LA CRISALIDA. Por Belisario Betancur

LA CRISALIDA. Por Belisario Betancur. “...navío es la historia, navegante es el hombre...”. Maestro Rafael Maya (Discurso en el Teatro Colón de Bogot...
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LA CRISALIDA. Por Belisario Betancur.

“...navío es la historia, navegante es el hombre...”. Maestro Rafael Maya (Discurso en el Teatro Colón de Bogotá, en la Feria del Libro: Mayo 9 de 1944).

La persona y los oficios eran una sola y misma cosa en aquel personaje inolvidable. ¿Era un soñador? Era un poeta disfrazado de empresario o de piloto de sí mismo en navegación constante? Fue navío y navegante. Fue ala y vuelo. El libro que el lector tiene en sus manos es, antes que nada, el cuaderno de bitácora del navegante de los mares y los cielos, Mauricio Obregón; y, al tiempo, es el carnet del viaje de la existencia de aquel espíritu insaciable, de aquel investigador infatigable, de aquel buscador interminable. **** Conocí primero al empresario de veinticinco años que se incorporaba al periodismo al comprar con Hernán Echavarría Olózaga, la revista Semana, en la cual Hernando Téllez fue el director, Eddy Torres el subdirector y yo el jefe de redacción. Y los dos nuevos dueños eran inspiradores, redactores, armadores: eran de todo, menos propietarios.

Conocí, en el entretanto, al investigador y al viajero que seguía el itinerario de las estrellas para advertir la rosa de los vientos en los míticos navegantes de los poemas homéricos en el siglo VIII antes de Cristo; y para seguir el rumbo de los grandes descubridores del Renacimiento, entre ellos Cristóbal Colón. Ya elegido presidente de Colombia, tuve muy cerca al tejedor de relaciones internacionales, de quien conseguí el honor de ser embajador en los países de la Cuenca del Caribe y representante personal ante aquellos gobiernos y ante las organizaciones internacionales de comunicaciones. Más cerca aún tuve al buscador de rutas nuevas para un canal interoceánico que, siguiendo los pliegues de la cordillera occidental de los Andes y los ríos innumerables y misteriosos por las selvas del Chocó, me llevaba a buscar depresiones desconocidas y corrientes ignoradas, como las de los ríos Tuira y Cacarica que comunicarían el caudal del río Atrato en el Chocó, con la Bahía panameña de San Miguel, en el Océano Pacífico. Aquellos vuelos en avión y en helicóptero se repetían una vez y muchas veces, presidente y embajador que hacían escapismos los fines de semana en busca de nuevas opciones, nacionales y binacionales. Era una cátedra viva e

incesante. Sí, Mauricio era el manantial que no cesa, nunca con impromptus emocionales sino siempre con reflexiones racionales de fundamentación histórica y matemática. Ah! Y con referencias y reminiscencias históricas y literarias, de un lirismo escueto y fácil, como si la metáfora perteneciera a su habla cotidiana. Era la alegría de vivir y la alegría de crear. Por eso somos muchos los

condolientes que ha dejado, para decirlo con aquel vocablo cuya incorporación al diccionario castizo añora Gabriel García Márquez. **** Los mitos, leyendas e historias de este libro son las historias, leyendas y mitos que hicieron la existencia de Mauricio Obregón y sus

cavilaciones e

insomnios; y que se expresaron en sus cátedras y en sus libros, el último de los cuales –el Atlas de los Descubrimientos- recoge la densidad y vivacidad de su pensamiento, la esplendidez de sus exposiciones universitarias y la avidez en la captación de sus discípulos. Su teoría sobre el origen de los primitivos pobladores de esta parte del mundo, es imaginativa y lógica. Navegando en el Pacífico, me pregunté --dice--:

¿Darían los polinesios el último salto de la isla de Pascua al continente Americano? Y siguen las elucubraciones del investigador: A mi regreso de Polinesia se me ocurrió la solución, una solución de marino prudente. Si uno navega hacia un gran continente, zarpa tranquilo con el viento dominante, seguro de que pronto o tarde dará con tierra. Pero si navega, como los polinesios, por un océano inmenso buscando una isla que talvéz ni siquiera existía, no zarpa

con el viento dominante, pues si no aparece la isla, el viento no lo dejará regresar. Más bien espera uno de esos días excepcionales en que el viento sopla contrario al viento dominante, y zarpa en esa dirección, seguro de que si no encuentra isla, pronto volverá a soplar el viento dominante y podrá regresar a su isla para ensayar otra vez. Por lo tanto es razonable suponer que los polinesios migraron en dirección opuesta a la del viento dominante, es decir, hacia América. Y lo único que falta es comprobar el último salto, de la isla de Pascua al Perú, salto que no es más dificil que el que ya habían realizado desde las islas Marquesas a la de Pascua. Mi hipótesis la expliqué en Harvard, y no hubo objeciones – concluye--. Luego se la expuse a Cousteau, y dijo: “Vous avez trouvé la réponse”. Finalmente se la expliqué a Heyerdahl y dijo: “Muy elegante su teoría; la tendré que pensar”. **** El libro está lleno de sus fascinaciones, de su conocimiento y reconocimiento de la literatura de los clásicos griegos; y de la propia percepción del navegante que conducía en persona su nave como un nuevo Odiseo, de regreso de Troya hacia el reino perdido de Ithaca. Allí esperaba durante 19 años al navegante homérico, su esposa Penélope que tejía de día y destejía de noche la tela de su atormentada fidelidad. Obregón quiere destejer

también la trama, inútilmente escrutada, del

tiempo y los orígenes de los poemas homéricos. Así, en el Anexo del presente libro, el curioso autor se pregunta: ¿Cuándo y donde compuso Homero sus

poemas?

Y tras numerosas aportaciones históricas y críticas , concluye que Homero, quien vivió hace casi tres mil años-, escribió sus poemas en la isla de Chipre, en el Mar Mediterráneo. Y agrega: Son muchas las razones que favorecen mi hipótesis de que Homero escribió sus poemas épicos en Chipre y, para ponerla a prueba, volé en avioneta a Chipre para proponérsela a Vasso Karageorgis, director del Museo Arqueológico de la isla........... Justo entonces los turcos y los griegos, que se dividen la isla, se acusaron mutuamente de espionaje aéreo, pero la ONU certificó que nadie había volado sobre Chipre ese día. Yo sí volé. En todo caso, Karageorgis, en vez de reírse, me llevó al sótano de su museo, me mostró los últimos muebles e implementos que en Chipre había hallado y me preguntó de qué época parecían. Tímidamente dije que la silla adornada con espirales podía haber sido la de Penélope y que las fieras grabadas en espadas y puñales me parecían típicamente micénicas. “Pues, no”, dijo Karageorgis. Todo ésto es del siglo VIII, la época de Homero, de modo que si Usted tiene razón al proponer que Homero vivió en Chipre, se explicaría por qué pudo describir muebles e implementos similares a los de la época micénica”.

**** Todos sus libros, incluso los históricos, son autorretratos, porque en ellos iba dejando sus huellas personales. Lo cual significa que la vida de Obregón, crisálida abierta cada día con floraciones nuevas, fue un testimonio constante de creatividad científica y fundacional universitaria- la Universidad de los Andes-, y de entrega sin límites a la cultura y a su patria. El presente libro es una nueva demostración de tal aserto, llena de la brillantez y de la percepción jubilosa de Mauricio Obregón. Belisario Betancur

Santafé de Bogotá, Barrio El Refugio, Mayo del año 2000