La cultura Loma Alta ha sido definida en el sitio de

LA CULTURA LOMA ALTA o los orígenes de la cultura purépecha L Dra.Patricia Carot CEMCA a cultura Loma Alta ha sido definida en el sitio de mismo no...
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LA CULTURA LOMA ALTA o los orígenes de la cultura purépecha

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Dra.Patricia Carot CEMCA

a cultura Loma Alta ha sido definida en el sitio de mismo nombre, una antigua isla de la exciénega de Zacapu ubicada al pie de los volcanes del Tecolote (3365 m) y del Tule (3100 m) de la Meseta tarasca que cierran la cuenca hacia el oeste. Desde su desecación a principios del siglo XX, la ciénega ha sido totalmente borrada del paisaje y de los mapas. Antes formaba un notable conjunto con los lagos vecinos de Pátzcuaro y Cuitzeo, alrededor de los cuales se desarrolló la larga historia purépecha (fig. 1)1.

Al iniciar el proyecto en los años ochenta, se consideraba todavía que esa parte norcentral del estado de Michoacán pertenecía al universo desconocido y oscuro de los famosos e temibles chichimecas, estos grupos nómadas aguerridos que hubieran alcanzado la cuenca del río Lerma. Se pensaba también que para huir o esconderse de esos grupos, los pobladores locales hubieran tomado refugio en islas como las de la ciénaga de Zacapu. Con esas ideas preconcebidas y erróneas empezaron las investigaciones arqueológicas en una de esas antiguas islas, Loma Alta. Los

Fig. 1: Las cuencas lacustres de Michoacán con la localización de Loma Alta.

1 El sitio de Loma Alta ha sido trabajado en el marco de los proyectos “Michoacán I (1983-1987)”, “Zacapu-Michoacán III (1993-1996)” y “Loma Alta (1996-2000)”, del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA), bajo el patrocinio del Ministère des Affaires Etrangères y del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), en colaboración con la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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descubrimientos que ahí se realizaron a lo largo de varias décadas de investigaciones revelaron una realidad muy distinta de la imaginada, con evidencias de una antigua cultura de gran desarrollo y la presencia de una arquitectura monumental totalmente sepultada bajo metros de rellenos. Estaban concentrados en ese sitio casi dos milenios de una ocupación continua, reflejo de una historia hasta ahora desconocida, la historia purépecha, desvelándose así sus remotos orígenes en la región. En efecto, están presentes todas las fases de la larga secuencia de ocupación establecida para la región del proyecto (100 a.C.-1500 d.C.)2 (fig. 2), destacándose un periodo de apogeo durante los seis primeros siglos (sea la fase Loma Alta 1-3 (100 a.C.-550 d.C.) que se refleja en todas las manifestaciones artísticas (arquitectura, cerámica o escultura) de lo que se ha definido como la tradición o cultura Loma Alta.

Fig. 2: Cuadro cronológico. Proyecto Michoacán.

El sitio de Loma Alta, Zacapu, Michoacán

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ste sitio, de unas 12 ha de extensión, ocupa una posición central en el conjunto de las antiguas islas o islotes ubicadas hacia la ribera occidental de la exciénaga de Zacapu. Es también, como lo indica su nombre actual, el punto más alto, a pesar de su ligera elevación, de 10 metros de altura en relación con las partes más bajas que la rodean. En un mapa de 1889 realizado previamente a la desecación, la isla de Loma Alta se llamaba Rincón Tres Palos (figs. 3-5). Al igual que las otras islas, tiene la apariencia de un promontorio natural sin ningún vestigio arquitectónico aparente; en cambio, aflora en abundancia material arqueológico (cerámica y lítica en obsidiana y basalto) que permitió declarar los sitios arqueológicos durante el reconocimiento que se hizo al principio de las investigaciones del proyecto Michoacán. Originalmente la loma estaba cubierta por un zacate, la zoromuta, y a partir de 1950 se empezó a sembrar maíz.

Fig. 3: Plano de la Ciénega de Zacapu de 1897 antes de su desecación. Resalta, en el centro, un conjunto de islas cada una con su propio nombre. El sitio de Loma Alta corresponde a la isla denominada “R. (Rincón) Tres Palos”, hacía el centro.

Secuencia establecida por Dominique Michelet con base en el estudio de la cerámica y complementada por fechas de C14; él mismo había recalcado desde un principio la clara continuidad cultural que emergía a todo lo largo de la secuencia. 2

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Fig. 4: La antigua ciénega de Zacapu vista hacía el sureste con Tariácuri en el primer plano y Tarejero en el fondo, los dos pueblos respectivamente en las orillas occidental y oriental de la excienega. Se distingue en medio de la foto la tierra negra del fondo de la antigua ciénega. Más en el horizonte, hacía el sur (a la derecha), aparecen los volcanes del vecino lago de Pátzcuaro cerca de Quirogá.

Fig. 5: La antigua isla de Loma Alta y los volcanes del Tecolote (3365 m) (izquierda) y del Tule (3100 m) (derecha) de la meseta tarasca que cierran la cuenca hacía el oeste. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html

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Las excavaciones realizadas a partir de 1983 revelaron que la loma era totalmente artificial, constituida por la acumulación de rellenos que alcanzaron, después de los seis primeros siglos de su ocupación (100 a.C.-550 d.C.), entre 3 y 4 metros de espesor en la parte central de la isla y que sellaban importantes vestigios arquitectónicos. Revelaron también que el lugar había sido desde el inicio de su ocupación (los últimos siglos antes y los primeros después de la era) el punto privilegiado de todo ese entorno lacustre, probablemente por su centralidad y su insularidad resaltando una importante utilización con fines funerarios en la parte noroeste de la isla.. Por otra parte, el estudio de la cerámica decorada y la definición de la tradición Loma Alta permitieron demostrar su herencia de la tradición Chupícuaro, establecer lazos estrechos con Teotihuacan (con la cual tuvo un desarrollo paralelo) y resaltar similitudes con tradiciones cerámicas septentrionales más tardías, como la cerámica chalchihuites, que se desarrolló en Zacatecas y Durango, y la cerámica hohokam del suroeste de Estados Unidos, a unos 1800 km más al norte, pero también con la cerámica posclásica tarasca, revelando así una continuidad cultural insospechada hasta la fecha en este amplio mundo.

Fig. 6: Plano del gradiente magnético del sitio de Loma Alta: punto A: plataforma (60 m E-O x 40 m N-S) con patio hundido (24 m x 24 m) y altar central (2m X 2m) punto B: gran estructura de 27 m de diámetro en cuyo centro se encuentra la zona funeraria más importante del sitio punto C : adoratorio con fosa central conteniendo un depósito importante de esculturas punto D : estructura ligeramente hundida, con fogón ritual central.

En 1995 se realizó una prospección magnética y eléctrica3 para detectar el contenido de la loma. Los resultados fueron excepcionales: se descubrió un intricado y monumental complejo arquitectónico que ocupa toda la superficie de la loma (200 x 200 m) y que data de esos primeros siglos de apogeo de la cultura Loma Alta. Por último, el descubrimiento de un depósito de una cuarentena de esculturas acabaría por ejemplificar aún más la importancia del sitio y recolocarlo en el rango al que pertenecía: una isla funeraria y un centro ceremonial milenario de gran importancia, no solo a nivel regional purépecha sino también a nivel mesoamericano. Fig. 7: Plano magnético del sitio de Loma Alta procesado por Karl Link.

3 La prospección fue realizada por el Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, que dirige el ingeniero Luis Barba y en la cual participaron también los arqueólogos Karl Link y Agustín Ortiz, así como del doctor Albert Hesse, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia (prospección eléctrica).

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3) Hacia el sur, todo un sistema de muros que alcanzan más de 60 m de largo norte-sur formando terrazas o plazas, con pequeños elementos aislados centrales (puntos C y D). Las excavaciones de esos dos puntos resaltaron aún más lo insólito de la cultura Loma Alta. En el punto C se liberó una estructura semicircular orientada hacia los volcanes con una fosa central en

Fig. 8: El patio hundido con el altar central y hacía el norte las escaleras que permitían el acceso.

Arquitectura

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n el mapa del gradiente magnético obtenido se reconocen claramente los distintos conjuntos que conforman el sitio (figs. 6 y 7):

Fig. 9: Altar-adoratorio con fosa central conteniendo un depósito importante de esculturas

1) El centro está ocupado por una gran estructura rectangular de unos 60 m este-oeste por 40 m norte-sur que rodea un espacio cuadrado (de unos 24 m de lado) con un elemento central de 2 m de lado. Las excavaciones comprobaron que se trataba de un patrón arquitectónico típicamente mesoamericano: una plataforma con patio hundido de casi 2 m de profundidad y altar central, esquema muy difundido en el estado vecino de Guanajuato para el Clásico, pero el primero reconocido en Michoacán para este periodo (punto A) (fig. 8). 2) Hacia el noroeste, un gran recinto circular de unos 27 m de diámetro (punto B), que contrasta con el trazo ortogonal de las demás construcciones del sitio y que delimita una zona funeraria de mayor importancia, la cual será durante 500 años (150 a.C.-350 d.C.) el escenario de rituales insólitos que describiremos más adelante. La presencia conjunta de patio hundido y estructura circular ha sido también reportada en sitios del Clásico del Bajío.

Fig. 9: Altar-adoratorio con fosa central conteniendo un depósito importante de esculturas

la cual se depositó el importante lote de esculturas en el marco de una ceremonia de clausura fechada para la mitad del siglo sexto (550 d.C.) (fig. 9). Al punto D corresponde una estructura ligeramente hundida, con fogón ritual central (la casa del fuego), que se asimila a las casas-pozo o pit-houses del suroeste de Estados Unidos, la única reportada hasta la fecha para la región y que fue sellada en el siglo IV (fig. 10).

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Cerámica. Definición de la tradición Loma Alta

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a cerámica de fase Loma Alta refleja de manera contundente la época de apogeo. Con gran destreza los pintores crearon, en policromía (en rojo, blanco o negro sobre un fondo crema o rojo) y en negativo un arte reconocible por la abstracción y el realismo de los motivos. Refleja un arte en su máxima expresión, que no fue superado en las fases posteriores (fig. 11). El repertorio cuenta con más de cuarenta motivos (geométricos, antropomorfos y zoomorfos o mixtos). Se caracteriza por formas “animadas”, vivas, tal como se ha definido para la cerámica decorada hohokam (Haury 1976) de por sí heredera de la tradición Loma Alta. Las aves son representadas en vuelo, las alas desplegadas (véase fig. 23); los patos “suben” o “bajan”, aludiendo posiblemente a los movimientos migratorios de esas aves; movimiento acentuado por las diferencias de color entre cada grupo: los que se dirigen hacia arriba son rojos, los que se dirigen hacia “abajo”, negros; los guajolotes se pavonean; las ardillas, los venados, los coyotes corren, saltan… Es notable la gran diversidad de serpientes que parecen moverse en el agua, sobre la tierra o en el cielo. Resalta una majestuosa serpiente

Fig. 11: Tradición cerámica Loma Alta: diversidad iconográfica e tipológica.

con plumas, pico de ave y cola de pez, que sigue ondulando desde su creación; ha sido reconocida por los Hopis como una representación de Paalölöqangw, la Serpiente de Agua, una de las entidades más sagradas de su universo religioso (figs. 13 y 14).

Fig. 14: ídem. Dibujo de Françoise Bagot

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Fig. 13: Cerámica de Tradición Loma Alta (100 a.C.- 350 d.C.). Decoración en negro negativo sobre crema con una serpiente ondulando con cabeza de ave y cola de pescado.

El movimiento sobresale también de las cadenas de figuras humanas bailando, “danzantes”, muy esquematizadas, a veces filiformes, con los brazos levantados o volteados hacia un lado y un elemento que sobresale de la cabeza, que define el verdadero “estilo Loma Alta” (fig. 15); son escenas que sólo tienen su contraparte en la cerámica hohokam. Entre los numerosos motivos geométricos destacan los motivos piramidales (fig. 16), las líneas onduladas o las volutas, que recuerdan de por sí el movimiento de la ola, lo mismo que las líneas ondulantes verticales evocan la lluvia. En este repertorio apareció por primera vez el muy famoso motivo de la greca escalonada o xicalcoluihqui, uno de los más importantes y recurrentes motivos en la iconografía mesoamericana relacionado con la serpiente, el agua, la fertilidad, el movimiento…

Fig. 15: Cerámica de Tradición Loma Alta: danzantes.

Fig. 16: Cerámica de Tradición Loma Alta (100 a.C.- 350 d.C.). Cerámica decorada en negro negativo y blanco sobre rojo. Motivos piramidales.

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También resaltan figuras compuestas, como la de un hombre-venado que se asemeja a la figura de un chamán; o la de un hombre-pájaro, figura humana con máscara bucal en forma de pico de ave; otra, más recurrente, es la de un hombre-serpiente con los brazos levantados y cola de serpiente, rodeado de pisadas de aves (fig. 17).

En un excepcional cajete policromo pintado en negro y blanco sobre un fondo rojo se aprecia la calidad en la ejecución de la compleja escena representada, en cuadrantes: un par de caimanes de doble cabeza con mandíbula inferior sin dientes están siendo cortados en dos por unos hombres-lanzas; están asociados a dos serpientes ondulantes rodeadas de puntos. Los caimanes han sido identificados con Cipactli (antigua deidad relacionada con la agricultura, la fertilidad, símbolo de la tierra y de la abundancia), y la escena podría evocar el mito de la creación que cuenta cómo los dioses, transformados en serpientes, cortaron en dos a Cipactli, el monstruo original, para crear el cielo y la tierra (fig. 18).

Fig. 18: Cerámica de Tradición Loma Alta (100 a.C.- 350 d.C.). Decoración pintada en blanco y negro sobre rojo representando una compleja escena que se interpretó como la representación de la creación del mundo con la figura de un caimán de doble cabeza y mandíbula inferior sin dientes identificada con Cipactli.

De manera extraña, pero muy subjetiva, esas formas vivas fueron plasmadas sobre cerámicas destinadas esencialmente a un contexto funerario, por ser parte de las ofrendas que acompañaban a los difuntos, lo que pone de manifiesto la estrecha relación que entonces se tenía entre la muerte y la vida.

Fig. 17: Cerámica de Tradición Loma Alta (100 a.C.- 350 d.C.). Decoración interna e externa en negro y rojo sobre crema con cinco figuras compuestas con los brazos levantados y cola de serpiente asociadas a pisadas de aves.

Este arte gráfico, muy singular en el ámbito mesoamericano, se inscribe dentro de una tradición geográfica y cronológicamente mucho más amplia, que había sido destacada por Beatriz Braniff en un estudio pionero de 1972 (fig. 19). Se remonta al final de la tradición Chupícuaro/Morales (Mixtlan)/ Queréndaro (200 a.C.-100 d.C.) y alcanza su máxima expresión en la tradición Loma Alta (100 a.C.-550 d.C.),. Al final del siglo sexto se registró

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el abandono de toda representación iconográfica de las que hasta esa fecha habían estado en boga en la región central de Michoacán, con lo que se ha marcado el fin de la tradición Loma Alta, que por cierto corresponde también al final de la gran Teotihuacan. Sin embargo, casi simultáneamente esa expresión figurativa aparecerá (de repente, luego de siglos de representaciones geométricas) en la cerámica chalchihuites (550-900 d.C.) en la Sierra Madre Occidental y todavía con mayor fuerza en la cerámica hohokam en donde quedará en boga por varios siglos más (600-1200 d.C.). (figs. 20 y 21). Esa antigua tradición pictográfica resurgirá en Michoacán, casi mil años después de haber desaparecido de la región, en la cerámica posclásica tarasca de los siglos XIV-XV. No se trata de una

Fig. 19: Reproducción de la lám.7 de B. Braniff (1972): “Diseños esquematizados: Mesoamérica marginal y Oasis América”.

Fig. 20: Relaciones iconográficas entre las cerámicas de tradición Loma Alta (0-550 d.C.) en Michoacán, tradición Chalchihuites (550-900 d.C.) de Zacatecas y Durango y tradición hohokam del Suroeste de los Estados Unidos (600- 1200 d.C.).

Fig. 21: Cuadro comparativo entre motivos de la cerámica hohokam y de Loma Alta. Retomado de Teague, fig. 8.3, 1998 (Lynn S. Teague, Textiles in Southwestern Prehistory, Albuquerque, New Mexico University Press, 1998)

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coincidencia. En efecto, se han reinterpretado esos hechos como el resultado de acontecimientos que obligaron a una parte de la población (los portadores de la imagen) a emigrar desde las regiones centrales hacia el norte en el siglo VI, en donde, junto con los portadores de la tradición chalchihuites ya asentados, los toltecas chichimecas, entraron en contacto con los pobladores del suroeste de Estados Unidos. También se ha logrado documentar que los grupos que irrumpen a partir de los siglos IX-X en esas mismas regiones centrales de Michoacán no son grupos chichimecas salvajes, sino los descendientes de los que habían migrado siglos antes en esas lejanas comarcas quienes retornan al lugar de salida de sus antepasados. Al regresar a su punto de origen y con el afán de reanudar con su pasado, reocuparon lugares antiguos, retomaron prácticas mortuorias antiguas y reutilizaron objetos antiguos; en el caso de la cerámica, copiaron motivos iconográficos antiguos y reprodujeron formas y tipos cerámicos del pasado, lo que generó ciertas confusiones al establecer las cronologías. Es interesante recordar que al momento de su descubrimiento en el decenio de 1940 se dio a la cerámica de Chupícuaro el calificativo “tarascana”, con el que se reconocía cierta filiación entre esas dos tradiciones tan alejadas en el tiempo; pero entonces no se podía explicar aún el porqué de tales similitudes. Los trabajos en la cuenca de Zacapu, con el descubrimiento de la tradición cerámica Loma Alta y la continuidad cultural reflejada en la iconografía desde Chupícuaro hasta el Posclásico, permitieron confirmar esa relación. Es decir, esos dos momentos de desaparición y reaparición de la iconográfica cerámica coinciden con los movimientos de salida y regreso que hemos puesto a luz, los portadores del culto a la imagen que se fueron y que regresaron. Así, el estudio de esta iconografía, hilo conductor en una larga secuencia, resultó central para revelar la continuidad cultural aquí propuesta, ya que su presencia o ausencia refleja el ir y venir de los grupos, marcando las distintas y decisivas etapas de esta remota historia; se desvelan lazos en el tiempo y en el espacio insospechados hasta ahora.

Carl Lumholtz y Alfonso Caso en Zacapu

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a región de Zacapu fue visitada por Carl Lumholtz en 1890, de modo que alcanzó a conocer la laguna antes de su desecación. Adquirió en Zacapu algunos ejemplares de una cerámica policroma que desde entonces forman parte de las colecciones del American Museum of Natural History en Nueva York. Uno de esos está expuesto en las salas dedicadas a las culturas prehispánicas: es un cajete decorado de cinco serpientes en forma de S pintadas en negro con puntos rojos sobre fondo crema (Lumholtz, 1904 [1981] fig., p. 420) (fig. 22). Otro, guardado en las bodegas del mismo museo, está decorado con el motivo de los pájaros con alas abiertas en dirección opuesta, asociados a volutas, dispuestos entre las ramas de una cruz central (id. fig. p. 418) (fig. 23). Tuvimos la oportunidad de consultar dichos ejemplares y de corroborar así su total pertenencia a la tradición Loma Alta.

Fig. 22: Cerámica procedente de Zacapu adquirida por Carl Lumholtz en 1890 (1904 [1981] fig. p. 420) expuesta en las salas dedicadas a las culturas prehispánicas en el American Museum of Natural History en Nueva York; cajete decorado de cinco serpientes en forma de S pintadas en negro con puntos rojos sobre un fondo crema.

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En 1929 el gran arqueólogo Alfonso Caso, quien había sido encargado de las excavaciones en la región de Zacapu para recuperar material que sirviera para establecer una secuencia para clasificar y presentar las colecciones de cerámica tarasca del Museo Nacional de México, 4identificó la cerámica que encontró en el Potrero de la Aldea, en las afueras de la ciudad de Zacapu y muy cerca de Loma Alta, como perteneciente al Posclásico tardío por su alta calidad, ya que, lógicamente, lo mejor hecho debía ser reciente: “que los tepalcates que aparecen en el potrero de La Aldea corresponden sin duda a la cultura tarasca, quizá en el último de sus aspectos, pues algunas vasijas muestran facturas de extraordinaria elaboración” (Caso, 1930). No se imaginaba que dicha cerámica de gran desarrollo artístico pertenecía en realidad a la tradición Loma Alta, mil años más antigua. Este error cronológico generó mucha confusión en las clasificaciones regionales hasta hace poco. De hecho, en una vitrina del Posclásico de la antigua Sala Tarasca del museo estuvo expuesta una de esas cerámicas procedentes del Potrero de la Aldea, un pequeño cuenco con una decoración externa geométrica en tablero realizada con pequeños cuadros negros y blancos sobre un fondo rojo que dibujan otras figuras en forma de rombos. Esta vasija está ahora en la primera vitrina de la sala actual tarasca/purépecha (fig. 24). Otros ejemplares de las ocho que excavó Caso en el Potrero de la Aldea se encontraban en las colecciones de Occidente de la bodega del Museo antes de su remodelación: uno de ellos tiene una decoración en blanco y negro sobre rojo con cinco ardillas en el interior pintadas en blanco sobre una franja negra, y en el Fig. 23: Cerámica procedente de Zacapu adquirida por Carl Lumholtz (1904 [1981] fig. p. 418) guardada en las bodegas del mismo museo, decorada con el motivo de los pájaros con alas abiertas asociados a volutas dispuestos entre las ramas de una cruz central, en rojo y negro sobre crema. 4

exterior, una serpiente ondulando pintada en negro con pequeños trazos blancos sobre el fondo rojo (fig. 25). Algunos ejemplares de esta cerámica fueron publicados por Noguera (1935) y Corona Núñez (1946). Sería interesante reubicar esas piezas únicas.

Fig. 24: Cerámica excavada por A. Caso (1930) en el Potrero de la Aldea, en las afueras de la cuidad de Zacapu, sala tarasca, Museo de Antropología.

Fig. 25: Cerámica excavada por A. Caso (1930) en el Potrero de la Aldea, Zacapu, bodega Museo de Antropología.

Mientras Eduardo Noguera era encargado de la región de Zamora.

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Relaciones con Teotihuacan (fig.26)

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l hallazgo en Loma Alta de los fragmentos de una cerámica suntuosa decorada según una técnica de Occidente conocida como estilo Cherán, con temas iconográficos de Teotihuacan, refleja de manera contundente las evidentes relaciones que mantuvieron esas dos entidades culturales en el Clásico medio.5 Esos fragmentos fueron depositados en el fondo de la misma fosa del altar semicircular (punto C), justo antes de proceder al depósito y arreglo del importante lote de esculturas (cf. infra), en el marco entonces de la misma ceremonia de clausura realizada alrededor del año 550 d.C. Se reconoce muy bien en el ejemplar de la fig. 26 un personaje profusamente ataviado, visto de perfil, que repite las figuras pintadas en esta época en Teotihuacan sobre los murales, la cerámica o la madera estucada y que caracterizan a los sacerdotes/ guerreros: destaca el imponente tocado blanco, que podría ser de pochote o algodón con un par de grandes discos (o aros) rojos en el medio; el personaje trae una orejera y un collar de piedra verde; se distinguen su faldellín de color amarillo, verde, blanco y rojo con una especie de gran nudo blanco y un disco dorsal o tezcacuitlapilli, con un diseño floral rojo y verde; la parte posterior del dignatario está adornada de largas plumas verdes que llenan todo el espacio disponible. Las estrechas relaciones entre la gente de tradición Loma Alta y Teotihuacan han quedado confirmadas en la misma metrópoli. En efecto, excavaciones realizadas en la Estructura 19, conjunto residencial al oeste de la ciudad de Teotihuacan, revelaron la presencia de habitantes originarios de tierras occidentales, tal vez un barrio de Occidente: así lo documenta el descubrimiento en este conjunto de tumbas de tiro, y, entre las ofrendas, de objetos procedentes directamente de Michoacán, como unas cerámicas

Fig. 26: Fragmentos de una vasija de estilo Cherán, procedente de Loma Alta, Zacapu, Michoacán.

negras esgrafiadas con pigmentos rojo y verde, o las cerámicas decoradas al estilo Cherán, así como figurillas exclusivas de esa región. Además, en ese contexto aparecieron los únicos ejemplos jamás reportados hasta la fecha en Teotihuacan de deformaciones craneales del mismo tipo que las encontradas en la región de Zacapu y de la práctica de la cremación.

Costumbres funerarias insólitas de la cultura Loma Alta

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l sitio de Loma Alta proporcionó evidencias de una gran variedad y complejidad en el ritual funerario, algunas totalmente insólitas. Así lo demuestran los depósitos, en determinados momentos y en el marco de destacadas ceremonias entre 150 a.C. y 350 d.C., de urnas cinerarias en medio del amplio recinto circular que delimitaba el espacio funerario hacia el noroeste de la loma, y que implicaba de antemano una cremación secundaria colectiva de osamentas seleccionadas de antiguas sepulturas, su reducción en polvo y el blanqueo con cal de las cenizas, así como el rompimiento ritual de las ofrendas que acompañaban inicialmente las sepulturas y

5 Esta técnica Cherán –que se confunde a menudo con la cerámica “estucada” o al fresco de Teotihuacan- es una técnica poscocción que consiste en la aplicación sobre una capa-base de color rojo oscuro que cubre la totalidad o parte de la vasija, de una serie de capas pictóricas arcillosas superpuestas, de distintos colores (rojo, verde, blanco, amarillo), que se van recortando y levantando para dejar despejado los motivos en el color deseado. Suele confundirse también con la técnica al seudocloisonné, la cual floreció en Michoacán y en el Norte, entre 600 y 900 cuando ya no estaba en uso el estilo Cherán. El apelativo Cherán se debe a que las primeras colecciones reunidas, como la del Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York, fueron adquiridas en esta región.

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la reutilización de los fragmentos como ofrendas secundarias junto a las urnas o mezclados en el relleno que las recubría. Hasta la fecha, esas prácticas no han sido reportadas en Occidente, pero son propias de la cultura hohokam del suroeste de los Estados Unidos; constituyen, entonces, otras evidencias de relaciones entre esas culturas, además de las ya destacadas con el estudio iconográfico de la cerámica. Están presentes también prácticas más comunes, como los depósitos primarios y secundarios y otras modalidades de inhumación características de las fases siguientes (entierros primarios flexionados, en bulto; sepulturas en fosas cavadas en el tepetate, simétricas o de perfil irregular, en botellón –las primeras reportadas para esta zona–, con o sin arreglos de lajas; inhumación en urna). La deformación craneal era, según parece, una práctica común; lo interesante es que presenta una gran variedad de tipos de deformación que además son desconocidos. En efecto, de diez casos de cráneos deformados, todos presentan una deformación distinta, fenómeno que todavía no logramos explicar (los tipos de deformación se uniformaron en la fase siguiente Lupe (550/600- 850 d.C.)

Escultura

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e encontró de un lote de 40 esculturas - la mayoría de las cuales había sido previamente quebrada de manera ritual o “matada” - que fueron depositadas en el marco de una ceremonia de clausura de gran importancia, alrededor del año 550 d.C., en una fosa de 4 m de diámetro y de 1 m de profundidad cavada especialmente para ese motivo en el centro del altar semicircular (punto C). Se trata de un hallazgo sin precedente que expresa materialmente lo que estaba ocurriendo culturalmente en aquel entonces, es decir, un periodo de ruptura, como ya se había comprobado con la interrupción repentina de la tradición cerámica pintada y que se produjo no solamente a nivel local sino también a nivel mesoamericano en general, como lo demuestra el final violento de la gran Teotihuacan en la misma época. Estas esculturas son las primeras y las más antiguas jamás encontradas en contexto arqueológico conocido y fechado. Se dividen en dos grupos. En uno hay esculturas bien elaboradas, en alto relieve, en las que se entremezclan figuras del panteón mesoamericano tradicional con otras más características de Occidente. Así, aparece la figura del Viejo Dios del Fuego (figs. 27, 28), idéntico a las representaciones de Huehueteotl

Finalmente, es importante mencionar las huellas de descarnamiento y desmembramiento sobre los huesos del tronco de un individuo depositado en una fosa, fosa ritual/basurero excavada en la ladera oriental del sitio, que contenía una gran cantidad de cerámica fechada en la fase Loma Alta 1 (100 a.C.- 100 d.C.); se trata de un individuo que fue sacrificado por extracción del corazón. Esas prácticas de sacrificio son las primeras y más antiguas jamás reportadas para la región, pero son conocidas en el norte de México en sitios más tardíos de Zacatecas, como La Quemada, Alta Vista y el Huistle, lo que refuerza los lazos entre estas regiones. Hay que recalcar la estrecha relación que aún existe para los purépechas entre los muertos y los lagos; las islas son para ellos lugares idóneos para el descanso final, como la isla de Loma Alta…

Fig. 27: El viejo dios del fuego

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Fig. 28: El viejo dios del fuego (dibujo Françoise Bagot)

de la misma época en Teotihuacan (ese dios del fuego seguirá siendo la divinidad suprema del panteón tarasco en el Posclásico, el famoso Curícaveri, cuyo centro primordial había quedado en Zacapu, mientras el centro de poder se había trasladado desde la cuenca de Zacapu a la de Pátzcuaro en el siglo XIII). Entre las esculturas afines a una tradición escultórica de Occidente aparecen las figuras antropomorfas hieráticas que aluden a los ancestros divinizados (fig. 29), una escultura fálica antropomorfizada (fig. 30) y una destacada imagen de un cargador o “mecapalero” que lleva una olla (fig. 31); por su aspecto generalmente burdo, la imagen del cargador en otros ejemplos conocidos en el occidente ha sido confundida con la de un jorobado. Fig. 30: Escultura fálica antropomorfizada

Fig. 29: Escultura antropomorfa, in situ.

Fig. 31: Mecapalero cargando una olla (dibujo Françoise Bagot)

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Otro notable grupo de tradición de Occidente son las piedras escogidas por sus formas naturales inusuales y llamativas que pueden asemejarse a figuras humanas o de animales, como las lajas en forma de peces (fig. 32), serpientes, coyotes (fig. 33), lagartos, cuadrúpedos u otros elementos de la naturaleza (como una gran laja en forma de ala, la que tiene forma de pierna humana y otras más fálicas). Esas piedras fueron apenas modificadas, sólo para agregar algunos detalles anatómicos, como ojos, dientes, escamas o escarificaciones (como en el caso de la escultura en forma de pierna humana). Las figuras antropomorfas hieráticas de Loma Alta se asemejan a las que se encontraron, saqueadas, en Tiristarán, a 40 kilómetros al este de la ciénaga. En ese lugar se rescató un centenar de esculturas que,

se supone, estaban originalmente dispuestas de pie, clavadas en el suelo gracias a la espiga o vástago, alrededor de lo que fueron dos basamentos circulares, de 10 m de diámetro y 1 m de alto. Conocidas como “ídolos” o thares en purépecha, esas esculturas son piedras sagradas por excelencia. Representan a las divinidades y a los antepasados divinizados materializados en la piedra, y hasta nuestros días siguen siendo reconocidas como tales. Para los huicholes son entes vivos. Constituyen el reflejo de un remoto y muy extendido culto a deidades agrícolas, deidades de la fertilidad y de la tierra. Con esta presentación se espera aclarar las confusiones cronológicas inherentes a este material arqueológico (que se identificó gracias a dataciones de C14), demostrando así su importancia en esta larga y continua historia, de Chupícuaro a Tzintzuntzan. Aprovechamos aquí la oportunidad para deplorar la supresión en el museo al momento de su reestructuración de una vitrina realizada por la doctora Beatriz Braniff que sintetizaba su tabla iconográfica (fig. 19): concluía el recorrido de las salas del Norte y del Occidente de México, y contenía cerámicas de tradición Chupícuaro, Morales, Querendaro, chalchihuites, hohokam y tarasca. Esa vitrina resumía la historia expuesta aquí. También, contrariamente a lo que se había propuesto hace varios años antes de la remodelación de las salas Norte y Occidente, la continuidad cultural Chupícuaro/tarasca no ha sido respetada ya que entre las dos salas se colocó la de la arqueología de Guerrero, otra gran incógnita.

Fig. 32: Piedra en forma de coyote, in situ

Fig. 33: Laja en forma de pescado, in situ

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