LA CONQUISTA

DE AMERICA el problema del otro por TZVETAN TODORO V

1. DESCUBRlR

EL OESCUBRIMIENTO DE AMERICA

Quiero habl:u del descubrimienco que el yo hace del otro. El cenu es inmenso. Apenas lo formula uno en su generalidad, ve que se subdivide en categorlas y en direcciones mUltiples, in6nitas. Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenca de que no somos una sustancia homogenea, y radicalmente extraiia a todo lo que no es uno mismo: yo es otro. Pero los otros tambien son yos: sujetos como yo, que s6lo mi punto de vista, para eJ cual todos estan all( y solo yo estoy aquf, separa y distingue verdaderamente de mf. Pucdo concebir a esos otros como una abstracci6n, como una instancia de la con6guraci6n psfquica de todo individuo, como el Otto, el otto y otro en relaci6n con el yo; o bien como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en eJ interior de Ia sociedad: las mujeres para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los "normales"; o puede ser exterior a ella, es decir, otra sociedad, que sera, segun los casos, cercana o lejana: seres que todo acerca a nosocros en eJ plano cultural, moral, hist6rico; o bien desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan excranjeros que, en el caso limite, dudo en reconocer nuescra pertenencia comun a una misma especie. Esta problematica del otro exterior y lejano es Ia que elijo, en forma un canto cuanto arbitraria, porque no se puede hablar de codo a la vez, para empezar una invesrigaci6n que nunca podra acabarse. Pero 'c6mo habla de ella? En tiempos de Socrates, el orador solia preguntar al auditorio cual.era su modo de expresi6n, 0 genero, preferido: ,et mito, o sea eJ relato, o bien Ia argumentaci6n l6gica? En Ia epoca dellibro, nose puede dejar esta decisi6n al publico: ha sido necesario hacer una elecci6n previa para que el libro exista, y uno se conforma con imaginar, o desear, un publico que respondiera de , tal manera con preferencia a tal otra; y uno se conforma, tambien, con escuchar Ia respuesta que sugiere o impone el tema mismo. He elegido contar una historia. Mb cercana al rnito que a Ia argumentaci6n, se distingue de ellos en dos pianos: primero porque es una his[13)

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D£SCUBRIR

coria verdadera (cosa que el mito podfa pero no debfa ser), y luego porque mi interes principal es mis el de un moralista que el de un historiador; el presente me importa mas que cl pasado. A Ia pregunta de c6mo comportarse frente al otro, no encuentro mas forma de responder que contando una historia ejemplar (ese sera el genero elegido), una hlstoria que es, pues, tan verdadera como sea posible, pero respecto a Ia cual tratare de n·o perder de vista lo que los exegetas de Ia Biblia Uamaban cl sentido tropol6gico, o moral. Yen csce libro alternaran, algo as£ como en una novela, los resumenes, o visiones de conjunto sumarias; las escenas, o analisis de detalle, llenas de citas; las pausas, en las que el autor comenta lo que acaba de ocurrir; y, claro CSta, frecucntCS Clipsis U omisiones: perO tOO CS C:se cl puntO de partida de toda historia? De los numerosos relatos que se nos ofrecen, he escogido uno: el del descubrimiento y Ia conquista de America. Para hacer mejor las cosas, me he dado una unidad de tiempo: el centenar de aiios que siguen al primer viaje de Co16n, es decir, en bloque, el siglb xv1; una unidad de Iugar: Ia regi6n del Caribe y de Mexico (lo que a veces se llama Mesoamerica); por ultimo, una unidad de acci6n: Ia percepci6n que tienen los espai'ioles de los indios sera un unico tema, con una sola excepci6n, que se refiere a Moctezuma y a los que lo rodean. Dos justific:aciones fundamenta ron -a posteriori- Ia elecci6n de este tema como primer paso en el mundo del descubrimiento del otro. En primer Iugar el descubrimiento de America, o' mas bien el de los americanos, es sin duda el encuentro mas 2sombroso de nuestra hiscoria. En'el "descubrimiento" de los demas continences y de los demas hombres no existe realmente ese sentimiento de extraiieza r:tdical: los europeos nunca ignoraron por coinpleto Ia existencia de Africa, o de Ia India, o de China; su recuerdo esd siempre ya presence, desde los origenes. Cierto es que Ia Luna esta mas lejos que America, pero sabemos hoy en dla que ese encuentro no es tal, que ese descubrimiento no implica sorpresas del rnismo tipo: para poder fotogra-, fiar a un ser vivo en Ia Luna, es necesario que un cosmonauta vaya a colocarse frente a Ia camara, y en su casco s6lo vemos un reflejo, el de otro terr£cola. AJ cornienzo del siglo XVI los indios de Am.erica, por su parte, estan bien presences, pero ignoramos todo de ellos, aun si, como es de esperar, proyectamos sobre los seres recientemente descubiertos imagenes e ideas que se refieren a otras poblaciones lejanas (cf. fig . I). El encuentro nunc a volvera a alcanzar tal intensidad, si esa es Ia palabra que se debe emplear: el siglo XVI habra visto perpetrarse el mayor genocidio de Ia hlstoria humana.

EL DESCUBRJMIENTO DE AMMICA

IS

Pero el descubrimiento de America no s6lo es esencial para nosotros hoy en d!a porque es un encuentro extremo, y ejemplar: allado de ese valor paradigm~ rico tiene Jtro mis, de causalidad directa. Cierto es ~ue Ia historia del globo esta hecha de conquistas y de derrotas, de colonizaciones y de descubrimientos de los otros; pero, como tratar~ de mostrarlo, el descubrimiento de America es lo que anuncia y funda nuestra identidad presente; aun si toda fecha que permite separar dos ~pocas es arbitraria, no hay ninguna que convenga mas para marcar el comienzo de Ia era modema que el afio de 1-t92, en que Col6n atraviesa el oc~ano Atlantico. Todos somos descendientes directos de Col6n, con el comienza nuestra genealog1a -en Ia medida en que Ia palabra "comienzo" tiene sencido. Desde 1492 estamos en una epoca que, como dijo Las Casas refiriendose a Ia navegaci6n de Col6n, es "tan nueva y tan nunca [...] vista ni ofda'' (His• toria de las /ndias, 1, 88). 1 Desde esa fecha, el mundo esta cerrado (aun si el universo se vuelve infinito), "c el mundo es poco"; como habra de declarar en forma perentoria el propio Col6n ("Carta a los Reyes", 7.7.1503; una imagen de Cdl6n transmite algo de este espfritu, cf. fig. 2); los hombres han descubierto Ia totalidad de Ia que forman parte mientras que, hasta entonces, formaban una parte sin todo. Este libro sera un intento de comprender lo que ocurri6 aquel dfa, y durante el siglo que le sigui6, por medio de Ia lectura de algunos textos, cuyos autores ser~n mis personajes. Ellos monologaran, como Col6n; inicianin el di~logo de los actos, como Cortes y Moctezuma, o el de las paJabras sabias, a Ia manera de Las Ca.sas y SepUlveda; o aquel otro, menos evidence, de Duran o de Sahagun con sus interlocutores indios. -Pero basta de preliminares: vamos a los hechos. Se puede adrnirar Ia valentfa de Col6n (y no se ha dejado de hacerlo, miles de veces): Vasco de Gama o Magallanes quizas emprendieron viajes mas dificiles, pero sabran ad6nde iban; a pesar de toda su seguridad, Col6n no podia tener Ia certeza de que aJ final del oceano no e.stuviera el ablsmo y, por lo tanto, la caida aJ vado; o bien de que ese viaje hacia el oeste no fuera el descenso de una larga cuesta -puesto que estamos en Ia cima de Ia tierra-, y que despues no fuera demasiado dificil volverla a subir; es decir, no podia tener Ia certeza de que el regreso fuera posible. La primera pregunta en esta , En clccxlo apa~-cen referendas abrevoadas: pan los dacos complccos, rcmitii'St' • Ia Nora ~ ondiquc lo contrano, los numcros entre parfncesls rtmicen a los eapltulot , ~caona. panes, ecc., y no a las p~ginu. I

blb/iogrtlfic4 mcluida al final de tJic cscudio. Salvo que

Fig. I . BarrM y rastillt's

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las lmfias

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