - B Países Bajos

en torno a 2010

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.426

0.473

0.474

0.484

0.424

0.426

0.424

B. RFD - Gini

0.263

0.272

0.292

0.297

0.292

0.284

0.288

C. Redistribución = A - B

0.163

0.201

0.182

0.187

0.132

0.142

0.136

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.408

0.468

0.488

0.484

B. RFD - Gini

0.271

0.318

0.335

0.339

C. Redistribución = A - B

0.137

0.150

0.153

0.145

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.351

0.404

0.426

B. RFD - Gini

0.222

0.243

C. Redistribución = A - B

0.129

0.000

0.161

0.404

0.408

0.438

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.389

0.454 0.335

0.317 0.137

0.447

0.423

0.261

0.276

0.249

0.165

0.171

0.174

0.446

0.432

0.441

B. RFD - Gini

0.212

0.198

0.209

0.211

0.243

0.234

0.269

C. Redistribución = A - B

0.177

0.206

0.199

0.227

0.203

0.198

0.172

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.378

0.469

0.490

0.507

0.512

0.503

0.523

B. RFD - Gini

0.269

0.309

0.355

0.337

0.352

0.335

0.341

C. Redistribución = A - B

0.109

0.160

0.135

0.170

0.160

0.168

0.182

A. Índice Gini de ingresos de mercado

0.406

0.436

0.450

0.477

0.476

0.486

0.499

B. RFD - Gini

0.316

0.340

0.349

0.361

0.357

0.380

0.380

C. Redistribución = A - B

0.090

0.096

0.101

0.116

0.119

0.106

0.119

Fuente: Los datos se obtienen de la OCDE. Stat (extraídos el 30 de octubre del 2013). Datos elaborados por los autores. Notes: El cuadro muestra el alcance de la desigualdad en una selección de países de la OCDE. La desigualdad se mide con el coeficiente de Gini para el conjunto de la población usando el ingreso de mercado “ecualizado” (escala OCDE) de los hogares (A. Gini de ingreso de mercado) o el ingreso familiar disponible “ecualizado” (B. RFD-Gini) que se obtiene restando los impuestos directos y las transferencias al ingreso de mercado. El alcance de la redistribución se obtiene restando los dos índices de Gini (C. Redistribución = A-B). Una medida distinta de la capacidad de redistribución de la intervención fiscal del gobierno (D. Redistribución (solo en edad de trabajar) se obtiene restando el Gini bruto y neto solo en base a la población en edad de trabajar (de 15 a 65 años).

31

Gráfico 1 Tendencia de los coeficientes de Gini en una selección de países de la OCDE(1980=100)

Gini - Ingreso de mercado

mediados de la década del 2000

en torno al 2000

mediados de los 90

Estados Unidos

en torno a 1990

Reino Unido

mediados de los 80

Nueva Zelanda

en torno a 2010

Países Bajos

mediados de la década del 2000

Alemania

en torno al 2000

Finlandia

mediados de los 90

en torno a 1990

mediados de los 80

en torno a 2010

en torno al 2000

mediados de los 90

en torno a 1990

mediados de los 80

en torno a 2010

Suecia

mediados de la década del 2000

Noruega

en torno al 2000

Japón

mediados de la década del 2000

Dinamarca

Italia

mediados de los 90

en torno a 1990

mediados de los 80

80 100 120 140

80 100 120 140

80 100 120 140

Canadá

en torno a 2010

Gini - Ingreso disponible

tiempo Fuente: Los datos se obtienen de la OCDE. Stat (extraídos el 30 de octubre del 2013). Datos elaborados por los autores. Notes: L a desigualdad se mide con el coeficiente de Gini para el conjunto de la población usando el ingreso de mercado “ecualizado” (escala OCDE) de los ingresos de mercado de los hogares (A. Gini de ingreso de mercado) o el ingreso familiar disponible “ecualizado” (B. RFD-Gini) que se obtiene restando los impuestos directos y las transferencias al ingreso de mercado.

Gráfico 2 L  a tendencia del 1% máximo en los países de la OCDE (sigue en la página 33) (1980=100)

Dinámica del 1% máximo: habla inglesa

Dinámica del 1% máximo: nórdicos 1980=100

1980=100 350

350

Australia

Dinamarca

Canadá

Finlandia

Irlanda 300

Noruega 300

Nueva Zelanda

Suecia

Reino Unido Estados Unidos 250

250

200

200

150

150

100

100

50

50 1970

1980

1990

Año

2000

2010

1970

1980

1990

2000

2010

Año

Fuente: Los datos se obtuvieron del conjunto de datos del WTID (extraídos en septiembre del 2013). Datos elaborados por los autores. Nota: Los datos se elaboraron inicialmente para su análisis en Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente).

33

Gráfico 2 La tendencia del 1% máximo en los países de la OCDE (1980=100)

350

Dinámicas del 1% máximo: sur

Dinámicas del 1% máximo: continental (y Japón)

1980=100

1980=100 350

Italia

Francia

Portugal

Alemania

España

Japón

300

300

Países Bajos Suiza

250

250

200

200

150

150

100

100

50

50 1970

1980

1990

2000

2010

1970

Año

Fuentes: Los datos se obtienen del conjunto de datos WTID (extraídos en septiembre de 2013). Nota: Los datos se elaboraron originalmente para su análisis en Morelli, Smeeding y Thompson (próximamente)

1980

1990

Año

2000

2010

Los factores de la desigualdad: los retos actuales y del pasado de europa

Jean-Paul Fitoussi, SciencesPo, París, y LUISS, Roma

Francesco Saraceno, OFCE-SciencesPo, París; SGPP, Jakarta; SEP-LUISS, Roma

Este artículo presenta una descripción de por qué la desigualdad sigue creciendo y las implicaciones que tendrá en la formulación de políticas. Los autores afirman que las políticas actuales promueven la falta de contribución de los que son muy ricos y se enfocan en las familias con ingresos medios o bajos, lo que ha creado una economía más frágil y condiciones más duras y desiguales para la sociedad. La crisis ha situado el tema de la distribución de la renta y la creciente desigualdad en el centro del debate político. Como se ha documentado ampliamente (FMI, 2007; OCDE, 2008; Piketty y Saez, 2013; Piketty, 2013; Piketty et al., 2011), la desigualdad aumentó sustancialmente, tanto en los países desarrollados como en las economías emergentes, a partir de finales de la década de los setenta. Hay razones que llevan a pensar que el aumento de la desigualdad fue uno de los factores decisivos de los desequilibrios cada vez mayores de la economía mundial, lo que incrementó la fragilidad de la economía a principios de la crisis financiera mundial (Fitoussi y Saraceno, 2010, 2011). La crisis, a su vez, agrandó la desigualdad y ha creado un círculo vicioso que tiene grandes costes sociales, especialmente en los países europeos (iAGS, 2013; OCDE, 2011; Pickett, 2013; Stiglitz, 2013). Pero, ¿por qué aumentó la desigualdad en primer lugar? ¿Y qué generó el círculo vicioso entre los resultados económicos y las

distribuciones de la renta? ¿Qué supone esto para las políticas que se aplican en la situación actual y en los próximos años? Este artículo da respuesta a todas esas preguntas.

La visión tradicional del aumento de la desigualdad La relación entre la distribución de la renta y los resultados económicos no ha jugado un papel importante en el debate económico de las últimas cuatro décadas debido al resurgimiento de la tradición neoclásica tras la crisis keynesiana de los setenta. La teoría neoclásica postula que las reglas básicas de la economía determinan “objetivamente” los ingresos, concretamente, la productividad marginal de los factores de producción. Ese postulado conduce a la tradicional dicotomía de manual entre la eficacia y la justicia, que subraya el concepto de optimización de Pareto, y que ha apoyado desde hace mucho la idea de que el trabajo del economista es estudiar las condiciones para la distribución óptima de los recursos entre los participantes del proceso económico (para maximizar el bienestar social). Un vez que el bienestar general se maximiza, los economistas dejan a sociólogos, científicos politicos y antropólogos la tarea de elegir la distribución de la renta, siempre que esa distribución no distorsione los incentivos de los agentes. Teniendo esto en cuenta, el aumento de la desigualdad se explicaría por el movimiento conjunto de dos fenómenos. El primero es el rápido progreso tecnológico que caracterizó la última parte del siglo veinte; esos avances están principalmente vinculados a la revolución de las TI y la difusión de los ordenadores que beneficiaron, sobre todo, a los trabajadores muy capacitados, en detrimento de los que no tenían formación o tenían muy poca (Katz

35

y Autor, 1999; Rajan, 2010). Según la visión tradicional, el segundo fenómeno que influye en la desigualdad salarial es la globalización. La entrada en el mercado laboral mundial de trabajadores poco capacitados, procedentes de las economías emergentes o en desarrollo, redujo la productividad marginal del trabajo. Además el aumento de la competencia acrecentó la presión sobre los sindicatos y los que establecen los salarios para eliminar las rigideces salariales (véase, por ejemplo, Card et al., 2004). Las consecuencias de todo ello ha sido la reducción de la proporción laboral en relación con el capital en la renta nacional. El avance de las técnicas que se basan en capacidades y una mayor competitividad del mercado laboral mundial explicarían el aumento de la desigualdad (salarial) como un proceso ineludible del que se supone que la política no tenía que ocuparse a no ser que fuera a costa de la reducción de la eficacia y el crecimiento. La idea de que “cuando la marea crece, suben todos los barcos” serviría de justificación del crecimiento extraordinario de las rentas altas y muy altas (la “economía superestrella”, véase Dew-Becker & Gordon 2005) que se produjo en las dos décadas prósperas de los años noventa y el 2000.

¿Mérito o depredación? La crisis financiera desafió la visión tradicional. En primer lugar, porque a pesar del duro golpe que se llevó el sector financiero, afectó desproporcionadamente a las rentas medias y bajas (OCDE, 2011; Stiglitz, 2013). En segundo lugar, porque exigió una comprensión más profunda del impacto de la distribución de las rentas en los resultados económicos, además de sus efectos sobre los incentivos. La crisis supuso, en efecto, el punto de llegada de un proceso en el cual la desigualdad hundió el crecimiento

o desencadenó el aumento de la deuda de las familias que se sitúan en la parte baja de la distribución (Cynamon and Fazzari, 2008; Fitoussi y Saraceno, 2010, 2011). En concreto, Galbraith (2012) y Stiglitz (2013) destacan que lo que cuenta en la mayor parte del aumento de la desigualdad en las últimas décadas, mucho más que fundamentos como la globalización y el progreso tecnológico, es el aumento del comportamiento depredador. Precisamente porque las élites se han estado apropiando de una proporción más que justa de la riqueza nacional, el aumento de la desigualdad ha obstaculizado el bienestar y ha distorsionado la economía. La acentuación del comportamiento depredador y de búsqueda de beneficios ha coincidido con el papel primordial que ha desempeñado un sistema financiero que está cada vez más desregulado, donde la desconexión entre los salarios y la productividad marginal se hizo rápidamente evidente. Galbraith y Stiglitz argumentan de una manera convincente que la mayor parte de las rentas más altas se especializaron gradualmente en aprovechar al máximo la parte del pastel del que se habían apropiado en lugar de contribuir al crecimiento del pastel. Los préstamos abusivos y las prácticas abusivas de las compañías de tarjetas de crédito, que están en el núcleo de la burbuja de las subprimas, son los ejemplos más típicos del comportamiento de búsqueda de beneficios que transfirió enormes cantidades de recursos de las clases medias y bajas a los ricos y los muy ricos. Incidir en la búsqueda de beneficios ayuda a explicar por qué el aumento de la desigualdad de los ingresos de las últimas décadas benefició a los ingresos más altos (Piketty et al., 2011); y lo que es más importante, también subraya la importancia de las elecciones políticas. El poder económico de las élites y la revolución conservadora en la política se han reforzado

Europa, más que el resto del mundo, ha entrado en un círculo vicioso en el que la desigualdad consigue que la crisis sea más difícil, y la crisis tiene, a su vez, efectos desiguales sobre los distintos grupos sociales y de ingresos, profundizando así más la desigualdad y aumentando la fragilidad de la economía. mutuamente, creando sistemas tributarios que cada vez son menos progresistas y causando una reducción del estado del bienestar. (Creel y Saraceno, 2010; Hacker y Pierson, 2010). Los grandes rendimientos financieros y su influencia cada vez mayor en el PIB desencadenaron un círculo vicioso que impedía que ningún sector de inversión real pudiera competir con los beneficios que ofrecía el sector financiero. El resultado, según afirman Galbraith y Stiglitz, ha sido una enorme desviación de recursos de usos productivos de los ahorros a activos financieros cuyo valor generalmente se infló. La tendencia de las economías avanzadas de saltar de burbuja en burbuja puede, por lo tanto, explicarse, entre otras cosas, por el aumento de la desigualdad (ver también Fitoussi y Saraceno, 2011) La búsqueda de beneficios y el crecimiento de las finanzas parecen argumentos más convincentes que la visión tradicional para explicar el crecimiento de la economía superestrella. Después de todo, es difícil relacionar los ingresos de los altos ejecutivos con su contribución marginal a los ingresos de su empresa, por no mencionar al bienestar social.

La desigualdad y la crisis europea A partir del 2010, la crisis mundial evolucionó hacia una crisis europea de deuda soberana, que fue expuesta por los graves problemas financieros públicos de Grecia. En lugar de interpretarse como una señal de que había importantes problemas en la gobernanza de la Eurozona (Fitoussi y Saraceno, 2013; Saraceno, 2013), los líderes europeos lo consideraron un problema de despilfarro fiscal. Las autoridades europeas no investigaron realmente por qué un problema de deuda privada, por ejemplo en España e Irlanda, se convirtió en un problema de deuda pública (Fitoussi, 2013). La consecuencia ha sido una austeridad generalizada, en la periferia y el centro de la Eurozona, que reprimió el crecimiento y ha retrasado la recuperación. Lo que es más importante, las políticas de austeridad y las reformas estructurales liberales afectaron al tejido

social, especialmente de los países periféricos, y ahondaron más la desigualdad. Mientras los beneficios y los salarios máximos se encuentran, en la actualidad, en los niveles previos a la crisis, una parte cada vez mayor de la población vive en el umbral de la pobreza y el alto paro se ha asentado en secciones concretas de la sociedad (mujeres y jóvenes; véase el iAGS del 2013). El rumbo que han tomado las políticas de Europa sigue siendo un puzle; enfrentada a una recesión del balance general que constriñe al sector privado al desapalancamiento, no hay motivos para desapalancar también el sector público, especialmente cuando el sector bancario está racionando el crédito a los agentes privados. Confrontados con un índice de paro que es históricamente alto, y en algunos países mayor que en los años treinta, no es muy buena idea promover políticas de oferta (Saraceno, 2014). El resultado es que cada vez hay más miedo a la deflación en la zona euro, cuyas consecuencias sobre las deudas tanto públicas como privadas serían complicadas. En otras palabras, Europa, más que el resto del mundo, ha entrado en un círculo vicioso en el que la desigualdad consigue que la crisis sea más difícil, y la crisis tiene, a su vez, efectos desiguales sobre los distintos grupos sociales y de ingresos, profundizando así más la desigualdad y aumentando la fragilidad de la economía. Este no es lugar para debatir sobre la raíz de la crisis europea ni para evaluar las perspectivas futuras (cf. Fitoussi, 2013). Las políticas que han seguido los países europeos, la austeridad y las reformas de la oferta, en un momento en el que la raíz del problema es la demanda agregada, no eran inevitables. Esas políticas contribuyen muchísimo a profundizar la recesión e imponen grandes costes a las familias de ingresos bajos y medios (y a las pequeñas y medianas empresas), endureciendo más la desigualdad y la subsiguiente fragilidad económica. Esas políticas no dejan margen para descubrir el índice del potencial real de crecimiento de la economía; al contrario, favorecen un camino caótico: el crecimiento de burbuja en burbuja, seguido de crisis financieras y económicas. ■

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¿Puede la redistribución de ingresos ayudar a que cambie la creciente desigualdad?

Wiemer Salverda, Coordinador del proyecto internacional de investigación Growing Inequalities’ Impacts (gini-research. org) sobre el impacto de las crecientes desigualdades (GINI) del Instituto de Ámsterdam para Estudios Laborales Avanzados, Universidad de Ámsterdam

En este artículo se compara el aumento de la desigualdad de las rentas netas de los hogares en una serie de países europeos y Canadá, los Estados Unidos y Australia. Se utilizan dos factores importantes para explicar esta tendencia preocupante: el crecimiento de los ingresos de mercado desiguales y/o la distribución en declive de la renta mediante impuestos y transferencias. La creciente desigualdad de las rentas: Ingresos de mercado y redistribución La desigualdad ha aumentado en la mayoría de los países en las últimas tres décadas. Un amplio conjunto de países, de Dinamarca, Finlandia, Suecia y los Países Bajos a los estados bálticos, otros países de Europa Central y Oriental (PECO) e incluyendo también al Reino Unido y, fuera de Europa, a Australia, Canadá y los Estados Unidos, ha experimentado un crecimiento de la desigualdad del 28% desde principios de los ochenta. Sorprendentemente, una gran parte del aumento (19%) se concentra en los noventa (Cuadro 1 del Apéndice). Esta proporción de desigualdad afecta a los ingresos netos de los hogares, después de añadir las transferencias sociales y deducir los impuestos sobre la renta de los ingresos de mercado. Una combinación de dos factores distintos explica, por lo tanto, el

aumento: la creciente desigualdad de los ingresos de mercado y/o una redistribución en declive de la renta mediante impuestos y transferencias. Podemos empezar estudiando el primer factor. La dispersión de los ingresos de mercado no se conoce bien en un formato similar al de la desigualdad de los ingresos netos. Esto se debe, en parte, a los problemas de la observación estadística (especialmente de los ingresos de capital) y a su definición (por ejemplo, ¿se incluyen las pensiones de capitalización? ¿O los alquileres de la vivienda ocupada por sus propietarios?); en parte, a los problemas de medición desigual porque es difícil abordar rentas negativas (lo que también se relaciona con el capital) con el coeficiente de Gini; y, en parte, al uso de la “ecualización” en la composición de los hogares (véase el Cuadro 1 del Apéndice). Sin embargo, otros datos muestran que los ingresos de mercado han crecido significativamente más desiguales. En primer lugar, los ingresos más altos han ganado notoriedad en los últimos años1. De nuevo, en una amplia variedad de países, observamos un crecimiento del 21% en la proporción del 10% máximo desde 1980, y más de la mitad de ese porcentaje se ha concentrado en los noventa (Cuadro 1 del Apéndice). Las rentas del 1% máximo superan ese crecimiento con un incremento del 37% e incluso una concentración más fuerte en los noventa. En segundo lugar, los ingresos laborales son el tipo de ingreso de mercado más importante; pero, a diferencia de los ingresos más altos, no afectan a toda la población, sino solo a los que tienen un trabajo remunerado. Para comparar adecuadamente la desigualdad de la renta familiar nos centramos en los ingresos anuales que entran en los hogares. Una interesante investigación comparativa (RED, 2010)

Los mismos se refieren a los ingresos brutos después de transferencias, pero antes de impuestos, y su proporción en la renta total es una medida distinta al coeficiente de Gini. Como las familias de ingresos altos reciben de forma plausible relativamente menos por transferencias, su cuota en la renta bruta subestimará de forma plausible la de los ingresos de mercado.

1

muestra un fuerte crecimiento de la varianza (una medida que presta más atención a la parte inferior que al coeficiente de Gini) de los Estados Unidos, el Reino Unido, Suecia y Alemania (+57%, 49%, 71%, y 105%, respectivamente) de principios de los ochenta a mediados de la década del 2000. De nuevo, el aumento se concentra significativamente en los noventa. Sin embargo, no todos los países siguen necesariamente el mismo patrón: la desigualdad de ingresos de las familias danesas apenas ha cambiado (+6%).2 Aunque, en principio, parezca que basta con saber que tanto la desigualdad de ingresos de mercado como la desigualdad de ingresos netos es mayor, la investigación directa puede atestiguar la conclusión de que la distribución de ingresos se ha reducido y también permite distinguir el papel de la fiscalidad y las transferencias. Las aportaciones de RED (2010) también muestran que la desigualdad de los ingresos disponibles ha aumentado entre las familias que tienen ingresos. Sharpe y Capeluck (2012) observan que, en Canadá, las transferencias y los impuestos han reducido menos de la mitad la desigualdad mayor de los ingresos de mercado desde 1980. Blomgren et al. (2012, 15) apuntan a un fuerte declive de los efectos redistributivos en Finlandia, desde mediados de los noventa, a pesar del hecho de que el papel de las transferencias, en realidad, creció. Bjørnskov et al. (2012, 14) observan una mayor redistribución y solo un pequeño incremento de la desigualdad de los ingresos netos en Dinamarca; pero también observaron pocos cambios en la desigualdad de los ingresos de mercado de los hogares. Brewer y WrenLewis (2012, Cuatro 5) señalan un aumento de la desigualdad de los ingresos de mercado británicos de un 74% (variante: he dejado fuera las pensiones) y un incremento mayor de la desigualdad de los ingresos netos (90%). En resumen, aunque la redistribución esté creciendo es normalmente insuficiente para compensar la creciente dispersión de los ingresos de mercado.

Bjørnskov et al. (2012, 23).

2

Un cambio laboral básico: la distribución de los ingresos de mercado Ha sido un largo adiós, que todavía no ha concluido, a un mundo en el que solo había un sustento familiar (si es que ese mundo alguna vez existió). En la actualidad, la mayoría de todos los hogares de Europa (57%) que tienen ingresos por trabajo remunerado (ingresos brutos anuales) son familias en las que dos o tres personas ganan dinero y representan una proporción del 75% de todos los trabajadores. Una observación muy importante, y sorprendente, es que los hogares donde varias personas ganan dinero se concentran en la parte superior de la distribución de los ingresos familiares. Las familias donde solo una persona recibe un salario componen el 88% del decil de las familias de la UE que tienen ingresos por trabajo y solo el 11% del decil máximo; e inversamente en el caso de las familias donde varios miembros tienen un salario (Salverda y Haas, 2014). Los pocos hogares en los que solo una persona recibe un salario que están en la parte superior del cuadro también ocupan la parte superior de la distribución de ingresos individuales; sin embargo, muchos hogares con varios ingresos llegan a esa posición combinando ingresos de los niveles más bajos de la misma distribución. Todo ello ha creado una situación compleja con la que todavía están lidiando las instituciones y las políticas de redistribución de ingresos. Panousi et al. (2013) señalan la naturaleza permanente del cambio. El crecimiento de la tendencia de múltiples asalariados ha ido de la mano con cambios hacia el empleo femenino y el trabajo de media jornada (en unos países más que en otros) que se han agudizado durante la crisis, lo cual ha provocado que el aumento del desempleo declarado sea más débil de lo esperado. Las jornadas laborales

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más cortas y un nivel salarial menor (por horas) concuerdan ahora más que nunca: los empleos de media jornada se concentran en los niveles más bajos de salarios y ocupaciones laborales, especialmente en el sector privado. Al mismo tiempo, la “nueva normalidad” de múltiples ingresos provocó el crecimiento del empleo adicional, a partir de la década de los noventa y del 2000, en los hogares en los que ya había una persona trabajando, lo que ha causado, en el mejor de los casos, una reducción limitada del paro familiar, y a veces un aumento. Por lo tanto, el índice de proporción del empleo en relación con la población podría crecer mientras el índice de empleo familiar podría rezagarse o incluso decaer. El Reino Unido ofrece el ejemplo más evidente de esa separación. En 1980, los dos índices de empleo eran casi iguales entre el 72 y el 74%; pero hasta el 2005 el índice de proporción del empleo con respecto a la población creció cinco puntos porcentuales mientras que el índice de empleo en los hogares cayó siete puntos porcentuales, creando una diferencia de doce puntos porcentuales entre ambos (Blundell y Etheridge, 2010, en RED 2010). Hay que señalar asimismo que, en la UE en su conjunto, el índice de empleo en los hogares ha sufrido más por la crisis actual (-2 puntos porcentuales). La nueva situación tiene varias consencuencias importantes. En primer lugar, esos desarrollos debilitan la utilización del índice tradicional de paro como un indicador útil del mercado laboral. Es importante destacar también que los múltiples asalariados afectan a las parejas y a las familias más grandes, mientras que, al mismo tiempo, la proporción de hogares integrados por una sola persona ha aumentado rápidamente y casi se ha duplicado en las últimas décadas. Así es que, aunque los múltiples asalariados de una familia puedan ofrecer cierta protección frente a las consecuencias del paro, porque el compañero puede seguir trabajando, este hecho no ayudará en los hogares formados

por una sola persona. En segundo lugar, la mayor desigualdad de los ingresos individuales (anuales) ha contribuido mucho al aumento de la desigualdad de los ingresos de los hogares que se ha señalado anteriormente. Refleja las diferencias de los niveles salariales por horas3 y su creciente confluencia con la media jornada. En tercer lugar, como resultado de la combinación de dos o más asalariados en un hogar, en la actualidad pueden encontrarse trabajadores que reciben una remuneración baja en familias que están situadas en la parte superior de la distribución de ingresos. Este hecho debilita los instrumentos generales que se centran en el individuo para limitar la desigualdad salarial, no solo los instrumentos tradicionales como el salario mínimo, sino también los más modernos como la desgravación fiscal por contratar a trabajadores o las exenciones que se aplican a las contribuciones del empleador; aunque se señala la importancia de medidas específicas destinadas a los hogares dependientes como el crédito por ingresos del trabajo. En cuarto lugar, a pesar de sus elevados ingresos, puede que los hogares que se sitúan en la parte superior paguen menos impuestos de lo esperable, al menos en los países que tienen una tributación independiente de los salarios, y sumar así a la desigualdad de los ingresos netos. Por ejemplo, los hogares del decil superior de ingresos de los Países Bajos pagan un porcentaje medio de impuestos efectivos ligeramente inferior al 20% de los ingresos brutos; pero ese porcentaje varía significativamente entre el segundo asalariado (12%), los primeros asalariados (22%) y el asalariado único (27%- 28%). La otra cara de este hecho es que podría influir en la solidaridad: ¿por qué aceptar pagar más impuestos como individuo por ser pareja de otro asalariado, y tener conjuntamente un ingreso familiar mayor, que otro individuo que gane lo mismo, pero no tenga una pareja asalariada o directamente no tenga pareja?

La ratio P90:P10 se disparó en torno a un 30% en los Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, los Países Bajos y Alemania entre principios de los ochenta y mediados de la década del 2000.

3

Aportaciones políticas y remedios para la desigualdad de ingresos Las políticas de redistribución incluyen transferencias sociales, que se basan, por una parte, en la asistencia social y la seguridad social y, por otra, en la tributación. La ponderación de ambos, así como sus efectos, difieren significativamente entre países. Sin embargo, se han producido ciertos cambios muy compartidos en las últimas décadas. La recaudación del impuesto sobre la renta se ha reducido significativamente. Concretamente, las tasas impositivas superiores del impuesto sobre la renta de las personas físicas se han reducido en una cuarta parte, del 56% en 1981 al 41% en 20054. La mayor parte de la disminución se concentra entre 1984 y 1991. Este descenso ha reducido los actuales ingresos por impuestos y, por lo tanto, la financiación de la redistribución. Igual de importante es el hecho de que esa reducción también tiene un efecto cada vez mayor sobre el comportamiento a largo plazo: estimula los salarios altos de las empresas y el crecimiento de los ingresos máximos (Piketty, Saez y Stantcheva, 2011). También puede estimular los ahorros5 y la creación de riqueza a largo plazo. La aplicación de impuestos más bajos sobre los ingresos del capital en los sistemas binarios ha impulsado más esta reducción. En Finlandia, el crecimiento de los ingresos máximos se atribuye a las rentas cada vez mayores del capital y a la tributación reducida que se introdujo en 1993; a pesar de observarse un incremento, la redistribución ha sido incapaz de compensar el aumento simultáneo de la desigualdad (Blomgren, 2012). Todo ello se vincula con la importancia cada vez mayor de la herencia en momentos de menor crecimiento económico (Piketty, 2014).6 Sin embargo, el impuesto sobre la renta solo es la mitad de la historia en la fiscalidad directa. Muchos países recaudan contribuciones a la seguridad social que no son progresivas y la progresividad global difiere poco entre países, incluyendo aquellos que tienen

impuestos más altos (OCDE, 2012). Si se suma lo anterior a la fiscalidad indirecta, el impuesto sobre el valor añadido (IVA) añade otro importante elemento que tiene un efecto regresivo sobre la desigualdad de ingresos (Figari y Paulus, 2012). Los hogares de bajos ingresos consumen la mayor parte de sus ingresos (y a veces más) y, por lo tanto, contribuyen relativamente más con el IVA. De forma inquietante, los países de la UE subieron los porcentajes del IVA significativamente como una de las respuestas a la crisis financiera.7 Junto a la fiscalidad, las transferencias son la principal arteria de redistribución. Como se ha mecionado, su importancia varía entre países. Sharpe y Capeluck (2013) atribuyen el 70% del efecto de distribución a las transferencias y solo un 30% a la tributación. Brewer y Wren-Lewis (2012) observan que la desigualdad cada vez mayor de los ingresos de mercado (+74%) se produjo junto a una mayor atenuación de la fiscalidad (+77%), que sin embargo siguió siendo insuficiente, mientras que el efecto mitigador de las transferencias se quedó muy atrás (+11%). De un estudio en detalle sobre los efectos de la redistribución ante la creciente desigualdad, Marx y Van Rie (2014) concluyen que la reducción de la redistribución fue, con frecuencia, la principal razón por la cual la desigualdad aumentó después de mediados de los noventa. Junto a los impuestos y las transferencias, que definen el ingreso disponible, el acceso de las familias a los servicios sociales (cuidado sanitario, educación, apoyo familiar y transferencias a las personas mayores) determina el significado real de su renta neta, que difiere muchísimo en las comparaciones internacionales. Aquí Marx y Verbist (2014) concluyen que “los mejores resultados, en términos de cohesión económica, laboral y social, se dan en los países ricos, y las consecuencias de la igualdad tienen una cosa en común: un amplio estado del bienestar que realiza varias cosas al mismo tiempo: invertir en las personas, estimularles y apoyarles para que sean activas, y también apoyarles adecuadamente, a ellas y a sus hijos, cuando todo lo demás falla”.

Disponible permanentemente para quince de los treinta países de arriba en la base de datos de los World Tax Indicators (Indicadores fiscales mundiales), véase Sabirianova Peter et al. (2010). Domeij et al (2010, 193; en RED 2010) observan un mayor índice de ahorros de las rentas altas en Suecia después de 1990. 6 Véase también The Economist, del 4 de enero del 2014, y The Financial Times, del 7 de enero del 2014. 7 Bargain et al. (2013) llegan a una conclusión favorable sobre los efectos redistributivos durante la crisis financiera, pero no incluyen la fiscalidad indirecta. 4 5

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Debate Las políticas redistributivas han continuado reduciendo la desigualdad; pero, aunque su tamaño haya crecido, su efecto se ha reducido ante la fuerte desigualdad de los ingresos del mercado, que es cada vez mayor, particularmente, entre los salarios por trabajo de los hogares. Este hecho lleva a la agenda que haya que ocuparse directamente de la desigualdad del mercado; de la desigualdad de la renta, por ejemplo, introduciendo o mejorando los salarios mínimos y eliminando la búsqueda indebida de beneficios que parece haber rebasado los niveles máximos de salarios. Aunque el salario mínimo ayuda, sin duda, a mejorar el salario digno de los hogares, su efecto sobre la distribución de los ingresos se ha amortiguado más. Sus principales roles son, en primer lugar, como siempre, evitar la competencia excesiva de los salarios a la baja, lo cual afecta negativamente al crecimiento de la productividad y a la inversión en capital humano; y, en segundo lugar, delimitar las finanzas que hacen falta para redistribuir entre las familias de bajos ingresos. El Gobierno británico lo ha entendido recientemente.8 Se presta mucha atención analítica, y en la elaboración de políticas, a los bajos ingresos y a la poberza; pero hay muy poca información disponible sobre los salarios y los ingresos altos. Recientemente, la OCDE ha introducido, junto a la incidencia de los bajos salarios, una estadística (que es todavía muy incompleta) sobre los salarios altos; pero incluso cuando se complete no será más que el comienzo de un estudio comparativo sistemático de las contribuciones de las rentas máximas a la desigualdad y sus factores subyacentes. La base de datos World Top Incomes ha sido sumamente exitosa a la hora de ayudar a centrar la atención en esos ingresos; pero su mantenimiento depende fundamentalmente de contribuciones voluntarias. Hace falta ampliar y profundizar la base de datos y la implantación analítica y sistemática de sus indicadores. Además, deben estudiarse en detalle

los efectos que tienen los impuestos y las transferencias en el crecimiento de la desigualdad de los ingresos de mercado: los efectos del comportamiento a largo plazo de la tributación reducida de los altos ingresos, los ingresos de capital y las herencias. La coordinación internacional parece muy recomendable para poner fin a los actuales grandes saltos que se observan en el establecimiento de los índices fiscales que, yendo cuesta abajo, solo pueden acabar en un desastre de piernas y huesos rotos. Lo mismo se aplica a los efectos de la fiscalidad sobre el individuo en los resultados de las familias. No hay razón para reorientar hacia la tributación familiar y conjunta: en cambio, deben controlarse los créditos fiscales generales por los efectos que tienen sobre los hogares y sustituirse por créditos específicos, cuando sea deseable. Más allá del efecto inmediato sobre la distribución de los salarios y las rentas, el enfoque a largo plazo debe centrarse en la distribución familiar del empleo, incluyendo explícitamente la dimensión de las horas trabajadas. De este modo, la eficacia y la eficiencia del aparato redistributivo puede mejorarse significativamente al mismo tiempo. Asimismo, la visión a largo plazo de los beneficios y las transferencias sociales conlleva fuertes efectos de desigualdad intergeneracional duradera por recortes motivados por el corto plazo. ¿Pueden cambiarse la tributación y las transferencias en un mundo caracterizado por la reducción cuantitativa como la única política activa —prácticamente— para superar la crisis y que ha tenido un efecto pequeño, a parte de incrementar los valores financieros de los hogares que tienen las rentas más altas? No será fácil; y el cambio de rumbo será tanto político como económico. Todos sabemos que a los vecindarios pobres puede darseles un giro positivo, ¿por qué no a los países? En relación con las desigualdades entre países, el ejemplo latinoamericano indica que puede hacerse (Bird y Zolt, 2013). Captar las rentas altas y las mayores riquezas no puede ser demasiado difícil con la ayuda de las estadísticas cotidianas y detalladas de Bloomberg sobre los muy ricos. ■

Se prefiere un aumento estructural de su nivel, preferiblemente con el compromiso de la UE con un nivel fijo relativo del 60% del salario medio por hora, a la continua participación política en la fijación del salario mínimo.

8

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Apéndice

Tabla 1: Cambios en la desigualdad de ingresos: tendencias en los promedios nacionales, 1980-2010 Coeficiente de Gini de la renta neta equivalente familiar Total de 30 países

Porcentajes de rentas altas en los ingresos brutos

de los cuales con un coeficiente de Gini en aumento Aumento (puntos)

Países

Aumento (%)

1% máximo de países con porcentajes en aumento

10% máximo de páises con porcentajes en aumento Aumento (puntos)

Países

Aumento (%)

Aumento (puntos)

Países

Aumento (%)

Cambios 1980-1990

18

8

0.028

12%

13

3.0

12%

12

1.6

18%

1990-2000

22

22

0.044

19%

15

3.4

12%

16

2.1

28%

2000-2010

30

19

0.022

8%

10

1.8

5%

9

0.6

8%

1980-2010

18

17

0.065

28%

16

5.8

23%

16

2.6

37%

6

0.070

30%

7

9.3

37%

6

3.9

62%

Aumento consistente Niveles (países)

Los 30 (Gini)

Los 6 que suben (Gini)

Nivel de inicio

0.241

0.256

27.8

28.0

6.4

6.6

Nivel final

0.304

0.327

33.3

37.2

8.9

10.5

Los 17 Los 7 que (pcpt) suben (pcpt)

Los 16 Los 6 que (pcpt) suben (pcpt)

En unos cuantos casos, cuando faltan datos de años específicos, se cubre el periodo comparable más cercano. Fuente: base de datos de GINI y el WTID: http://gini-research.org/articles/data_2 and http://topincomes.gmond.parisschoolofeconomics.eu/

Cuadro 1: Por qué la redistribución puede ser (cada vez) menor de lo que pensamos En la actualidad, los efectos de la redistribución se determinan habitualmente comparando los ingresos del mercado y la renta disponible en base a la “ecualización” de la composición del hogar. En principio, equiparar ayuda a determinar qué valor tiene un ingreso para una familia, dependiendo del número de adultos y de niños. Sin embargo, “ecualizar” los ingresos de mercado vuelve su desigualdad difícil de reconocer “sobre el terreno” (por ejemplo, los ingresos más altos no se “ecualizan”) y también puede llevar a una estimación equivocada del alcance de la redistribución por impuestos y transferencias. La “ecualización” tiene un fuerte efecto ecualizador porque las familias más grandes se concentran en los ingresos de mercado más altos, mientras que los hogares de una persona se situan en la parte más baja. El gran aumento del número de solteros en las últimas décadas habrá reforzado el efecto. La “ecualización” es responsable del 38% de la diferencia total entre la desigualdad de los ingresos de mercado que no están “ecualizados” y la desigualdad neta “ecualizada” en el caso canadiense que se muestra abajo. La aceptación silenciosa parece ser que la “ecualización” tiene el mismo efecto tanto en los ingresos de mercado como en los ingresos disponibles. Sin embargo, un conjunto completo de datos canadienses muestra que no es así. El gráfico de abajo compara el tamaño de los efectos redistributivos cuando se “ecualiza” y cuando no. La diferencia relativa entre los dos muestra el tamaño de la sobreestimación de la redistribución debido a la “ecualización”. El efecto crece del 14%, a mediados de los noventa, al 22% a finales de la década del 2000.

La redistribución canadiense de la renta de mercado a la renta disponible: el efecto de la “ecualización” de la familia, 1976-2011 25% 20% 15% 10%

Sobreestimación

5% 0% -5%

1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010

-10%

No equiparado

-15% -20% -25% -30% -35% Calculado de http://www5.statcan.gc.ca/cansim/a03.

Equiparado

47

Similarmente, Brzozowski et al. (2010, Gráfico 7; véase RED 2010) muestran un efecto de “ecualización” en los ingresos familiares que suben del 7%, a mediados de los noventa, al 11%, a mediados de la década del 2000. Salverda et al. (2013, Gráfico 2.12) muestran cómo la desigualdad de ingresos netos de las familias obreras holandesas después de 1990 seguía sin cambios después de la “ecualización”, mientras que antes de la “ecualización” aumentó cerca de un cuarto. Como resultado, se pasa por alto un aspecto importante: cómo la composición del hogar contribuye a la evolución de la desigualdad. Es importante estudiar realmente ese efecto. Las personas pueden cambiar de comportamiento, o verse obligadas a cambiar debido a la creciente desigualdad, como lo han demostrado muchas personas que han dejado su propia vivienda para unirse a otra, después de la debacle hipotecaria estadounidense. Por esa razón, no utilizo aquí la base de datos de pobreza y desigualdad de renta de la OCDE para los ingresos del mercado. ■

49

La desigualdad limita las oportunidades

Jo Blanden, Profesora de Economía de la Universidad de Surrey e investigadora asociada del Centro de Resultados Económicos de la London School of Economics

La desigualdad de resultados entre muchos estados miembros de la UE es considerable. Ello afecta al bienestar de los individuos en un determinado momento. Pero la evidencia sugiere que también afectará a la próxima generación porque a los niños les influyen muchísimo las circunstancias de los padres. De hecho, los datos sugieren que una mayor desigualdad implica que la desventaja parental tiene un efecto mayor en el desenlace de los niños.

“Una mayor desigualdad de ingresos sería menos preocupante si los que tienen menos ingresos consiguieran tener ingresos altos en algún momento de su carrera, o si los niños cuyos padres tienen bajos ingresos tuvieran una oportunidad buena de subir en las escalas de ingresos cuando crezcan. En otras palabras, si hubiera un mayor grado de movilidad de los ingresos, nos preocuparía menos el grado de desigualdad en cualquier año concreto”

(Krueger, 2012)

Dicho de otro modo, creer en la igualdad de oportunidades implica que los desenlaces de las personas no deben depender del lugar donde comenzaron. Sin embargo, hay muchas razones por las cuales los resultados vitales de las personas —educación, empleo y renta— podrían estar relacionados con la situación material de sus padres. Dependiendo del origen de esas conexiones, es probable que haya un sentimiento mayor o menor de que “debe hacerse algo”. Muchos estarían de acuerdo en que habría que abordar el acceso a las oportunidades laborales por el uso de las conexiones que tienen los padres, mientras que las diferencias debidas a transmisiones genéticas requerirían medidas drásticas y revertirlas podría provocar ineficiencia, si no se permite que los que tengan un buen potencial puedan acceder a los mejores trabajos. Los economistas consideran un solo número —la elasticidad intergeneracional— para resumir el alcance de la movilidad intergeneracional. Este dato ofrece información sobre la cifra media en cualquier diferencia de ingresos de los padres que se pasan a los hijos. Pongamos como ejemplo a dos familias vecinas que tienen dos hijos de la misma edad; pero una familia tiene una renta que duplica la de la otra. Si tienen la movilidad media y la elasticidad intergeneracional es del 0,40, el hijo de la familia más adinerada ganará cerca de un 40% más que el hijo de la familia más pobre cuando trabaje. Por las razones que se afirman anteriormente, no esperaríamos que no existiera una asociación de las rentas entre generaciones: la elasticidad intergeneracional no será cero. Nuestra opinión de cuál es la cifra deseable en esta asociación puede apoyarse comparando los niveles de movilidad intergeneracional entre países. Con esas comparaciones en la mano, es posible evaluar la movilidad como “relativamente

débil” y “relativamente fuerte” y entonces empezar a considerar posibles explicaciones de las diferencias en la movilidad intergeneracional. Los datos que miden los ingresos de dos generaciones no son frecuentes y, a menudo, difieren entre países de forma sutil, lo cual puede afectar a nuestras conclusiones sobre si los países tienen movilidad alta o baja. [1]

Sin embargo, estudio tras estudio se demuestra que la conexión de los ingresos entre los padres y los hijos es débil en los países nórdicos. Además, la noción de “sueño ameriano” de una movilidad particularmente alta se contradice por la enorme cantidad de datos que muestran que, de hecho, las oportunidades de vida de los niños pobres y ricos son particularmente desiguales en los Estados

Gráfico 1 La desigualdad de los ingresos y la asociación de ingresos entre generaciones Beta de ingresos

.5

Valores ajustados

Estados Unidos

.4

Gran Bretaña Italia

Francia

.3 Noruega Suecia

.2

Alemania Canadá

Australia

Finlandia

Dinamarca

.1 .2

.25

.3

.35

Coeficiente de Gini del 1995 Fuente: Datos de Blanden (2013), gráfica ligeramente revisada.

.4

.45

51

Unidos. [2] [3] [4] Es inmediatamente obvio que el factor determinante en los países nórdicos, en comparación con los Estados Unidos, es la distribución comprimida de los ingresos. Por ejemplo, a mediados de los ochenta, el coeficiente de Gini en los países nórdicos era aproximadamente 0,2 en comparación con un 0,35 en los Estados Unidos.[5] En la actualidad, hay cada vez má datos [6, 4] que completan el panorama y revelan que los países con un mayor nivel de desigualdad de los ingresos en una generación también tienen desigualdades más persistentes entre generaciones. El Gráfico 1 muestra mi propia versión de lo que se ha llamado la Curva del Gran Gatsby[7], que se basa en una muestra bastante pequeña de países anglófonos y europeos. Se ve claramente una relación bastante fuerte entre el coeficiente de Gini de los ingresos y el alcance estimado de la movilidad. Parte de la explicación de esta asociación puede verse en los hogares y el colegio, mientras que parte de la conexión está motiva por el mercado laboral. Los padres con más recursos pueden realizar inversiones adicionales en el desarrollo de sus hijos. Algunas de ellas no se relacionan directamente con la riqueza financiera: por ejemplo, ayudar a los niños con sus deberes les resulta más fácil a los padres ricos porque están más capacitados. Sin embargo, otros tendrán un coste material y es, por lo tanto, probable que sean más importantes en los países donde los ricos son más ricos. Si los ricos de la sociedad tienen el doble que la clase media (Estados Unidos) en lugar de un 1,5 más (Escandinavia) [5] pueden gastar más riqueza relativa en colegios privados, tutorías extra escolares y apoyo universitario, lo que suma un número mayor de ventajas para la próxima generación. Parte de la relación entre las oportunidades

y la desigualdad se produce porque ambas están impulsadas por la medida en la que se premian las capacidades. Es probable que las diferencias de inversión lleven a diferencias en los logros y las capacidades académicas de niños de procedencias distintas. La medida en la que esas capacidades y esos logros contribuyen a la desigualdad intergeneracional dependerá de la medida en la que son recompensados en el mercado laboral. Esas recompensas también son un impulsor importante del alcance de la desigualdad. Una visión alternativa es que la relación va de la movilidad a la desigualdad, ya que la falta de igualdad de oportunidades acaba en un número restringido de personas que tengan capacidades valiosas en el mercado laboral; lo cual infla las remuneraciones por dichas capacidades y lleva a más desigualdad. Resulta difícil esclarecer completamente el peso que debe dárseles a esas explicaciones.[8] Parece probable que tanto la educación como el mercado laboral jueguen un papel. Las diferencias surgen pronto en el sistema educativo y parecen apoyarse las unas en las otras.[9] Pero también hay pruebas de una fuerte relación entre países y, con el tiempo, entre las remuneraciones por haber cursado estudios superiores y las elasticidades de ingresos intergeneracionales.[8] [10] Si los países tienen el deseo serio de mejorar la igualdad de oportunidades, entonces hará falta que el enfoque de poner fin a las diferencias educativas se apoye con esfuerzos para contener la desigualdad de los resultados. Además de estudiar la cantidad media de movilidad en la sociedad, los economistas también observan la movilidad que existe entre los distintos grupos de rentas. Por ejemplo, ¿es más probable que los pobres mejoren su posición o que los ricos empeoren? Comparando los países nórdicos con los Estados Unidos y el Reino Unido, se observa

La desigualdad de resultados entre muchos estados miembros de la UE es considerable. Ello afecta al bienestar de los individuos en un determinado momento. Pero la evidencia sugiere que también afectará a la próxima generación porque a los niños les influyen muchísimo las circunstancias de los padres. De hecho, los datos sugieren que una mayor desigualdad implica que la desventaja parental tiene un efecto mayor en el desenlace de los niños. que en todos esos países los muy ricos son buenos a la hora de traspasar sus privilegios a la siguiente generación; lo que es diferente es que, en los países más desiguales, estar un poco por encima o por debajo de la media importa más. [11] Ello podría sugerir que el estado de bienestar y el sistema escolar son mejores para reducir las diferencias en esas sociedades, quizás porque, para empezar, las diferencias son menores. Miles Corak cree que comparar los países nórdicos, que son más pequeños y más homogéneos, con los Estados Unidos puede

no ser el mejor enfoque para crear políticas. En cambio, observa lo que puede aprenderse al preguntar por qué Canadá tiene mayor movilidad que su vecino del sur.[8] Sus sugerencias son: más derecho al permiso parental, un acceso más amplio a la atención sanitaria y un enfoque igualitario sobre los recursos educativos. Los datos de otros trabajos que muestran menos movilidad descendente en Canadá que en los Estados Unidos también podrían indicar que el ingreso mayor relativo entre los ricos de los Estados Unidos se utiliza para ofrecer un colchón a niños a los que de otra manera no les iría igual de bien.[12] Entonces, ¿qué implicaciones tiene este trabajo para Europa? Un nuevo análisis que se basa en datos comparables[13] indica que parece existir una relación entre la igualdad de oportunidades y la desigualdad en Europa1, lo que sugiere que la desigualdad también restringe las oportunidades incluso entre países que, de otro modo, son razonablemente homogénenos. Resulta interesante observar que las investigaciones sobre las actitudes en relación con la desigualdad 14] en los ochenta y los noventa muestran una marcada diferencia en la percepción de la desigualdad entre los Estados Unidos y Europa, especialmente entre los grupos más pobres, siendo los ciudadanos estadounidenses los que menos preocupados están por la desigualdad. Una explicación que se ha dado es que, ante la evidencia, en Estados Unidos las personas pobres creen firmemente en el “sueño americano” y, por lo tanto, en sus propias perspectivas de movilidad. Los ciudadanos de la UE parecen ser más realistas en sus expectativas. La importancia de ocuparse de la desigualdad de ingresos como un recurso político para fomentar la movilidad podría ser, por lo tanto, un mensaje político que los europeos están predispuestos a escuchar. ■

Una excepción a esto son los antiguos países comunistas de Europa del este donde no parece existir evidencia de dicha relación.

1

53

Gráfico 2 L  as desigualdades de ingresos y la relación entre la educación de los padres y los ingresos posteriores de los hijos

60

Relación entre la educación de los padres y los salarios posteriores

Luxemburgo

Valores ajustados

50 Grecia España Irlanda

40

Italia Reino Unido

Francia

30 Suecia Dinamarca

20

Finlandia

Bélgica Alemania

Los Países Bajos

Austria

10 .2

.25

.3

.35

Gini del LIS, mediados de la década del 2000

Fuente: Estimaciones de Jerrim (2014) combinadas con los coeficientes de Gini obtenidos del LIS por la autora.

Fuentes [1] Jäntti, M. and S. Jenkins. 2013. ‘Income Mobility.’ IZA Discussion Papers 7730. Accessed 29/11/2013 from http://ftp.iza.org/dp7730.pdf. [2] Björklund, A. and M. Jäntti (1997), ‘Intergenerational income mobility in Sweden compared to the United States’, American Economic Review, 87 (5), 1009–18. [3] Solon, G. (2002) ‘Cross-Country Differences in Intergenerational Earnings Mobility’, Journal of Economic Perspectives, Vol. 16, pp. 59-66. [4] Corak, M. (2006) ‘Do poor children become poor adults? Lessons for public policy from a cross country comparison of generational earnings mobility’, in J. Creedy and G. Kalb (eds) Research on Economic Inequality Vol 13: Dynamics of Inequality and Poverty, Elsevier Press, the Netherlands. [5] OECD http://stats.oecd.org/Index. aspx?DataSetCode=IDD [6] Blanden, J. (2013) ‘Cross-national rankings of intergenerational mobility: a comparison of approaches from economics and sociology’ Journal of Economic Surveys, Volume 27, Issue 1, pages 38-74. [7] Krueger, A. 2012. ‘The rise and consequences of inequality.’ Presentation made to the Center for American Progress, January 12th 2012 Washington. Accessed 13/12/12 from http://www.whitehouse. gov/sites/default/files/krueger_cap_speech_final_ remarks.pdf

[8] Corak, M. (2013) ‘Income Inequality, Equality of Opportunity and Intergenerational Mobility’ Journal of Economic Perspectives, 27 (3), 79-102. [9] E rmisch, J., M. Jäntti, T. Smeeding, and J. Wilson ( 2012) “Advantage in Comparative Perspective.” Chap. 1 in From Parents to Children: The Intergenerational Transmission of Advantage, edited by John Ermisch, Markus Jäntti, and Timothy M. Smeeding. New York: Russell Sage Foundation [10] A  aronson, D. and B. Mazumder (2008) ‘Intergenerational Economic Mobility in the United States 1940 to 2000’ 41 (3), 139-72 Journal of Human Resources [11] Bratsberg, B., K. Røed, O. Raaum, R. Naylor, M. Jäntti, T. Eriksson and E. Österbacka ‘Nonlinearities in Intergenerational Earnings Mobility: Consequences for Cross-Country Comparisons’ Economic Journal, Vol. 117, pages C72-C92. [12] Corak, M. M. Lindquist and B. Mazumder (2013) ‘A comparison of upward and downward intergenerational mobility in Canada, Sweden and the United States’ EALE Conference Paper. [13] J errim, J. (2014) ‘The link between family background and later lifetime income: how does the UK compare to other countries?’, Institute of Education, QSS Working Paper. [14] Alesina, A., R. Di Tella and R. MacCulloch (2004) ‘Inequality and happiness: are Europeans and Americans different?’ Journal of Public Economics 88, pp. 2009-2042.

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Igualdad, cohesión social y bienestar

Frank J. Elgar, Instituto de Salud y Política Social, y Departmento de Psiquiatría de la Universidad McGill

Resumen: La creciente disparidad de la riqueza entre ricos y pobres es una amenaza para la salud y el bienestar, inhibe la movilidad social, y es el factor social más poderoso para determinar la violencia y la actividad delictiva en la época moderna. Los motivos se deben, en gran medida, a los efectos socialmente corrosivos que tiene la desigualdad en la vida comunitaria. Mantener la prosperidad, el bienestar y el orden social a lo largo del siglo veintiuno requerirá, inevitablemente, políticas agresivas que refuercen el tejido social y promuevan una mayor igualdad económica. La creciente desigualdad entre ricos y pobres y la irrefutable evidencia de su relación con consecuencias sociales negativas dibujan conjuntamente un panorama sombrío de futuro. Los salarios reales de la mitad inferior de la mano de obra han caído constantemente desde la década de los setenta mientras que los ingresos del 1% máximo se han cuadriplicado. La desigualdad de los ingresos se ha incrementado, en la mayor parte de los países, en las tres últimas décadas. La riqueza se concentra más que nunca en manos de los ricos.

El estudio de los factores determinantes de la salud y la violencia se enfoca también en la desigualdad de ingresos. Las consecuencias de la desigualad son crueles. Como se ha descrito en otros artículos de este número, la desigualdad reduce la esperanza de vida, empeora la salud, limita la movilidad social y contribuye a que haya problemas sociales, incluyendo el uso de drogas, la violencia y los delitos.1, 2, 3, 4, 5 Varias revisiones sistemáticas independientes de esa evidencia han concluido que la desigualdad contribuye al comportamiento delictivo y antisocial, incluyendo homicidios, delitos con armas de fuego, agresiones, incidentes de racismo, robos y ataques sexuales.3, 6, 7, 8 Nos se trata de pequeñas curiosidades estadísticas. La desigualdad de ingresos explica cerca de la mitad de la variación del índice de homicidios entre los estados de los Estados Unidos y las provincias de Canadá.9, 10, 11 Los estudios internacionales han observado asociaciones similares con el homicidio y el encarcelamiento penitenciario.1, 4, 12, 13. La desigualdad influye negativamente también en la salud mental y el bienestar de niños y adolescentes,14, 15 y se relaciona positivamente con la victimización por acoso escolar,16, 17 el acoso de otros niño en el colegio,18 beber cuando se es menor de edad,19 los embarazos de adolescentes 41 y el abandono escolar. La disparidad económica —y no la pobreza— caracteriza los lugares más peligrosos para vivir.

Encontrar vías causales Que la desigualdad es una amenaza para la salud y el bienestar está bien consolidado. Cómo lo hace es una pregunta más compleja. Las investigaciones en esta área todavía están

57

organizando los mecanismos causales que subyacen bajo esos efectos; sin embargo, se han identificado dos vías que son complementarias. Una es una simple vía material: la desigualdad inhibe la inversión (como un porcentaje del PIB) en infraestructuras públicas y servicios públicos como la atención sanitaria y la educación. La idea es que conforme aumenta la desigualdad, los ricos tienen menos que ganar de la redistribución de la riqueza por el bien común.20, 21 La segunda vía, que es más insidiosa, implica efectos socialmente corrosivos sobre la vida comunitaria.1 La desigualdad rompe el tejido social y divide económicamente a comunidades y sociedades enteras. El distanciamiento entre ricos y pobres promueve sentimientos de carencia, incrementa la ansiedad de clase y el conflicto, y reduce los niveles de confianza y eficacia de las comunidades. Sentirse pobre tiene poco que ver con la pobreza en un sentido absoluto como carencia para poder cubrir las necesidades básicas. Sentirse relativamente desfavorecido implica comparaciones sociales explícitas entre lo que se tiene y lo que no. Como el endocrinólogo Robert Sapolsky escribió: “La forma más segura de sentirse pobre es ser continuamente consciente de los que tienen cuando no se tiene”. (p. 98)22 Naturalmente, esas vías materiales y psicosociales están entrelazadas y se refuerzan mutuamente. 23, 24 Las sociedades más desiguales, con bajos niveles de confianza y cohesión social, tienden a ser más conservadoras en sus valores y favorecen un papel limitado del gobierno en la vida social.1 Un estudio de los Estados Unidos descubrió que los gastos públicos en salud y educación se relacionaban negativamente tanto con la desigualdad de ingresos como con la mortalidad de adultos.21 Sin embargo, como una vía explicatoria “causal”, las consecuencias

psicológicas de la desigualdad reciben un apoyo empírico más sólido.3, 7, 24, 25 Por ejemplo, en treinta países, la relación entre la desigualdad de rentas y la confianza, que se muestra en el gráfico de abajo, media en la relación entre la desigualdad y los índices de homicidio, la mortalidad de adultos y la esperanza de vida.5, 13

La cohesión social como instrumento político Una vez que han sido rotas por la desigualdad, las comunidades no consiguen funcionar como comunidades. Disminuyen las oportunidades para socializar,24 se reduce el voluntariado,23 crece el miedo a los delitos,26 se debilita el apoyo social,25 se reduce la confianza y 5 las escuelas se vuelven más violentas.17 Los controles sociales de la violencia ya no funcionan.3,11 En pocas palabras, a las sociedades desiguales les falta capacidad social para apoyar la salud y el bienestar. Esa capacidad (o “capital social”) es, en esencia, el valor que las redes sociales tienen para los individuos. El capital social puede medirse en términos de participación en la comunidad, cohesión social, voluntariado, afiliaciones a grupos o confianza social general.26, 27 Se genera mediante la pertenencia a grupos, ya sean colegios, lugares de trabajo, pares, grupos religiosos o grupos recreativos. Vivir y trabajar en redes cohesivas y cooperativas, donde la reciprocidad y la confianza son más la norma que la excepción, tiene beneficios significativos para la salud física y mental.28, 29, 30 Y, como sucede con el capital económico, tener reservas de capital social a mano es especialmente beneficioso en zonas económicamente desfavorecidas,31 o en las

Una vez que han sido rotas por la desigualdad, las comunidades no consiguen funcionar como comunidades. Disminuyen las oportunidades para socializar, se reduce el voluntariado, crece el miedo a los delitos, se debilita el apoyo social, se reduce la confianza y las escuelas se vuelven más violentas. Los controles sociales de la violencia ya no funcionan. En pocas palabras, a las sociedades desiguales les falta capacidad social para apoyar la salud y el bienestar. épocas de incertidumbre económica.32 Crear capital social es una buena política pública. Esos activos sociales compartidos de salud y bienestar subyacen bajo la naturaleza divisiva de la desigualdad de ingresos. Las buenas noticias son que las agencias públicas, incluyendo todos los niveles de gobierno, pueden incrementar el capital social y el desarrollo social facilitando los medios y las oportunidades para que los ciudadanos interactúen, cooperen y se comprometan con sus responsabilidades. Y, como la cohesión social explica las consecuencias perjudiciales de la desigualdad, las políticas que al mismo tiempo incrementen la cohesión social y reduzcan la desigualdad podrían obtener mayores rendimientos para la salud y el bienestar que las políticas que se enfoquen solamente en uno de los dos aspectos. En 1835, el historiador y pensador político francés Alexis de Tocqueville escribió que la vida comunitaria en los Estados Unidos es la base de todas sus libertades democráticas. “Los estadounidenses de todas las edades, en todas las etapas de la vida, y de todas las inclinaciones están siempre asociándose” (p. 24).33 Casi dos siglos más tarde, los estudios muestran lo que los primeros académicos habían intuido, que la esencia de una república próspera y democrática no radica en sus estructuras jurídicas o en el comercio, sino en las conexiones sociales que dieron lugar a esas instituciones en primer lugar. ■

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59

Gráfico 1 C  orrelación entre la confianza y la desigualdad de los ingresos 4 Dinamarca

Confianza (unidades de SD)

Suiza Taiwán Los Países Bajos

2

Noruega Finlandia Suecia República Checa Reino Alemania Canadá Unido Letonia Estados Unidos Filipinas Eslovenia Australia Israel Japón Corea del Sur Nueva Zelanda Francia Irlanda Portugal Croacia España Venezuela

0

Hungría

Polonia

-2

Federación Rusa Uruguay

Chile Sudáfrica

República Dominicana

-4 .2

.3

.4

.5

.6

Desigualdad de ingresos (índice de Gini) Correlación entre la desigualdad de los ingresos y la confianza en treinta y tres países (r = .51, después de que las diferencias de los ingresos per cápita se mantengan constantes”). SD = unidades de desviación estándar. Los círculos ilustran la ponderación por población del país. Fuente: American Journal of Public Health. La American Public Health Association no es responsable de la traducción de este gráfico.

11. Kennedy BP, Kawachi I, Prothrow-Stith D, Lochner K, Gupta V. Social capital, income inequality, and firearm violent crime. Soc Sci Med. 1998 Jul;47(1): 7-17.

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61

La desigualdad y la crisis medioambiental: es el momento de destronar al neoliberalismo mundial

Roberto De Vogli, Doctorado, MPH, profesor asociado de Determinantes Sociales de Salud Mundial del Departamento de Ciencias de la Salud Pública, Universidad de California Davis (UCD) Correspondencia a: Roberto De Vogli, Departmento de Ciencias de la Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de California Davis, One Shields Ave. Med Sci. 1-C, Davis, CA 95616 (Estados Unidos) (correo electrónico: [email protected])

Resumen: Las tres últimas décadas de globalización neoliberal y desregulación del comercio y las finanzas se han caracterizado por una aceleración de la desigualdad económica mundial y de la degradación medioambiental. Un amplio corpus de evidencia indica que la desigualdad económica es un obstáculo importante para la adopción de acuerdos medioambientales internacionales relativos a la crisis del cambio climático. La excesiva desigualdad erosiona las condiciones de confianza generalizada y promueve opiniones muy diversas de soluciones “justas” de la crisis del clima en los países ricos y pobres. Las mayores diferencias socioeconómicas también promueven más competencia por el estatus y las aspiraciones materialistas que, a su vez, intensifican el consumismo y una disminución más rápida de los recursos naturales, que es uno de los obstáculos más importantes para lograr la sostenibilidad.

Romper el círculo vicioso de la creciente desigualdad y del deterioro ecológico mundial requiere políticas urgentes para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Los cambios políticos hacia un mundo que sea más sostenible y justo incluyen un acuerdo mundial sobre el cambio climático que se base en el “mismo derecho a contaminar”, impuestos mundiales sobre las emisiones de carbono y una serie de medidas de redistribución económica entre los países, y dentro de los mismos. Y lo que es más importante, requiere un nuevo modelo de desarrollo en lugar del modelo actual del neoliberalismo mundial.

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El alcance asombroso de la desigualdad Según la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) y el Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo (WIDER), en el 2008, el 2% de los adultos más ricos poseían la mitad de la riqueza familiar mundial, mientras que la mitad más pobre del mundo tenía solo el 1%. Ese mismo año, el coeficiente de Gini de las desigualdades mundiales de riqueza, un índice que va de 0 (el valor más bajo) a 1 (el valor más alto), se estimó en 0,89. Ese es el valor que se obtendría en una población de diez personas si una persona tuviera mil dólares y las otras nueve tuvieran solo nueve dólares. El Gráfico 1 presenta datos de ciento ochenta países clasificados por la Renta Nacional Bruta (RNB) per cápita (paridad de poder adquisitivo en dólares internacionales

actuales) de los indicadores de desarrollo mundial del Banco Mundial, 2012. Aunque algunos autores han afirmado que la globalización económica redujo la desigualdad económica entre países y creó “igualdad de condiciones”, la forma que adopta, en la actualidad, la distribución de la riqueza todavía se parece a una pirámide. Las últimas décadas de desregulación del comercio y las finanzas se han caracterizado por una aceleración de la desigualdad económica mundial. El Gráfico 2 muestra una tendencia temporal de la desigualdad de la riqueza mundial medida como la diferencia media de la RNB per cápita (método Atlas, en dólares internacionales actuales) entre ochenta y ocho países, de 1960 a 2010. En línea con las evidencias anteriores, el gráfico muestra que, después de un periodo estable en los años sesenta, la desigualdad de la riqueza mundial creció rápidamente entre 1970 y 2010 en la era de la globalización “neoliberal”.

Países clasificados por el coeficiente de la RNB per cápita en PPP (dólares internacionales actuales), 2009

Gráfico 1 P  irámide de la desigualdad de la riqueza a nivel mundial entre ciento ochenta países clasificados por la Renta Nacional Bruta (RNB) per cápita PPP (dólares internacionales actuales), 2009. 1 20

40

Luxemburgo ($55,940)

Irlanda ($33,170)

Estonia ($19,420)

60

Botswana ($13,060)

80

Bosnia y Herzegovina ($8,840)

100 120 140

160

180

Jordania ($5,790)

Mongolia ($3,660)

Tajikistán ($2,070)

Nepal ($1,170)

RD del Congo ($310)

Fuente: B  ase de datos de los indicadores de desarrollo mundial del Banco Mundial (2012). [Reimpresión de De Vogli R. Progress or Collapse: the Crises of Market Greed (“Progreso o colapso: las crisis de la codicia del mercado”). Nueva York y Londres: Routledge (Taylor & Francis), 2013.]

Desigualdades erosionan las condiciones de confianza generalizada y promueven un desacuerdo generalizado sobre lo que se consideran soluciones “justas” o “equitativas” a la crisis del cambio climático. Uno de los mecanismos que explica el rápido crecimiento de la desigualdad económica mundial se relaciona con el aumento de las corporaciones transnacionales (TNC, por sus siglas en inglés), que se localizan en su mayor parte en los países desarrollados, que han acumulado una cantidad espectacular de riqueza en las últimas décadas. Un estudio reciente mostró que 1.318 empresas mundiales poseen colectivamente, con sus acciones, la mayoría de las grandes empresas manufactureras del mundo y de las empresas líderes, lo que representa cerca de un 60% de los ingresos globales. El mismo estudio también

mostró, sin embargo, que una “super entidad” de 147 empresas, menos del uno por ciento del total, controla cerca del 40% de la riqueza total de la red. Cuando se consideran actores financieros mundiales como los fondos de alto riesgo, los fondos privados de pensiones, los fondos de inversiones, los bancos de inversiones y las aseguradoras, la concentración de la riqueza alcanza proporciones incluso más grotescas. En el 2010, seis bancos —Bank of America, JP Morgan Chase, Citigroup, Wells Fargo, Goldman Sachs y Morgan Stanley—controlaban cerca del 60% del Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense.

Gráfico 2 Tendencias en la desigualdad de la riqueza a nivel mundial (Diferencia de las medias de la RNB per cápita, método Atlas, dólares internacionales actuales) entre ochenta y ocho países, 1960-2010.

Diferencia de las medias de la RNB per capita, método Atlas (dólares actuales)

20000

15000

10000

5000

0 1960

1970

1980

1990

2000

Tiempo (año) Fuente: Base de datos de los Indicadores del Desarrollo Mundial del Banco Mundial (2012). [Reimpresión de De Vogli R. Progress or Collapse: the Crises of Market Greed (“Progreso o colapso: las crisis de la codicia del mercado”). Nueva York y Londres: Routledge (Taylor & Francis), 2013.]

2010

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El impacto de la desigualdad en el entorno mundial Las últimas décadas de creciente desigualdad también se han caracterizado por una aceleración de la degradación ecológica y el consumo material que ha llevado a una serie de crisis múltiples y convergentes en el entorno mundial. El rápido cambio climático y la disminución insostenible de los recursos naturales, incluyendo el petróleo, el agua, los recursos pesqueros y los alimentos, indican que la humanidad está en conflicto con los límites del ecosistema. En particular, se reconoce cada vez más que el cambio climático es una amenaza importante para la salud humana y nuestra seguridad en el futuro. Las evidencias del calentamiento progresivo del sistema del clima debido a concentraciones cada vez mayores de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso por las actividades humanas son inequívocas. El deshielo generalizado, el aumento del nivel medio del mar, las catastróficas inundaciones y las olas de calor son señales de un deterioro ecológico cuyas consecuencias podrían incluir el colapso de la civilización moderna. Los medioambientalistas proponen que el objetivo de la humanidad debe ser impedir que las temperaturas mundiales medias suban más de dos grados por encima del nivel preindustrial. El techo de los dos grados se considera “un punto sin retorno”, el umbral crítico en el que se espera que sucedan algunas de las retroalimentaciones positivas no lineares del ecosistema que producirían cambios irreversibles en términos de estabilidad del clima. La resolución de la crisis medioambiental mundial requiere una rápida descarbonización de la economía, junto a profundos cambios económicos, políticos y del comportamiento,

que pueden lograrse mediante una acción internacional coordinada. Sin embargo, hay muchos datos que indican que la excesiva desigualdad mundial crea importantes obstáculos para la adopción de acuerdos medioambientales internacionales y debilita la cooperación internacional efectiva para resolver las crisis ecológicas mundiales. Esas desigualdades erosionan las condiciones de confianza generalizada y promueven un desacuerdo generalizado sobre lo que se consideran soluciones “justas” o “equitativas” a la crisis del cambio climático: mientras que los países pobres temen que se pongan límites a sus esfuerzos para crecer económicamente y satisfacer las necesidades de su pueblo, algunos países ricos se niegan a reducir sus excesos a menos que los países en desarrollo realicen esfuerzos similares. Es el clásico ejemplo de “la tragedia de los bienes comunes” en la que todos pierden a menos que las partes empiecen a cooperar y a avanzar más allá de sus intereses particulares a corto plazo. De hecho, si no adoptamos medidas eficaces para hacer frente a la crisis del clima y reducir la desigualdad internacional, el colapso ecológico debido al cambio climático y al rápido agotamiento de los recursos será mucho más difícil de evitar. Existe otro mecanismo por el cual las desigualdades económicas nacionales y mundiales afectan al clima mundial y a la resolución de las inminentes crisis ecológicas. Los investigadores han observado que las sociedades más desiguales son socialmente más divisivas, jerárquicas y materialistas que las más igualitarias. Cuanto mayores son las diferencias materiales mayor es la competencia por el estatus y las aspiraciones materialistas, lo que implica que las personas trabajan más horas, gastan una proporción mayor de su salario en bienes de lujo y ahorran

La evidencia también muestra que las sociedades más iguales tienen menos huellas ecológicas menores, reciclan más, su población vuela menos, consume menos agua y menos carne, y genera menos residuos. Finalmente, como muestra el Gráfico 3, los datos

menos. Debido a que las desigualdades excesivas promueven la competencia por el estatus y las aspiraciones materialistas, también intensifican el consumismo y un agotamiento más rápido de los recursos naturales, que es uno los obstáculos más importantes para lograr la sostenibilidad.

Cumplimiento de normas medioambientales

Alto

Gráfico 3 L  a desigualdad de los ingresos y el índice de cumplimiento de los acuerdos medioambientales internacionales entre los líderes empresariales de los diecieste países con las rentas más altas.

Finlandia

Dinamarca Suecia Austria

Alemania Los Países Bajos

Noruega

Suiza

Japón

Francia

Canadá Grecia

Bélgica

Nueva Zelanda Reino Unido Italia

España

Australia Estados Unidos

Irlanda

Bajo

Portugal Israel Bajo

Desigualdad de ingresos

Alto

Fuentes: Los datos sobre la desigualdad proceden de los indicadores de desarrollo humano. Los datos sobre el cumplimiento de los acuerdos medioambientales por parte de los líderes empresariales proceden de la encuesta del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). [Reimpresión de Wilkinson R, Pickett K y De Vogli R. Equality, Sustainability and Quality of Life (“Igualdad, sostenibilidad y calidad de vida”). British Medical Journal 2010 Nov 2;341:c5816.]

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Si no adoptamos medidas eficaces para hacer frente a la crisis del clima y reducir la desigualdad internacional, el colapso ecológico debido al cambio climático y al rápido agotamiento de los recursos será mucho más difícil de evitar. transnacionales indican que es más probable que los líderes empresariales de países que sean más iguales estén más de acuerdo que los de los países que sean menos iguales en que sus gobiernos consideren una prioridad los acuerdos medioambientales internacionales. Todavía se están investigando los mecanismos que explican por qué es más probable que una mayor proporción de ciudadanos de las sociedades más igualitarias adopten comportamientos ecológicos que los ciudadanos de los países menos igualitarios. Un gran conjunto de datos sugiere, sin embargo, que una explicación plausible tiene que ver con los mayores niveles de cohesión social, confianza interpersonal y sentido de la responsabilidad colectiva respecto a medidas para el bien común que prevalecen más en las sociedades más igualitarias que en las más desiguales.

Abordar la desigualdad y la crisis del clima Un avance esencial hacia un mundo más seguro y más sano sería llevar a cabo una serie de reformas nacionales e internacionales dirigidas a reestructurar el sistema económico mundial, no solo hacia un camino que sea más sostenible, sino también hacia una redistribución más equitativa de los recursos económicos. Aquí presento dos ideas que, de implementarse, probablemente llevarían a considerables avances a la hora de abordar la crisis medioambiental mundial: a) contracción y convergencia para tratar el cambio climático; y b) un impuesto mundial sobre el carbono. La crisis medioambiental mundial puede abordarse mediante regímenes factibles que sean capaces de persuadir tanto a los países desarrollados como en desarrollo con la finalidad de desarrollar políticas que sean más sostenibles y equitativas. Los países en desarrollo deben predicar con el ejemplo, no solo descarbonizando rápidamente sus economías y adoptando un

modelo más sobrio de consumo de los recursos naturales, sino también ayudando a los países más pobres con tecnologías medioambientales que podrían considerarse reparaciones por las injusticias del pasado del imperialismo, la colonización y la explotación. Los países en desarrollo también deben cumplir su “cuota justa” y comprometerse a frenar el cambio climático evitando emular el mismo modelo de desarrollo económico adoptado por los países ricos mientras se ocupan de los acuciantes problemas de desarrollo a los que todavía hacen frente. Tanto los países en desarrollo como los países desarrollados deben comprometerse con el principio de que cada ciudadano del mundo tiene el mismo dercho a la atmósfera. En los últimos años, ha habido varias propuestas para abordar el cambio climático en base a ese principio. Hace más de dos décadas, Aubrey Meyer, fundador del Global Commons Institute, propuso un modelo llamado “contracción y convergencia” para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero lo bastante para garantizar concentraciones “seguras y estables” en la atmósfera de la tierra. El sistema fija, primero, un límite para las concentraciones de gases con efecto invernadero a nivel mundial y una fecha en la que los objetivos deben cumplirse (por ejemplo, 350 ppm en 2050). Entonces, garantiza que el mecanismo que se usa para cumplir este objetivo es justo al dividir la suma de las emisiones de gases con efecto invernadero entre todas las personas del planeta y asignando una cuota a cada país en base a esa población (contracción). La “tarta mundial del carbono” se repartiría entre los distintos países del mundo en forma de “derechos negociables”, donde países individuales negociarían sus propias cuotas que serían proporcionales a las poblaciones nacionales. El modelo prevé que, con el tiempo, los objetivos de carbono de los países desarrollados y en desarrollo convergieran en un nivel común de contaminación per cápita, donde todos los países aceptarían el mismo objetivo de emisión, que

Las desigualdades excesivas promueven más competencia por el estatus y las aspiraciones materialistas; también intensifican el consumismo y una disminución más rápida de los recursos naturales, que es uno de los obstáculos más importantes para lograr la sostenibilidad. a comprar la cuota que no usen otros países16 . El mecanismo permitiría comerciar para que los países en desarrollo que no puedan usar todos sus derechos pudieran vendérselos a los países ricos a cambio, por ejemplo, de proyectos de desarrollo,

consiste en un objetivo seguro de 350 ppm a nivel mundial (convergencia). Mientras se converge hacia la igualdad de contaminación, los países que quieran producir más dióxido de carbono del que se establece en su cuota estarían obligados

Gráfico 4 C  ontracción y convergencia: un acuerdo mundial sobre el cambio climático y el mismo derecho a contaminar

Estados Unidos

CONVERGENCIA

CONTRACCIÓN

6

Antigua Unión Soviética OCDE menos los Estados Unidos

Toneladas de carbono per cápita

China Resto del mundo India

Gigatoneladas de carbono (GTC)

8 GTC

0

Resto del mundo India China

Antigua Unión Soviética

4 GTC

3

OCDE menos los Estados Unidos Estados Unidos

1800

1900

2000

2030

2100

2200

Fuente: Global Commons Institute (GCI) Página web: www.gci.org.uk/contconv/cc.html Nota: Este ejemplo muestra índices negociados regionalmente de C&C. Son para un presupuesto de contracción de 450ppm, con convergencia en el 2030

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salud y educación. Eso significaría que los países ricos con emisiones altas pagarían a los más pobres con emisiones bajas, logrando así cierta redistribución de los ingresos. Más recientemente, Chakravarty y sus colegas propusieron un nuevo marco para asignar un objetivo mundial de reducción del carbono entre los países, haciendo hincapié en las personas en lugar de en los países. Usando la distribución de la renta de cada país para estimar cómo se distribuyen las emisiones de gases con efecto invernadero entre sus ciudadanos, calcularon el objetivo de redución del carbono de cada país a partir de la cantidad de población que está por encima de un nivel individual admisible de emisiones. El mérito de este marco es que los objetivos nacionales de reducciones del carbono se relacionan con el número de grandes emisores ricos, vivan donde vivan. Puede que algunos comentaristas consideren que las propuestas para abordar el cambio climático, mientras también se promueve la redistribución mundial y la erradicación de la pobreza, son demasiado “parciales” respecto a las prioridades del mundo en desarrollo. Es importante recordar, sin embargo, que los países ricos representan solo el 15% de la población mundial, y aún así emiten la mitad de las emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial. Además, cuando el mundo se enfrenta a una crisis ecológica que no tiene fronteras, nada le resulta más práctico a los países ricos que ayudar a los países en desarrollo a crear programas ecológicos y erradicar la extrema pobreza. Desde una perspectiva occidental, sería un acto de generosidad y de interés propio bien entendido; no hacerlo sería sabotear nuestro propio futuro. Como Dipesh Chakravarty observó una vez: “A diferencia de las crisis del capitalismo, no hay botes salvavidas para los ricos y los que tiene privilegios” para salvarlos de un futuro desastre climático. Numerosos autores han propuesto un impuesto mundial sobre el carbono como solución alternativa o complementaria para ocuparse del cambio climático; pero se han

planteado dudas acerca de sus posibles efectos redistributivos regresivos. Sin embargo, un estudio reciente de Davies y sus colegas observó que, aunque es probable que un impuesto mundial sobre el carbono tenga efectos distributivos regresivos por sí mismo, si se dedica una cantidad suficiente de reembolsos a la redistribución mundial y a la reducción de la pobreza, el impacto de la creación de desigualdad del impuesto podría, al menos, neutralizarse. Según los mismos autores, con un régimen de redistribución dinámico que favorezca a los pobres y redirija amplias proporciones de los ingresos fiscales a combatir la pobreza extrema, en unos cuantos años podría eliminarse la pobreza a un coste de solo el 33% de los ingresos por el precio del carbono. Aunque se ha atacado enérgicamente a las propuestas de impuestos sobre el carbono por sus consecuencias supuestamente negativas para la economía, es imporante apuntar que algunos países adoptaron unilateralmente un impuesto hace más de dos décadas. Finlandia fue el primero en implementar un impuesto nacional sobre el carbono en 1990. Suecia, Noruega y los Países Bajos le siguieron. Incluso algunos países en desarrollo han adoptado un impuesto sobre el carbono: Costa Rica adoptó uno en 1997. Todos esos países tienen economías prósperas y normas muy buenas de salud y bienestar.

¿Neoliberalismo mundial o prosperidad sostenible y equitativa? Aunque hacen falta nuevos regímenes mundiales y soluciones viables para que el futuro sea más equitativo y sostenible, sería ingenuo asumir que con eso basta. Las últimas décadas, dominadas por la globalización neoliberal, se han caracterizado por una aceleración tanto de las desigualdades económicas como de la destrucción medioambiental que ha creado aún más desafíos a la futura viabilidad de la civilización

Las últimas décadas, dominadas por la globalización neoliberal, se han caracterizado por una aceleración tanto de las desigualdades económicas como de la destrucción medioambiental que ha creado aún más desafíos a la futura viabilidad de la civilización moderna. moderna. Con su énfasis en el crecimiento económico infinito, la maximización incontrolada del beneficio y la liberalización sin trabas de las finanzas y el comercio, el modelo neoliberal de desarrollo está empujando tanto a las sociedades desarrolladas como en desarrollo a una competencia descontrolada por mercados y beneficios a nivel mundial. Dado el modelo de desarrollo actual, parece, por lo tanto, muy improbable que pueda lograrse cualquier avance para reducir la desigualdad y promover la sostenibilidad. Con un paradigma como este de desarrollo, las propuestas y los regímenes para reducir la desigualdad y promover la protección medioambiental son contrarrestados por la necesidad de los países, las empresas y los individuos de maximizar sus beneficios y su riqueza sin limites. Las medidas para abordar la desigualdad y la amenaza del cambio climático deben, por lo tanto, ir a la par con medidas estructurales y sistémicas diseñadas para promover un cambio de paradigma en el desarrollo económico y el desarrollo de un nuevo modelo de prosperidad y cooperación en el que el crecimiento económico, los mercados y los beneficios sean medios para lograr los fines humanos, y no a la inversa. ■

Fuentes de información De Vogli R. Progress or Collapse: the Crises of Market Greed. New York and London: Routledge (Taylor & Francis), 2013. Davies J. Personal Wealth from a Global Perspective. Oxford, UK: Oxford University Press; 2008. Birdsall N. The World is not flat: Inequality and Injustice in our Global Economy. WIDER Annual Lecture 2005. Helsinki: World Institute for Development Economics Research. ; 2006.

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¡Que no haya menos igualdad de genero, sino más,en 2014 y después!

Zita Gurmai, Eurodiputada, Hungría, presidenta de las Mujeres del PSE

En este artículo, Gurmai destaca el impacto significativo de las políticas de “solo austeridad” sobre la igualdad de género en Europa. Afirma que este enfoque sobre la recuperación ha llevado a recortes de servicios públicos que son básicos, como los servicios sociales y la educación, lo que a su vez ha incrementado la diferencia salarial y de oportunidades de las mujeres en comparación con los hombres. Este artículo recaba apoyos de todos los progresistas para dar prioridad a la igualdad de género y a los derechos de las mujeres en las políticas sociales y económicas. Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, y cuando se están finalizando los programas electorales y las prioridades de los partidos para las elecciones de mayo del 2014, es sencillamente lógico preguntarse por el lugar que ocupan los derechos de la mujer y la igualdad de género en esas prioridades. Mi repuesta es: “por supuesto que deben ser esenciales”. Deben serlo porque, en primer lugar, la defensa de los derechos de la mujer y la igualdad de género es un tema en el que el Partido de los Socialistas Europeos y los Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo siempre han sido pioneros, y

debemos seguir siendo el partido de las mujeres y los derechos de la mujer. En segundo lugar, porque el actual entorno socioeconómico y político está creando las condiciones para que pueda producirse una reacción conservadora negativa, lo cual nos preocupa muchísimo, que requiere que haya más igualdad de género, y no menos, y que se promuevan más los derechos de la mujer. Además del ataque contra los derechos de la mujer, la crisis socioeconómica europea actual también allana el camino a que los partidos extremistas tengan más presencia en la escena política europea y nacional e impongan sus puntos de vista tradicionales y desfasados sobre el papel de la mujer y los derechos de la mujer, volviendo atrás en el tiempo en relación con el empoderamiento de la mujer. Aunque la crisis haya afectado negativamente al trabajo, a los derechos y a la autonomía de la mujer, no puede usarse como excusa para sacarlos de la agenda política y, por eso, las Mujeres del PSE creen que a Europa le hace falta más igualdad de género como parte de la salida a la crisis.

Garantizar la autonomía económica de las mujeres Las medidas adoptadas de “solo austeridad” se han traducido principalmente en la reducción de los presupuestos públicos y en la privatización de la mayor parte de los servicios. Esos recortes afectan, sobre todo, a sectores en los que las mujeres tienen bastante más representación (como media, las mujeres son el 69,2% de los trabajadores del sector público de la UE) en servicios públicos que benefician principalmente a las mujeres (educación, atención sanitaria, servicios

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sociales, etc.) y en programas y financiación para promover los derechos de la mujer y la igualdad de género, tanto a nivel europeo como nacional. Las políticas de “solo austeridad” que los gobiernos conservadores han aplicado en Europa han allanado el camino al desarrollo de “la crisis silenciosa”, que vuelve a las mujeres víctimas invisibles de la crisis debido a la doble carga que pesa sobre ellas, como lo ha confirmado un estudio del Lobby Europeo de Mujeres titulado “El precio de la austeridad: su impacto sobre los derechos de la mujer y la igualdad de género en Europa”. Los esfuerzos de la UE para que el índice de empleo de las mujeres aumentase se han visto resquebrajados en veintidós estados miembros de la UE que están muy rezagados del objetivo principal de la UE de llegar a un 75% de índice de empleo femenino y masculino en 2020. Además, la Comisión Europea explica que las mujeres ya no son “reservas” del mercado laboral; en otras palabras, se solía llamar a mujeres cuando la demanda era alta; pero ahora se les envía a casa cuando la demanda de contratos es baja. La World Global Survey (encuesta sobre la situación mundial) del 2005 reveló que casi el cuarenta por ciento de los encuestados estaba de acuerdo con que en una situación como esta ¡los hombres tenían más derecho a tener trabajo que las mujeres! Las mujeres jóvenes se ven particularmente afectadas. Generalmente, la Comisión reconoce que es más probable que las mujeres jóvenes no tengan estudios, ni trabajo, ni formación (SETF) que los hombres, principalmente, porque es más probable que no estén entre la población activa (o sean inactivas).

Además de afectar al índice de empleo y a la calidad del empleo femenino, las políticas de austeridad también han afectado a los salarios de las mujeres. En la actualidad, la diferencia salarial entre hombres y mujeres (GPG, por sus siglas en inglés) es del 16,2% en la UE. Como las políticas de austeridad provocan normalmente congelaciones y recortes de los salarios, especialmente del sector público, la Comisión Europea teme un posible aumento de la diferencia salarial por razón de género en los próximos meses/años, y que se revierta la tendencial actual. Considerando que la diferencia media de las pensiones en Europa es del 39%, lo que supone más del doble de la diferencia salarial por razón de género, la situación de las mujeres mayores preocupa incluso más. Las Mujeres del PSE se comprometido, por lo tanto, a defender el fin de la diferencia salarial y a que se invierta en las mujeres a pesar de la crisis. Con esta finalidad, las Mujeres del PSE presentan tres propuestas: 1) Introducir una Auditoría de la diferencia salarial entre mujeres y hombres para comprobar si todos los estados miembros se comprometen a reducir la diferencia salarial por razón de género en todos los grupos de edad en un 2% anual por estado miembro hasta que se logre la igualdad salarial. 2) En paralelo, la UE debe mejorar el control de la implementación de la legislación sobre la igualdad de género y contra la discriminación, incluyendo la aplicación de sanciones claras y disuasorias, tanto a nivel nacional como europeo. 3) L as Mujeres del PSE le piden a la UE que nombre a un comisario específico para la Igualdad de Género y los Derechos de la Mujer a partir del 2014.

Las políticas de “solo austeridad” que los gobiernos conservadores han aplicado en Europa han allanado el camino al desarrollo de “la crisis silenciosa”, que vuelve a las mujeres víctimas invisibles de la crisis debido a la doble carga que pesa sobre ellas. Los recortes que se mencionan anteriormente también se refieren a recortes en las instalaciones y los servicios de cuidado infantil y, por lo tanto, ponen en riesgo la independencia económica de las mujeres. Debido a las medidas de austeridad, la mayor parte de las familias están volviendo al modelo tradicional de cuidados, en el que se desmantela el papel del Estado para devolver la carga a los hogares y, más concretamente, a las mujeres. La mayor parte de los estados miembros todavía tienen que realizar esfuerzos sustanciales para cumplir los objetivos de Barcelona, que fueron fijados por el Consejo Europeo en el 2002. Esos objetivos afirman que “los estados miembros deben esforzarse por ofrecer cuidados infantiles antes del 2010, al menos, al 90% de los niños con edades comprendidas entre los tres años y la edad de escolarización obligatoria y, al menos, al 33% de los niños menores de tres años”. Las Mujeres del PSE les piden, por lo tanto, a las instituciones y a los líderes europeos que mejoren las normas mínimas europeas de cuidado infantil y permiso parental, incluyendo un acceso fácil a un cuidado infantil que sea asequible, accesible a todos y de buena calidad, que les permita a las mujeres progresar en sus profesiones y romper la barrera invisible, así como darle a las mujeres y a los hombres las mismas posibilidades de compartir las responsabilidades familiares. Como enfatizamos en nuestra campaña de 2007, las mujeres del PSE piden que el cuidado infantil se reconozca como un servicio público básico en toda Europa.

Ir más allá del empoderamiento económico de la mujer La lucha contra la violencia contra las mujeres también es víctima de los drásticos recortes presupuestarios que se decidieron como parte de las soluciones que solo piden austeridad. El debilitamiento de las organizaciones de mujeres significa el debilitamiento de la voluntad y la posibilidad de presionar por una legislación más firme y por medidas para luchar contra todas las clases de violencia contra las mujeres. Como resultado de las respuestas a la crisis que solo contemplan la austeridad, también asistimos a recortes en los presupuestos y los programas destinados a los derechos de la mujer y la igualdad de género, por ejemplo, se reducirá drásticamente el programa DAPHNE de la Comisión Europea, que financia proyectos que combaten la violencia contra las mujeres. La violencia contra las mujeres sigue siendo un problema de “proporciones epidémicas” que afecta a mujeres de todos los grupos socioeconómicos. La violencia machista por motivos de género se considera la principal causa de muerte e invalidez de mujeres entre 16 y 44 años. Las estadísticas han mostrado que una de cada tres mujeres será víctima de la violencia alguna vez en su vida y el 10% sufrirá una violación o un intento de violación. Recientemente, en el 2011, el Convenio de Estambul del Consejo de Europa sobre la prevención y la lucha contra la violencia contra las

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mujeres y la violencia doméstica afirmó que no puede haber verdadera igualdad entre mujeres y hombres si las mujeres sufren violencia a gran escala por motivos de género y las agencias y las instituciones estatales miran hacia otro lado. La violencia doméstica tiene un efecto traumático sobre las mujeres, los hombres, los niños y las personas mayores que están desprotegidos dentro de la familia o la unidad familiar. Armonizar las normas jurídicas, garantizando una protección común y fondos para las víctimas de toda Europa es, por lo tanto, esencial. Sin embargo, la crisis actual no es solo un terreno fertil para un retroceso económico. Derechos humanos básicos como la salud y los derechos sexuales y reproductivos (SRHR, por sus siglas en inglés) están ahora amenazados, como sucede en España, avivados por partidos de Derecha que son cada vez más extermistas y que están imponiendo visiones conservadoras tradicionales sobre el papel y los derechos de la mujer. La tendencia general es un importante revés, con un retroceso conservador espectacular, que se traduce en un ataque directo contra las mujeres. Negar a la mujer el derecho a decidir por sí misma sobre su cuerpo significa negar un derecho fundamental; es una forma de violencia sistemática. El mensaje de campaña de las Mujeres del PSE “Mi cuerpo, mis derechos”, sigue siendo, por lo tanto, necesario. “Mi cuerpo, mis derechos” pide que se protejan los derechos de la mujer a la salud reproductiva y sexual, que se les ofrezcan a las mujeres y a los hombres servicios sanitarios adecuados y que todas las mujeres tengan libre elección, promoviendo la educación sexual, la ayuda y el apoyo médico, la prevención, la contracepción, la píldora del día después y

el aborto, y que todas las mujeres y todos los hombres puedan permitirse acceder a todo ello, independientemente de su ubicación geográfica, su origen o su estatus social. Garantizar derechos sexuales y reproductivos no es solo un asunto de salud, sino que también contribuye a la capacitación de las mujeres y a su independencia económica. No podemos aceptar el hecho de que a ciertas mujeres europeas, por su ubicación geográfica y/o estatus social, se les vaya a negar pronto, en el siglo veintiuno, la libre elección y el acceso a la salud y los derechos sexuales y reproductivos, incluyendo el aborto. Las antiguas y las nuevas prioridades no parecen muy distintas y, por lo tanto, el PSE seguirá defiendo y dando prioridad a la igualdad de género y a los derechos de las mujeres. No dejaremos que Europa utilice la excusa de la crisis porque no queremos que nuestras hijas, nuestras compañeras y nuestras hermanas retrocedan treinta años. ■

La lucha contra la violencia contra las mujeres también es víctima de los drásticos recortes presupuestarios que se decidieron como parte de las soluciones que solo piden austeridad. El debilitamiento de las organizaciones de mujeres significa el debilitamiento de la voluntad y la posibilidad de presionar por una legislación más firme y por medidas para luchar contra todas las clases de violencia contra las mujeres.

Luchar contra la desigualdad: hacia una combinación eficaz de respuestas políticas nacionales y europeas

Nicolas Schmit, Ministro de Trabajo, Empleo e Inmigración de Luxemburgo, y ministro coordinador de la Red de ministros de Empleo y Asuntos Sociales del Partido de los Socialistas Europeos.

Este artículo reconoce el impacto positivo que la globalización ha tenido en la creación de oportunidades para que las personas salgan de la pobreza. Sin embargo, en el caso de Europa y los Estados Unidos, la desigualdad ha explotado y han crecido la inseguridad laboral y el paro entre los más jóvenes y los trabajadores mayores, lo que ha debilitado la cohesión social en una serie de países europeos. El autor señala a la “Troika”, que ha enturbiado la visión europea y ha dañado el modelo social original, castigando a las generaciones más jóvenes. La desigualdad entre los países está empezando a reducirse. La globalización ha permitido que cientos de millones de personas escapen de la pobreza, vivan con dignidad, y no sean solo productores, sino también consumidores. En contraste, en los países europeos y los Estados Unidos, la desigualdad y la pobreza realmente han estallado. Ese hecho se vio amplificado por la crisis, pero se remonta a mucho antes. La desigualdad y la pobreza se consideran inevitables, creadas por la nueva distribución entre países que la globalización ha traído consigo. En “La mondialisation de l’inégalité” (Globalización y desigualdad, Ed. du Seuil, 2012), François Bourguignon analiza cómo “el aumento de la

desigualdad nacional ha intentado eclipsar el declive de la desigualdad mundial, que es, sin embargo, indiscutible”. Ignorado desde hace mucho, el tema de la desigualad ha vuelto al debate público y a la reflexión económica. El Fondo Monetario Internacional ya no lo ignora, y está incluso proponiendo una revisión del sistema fiscal con el objetivo de fiscalizar los ingresos más altos, especialmente las herencias (Taxing Times del FMI, octubre del 2013). Su directora general está creando un círculo vicioso que significa que “cuanto más desigualdad hay, menos sólido es aparentemente el crecimiento, y cuanto menos crecimiento hay, menos creación de empleo”. En su informe para la reunión de Davos del 2014, el Foro Económico Mundial situó la desigualdad como el segundo riesgo más importante para la estabilidad económica, social y, en particular, política. El aumento de la desigualdad en las últimas dos o tres décadas ha tenido un efecto considerable. En la Unión Europea, está afectando principalmente a aquellos países que están enredados en la crisis de la deuda, pero no está perdonando tampoco a los demás. La diferencia salarial está creciendo y, al mismo tiempo, se está reduciendo la proporción de salarios en la distribución del valor añadido. Según, la OCDE (citada en el Financial Times, el 24 de diciembre de 2013), entre 2007 y 2011, el coeficiente de Gini, que mide el mayor aumento de desigualdad de los ingresos, fue de +6,6% en Irlanda, +6% en España, +2,5% en Grecia, 2,2% en Francia, y 1,5% en Italia; la media de la OCDE fue 1,2%. La inseguridad laboral crea un número cada vez mayor de trabajadores pobres, incluso en países muy competitivos como Alemania. El paro, que afecta en particular a los trabajadores jóvenes y mayores, se está volviendo una fuente

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importante de desigualdad y pobreza. En resumen, el debilitamiento de la cohesión social en una serie de países europeos está fomentando los movimientos populistas extremistas. Hace falta, por lo tanto, con mucha urgencia, estudiar las razones básicas de ese aumento de la desigualdad, que no puede aislarse de las políticas económicas que se han seguido en los últimos años. En sus “Concluding Notes on the Social Philosophy towards which the General Theory might Lead” (“Conclusiones de la filosofía social a las que podría llevarnos la teoría”), John M. Keynes saca dos conclusiones que se aplican en gran medida a la realidad económica actual, casi ochenta años después de la publicación de su trabajo: “Los dos principales fallos de la economía mundial en la que vivimos son, en primer lugar, que no se garantiza el pleno empleo y, en segundo lugar, que la distribución de la riqueza y los ingresos es arbitraria y le falta igualdad”. (J. M. Keynes, General Theory (“Teoría General”), Payot, 2005 p. 366). Igual que en la década de los treinta, la desigualdad se sitúa en el centro de la crisis. Hace falta introducir de nuevo el tema de la distribución de la riqueza y la herencia en el análisis económico y la intervención pública. Eso es lo que hay que hacer inicialmente a nivel nacional. Las políticas fiscales, sociales, salariales y de redistribución son, ante todo, responsabilidad del Estado; pero, ¿el margen de maniobra que tiene el Estado permite realmente que asuma esa responsabilidad? Las políticas se llevan a cabo, cada vez más, en el marco de las limitaciones impuestas por los tratados y las disciplinas de la Unión Económica y Monetaria. En este sentido, pertenecer a la eurozona limita las opciones de un estado miembro, aunque en teoría las políticas fiscales y sociales sigan siendo

competencia nacional. La realidad es completamente distinta, lo que es totalmente normal en una unión monetaria, aunque al principio se ignorara deliberadamente. Ciertamente, los tratados europeos no asumen la batalla contra la desigualdad como una compentecia de la Unión Europea. Pero, según el Tratado, “la Unión trabaja [...] a favor de una economía social de mercado muy competitiva que aspira al pleno empleo y el progreso social”. La reducción de la desigualad no aparece, aunque la batalla contra la exclusión social se considere una de las áreas en las que la Unión apoya y complementa las actividades de los estados miembros. En este contexto, la Estrategia de la UE 2020 defiende una reducción del nivel de pobreza, ya que su objetivo es reducir en veinte millones el número de personas que están afectadas o amenazadas por la pobreza y la exclusión en el año 2020. Esa meta está muy lejos de alcanzarse, y cada vez está más lejos. En el 2012, 124,5 millones de personas estuvieron en riesgo de pobreza, con un total del 24,8% de la UE en comparación con el 23,7% del 2008. Con un índice del 35%, Grecia experimentó un aumento del 3,6% en tan solo un año. Los jóvenes expuestos al paro y la inseguridad laboral están particularmente en riesgo. ¿Cómo pueden construir un futuro cuando el cuarenta por ciento de los jóvenes con edades entre 15 y 24 años que tienen trabajo no han conseguido un contrato permanente? Existe una mayor flexibilidad del mercado laboral que directamente aumenta la desigualdad. Sin embargo, el destino de los empleados mayores no es mejor. Según el informe de la Comisión sobre el empleo y la situación social, de junio del 2013, el 25,7% de las personas con edades entre cincuenta y cinco y sesenta y cuatro

Política Europea necesita una nueva visión que vuelva al modelo social de origen con el fin de inspirar esperanza en la gente de Europa una vez más años —aquellos que están más expuestos al paro de larga duración—vive en la pobreza o sufre exclusión social. El número de niños que vive en la pobreza también ha crecido significativamente, concretamente en países como Grecia y España. La situación social ha empeorado, por lo tanto, en la Unión Europea en los últimos años. Las políticas defendidas por la Comisión y, concretamente, por la “Troika” han llevado a un aumento del paro, una reducción de los salarios y, en concreto, del salario mínimo, y a una reducción brutal de los servicios sociales. Según el informe del Parlamento Europeo sobre el papel y las actividades de la Troika, “la desigualdad de la distribución de la riqueza ha crecido más de la media en los cuatro países en cuestión y la reducción de los servicios sociales y el aumento del paro ha llevado al aumento de la pobreza”. La recuperación de la competitividad externa ha sido el objetivo clave que se ha logrado con las políticas de devaluación interna que la Unión aplicó, en concreto, en la eurozona durante el estancamiento, y por algunos países que están en una larga recesión económica. No pueden minimizarse los riesgos de un periodo de deflación. Por lo tanto, las políticas de austeridad no han conseguido nada, salvo destruir el potencial de crecimiento y sumir a millones de europeos en la pobreza y la incertidumbre. No sorprende que la desigualdad haya avanzado rápidamente. En su libro “The Price of Inequality” (“El precio de la desigualdad”), Joseph E. Stiglitz describe este círculo vicioso creado por las políticas que favorecen el crecimiento explosivo de la desiguadad. “La desigualdad nos cuesta muchísimo. El precio de la desigualdad es el deterioro de la economía, que se vuelve menos estable y menos eficaz, con menos crecimiento, y la subversión de la democracia”. No puede concebirse que la caída de los salarios reales, un

fenómeno que se ha producido en los Estados Unidos durante treinta años, se compense, en parte, por el aumento del endeudamiento privado. Este fenómeno estuvo en el origen de la llamada crisis de las hipotecas “subprime” y, por lo tanto, de la crisis financiera. Al mismo tiempo, la liquidez empresarial explotó, como lo hizo la rentabilidad financiera. La clase media sufrió, en concreto, ese shock, pagando el precio de la crisis financiera en los Estados Unidos y también en Europa. En Alemania, se redujo el número de personas que se consideraban parte de la clase media. De 1999 al 2009, la clase media cayó del 64% al 59%, lo que equivale a cuatro millones y medio de personas. Pueden observarse tendencias similares en otros países. La escalera social se ha roto; un problema que sigue afectando cada vez a más y más personas. La idea neoliberal de que la concentración de la riqueza está en manos de una pequeña minoría -el famoso 1% del que habla Stiglitz-, que invierte, genera crecimiento y crea los empleos del mañana, no puede apoyarse en modo alguno con hechos. Nos hace falta, por lo tanto, urgentemente, un cambio de rumbo: redigir las políticas europeas de crecimiento, empleo e innovación hacia más solidaridad y justicia. Debemos promover, de nuevo, el modelo social europeo, no como una debilidad de Europa sino como una de sus fortalezas. Es un atractivo indiscutible para personas de otros continentes. A los chinos, a los brasileños e incluso a los estadounidenses les interesa cada vez más este modelo que puede conectar la eficacia económica con la solidaridad social como lo describrió Jacques Delors: creando “un equilibrio entre la sociedad y el Estado, por una parte, y el individuo, por otra”.

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Las políticas europeas tienen que apoyar a los estados miembros en esa reorientación, en una serie de áreas. 1. La política social ya no puede ser una simple variable de ajuste. Debe tener un lugar en las políticas y la gobernanza europea. Hace falta un reequilibrio dentro del Consejo. La lógica financiera que defiende el ECOFIN, y que a menudo repite el Consejo Europeo, es demasiado controladora. Es esencial evaluar el impacto sobre las políticas sociales. Debe evaluarse nuevamente, en particular, el papel del Consejo EPSCO (Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores). Como establece el Artículo 9 del Tratado, hay que preguntarse si las políticas van en el interés del empleo y los derechos sociales de la amplia mayoría de los ciudadanos. Es, por lo tanto, necesario tener en cuenta el tema de la desigualdad que influye en la economía. Cada vez más, nos deslizamos en esta “Economía de Darwin”, como la describe el economista estadounidense Robert Frank, que llega a la conclusión de que la competencia generalizada va en contra del bien común, destruyendo así cualquier potencial de creación. (Frank R. The Darwin Economy. Liberty, Competition and the Common Good (“La Economía de Darwin. Libertad, competitividad y el bien común”) Princeton University Press 2011). Sin embargo, en los últimos años, la Unión Europea ha avanzado poco en términos de reforzar la dimensión social de la UEM. El único resultado tangible de la reflexión es el marcador de cinco indicadores, que incluye la

tasa de paro, los ingresos brutos de los hogares, el índice del riesgo de pobreza entre la población en edad de trabajar y la desigualdad. Indudablemente, hay poco avance en la medida en que esos indicadores sociales forman parte del proceso del Semestre Europeo. Pero los indicadores no deben anteponerse a las políticas. ¿Qué conclusiones operativas pueden sacarse a nivel de otras políticas si sucede, por ejemplo, que las políticas de austeridad están generando cada vez más paro y desigualdad? El documento sobre el marcador de indicadores de asuntos sociales y paro desarrollado por la Comisión de Empleo y Protección Social identifica claramente el hecho de que la desigualdad se creó en los estados como resultado del aumento del paro, la reducción del nivel de redistribución y, en ciertos casos, la dotación presupuestaria, lo cual es una observación sin importancia en las políticas que promueve la “Troika”. ¿Qué lugar deben tener los indicadores en el diálogo social que hace falta reestablecer a nivel europeo? En este momento, la medición de la desigualdad es un indicador estadístico, nada más. No basta. Debe existir una política, al máximo nivel, para definir lo que el presidente estadounidense Obama ha

Igual que en la década de los años 30, la desigualdad está en el núcleo de la crisis. Hay que colocar de nuevo el asunto de la distribución de la riqueza y la herencia en el centro del análisis político y la acción pública.

llamado “la definición de nuestro tiempo”. 2. La competencia social y la reducción del gasto público y social ya no deben ser los instrumentos preferidos de las políticas de investigación de la competencia. Las políticas de austeridad presupuestaria que reducen el gasto en educación, investigación, cualificación, innovación, etc. no favorecen el refuerzo de la competitividad. Son políticas con vistas a corto plazo que reducen el potencial de crecimiento y castigan especialmente a las generaciones más jóvenes. Hacen falta políticas a favor de una consolidación presupuestaria que sea inteligente, que no estrangulen el crecimiento reduciendo brutalmente la demanda interna y limitando las inversiones que hacen falta. Todo ello ha llevado a la desaparición de decenas de miles de PYMES y, con ellas, de puestos de trabajo. Según un estudio realizado por un economista de la Comisión, Jan In’t Veld, las pérdidas de crecimiento y, por tanto, de empleo causadas por esas políticas de austeridad son considerables. Además, la protección social también es un estabilizador automático, sin el cual las consecuencias de la crisis habrían sido mucho más perjudiciales. A la Unión Europea, en general, y a la eurozona en particular, les hace falta un nivel mínimo de protección social. El dumping social crea tensiones que son peligrosas para la cohesión de Europa. Cualquier trabajo se merece un salario que le permita al empleado vivir con dignidad, y hay que adaptar y reevaluar regularmente el salario mínimo general. Debe reducirse la creciente desigualdad salarial que

benefició a una pequeñísima minoría. Una simple reducción salarial no solo agrava la desigualdad, sino que también resulta en una recesión de la demanda interna y, por lo tanto, en una subida del paro. La economía financiera impulsada por la especulación desenfrenada ha creado verdaderas anualidades que favorecen el crecimiento vertiginoso de la desigualdad salarial. Existe una importante discrepancia entre la economía real y la economía financiera, con lo cual hay que regular esta última. Debemos relanzar la Europa Social combinándola con una adaptación de las políticas macroeconómicas para conseguir una mayor convergencia con la parte superior. En este contexto, el empleo debe volverse un objetivo equivalente real, que se incluya en la política monetaria, como sucede en los Estados Unidos y en Gran Bretaña. 3. L a competencia fiscal favorece el desarrollo de la desigualdad y afecta a la financiación del sistema de protección social. La Unión Europea debe, por lo tanto, jugar un papel eliminando esa costosa competencia fiscal, tanto a nivel europeo como a nivel mundial. “La mejor oferta fiscal”, que se usa para atraer capital y a sus propietarios, no puede ser un modelo económico. Es, por lo tanto, mejor cooperar dentro de la Unión Europea, incluyendo a nivel internacional. En este sentido, la fiscalidad no puede considerarse un área en la que deba prevalecer el principio de subsidiariedad. Esto es así especialmente cuando las restricciones presupuestarias son cada vez mayores, en la eurozona

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en particular. Según esta lógica, los países europeos deben desarrollar una base común de principios de fiscalidad que no se limite meramente al IVA y a la fiscalidad de los rendimientos del capital. La contradicción entre los mercados de capital, los mercados laborales y los mercados de productos, que unifican cada vez más, y sistemas fiscales que siguen siendo esencialmente nacionales empobrece a los estados y favorece cada vez más la desigualdad. Los que tienen más riqueza y una gran movilidad son los que más ganan. Reducir la desigualdad también incluye trabajar por una mayor justicia fiscal. Durante muchos años, el proyecto europeo se ha vinculado correctamente a la paz. Se benefició significativamente del apoyo de personas “convencidas de que una Europa reunida quiere seguir en el camino de la civilización, el progreso y la prosperidad, por el bien de todos sus habitantes, incluyendo a los más débiles y los más pobres”. Si este modelo social se ha visto erosionado por la creciente desigualdad entre los estados miembros, esa adhesión al proyecto europeo es particularmente esencial para el futuro de nuestros estados. Para proteger frente a este riesgo, a la política europea le hace falta una nueva visión que vuelva al modelo social original para infundir de nuevo esperanza a los ciudadanos de Europa. ■

PROGRESSIVE ECONOMY FORO 2014

LA DESIGUALDAD

CONSECUENCIAS PARA

LA SOCIEDAD, LA POLÍTICA Y LOS CIUDADANOS

5 Y 6 DE MARZO DEL 2014

PARLAMENTO EUROPEO

BRUSELAS CON JOSEPH STIGLITZ PROGRAMA COMPLETO E INSCRIPCIÓN EN PROGRESSIVEECONOMY.EU

Hannes Swoboda • Jean-Paul Fitoussi • James K. Galbraith • Kate Pickett • Patrick Itschert • Edouard Martin • Jill Rubery • Emilie Turunen • Martin Schulz • Joseph E. Stiglitz • Jörg Asmussen • Peter Bofinger • Jutta Urpilainen • Pervenche Berès • Jim Clarken • Gosta Esping-Andersen • Nicolas Schmit

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