LA CHOLEDAD ANTIESTATAL El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912-1965)

Huascar Rodríguez García

LA CHOLEDAD ANTIESTATAL El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912-1965)

LA CHOLEDAD ANTIESTATAL Rodríguez García, Huascar La choledad antiestatal : el anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano : 1912-1965 . - 1a ed. - Buenos Aires : Libros de Anarres, 2010. 384 p. ; 20x12 cm. ISBN 978-987-1523-09-2 1. Teorías Políticas. 2. Ideologías. 3. Movimientos Obreros. I. Título CDD 320.5 Corrección: Eduardo Bisso Diseño: Diego Pujalte

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El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912-1965) Huascar Rodríguez García

Continuamente y en cada lugar, el mismo drama ante el mismo decorado, sobre el mismo estrecho escenario: una humanidad turbulenta que vive en su calabozo. ¡Cuánta monotonía!

Louis Auguste Blanqui.

INTRODUCCIÓN Leer es siempre esto: hay una cosa que está ahí, una cosa hecha de escritura, un objeto sólido, material, que no se puede cambiar, y a través de esta cosa nos enfrentamos con alguna otra que no está presente, alguna otra que forma parte del mundo inmaterial, invisible, porque es sólo pensable, imaginable, o porque ha existido y ya no existe, ha pasado, perdida, inalcanzable, en el país de los muertos… Italo Calvino.

Exceptuando cuatro investigaciones realizadas en la década de los ochenta1, el anarquismo en Bolivia es un tema al que los historiadores no han prestado demasiada atención pese a su importancia en la formación y luchas del movimiento obrero antes de 1952. Frente a este parcial vacío de conocimiento la presente narración se ha planteado realizar una genealogía de las experiencias anarquistas bolivianas más relevantes del siglo XX, objetivo que también puede entenderse como reconstrucción histórica o simplemente como una evocación en el más amplio sentido del término. Quisiera comenzar aclarando un poco los aspectos temporales y geográficos que hacen a esta mirada panorámica. A pesar de que la investigación versa sobre el anarcosindicalismo2 “en Bolivia”, debo mencionar que tal movimiento tuvo como epicentros de acción únicamente a las ciudades de La Paz y Oruro. 1

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Taller de Historia Oral Andina (1986a); Lehm y Rivera (1988); Dibbits, Volgger, Peredo, et al. (1989); y Wadsworth y Dibbits (1989). Estos cuatro estudios pioneros son de una importancia fundamental, pues al margen de ellos hasta ahora sólo existe una macronarrativa oficial que no sólo ha omitido al anarquismo, sino también que, en algunos casos, lo ha presentado de forma distorsionada y caricaturesca, reproduciendo viejos prejuicios y difamaciones. De esta manera, la historiografía oficial del movimiento obrero ha reducido la importancia del anarquismo a un sitio marginal, enterrándolo en el olvido bajo el peso de las mentiras y la indiferencia. Acerca de esto puede verse el apéndice 3. El anarcosindicalismo, en pocas palabras, es la expresión teórica y organizativa del encuentro entre la potencia creativa del trabajo y los antiguos sentimientos antiestatistas de la humanidad. Es una forma de organización obrera, surgida en la Europa del siglo xix, que busca la destrucción del capitalismo mediante la huelga general y la insurrección para construir luego sociedades sin Estado, corriente laboral conocida también como “sindicalismo libertario”.

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Si hablo de anarcosindicalismo “en Bolivia” lo hago porque si bien éste se manifestó con fuerza sólo en las ciudades señaladas, su influjo se extendió durante determinados períodos de tiempo a Potosí, Cochabamba, Sucre y Tarija, particularmente antes de la guerra del Chaco. Acerca del corte temporal (1912-1965) éste se justifica porque 1912 es el año de la creación de la Federación Obrera Internacional (FOI), organización considerada anarcosindicalista por todos los autores que la mencionan, aunque los antecedentes de dicha tendencia laboral se remontan, según veremos, a 1906, año de la creación de la Unión Obrera 1° de Mayo en Tupiza –Potosí–, entidad artesanal de vida efímera de la que se conoce muy poco. Asimismo es oportuno señalar que en principio pretendí realizar una reconstrucción de orden cronológico, mas el texto terminó dando “saltos” hacia adelante y hacia atrás porque la imposición de un orden rectilíneo y unidireccional a sucesos que requieren ser deconstruidos en sus cambios y continuidades plantea problemas demasiado complicados. No obstante los problemas pueden evitarse con una narración capaz de trascender las meras cronologías: en esta historia el hilo conductor recorre los sinuosos y complejos caminos de “paisajes” sociales e históricos accidentados: va, vuelve, se enreda, se desenvuelve, pero siempre para continuar con su errático rumbo hacia ignotos desenlaces o más bien hacia nuevos nudos, lo que no significa que el relato adquiera un desorden arbitrario o que las periodizaciones no sean importantes; al contrario, el orden cronológico se mantiene pero únicamente como un mapa que nos guía en el viaje y nos proporciona ciertas precisiones. Por otro lado, obtener esta visión de conjunto, desplegada desde una especie de historiografía empírica, implicó afrontar algunas dificultades, pues las fuentes documentales existentes sobre el tema son realmente escasas y los testigos y protagonistas de esta historia han desaparecido casi en su totalidad debido al inexorable transcurso de los años. Con todo, tuve la oportunidad de acceder a ciertas fuentes hemerográficas y archivos documentales inéditos que me permitieron echar luz sobre algunos puntos oscuros, descubrir sucesos hasta ahora desconocidos y plantear una nueva periodización en lo concerniente al desarrollo de este movimiento laboral. Se trata, en definitiva, de una labor que ata diferentes cabos sueltos y combina datos dispersos a través de la revisión bibliográfica, hemerográfica y 10 / Huascar Rodríguez García

documental, pero también mediante conversaciones e indagaciones varias con algunos informantes. Sin embargo, pese a los esfuerzos desplegados, hay que reconocer que las narrativas históricas referidas a sucesos distantes en el tiempo nunca logran ser exactas, y en consecuencia nos encontramos frente a aproximaciones difusas, nunca definitivas ni acabadas. Además cualquier discurso histórico que pone en juego la narración de acontecimientos remotos contiene, y a veces pretende esconder, una esencia literaria: si el historiador que estudia la vida de los mitayos del Potosí colonial, pongamos como ejemplo, no estuvo ahí para ver las minas, para sentir el olor, la sangre, el miedo, la muerte de esas personas, todo lo que diga, por más documentos que halle, siempre tendrá mucho de su imaginación y de su talento poético, lo cual jamás constituirá una presentación definitiva y “verdadera” de su objeto de estudio. En síntesis, creo que la historia es una disciplina más cercana a la literatura –es decir a la narrativa literaria– que a las “ciencias sociales”, aunque con esto no estoy pregonando la imposibilidad de comprender, explicar y reconstruir los procesos históricos, ni tampoco pretendo plantear aburridas e infinitas discusiones que aquí no vienen al caso, cosa que, por otra parte, ya se ha hecho bastante.3 Para resumir: en este libro me limito a una pálida presentación e interpretación4 de ciertos sucesos y procesos que finalmente han podido acaecer y desarrollarse de forma parecida a como se narran a continuación. 3

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Respecto del sustrato literario y ficcional de todos los discursos e investigaciones que se sumergen en el pasado, véanse las consideraciones del historiador Hayden White en El texto histórico como artefacto literario (2003), o también el capítulo La historia como ficción colectiva del clásico libro El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Buenaventura Durruti (1975), de Hans Magnus Enzensberger. A propósito es pertinente ceder la palabra a Franz Tamayo, quien temprana y polémicamente afirmaba lo siguiente: “La Historia no ha sido jamás ni es una ciencia. En rigor, todo hecho histórico queda en sí eternamente desconocido. Los elementos activos que lo han constituido no sólo escapan en parte o en mayor parte, sino que los mismos pocos que alcanzamos a comprobar nos llegan siempre tan falseados por el interés, la pasión o el prejuicio, que se puede decir siempre que la más verídica historia es una novela, y el más concienzudo historiador un engañado y un engañador inconsciente” (1994 [1910]: 136). Si bien la interpretación es implícitamente transversal a todo el relato, al final del libro he dispuesto unos apéndices para pensar brevemente ciertos temas específicos cuyo tratamiento en el cuerpo central del texto interrumpiría el hilo conductor de la narración y el desarrollo del argumento. Cada uno de estos apéndices, si se desea, puede leerse independientemente de todo, pero mi propuesta es que, según los casos y los intereses, sean tomados en cuenta tras o durante la lectura del libro.

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Ya en términos concretos y pintando con brocha gorda diríase que el anarcosindicalismo en Bolivia tuvo presencia –primero mediante la FOI (Federación Obrera Internacional), y después mediante la FOL (Federación Obrera Local) y la FOT (Federación Obrera del Trabajo) de Oruro– desde la década de 1910 hasta el inicio de la década de los 50. La FOL –la más importante de estas federaciones– fue creada en la ciudad de La Paz en 1927, fruto de la acción de minorías actuantes de artesanos cholos que desde 1923 contribuyeron con la organización de los primeros sindicatos base de la Federación entre albañiles, carpinteros, mecánicos y sastres. Después de su fundación, la FOL fue incluyendo a heterogéneos sectores mestizos e indígenas que, al estar localizados en distintos puntos de la economía, presentaban una compleja diversidad de matices internos: desde colonos y comunarios aymaras, niños vendedores de diarios, mujeres cholas culinarias y comerciantes minoristas –contrabandistas, vendedoras en los mercados, floristas y verduleras–, hasta una amplia gama de estratos artesanales y trabajadores asalariados de cervecerías, curtiembres, fábricas de fósforos, velas y cartones, entre otros. El auge de este movimiento se sitúa en la breve etapa comprendida entre 1927 y 1932, pues en este corto e intenso período de casi seis años se produjo una gravísima crisis económica de vastas consecuencias, particularmente a partir de la depresión de la economía de Estados Unidos y del mundo capitalista a fines de 1929, difícil contexto que generó desempleo, crudos brotes de descontento social y un escenario propicio para el amplio despliegue del influjo ácrata en el país. Ahora bien, a pesar de que la guerra del Chaco (1932-1935) determinó un paréntesis para los órganos sindicales en general y para los anarquistas en particular, estos últimos se reorganizaron de a poco a través de sus organizaciones femeninas una vez concluida la contienda bélica. De ahí en adelante la FOL recobraría parte de su vigencia, la que empero nunca volvió a alcanzar el esplendor de fines de los 20 y comienzos de los 30, debido al nacimiento, durante la postguerra, de un sindicalismo corporativista y manipulado por los partidos nacionalistas y marxistas que cooptaron a varias entidades laborales. 12 / Huascar Rodríguez García

Resulta también llamativo el hecho de que los miembros de la FOL articularon sus demandas con reivindicaciones propiamente indígenas en distintas ocasiones, especialmente en la década de los 40 cuando promovieron la formación de la FAD (Federación Agraria Departamental), organización que llevó a cabo importantes luchas en el altiplano paceño durante 1947. Desde ese momento los sindicatos ácratas se vieron fragmentados por la dura represión oligárquica, reduciéndose cada vez más y navegando a la deriva de los acontecimientos sociales rumbo a un previsible e inevitable naufragio. En fin, considero que todo lo dicho puede darle pertinencia al obsesivo ejercicio de escrutar los movimientos sociales a través de las brumas del pasado, ya que una mirada retrospectiva sobre nuestra historia acaso pueda ayudarnos a pensar el presente, en este caso, el momento actual que vive el movimiento sindical y popular boliviano, en un nuevo contexto de crisis y cooptación corporativista bajo el gobierno del primer presidente indio.

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PROLEGÓMENOS: ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA SOCIEDAD BOLIVIANA El “problema del indio” El Estado boliviano, desde el momento de su nacimiento en 1825, mantuvo en su formación social varios elementos de la sociedad colonial, constituyéndose históricamente a partir de la exclusión de lo indígena, aun cuando la flamante república era uno de los países nuevos con mayor densidad de población indígena. Ya desde la época colonial se habían perfilado con nitidez diferencias sociales basadas en el origen racial, lo que ocasionó que los distintos estratos, tanto criollos como indios, junto a la compleja gama de mestizos, estén destinados a diferentes ocupaciones, formando una suerte de pirámide social que se conservó inalterable durante la república. En la cúpula estaban los criollos, comúnmente llamados “blancos” en las estadísticas oficiales, que junto a varios mestizos “blanqueados” se ocupaban de las más altas funciones del Estado, de las profesiones liberales, de la gerencia de los altos negocios, etcétera. Después estaba el grueso de los mestizos o cholos, dedicados generalmente al comercio minoritario, al trabajo artesanal y a funciones burocráticas menores entre otras actividades, que les permitían una movilidad social bastante flexible.5 Por último, debajo de todos los niveles, se encontraban los indios quienes, por su cantidad y por sus rasgos físicos y culturales, se convirtieron en una pesadilla para la elites dominantes que discutieron acaloradamente, durante más de cien años, qué se debía hacer con ellos, pues eran considerados una amenaza y el principal factor del subdesarrollo boliviano. Había surgido el “problema del indio”. En efecto, el indio constituía el estrato inferior de la sociedad, y pese a que sus actividades agrícolas en el altiplano y los valles lo convirtieron en parte importante de la economía nacional esto no lo libró del repudio público, ya que durante mucho tiempo fue común creer que los blancos eran racialmente superiores. Debido a tal certidumbre el despojo de tierras y los maltratos eran entendidos en términos de progreso y modernidad bajo la filosofía del 5

Sobre el apasionante tema del mestizaje andino-español y su principal producto, los cholos, véase el acápite Cholaje y anarquismo en el apéndice 1.

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darwinismo social; de ahí que todavía durante la primera mitad del siglo XX era corriente acusar a los indígenas de ser los causantes de la falta de progreso económico, mentalidad que otorgaba a los criollos el derecho y el “deber” de subyugar a los indios. También llama la atención que este discurso apelaba a la ciencia, pues se afirmaba que los indios eran genéticamente necios, que tenían cerebros con menos peso que el normal y que estaban predispuestos a la indolencia, a la sordidez y a la perfidia. En el caso de los indios del oriente éstos eran llamados “selváticos” y considerados irremediables “salvajes”. Sin embargo, debajo del “problema del indio” subyacía el tema de la propiedad de la tierra administrada bajo un modelo de dominación hacendal que se caracterizó por el “colonato”, existente hasta 1952. Este modelo de explotación agraria consistía en la dotación de tierras en usufructo a los campesinos indios despojados de ellas –en un proceso que viene desde la colonia–, a cambio de trabajo y de la entrega de los productos a los propietarios de las haciendas. El colonato también se caracterizaba por una serie de onerosas obligaciones y de servicios domésticos gratuitos –como el denominado “pongueaje” en el caso de los hombres y “mitanaje” en el caso de las mujeres–, que los indios sin tierra y sus parientes debían cumplir y otorgar en las casas urbanas y haciendas rurales de los terratenientes. Así, y con el nombre de “colono”, el indio formó parte del trabajo agrario desarrollado en las haciendas, siendo sometido a toda suerte de abusos y humillaciones dado que los latifundistas ejercían un poder implacable, inapelable e impune: cuando vendían la tierra incluían a sus colonos como si fueran animales, castigaban duramente cualquier “falta”, mantenían pequeños ejércitos privados, etcétera. Aparte de esta forma de propiedad latifundista, en el agro existían aún grandes cantidades de indios en propiedades comunales, cuyas vidas eran menos desventajosas que las de los colonos. No obstante, los indios libres eran igualmente víctimas del despotismo de las autoridades políticas, militares y eclesiásticas, en razón de que se encontraban obligados a pagar injustificados impuestos y a prestar determinados servicios personales y gratuitos para el Estado y la Iglesia, como el arreglo de carreteras y puentes, entre otros. 16 / Huascar Rodríguez García

Pero los terratenientes no se conformaban con todos sus privilegios y gradualmente las tierras indígenas –particularmente del altiplano– se fueron convirtiendo en objeto de creciente interés. En virtud de esto, especialmente desde 1874 hasta la década de los 30 del siglo XX, algunos de los sucesivos gobiernos que se turnaron en el poder estatal decretaron normativas tendientes a la expansión de las haciendas en desmedro de los territorios indígenas, pues no sólo cambiaban la propiedad comunal por la individual, sino que desconocían explícitamente la existencia de ayllus.6 Se trataba, en suma, de conceder al comunario el dominio pleno de sus tierras a cambio de ciertas sumas de dinero. De este modo no resultó difícil introducir procedimientos de compra-venta engañosos que autorizaron la enajenación de la tierra, muchas veces contra la voluntad de sus legítimos dueños, quienes, por otra parte, eran vistos como una buena fuente de mano de obra cuando sobrevino el auge de la plata y después del estaño. Quizá también por ello el despojo “legal” o violento de tierras a los indígenas era visto como algo racional y deseable para la clase dominante. Producto de este largo y penoso proceso, según datos de Dunkerley (2003: 44), el número de comunidades descendió de cerca de 11.000 a 3.799 entre la independencia y 1950.

El sistema político Tras la clásica era latinoamericana de caudillismo militar como consecuencia de la prolongada guerra de independencia, Bolivia ingresó en el siglo XX luego de una guerra civil que en 1899 enfrentó a conservadores y liberales, ambas fracciones de una misma elite oligárquica que se dislocó temporalmente con este violento suceso atravesado por diversos intereses políticos y económicos. Con la derrota de los conservadores se inició una democracia “liberal” que se prolongó durante largas décadas, en la que participaban sólo los sectores letrados de la sociedad. Dicha democracia, formal y parlamentaria, consolidó un incipiente sistema de partidos políticos asentado sobre un principio de ciudadanía restringida que limitó la participación electoral, excluyendo a los indígenas de toda deliberación pública y sumiéndolos en el oprobio colectivo. 6

Sinónimo de comunidad andina. Unidad social prehispánica que agrupa a varias familias, generalmente emparentadas, en un territorio compartido.

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Otra característica de esta forma de gobierno fue el fraude electoral, una de las peculiaridades más notorias del Estado racista y su administración política basada en el clientelismo y la corrupción. En una palabra, la primera mitad del siglo XX tuvo como actores de elite a tres grupos políticos dominantes: conservadores, liberales y los autodenominados “republicanos”, presentados a veces bajo distintas denominaciones. Lo importante a considerar es que tales fracciones conformaban un mismo núcleo criollo-terrateniente-minero que tuvo el poder en sus manos hasta 1952, a pesar de haber sido agrietado por tres gobiernos nacionalistas durante breves etapas de efervescencia corporativa, como veremos después.

Estaño y crecimiento de los sectores laborales En los albores de la república la base laboral del país estaba todavía sustentada en el trabajo manual de una gran masa de artesanos, al que se añadía en importancia el trabajo agrario de los indígenas dentro el sistema latifundista anteriormente señalado. Estas características configuraron un panorama en el que el proletariado, o los obreros industriales propiamente dichos, no aparecerían sino muchas décadas más tarde y de forma lenta y paulatina. Hay que tomar en cuenta que la destrucción ocasionada por los 15 años de la guerra de independencia dejó al naciente país en una situación con pésimas condiciones económicas, ya que el comercio era deficiente y la minería, tan próspera durante la colonia, estaba totalmente abandonada, siendo las únicas industrias relevantes en 1825 las de jabón, pólvora y vidrio, entre otras de menor importancia. Sin embargo el estancamiento económico y la depresión comenzaron a modificarse desde fines de la década de los 60 del ochocientos, debido a un breve resurgir de la industria minera de la plata con amplio respaldo de capital chileno, iniciándose así una nueva era y un crecimiento general de la economía interna y del comercio exterior que trajo consigo la construcción de vías férreas y nuevos caminos para evacuar los minerales hacia el Pacífico. Empero, el auge de la plata duró apenas dos décadas y a mediados de los 90 los precios declinaron hasta convertir a esta explotación en un negocio poco rentable. La explotación de la plata fue reemplazada por la del estaño, cuya producción, iniciada 18 / Huascar Rodríguez García

a partir del último lustro del siglo XIX, repentinamente se convirtió en una gigantesca fuente de dinero, pues este metal fue desde entonces uno de los más requeridos por las naciones industrializadas. Tal bonanza minera, primero de la plata y luego del estaño, determinó el crecimiento de los sectores laborales urbanos y provocó también el aumento del trabajo asalariado y la formación de un incipiente proletariado minero compuesto en parte por indígenas despojados de sus tierras con la privatización del agro.7 La desenfrenada demanda estañífera transformó a Bolivia inmediatamente en uno de los principales productores del mundo, creando a la vez una nueva clase capitalista y consolidando un modelo económico monoproductor y monoexportador monopolizado por tres grandes empresarios socios de compañías extranjeras. Estos hombres, llamados los “barones del estaño”, fueron Patiño, Aramayo y Hochschild, magnates que dejaron la defensa de sus intereses a grupos de abogados, políticos y economistas criollos a quienes popularmente se empezó a llamar “la rosca”. Al auge de la industria estañífera le siguió la expansión de los centros urbanos y el lento progreso del sector privado de la economía, y todo esto, en conjunto, constituyó un sistema de clases naciente produciendo a la vez un gran crecimiento de la población en las principales ciudades del país. El desarrollo gradual de las urbes se notó particularmente en La Paz y Oruro, convertida esta última en un importante eje ferroviario y en una de las primeras ciudades que contó con luz eléctrica, pavimento y teléfono. Al mismo tiempo empezaron a emerger algunas pequeñas factorías en rubros como cerveza y alcohol en La Paz, Cochabamba, Oruro y Santa Cruz. Ya en los años 20 inversionistas extranjeros incentivaron el sector textil y la industria liviana. En 1923 H. Forno instaló la primera gran fábrica de tejidos, seguido en 1928 de Yapur y D. Said, los tres inmigrantes libaneses. En 1929 Domingo Soligno, de origen italiano, se sumó a los textileros libaneses (Rodríguez Ostria 1999: 293, 303), creándose así un sector laboral en el que los anarcosindicalistas tendrán presencia durante algún tiempo, al igual que en las factorías de cerveza. La industria liviana continuó desarrollándose a comienzos de los años 30 con comestibles y más 7

Pese a su importancia económica y a su temprana aparición, el auténtico rol protagónico del proletariado minero en las luchas sociales se dará recién a partir de la década de los 40 del siglo xx.

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textiles, y también la industria manufacturera mostró un aumento concentrándose sobre todo en La Paz. Aquí es necesario señalar que mientras el grupo de los manufactureros presentaba mayores variantes en su composición interna, en las escasas fábricas más desarrolladas se formó un proletariado pequeño, en tanto que en las empresas de menor envergadura los escasos proletarios se confundieron con el artesanado por mucho tiempo, fenómeno que fue cambiando poco a poco a lo largo de la primera mitad del siglo XX (Lorini 1994: 71). Otros sectores importantes desde principios de siglo fueron el de la construcción y el de los obreros de la imprenta, llamados gráficos, pioneros de la organización laboral. A modo de sintetizar estos prolegómenos puede decirse que Bolivia era un Estado-nación sólo formalmente, pues en los hechos lo que había era un Estado oligárquico y excluyente: grandes masas de personas no se identificaban con la noción de “Bolivia” y ni siquiera eran consideradas ciudadanas debido a los prejuicios racistas de la elite gobernante. En otras palabras, la división de la sociedad correspondía fundamentalmente a las diferencias de raza determinadas por la lengua materna y por los rasgos fisonómicos, aunque también por la vestimenta y desde luego por la ocupación. Además la oligarquía boliviana, como señala Zavaleta Mercado (1985: 100), era una burguesía que no era burguesa sino en ciertos aspectos específicos de su acumulación, o sea burguesa en su riqueza pero no tanto en su proyecto o en su ideología puesto que, por ejemplo, sus discursos de “modernización” contrastaban con las relaciones agrarias feudales o coloniales que eran mantenidas con entusiasmo, siendo así que las mismas clases dominantes impedían la ampliación de la burguesía y la generalización efectiva del propio proceso capitalista, manteniéndose enquistadas en una posición señorial algo distinta al modelo de desarrollo occidental de la época al que pretendían emular. Finalmente, antes de 1900 Bolivia contaba con poquísimos obreros proletarizados, pero con el inusitado auge de la industria extractiva del estaño, y con el desarrollo de las redes de transporte y comunicación, esta situación se transformó paso a paso y algunas industrias fueron emergiendo como islas en un mar de pequeños productores artesanales. Es en el transcurso de esta ola de transformaciones y continuidades que se gestó el movimiento obrero, a la vez que fueron surgiendo también los primeros grandes conflictos entre capital y trabajo como observaremos en las siguientes páginas. 20 / Huascar Rodríguez García

CAPÍTULO I TIEMPOS DE INCUBACIÓN (1906-1927) El mutualismo presindical Antes de entrar en materia es preciso mencionar que, en términos generales, la historia de la organización laboral desde la formación de la república puede dividirse en dos grandes períodos de contornos algo difusos: un período presindical –entre 1825 y la primera década del siglo XX–, y otro sindical propiamente dicho a partir de 1912 hacia adelante. Aunque existieron años cismáticos y determinantes, téngase en cuenta que el tránsito de un período a otro se efectuó de forma gradual. En la etapa presindical los organismos laborales –mayoritariamente artesanales– conservaron características heredadas del gremialismo8 europeo de la Edad Media y del mutualismo9 8

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Un gremio es, en primera instancia, un conjunto de personas que tienen un mismo oficio. Originalmente los gremios fueron asociaciones artesanales surgidas en la Europa medieval y trasladadas a la América colonial, concebidas para la protección recíproca de sus miembros jerarquizados en maestros, oficiales y aprendices, quienes consideraban que el mejor modo de hacer productivo el trabajo era bajo una conducta moral y laboriosa. Estas asociaciones dieron lugar posteriormente a otras nuevas denominadas mutuales. Con el tiempo el uso de la palabra “gremio” se hizo común para designar cualquier rubro de trabajo específico y actualmente el vocablo “gremialista” es sinónimo de comerciante minorista en Bolivia. Una mutual es aquella asociación conformada entre individuos de distintos oficios, que se organizan buscando beneficios recíprocos a través de la ayuda mutua puesta en práctica sólo entre los afiliados. El mutualismo se funda en base a los “socorros mutuos”, esto es, en la reciprocidad de los servicios prestados y en el reparto equitativo de los riesgos en caso de enfermedad, accidente, vejez y muerte. Fue el ácrata francés Proudhon el que incorporó a las mutuales los principios de autonomía respecto del Estado, pero el mutualismo anarquista no se practicó en Bolivia donde esta forma organizativa se vinculó estrechamente con los primeros gobiernos liberales. Tanto los gremios como las mutuales son considerados comúnmente organizaciones laborales “precapitalistas” y presindicales correspondientes al feudalismo, a diferencia de los sindicatos, que serían históricamente organizaciones modernas propias del capitalismo y el “instrumento natural” del proletariado. No obstante, Guillermo Lora –historiador y trotskista recalcitrante– acepta acertadamente que en los “países atrasados”, donde las clases no proletarias constituyen la mayoría de la población, el sindicato adquiere un sentido más amplio que en las grandes metrópolis; es decir que el término sindicato puede servir también para designar asociaciones laborales de las masas en general –campesinos, artesanos– y no simplemente del proletariado (1969: 24, 25).

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decimonónico, es decir adoptaron una forma orgánica basada en la beneficencia y la ayuda mutua, pero sin preguntarse acerca de los aspectos políticos de las relaciones de trabajo o de la lucha de clases. Con esta característica la mayoría de las mutuales desplegaron una potencia emancipadora muy débil y desarrollaron sus actividades en las redes de un orden existente que no era cuestionado. También es necesario señalar que durante este tiempo embrionario del movimiento obrero el artesano, por su condición de maestro y propietario del pequeño taller, llegó a tener cierta autoridad moral que le permitió asumir la dirección de los organismos protosindicales o mutualistas más antiguos y de los primeros sindicatos modernos, por lo menos hasta la guerra del Chaco. Las primeras organizaciones mutuales parecen haber sido las llamadas “Escuelas de Artes y Oficios” –una suerte de talleres donde se preparaban y graduaban principalmente sastres y carpinteros– que empezaron a funcionar desde 1826, primero en Sucre, La Paz y Cochabamba, y luego también en otras ciudades (Ponce, Shanley y Cisneros 1968: 4). Un acicate relevante para la consolidación del mutualismo artesanal fue el gobierno del general Isidoro Belzu entre 1848 y 1855, personaje que provocó una irrupción de las masas plebeyas en el escenario nacional a través de un muy efectivo populismo caudillista dirigido particularmente hacia los estratos mestizos. Fue tal la actividad populista de Belzu que durante su gobierno se fomentó la distribución de nuevas imprentas en casi todo el país para producir varios periódicos y boletines destinados a las clases populares. Así, publicaciones como El Cholo, La Voz del Pueblo, El Látigo, El Anatema Nacional y El Artesano de La Paz se editaron en las ciudades de Sucre, Oruro, Santa Cruz, La Paz, Cochabamba, Tarija y Potosí, promoviendo eficazmente la organización del artesanado. El desarrollo del mutualismo también halló una coyuntura favorable en la crisis política y económica que antecedió y siguió a la guerra del Pacífico ocurrida en 1879. Ya durante 1876 el presidente Hilarión Daza apoyó con dinero a una recién fundada “Sociedad Industriosa de Artesanos”. Luego, a partir de 1879, los órganos mutuales continuaron multiplicándose a lo largo del país pues los artesanos debían unirse cada vez más para competir 22 / Huascar Rodríguez García

contra la importación de productos extranjeros. Tales entidades mutualistas, empero, mantenían una estructura vertical y autoritaria, siempre compuesta por maestros y aprendices, y no pocas de ellas estuvieron influidas por órdenes religiosas adquiriendo un carácter conservador, como la “Junta Central de Artesanos de La Paz” de 1886 que hablaba en sus reglamentos –al igual que otros organismos de ese tiempo– de “deber, orden y moralización”. Otra organización importante de esta época fue la Sociedad de Obreros “El Porvenir” fundada en 1888 en La Paz, mutual que tuvo gran influencia en el naciente movimiento laboral y que más tarde –en 1914– dio nacimiento al Centro Obrero de Estudios Sociales (COES) del que formaron parte algunos de los anarquistas pioneros. Ya en el siglo XX, exactamente durante 1905, apareció la “Unión Gráfica Nacional” (UGN) también en la ciudad de La Paz, aglutinando a los obreros de la imprenta y adquiriendo una dimensión casi nacional; sin embargo la UGN se dejó penetrar por la influencia del liberalismo gobernante de la primera presidencia de Ismael Montes (1904-1909), además de que su dirección estaba en manos de los propietarios y los operarios no tenían ninguna injerencia en ella. Tres años más tarde, cuando corría el año 1908, nace la Federación Obrera de La Paz (FOLP)10 –a convocatoria de la Sociedad de Obreros “El Porvenir” y otras similares–, organización de vida escasa y que desde un principio estuvo cooptada por el liberalismo al igual que la UGN. Al respecto Lora (1969: 100) manifiesta que varios componentes de la FOLP eran el sostén del régimen liberal y muchos de ellos conocidos militantes del partido oficial, además de que el prefecto de La Paz era el padrino de la organización y José L. Calderón –fundador de la UGN y de la FOLP– llegó a ser diputado por los liberales en 1910. Así y todo la FOLP realizó una labor de prensa interesante llegando a publicar su propio órgano periodístico llamado El Trabajo, mediante el que buscaba lograr del gobierno una legislación social protectora, específicamente una ley de compensación por accidentes de trabajo, demanda 10

Irma Lorini afirma que la organización creada en 1908 se llamó FOT (Federación Obrera del Trabajo) (1994: 107); sin embargo la denominación FOT aparecerá recién durante 1918 y dicha entidad no tendrá nada que ver con la ideología liberal de la Federación Obrera de La Paz.

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que costó a la federación la pérdida del apoyo gubernamental. Este hecho ocasionó el debilitamiento de la influencia de la FOLP en los sectores laborales y su consiguiente languidecimiento durante los siguientes años. Tras este breve preámbulo referente a las organizaciones presindicales más importantes que puede servirnos para entender lo que viene luego, ahora sí, por fin, podemos entrar de lleno en el tema que me interesa desarrollar con detalle. La periodización que planteo distingue cinco etapas por las que atravesó el anarcosindicalismo boliviano, etapas que están en correspondencia con cada uno de los capítulos del presente libro. La primera, que podría llamarse “larvaria” o de “incubación”, comienza en 1906 y llega hasta 1927. Esta etapa se divide a la vez en dos subperíodos: a) una fase temprana situada entre 1906 y 1918, y b) una fase de expansión entre 1918 y 1927. La segunda etapa puede ser llamada de “esplendor” y abarca el período que va de 1927 hasta 1932. Después viene una tercera etapa de relativa lasitud pero también de auge femenino entre 1935 y 1946. La cuarta etapa del anarcosindicalismo, la más breve de todas, fue vivida entre 1946 y 1947 y está marcada por un último ascenso y por un intenso activismo rural. Finalmente viene la etapa del ocaso entre 1947 y 1965 caracterizada por la agonía y por la disolución definitiva.

a) La fase temprana (1906-1918) –¿Qué quieres? –añadió–; los obreros en estos lugares se hallan tan maltratados, que forzosamente tienen que acudir a ciertos medios para mejorar su situación. Ellos trabajan hasta matarse y ven que se les paga una miseria que de ningún modo corresponde al exceso de actividad que han empleado. ¿Tú has leído libros de socialistas y de anarquistas? ¿No? Pues léelos. Allí está la confirmación de lo que digo. Pero aun sin necesidad de eso, tú eres suficientemente avisado para comprenderme. La cuestión de la propiedad, tú lo sabes, está aún por resolverse. ¿De quién es la tierra? ¿De quién son, por ejemplo, las minas?

Jaime Mendoza (1911).

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Alvaro García Linera (2005: 4) sostiene de forma errónea que el anarquismo en Bolivia estuvo “presente desde fines del siglo XIX en algunos ámbitos laborales urbanos”. Dato equívoco, ya que la presencia del anarquismo en los sectores laborales de las ciudades se concretó recién, y de forma muy pequeña aún, a principios de la segunda década del siglo XX según veremos luego.11 11

Se puede matizar esto mencionando que si bien el anarquismo como movimiento no aparecerá sino hasta la década de los 20 del siglo xx, el término “anarquista” ya rondó en el país desde fines del siglo xix. Wilson García Mérida ha mostrado esto señalando que el advenimiento del liberalismo, enfrentado con desenfado anticlerical al Partido Conservador, fue combatido por la vieja elite mediante la satanización de los jóvenes liberales bajo el epíteto de “anarquistas” (1998: 6). Este autor también descubrió una crónica del periódico El Heraldo publicada en 1893, donde se comenta en los siguientes términos la acción de algunos militantes liberales que hacían detonar bombas en las puertas de las parroquias y de las casas de los curas para llamar la atención de los electores en la localidad cochabambina de Sacaba: “No parece sino que una legión de anarquistas se hubiese trasladado de París al antes pacífico pueblo de Sacaba [...]. El carnaval se espera allí con zozobra y hasta con pánico, pues se teme que en esos tumultuosos días los anarquistas sacabeños harán de las suyas” (cit. en García M. 1995: 42). Por otra parte es también curiosa la existencia de un “Tratado de Extradición y Protección contra el Anarquismo” –hallado recientemente por Virginia Ayllón en el ciberespacio– al que el gobierno boliviano se adhirió. Dicho tratado internacional fue propuesto en 1902 englobando a 17 países de América –incluyendo a Estados Unidos, Bolivia, México, Perú, Uruguay, Argentina, Colombia y Chile–, y establecía una enorme y detallada lista de delitos que podían ser considerados como “anarquismo”, delitos entre los que figuraban el parricidio, el envenenamiento, el infanticidio, el estupro, la violación, la bigamia, el incendio, los delitos cometidos en el mar –piratería, motín de la tripulación en un buque, etcétera–, falsificación de documentos o de dinero, plagio de menores, mutilación de cualquier miembro principal del cuerpo y un largo etcétera. La idea era básicamente el intercambio recíproco de presos entre Estados, facilitando y estableciendo con claridad las normativas para las extradiciones. El Tratado fue firmado a nombre de Bolivia por Fernando Guachalla en 1902 y estaba previsto que durara por lo menos 10 años, pero no pudo entrar en vigencia por falta de firmas ratificatorias. Respecto a los dos casos hay que decir que, evidentemente, los liberales no eran anarquistas, y tanto la nota de El Heraldo como la adhesión al “Tratado de Extradición y protección contra el Anarquismo” nos muestran cómo desde fines del siglo xix y comienzos del xx, incluso antes de que las ideas ácratas llegaran al país, ya existía un uso peyorativo y estigmatizante de la palabra “anarquista”, seguramente con el fin de ilegalizar y criminalizar posibles manifestaciones de descontento social. Podemos ver entonces que el vocablo “anarquismo” llegó al país, en primer lugar, entendido no como un movimiento social o una filosofía emancipatoria de cambio, sino como un conjunto de delitos comunes. El “Tratado…” puede verse en detalle en: http://www.oas.org/juridico/mla/sp/traites/sp_traites-ext1902.html.

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Cabe aclarar que las doctrinas socialistas y de izquierda en general llegaron a Bolivia con retraso en relación con lo ocurrido en repúblicas vecinas como Chile, Uruguay o la Argentina, donde el anarquismo se había arraigado con vigor a partir de la década de los 80 del siglo XIX. Esto puede atribuirse a las reiteradas y masivas inmigraciones de obreros europeos a esos países, quienes llevaron consigo las ideas y prácticas emancipatorias más avanzadas del viejo continente. En el caso boliviano, y como sugiere Irma Lorini (1994), la introducción del ideario socialista –y anarquista– se dio por un canal diferente al de las repúblicas vecinas, donde se puede hablar de una vía directa abierta por la llegada de masas europeas, mientras que a Bolivia las nuevas ideas llegaron por distintas vías indirectas como se observará a continuación. Zulema Lehm y Silvia Rivera (1988: 22,23) mencionan la aparición de una “Unión obrera Primero de Mayo” en Tupiza –población cercana a la frontera con la Argentina– durante 1906. Tal entidad, formada principalmente por artesanos, editaba un periódico llamado La Aurora Social y mantenía una biblioteca en la que figuraban libros clásicos del anarquismo de autores como Proudhon, Reclus, Bakunin y Kropotkin, en traducciones castellanas obtenidas seguramente de la Argentina. Lamentablemente no se cuenta con ningún dato más acerca de esta organización tupiceña, aunque es seguro que su efímera y casi ignorada existencia influyó en la tenue difusión de las ideas anarquistas entre algunos sectores artesanales de otros pueblos y ciudades. También hay que tomar en cuenta que Tupiza era un importante lugar de tránsito, un pueblo intermedio que siempre se caracterizó por tener una notoria actividad cultural debido al ir y venir de artistas y crotos12 provenientes de la Argentina, los que desde esta temprana etapa presindical difundieron periódicos e ideas radicales. Otro canal para la llegada de las doctrinas obreras –en sus distintas vertientes– fueron los movimientos migratorios de trabajadores bolivianos repatriados, cuyos orígenes se remontan al inicio de la primera década del siglo XX, período en el que el escaso desarrollo industrial generó la fuga de una buena parte de la mano de obra hacia el exterior. Sucede que el paulatino 12

Los “crotos” fueron una especie de “anarcoviajeros” surgidos en la Argentina, personas libres que se dedicaban al ocio creativo llevando una vida nómade en los trenes y en los pueblos por los que atravesaban.

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crecimiento poblacional y el carácter monoproductor del país determinaron que grandes contingentes de desempleados y campesinos sin tierra –particularmente cochabambinos (Rodríguez Ostria y Solares 1990: 47,146)– se trasladasen a otros lugares, sobre todo a las salitreras del norte chileno, en busca de un futuro mejor. Sin embargo la estadía de esta masa laboral migrante en el extranjero no duraría para siempre ya que, en su mayoría, los obreros bolivianos fueron retornando al país en distintas oleadas. Estas masivas diásporas fueron de importancia por mucho tiempo debido a la prosperidad de la explotación salitrera en el norte de Chile: en 1904 existían ya 25.000 obreros que daban vida a dicha industria, cifra que fue en aumento progresivamente con el arribo de peruanos, argentinos y bolivianos.13 El ejército de trabajadores salitreros –llamados popularmente pampinos– experimentó un rápido desarrollo de su conciencia de clase y de sus organizaciones sindicales, producto de ello el norte chileno se vio reiteradamente sacudido por huelgas en las que la participación boliviana se dejó sentir. Al respecto existe el testimonio de un militante comunista chileno que vivió en las salitreras y que participó en una huelga ocurrida en Iquique durante 1907, de la que señala: Los pampinos esperaron con curiosidad la actitud que iban a tomar los extranjeros. En el trabajo, hay que señalarlo, existía perfecta igualdad entre ellos y los chilenos. En esa época en que se viajaba sin pasaporte y no había barreras y las leyes discriminatorias que existen ahora, argentinos, bolivianos y peruanos eran para nosotros exactamente como compatriotas, con iguales derechos y deberes. Frente a la huelga, la respuesta de los trabajadores extranjeros fue instantánea: argentinos, peruanos y bolivianos se negaron a desertar. Estos últimos respondieron a su cónsul: “Con los chilenos vivimos, con los chilenos moriremos” (Elías Lafferte cit. en Lorini 1994: 101, 102).

La incorporaron de los pampinos bolivianos a las organizaciones políticas y sindicales de Chile les brindó nuevas experiencias que pronto traerían consigo al país: se conoce un informe del 13

Como ha sugerido Godio (1985: 86), lo atractivo de ser minero salitrero en Chile durante esta época era probablemente el hecho de que los trabajadores mantenían algunos márgenes de independencia respecto de los patrones, pues concurrían al centro laboral con sus propias herramientas y vendían el producto directamente al concesionario de la mina.

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prefecto de Oruro, Eduardo Díez de Medina, en el que se habla de la repatriación, durante 1914, de 8.000 trabajadores desde el norte chileno, quienes habían comenzado a promover una serie de disturbios en los centros mineros a los que llegaron: Su vuelta al país hace pensar en la necesidad de evitar, para lo posterior, la emigración de las clases bajas del pueblo, habiéndose hecho palpable la situación lastimosa en que volvieron, física y económicamente. Fue preciso, últimamente, enviar un piquete de fuerza a Changolla, para garantizar la vida y los bienes de los moradores de aquella región. (cit. en Lora 1969: 27).

Las repatriaciones de las masas laborales bolivianas que se fueron a las pampas se repitieron durante varias décadas. Así por ejemplo Lehm y Rivera (1988: 23), considerando un estudio de Rodríguez Ostria, señalan que entre 1919 y 1920 4.000 trabajadores bolivianos retornaron desde las salitreras hacia ciudades y pueblos mineros, donde la gran mayoría de estos obreros se estableció definitivamente. El reiterado ir y venir se extendió hasta la década de los años 30, como constata el periódico El Diario del 27 de febrero de 1931, en el que se menciona con preocupación el regreso al país de 500 familias, aproximadamente 2.000 personas, desde las célebres salitreras chilenas. Y así, existen varias fuentes que señalan continuamente estos flujos laborales, vinculados tanto con Chile como con el norte argentino, convertido también en un polo atractivo por la elaboración de azúcar. El caso es que muchos de los miles de repatriados aprendieron a leer y se formaron con prensa y folletería de los países vecinos, difundiendo posteriormente consignas refractarias hacia el orden establecido y calentando el ya de por sí agitado clima social que se vivía en las minas. Mas las nuevas ideas no sólo eran traídas por los bolivianos repatriados, sino también por los propios obreros chilenos que venían a los centros mineros en busca de suerte debido a la fama de la rica explotación del estaño. Puesto que gran parte de la inversión en la industria minera fue anglochilena, varios inversores chilenos llegaron a Bolivia para asumir la gerencia y otros cargos jerárquicos en algunas empresas, trayendo tras de sí largas filas de trabajadores de ese país que también estimulaban el descontento social. La influencia chilena en la difusión de ideas radicales se ve claramente en la novela En las tierras del Potosí de Jaime Mendoza, escrita durante 1911. Esta obra describe un 28 / Huascar Rodríguez García

vivo retrato de la abyecta vida de los pueblos mineros de Uncía y Llallagua, y a la vez muestra a los obreros chilenos como los causantes de conflictos laborales y agitación (1976 [1911]: 176). Pero varios de los inmigrantes chilenos –y algunos otros extranjeros– no se dedicaron únicamente a la agitación, pues también levantaron sus propias organizaciones mutualistas para oficializar su residencia y garantizar el futuro de su trabajo. En adición, fue gracias al flujo de los trabajadores que recorrieron durante décadas, desde principios del siglo XX, un circuito informal entre Bolivia, Chile y la Argentina, que las ideas y experiencias anarquistas arribaron al país, a lo que se añade la labor panfletaria y de difusión de libros llevada a cabo por activistas anónimos provenientes de la Argentina que llegaban principalmente a Tupiza.

La Federación Obrera Internacional (FOI) A la par de todo este proceso las nociones de independencia política entre los trabajadores se iban expandiendo poco a poco, más aún cuando la FOLP era prácticamente un cadáver viviente que ya no representaba a nadie. Ante esto, grupos radicalizados de artesanos fundaron la Federación Obrera Internacional (FOI) durante mayo de 1912,14 aglutinando a decenas de núcleos laborales descontentos con el liberalismo. Puede decirse entonces que la FOI marca el inicio de la transición del período presindical hacia uno propiamente sindical ya que, pese a que en este organismo existían todavía asociaciones mutuales, rebasó sus límites planteando demandas características de los sindicatos modernos. 14

Barrios sostiene que la FOI se habría fundado el 14 de marzo de 1910, y que dirigió el “Primer” Congreso Nacional de Trabajadores en La Paz el 1° de mayo de 1912 (1966: 30). En contraste con esta información varios autores coinciden en que la FOI se fundó recién en 1912 (Delgado 1984: 65; Lorini 1994: 107; Barcelli 1956: 66). Además, lo sucedido el 1° de mayo de 1912 quizá no fue precisamente el primer congreso nacional de trabajadores como dice Barrios, puesto que éste se llevó a cabo nueve años después en la ciudad de Oruro, y tuvo una escasa o nula relevancia. Lo que ocurrió en 1912, aparte del nacimiento de la FOI, fue el primer congreso nacional de trabajadores de ferrocarriles en la ciudad de Oruro, organizado por la Federación de Ferroviarios creada el mismo año (Poblete 1946: 95). Barrios tal vez se refiere a este evento confundiéndolo con el primer congreso nacional de trabajadores. Por otra parte Klein señala que el 1° de mayo de 1912 fue la primera vez que se celebró el “Día del Trabajador” en Bolivia (1995: 66), hecho que seguramente algo tuvo que ver con la organización de la FOI.

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La FOI existió hasta 1918 adoptando un nuevo tono de conciencia de clase y evitando, a diferencia de sus antecesores, envolverse con partidos políticos o con el gobierno. Algunas de las demandas más importantes planteadas por esta federación a lo largo de su existencia fueron: la implantación de una legislación obrera, la jornada de ocho horas de trabajo, la creación de una caja de ahorros para la vejez de los trabajadores y el establecimiento de universidades populares. Otra de las labores importantes de la FOI en el transcurrir de sus seis años de vida fue la difusión y análisis de los problemas sociales por los que atravesaba la sociedad boliviana de ese entonces. Por ejemplo existe el dato de que la FOI habría conseguido una página en el diario La Razón, aparte de que también contaba con un periódico propio llamado Defensa Obrera. Pero no tardaron en aparecer algunos intelectuales, como Franz Tamayo y otros, que con sus discursos mesurados intentaron y en parte consiguieron alejar a la federación de su anarcosindicalismo inicial. Al respecto no cabe duda de que la FOI adoptó en sus inicios al anarquismo como parte de su base ideológica, a pesar de que en su interior convivían diversas tendencias progresistas. Lorini, por ejemplo, señala que la FOI “fue de inspiración netamente anarquista” (1994: 138). De forma similar Barcelli (1956: 66) –al igual que Barrios (1966: 39)– afirma que la FOI estaba “totalmente dominada por el anarcosindicalismo”, y prueba de ello serían los colores rojo y negro de su bandera, los colores clásicos del sindicalismo libertario. Como fuere, lo cierto es que al interior de la organización existían efectivamente anarquistas que convivían junto a militantes de otras corrientes políticas sin contornos definidos, probablemente porque en esta etapa los trabajadores estaban empezando por primera vez un proceso de asimilación de las nuevas doctrinas sociales importadas recientemente desde los países vecinos. También Ponce, Shanley y Cisneros (1968: 12) están convencidos de que la FOI irradió un influjo anarcosindical sobre el naciente movimiento obrero y que su presencia se sintió también en el campo político, pues algunos intelectuales que apoyaban a este organismo habrían fundaron en 1914 el Partido Socialista de Obreros e Intelectuales. Con todo, lo importante es que la FOI jugó un papel determinante para la conciencia de los trabajadores de la época, ya que éstos se convencieron de que era necesario emanciparse de la influencia liberal.

b) La fase de expansión (1918-1927) La Federación Obrera del Trabajo (FOT) La siguiente organización importante fue la Federación Obrera del Trabajo (FOT). Creada en 1918 surgió a raíz de la decisión de los miembros de la FOI, quienes creyeron oportuno modificar el nombre de su federación considerando que la denominación “Internacional” no correspondía a un organismo regional. La transformación de la FOI en FOT constituye un hecho relevante para el movimiento laboral dado que la FOT –junto con la Federación Obrera Local (FOL) fundada igualmente en La Paz, nueve años más tarde–, será una de las principales centrales obreras del país hasta 1936. La FOT –compuesta por mineros, ferroviarios y otros sectores–, fue adquiriendo con el tiempo un carácter cada vez más manifiestamente marxista; no obstante hasta 1925 eran parte de esta organización grupos ya claramente anarquistas como el “Centro Cultural Obrero Despertar”, la Federación de Artes Mecánicas y Ramas Similares y la Unión Sindical de Trabajadores en Madera (USTM),15 pequeños núcleos creados por uno que otro miembro de la desaparecida FOI, por algunos trabajadores que regresaron de Chile y por los miembros más radicalizados de asociaciones mutuales como “El Porvenir”. Lo llamativo aquí es que por vez primera los teóricos y organizadores influenciados por las ideas de Marx tuvieron ante sí el problema de diferenciarse de otras tendencias y de anular a los anarquistas que venían, poco a poco, ocupando puestos clave dentro de las entidades laborales. Entonces la dirigencia de la FOT no tardó en marcar a dicha federación con el sello definitivo del marxismo, frente a lo cual los escasos ácratas se vieron en la cada vez más imperiosa necesidad de construir su propia organización matriz. Sin embargo la sección orureña de la FOT se convertirá abiertamente al anarquismo en 1930 y bajo el estímulo de los hermanos Moisés –Jorge y Gabriel– actuará como gemela de la Federación Obrera Local (FOL) durante varios momentos conflictivos. Por ahora simplemente señalaré que la FOT de Oruro se creó el 1° de mayo de 1919 y desde el principio atisbó en ella un tenue influjo anarquista como reconoce Lora en el análisis de los estatutos de esta organización: 15

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Algunos investigadores se refieren a esta organización sólo como UTM.

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En el aspecto organizativo el estatuto que comentamos se inclinaba hacia el federalismo anarquista: “Art. 13: Los Consejos e instituciones comprendidas dentro de la organización de la FOT conservarán cierto grado de autonomía que les permita administrar en la forma que crean conveniente sus respectivas asociaciones”. [...] A diferencia de lo que ocurría en el resto del país, en Oruro la FOT se alejaba de la política; esta actitud era consecuencia de la influencia anarquista, influencia que será decisiva, más tarde, a través de los hermanos Moisés. “Art. 21: Nadie puede servirse del título de una función directiva de la FOT en un acto electoral político cualquiera” (1969: 288).

La prístina influencia anarquista existente en la FOT orureña pudo haberse originado gracias a la acción de un misterioso trabajador ferroviario italiano que llegó desde la Argentina adoptando el nombre de Francisco Villa. Enamorado del altiplano sur andino, este personaje se casó con una chola para establecerse en Oruro durante algún momento de la década de 1910, convirtiéndose pronto en activo miembro de la Federación Ferroviaria y difundiendo sus ideas ácratas entre el elemento trabajador que creó la FOT orureña. Al parecer la actividad propagandística de Villa se remonta a la FOI, pero su activismo se intensificó notoriamente entre 1919 y 1922 con charlas y con la creación del periódico El Ferroviario del que fue director. De estas pistas obtenidas en la revista cochabambina Arte y Trabajo (Nº 42, 18 de junio de 1922) puede deducirse que Villa fue un personaje clave para la temprana difusión del anarquismo en Oruro, pese a que los detalles de su vida y andanzas son prácticamente desconocidos.16 En relación con los avatares de la FOT orureña sucede algo parecido pues han sido poco o nada estudiados; de hecho hasta la fecha no existe una investigación específica acerca de esta federación que jugó un papel relevante en el derrocamiento de Hernando Siles durante 1930 y en las luchas populares contra Daniel 16

A lo largo de este relato irán desfilando ante nuestros ojos distintos personajes, hombres y mujeres, varios de los cuales estuvieron involucrados, directa o indirectamente y de distintas formas, con las organizaciones o ideas anarquistas. Sólo en la medida en que disponga de alguna información adicional digna de mención recurriré a notas al pie de página para dar cuenta de lo que se sepa, pues en la gran mayoría de los casos carezco de datos acerca de las personas que iré mencionando debido a que muchas de ellas se hundieron para siempre en un oscuro anonimato colectivo. A esto debo añadir que incluiré la información sobre algunos personajes en el texto central únicamente en casos excepcionales.

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Salamanca. Tampoco se conoce casi nada acerca de sus dirigentes y de sus miembros de base, quienes lograron conformar hasta antes de la guerra del Chaco un gran movimiento de masas en Oruro. Lo poco que se sabe es que en muchas ocasiones la FOT orureña actuó como una auténtica central obrera nacional y que su estructura organizativa pretendía unificar, mediante una red de sindicatos autónomos, a las masas artesanas dispersas con el reducido número de proletarios de minas e industrias, tarea que en cierta medida logró materializarse aunque de forma efímera.

Masacres y círculos de estudio y propaganda El año 1923 fue de importancia para el movimiento laboral en general y para los anarquistas en particular, debido al episodio conocido como la masacre de Uncía. Fue aquél un año en el que se desató una gran ofensiva patronal producto del contexto creado por el gobierno de Bautista Saavedra entre 1921 y 1925. Saavedra, junto con su “Partido de la Unión Republicana” –conocido simplemente como partido republicano–, llegó al poder en julio de 1920 mediante una difusa mezcla de revuelta y golpe de Estado, dando fin a veintiún años de gobiernos liberales, de los que no se diferenció mucho. Añádase a esto que Saavedra empezó a gobernar en medio de la primera crisis económica de consideración para el país en el siglo XX: breve pero drástica, la crisis de 1920-1921 fue ocasionada por la momentánea depresión en los precios internacionales del estaño, lo que generó una disminución en el valor de las exportaciones, desempleo, descontento social y la suspensión de los programas de obras públicas. Para intentar superar la crisis la gestión saavedrista llevó a la práctica una serie de medidas antipopulares, pero paradójicamente se barnizaba con una pigmentación obrera y popular a través de ciertas leyes sociales, como la ley de accidentes de trabajo y la ley de la jornada de ocho horas, normativas que por un momento confundieron y ofuscaron a algunos sectores plebeyos. Es más, cuando llegó al poder, Saavedra contaba con el apoyo de varios caciques-apoderados17 que ilusoriamente creyeron que él iba 17

Cacique es un término importado del Caribe por los españoles y que se usó para designar a una autoridad andina llamada Mallku en aymara y Kuraka en quechua. Los “caciques-apoderados” ingresaron en un sistema de relaciones políticas que iba más allá de los ayllus sirviendo de intermediarios entre las comunidades indias y el Estado (Rivera 1986: 38).

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a acabar con el poder de los latifundistas. Empero, debajo del discurso pro obrero y del ataque retórico contra el latifundismo que demagógicamente lanzaba Saavedra, subyacía la intención de poner a raya al naciente movimiento laboral y campesino-comunario que amenazaba con levantarse peligrosamente ante las condiciones de pobreza que se vivían en el país. El gobierno de Saavedra inició un nuevo ciclo político marcado por dos hechos trágicos. El primero de ellos sucedió en marzo de 1921 cuando indígenas del cantón Jesús de Machaca, hartos de la injusticia, se sublevaron dando muerte al corregidor y a ciertos funcionarios locales y hacendados, por lo que el gobierno envió inmediatamente tropas al lugar. El resultado fue una masacre que cobró la vida de varias decenas de indígenas, matanza acompañada de casas incendiadas, violaciones y un sinfín de crueles atropellos. Ese mismo año, en una fecha que se desconoce, se llevó a cabo el Primer Congreso Obrero en la ciudad de Oruro, gracias a la convocatoria de la Federación de Ferroviarios (Klein 1995: 86). Al parecer dicho evento, del que se tiene información muy exigua, fue organizado por Francisco Villa, mas no tuvo mucha importancia debido a la poca asistencia y a la esterilidad de las resoluciones, puesto que se intentó vanamente crear una confederación de alcance nacional que nunca vio la luz. Pese a ello los trabajadores continuaron desarrollando varias actividades y publicando nuevos periódicos en distintas ciudades. Por ejemplo el mismo año apareció en Cochabamba un semanario obrero llamado Claridad en el que se difundían prédicas anarquistas y cercanas al cristianismo primitivo e igualitario (Medinaceli 1989: 103), pero todavía es una labor pendiente averiguar la identidad de sus editores. El caso es que a partir del primer congreso obrero el gobierno de Saavedra inició la búsqueda de los agitadores identificando posteriormente a Francisco Villa, quien fue detenido y expulsado del país en junio de 1922. Frente a esto un diputado por Cochabamba llamado Ricardo Soruco pidió explicaciones al gobierno y éste le respondió mediante diversos telegramas, uno de ellos firmado por el propio Bautista Saavedra:

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La Paz, junio de 1922 Diputado Soruco. Cochabamba. Detención de Villa y medida de extradición aplicando la ley de residencia, obedece a que ese individuo es anarquista y hace propagandas de ese género entre los elementos obreros. Convendría que ferroviarios no solidaricen con elemento peligroso y extranjero […]. Pero es necesario que los elementos nacionales desenvuelvan sus ideas y su causa obrera dentro de procedimientos sanos y patrióticos. Los elementos extranjeros siembran ideas antipatrióticas, pretendiendo borrar el sentimiento de la patria y predican procedimientos netamente anarquistas. B. Saavedra. La Paz, junio de 1922 Diputado Soruco. Cochabamba. Refiriéndome a su telegrama del catorce informáronme Francisco Villa elemento anarquista sumamente peligroso por teorías propaganda. Juzgo que elementos obreros nacionales no deben solidarizarse con acción extranjeros cuyas tendencias disociadoras afectan tranquilidad país. Salúdolo. Gainsborg. Diputado por Oruro (cit. en Arte y Trabajo Nº 42. 18 de junio 1922).

Ésta es la primera referencia y acción explícita de un gobierno boliviano contra el anarquismo en su propio territorio. De aquí en adelante la palabra anarquismo se convertirá en una grave acusación y será suficiente para encarcelar o reprimir a cualquier persona que profese ideas radicales, como se observa en el argumento utilizado en los telegramas citados. El segundo hecho trágico de este período ocurrió el 4 de junio de 1923 en Uncía –capital de la provincia Bustillo del departamento de Potosí–, cuyos antecedentes se encuentran en la creación de la Federación Obrera Central de Uncía (FOCU). Este órgano laboral, fundado el primero de mayo de 1923, nació porque los trabajadores de la zona estaban cansados de soportar la férula de Emilio Díaz, gerente de la “Compañía Estañífera Llallagua” que operaba con capital chileno. La FOCU inmediatamente se constituyó en un centro de referencia y en la portavoz de los artesanos y mineros de toda la región, tanto de los que prestaban servicios en la empresa La Salvadora –de Patiño–, como en Llallagua, extendiendo también su influencia a los centros mineros de Catavi y Siglo XX.

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Ante la amenaza que representaba la FOCU las autoridades y los empresarios iniciaron una campaña de hostilidades y sabotaje encabezada por el gerente chileno Díaz, quien despidió a diez trabajadores mineros a causa de sus actividades sindicales. A partir de ahí se desató una cadena de conflictos que culminaron en la declaratoria de huelga general, respondida por el gobierno con el estado de sitio. Llegado el 4 de junio las autoridades procedieron a detener a los dirigentes de la FOCU, lo que a la postre se convirtió en la chispa de una matanza anunciada. Aquel día un apocalíptico horizonte teñido de rojo a la hora del ocaso presagiaba los aciagos sucesos que estaban por venir: una masa de trabajadores se concentró en la plaza principal pidiendo a gritos la libertad de los presos y, acto seguido, el nutrido grupo de soldados que llegaron a la zona bajo las órdenes del teniente Ayoroa abrió fuego regando con varias decenas de cadáveres el lugar. Nunca se cuantificó realmente el número de muertos, heridos y desaparecidos durante la sangrienta jornada.18 Al día siguiente la huelga se masificó con cerca de 6.000 obreros de Uncía y Catavi que duró hasta el día 9 de junio, cuando el gobierno impuso a los movilizados un acuerdo que les era totalmente desfavorable y que terminó destruyendo a la joven FOCU. No obstante, el efecto de irradiación que tuvieron la huelga y la masacre fue muy grande y Saavedra, amparado en el estado de sitio, tuvo que extender la represión hacia otros sindicatos y federaciones que se habían movilizado en apoyo a la FOCU. Otra de las reacciones gubernamentales fue la clausura de todos los periódicos críticos u opositores al régimen en un movimiento drástico para ocultar a la opinión pública los detalles de la matanza. Por otra parte cabe resaltar la gran influencia artesanal que residía en el seno de la FOCU: una muestra de ello es que el carpintero Guillermo Gamarra fue el presidente de la federación y el máximo dirigente durante los luctuosos sucesos del 4 de junio. Resulta curioso saber que este obrero, a quien Lora considera “marxista” (1969: 398), no sólo era carpintero de oficio, sino evangelista y paradójicamente simpatizante del 18

Para detalles acerca de este suceso véase el libro La masacre de Uncía (1967) de Gumercindo Rivera. Una inédita versión popular de los hechos se halla en el número 6 del periódico Humanidad, órgano oficial de la Federación Obrera Local, correspondiente al 4 de junio de 1928.

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anarquismo a la vez. Lehm y Rivera (1988: 102), al referirse a la combinación de convicciones tan dispares en Gamarra, señalan que ello quizá se debió a una especie de asimilación entre la figura del predicador y la del propagandista en este personaje.19 En definitiva, la incapacidad de resolver con prontitud la crisis económica junto a las masacres de Jesús de Machaca y de Uncía configuraron para el gobierno de Saavedra un contexto de bancarrota moral en el que los pequeños círculos anarquistas por primera vez hallaron eco para sus prédicas. Por esta época ya existían algunos grupos culturales de estudio y propaganda con tintes ácratas, pero sus orígenes y trayectorias se revisten de sombras ambiguas. Así tenemos en La Paz al Centro Obrero de Estudios Sociales (COES) –al que perteneció Guillermo Gamarra– y al Centro Obrero Libertario (COL), y en Sucre a la “Escuela Francisco Ferrer Guardia”, agrupaciones que habían empezado a desarrollar sus actividades antes de 1923.20 En el caso del COES, según Lora (1969: 178) este grupo de estudio cronológicamente habría sido la “primera organización marxista” de importancia en el movimiento obrero, siendo constituida durante 1914. Sin embargo Lora reconoce que al principio varios de sus miembros se inspiraban en el anarquismo, añadiendo luego que no tardaron mucho tiempo en “evolucionar” hacia las ideas de Marx. El historiador trotskista también afirma que el COES funcionó como un auténtico comando político influyendo en el tránsito de la FOI a la FOT, y colaborando con la conformación de la FOCU en Uncía durante 1923. Sea como fuere, y al igual que en muchas organizaciones de este período, lo cierto es que en el COES coexistían libremente tanto marxistas como anarquistas, siendo uno de los más curiosos 19

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Una prueba de los nexos y simpatías de Guillermo Gamarra con el anarquismo se encuentra en el número 6 del periódico Humanidad, portavoz del anarcosindicalismo, donde puede verse una propaganda del taller de muebles de Gamarra. La tradición de los denominados “grupos culturales obreros” existía ya desde 1906, año de la aparición de un “Centro Social de Obreros” en la ciudad de La Paz, que a la vez creó el “Cuadro Dramático Paceño”, grupo teatral que impulsaba la difusión del arte y la cultura entre los trabajadores (Delgado 1984: 64,65). Posteriormente fueron naciendo cada vez más organizaciones similares, algunas de las cuales se fueron acercando poco a poco al anarquismo.

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entre estos últimos un tal Gerardo F. Ramírez de quien no se sabe nada, excepto que el primero de mayo de 1921 dictó una conferencia patrocinada por la Federación de Estudiantes de La Paz. La conferencia se habría publicado en forma de folleto bajo el nombre de “La sociedad futura”, donde se esbozaba un proyecto para la creación de la descentralizada “República Federal Socialista de Bolivia”. Lora no ahorra detalles en comentar esto y se solaza en analizar la utópica y descabellada propuesta que incluía la descripción minuciosa del futuro escudo nacional. Lo interesante de ese proyecto es que Ramírez utilizaba para la elaboración de su propuesta las ideas de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Tolstoi e incluso de Max Stirner. Por su parte Ponce, Shanley y Cisneros (1968: 5) consideran que el COES surgió de la mutual Sociedad de Obreros “El Porvenir”, aunque no especifican una fecha precisa. En lo referido al COL hay que decir que también agrupaba a trabajadores de diversas tendencias, pero en sus filas se encontraban algunos de los personajes más importantes de la actividad ácrata posterior: los hermanos Santiago y Desiderio Osuna,21 Nicolás Mantilla,22 Luciano Vértiz Blanco,23 Luis 21

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Sastre e importante activista ácrata desde principios de la década de los 20. Fundó la Federación de Sastres y la FOL en 1927, aunque más tarde, durante 1936, abandonó el anarquismo para vincularse con el sindicalismo generado desde el Estado en la época de postguerra. De su hermano, Santiago, no se conoce absolutamente nada, salvo su temprana vinculación con los círculos libertarios paceños. Nicolás Mantilla fue un sastre autodidacta precursor de la difusión del anarquismo en la ciudad de La Paz, siendo también uno de los primeros en plantear la necesidad de que el movimiento obrero generara sus propios intelectuales nacidos en su seno quienes, mediante la lectura y la autoformación, podrían producir ideas sin desligarse del trabajo manual. Mantilla encarnaba ejemplarmente al típico “artesano intelectual”. Escribió dos libros inéditos y fundó el COL y el grupo “La Antorcha”. A comienzos de la década de los 40 creó la “Biblioteca Obrera Boliviana”, que funcionaba como una editorial dedicada a la publicación de folletos sobre sindicalismo y otros temas sociales y teóricos escritos y financiados por el propio Mantilla. Este extraordinario sastre demostró en sus publicaciones un gran talento de escritor y grandes capacidades intelectuales. Lora, para argumentar su hipótesis de que el anarquismo en Bolivia fue una “obra de extranjeros”, falsifica la nacionalidad de Mantilla afirmando que era español (1970: 61,63), pero en realidad era paceño. Luciano Vértiz Blanco, también sastre de oficio, se convirtió en un personaje fundamental para la conquista de la jornada de ocho horas en 1930, puesto que dedicó largos años de su vida a este objetivo desde principios de la década de los 20. Este antiguo anarquista nació en un hogar humilde de

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Cusicanqui, Jacinto Centellas, Guillermo Palacios y Domitila Pareja. Lora supone que el COL habría sido el resultado de la fusión de una organización llamada Centro Obrero Internacional (COI) con la “Clandestina Juventud Comunista” (1970: 105).24 Respecto del Centro Obrero Internacional este grupo fue, siguiendo a Lora, una instancia en la que también convivían marxistas y anarquistas que de forma conjunta difundieron sus ideas mediante un vocero denominado Aurora Roja en 1922. A ello se añade que los anarquistas vinculados con el COI habrían formado su propio cuadro dramático teatral llamado “Los Precursores”. Lehm y Rivera también escriben brevemente acerca de un Centro Obrero Internacional, pero existente en Oruro durante 1926 (1988: 27), siendo imposible precisar si se trata del mismo COI del que habla Lora, o si se trata de una refundación o de una agrupación distinta. Tras el confuso enredo de siglas que involucró a marxistas y a libertarios casi sin distinción, lo que queda claro es que algunos de estos pequeños círculos de artesanos paceños conformaron el eje para el nacimiento, durante 1923, de nuevas agrupaciones de estudio y propaganda ya plenamente identificadas con el anarquismo gracias a la labor del joven Luis Cusicanqui, inquieto mecánico recientemente vuelto de Chile, quien a falta de espacios de reunión convirtió su propia casa en una suerte de sede para un puñado de trabajadores inconformes con las doctrinas que hablaban de la “dictadura del proletariado”. Allí, y bajo la lógica de un grupo de afinidad, una decena de hombres y algunas mujeres pasaban largas noches discutiendo la coyuntura política y los alcances

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La Paz en 1882, involucrándose desde joven con las actividades políticas como miembro de la Sociedad de Obreros “El Porvenir” a la que perteneció desde 1900 hasta 1912, cuando ingresó en la FOI. Más tarde conformó varios cenáculos artesanos ya plenamente anarquistas y estuvo entre los fundadores de FOL, de la que llegó a ser secretario general. Tuvo un hijo a quien inició desde niño en el anarquismo de modo que cuando éste era joven luchó junto a su padre en las lides sindicales. Un artículo escrito por un activista ácrata paceño, oculto tras el pseudónimo “Juan del pueblo”, publicado en el número 13 de La Continental Obrera, periódico argentino correspondiente a septiembre de 1930, señala que hacia 1922 existía un grupo llamado Centro Obrero Libertario cuyos miembros eran “cobardes bolcheviques”. Deduzco por esto que en determinado momento el COL fue abandonado por los anarquistas quedando la sigla en manos de ciertos simpatizantes de la Rusia soviética.

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de las teorías anarquistas recientemente importadas. ¿Qué es el Estado? ¿De qué modo funciona el capitalismo y cómo nos afecta? ¿Cómo vivir sin gobierno y sin leyes? ¿Cuáles fueron los pormenores de la masacre de Uncía? ¿Cuál es la situación de los artesanos por cuenta propia y de los asalariados? ¿Cómo están los trabajadores de los diferentes centros mineros? ¿Qué pasa con los indígenas? ¿Es posible derrocar a Saavedra y construir realmente una nueva sociedad? se preguntaban noche tras noche aquellos artesanos radicalizados mientras libros y periódicos circulaban entre sus manos. Luego, una vez que los dispersos y especulativos relatos perdían brillo y llegaban al agotamiento, los asistentes recurrían a la música interpretando canciones revolucionarias acompañadas por alguna guitarra. De vez en cuando las discusiones y la música eran intercaladas con la gastronomía, de tal modo que las reuniones terminaban convirtiéndose en sesiones de elaboración de api,25 leche con chocolate, pasteles y otros manjares. A partir de aquellas reuniones en casa de Cusicanqui las veladas se extendieron a otros domicilios dando como resultado la formación del “Grupo de Propaganda Libertaria La Antorcha”, fundado el 9 de septiembre de 1923 por Desiderio Osuna, Domitila Pareja, Jacinto Centellas y Nicolás Mantilla entre otros.26 El entusiasmo cundió pronto en este reducido grupo de afinidad y sus miembros empezaron a creer con profunda 25 26

Bebida tradicional a base de maíz. Cuando Lora hace referencia al grupo “La Antorcha” afirma que “la mayor parte de sus miembros terminaron en la trinchera opuesta”, ya que, por ejemplo, Desiderio Osuna no habría tenido el menor reparo en ser “jefe” de la policía urbana durante la “contrarrevolución” que siguió al 21 de julio de 1946 –fecha de la caída del gobierno de Villarroel– (1970: 61). Comparto plenamente la critica de Lehm y Rivera (1988:111) a las afirmaciones de Lora cuando señalan que éste toma un caso excepcional, el de Osuna, para descontextualizarlo, presentándolo como agente de las fuerzas represivas, sin tomar en cuenta que esta actitud se inscribe en todo un proceso a partir de la incorporación de Osuna a las organizaciones obreras oficiales creadas por el Estado en 1936. Producto de esta transformación política Osuna aceptó por poco tiempo el cargo de intendente municipal y no de “jefe de policía” después del 21 de julio de 1946. Un análisis sosegado demuestra entonces que Lora incurre en una evidente deformación de los hechos al utilizar este caso particular de deserción anarquista generalizándolo a “la mayoría” de los miembros de “La Antorcha”.

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convicción que si todos los trabajadores llegaran a adquirir el grado de conciencia social que ellos habían alcanzado la revolución sería posible: una nueva humanidad se vislumbraba en el horizonte, un mundo sin sufrimiento, sin violencia, sin explotación, sin gobernantes ni gobernados. El camino sería largo y difícil, mas no imposible: sólo tendrían que sacrificar su tiempo, su trabajo, quizá sus vidas; ¿pero qué importaba eso si al final del camino estaba un mundo de libertad y felicidad? No, el anarquismo no podía fallar, era una doctrina buena, poderosa, científica, humanista, poética… Estaban convencidos. Ellos eran una especie de elegidos. No había imposibles si estaban con la verdad. Reunión tras reunión los asistentes a estas sesiones sentían en sus pechos una emoción tan desbordante, una pasión tal por los bellos ideales que iban conociendo, que su rabia contra la explotación y la injusticia que a diario veían y padecían se incrementaba cada vez más. Había que crear un gran movimiento, hacer la revolución y construir una sociedad diferente; pero para cumplir este noble objetivo era preciso organizar nuevos grupos y sindicatos, conspirar, intensificar la propaganda y reclutar a nuevos trabajadores fábrica por fábrica, taller por taller, casa por casa si era necesario. No faltó quien propusiera conseguir armas y promover enfrentamientos seduciendo a los niveles inferiores del ejército. Para ello se establecieron contactos con algunos reclutas que realizaban el servicio militar a los que se intentó adoctrinar con resultados nulos, de manera que muy pronto se abandonó esta alocada e incierta táctica de agitación. Los ímpetus continuaron y no tardaron en conformarse nuevas agrupaciones como el “Centro Cultural Obrero Despertar”,27 el “Grupo Libertario Redención” y la agrupación “Brazo y 27

Lora afirma que uno de los fundadores del Centro Cultural Obrero “Despertar” fue un sacerdote llamado Tomás Chávez Lobatón, cura rebelde que supuestamente militó durante muchos años en la FOL y que pese a su “anarquismo” habría sido elegido diputado por La Paz en 1940 (1970: 66,67). Lora añade: “Se recuerda el pasado obrerista del Presbítero Chávez y cuidadosamente se oculta su profesión de fe anarquista. Como obrerista buscó la destrucción del orden establecido y, por tanto, de la misma jerarquía eclesiástica. Hablando con claridad se debe decir que no creía ni confiaba en la acción de la Iglesia, sino en los hombres fuertemente disciplinados dentro de una organización obrera” (ibid: 68). Llama la atención que este sedicente cura “anarquista” no es mencionado en ninguna de las investigaciones que abordaron específicamente el anarquismo boliviano.

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Cerebro”, cenáculos anarquistas que, bajo el estímulo de Luciano Vértiz Blanco y de Desiderio Osuna, no dudaron en desplazarse al agro para colaborar con los indígenas de la región altiplánica de Chililaya, que en 1924 enfrentaban un pleito legal debido a tierras usurpadas por los terratenientes de la zona.28 Estos grupos también se convirtieron en los mayores denunciantes de la masacre de Uncía, particularmente “La Antorcha”, que se constituyó en la más importante de las minorías actuantes que arraigaron el pensamiento anarquista en La Paz a través de una esforzada y pertinaz labor propagandística y panfletaria que pronto tuvo contacto con el exterior, especialmente con la Argentina, Perú, Uruguay e inclusive Estados Unidos.29 “La Antorcha” fue un grupo legendario y particularmente activo debido a la calidad humana y organizativa de dos de sus miembros clave: Luis Cusicanqui y Domitila Pareja.

Luis Cusicanqui y Domitila Pareja Luis Cusicanqui Durán es una de las figuras más representativas del anarquismo boliviano. Este combativo mecánico tornero nació en La Paz el 2 de febrero de 1894 y murió en la misma ciudad en diciembre de 1977. Sus padres –según me ha contado Alberto Cusicanqui, segundo hijo de Luis– fueron Manuel Cusicanqui, un arriero indígena, y Angélica Sanjinés, nacida en el seno de una familia acomodada, cuna de terratenientes y militares de renombre. Para preservar su “linaje” la familia Sanjinés no reconoció al niño y lo entregó a la cocinera 28

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Chililaya –comunidad ubicada en el puerto del mismo nombre (también llamado Puerto Pérez), a la orilla del lago Titicaca–, fue uno de los más aguerridos núcleos indígenas del altiplano que luchó contra la expansión de la hacienda desde el siglo xix. Ya durante la década de los 20 del siglo xx en este lugar quedaron sólo siete familias que no quisieron vender su tierra a los latifundistas de la zona, lo que ocasionó un conflicto judicial que lanzó a los comunarios a la urbe paceña en busca de ayuda, siendo éste el modo en que se vincularon con los artesanos anarquistas, con quienes posteriormente también se contactaron algunos caciques-apoderados de Guaqui y de otras regiones rurales. Puedo ver en este instante la carta enviada por una agrupación autodenominada “Los Deseos” de Morgantown, Estados Unidos, a “La Antorcha” de Bolivia. En dicho documento, fechado el 15 de marzo de 1924, el grupo “Los Deseos” se dirige a los anarquistas paceños felicitándoles por haberse organizado e informándoles sobre la campaña de propaganda y agitación para la liberación de Sacco y Vanzetti en el país del Norte (Archivo del THOA).

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Norberta Durán quien se encargó de criarlo como a su verdadero hijo cediéndole también su apellido materno.30 Ya joven, Lucho o “Cusi” –como lo llamaban sus familiares y amigos– se fue por un tiempo a Iquique –Chile– junto a Jacinto Centellas y Luis Abaroa, lugar donde se vinculó con las ideas libertarias y sindicalistas. A su retorno al país el interés del joven Cusicanqui por el anarquismo creció, convirtiéndose en un ávido lector de Bakunin, Reclus y Tolstoi, de quienes decía con cariño que eran los padres de sus ideas. Con su primera compañera, la cochabambina Andrea Alcócer, tuvo seis hijos de los cuales sobrevivieron sólo tres: el mayor llamado Luis como él, el segundo, Alberto, y el último Tomás. Andrea Alcócer murió cuando sus niños todavía eran muy pequeños y entonces Luis se emparejó con una mujer llamada Ricarda Dalence. Cusicanqui fue un trabajador ejemplar y se caracterizó por desarrollar sus actividades laborales con maestría y singular habilidad, por lo que en algún momento llegó a ser propietario de su fuente de trabajo llamada “Maestranza Federal”, ubicada en la avenida Manco Capac de la ciudad de La Paz, maestranza que luego tuvo que vender en razón de sus apremiantes necesidades económicas. Cusicanqui hablaba a la perfección el idioma aymara y vivió de cerca la experiencia de la discriminación racial. Solía firmar sus artículos para la prensa extranjera bajo el pseudónimo de “Indio Aymara”. Fue fundador y miembro de los grupos COL y “La Antorcha”, así como también del Sindicato de Artes Mecánicas y Ramas Afines, desplegando durante años una importante labor de propaganda y agitación que le costó persecuciones, encierros, torturas y destierros en innumerables ocasiones. Durante 1931 participó en dos acciones armadas –de las que fue uno de los promotores–, y en 1940 fue elegido secretario general de la FOL. Era ateo, detestaba a los médicos y rechazaba tener carnet de identidad, aunque en cierto momento tuvo que obtenerlo por alguna urgencia inexorable. Se dice que en su agitada vida se ocultaba y dormía en los 30

Silvia Rivera señala que Cusicanqui habría sido hijo de una indígena comunaria (1988: 5), lo cual quizá no es del todo exacto si hemos de creer a Alberto Cusicanqui. Tal vez la indígena madre de Cusicanqui a la que se refiere Rivera haya sido Norberta Durán, que fue, como ya se ha dicho, la mujer que lo crió, pero no su madre biológica. Rivera añade que el padre de Luis fue un descendiente de caciques pertenecientes al ayllu Qalaqutu de Pacajes.

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cementerios cuando estaba clandestino y buscado por las autoridades que lo tenían bien identificado como “peligroso conspirador”. En su labor de dirigente y propagandista se destacó por su actitud principista e incorruptible: nunca recibió dinero del Estado, pese a las ofertas, y la única ayuda que aceptó cuando era anciano provino de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), que le enviaba el equivalente de 400 dólares aproximadamente cada dos años como reconocimiento solidario a su actividad sindical. Lora afirma del mecánico libertario: Hemos conocido y admirado a Luis Cusicanqui, habitaba una covacha y, a pesar de su avanzada edad, seguía ganando el sustento de su humilde familia con su trabajo de mecánico. Este honestísimo luchador, corto de piernas, macizo, hecho de una sola pieza, con su cuello de toro altiplánico y su tez morena, seguía manteniendo en alto su fe en la doctrina que dio sentido a su juventud (1970: 61).

Hacia el final de su vida, aunque aquejado por una enfermedad, mantuvo casi intacta su juvenil fortaleza: realizaba largas caminatas a pie y recurría con frecuencia al alcohol. Poco tiempo antes de morir tuvo que casarse con Ricarda Dalence en virtud de alguna necesidad que involucraba el interés de su familia y de su descendencia. Finalmente, tras una vida azarosa y llena de intensidades y decepciones, el viejo propagandista libertario abandonó la vida a los 83 años asistido por algunos de sus familiares y amigos. La otra miembra importante de “La Antorcha” fue Domitila Pareja, la mítica joven costurera de mirada taciturna y corazón magnético que decía estar enamorada de la humanidad. Con su carisma y ternura se ganó el desbordante e incondicional cariño, respeto y admiración de todos quienes la conocieron. Desiderio Osuna hace un rápido repaso de la militancia de Pareja en el número 19 de Bandera Roja31 hallado y citado por Medinaceli y Lora: 31

Bandera Roja era uno de los periódicos obreros más importantes de la década de los 20. Nació independiente en 1926 pero al año siguiente se convirtió en órgano no oficial de la FOT paceña. No obstante, desde su fundación abrió espacio a los anarquistas con quienes sus editores simpatizaban en un principio; prueba de ello son los escritos de Desiderio Osuna y los homenajes a Domitila Pareja. Desató diversas polémicas por su carácter radical y anticlerical lo que le valió a su director –Felipe Reque– varios procesos judiciales. Una muestra de la gran actividad de este órgano de prensa obrera es que publicó 52 números entre 1926 y 1927 (Medinaceli 1989: 101-106).

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Domitila Pareja era una mujer del pueblo en cuyo pecho latían las más bellas pasiones del ideal de la liberación proletaria. En su espíritu rebelde abrigaba la esperanza de que algún día sería una realidad la emancipación de la clase oprimida a la que pertenecía y aportaba sus entusiasmos y esfuerzos. Ella era desconocida en estos lares pero a través de las fronteras su nombre era pronunciado en todos los círculos obreros revolucionarios (cit. en Medinaceli 1989: 108,109). Militante de las agrupaciones obreras de vanguardia como el “Centro Obrero Libertario”, de la histórica agrupación “La Antorcha”, en cuyas filas fue víctima de la feroz represión saavedrista, considerada como subversiva y agitadora, y últimamente en el Centro Cultural Obrero “Despertar”, de donde tuvo que alejarse para dar reposo a su organismo delicado por el rudo trabajo cotidiano (cit. en Lora 1970: 61).

La vital y atractiva personalidad de Domitila se articuló con la radicalidad de sus ideales anarquistas y anticlericales que pregonó hasta el fin, hasta aquella trágica y temprana muerte ocurrida el 9 de octubre de 1926 a causa de la tuberculosis. Dícese que en su lecho de muerte se le presentó un cura con intenciones de confesarla, pero ella al darse cuenta de la presencia del sacerdote lo expulsó de su lado mediante una sonora bofetada; momentos después el apasionado corazón de Domitila cesó de latir. Durante los funerales, la igualmente aguerrida Rosa Rodríguez32 pronunció el emotivo discurso que sigue a continuación y que también fue publicado en Bandera Roja, discurso que revela el carácter y las profundas convicciones que tenían ambas mujeres: EN LOS FUNERALES DE LA CAMARADA PAREJA Escuchad las palabras de una proletaria que trae la dolorosa impresión por el desaparecimiento del escenario de la vida de nuestra compañera y hermana de sufrimiento Domitila Pareja C. [...]. Reseñaré ligeramente la vida de esta excepcional mujer [...]. Su gran deseo fue crear un Centro Cultural Femenino denominado “Luisa Michel” [...]. En ese centro quería enseñar a sus compañeras de sufrimiento que la mujer no sólo estaba sometida 32

Rosa Rodríguez, culinaria de oficio, fue una de las primeras cholas ligadas con los círculos de propaganda de principios de la década de los 20. Posteriormente, en 1927, creó junto a otras mujeres el Sindicato Femenino de Oficios Varios y la Federación Obrera Femenina. Era una chola muy elegante en su modo de vestir y se casó con el carpintero ácrata Carlos Calderón. Rosa se destacó especialmente por su vigor organizativo, por su carisma para emitir discursos públicos y por su gran combatividad e inteligencia.

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a ser “madre de familia”. Quería inyectar aquel amor infinito que albergaba en su corazón. Quería que la mujer junto a su compañero luche por la emancipación moral y económica de su clase para hacer cesar la explotación del hombre por el hombre, y de la mujer que es doblemente esclavizada; que todos sean iguales, ni pobres ni ricos. Aprendamos las mujeres el bello ejemplo de nuestra compañera desaparecida, cuya vida fue de constante lucha contra los perjuicios políticos y religiosos. Domitila Pareja era anarquista. Por eso luchaba contra esa trinidad maldita: oro, cruz y espada [...]. Compañera Pareja: si tu cuerpo ha muerto, tu nombre vivirá latente entre nosotros para seguir luchando mientras existan parias, mientras exista esclavitud humana. Hermana querida: nos abandonas en plena batalla; nos dejas en pleno combate contra este régimen social de injusticias; te vas cuando de tu esfuerzo esperábamos para fructificar la semilla libertaria en esta tierra reacia a los bellos ideales de mejoramiento y emancipación social. Sí, vas a juntarte a la sabia materia de las vírgenes rojas. Tal vez tus sueños sean una realidad en no lejano día; en ese día donde el rojo pendón flamee [...] ¡La Revolución Social y la Anarquía serán grito de combate! (Bandera Roja 25 de octubre 1926, cit. en Wadsworth y Dibbits 1989: 195,196).

La represión contra “La Antorcha” Las minorías actuantes de anarquistas paceños no dejaron de emitir propaganda regularmente: así lo hicieron el primero de mayo de 1924 –fecha en la que también ayudaron a fundar el sindicato de albañiles– y se disponían a hacer lo mismo cuando se acercaba el primer aniversario de la masacre de Uncía. Fue entonces que los miembros de “La Antorcha” redactaron y publicaron un manifiesto en el que rememoraban detalles de la matanza y despotricaban contra la Iglesia, el Estado y el Capital, instando al mismo tiempo a los reclutas del ejército para que se rebelasen en contra de sus superiores: Marchemos ya a la destrucción del actual carcomido edificio social, minado por la corrupción, los vicios, el patrioterismo, la clerigalla, los políticos y por toda clase de tiranías, para elevar sobre sus ruinas la sociedad libertaria del Comunismo Anárquico. […] Reflexionad, pues, compañeros del cuartel. Vosotros sois también víctimas de la actual sociedad burguesa, basada en la mentira y el robo, que ha creado las patrias para encender las guerras de rapiña y esclavizar a los pobres por

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medio de los mismos pobres uniformados de soldados. Sois irresponsables de vuestros crímenes, porque el soldado no se pertenece a si mismo, porque el hombre, al pisar las gradas del cuartel, deja de serlo para convertirse en autómata, en instrumento de nuestros explotadores y tiranos. Por esta y muchas otras razones, es necesario reaccionar contra el militarismo, negarse a concurrir a los cuarteles que anulan la personalidad humana. Reaccionad, hermanos: volcad vuestros fusiles con la culata arriba en señal de protesta o apuntad al pecho de nuestros y vuestros verdugos, que son los capitalistas, los políticos, los gobernantes, los hacendados, los curas, los jefes y oficiales del ejército y todos esos que viven del sudor ajeno. Así habréis acelerado la Revolución Social en tierras de América y, por consiguiente, el advenimiento de la Anarquía. Salud. Grupo Libertario “La Antorcha”. La Paz, junio 4 de 1924 (cit. en Hernández y Salcito 2007: 20, 22).

Pocos días antes de su difusión un ejemplar de este manifiesto cayó en manos de un agente de la policía quien inmediatamente dio parte a sus jefes los cuales, tras haber consultado con instancias gubernamentales, decidieron actuar rápida y sorpresivamente. De esta manera un grupo de agentes allanó varios domicilios confiscando todo el material propagandístico y arrestando a Luis Cusicanqui, Jacinto Centellas, Guillermo Palacios y Domitila Pareja. Los tres primeros fueron deportados al río Cajones, ubicado en la zona tropical de Los Yungas de La Paz, donde permanecieron detenidos varios meses. Antes de su confinamiento definitivo los presos fueron torturados a manos de paranoides funcionarios del Ministerio de Gobierno convencidos de que detrás de este pequeño grupo se escondía una gran conspiración subversiva. En virtud de esto también se dispuso el paso de los detenidos por diferentes cárceles y puestos policíacos a fin de que los activistas fuesen identificados por la mayor cantidad posible de agentes del orden, mientras los allanamientos de otras viviendas continuaban. La explicación de la desproporcionada represión puede encontrarse en la intención de Saavedra de ocultar los pormenores de lo ocurrido en Uncía. Una nota enviada desde Bolivia al periódico anarquista El Hombre de Uruguay sugiere que Cusicanqui sufrió un intento de asesinato durante su confinamiento en el río Cajones:

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Víctimas de este sistema de Saavedra han caído para siempre compañeros en Uncía. Víctimas también, los compañeros de algunas agrupaciones anarquistas, entre ellos Cusicanqui, Palacios y Centellas, que están en algún rincón del país en espera de la muerte. [...] Si llegaís a recibir un periódico anarquista, no tardará en caer a vuestra morada un polizonte o varios, los que os llevarán al antro policíaco, y allí os tendrán 15 o más días, hasta que una noche os sacan y os conducen por caminos extraviados hacia el destierro, guardados por soldados que tienen orden de daros muerte en un solitario lugar con el pretexto de que habeís querido huir. Así han querido proceder con el compañero Cusicanqui, a quien la suerte y la audacia han salvado de un trágico fin (Alfonso Arias en El Hombre. N° 4. 15 de marzo de 1925).

El periódico argentino La Antorcha, homónimo del grupo paceño, en su número 151 correspondiente al 3 de octubre de 1924 también especuló, mucho antes que El Hombre, acerca del probable fusilamiento de Cusicanqui a manos de sus carceleros. Días después el mismo medio publicó la siguiente misiva enviada desde Bolivia por un miembro anónimo de “La Antorcha”: Corren rumores que el querido camarada Cusicanqui ha sido asesinado. Porque no otra cosa puede ser la copia de una carta que le adjunto, y que fue enviada a una de las prisiones de descanso donde dormía el compañero Cusicanqui. Dada la ferocidad de los tiranos y la prevención que le hicieron a Cusicanqui, el fusilamiento podemos creer que es una realidad. Estando en la prisión […] fracasó un plan de los esbirros. Uno de los guardias lo invitó a que fugase, puesto que le esperaba la muerte, con el preconcebido plan de que al salir el centinela debía hacer fuego contra Cusicanqui y después simular una fuga, y que en cumplimiento de una orden disciplinaria había cometido ese acto. Por otra parte, me llega una noticia tranquilizadora, que Cusicanqui ha escapado, pero ¿dónde está? Mi emoción es intensa al saber noticias contradictorias. A diario mando compañeros a los puntos de partida y llegada para averiguar entre los viajeros de aquellas regiones. Pero nada, nada, ni quién dé noticia. Del otro camarada Palacios igual. Parece que la tierra se los hubiera tragado. Sólo del compañero Centellas he recibido carta, desde su destierro y después de un viaje de más de un mes. Ahora toca apurar con la presión al gobierno canalla de Bolivia. Tal vez alcancemos a librar a Cusicanqui y demás compañeros. Pronto, ¡vuestra solidaridad! Cusicanqui deja una madre anciana de más de ochenta años, en estado agónico. Yo solo no

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puedo hacer nada. Soy impotente, además como ya saben, estoy privado de libertad. En cuanto a los últimos tres que quedamos del grupo, siempre firmes y con la divisa clara, porque propagamos un ideal sublime. ¿Que importa la prisión, el destierro o el patíbulo? (en: “La Antorcha”. Nº 152. 10 de octubre de 1924).

Sin embargo, los supuestos fusilamientos sólo eran amenazas y rumores que lo único que hicieron fue generar protestas y reclamos en algunos sectores obreros de La Paz y de otros países. De hecho, la represión a los miembros de “La Antorcha” ocasionó en el exterior una activa campaña de solidaridad con los presos gracias a las conexiones internacionales que los grupos libertarios habían establecido con anterioridad. Fueron parte de esta campaña los periódicos ácratas La Protesta de Perú, La Antorcha de la Argentina y El Hombre de Uruguay, grupos editoriales que no sólo difundieron la noticia de la represión, sino que también enviaron cartas de protesta a los cónsules de Bolivia exigiendo la libertad de los detenidos. Por lo visto, los solidarios anarquistas extranjeros tenían un inmenso aprecio por Cusicanqui, según se observa en esta nota publicada en La Antorcha argentina: Luis Cusicanqui es aquel indio aymara, de pura raza autóctona, que hará año y medio leíamos su nombre en los periódicos anarquistas de toda América, bajo unas breves notas en las que invariablemente solicitaba envío a La Paz, Bolivia, de folletos, periódicos y cuanto material de propaganda tuvieran disponible los compañeros y las agrupaciones anarquistas para distribuir entre los explotados de su tierra. Fue también quien ante la bestial masacre de cientos de aborígenes en huelga, en Uncía […] extendiera por todo el mundo un angustioso llamado de solidaridad. Y aquel indio, hecho en el yunque del dolor de las razas perseguidas, abierto a los ideales de una gran causa, convirtióse en un incansable propagandista, firme y tenaz. Cuando deseábamos enviar propaganda a Bolivia, buscábamos de inmediato la dirección de Cusicanqui. Había llegado a construir para nosotros, aún sin conocernos, un lazo afectivo necesario. Nos lo imaginábamos descendiendo de las minas y sembrando a manos llenas nuestra prensa […], manifiestos que él a fuerza de voluntad y perseverancia había aprendido a redactar. Y así debió ser; Luis Cusicanqui al año no más fue apresado, reducido entre rejas, transportado de una cárcel a otra de Bolivia, martirizado y befado por el gobierno del sanguinario Saavedra, conjuntamente con dos camaradas, Centellas y Palacios, hombres […] que él supo levantar en su obra anarquista. Ahora, desde la cárcel de Tajma, del departamento de

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La Paz, nos han llegado noticias suyas. Después de una prolongada odisea por diferentes cárceles, se le retiene en Tajma. Por un documento que ha llegado a nosotros, hemos sabido que además de un proceso que se le ha urdido, el dictador Saavedra quiere deshacerse de él por cualquier medio. Desde la cárcel de Tajma, olvidado rincón de Bolivia, entre cuatro rejas y en oscura celda, la voz de Cusicanqui es débil y no puede llegar a toda América como cuando libre luchaba por los caídos o muertos bajo las hordas gubernamentales. Sin embargo, hay un deber solidario de no olvidarle. Por eso, levantamos nuestro llamado y ampliaremos conjunta campaña para que el tirano Saavedra escuche la voz de los anarquistas que exigen la vida y la libertad de su hermano Cusicanqui (ibid. Nº 150. 26 de septiembre de 1924).

Los redactores de El Hombre de Uruguay bajo la dirección de José Tato Lorenzo, quien mantenía frecuente correspondencia con Cusicanqui, fueron más allá de la solidaridad verbal y enviaron a La Paz fondos económicos sacrificadamente recolectados para los anarquistas bolivianos. Más adelante El Hombre informó sobre la libertad del mecánico en los siguientes términos: El camarada Luis Cusicanqui, que estaba bajo la mano sangrienta del tirano Saavedra que gobierna Bolivia, está libre. No sabemos cómo ha podido escapar al destino cruel a que lo había condenado el déspota, por el delito de tener ideas anárquicas y propagarlas. De sus camaradas de martirio sabemos lo siguiente: Palacios […] está en Cojoata, enfermo de fiebre palúdica y de lepra. El camarada Centellas está enfermo de lo mismo […] en un lugar llamado Apolo. La situación de los compañeros de Bolivia no puede ser más terrible de lo que es. El compañero Cusicanqui está reducido a la indigencia más extrema. No puede moverse. Tiene que ocultarse, en un país donde los libertarios son contados. Habría el mayor interés en ayudarle por lo menos a salir del país (El Hombre. Nº 5. 15 de febrero de 1925).

No se sabe si Palacios y Centellas efectivamente contrajeron algún tipo de lepra, aunque es probable que retornaron enfermos a la urbe paceña luego de permanecer confinados durante meses en tórridas regiones donde sufrieron los rigores del clima y del maltrato policial. Lo cierto es que los tres detenidos, después del destierro, se reincorporaron semiclandestinamente a las tareas organizativas y de propaganda, y participaron activamente en el segundo congreso obrero de 1925, sobre el cual volveré más adelante. 50 / Huascar Rodríguez García

Albañiles, carpinteros, mecánicos y sastres Es importante mencionar que los círculos libertarios paceños no se limitaron a denunciar la masacre de Uncía, sino que contribuyeron, desde fines de 1923, a la conformación de los primeros cuatro sindicatos pivote de la futura Federación Obrera Local: albañiles en 1924, carpinteros y mecánicos en 1925, y sastres en 1927. En el caso de los constructores, éstos conformaron el Sindicato Central de Constructores y Albañiles (SCCA) el primero de mayo de 1924, organización cuyos antecedentes se remontan a la fundación de la Sociedad Cooperativa de Albañiles formada en 1908: una instancia mutualista que se disolvió poco tiempo después y que fue reorganizada en febrero de 1916 (THOA 1986a: 35-39). El paso de esta entidad de tipo mutual al sindicalismo produjo algunas rupturas y la creación de organismos paralelos, sobre todo a partir de la crisis económica de 1921-1922, cuando la Sociedad Cooperativa de Albañiles ya no quería calificar –avalar la habilidad laboral– a nadie más que a sus propios miembros, lo que finalmente impulsó la creación del SCCA en 1924 aglutinando no sólo a albañiles propiamente dichos, sino también a otros trabajadores vinculados con la construcción como pintores, plomeros y electricistas. Entre algunos de los fundadores del SCCA se destacan: Manuel Chura, Lorenzo Quispe y Pablo Maráz, este último conocido por su audacia, buena oratoria y predisposición a las acciones directas violentas. Asimismo, es preciso señalar que los constructores fueron desde siempre uno de los sectores laborales que más sufrió la discriminación racial, y evidentemente el SCCA se situó más cerca del mundo indio que los otros sindicatos anarquistas de composición más mestiza, destacándose en los testimonios recogidos por el THOA la alusión a costumbres, vestimentas y actividades simbólicas propias del a veces denominado “aymara urbano”. Algunos miembros del antiguo SCCA, en una entrevista colectiva durante la década de los 80, señalan:

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Los albañiles eran la última escala de los trabajadores, los más modestos, los más humildes, eran indios, eran nativos, y el anarquismo les manifestaba confianza de que ellos podían hablar, podían contactarse, podían expresar sus ideas, su rebeldía, entonces vieron que lo más factible era el anarquismo (en Lehm y Rivera 1988: 124).

La explotación laboral que caía sobre las espaldas de los albañiles los constituyó en el pilar del desarrollo urbano de la ciudad de La Paz que tenía dos facetas al empezar el siglo XX: por un lado el progreso y el embellecimiento urbano, y por el otro la acentuación de las desigualdades sociales, la expropiación de tierras a comunarios indígenas y la formación de un mercado de mano de obra barata, base sobre la cual se edificó el desarrollo de la ciudad. La situación del sector empeoró con el tiempo, ya que la llegada de nuevas técnicas y materiales para la construcción –y también la llegada de constructores extranjeros contratados por la oligarquía que empezaron a ganar mucho más que los trabajadores nacionales–, produjo que la cúpula de la pirámide en el oficio la pasaran a conformar los dueños de las obras, los contratistas –en su mayoría extranjeros–, los arquitectos, los ingenieros y los capataces encargados de vigilar la jornada (THOA 1986a: 19, 28). De este modo la consolidación del capitalismo en las primeras décadas del siglo XX acentuó las diferencias de clase en la construcción, creando una estructura en la que las empresas constructoras y los grandes contratistas expropiaban cada vez más los excedentes generados por el trabajo de quienes realizaban la auténtica labor de levantar las casas y edificios. En el otro extremo se mantuvieron maestros y albañiles que desarrollaban su labor por cuenta propia de forma semiartesanal, aspecto que los diferenciaba del trabajo proletario en sentido estricto. De igual manera es necesario saber que existía trabajo infantil y femenino en la construcción, trabajo que no era calificado dado que niños y mujeres se ocupaban sólo de las labores de ayudante y peón. Pero después de la guerra del Chaco, y debido a la falta de mano de obra masculina, ciertas mujeres llegaron a ser maestras, situación que continuó hasta la década de los 50 cuando varias legislaciones limitaron la presencia infantil y femenina en este sector laboral (ibid.: 24). 52 / Huascar Rodríguez García

En cuanto a la estructura interna de la organización de constructores existía una organización jerárquica entre albañiles y maestros, aunque dicha jerarquía se basaba en la habilidad laboral y tenía rasgos de cohesión y solidaridad debido a que tanto albañiles como maestros sufrían la misma discriminación por parte de la sociedad criolla que los excluía con desprecio. Respecto de los otros sindicatos, Lehm y Rivera (1988: 263, 264) y un estatuto de la Federación de Sastres que hallé en el archivo del THOA nos brindan los datos siguientes. Los carpinteros se organizaron en la Unión Sindical de Trabajadores en Madera (USTM) el 3 de abril de 1925 a convocatoria de Carlos Calderón –hábil carpintero, propietario de un hermoso taller y esposo de Rosa Rodríguez–, siendo una de las características internas de este gremio la coexistencia de talleres individuales de trabajo familiar y talleres medianos con operarios, junto con algunas maestranzas más parecidas a empresas manufactureras. Fue también en 1925 que se creó la Federación de Artes Mecánicas en la ciudad de La Paz, organizada por un puñado de mecánicos encabezados por Cusicanqui. En este rubro existían grandes empresas con un número significativo de trabajadores asalariados sujetos a un férreo sistema de horarios y disciplina laboral; pero también se conoce de mecánicos y torneros por cuenta propia que contaban con sus propias herramientas y talleres. Dos años después, el 14 de enero de 1927, se fundó la Federación de Sastres gracias a la iniciativa de Desiderio Osuna, Luis Salvatierra33 y Luciano Vértiz Blanco, entre otros. Este sector se caracterizaba porque la forma de trabajo predominante fue el taller individual con un reducido número de operarios o sólo con mano de obra familiar. Dependiendo de las condiciones del mercado de trabajo algunos operarios a veces llegaban a independizarse del maestro para abrir su propio taller, conformándose así un oficio 33

Al comentar Humanidad –periódico de la FOL creado en 1928– Lora nos brinda algunos datos acerca de Luis Salvatierra, sobresaliente sastre-intelectual y redactor del señalado órgano de prensa. El escritor trotskista señala: “Acaso el más intelectualizado era Luis Salvatierra, que acabó destruido por el alcohol; en ese entonces [1928] había concluido sus estudios de derecho y escribió ‘El poder, la soberanía y el Estado según las concepciones del anarquismo’ como tesis para obtener el título de licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, ‘habiendo merecido una distinguida calificación’, dice Humanidad. Se trata de un singular trabajo dentro de la bibliografía nacional y que desgraciadamente ha desaparecido” (1970: 77).

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con poca diferenciación interna. No obstante, esto empezó a cambiar con la implantación de pequeñas fábricas y manufacturas de confección que competían con los talleres individuales mediante una producción más barata y estandarizada. Lehm y Rivera señalan que entre los sastres existían sindicatos separados de “solaperos”, cuya menor calidad de trabajo, su origen aymara y el destino de su producción los vinculaba más con los migrantes rurales que llegaban de vez en cuando a la ciudad. Sin embargo, llama la atención que el estandarte de una “Sociedad de Solaperos” figura en una foto de posesión de la mesa directiva de la FOL el primero de mayo de 1930. Además en el estatuto interno de la Federación de Sastres se indica que la organización debía incluir a “modistas, costureras y solaperos”, lo que me hace pensar que los sastres tuvieron una predisposición inclusiva respecto de sus colegas de menor prestigio. Como sea, es claro que existía una peculiar y generalizada noción común en torno de los sastres “de primera”, pues éstos aspiraban a ser intelectuales autodidactas y efectivamente gozaban de una jerarquía laboral bastante superior en comparación con el resto de los trabajadores manuales. A pesar de su procedencia mestizachola los sastres eran comúnmente considerados por la sociedad y por sí mismos como “caballeros”, una suerte de “artesanos aristocráticos” que evidentemente podían comprarse libros y conocer los detalles de los últimos debates doctrinarios del “primer mundo”. Debido a esta condición culta los sastres se convirtieron por un tiempo en los líderes espirituales de una parte del movimiento laboral y conocieron los libros clásicos del anarquismo, adoptando rápidamente sus ideas para difundirlas después en medios obreros a través de los grupos de propaganda. En síntesis, y a partir de estos cuatro ámbitos de trabajo, puede decirse que el artesanado, pese a tener algunos elementos comunes –por ejemplo el proceso de aprendizaje del oficio desde aprendiz hasta maestro, y la convicción de que el trabajo manual tiene ante todo una dimensión ética y estética–, distaba de ser un sector homogéneo, pues entre oficio y oficio, y al interior de cada uno de ellos, se presentaban ciertas diferencias, tanto en la división del trabajo como en algunas características culturales, hecho que, sin embargo, no impidió la solidaridad y la cohesión entre gremios diferentes que fueron uniéndose poco a poco con la expectativa de federarse en una entidad matriz. 54 / Huascar Rodríguez García

El Segundo Congreso Obrero y Rómulo Chumacero Quisiera volver al desarrollo cronológico de la actividad anarcosindical. Para ello es necesario mencionar, aunque brevemente, el Segundo Congreso Obrero realizado en La Paz el 26 de agosto de 1925 al que asistieron 37 delegados y 15 órganos laborales y propagandísticos, de los cuales seis eran de tendencia ácrata: la Unión Sindical de Trabajadores en Madera (USTM), “Brazo y Cerebro”, “La Antorcha”, la escuela “Francisco Ferrer”, el Centro Cultural Obrero “Despertar” y la Federación de Artes Mecánicas. En este congreso las diferencias doctrinarias entre anarquistas y marxistas empezaron a perfilarse con mayor nitidez ocasionando intensos debates en las distintas mesas de trabajo. Los ácratas se habían distribuido en los lugares de discusión más importantes del evento: la comisión que trató el sistema de organización obrera y la planificación del próximo congreso estuvo integrada por Desiderio Osuna, la comisión de propaganda laboral contó con Jacinto Centellas, en la comisión de estudio y crítica de la legislación social estuvieron Félix Conde y Luis Cusicanqui, en la comisión salarial y de protección a la mujer y al niño participó Pablo Maráz, en tanto que Guillermo Gamarra se hizo cargo de la comisión de alfabetización indígena. De este modo los congresales se enfrascaron en discusiones interminables y la reunión no pudo dar vida a una entidad obrera nacional, anhelo imposibilitado debido a las diferencias ideológicas y a la desconfianza que se agudizaba entre las distintas tendencias.34 Otro hecho interesante del Segundo Congreso es que el presidente de dicho evento fue Rómulo Chumacero, un educador autodidacta, además de propagandista y sastre, que por esa época era simpatizante del anarquismo, tal como lo comprueban los contenidos de ciertos intercambios epistolares entre él y Cusicanqui. Chumacero nació en Sucre en 1882 y murió en 34

No obstante Barcelli señala que en el marco del congreso de 1925 se aprobó la formación de una nueva Central bajo el nombre de Federación Obrera Sindical (FOS) (1956: 111, 112). Este dato me parece cuestionable, ya que las Federaciones Obreras Sindicales fueron órganos departamentales de la CSTB (Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia) creados en 1936 como parte de las políticas de neutralización y cooptación de los gobiernos de Toro y Busch, según se verá más tarde.

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la misma ciudad en 1966. De familia humilde, desde muy temprana edad habría ingresado como aprendiz en un taller de sastrería para vincularse rápidamente con organismos laborales: en 1913, junto a un grupo de obreros y algunos intelectuales fundó Defensa del Trabajador, periódico desde el que cubrió y apoyó una importante huelga de los trabajadores del telégrafo en 1914. Más tarde, en 1922, creó la “Escuela Francisco Ferrer Guardia”35 en la ciudad de Sucre, organización de la que se conoce muy poco, aunque al parecer se trataba de una entidad educativa popular concebida para la sindicalización de trabajadores urbanos y rurales. Algunos de los miembros más activos de este experimento pedagógico libertario fueron Carmelo Paniagua, Víctor Vargas Vilaseca –personaje que después terminó convirtiéndose al marxismo– y Adrián Núñez quienes, junto con Chumacero, fueron acusados de azuzar a grupos de indígenas que pedían escuelas en el contexto de la rebelión de Chayanta durante 1927. Chumacero creó también el periódico Tierra y Libertad a principios de 1926 juntamente con Adrián Núñez, publicación quincenal que exaltaba el sufrimiento obrero, a veces de forma ligeramente contradictoria, y que se constituyó por un tiempo en el portavoz de los obreros de Sucre. Pero Chumacero era ante todo un educador: para él la educación era un componente integral de cualquier programa de emancipación, por lo que, junto con un equipo de abogados progresistas y activistas de la “Escuela Ferrer”, se vinculó y colaboró con la red de caciques del sur –en Potosí y Sucre– que luchaba por la construcción de escuelas para recuperar territorios comunales usurpados por el latifundismo. Gracias al nexo y la alianza entre el grupo de Chumacero y los caciques indígenas de Sucre estos últimos asistieron al Tercer Congreso obrero de 1927, razón por la que el gobierno acusó a la “Escuela Ferrer” por los graves sucesos de Chayanta que narraré luego. Es preciso señalar que si bien Chumacero se inició como anarquista, en un momento dado “evolucionó” hacia el marxismo 35

El nombre de la organización de Chumacero es un homenaje a Francisco Ferrer Guardia (1859-1909), el afamado pedagogo español y mártir anarquista que fundó en Europa el movimiento conocido como la Escuela Moderna: una suerte de federación de escuelas libres donde se practicaba la educación laica y antiautoritaria, basada también en principios racionalistas y científicos.

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debido a su fascinación por los intelectuales y a su amistad personal con un influyente activista llamado Tristán Marof.36 En suma, diríase que Chumacero se movió ideológicamente entre el marxismo y el anarquismo, actitud pragmática y flexible gracias a la cual se convirtió en un personaje importante para la organización de la heterogénea clase trabajadora de la década de los 20, tanto por su capacidad de negociar entre tendencias divergentes como por su convicción de que las luchas obreras no podían estar desvinculadas de las luchas indígenas. Debido a su tenaz activismo cayó varias veces en prisión y tras una vida infatigable abandonó este mundo en medio del olvido y el abandono.

36

Gustavo Navarro, alias Tristán Marof, fue un político y escritor nacido en Sucre durante 1896 y muerto en 1979. Partidario de Saavedra en su juventud, fue enviado en una misión diplomática a Europa donde se hizo marxista. A su regreso se propuso crear una organización política y organizó el POS (Partido Obrero Socialista conocido simplemente como Partido Socialista) en 1927. Durante la guerra del Chaco logró la deserción de decenas de soldados a través de una intensa propaganda llevada a cabo desde el extranjero y también fundó el POR (Partido Obrero Revolucionario) en 1935, del que se alejó en 1938, abandonando sus ideas radicales. Los anarquistas polemizaron con él y en cierta ocasión fue acusado por el ácrata italiano Tomás Soria de haber sido gobernador del panóptico de San Pedro en la ciudad de La Paz.

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CAPÍTULO II EL ESPLENDOR Y LA GLORIA (1927–1932) Algunos visitantes El mandato de Saavedra había llegado a su fin y durante mayo de 1925 se llevaron a cabo elecciones presidenciales en un ambiente de gran tensión que provocó, entre otros factores, la anulación de éstas, siendo reeditadas en diciembre. En los nuevos comicios electorales resultó ganador Hernando Siles, quien dio continuidad a las rabiosas políticas de represión de su antecesor para poner límites al creciente movimiento obrero. Entretanto, para 1926 los núcleos anarquistas habían experimentado un proceso de expansión: en La Paz, aparte de los ya conocidos, funcionaban la “Agrupación Comunista Anárquica Sembrando Ideas” y en Oruro desarrollaba actividades un autodenominado “Centro Obrero Internacional”. Además durante aquel año y el siguiente el SCCA y la USTM realizaron algunas movilizaciones y huelgas secundadas por diversos activistas en busca de la reducción de la jornada laboral, pero pese a los grandes esfuerzos dichos intentos fueron derrotados por la represión, lo que no impidió en modo alguno la continuidad de las actividades de agitación por parte de estos sindicatos y agrupaciones. Respecto del crecimiento de la influencia de los núcleos ácratas tengo la sospecha de que tras ellos se encontraba un personaje apellidado Yanzante. Este señor, un anarquista italiano que en su niñez había tenido como compañero de escuela a Benito Mussolini por azar y que quizá fue amigo de Francisco Villa –el otro italiano que estuvo en Bolivia–, supo guardar celosamente los pormenores de su labor clandestina internacional utilizando varios pseudónimos y nombres falsos –como Mario Fortunati– de los cuales el más común fue Tomás Soria, como conviene llamarle de aquí en adelante. Llegó a Bolivia desde la Argentina tal vez en algún momento de la primera mitad de la década de los años 20, acaso como prófugo, y a partir de entonces continuó su agitada vida de activista alternando su presencia entre La Paz, Tupiza y Buenos Aires junto

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a su mujer y a su hijo llamado Líber Forti.37 En La Paz Soria se contactó con Cusicanqui –de quien llegó a ser compadre al apadrinar al tercer hijo de éste, llamado Tomás en homenaje al pseudónimo del activista italiano– y con otros artesanos interesados en el anarquismo, a los que dotó de material doctrinario y propagandístico, así como también de contactos clave en el extranjero, mientras enviaba regularmente notas para periódicos independientes de Buenos Aires en calidad de corresponsal. El caso es que el primero de mayo de 1926 los grupos libertarios realizaron un mitin en La Paz, a propósito del cual Soria escribió en La Antorcha (Nº 208. 15 de mayo de 1926) que dicho evento había sido organizado por la Federación Obrera Local (FOL). Empero la FOL aún no existía en ese instante, y esto me hace pensar que Soria ya había prefigurado antes que nadie el nombre de la futura matriz anarcosindical que aparecerá recién el próximo año. Las secretas actividades de Soria parecen haber sido particularmente intensas desde 1926 y con su apoyo el grupo La Antorcha extendió su influencia más allá de La Paz, formando núcleos artesanales anarquistas en Corocoro, Poopó y Uyuni. Al mismo tiempo los fluidos contactos con la Argentina se multiplicaron y mediante éstos los ácratas paceños recibieron la visita de Antonio Fournarakis gracias a una red que tenía como punto medio a Tupiza. Fournarakis fue un activista de origen europeo que militaba en un “Comité pro-presos sociales” del grupo editorial “La Antorcha” de Buenos Aires, a la vez que mantenía su propio colectivo denominado “Unión Anarquista Balcánica Sudamericana”. La actividad central de este singular personaje consistía en la realización de extensas giras para la difusión del pensamiento libertario, razón por la que durante un tiempo se habría convertido en croto. Se dice que Fournarakis asumía su misión con tanta pasión, que a veces llevaba consigo gruesas cadenas 37

Líber Forti es un artista prendado de Tupiza, pueblo donde desarrolló una importante actividad cultural desde muy joven fundando el grupo teatral “Nuevos Horizontes” en 1946. A partir de ese año, y junto con la agrupación “Ideario”, se involucró intensamente en las tareas de agitación de la FOL que derivaron en algunos conflictos rurales durante 1947. Después de cierto tiempo de vivir persecuciones y clandestinidades, tras el ocaso de la FOL, Forti se vinculó con la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y con la Central Obrera Boliviana a fines de los 50. Actualmente vive entre Cochabamba y Barcelona.

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con las que se ataba a los postes mientras pronunciaba acalorados discursos y arengas vestido con traje de obrero.38 Fue en enero de 1927 cuando Cusicanqui recibió por primera vez una carta firmada por Fournarakis y poco después el activista internacional decidió emprender un viaje a Bolivia estimulado por su buen amigo Tomás Soria. Según datos de Lehm y Rivera (1988: 27, 28) Fournarakis llegó a Tucumán en marzo, desde donde anunció que llegaría a La Paz “pese a quien pese y cueste lo que cueste, salvo caso de muerte o prisión”. Durante junio llegó a La Quiaca y decidió evadir los controles fronterizos viajando a pie rumbo a Tupiza, pues carecía de documentos de identidad por ser éstos “requisitos que exige el Estado y la burguesía”. Su aventurero viaje era autofinanciado con conferencias, además de que también participaba en veladas literarias y contribuía con la organización de mitines en los pueblos y ciudades por los que estaba de paso, siempre y cuando las condiciones fueran favorables. Así, y siempre con la ayuda de Cusicanqui y de Soria, Fournarakis llegó finalmente a La Paz donde permaneció algunos agitados meses colaborando intensamente con los grupos anarquistas locales que preparaban la fundación de un gran organismo aglutinador, hasta que una fugaz y repentina cacería de agitadores desatada en septiembre produjo su secuestro por parte de la policía y su posterior confinamiento en algún lugar remoto y desconocido. Tras esta detención pronto corrió el rumor de la desaparición y muerte de Fournarakis (La Antorcha Nº 255, 7 de octubre, 1927), pero en realidad sobrevivió al destierro y tras una audaz fuga logró salir del país organizando la red de apoyo a La Tea, el efímero periódico que el grupo paceño “La Antorcha” empezó a publicar en la Argentina de forma regular y mediante dificultosas gestiones, pues los originales eran enviados por correo desde La Paz a Buenos Aires donde se editaban e imprimían, siendo luego despachados a Bolivia para su distribución. Esta complicada forma de publicar en el exterior se debía a las dificultades económicas de “La Antorcha” y a la delicada situación de sus miembros, dado que todos ellos estaban identificados y siempre hostigados por la policía desde el confinamiento de Cusicanqui en 1924. 38

Comunicación personal con Líber Forti.

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Pero Soria y Fournarakis no fueron los únicos anarquistas extranjeros que llegaron a Bolivia con afanes de agitación. Es evidente que el flujo de delegados obreros argentinos y prófugos políticos chilenos y peruanos hacia La Paz fue común por lo menos hasta la guerra del Chaco. Así por ejemplo se sabe que un zapatero chileno llamado Armando Triviño, también corresponsal del periódico argentino La Antorcha, estuvo agitando por la misma época que Soria y Fournarakis en La Paz, siendo luego igualmente detenido y expulsado del país por las autoridades, sin mencionar aquí otra vez a Francisco Villa y a otros casos similares posteriores. A propósito de la influencia internacional al interior del movimiento libertario, Guillermo Lora, en su intención de mostrar peyorativamente a las agrupaciones anarquistas bolivianas como “obra de extranjeros”, afirma sin pruebas que Fournarakis se habría postulado como candidato a la máxima dirección de la flamante FOL (1970: 63). Si bien Fournarakis asistió a la fundación de la FOL, asegurar que quiso ser su dirigente máximo me parece un exceso. Recordemos que Lora también falsificó la nacionalidad de Nicolás Mantilla para corroborar su hipótesis del anarquismo boliviano creado por elementos foráneos, pero desde esta visión estrecha y reduccionista no se considera que los primeros grupos de tendencia libertaria ya desarrollaban sus actividades antes de contar con la efectiva solidaridad extranjera, además de que ésta se llevaba a cabo en el marco del internacionalismo obrero, premisa básica de las corrientes anticapitalistas que Lora parece olvidar.

La presidencia del Congreso recayó nuevamente sobre Rómulo Chumacero, quien tuvo la difícil tarea de presidir un evento lleno de desacuerdos, ocasionados sobre todo a partir de la propuesta anarquista de mantener la autonomía sindical frente a los partidos políticos sean de cualquier tendencia. Debido a esto se rechazó rotundamente la participación en las deliberaciones de intelectuales como Oscar Cerruto y Tristán Marof, que habían asistido al Congreso junto a una delegación estudiantil. Tras un intenso debate finalmente los intelectuales ingresaron y participaron del evento gracias a la intermediación de Chumacero, que por entonces ya se había convertido en simpatizante y aliado de Marof. Pero el rechazo a los intelectuales y a los partidos marxistas era un sentir generalizado; así por ejemplo un sector laboral no anarquista, a la cabeza de Antonio Carvajal,39 mantuvo firmemente una posición apolítica en abierta coincidencia con los ácratas. Las palabras del propio Carvajal señalan: Con motivo de que la III Convención Obrera ha dado un frente sindical independiente a la organización boliviana del proletariado, se ha vulgarizado la palabra sindicalismo [...]. El sindicalismo tiende a que los trabajadores se organicen [...] sin intermediarios [...]. Los políticos socialistas y comunistas, en sus prédicas muestran por peligrosos a los burgueses, pero no dicen que ellos son los reemplazantes de esta tarea odiosa. Total que predican el cambio de verdugos: con una política u otra siempre habrán gobernantes y gobernados, se eternizará la desigualdad entre los seres de la vida (cit. en Lehm y Rivera 1988: 34).

El Tercer Congreso Obrero y la rebelión de Chayanta También llamado “Tercera Convención Obrera”, este Congreso se llevó a cabo en Oruro durante abril de 1927 y confrontó nuevamente a marxistas y anarquistas, teniendo los últimos en esta ocasión mayor capacidad de debate y por tanto mayor influencia. Lora comenta en los siguientes términos: ...la desconfianza de ciertos sectores frente a los grupos marxistas, que por todos los medios, incluso fraguando delegaciones, buscaban arrastras tras de sí al proletariado, se acentúa. Éste será campo propicio para que prosperen las maniobras anarquistas y les permitirá a los “libertarios” adquirir enorme, aunque momentánea, preponderancia (ibid.: 21).

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Otro tema de debate fue el “problema del indio”, sobre el cual Víctor Vargas Vilaseca, delegado de la “Escuela Ferrer Guardia”, presentó un documento que planteaba la expropiación de tierras a favor de las comunidades rurales. Para este objetivo propuso crear un vasto plan de educación indigenal sin perder de vista que nadie debía reemplazar a los explotados en su lucha, planteando así la liberación obrera en los mismos términos que la liberación indígena. Tales propuestas de Vargas Vilaseca se explican por el largo trabajo que llevó a cabo con algunos indios importantes, 39

Dirigente obrero independiente y nacionalista, caracterizado por haber defendido en distintas circunstancias la autonomía sindical frente a la intromisión partidaria. Es considerado por Delgado como “el teórico más capaz que ha dado la clase trabajadora boliviana” (1984: 137, 146).

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particularmente con Manuel Michel –cacique general de Sucre y Potosí– desde 1923. Evidentemente las labores de apoyo a los trabajadores del campo desarrolladas por Vargas Vilaseca lo convirtieron en una persona de confianza frente a varios caciques, por lo que poco tiempo antes del Tercer Congreso él y algunos dirigentes indígenas se reunieron en la casa de Chumacero, en Sucre, para discutir la forma de crear escuelas rurales y el viaje a Oruro con motivo del evento obrero (Hylton 2005: 170-176). De esta manera Manuel Michel, Agustín Saavedra, Saturnino Mamani y otros lideres indios asistieron al Congreso de 1927 para plantear sus problemas, recibiendo satisfactoriamente el apoyo general a sus demandas que pueden resumirse en tres puntos centrales incluidos en las resoluciones de la reunión obrera: la recuperación de las tierras comunales, la construcción de escuelas rurales y la implantación de autoridades locales propias. De hecho Michel salió del congreso con un certificado que lo “autorizaba” a propagar en el agro las resoluciones, documento que señalaba también la necesidad de que sean los caciques los encargados de “liderar a los trabajadores [rurales] en la lucha por sus derechos”, mostrándonos todo esto que los dirigentes indígenas utilizaron de forma inteligente a sus aliados obreros como contrapeso y fuente de legitimidad política frente a los terratenientes y a las autoridades locales que los explotaban. Respecto de otras conclusiones del Congreso, éstas revelan que el influjo libertario era ya incontenible en el seno del movimiento obrero, sobre todo en lo referido a la organización, que fue dispuesta de acuerdo con un sistema federativo sustentado en consejos de taller y de fábrica los que, agrupados en uniones, harían parte de otros consejos a nivel superior en cada ciudad. La reunión de los consejos daría lugar a un Consejo Nacional, instancia directriz de la Confederación Boliviana del Trabajo (CBT), entidad que se fundó en el evento pero que nunca pudo desarrollar actividades concretas y coordinadas debido a la división entre marxistas y anarquistas y a la represión que sobrevino después. La influencia ácrata también se observa en la adopción de la acción directa como principal método de lucha. Sin embargo, y de forma contradictoria, no se excluyó del todo la posibilidad de que los trabajadores realizaran alianzas con los “partidos obreros”, propuesta que lograron hacer aprobar los congresales marxistas. 64 / Huascar Rodríguez García

Otras resoluciones interesantes del encuentro obrero fueron exigir al gobierno la instrucción laica en las escuelas públicas y privadas, la supresión de las fiestas religiosas y una ley de divorcio absoluto (Delgado 1984: 81). Sobre el documento final del evento, visto en su generalidad, Lora dice que éste “tiene una indiscutible filiación marxista y puede ser considerado como un antecedente de la futura Tesis de Pulacayo” (1970: 31). En esta ocasión no me detendré a comentar los excesos de Lora, simplemente diré que si bien las ambigüedades de las resoluciones del Congreso del 27 no permiten hablar de una filiación ideológica determinada, hubieron algunos consensos en torno de ciertas propuestas de los ácratas, como la acción directa y la forma de organización federativa, como ya se ha mencionado. Una vez concluida la relativamente infructuosa reunión, anarquistas y marxistas volvieron a sus respectivas organizaciones sindicales y de propaganda para continuar con sus actividades, sin sospechar que unos meses después se desataría súbitamente otra ola de represión agudizada a partir de un alzamiento liderizado por los indígenas que asistieron al congreso. Chayanta, cantón de Potosí, fue el escenario de reiterados abusos producidos por los latifundistas de la zona, entre quienes se destacaba Julio Berdeja, poderosa autoridad política local y propietario de grandes extensiones de tierra que disponía a su gusto de una masa de indígenas obligados a la servidumbre. Pero la paciencia llegó a su fin: a casi tres meses del evento obrero, exactamente el 25 de julio de 1927, miles de comunarios y colonos, cansados de la explotación y de los atropellos, declararon la guerra a los terratenientes lanzándose al ataque y prendiendo fuego a las casas de los “señores” en toda la región. Agustín Barcelli cuenta horrorizado que durante este alzamiento el cruel hacendado Julio Berdeja fue muerto por los indígenas quienes acto seguido devoraron su cadáver (1956: 117). Esta acción en realidad fue un ritual antropofágico que ocurrió al parecer el 30 de julio, cuando el ayllu Jaiguari tomó la finca Guadalupe dando muerte a su propietario, el señor Berdeja, y enterrando posteriormente sus huesos en sacrificio al espíritu de la montaña Cóndor Nasa (Albó y Harris 1986: 61, 62; Hylton 2005: 138). Otros latifundistas locales fueron también asesinados a manos de muchedumbres indígenas

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rebeldes que desataron una serie de saqueos e incendios en cuatro de los nueve departamentos del país como parte de un descentralizado levantamiento impulsado por Manuel Michel, Agustín Saavedra y Saturnino Mamani, levantamiento que se esparció a lo largo del campo sureño desde julio hasta fines de agosto. Tales sucesos ocasionaron el espanto de los empresarios puesto que el punto nodal de la acumulación capitalista y de los intereses extranjeros, es decir los pueblos mineros y las vías férreas, estaba cada vez más amenazado por la acción rebelde rural. En las ciudades de Sucre y Oruro empezaron a escasear los víveres y la alarma pronto cundió en el gobierno y en la prensa nacional e internacional,40 desde donde se veían estos acontecimientos como una “amenaza comunista” bajo la modalidad de la “guerra de razas”. La respuesta del presidente Siles no tardó en llegar: el gobierno envió varios soldados a las regiones convulsionadas que no sólo dieron muerte a más de trescientos rebeldes, sino que también incendiaron pueblos y cometieron todo tipo de abusos. El accionar represivo se extendió también a las ciudades: Rómulo Chumacero fue detenido acusado de instigar a la revuelta ya que, como se ha señalado, los principales dirigentes de la sublevación habían asistido al Tercer Congreso Obrero a invitación de la “Escuela Ferrer”. Valiéndose de esto la prensa oligárquica quería hacer ver que el desarrollo del “comunismo” era la causa principal de la agitación india. El periódico republicano El Tiempo de Sucre, por ejemplo, señalaba lo siguiente en sus páginas correspondientes al 4 de agosto: Por las amplias informaciones que damos hoy se verá hasta dónde habían llegado las actividades revolucionarias del comunismo. El elemento indígena ha sido tomado como uno de los factores del movimiento subversivo y aprovechándose de su ignorancia y sencillez de criterio, se le hizo concebir la idea de una reivindicación territorial amplia [...]. La famosa escuela Ferrer que, con pretexto de fomentar la cultura obrera y de la clase indígena ha venido funcionando en esta ciudad, ha sido uno de los focos de donde han salido las inspiraciones revolucionarias que han comenzado a producirse (cit. en Lehm y Rivera 1988: 35). 40

Albó y Harris (1986) han descubierto que el New York Times se ocupó de la sublevación de Chayanta durante una semana entera.

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Las conexiones entre ciertos artesanos e intelectuales urbanos con los líderes indios de la rebelión de Chayanta han sido advertidas por Albó y Harris (1986) y estudiadas con más detalle por Forrest Hylton (2005), quien sugiere que los activistas obreros involucrados en la revuelta no se consideraban a sí mismos una vanguardia iluminada que necesitaba controlar a los comunarios para sus propios fines. Hylton afirma también que Chumacero y Manuel Michel se habían afiliado al Partido Socialista de Marof, y que dicho partido tenía por entonces un “fuerte fundamento libertario” ya que definía al proletariado y a su liberación en términos amplios y fluidos, es decir de manera más análoga al anarquismo que al leninismo. Estas afirmaciones no son del todo desacertadas: el 18 de febrero de 1927 Chumacero había enviado desde Sucre una carta a Cusicanqui donde hablaba muy bien de Marof y de su partido añadiendo lo siguiente: “Este [partido] es antiparlamentario y apolítico. Si hemos dádole el nombre de un partido, no es con el interés de hacer surgir candidaturas, es únicamente con el de despistar a la burguesía, porque éste tiene principios enteramente libertarios” (ATHOA).41

Aquí se observa cómo Chumacero intentó convencer a Cusicanqui de que Marof no era un intelectual ajeno a los trabajadores, y de que su partido tenía afinidades con el anarquismo, afirmaciones que al parecer quedaron en duda para los grupos y sindicatos libertarios paceños. Volviendo al tema de la revuelta de Chayanta, cabe notar que el peso de la represión que cayó sobre los aliados urbanos de los indígenas los redujo a una impotencia tal, que ni la “Escuela Ferrer” ni el Partido Socialista de Marof pudieron hacer nada para expandir la rebelión a las ciudades. Empero, pese a todo, finalmente el levantamiento logró arrancar del gobierno la determinación de bloquear temporalmente la expansión de la hacienda en el sur y también de reemplazar a las autoridades locales corruptas, además de que se declaró una amnistía para varias decenas de detenidos. A casi un año de estos sucesos las pugnas entre marxistas y anarquistas, agudizadas a partir del Tercer Congreso Obrero, 41

En adelante utilizaré esta sigla para referirme al Archivo del Taller de Historia Oral Andina.

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continuaron consolidando con más fuerza la división en el movimiento laboral de las principales ciudades del país. No obstante, y aún con muchas antipatías en su contra, los anarquistas continuaron su esforzada lucha dirigiendo gran parte de sus esfuerzos hacia la organización de una entidad matriz propia y hacia la conquista de las ocho horas de trabajo. La Federación Obrera Local. Rasgos generales y demandas principales La cristalización del esforzado trabajo llevado a cabo por los círculos de propaganda libertaria, y por los sindicatos vinculados con ellos, se vio realizada con la constitución de la Federación Obrera Local (FOL) en la ciudad de La Paz durante 1927, según nos han señalado con acierto Lehm y Rivera (1988: 29) y Alexander (1967: 136). Pero la fecha exacta de este suceso es hasta hoy un misterio, debido básicamente a la pérdida y destrucción de varias actas y documentos como resultado de los diversos asaltos policiales a las sedes de la federación, de modo que los pocos autores que abordaron dicha temática sólo han planteado aproximaciones y anacronismos.42 Al respecto, en Buenos Aires hallé la primera “Historia de la Federación Obrera Local” que se conoce –escrita y publicada por los propios folistas en el número uno del periódico F.O.L. durante 1947– donde se indica que la legendaria matriz anarcosindical se fundó el 24 de agosto de 1927, fecha que quizá sea la auténtica si hemos de creer a los folistas de los años 40 cuyas memorias tal vez todavía estaban frescas, pues los entrevistados por Lehm y Rivera en los 80 ya habían olvidado ese detalle, acaso perdido en la marea de recuerdos lejanos que se desbordan y se mezclan durante los ejercicios de rememoración. Esta organización obrero-artesanal se creó gracias a la convocatoria de la USTM, aglutinando inicialmente a doce de los sectores laborales más combativos de la ciudad entre los que 42

Basta citar a Lora, quien de forma aproximada menciona que la FOL se organizó en 1926 (1970: 62), o a Cappelletti, que va más atrás en el tiempo señalando que la federación anarcosindical se fundó en 1908, siendo supuestamente reorganizada durante 1926 (1990: 62, 63). Por otro lado, y de forma igualmente inexacta, Erasmo Barrios indica que la FOL se hubo fundado en 1915 (1966: 75).

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estaban la Federación de Artes Mecánicas, la Federación de Sastres, el SCCA y una “Unión de Trabajadores de la zona Norte” que reunía a obreros de fábricas de cartones y fósforos. En relación con sus ideas y con su forma organizativa, la FOL se erigió bajo los principios doctrinarios del anarcosindicalismo, es decir adoptó un sistema de organización federativo basado en la revocabilidad de las direcciones superiores, siempre sujetas a la democracia directa ejercida por los sindicatos de base. Tal modalidad de organización dotó a la FOL de una estructura altamente flexible para enfrentar la represión, puesto que podía renovar rápidamente sus directivas cuando éstas sufrían detenciones o destierros. También es necesario señalar que, a diferencia de otros países como la Argentina, la FOL no se enfrascó en las clásicas disputas y discusiones doctrinarias sobre qué tipo de anarquismo sería el más pertinente para la transformación del mundo y la sociedad. Pero lo que resulta evidente es que los folistas no adoptaron las versiones individualistas del anarquismo, sino más bien las colectivistas y comunistas, eso sí, adaptándolas a sus condiciones y realidades propias. El testimonio de José Clavijo43 nos da alguna idea sobre esto: El anarquista... por ejemplo Nietszche habla de Zaratustra, escala la parte superior de una colina y desde allí mira con soberbia cómo la gente se arrastra como gusanos y él, en cambio, como superhombre está encima, mirando con desprecio al resto; ése es el carácter del anarquista: la absoluta libertad de su yo. Pero nosotros no somos anarquistas, somos comunistas anarquistas, el aspecto de la libertad hemos incluido para que el comunismo no sea tiranizado o basado en una autoridad que tiranice a los componentes del comunismo. El comunismo libertario es aquél que no desea el Estado, porque ese Estado representa la destrucción de la libertad, la anulación de la iniciativa (en THOA 1986a: 46). 43

Sastre de oficio, José Clavijo fue un importante miembro de la FOL, organización de la que llegó a ser secretario general. Durante 1931 participó, junto a Cusicanqui y Pablo Maráz, en algunas acciones dinamiteras como parte de una conspiración, razón por la que su casa fue allanada por la policía cayendo preso después. Más tarde continuó llegando a la prisión en innumerables ocasiones debido a su tenaz activismo sindical. En las comunicaciones personales que sostuve con Alberto Cusicanqui éste me comentó que Clavijo era también contador, pero que no ejercía tal oficio “por no servir al patrón”.

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La doctrina de la FOL también estuvo basada en una perspectiva universalista del cambio social y en la típica sobrevaloración de la capacidad del trabajo incorporada en el anarquismo clásico. Teodoro Peñaloza44 plantea esto así: El anarquismo complementa el brazo y el cerebro porque ambos miembros son partes de un solo organismo social; si bien el cerebro elabora, trabaja, se fatiga en los laboratorios, investigando, perfeccionando, creando técnicas, nuevas concepciones para mejorar el servicio social entre los hombres, el brazo ejecuta lo pensado por la cabeza. Brazo y cerebro tienen el mismo valor intrínseco y siempre al servicio del pueblo […]. El anarquismo recibe todas las experiencias y no las encierra en determinadas fronteras regionales, avizora horizontes amplios, grandes, para ponerse en servicio de la humanidad (en Lehm y Rivera 1988: 9).

Asumidos como libertarios, los folistas tomaron la acción directa y la huelga general como sus instrumentos fundamentales en la confrontación contra los empresarios y el Estado, aunque alguna vez la reivindicación de la lucha armada también encontró aceptación dentro de la federación: al iniciarse 1931 un grupo de dirigentes y miembros de base consideraron necesario recurrir a la “propaganda mediante los hechos”, práctica orientada al uso de las bombas y de la violencia selectiva como medios para acelerar procesos de insurrección en las masas. Bajo esa lógica, algunos folistas abrazaron el anarquismo conspirativo, creando una red que realizó atentados dinamiteros y pretendió tomar por asalto el cuartel de Miraflores en La Paz. Por otra parte, las acciones y discursos de los folistas muchas veces hallaban su fundamento en el principio del apoliticismo, según el cual, la intromisión de los partidos –de derecha o de izquierda– era considerada perjudicial para la organización sindical. Se trataba de un rechazo a los políticos “profesionales” y a los intelectuales que buscaban insistentemente “dirigir” a los obreros que, debido a su enajenación por el trabajo, supuestamente no podían pensar por sí mismos; de ahí que los folistas 44

Profesor tempranamente vinculado con la FOL, que contribuyó de forma importante en la formación doctrinaria y en la alfabetización de las bases anarcosindicales paceñas, siendo también, según se dice, colaborador de la escuela de Warisata: la famosa experiencia pedagógica indígena realizada en el altiplano entre 1931 y 1940.

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combatieron enérgicamente las actividades político-partidarias en el seno del movimiento obrero, distinguiéndolas claramente de las labores sindicales. Fue éste uno de los grandes temas de debate frente a los marxistas, que no comprendían a cabalidad que el apoliticismo anarquista no significaba una renuncia a la política como tal, en un sentido amplio y entendida como la gestión de los asuntos comunes. El apoliticismo estaba más bien referido a la animadversión de la política en tanto “especialidad” de elites intelectuales y en tanto gestión estatal, pues los ácratas tenían la lúcida certeza de que una nueva sociedad no podía ser construida con medios autoritarios como la verticalidad de una organización partidaria. Esto llevó a los artesanos libertarios a rechazar la intromisión de intelectuales y estudiantes en las actividades obreras, al considerar que los pensadores tenían que ser también trabajadores, posición que, si bien fue una forma radical y efectiva de mantener su autonomía, en ciertas circunstancias también les restó fuerzas que tal vez pudieron ser importantes en determinados momentos de crisis y persecución. También se sobreentiende que dicha perspectiva implicaba el rechazo a la lucha electoral. Al respecto, veamos algunas partes sobresalientes de un manuscrito sin fecha ni firma hallado por Lehm y Rivera, cuyo autor posiblemente fue José Mendoza,45 ya que el documento se encontró entre sus papeles: Son innumerables los consejeros que nos envía la burguesía para que en todas las ocasiones intenten el torcimiento del ritmo de nuestras acciones [...]. A veces se presentan también como escritores en formación, desengañados del ambiente burgués, deseosos de poner su inteligencia al servicio de los humildes [...]. Y sin saber cómo ni de qué manera, un día les vemos saltar por las tribunas, entrar y sentarse en las redacciones de nuestros periódicos, deslizarse en los grupos y hablar en las reuniones [...]. Parece que la causa ha ganado nuevos adeptos... Pero llega 45

La historia de los hermanos Mendoza está todavía por escribirse. Se trata de una familia compuesta por más de siete hermanos, cinco de los cuales –Catalina, José, Max, Fermín y Víctor– estuvieron estrechamente vinculados, algunos más que otros, con actividades anarcosindicales. José Mendoza fue un gran carpintero ebanista concubinado desde joven con Elena Belmonte, mujer delicada de salud con quien tuvo dos hijas. Después de la guerra del Chaco fue compañero sentimental de Petronila Infantes, la afamada dirigente culinaria con quien tuvo otras hijas más. Durante su esforzada lucha sindical José se destacó por su capacidad organizativa e intelectual y asumió la secretaría general de la FOL durante el difícil período de postguerra.

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un día en que la abnegación se trueca en suplicio, la ilusión en desencanto, el sacrificio en dolor [...] Vencidos, reaparece en ellos la antigua personalidad de origen: la educación central del concepto burgués [...]. Y decimos y afirmamos que el político y el socialista libertario no pueden darse en una misma persona, son éstos antagónicos. El ideal del primero nace de una necesidad que es el de gobernar; el ideal del segundo es otra necesidad, ser libre. Al gobierno se llega por el sendero de la política, por elección o por un golpe de fuerza [...]. A la libertad se va por la revolución, por vía directa, arrebatando al Estado lo que éste arrebató anteriormente a la sociedad, he ahí dos conceptos que no hay forma humana ni divina de armonizar (cit. en Lehm y Rivera 1988: 30, 31).46

Estos rasgos discursivos antiestatales y antiautoritarios aglutinaron rápidamente a cada vez más sectores laborales en torno de la FOL, creándose así un gran movimiento plebeyo y de masas que tuvo varios campos de acción, siendo algunos de los más importantes la lucha por el reconocimiento y valoración del trabajo manual, el autodidactismo obrero, la autonomía organizativa femenina, la solidaridad internacional, el apoyo a las luchas indígenas, la lucha contra el racismo y la discriminación, la lucha contra el carnet de identidad, la resistencia a los abusos de los gendarmes municipales en los mercados y la lucha por la jornada de ocho horas de trabajo. A continuación paso revista sucintamente sólo a algunas de estas demandas y campos de acción, debido a que se extienden cronológicamente hasta después de la guerra del Chaco. Uno de los aspectos más valiosos y significativos de la FOL fue sin duda el autodidactismo obrero, pues los anarquistas generaron un gran despliegue de actividades culturales y de alfabetización –mediante conferencias, veladas literarias, sesiones teatrales y círculos de estudio– convirtiendo a sus sindicatos en auténticas “universidades obreras”. Teodoro Peñaloza señala:

...la parte que me agradó mucho a mí, personalmente me convenció, tonificó mis convicciones, era que, más que organizar por organizar, se programaban veladas literarias de carácter cultural. Una tras otra se ha hecho. Si no me falla la memoria, creo que se hacía una por mes, o aun en forma más frecuente. Y para estas veladas literarias ya nombraban pues ellos a un disertante, del número de fondo. Mientras tanto habían números de música, habían canciones libertarias, habían algunas anécdotas, poemas, recitaciones. [...]. En las veladas literarias se ha sembrado, ha sido como esparcir una semilla. Y de cincuenta que escuchaban, seguramente cuarenta y cinco estaban con las mentes blancas y abiertas, y cayó la semilla y fructificó (en ibid.: 201).

La FOL también llevó a la práctica una sorprendente autonomía organizativa femenina mediante la constitución, durante 1927, del Sindicato Femenino de Oficios Varios (SFOV), siempre en la ciudad de La Paz, instancia integrada por cholas vinculadas con los dirigentes folistas entre las que se destacan Catalina Mendoza,47 Rosa Rodríguez, Susana Rada y Felipa Aquize. Durante esta etapa el SFOV extendió su influjo a gremios de lavanderas, lecheras, floristas y verduleras, cambiando su nombre meses después de su fundación por el de Federación Obrera Femenina (FOF); sin embargo, ambas denominaciones se mantuvieron en forma paralela tal vez hasta 1930, pues el estandarte del SFOV todavía aparece en algunas fotos de esos años. En esta época la actividad del SFOV-FOF no fue tan intensa, pero se sabe de su relevante participación en la Convención Nacional de Mujeres –organizada el primero de mayo de 1929 por el sufragista “Ateneo Femenino”–, a través de una delegación compuesta por Rosa Rodríguez, Susana Rada y Catalina Mendoza. Allí las cholas organizadas discutieron con las mujeres de la oligarquía de forma tan acalorada que tuvieron que abandonar el evento sin poder terminar de leer su ponencia. El más famoso 47

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García Mérida (1995: 211) compara los supuestos “postulados apolíticos” de la revista cochabambina Arte y Trabajo –creada por Cesáreo Capriles– con los ideales de la FOL, aludiendo a un pretendido “documento fundacional” de la federación anarcosindical. Pero el documento que cita García Mérida para comparar a la FOL con Arte y Trabajo no es de ningún modo un “documento fundacional” folista, sino más bien el manuscrito recientemente citado y atribuido por Lehm y Rivera a José Mendoza. Respecto de Cesáreo Capriles y la revista Arte y Trabajo véase el apéndice 2.

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En relación con Catalina Mendoza, hermana de José y conocida simplemente como “Cata”, hay que decir que fue una de las más activas dirigentas del anarcosindicalismo boliviano. Aparte del SFOV y de la primera Federación Obrera Femenina en 1927, esta valerosa chola también fundó la Unión Femenina de Floristas (UFF) en 1936, organización que vanguardizó múltiples luchas en los mercados durante la primera mitad de la década de los 40. “Cata” hablaba aymara a la perfección y llevó sus ideales a la práctica concreta: se resistió por muchos años a tener carnet de identidad y nunca se casó. En su vida sindical sufrió varios arrestos y se destacó por su combatividad y por su ímpetu organizador.

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periódico anarquista uruguayo de la época reseñó brevemente la participación de estas mujeres en tal reunión: LAS OBRERAS LIBERTARIAS DE LA PAZ-BOLIVIA Con motivo de la Convención Nacional de Mujeres [...] el Sindicato Femenino de La Paz editó un manifiesto en que expone sus puntos de vista frente al problema de la emancipación femenina. Dicho sindicato, que tiene orientación libertaria, hízose representar en dicha Convención y se puso de manifiesto de inmediato que se hallaba solo en la oposición, pues las demás delegaciones eran hechura de los curas [...]. Menos mal que el Sindicato Femenino de La Paz dio la nota alta valiente, que los organizadores de la Convención no se imaginaron nunca. Y si bien se vieron en obligación sus delegadas de retirase, lo hicieron después de dejar expresadas verdades tan grandes que algún día han de germinar en las mentes de las mujeres bolivianas. El trabajo que la delegación del Sindicato Femenino elevó a la Convención referida se titula “La ignorancia es madre de la esclavitud”, y produjo un revuelo fenomenal entre las demás delegaciones, constituidas por elementos clericales netos y reaccionarios declarados (El Hombre N° 1. 22 de junio de 1929).

El “Ateneo Femenino” permitió a regañadientes la participación de las cholas porque, al tratarse de un evento de las damas de alcurnia, se quería guardar apariencia de armonía, unidad y tolerancia ante la opinión pública, pero esta intención se agotó prontamente frente al tono crítico de las trabajadoras quienes, días después, organizaron una manifestación apoyada por la FOL en la que menudearon discursos en aymara protestando contra la convención debido a su carácter excluyente y elitista.48 Esto ocasionó polémica pero también algunas simpatías: una periodista llamada Martha Mendoza escribió en el periódico Opinión Nacional: Digo pues que me gustó más el mitin contra la convención que la convención misma por ese arranque espontáneo del pueblo, creo que fue una de esas corazonadas que se revelan sin más interés que el del bien a secas, sin más admiración que la defensa propia, en forma llana, rotunda y fuerte (cit. en Medinaceli 1989: 151) 48

Una excelente representación de la participación de las cholas en esta convención puede verse en el docuficción Voces de libertad, de Raquel Romero y Cecilia Quiroga, con la colaboración de Ximena Medinaceli y Silvia Rivera.

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Hay que destacar también que la reivindicación de la identidad chola de las mujeres del SFOV-FOF estaba unida a una profunda convicción de lucha y confrontación contra los representantes estatales que exaccionaban a las vendedoras de los mercados, explosiva combinación que se ve reflejada en un aguerrido manifiesto difundido por la organización femenina en julio de 1929: Han pasado ya los tiempos en que las mujeres reclamaban sus intereses de rodillas. La mujer de hoy día, en especial la chola boliviana, conoce sus derechos, por eso reclama con todo el valor y con toda convicción, cara a cara: ¡No más atropellos, no más injusticias! Unos cuantos soldados, algunos abortos de la naturaleza que les gusta el título de comisarios, no podrán desde ahora imponernos silencio coercitivamente, ni exigirnos pagos de multas. Si para nuestros reclamos, si para detener la acción vandálica de los genízaros y vampiros, no existen autoridades superiores, conste que estamos unidas y que conseguiremos hacernos respetar sin miedo a la bayoneta o al fusil, como lo hicieron las mujeres de Uncía [...]. ¡Mujeres del pueblo, madres de la clase proletaria, chola que perdiste tu libertad, venid a nuestro lado a combatir por nuestra Redención Social! (cit. en Lehm y Rivera 1988: 38,39).

No obstante, el verdadero protagonismo de las cholas libertarias se dará con plenitud durante la postguerra, época en que la deserción de algunos sindicatos masculinos llevará a los gremios de mujeres a convertirse en la vanguardia de la FOL en momentos de desbande y desorganización. Un campo de agitación importante de la FOL y del SFOVFOF fue también el internacionalismo, pues a fines de 1927 ambas organizaciones realizaron en La Paz diversos mitines, movilizaciones y conferencias, como parte de una campaña que denunciaba la injusta ejecución de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, los libertarios italianos electrocutados durante ese año en Estados Unidos. Asimismo, entre 1928 y 1929, la FOL y el SFOV-FOF llevaron a cabo una intensa campaña por la libertad de Simón Radowitsky, el célebre anarquista ruso condenado a cadena perpetua en Ushuaia: la gélida e inhóspita región del sur argentino cercana al fin del mundo.

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En otro frente de acción, pese a la raíz occidental de las doctrinas anarquistas, los folistas también apoyaron en varias ocasiones a la organización y a las luchas de los comunarios y colonos aymaras. Sucede que los miembros de la FOL quedaron impactados al conocer de cerca la dura realidad agraria del país y se vieron en la necesidad de replantear su doctrina para una mejor comprensión de las acciones rebeldes indígenas. Recordemos que los primeros contactos de algunos anarquistas con comunarios y colonos del altiplano se remontan a 1924, cuando Luciano Vértiz Blanco y Desiderio Osuna brindaron asesoramiento legal a los comunarios de Chililaya que en ese momento enfrentaban un conflicto de tierras con los vecinos de Puerto Pérez. También existen evidencias de que el afamado cacique Santos Marka Tula se acercó a la FOL en 1928 buscando apoyo para la lucha comunaria, y de hecho, cada vez que estaba en La Paz, Marka Tula se quedaba alojado en la casa de Cusicanqui, quien de esta manera se puso al tanto de las andanzas del cacique. Sobre el mismo tema el historiador Ángel Cappelletti (1990: 66) señala que en 1931 el anarquista argentino Ismael Martí escribió desde algún lugar desconocido al intelectual libertario austríaco Max Nettlau, para enterarlo del proyecto de algunos anarcosindicalistas bolivianos de traducir los libros clásicos del anarquismo al quechua y al aymara. Si bien este proyecto probablemente nunca se hizo realidad, la constancia de que existió refuerza la certeza de que los ácratas bolivianos concebían a Bolivia como una sociedad colonial y étnicamente estratificada, debido a lo cual no soslayaron las reivindicaciones indígenas como un eje central de su accionar revolucionario. Con todo, el mundo indio era visto como un lugar a ser civilizado, tema que comento brevemente en el acápite Cholaje y anarquismo del apéndice 1. Finalmente, otro de los campos de combate más duros para la FOL consistió en la obtención de la jornada de ocho horas de trabajo, posibilitada gracias a la tenaz y esforzada campaña que realizaron los folistas desde 1926, y que se agudizó entre 1929 y 1930.

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La lucha por la jornada de ocho horas de trabajo a) Antecedentes y leyes incumplidas Hasta ahora nadie ha podido establecer con claridad el momento preciso en que los trabajadores bolivianos obtuvieron la jornada laboral de ocho horas, debido al hecho de que ésta fue una conquista larga y gradual que se concretó poco a poco a través de distintas movilizaciones, que se extendieron incluso hasta después de la guerra del Chaco. Los albores de esta lucha se remontan a la época de la FOI (1912-1918), entidad que fue, como vimos anteriormente, una de las primeras organizaciones en demandar la reducción del tiempo de trabajo. Hay que señalar también que por esos años, y hasta 1930, las jornadas laborales podían llegar a durar entre diez y catorce horas o más, según el lugar y la modalidad de trabajo. En el caso de la construcción, por ejemplo, resulta interesante notar cómo, a partir de la expansión urbana que comenzó en el período liberal durante las primeras décadas del siglo XX, la situación de este sector se vio agravada por la afluencia de mano de obra no calificada proveniente de las comunidades sin tierra del altiplano. Los lujosos hoteles, clubes, teatros y viviendas se construían vertiginosamente abusando de esta fuerza de trabajo, mientras que maestros y albañiles no tenían otra opción que someterse a condiciones humillantes, largas jornadas y faenas adicionales impuestas fácilmente por contratistas y patrones bajo la amenaza del despido (THOA 1986a: 48). El testimonio de un constructor es elocuente: Antes trabajaban diez horas diarias desde las siete de la mañana hasta las doce del día y desde la una de la tarde hasta las seis, por aquellas fechas no había mucho trabajo, entonces por hacerse querer trabajaban a voluntad [...]. Hacían faena los domingos, para los contratistas había que arreglar alguna cosa, entonces recién pagaban pues el día domingo. Había pues abusos, yo era huérfano e iba a trabajar de cargador de tierra; la primera vez me pagaban 20 centavos que no alcanzaba para nada, eso era el año 1926-1927, por ese entonces ya se comenzó la lucha por las ocho horas de trabajo (Guillermo Gutiérrez en ibid.: 48, 49).

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Pero nada se comparaba con el trabajo en las minas, del que se puede decir que era el epítome de la explotación más abyecta por la dureza de sus condiciones materiales y por sus largas e inhumanas jornadas. Jaime Mendoza relata, en su ya citada novela, que hacia 1911 existían mineros que, carentes de casas o chozas, vivían en cuevas y trabajaban más de veinticuatro horas seguidas (1976 [1911]: 52,57).49 Barcelli (1956: 77,78) hablando de la jornada de trabajo minero señala que ésta, hasta fines del segundo decenio del siglo XX, quedaba sometida al capricho del patrón o bien al interés del obrero que en su afán por lograr un mejor salario no vacilaba en aceptar un régimen suicida: la jornada normal de trabajo al interior de las minas era de doce horas, tiempo que podía prolongarse a veinticuatro y a veces a treinta y seis, no siendo raro el increíble caso de trabajadores que realizaban jornadas de hasta cuarenta y ocho horas de duración. Casi sobra decir que en todo ese tiempo el minero quedaba privado de luz solar y encerrado en un ambiente enrarecido que a menudo se encontraba intoxicado por emanaciones deletéreas causantes de varias muertes, sin mencionar otros peligros como los derrumbes, etcétera. Ante una realidad tan dura, la reducción de la jornada laboral se fue convirtiendo en una de las más grandes aspiraciones de los trabajadores bolivianos y especialmente de los mineros. Por esto no debe extrañarnos que un hito de gran importancia en esta lucha haya sido producido por la acción de los trabajadores del subsuelo, concretamente por los mineros de Huanuni, quienes en noviembre de 1919 conquistaron la jornada de ocho horas, aunque sólo para los obreros de la empresa de Patiño en ese distrito minero. Esto se logró después de que los trabajadores de la mina y del ingenio de Huanuni se movilizaron doblando el brazo a las autoridades y a los capitalistas en una reunión realizada en Oruro con el subgerente 49

La casi inverosímil realidad de mineros que vivían en cuevas se evidencia hasta 1950. El onceavo mes de aquel año un tal Juan Balcázar escribió: “En las zonas mineras pobres no es raro encontrar habitaciones talladas en la misma roca, a manera de las cuevas de la edad de piedra; en ellas alternan una o más familias, turnándose el derecho a pasar la noche; durante el día no les hace falta teniendo por vivienda única la bocamina o sus alrededores” (en: La Voz del Campo. Boletín de la “Sección cultural de la FAD”. N° 2. Noviembre 1950). Ya en 1926 otro desconocido, Antonio Lizárraga, también había señalado que al sur de Potosí los mineros “viven en cuevas con ramas espinosas como puertas” (en: La Antorcha. Nº 225. 22 de octubre de 1926).

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de la empresa y con el prefecto del Departamento. Por vez primera en el país se lograba dividir las veinticuatro horas del día en tres jornadas de ocho horas cada una, las que, en este caso, debían ser laboradas por tres grupos diferentes (ibid.: 79, 80). Pese a este antecedente de 1919 tuvieron que pasar largos años para que la jornada de ocho horas se institucionalizara de forma oficial y se aplicara efectivamente a todas las ramas de trabajo. Por otra parte, respecto de las legislaciones, Lora (1970: 361) señala que la ley del 21 de noviembre de 1924 fue la primera que limitó la jornada de trabajo a ocho horas, pero solamente para los empleados del comercio y “otras industrias”. Sin embargo dicha ley, firmada por el propio Bautista Saavedra, resultó insuficiente y paulatinamente se acentuó la movilización de los sectores que no fueron tomados en cuenta, por lo que el alcance de esta normativa tuvo que ampliarse. El 8 de enero de 1925 se dictó otra ley, bajo el pretexto de interpretar la de 1924, donde se establecía que la denominación “otras industrias” debía comprender a los empleados de mina y a los de oficina sujetos a sueldo mensual en las empresas ferroviarias dependientes del Estado, y a los trabajadores de empresas ferroviarias particulares. El alcance de la ley crecía, no obstante en ella todavía no se tomaba en cuenta a otros sectores asalariados. Posteriormente se hizo conocer el decreto reglamentario del 16 de marzo de 1925, que hizo extensivo el beneficio a los “empleados que trabajan en oficinas de cualesquiera ramos de comercio, industria, minas y ferrocarriles del Estado o particulares, ya sean estos en construcción o explotación”. A fines del mismo año la legislación se ensanchó un poco más mediante la ley del 18 de noviembre incluyendo a los trabajadores de los tranvías. El problema era que, más allá de la letra muerta, en la realidad las cuatro disposiciones legales –la ley de noviembre de 1924 y las tres normativas de 1925– no se hacían cumplir, ya que los patrones y empresarios de minas, fabricas y maestranzas simplemente asumían una actitud de desdén frente a la legislación que, además, sólo se aplicaba en rigor para los banqueros y para los empleados de la burocracia de la administración pública. Debido a esto, pese a que las leyes ya reconocían las ocho horas, en los hechos el beneficio no era universal ni reconocido por la mayoría de los capitalistas. Así puede entenderse por qué esta lucha duró tantos años y ocasionó tantos conflictos.

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b) La lucha en las calles y la crisis mundial El movimiento definitivo por hacer efectiva la demanda de las ocho horas para todos se gestó durante la segunda mitad de 1926 –a casi dos años de promulgada la primera ley–, entre los trabajadores en madera aglutinados en la USTM: desde el mes de septiembre este sindicato inició un ciclo de manifestaciones que se repitieron por varios años y que contaron con la rápida incorporación del SCCA y de otras organizaciones sindicales. Un informe de Rigoberto Rivera –ex miembro del antiguo y desaparecido COES–, publicado en noviembre de 1926 y encontrado por Lora, da cuenta de la fortaleza y de la creciente convocatoria que tenía la USTM: La Unión de Trabajadores en Madera [...] está formada actualmente por los operarios que trabajan en las siguientes fábricas y maestranzas de la ciudad de La Paz: “La Nacional”, “La Ideal”, “Centenario”, “Italo-Americana”, “Gundlach” y “Americana”, y además por un buen número de operarios, ebanistas y carpinteros que trabajan en talleres particulares. Cuenta con 110 adherentes y sus filas están engrosando cada día [...]. En el curso del mes de septiembre, los componentes de esta organización obrera han llevado a cabo tres importantes asambleas que tenían por objeto preparar el ánimo de todos los asociados para una próxima campaña en pro de la jornada de ocho horas y la abolición del trabajo a contrata. Esta agitación continúa realizándose y puede anticiparse que se avecina una lucha contra el patronato por la conquista de esas mejoras (cit. en ibid.: 358, 359).

Durante enero del año siguiente el semanario argentino La Antorcha, en su número 232, comentaba acerca del nacimiento en La Paz del “Comité Obrero pro-jornada de ocho horas”, de tendencias “antiestatalistas y libertarias”, conformado por carpinteros, mecánicos, trabajadores en fábricas de velas, una “Unión de Zapateros”, una “Sociedad de Panaderos” y las agrupaciones “Despertar” y “Brazo y Cerebro”, gran comité que dio nuevos bríos a la campaña por la reducción del tiempo de trabajo. En este período también se destacó el SCCA como uno de los sindicatos más combativos debido a que los constructores –al igual que las culinarias– trabajaban para empresas o familias sin un límite de tiempo legalmente establecido, lo cual hizo que estos trabajadores decretasen una huelga general por la reducción de la jornada laboral a mediados de 1928 con la participación de 80 / Huascar Rodríguez García

varios sindicatos de la FOL. Ni bien planteada la movilización la policía irrumpió en las oficinas del SCCA, ubicadas en la plaza Belzu, arrestando a Cusicanqui, Fermín Yana, Modesto Escóbar50 y varios activistas más. Así y todo la huelga y las demostraciones de fuerza continuaron de forma casi ininterrumpida: los constructores crearon diversas comisiones descentralizadas y organizadas por lugar de trabajo, que una a una cayeron en las manos de la policía dado que el gobierno de Siles decidió aplicar mano dura contra todos los revoltosos. El constructor Fermín Yana relata que algunos de los detenidos fueron posteriormente desterrados: Fuimos perseguidos y un día apresados en esta sede de la calle Mamoré-Sajama por el entonces comisario Felipe Osorio y sus agentes, fuimos rodeados cuando estábamos sesionando y llevados al arresto. Todos nosotros íbamos cantando la Marsellesa Libertaria, vivando a la clase trabajadora y dando mueras al capitalismo; de ahí fueron desterrados los compañeros Leandro Chuquimia, Modesto Escóbar, el peluquero "Coquito", el pintor Nava y otros (en THOA 1986a: 51).

La huelga y las movilizaciones de 1928 continuaron hasta septiembre51 y no pudieron superar a la represión; sin embargo quedaron sentadas las bases para las igualmente intensas luchas de los próximos años, que combinarán la demanda de las ocho horas con nuevas y radicalizadas consignas de cambio social. El activismo libertario de 1928 generó también la creación del periódico Humanidad: órgano oficial de la FOL que llenó sus páginas con coberturas de las luchas cacicales indias, anticlericalismo, denuncias del carácter nefasto de la injerencia política en el movimiento obrero y notas de contenido subversivo en general. Entre los redactores de esta publicación se destacaron Luis Salvatierra, Desiderio Osuna y el ilustre pintor y escritor 50

51

Cerrajero y plomero de oficio, Modesto Escóbar fue otro de los militantes más importantes del anarquismo boliviano. Jugó un papel particularmente descollante en el activismo rural de la FOL, federación de la que por un tiempo fue secretario general, y debido a su pertinaz labor sindical sufrió reiterados maltratos y largas estadías en la cárcel. En septiembre los obreros de la Fábrica de Papeles y Cartones de La Paz donde se trabajaba catorce horas diarias por míseros salarios y donde mujeres y niños eran sujetos a diversas humillaciones y multas realizaron una huelga que finalizó en derrota, pero que puso en evidencia ante la incrédula ciudadanía paceña las atroces condiciones existentes en este sector laboral (La Antorcha. Nº 278. 21 de septiembre de 1928).

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bohemio Arturo Borda, quien escribía sus artículos bajo el pseudónimo de “Calibán”.52 Durante el mismo año la brecha entre marxistas y anarquistas se abrió más. Un ejemplo de ello es el periódico paceño Solidaridad –que simpatizaba con la FOT–, desde cuyo primer número se desprestigiaba a los anarquistas y se desconocía su trayectoria en estos términos: En las postrimerías del año anterior, dentro de las agrupaciones obreras, se han presentado elementos esporádicos con el título de anarquistas o libertarios y han tratado de entronizarse en los centros obreros engañándolos con el prurito de antipolíticos y verdaderos revolucionarios (cit. en Medinaceli 1989: 101).

Pero volviendo al tema de la represión de 1928, nótese que ésta también se incrementó debido al auge patriótico provocado por los incruentos choques de tropas paraguayas y bolivianas en la frontera del Chaco. Con este pretexto todo aquel sospechoso de alterar el orden público podía ser considerado por las autoridades un “traidor a la patria” o un “agente del comunismo internacional”, y bajo tal excusa cayeron presos varios obreros, entre ellos el ácrata peruano Paulino Aguilar.53 El número 279 del periódico argentino La Antorcha señala que Aguilar fue detenido en La Paz a principios del octavo mes de 1928, ante lo cual varias personas de los grupos y sindicatos folistas se instalaron en las afueras del panóptico haciendo vigilia y exigiendo su libertad. Luego, a la media noche del 29 de agosto, tras 26 días de prisión, el activista peruano fue enviado a Chapare y después a las selvas 52

53

Carlos Salazar Mostajo (1988: 146), uno de los principales protagonistas de la experiencia pedagógica de Warisata, atribuye un papel central a Arturo Borda en la dirección de la FOL, tema que tendría que ser más investigado, aunque no caben dudas respecto de las tendencias anarquistas del lúcido y loco bohemio. Gracias a una carta enviada desde Lima por C. Bellido a Cusicanqui (ATHOA), sabemos que Paulino Aguilar (alias Matías Oken) era un activo luchador social, redactor del periódico ¡Adelante!, ex administrador del periódico La Protesta y ex secretario general de la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, agrupación libertaria fundada en 1923. Después de permanecer once meses recluido en varios calabozos peruanos, incluida la prisión de la isla de San Lorenzo, el gobierno del tirano Leguía expulsó a Paulino de su país, siendo así que fue a parar en La Paz a principios de 1928, donde logró contactarse con los folistas, quienes le brindaron ayuda y cobijo mientras él, en reciprocidad, colaboró de diversas maneras con la federación anarcosindical paceña.

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de Santa Cruz, desde donde logró fugarse viviendo inverosímiles aventuras para llegar finalmente a Brasil, país en el que se quedó por más de dos años, según se supo más tarde. Entretanto, los incidentes fronterizos menores entre Bolivia y Paraguay seguían siendo noticia y alcanzaron súbitamente proporciones mucho más grandes: el 8 de diciembre, y sin previo aviso, el ejército paraguayo asaltó el fortín boliviano “Vanguardia” generando una gran conmoción en todo el país. Frente a una posible confrontación bélica los ácratas y otros sectores sindicales radicales lanzaron una campaña pacifista que acarreó la intensificación de la represión, legitimada esta vez por los exaltados sentimientos patrióticos. Pero la represión no fue suficiente para detener el crecimiento del anarquismo: en La Paz apareció una agrupación llamada “Luz y Libertad” y se crearon nuevos núcleos libertarios en las localidades de Huanuni y Uyuni –en Oruro y Potosí respectivamente– entre 1928 y 1929. Durante 1929 las acciones de los folistas se habían incrementado de diversas formas: en mayo enviaron un delegado –el carpintero Miguel Rodríguez– al congreso constituyente de la Asociación Continental Americana de Trabajadores (ACAT)54 en Buenos Aires, y también desplegaron nuevas movilizaciones y difusiones panfletarias en La Paz. Una suerte de reseña de las actividades obreras de ese año publicada en un diario pro gubernamental, desde donde se pretendía desprestigiar a los anarquistas, nos muestra claramente cuál era la visión oligárquica de aquellas luchas plebeyas: AL MARGEN DE LAS ACTIVIDADES OBRERAS Pidiendo la implantación de la jornada máxima de ocho horas [...] el gremio de albañiles ha desplegado una propaganda activa con una serie de meetings y manifestaciones, llegando al caso de querer imponer sus pretensiones mediante una huelga, que se solucionó después de diez días a raíz de la intervención 54

La ACAT fue una gran asociación proyectada por la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y por la Confederación General del Trabajo (CGT) de México desde mediados de la década de los 20. La ACAT se creó durante mayo de 1929 en Buenos Aires, con la asistencia de delegados de países como Guatemala, Uruguay, Brasil, Costa Rica, Estados Unidos y por supuesto la Argentina, México y también Bolivia que estuvo representada por Miguel Rodríguez –en nombre de la FOL– y por Fournarakis que representó a las agrupaciones “La Antorcha” y “Luz y Libertad”. En su documento fundacional la ACAT decía encarnar “el centro natural de convergencia del anarquismo en América” y hablaba de la necesidad de abolir el Estado y de su simpatía por todo ensayo revolucionario llevado a cabo mediante la vía armada.

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del Prefecto y de los acuerdos a que llegaron las comisiones de constructores y albañiles [...]. En su mayoría los gremios obreros están afiliados a la FOT, y unos pocos a la FOL. Actúan en esta última los elementos más exaltados y subversivos; aquellos que profesan los principios del Comunismo Anárquico y que obran bajo la directa sugestión de una de las grandes agrupaciones comunistas de Buenos Aires [...]. Uno de los miembros de la FOL dedicó todas sus actividades a efectuar una amplia e intensa propaganda subversiva entre la gente del campo, provocando sublevaciones de indígenas en diferentes puntos del altiplano y otros lugares. Implicando esto un grave e inminente peligro para el orden establecido, ese agitador fue también alejado del país (La Razón 25 de diciembre de 1929).

Hace más de un siglo y una treintena de años que venimos sufriendo la esclavitud más inicua que podía pasar en la hora Republicana que nos ofreció la independencia, que nos costó la vida y sangre india para librarnos del yugo español que nos hizo gemir durante más de cuatrocientos años o cuatro siglos: a maravilla bailaba el garrote, las patadas sobre nuestras espaldas en aquellos años de barbarie y hoy se repite con más fuerza la brutalidad en pleno siglo de la libertad. Si en aquellos tiempos hemos trabajado gratis para el señor español y hoy lo mismo para con criollos haciéndonos trabajar de sol a sol sin que obtengamos ni un centavo por el duro trabajo [...]. Nos ultrajan los criollos de pantalón, chicote en mano, a mujer, hombre, niño y anciano cómo nos esclavisan ¿Qué diremos de los doctores Abogados y demás kellkeris?56 ¡Oh! Éstos son los más ladrones y forajidos que nos roban con la Ley en la mano y si decimos algo va la paliza y de yapa nos mandan a la cárcel por unos diez años y mientras eso, arrojan a nuestra mujer e hijos y también terminan con el incendio de nuestras casitas y nosotros somos blancos de las balas de los hombres tan dignamente ilustrados. Ahora preguntamos: ¿Dónde está el derecho de gente? ¿qué llaman gente los señores gobernantes? Nosotros, Indios cerrados en la estepa Andina de América por obra exclusiva de nuestros opresores, el indio boliviano tiene sus simpatizadores hipócritas de levita y la clerecía, pero mientras por detrás se fragua nuestra completa desaparición en plena civilización dotándonos de leyes de horca... El Carnet de Identidad ¿para qué nos servirá para nosotros indios? Puesto que nosotros somos una bestia de carga nada más. ¿Por qué nosotros podremos contribuir dando cumplimiento a la ley sarcástica llamada impuesto a la Renta? [...] ¿Por qué nos haceís retroceder a la era salvaje vosotros civilizados? [...] Servicio militar, ir a morir al Chaco, sin ninguna remuneración. Prestación vial, trabajar gratis diez días con herramienta propia y comida [...] ...y el mártir de Guaqui, en pleno cuartel habeís fraccionado los miembros como una fiera sanguinaria a nuestro hermano Prudencio Calisaya, vosotros soldados mandones no tenéis derecho a llamaros civilizados, soís bárbaros criminales del siglo XX, mutiladores y destructores de la humanidad. (cit. en Rivera 1988: 5, 6).

Cuando la última parte de la nota menciona a un instigador de sublevaciones indígenas puede ser que se refiera a Cusicanqui, ya que éste, durante mayo del 29, publicó un manifiesto antirracista bajo el título “La Voz del Campesino”, por el que fue tenazmente perseguido, junto a Modesto Escóbar y Jacinto Centellas, siendo finalmente detenido y confinado en algún lugar del trópico paceño, pero no expulsado del país, pese a que, como veremos más adelante, el gobierno pretendió deshacerse del mecánico libertario intentando llevarlo más allá de las fronteras bolivianas mediante la oferta de dinero y la amenaza de muerte. En el manifiesto que tanto escándalo ocasionó, Cusicanqui, siempre asumiéndose como indio, esbozaba una serie de argumentos contra el Estado criollo y racista, denunciando la opresión, el trabajo forzado y los injustos impuestos a que eran sometidas las mayorías indígenas de Bolivia. Asimismo protestaba contra el carnet de identidad y el servicio militar, y denunciaba el casi ignorado asesinato del cacique-apoderado Prudencio Calisaya, ocurrido en el cuartel de Guaqui a manos del famosísimo y nefasto coronel Julio Sanjinés.55 Veamos a continuación algunas partes salientes del polémico manifiesto: 55

Descendiente directo del general Julio Sanjinés –conocido terrateniente que en el primer gobierno de Ismael Montes se adueñó de fértiles tierras altiplánicas cercanas al lago Titicaca–, Julio Sanjinés hijo fue un personaje central para la elites dominantes debido a sus dotes de ingeniero y militar. Siempre cercano a la embajada norteamericana y a los círculos oligárquicos, Sanjinés dirigió varias represiones y operativos antiobreros, constituyéndose en uno de los principales negociadores entre la “rosca” y las clases trabajadoras. Tras los graves sucesos de abril de 1952 se refugió en la embajada de Estados Unidos trabajando como funcionario y facilitando el apoyo del Pentágono a los militares.

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Según el testimonio de Alberto Cusicanqui –segundo hijo de Luis como ya se tiene dicho–, el coronel Julio Sanjinés era paradójicamente tío de Cusicanqui por parte de su madre biológica –Angélica Sanjinés–, y en 1929 desempeñaba funciones de prefecto en la ciudad de La Paz. De este modo, cuando Luis estaba 56

Escribanos.

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preso debido al citado manifiesto, Julio Sanjinés habría ordenado que sacaran al detenido de su celda para que se presentara en el despacho prefectural, donde se le ofreció salir del país con todo pagado. Cusicanqui no aceptó la oferta y se dispuso su envío al cuartel Calama, lugar en el que fue sometido a diversas torturas como la ingestión forzosa de aceite automotriz, además de que cada día, a las seis de la tarde, otro detenido era obligado a regar con agua fría el piso de cemento de la celda que encerraba al mecánico anarquista quien, tembloroso y aterido, mantenía su moral siempre altiva a pesar de todo.57 Dada la inutilidad de las torturas para que el preso delatara a sus cómplices en la difusión de propaganda, las autoridades consideraron que lo mejor era desterrar a Cusicanqui enviándolo hacia algún lugar remoto del trópico paceño, confinamiento que se convirtió en la continuación de sus padecimientos: allí recibió una misteriosa nota de algún personero del Ministerio de Gobierno que lo conminaba a que saliera del país por cualquier medio, ya que existía la orden superior para matarlo.58 Ante la detención y los abusos la FOL organizó manifestaciones exigiendo la libertad de Luis, anhelo que no pudo ser conseguido pese al gran esfuerzo desplegado. De hecho las protestas ocasionaron nuevos arrestos: uno de los actos para la liberación de Cusicanqui frente al palacio de gobierno fue brutalmente reprimido por la policía montada que, tras golpear a varias mujeres y hombres, procedió a detener a casi la totalidad de los presentes, incluyendo a Rosa Rodríguez y Pablo Maráz. Empero, las movilizaciones consiguieron arrancar de las autoridades la decisión de trasladar a Cusicanqui a la localidad de Cohoni, región ubicada al pie del Illimani en una zona definitivamente menos jodida que la selva, donde el mecánico permaneció más de un año recluido junto a su compañera sentimental Ricarda Dalence. Lora, refiriéndose a los acontecimientos desencadenados a raíz de la difusión del manifiesto de Cusicanqui, cita un informe de la FOL publicado durante septiembre de 1929 en el número dos de la revista La Continental Obrera –órgano de la ACAT impreso en Buenos Aires–, el que en una de sus partes señala:

57 58

Comunicación personal con Alberto Cusicanqui. Ídem.

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Actualmente están prófugos de sus hogares los compañeros Miguel Rodríguez, Jacinto Centellas y Modesto Escóbar, quienes por el único delito de ser autores de un manifiesto titulado “La voz del campesino” se hallan perseguidos. También el compañero Luis Cusicanqui está preso desde hace veinticinco días. La pretensión de las autoridades es desterrarlo fuera del país y ponerlo al margen de todo contacto con los hombres, según manifestó el mismo Prefecto a la comisión que fue a reclamar su libertad [...]. Parece que la prisión del compañero Cusicanqui no ha sido suficiente; han arrebatado la bandera de la agrupación “La Antorcha” en una manifestación improvisada frente al palacio de gobierno pidiendo la libertad del citado compañero. En esta misma manifestación detuvieron a un centenar de compañeras afiliadas al sindicato femenino. El local de la FOL se halla custodiado por la policía. Nuestras sesiones se han quebrantado (cit. en Lora 1977: 65, 66).

En octubre el siempre solidario periódico uruguayo El Hombre realizó otra esforzada recolección de fondos económicos destinados a Bolivia, y los siguientes meses publicó rabiosas diatribas contra Siles junto a noticias que daban cuenta de la situación de los encarcelados. Luego de 18 meses de encierro Cusicanqui logró hacer llegar una nota a los anarquistas uruguayos, que la publicaron con el siguiente exordio: Cusi, el bueno de Cusi, allá en Bolivia, después de más de un año de confinamiento […], perseguido, maltratado, aún tiene fuerzas y llama a los camaradas al camino golpeando sus manos encallecidas: Eh! eh! arriba! Despierten muchachos y salgan. Vamos por la ruta de las rebeldías, con las manos en las manos, fraternos, solidarios. Lindo indio aymara, hermano Luis Cusicanqui, o simplemente Kusi, Cusi, como le llaman todos en Bolivia. He aquí su llamado, como lo ha redactado él, de su puño y letra, como indio puro, de la raza de los hijos del sol: La presente tiene por objeto de unirnos y estudiar la situación crítica por la que atravesamos […] Hoy me encuentro en una gruta prehistórica, encerrado como cavernario, y los golpes de una nueva vida me llaman a la puerta, pero qué dolor al no estar preparado. […] A este viejo ignorante, rebelde, bruto, ayúdale a sostener la bandera de las libertades… mis fuerzas desfallecen […] no quieras que se trunquen los propósitos de los hijos del trabajo… vosotros que en vuestros pechos anidáis impulsos generosos por altos ideales, dispuestos al sacrificio para defenderlos (en: El Hombre. 20 de noviembre, 1930).

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Pero todos estos acontecimientos sólo eran el preludio de una catástrofe que se asomaba en el horizonte: desde fines de 1929 hasta mediados de la década de los 30 se desató una gran crisis económica en medio de la cual la desocupación y el hambre alcanzaron niveles nunca antes vistos: el 14 de octubre de 1929 se produjo el “crack” en la bolsa de Wall Street de los Estados Unidos produciendo una intempestiva alteración en los negocios bursátiles que generó inmediatamente pánico y zozobra en banqueros y empresarios, pues las pérdidas económicas pronto alcanzaron cifras astronómicas. La crisis, que se extendió rápidamente a casi todos los países, presentaba tres características principales: caída de los precios de las materias primas, baja de la producción y altos niveles de desocupación. Este cataclismo económico no tardó en hacerse sentir en Bolivia, que después de la crisis de 1921-1922 mostraba una lenta recuperación. En esta ocasión la disminución de las cotizaciones de los minerales en el mercado internacional era más grave y generó un auténtico estado de alarma en los círculos gubernamentales, porque en cuanto declinaban los precios del estaño también declinaban los ingresos fiscales. La pésima situación económica durante el gobierno de Siles se agravaba en razón de que tenía una enorme deuda externa heredada por Saavedra, además de que mantenía una poderosa fuerza militar en el Chaco. La caída perpendicular de los precios internacionales del estaño registró rápidamente su impacto y las secuelas no se hicieron esperar: la desocupación se generalizó a principios de 1930 y nadie estaba seguro en su lugar de trabajo. Los salarios bajaron, los precios de los productos de primera necesidad se elevaron y el hambre se apoderó de todos los hogares plebeyos. Fue justamente en este difícil contexto que los folistas lograron materializar la rebaja de la jornada laboral para una gran parte de los trabajadores, y creo haber identificado la huelga y la movilización precisas que arrancaron tal conquista en la ciudad de La Paz. El 10 de febrero de 1930 la FOL, a iniciativa del “Comité proocho horas de trabajo” y los carpinteros de la USTM, inició una huelga general acompañada de manifestaciones provocadas por los operarios de la Maestranza Americana de maderas contra la gerencia, en demanda de la jornada de ocho horas y un aumento salarial de 30%, pedidos que inmediatamente se extendieron a los patrones de diferentes industrias y fábricas. En el pliego 88 / Huascar Rodríguez García

petitorio –firmado por Luciano Vértiz Blanco en representación de la FOL–, los trabajadores argumentaban acertadamente que para aquella época en todos los países del mundo ya regían las ocho horas, siendo Bolivia el último lugar donde se planteaba esta demanda (El Diario 11 de febrero de 1930). Otro periódico de la oligarquía detalla así los acontecimientos del 10 de febrero y la percepción que tenían algunos empresarios: Ha sido declarada la huelga general de obreros Decretada la Huelga General por la FOL, con la concurrencia de 18 entidades adheridas a la misma, bien pronto ésta se halló en camino de extenderse a otras agrupaciones, y sobre todo mereció de inmediato el apoyo de la FOT [...]. Algunos oradores hicieron el uso de la palabra, entre ellos: Tomás Aspiazu, Nicanor Romero y Modesto Escóbar [...] La manifestación siguió hasta llegar a las cercanías de la fábrica de calzados García, con la intención de contaminar el movimiento a los obreros de esa fábrica, pero la policía ocupó el paso a la fábrica no dejando ingresar a los manifestantes [...]. Hoy habrá reunión en la prefectura con sindicatos, periodistas y estudiantes para discutir los siguientes puntos: el trabajo de ocho horas cuarenta minutos, haciendo notar que estos cuarenta minutos vendrán a compensar el trabajo del sábado en la tarde que no se efectuará y por lo tanto se establecerá el sábado inglés, suspendiéndose las labores a las 12 del sábado. Otro punto será el aumento de salarios [...] Juan Ramallo, gerente de la Maestranza Americana manifestó la solicitud de sus obreros: ocho horas de trabajo, suspensión del ahorro obligatorio y aumento salarial. Juan Recacochea, gerente de la fábrica de calzados García, dijo que el 10 de febrero sus obreros fueron obligados por azuzadores de huelgas a no ingresar a sus labores porque se habían declarado en huelga. El gerente de la Maestranza Volcán dijo que ayer a la hora de ingreso estuvieron varios individuos con objeto de impedir que los obreros ingresen a trabajar. En la Cervecería Americana los obreros se asociaron voluntariamente a la huelga. Está resguardando el local una compañía de carabineros. Genaro Andrade, cajero de la Cervecería Nacional dijo: “Se presentó un carabinero a decirnos que dejáramos salir a los obreros antes de que se suscite algún conflicto [...] Tuvimos que abrir las puertas y dejar salir a los obreros, entonces los huelguistas lanzaron piedras contra el edificio rompiendo varios vidrios” (La Razón 11 de febrero de 1930).

Los movilizados, organizados en un comité de huelga, manifestaban en la misma fecha:

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Tenemos conocimiento que el gobierno ante la Liga de las Naciones y ante la Oficina Internacional del Trabajo ha aceptado la implantación de las 8 horas de trabajo. Este dato tenemos como antecedente para nuestra acción en pro de la jornada de 8 horas que es el punto fundamental de este pliego (ibid.).

El pliego también incluía, entre otras, las siguientes demandas: pago de doble salario para el trabajo nocturno –así como también la supresión de esta clase de labor para los niños–, provisión de médico y botica en las fábricas, reconocimiento de delegados sindicales y garantías para que los obreros identificados como huelguistas puedan conservar sus puestos de trabajo. Asimismo el comité de huelga dio a conocer una nómina de las casas patronales que tenían que responder a las demandas y estas empresas eran: las Maestranzas Volcán, Americana y Renaciente, las Cervecerías Americana y Nacional, la Fábrica de alcoholes de Schuet, las panaderías en general, los patrones de construcción en general, la Unión de patrones en manufacturas madereras de La Paz, las fábricas de tejidos Said, Yarur, Forno y Soligno, las fábricas de cartones, la Fábrica de jabones La Genovesa, las fábricas de velas, la Fábrica de salchichas Stege, la Fábrica de ladrillos y Cerámica Posnasky, la Fundición Nacional y todas las fábricas de curtiduría y calzados. Dicha nómina fue dada a conocer por Jacinto Centellas, Tomás Aspiazu y Agustín Iturri, y la cantidad de empresas conflictuadas pone en evidencia la magnitud de la huelga y la enorme cantidad de sindicatos involucrados en la misma, pues en cada una de estas industrias y manufacturas existía una o más organizaciones movilizadas. El diario La Razón cerraba su edición del 11 de febrero con el siguiente titular: “De un reclamo parcial ante la Maestranza Americana se ha producido un movimiento obrero de bastante magnitud”; esto nos muestra que el conflicto tendía a crecer ocasionando la alarma de los patrones quienes pidieron al prefecto Julio Sanjinés el auxilio de las fuerzas armadas, advirtiendo a las autoridades que si no eran escuchados “repelerían cualquier acto de violencia en defensa propia”. El gobierno respondió favorablemente a los empresarios militarizando los centros de trabajo y se dispuso el despliegue de un gran número de soldados a caballo fuertemente armados en las puertas de casi todas las fábricas. 90 / Huascar Rodríguez García

Así, y de forma casi repentina, se suscitó todo un debate público en torno de la pertinencia de establecer en los hechos la jornada de ocho horas de trabajo: patrones, legisladores e intelectuales empezaron a llenar los artículos de prensa con esta cuestión. Entretanto, las autoridades convocaron a un diálogo conformando un “comité de conciliación” integrado por dos representantes de la Asociación de Periodistas y dos de la Federación de Estudiantes de La Paz que habían sido convocados como mediadores para la negociación. En el diálogo también participaron dos representantes de la FOL, dos de la FOT y cuatro de los patrones. Como algunos de los huelguistas y manifestantes del 10 de febrero fueron arrestados, los sindicalistas exigieron al prefecto Sanjinés que ordenara la libertad de todos los presos, demanda aceptada antes de empezar con las negociaciones que quedaron empantanadas desde la primera reunión: no todos los empresarios asistieron y los debates se prolongaron durante varios días. El problema era que los patrones ponían todo tipo de objeciones al pliego petitorio, pero a medida que se desarrollaba el diálogo algunos empezaron a ceder. Por ejemplo el doctor Vila, abogado de los empresarios, señalaba que los patrones estaban de acuerdo con las ocho horas, dejando constancia, sin embargo, que algunas industrias, como las de tejidos, tenían necesidad de trabajo continuo, en cuyo caso se establecerían tres turnos de ocho horas de trabajo cada uno (ibid,: 13 de febrero de 1930). Al día siguiente de la primera reunión otro periódico destacaba el siguiente titular: “Algunos industriales aceptan la jornada de ocho horas” (El Diario 13 de febrero de 1930), lo que evidencia que los obreros habían adquirido desde el primer momento la suficiente fuerza y legitimidad para intimidar a los patrones. Pero mientras se llevaba a cabo la negociación los empresarios, furiosos con la paralización de las fábricas, incumplieron los acuerdos iniciales alcanzados llevando a cabo una serie de represalias: el mismo 13 de febrero un delegado de la FOL denunció que diez trabajadores fueron despedidos de las fábricas de alcohol por participar de la huelga. Luego, el 16 de febrero, operarios de la Fábrica de tejidos Yarur denunciaron despidos y abusos de los capataces sobre los niños trabajadores, aparte de agresiones a los obreros participantes de la huelga a quienes se culpó de ciertos desperfectos en las máquinas

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(La Razón 16 de febrero de 1930). Las denuncias de malos tratos continuaron durante todo el mes, especialmente por parte de los trabajadores de la Fábrica de tejidos Said, mientras las reuniones entre autoridades y federaciones obreras seguían desarrollándose no ya en torno del establecimiento de la rebaja de la jornada laboral, demanda que había sido aceptada a unos días de iniciado el conflicto, sino en relación con los salarios en la nueva situación horaria. A pesar de las circunstancias adversas, fue ésta la manera en que los trabajadores paceños consiguieron la aplicación de las ocho horas para una gran cantidad de fábricas gracias a la huelga folista y a las negociaciones encabezadas por el incansable Luciano Vértiz Blanco.59 La Razón, a tan sólo cinco días de la movilización señalaba: Se implantará la jornada de ocho horas. Entendemos que es tan grande la influencia moral de este acto de mutuo avenimiento, que el caso ha de pasar como un honroso antecedente en la historia (15 de febrero de 1930).

Pero el sabor de la victoria por esta conquista se disolvió rápidamente en medio de la crisis económica que se agravaba con el transcurrir de los días. Con todo, era la primera vez que las ocho horas se hacían realidad casi de forma general para la ciudad de La Paz; no obstante unos pocos empresarios no se tomaron esto en serio e incluso algunos rebajaron los sueldos a sus obreros, por lo que veremos que la consigna de ocho horas de trabajo continuará en las voces de ciertos trabajadores hasta después de la guerra del Chaco. Para completar este cuadro es preciso mencionar que el gobierno y los empresarios aceptaron con relativa facilidad la reducción de la jornada laboral para amplios sectores en febrero de 1930, básicamente debido a que el país vivía las secuelas de la crisis mundial, y las clases dominantes temían que esa situación 59

Respecto del papel de Vértiz Blanco como uno de los principales dirigentes en la conquista de las ocho horas, Lora asegura tener un documento firmado por Julio Sanjinés que dice lo siguiente: “Certifica ser evidente el establecimiento de la jornada de ocho horas de trabajo para el proletariado nacional a petición del señor Luciano Vértiz Blanco, ex Secretario General de la Federación Obrera Local. Dicha disposición fue expedida por el que suscribe, con autorización del ex Presidente doctor Hernando Siles, después de amplia deliberación con el señor Vértiz Blanco y personeros de la FOL” (cit. en Lora 1970: 69, 70).

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se tornara en caldo de cultivo para una insurrección de grandes proporciones. Por ello, en un afán de controlar y tranquilizar a los obreros, es probable que las autoridades convencieron a los patrones para satisfacer la demanda obrera en la perspectiva de aminorar los efectos políticos y sociales de la crisis, táctica que a la postre no fue suficiente para detener el inexorable descontento popular desencadenado ante el desempleo y el hambre. De hecho, al margen de la conquista de las ocho horas para varios sectores, la depresión económica continuó y por tanto la agitación en vez de reducirse se incrementó. En el caso del ramo de los albañiles los efectos de la crisis se sintieron en forma particularmente dura ya que las construcciones se paralizaron y muchos maestros calificados tuvieron que trabajar hasta de peones y ayudantes si no querían engrosar las largas filas de desocupados. La situación se tornó realmente crítica al punto de ocasionar saqueos en los mercados, como señala un albañil del SCCA: Ya no hubo trabajo, algunos maestros buenos se han puesto a trabajar hasta de ayudantes de albañil, crisis terrible ha habido, entonces yo he visto claramente el año 1930 cómo la gente se convulsionaba, había un mercado en San Francisco frente al templo, he visto que han saqueado, no solamente el sector de constructores sino todos los desocupados; entonces sí que la lucha era fuerte contra la policía, la policía montada en caballos era, los rondines les decíamos, ellos resguardaban el mercado (Guillermo Gutiérrez en THOA 1986a: 56).

La convulsión volvíase cada vez más grande y Siles tuvo que ceder subvencionando por un tiempo algunos comedores públicos llamados “ollas del pobre”. Pero la desocupación continuó y las organizaciones obreras, bajo el lema “pan y libertad”, salieron febrilmente a protestar en las calles incentivadas por los infatigables folistas, particularmente por el SCCA, que por ese año cambió el nombre a su organización reemplazándolo por el de Sindicato de Resistencia de Albañiles y Constructores y Ramas Anexas, entidad que, radicalizando sus posiciones, planteó una jornada laboral de seis horas. Frente a la inminencia de un levantamiento masivo el gobierno optó por imponer el orden a través de la persecución, el destierro y la cárcel. Mas los trabajadores enfrentaron la tenaz

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represión de forma creativa y audaz: el constructor Juan de Dios Nieto relata que, durante una manifestación en aquel fatídico año, los obreros movilizados asaltaron una fábrica sacando jabones para humedecerlos y para untar con éstos y con su líquido una calle empinada por la que los policías a caballo resbalaron siendo arrojados por los suelos. No resisto la tentación de citar el testimonio de Juan de Dios Nieto: ¡Cómo era la gente!... En San Francisco se concentraban, ahí hacíamos manifestaciones [...] ahí paraban todos los desocupados, los mineros, los campesinos, los trabajadores obreros, así era, hirviendo estaba la gente en San Francisco, ya no había campo. La policía también nos hacía corretear, venían en caballos, no había movilidad pues en esa época, ¿entonces qué hacíamos nosotros? Esa vez, la [calle] Sanjinés es muy parada... y había una fábrica de jabones, del mercado ahí abajo, han abierto esa jabonería, lo han asaltado; entonces han sacado jabones y los chicos comenzaron a jabonar la Sanjinés, desde la [calle] Comercio hasta San Francisco para que no entre la caballería, los caballos resbalaban volteando a los soldados; nos rodeaban por otro lado, también lo mismo hacían los chicos, los chicos activos éramos (en ibid.: 58).

La represión obligó a los obreros a buscar formas imaginativas para reunirse, deliberar y movilizarse; esto los llevó a utilizar todos los espacios posibles: desde los cerros cercanos a la ciudad donde se concentraban para realizar asambleas, hasta las iglesias: ...no nos dejaban reunir, entonces nosotros nos reuníamos en diferentes lugares. Hasta en el cerro nos hacíamos la asamblea para que no haya descubrimiento. [...] El año 1930 la policía nos agarraba en cualquier lugar, entonces nosotros hicimos una gran asamblea en el templo, en San Agustín, al lado de la Alcaldía; con pretexto de ir a escuchar misa se concentraba toda la gente, entonces el cura se sorprendió: –¡Qué milagro que venga tanta gente!–, porque estaba repleto. De ahí nomás se salía en manifestación con su cartelón (Juan de Dios Nieto y Guillermo Gutiérrez en ibid.: 47, 59).

Mientras todo esto sucedía Siles planeaba la prórroga de su mandato que se acercaba a su fin; para ello desplegó una gran campaña mediática iniciada en el mes de febrero, especialmente desde el diario El Norte. Sin embargo, la atmósfera de agitación y crisis se impondrá como veremos a continuación. 94 / Huascar Rodríguez García

Los hermanos Moisés y la reorganización de la FOT orureña Otro hecho que contribuyó a calentar el clima insurreccional de 1930 fue la reorganización de la FOT en la ciudad de Oruro durante marzo de aquel año, bajo el estimulo y la dirección de un grupo de hábiles organizadores anarquistas entre quienes se destacaron los hermanos Moisés –Jorge y Gabriel–, Luis Gallardo,60 José Peredo y Jaime Vera. Jorge Moisés nació en La Paz el año 1901 y Gabriel en Chayanta durante 1907. Su padre, de origen árabe, acaso libanés, habría sido propietario de una mina que posteriormente fue incorporada al grupo Patiño. Durante la adolescencia ambos hermanos se trasladaron a Chile y luego a la Argentina, lugares donde tomaron contacto con organizaciones obreras convirtiéndose de este modo al anarquismo. A su retorno al país los dos se establecieron en La Paz ingresando a trabajar en la fábrica Said, con cuyos propietarios quizá tenían alguna relación de parentesco (Lora 1970: 90). En 1929 organizaron un Sindicato Textil afiliándolo a la FOL y tras algunos conflictos con los patrones ambos fueron expulsados del trabajo acusados de tareas de agitación, siendo así que decidieron dirigirse hacia Oruro obedeciendo a la FOL, que les encomendó la difícil misión de reorganizar al movimiento obrero de aquella ciudad. Recordemos que la FOT de Oruro se creó el primero de mayo de 1919, pero durante la siguiente década había caído en una etapa de receso y desorganización total, por lo que los anarcosindicalistas paceños vieron la importancia de reestructurar este organismo debido a la gran presencia de artesanos y mineros en la urbe orureña y en sus provincias cercanas. Una extensa carta escrita por Gabriel Moisés, publicada bajo el título “El movimiento social en Oruro", revela los siguientes pormenores:

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Luis Gallardo, tal vez orureño, fue un esforzado activista que abrazó las ideas libertarias en la Argentina, donde militó en la FORA. Se dice que Gallardo, con su amplia formación, era uno de los obreros-intelectuales que tenía mayores conocimientos teóricos del anarquismo, y por ello probablemente fue él quien delineó las características definitivas de la nueva FOT de Oruro.

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Al llegar a esta ciudad nos informamos que la Federación se hallaba en receso […]. Solicitamos una entrevista con el Secretario General, el que nos condujo al local de la Federación. Nuestra sorpresa al ingresar al referido local fue indescriptible. Encontramos presidiendo la sala un escudo de Bolivia, varias banderas tricolores y los retratos de Bolívar y Sucre. La sala era en sí una elegante oficina burguesa, con varias máquinas de escribir, estantes repletos de libros como el “Código Penal”, etc. […]. Todo este menaje adquirido con dinero del Estado, pues la Federación recibía un subsidio anual de 2.000 bolivianos; el secretario era poco menos que un empleado público. Naturalmente, tratamos de reorientar a la Federación por el que entendemos el verdadero camino que ha de conducir a la emancipación de los trabajadores, pero se asustaron de nuestras expresiones. En vista de esto, comenzamos a trabajar por la reorganización sobre bases nuevas que nos llevarán a la cumbre de nuestro ideal. Poco tiempo después llegó un camarada de la Argentina, boliviano, que estuvo mucho tiempo militando en las organizaciones de la FORA, con cuya ayuda eficaz pudimos reorganizar el Sindicato de los Trabajadores en Madera, germen de la poderosa organización actual (en La Continental Obrera. Nº 13. Septiembre de 1930).

Estos trabajos preparatorios para la refundación de la FOT ocurrían en febrero de 1930. A partir de ese momento, y gracias al revivido Sindicato de Trabajadores en Madera, los Moisés junto a Luis Gallardo contribuyeron al surgimiento de otras organizaciones laborales en la ciudad e incluso en algunos distritos mineros. La carta de Gabriel Moisés también da cuenta de una serie de reuniones, mitines y asambleas, seguidas de la infaltable represión policial, pese a la cual los activistas pudieron crear en muy poco tiempo un impresionante movimiento laboral, reestructurando finalmente la vieja FOT orureña sobre sólidas bases artesanales y mineras. Al respecto Lora (1970: 88) menciona que el 25 de marzo de 1930 el Sindicato minero de San José “reinició” sus labores gracias a la FOT en una empresa que por entonces contaba con 3.500 obreros. En contraste con esto Trifonio Delgado (1984: 88) señala que el sindicato del centro minero de San José nació bajo los auspicios de la FOT orureña, es decir no se trató de una reorganización, y que dicho organismo sindical fue el primero en esa zona. En fin, la influencia de la renacida federación se extendió también a los mineros de Uncía y Huanuni y a los ferroviarios de Uyuni. Lora comenta así esta rápida expansión: 96 / Huascar Rodríguez García

Los anarquistas comprendían que la organización de sindicatos en las minas más grandes (Catavi, Siglo XX, Uncía y Huanuni) era un factor decisivo para el porvenir y fortalecimiento de la Federación. Sin embargo, el estrecho control que las autoridades ejercían sobre estos distritos obstaculizaba enormemente este trabajo. Los delegados que se enviaban caían con mucha frecuencia en las garras de la policía [...]. En Huanuni se paró un sindicato y el hombre fuerte de los anarquistas era un tal Lara (1970: 88).

Las actividades y la propaganda de la FOT ácrata continuaron sin tregua a lo largo de 1930: el primero de mayo, según relata Gabriel Moisés, más de diez mil trabajadores marcharon por la ciudad, ocasión en la que los dirigentes anarquistas presentaron El Proletario, órgano oficial de la federación que se editó como semanario bajo la dirección de Jorge Moisés y que más tarde cambió de nombre adoptando el de La Protesta. Aprovechando esta fecha sacamos a luz nuestro órgano El Proletario, en el cual predicábamos sin ambages la revolución. Valiente hasta la temeridad, en una época en que todo estaba aplastado bajo la tiranía semibárbara de Siles, alcanzó a cuatro números. Días antes de que apareciera el cuarto número fuimos notificados por la policía de que, “si seguíamos incitando al pueblo a la revolución, nos harían enmudecer a balazos”. Nada pudo esta amenaza. Salió el cuarto número más terrible que ninguno; pero a las seis de la mañana, cuando nos aprestábamos a ponerlo en circulación, fue secuestrado y encarcelados los vendedores especiales. (Éstos eran vendedores especiales, pues ningún suplementero quería vender El Proletario, por temor a las represalias de los esbirros del orden burgués). Apenas secuestrado el periódico los compañeros nos pusimos todos en movimiento; lo mismo hizo el escuadrón de carabineros, que montó guardia y patrulló por la ciudad de día y de noche. El que suscribe fue detenido al día siguiente (Gabriel Moisés en La Continental Obrera. Nº 13. Septiembre de 1930).

Los acusados de redactar y difundir El Proletario fueron trasladados en tren hasta Cochabamba desde donde se pretendía llevarlos al Chapare, pero la amenaza de huelga de miles de trabajadores orureños persuadió a las autoridades para que liberasen a los presos, cosa que se consiguió tras amenazas y demostraciones de fuerza. Luego de tales sucesos las organizaciones de Oruro empezaron a realizar una amplia campaña por

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la jornada de ocho horas pues en esta ciudad aún no se había hecho del todo efectiva la conquista alcanzada en La Paz. Durante este período de fortaleza para los anarquistas en Oruro también se organizó un Sindicato Femenino de Oficios Varios, que aglutinaba a cholas comerciantes minoristas de frutas y verduras, siendo ésta la primera vez que las mujeres trabajadoras se organizaron en dicha ciudad. Según informa Gabriel Moisés en la ya citada carta, la nueva organización femenina desarrolló una gran movilización el 14 de junio en la que exigió la destitución de los agentes municipales que reprimían a las cholas de los mercados, objetivo finalmente conseguido después de un enfrentamiento con los carabineros. Al día siguiente de esta movilización la FOT realizó una “Conferencia Obrera” que se venía proyectando desde principios de año, en la que algunos delegados de La Paz y Cochabamba suscribieron con los anarquistas orureños un denominado “Pacto Solidario”, que comprometía a los asistentes a “llevar a cabo una acción conjunta en la lucha social de acuerdo a los postulados del Sindicalismo Libertario”. Hay que señalar que pese a las invitaciones realizadas la reunión no pudo contar con la participación de otras ciudades porque la policía realizaba en esta época estrictas actividades de espionaje y censura postal, de manera que casi todas las cartas salidas de Oruro eran violadas y no llegaban a su destino. Pero la “Conferencia Obrera” se realizó de todos modos y resolvió convocar a un nuevo evento, de mayores proporciones, que se constituirá en el Cuarto Congreso Obrero nacional del que me ocuparé más adelante. En definitiva la renovada FOT, organizada en base a la experiencia y ejemplo de la FOL, resultó masiva y fuertemente cohesionada: en muy poco tiempo puso de pie al grueso de los trabajadores de Oruro y pronto ejerció su influencia sobre buena parte del movimiento obrero del país. Desde el momento de la consolidación de la FOT libertaria el tono de los discursos y arengas se radicalizó notoriamente, desterrándose también el himno nacional en las grandes actuaciones y concentraciones públicas siendo reemplazado por "La Internacional". Igualmente la presencia de mineros siempre armados con dinamita en las movilizaciones orureñas invistió a la renacida federación de un aura de respeto, infundiendo a la vez el pánico entre los agentes de la represión en no pocos enfrentamientos callejeros. 98 / Huascar Rodríguez García

El defenestramiento de Siles Mientras la crisis económica seguía electrizando a los estratos plebeyos, en las esferas oficiales del gobierno se empezó a planificar la forma para prolongar el mandato de Siles, ya mediante la prórroga directa del período presidencial, ya por la reelección. Como ambos procedimientos eran inconstitucionales, los consejeros del presidente lo convencieron de la necesidad de su renuncia, procediéndose luego con la clausura del Congreso a mediados de año. Con esta maniobra se dejó el gobierno en manos de un “Consejo de ministros”, que se creyó facultado para retener el mando y para convocar a una Convención Nacional que debía reformar la Constitución y elegir a Siles para un nuevo mandato. La estratagema de Siles, consistente en una suerte de autogolpe de Estado, no tardó en incrementar el descontento social que crecía sin cesar. La madrugada del 16 de junio de 1930 un grupo izquierdista, compuesto por menos de cien individuos a la cabeza de un ambicioso joven intelectual cochabambino llamado Roberto Hinojosa, “invadió” Bolivia desde el norte argentino –La Quiaca– atacando la población fronteriza de Villazón –en el extremo sur de Potosí– con la colaboración de algunos militares opositores a Siles. Este pequeño grupo logró ocupar la zona mediante un leve y exitoso choque con las fuerzas del orden instaladas en la región, luego de lo cual los exaltados habitantes de Villazón procedieron a destruir y saquear negocios y puestos que detentaban contrabandistas, policías y abusivos agentes aduaneros. Los tres días siguientes sucedieron pequeñas escaramuzas y tiroteos en los alrededores del pueblo entre las fuerzas de Hinojosa y unas cuantas tropas enviadas para sofocar a los rebeldes, ocasionándose algunos muertos y heridos en ambos bandos. Era ésta una rebelión un tanto extraña, podría decirse que de tipo caudillista y mesiánico, como se constata en los manifiestos emitidos durante aquellas jornadas: Hinojosa no sólo atacaba a Siles y a sus planes prorrogistas, sino que también proclamaba una “Revolución Social para salvar a Bolivia”. Empero, los rebeldes tuvieron que pensar primero en salvarse a sí mismos, pues la acción armada de Villazón fue rápidamente sofocada por los militares fieles a Siles, que llegaron desde distintos

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lugares, al tiempo que el gobierno se refería a estos hechos como “un simple asalto de menor importancia”. Tras el restablecimiento del orden en la convulsionada región fronteriza la represión se extendió a los centros urbanos afectando particularmente a los libertarios: en Oruro la policía detuvo a los Moisés y a otros dirigentes anarquistas falsamente acusados de tener contubernios con Hinojosa, quien al ver que las cosas se ponían muy feas había huido velozmente hacia la Argentina.61 Sin embargo lo peor aún estaba por venir: el domingo 22 de junio cruentos enfrentamientos entre policías y estudiantes que exigían la autonomía universitaria en La Paz ocasionaron más de una treintena de muertos, desatándose un ambiente de violencia incontenible al que se plegaron los trabajadores de todas las tendencias. Frente a la movilización popular Siles y sus secuaces apostaron por la “mano dura” mediante sangrientas operaciones represivas a cargo de un trío de película compuesto por el coronel David Toro –futuro presidente y en ese instante ministro de Gobierno–, el prefecto Julio Sanjinés y el funesto general alemán Hans Kundt –que en ese momento era jefe del Estado Mayor–, personajes acusados de recorrer las calles en autos armados con ametralladoras sembrando la 61

Catorce años después de estos sucesos Hinojosa (1944) publicó un folleto titulado La revolución de Villazón, en el que califica este alzamiento como una “hermosa jornada de rebeldía libertaria”. En dicho documento Hinojosa se lava las manos de cualquier responsabilidad por los destrozos materiales y por las muertes ocasionadas a causa de su rebelión, y también presenta el programa de gobierno propuesto durante aquellos acontecimientos. Allí, en una difusa mezcla de marxismo local, nacionalismo e indigenismo, Hinojosa planteaba la nacionalización de las minas, la abolición del pongeaje, la separación de la Iglesia y el Estado, el voto universal y muchas reformas sociales más. El artículo cuarto del autodenominado “Plan revolucionario de Potosí”, firmado por el “Consejo Supremo de la Revolución”, decía: “Reconócese como Jefe de la Revolución y presidente provisional de la República al ciudadano Roberto Hinojosa quien durará un año en el poder”. El ambicioso joven también proponía que las tropas revolucionarias victoriosas debían desfilar en Tiwanaku, frente a la puerta del sol, una vez que se hubiera tomado el poder en La Paz. Pero los pueriles sueños de Hinojosa estaban muy lejos de asomarse a la realidad, por lo que tuvo que huir primero a la Argentina, luego a Uruguay y a Perú y finalmente a México, donde escribió varios libros convertido en un intelectual de renombre. Más tarde, entre fines de 1943 y comienzos del año siguiente, volvió al país integrándose con entusiasmo al gobierno de Villarroel. Dícese también que en una etapa de su carrera Hinojosa se vio involucrado en la fabricación de billetes bolivianos falsos, en los que había puesto su propia imagen reemplazando a la efigie de Simón Bolívar.

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muerte y el terror a su paso. Al día siguiente se desató una cacería de dirigentes y cayeron detenidos varios anarquistas como Luciano Vértiz Blanco y Modesto Escóbar, por entonces secretario general de la FOL. Pero sorpresivamente el ejército se dividió y el 25 de junio estalló un golpe militar coordinado en las ciudades más importantes del país contra la prórroga de Siles: en La Paz los cadetes del Colegio Militar se levantaron en apoyo a la movilización popular y, junto con estudiantes y obreros armados, consiguieron derrotar a los militares fieles al ilegítimo presidente tomando la plaza Murillo –que estaba defendida por cañones y ametralladoras– luego de tres días de combate. Sólo en la sede de gobierno se cuantificaron quinientos muertos según fuentes obreras (La Continental obrera Nº 11. Julio de 1930) y entre aquellas victimas mortales se hallaba Fermín Mendoza, hermano de los folistas José y Catalina. De hecho los miembros de la FOL participaron audazmente en esta revuelta considerada por ellos “una verdadera batalla del pueblo sin jefes”, y el día viernes 27 las fuerzas plebeyas, junto a los militares rebeldes, controlaban completamente la urbe paceña, aunque no por mucho tiempo. En Oruro el Regimiento Camacho había ocupado la ciudad a través de una encarnizada lucha contra los militares silistas, mientras que una enardecida masa estimulada por los anarquistas llenaba las calles sin tregua. Entretanto, Cochabamba ya había caído durante la primera jornada de la rebelión y al día siguiente Sucre y Potosí. El sábado 28 de junio todo había llegado a su fin: miles de personas atacaron, saquearon, quemaron y destruyeron los domicilios y efectos personales de Siles y de otros miembros de su gobierno, de tal suerte que el presidente que no quiso abandonar el poder tuvo que buscar refugio en legaciones extranjeras junto a sus principales colaboradores, ya que la exaltada multitud tenía la intención de lincharlos. El testimonio de Petronila Infantes señala que durante aquella revuelta corrió el rumor de que Siles mató de un tiro a una “Sierva de María”, que trabajaba en la casa presidencial, para luego quitarle su hábito y huir disfrazado de monja. Según este testimonio, la religiosa trabajaba cuidando a la esposa de Siles que recientemente había dado a luz (en Wadsworth y Dibbits 1989: 21).

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No obstante, y como era previsible, inmediatamente después del abigarrado levantamiento popular y militar los jefes del ejército se pusieron de acuerdo para formar una junta de gobierno presidida por el general Blanco Galindo, instancia reforzada por representantes de los partidos tradicionales que pasaron a ocupar los diferentes cargos de la administración estatal bajo el nombre de “asesores”; así, la oligarquía criolla y terrateniente consiguió mantenerse intacta en el poder ante la atónita e impotente mirada de los sectores obreros más radicalizados que no pudieron hacer nada frente a este desenlace.

El Cuarto Congreso Obrero Con la consolidación del anarcosindicalismo en La Paz mediante la FOL y en Oruro mediante la FOT, y luego del violento fin del régimen de Siles, los ácratas adquirieron una notoria presencia en la sociedad y una gran fuerza y legitimidad en buena parte del movimiento obrero, a tal punto que el mismo 28 de junio Modesto Escóbar, Rosa Rodríguez, Desiderio Osuna y Jacinto Centellas presentaron un pliego de reivindicaciones a la nueva junta militar a nombre de todos los trabajadores, en un intento por resolver el problema de la desocupación. Sucede que el nuevo contexto obligó a Blanco Galindo, en las primeras semanas de su gobierno, a restablecer ciertas libertades no permitidas bajo Siles, y a partir de ese momento los anarquistas comenzaron a vivir la última etapa de su más grande período de fortaleza, incorporando también nuevas organizaciones en sus filas, como el Sindicato de Trabajadores en Hierro y la Liga de empleados de hoteles en La Paz. A raíz de la revuelta de junio el crecimiento de la influencia libertaria también se extendió por un momento a Cochabamba y a otras ciudades, creándose un clima favorable que la FOL y la FOT orureña aprovecharon para difundir varias convocatorias a diferentes organismos laborales con la propuesta de organizar un nuevo Congreso Obrero nacional. Una de estas convocatorias, distribuida por la FOL y firmada por Escóbar y Centellas, dice lo siguiente: 102 / Huascar Rodríguez García

La Federación Obrera Local […], una de las más prestigiosas entidades del proletariado organizado, en una de sus sesiones ha resuelto llevar a cabo un congreso regional obrero, el cual estará integrado por todas las Federaciones Obreras del país, con las cuales mantenemos pacto de solidaridad y con todas las agrupaciones que simpatizan con la labor libertaria que desarrolla esta Federación [...]. Además, el objeto principal de este congreso es el de aunar las fuerzas proletarias del país en una sola entidad fuerte y estrechamente cohesionada al fin de oponer al capitalismo criollo una barrera capaz de contener sus desmedidos avances en el campo de la explotación, muy en especial de la minería. Al mismo tiempo, deseamos dotar a las distintas federaciones una orientación definida de acuerdo con los principios del sindicalismo libertario por ser esta ideología económica el sistema de organización que verazmente busca la emancipación de los trabajadores [...]. Es pues, sintiendo este vacío y aprovechando la relativa libertad de que gozamos en la actualidad, como una de las consecuencias de la última revolución a cuyo triunfo contribuimos con sangre y con nuestro apoyo moral, que la Federación Obrera Local ha creído oportuno la realización de un congreso nacional... (cit. en Lora 1970: 46).

Al tiempo que las convocatorias se difundían por remotos lugares la FOT de Oruro continuaba realizando y promoviendo diversas movilizaciones con motivos varios. El 20 de julio, por ejemplo, más de 10.000 trabajadores estremecieron la ciudad con un gran mitin en el que algunos oradores protestaron por el desempleo y analizaron con rabia y frialdad el fenecido movimiento insurreccional de junio. Once días después se produjo una huelga parcial del Sindicato de Hoteles y Ramas Similares, afiliado a la FOT, que obtuvo un rotundo triunfo en sus peticiones. Luego, el primero de agosto, otra huelga alcanzaba también sus objetivos en la Fábrica de Calzados “Zamora y Cía.” tras una violenta gresca con la policía (La Continental Obrera. Nº 13. Septiembre de 1930). El activismo anarquista no cesaba y las convocatorias para una nueva reunión obrera pronto tuvieron sus frutos: el Cuarto Congreso Obrero nacional se realizó finalmente en Oruro entre el 6 y el 10 de agosto de 1930, pese a que el nuevo gobierno intentó ilegalizar y evitar el evento. Gabriel Moisés señala:

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La Junta Militar, al saber que realizábamos un congreso, nos notificó que no se realizaría por “razones de orden social”. Viajamos a La Paz, y después de amenazar, por nuestra parte, con una huelga general, y prevenciones de represión por parte de ellos, conseguimos la supresión de esa medida, casi por puro formalismo, pues el congreso se instaló ilegalmente, mientras yo y otro compañero tramitábamos en La Paz. […]. En La Paz, los delegados obreros que venían por la Federación Obrera Local fueron apresados el día anterior a su viaje […]. Al salir de la policía lo primero que hacen es contratar un ómnibus que los trajo a todos, en número de 26, hasta Oruro (en ibid.).

Con la asistencia de representantes de algunos centros mineros como Corocoro y varios sectores laborales de Potosí, Beni, La Paz, Sucre, Santa Cruz y Tarija,62 el Congreso fue fácilmente controlado por los anarquistas gracias a su insistente labor de agitación en los años anteriores y a la legitimidad adquirida por su participación en la reciente revuelta. Además, los ácratas tenían a su favor el hecho de que el 13 de enero de 1929 algunos grupos marxistas aislados realizaron una impopular, arbitraria e ilegítima “Conferencia Obrera” en Potosí, reunión que pretendió inicialmente ser un Congreso nacional y que fue desconocida por la mayoría de las federaciones del país.63 62

Los representantes de Cochabamba se declararon de acuerdo con todas las resoluciones adoptadas en el evento aunque no pudieron asistir al mismo, debido al oportuno boicot de las autoridades que impidieron el uso del tren y de cualquier medio de transporte a los trabajadores cochabambinos, algunos de los cuales incluso fueron detenidos y llevados a las celdas policiales.

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Algunos investigadores han sobredimensionado la Conferencia Obrera de enero de 1929. Por ejemplo Moisés Poblete menciona equivocadamente que las resoluciones de la reunión fueron ratificadas por varias FOTs del país (1946: 96). De modo similar, Barcelli afirma que en la reunión se llegaron a acuerdos “decisivos” que contaron con la aquiescencia de diversos organismos laborales (1956: 120). A propósito del tema, Delgado indica que Víctor Vargas Vilaseca –ex miembro de la “Escuela Ferrer”– fue uno de los artífices de dicha conferencia y que las delegaciones asistentes declararon “quórum legal” con atribuciones “suficientes” para “deliberar con carácter general, debiendo someterse a sus resoluciones los departamentos inconcurrentes” (1984: 86). Por su parte Lora es más sensato en este asunto señalando que el mismo Rómulo Chumacero cuestionó la pretendida legitimidad de la “Conferencia” del 29, además de que ni siquiera la FOT de Potosí estaba representada en su integridad: la directiva de la central potosina era contraria al evento y hasta la propia FOT paceña desconoció las resoluciones (1970: 37). En suma, la Conferencia Obrera de Potosí que pretendía recuperar el agotado liderazgo marxista en el movimiento obrero ocasionó lo contrario: debido al carácter inconsulto y minoritario de la reunión ésta se ganó el repudio de varias organizaciones, algunas de ellas incluso marxistas.

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Ante la arrolladora presencia libertaria en el Cuarto Congreso los minoritarios y desprestigiados marxistas se vieron impotentes de maniobrar y decidieron abandonarlo ruidosamente para desconocerlo después. En este punto el antagonismo entre ambas tendencias se agudizó hasta provocar la escisión total, ruptura que sin embargo no será definitiva. Lora reconoce la preponderancia ácrata y la explica así: El clima de tremenda agitación creada por la crisis de 1929 [...] y los errores cometidos por los “socialistas autoritarios” en la dictatorial conferencia de Potosí, fueron factores que contribuyeron a mejorar las posiciones de los anarquistas, vivamente interesados en convertirse en dirección y cabeza del pujante movimiento de masas [...]. Lo que ocurrió fue que las delegaciones controladas por los anarquistas y que obedecían a la línea impresa por la Federación Obrera del Trabajo de Oruro, una de las más poderosas del país en ese momento, constituían una mayoría aplastante dentro del congreso. Los marxistas no tuvieron más camino que retirarse y dejar que los anarquistas moldeasen la reunión conforme a sus propósitos (1970: 45, 50).

Gabriel Moisés y un militante paceño amparado en el pseudónimo “Juan del pueblo” dan cuenta de los detalles de la ruptura, al señalar que los marxistas –casi todos stalinistas en esa época– intentaron sobornar a varios delegados e incluso a los propios Moisés y a Luis Gallardo con la oferta de dinero y un viaje a Moscú, para que se aprobara la afiliación de la organización matriz que se organizaría en el Congreso a una asociación internacional stalinista con sede en Uruguay. Los dirigentes rechazaron y denunciaron esto con indignación, pero “los dineros de los obreros y campesinos de Rusia que sufren la tiranía mongólica de Stalin” pudieron comprar tres delegaciones. Según Moisés y Juan del pueblo todo estaba digitado desde la pieza 6 del hotel “Parisién” de la ciudad de Oruro, donde estaban alojados los agentes de Montevideo y Moscú que habían llegado a Bolivia con grandes cantidades de dinero para reorientar al movimiento obrero. El caso es que tras una serie de acaloradas acusaciones y contraacusaciones, los representantes de Sucre, Potosí y un sector de La Paz, pagados por los bolcheviques, abandonaron el evento en medio de voces que les gritaban “¡Abajo los vendidos de Rusia!”, mientras aguerridas cholas y unos cuantos hombres indignados propinaban empujones y golpes a quienes

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se iban de la gran reunión profiriendo insultos y amenazas (La Continental Obrera. Nº 13. Septiembre de 1930). Pese a la deserción de algunos el evento siguió su curso,64 discutiéndose la democracia directa en dos dimensiones generales: el modo de unión sindical y la sociedad futura que se quería construir. En relación con el primer tema, se optó por una forma organizativa basada en el sistema federativo que buscaba abarcar a todo el país; según esta idea se proponía que los organismos de base mantuvieran su autonomía de decisión frente a instancias superiores, las que, lejos de tomar decisiones a nombre de los sindicatos, conformarían niveles ejecutivos y administrativos compuestos por delegados sujetos al control de las bases desde la periferia al centro. De acuerdo con tales nociones el Congreso dio nacimiento a la Confederación Obrera Regional Boliviana (CORB), entidad nacional que adoptó como línea ideológica y de acción el “comunismo anárquico”, declarándose también afiliada a la ACAT. Con esto se creía cumplido al fin el antiguo anhelo del movimiento obrero de tener una organización matriz nacional que abarcara a la mayoría de las federaciones. Los puntales de la CORB fueron lógicamente la FOL en la Paz y la FOT en Oruro, aunque los anarquistas también contaron con sindicatos afiliados a la nueva matriz en ocho de los nueve departamentos del país, incluyendo zonas como Tupiza y Corocoro. Añádase a esto que durante la breve existencia formal de la CORB, la FOL y la FOT orureña adoptaron por un tiempo el nombre de Federaciones Obreras Departamentales (FODs), designación que cayó en desuso rápidamente a partir del desmantelamiento de la CORB por parte de la represión. Respecto del otro punto importante durante las discusiones –la sociedad que se quería construir–, el Congreso planteó la proyección del sistema organizativo federal sindical hacia toda 64

Delgado afirma de forma inexacta que el Congreso no finalizó sus deliberaciones debido a las diferencias irreconciliables que surgieron en el evento. Añade: “las delegaciones divididas y subdivididas retornaron a sus distritos llevando un grave cargo de conciencia: haber matado y sepultado a la Confederación Boliviana del Trabajo [CBT], hasta aquellos momentos vanguardia de la lucha de las clases obreras del país” (1984: 91). Sin embargo el Congreso logró finalizar sus deliberaciones con éxito sin los marxistas. Además tampoco se mató a la CBT –creada al calor del Tercer Congreso Obrero de 1927–, puesto que dicha organización nació muerta y nunca alcanzó verdadera importancia.

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la sociedad. Esta visión de futuro adquiría en algunos oradores un tono utópico y apocalíptico, característico en muchos dirigentes libertarios de la época. Por ejemplo Gabriel Moisés, a tiempo de pedir licencia de la FOT para ausentarse de la ciudad, manifestaba estas consideraciones registradas en el número 5 de El Proletario: Rogando se disculpe mi inasistencia justificada a esa sesión postrera, he de hacer una recomendación a mis compañeros de Oruro: que no pongan en manos de los mangoneadores politiqueros el Pendón Rojo de la Redención Social, que ha de cobijar, en el Gran Día de la Reparación Final, a toda la Humanidad Redenta (cit. en Lehm y Rivera 1988: 52).

Otro tema interesante fue la propuesta de “gremialización del Estado” puesta en consideración por una delegación orureña. Este planteamiento se basaba en la organización de un parlamento de gremios productores y fue también reproducida en el mismo número de El Proletario: En nuestro país más que en ningún otro tal vez, los parlamentos han estado formados por elementos completamente ajenos a las actividades vitales de la nación, y por lo tanto, han sido siempre extraños a los problemas que interesaban verdaderamente a la colectividad [...]. Mal puede legislar sobre asuntos agrícolas –por ejemplo– un individuo que jamás ha pisado un campo de cultivo siquiera, como sucede con nuestros parlamentarios [...]. Otra de las grandes ventajas de la representación gremial consiste en que del seno del parlamento desaparecería toda tendencia partidista, puesto que tendría un carácter exclusivamente funcional, administrativo (cit. en ibid.: 51).

El Congreso igualmente resolvió, entre otras cosas, transformar toda guerra internacional en guerra civil dirigida contra la clase dominante; en consecuencia, se estableció la urgencia de no acatar las leyes del servicio militar obligatorio a partir de la sospecha de que un conflicto bélico con Paraguay era muy probable. Una vez agotados los varios temas tratados se decidió bautizar al evento con la denominación de “Primer Congreso Libertario de Bolivia”, nombrándose también una comisión para consolidar la CORB a cargo de Jorge Moisés, y un consejo central con un representante por departamento. Finalmente la reunión terminó de forma festiva en un ambiente de amplia camaradería y solidaridad:

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…se clausuró el día domingo 10 de agosto a las 10 de la mañana. Inmediatamente los delegados de la Federación Obrera Local […] partieron en ómnibus, porque el ferrocarril está vedado para nosotros. Con un júbilo grande acompañamos a los delegados viajeros hasta las afueras de la ciudad; en otros ómnibus íbamos cantando La Marsellesa, Hijos del Pueblo, La Internacional, vivando a la revolución, a la anarquía y al primer congreso libertario… (Gabriel Moisés en La Continental Obrera. Nº 13. Septiembre de 1930).

Como era de esperarse, la efervescencia en medio de la cual se desarrolló este Congreso ocasionó la preocupación de los gobernantes y de las elites empresariales, que no se quedaron con los brazos cruzados: tras la reunión de trabajadores en Oruro la junta militar de Blanco Galindo inició un nuevo ciclo represivo que cayó con toda su violencia y rigor sobre los ácratas.

El retorno de la represión y el destierro Pocas semanas después del Cuarto Congreso Obrero el gobierno buscó como objetivo central a los anarquistas y hubo un radical descabezamiento de la FOL y de la FOT orureña, mas ello no significó de ninguna manera la paralización total del gran impulso organizativo surgido en agosto, porque el arraigo y la fuerza de los libertarios radicaba en sindicatos de base y no en cúpulas directivas: decapitar a la recién nacida CORB y dar muerte al anarcosindicalismo eran dos cosas diferentes. A principios de septiembre varios agentes gubernamentales desataron distintos operativos en busca de los dirigentes ácratas clausurando el local de la FOT en Oruro y apaleando brutalmente a los detenidos. Después de una breve e intensa persecución la policía consiguió apresar a Luis Gallardo, Jorge Moisés y Luis Salvatierra, quienes junto con otros obreros fueron confinados a Todos Santos, región ubicada en la cálida zona del Chapare caracterizada en aquel entonces por mortíferos brotes de paludismo. El 28 de septiembre Modesto Escóbar envió una carta desde La Paz a Manuel Cruz Durán –dirigente sindical de Tarija que apoyaba incondicionalmente los acuerdos del último Congreso–, en la que comenta las dificultades por las que atravesaba la recientemente conformada CORB:

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El compañero Salvatierra, los compañeros Jorge Moisés, Luis Gallardo, y otros más, incluso Tordoya, han sido confinados [...] con dirección a Todos Santos, y ya pasan más de quince días. En Oruro siguen un proceso a la compañerita Raquel (hermana de los Moisés) también con el objeto de confinarla a Carangas [...]. En vista de que el Consejo Central de la Confederación Obrera Regional Boliviana ha quedado abandonado, pedimos a usted los acuerdos que debemos tomar para el traslado de la Confederación a esta ciudad (cit. en Lora 1970: 52).

Pero la represión no era lo único que diezmaba a los anarquistas, sino también las condiciones de hambre y pobreza que todavía se sentían duramente como efecto de la depresión económica. Así por ejemplo, y sin especificar destinatario ni remitente, Lora señala que una carta escrita en octubre de 1930 da cuenta de que Jacinto Centellas había pedido licencia de las actividades sindicales víctima de la crisis y de la miseria (ibid.). En efecto, el desempleo alcanzaba índices tal vez nunca registrados en el país hasta ese entonces, pues centenares de mineros eran despedidos diariamente de sus puestos, mientras que en las ciudades los propios empleados públicos se encontraban varios meses sin sueldo, según fuentes obreras. En La Paz las acciones represivas no tardaron demasiado: el 25 de octubre la policía tendió una celada a la directiva de la FOL, allanando su local y confinando a los miembros de su directiva –entre los que se encontraban Modesto Escóbar y Lisandro Rodas.–65, también a Todos Santos. Durante este operativo los policías robaron estandartes, dinero y valiosos archivos, destruyendo todo lo demás de manera tal que el interior de la sede folista quedó reducido a un montón de trozos de máquinas de escribir rotas, muebles averiados y cientos de papeles dispersos por los suelos mezclados con fragmentos de vidrio. Ante este duro golpe la FOL organizó un Comité Provisorio que dirigió una carta al presidente de la junta militar protestando por estos sucesos: 65

Lisandro Rodas era un hábil carpintero y destacado dirigente de la USTM. Debido a su activismo folista fue desterrado a lejanos confines en distintas ocasiones, donde atravesó por inverosímiles y paradójicas experiencias y aventuras dignas de un relato aparte. Al respecto véase Lehm y Rivera (1988: 224- 241).

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Uno de los sindicatos de Matarifes adheridos a la FOL [...] había hecho reiteradas reclamaciones tanto a la Municipalidad como a la Prefectura, llamando la atención de las autoridades correspondientes acerca de la aflictiva situación por la que atraviesa el gremio como también el pueblo en general a causa de ciertos gravámenes fiscales y municipales que los considera exorbitantes dada la aguda crisis económica [...]. Al no obtener respuesta alguna a sus reiteradas peticiones, resolvió el citado Sindicato en su última asamblea apelar a la opinión pública, lanzando un pequeño volante en el que hacía conocer su situación [...]. A raíz del volante en cuestión, publicado por el Sindicato de Matarifes en ganado lanar, la directiva de la Federación Obrera Local fue llamada por el señor prefecto con engaños para arrestarlos inmediatamente [...]. Sable en mano y acuchillando a diestra y siniestra, el señor intendente de Policía dispersó la reunión [...]. Dispersada la asamblea y conducidos presos seis camaradas más, los agentes de policía comenzaron el saqueo del local (cit. en Lehm y Rivera 1988: 53).

Lisandro Rodas relata así su detención: Yo tenía manifiestos sacados para prender a la media noche en las paredes. Estábamos perseguidos. Yo tenía un agente que ya estaba siguiéndome, donde iba ya estaba anotando la hora, dónde entraba, con quién hablaba, todo [...]. En una reunión nos hicieron manos arriba a todo el directorio y nos sacaron con carabineros montados a caballo. En la puerta estaba una ametralladora emplazada [...]. Nosotros tuvimos que salir rodeados de carabineros, los que nos llevaron hasta la Central. A las cuatro de la mañana nos llevaron al Alto, de donde nos sacaron a Todos Santos (en ibid.: 224).

Luego la policía allanó todas las sedes obreras que pudo en La Paz, Oruro y Potosí, sin distinguir tendencias, de modo que varios militantes del “socialismo científico” también cayeron presos siendo enviados igualmente al destierro. En Todos Santos anarquistas y marxistas tuvieron que convivir juntos durante meses en un ambiente hostil: aparte de las duras condiciones climáticas los confinados eran rechazados por los pobladores del lugar, que los consideraban peligrosos asaltadores o agitadores despiadados. Diversos testimonios recogidos por Lehm y Rivera cuentan que los desterrados empezaron a trabajar en todo lo que sabían: Rodas de carpintero, Salvatierra de abogado, y así, todos con sus respectivos oficios bajo una estrecha vigilancia 110 / Huascar Rodríguez García

militar que impedía la salida del pueblo. Pero la situación fue cambiando poco a poco hasta que al final de la detención los confinados terminaron siendo queridos y admirados por la población de Todos Santos debido a su calidad humana, a su habilidad laboral y a sus prédicas revolucionarias. Al mismo tiempo que sucedía todo esto las direcciones intermedias en Oruro y La Paz pasaron a la clandestinidad, desde donde continuaron convocando a distintas acciones para resistir la ofensiva de la junta militar y para boicotear las elecciones a realizarse en enero de 1931 en las que se perfilaba como seguro ganador el candidato Daniel Salamanca, destacado terrateniente convertido en la nueva punta de lanza de la oligarquía. La junta militar había decidido llamar a elecciones consciente de que su poder era frágil, y estimuló así el retorno a la actividad política de los partidos tradicionales que optaron por unificarse, eligiendo como candidatos a Salamanca y a José Luis Tejada Sorzano por el Partido Republicano Genuino (PRG) y los liberales. Como veremos en seguida, las acciones de los folistas frente a la nueva coyuntura no excluyeron el camino de la violencia armada.

Pistolas y dinamitas: la conspiración anarquista de 1931 a) Nota preliminar A principios de enero de 1931 una ruidosa explosión rompió el silencio de la tranquila noche paceña ocasionando la alarma de los vecinos de la avenida Tarapacá. Aquella detonación, ocurrida días después del triunfo electoral de Salamanca, fue el inicio de una serie de oscuras acciones subversivas que se materializaron con intensidad durante el segundo y el noveno mes del turbulento 1931; lo llamativo del caso es que todo indica que dichos actos fueron premeditados y realizados por activistas de la FOL. A continuación sigue una reconstrucción incompleta y provisional de las misteriosas acciones armadas que se desarrollaron en ese año; acciones de las que en esta ocasión tenemos, por primera vez, un develamiento parcial. Lora se refiere a estos hechos denominándolos “la revolución anarquista”, obviamente en tono de burla, y les dedica casi tres páginas de detalles interesantes apelando a una comunicación

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personal con Jorge Moisés; sin embargo, la labor del historiador trotskista contiene dos grandes equívocos. Primer error: Lora afirma que el 11 de febrero de 1930 tres grupos de ácratas intentaron asaltar el cuartel de Miraflores con la ayuda de una parte del regimiento “Colorados” (1970: 101). Señala además que al día siguiente la prensa informó a grandes titulares acerca de esta aventura, lo cual es falso, ya que los periódicos de esa fecha no dicen nada de ningún asalto ni motín, debido a que la acción que menciona Lora se realizó recién, como veremos, el 11 de febrero de 1931. Segundo error: no se trató de un sólo acto, sino de tres, realizados además en distintas fechas del mismo año: el atentado de la avenida Tarapacá en enero, una ola de explosiones y tiroteos en febrero y el asalto al cuartel de Miraflores llevado a cabo en septiembre. A pesar de estas informaciones no del todo exactas he recurrido, en la reconstrucción que sigue a continuación, a algunos datos de Lora que, puestos en su justa dimensión y combinados con muchos otros hasta ahora desconocidos, pueden contribuir a echar luz sobre las misteriosas acciones sediciosas de los folistas.

b) La acción Mediados de diciembre de 1930; once de la noche. El único habitante de una humilde casa ubicada en alguna de las laderas de La Paz salió violentamente del sopor del sueño escuchando ladridos cercanos y tres golpes consecutivos en la puerta. Sobresaltado, se levantó con prontitud de su viejo sillón pidiendo una contraseña luego de preguntar quién se hallaba al otro lado del umbral. Tras haberse cumplido el pequeño ritual de las contraseñas el visitante pasó rápidamente al cuartucho débilmente iluminado instalándose en la cabecera de una mesa sobre la que se puso a desplegar planos, mapas y otros papeles que sacó ceremoniosamente de un maletín de cuero. Varias otras personas fueron arribando poco a poco a aquella casa desde distintos lugares de la ciudad, y el ritual de ingreso se repitió una y otra vez hasta que no quedaron asientos libres antes de la media noche. Evidentemente era una asamblea secreta. Dos lámparas de kerosene dispuestas en el suelo irradiaban su mortecino resplandor sobre rostros preocupados y espectrales 112 / Huascar Rodríguez García

que se miraban unos a otros con impaciencia hasta que empezó la reunión. Pablo Maráz, el constructor, se puso de pie e inició el conciliábulo informando que contaba con la adhesión de una parte del regimiento “Colorados” del cuartel de Miraflores, cuyo compromiso daba la oportunidad de realizar algún tipo de acción directa que podría provocar a la vez el anhelado levantamiento redentor. Añadió que había gran descontento en la tropa pues los conscriptos estaban siendo sometidos a maltratos, y que con su ayuda era fácil desencadenar un alzamiento popular armado. La loca propuesta provocó un largo debate entre los folistas presentes dado que no todos se encontraban de acuerdo con tal acción, siendo así que Desiderio Osuna y Carlos Calderón se opusieron a la aventura por considerar que estaba deficientemente preparada, mas no por razones principistas. Sin embargo Luis Cusicanqui y Pablo Maráz contagiaron su entusiasmo a la mayoría de los presentes luego de que un delegado de Oruro aseguró que los anarquistas orureños tenían trabajos adelantados para ganar al regimiento “Camacho”, por lo que la acción aparentemente podía desarrollarse de forma coordinada en más de una ciudad a la vez, e incluso en más de un país al mismo tiempo, pues alguien tomó la palabra señalando que diversos grupos libertarios de la Argentina, Chile y Perú también estaban tramando acciones armadas sincronizadas. Con este tono de propuestas la reunión se extendió hasta las cuatro de la madrugada en medio de acaloradas discusiones y especulaciones de todo tipo, cuando los conspiradores acordaron finalmente afinar detalles para asaltar el cuartel de Miraflores no sin antes realizar atentados dinamiteros previos y reclutar militantes dispuestos a jugarse la vida en nombre de la causa revolucionaria. La situación en ese instante exigía todo de quienes se consideraban anarquistas: si el día de la redención social no había arribado hasta ese momento estando las condiciones dadas, llegaba entonces la hora de forzar y provocar el estallido social definitivo pese a quien le pese, más aún considerando el claro advenimiento de la ofensiva reaccionaria que desataría Salamanca una vez elegido presidente. Haciendo esta reflexión los folistas clandestinos juráronse lealtad mutua, prometiendo guardar el secreto de la conspiración sin involucrar ni comprometer públicamente el nombre de la FOL.

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A partir de aquel nocturno conciliábulo reuniones secretas similares se fueron repitiendo en diferentes casas y la prioridad de los folistas pasó a ser de pronto la compra de revólveres y la obtención de explosivos con el fin de fabricar bombas caseras, labor para la que se recurrió a Basilio Ayala, un minero desconocido que por la naturaleza de su oficio no tuvo problemas en conseguir dinamitas. No está claro cuál era exactamente el plan de los ácratas, pero lo que con certeza pretendían era reavivar el clima de convulsión social a través de atentados dinamiteros y desórdenes nocturnos antes de la toma del cuartel de Miraflores, desde donde se irradiaría un movimiento armado capaz de desatar la tan ansiada revolución social, idea que entusiasmó a Diego Penache, un italiano recién llegado de la Argentina clandestinamente que se puso a colaborar de forma activa con la conspiración. Así, la noche del sábado 10 de enero de 1931, seis días después de haberse llevado a cabo las elecciones presidenciales que ganó Salamanca, sucedió la explosión en la avenida Tarapacá, cerca probablemente del domicilio de alguna autoridad gubernamental. Se trató de una bomba casera de gran potencia que estalló en la puerta de la casa número 694, de propiedad de un abogado, afectando a todos los edificios vecinos pues no quedó en ninguno de aquellos un cristal intacto. Además, a la misma hora que sucedía esta explosión se oyeron disparos de rifle en la calle Madidi de la zona San Pedro, terribles ruidos que intranquilizaron a los vecinos y movilizaron rápidamente a la policía, que procedió a arrestar a diestra y siniestra a toda persona sospechosa. Producto de la frenética acción policial fueron detenidas e incomunicadas diez personas, entre ellas dos niños y Diego Penache, que resultó el principal sindicado por la explosión. Tres días después ocho sospechosos fueron puestos en libertad por no existir indicios de culpabilidad evidentes, en tanto que la policía daba a conocer que había hallado otra carga de dinamita que no logró estallar en la puerta de la curtiembre de la intendencia de guerra, repartición del ejército donde se proveía a los soldados equipos y prendas de vestir (El Diario 11 y 13 de enero de 1931). Tras estas primeras e inofensivas incursiones en las tácticas de la guerrilla urbana, los folistas comprendieron que las próximas acciones debían ser más radicales y eficaces. En esta dinámica un 114 / Huascar Rodríguez García

equipo asesorado por el minero Basilio Ayala se puso a fabricar nuevos artefactos explosivos caseros y a conseguir armas y munición. El sastre José Clavijo conformó parte importante de este núcleo e hizo de su casa un centro de operaciones, levantando las sospechas de algunos agentes policiales que empezaron a seguirle los pasos. Por su parte, Cusicanqui y Maráz se dedicaron a organizar rápidamente una dilatada red con varios trabajadores de base como Juan de Dios Choque66 y otros para concretar el golpe al cuartel de Miraflores. Empero, los avances con los conscriptos se detuvieron y pese a la indecisión de éstos y a la imposibilidad de la acción en Oruro se decidió continuar con las actividades subversivas, probando de vez en cuando la efectividad de los juguetes explosivos durante algunas noches en sitios alejados. 11 de febrero fue la fecha escogida para el amotinamiento del regimiento “Colorados” y para detonar coordinadamente varias bombas en diferentes zonas de la ciudad de La Paz, incluyendo entre los objetivos algunas usinas eléctricas con el fin de dejar a oscuras a la urbe paceña; pero un hecho imprevisto enturbió los planes estando ya todo preparado. Un día antes de la hora acordada para realizar los atentados simultáneos, varios agentes de la policía irrumpieron sorpresiva y violentamente en la vivienda de José Clavijo, como parte de un gran operativo que contó con la participación de la prensa local. Lo que ocurrió fue que dos agentes encubiertos habían dado con la casa de Clavijo y aprovechando su ausencia recurrieron a engaños para confundir a su esposa, indicándole que eran compañeros del sastre y que tenían 66

Juan de Dios Choque fue un agricultor nacido en Chililaya. Sus nexos con las luchas de su comunidad fueron muy fuertes, particularmente cuando casi la destruyen los hacendados con la expansión del latifundio en la década de los 20, razón por la que, siendo todavía muy joven, tuvo que irse a La Paz huyendo de la represión. Una vez instalado en la ciudad comenzó a trabajar en la Casa Bernardo o en una empresa similar y de este modo se involucró con el movimiento sindical mediante los empleados del comercio, vinculándose a la vez con la FOL y en particular con Cusicanqui. Falleció probablemente el año 2000 en su comunidad. Silvia Rivera cuenta que, cuando aún estaba vivo, Choque hablaba mucho de Cusicanqui, quien parece haber sido su mentor y la persona que lo formó y lo inició en la lucha sindical. Recordemos que los comunarios de Chililaya conocieron a algunos artesanos anarquistas cuando tenían un conflicto de tierras con los vecinos de Puerto Pérez en 1924, y ése probablemente es el origen del vínculo entre Choque y la FOL (comunicación personal con Silvia Rivera).

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que recoger los artefactos explosivos.67 La mujer cayó en la trampa y minutos después estaba la policía y la prensa revolviendo toda la casa. Producto de la intervención policíaca fueron detenidos inmediatamente los dos hijos de Clavijo y su esposa, siendo sometidos a maltratos y a la incomunicación una vez ingresados en las celdas de un centro de detención. Horas después cayeron el sastre y el minero Ayala, quienes señalaron a las autoridades que las bombas incautadas –fabricadas con botellas de champán– habían sido hechas para pescar en el río Desaguadero durante los días de carnaval.68 Veamos qué más dice la prensa: EN UNA TIENDA DE LA CALLE ILLAMPU FUERON ENCONTRADAS TRES BOMBAS

La policía, después de una larga y laboriosa acción que dio comienzo a raíz del atentado terrorista de la Avenida Tarapacá, logró incautar tres bombas. [...] con este descubrimiento se ha roto un premeditado plan terrorífico con el que se quería sembrar el espanto en la ciudad en provecho de qué aviesas intenciones. Hacía bastante tiempo que la sección de investigaciones tenía conocimiento de venirse preparando varios atentados terroristas. Con la consiguiente alarma, la jefatura de investigaciones destacó a sus mejores agentes con el objeto de que esclarecieran estos hechos que vienen a concuasar con el atentado dinamitero de la avenida Tarapacá, ocurrido a principios del mes pasado. Los protagonistas de la fabricación de bombas responden a los nombres de Basilio Ayala y José Clavijo. El primero de profesión minero, se encontraba en la ciudad hace seis meses, proveniente de la mina Bajadería, y el segundo sastre, se domiciliaba en la calle Illampu # 558. La sección de investigaciones que desde hace tiempo tenía el hilo de estos proyectos terroristas, destacó a dos de sus agentes [...] que seguían insistentemente la pista a Clavijo. [...] Por otra parte, por declaraciones de uno de los detenidos, se sabe que el principal objeto era el de hacer volar los domicilios del ministro de gobierno, del prefecto, intendente, jefe de investigaciones [de la policía] y otros. La Jefatura de investigaciones tiene conocimiento de que 67

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Cuando la prensa habla de la esposa de Clavijo se refiere a ella con el nombre de Isabel Illanes. Sin embargo varios testimonios, incluyendo un relato del propio Clavijo, señalan que la compañera sentimental del sastre fue Tomasa Chávez, afamada culinaria y sindicalista que le dio una hija. Mi hipótesis al respecto es que la relación de Clavijo con Tomasa Chávez se inició recién después de la guerra del Chaco. Es probable que debido a este subterfugio Clavijo salió en libertad tras unos meses de encierro, ya que para septiembre se hallaba libre y en octubre ocupaba el cargo de secretario general de la FOL.

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en varios domicilios existen bombas de dinamita y armamento. Con el descubrimiento de las armas y las numerosas bombas la policía ha llegado a la conclusión de que se trataba de un movimiento subversivo (La Razón, 10 de febrero de 1931).

A pesar de este duro golpe para la conjura anarquista en vísperas de su realización, los conspiradores decidieron que no podían dar un paso atrás y el plan continuó su curso aun con todas las adversidades. Ahora estamos en el ocaso del miércoles 11 de febrero: el sol poniente proyecta sonrosados destellos sobre el imponente Illimani y las sombras de la noche empiezan a rodearlo todo con su oscuro e irresistible manto. En el centro de la ciudad la vida urbana se desarrolla con tranquila normalidad. Elegantes caballeros y encopetadas damas pasean por las calles viendo las carteleras de la amplia oferta cinematográfica nocturna del momento: el cine Princesa estrena la comedia de Paramount Ama y aprende, con la actuación estelar de la hermosa Esther Ralston, en tanto que el cine Imperial proyecta la película Vestida a la francesa, el teatro París El siervo de la condesa y el cine Skating El lirio roto. Mientras algunas autoridades y otras gentes distinguidas disfrutaban las comedias románticas de moda en sus cines favoritos, Cusicanqui, Maráz y Juan de Dios Choque afinaban los últimos detalles de su conspiración en algún lejano y desconocido lugar: se resolvió que los conjurados portasen cintas distintivas de colores celeste y verde para reconocerse entre sí y, considerando que ya estaba todo listo, los furtivos levantiscos organizados en varios grupos se desplazaron con sigilo por las torcidas calles de la ciudad para ejecutar el plan de detonaciones. A partir de la media noche el frío ambiente paceño fue sacudido por diversas explosiones ocurridas en diferentes zonas, algunas de las cuales sucedieron casi en la madrugada. A la vez confusos tiroteos tuvieron lugar en la región de Miraflores, cerca al cuartel y en otros lugares, despertando la alarma de la población y ocasionando un estado de zozobra. La policía se puso en movimiento rápidamente logrando arrestar en condiciones no esclarecidas a más de quince integrantes de la red subversiva, incluyendo a Juan de Dios Choque; pero los más importantes cabecillas –Cusicanqui

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y Maráz– lograron darse a la fuga. Por otro lado, los explosivos colocados en las usinas eléctricas de la empresa Bolivian Power, en la zona de Achachicala, no consiguieron activarse debido a alguna extraña y desconocida razón, siendo hallados en forma incidental por “las señoritas Velasco”, quienes denunciaron a las autoridades la existencia de aquellas bombas destinadas a volar las instalaciones que garantizaban el servicio de alumbrado (El Diario 13 de febrero de 1931). A la mañana siguiente la prensa ponía en sus páginas los siguientes titulares y reportes: EN LA MADRUGADA DE HOY HAN ESTALLADO EN LA CIUDAD VARIAS BOMBAS DE DINAMITA

En distintas zonas de la ciudad se han oído disparos. La policía diligentemente ha establecido la vigilancia necesaria y efectúa investigaciones para dar con los autores de estos actos que vienen alarmando a la ciudad. Al cerrar esta edición hemos sido sorprendidos con una fuerte detonación que nos puso alerta, dadas las noticias que vienen circulando de una acción comunista [...] No podemos silenciar los sucesos de anoche y de esta madrugada, que son clara demostración de que existe una organización que seguramente obedece a tendencias comunistas y que desea sembrar el pánico en la ciudad y producir el desorden. Durante las últimas horas de anoche y en distintas zonas de la ciudad se han escuchado consecutivos disparos de revólver. En la región de Miraflores fue donde más se dejaron sentir, habiendo uno de ellos de estar a punto de herir a un chofer que llevaba en su carro al médico de turno del hospital. Hemos conversado con el chofer [...] quien nos manifestó que cuando iba llegando al hospital le dispararon [...] del lado de la quebrada de Miraflores. [...] En la madrugada y casi simultáneamente estallaron dos poderosas bombas de dinamita, una en la región comprendida entre San Jorge y Miraflores, más cerca al primer punto, y la otra cerca de Villa Victoria. Nos informan que aparte de estas dos –el estallido de una de las cuales llegamos nosotros a escuchar–, han estallado tres más en las zonas de San Pedro y Challapampa. [...] Se nos dice que para las dos de la mañana se esperaba estallara un movimiento subversivo dirigido por elementos comunistas. La policía ha estado en conocimiento de estos preparativos y, entendemos, ha logrado evitar su realización mediante las medidas de precaución adoptadas (La Razón 12 de febrero de 1931).

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A LAS CUATRO DE LA MAÑANA LA POLICÍA HA CAPTURADO A DIEZ SE ENCONTRÓ EN PODER DE ELLOS DINAMITA Y ARMAS. SE ESPERA DESENTRAÑAR LA CLAVE DEL COMPLOT. SE PIENSA DEBIÓ

INDIVIDUOS.

ESTALLAR HOY

...hemos sido llamados por la policía, donde nos encontramos con un cuadro curioso. Hallábanse detenidos [...] siete individuos de trazas estrafalarias, a quienes momentos antes las autoridades habían capturado en una callejuela de la región de Caja de Agua. La policía dirigió sus investigaciones y su acción a esa región porque fue de ella que venían la mayor parte de los disparos que se sintieron durante la noche. Al primero que se capturó fue a un tal Juan de Dios Choque, que se encontraba detrás de un muro. Encontráronle en su poder una pistola. Tomado éste le fue fácil a la policía llegar hasta la habitación de un rancho próximo en el que se hallaban congregados los demás. Intimados a entregarse y efectuada la rebusca, se les encontró otra pistola y a todos ellos escarapelas azules y cintas del mismo color, que seguramente eran el distintivo que usaban para reconocerse. [...] El aspecto de todos los detenidos es de lo más miserable, a excepción de alguno que muestra pertenecer a una mejor condición social. [...] Juan de Dios Choque nos manifestó que él nada tenía que ver [...] y que si le encontraron la escarapela celeste en el ojal de su paletó, fue porque “un achacacheño” habíasela entregado expresándole que era “para defender sus vidas”. Los otros detenidos son: Juan Machaca, Samuel Quispe, Juan Machicado, Ruperto Bengarani, Eusebio Gutiérrez, Federico Lima, Carlos Terrazas, Arturo Salas y Juan Flores. [...] Lo que hemos presenciado anoche nos da a entender que efectivamente se viene tramando contra la estabilidad de la Junta de Gobierno y tratando de evitar que se desarrollen los acontecimientos políticos en forma normal, como lo desea el pueblo que anhela la pronta ascensión del doctor Salamanca a la presidencia de la República (ibid.).

También resulta curioso un parte del jefe de gendarmes de la policía, capitán Mackensen, en el que se relata con escasos detalles la detención de siete de los conspiradores considerados “peligrosos anarquistas”. Igualmente llamativa es la detención de dos conscriptos sospechosos –Nicanor Rodríguez y Carlos Germán Alarcón– del regimiento “Colorados”, a los que se sometió a un interrogatorio estricto habiéndoseles encontrado un revólver, un cartucho de dinamita, telegramas procedentes de Oruro y un lote de cintas celestes (ibid. 13 de febrero 1931). Otro periódico resumía así la situación general:

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LA POLICIA HA PRACTICADO AYER MÁS DE QUINCE DETENCIONES Desde hace algún tiempo y en forma que parece sistematizada […] vienen produciéndose casos que a fuerza de repetirse han despertado alarma en la población. Los registrados en la madrugada de ayer y que ofrecen la especial característica de simultaneidad y cierta similitud entre ellos han determinado la detención de varios individuos. Más o menos a la una de la madrugada de ayer, en distintas zonas de la población, especialmente en Villa Victoria, Miraflores y San Pedro, se dejaron escuchar explosiones y disparos. Ello unido al despliegue de fuerzas policiarias y el continuo paso de automóviles de vigilancia, produjo natural alarma entre la gente […] formándose grupos en los que se comentaba lo ocurrido y se bordaban suposiciones de diversa índole. El Sr. Zapata, jefe de la división de investigaciones de la policía, dijo: “lo ocurrido ayer es sintomático, pues […] se ha podido comprobar la existencia de un plan […]. Hay además detalles que concuerdan perfectamente, tales como la posesión de armas, substancias explosivas, y ciertos distintivos –cintillos y botones de determinado color y calidad– que denuncian la procedencia común de todos estos efectos”. Las diferentes comisiones destacadas esa noche […] con instrucciones severísimas, han obrado con rapidez y acierto. […]. La policía ha incautado gran número de cartuchos de gelignita, fulminantes y guías respectivas, una carabina Máuser y algunos revólveres y pistolas, además de un buen número de cartuchos de Máuser y de otras armas de fuego. Por lo que se refiere al aspecto de los presos, son algunos indígenas, obreros otros, […] son tipos anodinos y de escasa comprensión, detalle que justifica el juicio de que se trata de individuos sin responsabilidad moral (El Diario 13 de febrero de 1931).

Las semanas siguientes todo tipo de especulaciones, rumores y versiones circularon en la población acusándose a los detenidos de “siniestros terroristas”. También se decía que una gran revuelta estaba a punto de estallar y que en los muros del Colegio Militar se había encontrado una bomba con la guía encendida que no llegó a estallar, aunque la policía negó oficialmente esta denuncia (La Razón, 22 de febrero de 1931). La prensa continuó publicando nuevos comentarios sobre los sucesos de la noche del 11 de febrero, pero súbitamente los reportes cesaron ya que no se halló a los principales responsables y no se tenía nada más que decir al respecto: a los intelectuales y cabecillas de la ola de detonaciones simplemente se los había tragado la tierra. Ante las diversas críticas realizadas a la labor policial por no 120 / Huascar Rodríguez García

haber encontrado a los líderes de la conspiración, el periódico La Razón, salió en defensa de la institución del orden elogiando su trabajo de investigación, mientras que el diario Última Hora atacaba a los policías por su ineficacia y por el exceso de medidas represivas. Dicho medio de comunicación –Última Hora–, el más crítico de los periódicos oficiales en esta época, reconocía que desde enero casi noche a noche se producían misteriosas detonaciones, pero también llamaba a la calma señalando que el clima de paranoia social se debía igualmente al sensacionalismo de la prensa y al “alarmismo policial”, minimizando en parte la recurrencia de las explosiones que intranquilizaban a la sede de gobierno.69 El caso es que la policía estaba desconcertada y extendió sus investigaciones hacia Oruro a raíz de los sospechosos telegramas provenientes de esta ciudad incautados a los conscriptos del regimiento “Colorados”. Tal vez de esta forma algunos miembros de la FOT orureña fueron acusados por los atentados, pues Irma Lorini hace referencia a un habeas corpus “con motivo del estallido de bombas dinamiteras y disparos la noche del 11 de febrero” hallado en el Archivo Histórico de La Paz, en el que se encuentran declaraciones de los hermanos Moisés deslindando cualquier responsabilidad por los hechos y arguyendo que recién habían vuelto del confinamiento en Todos Santos: Desde que me confinaron en septiembre, no he vuelto a pisar siquiera el local donde funcionaba esa organización, fui secretario general de la FOT de Oruro hasta el Congreso de agosto, fecha que entregué el cargo a otro... (Gabriel Moisés, cit. en Lorini 1994: 114). En el último tiempo me he dedicado exclusivamente a mis atenciones tanto familiares, como comerciales, sin inmiscuirme en nada de política, mucho menos en trajines subversivos... (Jorge Moisés, cit. en ibid.). 69

La inquietud en el país era evidente por donde se mire, pues por aquellos días no sólo los atentados dinamiteros eran tema de especulaciones y temores, sino también el escandaloso aumento de la delincuencia común. Por ejemplo algunos periódicos de febrero dan cuenta con frecuencia de hombres desnudos y sin cabeza que aparecían regularmente en el trayecto que va de Catavi a Uncía, y en otras regiones potosinas se hablaba de una famosa banda criminal, compuesta por más de sesenta individuos, que aterrorizaba a ciertas zonas rurales con robos y crueles asesinatos.

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Lorini añade, utilizando el expediente de habeas corpus mencionado, que Jorge Moisés declaró contra Roberto Hinojosa, pero esta acusación era claramente una forma desesperada para lavarse las manos, ya que el autor de la “revolución de Villazón” se encontraba en un cómodo exilio durante esos momentos. De todos modos la no participación de los hermanos Moisés en la acción de febrero parece evidente pues éstos todavía se hallaban presos cuando sucedieron las explosiones y tiroteos, según asegura Lora (1970: 102). Con todo, y pese a que no cayeron los máximos dirigentes, la acción subversiva había sido un fiasco: los conscriptos del cuartel de Miraflores nunca se amotinaron, además de que fueron arrestados varios miembros de base de la red. Al respecto el carpintero folista José Mendoza anotó en una especie de diario íntimo las siguientes palabras escritas con puño y letra: “1931. Febrero. Fracasa la revolución que debió estallar con carácter social tramada por la Federación Obrera Local”.70 Evidentemente el sentimiento de fracaso fue general en los conspiradores, y esto determinó un replanteamiento de las acciones a seguir, pero nunca se abandonó la idea de provocar un motín cuartelario con fines insurreccionales, por lo que las conjuras anarquistas continuaron desarrollándose subterráneamente. Al tiempo que los folistas urdían secretamente un nuevo plan la oligarquía celebraba dichosa el ascenso de Salamanca al poder, que fue investido como presidente el cinco de marzo. El flamante mandatario anunció una política claramente antiobrera y desde un principio se mostró proclive a desatar una guerra contra Paraguay a título de preservar el “honor nacional”. Teniendo la economía en quiebra, Salamanca se propuso como una de sus metas fundamentales tomar medidas no para mejorar la situación del país, sino para “acabar” de forma drástica con la serie de incidentes violentos que sacudían la frontera con Paraguay. Fiel a sus belicosos ánimos Salamanca incentivó un costoso plan maestro para la penetración, exploración y ocupación militar del Chaco, que empezó a ponerse en práctica desde principios de mayo. Frente a un repentino resurgimiento de la efervescencia plebeya, Cusicanqui, Maráz y los que escaparon de los sucesos de febrero consideraron que las atmósfera se presentaba ahora más 70

favorable para intentar otra acción armada, ya que volvieron con intensidad una serie de protestas que se dieron con particular violencia en Oruro y Potosí durante agosto y septiembre debido a la crisis y la cesantía. Como el ambiente de inquietud había resurgido con fuerza los anarcosindicalistas creyeron que el momento para tomar el cielo por asalto y desatar la revolución definitiva era inmejorable, pues en esta ocasión las condiciones eran casi óptimas: habían más militantes dispuestos al sacrificio –algunos de ellos provenientes del sindicato de carniceros– y el amotinamiento de los conscriptos del regimiento “Colorados” del cuartel de Miraflores estaba ahora totalmente garantizado. Tras nuevas reuniones secretas los conjurados alquilaron un automóvil para facilitar la futura acción que se decidió debía llevarse a cabo la madrugada del viernes 11 de septiembre. Casualmente la noche del 10 de septiembre el embajador de Estados Unidos ofrecía en su legación una gran fiesta reservada, en la que militares de alto rango, políticos y empresarios celebraban el capitalismo y lo dichosas que eran sus vidas gracias a él. En aquella fiesta se encontraba el tío de Luis Cusicanqui, coronel Julio Sanjinés (El Diario 12 de septiembre de 1931), quien estando con una copa de vino en la mano pensó de pronto en su sobrino, el cual en ese preciso instante se arrellanaba en el asiento trasero de un automóvil sin placa cargando las balas a un revólver, mientras Pablo Maráz junto a otros dos camaradas escrutaban ansiosamente la oscuridad confiando en una azarosa victoria, sea ésta inmediata o a mediano plazo. El automóvil se encontraba estacionado en un callejón oscuro cercano a la fábrica de cartones en Purapura, y contenía sólo a uno de los varios grupos que se habían dispersado en distintas zonas de la ciudad para capturar puntos estratégicos. Otro grupo se encontraba aguardando en el local de los carniceros y un tercero comenzaba a descolgarse de la zona de Tembladerani. Casi en el mismo momento en que los grupos empezaron a desplegarse silenciosamente por la ciudad gigantescas fogatas empezaron a arder misteriosamente en la Ceja de El Alto, como si de una señal se tratase, y mantuvieron su intenso brillo hasta el amanecer. A una hora indeterminada, después de algunos disparos realizados por Cusicanqui desde su automóvil cerca de Miraflores, la rebelión estalló sorpresivamente cuando los conscriptos del

Archivo privado de José Mendoza.

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regimiento primero de infantería “Colorados”, junto a ciertos miembros del regimiento “Azurduy” ubicado en el mismo cuartel, entraron por la fuerza en los depósitos de armas y municiones dirigiéndose posteriormente a la puerta central del bastión militar donde redujeron a la guardia con disparos de fusil. Testigos presenciales de este hecho afirman que una parte de los amotinados salió a la calle por unas ventanas de poca altura gritando: “¡Queremos las cabezas del comandante y de los oficiales!”, a la vez que el resto de la tropa abría la puerta principal obteniendo la rendición de algunos desconcertados jefes de rango menor que intentaron resistir. En esto un subteniente llamado Noel Ríos alertado por los disparos salió de una vivienda cercana, donde a veces se concentraban los militares para realizar reuniones y parrandas, e intentó contener el desorden siendo recibido a balazos que ocasionaron su muerte inmediatamente. Tras este deceso dos de los más exaltados rebeldes ataron los pies del cadáver y procedieron a arrastrarlo por la calle unos cuantos metros para luego abandonarlo (ibid.). Entonces los anarquistas aparecieron oportunamente en su automóvil y todos juntos, formando una pequeña masa que no excedía los cincuenta hombres, se dirigieron hacia la sección de la policía numero 3 de Miraflores, ubicada no muy lejos del cuartel, atacándola y logrando tomarla fácilmente porque el comisario y sus ayudantes huyeron despavoridos por la puerta trasera al sentir las primeras balas ingresando en sus oficinas. Todo parecía ir bien hasta ahí: los insurrectos se dieron a la tarea de saquear la comisaría llenándose los bolsillos con el dinero que hallaban y destruyendo todo cuanto podían, pero la euforia duró poco pues de pronto se vieron atacados por un reducido grupo de militares y policías que se habían movilizado rápida e improvisadamente al haber escuchado el repetido estruendo de los disparos. Allí se desató un nutrido tiroteo y las fuerzas de la ley empezaron a crecer con el arribo de un nuevo contingente de militares a los treinta y cinco minutos. Mientras todo esto sucedía la fiesta en la embajada norteamericana estaba en su mejor momento: mucho vino fino, buena comida y hasta banda de vals en vivo cuyo exigente y delicado ritmo hacia girar a las parejas bailadoras cada dieciséis compases. Pero la relajadora embriaguez festiva de la exclusiva 124 / Huascar Rodríguez García

reunión fue arruinada por los graves rumores de una rebelión cuartelaria que avanzaba a punta de fusil hacia el centro de la ciudad, según las exageradas y paranoicas noticias que llegaron a la legación extranjera vía teléfono. De inmediato el coronel Julio Sanjinés, a veces un sacerdote de la disciplina y un auténtico hombre de acción, solicitó dos cadetes armados de ametralladoras livianas con los que subió a un automóvil hecho una fiera debido a los vapores del alcohol, dirigiéndose luego hacia el lugar del tiroteo. Al instante las noticias llegaron al presidente y a las máximas autoridades, quienes temiendo lo peor ordenaron la movilización general del ejército y la policía, de modo que la Plaza Murillo fue cerrada y se emplazaron ametralladoras en sus esquinas para repeler cualquier posible ataque al palacio de gobierno (ibid. 11 de septiembre 1931). Las órdenes superiores llegaron con prontitud a los miembros del Estado Mayor, al ministro de Guerra y al jefe de la policía que dispusieron sus tropas por distintos lugares de la ciudad, enviando a la mayoría de ellas hacia Miraflores donde la balacera continuaba y ocasionaba heridos en los dos grupos enfrentados. El envío de tropas a diferentes lugares de la urbe se explica porque los otros grupos que formaban parte de la conspiración detonaron bombas caseras y dispararon contra sedes policiales en varias zonas, siendo después rápidamente perseguidos y desbandados. Pero la inicial situación favorable de los rebeldes en Miraflores empezó a cambiar cuando el coronel Sanjinés apareció con su auto junto a nuevos refuerzos que descargaron rabiosamente su arsenal contra los jóvenes sublevados, siendo así que éstos tuvieron que abandonar las inmediaciones de la comisaría que habían tomado para luego iniciar un desordenado escape. Respecto de Cusicanqui y los del automóvil, ellos decidieron también huir ante la magnitud de la contraofensiva pero no pudieron recoger a Maráz, que se había perdido por un momento al ir en busca de municiones hacia la comisaría en medio del vértigo y el furor de los acontecimientos. Fue de esta manera que el automóvil de Sanjinés se lanzó a la captura del automóvil de los anarquistas y, sin saber a ciencia cierta si Cusicanqui estaba allí, el enfurecido coronel ordenó a sus cadetes abrir fuego sin compasión. Los autos iban a toda velocidad intercambiando disparos, crujiendo y emitiendo

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fuertes chirridos en las curvas, pero los folistas decidieron rápidamente abandonar el vehiculo y escapar a pie cada uno en distintas direcciones, medida que les resultó efectiva pues consiguieron finalmente despistar a sus perseguidores. Cusicanqui corrió empleando gran energía y quemando todas sus fuerzas hasta que los pulmones estaban a punto de reventar de fatiga. Su silueta presurosa y jadeante se deslizaba sobre el telón de fondo de distintos muros alternados con el gris de la madrugada que se iba disipando lentamente en el horizonte. Mucho más allá las enormes hogueras que ardían en El Alto todavía seguían claramente visibles, dando a la atmósfera un tono apocalíptico que impregnó de humo los colores del alba con la que el mecánico llegó a la casa de otro folista en busca de refugio. Por otro lado una gran cantidad de soldados del Colegio Militar y de la Escuela de Clases empezaron a perseguir a los amotinados que se vieron obligados a correr sin saber bien adónde dirigirse, de tal suerte que algunos desaparecieron rumbo hacia las quebradas de Coiconi y Quilli-Quilli, en tanto que otros se parapetaron en las laderas circundantes hasta que las fuerzas gubernamentales los atacaron con todo sofocando los últimos reductos de resistencia; sin embargo en otras zonas la persecución y los disparos de un lado y otro continuaron a plena luz del día durante las primeras horas de la mañana. Llegados a un punto la mayoría de los valientes y avezados jóvenes insurrectos del “Colorados” se dieron cuenta que todo estaba perdido, nadie más los secundó ni se unió a la revuelta, por lo que decidieron entregarse y volver por su voluntad al cuartel donde los esperaba el encierro y la punición; empero varios otros, entre ellos algunos de los más comprometidos y audaces amigos de Maráz, simplemente se esfumaron reapareciendo luego en lugares comunes y acordados de antemano con los folistas, dándoles éstos protección.

c) Las consecuencias Son significativos algunos titulares y comentarios de la prensa que dan cuenta de este suceso en los que se acusa directamente a los ácratas: 126 / Huascar Rodríguez García

ANOCHE SE AMOTINÓ EL REGIMIENTO COLORADOS. FUE MUERTO EL SUBTENIENTE NOEL RÍOS. SE HA ESPERADO AL AMANECER PARA SOMETERLOS. [...] Se trataba de un movimiento subversivo de las tropas del regimiento “Colorados” y “Azurduy”. Los antecedentes para esta loca aventura [...] se dice que fueron el que se les obligara a trabajos un tanto pesados. [...] Ya dueños absolutos de la situación [...] su intención fue avanzar hacia el centro de la ciudad, obedeciendo posiblemente a un plan que se frustró por la inmediata intervención de las fuerzas que se pusieron en alerta. [...] Al cerrar esta edición se sienten algunos disparos, como se han sentido toda la noche del lado de Sopocachi, disparos que creemos son efectuados por los malentretenidos que noche a noche vienen alarmando a este vecindario. [...] Se veían grandes fogatas en la Ceja de El Alto. [...] Podemos asegurar que este movimiento que, como lo decimos, bien puede obedecer a la propaganda desquiciadora que se viene realizando por elementos ácratas, no ha tenido conexión alguna con el interior y que las noticias que se han recibido esta madrugada manifiestan completa tranquilidad en toda la república (La Razón 11 de septiembre de 1931). EL AUTO FANTASMA Un lector nos da la noticia que entre las 9:00 y las 9:30 de la noche, cruzó rápidamente un auto sin placa por la región de San Pedro y de cuyo interior se dispararon varios tiros, que por la intermitencia regular de los disparos, dio el efecto que daba alguna señal convenida. […] Creemos [...] existen otras causales que no podemos menos que atribuirlas a la propaganda sediciosa que se viene efectuando en el país por elementos comunistas y ácratas, que últimamente han intensificado sus trabajos en nuestros pueblos (ibid.).

A las diez de la mañana del viernes 11 de septiembre cantidades considerables de curiosos transeúntes se amontonaban cerca del bastión militar de Miraflores viendo en las paredes y ventanillas del frontis varios impactos de proyectiles, principalmente en las ventanas de la comandancia. Para completar el espectáculo en ambas aceras de la calle se distinguían huellas de sangre y algunos metros más allá el “auto fantasma” abandonado y remolcado luego por los militares era fotografiado por un periodista. En la comisaría atacada era lo mismo, y sus paredes y puertas agujereadas con disparos de fusil y pistola suscitaban una marea de rumores entre los mirones que se renovaban todo el tiempo. Evidentemente los extraños combates y

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disturbios que sacudieron a la sede de gobierno desataron un escándalo de proporciones mayúsculas. El mismo día viernes se dio a conocer a través de algunos medios de comunicación que los conscriptos rebeldes estaban privados de comida e incomunicados en un calabozo, noticia que ocasionó la movilización de las preocupadas madres de los reclutas que se hicieron presentes en las puertas del cuartel con la intención de hacer llegar comida a su hijos, pero la tropa vigilante impidió el paso de las señoras infligiéndoles golpes y maltratos físicos que generaron protestas y reclamos (El Diario 12 de septiembre de 1931). Por otra parte también salieron a la luz las duras condiciones a que eran sometidos los conscriptos antes de la sublevación, pues por ejemplo se los obligaba a pisar barro para fabricar adobes fuera del horario correspondiente a la instrucción, no se les pagaba el denominado “socorro” a la tropa, la comida era pésima y a la vez sucedían todo tipo de abusos y trabajos forzados, según quejas que el diario Úitima Hora (11 de septiembre de 1931) pudo recoger de informantes anónimos. El editorial de dicho periódico criticaba a Salamanca por su incapacidad de resolver la crisis, señalando también que el motín era una advertencia al gobierno y una manifestación más del descontento popular, críticas que irritaron gravemente a las autoridades políticas y militares. Cuatro días más tarde un grupo de oficiales irrumpió violentamente en las oficinas del periódico Úitima Hora amedrentando a los trabajadores y ocasionando algunos destrozos. El jefe del grupo uniformado buscó al director del diario desafiándole a un duelo, y éste valientemente aceptó el desafío, pero cuando salía “al campo del honor” uno de los redactores apareció confesándose como el auténtico autor de las noticias y manifestando que por lo tanto era él quien debería batirse. Minutos más tarde se tramitó el duelo y fue llevado a cabo “con toda corrección” (El Diario 17 de septiembre de 1931). A raíz de este suceso el medio de comunicación agredido recibió la explícita solidaridad de la federación ácrata, tal como lo prueba una carta publicada bajo el título “La Federación Obrera Local y Úitima Hora”, que es antecedida de una breve nota en la que los redactores de este periódico se refieren a los anarcosindicalistas llamándoles “nuestros compañeros de la FOL”. La carta 128 / Huascar Rodríguez García

en cuestión informa de una asamblea folista llevada a cabo el jueves 17 en la que se resolvió: 1) felicitar al director del periódico Úitima Hora por su valentía al sostener lo que había publicado frente al atropello del día quince, 2) pedir la destitución de los militares abusivos, 3) no permitir castigos a los amotinados y 4) protestar contra los diputados Ríos Bridoux y Anze Soria por haber pedido duras sanciones contra los amotinados. En la misma carta los folistas califican a los conscriptos rebeldes como valientes muchachos que en un momento de reflexión decidieron hacer respetar la dignidad de los seres humanos, levantando su nivel moral contra toda disciplina sarcástica que les lleve al estado de animales (en: Úitima Hora”19 de septiembre de 1931).71

La misiva está temerariamente firmada por Santiago Ordóñez y por Clavijo, personaje que en ese momento gozaba de libertad condicional. Casi una semana después del motín y de los disturbios varios diputados pidieron un informe sobre los hechos y los ministros de guerra y de gobierno tuvieron que presentarse en el Congreso para rendir cuentas. Algunos diputados calificaron de escandalosos los sucesos de la madrugada del 11 de septiembre desde el punto de vista de la disciplina del ejército nacional, más todavía cuando el país se encontraba al borde de una guerra con Paraguay dados los repetidos incidentes fronterizos con ese país. El ministro de Guerra atinó a decir que el motín se debió a motivos políticos, pero algún diputado polemizó con él criticando al gobierno por la crisis económica y por su ineficacia en aclarar los hechos, intervención que suscitó numerosos aplausos y gran incomodidad. En aquella agitada sesión parlamentaria también se dio a conocer que los conscriptos del “Colorados” eran obligados a fabricar adobes y a realizar refacciones en la casa que el gobierno había obsequiado al general Hans Kundt, domicilio 71

Quizá sea bueno aclarar aquí que Mauricio Hochschild, uno de los “barones del estaño”, tenía importantes acciones en el periódico Úitima Hora, por lo que es probable que el director y los periodistas involucrados en los escándalos postmotín de Miraflores tuvieron que dejar sus cargos. Lo que sí es evidente es que Última Hora volvió, a partir de octubre, a su típico conservadurismo antiobrero.

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ubicado en la zona de Obrajes y amenazado por lo desbordes de un riachuelo cercano. Ante estas denuncias otro diputado abogó por los conscriptos e interpeló a los ministros provocando nuevamente una ronda de ruidosos aplausos y nuevas discusiones (El Diario 17 de septiembre de 1931). Al día siguiente el abogado de los conscriptos envió un memorial al Estado Mayor solicitando información sobre si había algún reglamento que permitiera a los reclutas reparar o construir edificaciones particulares. Todo esto avivó aún más la rabia de los padres que tenían hijos en los cuarteles y el prestigio de los militares frente a la opinión pública estaba de la noche a la mañana en uno de sus peores momentos: el gobierno anunció un juicio al comandante y a un oficial del regimiento “Colorados” por malos tratos a los soldados y manifestó también su intención de clausurar dicho regimiento, produciendo tales medidas y amenazas un notorio clima de descontento en no pocos jefes del ejército (ibid. 21 y 24 de septiembre de 1931). Recordemos que el “Colorados” era el regimiento insignia del ejército boliviano a partir de la guerra del Pacífico del siglo XIX, y el hecho de que ahora esta sección militar fuera el lugar desde donde se fraguaban subversiones representaba sin duda una grave afrenta para la institucionalidad de las fuerzas armadas. Los que llevaron la peor parte de todo fueron los jóvenes conscriptos arrestados, pues se vieron sometidos a un consejo de guerra y luego conducidos al panóptico cuando se les inició un escandaloso juicio que se extendió hasta principios de 1932. En el proceso judicial 14 reclutas resultaron sindicados por el asesinato del subteniente Noel Ríos y otros cargos más. El resultado de las audiencias se dio a conocer el segundo mes de 1932, dictaminándose una sentencia de seis años de cárcel para el cabo Quintín Pereira acusado de homicidio; a otros cuatro conscriptos se les dio la pena de cuatro años, a otros tres la de un año, y al resto algunos meses de encierro (La Razón 6 de febrero de 1932). Empero, diez o doce de los rebeldes lograron escapar de la justicia quedando en condición de prófugos por mucho tiempo. En cuanto a los cabecillas anarquistas, éstos lograron salir impunes y la policía nunca los pudo atrapar, a excepción de Pablo Maráz, que cayó preso la misma madrugada de la acción, 130 / Huascar Rodríguez García

mas no se conoce en qué quedó su caso ni el de Juan de Dios Choque y el resto de los detenidos en febrero. Éstas fueron en síntesis las locas aventuras armadas de los folistas, quienes tuvieron la acertada precaución de no involucrar ni comprometer directamente a la FOL ya que, de forma inteligente, las acciones nunca fueron reivindicadas y al parecer ninguno de los detenidos mencionó a la federación. No obstante, la FOL defendió públicamente a los conscriptos en más de una ocasión e incluso exigió su libertad en una gran movilización realizada en octubre según veremos a continuación. Para terminar esta parte debo decir que, pese a los datos consignados anteriormente, la conspiración de 1931 continúa cubierta por un velo de misterio: ¿cuál fue el balance de la acción al interior de la organización? ¿Cuál fue la suerte de los detenidos? ¿Qué otros pormenores sucedieron? ¿Cómo reaccionaron las autoridades y cuál fue su versión definitiva? ¿De qué forma los dirigentes evadieron la persecución policial? Se interrumpe el texto y prosigue la fuga de respuestas.

La revuelta de octubre Como ya he mencionado, hacia mediados de 1931 la crisis económica, el encarecimiento de la vida y el desempleo aún castigaban a los estratos populares del país, situación que provocó nuevas y masivas movilizaciones de trabajadores desocupados que se intensificaron entre agosto y septiembre particularmente en Oruro y Potosí, las principales ciudades mineras del país. Estas expresiones laborales estuvieron cargadas de una vigorosa naturaleza radical en Potosí, donde la segunda semana de agosto una multitud de más de dos mil airados mineros escucharon discursos de oradores comunistas y anarquistas que propugnaban la revolución social y la destrucción del gobierno capitalista antiobrero de Salamanca. El clima conflictivo en Potosí se agudizó el 23 de septiembre debido a la acción de casi setecientos trabajadores desempleados que lanzaron ataques contra diversas instalaciones e ingenios de la Compañía Unificada minera de Hochschild proclamando “la revolución” y generando una respuesta represiva acompañada de varios arrestos producto de los cuales cayó preso Rómulo Chumacero, quien por ese entonces

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había reavivado su actividad de agitación. Durante estos sucesos la demanda central de los manifestantes era obtener fuentes de trabajo, sea en las minas o en las obras públicas del gobierno, ya que la gran masa de desocupados en Potosí vivía en condiciones de extrema pobreza. A la depresión económica y al desempleo se añadía el estado de “emergencia nacional” que Salamanca imponía poco a poco ante los reiterados choques del ejército boliviano con el ejército paraguayo. En estas circunstancias el gobierno apeló al patriotismo obteniendo mayor facilidad para manipular a la opinión pública –sobre todo a las clases medias– y así consiguió cierta “legitimidad” en su accionar represor. Pese a estas condiciones adversas, y luego de sus fracasadas acciones conspirativas, los anarcosindicalistas de La Paz decidieron que debían volver a las calles convocando a las masas descontentas para luchar contra Salamanca e iniciar una campaña por la liberación de los conscriptos rebeldes. Desde la mañana del viernes 2 de octubre varios miembros de la FOL hicieron circular volantes convocando a todos los sectores obreros para una gran movilización a realizarse el día domingo. Algo que llama la atención es que la revuelta provocada por esta convocatoria contó con una notoria presencia indígena, lo que muestra una vez más los vínculos que tenían los anarquistas con el mundo aymara. En esta dinámica los activistas libertarios tuvieron que trasladarse hasta lejanas zonas rurales informando sobre la manifestación que exigía, entre otros puntos, la abolición total del pongueaje. La amplia propaganda sembró cierta inquietud en la población y también llegó a los grupos de agentes encubiertos del gobierno, que seguían a todas partes a los ácratas. De esta manera las autoridades se enteraron de los aprestos folistas y decidieron inmediatamente ilegalizar la manifestación: Enrique Hertzog, futuro presidente y por entonces prefecto de La Paz, dictó un “auto de buen gobierno” el 3 de octubre prohibiendo la movilización de la FOL por no tener “permiso oficial” y por ser una “franca incitación a la violencia”. Los folistas, al tanto de la prohibición y conscientes de que les esperaba una nueva jornada intensa, decidieron llevar adelante sus propósitos contra viento y marea porque consideraban que sus 132 / Huascar Rodríguez García

demandas eran justas. Los puntos centrales del pliego petitorio presentado en la movilización fueron: la rebaja de los artículos de primera necesidad, el aumento del peso y tamaño del pan, la libertad inmediata de las personas detenidas en las manifestaciones de desocupados ocurridas en Potosí a fines de septiembre, así como también de los amotinados del regimiento “Colorados”, subsidio a los desocupados, la rebaja de alquileres en un 50%, la abolición completa del pongueaje y la libertad de pensamiento. Así llegamos al domingo 4 de octubre. Era una mañana radiante y el profundo abismo luminoso del cielo azul, casi limpio de nubes, anunciaba un día apacible y tranquilo. Sin embargo no iba a ser así: la capacidad organizativa y el poder de convocatoria de la FOL lograron reunir a miles de obreros y decenas de indígenas que se concentraron masivamente en la Plaza San Francisco, donde Luciano Vértiz Blanco, Rosa Rodríguez y otros dirigentes iniciaron un mitin emitiendo acalorados discursos contra el gobierno. Luego la masa dirigióse a la plaza Murillo con intención de tomarla, pero ni bien llegó a la esquina de la calle Yanacocha el ministro de Gobierno ordenó dispersar la manifestación y la policía se lanzó sobre los movilizados disparando granadas de gas lacrimógeno y golpeando brutalmente a los primeros detenidos. Ante la intensa gasificación la gente retrocedió en desordenado desbande hasta la plaza San Francisco, lugar desde el cual los trabajadores tenían mejores condiciones para enfrentar a las fuerzas represivas. Allí continuó la refriega por algunas horas desatándose un tenaz apedreamiento contra los policías desde la plaza San Francisco y desde las calles Recreo y Jenaro Sanjinés. Uno de los muchos hechos anecdóticos de la revuelta señala que, en medio de los disturbios y cerca al mediodía, Hertzog tuvo el desacierto de pasar en su auto por la calle Lanza a no mucha distancia de una esquina donde los manifestantes se estaban reorganizando, entonces al percatarse de ello éstos no dudaron en apedrear la movilidad que conducía al prefecto, quien obviamente tuvo que darse a la fuga cerrando los ojos y encogiéndose cada vez que una piedra golpeaba ruidosamente el techo y la parte trasera del vehículo.

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Horas más tarde la batalla continuaba. Nubes de gases asfixiantes, disparos, charcos de sangre, hogueras que desprendían densas columnas de humo, pequeñas barricadas improvisadas, gritos enardecidos de rabia y desesperación: la multitud avanzaba y retrocedía alternativamente defendiendo hasta lo último cada calle y cada esquina conquistada a los policías, quienes arremetían con furiosos caballos contra la plebe dispuesta a todo. Los enfrentamientos continuaron hasta el final de la tarde disolviendo la presencia estatal en gran parte de la ciudad, en tanto que sectores del lumpen se sumaban al combate y desataban una ola de asaltos a tiendas y fábricas que se prolongó casi durante toda la noche. El caos era tal que ni la casa del intendente de la policía se libró de los saqueos.72 Fue precisamente a raíz del vandalismo popular que la prensa oligárquica inició una gran campaña de desprestigio contra los sindicalistas de la FOL, que en algunos casos fue llevada a cabo de manera grotesca; así por ejemplo en la portada del periódico Úitima Hora, ahora totalmente depurado y alejado de los ácratas, puede leerse textualmente lo siguiente (las mayúsculas son del original)73:

Más adelante el mismo periódico otorga una impresionante y detallada relación de algunos sucesos que siguieron a la primera dispersión en los alrededores de la plaza Murillo: APROVECHÁNDOSE DE UNA MANIFESTACIÓN OBRERA, ELEMENTOS MALEANTES COMETIERON ACTOS DE CONDENABLE VANDALISMO

Después [los manifestantes] se reúnen en la Plaza San Francisco a las 11:00; la mitad eran indígenas, albañiles en su mayoría. La policía negoció y se acordó la desmovilización siempre que se liberen a los presos. A las 11:45 los que quedaban entonaron La Internacional. A las 12:00 los carabineros ingresan al centro de la plaza intentando dispersar. Un soldado trató de arrebatar un estandarte, lo cual ocasionó la indignación. En esto se oyó un grito “a las piedras” y replegándose la masa hacia el atrio de la iglesia, envió una verdadera lluvia de piedras contra la policía, piedras que parece las tenían ya listas entre sus ropas, porque no las hay en ese lugar. Imposibilitada la policía de usar gases, retrocedieron y comenzaron a disparar sus armas al aire y a las personas. Después se dio una ola de saqueos en los alrededores de la ciudad llegándose en algunos casos a las violaciones de las mismas mujeres del pueblo. Los asaltos y saqueos continuaron hasta altas horas de la noche, principalmente en las calles Max Paredes, Tumusla y Santa Cruz. En la región de San Pedro, en la calle Mamoré, fueron atacadas la casa del Intendente de Policía, la fábrica de pan de Figliozzi hermanos, la fábrica de salchichas Stege y varias tiendas. Los heridos de la jornada son 6: 4 manifestantes y 2 carabineros. Patrullas de policía recorrieron sin tregua la población a caballo, a pie y en camiones (ibid: 8).

La manifestación realizada ayer por la FOL se volvió de INDÍMenos mal que la policía los hizo LLORAR a tiempo [...]. Felizmente al final todo se arregló satisfactoriamente. Los manifestantes pedían PAN y la policía les dio, repetidas veces, PAN....PAN....PAN. La repartición se hizo en la Plaza San Francisco (Úitima Hora 5 de octubre 1931). GENAS ASALTADORES.

72

73

En una charla del dirigente José Clavijo con Silvia Rivera en la década de los ochenta, éste le comentó que en la primera época de la FOL la organización contaba con activistas de base provenientes del lumpen que espontáneamente se adherían a las movilizaciones folistas. Entre estas personas se encontraban muchas mujeres y una de ellas era la “China ratera”: mujer plebeya dedicada al robo, de quien se dice vestía como hombre y se movilizaba en bicicleta, siendo una activista audaz e inteligente en muchas de las manifestaciones de preguerra y una suerte de mensajera o “corre ve y dile” de los organizadores folistas. Esta enigmática mujer, cuyo auténtico nombre al igual que los detalles de su vida y muerte nadie conoce, se destacó con luz propia entre la enorme masa de seres anónimos que se plegaban espontáneamente a las demostraciones de fuerza de la FOL, colaborando eficazmente en la resistencia contra la policía y en los menesteres propios de la lucha callejera (comunicación personal con Silvia Rivera). Todas las palabras escritas con mayúsculas contenidas en los manifiestos, notas periodísticas, etcétera, que citaré a lo largo del libro, provienen de los documentos originales.

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El hecho de que los policías dispararon contra las personas de forma indiscriminada nos da una idea de la dureza con que actuó la represión, y esto fue justificado bajo el argumento de que los movilizados también habrían estado armados. Lo cierto es que como resultado de la refriega más de cincuenta manifestantes fueron arrestados –incluyendo a José Mendoza, quien estando preso recibió la amarga noticia del fallecimiento de su primogénita Ana Zoraida, de cinco años de edad, por una enfermedad–74 y los heridos se contaban por decenas. Incluso corrió la noticia de que hubo dos muertos, según fuentes revisadas por Chiavenato (2007: 50). Veamos otra nota de prensa:

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Diario de notas del archivo privado de José Mendoza.

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GRUPOS DE MALEANTES ATACARON EL DOMINGO A FUERZAS DE LA POLICÍA

La actitud del gobierno en resguardo del orden público no puede menos que ser aplaudida en forma unánime [...]. El jefe de la policía expresó a los dirigentes de la FOL y a los demás agitadores la necesidad de disolver la manifestación. Una circunstancia que abona la ninguna voluntad de los manifestantes de disolverse pacíficamente y, a la vez, su intención de resistir violentamente a la policía en última instancia, es que la casi totalidad de aquellos ya se hallaban armados con piedras y algunos portaban armas de fuego. […] El Prado donde se efectuaba el acostumbrado paseo dominical quedó poco menos que escueto […]. La Iglesia de San Agustín, donde se oficiaba la tradicional misa de mediodía, fue el refugio de numerosas damas que escaparon presurosas de la pedrea. Al comprobar algunos manifestantes que los disparos se efectuaban al aire, arreciaron la carga de piedras contra los carabineros, en vista de lo cual éstos se vieron en la necesidad de disparar hacia un grupo que en forma amenazante intentaba dirigirse a la plaza [Murillo]. […] Los grupos que se desgranaron del grupo principal saquearon algunos puestos del mercado de frutas y tiendas de comercio […]. Los maleantes que provocaron los sucesos se hallaban totalmente embriagados (La Razón, 6 de octubre de 1931).

Los intelectuales de las clases dominantes, incrustados en los periódicos de mayor tiraje, se valieron de sus puestos en la prensa oficial para verter un torrente de inconsistentes argumentos, usualmente chauvinistas y racistas, contra la movilización popular: La FOL justifica el mitin y los excesos aduciendo el hambre y la desocupación. Para quien tiene hambre ningún trabajo le parece duro, ningún sacrificio excesivo, si ha de permitirle aplacarla [...]. Es cosa de preguntarse entonces si la desocupación y el hambre no son mas bien una forma de holgazanería popular [...]. La existencia de un verdadero problema de desocupación es dudosa desde el momento en que los desocupados no aceptan el trabajo que se les ofrece, trabajo duro sin duda, pero que al menos les libra del hambre (Úitima Hora, 5 de octubre de 1931). ANTIBOLIVIANISMO Una prueba más del antipatriotismo de que hicieron gala los manifestantes, ha constituido el hecho de haberse pronunciado discursos a favor del Paraguay. Uno de los obreros dijo: “Compañeros, ayúdenme a decir: Viva la revolución social.

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Vivan nuestros hermanos del sudeste”; y continuando manifestó: “Si nosotros hemos de tomar las armas, no ha de ser para defender las fronteras sino para borrarlas”. Luego la poblada entonó La Internacional y lanzó mueras a la tiranía del doctor Salamanca (La Razón 6 de octubre de 1931). ALGUNOS DETALLES DE LA POBLADA DEL DOMINGO Las oradoras gastaban mantas de seda y orejeras valiosas. Es risible que con atavíos de tres mil pesos se hable del hambre. Mucho tema para comentar da la poblada del domingo. Fue una asonada movida por manos invisibles empeñadas en enturbiar el agua al gobierno actual [...]. El señor prefecto nos decía ayer que una de las oradoras más furiosas, mandada a detener, lucía unas polleras de raso, una manta de fina seda y unos faluchos de siquiera dos mil bolivianos de valor. ¿Es posible hablar de hambre con tales atavíos? Mucha parte del gentío estaba “chispa”. ¿Se concibe que clame hambre quien tiene para embriagarse? Cuanta fruta y carne destruyeron, hasta llenar un camión con comestibles desperdiciados, demuestra que no era hambre lo que movía a buena parte de la multitud [...]. Donde hay hambre es en la burguesía, en aquellos hogares donde el decoro impide pedir. Hay familias de alta sociedad que atraviesan situaciones dolorosas. Y éstos no piden, no hay qué darles. No pueden trabajar caminos ni palear tierra. Ni siquiera tienen la esperanza de adjuntarse a una poblada para saquear tiendas y mercados. Allí hay hambre, junto a las necesidades imperiosas, a las exigencias de una vida social o semisocial, con el imperativo de vestirse y guardar las apariencias. Allí hay hambre. No en la chiquillada alborotera ni en la indiada aprovechadora (ibid., 7 de octubre 1931: 8).

En relación con los lujosos atavíos y prendas de seda que llevaba la mencionada agitadora detenida –quizá Rosa Rodríguez–, no se toma en cuenta que este tipo de adornos es una parte fundamental de la identidad cultural mestiza de algunas cholas urbanas, que si bien denota prestigio social, elegancia, vanidad, orgullo y coquetería, no significa necesariamente que las portadoras de tales joyas y ropa sean ricas. Además, la oligarquía y las elites con su mentalidad señorial creían ser las únicas con derecho a lucir elegantes, considerando que las cholas no eran dignas de poseer ropa fina o adornos costosos. Por otra parte, resulta imposible saber si fueron ciertas las “violaciones a las mujeres del pueblo” o la presencia de ebrios en la manifestación que señala la prensa de la época; es probable que tales afirmaciones sólo hayan sido parte de la campaña de desprestigio lanzada

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contra las fuerzas contestatarias, aunque en el caso de los ebrios tal vez se trató de personas del lumpen. De lo que no cabe duda es que los hechos del 4 de octubre causaron una gran preocupación en las clases media y altas, ya que lo sucedido era la prueba fehaciente de que el descontento plebeyo podía desbordarse en cualquier momento. De hecho la revuelta generó el espontáneo accionar autoorganizado de varios grupos del lumpen que se agruparon debajo del denominado “puente negro”, oscuro lugar convertido de pronto en centro de reuniones para una gran diversidad de indigentes, ladrones y gente de la calle. Increíblemente se había formado un pequeño ejército irregular con las capas más bajas de la sociedad, que empezó a actuar por cuenta propia al día siguiente de la revuelta en una extensa zona comprendida entre Chijini y San Pedro, cometiendo robos y graves destrozos en domicilios y negocios. Aprovechando la total ausencia de policías el 5 de octubre decenas de descalzos harapientos saquearon varias chicherías, tiendas y casas particulares en la avenida Ernest, y apedrearon muchas casas de las calles Vicente Ochoa, Garita de Potosí, Sagárnaga, Rodríguez y otras. Diversos grupos de “emponchados” –según anota la prensa– recorrieron las calles rompiendo vidrios y robando de forma perfectamente organizada, pues los cabecillas de los asaltantes llevaban como distintivo un pañuelo blanco amarrado a la cabeza. Cuatro días duró el accionar impune de estos pequeños comandos lumpen que se proveían de piedras en el riachuelo del final de la calle Bustamante, para atacar no sólo casas y negocios sino también sedes policiales, como por ejemplo la policía seccional de Chijini que fue gravemente apedreada en distintas ocasiones durante la corta fiesta de los parias, quienes noche a noche se reunían debajo del “puente negro” a la luz de fogatas alimentadas con basura mientras distribuían y disfrutaban el producto de sus asaltos (El Diario 6 y 8 de octubre de 1931). Era la reacción de los más olvidados, la lacra de la sociedad que ahora se daba su lugar y ejercía soberanía en algunos territorios convertidos en zonas temporalmente autónomas frente al pavor de las elites y de las clases medias. Ciertamente la revuelta y sus consecuencias conmocionaron y sacudieron profundamente a la sociedad paceña.75 75

La revuelta fue como una válvula de escape para muchas tensiones sociales y en su desarrollo sucedió casi de todo. Por ejemplo, se conoce el caso de un ciudadano que denunció a un conocido suyo de quien recibió graves agresiones físicas mimetizadas en el caos callejero de la revuelta debido a venganzas personales (El Diario 8 de octubre de 1931).

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Atemorizados frente a la posibilidad de nuevos desórdenes, comerciantes y banqueros, bajo la dirección del aún existente Partido Conservador, iniciaron la organización de una “Liga local de defensa social” y una “Legión Cívica”, cuyo objetivo era establecer fuerzas policíaco-civiles para proteger las propiedades comerciales contra las manifestaciones de violencia popular. Una semana después de la revuelta la “Legión Cívica” realizó masivas movilizaciones protestando contra la FOL y los vándalos. A pesar de todo el 25 de diciembre Salamanca se vio obligado a firmar un decreto supremo mediante el que otorgaba amnistía a algunos detenidos por los acontecimientos de septiembre en Potosí; de esta manera fueron liberados Rómulo Chumacero, Alberto Murillo y otros activistas más. Esta fue quizá la única demanda conseguida por la agitación del 4 de octubre, fecha que quedó marcada en la memoria de los anarcosindicalistas durante los siguientes años. Por ejemplo el 6 de octubre de 1945, a catorce años de los incidentes, el Sindicato de Culinarias organizó una velada literaria en honor a la revuelta; en este acto cultural se leyeron las siguientes palabras de bienvenida contenidas en un olvidado y amarillento papel: Recordando una de las fechas que ha marcado una trascendencia histórica dentro el movimiento de las luchas libertarias obreras de esta ciudad, el 4 de Octubre del año 1931, y que cuyo gesto de heroicidad del obrerismo sindicalizado y educado bajo los pliegues de la bandera de la FEDERACIÓN OBRERA LOCAL, alcanzó en aquella jornada un alto grado de potencialidad orgánica y un gran espíritu de rebeldía revolucionaria por su acción combativa contra la fuerza estatal […], el Sindicato Cultural de Culinarias ha preparado la presente Velada Literaria, para rememorar y remarcar en la conciencia de las nuevas organizaciones sindicales y el proletariado en general. […]. Pido pues, seáis indulgentes con todas las fallas que se encontrasen en el curso de esta actuación […] en homenaje al 4 de Octubre de 1931 (ATHOA).

Volviendo a las consecuencias inmediatas de la revuelta, hay que señalar que toda la responsabilidad cayó sobre la FOL, ya que los dirigentes de la FOT paceña no sólo se desmarcaron de la protesta, sino que también condenaron públicamente a los anarquistas por todo lo acaecido, traicionando al movimiento popular y alineándose con el gobierno; así, las consecuencias no necesariamente buscadas de la movilización, sobre todo los saqueos y el vandalismo, se convirtieron en el argumento central contra los ácratas utilizado

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incluso por la misma FOT de La Paz. Ante esto los miembros de la FOL se empeñaron vanamente en defenderse arguyendo que la protesta tenía un carácter pacífico y que fue la acción represiva de la policía lo que a la postre ocasionó la violencia. A nombre de la FOL ha visitado Úitima Hora el señor obrero Luis Abaroa manifestando: “Los hechos lamentables sobrevinieron a raíz de la actitud de la policía que procuró disolver por la fuerza una manifestación pacífica” [...]. En una comunicación dirigida a Úitima Hora, el secretario general de la FOL, José Clavijo, y el secretario de relaciones internas Macedonio Luna, declaran que es mentira la propaganda policíaca que asegura que la manifestación tenía por objeto saquear a la población (Úitima Hora 5 de octubre de 1931).

Pero nada contuvo la ofensiva gubernamental y los aprestos bélicos que se intensificaron después de la revuelta de octubre: la oligarquía minera y terrateniente, encabezada por Salamanca, no descartó ningún recurso para derrotar al movimiento obrero, indígena y popular que crecía peligrosamente día a día. La solución final dictada por los poderosos será el horror de la guerra.

El advenimiento de la guerra y sus efectos Porque aborrecían a los obreros han declarado la guerra. Zenobio Coronel. A mediados de diciembre de 1931 el ministro de Gobierno de Salamanca presentó al Congreso de la República un proyecto llamado “Ley de Defensa Social” a través del cual se pretendía otorgar al presidente poderes represivos extraordinarios contra la oposición política y los trabajadores: la idea básicamente era prohibir huelgas, acallar protestas sociales y allanar el camino para la guerra. Frente a esta legislación y a la amenaza bélica el dividido movimiento obrero optó por una alianza y unificación táctica; de este modo, y por iniciativa de los folistas, la FOT orureña, la Federación de Estudiantes76 y la FOT paceña convocaron a nuevas manifestaciones realizadas de forma coordinada a partir del domingo 3 de enero de 1932. 76

Nótese cómo los folistas para esta época habían flexibilizado sus posiciones respecto de coordinar actos junto al estudiantado, al que antes consideraban ajeno a los intereses del movimiento obrero.

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La siguiente convocatoria de movilización en La Paz revela aspectos llamativos, como por ejemplo la demanda de rebajar aún más la jornada laboral, y también la aceptación de los planteamientos folistas antiestatales y antipolíticos por parte de organizaciones no anarquistas: GRAN MITIN Llamamiento de la Federación Obrera del Trabajo, de la Federación Obrera Local y de la Federación de Estudiantes al mitin que se realizará el domingo 3 de enero de 1932, para protestar contra las leyes de defensa social La Cámara de Diputados, obedeciendo ciegamente las órdenes del gobierno de Salamanca, que es a su vez un instrumento de los imperialismos extranjeros y de la burguesía nacional, acaba de aprobar una ley llamada de “defensa social” que, aparte de ser el desmentido más escandaloso de los “principios democráticos” de que alardea el Gobierno, constituye una brutal arma de represión levantada sobre la cabeza del Proletariado. Y los únicos crímenes de que es culpable el Proletariado son la DESOCUPACIÓN, el HAMBRE ocasionada por la rebaja cada vez más inhumana de los salarios, la ESCLAVITUD material y moral bajo todas sus formas. […] El Gobierno de Salamanca, con su franco propósito de anular el derecho de reunión y de asociación, el derecho de palabra y de prensa de las clases trabajadoras, nos demuestra de un modo irrefutable que no es sino el gobierno de la burguesía extranjera y nacional, el instrumento de banqueros, terratenientes y otros usufructuarios del régimen capitalista [...]. El “constitucionalista” gobierno de Salamanca pretende ahora aplastar a la clase trabajadora poniendo su libertad al arbitrio de las policías, autorizándolas a masacrar las manifestaciones obreras. La Cámara de Diputados que se ha prestado a dar su incondicional apoyo al proyecto del Ejecutivo, ni siquiera ha tenido el valor de discutir públicamente ese proyecto. Lo ha hecho a puerta cerrada, con una cobardía que hace doblemente repugnante su papel de fabricadora de leyes opresoras de la clase explotada. El Proletariado debe convencerse de una vez por todas que los parlamentos, lejos de representar los intereses de las clases oprimidas y la salvaguardia de sus libertades, no son sino muñecos de la Burguesía, una pieza más de la máquina del Estado montada para oprimir a los trabajadores. [...] El Proletariado debe ponerse también en guardia contra los demagogos que pretenden aprovecharse del estado de ruina del capitalismo y del descontento de las clases explotadas contra ese régimen, para desviarlo por el ilusorio camino del social-reformismo. [...] Es necesario que el Proletariado imponga

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sus reivindicaciones, que ejerza una presión incontrastable para arrancar de modo imperativo a los explotadores el aumento de salarios, los seguros sociales, el subsidio para desocupados, la rebaja de alquileres, la disminución de la jornada de trabajo, la anulación de las deudas externas; en suma, todas sus reivindicaciones inmediatas. [...] PROLETARIOS: Concurrid todos al mitin que ha de realizarse el domingo y no temáis a los fusiles de los soldados. [...] Y por si hubiese intento de masacraros, pensad que la sangre vertida por los verdugos del proletariado caerá un día como una maldición sobre sus frentes y fecundará la noble causa de emancipación que perseguimos [...] ¡Todos a defender vuestro pan, el pan de vuestros hijos, vuestro derecho de reunión, de asociación y de propaganda! ¡Por el rechazo a la Ley de Excepción! [...] ¡Contra los esquilmadores del indio! ¡Contra los banqueros, terratenientes y todos los políticos! (ATHOA).

La discutida ley de “defensa social” fue derrotada y archivada temporalmente debido a las movilizaciones de enero realizadas sincronizadamente en distintas ciudades, pero el avance inexorable hacia la guerra seguía su curso, razón por la que las manifestaciones populares persistieron en diversos centros urbanos del país, sobretodo en Oruro donde la FOT llevó a cabo una desesperada campaña pacifista a través de mitines y manifiestos. Es digno de mencionar también que aunque las luchas contra la ley de “defensa social” y contra una posible guerra internacional habían unido por un momento a marxistas y anarquistas, la tensión ideológica entre ambas tendencias continuó. El ejemplo más interesante de esta pugna es lo que sucedía en el propio seno de la FOT orureña, entidad que pese a estar controlada por los ácratas no pudo deshacerse de cierta influencia marxista que poco a poco se había infiltrado en su directiva, pues en ella figuraba, al iniciarse 1932, el conocido marxista Fernando Siñani como secretario de relaciones. Por esto, en febrero de aquel año Jorge Moisés intentó depurar la organización entablando una discusión pública con Siñani a través de las páginas del periódico La Patria, donde el dirigente anarquista llamaba al contenido doctrinario del secretario de relaciones de la FOT “marxismo de chichería” (Lorini 1994: 115). La polémica entre ambos personajes se desarrolló mediante estériles artículos “teóricos” seguidos de acusaciones y contraacusaciones que no llegaron a 142 / Huascar Rodríguez García

nada, mientras los gobernantes Úitimaban detalles para desatar un conflicto armado a gran escala.77 La amenaza de guerra que se cernía sobre el país hizo que los dirigentes orureños se concentraran nuevamente en la movilización antibélica, y en un intento final para combatir los ya presentes efectos represivos del posible enfrentamiento con Paraguay los anarquistas intensificaron la propaganda con nuevos mitines y manifiestos en el periódico La Protesta. Veamos uno de estos cándidos manifiestos lleno de anhelos imposibles rubricado por la FOT de Oruro el 24 de abril de 1932: Nosotros nos oponemos a la guerra, porque tenemos la promesa solemne de los trabajadores del Paraguay y de la América toda, de que no irán jamás a la guerra; que a una declaración de guerra de sus gobiernos, ellos responderán con la insurrección general. En el último Congreso Continental Americano de Trabajadores reunido en Buenos Aires, y a moción de los delegados obreros del Paraguay se ha resuelto unánimemente que, en caso de guerra, responderemos los trabajadores de toda la América con la Revolución Social; Revolución que, borrando las fronteras del egoísmo burgués, ha de implantar en el Continente Americano la Patria Grande de la Igualdad, del Amor y del Trabajo (cit. en Delgado 1984: 92).

Los anarquistas comprendían que la guerra era inminente, por lo que decidieron incrementar aún más el ritmo de sus actividades. En esa dinámica la FOT orureña se puso a preparar otro “Congreso Sindical Libertario” que debía llevarse a cabo el 3 de julio. No obstante la embestida de Salamanca fue invencible y el nuevo congreso ácrata nunca pudo realizarse. Ya desde 77

Parte de la polémica al interior de la FOT de Oruro fue el siguiente artículo de Jorge Moisés contra Siñani que en algunas partes dice: “Alguien le ha hecho creer a Siñani que el marxismo, doctrinalmente, es diferente al anarquismo, que es su antítesis, su polo opuesto [...]. Sólo una ignorancia comprobada como la suya, puede concluir semejante disparate [...]. Cualquier adherente del sindicato sabe que la divergencia entre el anarquismo y el marxismo no es una divergencia doctrinal, sino táctica, de métodos de acción que persiguen una sola y misma finalidad social [...] desde el socialismo demo-burgués de la II Internacional hasta corrientes nihilistas quieren el establecimiento de una sociedad sin diferencias de clase [...]. Demás está que nosotros digamos que el anarquismo es la única finalidad que persigue el proletariado. Podemos recurrir al propio Marx para comprobar nuestro aserto” (La Patria, 14 de febrero de 1932, cit. en Lorini 1994: 115). A esta publicación siguió una respuesta de Siñani en un artículo que llamó “El anarquismo y sus secuaces”, donde equipara al anarquismo con la tiranía.

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enero grandes contingentes de tropas se habían concentrado masivamente en la región del Chaco y para el sexto mes de 1932 la decisión estaba tomada: el 15 de junio un destacamento del ejército boliviano se lanzó al ataque contra una posición paraguaya en la Laguna Chuquisaca, reserva de agua ubicada en el territorio disputado durante los últimos años de incidentes fronterizos, iniciando una larga, absurda y sangrienta guerra que tuvo desastrosas consecuencias para el movimiento sindical. Desde el inicio del enfrentamiento bélico los motivos por los que el gobierno boliviano precipitaba la gran carnicería no estaban del todo claros. A tal punto llegaba la confusión, que ni siquiera la cúpula del ejército estaba de acuerdo con la guerra: a un mes de iniciado el conflicto el Estado Mayor no sabía por qué se lanzaba el ataque contra posiciones paraguayas, y envió un memorándum a Salamanca pidiéndole explicaciones y preguntándole qué es lo que el Estado boliviano deseaba obtener del Paraguay por medio de las armas (Klein 1995: 177,178). Una de las versiones más difundidas y aceptadas en la opinión común de aquella época fue que la guerra era el resultado del conflicto por los yacimientos petrolíferos del Chaco entre la Standard Oil –petrolera norteamericana que supuestamente apoyaba las pretensiones bolivianas por consolidarse en la región–, y la Royal Dutch Shell –empresa inglesa instalada en Paraguay78–. Posteriormente se hizo de conocimiento público el accionar ilegal de la Standard Oil que, aparte de evadir impuestos, tenía un oleoducto clandestino por el cual vendió, en plena guerra, grandes cantidades de petróleo a Paraguay mediante la Argentina. Este tipo de noticias no hicieron otra cosa que reforzar la creencia de que la confrontación bélica se debía a las oscuras maquinaciones de las empresas extranjeras en disputa por los hidrocarburos chaqueños. Empero, si bien es cierto que al final de la guerra ésta se convirtió en un conflicto por el petróleo boliviano –ya que las tropas paraguayas se acercaban a los ricos yacimientos en las faldas andinas de los departamentos de Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz–, hay que tomar en cuenta que hasta fines de 1934 los combates se libraban lejos de tales yacimientos, por lo que se puede suponer que la guerra no fue 78

Una versión actualizada de la interpretación de la guerra como un conflicto petrolero se encuentra en el trabajo de Julio José Chiavenato (2007).

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provocada inicialmente por intereses petrolíferos. De manera contraria a esta suposición de la “guerra entre las compañías petroleras”, algunos historiadores contemporáneos coinciden en que hay que buscar las causas de la guerra en el complejo conflicto político interno boliviano y en las tensiones causadas por la gran depresión en un sistema social frágil. Por tanto no es descabellado suponer que Salamanca precipitó deliberadamente el conflicto con el objetivo de ganar la guerra interna contra obreros e indígenas, es decir para forzar un desenlace conservador y represivo a la situación casi insurreccional que vivía el país. Tal vez el presidente creía firmemente que Paraguay era un país débil al que el “poderoso” ejército boliviano iba a derrotar con facilidad; de esta manera una victoria militar internacional no sólo haría que Bolivia consolidara su territorio en el Chaco, sino que también pondría a Salamanca en una posición de héroe nacionalista acallando las protestas sociales disueltas en un delirio patriótico. Como fuese, según ha planteado Herbert Klein, las consecuencias del conflicto resultaron más importantes que las causas. A unos días de iniciada la guerra Salamanca dictó el estado de sitio desatando una verdadera cacería en busca de la amplia diversidad de activistas, sindicalistas e indígenas que convulsionaban el orden oligárquico. Para esto, el gobierno organizó escuadrones militares de retaguardia que detuvieron a los agitadores aun en los lugares más remotos del país a donde muchos huyeron, mientras en las urbes centenares de domicilios eran allanados y todas las sedes sindicales se clausuraban sin resistencia, pues cualquier reclamo era considerado “traición a la patria” y podía merecer el fusilamiento. En esta atroz dinámica cayeron muertos algunos miembros de la FOL, siendo el más recordado un trabajador de base apellidado Virreira. El régimen también urdió todo tipo de maliciosas artimañas para incrementar la represión. Por ejemplo, valiéndose de los atentados dinamiteros y de los desórdenes nocturnos del año anterior, los jefes de la policía ordenaron que numerosos agentes encubiertos hicieran explotar bombas cerca de los cuarteles simulando supuestos ataques subversivos. Así, y con el pretexto de combatir un “complot comunista armado”, el domicilio de José Mendoza fue allanado el 21 de julio, siendo éste arrestado y todos sus libros confiscados. El ardid policial era ideal para detener

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a quien sea y aparte de Mendoza cayeron presos José Clavijo, Jacinto Centellas, Luciano Vértiz Blanco, Desiderio Osuna, Teodoro Peñaloza y una dilatada gama de obreros de otras tendencias, como Víctor Vargas Vilaseca, la mayoría de los cuales fueron puestos en libertad no mucho después por la inexistencia de pruebas en su contra.79 Luego, en noviembre de 1933, el gobierno desconoció oficialmente a los sindicatos, planteando que debían volver a ser organismos mutualistas de beneficencia al estilo del siglo XIX y de principios del XX, realizándose al final el acariciado deseo de Salamanca por implantar su ley de “defensa social”. Por otro lado, muchos de los agitadores aprehendidos en los distintos operativos fueron enviados al frente de batalla, donde gran parte de ellos murieron ejecutados a manos del propio ejército boliviano por negarse a obedecer las órdenes impartidas o por desertores. La excusa de la guerra sirvió entonces para destruir temporalmente al movimiento obrero y popular, que ya vivía el inicio de un proceso de empoderamiento que resultó frustrado en virtud de la solución catastrófica del conflicto bélico. De este modo la FOL y todos los organismos sindicales entraron en la clandestinidad; pero a diferencia de la mayoría de los dirigentes políticos de la naciente izquierda criolla que optaron por el fácil camino del exilio rodeándose de una aureola de heroísmo, los folistas intentaron continuar su lucha subterráneamente denunciando los auténticos móviles de la guerra, arriesgado activismo que para unos cuantos terminó en la cárcel (THOA 1986a: 60). Sin embargo no todos los anarquistas se quedaron a padecer el martirio y la clandestinidad. Éste fue el caso de José Mendoza quien, cansado del permanente acoso policial y de la seria amenaza de muerte que pendía sobre su cabeza, decidió lanzarse a una exitosa y aventurera fuga evadiendo retenes militares y recorriendo pampas y cerros a pie. Tras varios días de dormir en la intemperie, soportando en su andar el viento, el sol y la lluvia, Mendoza logró llegar finalmente a Perú vía Copacabana a fines de 1933, poniéndose a salvo de la brutalidad de la guerra hasta su conclusión. 79

Los datos del arresto de todos los mencionados, acusados de falsos complots, y de los “ataques” a cuarteles realizados por la propia policía como parte de un ardid para apresar a dirigentes obreros en 1932, los he extraído del diario de José Mendoza ubicado en su archivo privado.

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A esta situación crítica se sumaba el hecho de que el grueso de la población inicialmente apoyó al gobierno debido al previsible paroxismo patriótico generado por la propaganda oficial. El testimonio de un antiguo miembro del SCCA habla con trágica elocuencia: ...luego ha habido elecciones y ganó el presidente Daniel Salamanca y le han molestado las huelgas y de esa manera ha declarado la guerra; entonces se han alistado todos esos desocupados que estaban aburridos de su vida: ¡Fácilmente han ido, como si hubiera habido un llamado a una festividad! (Guillermo Gutiérrez en ibid.: 59, 60).

Pero el entusiasmo chocaría pronto con la cruda realidad: después de los primeros avances bolivianos la superioridad combativa del ejército paraguayo se impuso en casi todas las batallas y Bolivia fue perdiendo terreno mes tras mes y año tras año. Desmoralizados y desabastecidos, los soldados bolivianos empezaron a rendirse y a desertar masivamente en un medio hostil y pesadillesco mientras el alto mando militar no dejaba de pelearse con el presidente. Las continuas derrotas, la pérdida vana de miles de soldados y la actitud autoritaria de Salamanca hicieron que las relaciones del gobierno con los militares llegaran a un punto definitivo el 27 de noviembre de 1934 cuando el presidente llegó a la fortaleza de Villamontes, cerca de la retaguardia, para entrevistarse con el alto mando. Allí sorpresivamente la cúpula del ejército se rebeló y tomando prisionero a Salamanca los jefes militares lo amenazaron con violencias personales advirtiéndole que si no renunciaba a la presidencia firmarían inmediatamente un armisticio con Paraguay. Salamanca no tuvo más remedio que aceptar su renuncia, quedando el gobierno en manos del vicepresidente José Luis Tejada Sorzano, para el beneplácito de los militares y de varios sectores políticos. El nuevo gobierno empezó 1935 iniciando conversaciones exploratorias de paz que se concretarían en marzo, cuando oficialmente se estableció una Conferencia de Paz en Buenos Aires, cuyas negociaciones determinaron el fin de la guerra el 14 de junio con la firma de un armisticio desfavorable para Bolivia. Después de tres años de infernales combates Bolivia había perdido el extenso territorio del Gran Chaco Boreal y casi el 25% de su población, es decir más de 65.000 jóvenes entre

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muertos, desaparecidos o cautivos, sin contar con los inválidos y heridos. La descomposición de esta cifra aproximada es: 52.397 muertos en acción, 10.000 desertores y 4.264 muertos en cautividad, aparte de los 21.000 prisioneros en Paraguay (Klein 1995: 211). A esto hay que añadir que la gran masa combatiente estaba compuesta por indios aymaras y quechuas, que en su mayoría eran colonos en los grandes latifundios. Pero ni siquiera esto mejoró su estatus socioeconómico ya que las jerarquías raciales se mantuvieron intactas en todas las posiciones; es decir que aunque los indios fueron el principal grupo movilizado para la guerra, en los hechos nunca formaron parte de los rangos oficiales y constituyeron, junto a los mestizos, el grueso de los soldados carne de cañón en la línea del frente. Empero esto ocasionó un repentino fenómeno entre los combatientes, y es que el prolongado contacto en las trincheras entre indios y reclutas de origen mestizo, o incluso criollo, de distintas regiones del país, generó una nueva conciencia crítica respecto de los problemas no resueltos de Bolivia. Otro de los efectos de la guerra fue el surgimiento, dentro del ejército, de una oficialidad joven inconforme que se convirtió en la encarnación del sentimiento de frustración frente a la ignominiosa derrota. Esta generación de jóvenes oficiales experimentará un giro a la izquierda moderada y asumirá un rol protagónico haciéndose cargo del gobierno, creando a la vez un nuevo contexto para el movimiento sindical. En definitiva la guerra significó el fin de una era para el movimiento obrero, que quedó totalmente desbaratado y tardará años para recomponerse, aunque en circunstancias totalmente diferentes. De otro lado, la guerra también fue el principio del fin del viejo orden oligárquico, que si bien continuará en el poder unos años más bajo distintos rostros y alternándose con gobiernos militares corporativos, verá el resurgimiento de las antiguas fuerzas contestatarias y aun de nuevas, que acelerarán el casi ininterrumpido proceso insurreccional hacia la revolución.

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CAPÍTULO III COOPTACIÓN, LASITUD Y LUCHAS FEMENINAS (1935-1946) “Socialismo militar” y sindicalismo paraestatal Al finalizar la guerra el gobierno de Tejada Sorzano consiguió extender su mandato por más tiempo del inicialmente previsto, lo que ocasionó el retorno de la agitación política, pues grandes sectores de la clase media, aparte de los obreros que atravesaban por un proceso de reorganización, señalaron en ruidosas movilizaciones a los partidos tradicionales como los causantes de la catástrofe de la guerra. Con el objetivo de acallar las críticas, a fines de 1935 Tejada Sorzano convocó a elecciones para mayo del año siguente, prometiendo también la realización de una Asamblea Constituyente que “refundaría” el país. Respecto de los anarcosindicalistas, la FOL concretó su reestructuración oficial el 11 de julio de 193580 –gracias a la actividad de unos pocos activistas entre los que se destacó José Mendoza, quien había vuelto de Perú recientemente–, y una de sus primeras actividades importantes fue la colaboración con la sindicalización de las trabajadoras culinarias durante agosto del mismo año. Sin embargo hay que señalar que la nueva coyuntura ocasionó un primer conflicto abierto al interior de la federación ácrata, pues el grueso de sus miembros se manifestó de acuerdo en pactar una vez más con otras organizaciones obreras no anarquistas para enfrentar el contexto postbélico –tendencia incentivada por Gabriel Moisés, que se había trasladado a 80

Si se revisa El Diario del 13 de julio de 1935, se encontrará que los anarquistas se reorganizaron bajo el nombre de Federación Obrera Departamental (FOD). Recordemos que ése fue el nombre que la FOL adquirió luego del Cuarto Congreso Obrero y la conformación de la CORB en 1930, denominación que los dirigentes usaban en algunas ocasiones y que aparece en ciertos periódicos de la época. No obstante, no mucho después de la reorganización de julio de 1935 la vieja entidad anarcosindical retomó su antiguo nombre de FOL otra vez y de forma definitiva. Por otra parte, Wilson García Mérida expresa que “la guerra del Chaco mató al anarquismo”, el que habría desaparecido de la escena boliviana con el estallido de la confrontación bélica (1998: 7). García Mérida no toma en cuenta que la guerra significó sólo un paréntesis para los anarquistas quienes, según veremos, retomaron sus actividades después del enfrentamiento con Paraguay protagonizando varias luchas todavía.

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La Paz para ocupar una secretaría en la FOL–, enfrentándose a Cusicanqui y a una minoría radicalizada y aferrada a las acciones autónomas y libres de cualquier contaminación política. Tras largas discusiones Cusicanqui fue marginado de la FOL a fines de abril de 1936. Pero no sólo los folistas se reagrupaban poco a poco ya que nuevos organismos laborales obreros resurgían con renovado ímpetu. Uno de los sindicatos más importantes en renacer fue el Sindicato Gráfico, sobre cuya base la vieja FOT de La Paz fue restablecida. Con la secretaría general en manos del dirigente gráfico Waldo Álvarez dicha entidad cobró cada vez mayor vigor generando, hacia el cuarto mes de 1936, una serie de protestas y aisladas huelgas que demandaron al gobierno aumento salarial entre otros pedidos de menor cuantía. El primero de mayo la convulsión general volvió una vez más de forma terrible y rotunda: multitudinarias y casi espontáneas manifestaciones obreras plantearon la posibilidad de derrocar a Tejada Sorzano, y de ahí en adelante un gran oleaje de acontecimientos se precipitó con gran rapidez. El 6 de mayo el Sindicato Gráfico presentó a todos los periódicos y editores de La Paz un pliego petitorio demandando el aumento del 100% en los salarios. Frente a la negativa de los empresarios la FOT paceña y la FOL, en una nueva acción conjunta, declararon la huelga general e indefinida el 10 de mayo, desatando un movimiento huelguístico calificado por Klein como el más grande en toda la historia de Bolivia (1995: 256). El coronel Germán Busch, “héroe de guerra”, prometió a los trabajadores que el ejército no intervendría en el conflicto mientras no ocurran actos de violencia; así, la urbe de La Paz quedó bajo el control total de los obreros que patrullaban la ciudad a su antojo ante la ausencia de policías y militares. El historiador Agustín Barcelli recrimina a la FOL y a la FOT por su actuación en esta huelga, señalando que en estas condiciones singulares cometieron un grave error al negarse a toda acción para “conquistar” el poder: Por primera vez son los huelguistas los encargados de patrullar las calles en defensa del orden público. Dueños absolutos de la situación los trabajadores no se atreven a tomar el poder que una oligarquía aterrorizada, atomizada en sus ambiciones e

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impotente para retenerlo, había dejado caer. Enquistados en sus ideales “apolíticos” y “asqueados de los políticos profesionales”, dejan que el Teniente Coronel Busch reagrupe a los “socialistas” y a la “oficialidad joven del ejército” para dar el golpe de Estado, que los sectores burgueses menos espantados planteaban como salida a la situación revolucionaria (1956: 139).

La huelga obrera y el colapso del gobierno se presentaron como una oportunidad para los opositores militares y políticos. El 16 de mayo el ejército se movilizó con la intención de asumir el poder gubernamental bajo la dirección de David Toro y Germán Busch, que contaban con el apoyo de algunos partidos. Aunque en los primeros momentos la situación era incierta, al día siguiente el golpe de Estado se había consumado: Tejada Sorzano fue expulsado con éxito y Busch tomó el mando del gobierno, formando una junta militar dejada a cargo de David Toro. De esta manera el 17 de mayo de 1936 el ejército, en calidad de protagonista y aprovechándose del vacío de poder originado por la huelga obrera, ingresó triunfalmente en la política una vez más, sintiéndose el más llamado para resolver los problemas nacionales. Toro en el poder estableció un modo organizativo corporativista81 conocido en la historia boliviana como “socialismo militar”: el curioso epíteto con el que se definió a los gobiernos nacionalistas de la década de los 30. Este tipo de régimen, considerado por algunos como una suerte de “fascismo popular”, tenía un rostro reformista y llevó a cabo una agresiva estatización de la economía junto a una política de sindicalización promovida desde el Estado, política que Silvia Rivera denomina “sindicalismo paraestatal”. En este sentido, una de las medidas iniciales del flamante gobierno para llevar a cabo sus propósitos fue la creación del primer Ministerio de Trabajo a tan sólo unos días del golpe, nombrando como responsable de la nueva instancia ministerial a Waldo Álvarez, el experimentado dirigente 81

El corporativismo es definido convencionalmente como un sistema económico y político de orígenes fascistas. Se funda en la reglamentación del trabajo y establece asociaciones jerarquizadas y mixtas de empresarios y trabajadores para regular las relaciones laborales. La idea central de este modelo es imponer por la fuerza la conciliación de clases, organizando a obreros y capitalistas en corporaciones –asociaciones con personería jurídica, es decir reconocidas por la ley–, bajo la dirección de un Estado burgués y autoritario.

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de la FOT paceña y de los obreros gráficos. Era la primera vez que un obrero asumía un cargo en el gabinete gubernamental de Bolivia y gran parte del movimiento laboral salió a las calles para aplaudir la iniciativa. El nuevo gobierno además propuso el establecimiento de la sindicalización obligatoria, medida que se convirtió en el asunto más públicamente discutido frente a la susceptibilidad de los sectores conservadores y reaccionarios de la sociedad. Respecto de incorporar a los trabajadores organizados en la vida política del país Toro afirmaba lo siguiente: ...[el gobierno] quiere sencillamente aprovechar de esta fuerza, encauzarla dentro de ciertos límites, someterla al control del Estado; hacer de ella un elemento de disciplina y educación de masas, para arrancarlas del caudillismo, de la anarquía y de la acción extremista, y convertirlas en factores útiles para la resolución de los problemas de la república. No creo que la organización de unos cuantos sindicatos de abogados, de médicos, de ingenieros, de agricultores, de zapateros, de industriales, de comerciantes, de obreros, pueda agudizar la lucha de clases, pues estas agrupaciones son profesionales o funcionales y no agruparán a los hombres como capitalistas o como proletarios, sino en su aspecto técnico y profesional (cit. en Klein 1995: 278, 279).

El nuevo proyecto fue finalmente sancionado por un decreto en agosto de 1936, estableciendo “la sindicalización obligatoria para todos los habitantes vinculados con las actividades de la producción, distribución y uso de la riqueza”. El decreto en cuestión sancionaba lo siguiente: Los sindicatos estarán bajo la tuición y control permanentes del Gobierno Socialista y la organización sindical será incorporada al mecanismo del Estado como base para la constitución funcional de los poderes públicos. La organización comprendería dos grandes ramas: los sindicatos de patrones y los sindicatos de trabajadores; pertenecerán a los primeros todas las personas que participen en la producción en calidad de propietarios, rentistas o beneficiarios en las utilidades del capital, así como los gerentes, directores y administradores técnicos al servicio de la empresa; pertenecen al segundo grupo los que participen en la producción mediante su concurso en el esfuerzo muscular o intelectual y no tienen otro medio de vida que la remuneración resultante de este trabajo (cit. en Poblete 1946: 97, 98).

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Esta legislación lanzada por el “gobierno socialista” fue recibida con entusiasmo en algunos medios obreros, particularmente en aquellos que fueron cooptados por el Estado mediante puestos de trabajo y elevados sueldos en la burocracia. Un funcionario de la época señalaba lo siguiente: Si las clases trabajadoras no aprovechan la oportunidad de esta hora, de este momento tan excepcional para organizarse en instituciones sindicales, capacitarse en el dominio de los problemas sociales, económicos y políticos, entonces corren el grave riesgo de caer nuevamente bajo la dictadura brutal de la feudal burguesía latifundista, del capitalismo explotador y de los partidos tradicionales. La indiferencia, la incomprensión y la negligencia de los trabajadores, en último caso y obligada por las circunstancias, tienen que ser forzadas por la voluntad de hierro de la dictadura socialista (cit. en ibid.: 99).

Pero en realidad, tanto el nombramiento de Álvarez en el gabinete gubernamental, como el decreto de sindicalización obligatoria, tenían como objetivo central marginar a las tendencias radicales del interior del movimiento obrero. Tal intención apareció con claridad cuando el gobierno propuso otro decreto que declaraba a comunistas y anarquistas fuera de la ley. Álvarez se opuso a esta medida pero entró en vigencia de todos modos en septiembre del mismo año. Al propio tiempo que Toro daba forma real al “socialismo militar” algunos dirigentes, particularmente los Moisés, habían optado por traicionar al anarquismo proponiendo a todos participar abiertamente en el nuevo gobierno. Este inédito escenario planteó intensas discusiones en la FOL cuya directiva, encabezada por José Mendoza como secretario general y Max Nava como secretario de relaciones, resolvió finalmente participar en la firma de un nuevo pacto con la FOT de La Paz, por el que se dio nacimiento al efímero Frente Único Sindical (FUS), órgano que constituirá el núcleo de una nueva confederación a escala nacional. Dicha decisión se tomó tras una votación interna en la que fueron derrotados los anarquistas doctrinarios, entre los que se encontraban también algunas mujeres. La idea de organizar una nueva matriz obrera había salido inicialmente del Ministerio de Trabajo y desde el inicio de su breve gestión Waldo Álvarez insistió en la necesidad de realizar

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un evento nacional –distinguiéndolo de los cuatro anteriores congresos obreros considerados de menor importancia– para concretar ese objetivo. Poco antes de la nueva reunión nacional de trabajadores –prevista también para elegir un nuevo ministro obrero con auspicios del gobierno– la directiva de la FOL llamó a los dirigentes disidentes para que se reincorporaran a la federación y los ayudaran con sus consejos y su experiencia en este novedoso y polémico contexto. Una comunicación dirigida por José Mendoza y Max Nava a Cusicanqui dice: La Federación Obrera Local en su última Asamblea de delegados […] ha resuelto por unanimidad enviar este oficio invitación a todos los camaradas antiguos, quienes olvidando sus deberes y la trayectoria de sus luchas revolucionarias, han dejado el sendero de la lucha emancipadora para dedicarse a otra clase de actividades [...]. Creemos camarada que es un deber de todos aquellos camaradas “convencidos” venir a prestar ayuda a aquellos que todavía necesitan de vuestro concurso, y más aún con la proximidad del Congreso a realizarse, nuestros sindicatos quieren escuchar vuestras reflexiones, para así desempeñar un papel que dignifique y rubrique con caracteres más definidos la situación de nuestro pueblo; de nosotros y de ustedes de los viejos depende en gran manera la eficiente marcha del Congreso (cit. en Lehm y Rivera 1988: 62).

Luis Cusicanqui se mantuvo en su actitud radical y principista; así lo comprueba la respuesta que escribió a los dirigentes folistas: Es lamentable que tenga que contestar al oficio del 13 en curso y nada menos un oficio denigrante en materia social para un compañero que ya hase mas de medio año que lo an espulsado del ceno de la Federacion en presencia de las delegaciones por aberme opuesto a la política asquerosa que venía sembrando el caos en las filas proletarias como hoy siguen varios compañeros envueltos en la vivora del estado capitalista soñando con el maná del cielo. [...] No puedo ser responsable por la mala dirección de la FOL que sus dirigentes an mutilado el ideal por el que se luchaba. No soy responsable para que los sindicatos concurran a un congreso preparado por el Estado y nombren a un ministro y se combierta a la FOL en centro político del estado ni soy quien a mandado a pedir dinero para la estadía de los delegados que bienen del interior al congreso y tengan en cuenta, no estoy de acuerdo con los dineros del estado para un congreso. La emansipacion de los trabajadores a de ser obra

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de ellos mismos, con esto de acuerdo. Los viejos no pueden ser responsables de actos consumados o que tengan que venir a suceder puesto que los dirijentes actuales no son niños los que estan a la caveza de la FOL (cit. en ibid.: 63).

La investigación de Lehm y Rivera establece que en la crisis interna de la FOL se perfilaron tres posiciones: la de aquellos –como Desiderio Osuna y los hermanos Moisés– que abandonaron el anarquismo para adherirse a las nuevas propuestas sindicales con injerencia estatal y partidaria, frente a los doctrinarios –como Cusicanqui– que no admitían ninguna conciliación con los partidos o el gobierno. En medio de la polarización estaba la mayoría de los dirigentes con una actitud pragmática, que proponía abrir en el nuevo Congreso Obrero un espacio para el planteamiento de las demandas de sus sindicatos. Al final la última posición se impuso y la FOL resolvió participar del gran evento con el fin de que sus sindicatos no quedaran al margen de las discusiones y de los acuerdos, siempre y cuando éstos llegaran a ser favorables y no exigieran más concesiones o condiciones.

El Congreso Obrero de 1936 y la profundización del corporativismo El denominado “Primer Congreso Nacional de Trabajadores” –en realidad sería el quinto–, el más propagandizado de la historia del país hasta ese entonces, se llevó a cabo en la ciudad de La Paz, inaugurando sus sesiones en los salones de la Escuela México el 29 de noviembre de 1936, con una considerable representación del movimiento laboral y de todos los partidos de izquierda, ya que los gastos de organización, así como los costos de viaje de los delegados de otras ciudades, fueron pagados por el Estado convertido en el gran patrocinador del evento. En las primeras sesiones se aprobaron varias solicitudes al gobierno entre las que se destacan: acabar con la ayuda financiera a la iglesia católica, nacionalización de la Standard Oil, seis horas de trabajo para los mineros, aumento salarial y vacaciones pagadas de quince días para todos los trabajadores. El Sindicato de Culinarias, adherido a la FOL, fue representado a través de Petronila Infantes y Rosa Rodríguez, quienes plantearon demandas específicas de

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su sector, por ejemplo el reconocimiento del arte culinario como profesión, la jornada de ocho horas,82 el descanso dominical y la sustitución de la palabra “doméstica” por la denominación “empleada de labores del hogar”, reivindicaciones que fueron aprobadas como resoluciones finales del Congreso. En la gran reunión tampoco estuvieron ausentes los problemas y las susceptibilidades, puesto que el desprestigio propagado por la oligarquía y por ciertos sectores afines al marxismo contra los anarquistas continuó. Un panfleto de la delegación obrera de Pulacayo difundido en las sesiones dice: Jamás había pensado que los judaico anarquistas y comunistas de la Federación Obrera Local iban a convertir el congreso en una danza de negros inentendible, dando un espectáculo grotesco. La delegación de Pulacayo considera verdaderos traidores a los anarquistas como un Gabriel Moisés, eterno vago, sin oficio ni beneficio, quien sarcásticamente pretende ser el futuro Ministro de Trabajo, como si el Ministerio de Trabajo fuera guarida de los desocupados e irresponsables (cit. en Delgado 1984: 103).

El citado panfleto también fue publicado en el vespertino La Crónica, dirigido por el ex presidente Saavedra, personaje que por entonces continuaba activo en el panorama político y aspiraba nuevamente a la presidencia de la república. Desde este periódico Saavedra se empeñó en crear un ambiente desfavorable para el Congreso emitiendo todo tipo de objeciones y opiniones adversas; por ejemplo, comentando la sesión inaugural, La Crónica criticaba la “ausencia de orientación ideológica” del evento obrero y se estrellaba contra Gabriel Moisés: No hay orientación vigorosa. En la lluvia de discursos desencadenada por los congresistas, se ha podido notar la ausencia de toda orientación ideológica sobre los problemas sociales, políticos y económicos del país. Gabriel Moisés de Oruro, adujo extremos que no cuajan dentro de un Estado Socialista. [...] Nosotros creímos que sólo los congresos burgueses adolecían de ese mal del parlamentarismo lírico y redundante, de ese mal de verborrea en que se habla de todo y no se resuelve ni se hace nada (cit. en ibid.: 104).

82

Nótese cómo hasta 1936, a 12 años de promulgada la primera ley que reconocía el derecho a las ocho horas de trabajo, algunos trabajadores permanecían marginados de este beneficio pese a la conquista de 1930.

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En contraparte el periódico La Calle y otros órganos de prensa obrera veían con optimismo las sesiones e insuflaban ánimo a todos los congresistas para que la reunión lleguara a buen término. Otro de los temas más discutidos en el encuentro obrero fue la creación de una nueva entidad nacional que aglutinara definitivamente a todos los sindicatos y federaciones. De este modo nació la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia (CSTB), que se constituyó desde ese momento en la organización laboral más importante hasta la creación de la Central Obrera Boliviana (COB) en 1952. Trifonio Delgado (ibid.: 110) señala, con pleno conocimiento de causa, que la CSTB se fundó a las 23:00 horas del 3 de diciembre de 1936,83 determinándose también que los niveles departamentales de la recién creada Confederación se llamarían Federaciones Obreras Sindicales (FOS), disolviéndose definitivamente las viejas FOTs. Tanto Desiderio Osuna como Max Nava pasaron a integrar la directiva de la FOS paceña, mientras que Gabriel Moisés, a iniciativa de los trabajadores de Oruro, fue propuesto como candidato para ocupar el Ministerio de trabajo en sustitución de Álvarez. La candidatura de Moisés para el ministerio me lleva a abordar otro de los asuntos más polémicos de la reunión. Lo que sucedía es que Álvarez sostuvo anteriormente que tan pronto como se convocara a un Congreso Obrero sería esta instancia la encargada de nombrar a un nuevo ministro, pues él renunciaría a sus funciones ya que, pese a su gran actividad, continuamente estaba afrontando la hostilidad del resto del gabinete y la sospechosa indiferencia de Toro. El caso es que como producto de las discusiones Gabriel Moisés resultó siendo elegido el sucesor de Álvarez mediante voto secreto. Llama la atención –y fue una verdadera sorpresa para mí– que uno de los candidatos en esta elección fue el anarcoindividualista Cesáreo Capriles, en representación de los trabajadores de Cochabamba, quien quedó segundo en la votación tras Moisés que le ganó por cinco votos, según fidedignos datos presentados por Delgado (ibid.). Las sesiones se extendieron hasta el 6 de diciembre y el evento culminó con una apoteósica marcha luego de ocho días de intensa labor, ratificando el apoyo del movimiento laboral a Toro y dejando a la recién nacida CSTB a merced de los partidos políticos. 83

Álvaro García Linera, Patricia Costas y Marxa Chávez (2004: 33) afirman de forma equivocada que la CSTB se creó en 1939.

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Una vez finalizado el Congreso Moisés ya era considerado el nuevo “Ministro obrero” en los ámbitos laborales (Acción Sindical. Órgano de la FOS. N°1. La Paz 18 de enero de 1937). Sin embargo la alegría de Gabriel duró poco debido a que Toro, incumpliendo su promesa de entregar el ministerio a la persona elegida por los trabajadores, desconoció a Moisés poniendo en el cargo a un hombre no obrero, bajo el pretexto de que un ministro elegido por tan pocos votos no reunía una mayoría significativa. Fuertemente presionado por la oligarquía en relación con la labor de los “radicales” del Ministerio de Trabajo, el presidente designó como ministro del área a Javier Paz Campero, principal abogado de los intereses mineros de Hochschild y elemento socialmente grato para la “rosca” (Klein 1995: 290). Inmediatamente después del autoritario nombramiento el Ministerio de Trabajo fue reorganizado con nuevos elementos ajenos a los intereses del movimiento laboral, con lo que a Toro se le escurrió rápidamente el maquillaje socialista. No obstante Toro, ante el decaimiento de su popularidad entre la población y entre el propio ejército, pues Busch amenazaba con un golpe de Estado, decidió astutamente llevar adelante una medida radical ya planteada anteriormente por varios sectores obreros: el 13 de marzo de 1937 el gobierno anunció la confiscación de las propiedades de la Standard Oil pasando automáticamente todas sus posesiones, equipo y material, al recientemente creado monopolio estatal llamado Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Fue una acción histórica a nivel nacional e internacional porque se trataba de la primera confiscación sin indemnización de una empresa transnacional en América Latina. Ciertamente la creencia de la “guerra entre las compañías petroleras” como causa del desastre en el Chaco hizo de la nacionalización de la Standard Oil una medida muy popular debido a la pésima reputación que se había ganado la empresa norteamericana ante los ojos de la opinión pública. En cuanto a los folistas se refiere, el balance de la alianza con la FOT y de la participación en el último Congreso Obrero fue negativo, de modo que los folistas optaron por alejarse de la CSTB –salvo excepciones como Osuna, Nava y los Moisés–, en rechazo a las posiciones abiertamente oficialistas que adoptó la nueva confederación desde el inicio mismo de sus actividades. Pero esto no impidió que varios sindicatos se alejasen definitivamente 158 / Huascar Rodríguez García

del anarcosindicalismo, y en otros casos la confusión provocó vacilaciones y un ir y venir entre la FOL y la CSTB. De todas formas la FOL se mantuvo moralmente limpia y después del Congreso se negó a participar de las altas esferas del sindicalismo paraestatal. Los testimonios de algunos dirigentes folistas corroboran esto cuando relatan cómo el gobierno de Toro había intentado cooptar a la FOL, incluso ofreciendo a sus miembros cargos burocráticos: Sí. Yo recuerdo, por ejemplo, cuando entró Toro nos invitaron a nosotros, a la FOL, y se nos dio amplios poderes para que organicemos la prefectura, con subprefectos, sus empleados y todo. Entonces a raíz de eso hicimos una reunión entre todos, y se ha acordado de que nosotros no queremos cargos, sino lo que queremos es trabajo; así que de plano se le ha rechazado a Toro (Lisandro Rodas en Lehm y Rivera 1988: 244). Ha sido una respuesta bastante categórica, que está dentro del marco de la concepción libertaria. No queríamos cargos burocráticos u otros cargos de carácter estatal; queríamos simplemente que se creen fuentes de trabajo para los desocupados. Yo creo que esa respuesta tiene mucha importancia, porque encierra la concepción libertaria... (Teodoro Peñaloza en ibid.: 245).

Si bien la federación anarquista asistió al Congreso que dio vida a la CSTB, y a pesar de que algunos de sus dirigentes y sindicatos se quedaron cooptados definitivamente por la nueva matriz obrera, la FOL se desmarcó inmediatamente de aquel movimiento venido desde arriba, reafirmando su independencia y su antiguo discurso doctrinario como muestran las investigaciones de Alexander (1967: 138) y Delgado (1984: 148). Llegado el primero de mayo de 1937 la FOL, estimulada por la lucha de los anarquistas en la guerra civil española, anunció su reactivación como organismo autónomo, emitiendo un manifiesto en el que reafirma explícitamente su ideología de preguerra: El camino emprendido por los trabajadores de esta Federación Obrera Local es justamente continuar la obra de los mártires de la tragedia de Illinois, a pesar que personas interesadas han querido torcer la trayectoria de esta organización, mal que les pese continúa la marcha hacia la liberación de los oprimidos. En este día de recordación también no olvidemos a Kurt Wilquens, anarquista que fue asesinado en la Argentina [...] y los millares de compañeros muertos que han caído en las garras

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del Estado capitalista [...] y el ejemplo de los compañeros en la España heroica que se suman en las grandes batallas por dar al Mundo una sociedad libre y de productores. Sea este 1° de Mayo un verdadero día de protesta y no fiesta, no importa que la sangre corra a torrentes, cantemos la marsellesa anarquista junto a nuestras madres, hermanas y compañeras (cit. en Lehm y Rivera 1988: 66).

Dos meses y medio después Busch, al mando del ejército y creyéndose con todos los derechos para asumir la jefatura del país, materializó su previsible golpe de Estado contra Toro. El 13 de julio de 1937 la transición se hizo de forma pacífica mediante una reunión entre Toro y Busch; acto seguido el presidente depuesto se fue tranquilamente al exilio. Se inició entonces un nuevo gobierno militar que profundizará el carácter corporativo del anterior, pero con una dosis adicional de autoritarismo. En tanto se organizaba el nuevo gabinete gubernamental Cusicanqui, junto a Luciano Vértiz Blanco y otros activistas más, llevó a cabo una intensa labor de propaganda en las bases obrero-artesanales. Esta agitación tuvo como resultado que durante agosto el SCCA, uno de los sindicatos folistas más importantes que se había adherido a la CSTB, volviera a su antigua organización matriz. Cusicanqui, que ya había retornado a la FOL, conminó a los albañiles a que sean ellos mismos los que se hicieran cargo de sus organizaciones por ser los productores directos mediante el trabajo manual, a diferencia de los intelectuales izquierdistas que estaban separados del mundo laboral real. El incansable mecánico radical señala en un manifiesto de este período: Hoy día que nadie te ase caso que nadie te aprecia, sólo te miran con el desprecio de ciempre, eres la chusma, eres jente baja [...] los señoritos galoneados que se corrieron el momento del combate sólo te abandonaron en la lucha, asi como te abandonaron en la guerra tambien en tiempos de paz te abandonan en los trabajos bajo la vijilancia avisora del capatas, los señoritos galoneados tambien se escapan del cotidiano combate del trabajo porque sus manos anjelicales no nacieron para la faena dura, sólo aparecen cuando la victoria sonrie, cuando el trabajo ba concluyendo las ermosas casas, ba apareciendo con sus comodidades, todo este lavor humano no es reconocido por nadie [...] que ironia a los flojos a esos sanguijuelas de la oficina a esos incapases que ni siquiera pueden acomodar un ladrillo se le otorga diplomas, se le condecora... (cit. en ibid.: 68).

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La labor propagandística de Cusicanqui también contribuyó a la reorganización del Sindicato de Trabajadores de la Curtiembre “El Inca”, que desde 1937 permaneció fiel a la FOL. Estas organizaciones, junto con la USTM –que resultó debilitada debido al surgimiento de una organización rival y paralela afiliada a la FOS paceña, o sea a la CSTB–, conformaron el escaso saldo de sindicatos masculinos folistas sobrevivientes a la cooptación del sindicalismo paraestatal. Pero aun con sus fuerzas debilitadas, los reducidos activistas de la FOL no cesaron en su intento de refortalecer su organización emitiendo volantes y realizando veladas literarias. Luego, ya durante 1938, la vieja federación libertaria se sintió con renovadas fuerzas y llamó a sus afiliados a una manifestación por el primero de mayo. Algunas partes de la convocatoria para esta movilización señalan lo siguiente: Hoy más que nunca se invoca en todos los corazones sufridos los sacrosantos ideales de PAZ, JUSTICIA Y LIBERTAD que esparcieron en todo el Orbe todos los maestros y mártires por la emancipación de la clase proletaria […]. La Federación Obrera Local DA SU VOZ DE ALERTA a todos los hombres que aman la LIBERTAD, el PROGRESO y la CIENCIA, en este miserable pueblo llamado Bolivia digno de mejor suerte por sus ingentes riquezas naturales las que, desgraciadamente se hallan detentadas por un puñado de zánganos […]. Frente a este peligro la FOL, cultor máximo de los sacrosantos ideales de la libertad levanta muy en alto el estandarte de este ideal, que esta sintetizado en la doctrina social-filosófica de la Anarquía […]. Pues, bajo un socialismo anárquico de toda la riqueza, tierras, fábricas, empresas, minas, etc., Bolivia podrá progresar a saltos y superaría y se impondría sobre los demás estados capitalistas, y recién se acabaría la miseria y el hambre. En lo político debería haber una amplia descentralización gubernamental, bajo un sistema federativo respetando la independencia y la autonomía de la última aldea y del último ciudadano (ATHOA).

Respecto del régimen de Busch, éste representó en gran medida la continuación del corporativismo de Toro, destacándose por la ambigüedad de sus medidas –que oscilaron en zigzag entre la izquierda y la derecha– y por el combate a todo extremismo tanto del movimiento obrero como de la oligarquía minera. En esta dinámica Busch convocó a la esperada Asamblea Constituyente, que desarrolló sus sesiones entre mayo y octubre de 1938 después de que el país se mantuvo tres años sin

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Parlamento. Dicho evento, ya anunciado por Tejada Sorzano y por Toro, pasó a la historia con el nombre de Convención Constituyente, instancia que tuvo como misión redactar una nueva Constitución política del Estado y elegir al presidente. Así, Busch fue ratificado como mandatario constitucional y la nueva Carta Magna –aprobada en medio de intensas disputas entre empresarios mineros, terratenientes, intelectuales y dirigentes obreros– incorporó el principio de que el Estado debería asumir el control directo de la economía, lo cual, desde luego, no se cumplió. Busch empezó a recibir cada vez más críticas por su ambigüedad en la conducción del país: los ataques políticos venían de la izquierda exigiendo aumento salarial para los obreros y medidas más agresivas contra los empresarios mineros, y de la vieja oligarquía que exigía mano dura contra el “peligro comunista”. Ante una situación cada vez más difícil el desquiciado presidente se declaró dictador el 24 de abril de 1939, anulando toda oposición por el “bien de la nación y sus valores morales”. Durante su breve dictadura Busch promulgó el Código del Trabajo –también llamado Código Busch–, en el que se incorporaron algunas disposiciones protectoras para los trabajadores como vacaciones pagadas anuales, trabajo semanal de 48 horas y compensaciones por accidentes de trabajo, entre otras. Sin embargo este Código excluía de sus alcances protectores al campesinado y al artesanado y modificaba el derecho de huelga, poniendo fuera de la ley a las huelgas revolucionarias o violentas. A estas medidas en el ámbito laboral se añadió la prohibición de utilizar banderas rojas en los desfiles o manifestaciones obreras, siendo de carácter obligatorio sustituirlas por banderas bolivianas. Tal proscripción motivó el airado rechazo de la FOL, pues en un gesto simbólico de protesta decidió no participar en el desfile del primero de mayo de 1939 y su directiva pasó a la clandestinidad una vez más, cesando por un tiempo sus actividades públicas, en virtud de que Busch en los hechos estaba ilegalizando a la vieja federación libertaria. Entretanto, el 7 de junio de 1939 el joven dictador, en la búsqueda de alguna acción espectacular y populista como fue la nacionalización del petróleo bajo el gobierno de Toro, decretó que las empresas mineras debían pagar el 100% de sus divisas al 162 / Huascar Rodríguez García

Estado, lo que no significaba de ningún modo la confiscación de los bienes mineros, ni tampoco el fin de la explotación privada de minerales. El decreto de Busch solamente manifestaba los derechos del Estado para intervenir en el control de la explotación pero, para consuelo de los capitalistas del estaño, nunca pudo ponerse en práctica. Sofocado por un ambiente de total incoherencia, sin norte al que dirigirse y con cada vez menos apoyo popular, Busch optó por el suicidio volándose los sesos la noche del 23 de agosto de 1939 y este suceso dio fin al singular experimento del “socialismo militar”, experiencia que, pese a todo, por momentos puso en jaque a las clases económicamente privilegiadas e impulsó a las organizaciones de izquierda y al movimiento laboral, pero desde una perspectiva estatal y sin ningún potencial realmente emancipatorio.

La restauración oligárquica La muerte de Busch se constituyó en la oportunidad ideal para el resurgimiento de la derecha que, valiéndose de los sectores reaccionarios del ejército, vio en el general Carlos Quintanilla a su hombre de choque: este militar actuó rápidamente para eliminar cualquier resistencia y tomó el control del gobierno imponiendo el estado de sitio y anulando todos los requerimientos de la ley de entrega del 100% de divisas mineras al Estado. Finalmente Quintanilla aceptó de los políticos tradicionales la propuesta de convocatoria a elecciones y éstas se llevaron a cabo el tercer mes de 1940, resultando ganador el general Enrique Peñaranda en representación de las elites capitalistas y conservadoras del país. Empero, la distribución del Congreso resultó favorable a los sectores de izquierda que desde el Senado y la Cámara de Diputados hicieron crecer poderosamente la influencia de sus propios partidos. Los más importantes fueron el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), organización marxista-estalinista conformada formalmente en julio de 1940, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido “policlasista” y nacionalista creado a principios de 1941. No me ocuparé de analizar o describir aquí los orígenes y pormenores de la creación de estos partidos; basta con decir que los gérmenes de

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ambos ya existían antes de las elecciones de 1940 bajo distintos nombres, y que fue recién con su instalación en el Congreso que se consolidaron como estructuras sólidas y de mayor alcance e influencia en las clases medias y en el movimiento laboral.84 Ya al iniciarse 1940 las células embrionarias del futuro PIR –que en un principio funcionaban con diferentes denominaciones– habían empezado a interferir abiertamente en la CSTB para hacer de este organismo una base segura de apoyo popular. Desde ese momento los sindicatos pasaron a ser propiedad de amos y señores y los procedimientos cambiaron de pronto: si antes era necesario pertenecer a un sindicato y estar en ejercicio de algún oficio para tener voz y voto, ahora “revolucionarios” de cualquier extracción podían representar y dirigir las organizaciones obreras sin más certificado que su verborrea caudillista. Una vez que el PIR se consolidó en el Congreso de la República sus líderes realizaron una campaña de desprestigio contra los dirigentes de la CSTB acusados de “ignorantes, cholos borrachos y degenerados”, todo con el deseo de convertir a los trabajadores en “marxistas” de la noche a la mañana, en palabras de Trifonio Delgado (1984: 136). Pocos fueron los dirigentes de la CSTB que resistieron esta ofensiva partidaria y entre ellos se destacó Antonio Carvajal, secretario general de la FOS de Oruro, quien por aquella época entabló una gran polémica con los políticos izquierdistas defendiendo la autonomía sindical. “Quien no trabaja, no puede entrometerse en los sindicatos sino a título de comedido y vulgar intruso” repetía Carvajal (cit. en ibid.: 137); sin embargo nada pudo hacer para evitar que las dirigencias de la CSTB cayeran rotundamente bajo el control del PIR. Durante todo este proceso de cooptación estatal y partidaria la FOL sobrevivía a la sombra de sus combativos sindicatos femeninos, pero precisamente en 1940 se dieron condiciones para una reorganización general. A fines de abril las culinarias y los carpinteros impulsaron la reestructuración de la federación 84

Otra organización relevante que se había formado al finalizar la guerra fue el Partido Obrero Revolucionario (POR), fundado por un grupo de exiliados bajo la dirección de Tristan Marof y José Aguirre Gainsborg en la ciudad argentina de Córdoba durante 1935. Esta agrupación política tuvo como base ideológica al marxismo trotskista y extendió su influencia a los centros mineros, particularmente a partir de la década de los 40.

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determinándose, mediante asamblea, la elección de Luis Cusicanqui como secretario general y de Petronila Infantes como secretaria de actas. El primero de mayo la reactivada FOL, a la vez que protestaba por el aumento de impuestos para los sectores artesanales, emitió un manifiesto que señala lo siguiente: Trabajadores de Bolivia, sacudid la inercia en la que estáis sumida, levanta esa frente que suda oro para vuestros amos, no desmayes por las traiciones de unos cuantos inconscientes, el camino de la redención de los parias modernos está abierto, vuestra dejadez ha hecho que los impuestos sean cargados día a día como a un pueblo vencido [...]. Llega a los extremos inconcebibles que la Alcaldía Municipal va extorsionando con sus patentes hasta en las tiendas y talleres más humildes. Que contribuye a empeorar más la situación de las clases menesterosas con impuestos a las máquinas, herramientas, sillones de peluquerías, bancos de carpintería, máquinas de coser de zapatería y sastrería, etc. [...] Valga esta fecha para dejar constancia de la Federación Obrera Local, la única entidad que ha luchado por los intereses del proletariado, motivo por la que en el régimen dictatorial del pseudosocialista de Busch fue disuelto por un decreto-ley reaccionario. Exceptuando solamente a ciertos organismos que se prestaron a su servicio incondicional del dictador. Hoy nuevamente salta a la arena de la lucha por determinación de varios sindicatos que resolvieron la imprescindible necesidad de su reorganización de la FOL (cit. en Lehm y Rivera 1988: 76,77).

Los anarquistas también decidieron depurar sus filas frente a la intromisión partidaria emitiendo varios votos resolutivos, uno de los cuales, correspondiente al 24 de julio de 1940, expulsa oficial y definitivamente de la FOL a Jorge Moisés, quien se había incorporado al PIR junto con su hermano Gabriel, expulsado ya mucho antes (Delgado 1984: 148,149). Asimismo, en una actitud de radicalización, Luis Cusicanqui desde su posición de secretario general promovió la organización de “Sindicatos de Resistencia” logrando incluir a varios nuevos sectores laborales en la FOL. Para enero de 1941 la matriz anarquista amplió considerablemente el número de sus afiliados, puesto que por entonces contaba, aparte de sus organizaciones tradicionales, con sindicatos de panaderos, jardineros, talabarteros, trabajadores en limpieza, pintores, comerciantes de lana, trabajadores en fábricas de conservas, “canillitas” –niños de la calle vendedores de periódicos–, carniceros y trabajadores de la Cervecería Americana. Esto puede evidenciarse en una circular del

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9 de enero de 1941 firmada por Cusicanqui, donde se incluye la lista de los sindicatos adheridos a la FOL en ese momento. Es igualmente interesante la existencia de una Federación de Inquilinos afiliada a la matriz ácrata por esta época, que en uno de sus manifiestos, probablemente un borrador porque está escrito a máquina, muestre breve pero contundentemente las condiciones de vida de los estratos trabajadores carentes de un domicilio propio y digno: La opinión pública está enterada [de] los motivos y alcanses que nos llevan a lanzar el presente manifiesto, las cuatro organizaciones por zonas han informado [mediante] sus delegados [de] las tropelías inicuas cometidas por los dueños de casas. […] El aumento diario sobre los alquileres a dispertado la abaricia sin limites, es por eso que cobran de los cuartos inmundos, sin ventilación ni luz, la bonita suma de 30-40-50-60-70 asta cien y mas de bolivianos por los miserables cuartuchos sin sol ni agua. Las necesidades mas apremiantes […] el water y el agua, son elementos de lujo [que] solo pueden usar los ogros o señores de casas, el inquilino nada, pero el inquilino por fuerza tiene que pagar los catastros, los impuestos y demas gavelas ¿Quién pagó el alcantarillado si no es el pobre inquilino? Pero no tiene ni la higiene ni el water, tienes que ir a los rios o barrancos para tus necesidades corporales, pero de ti salen las buenas ternadas de lujo, la educación de sus hijos y las fiestas que forman a tu costa que representan el hambre de tus hijos, la desdicha de tu compañera envuelta en andrajos por sostener al enjambre de los pillastres que te matan lentamente en los cuchitriles lobregos como el corazon de los bampiros arrendatarios y de los dueños de casas. Contra el robo descarado nuestra union agamoslo todos los inquilinos […] y tengamos la salubridad y el respeto que merece un inquilino como ser humano (ATHOA).

Pero este nuevo robustecimiento no estuvo exento de problemas: durante intensas reuniones realizadas en los primeros cuatro meses de 1941 surgieron conflictos internos ocasionados por razones desconocidas que determinaron la relativa paralización del activismo folista. Los problemas se agudizaron a tal punto que finalmente condujeron al viejo agitador libertario a su irreversible alejamiento de las actividades sindicales: Cusicanqui renunció a su puesto en la dirección de la federación y de ahí en adelante se entregó a una suerte de ostracismo voluntario. El primero de mayo el mecánico radical se despidió definitivamente de la FOL difundiendo su último y emotivo manifiesto público titulado: “A los artesanos del porvenir”: 166 / Huascar Rodríguez García

A ti, maestro del pequeño taller lavorioso incansable, como la abeja de la colmena social, detén tu faena sudorosa para saludar el 1° de Mayo, no ves las avesillas del campo cantan su libertad, libertad cantan los presidiarios en la cárcel, libertad cantan los artistas forjadores de la nueva vida, por esa libertad santa del trabajo fueron ahorcados ocho Anarquistas en la aurora del Siglo pasado [...] como no recordarles si en aras de la libertad murieron, por eso los trabajadores del Orbe hoy 1° de Mayo saludan cantando “Los Hijos del Pueblo”, de un confín a otro será la solidaridad. Trabajadores de Bolivia, no olvideís a tus mártires del Estado que sucumbieron en los minerales de Uncía [...]. Compañeros de miseria y sufrimientos todos a trabajar por la organización de Sindicatos de Resistencia para obtener el respeto que meresemos para ganar mejores salarios, para hacer frente a la carestía de la Vida, por la rebaja de los artículos de primera necesidad, por la rebaja de los alquileres, por la avolición de los Monopolios que nos estrangulan con el hambre (ibid.).

La misma fecha en que Cusicanqui se despedía oficialmente la FOL emitió un manifiesto donde denunciaba la injerencia de los partidos en los sindicatos, y donde sugería a los sectores subprivilegiados tomar algunas medidas para encarar la trágica situación económica que todavía se vivía en el país: Hoy 1º de mayo de 1941, cábele a la Federación Obrera Local tributar su cálido y sagrado homenaje a la memoria de los heroicos y valientes Mártires de Chicago y, en ellos, a todos los apóstoles de nuestra santa, noble y justa causa […]. La FOL […] tiene debidamente resuelta desde esta fecha la reiniciación de sus actividades […] luchando denodadamente para readquirir así su antiguo prestigio, cuando constituía una barricada contra la opresión capitalista. Es menester que la clase trabajadora tome medidas radicales para conjurar los diferentes problemas, especialmente el de la vivienda […]. Un medio eficaz sería una huelga general de inquilinos, instalando sus viviendas en las calles y plazas […]. Así mismo creemos de gran necesidad la adopción de medidas drásticas contra la especulación y la elevación desmedida de los artículos de perentorio consumo, como también creemos de urgencia abrir una campaña intensa hasta conseguir la cancelación de muchos impuestos directos e indirectos que, como el que trata de crear la Alcaldía Municipal para los pequeños talleres donde no existe ni un centavo de capital efectivo, constituyen irritantes exacciones a

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la escuálida economía popular. Por otra parte, la prensa ya ha informado sobre el aumento al Impuesto de la Prestación Vial, que desde este año costará 30 bolivianos. Esto creemos que ya es un reto al pueblo, cuya mansedumbre y paciencia […] ha de terminar. […] Para terminar, queremos hacer hincapié en un aspecto de gran importancia para la buena marcha de las organizaciones sindicales. Nos referimos a la intromisión en el seno de las mismas de elementos politiqueros, que no hacen otra cosa que sembrar el caos y la confusión para el mejor logro de sus velados propósitos. Es necesario que los trabajadores tengan una mejor comprensión de la finalidad sindical y no dejarse confundir con los políticos de nuevo cuño que con su verborrea obrerista y su disfraz izquierdista van haciendo una labor inicua y perniciosa, creando un ambiente de rencillas y luchas domésticas. Tenemos ejemplos palmarios del divisionismo que han logrado en Potosí, Cochabamba, y otras ciudades, los partidarios del marofismo y arzismo85 (en La Continental Nº 6. Junio de 1941).

Sin embargo, debido a los conflictos internos y a la cada vez más clara cooptación del movimiento laboral a manos del PIR y del MNR, y también como consecuencia de las dificultades para encontrar un local estable, las reuniones de la FOL, a partir de la segunda mitad de 1941, se volvieron relativamente esporádicas otra vez, lo que no impidió la continuidad de algunas actividades –veladas literarias, conferencias y funciones teatrales– con la importante participación de los sindicatos femeninos que se habían reagrupado al amparo de la Federación Obrera Femenina refundada en 1940. Además en esta época se afiliaron a la FOL un Sindicato de Agricultores y Lecheras, un Sindicato Mixto de Confección y un centro cultural llamado “Sorata”, al mismo tiempo que se establecían amistosos y prometedores contactos con los mineros de Bolsa Negra. Mientras la FOL experimentaba un doloroso proceso de reconstrucción la vida política del país continuó su acelerado ritmo de sempiterna inquietud: entre fines de 1941 y principios de 1942 se desató una nueva ofensiva huelguística entre los trabajadores ferroviarios y los obreros de las minas de Siglo XX, que 85

Vocablos referidos a Tristan Marof y a José Antonio Arze respectivamente. El segundo fue un influyente intelectual estalinista cochabambino famoso por sus libros y por haber fundado el PIR.

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fue respondida por Peñaranda con el estado de sitio. Pero esto no bastó para controlar el creciente descontento: las huelgas y conflictos por aumento salarial continuaron casi incesantes hasta que el 21 de diciembre de 1942 centenares de trabajadores de las minas de Patiño, en Catavi, junto con niños y mujeres, fueron vilmente masacrados por el ejército, sangriento hecho que al final ocasionó el desgaste total del gobierno de Peñaranda. La masacre de Catavi conmocionó profundamente al país entero y se convirtió en un pretexto unificador que generó más protestas en las calles y sobretodo en el Congreso, instancia desde donde también se reprochaba al gobierno por su apoyo incondicional a Estados Unidos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. A principios del decimosegundo mes de 1943 empezaron a correr rumores de una acción militar rebelde en los círculos gubernamentales, y el 20 de diciembre las sociedades secretas RADEPA (Razón de Patria) y la Logia Mariscal Santa Cruz,86 en alianza con el MNR y con algunos sectores policiales de La Paz, detuvieron a Peñaranda y a la mayoría de los miembros de su gabinete consolidando un nuevo golpe de Estado. Inmediatamente se estableció una junta militar presidida por el hasta entonces desconocido teniente coronel Gualberto Villarroel, iniciándose de esta manera otro gobierno castrense de tintes populistas y pseudorradicales. Como síntesis de esta parte diríase que la etapa de postguerra marcó un punto de inflexión para los anarquistas, quienes pese a todas las adversidades lograron reorganizarse al comenzar el auge del sindicalismo paraestatal. Pero a diferencia de las alianzas defensivas de 1932 con la FOT paceña, en las que la FOL había tomado la iniciativa, la propuesta de unificación en 1936 vino de la FOT, organismo que finalmente consiguió imponer su propia agenda, de modo que la vieja fortaleza de la federación ácrata se convirtió en una 86

Las logias RADEPA y Mariscal Santa Cruz se incubaron entre oficiales bolivianos presos en los campos paraguayos desde 1934. Estas organizaciones de carácter secreto reflejaban una parte más del descontento de algunos sectores del ejército hacia la conducción de la guerra y hacia los partidos tradicionales, y propugnaban el “rejuvenecimiento del ejército y de la nación”. Apoyaron furtivamente a Toro y Busch y desde la sombra esperaron el momento adecuado para arreglar cuentas con los altos mandos y con las elites políticas y económicas a las que culpaban del desastre del Chaco.

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nostalgia desmembrada dentro el ambiente de euforia provocado por los gobiernos populistas de Toro y Busch, a partir de los cuales los partidos políticos ingresaron con fuerza en los órganos obreros. Todo este proceso inicia un camino errático para la organización folista, que sin embargo permanecerá vigente gracias al sorprendente surgimiento, casi espontáneo, de un tipo único de sindicalismo libertario en el mundo: el anarquismo de las cholas.

La Federación Obrera Femenina: el anarquismo de las cholas Porque la organización de las mujeres es pues así: nosotras mismas defendernos, nosotras mismas manejarnos. Petronila Infantes.87

Transversalmente a todo lo que ocurría desde la guerra del Chaco, la actividad de los sindicatos anarquistas de mujeres fue adquiriendo un rol protagónico y vanguardista generando diversas luchas autónomas en la etapa de cooptación y clientelismo del sindicalismo paraestatal y en la época de la restauración oligárquica. En efecto, la guerra ocasionó que las mujeres participen más activamente en la fuerza laboral y las convirtió en el sostén de gran parte de los hogares plebeyos, además de que las cholas fueron históricamente, casi por definición, un sector que habitualmente participó en actividades económicas que rebasaban el ámbito doméstico. Así, en el contexto de crisis inflacionaria y de abastecimiento que siguió a la guerra, las mujeres trabajadoras mestizas vinculadas con el artesanado estaban en mejores condiciones para una labor de reorganización rememorando la experiencia del Sindicato Femenino de Oficios Varios, es decir de la primera Federación Obrera Femenina (FOF). 87

Petronila Infantes nació en La Paz el 29 de junio de 1911 y murió el 8 de octubre de 1991. Culinaria de profesión y conocida simplemente como “Peta”, Infantes fue una de las más destacadas cholas anarquistas cuya extraordinaria capacidad organizativa fue muy importante para la FOL: en 1935 fundó el Sindicato de Culinarias y en 1940 reorganizó junto a otras mujeres la segunda FOF, entidades que serían la base de la central anarcosindical desde el fin de la guerra hasta 1946. Se casó muy joven y producto de esa unión problemática tuvo dos hijos (Alicia y José Enrique), pero no mucho después escapó de su marido. Años más tarde fue compañera sentimental de José Mendoza, con quien también tuvo otras hijas.

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La reconstitución de los sindicatos libertarios femeninos se inicia el mismo año de la conclusión de la guerra, en 1935, y va a desembocar en el restablecimiento de la FOF. Como sugieren Dibbits y Volgger (1989: 9,10) hay que recordar y diferenciar las dos etapas generales de esta federación: primero la FOF fundada por Rosa Rodríguez, Catalina Mendoza y Susana Rada –entre otras– en 1927, cuyas actividades se vieron interrumpidas por la guerra del Chaco, y después la FOF refundada en 1940 y existente hasta 1965 de la que hablaré a continuación. Esta segunda FOF se caracteriza por dos subetapas: 1) hasta 1952 cuando todavía estaba afiliada a la FOL y 2) cuando desaparece la FOL y la federación femenina se afilia a la Confederación de Gremiales –adherida a la COB (Central Obrera Boliviana)– existiendo hasta 1965.

El Sindicato de Culinarias El proceso que desembocará en la reestructuración de la FOF se inicia con el nacimiento del Sindicato de Culinarias (SC) el 15 de agosto de 1935 en La Paz, organismo surgido a raíz de una prohibición municipal decretada a fines de julio, que proscribía a las cholas subir a los tranvías bajo el pretexto de que incomodaban a las “señoras” rasgándoles las medias con sus canastas y ensuciando sus costosos vestidos. Este hecho generó una reacción indignada entre las trabajadoras cocineras, quienes se concentraban masivamente en los mercados cuando iban a realizar las compras, y a partir de esta prohibición y la consiguiente movilización muchas cholas de los mercados se vincularon estrechamente con la recién reestructurada FOL, al punto que varias terminaron emparejadas con algunos folistas, como fue el caso de “Peta” que conoció a José Mendoza precisamente en el conflicto de los tranvías. En este trance también fue importante el asesoramiento que las antiguas cholas anarquistas brindaron a las nuevas sindicalistas, siendo así que “Peta” y otras resultaron convirtiéndose en discípulas de las experimentadas Catalina Mendoza –conocida simplemente como “Cata”– y Rosa Rodríguez. A continuación “Peta” cuenta cómo se organizaron las mujeres del mercado y cómo derrotaron la medida municipal que limitaba el uso de los tranvías:

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“¿Qué vamos a hacer?”, estábamos hablando así en la recova. Don José Mendoza, que después fue mi compañero, me decía: “tienen que organizarse en un sindicato, ¡organícense!”. Esa tarde parecía también fácil organizar. No teníamos local; entonces en el mercado nomás nos reuníamos, en los lugares que estaban vacíos. Hacíamos lo imposible para salir de las casas. Cuando venían los soldados nos decían que nos retiremos. Unos compañeros han proporcionado un cuarto, pero ¿de dónde íbamos a entrar pues todas? ¡Hartas, hartas, éramos! Así hemos fundado el Sindicato de Culinarias [...]. La FOL ha asistido. Rosa [Rodríguez] de Calderón ha colaborado para que nos organicemos y nombremos nuestra directiva, una directiva ad-hoc. Ella era una mujer muy luchadora que también sabía hablar en público. Pero en aquél tiempo tenía un poco de reserva, porque no sé cuantas veces a su compañero le han confinado [...]. Ya teniendo nuestra directiva ad-hoc, pasé la voz en el mercado: “iremos donde el Sr. Burgaleta, el jefe de la Electricidad. A tal hora vamos a estar en la puerta de la Municipalidad”. Cocineras, cholas, medio cholitas; llenita la Municipalidad; había cientos de mujeres [...]. Una comisión ha entrado a su oficina del señor Burgaleta y hemos dicho: “¿por qué no podemos subir a los tranvías cuando los tranvías están para las cholas, para las empleadas?, no para las señoras, las señoras ocupan automóviles, el tranvía es para las que trabajan” (en Wadsworth y Dibbits 1989: 68, 69).

La idea de internacionalismo y organización anarcosindical de “Peta”, constituida en la principal dirigente e impulsora del SC, era bastante clara y nos muestra la consolidación definitiva, en la mentalidad trabajadora, de la necesidad de evolucionar del mutualismo al sindicalismo: Nosotras hemos dicho que no vamos a ser Sociedad Mutual [...]. En esas mutuales, si no estaban de acuerdo, igual tenían que hacer lo que ordenaban. Trataban del trabajo, entre ellos nomás. En cambio nosotros, los sindicalistas, trabajábamos para todos; somos más avanzados en la idea. Entonces: “no vamos a ser sociedad Mutual, vamos a ser Sindicato”. Hemos hecho una solicitud diciendo que el Sindicato de Culinarias y Ramas Similares quiere adherirse a la FOL, para tener más fuerza. Y para que sea más grande la FOL, tenga más fuerza, más resistencia, nosotras nos hemos adherido. La Federación Obrera Local era de tendencia libertaria, anarcosindical. Yo era del libre pensamiento, en la manera de ser, de vivir, de ser como somos, ser libres, tener

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esa libertad de la voz. Algunas sabían lo que es el sindicato, como la Felipa Aquize, una mujer acerada. Ella discutía bien, sabía quién era, cómo era, quienes eran. Cuando ya hemos sido anarquistas decían: “éstas son comunistas, se entran a las casas a robar, por eso son del sindicato”. Para nosotros el Sindicato era una organización libre, libertaria: nos organizábamos en virtud de que nadie nos dirija ni nadie nos maneje [...]. Hemos hecho oficios avisando que las culinarias estamos organizadas, indicando la lista completa de las secretarías, a todas partes: a La Protesta, La Hora, a la Argentina, Perú y Chile. Entonces nos han mandado esos manifiestos de periódicos, felicitándonos por lo que nos hemos dado las mujeres de Bolivia, de lo que nos hemos organizado bajo el sindicalismo libertario (en ibid.: 72,73).

Después de haber ganado en el conflicto de los tranvías con la municipalidad, el SC inició otra lucha contra la imposición de un denominado “carnet de sanidad” entre fines de octubre y principios de noviembre del mismo año. Ocurre que la guerra también había despertado temores sobre la propagación de enfermedades venéreas, fiebre tifoidea, malaria y otros males contagiosos por el retorno de miles de soldados y desertores de modo que, en alianza con el sistema médico vigente, los distintos gobiernos de la época empezaron a insistir en la higiene pública, enfocando su atención, sobre todo en la clase obrera y en las mujeres cholas (Larson 2004: 81). Como parte de esta política las elites, apoyadas por el gobierno, decidieron exigir un documento de salud a las cocineras o empleadas domésticas que debía tramitarse luego de un oprobioso chequeo médico en la “Policía de Higiene” –dependiente de la Policía Municipal–, que al mismo tiempo se encargaba del control médico de las prostitutas. Veamos la percepción de dos sindicalistas del SC: El carnet de sanidad era que una mujer joven o vieja tenía que hacerse examinar toda pelada, si no tenía una enfermedad venérea u otra enfermedad contagiosa. Las amas de casa, las patronas exigían este carnet, con una fotito más, a las domésticas, las culinarias, las sirvientas, todo eso (Tomasa Patón en Wadsworth y Dibbits 1989: 99).

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El problema era que tenían que mirarnos nuestro cuerpo. Nosotras hemos dicho: “¿por qué nos van a ver?, ¿qué cosa?, ¿qué habíamos sido? No somos enfermas”. Nos hemos enojado también esa vez (Natividad Veramendi88 en ibid.: 100).

El SC también se opuso férreamente al carnet de identidad, debido a los cobros de dinero y también por las convicciones contra el control estatal que tenían las y los anarquistas. En el marco de esta lucha, a fines de 1935, las miembras del SC libraron un breve forcejeo con los agentes de seguridad del palacio de gobierno a los que vencieron y burlaron, logrando ingresar por la fuerza hasta el despacho del presidente: Cuando Tejada Sorzano, nos han dicho que las empleadas tienen que tener carnet de identidad [...]. Hemos hecho una manifestación grande. Hemos entrado hasta donde el Presidente, donde Tejada Sorzano. Así era cada vez que teníamos algún problema; hacíamos manifestaciones en la Plaza Murillo; hirviendo la gente, las culinarias (Petronila Infantes en ibid: 97). Más me acuerdo yo de la lucha del carnet de identidad. Esas veces querían que tengamos carnet. Entonces han dicho las compañeras dirigentes: “no vamos a pagar, ¿por qué vamos a pagar las mujeres?”. Hemos entrado en manifestación por la calle Comercio, cuando los agentes al frente del Palacio habían estado, llenito. Entonces ya nos han insultado. Nosotras mujeres jóvenes éramos. ¡Uh, la masa era pues grave! A puñetes nos hemos agarrado con los agentes, con zapatos, de sus cabellos les hemos jalado. Pucha grave nos hemos peleado. Les hemos ganado nosotras. “¿Por qué vamos a pagar? ¡No podemos pagar!”. Ellos dicen: “¡van a pagar, van a pagar!”. Y nosotras: “¡no y no y no!, nada de impuesto, nada de patente; la mujer no debe pagar, ¡no y no!”. Hemos hecho correr a los agentes. Estábamos reclamando por el bien de nosotras, cómo no me he de enojar. De esa manera no hemos pagado los carnets que pagamos ahora. Por muchos años hemos conseguido; no hemos permitido (Natividad Veramendi en ibid.: 97,98). 88

Natividad Veramendi fue una miembro destacada del SC. Esta aguerrida mujer nació en Potosí en el año 1915, trasladándose décadas después a la ciudad de La Paz. Pese a que nunca aprendió a leer y escribir ocupó puestos importantes en el SC y sus testimonios están cargados de chispa y de una sabrosa naturalidad e inteligencia, como se verá a lo largo de estas páginas.

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Hemos hecho manifestación para no tener carnet de identidad ni de salud; tampoco queríamos pagar prestación vial. No queríamos pagar porque era un medio de explotación, de sacar plata con ese motivo, un negocio. Entonces no hemos sacado carnet de identidad. Pero con el tiempo tuve necesidad. Mi hermano de la Argentina me mandó un dinero y no admitían en el Banco Central sin carnet. Esa necesidad me obligó. Mi cuñada, la Catita nunca ha sacado: no aceptaba. Llevaba garantes para que le garanticen por dinero recibido o depositado. No ha sacado, eso era su decisión (Petronila Infantes en ibid.: 99).

Si a fines de 1935 las culinarias vencieron el intento de carnetización gubernamental, la lucha contra el carnet de salud se extendió hasta 1936 y ante esto el SC planteó que los patrones, en su condición de adinerados y por su disponibilidad de médicos personales, fueran quienes se encargaran de los chequeos necesarios al personal de las casas. Durante la segunda mitad de 1936 algunos grupos de hombres culinarios intentaron adherirse a la organización, pero fueron rechazados debido a la cohesionada identidad femenina y radical del SC; frente a esto los cocineros se organizaron por su lado afiliándose a la FOT. Cuando nosotras ya nos habíamos organizado, vino una muchedumbre de mujeres. También han venido los culinarios que querían ingresar y nosotras les hemos dicho: “ustedes son hombres, ustedes entre culinarios y garzones pueden formar otro sindicato aparte”. Y así ha sido. Porque la organización de las mujeres es pues así; nosotras mismas defendernos, nosotras mismas manejarnos (Petronila Infantes en ibid.)

Ejerciendo su autonomía el SC, según se tiene dicho, asistió al Congreso Obrero de noviembre de 1936 con la intención de presentar sus demandas específicas, las cuales fueron adoptadas como resoluciones del evento. A partir de ahí su actividad fue creciendo así como el número de sus afiliadas entre mancapayas89, cocineras y empleadas domésticas gracias a la insistente labor de propaganda y sindicalización casa por casa que llevaba a cabo Peta; pero pese a ello pocas mitanis90 pudieron ser incorporadas al sindicato. 89 90

Vendedoras de comida en las calles y mercados. Empleadas indígenas sojuzgadas bajo relaciones de servidumbre en las labores domésticas de las casas y haciendas oligarcas.

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De varios oficios entraban al Sindicato, por eso decían “Ramas Anexas” o “Ramas Similares”; podían ser sirvientas, las que vendían en el mercado comida o té, lo que sea. Entraban porque el Sindicato de Culinarias con el tiempo estaba más respetado en el Ministerio de Trabajo. Había no sé qué Oficial Mayor en el Ministerio de Trabajo que decía: “ustedes tienen que sindicalizarse para que se les atienda”. De eso iban y se sindicalizaban en Sindicato de Culinarias (Alicia Infantes91 en ibid.: 77). Las niñeras, las sirvientas, trabajaban cama adentro, las cocineras cama afuera. Después, algunas casas tenían chofer y mayordomo, las que podían pagar. Las sirvientas, niñeras, algunas estaban con nosotras, otras no, porque los patrones les prescribían las salidas. A esas indiecitas que venían del campo, a esas pues las explotaban, tenían que cocinar, lavar, planchar (Petronila Infantes en ibid.: 78). Las mitanis no podían venir al sindicato porque la patrona si la veía ahí, la podía ahorcar, la podía matar. No les gustaba. Eso es lo que querían hacer también con nosotras; es que había esclavitud, les trataban como a sus esclavos [...]. Las mitanis tenían que venir a lavar, a cuidar wawas, todo eso; eran como sirvientas (Tomasa Patón en ibid.).

Hay que destacar que en aquella época existían distintos niveles de jerarquía en el personal encargado de las labores domésticas dentro los círculos de las clases dominantes y de las embajadas. Las culinarias que trabajaban en estos ámbitos por lo general sólo cocinaban, hecho que les facilitó mayor libertad de acción y mejores condiciones para asistir a eventos y reuniones. En otras palabras las culinarias, al ser vendedoras de servicios especializados a la oligarquía, tenían un estatus laboral relativamente elevado en relación a otros trabajadores. Peta y Natividad Veramendi cuentan lo siguiente rememorando una etapa de su carrera: Me pagaban 30 bolivianos; un buen sueldo porque a unos cuantos nomás pagaban 20 bolivianos, 25 bolivianos, 18 para el mejor cocinero, 12 ó 16 a las sirvientas. Por mi trabajo me han aumentado a 30 porque también yo ya hacía buenos platos, no hacía cualquier cosa [...]. Yo nunca he lavado ni planchado, sólo cocinaba; porque había sirvienta para que lave el servicio (Petronila Infantes en ibid.: 33). 91

Hija de Petronila Infantes, envuelta desde niña con las actividades sindicales de su madre.

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Yo esa vez, cuando estaba en la FOF, tenía la gran plata; joyas tenía cualquier cantidad. Me hacía joyas, me gustaba tener. Todo lo he empeñado porque el mal me viene; “¿qué será, que habré hecho, o estaré pagando de mis abuelos, que cosa harían?”, digo a veces (Natividad Veramendi en ibid.: 189,190).

Esta condición duró con altibajos hasta 1952, pero no evitaba que en algunas ocasiones las trabajadoras culinarias sufrieran violencias simbólicas y físicas, tanto en las casas donde prestaban servicios como en las calles: Aquí en la ciudad, la burguesía protestaba también contra nosotras. La burguesía decía: “estas cholas, estas indias con tantas joyas, con tanta pollera”. No tenemos hartas; una sola pollera, pero así saben estar hablando. Decían “¡Ay estas chinas!”. Como la basura nos miraban, así son pues [...]. Nosotras sabemos reñir también: “ustedes mujeres pintadas”, diciendo; “ay, ¡estas damas pintadas como payaso, ay sus bocas, sus uñas tamañazas como el diablo, sus garras!”. Así hemos reñido. Siguen odiándonos pero ¿qué haremos? Yo les digo: “país de cholas es pues éste, no es de extranjeros, si es extranjero, váyase usted pues a su país. Bolivia es de cholas; así que su madre tal vez ha sido chola, sólo que usted ya está disfrazada” (Natividad Veramendi en ibid.: 57). La gente rica nos ultrajaba mucho a nosotras; siempre nos trataban de india, de chola. Nosotras en esos tiempos no podíamos entrar ni al cine, porque decían que somos de pollera. Cuando una es joven, siempre tiene amigas; salíamos a pasear con amigas y nos acercábamos a una heladería a tomar un heladito y nos decían que no había servicio para nosotras (Exaltación Miranda en ibid.: 60).

A pesar de todas las dificultades que tuvieron que atravesar, las culinarias generaron un fenómeno muy peculiar con su organización: si a un principio el sindicato era mal visto y rechazado por quienes contrataban a estas mujeres, posteriormente la susceptibilidad cambió y las cocineras sindicalizadas se convirtieron en las más requeridas y garantizadas por su honestidad y sobre todo por la calidad de su trabajo. Dicho de otra forma, la indudable importancia de la comida en la vida social fue lo que dio relevancia al SC en la aristocracia paceña alimentada por las cholas. Además, como advierte Paredes Candia (1992: 239, 240), las

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cholas fueron las auténticas creadoras de la “cocina boliviana” inventando la mayoría de los platos llamados “criollos” e imponiendo buena parte de la comida que se ingiere en el occidente del país. Evidentemente, satisfacer los exigentes gustos de las elites no era cosa fácil, por lo que la comida elaborada por las miembras del SC no podía no ser de alta calidad. Así el sindicato, que a un principio aparentó ser perjudicial para sus afiliadas, pronto se convirtió en una verdadera ventaja que aseguraba una fuente permanente de empleo invistiéndose además de un gran prestigio y reconocimiento social: Cuando íbamos a trabajar en las casas, algunas señoras decían: “ay, esas que están en el sindicato no hay que recibir porque son comunistas”; y no querían recibirnos. Pero, al último hemos esclarecido que no somos comunistas, somos sindicalistas [...]. La primera recomendación que yo he hecho, como dirigente, era que nadie debe llevar ni una miga de pan, que nadie lleve para que no nos digan que somos ladronas; porque antes decían “las cocineras roban” [...]. Después a las organizadas ya bien nos trataban; éramos respetadas, nos estimaban, tenían confianza en nosotras. Las señoras ya decían: “a las sindicalizadas hay que recibir porque son garantizadas”. Así que más preferían sindicalizadas; en muchas casas ya sólo querían una del Sindicato de Culinarias. Venían las señoras a la puerta del mercado Camacho. Sin conocerme ya sabían mi nombre: “la Peta, la Peta”. Las compañeras me decían: “te están buscando unas señoras”. Yo de susto iba pensando: “¿qué será?”. “Ay Petronila, te estamos buscando, queremos que nos proporciones una cocinera, necesitamos en tal parte” [...]. No es por alabarme, pero yo he sido cocinera de toda la sociedad. Antes había una aristocracia verdadera. El señor Canedo Reyes, después que me he retirado del trabajo, me pedía todavía que cocinara en alguna ocasión. En su auto me llevaba y me traía también. No faltaba pues trabajo. Nos llamábamos entre compañeras, nos avisábamos: “en tal parte necesitan cocineras para dos personas, para cinco personas, sueldo es tanto” [...]. Sabíamos qué cocineras trabajan en las embajadas, en los consulados, con buen sueldo [...]. Nos conocían bien; nos conocían por sindicalistas pero bien recibidas, bien atendidas. Iba, algún caso había en la policía: “ah, usted es representante del Sindicato de Culinarias”; al momento cualquier cosa nos recibían. “Ah, la representante de las culinarias es”, decían. Inmediatamente hacían poner en libertad a mis compañeras que estaban arrestadas, compañeros inclusive (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 39, 40, 125, 126).

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La paradoja de trabajar en las casas de la oligarquía, y a la vez ser agitadora anarquista, ocasionó a Peta más de un incidente con sus contratantes. En una ocasión hasta el propio prefecto de La Paz, para quien trabajó por un tiempo, tuvo que sacarla de la cárcel pues de otro modo se quedaba sin comida: Cuando estaba trabajando en la casa del Prefecto, él a veces me decía: “anarquista, ¿cómo estás? ¿qué es la comida?”. “No soy anarquista, señor; somos sindicalistas”, yo le contestaba nomás. Una vez por un problema en uno de los mercados, no sé por qué razón, me han llevado a la Policía Municipal. Y delante de la gente le he telefoneado a la Prefectura: “señor, me han detenido solamente porque he dicho tal y tal cosa”. Han hablado con él; mentiras decían, que era muy insolente, que había faltado el respeto a la autoridad, no sé qué cosas más. Y él ha dicho: “¡pónganla inmediatamente en libertad!”. Así me salía. Afuera se había llenado con compañeras del mercado para ver si he de salir del arresto [...]. Me acuerdo también que una vez el Prefecto estaba discutiendo con unos huelguistas en la Plaza. Yo, al pasar, les decía: “¡Viva la huelga!”. Mi jefe me escuchaba y me miraba de pies a cabeza. Ya me conocían hasta en el mercado, “la cocinera del Prefecto”, decían (Petronila Infantes en ibid.: 124). Una vez mi mamá hizo un banquete para el Presidente Hertzog y el Vicepresidente Urriolagoitia en casa del Prefecto. Estaba también el Coronel Gonzáles Quint, era Intendente creo, después otros señores. Ahí estuve yo ayudando en la cocina [...]. En eso, claro, le han dicho al Prefecto: “la comida está muy exquisita”. “Ah, se los voy a presentar a la cocinera”. Cuando entró mi mamá así con su mandil, con su ropa de cocina, el Coronel Quint le dijo: “¡ah!, ésta sabe cocinar bien, pero espérate, de la noche a la mañana te va a incendiar la casa”. ¡Era tan conocida! (Alicia Infantes en ibid.: 124, 125). El Prefecto ha dicho: “aquí tienen una buena cocinera, competente”. Y el Gonzáles Quint: “sí, es buena cocinera: la conozco; se viste de seda y oro, la proletaria”. Claro, yo me vestía regularmente; como trabajaba me vestía; tenía buena ropa. Entonces le contesté: “con mi trabajo, señor, sudando brea; con mi trabajo puedo vestirme de perlas”. Pero él volvió a decir: “sabe cocinar bien, ¡pero de repente te puede incendiar la casa una noche!” (Petronila Infantes en ibid.: 125).

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El paulatino nacimiento de otros sindicatos femeninos impulsados por el SC y afiliados a la FOL92 ocasionó nuevos conflictos, especialmente en los mercados, y costó mucha represión e incluso la muerte de una trabajadora de base llamada Francisca Loayza: Nos encerraban porque decían que hacíamos una política. Nos han hecho pisotear hasta con los caballos. Nosotras hemos escarbado el camino con espinas, bien harto hemos sufrido para hacer la libertad (Tomasa Patón en ibid.: 106). A mí me han apresado varias veces, con mi hijita y todo [...]. Dos, tres días ahí estábamos. Venían los compañeros y compañeras a reclamar; se llenaba la Prefectura. También mandaban oficios, diciendo que hay compañeras que están con sus hijos [...]. Una de esas veces se ha muerto la compañera Francisca. Estaba enferma siempre, para poco ya estaba; las celdas son frígidas y húmedas y, además, intencionalmente la vaciaron con agua y con esa humedad tenía que estar. Todo eso le ha hecho mal. [...] A nuestras gentes hacían amenazas: “a esa Petronila Infantes y a esa Catalina Mendoza les vamos a mandar a la cárcel por instigadoras”. Entonces, venían a avisarme: “Compañera, van a tener cuidado y no hablen porque dicen que les van a llevar a la cárcel; ¿será cierto?”, diciendo. ¿Qué vamos a hacer?, si nos llevan, nos llevan; ya bastante nos han arrestado, cada vez que han querido (Petronila Infantes en ibid.: 106,132).

En 1937, recordando los dos años de su fundación, el SC emitió un manifiesto redactado por Peta que, aparte de repasar las luchas libradas hasta ese momento, expresaba la imagen de proletarias que las culinarias tenían de sí mismas debido a su carácter de trabajadoras asalariadas: [...] Para gloria de nuestro sexo, a sido fundado el 15 de agosto del año 35 [...] en este lapso de tiempo ha tenido que encarar el Sindicato problemas de suma trasendencia dentro del orden social, como son: la proyvicion de no poderse servir de los Tranvias [...] así como tanvien aquella selebre cuestion de los Carnet de Sanidad y Hidentidad, que en todas estas cuestiones emos salido triunfantes, pero compañeras, 92

María Lourdes Zabala (1995: 30) señala equivocadamente que las organizaciones libertarias de mujeres configuraron el soporte de la FOT, lo cual está en contradicción con la indudable evidencia registrada en decenas de documentos y testimonios.

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el atropello inaudito en que emos sido bictimas de parte del Gobierno de Tejada Sorzano, no lo podremos olvidar, donde emos sido objeto de toda clase de ultrajes, al extremo de ser encerradas en inmundos calabosos despues de aber resibido la consiguiente palisa de los sayones, ayestá el porque a dejado de existir nuestra querida compañera Francisca. Pero la Mujer libertaria, la auténtica proletaria, jamas declinara de luchar con ainco asta tocar los ultimos extremos de su capasidad... (cit. en ibid: 107).

Las Floristas A mediados de la década de los 30 muchas mujeres de los estratos pobres incursionaron en los mercados buscando generar más ingresos para su economía desgastada por la crisis y la guerra. Con el repentino engrosamiento del sector de vendedoras surgió la demanda de construcción de nuevos espacios de venta, más aún cuando, a fines de 1935, un desborde del río Choqueyapu arrasó con todo el antiguo mercado que hasta entonces había funcionado en inmediaciones de la Plaza San Francisco: la riada causó la muerte de una treintena de personas y la mayoría eran vendedoras de flores e hijos de éstas (Dibbits y Volgger 1989: 21). Tal desastre generó una gran indignación en las mujeres que quedaron sin puestos de trabajo y a la vez impulsó, en mayo de 1936, la conformación de la Unión Femenina de Floristas (UFF) bajo la dirigencia de Cata Mendoza. Esta nueva organización centró sus esfuerzos inicialmente en la realización de las gestiones necesarias ante la alcaldía para que se construyan nuevos mercados, los que fueron levantados finalmente entre 1937 y los primeros años de la década de los 40. La demanda de mercados fue muy sentida por estas mujeres porque gran parte de ellas eran “senteras”, es decir vendedoras asentadas en las calles, razón por la que a menudo sufrían los atropellos de las autoridades municipales que las exaccionaban y reprimían debido a la “ilegalidad” de la venta callejera. Pero la UFF no se limitó a exigir mercados, también contribuyó, junto con el SC, a la formación de nuevos sindicatos nacidos entre 1938 y 1940:

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Como ya éramos dos sindicatos hemos dicho: “organizaremos a las mujeres”. Les hemos dicho que hagan su sindicato en cada lugar. Entonces hemos organizado a las que vendían huevos, quesos, gallinas, salsas, a las pescaderas también, a las comideras, las mancapayas que les decían. Hemos sido una cosa de doce, trece sindicatos de mujeres. En aquel tiempo vendían en las calles, en el suelo. Había un solo mercado grande [...]. Y aunque nos han metido bala, se han construido los mercados, gracias a nosotras [...]. Habían también comideras ambulantes; como no les dejaban vender en las calles, se venían donde nosotras a engrosar las filas cuando hacíamos manifestación (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 130, 131).

En cuanto a los aspectos laborales del sector florista puede decirse que su trabajo, al igual que todo trabajo artesanal, era concebido como un arte, y las formas de aprendizaje del oficio se realizaban familiarmente por transmisión de madres a hijas, lo que dio a la identidad de las vendedoras de flores, así como también a las culinarias, un carácter apegado a la tradición, pero al mismo tiempo contestatario por su apertura a nuevas formas organizativas, como apuntan Lehm y Rivera (1988: 272). Dicha apertura y adaptabilidad hizo que las floristas continúen organizadas aún después de la desaparición de la FOL, constituyéndose en la base de la FOF durante la última etapa de vida de la matriz femenina.93 Algunas descendientes de las floristas señalan ciertas características de su trabajo: Antes habían sabido hacer ramitos bien insignificantes. Después ya hemos inventado los ramos, para qué decir, la Cata se ha inventado los ramos al trabajar. Ella tenía sus contratos en el Palacio, en la Alcaldía, a todos los hoteles atendíamos. En el Palacio habían unas canastas especiales, ahí había que ir a arreglar con la Cata. [...] Nuestras abuelas han trabajado desde antes y nosotras hemos seguido esa trayectoria. [...] Florerías no había de ninguna clase, sólo nosotras atendíamos a pedido, entregábamos obra de mano. Nosotras trabajamos en persona, no necesitamos empleados. Ellas [las actuales dueñas de florerías] hacen hacer trabajar con chicos. 93

La UFF continúa existiendo hasta hoy bajo el nombre de “Unión Femenina de Floristas 22 de mayo”, en honor a la fecha de su fundación, aunque, claro, ahora sólo funciona bajo una lógica mercantil. En 1986 una heredera del trabajo florista mencionaba: “Ahora tiempito que ya no vamos a los primeros de mayo. Ya nos hemos vuelto flojas; antes había facilidad de ir, ahora ya es el negocio lo que importa. Es que también en otros sindicatos es negocio nomás” (Asunta Villacorta en THOA 1986 b: 14).

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¡Qué van a tocar pues el barro! Nosotras ya teníamos preparadita la greda para trabajar los ramos; primero armamos el carrizo, después el verde le ponemos y recién formamos con las flores. Qué van a hacer pues todo eso, a ellas se los hacen sus empleadas... (Nieves Munguía en THOA 1986 b: 14). Mi abuelita era de las floristas, mi mamá también era florista, después esa herencia me ha dejado. Antes en Miraflores habían chacras, puro guindal era; mi papá era cuidador de la chacra de un señor Ibáñez, de ahí sacaba mi mamá nomeolvides, margaritas, azulina, vara de San José, amapola de todo color. Con eso hacíamos arreglos. El arte es así pues, bello es trabajar con flores naturales. No puedo dejar, yo trabajo desde mis 15 años, hace 40 años que estoy trabajando (Sabina Baluarte en ibid.).

Mercados, abusos y desabastecimiento Después de varias solicitudes y reclamos la gradual construcción de nuevos mercados paradójicamente resultó contraproducente para las vendedoras pobres, ya que con el pretexto de la existencia de los mercados la alcaldía dispuso el desalojo de quienes vendían en las calles. La disposición era evidentemente injusta pues la gran demanda de lugares de venta excedía la disponibilidad que los mercados ofrecían, además de que la distribución de los nuevos puestos favoreció a ciertas cholas potentadas que tenían estrechos contubernios con las autoridades, produciéndose así una serie de abusos contra las recoveras sindicalizadas. Tal situación provocó grandes movilizaciones de las vendedoras más pobres durante agosto de 1938, quienes vivían diariamente bajo la amenaza del desalojo de las calles donde ofrecían sus productos. Pero las mujeres que organizaron estas protestas no estaban solas en su lucha: pronto encontraron acogida en el local de la FOL y su movilización halló eco en la prensa popular de la época: El más estupendo espectáculo societario que se ha realizado nunca en La Paz [...] un parlamento proletario de la más extrema trascendencia. Las oradoras hablaron en Aymara, Quechua y Castellano, diciendo: [...] “¿Nuestros hijos y maridos no han reventado como sapos en el Chaco, que ahora nos quieren quitar el pan de la boca? ¡Abajo los privilegiados pudientes! Queremos la calle, necesitamos la conquista de la calle [...] ¿es una vergüenza para la ciudad que vendan en las calles las pobres?” (La Calle 10 de agosto 1938, cit. en ibid: 32, 33).

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La dirigencia folista se identificó rápidamente con las demandas de las organizaciones femeninas y en el afán de apoyarlas denunció enérgicamente los abusos infligidos por violentos gendarmes municipales, abusos que iban desde detenciones en celdas mojadas hasta la destrucción de productos, llegando incluso al robo de altas sumas de dinero: MANIFIESTO DE LA FOL A LA OPINIÓN PÚBLICA Y AL PROLETARIO EN GENERAL. Con motivo de la inauguración de los mercados seccionales 1 y 2 […] se ha venido suscitando una serie de atentados contra los gremios de vendedoras de los mercados y calles adyacentes […] afiliadas a la Federación Obrera Local, cuya persistencia dará lugar a graves conflictos sociales entre la Alcaldía y los elementos femeninos que buscan el sustento diario en los mercados. El público está enterado ya que la inauguración de los mercados fue precedida de una serie de banquetes y cervezas al granel entre el elemento oficial; pero sin darse cuenta que la capacidad de los puestos apenas alcanzaba para 600 personas, siendo más o menos 2.000 los puestos que se necesitan tan sólo para los elementos sindicalizados […] de donde resulta que la falta de puestos ha originado de un lado el aumento del “centaje” y la adquisición de los puestos a puja abierta, cual se tratara de un negocio, y por otro lado a limpiar las calles donde la gente del pueblo humilde, que perdió a su hijos y esposos en el Chaco, buscaba su sustento y han sido llevados a calles de difícil acceso para el público, debido a lo distante de los lugares céntricos. Por otra parte, los puestos de los nuevos mercados han sido favorecidos a los capitalistas y “cholas” potentadas que explotan al consumidor, y gozan de influencias entre las autoridades subalternas de la Municipalidad, con quienes están en continuas francachelas para ganar su preferencia. La Federación Obrera Local velando por sus afiliados […] ha hecho sus gestiones en la Alcaldía conviniendo en que las vendedoras se quedasen en los lugares donde acostumbraban realizar sus pequeñas ventas. Pero desgraciadamente este arreglo no ha sido respetado por la Municipalidad, ya que el personal de agentes encabezados por el intendente en persona, han atropellado violentamente a las vendedoras, destrozando sus vendejas […] privándoles ganar el pan para sus hijos y muchas de ellas han sido encerradas en calabozos policiarios bajo la amenaza de baldearles […]. Concretamente refiriéndonos a la compañera Francisca Loayza, secretaria general del Sindicato de Oficios Varios, ha sido la víctima contra quien se han enzañado más los gendarmes […]

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instigados al parecer por una camarilla de recoveras muy conocidas por el pueblo por el apodo de “chuchulis” y el temperamento cavernario que les distingue. De ahí que dicha compañera haya sido arrestada en los antros de la Municipalidad y […] aun amenazada de muerte. […].94 En cuanto a las componentes de los sindicatos de fruteras y vendedoras de comida, han sufrido los mismos atropellos y la misma brutalidad gendarmesca que se traduce en la destrucción de canastas de fruta, enceres de cocina, aun la pérdida de dinero cuyo monto se estima en Bs. 938 del sindicato de fruteras y una suma igual o más del sindicato de culinarias. […]. Tratándose del ornato de la ciudad […] no se sacrifique más a esa clase humilde y que recién va saliendo de esa cruel tragedia guerrera del Chaco […]. Se busque pues otros medios de embellecimiento para hacer factible los propósitos del señor Alcalde, sin atentar torpemente a las que buscan el pan sagrado del día […]. La Paz 28 de agosto de 1938 (ATHOA).

El manifiesto concluía con varias exigencias como la venta libre de frutas, flores y verduras en los lugares callejeros de costumbre, la rebaja del centaje –una suerte de impuesto– para el abaratamiento del precio de los productos, la devolución del dinero y de los artículos robados y destruidos y finalmente la destitución de los gendarmes represores. Dos años después los conflictos continuaron y los distintos sindicatos femeninos se dieron cuenta que ya tenían la fuerza suficiente para aglutinarse en una organización matriz propia; fue entonces cuando decidieron refundar la antigua FOF durante alguna fecha desconocida de 1940, manteniendo la afiliación a la FOL pero llevando una vida autónoma en sus decisiones y acciones. A los diversos sindicatos de recoveras se sumó un grupo de contrabandistas agrupadas bajo el nombre de Sindicato de Viajeras al Altiplano (Peredo 2001: 91), en cuya constitución la colaboración de Cata fue de gran importancia. Dicha organización, que logró reunir a más de un centenar de afiliadas, nació para defender a las viajeras de los atropellos que sufrían por parte de autoridades aduaneras y camineras: 94

Los maltratos que sufrió Francisca Loayza están mencionados aquí en retrospectiva, pues ella había fallecido por lo menos un año antes de las protestas de agosto del 38 debido precisamente a las agresiones y al encierro policial que tuvo que padecer en anteriores conflictos provocados por el tema de la venta callejera.

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Nosotras éramos las viajeras del Altiplano. Éramos las de Desaguadero y las del campo que traían toda clase de verduras, comestibles. Y siempre habían ultrajes de subalternos. Y por eso hemos pedido garantías de que nosotras vamos a pagar impuestos, pero que nos traten como a gentes humanas que somos, que no nos traten como animales. Porque las autoridades subalternas en Desaguadero y Copacabana nos bajaban de los cabellos del camión (María Mejía en Dibbits y Volgger 1989: 45, 46). Y así nos hemos reunido las viajeras [...] y hemos ido donde la Cata. Ella nos ha dicho: “Calladas, sin decir nada a nadie, porque esto es un poco peligroso” [...]. Después vinieron más, ya éramos más de cien, y hemos mandado oficios por aquí y por allá. Nos hemos adherido a la FOF, y ahí nos concentrábamos todos los sindicatos de mujeres. La Cata tenía por lo menos 60 sindicatos; eso es la verdad, y le digo que realmente Catalina ha sido una mujer excelente, una mujer que ha sabido desprenderse hasta de esposo, [...] que realmente ha sufrido y se ha desvelado; en resumidas cuentas nosotras hemos seguido los pasos de Catalina... (María Mejía en THOA 1986 b: 14).

Este encarecimiento que favorecía a los terratenientes fue adjudicado a la supuesta especulación de las recoveras, por lo que las autoridades desataron una nueva ola de agresiones contra ellas, generando por supuesto malestar e inquietud: el último mes de 1940 la FOF entregó un pliego petitorio a la Cámara de diputados en el que se pedía alguna respuesta sobre el tema de la especulación y se rechazaba un nuevo intento de implantar los carnets de identidad y de sanidad. El diario Inti del 13 de diciembre comprueba esto señalando además que la FOF en ese momento contaba con cinco mil mujeres afiliadas. Pero como las autoridades no respondieron a las demandas la federación femenina decidió en asamblea recurrir al propio presidente Peñaranda mediante una carta elaborada en marzo de 1941, que en una de sus partes dice: ¿Cómo no obran con esa furia y valentía con los verdaderos causantes del estado actual de crisis? que son los especuladores de copete, los terratenientes y latifundistas, quienes suben el producto de “sus indios” a su libre albedrío [...] en el caso de las papas, el chuño, la tunta al por menor, quedando nosotras y el pueblo consumidor imposibilitados de adquirir dichos productos directamente del hacendado, porque éstos prefieren vender a los mayoristas acaparadores o rescatadores que son generalmente los dueños de tambos [...]. Por otra parte, si hoy por hoy nos dedicamos a esta tarea de “especuladoras” es porque de muchas de nosotras los seres protectores han sucumbido en el Chaco, en aras de los intereses de la Standar Oil y otros pulpos: estos sí han especulado y siguen especulando en grande (en Inti, 20 de marzo de 1941).

Este singular sindicato era nómade ya que se desplazaba actuando tanto en la ciudad de La Paz como en los caminos y en la frontera con Perú. Las viajeras también hicieron gestiones ante las autoridades para reparar carreteras y caminos, y de este modo mejorar sus condiciones de viaje porque concebían su actividad como un servicio a la colectividad. Esto se ve en su exigencia para acceder al derecho de aguinaldo como todos los demás trabajadores: Faltando unos meses, ya cuando llegaba la navidad, les decía [a los aduaneros]: “Mire, dénos un día para que pasemos nuestras cositas, así como aguinaldo”. Eso es lo que pedía y las autoridades nos concedían. Porque nosotras dábamos entrada [...] de todo lo que no produce el país (María Mejía en Dibbits y Volgger 1989: 47).

La siguiente lucha femenina de magnitud se desarrolló a raíz del encarecimiento de los precios en los productos del campo y en los artículos de primera necesidad entre 1940 y 1941. El fenómeno de la escasez de productos –junto a la elevación del costo de vida característica de la etapa postbélica– se debió básicamente a la disminución de la labor agropecuaria, resultado directo de la movilización del campesinado en la guerra del Chaco. 186 / Huascar Rodríguez García

La indiferencia gubernamental continuó, como también continuaron la represión y las exacciones de que eran objeto las vendedoras por parte de los policías municipales, situación que provocó finalmente otra “toma” del palacio de gobierno: Me acuerdo esa vez con Peñaranda estábamos peleando. Doña Tomasa Chávez,95 que ha sido alta y simpática, en el 95

Tomasa Chávez fue, junto con Rosa Rodríguez, una de las cholas más hábiles para emitir acalorados y conmovedores discursos públicos y arengas, según relatan varios testimonios. Chávez era culinaria de oficio y también fue la responsable de escribir a máquina la mayor parte de los documentos del SC y de la FOF, por lo que era muy estimada en estas organizaciones. Conoció a José Clavijo en las lides sindicales de postguerra, estableciendo con él un vínculo sentimental. La temprana y lamentable muerte de Tomasa acaeció siendo ella aún bastante joven y quedó siempre viva en la memoria de sus compañeras.

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balcón del Palacio ha hablado al pueblo, a la gente, a nosotras. No sé cómo ha subido pero ha aparecido ahí. Llorando nos ha dicho: “compañeritas, no peleen, ¡por amor de dios!, no peleen, que no haiga pelea ¡calma, calma!”. No sé quiénes han subido al Palacio; me acuerdo de Tomasa Chávez y compañera Peta nomás. Yo no he subido por pelear pues; porque yo tenía que entrar, estaba comisionada, pero por pelear con los agentes me he quedado en la Plaza Murillo. Bien nos hemos peleado esa vez, pura mujeres. Muy duro se ha portado el Peñaranda (Natividad Veramendi en Wadsworth y Dibbits 1989: 109).

Peñaranda no tuvo otra opción que acceder a una entrevista personal con las aguerridas cholas para escuchar directamente sus demandas y preocupaciones. Un periódico de la época registra así esta reunión: RECIBIÓ A UNA COMISIÓN DE OBRERAS EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. PROMETIÓ RESOLVER EL PROBLEMA DEL CONTROL DE LA ESPECULACIÓN EN LOS MERCADOS DE NUESTRA CIUDAD

En horas de la tarde de ayer [...] el Presidente [...] recibió a las dirigentes de la Federación Obrera Femenina, las cuales expusieron en breves palabras al Mandatario la aflictiva situación económica que confronta actualmente la población trabajadora de nuestra ciudad. El Presidente, General Enrique Peñaranda, dirigió la palabra principalmente a la cholita Petronila Infantes, antigua luchadora obrera que expuso con claridad meridiana las aspiraciones de las gentes que trabajan en los mercados públicos y contra las cuales principalmente se ha desatado la furia controladora de la especulación. […] la respuesta final se dará el viernes de la próxima semana, pues ese día se sabrá si las trabajadoras de nuestra ciudad intentarán la realización de sus deseos por vías pacíficas o apelarán a otra suerte de medios persuasivos (Inti, 20 de marzo de 1941).

La FOF planteaba que se tomen medidas para que los hacendados vendan al por menor sus productos y que lo hagan directamente al público, y también exigía la rebaja de un 50% en todos los artículos de primera necesidad. Sin embargo las autoridades soslayaron estas demandas y las radicalizadas cholas amenazaron con decretar una huelga de gran magnitud; entonces Peñaranda anunció que se entrevistaría nuevamente con las sindicalistas, pidiendo que 188 / Huascar Rodríguez García

para esta oportunidad vayan solamente unas cuantas mujeres del pueblo y no toda la Federación, como lo hicieron en pasados días (Inti 23 de marzo de 1941, cit. en Dibbits y Volgger 1989: 37).

Empero, después de la segunda reunión el presidente indicó que no quería ningún control sobre la venta de los productos del campo, obviamente para no afectar los intereses de los terratenientes. De esta manera no se tocaron las causas de fondo del problema de la subida de precios y continuaron los abusos, las multas y la especulación que beneficiaba claramente a los comerciantes mayoristas, a las maestras mayores96 y a los latifundistas. La FOF entonces no tuvo otro camino que dirigir sus esfuerzos contra los efectos de la crisis, es decir contra los ultrajes y maltratos de que eran víctimas las sindicalistas a manos de la policía municipal. En esta lucha defensiva ganaron la batalla contra el intendente municipal Max Murillo Bocángel, conocido por sus abusos, quien ante la presión de la FOF tuvo que renunciar a su cargo en abril de 1941. Un periódico retrata así la alegría de las recoveras: Las cholitas [...] se dedicaron a los brindis con el típico “poskoapi”. Juanita Eguino, la más calurosa y la más audaz, se subió sobre un montón de canastas y habló: “Compañeras, 96

El “maestro mayorazgo” es una institución heredada de los gremios coloniales. Las denominadas “maestras mayores”, comerciantes mayoristas que hacían de intermediarias entre las vendedoras y las autoridades –comisarios, intendentes y alcaldes–, tenían la función de regular el comportamiento de sus subalternas “vigilando los precios y el orden” en los mercados. Antes las maestras mayores registraban obligatoriamente a los miembros de los gremios en la policía y dejaban un monto de dinero suyo como garantía, hecho que demuestra su grado de adscripción a la sociedad criolla dominante (Peredo 2001: 89). Pero es precisamente con el surgimiento de los sindicatos en los mercados que las maestras mayores fueron profundamente cuestionadas, y parte de la lucha de la FOF se dirigió contra ellas. Una de las más famosas fue Marcelina Endara, chola potentada que levantó un imperio a través del negocio de la fruta creando un monopolio tan grande que hasta las autoridades municipales tenían que ceder a sus presiones. Esta mujer mantuvo una organización de ayudantes y un ejército de compadres y ahijados campesinos dueños de chacras, quienes le vendían sus productos a precios bajos, logrando así acaparar la venta de frutas. Con estos medios, y gracias a sus contactos con la municipalidad, Endara amasó una pequeña fortuna y dirigió toda su vida el movimiento económico de varios mercados de La Paz, constituyéndose en la maestra mayor vitalicia de la ciudad y en una de las más beneficiadas con las crisis de desabastecimiento ocurridas a lo largo de la década de los 40 (Paredes Candia 1992: 55, 67, 538, 539).

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recién comienza nuestro carnaval [...] el carnaval de los humildes y de los oprimidos. Ha caído el dictador Murillo Bocángel y la Intendencia se encuentra en acefalía. Vaya quién vaya, sea Caín o el cura Catorceno, encontraremos justicia” (Inti, 23 de abril 1941, cit. en ibid.: 38, 39).

Otra demanda planteada por la FOF durante aquél año fue la construcción de guarderías gratuitas, necesidad muy sentida entre las trabajadoras, particularmente en las integrantes del SC, quienes a través del envío de oficios a la Cámara de diputados consiguieron que se construyan las llamadas “casas-cuna”: A la Cámara de Diputados hemos entrado nosotras, llevando un oficio, una ponencia. Como éramos tantas mujeres teníamos hijos y no teníamos dónde dejar. Porque no nos dejan trabajar con wawas. “¿Tienes hijos?” decían, “ay, no”. Nos hemos llenado ahí, en las Cámaras, y hemos pedido que se resuelva. Han leído: “tan pronto como esta lectura no podemos hacer, tenemos que estudiar”. Pero se ha llevado a cabo, el primer edificio se llamaba Matilde Carmona viuda de Busch. Ahora en todas partes hay, es obra de la Federación Obrera Femenina, pero sólo que llevan el nombre de las burguesas (Petronila Infantes en ibid.: 53).

Durante el tercer mes de 1943 se libró una nueva lucha, esta vez contra el intendente Alejandro Irusta igualmente acusado de malos tratos, personaje al que las mujeres de la FOF también hicieron renunciar mediante movilizaciones y denuncias que costaron grandes esfuerzos y el apresamiento de Cata Mendoza. Sucede que en esta ocasión los envíos de cartas a las autoridades estuvieron acompañados de una huelga en los mercados que ocasionó la intervención de las fuerzas represivas y un gran escándalo, dado que las cholas tiraron agua jabonosa en las calles empedradas y empinadas por donde bajaban algunos policías cuyos caballos resbalaron arrojando a sus jinetes. El conflicto vanguardizado por la UFF causó la alarma de las clases dominantes, tal como señala el siguiente articulo de prensa publicado en un periódico conservador que pedía mano dura contra las sindicalistas, a la vez que las acusaba de la especulación:

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LAS FLORISTAS REVOLUCIONAN LOS MERCADOS CON FINES SUBVERSIVOS. En ocasión de comentar la indisciplina demostrada por el llamado sindicato de Floristas ya hicimos constar el peligro que entrañaba seguir manteniendo o considerando como grupo organizado a este mal llamado sindicato que no hace sino impartir consignas, unas veces para elevar los precios y otras para formar movimientos subversivos [...]. Aunque parezca inverosímil, los móviles que persiguen estas agrupaciones femeninas no son otros que los de secundar ocultos designios de ciertos agitadores políticos que van ganando plaga en todos los sectores. La acción disociadora que van realizando representará más tarde una amenaza para el gobierno si no se adoptan de inmediato las sanciones más enérgicas (La Noche, 29 de marzo de 1943, cit. en ibid.: 31).

Si bien la movilización a la larga consiguió su objetivo, es decir la renuncia del intendente Irusta ocurrida recién en junio, el precio fue el apresamiento de Cata quien, identificada como la máxima instigadora de las protestas, fue duramente apaleada por los carabineros durante su detención y luego encerrada en una de las clásicas celdas vacías y mojadas instaladas en los antros policiales. Ante esto José Mendoza, totalmente indignado, se hizo presente en la policía acompañado de algunos folistas para reclamar la libertad de su hermana, pero allí se le informó que ella debía cumplir un arresto de varios días. José expresó sus reparos ante tal determinación y los policías tuvieron que sacarlo a golpes en medio de un ruidoso tira y afloja entre los folistas y los agentes del orden. El periódico La Noche, atento a toda acción “subversiva”, publicó en sus páginas un comentario acusando a José de “faltar a la autoridad”, al mismo tiempo que la Radio América informaba, mediante la voz de un cura, sobre la “indisciplinada y revoltosa actitud” del carpintero folista en las oficinas de la policía. A partir de estos sucesos la casa de José se mantuvo rodeada de agentes y carabineros que lo vigilaron y hostilizaron durante más de una semana mientras la Radio América continuaba acusando al carpintero de agitador y de omiso. Por su parte José envió una carta al director de La Noche denunciando el arresto injusto y los maltratos que sufrió su hermana, y a la vez solicitando el cese de la campaña mediática contra su persona. Dicha carta fue publicada en el periódico La Calle correspondiente al 7 de abril de 1943, tras lo que la situación se relajó un poco.

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Con todas estas acciones podemos ver cómo los mercados se convirtieron en los espacios más importantes para las actividades sindicales de la FOF, siendo también los lugares principales de confrontación contra los agentes del Estado a los que las mujeres organizadas resistieron y derrotaron en más de una ocasión.

Del amor, la combatividad y la solidaridad Un nuevo frente de acción de la FOF fue la lucha por la conquista de ciertos derechos para las mujeres, como el derecho al divorcio absoluto y la plena igualdad entre hijos legítimos e hijos naturales, planteamientos que no tardaron en provocar el escándalo entre beatas y mujeres católicas de las clases dominantes: También hemos dicho que los hijos de soltera tengan los mismos derechos que los hijos de casada; hemos sacado comunicados en La Razón, Última Hora, el Inti. Las damas católicas decían que éramos inmorales cuando una no se había casado. Pero el hijo, natural o legítimo, es igual; es hijo de una mujer. También nos hacíamos cargo de hijos ajenos; ¡cuántas veces nosotras hemos criado hijos, niños abandonados! (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 140).

Respecto de las relaciones de pareja y de la independencia de las mujeres frente a los hombres, varias integrantes de la FOF, por ejemplo Peta y Cata, se destacaron por su modo libertario de pensar y vivir su cotidianidad. En el caso de Peta, ella se había casado cuando era muy joven y su marido, un canalla, desapareció dejándola con dos hijos; pero después de esa experiencia decidió practicar el “amor libre” con José Mendoza: A mi compañero, al José [...] lo he conocido en la organización [...] Yo iba inocente de todo, pero las personas ya me han prejuzgado que yo convivía con él. Entonces eso le ha disgustado y me ha dicho que quería casarse, que los hijos. Yo le dije: “yo no me quiero casar [...], vamos a vivir así nomás, si congeniamos bien, si no congeniamos nos separamos amistosamente” [...]. Era muy inteligente, él también ha sufrido. Cuando me apresaban a mí, él reclamaba para sacarme junto con otras compañeras, y yo también reclamaba para sacarle a él. He sido muy feliz con él [...]. Sólo que yo no quería casarme, porque no estaba de acuerdo en casarme. Es que mi primer marido me ha descasado y era un verdugo, entonces yo dije: “si me caso

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sólo va a ser mi otro verdugo”. Tenemos que practicar el amor libre; dos personas que se quieren viven sin necesidad de casarse (Petronila Infantes en Lehm y Rivera 1988: 176-178). Nunca he tenido marido, no me gustaba, porque eso de atención al marido, ay, se necesita paciencia, por eso he sido enemiga de tener marido (Catalina Mendoza en Dibbits y Volgger 1989: 63). No hay nada mejor, pues, que el pensamiento, la libertad; ¿por qué siempre una se iba a casar? El matrimonio es un negocio para el cura y para el notario (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 140).

Estas convicciones ampliamente difundidas entre las mujeres de la FOF estaban estimuladas por las prédicas ácratas y pronto tuvieron eco en los hombres folistas quienes muchas veces se sentían interpelados e incómodos, aunque entre éstos existían también algunos radicales como el peluquero Francisco Carvajal al que menciona Teodoro Peñaloza cuando comenta la visión del anarquismo respecto de la familia y del matrimonio: ...también dentro del anarquismo ha habido corrientes que planteaban que el hombre que realmente ha hecho conciencia y ha despertado a ese faro que lo conduce, debe comenzar con la huelga de vientres, con la huelga militar, con la huelga religiosa y con la huelga cívica. Es decir, hacerse reacio a todo. No hacer hogar, no hacer hijos, no tener su compañera ¿Por qué? Porque el hijo y la esposa retienen, lo anulan, no le permiten desenvolverse como un militante de la revolución humana, como un faro, como una antorcha no puede arder libremente porque la familia lo retiene; entonces él, o renuncia a estos factores, o renuncia a sus principios. En la FOL hemos tenido esa clase de anarquistas, uno de ellos ha sido Francisco Carvajal, el peluquero. Pero ¡qué constancia! Claro que no todos los anarquistas pueden ser así. [...] ...muchos piensan que el amor libre que predicamos los anarquistas es libertinaje; más bien de lo que se trata es de no cumplir las imposiciones de la iglesia y del Estado, porque el registro civil no es más que la mano del Estado que da su permiso, y, ¿quién tiene que darme permiso a mí para amar a una persona? [...] pero la mano del Estado, la organización estatal tiene una mano tan larga que... si hemos escapado por un tiempo, nos coge el rato menos pensado (en Lehm y Rivera 1989: 155, 156).

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Al parecer el discurso anarquista hizo que las relaciones entre hombres y mujeres sean respetuosas y horizontales, como señala Peta. No obstante, ello no impedía en algunos casos discusiones abiertas en el seno de la FOL, como cuando Rosa Rodríguez se opuso a su marido, Carlos Calderón, en una votación interna durante 1936 sobre una posible alianza con la FOS, instancia departamental de la CSTB: En la FOL todos eran hombres sanos, mujeres sanas. En primer lugar; todos tenemos que ser como somos, que no haya discriminación; por eso nos respetábamos el uno al otro, tanto entre compañeros como entre compañeras. Los mismos compañeros con sus esposas bien, ni siquiera se peleaban como en otras partes; en otros hogares se agarran a patadas, a puñetes, la mujer le rasguña, le agarra a botellazos, esas cosas no hemos conocido (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 164). Justamente después de la guerra del Chaco había una reunión entre los de la Federación Obrera Sindical […] y los de la FOL; han propuesto la unificación. En esa reunión teníamos que votar los que estábamos de acuerdo [...]. Se ha votado; entonces los que no estábamos de acuerdo hemos sido claramente: la Rosa R. de Calderón, Luis Cusicanqui, Rojas, la Catalina, la Petronila, yo y otros que no me acuerdo; pero al frente estaba Calderón, el compañero de la Rosa. En la votación hemos perdido [...]. Ahí ha habido pues un caso, en que la Rosa le ha reñido a su compañero: “¡Qué cosa, cómo haces eso! ¡Cómo vas a irte ahí, yo sigo aquí en la FOL!”. Entre marido y mujer había esa discusión. Entonces nos hemos quedado así, unos cuantos hombres entre las mujeres: la Cata, la Peta, la Rosa, y a base de eso se ha reorganizado de nuevo la Federación (Lisandro Rodas en Lehm y Rivera 1988: 158).

La autonomía de las mujeres fue tan plena que en 1946, estando la FOL en su último proceso de reorganización, algunos dirigentes manifestaron la sospecha de que la FOF estaba actuando “fuera de la norma sindical libertaria”, sospecha registrada en un libro de actas rescatado por Lehm y Rivera. Esto revela que no todos se sentían cómodos con la vitalidad organizativa de las mujeres. Sin embargo la importancia de la combatividad femenina en el movimiento fue reconocida, admirada y apreciada por varios dirigentes folistas:

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...las compañeras eran compañeras de lucha, eran mujeres valientes, pero valientes en todo el sentido de la palabra, revolucionarias como ellas solas. En cada manifestación salíamos todos juntos y nos lanzábamos protestando [...]. Pero a ellas no era cosa fácil hacerlas retroceder... (José Clavijo en ibid.: 158). Las mujeres como la Rosa, la Cata, la Peta, se han mantenido como una raíz... enraizada en la tierra, que no han podido torcer jamás. Yo hubiese querido que ustedes escuchen sus arengadas de la Peta, ¿no ve? ¡Caray, fuerte! Como la Rosa también; decididas. A ellas no les importaba que las lleven presas, cualquier cosa. Pero eran unos discursos que realmente atraían a las mujeres [...]. Eran multitudes pues. Ellas iban por delante y nosotros por detrás [...]. Era de verse, de escuchar cómo eran de temperamento de acción, parecía que querían agarrarlo al enemigo, destrozarlo, hacerlo tiras, así era su expresión. Así era pues. A la Cata nosotros tenemos que reconocerle que es la que se ha mantenido y ha seguido hasta el fin. De la FOL no se ha movido y se ha mantenido firme; la han insultado, han accionado en contra de ella, pero dijo: “No, la FOL y la FOL”; y hasta ahora nadie ha podido dominarla en eso (Lisandro Rodas en ibid.: 158, 159).

Debido a la combatividad de las mujeres folistas los socialistas de la FOS, estrechamente vinculados con los regímenes de Toro y Busch, intentaron en más de una ocasión cooptarlas para su organización: Nosotros éramos de tendencia anarquista y decir anarquista era como una mala palabra, una cosa criminal. Nosotros orgullosos. Los socialistas decían que había que respetar las leyes. Nosotros no estábamos de acuerdo con las leyes hechas por el Estado; que no haya impuestos de ninguna clase, ni leyes. Cuántas veces me decían los socialistas: “compañera Peta, ¿por qué no actuamos juntos?”. Ellos han sacado comunicados acusando a mis compañeros de la FOL [...]. Me acuerdo que después de una manifestación, yo me estaba bajando para ver a mis wawas, se han acercado: “compañera, ¿qué hace usted?; son unos hombres peligrosos, ustedes deben adherirse a nosotros, Petronila”. He dicho: “no compañero, yo he nacido bajo las banderas de la FOL, así que tengo que continuar hasta la tumba” (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 161, 162).

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Las pretensiones de los dirigentes de la FOS para cooptar a las mujeres anarquistas continuaron. A consecuencia de esto el SC sufrió una división en 1944 ocasionada por Felipa Ramírez, cocinera convencida por los socialistas que formó otro sindicato de culinarias afiliándolo a la FOS; mas el nuevo organismo no pudo arrastrar tras de sí al grueso de las miembras del SC original y tuvo una trayectoria irrelevante. Debido a la existencia de la entidad femenina paralela, el SC anarquista cambió de nombre en 1945, denominándose desde entonces Sindicato Cultural de Culinarias.97 Por otro lado, y al igual que en el resto de los sindicatos anarquistas, la rememoración de los primero de mayo tenía un gran arraigo en las mujeres de la FOF, fecha que también servía para recaudar fondos haciendo efectivo el principio de autogestión y autonomía económica que pregonaban los libertarios. En esa lógica la FOF preparaba escarapelas rojinegras, estampitas de la organización y algunos comestibles para la venta durante el día recordatorio de los mártires de Chicago. Los primero de mayo eran considerados sagrados por anarcosindicalistas como Felipa Aquize, quien asumía una actitud agresiva pateando las canastas de las mujeres que trabajaban durante aquella fecha sin rememorarla. Efectivamente, las mujeres folistas asumían un papel importante en las movilizaciones del primero de mayo:

mayo hasta cuando eran ancianas. Al mismo tiempo esa fecha era aprovechada para realizar veladas culturales en las que se preparaban números musicales y sesiones teatrales apoyadas por jóvenes artistas entre los que se destacaba Líber Forti. Muchos de estos eventos eran organizados por el “Centro Cultural Libertario Manko Cápac”, una suerte de coalición cultural de los y las anarcosindicalistas que funcionó desde fines de la década de los años 30. Pero hay que precisar que las actividades culturales desarrolladas por la FOF y la FOL no se circunscribían únicamente a los primero de mayo, pues se realizaban igualmente durante los cambios de directivas o en los aniversarios de los sindicatos. Siguiendo la línea folista de la educación popular la FOF funcionó a la vez como una escuela y organizó su biblioteca con una gran diversidad de libros que, por el incentivo y ayuda de distintos compañeros y compañeras, servían para alfabetizar a las mujeres que no sabían leer ni escribir.

Una masa grande era, grande, grande. Ordenados entrábamos la FOL y la FOF. ¡Pucha!, interminable sabíamos entrar con nuestros cartelones y estandartes, vivando, gritando contra el gobierno, de todo; temible, grave, como para asustarse era. Nosotras feliz pues, vivando: “¡Viva la Federación Obrera Local! ¡Viva la Federación Obrera Femenina! ¡Viva la compañera Catalina! ¡Que viva!”. Una vez no sé quién habrá sido el Presidente de los Estados Unidos, a ese abajeábamos: “¡Abajo los hombres explotadores! ¡Abajo la explotación del hombre por el hombre! ¡Abajo los matones! ¡Abajo la burguesía! ¡Abajo la rica!” (Natividad Veramendi en ibid.: 144,145).

Muchas cosas hemos aprendido, por ejemplo, a entrar a una oficina, cómo se habla, cómo se presenta. Como una escuela era pues. Ahí yo he leído tantas obras. Por ejemplo, este Antonio Balatos, socialista; Enrique Malatesta, que es anarquista; después, Máximo Gorki, que es comunista, medio sindicalista y comunista. Obras sociales como de Edmundo Dantés; Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas. Sobre Durruti y Emma Goldman he leído en los periódicos que recibíamos del exterior (Petronila Infantes en ibid.).

Incluso cuando la FOL y la FOF dejaron de existir algunas dirigentas, particularmente Felipa Aquize, continuaron acudiendo sagradamente a las concentraciones de los primero de 97

En esta narración seguiré designando al sindicato de culinarias anarquista sencillamente como SC.

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Sí, teníamos libros, ahí estábamos estudiando, estábamos aprendiendo también las que no sabíamos leer. Yo feliz sé asistir con mi cuaderno; a veces también no podía tener tiempo, no iba, me he faltado. Así es pues, si yo hubiera sabido leer y escribir, yo hubiera escrito: tal cosa está pasando tal fecha, todo así (Natividad Veramendi en ibid.: 92).

La FOF también participó de la “Semana de la Cultura Femenina” durante noviembre de 1944 organizada por la Federación de Sociedades de Cultura Femenina, entidad que supuestamente aglutinaba a mujeres de diversa extracción social, pero que estaba compuesta básicamente por sufragistas liberales y ramas afines. En este evento surgió un conflicto cuando las cholas libertarias iban a presentar su ponencia,

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debido a la rivalidad del sindicalismo marxista femenino liderizado por Angélica Ascui, quien tenía el deliberado propósito de monopolizar la representación de las trabajadoras. Pese a las discrepancias y a la hostilidad de las “señoras” la FOF se hizo oír, planteando que el oficio de culinaria sea reconocido como profesión y que se debía efectivizar de una vez por todas el trabajo de ocho horas para el sector. Casi tres años después el gobierno de Hertzog dio a conocer la posibilidad de que el voto para las mujeres fuera una realidad, falsa promesa que emocionó por un momento a grupos de feministas y sufragistas aristócratas. Frente a este espejismo la FOF se manifestó en los siguientes términos: También en esta oportunidad, la Federación Obrera Femenina […] da el grito de alerta a la mujer boliviana, y denuncia la trampa que tiende la burguesía para deslumbrar con su oropel a las clases verdaderamente sometidas […]. La tal trampa consiste en la concesión del cacareado voto femenino, que al igual que el masculino, tenderá a que los pobres elijamos a los pastores de siempre, gobernantes al fin, que legislarán y ordenarán para conservar las cadenas que hoy nos aplastan […]. Venid, todas las mujeres esclavas del Estado, del Capital, del Clero, hagamos y formemos la gran masa compacta que izando muy alto la libertaria enseña Roja y Negra, vayamos a la conquista de una sola Patria Grande, donde todos serán hermanos, compañeros, sin amos, sin leyes y sin autoridad (“F. O.L.”. Nº 1. Primero de mayo de 1947).

Hay que destacar igualmente que la represión y el desprecio colonial de que eran víctimas las cholas libertarias estimuló sus relaciones de solidaridad: la organización no era solamente su instrumento de lucha, sino también una fuente de apoyo para las compañeras que caían enfermas o que atravesaban por cualquier problema: ...porque si alguien estaba enferma, teníamos que aportar, ir a ver, turnarnos para cocinarle [...]. Dentro de nuestra organización decían: “compañeras fulanas, menganas, sutanas; compañeras saben que la fulana está mal, no tiene a nadies, tenemos que hacer operar, tenemos que aportar tanto” (Tomasa Patón en Dibbits y Volgger, 1989: 90).

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La gran cohesión anarcosindicalista se debía a las profundas relaciones afectivas entre las integrantes de la federación femenina, lo que dio a la organización una sólida unidad en todas sus acciones. Así se explica cómo las militantes de la FOF resistieron los intentos de división que pretendió llevar a cabo el brazo efectivo del sindicalismo paraestatal materializado en la FOS. Además, los estrechos vínculos que las cholas sindicalistas desarrollaron entre sí crearon también un ambiente de familia, pues sus hijos e hijas eran considerados “sobrinos” y “sobrinas” de todas, de modo que los niños también las llamaban “tías”. Sobre el mismo tema es igualmente notorio que los lazos de solidaridad de las mujeres folistas desterraron de sus círculos de influencia al individualismo competitivo y mercantil tan característico en muchas vendedoras de los mercados actuales. Respecto de la independencia organizativa, podría creerse que los sindicatos femeninos estaban subordinados a las instancias masculinas de la FOL desde donde aparentemente se elaboraba la doctrina y las consignas que eran repetidas mecánicamente por las mujeres. Pero una mirada avizora de los testimonios nos muestra claramente que las folistas asimilaron la doctrina a su modo y la adaptaron a su propia realidad. Y es que, siendo menos susceptibles a las discusiones teóricas del anarquismo, las cholas llevaron adelante sus luchas de forma casi espontánea, partiendo de necesidades y vivencias básicas, inmediatas y cotidianas, como por ejemplo el derecho al transporte público, la necesidad de nuevos espacios de trabajo en los mercados, el reconocimiento a los hijos naturales y legítimos, el derecho al divorcio y la prioridad de detener la violencia de las autoridades municipales. Hay que tener en cuenta también que el funcionamiento orgánico de la FOL estaba basado en el principio anarquista del federalismo según el cual cada federación es autónoma, premisa que evidentemente se llevó a la práctica con la FOF y con la Federación Agraria Departamental (FAD) de la que hablaré en el siguiente capítulo. Esta relación de horizontalidad se ve reflejada en las convocatorias para varias movilizaciones en las que la FOF, la FOL y la FAD aparecen a un mismo nivel jerárquico. Entonces, lejos de un utilitarismo de los sindicatos masculinos sobre la FOF, lo que existía era una estrecha relación recíproca y de apoyo mutuo, fortalecida

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por lazos sentimentales y de parentesco establecidos entre varios miembros de las distintas organizaciones libertarias. A propósito, también es pertinente señalar que hubo presencia femenina en la máxima dirección de la FOL; por ejemplo en 1930 Rosa Rodríguez ocupó la secretaría de relaciones laborales y en 1940 Peta la secretaría de actas. En otras palabras podría decirse, con Ximena Medinaceli (1989: 162), que el activismo y la identidad ideológica de estas mujeres implicaron la pertenencia a una organización inicialmente femenina, y por ampliación –sólo después– a una organización matriz que fue mixta y englobaba a todos. Si bien es cierto que una influyente actuación masculina colaboró con la organización de las mujeres en momentos constitutivos, tanto en 1927 con la primera FOF, como en 1935 con el nacimiento del SC, también hay que considerar que paulatinamente las trabajadoras se “liberaron” de esta influencia para volverse a encontrar con los hombres en condiciones más horizontales, convirtiéndose incluso en la vanguardia de la FOL durante la primera mitad de los años 40, cuando eran ellas quienes encabezaban ciertas movilizaciones mientras los varones las seguían por detrás. Sin duda fue esta actitud valiente y desenfadada lo que posibilitó a las dirigentas el reclutamiento de centenares de mujeres que asistieron disciplinadamente a reuniones, actos y veladas culturales durante varios años. Además, las diversas vicisitudes y triunfos del movimiento anarcosindical femenino transformaron profunda y significativamente las existencias de sus integrantes, al punto de que en algunos casos las activistas abandonaron parcialmente el sinfín de responsabilidades domésticas de sus hogares en aras de un más efectivo servicio a las luchas sociales, pues estas luchas hicieron de la FOF una instancia que mejoró la calidad de vida de sus afiliadas. Por otra parte, como señala Larson (2007: 371), desde la primera década del siglo XX las elites dominantes necesitaron responder a las necesidades del incipiente orden capitalista convirtiendo a los campesinos y cholos en trabajadores disciplinados, imponiendo el control municipal sobre el espacio público y las “invasoras” economías populares, y extendiendo el control sobre las formas de organización familiar, las prácticas sexuales, la instrucción moral y la higiene. Tales políticas, que no resultaron del todo efectivas, siguieron existiendo después de la 200 / Huascar Rodríguez García

guerra del Chaco y fueron resistidas por el anarcosindicalismo femenino con relativo éxito. Por ello la FOF se convirtió en la vanguardia popular de una agitada plebe urbana que empezó a disputar a las autoridades el espacio público y el control de las economías informales. En fin, todo lo anteriormente narrado sólo constituye una síntesis de los distintos avatares de las cholas anarquistas, personas sencillas que lograron construir un inédito y combativo movimiento el cual, en algunas manifestaciones, llegó a contar con la presencia de hasta cinco mil mujeres, según ciertos periódicos de la época. Pero evidentemente no se trataba de un movimiento cualquiera, ya que sus actuaciones y demostraciones públicas acarrearon no pocos escándalos entre la asombrada población señorial de La Paz acostumbrada a ver a las cholas únicamente como sirvientas y mitanis. De hecho, las clases dominantes paceñas pronto se sintieron impotentes y temerosas ante el gran despliegue de autovaloración y autoafirmación de las folistas, que se enorgullecían de su condición india-mestiza, desafiando así a toda la sociedad racista y patriarcal del momento. Fue precisamente la identidad chola, atravesada por dimensiones de etnia, clase y género, la que imprimió a las luchas de estas mujeres el sello único que las caracterizó y las diferenció de otros movimientos. Por todo lo dicho puede decirse que las cholas libertarias consiguieron en su tiempo una importante posición social como nunca antes –ni después– lo hiciera ningún otro grupo de trabajadoras en el país.

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CAPÍTULO IV EL ÚLTIMO ASCENSO Y EL NUEVO ACTIVISMO RURAL (1946-1947) Bajo el régimen de Villarroel Con el golpe de Estado de RADEPA encabezado por Villarroel, en diciembre de 1943, varios miembros del MNR asumieron puestos clave en el gobierno como asesores o funcionarios, y la nueva gestión se convirtió en un esfuerzo para continuar las líneas de los anteriores gobiernos del “socialismo militar”, con la diferencia de que ahora existía un partido político bien organizado detrás de las acciones. Los llamados “movimientistas” –militantes del MNR bajo el liderazgo de Víctor Paz Estenssoro– se dieron cuenta de que para mantener en pie a su régimen debían iniciar un nuevo proceso de cooptación en los sectores obreros y en la gran masa india del país, considerada ahora una valiosa base de legitimación. En ese afán, el MNR buscó al dirigente minero Juan Lechín98 para contribuir a la organización de una sólida federación que aglutinaría a todos los trabajadores del subsuelo. De esta manera, y con el apoyo movimientista sumado a la ayuda recibida de los trabajadores ferroviarios, los mineros fundaron la poderosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) en Huanuni –Oruro– durante junio de 1944, organismo integrado por aproximadamente 60.000 afiliados que inicialmente dieron su apoyo al MNR y a la junta presidida por Villarroel. 98

Nacido en la población de Corocoro, de extracción libanesa y padres de clase media, Juan Lechín se convirtió en el líder indiscutido de los obreros del subsuelo aunque paradójicamente jamás trabajó en los socavones mineros. Ocupó puestos administrativos en la empresa minera local de Llallagua y en el campamento minero de Catavi, donde ganó seguidores como arquero estrella de un equipo de fútbol. En un momento se acercó al trotskismo mediante el POR y luego su contacto con el movimientista Hernán Siles Suazo lo convirtió en una figura clave para vincular a los mineros con el MNR. Fue secretario ejecutivo de la FSTMB y después de 1952 ejerció los cargos de ministro de Minas y secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, puesto sindical que ocupó durante décadas. También resultó elegido vicepresidente del país en 1960 y a lo largo de su carrera fue acusado varias veces de traicionar los intereses del movimiento obrero debido a su funesta actitud burocrática y aristocrática.

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Por otra parte, en lo referido a la problemática agraria, es digno de mención el hecho de que en la década de los 40 se abrió como nunca antes la posibilidad de incorporar al campesinado indio a la vida política del país, con el fin de convertirlo en clientela y sustento físico para los nuevos partidos que se disputaban el control de organizaciones populares y estudiantiles. Ya en agosto de 1942, con el auspicio de algunas FOS y agentes políticos del PIR, se había llevado a cabo exitosamente el Primer Congreso de Indígenas de Habla Quechua en Sucre,99 y esta reunión ocasionó otras similares que a la vez produjeron huelgas de brazos caídos realizadas por colonos en haciendas de Cochabamba y La Paz entre 1942 y 1943. El MNR, ahora en el poder, no podía quedar al margen del ingreso de los políticos izquierdistas al campo. Por tal razón los hábiles movimientistas aconsejaron a Villarroel estrechar vínculos con los dirigentes indígenas y apoyarlos lanzando medidas que los beneficiaran para de esta forma contar con su respaldo. Villarroel –quien hablaba quechua debido a su procedencia del valle alto de Cochabamba y repetía frecuentemente su famosa frase: “no soy enemigo de los ricos pero soy más amigo de los pobres”–, aceptó las sugerencias y decidió reunirse personalmente con algunos líderes indios 99

El líder indígena Antonio Álvarez Mamani afirma que dicho Congreso habría sido coorganizado por la FOL (en Ranaboldo 1987: 131). Pero este dato es discutible, pues hay que considerar que la FOL estaba orgánicamente desvinculada de las FOS. La relación que Álvarez Mamani hace entre la FOL y este evento en Sucre puede deberse a que aparentemente Rómulo Chumacero estuvo envuelto en aquel Congreso, motivo por el que Álvarez Mamani vio en la intervención de Chumacero la mano de la FOL, aunque el sastre actuaba a título personal en esa época. Respecto de Álvarez Mamani, hay que decir que fue uno de los dirigentes indios más importantes de la década de los 40 debido a su sabiduría de médico kallawaya y a su gran capacidad organizativa. Escribía en castellano a la perfección y hablaba distintas lenguas vernáculas. Llevó una vida agitada, llena de aventuras, persecuciones y destierros, creando también varias organizaciones antes de 1952 como el Movimiento Indigenal de Trabajadores Campesinos de Bolivia –con un millón de afiliados supuestamente–, y el Partido Indígena Pachakamaj. Sin embargo, los postulados y los escritos de Álvarez Mamani tenían un tono moderado, ya que proponía la interacción igualitaria entre indígenas y blancos, planteando, por ejemplo, que los indios sean parlamentarios. Luego de vincularse con el PIR y el POR, terminó aliándose con el MNR cuando polemizó con los anarquistas por un tiempo. Una vez disuelta la efervescencia de 1952 cayó en el olvido y murió extraordinariamente en el año 2005, a una edad avanzadísima y en circunstancias extrañas y paradójicas.

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que durante varios años venían construyendo una frágil red para organizar un Congreso Nacional Indígena, idea que fue inmediatamente apoyada por el presidente. Después de muchas dificultades y contradicciones el Primer Congreso Nacional Indígena se llevó a cabo en la ciudad de La Paz entre el 10 y el 15 de mayo de 1945 con gran patrocinio estatal. En dicho evento el gobierno hizo conocer los históricos decretos que abolían por primera vez el pongueaje y el mitanaje, e intentaban regular las obligaciones y derechos entre patrones y colonos. Pero Villarroel sólo abordó el problema de las relaciones laborales y la servidumbre gratuita sin tocar el tema de fondo de la cuestión indígena, esto es, el problema de la tierra y la propiedad, de manera que la intervención del Estado en los asuntos internos de la hacienda nunca buscó modificar lo sustancial de la problemática agraria. A propósito, Antezana E. y Romero señalan que el Primer Congreso Indígena fue producto de un afán reformista por parte del régimen de Villarroel, que sólo pretendía despolitizar a los indios mediante una pose populista (1973: 123). Como fuese, los decretos de abolición del pongueaje llenaron de entusiasmo y esperanza a los colonos de todo el país, quienes veían llegar el fin de una larguísima época de servidumbre, lo que al final también fue interpretado como la oportunidad de recuperar las tierras con el aval estatal. Lo importante de todo esto es que a partir del gran Congreso Indígena se agudizaron los conflictos rurales porque los patrones de las haciendas decidieron no cumplir los decretos de Villarroel, en tanto que las autoridades nombradas para ejecutarlos y otras ya establecidas –corregidores o subprefectos– asumieron con desdén las nuevas medidas gubernamentales, pues no olvidemos que a nivel provincial y local el Estado estaba aún en manos de los hacendados. Tal situación produjo un clima de violencia que se hizo habitual entre campesinos y terratenientes en distintas zonas del país: hacia fines de 1945 diversas huelgas de brazos caídos convulsionaron haciendas de Cochabamba, La Paz y Sucre, extendiéndose pronto a otras regiones durante los primeros seis meses de 1946, al extremo de que en los medios de prensa se empezó a

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hablar –otra vez– de una “guerra de razas”. Entonces Villarroel moderó sus discursos para intervenir las movilizaciones indias que amenazaban con desbordarse y al mismo tiempo encarceló a algunos líderes del PIR y de la CSTB que cuestionaban al gobierno, acciones que finalmente ocasionaron un mar de críticas y una creciente animadversión hacia el régimen por parte de los trabajadores urbanos, incluidos los de la FOL. Además en noviembre de 1945 sucedieron los llamados “crímenes de Chuspipata”: RADEPA hizo fusilar a una decena de representantes de la oligarquía porque, según los estatutos de la logia militar, ésta se adjudicaba el derecho de aplicar una “acción moralizadora y depuradora en beneficio de la patria”. Más allá de la justeza o no de la violencia contra ciertos representantes de las clases dominantes, este tipo de actitudes alcanzaron a intelectuales y a políticos de clase media provocando la indignación pública y dividiendo profundamente a la sociedad boliviana. Así, la represión villarroelista originó la creación de una “Coalición Democrática Antifascista”, manipulada furtivamente por agentes del PIR y de la elite política tradicional, que a principios de 1946 controlaba gran parte del movimiento obrero no minero, y también a los estudiantes universitarios. En lo referente a la FOL, después de la etapa de crisis y sucesivos recesos provocados por el escenario postbélico y el sindicalismo paraestatal, los dirigentes libertarios comprendieron que su participación en el auge de la rebeldía india producida por el Congreso Indígena del año 45 era urgente. El nuevo contexto de descontento fue interpretado lúcidamente por los anarcosindicalistas, ya que pronto decidieron desplegar una gran labor de agitación y organización en distintas áreas rurales del altiplano paceño. Bajo esa lógica, desde mayo de 1946, los folistas retomaron sus viejos contactos de preguerra con líderes indígenas, contando en esta ocasión con la valiosa colaboración de nuevas organizaciones ácratas que por aquella época habían surgido a raíz de las actividades de artistas como Líber Forti. Muchos de los militantes libertarios de la nueva generación se habían formado inicialmente en Tupiza –alrededor del grupo teatral “Nuevos Horizontes”–, y prestaron a los folistas una ayuda fundamental en

sus labores culturales y de agitación. Estos núcleos operaron como asesores y a la vez como grupos de apoyo, creando también nuevos cenáculos como la agrupación “Ideario”, aparecida en la ciudad de La Paz durante 1946, que contó con una veintena de jóvenes activistas entre quienes figuraban Oscar Vargas del Carpio, Claudio Marañón Padilla, Antonio Toro Bejarano, Roberto Orihuela, Alfonsina Paredes y Mercedes Cárdenas.100 Aun con todas las amenazas del régimen de Villarroel, que empezó a ilegalizar a los sindicatos urbanos críticos, los folistas y sus jóvenes aliados lograron intensificar notoriamente sus actividades en el campo pero también en la ciudad. Por ejemplo un “Informe anual de la Federación Obrera Local” da cuenta de que en la primera mitad de 1946 la matriz anarquista consiguió aumento salarial y mejoras en las condiciones de trabajo de los obreros de las fábricas De Col, Posnansky y Gonzales, viabilizando y apoyando las demandas de la Unión Sindical de Mosaiquistas, Marmolistas, Trabajadores en Cerámica y Ramas Afines, y del Sindicato de Christiani y Nielsen. A las acciones de estas organizaciones afiliadas a la FOL se añadió un Sindicato de Trabajadores en Hospitales que terminó también incorporado a la federación. A un año de su victoria los trabajadores de las fábricas de mosaicos señalaban: Dos años lleva apenas nuestra organización de actividad y ya todos los asociados hemos podido palpar las gratas consecuencias de nuestro esfuerzo de lucha por los caminos de la dignidad, sin las contaminaciones estatales y políticas. Los triunfos rotundos en las fábricas Posnansky y De Col, han servido para reafirmarnos en la creencia de que todas las mejoras logradas (30% de aumento en los salarios, overalls, guantes, anteojos, jornada femenina de 7 horas, etc.), sólo podrán ser mantenidas con nuestra decidida unión encaminada siempre por los amplios y claros caminos del sindicalismo libertario, que constituye la razón de ser de la Federación Obrera Local, entidad a la que estamos adheridos y desde la que combatiremos firmes y confiados por la Aurora de la Libertad y la Paz para todo el género humano… (en: “F.O.L.”. Nº 1. Primero de mayo de 1947). 100

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Comunicación personal con Oscar Vargas del Carpio.

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Mientras la FOL colaboraba con sus nuevos sindicatos y enviaba comisiones al altiplano la situación política y económica del país se complicaba aún más, pues una nueva crisis de desabastecimiento en los centros urbanos empezó a provocar grandes protestas obreras que las fuerzas opositoras supieron aprovechar muy bien. La “Coalición Democrática Antifascista” fue ganando espacio y a principios de julio de 1946, cuando se llevaba a cabo una huelga de maestros, consiguió movilizar masivamente a estudiantes y plebe en general. Rápidamente estalló un clima de agitación al que se unieron varios sectores obreros incluyendo a los folistas que también decidieron salir a las calles manifestando su descontento. El día 10 de julio por la mañana José Mendoza llegó a la plaza Murillo junto con varios miembros de la FOL para participar de una movilización frente al palacio de gobierno. Allí un nutrido grupo de estudiantes y obreros estaba concentrado y entonces comenzó un largo mitin con los discursos de diversos dirigentes, pero pocas horas después las ventanas de la prefectura empezaron a vomitar fuego sobre la masa inerme, que al instante se disolvió en desordenado caos. José Mendoza, que fue uno de los oradores del mitin, corría desesperadamente en medio de los disparos y del pánico generalizado cuando sintió cómo en una milésima de segundo una bala “dum-dum” atravesaba su brazo derecho destrozando músculos, huesos, arterias y nervios. El carpintero cayó al suelo casi desvanecido y en sus oídos un fuerte zumbido opacó el ruido del ambiente al mismo tiempo que su cuerpo era rodeado por un charco rojioscuro. José se retorció suavemente sin poder creer lo que estaba sucediendo y palideció al ver la enorme boca abierta en su brazo destrozado. A unos metros de él un estudiante de apellido Gamberos era sacudido por los estertores de la muerte y más allá varios cuerpos ya estaban totalmente inmóviles. Tras esta jornada siguieron graves enfrentamientos y el suministro de agua se cortó en toda la ciudad, de modo que Peta y Cata tuvieron que llevar el líquido elemento desde lejanos lugares hasta el hospital donde estaba José, labor en la que se vieron obligadas a transitar frecuentemente cerca de los combates, siendo así que en una ocasión las latas que les servían para transportar el agua fueron agujereadas por las balas. 208 / Huascar Rodríguez García

La atmósfera de violencia regó las calles de muertos y se agudizó extendiéndose hasta el día 21 del mismo mes, fecha en que diversas movilizaciones se convirtieron finalmente en una revuelta de grandes proporciones, que logró derrocar al régimen mediante batallas callejeras y disturbios de amplia magnitud. El trágico final del gobierno determinó también el fin del presidente: Villarroel murió asesinado a tiros y su cadáver fue ignominiado y colgado por la turba en un faro de la plaza Murillo. No muy lejos del presidente muerto otros cuerpos se balanceaban igualmente colgados de postes y faros, y uno de aquellos infelices era Roberto Hinojosa, el ambicioso personaje que dieciséis años antes intentó hacer su propia revolución en Villazón. Tras más de una década de exilio y de éxitos intelectuales en el extranjero, Hinojosa había vuelto al país enterado del triunfo de Villarroel a fines del 43, convirtiéndose en “jefe de informaciones” del régimen y dirigiendo a la vez un diario llamado Cumbre. Pero el mesiánico intelectual tal vez nunca pensó que su carrera iba a terminar así: ahora pendía sin hálito de un poste pagando caro el precio de sus ambiciones. Cuenta la tradición que casi inmediatamente después del colgamiento de Villarroel el cielo totalmente despejado se oscureció de pronto y fue rasgado por terribles rayos, cayendo luego una feroz tormenta de granizo sobre la muchedumbre, pese a que julio no es un mes de lluvias. Este extraño acontecimiento alimentó todo tipo de supersticiones populares y especulaciones, más aún cuando los días y semanas siguientes sucedieron algunos accidentes en el camino La Paz-El Alto y en otras zonas, por lo que no faltaron rumores afirmando que se trataba del alma de Villarroel en busca de venganzas. En el archivo del THOA hallé un recorte de periódico que, lamentablemente, no tiene la fecha ni el nombre de la publicación; sin embargo su contenido, que incluye una foto de Mendoza, revela algunas circunstancias que vivió el carpintero anarquista tras caer herido, y se puede colegir que la nota se dio a conocer a tan sólo unos días del defenestramiento de Villarroel:

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LA FOL TUVO SUS HÉROES EN LA LUCHA LIBERTARIA No hubo organización social en La Paz que no movilizara sus fuerzas para vigorizar los equipos de ataque de los estudiantes y el pueblo. La Federación Obrera Local, siempre combativa, movilizó a todos sus miembros, hombres y mujeres, y estuvo en todos los lugares de peligro. [...] En las gloriosas acciones de días pasados [...] la Federación Obrera Local, como institución proletaria al margen de la política, ha puesto en práctica todo el temple de sus asociados al servicio de los oprimidos por la nefasta oligarquía nazifascista de la Logia Militar y el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Y, como no podía ser de otra manera, ha rendido su tributo de sangre en tan magnífica cruzada libertaria por cuya permanencia habrá que seguir con las armas al hombro. [...] El día 10, que es cuando la macabra tarea de sembrar cadáveres del régimen opresor se hizo más ostensible, cayó gravemente herido por la sevicia oficial el obrero José Mendoza Vera, cuando, junto a la multitud desarmada y carente de medios de defensa, se situó frente al Palacio de Gobierno para exteriorizar su protesta. [...] Conducido a la Asistencia Pública, fue encerrado en una habitación con fines que no escapan a la consideración de todos, puesto que, para el régimen depuesto, la desaparición de heridos y muertos era de todo punto de vista importante. Empero, su serenidad, en momentos en que se debilitaba enormemente por sus heridas, hizo que saliera de aquella suerte de prisión, lo que le valió ser reconocido por la multitud que se había reunido ya en las puertas de la Asistencia y la que pidió su atención tras la cual fue trasladado al Hospital General. [...] Herido en el brazo derecho, corre el riesgo de una inhabilidad absoluta de dicho miembro... (ATHOA).

¿Pero por qué los folistas participaron en estos episodios, considerados por muchos una verdadera “contrarrevolución”? Evidentemente hay que sopesar con cuidado las causas, debido a que la caída de Villarroel combinó motivos diversos y contradictorios. Por una parte los latifundistas y la vieja oligarquía conspiraban contra el régimen para proteger sus privilegios en riesgo por la abolición del pongueaje, y de otro lado obreros de fábricas y artesanos estaban descontentos en virtud de las violaciones que el gobierno hacía al derecho de asociación y libre expresión. Las ambivalencias del régimen de Villarroel, que apoyaba al campesinado indio pero que a la vez intentaba neutralizar al PIR atacando a la CSTB y a las FOS, le valieron ser identificado con el fascismo –de hecho existían elementos explícitamente profascistas al interior del MNR–, y el encarcelamiento, confinamiento e 210 / Huascar Rodríguez García

incluso la desaparición de algunos dirigentes laborales crearon paulatinamente un generalizado ambiente de repudio. Además, la administración de Villarroel no distinguía la intromisión del PIR en el movimiento obrero de las auténticas demandas reivindicativas de ciertos sectores laborales, y los sindicatos folistas se vieron arrastrados por los acontecimientos creyendo que se abrían condiciones favorables para acelerar un proceso revolucionario. Leyendo los manifiestos de la FOL y de la FOF emitidos entre agosto y septiembre del 46 se pueden entrever con claridad los motivos para la participación anarcosindical en las movilizaciones que condujeron al fin del régimen RADEPA-MNR. Sucede que los folistas recibieron con esperanza el confuso clima de agitación provocado por maestros y estudiantes, porque consideraban que una insurrección a gran escala estaba por venir, y efectivamente vino. Pero también creían que esa revuelta era parte de un proceso que inevitablemente tendía hacia una revolución que, influida por sus prédicas y su retórica anarquista, podía conducir a un cambio profundo y verdadero en los factores de la dominación social y económica. Sin embargo, al darse cuenta de que esto no iba a ser así, los anarquistas pronto iniciaron una desesperada campaña para fortalecerse con miras a aprovechar el breve espacio de relativa libertad sindical que se abría tras la caída del extraño régimen. Para comprender mejor la participación folista en el variopinto levantamiento del 46, llamado por los ácratas “Revolución Popular”, a continuación sigue un manifiesto de la FOL en el que se exhibe el sentir de los anarquistas frente a los acontecimientos de julio y su reafirmación doctrinaria del denominado “socialismo libertario”: MANIFIESTO La Federación Obrera Local, adherida a la ACAT filial de la AIT se dirige a la clase trabajadora de Bolivia. Camaradas: La Federación Obrera Local levanta su bandera libertaria en esta hora histórica para los trabajadores del país, como consecuencia de la Revolución Popular que determinó el derrocamiento a una de las contradicciones políticas del régimen capitalista, cual fue el gobierno nacifascista de la camarilla militar sanguinaria y del tenebroso Movimiento Nacionalista Revolucionario [...] El régimen nacifascista derrocado ha sido la consecuencia de los pulpos de la Rosca, de los partidos políticos tradicionales, ha sido por la bancarrota institucional y financiera,

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ha sido, y seguirá siendo, por la hegemonía de dominación de los imperialismos, del que son servidores incondicionales. [...] Ahora, estamos frente a otras consecuencias, esa misma casta falaz trata de rehabilitarse en nombre de la Revolución Popular y de la Democracia burguesa. [...] Por eso, la Federación Obrera Local, organización Matriz libertaria, exterioriza con su voz libertaria para defender y afianzar la revolución del pueblo, señalando la ruta verdadera en que debe continuar la clase trabajadora [...]. Las gestas heroicas en la lucha por la libertad del pueblo boliviano, confirman ante el mundo entero, que éste es capaz, aún sin armas en las manos, de efectuar la transformación de la sociedad capitalista en una SOCIEDAD DE TRABAJADORES, donde impere la Justicia Social, porque el avance de las corrientes de un Socialismo Libertario está señalando el rol histórico de los pueblos por su emancipación completa. [...] La hora actual marca la partida hacia un período de evolución revolucionaria más acentuada, en esta alternativa social, no será posible permitir la vuelta de los mismos sistemas políticos y regímenes habidos hasta el 21 de julio último, menos de constituir un simple cambio de personajes para que se aferren en el mismo mecanismo estatal; por obra y gracia de la revolución libertadora deberán pasar a la historia de los desastres de Bolivia. Empero, si en nombre de obreros, maestros, universitarios, mujeres y niños caídos, si sobre la sangre vertida en las calles y plazas, están en procura de estabilizar los puntales de la explotación y la tiranía, entonces, la Revolución Popular estará traicionada una vez más. Nosotros, los sindicalistas libertarios [...] entendemos que si el pueblo ha realizado una revolución por su libertad [...] el deber ineludible de estos momentos es clarividente, en que se impone una renovación con una nueva estructura social en provecho de las mayorías populares. Así lo exigen las circunstancias especiales al que entra el pueblo trabajador, o de lo contrario, tendrá que repetirse otro 21 de julio. [...] La Revolución del Pueblo, debemos considerarla como experiencia y preludio de la Revolución Social, de donde tendrán que germinar nuevas posibilidades y mayor comprensión ideológica y doctrinal para el movimiento obrero libertario. [...] Dentro de este estado de cosas, los trabajadores tendrán que fortificar sus propias organizaciones sindicales, clarificando su verdadera posición de clase al margen de los histriones de la política criolla [...] En principio, se debe luchar por la pronta solución de la crisis económica [...] por la reducción de la plaga militar y la anulación de su intervención en la política, por la implantación de una nueva estructura social. La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. La Paz, agosto 8 de 1946. El Comité Administrativo de la FOL (ATHOA).

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Otro manifiesto, más lúcido que el anterior, publicado por la FOF en septiembre, devela cuál era la posición de las mujeres anarquistas frente al gobierno de Villarroel, y muestra cómo éste, a través del Ministerio de Trabajo y otras instancias intentaba cooptar a los sindicatos femeninos. De igual forma, el escrito siguiente manifiesta que durante el régimen villarroelista se daban circunstancias parecidas a las de 1940-1941, es decir se experimentaba una situación de alza de precios y especulación en los mercados, lo cual trajo consigo nuevamente los conflictos con las “maestras mayores” y con los agentes policíaco municipales. Adicionalmente el documento de la FOF es una muestra de cómo vivían algunos estratos plebeyos del país bajo el gobierno RADEPA-MNR, a la vez que evidencia que las mujeres libertarias se dieron perfecta cuenta de que el fin de Villarroel había beneficiado principalmente a las clases dominantes, motivo por el que, coordinadamente con la FOL, lanzaron una campaña de organización sindical que tenía como fin engrosar las filas de la federación femenina: MANIFIESTO AL PUEBLO DE LA PAZ DE LA FEDERACIÓN OBRERA FEMENINA ADHERIDA A LA FOL Compañeras: La Federación Obrera Femenina les saluda en este momento histórico para el trabajador del país y para la lucha sindical libertaria, por consecuencia de la gesta heroica del pueblo Boliviano [...] que supo abatir a la dictadura militar y al monstruoso partido del Movimiento Nacionalista Revolucionario [...]. También, esta institución matriz femenina, defendiendo esa libertad, no ha vacilado en ningún momento en luchar contra la injerencia del Estado en la dirección de los sindicatos, como se hacía desde el Ministerio del Trabajo y desde la Alcaldía, de acuerdo a sus fines políticos, depravando la moral revolucionaria de los sindicatos con los dineros del erario nacional. Prueba de ello, en nuestro manifiesto del 1° de Mayo de 1946, habíamos denunciado al régimen caído y a la intervención de los agentes municipales que constreñían a las mujeres de los mercados a organizarse bajo el amparo de las autoridades edilicias, también pedimos la abolición de las Maestras Mayores que obstaculizan el desarrollo sindical, pero sólo recibimos en respuesta los ultrajes, calumnias y abusos inauditos que tenían por fin destruir a la organización matriz de las femeninas, queriendo de esta manera doblegar la resistencia y el espíritu de lucha libertaria de las explotadas. [...] Las obreras que están organizadas en los sindicatos libertarios, pues, queremos que esa libertad abstracta se materialice con la libertad de pensamiento y de asociación [...]. No queremos que se defraude la conquista de la Revolución Popular [...]. En resguardo de estos principios y

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velando los intereses de las afiliadas y con preferencia a las sindicalizadas de los mercados, la Federación Obrera Femenina espera de las nuevas autoridades de la Municipalidad que procedan con rectitud y honradez antes de caer en los mismos errores ni ejercer el mismo método de violencias del régimen derrocado, para obligar a las mujeres de los mercados a ingresar a otra matriz o comulgar con ideas contrarias a las de esta organización federal femenina. [...] También para justificar esos atropellos han levantado la bandera de la especulación, sí, todas las autoridades que han pasado por las oficinas del Consejo Municipal, siempre atacaron con zaña a las que invierten un ínfimo capital para el negocio controlándolas hasta la saciedad, empero, también siempre guardaron consideración con las mayoristas que giran con abundante capital, será tal vez, porque éstas sean más amables con sus obsequios, misturitas y florecitas [...]. En efecto, la lucha titánica del pueblo por la conquista de su libertad ha beneficiado con enormes ventajas a la burguesía que ha recobrado su desenfrenado e inescrupuloso espíritu de lucro [...]. Mientras el pueblo heroico se debate en la miseria más espantosa por consecuencia del alza de precios de los artículos de primera necesidad, en cambio la burguesía capitalista conserva grandes cantidades de víveres almacenadas en sus depósitos, causando la escasez de éstos, con el fin de elevar más los precios en beneficio de sus intereses egoístas [...]. Los que soportan más las insolencias de los señoritos y damitas de alta sociedad son las culinarias y mucamas que desempeñan el servicio doméstico, trabajando hasta tarde de la noche en espera del patrón, que por el hecho de pagar un miserable salario, creen que la empleada está en la obligación de permanecer junto a la cocina todo el día y la noche, como una esclava, sin derecho al descanso [...]. Si algo tiene que defender el pueblo explotado y con derecho por haber participado en el derrocamiento de la dictadura Villarroel-Estensoro, es mantener la rebaja de alquileres y evitar la elevación del standard de vida mediante el control en la venta de productos, que hacen lo que les da la gana los propietarios de las fincas y los comerciantes intermediarios, que acaparan en grandes cantidades con considerables capitales, para revenderlos después, percibiendo utilidades enormes [...]. Se hace necesario poner el dedo en la llaga y atacar al verdadero especulador que son los propietarios latifundistas y los comerciantes intermediarios que en realidad succionan al pueblo consumidor. Sin embargo, por otra parte se abre el apetito insaciable de los políticos viejos y profesionales que conjuntamente con sus retoños que ellos dieron a luz, se van agitándose desesperadamente en formar y reajustar sus partidos para el torneo electoral, pero cuántos no saltarán a la palestra a pregonar su revolucionarismo de ultratumba y un programa faccionado a las mil maravillas para captarse la

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simpatía de los trabajadores incautos. Y, de entre ellos ya tenemos el retoño más vivás bautizado con el nombre de PIR, portador del testamento marxista y una sarta de transiciones revolucionarias que suavemente acaricia la cabellera [...] de la burguesía a fin de no perder el derecho al botín del presupuesto nacional. Por lo tanto, la Federación Obrera Femenina, en ningún momento ha dejado de reajustar sus cuadros sindicales disciplinándolas bajo los postulados del SOCIALISMO LIBERTARIO [...]. El proletariado boliviano, para sus conquistas inmediatas y su emancipación completa, partirá del principio de la libertad; de tal suerte, Bolivia señala el rumbo que debe seguir en la evolución revolucionaria junto al socialismo libertario, porque es la única doctrina que garantiza la libertad individual y colectiva con la solidaridad y el apoyo mutuo de los productores dentro del sistema federalista, en oposición contra toda doctrina que tenga por base la autoridad dictatorial que intente asirce de las riendas del poder Estatal, se repetirá otro 21 de julio [...]. La Federación Obrera Femenina, tiene las puertas abiertas para todas las mujeres sufridas y explotadas, que deseen luchar por sus reivindicaciones en bien de sus hogares y en la conquista de sus derechos conculcados, las invitamos a organizarse en las filas de nuestros sindicatos. [...] ¡VIVA LA FEDERACIÓN OBRERA FEMENINA! La Paz, Septiembre de 1946 (ibid.).

Más allá de la retórica radical y de la sinceridad del descontento anarcofemenino hacia el régimen RADEPA-MNR, algunas integrantes del SC no ocultaron una tenue simpatía personal hacia Villarroel cuando hablaron de él en retrospectiva durante los años 80 (en Wadsworth y Dibbits 1989: 116-122), probablemente porque el seductor carácter populista y carismático del caudillo militar, sumado a su actitud proindígena, irradió cierto influjo sutil e irresistible sobre ellas. No obstante, las mujeres del SC y de la FOF participaron activamente en el alzamiento del 21 de julio y fueron testigos del impresionante colgamiento de Villarroel, contribuyendo también en la curación y alimentación de las decenas de heridos que quedaron desparramados en calles y hospitales durante aquellas dramáticas y confusas jornadas. Con todo, evidentemente la historia tomó un rumbo distinto al inicialmente esperado por los folistas y el defenestramiento de Villarroel sirvió para reinstalar en el poder a la vieja oligarquía minero-terrateniente, esta vez apoyada por el PIR, hecho que, después de los primeros entusiasmos, fue percibido con claridad por los anarquistas, quienes continuaron con su lucha dirigiendo todos sus esfuerzos hacia las zonas rurales de La Paz.

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La Federación Agraria Departamental y las rebeliones del 47 MARCELINO QUISPE Los vientos de la altiplánica estepa te tostaron, labraron en tus ojos su tristeza infinita y en tu rostro marcaron, desde la Conquista, la granítica fuerza de tu mutismo eternal. En ti se hicieron nervio, manotazo y combate la callada amargura y el grito bronco y rudo que en tu raza hace siglos pugnara por brotar; te hicieron anarquista por amar la libertad, y por amarla tanto trizaron tus pulmones, violaron tus hijas, y un calvario te dieron: el de la selva oriental... Oscar Vargas del Carpio.

La caída de Villarroel inició una etapa conocida como el “sexenio”, nombre con el que varios historiadores designan al período de seis años –entre 1946 y 1952– que duró la nueva restauración oligárquica. La recién formada junta de gobierno, en su afán de borrar la pesadilla de los militares “socialistas”, convocó “democráticamente” a nuevas elecciones hacia fines del 46 para que éstas se llevaran a cabo en enero del año siguiente, con la expectativa de recuperar la estabilidad de la clásica estructura de poder que había sido permanentemente agujereada por los conflictos postbélicos y por los gobiernos corporativistas. Para esto se creó un gabinete transitorio que contaba con el abierto apoyo del PIR pues este partido, abandonando sus ideas de izquierda, llegó a la conclusión de que sólo la plena colaboración con las fuerzas tradicionales podría servir a sus propios objetivos. Así, los piristas compartieron funciones de gobierno con la vieja “rosca” empoderada otra vez, actitud que determinó la muerte política del PIR entre los estratos trabajadores y populares. Al tiempo que las elites tradicionales se reacomodaban en sus puestos de dominación, los anarcosindicalistas intensificaron su campaña de organización rural aprovechando la tenue tolerancia gubernamental que trajeron los primeros meses que siguieron a la caída de Villarroel. En esta dinámica el destacado folista Modesto Escóbar cumplió un papel clave iniciando una gira por varias localidades altiplánicas de La Paz y promoviendo la creación de sindicatos agrarios. En octubre de 1946 216 / Huascar Rodríguez García

un “Sindicato de Campesinos” se había integrado a la FOL y trabajaba activamente en la denuncia de abusos cometidos por hacendados de diferentes zonas. Las labores de sindicalización se extendieron a Guaqui, Topohoco y Qachuma, gracias a los dirigentes folistas Francisco Castro –carpintero y dirigente de la USTM– y Santiago Ordóñez –mecánico– que se sumaron con entusiasmo al trabajo de apoyo rural desarrollado por Escóbar. Como resultado de esos trajines se creó exitosamente un “Núcleo de Capacitación Sindical Libertario”, cuyo objetivo era apoyar a los flamantes sindicatos indios que aparecían sin cesar. Un poco después, entre noviembre y diciembre, se fundó la “Unión Sindical de Labriegos del Cantón de Aygachi” y otros sindicatos similares en los cantones de Caquiaviri, Laja, Cucuta, Araca y la provincia Los Andes. Pero estas actividades fueron prontamente resistidas por los terratenientes: el domingo 15 de diciembre los colonos de la hacienda “Quilluma”, del cantón de Topohoco, fueron víctimas de la violencia del terrateniente Ricardo Carpio quien, junto a diez carabineros, destruyó varias casas indígenas robando también dinero con el argumento de que los indios no debían sindicalizarse, pues días antes habían recibido la visita de algunos activistas de la FOL. No contento con esto el hacendado y los carabineros abrieron fuego contra los indignados campesinos asesinando a seis de ellos e hiriendo a varios más, en grescas que continuaron hasta el día siguiente. Días más tarde, el 18 de diciembre, todos los sindicatos altiplánicos recientemente creados por la acción folista realizaron su primer pleno en la ciudad de La Paz, dando nacimiento a la Federación Agraria Departamental (FAD) como entidad matriz.101 101

Las consideraciones acerca de la FAD hechas por algunos escritores merecen una breve mención. El investigador José Antonio Rocha (2001: 204), utilizando supuestamente declaraciones de Antonio Álvarez Mamani, recogidas por Ranaboldo, asegura que la FAD estuvo dirigida por partidarios del PIR. Pero leyendo lo que Álvarez Mamani realmente dice se hace evidente la distorsión en que incurre Rocha, pues Álvarez señala que después de la represión del año 47 –de la que hablaré en seguida– algunos campesinos se habrían decepcionado de la FAD y de otras organizaciones como la CSTB dirigida por el PIR (en Ranaboldo 1987: 147), mas en ningún caso afirma que la FAD estaba bajo dirección pirista. Aparte de esto Rocha, basándose en la misma fuente y refiriéndose al contexto que siguió al Congreso Indígena de 1945, indica que “aunque las relaciones con los obreros tuvieron diferente intensidad [...] el apoyo [a los campesinos] se basaba en los objetivos de la FOL de Oruro” (ibid.: 203); no obstante, en las páginas de Ranaboldo (131-136) a las que hace referencia Rocha para sustentar sus declaraciones no se encuentra tal dato, lógicamente

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Las principales demandas y objetivos de esta nueva organización indígena eran básicamente consolidar el derecho a la organización sindical en las haciendas y lograr que se construyeran escuelas. Tras esta fundación la FAD firmó solemnemente un “Pacto Solidario” con la FOL en el que, entre otras cosas, se acordó brindar ayuda a los heridos y a las viudas de las víctimas de la reciente masacre de Topohoco. Una parte de este acuerdo dice: Han resuelto por un acuerdo libre de las Federaciones, hacer un pacto solidario en la lucha con el fin de conquistar su emancipación social, pacto que henlazan las dos Federaciones para tener una vinculación [...] en sus actividades sindicales [...]. Los componentes de la FAD están de acuerdo con las normas de lucha del sindicalismo libertario, que toman como medio de lucha para la conquista de sus reivindicaciones inmediatas y la transformación social. Por tanto, la FAD se declara antipolítica y anticapitalista y sus actividades por consecuencia serán fuera de toda intervención política y de partidos (cit. en Lehm y Rivera 1988: 85).

El documento fue rubricado por Pastor Chavarría –secretario general de la FOL– y por una veintena de indígenas de distintas provincias de La Paz, entre los que se encontraban Marcelino Quispe Yucra –nombrado secretario general de la FAD– y su hermano Esteban –máximo dirigente del Sindicato de Labriegos de Aygachi–, ambos personajes de suma relevancia para las tareas folistas en el agro altiplánico. Pero a pesar de que las actividades de sindicalización rural se habían convertido en una prioridad para la FOL, esto no significó que en las ciudades se hubiera reducido la agitación y la propaganda. Por ejemplo, al mismo tiempo que la FAD era constituida, la USTM hizo público un manifiesto que, además de denunciar la inutilidad de los comicios electorales a efectuarse en enero de 1947, evidencia ciertos problemas del sector carpintero al inicio del sexenio: porque la FOL no existía en Oruro, y los anarquistas de esa ciudad, como sabemos, se organizaron en la FOT, que dejó de existir con la guerra. Por su lado Dandler y Torrico (1984: 178) señalan que durante 1947 en Cochabamba se habría intentado crear una Federación Agraria Departamental que no logró consolidarse debido a la represión; sin embargo estos autores diferencian claramente a esta incipiente FAD cochabambina de la FAD paceña creada antes. Por otra parte, tampoco se sabe si la abortada FAD de Cochabamba tuvo algo que ver con su homónima de La Paz, pero valiéndose de lo que mencionan Dandler y Torrico, Rocha confunde ambas FADs sin diferenciarlas.

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Manifiesto de la Unión Sindical de Trabajadores en Madera adherida a la FOL La “Unión Sindical de Trabajadores en Madera”, no puede por más tiempo silenciar su voz de angustia, ante el azote despiadado del hambre y la miseria que aniquila el hogar de los trabajadores, y ante la feria desvergonzada de la politiquería burguesa [...]. Pueblo: tú que con tu generosidad y valentía [...] has ofrendado tu vida y tus energías para abatir a un régimen de oprobio y de crimen, y que luego has vuelto en el silencio abnegado de tu honradez a la fábrica, al taller, para continuar produciendo lo que los amos consumen; tú, pueblo, que fuisteis llamado heroico en los días de la Revolución y que hoy te llaman soberano para pedirte tu voto los mercaderes de la conciencia pública, ESTAÍS OLVIDADO COMO SIEMPRE [...]. Compañeros: mientras el hambre y el dolor flagelan a nuestros hijos, y las máquinas consumen nuestras vidas; la burguesía echa dados sobre las espaldas ensangrentadas de la nación en agonía. La aparente rivalidad de los candidatos presidenciales es la mentira más grosera ante el rostro del pueblo trabajador. Los unos representan la refinada aristocracia de los señores del capitalismo internacional, con su vergonzoso concubinato con los proletarizados camaradas del PIR. Los otros representan la reacción más brutal de la burguesía criolla [...]. Pueblo: ante la bárbara trinidad que pesa sobre tus encorvados hombros con todas las injusticias sociales, sólo te queda un camino que seguir: la digna rebeldía de clase oprimida y la guerra sin tregua a los zánganos de la vida nacional. [...] Tenemos que defendernos con la permanente: Huelga política, Huelga religiosa, Huelga militar y Huelga de vientres. Trabajadores de Bolivia, agrupaos a vuestros compañeros Sindicalistas Libertarios para la lucha y no os alquiléis a los traficantes de la politiquería burguesa o de clase. Trabajadores en madera, organizaos en vuestro propio sindicato [...] para poner coto a la desenfrenada especulación de los importadores de madera, que semana tras semana van elevando los precios sobre cada pie de madera, para enriquecerse a costa de nuestros sacrificios y miserias. [...] Agrupaos en una sola voluntad; para nosotros no hay consideración ni respeto en el actual régimen que gobierna; una prueba de ello es que durante tantos meses vienen retardando en la Fiscalía de Gobierno y en la incubadora de zánganos del Ministerio de Trabajo, la aprobación de nuestros estatutos con observaciones absurdas y leguleyescas. [...] El clericalismo nos muestra sus dioses, para adormecer nuestras conciencias, para anular nuestra voluntad, para oscurecer nuestra mente. [...]. Por la conquista de un mundo mejor, libre de amos y verdugos (ATHOA).

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No mucho después, y gracias a movilizaciones y gestiones diversas, la USTM consiguió detener temporalmente la libre importación de muebles y la elevación de los precios de la madera, que afectaban gravemente a este sector. Sin embargo, todo el nuevo impulso organizativo folista no podía pasar desapercibido para los gobernantes: entre fines de diciembre de 1946 y principios de enero de 1947 distintos operativos policiales produjeron varias detenciones a los dirigentes de la recién nacida FAD, acciones represivas en las que cayó preso Marcelino Quispe. Paradójicamente, al mismo tiempo que ocurrían estos apresamientos se desarrollaba una gran campaña electoral liderizada por Hertzog quien, con su agrupación política PURS (Partido de la Unión Republicana), lanzó una propaganda cínicamente “proindígena” para adecuarse a la nueva época en que la masa india tenía que ser tomada en cuenta. Ante las elecciones la FOL emitió, al iniciarse el nuevo año, el siguiente manifiesto: MANIFIESTO De la Federación Obrera Local, adherida a la ACAT y filial de la AIT; se dirige al Pueblo Productor de Bolivia La Federación Obrera Local, frente al confusionismo causado por la demagogia de los políticos y la máquina electoral próxima a funcionar con toda su fuerza bestial, marca su posición con objeto de exteriorizar su voz de condena ante el pueblo trabajador [...]. Desgraciadamente, en Bolivia el sindicalismo sufre una rara e infeliz metamorfosis por consecuencia de las extraordinarias combinaciones por la hábil maniobra de los magos del buró político pirista [...]. Prueba de ello tenemos a las organizaciones de la FOS y de la CSTB, que cayeron de bruces en brazos de los moscovitas, y no vacilaron en degenerar la moral revolucionaria de los sindicatos, entregándolos maniatados al Estado [...] nada más grande y noble que defender los verdaderos postulados de la humanidad, enarbolando la bandera de la Libertad, para ponerse frente al Estado, con el fin de destruirlo [...] ¿será necesario que intervenga el Estado en la socialización de las minas, de los medios de transporte, de las tierras y de las demás ramas de producción? [...] Creemos que no. [...] ¡VIVA EL SOCIALISMO LIBERTARIO! La Paz, enero 2 de 1947. La Comisión Administrativa (ibid.).

Con estos antecedentes llegamos al gran levantamiento indígena de 1947, considerado por Antezana E. y Romero como uno de los más grandes del siglo XX. Y es que la rebelión de 1947 no se limitó a una hacienda, cantón o provincia, pues sucedió en las 220 / Huascar Rodríguez García

áreas rurales más importantes de los departamentos de La Paz, Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Tarija. El levantamiento tampoco estuvo organizado bajo un mando único ni ocurrió de forma simultánea o coordinada: se trató más bien de una ola de sublevaciones de diferente intensidad que se extendió a varias zonas del país durante casi todo un año, y que sólo pudo ser derrotada mediante la movilización masiva de fuerzas de la policía, del ejército y de la aviación militar. El constante estado de rebeldía campesina que siguió al Congreso Indígena auspiciado por Villarroel se agudizó terriblemente a partir de enero del año 47: en La Paz, indios con armas de fuego asaltaban habitualmente a comerciantes y viajeros, mientras algunas haciendas se paralizaban por huelgas de brazos caídos que duraban meses enteros. En Ayopaya –Cochabamba–, miles de colonos atacaron y saquearon varias haciendas durante febrero, creando una rebelión nómade que tomó el camino hacia Oruro dejando a su paso destrucción y pánico entre los terratenientes, rebelión que el gobierno combatió con el envío de tropas y con el bombardeo aéreo a las zonas convulsionadas (Antezana E. y Romero 1973: 138). En este escenario de agitación la FAD emitió un manifiesto que, aparte de enumerar los sindicatos que conformaban esta organización hasta ese momento, también muestra cómo los indígenas folistas articularon sus demandas de forma contradictoria: por una parte se hace alusión al “sindicalismo libertario”, que se supone antiestatal, y por otro lado se habla del “cumplimiento de la Constitución Política del Estado” y de “las garantías que otorga al agrario la ley”, haciendo referencia seguramente a los decretos del fallecido Villarroel. Pero esta paradoja no debería ser entendida como un doble discurso, sino más bien como una adecuación de los objetivos de la lucha indígena a la realidad y al contexto en que se vivía en aquel tiempo, ya que los trabajadores rurales no podían prescindir del antecedente que marcó la abolición teórica del pongueaje decretada casi dos años antes. También hay que tomar en cuenta que históricamente la lucha indígena combinó los pleitos legales y las argucias leguleyescas con las sublevaciones, dos dimensiones diferentes a las que los explotados del campo tuvieron que recurrir debido a sus desventajas frente a las elites criollas letradas, siempre amparadas en “la Ley”.

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MANIFIESTO La Federación Agraria Departamental de La Paz, adherida a la Federación Obrera Local, se dirige al campesinado y a los trabajadores en general La Federación Agraria Departamental [...], con motivo de dar a conocer la nueva organización, que para los trabajadores de las ciudades y los patrones del campo, ha sido una novedad increíble que los indios hayan constituido su Federación para defender sus derechos según las tácticas del Sindicalismo Libertario, y el haber tomado la orientación y firmado el pacto solidario con la Federación Obrera Local, quien más que ninguna organización obrera se interesó y luchó por la reincorporación del agrario a la vida civilizada mediante el sindicato [...]. Compañeros Campesinos, por lo visto nuestra historia es triste, pero de eso no debemos lamentarnos porque ahora por voluntad nuestra hemos constituido la Federación Agraria Departamental de La Paz, que velará el interés de sus afiliados, y que respetará y hará que se respeten los derechos de los trabajadores [...]. Porque los campesinos organizados no tenemos necesidad de matar, de asaltar ni de incendiar la casa de nadie, así tan lo mismo anhelamos que reconozcan que nosotros como seres humanos tenemos derechos ante la naturaleza y ante las leyes escritas, respetando el hogar de los agrarios; la inalienabilidad que prescribe la Constitución Política del Estado, que sea una realidad para todos los habitantes de Bolivia. [...] La Federación Agraria Departamental [...] se abocará en su futura lucha por la conquista de los puntos siguientes: Luchar por la libertad de organización y el respeto a las garantías que otorga al agrario la ley. Por la abolición del pongueaje en toda su amplitud [...]. Impedir por todos los medios y si es posible sacrificar nuestras vidas, porque no sean arrojados de las fincas los colonos al amparo de su suerte por los patrones en represalia a la organización Agraria. Creación y sostenimiento de las Escuelas Indigenales, en todas las fincas, los gastos económicos estarán a cargo de los patrones y el Estado. El cumplimiento extricto de parte de los patrones y las autoridades de la inalienabilidad del domicilio que consagra la Constitución Política del Estado. Por el respeto que deben guardar a los campesinos presos, como detenidos por asuntos sociales y no como a vulgares delincuentes. Por la libertad de los presos caídos últimamente, sin causas justificativas que determinen su detención. [...] Los componentes de la Federación Agraria Departamental son los sindicatos siguientes: Labriegos del cantón de Topohoco, labriegos del cantón de Caquiaviri, labriegos del cantón Guaqui, labriegos del cantón Laja, labriegos del cantón San Pedro, labriegos del cantón Aygachi, labriegos del cantón Cucuta, labriegos de la Provincia Los Andes, y labriegos del cantón Araca. La Paz febrero 4 de 1947. Los Secretarios (ATHOA).

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Pese a la represión desatada por la junta de gobierno primero, y por el presidente Hertzog después –personaje que había asumido la presidencia oficialmente el tercer mes de 1947–, la actividad de la FAD continuó, y entre marzo y abril se fundaron nuevos sindicatos campesinos en las localidades de Pujsani, Huarina, Desaguadero, Pucarani, Viacha e incluso en la región tropical de Nor Yungas. Entretanto los dirigentes de la FOL, a pedido de la FAD, se pusieron a conseguir maestros y materiales para varias escuelas que colonos y comunarios de distintas zonas habían empezado a poner en funcionamiento como parte complementaria a las labores de sindicalización. Al propio tiempo en los valles centrales del país continuaban los espontáneos levantamientos y las huelgas rurales que empezaron a extenderse amenazadoramente hacia el sur. En esta atmósfera llegó el primero de mayo y la FOL, junto a la FOF y a miles de indígenas de la FAD, realizó una célebre y ruidosa manifestación de la que un diario de la época señalaba: Tuvo especial relieve el desfile de los organismos obreros afiliados a la Federación Obrera Local […]. Forman parte de esta central cuatro sindicatos de la ciudad de La Paz, pero desde ellos se han desprendido los organizadores de la Federación Agraria Departamental, que se hizo presente con una gran cantidad de sindicatos indígenas, cuyo número calculamos en 3.000 personas. Llevando las enseñas negras y rojas de los anarquistas, desfilaron ordenadamente y con gran disciplina, haciendo el mismo recorrido que la CSTB pero a cierta distancia [...] para terminar en la plaza Venezuela [...] donde usaron de la palabra los oradores, hablando varios de ellos en aymara (La Razón 3 de mayo de 1947, cit. en Lehm y Rivera 1988: 89,90).

En la manifestación se presentó el periódico F.O.L., nuevo órgano oficial de la federación anarcosindical que fue posible gracias a la siempre secreta colaboración de Líber Forti y del grupo “Ideario”. Con una excelente redacción el primer número de F.O.L. hizo pública la noticia del arresto de diez indígenas de la hacienda “Cotuma”, en la provincia Los Andes, que fueron privados de libertad por el hecho de haber intentado fundar una escuela rural. La detención se hizo bajo la falsa acusación de que los indígenas planeaban una sublevación en la zona, por lo que los presos fueron torturados y encerrados en sombrías celdas donde durante varias noches soportaron los tradicionales

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baldazos de agua fría, sin iniciárseles ningún proceso legal. Pero la poderosa demostración de fuerza de las organizaciones FOLFOF-FAD durante aquel primero de mayo prometía que la oprobiosa e injusta situación de los pobres del campo se acercaba a su fin, pues más pronto que tarde la acción de las masas populares, según decían los oradores, subvertiría todo el orden capitalista y terrateniente en bien de todos los explotados del país. El tono de los discursos y la magnitud de la apoteósica manifestación alarmaron enormemente a las elites que vieron con temor el ascenso indio apoyado por los anarcosindicalistas urbanos, motivo por el que diversos representantes de la oligarquía exigieron al gobierno acciones drásticas contra los instigadores de semejantes actos públicos. De aquí en adelante una serie de sucesos incrementarán cada vez más las protestas y exigencias de las clases dominantes, las cuales finalmente serán escuchadas por las autoridades. A dos semanas de la masiva movilización folista, exactamente la madrugada del 15 de mayo, los colonos de la hacienda Anta –en la región de Caquiaviri del altiplano paceño–, junto a comunarios de los alrededores que habían sufrido usurpaciones de tierras, se sublevaron atacando y dando muerte al administrador hacendal y a un profesor que el patrón había contratado en contra de la voluntad de los colonos, quienes probablemente pretendían contar con un maestro traído por delegados de la FOL. Al día siguiente los levantiscos también habrían atacado el tren que hacía la ruta Arica-La Paz (Antezana E. y Romero 1973: 147), hechos que de inmediato fueron atribuidos por las autoridades a los dirigentes folistas. Se desencadenó entonces una rápida respuesta represiva: el 19 de mayo fueron arrestados treinta “cabecillas” de la hacienda Anta y la noche del 23 del mismo mes el local de la FOL fue violentamente asaltado por la policía, siendo apresados setenta y dos indígenas que en ese momento asistían a una reunión de la FAD. Ante estos acontecimientos el ministro de Gobierno envió una comisión policíaca a la región de Caquiaviri, que concluyó afirmando que los objetivos de la revuelta habrían sido la parcelación de las haciendas y la creación de escuelas, así como también la abolición de ciertos impuestos, del servicio militar obligatorio y del carnet de identidad (La Razón, 31 de mayo de 1947, cit. en ibid: 148). 224 / Huascar Rodríguez García

A fines de mayo los pocos dirigentes de la FOL y de la FAD que consiguieron evadir la persecución policial amenazaron con una huelga general desde la clandestinidad. El día 29 de aquel mes el siguiente manifiesto apareció pegado en las paredes de La Paz, denunciando los pormenores del allanamiento a la sede de la FOL y las torturas infligidas a los detenidos: ¡HUELGA GENERAL! FEDERACIÓN AGRARIA DEPARTAMENTAL (ADHERIDA A LA FOL) A nuestros hermanos labriegos y a todo el pueblo: La labor que en el sentido educacional y de dignificación emprendió en diciembre del pasado año la Federación Agraria Departamental, se vio plasmada concretamente en la manifestación que el día 1° de mayo [...] realizó en esta ciudad [...] en compañía de la Federación Obrera Local y la Federación Obrera Femenina. Los diarios y los comentarios generales afirmaron en todos los tonos que esa manifestación fue la que dejó mejor plantada la posición de sana superación proletaria. Por ello mismo, y porque comprendieron que al surgir nuestra Federación comenzó el fin de la esclavitud campesina, los propietarios del agro de esta región descargaron sobre los labriegos su estúpida reacción [...]. Las autoridades y los patrones hicieron oídos sordos a nuestros llamados a la reflexión y por culpa de ellos, exclusivamente de ellos, aconteció la muerte del administrador Andrés Montes de la Hacienda “Anta”, caso del que se prevenía al gobierno y los patrones en las citadas comunicaciones, donde se denunciaban los atropellos de ese señor que al igual que los mayordomos y patrones originarían reacciones que, lógicamente, esta Federación no podía controlar.102 [...] El día viernes 23 de los corrientes, a las 23:30 horas, mientras se hallaban, como de costumbre, sesionando las delegaciones de nuestros sindicatos, irrumpieron brutalmente en la sala de reuniones de la Federación Obrera Local [...] agentes civiles y uniformados de la Policía de esta ciudad, previos disparos de gases lacrimógenos y esgrimiendo armas cortas como dispuestos a un combate con pistoleros. A patadas y empujones hicieron desalojar el local y luego de ultrajar a nuestros compañeros, entre los que se hallaban tres compañeras campesinas, los llevaron a las diferentes seccionales. En vista de tan inicuo atropello la Federación Agraria Departamental remitió el día de ayer a la 102

El 12 de mayo la FOL había enviado un extenso memorial a la Sociedad Rural Boliviana –(SRB) organización terrateniente– y al presidente Hertzog, denunciando los abusos que los patrones y mayordomos de varias haciendas del altiplano estaban cometiendo contra los indígenas en repuesta a la labor sindical y educativa que la FAD venía llevando a cabo.

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Dirección General de Policías un ultimátum con el cual [...] se plantearon las siguientes exigencias: Primero: Exigir la libertad inmediata de todos los compañeros detenidos [...]. Segundo: Exigir todas las garantías necesarias por parte del Estado para que el derecho de sindicalización sea una realidad en este país, sobre todo entre el campesinado que siempre ha sido el más escarnecido y pisoteado. Tercero: La Federación Agraria Departamental decreta, en principio, la huelga general de todos sus adherentes, a raíz de los acontecimientos señalados, huelga que se hará efectiva a partir del viernes 30 de los corrientes [...] si hasta esa fecha no son satisfactoriamente resueltas las exigencias planteadas. [...]. Hacemos también presente nuestro cálido reconocimiento a los compañeros de la Federación Obrera Local y de la Federación Obrera Femenina, que también han declarado, en solidaridad con nuestras exigencias, la Huelga General de sus sindicatos, en principio, para hacerla efectiva cuando nosotros lo solicitemos. [...] ADVERTENCIA AL PUEBLO Advertimos a los patrones y a la opinión pública en general, y sobre todo a aquellos que sintiéndose fuertes con el uniforme y el machete, o con el dinero y la mentira, han cometido o instigado los abusos y atropellos que nos llevan a esta situación [...]. ADVERTENCIA A LA POLICÍA Pretendiendo obtener pruebas de hechos y de intenciones inexistentes, en el Departamento Central de Policía de esta ciudad se está torturando con la aplicación de la picana eléctrica y ultrajes a los compañeros detenidos, y en los casos de Evaristo Mamani y de Marcelino Quispe, secretario de la FAD, no se contentaron con aplicación de corriente, sino que también los maltrataron con golpes de manopla [...]. Que tenga cuidado la policía, que sepa bien que la VIOLENCIA engendra VIOLENCIA, y que la Federación Agraria Departamental no está dispuesta a tolerar los métodos nazis de la Policía, que al así actuar está precipitando al país en un camino peligroso. Y NO TOLERAREMOS ESAS TORTURAS PORQUE CADA GOTA DE SANGRE QUE SE VIERTE DE NUESTROS HERMANOS CAMPESINOS, CAE SOBRE NUESTROS CORAZONES, ENCENDIENDO EN ELLOS FIRMES DECISIONES Y CORAJES DEFINITIVOS.

La

Paz, 29 de mayo de 1947. El Comité de Huelga (ATHOA).

Los ánimos defensivos y violentos tomaban la forma de una espiral centrífuga: el primero de junio se produjo otro ataque indígena en la hacienda Tacanoca –provincia Los Andes– donde los indios en rebelión victimaron al hacendado Agustín Prieto y a su sobrina Ana Vilela, suceso que a la postre traería graves 226 / Huascar Rodríguez García

consecuencias para la FAD y para la FOL. Según la prensa oligárquica el principal cabecilla de esta sublevación fue Esteban Quispe quien, supuestamente vestido de uniforme militar, se hacía llamar “el General”.103 El 3 de junio la policía ratificaba esta información haciendo pública la noticia de que, bajo el liderazgo de Quispe, también se habían sublevado los colonos de las fincas Carapata, Pantani y Esquivel. Al día siguiente la prensa sacó a la luz nuevos datos sobre los sucesos de Tacanoca que provocaron el escándalo entre las clases dominantes: se decía que el hacendado Prieto fue muerto por efecto de golpes y disparos, siendo el cadáver transportado hacia un páramo sobre un asno tras el cual su sobrina Ana Vilela, maniatada y maltratada, fue obligada a caminar hasta que en determinado momento fue ahorcada.104 También se informó que los participantes de tales hechos “se hallaban embriagados y tenían en su poder manifiestos de la FOL cuando fueron apresados”. Como fuese, lo cierto es que la ofensiva periodística contra la FOL y la FAD se agudizó día tras día, ya que desde la segunda semana de junio nuevos y escandalosos detalles culpabilizando a los folistas fueron publicados sin tregua. Entre otras cosas, se afirmaba que la policía tenía documentos que le permitían demostrar que los miembros de la FOL soliviantaban a los campesinos “para adueñarse de tierras y adquirir armas”. Una nota de prensa del 10 de junio dice:

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El apelativo de “general” era habitual cuando una persona asumía el cargo de secretario general de algún sindicato en las zonas aymaras, y efectivamente Esteban Quispe era secretario general del Sindicato de Aygachi. Después de los varios arrestos producidos por los acontecimientos de Tacanoca la policía procedió a interrogar duramente a los detenidos y uno de ellos, un tal Martín Durán, “confesó”, seguramente bajo torturas, que “el General” había recibido “órdenes escritas” de la FOL para llevar a cabo la sublevación. Durán también establecía que “Remigio Yucra con un revólver disparó al propietario Prieto, hiriéndolo mortalmente y arrastrando el cuerpo aún con vida”. Prieto imploró perdón, pero “el General” le habría dado un culatazo en el estómago por respuesta procediendo después a propinarle una golpiza que finalmente determinó su muerte. Poco antes “el General”, según las declaraciones de Durán, introdujo el cañón de su fusil en la boca de Prieto cuando éste estaba moribundo y le increpó preguntándole “¿por qué no has permitido que tus colonos pertenezcan al sindicato?” (en Antezana E. y Romero 1973: 153, 154). Desde luego es difícil establecer la veracidad de estas declaraciones, más aún si provienen de un detenido probablemente sometido al terror psicológico y a la vejación.

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EVIDENCIA DE LA RESPONSABILIDAD DE LA FOL [...] En abril visitaron la región Simón Zurita y Modesto Escóbar e indicaron que debía distribuirse las tierras, para lo que era preciso asaltar las casas de hacienda y saquearlas [...]. Representantes de la FOL visitaron las haciendas de Talatani, Sunimoro, Aynocollo, Ejra, Aypa, comunidad Pujsani y otras más [...]. Las haciendas Anta y Tacanoca están separadas por varios kilómetros, pero la actividad de la FOL se ha extendido por todo el altiplano. El Director del Núcleo Indigenal de Batallas [localidad altiplánica] dice que hace tiempo esos indígenas hicieron circular volantes de la FOL intimando a la sindicalización y amenazando con degollar a quienes se opusieran a este propósito (La Razón, 10 de junio de 1947, cit. en Antezana E. y Romero 1973: 151).

La acción represiva se desarrolló rápidamente y la policía apresó a casi cien indígenas –incluyendo a Esteban Quispe– pero también a varios folistas urbanos entre los que estaban Modesto Escóbar, José Clavijo, Francisco Castro, Hugo Aguilar,105 Santiago Ordóñez y Juan de Dios Nieto. El día del entierro de Prieto y de Ana Vilela se produjo un amago de asalto a la sede policial donde estaban algunos indígenas detenidos a los que una muchedumbre pretendía linchar: los desórdenes fueron de tal magnitud, que el propio presidente Hertzog tuvo que intervenir prometiendo que se sancionaría a los responsables de las sublevaciones. Dichos incidentes fueron producto de los exaltados ánimos acicateados por los discursos pronunciados durante el sepelio de Prieto: el terrateniente Raúl López, representante de la Sociedad Rural Boliviana, dijo que jamás se conseguirá el desarrollo de las fuerzas que impulsan el progreso de la agricultura ni la civilización nacional despertando los bajos instintos bestiales y repulsivos del aborigen (La Razón 6 de junio de 1947, cit. en ibid.: 150).106

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El joven sindicalista Hugo Aguilar Manzaneda era parte importante de la nueva generación de anarquistas que surgió a mediados de los años 40, y fue miembro del Sindicato Libre de Obreros Textiles que por un tiempo se adhirió a la FOL. En el nicho mortuorio de Ana Vilela, ubicado en el cementerio general de La Paz, se puede leer la siguiente inscripción: “Anita Vilela. 1º de junio de 1947. Mártir inmolada de Tacanoca. [...]. La mujer boliviana ora por ti, con lágrimas de amor te recordarán como a la niña inocente, mártir sacrificada por la barbarie comunista del altiplano. Descansa en paz y no olvides a tu patria”.

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Como puede suponerse, toda la crónica roja de los acontecimientos de Tacanoca creó un clima totalmente adverso para los anarcosindicalistas: el 10 de junio la Unión Cívica Femenina –organización de mujeres oligarcas– realizó una movilización de protesta que reunió a cerca de diez mil personas frente al panóptico de La Paz, multitudinaria turba que pidió a gritos la pena de muerte para los prisioneros de la FAD y de la FOL. Entre los que hicieron uso de la palabra durante esta manifestación se encontraba el ministro de Gobierno, quien en representación de Hertzog prometió obrar con mano enérgica y poner punto final a “la carrera de crímenes” en el campo. Ante la gran reacción la FOL organizó rápidamente un Comité de Defensa que publicó y difundió varios comunicados y manifiestos al amparo de las frías noches paceñas, siempre con la ayuda del grupo “Ideario”. Al parecer, fue Líber Forti el encargado de redactar e imprimir la mayoría de los manifiestos durante la difícil coyuntura de 1947, pues en esta época trabajaba como obrero linotipista en el periódico La Razón, propiedad de Aramayo, uno de los “barones del estaño”. Así, las mismas máquinas que producían rabiosas diatribas antianarquistas imprimían a la vez, en horarios secretos, respuestas, aclaraciones y desesperados llamados de la FOL sin que nadie sospeche nada. El hecho es que los manifiestos folistas no dejaban de aparecer pegados en las paredes de la ciudad produciendo el desconcierto de los agentes de la oligarquía, que se preguntaban cómo era posible que los ácratas tuvieran una capacidad tan rápida de respuesta y unos manifiestos de tan alta calidad, puesto que ya se habían allanado todas las sedes sindicales libertarias decomisándose todo cuanto podía servir para la elaboración de comunicados o documentos. Uno de aquellos manifiestos impresos de tan ingeniosa manera resulta particularmente significativo y revelador, porque denuncia la brutalidad de la represión y la muerte de gran parte de la familia de los hermanos Quispe, pero también porque señala un aspecto desconocido por las autoridades respecto de los sucesos de Tacanoca: LA VERDAD DEL ROBO Y EL CRIMEN El Comité de Defensa de la Federación Obrera Local habla hoy para hacer ondear en todas direcciones su verbo de claridad, haciéndolo con todo el coraje y la serenidad que nos comunica el saber que estamos con la verdad [...]. Para los espíritus

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pobres que nutren su criterio con los platos condimentados por medio de la prensa y las radios, pagadas por los amos de la tierra, presionadas por el gobierno e instigadas por la clericanalla, la Federación Obrera Local ha adquirido en estos días la personalidad de una institución fomentadora del crimen y el robo. [...] Los patrones son los hijos directos y continuados de los conquistadores que arribados a estas tierras, erigieron su cómoda posición de parásitos de la sociedad, en fin, de dueños, a base exclusiva del robo y el crimen contra las poblaciones incásicas. [...] Así nació la Federación Agraria Departamental, y sus herramientas […] fueron el SINDICATO y la ESCUELA, ya que el sindicato sirve para exaltar en los labriegos el sentimiento de la fraternidad, y la escuela para que con los rayos del abecedario llegasen nuestros hermanos indios al concepto de que su elevación moral, el respeto por ellos, lo traerían actividades constructivas como las apuntadas y no las violencias [...] Con el afán de consolidar esa labor educacional, y como prueba de su lealtad de propósitos, la FAD, en el mes de marzo, solicitó del Ministerio de Educación por intermedio de la Oficina de Educación Indigenal equipos didácticos y profesores para 51 escuelas, oídnos pueblo, CINCUENTAIUNA ESCUELAS FUNDADAS POR LA FEDERACIÓN AGRARIA DEPARTAMENTAL, acompañándose en esa ocasión las correspondientes listas de alumnos de cada una de ellas. ¿Los resultados de este pedido? NO HAY DINERO. Y lógicamente los campesinos resolvieron, a costa de hambre, pagarse sus profesores. [...] Pero en esta ocasión, como en otras anteriores, tampoco se nos escuchó y también hubo que lamentar desgraciados hechos según los cuales, y de acuerdo a nuestras investigaciones, seres inescrupulosos se aprovecharon de la ocasión. Tal el caso de la hacienda “Tacanoca” en que existen intereses herenciales y mezquinos al margen de la cuestión campesina, como bien lo atestigua el hecho denunciado ya por alguna prensa local de que Luis Aliaga García, propietario de la hacienda “Carapata”, colindante de “Tacanoca”, denunció de forma categórica y terminante como único culpable de la muerte del Dr. Prieto y su sobrina Ana Vilela, al hermano de ésta, Guillermo Vilela, quien fue detenido y luego desafió a duelo a L. Aliaga García. Todo lo cual pone al descubierto la rastrera maniobra de los miserables gamonales y gobernantes que pretenden ante la opinión pública cargar tal crimen a la FOL. De los sucesos aún no esclarecidos de “Tacanoca”, y de otros inventados por las radios y la prensa, todos los reaccionarios de Bolivia se han valido para pretender descargar sobre la FAD y la FOL la lápida de la vindicta pública, acusando a nuestros compañeros, aún a los detenidos con anterioridad a esos sucesos, de ser los instigadores de tales acontecimientos, que no son ni los sucedidos ni todos los

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sucedidos. ¿Por qué, por ejemplo, la prensa y las radios de esta ciudad no han informado de la muerte a palos, cerca de Pujsani, de los siete parientes de Marcelino Quispe, secretario de la FAD? ¿Por qué no han informado de la violación de TREINTA Y UNA indiecitas (también mujeres bolivianas, señoras damos y damas de la sociedad paceña) cobardemente obrada por treinta soldados y un cura? ¿Por qué no han informado de las torturas con garrotazos, manoplas y la picana eléctrica a los indígenas y de entre ellos a los compañeros secretario y delegados de la FAD, como Marcelino Quispe, Evaristo Mamani, etc.? ¿Por qué no han informado del simulacro de fusilamiento que personalmente dirigió el Cap. Isaac Vincenti [...] contra nuestro compañero Modesto Escóbar el día miércoles a las dos de la mañana, pretendiendo que éste declarase ser del MNR? Con todo lo dicho queda abundantemente probada la actuación delictuosa de los patrones y la actuación cómplice del gobierno que hizo una demostración clara de su falta de criterio cuando, a raíz de los buenos deseos de la FOL, se gestionó el 31 de mayo una entrevista con el presidente Hertzog, la que fue lograda recién el día martes y en la que pareció encarrilarse una solución al conflicto agrario, para lo cual el presidente personalmente acordó para el día miércoles, a las diez de la mañana otra entrevista con los personeros de la FOL, pero sucedió que mientras éstos se hallaban en ante sala se hizo presente una delegación de los gamonales, presidida por varias sotanas, y el presidente Hertzog, saltando por encima de su palabra con la que día antes había acordado la audiencia a la FOL, y dando palpable prueba de su parcialismo con los explotadores [...] se negó a recibir a la FOL. [...] Comité de Defensa. La Paz, 10 de junio de 1947 (ATHOA).

Es llamativa la mención a un conflicto de linderos existente entre la hacienda Carapata y la hacienda Tacanoca, ya que estos intereses herenciales pudieron haber llevado al hermano de Ana Vilela a estimular a sus colonos para atacar Tacanoca. Sea como fuere, lo más probable es que, tanto el problema interpatronal, como el tema de los abusos a los indígenas y la sindicalización, se enlazaron como los motivos principales que terminaron en la oscura sublevación de Tacanoca, aunque obviamente la prensa y el gobierno sólo prestaron oídos a los terratenientes y a las clases dominantes alarmadas por la “barbarie india”. La represión determinó finalmente el confinamiento de doscientos indígenas a la zona del Ichilo, en los ardientes límites entre Cochabamba y Santa Cruz, región en la que los detenidos permanecieron más de seis meses en duras condiciones de

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hambre y maltrato. En esta zona tropical se había levantado un campo de concentración disfrazado de “Colonia Agraria Fiscal”, donde llegaron indios de varios departamentos del país acusados de instigar las rebeliones que sacudían al país. Estos confinamientos al Ichilo fueron justificados por Hertzog como una medida destinada a la “colonización de las tierras orientales”, pero en realidad esa denominación era sólo una etiqueta para encubrir su política de crueldad sobre los indígenas. El ideólogo movimientista Augusto Céspedes señalaba al respecto: Las actividades de sindicalización de los indígenas [...] dieron lugar también a otro género de represión más refinadamente cruel que el de la muerte violenta, y que consiste en transplantar por vía de castigo, masas enteras de población indígena del altiplano, milenariamente aclimatadas en la frígida altitud andina –4.000 metros sobre el nivel del mar– a campos de concentración situados en el corazón del trópico, zona del río Ichilo –200 metros sobre el nivel del mar–, con un clima tórrido y tierra selvática, aislada de civilización. Y aun cuando es de conocimiento de todos los escolares del mundo que Bolivia es acaso la nación más despoblada de América –tres habitantes por kilómetro cuadrado–, el presidente Hertzog justificó ese éxodo obligado de comunidades humanas con el aserto –evidentemente anormal– de que “el altiplano sufría los efectos de una total superpoblación” (cit. en Antezana E. y Romero 1973: 132).

Con todo, el estado de permanente rebeldía en distintas áreas rurales del país seguía latente; por ejemplo a principios de junio –mientras sucedían los hechos de Tacanoca– varias huelgas de brazos caídos en Tarija afectaban seriamente las cosechas de maíz, y al mismo tiempo en Sucre los indios de la provincia Zudañez asaltaban e incendiaban algunas propiedades de los terratenientes de la zona. Toda esta situación llevó a afirmar a Hertzog, en un mensaje al Congreso, que el país vivía “la más grave de las sublevaciones de nuestra historia”. El gobierno, en tensa desesperación por el desabastecimiento de productos agrícolas en las ciudades provocado por los conflictos, creó un cuerpo represivo especial para aplastar al movimiento indígena; así, y mediante decreto, se dio legalidad a la “Policía Rural”, una fuerza armada que, junto con el ejército, recorrió los campos cometiendo todo tipo de violencias y atropellos contra los indios movilizados. Pero eso no fue suficiente: el 26 de junio el 232 / Huascar Rodríguez García

ministro de Gobierno anunció la creación de “milicias civiles” en todas las poblaciones del altiplano norte, siendo éstas organizadas directamente por el ejército. Poco después, siempre con fines represivos, se anunció la construcción de pistas de aterrizaje en Achacachi, Puerto Acosta y otros pueblos, a la vez que varias autoridades militares dispusieron que destacamentos del Colegio Militar realizaran maniobras y ejercicios de guerra en distintas zonas del altiplano. Estos movimientos de tropas no hicieron otra cosa que incrementar la rabia e indignación de los indígenas, quienes no dejaron de mostrar una actitud amenazante y también belicosa. Entretanto, en el centro urbano de La Paz las cosas no eran muy diferentes pues los agentes del orden allanaban casas y sedes sindicales el momento menos pensado. Una noche la policía irrumpió en el domicilio de Peta y José –en uno de cuyos cuartos el grupo “Ideario” se reunía habitualmente porque ahí estaba instalada su biblioteca–, destruyendo y decomisando libros y folletos, razón por la cual Líber Forti y Oscar Vargas del Carpio, junto a otros activistas, tuvieron que tomarse muy en serio las cautelas que la clandestinidad exigía. Respecto de los presos, la situación de éstos era crítica, sobre todo para aquellos que fueron confinados al campo de concentración del Ichilo donde murieron treinta miembros de la FAD –entre ellos Marcelino Quispe– a causa del hambre, las enfermedades y los trabajos forzados de desmonte con que eran atormentados. Un manifiesto de la FAD, emitido la primera semana de enero de 1948, da cuenta de las condiciones a que fueron sometidos los detenidos en la cálida zona tropical: MANIFIESTO DE LA FEDERACIÓN AGRARIA DEPARTAMENTAL. INHUMANA MASACRE DE CAMPESINOS EN EL ICHILO La Federación Agraria Departamental adherida a la FOL, que desde el mes de mayo del pasado año viene sufriendo una brutal represión estatal y policíaca aconsejada por la nefasta oligarquía patronal, tendiente a aplastar al movimiento libertario y de cultura de las masas campesinas, sale nuevamente armada de la voz de la augusta verdad para denunciar ante la conciencia libre de todos los proletarios del mundo [...] la muerte inhumana y salvaje de treinta compañeros campesinos en el infierno del Ichilo, a manos del oprobioso régimen “democrático” de Hertzog.

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Por esta vez, cedemos la palabra a un órgano de prensa que nada tiene que ver con los postulados doctrinales e ideales de lucha de la FAD [...]. El Diario, en su edición del domingo 4 de enero del año en curso, registra una información enviada por su corresponsal en Santa Cruz, que bajo el título de “29 indígenas confinados murieron en el Ichilo” dice, refiriéndose al trato que las autoridades y el gobierno dieron a nuestros hermanos indios, lo siguiente: “Según las informaciones, de fuentes fidedignas, y la declaración formulada por los mismos indígenas, el trato que se les ha dado en el Ichilo no pudo ser sino el que correspondía a simples y vulgares delincuentes con el castigo del trabajo obligado y el hambre, ya que en varias circunstancias eran muchos los días que los indígenas no probaban ningún alimento, con la consecuencia de que muchos de ellos (29 según una autoridad policiaria) perecieron por inanición y debilidad física”. Ante la muerte de estos 29 compañeros agrarios, masacrados inhumanamente por el Estado con aplicación de la Ley del Hambre, la FAD [...] interroga a la conciencia de la humanidad: ¿Estos veintinueve humildes e infatigables trabajadores del campo, merecieron tan trágica muerte, por el sólo “delito” de organizarse en sindicatos y luchar por su emancipación social, económica y cultural? ¿Merecían tan tremenda agonía, esos trabajadores que sostienen a los oligarcas de la Política y a toda la caravana de sayones y policías, de lacayos y sirvientes del Capitalismo y el Clero que continúan esclavizando al pueblo? [...] Subrayamos otro párrafo que registra El Diario y que dice: “...ha habido una vez que nos han dejado sin comer durante siete días seguidos (habla un campesino confinado en el Ichilo), razón por la que han muerto muchos, y uno murió en el camino a Santa Cruz y otro que también ha muerto al llegar. Nuestra situación no puede ser sino desesperante en las condiciones en las que nos tienen: como puede constatar, la mayoría estamos con las ropas que hemos venido y que ya están convertidas en hilachas; fíjese en el cuerpo de todos y va ver que estamos siendo comidos por gusanos que se nos han metido dentro de la piel (boro); nadie nos cura y en el hospital tenemos 23 enfermos sin contar los cuatro que usted ve allí echados en el suelo, que ya están también enfermos” [...]. Escuchad mandones [...] la tierra sigue siendo vuestra, pero el indio ya no es el esclavo de antes, humilde y sumiso, es el que hoy dice –escucharlo bien–: lucharemos siempre por nuestra libertad, grabando nuestro grito de protesta en los surcos donde nos explotan, en los muros de las cárceles donde nos encierran, en los umbrales de la muerte misma. En todas partes, ahora, mañana y siempre. La Paz, 7 de enero de 1948. Comité de defensa de la FAD. ¡POR LA LIBERTAD DE LOS PRESOS DE LA FOL Y DE LA FAD Y CONTRA LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN DEL GOBIERNO DE HERTZOG! (ATHOA).

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Por otro lado, los presos de la FOL que no fueron enviados al Ichilo quedaron recluidos durante un año en el panóptico de la ciudad de La Paz y frente a la retardación del juicio y a la represión que no cesaba la central anarcosindical inició una campaña por la liberación de los detenidos. Luego, el primero de mayo, apareció el segundo número de F.O.L. en una de cuyas partes pueden leerse los siguientes párrafos: Consumado el atropello más grande de los últimos tiempos dentro el campo sindical [...] el Estado, en complicidad con los explotadores y amos de la tierra, tuvo la infantil y vana pretensión de destruir nuestros sindicatos [...] Un año de injusticias y de terror estatal, de martirologio y lucha libertaria [...] ¡Estamos en nuestro puesto, firmes, a pesar de todas las cárceles, las torturas, los campos de concentración y las masacres! Estamos en nuestro puesto porque sabemos que la Justicia y la Verdad tienen que triunfar, aunque para ello tengamos que fecundar con sangre, sudor y lágrimas la senda buena que nos abrirá el camino para formar la sociedad de Acracia [...] porque en la conciencia de cada obrero nació la luz de la fe por una humanidad mejor, fe que se ha ido convirtiendo en un sueño tan grande que se transformará en realidad: la organización de una sociedad ácrata, sin patrias ni leyes, sin amos ni esclavos. Nuestra organización sigue el rumbo libertario de toda buena organización sindical: la acción directa y el desconocimiento de todas las leyes, ya que todas ellas han sido hechas por hombres sirvientes del Capitalismo [...]. Por esa nuestra fidelidad al ideal libertario –anarco-sindicalista– todos los trabajadores que formamos en las filas de la Federación Obrera Local, hemos venido y venimos sufriendo toda clase de ataques por parte del Estado, el Capital y hasta del Clero [...]. El Clero también ha condenado nuestra humana y hermosa lucha por la liberación del Hombre [...] como en tiempos de la inquisición, pues es de recordar que en la manifestación preparada por los parásitos explotadores –patrones y curas– en Corpus [cristi] del pasado año, se pidió, en media plaza Murillo, que se asesine a los presos de la FOL [...]. No transamos combinaciones con ningún partido, porque sabemos que la política representa el odio, el crimen, la maldad [...] El Secretariado de Emergencia (F.O.L., N° 2. Primero de mayo de 1948).

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En la misma publicación se incluyen, bajo el título “La Voz de las Organizaciones”, tres manifiestos en los que se puede apreciar la crisis interna que atravesaba la organización de los carpinteros y la decidida y conmovedora disposición de lucha que los anarcosindicalistas todavía tenían a pesar de las terribles adversidades: DE LA USTM [...] Todos los demás trabajadores gremiales, empleados, burócratas, magisterio, etc., consiguen, año por año, aumento de haberes. Pero nuestro gremio hace tiempo que no ha planteado en forma seria y conjunta por un aumento de salarios. Al contrario nos hacemos mutuamente la competencia suicida tanto en la mano de obra como en los jornales. El valor del trabajo de muebles y puertas en lugar de subir, en relación al estándar de vida, se deprecia más y más. Los señores barraqueros nos venden la madera al precio que les viene en gana, y no hay quién haga nada contra este afán especulador. Por otro lado, llevamos una grave responsabilidad al no haber tomado una acción más decidida por la libertad de nuestro compañero Francisco Castro y otros que se hallan encarcelados por espacio ya de un año, sólo por el delito de profesar un profundo amor a la liberación social de los oprimidos, por lo cual, en misión de la FOL, fueron a fundar sindicatos y escuelas para nuestros compañeros labriegos en los feudos bárbaros de guante y bastón. DE LA FOF Casi un año de silencio ha sufrido también la Federación Obrera Femenina. [...] Es por eso que en la lucha libertaria, en el anarco-sindicalismo de nuestras inquietudes, hemos sufrido también desde el pasado año de 1947 hasta ahora, infinidad de inicuos atropellos de los bestiales policíacos del gobierno actual. Por el sólo hecho de esparcir nuestra verdad en volantes y manifiestos pidiendo la libertad de nuestros compañeros de lucha de la FOL. [...] No está demás decir que la Federación Obrera Femenina constituye la vanguardia del sindicalismo revolucionario de Bolivia. DE LA FAD [...] No es que la Federación Agraria Departamental pretende [...] cantar supremacía sobre las demás organizaciones ni menos cantar loas a sus héroes [...] que están en la cárcel, sufriendo un año de injusto martirio y esclavitud. ¡No! Por su condición anarco-sindicalista considera a sus miembros sólo como a hombres justos y buenos que luchan por un ideal noble. [...] Ninguna organización sindical puede hablar con más derecho que la Federación Agraria Departamental de la lucha revolucionaria en el agro [...] porque ella ha sentido en carne propia el garrote, la

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manopla y la picana eléctrica de las policías: el hambre, el cansancio y la muerte del confinamiento. Sólo la FAD, organización compuesta por INDIOS, podía comprender las esperanzas y sueños rebeldes y justos de su clase [...]. Introducido el campesino a la vida sindical por la FAD, embanderado por el humano lema de “Tierra y Libertad”, los dueños de vidas y haciendas [...] echaron sus gritos al cielo, pidiendo a Dios, al Estado y a la Ley que se castigue con sangre semejante atrevimiento de los “piojosos” y hambrientos esclavos de poncho y ojotas que habían tenido la osadía de solidarizarse y pedir libros, abecedarios, cuadernos. A este grito de los furibundos amos y de las pudibundas damas católicas, Dios prestó oídos [...]. Ese Dios frío e injusto de los ricos se mostró satisfecho de haber bendecido los códigos y los fusiles que tanta sangre india derramaron [...]. Secretariado de Emergencia (en ibid.).

En otra parte relevante de este periódico, con el título “Voces de aliento”, podemos observar cómo otros sectores obreros de La Paz se solidarizaron e identificaron con la FOL. Se puede ver, por ejemplo, la forma en que el semanario “El Pueblo” elogiaba a la FOL al tiempo que lanzaba duras críticas a la CSTB y a la FSTMB. Este panegírico de El Pueblo a los anarcosindicalistas publicado en F.O.L. dice: Viejos luchadores como somos tenemos autoridad y conocimiento para analizar la trayectoria de las agrupaciones revolucionarias que actúan en nuestro país. Lamentablemente la mayoría de las entidades obreras son llevadas siempre al fracaso por sus dirigentes. La CSTB, la FOS, la FSTMB, entidades que debían haber señalado rumbos auténticos de reivindicaciones, son conducidas por elementos mediocres, oportunistas, fáciles y hábiles para hacer piruetas [...]. CSTB, FOS, FSTMB y tuti cuanti, son manejadas por pícaros, por ignorantes, olvidando que la “La emancipación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores” [...]. Largo y cruel sería hacer una autopsia de las organizaciones obreras de Bolivia [...] cosa que no nos proponemos en este artículo sino hacer únicamente una comparación de las actuales entidades obreras, cuál es la más firme, la más decidida, la más leal en sus convicciones. Sin temor de ser contradecidos, es la FOL. Esta vieja agrupación está compuesta por elementos decididos, sectarios, cerrados en sus principios y por qué no decirlo, principios sanos, nobles, elevados, sublimes , que juegan su libertad y hasta la vida misma en aras de sus principios. No entienden de transacciones; no se detienen en cálculos, no retroceden ante los peligros, por eso, las verdaderas masas proletarias, siguen también sectariamente, cerradamente,

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ciegamente a la FOL. La muestra es que, cada 1° de mayo, la más disciplinada de las manifestaciones es de la FOL. Frente a esta entidad compuesta de elementos sanos y decididos, las persecuciones tomadas contra sus dirigentes, nada hace ni le hace, porque están formados en la lucha, en las persecuciones, en el martirio. La FOL encuentra su aliento y su valor, precisamente en las persecuciones, en el martirologio de sus componentes. El Pueblo, vocero que interpreta las puras y auténticas aspiraciones de los trabajadores en la hora del sacrificio, se pone al lado de la FOL, porque también ya en otra hora, supo juntamente con los personeros de la FOL, soportar el martirio de la cárcel y del confinamiento. Con los auténticos y nobles dirigentes del proletariado boliviano, estamos nosotros, porque a los dirigentes verdaderos se los conoce no en fiestas, no en bailes, sino en las horas duras de las persecuciones, en las horas cruciales de las ofensivas de la reacción (en ibid.).

Más adelante, en una columna llamada “La voz de nuestros presos”, se rescatan los testimonios de algunos detenidos en la cárcel de La Paz y en el Ichilo: Nuestro viejo compañero Modesto Escóbar, al saludar a los trabajadores del mundo dice: “Jamás nos atemorizó las cárceles ni los confinamientos. Al iniciarnos, los libertarios, a la lucha por un mundo mejor [...] sabíamos que tenemos que recorrer esta senda porque, como hombres de lucha, cumplimos nuestro deber para con el mañana de nuestros hijos. Desde el año pasado estamos encerrados por el sólo delito de amar a nuestro hermano indio, [...] de querer hacer de él un hombre feliz, un ser que debe tener un pedazo de felicidad que le debe la vida, y que criminalmente les roban los dueños de la tierra. [...] No pedimos clemencia, pedimos justicia”. [...] Hugo Aguilar, joven de 21 años, y que pese a su edad la gran canalla social lo ha enterrado tras los muros de una cárcel, nos dice: “Aunque soy bastante joven en la lucha social, estoy convenciéndome que las cárceles, las leyes y los códigos se han hecho para juzgar y torturar a los hombres que aman la libertad [...] ¿Por qué estamos aquí? Porque hemos visto en los esclavizados obreros y campesinos a nuestros hermanos y hemos querido luchar con ellos por la emancipación de nuestra pobre clase explotada [...]”. Esteban Quispe, el apaleado y martirizado militante de la FAD, también tiene dedicadas algunas frases para el mundo obrero, y muy especialmente para los campesinos del altiplano. Quispe dice: “Casi nada tengo que agregar a lo que en anterior oportunidad dije a los reporteros de diversos periódicos. Si es preciso morir por la libertad de mi clase, sacrificaré mi existencia. Nosotros

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los indios sabemos que somos ignorantes, y lo somos porque el Estado y las leyes nos han privado desde tiempos inmemoriales del abecedario, de la escuela [...]. Queremos que nuestros hijos no tengan que padecer hambre ni miseria, que no tengan que mendigar ni humillarse para comer un pan. Queremos ser libres, como lo fuimos antes de la conquista” (en ibid.).

Aquel primero de mayo de 1948 las federaciones libertarias, mediante un voto resolutivo, acordaron no participar en la tradicional manifestación de esa fecha, en protesta por la reacción gubernamental y en señal de duelo por los muertos en el Ichilo. También hay que señalar la destacada labor por la libertad de los presos que desplegó la FOF, pues a partir de junio de 1947 la organización femenina realizó una gran campaña utilizando diversos recursos: desde manifiestos publicados en el semanario El Pueblo y reclamos a los tribunales, hasta entrevistas personales con Hertzog. Pero todo fue en vano y los presos folistas encerrados en el panóptico de La Paz se vieron obligados a llevar a cabo una huelga de hambre que duró una semana y que fue apoyada por movilizaciones en las afueras de la cárcel al iniciarse el séptimo mes de 1948. El 10 de julio el juez asignado al caso declaraba procedente el beneficio de libertad provisional solicitado a favor de los dirigentes y miembros de la FOL y la FAD y, tres días después, se les puso finalmente en libertad al no haberse comprobado la culpabilidad de estas organizaciones en los sucesos de las haciendas Anta y Tacanoca (Antezana E. y Romero 1973: 169-174). En el transcurso de todo el proceso de investigación los sobrevivientes del Ichilo fueron también devueltos a sus lugares de origen, y muchos de ellos regresaron en deplorables condiciones de salud por los maltratos y las enfermedades tropicales. No obstante Modesto Escóbar, considerado un “duro” y el principal agitador anarquista en el campo, permaneció más de dos años en la cárcel, sin juicio ni sentencia, siendo incluso trasladado, durante 1949, al temible campo de detención y tortura ubicado en la isla Coati del lago Titicaca. Prueba de esto es una carta enviada el 18 de julio de 1949 por la FOL a la FSTMB, en la que se pide a la organización minera coordinar esfuerzos para liberar a Escóbar y a otros presos que continuaban secuestrados por el Estado (ATHOA).

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En fin, los duros golpes represivos que cayeron sobre los folistas desde mayo del año 47 debilitaron enormemente a sus sindicatos los cuales, pese a la radicalidad y al optimismo de los discursos, perdieron gran parte de su fuerza y nunca volvieron a alcanzar un nuevo impulso organizativo de importancia. Pero los últimos años de la década de los 40 también fueron tristes para los folistas porque José Mendoza murió en junio de 1948 a causa de la herida que recibió en su brazo durante la caída de Villarroel: el carpintero había quedado con su miembro derecho totalmente inutilizado y fue a Chile en busca de ayuda médica donde recibió la solidaridad de varias organizaciones anarquistas de Santiago. Sin embargo su caso iba de mal en peor y José volvió a La Paz para dejar este mundo casándose poco antes “en artículo de muerte” con Peta, debido a presiones de la familia Mendoza y en virtud de trámites legales vinculados con un terreno. La represión a los y las dirigentes de la FOL y de la FOF se extendió hasta mayo de 1949, cuando en una sorpresiva acción la policía descabezó a estas organizaciones siendo detenidos casi todos los miembros de las directivas, entre quienes cayó nuevamente el joven Hugo Aguilar junto a José Clavijo, Cata Mendoza, Tomasa Chávez y otros, además de algunos integrantes de “Nuevos Horizontes” que por entonces continuaban asesorando y apoyando a los folistas (El Pueblo, 21 de mayo de 1949, cit. en Wadsworth y Dibbits 1989: 174). Este nuevo golpe a la FOL fue fulminante ya que después de él sobrevino un gran desbande de sus sindicatos y un incremento de la obsesiva represión contra ellos. Dichos apresamientos probablemente se debieron a que entre 1948 y 1949 algunos sindicatos de la FAD continuaron provocando tensión en varias zonas del altiplano de forma autónoma y esporádica, lo cual no estuvo ausente de problemas internos tal como se puede deducir de algunas aseveraciones de Álvarez Mamani quien, por sus posiciones reformistas y cercanas al MNR, fue considerado persona no grata por parte de los simpatizantes de los ácratas en el agro. Álvarez Mamani renegaba injustamente contra la FOL y la FAD en los siguientes términos:

Después de los confinamientos a Ichilo, la FOL fue duramente cuestionada por muchos de sus adherentes. Varios campesinos que estuvieron presos, firmaron un manifiesto en que comunicaban que habían dejado la FOL porque los había abandonado durante el período de encarcelamiento y confinamiento y que entonces ya no podían creer en esa organización [...]. Entonces, como a fines del 47 estas organizaciones fueron duramente reprimidas y tenían dificultad para funcionar como antes, varios de sus secuaces pasaron a luchar conmigo y otros se dieron a la pasividad. [...] La FOL, así como después los sindicatos mineros, tuvieron la capacidad de reunir a gran cantidad de campesinos, hombres y mujeres; estas concentraciones tenían el objetivo de aparentar ser muchos, pero no los instruían, ni los educaban, ni explicaban lo que querían hacer en el campo; simplemente los campesinos tenían que escuchar pasivamente y eran llevados a cualquier lado, siempre los mismos, para hacer creer que la organización era realmente grande. [...]. Al mismo tiempo, en esa temporada se daban muchas tomas violentas de las tierras [...] Muchas de esas agitaciones todavía fueron dirigidas por la FOL, y sobretodo por un señor Castro y un señor Quispe, de Jalantani, con los cuales no tuvimos ni una charla porque nos acusaban de ser mistis.107 Otros puntos estratégicos de la FOL, aparte de Pacajes, eran Nor Yungas, Coripata, Achocalla, la provincia Los Andes, y en esas zonas yo no podía entrar porque no me alojaban ni me llamaban, más bien los campesinos adherentes a la FOL me amenazaron, avisándome que era mejor que me cuidara el pellejo. De esa manera, en muchas áreas no pude llegar... (en Ranaboldo 1987: 141-155).

Tras leer tales declaraciones es posible inferir que luego de las rebeliones del año 47 la injerencia del MNR en las organizaciones campesinas a la postre produjo divisiones y conflictos al interior del movimiento indígena. El MNR había ido creciendo día tras día y cooptó fácilmente a Álvarez Mamani quien, convertido en el personaje central de la intervención movimientista en el agro, contribuyó a fracturar finalmente a la FAD y a otros núcleos campesinos radicales que todavía se mantenían autónomos frente a toda acción partidaria hasta 1949.

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Mestizos exitosos desvinculados del mundo indio.

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CAPÍTULO V LA AGONÍA Y LA DISOLUCIÓN FINAL (1947-1965) La caída de una oligarquía No hay nada tan terrible como no ser dueño de la victoria que uno mismo ha obtenido. René Zavaleta Mercado. Después de que los folistas sufrieron la gran represión por algunas de las rebeliones altiplánicas de 1947 atribuidas a ellos, las tareas de agitación en el campo, y también en las ciudades, quedaron a cargo de otras fuerzas, entre las que se destacaba con mayor nitidez el MNR a través de sus propagandistas reclutados entre dirigentes obreros –particularmente Lechín y sus mineros de la FSTMB– e indígenas como Álvarez Mamani. Respecto de los mineros hay que señalar que la Tesis de Pulacayo108, aprobada mediante la influencia del POR, había insuflado un nuevo ánimo combativo en los obreros del subsuelo, lo que forzó al MNR a radicalizar ligeramente su discurso y deshacerse parcialmente de sus elementos fascistas. La presencia minera en el escenario político fue adquiriendo cada vez más importancia, particularmente desde que la FSTMB y el POR –siguiendo la resolución de la Tesis de Pulacayo de crear un “bloque parlamentario minero”– participaron de las elecciones de enero de 1947 introduciendo en los laberintos palaciegos a personajes como Lechín y el propio Guillermo Lora, entre otros, en calidad de senadores y diputados.109 108

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La Tesis de Pulacayo fue un documento escrito por Guillermo Lora y presentado por los delegados del sindicato de Siglo XX y Llallagua al Congreso extraordinario (IV congreso) de la FSTMB, evento desarrollado en Pulacayo durante noviembre de 1946. Se trata de una adaptación boliviana del “Programa de Transición” escrito por Trotsky en 1938. La Tesis de Pulacayo planteó la revolución y la “dictadura del proletariado”, considerando al país como “capitalista atrasado” y al proletariado como la “clase revolucionaria por excelencia”. Pero pese a su radicalidad la Tesis también proponía “convertir al parlamento en tribuna revolucionaria”, lo que llevó a los mineros a ser partícipes de las elecciones de 1947. La historiadora Magdalena Cajías en un ensayo denominado El componente anarquista en el discurso minero del pre-52, plantea la descabellada hipótesis

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Pero al ver que las cosas no cambiaban mucho, y ansiosos de volver al poder a toda costa, los dirigentes movimientistas consiguieron organizar un levantamiento que estalló en septiembre de 1949, a través de grupos civiles que combatieron al ejército durante dos meses en casi todas las capitales provinciales, los que llegaron incluso a establecer un “cuartel general provisional” en Santa Cruz. Tras este fracasado intento insurreccional conocido como la “guerra civil del 49”, y cansado de los desbordes, Hertzog se alejó del poder acosado por diversas presiones al interior de su gabinete dejando el gobierno a cargo del hasta entonces vicepresidente Mamerto Urriolagoitia, terrateniente que incrementó la represión no sólo contra el MNR, sino contra toda manifestación crítica al orden oligárquico. Llegado el primero de mayo de 1950 la agonizante pero aún existente FOL organizó una concentración y mitin con los pocos sindicatos afiliados que todavía tenía. Algunas partes del manifiesto emitido aquel día muestran cómo los folistas continuaban consecuentes con sus principios anarquistas, planteando la posibilidad y necesidad de una “socialización de los medios de trabajo y de riqueza” frente a la propuesta de la FSTMB y del MNR de “estatización” o “nacionalización”: de que el anarquismo fue una ideología subyacente en los comportamientos sindicales y políticos de la FSTMB, y que la plataforma de lucha de la Tesis de Pulacayo refleja una influencia anarcosindicalista (2004: 18-58). Esta autora sustenta tal planteamiento afirmando que tanto la Tesis de Pulacayo como algunos discursos y praxis de los mineros reivindicaron los conceptos y consignas de acción directa, autogestión e independencia sindical. Sin embargo no puedo estar de acuerdo con esta hipótesis porque los hechos demuestran lo contrario. En primer lugar la FSTMB nació al amparo del gobierno de Villarroel y del MNR, lo que evidencia una clara injerencia estatal y partidaria en la organización minera desde su nacimiento. En segundo lugar está el hecho de que el POR, encaramado en la FSTMB, llevó a la dirigencia minera a participar en las elecciones, legitimando de esta manera la lucha electoral, “democrático-burguesa” dirían, y echando por los suelos la consigna de “independencia sindical”. Es decir que, aunque probablemente había un sincero anhelo en muchos mineros de base para llevar a la práctica ciertos postulados de tono libertario, en la realidad las dirigencias vaciaban de contenido esas consignas con el consentimiento y complicidad de los sindicatos; prueba de ello es que Lechín fue el líder indiscutido de la FSTMB durante varios años, sin dar oportunidad a nuevas generaciones, institucionalizando así un estilo burocrático y autoritario de sindicalismo. Finalmente, como menciona la propia Magdalena Cajías, el movimiento minero organizado en la FSTMB participó en la construcción de un nuevo Estado a partir de 1952. Estas pautas de acción de la FSTMB no tienen nada que ver con el anarcosindicalismo y la interpretación de Cajías me parece poco seria.

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MANIFÍESTO DE LA FEDERACIÓN OBRERA LOCAL A los trabajadores de los talleres, las minas y el campo: La Federación Obrera Local, en estos instantes de confusionismo sindical, intenta canalizar, como partidario de la absoluta libertad de acción del movimiento obrero, la postura revolucionaria de los trabajadores. Pregunta: ¿Ha sido beneficiado en algo el proletariado [...] al girar dentro de la órbita de los partidos y de los gobiernos? [...] La experiencia de nuestras luchas nos hace que analicemos desde el punto de vista sindical libertario los factores que han obstaculizado en todos los tiempos el avance en un sentido progresivo y emancipador de los movimientos obreros [...]. [Estos factores] en la actualidad lo constituyen, indudablemente, la injerencia política y autoritaria, que con el apoyo de los gobiernos y del capitalismo, se han venido introduciendo en las organizaciones obreras, desvirtuando así toda manifestación emancipadora [...]. Pero sí, cuando el movimiento obrero pretende determinar libremente su estructura, sus medios de lucha y objetivos definitivos, todas sus acciones se desenvuelven fuera de todo compromiso político y, por ende, contra el Estado. De esta manera los trabajadores van adquiriendo poderío de su función creadora, con el fin de capacitarse en la administración de su propio producto, para llegar a la socialización, entiéndase bien que es diferente a la estatización, de los medios de trabajo y fuentes de riqueza, manteniendo una independencia mutua con las diferentes ramas de la producción del país, de acuerdo con el sistema federalista, con lo que se garantiza la libertad y la personalidad individual en la convivencia social. [...] ¡Todos al miting, lugar de reunión: Avenida Montes a horas 9 de la mañana! La Paz, 1° de mayo de 1950 (ATHOA).

Sin embargo nada contenía el avance del MNR sobre los sectores laborales y populares: el mismo mes de mayo obreros fabriles de La Paz transformaron una huelga en otra breve insurrección instigada por los movimientistas que, después de recibir fuego de artillería y de la aviación, terminó prontamente sofocada. Con estas acciones el MNR convirtióse en la principal organización dentro del movimiento obrero, aun cuando sus militantes y dirigentes trabajaban desde la clandestinidad y el exilio. Por otra parte es necesario señalar que la FAD, aun con la represión desatada en su contra, seguía realizando actividades a fines de 1950 con el apoyo de una “Sección Cultural”, integrada por elementos urbanos vinculados con “Nuevos Horizontes” y por algunos ex miembros del desaparecido grupo “Ideario”

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que había dejado de existir en 1949. Esta denominada “Sección Cultural” de la FAD llevó a cabo, desde la segunda mitad de 1950, una esforzada labor educacional editando mensualmente un boletín llamado La Voz del Campo, publicación que además de contener consejos prácticos referidos al cultivo y a otros aspectos técnicos del trabajo agropecuario, desarrollaba una campaña de alfabetización rural. Además de La Voz del Campo, la “Sección Cultural” difundía otro boletín llamado Nuestra Cartilla destinado más específicamente a la enseñanza de la lectura y la escritura. El número dos de la La Voz del Campo, publicado el onceavo mes de 1950, cita una mención que hizo el diario Última Hora –cuya fecha no se indica– a esta labor alfabetizadora: El Boletín [La Voz del Campo] resume el interesante plan de labores que se ha trazado esa organización (FAD), señalando asimismo los alcances de la obra que ha resuelto propiciar y que abarcará importantes núcleos indigenales. La propia organización está integrada por elementos campesinos. En el mencionado Boletín, existen instrucciones ilustrativas de carácter agrícola que orientarán, sin duda, al trabajador del campo [...] Merece, por tanto, aplausos esta resuelta tarea de esa organización y esperamos que sus objetivos los cumpla satisfactoriamente (cit. en La Voz del Campo, N° 2. Noviembre de 1950).

Los residuos de la FAD, articulados por la “Sección Cultural”, se concentraron en la alfabetización abandonando la demanda de construcción de escuelas y la lucha por la sindicalización agraria y la recuperación de tierras. Tal vez por eso La Voz del Campo recibía el apoyo de Última Hora que, viendo lo inocuo de la alfabetización despojada de sindicalismo, aplaudía esta actividad cultural considerada ahora digna de apoyo a diferencia de 1946 y 1947. Luego, tras meses de nuevas y viejas tensiones en el típico clima de invariable inquietud social que caracteriza a Bolivia, llegaron las elecciones presidenciales de mayo de 1951 en las que se permitió participar a los movimientistas, aunque prohibiéndose el retorno de su candidato Víctor Paz Estenssoro que se encontraba refugiado en Argentina. Entonces, y para escalofrío de las clases dominantes, el MNR ganó la contienda electoral con gran apoyo de la clase media y gozando de una clara mayoría: 246 / Huascar Rodríguez García

39.000 votos sobre los republicanos que sólo obtuvieron 13.000, y muy por encima del PIR, que apenas consiguió 5.000. El clásico sistema oligárquico de dominación estaba totalmente descompuesto. En un último esfuerzo para evitar el ascenso del MNR las elites políticas y económicas, junto con el ejército, decidieron luchar hasta el final: a poco tiempo de las elecciones Urriolagoitia renunció transmitiendo ilegalmente el mando del país a los militares, quienes pusieron al general Hugo Ballivián en el cargo de presidente. Como puede suponerse, el nuevo gobierno anuló las elecciones poniendo fuera de la ley al MNR bajo el pretexto de que el “comunismo” no tenía cabida en Bolivia. Pero esta desesperada maniobra de la “rosca” no hizo otra cosa que acelerar la insurrección definitiva que estallará al año siguiente. En unas circunstancias tan especiales, con tan elevados niveles de descontento social, explotación y miseria, cualquier grupo con mínimas capacidades orgánicas y militares hubiera podido catalizar el alzamiento de las multitudes y la subversión total de la sociedad, y a principios de 1952 lamentablemente ninguna organización tenía estas capacidades tanto como el MNR. Conscientes de la favorable situación, los movimientistas planificaron un audaz y rápido complot bajo el estímulo de Hernán Siles Zuazo –hijo del ex presidente Hernando Siles–, quien contaba con el apoyo de Antonio Seleme, personaje que por entonces era jefe de los carabineros de La Paz y ministro de Ballivián. Paradójicamente Seleme era conocido por sus acciones represivas antimovimientistas, pero en una reunión secreta a principios del cuarto mes de 1952 juró lealtad al MNR manifestando su disposición para liderizar militarmente un alzamiento que tenía objetivos muy limitados, pues se esperaba conformar un gobierno cívico-militar que convocaría a nuevas elecciones el mismo año. Pero Ballivián empezó a sospechar y Seleme quedó destituido de sus cargos por lo que las acciones tuvieron que desarrollarse con extraordinaria rapidez: la madrugada del 9 de abril varias unidades armadas del MNR y los carabineros de La Paz ocuparon exitosamente el centro de la ciudad proclamando “la revolución”. Sin embargo estos grupos contaban con pocas municiones y corrían el riesgo de ser aplastados por nueve regimientos militares y ocho mil hombres todavía subordinados al régimen. Frente a esto Seleme empezó a dudar de

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toda posibilidad de triunfo y entregó la responsabilidad del alzamiento a los civiles al final de la tarde, huyendo después a la embajada chilena en busca de refugio. Durante las horas siguientes se desataron intensos combates al principio en clara desventaja para los levantiscos, hasta que los trabajadores fabriles y los sectores populares en general se plegaron a la lucha callejera. Como ha señalado Zavaleta Mercado, la insurrección se desarrolló sin mando centralizado alguno y tuvo un carácter espontáneo (1985: 99), situación en la que los miembros de los pocos sindicatos de la FOL se autoconvocaron dispersándose entre la masa y solicitando las escasas armas que habían juntado los movimientistas y los carabineros. De esta manera muchos folistas combatieron permaneciendo en el vórtice de los sangrientos acontecimientos revolucionarios: al parecer, ahora sí había llegado por fin el tan ansiado momento del enfrentamiento armado y definitivo, la posibilidad de derrocar a la vieja oligarquía de una vez por todas. Según el relato de James Dunkerley (2003: 67-71), en un momento dado de la noche del 10 de abril las tropas gubernamentales se dieron cuenta que los trabajadores rápidamente organizados en grupos guerrilleros combatían con cada vez más eficacia por su mayor conocimiento del terreno y porque, en su mayoría, actuaban por cuenta propia. Así, las columnas del ejército que descendían desde El Alto e intentaban moverse desde Miraflores y San Jorge tuvieron que detener su avance en reiteradas ocasiones, más aún cuando varios reclutas se rendían y se pasaban al populacho. Por su parte, los oficiales actuaban con dubitaciones y caprichos: algunos mantuvieron a sus hombres en rígida formación y otros se retiraron precipitadamente o sencillamente desaparecieron. Pero en estos momentos el ejército estaba lejos de ser derrotado, y sus jefes ordenaron a la artillería disparar contra los barrios obreros mientras una luna llena y rojiza iluminaba la tenue oscuridad de la ciudad provocada por el corte de energía que los militares habían dispuesto. La lucha fue feroz y se extendió hasta el amanecer del 11 de abril, cuando el ejército descubrió que sus vías de retirada eran cortadas por pequeñas columnas de mineros de Milluni que interceptaron y asaltaron un tren con municiones para posteriormente atacar exitosamente la base militar de El Alto, de tal suerte que los 248 / Huascar Rodríguez García

defensores de la “rosca” quedaron atrapados entre dos fuegos. A este golpe se sumó la noticia del triunfo de la revolución en Oruro gracias a la acción de los trabajadores de la mina San José, cuyo sindicato habían creado los anarquistas en 1930. Zavaleta Mercado (1985: 98, 99) señala que fueron los mineros de San José quienes tomaron la ciudad mediante un sacrificado combate que impidió el paso de las tropas del sur hacia La Paz y favoreció la concentración de una multitud enfurecida en el centro de Oruro. Hacia el ocaso del 11 de abril, y luego de tres días de furiosos combates que cobraron más de seiscientas vidas, las masas armadas y efímeramente desacaudilladas controlaban los principales centros urbanos del país. Fue así que un heterogéneo movimiento sin dirección política clara, y espontáneamente movilizado a partir de la acción movimientista, logró la increíble hazaña de derrotar a un ejército profesional entero, y lo que iba a ser un típico golpe de Estado más se convirtió en una insurrección de magnitudes gigantescas capaz de subvertir por un momento el viejo orden que se había impuesto desde la fundación misma de la república. Ciertamente el aspecto más notorio de todo esto fue la rápida eliminación del ejército, pues en casi todas las revoluciones la destrucción de las fuerzas armadas supuso un largo y penoso proceso de guerra, mientras que en Bolivia el ejército de la oligarquía terminó anulado en 72 horas de combate. El centro de La Paz quedó regado de uniformes y fusiles esparcidos por doquier, y los trabajadores recogieron todo aquello para formar milicias populares y obreras al tiempo que los jefes del MNR se acomodaban apresuradamente en el palacio de gobierno. Cuatro días después del triunfo del 11 de abril Paz Estenssoro descendía desde el aeropuerto de El Alto aclamado por más de sesenta mil personas que portaban pancartas con mensajes como: “El MNR es el pueblo”, “Nacionalización de las minas”, “Reforma Agraria”, “Villarroel mártir/Estenssoro salvador” y “Bienvenido padre de los pobres”. Ya en la plaza Murillo la comitiva oficial tardó una hora en avanzar la media cuadra que separa la catedral del palacio gubernamental, debido a la gran cantidad de personas concentradas en el lugar que aguardaban ruidosamente las palabras del recién llegado (Dunkerley 2003: 70, 71).

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Los pocos folistas sobrevivientes a los avatares de los últimos cinco años se habían reunido silenciosamente en los márgenes de la multitud y, con una mezcla de escepticismo y expectación, presentían con impotencia que algo muy grave y trágico estaba a punto de consumarse. Paz Estenssoro, el nuevo presidente a partir de aquel momento –los rituales legales se hicieron poco después–, abrió su discurso con las palabras “jacca t’anta uthjani” (habrá mucho pan); acto seguido, y ya en su propio idioma, lanzó una serie de insípidas promesas que pese a su tibieza consiguieron la ovación de la obnubilada masa dispuesta a entablar nuevas relaciones de servidumbre, esta vez de forma voluntaria, con los flamantes gobernantes. “Todo está perdido, todo ha sido en vano: la revolución ha muerto al nacer” pensaron casi al unísono Rosa, Luis, Peta, Lisandro, José, Modesto, Cata, Juan de Dios, Hugo… Los corazones y las gargantas de este puñado de hombres y mujeres se estremecieron dolorosamente mientras alguna lágrima robaba por un rostro moreno y curtido por el sol. Ahí estaban las y los folistas, de pie, ellas y ellos, aquellos trabajadores que habían entregado sus vidas por la causa de la revolución y la libertad; estaban ahí, frente a la derrota, frente al fin de un sueño, un sueño ahora imposible, y al mismo tiempo que la multitud exacerbada aplaudía a los nuevos amos tras el discurso de Paz Estenssoro alguien murmuró: “vámonos, no tenemos nada que hacer aquí”. Pero evidentemente no todos se fueron. No haré, en los límites de este libro, un análisis de los logros, conquistas, contradicciones y problemas de la revolución de 1952; simplemente señalaré que este gran suceso puso al movimiento obrero, como nunca antes, en medio del poder político. Coincido con Klein (1995: 9) en que la revolución del 52 fue un lance incompleto y que compartió, en una perspectiva comparativa, más cualidades de la Revolución Francesa que de la Revolución Rusa, ya que destruyó a una elite tradicional de ribetes feudales –o más propiamente coloniales–, y llevó al país hacia la corriente de la sociedad moderna sin destruir el orden de clases. En suma, y como es bien sabido, la revolución se planteó a partir de la contradicción general entre la “nación” y la “antinación”, y no a partir de las contradicciones de clase. El MNR deformó los contenidos del proceso y constituyó una nueva –o acaso se diría más bien una auténtica– burguesía, esta 250 / Huascar Rodríguez García

vez “nacional”, realizando reformas que no evitaron el ingreso de capital transnacional en el país, pues los dirigentes movimientistas plantearon la modernización de Bolivia dentro los marcos de la economía capitalista. Implementar modestos planes de integración y de acumulación burguesa bajo un disfraz populista, esta era la visión del MNR y para tan poca cosa fue necesario destruir todo el aparato estatal previo con una revolución y con cientos de muertos. Y es que la denominada “ideología del nacionalismo revolucionario”, elaborada en los años 40 por una elite de intelectuales y que se consolidó a partir de 1952, se basaba en el proyecto de construir un verdadero Estado-nación, “inclusivo” e “igualitario”, conciliando a las fracciones tanto de derecha como de izquierda en torno a difusas ideas como “modernización”, “progreso” y “desarrollo”. Con tales objetivos el “nacionalismo revolucionario”, en la práctica, construyó un capitalismo de Estado logrando abortar el proceso de rebelión permanente iniciado en la primera mitad del siglo XX, y condujo al país hacia nuevos y largos períodos de autoritarismo y privatización. De hecho, como marco ideológico, el “nacionalismo revolucionario” tuvo tanta influencia en los procesos políticos bolivianos que su vigencia sigue hoy presente pero obviamente con matices disímiles. En síntesis, la revolución destruyó a una oligarquía para poner en su lugar a otra que, aunque inicialmente compartió funciones de gobierno con dirigentes del movimiento laboral, no tardó mucho tiempo en desembocar en nuevas dictaduras anti-obreras y proimperialistas. Entonces puede decirse, con Zavaleta Mercado (1985: 100), que la revolución tuvo finalmente un carácter democrático-burgués, pues lo que define a una revolución no es lo que se quiere de ella, sino el curso objetivo que sigue y las tareas que se ejecutan.

Un nuevo corporativismo: la COB y los efectos de la revolución Desde el inicio del nuevo escenario se produjo un gran proceso de cooptación y manipulación sindical creándose, durante el 17 de abril, una nueva, poderosa y burocratizada entidad laboral: la Central Obrera Boliviana (COB), instancia que se constituyó inicialmente en la organización más importante aliada con el régimen.

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La flamante Central nombró tres ministros obreros y uno de ellos fue Lechín, secretario general de la FSTMB quien, convertido en jefe de la COB, a la vez se hizo cargo del Ministerio de Minas y Petróleo. A partir de ese momento el clientelismo, la corrupción y el manoseo sonriente se convirtieron en las características principales del movimiento obrero, situación que los sindicatos folistas denunciaron sin que, por supuesto, nadie les prestara oídos. El desmantelamiento del agonizante anarcosindicalismo fue acelerado tanto por el partido como por la nueva Central Obrera: muchos trabajadores vieron la oportunidad de mejorar sus condiciones buscando puestos en la burocracia estatal mediante su incorporación al MNR y la cantidad de empleados públicos se duplicó en poco tiempo para acomodar a los nuevos militantes movimientistas. Por otro lado la estructura jerárquica y patriarcal de la COB estableció que todas las organizaciones laborales tenían que afiliarse a la nueva Central, de modo que los pocos sindicatos libertarios todavía existentes hasta ese entonces empezaron a desaparecer o a integrarse a la COB, determinando todo esto la muerte de la FOL a pocas semanas de ocurrida la gran insurrección de abril.110 Un folista constructor señala:

la COB y el MNR estuvo marcado por una relación esquizofrénica que nunca dejó de irritar a los sindicatos y al partido, y poco a poco el movimiento obrero permitió la consolidación y el fortalecimiento irreversible de sus próximos verdugos. Las sucesiones gubernamentales siguientes –todas del MNR– se desarrollaron sin interrupciones: luego de la primera gestión de Paz Estenssoro, entre 1952 y 1956, subió al poder Hernán Siles Suazo quien gobernó entre 1956 y 1960, y más tarde Paz Estenssoro otra vez entre 1960 y 1964. La estadía de tres períodos consecutivos del MNR –más de once años– en el poder, se explica porque con la revolución se decretó el voto universal que convirtió en clientela política a la gran masa indígena cooptada por el partido, garantizándose así las sucesivas reelecciones movimientistas. A mediados de la década de los años 80 algunos de los y las folistas sobrevivientes hasta ese momento coincidían, a la hora del balance de su experiencia sindical, en que la COB obstaculizó la ansiada emancipación de los trabajadores: La consolidación de ese manejo de las organizaciones desde el Estado se ha dado con la fundación de la COB. No hay que olvidar cómo el gobierno del MNR ha comenzado a subyugar a todas las organizaciones. Así toda la fuerza revolucionaria [...] se ha ido aplastando, precisamente porque ya estaban bajo el dominio del Estado. [...]. Así, la corrupción que ahora estamos viendo en las organizaciones sindicales ha entrado por el lado de las direcciones, por eso se pelean por integrar las direcciones, y aunque no les paguen, siempre reciben prebendas de las autoridades, y los dirigentes son susceptibles de recibir una coima por aquí, otra por allá... por la vanidad de ser representante. En cambio, en la Federación [FOL], las direcciones eran rotativas, el compañero que se creía el menos capacitado, ése podía estar a la cabeza, y el resto estaba en la base (José Clavijo en Lehm y Rivera 1988: 244, 245, 246).

Cuando ya ha entrado el movimiento [nacionalista revolucionario] hemos fracasado, ya nadie aportaba sus cuotas, entonces hemos tenido que recoger los muebles de la FOL y llevarlos a una y otra parte, y desde el MNR ha quedado en nada ya (Juan de Dios Nieto en THOA 1986a: 69).

De aquí en adelante la COB “co-gobernó” el país constituyendo una forma de administración y convivencia que algunos llaman “poder dual”. Pero cualquiera sea la caracterización utilizada para denominar los vínculos de la COB y el MNR en el gobierno, el caso es que se trató de un reparto desigual del poder mediante el cual el propio Lechín llegó a la vicepresidencia en 1960. El co-gobierno de 110

Magdalena Cajías, en el ensayo anteriormente citado, señala que la COB se apoyó en la perspectiva del anarcosindicalismo, y que la influencia ácrata compitió con el discurso obrero oficial marcado por las pautas del nacionalismo revolucionario y del marxismo. En otros términos el discurso anarquista, según Cajías, sobrevivió al 52, se “coló” y continuó marcando el accionar del movimiento obrero boliviano encarnado en la COB (2004: 18,19). Estas audaces afirmaciones son discutibles desde todo punto de vista, pues la COB en realidad se convirtió en la sepulturera del maltrecho anarcosindicalismo.

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Por eso era libertario el Sindicato [SC], porque de nosotras aportábamos. Ahora se hace cualquier cosa con tal de recibir plata; los sindicalistas igual, ahora se hacen pagar. Los dirigentes de la COB los declaran en comisión, les pagan pues.111 111

La denominada “declaratoria en comisión” es el permiso permanente del que goza un dirigente para dedicarse por completo a la laboral sindical, sin perder por eso la remuneración económica de su trabajo aunque ya no se dedique a él. Tal declaratoria se instituyó a partir de 1952 y, conjugada con la irrevocabilidad de los mandos, a la larga contribuyó a corromper al movimiento obrero.

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Nosotras no hemos percibido, con nuestros propios medios hemos hecho todas las cosas (Petronila Infantes en Wadsworth y Dibbits 1989: 88). La COB así en vano; a mi parecer no hace bien las cosas. No sé qué harán para la gente que trabaja, para la gente que anda... ahora seguimos todo: “amén, amén”. No hay quién pare el coche. [...] Nosotros no éramos políticos, libres éramos. Todo sabemos hablar nosotros: de la gente pobre, de la gente proletaria, que la gente sufre, sufridos sabemos hablar. La FOL era un sindicato muy potente, era mucho más que la COB, mejor. La COB creo que es medio de partidos políticos, nosotros no (Natividad Veramendi en ibid.: 98, 163). La COB, ¿qué cosa ayudaba pues? Bueno, claro, algunas veces sabemos ir a poner una denuncia. Ellos nunca nos han defendido, pura mujeres nos hemos defendido. Sí, estábamos ahí ingresadas, la misma autoridad obligaba que por la COB vayamos con nuestras quejas. Alguna cosa llevábamos por ahí, nos obligaban. Pero no nos gustaba a nosotras con los hombres. [...] Los varones ya lo han vuelto color político los sindicatos (Nicolasa Ibáñez y María Mejía en Dibbits y Volgger 1989: 82, 83).

Estas convicciones se mantuvieron en los más radicales y lúcidos anarquistas, hombres y mujeres, pero al parecer tal posición no era general en la temprana etapa postrevolucionaria, ya que varios ex-folistas se sintieron débiles frente a las opciones de ascenso social que les ofrecían el MNR y la COB, y muchos cayeron rendidos a la casi irresistible cooptación. Respecto de la FAD, dicha organización estuvo activa e independiente, aunque con muy pocos sindicatos afiliados, por lo menos hasta fines de 1953. En el archivo de la biblioteca José Ingenieros, en Buenos Aires, hallé una carta oficial de la FAD fechada el 17 de agosto de 1953 donde se denuncian las violentas acciones que llevaron a cabo grupos de terratenientes, en alianza con falangistas112 y militantes del MNR, contra campesinos que, tras el decreto de reforma agraria que abolió el latifundio como resultado de la revolución, ocuparon la hacienda Santa Rosa en la localidad de Arapata, provincia Nor Yungas de La Paz, perteneciente al latifundista José María Gamarra, más conocido como “el rey de la coca”. La carta termina señalando 112

Miembros de Falange Socialista Boliviana (FSB), partido fascista creado en 1937.

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que varios campesinos fueron presos acusados de una falsa sublevación a propósito de los ataques de los terratenientes, y que era deber de los sindicatos “auténticamente revolucionarios” liberarlos y evitar el restablecimiento de la vieja “rosca” oligárquica. No obstante la independencia de la FAD duró poco tiempo más, pues sus sindicatos terminaron diluyéndose integrados en la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia, instancia oficial creada desde el Estado. En el caso de los albañiles, este sector se encontró profundamente dividido desde la revolución, dado que a partir de ella se organizaron una Federación paralela y una Confederación de Constructores, nuevos organismos de corte vertical bajo la dirección de Baldomero Castel, conocido militante del MNR que se quedó dictatorialmente por diez años como máximo dirigente. El SCCA, que hasta la revolución era el puntal de la organización de los constructores, fue marginado y frente al nuevo contexto se reorganizó bajo el nombre de “Decana Federación de Constructores” (DFC), intentando mantener sus tradiciones de autonomía y democracia sindical. Los miembros de la DFC fueron combatidos por las organizaciones oficiales y acusados de ser “contratistas” –los que toman directamente a su cargo una obra de construcción–, pero en realidad ellos sólo defendían su autonomía política, su condición de trabajadores calificados y la modalidad de trabajo por cuenta propia como alternativa a la proletarización. Sin embargo, en la medida en que la Federación y la Confederación de Constructores estaban respaldadas por la COB y el gobierno, la DFC llevaba las de perder: en un “congreso de unificación” en 1953 todos los constructores, incluidos los anarcosindicalistas, terminaron irremediablemente integrados en las estructuras burocráticas del sindicalismo cobista. Añádase a esto que, pese a las transformaciones sociales introducidas por el MNR –reforma agraria, voto universal y nacionalización de las minas–, el sector de los constructores continuó sufriendo la explotación capitalista y la desvalorización de sus conocimientos adquiridos en largos años de experiencia laboral. El partido gobernante contribuyó a empeorar esta situación debido a que, con el mayor desarrollo capitalista promovido por las administraciones movimientistas, se fortaleció el carácter empresarial de la construcción y el personal técnico de las

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empresas se convirtió en juez e intermediario entre el trabajo directo y el capital (THOA 1986a:73). Un viejo constructor de base expresa esto en las siguientes palabras: Llegó la revolución del 52 y entonces ya peor era. Seguían caprichosos los capitalistas, en muchas obras nos han tratado así porque este sindicato es mano de obra calificada, no pueden ir a trabajar a las empresas como muchachos de los ingenieros, porque han trabajado desde chicos, entonces saben cómo desarrollarse en la obra. Nosotros somos más que arquitectos [...] Nosotros somos sus enemigos para los ingenieros y arquitectos; uno que otro nos debe amparar porque lo estamos conduciendo, le estamos enseñando: “Ingeniero, esto es así”. “¡Ah! Sí, tiene usted razón maestro”. Esa es la vida en la construcción (Alejandro Guarachi en ibid.: 74).

Pese a los problemas, y aprovechando las prerrogativas de la nueva Confederación, los constructores de base realizaron gestiones para adquirir una radio llamada “Excelsior” a fines de la década de los 50, desde donde comenzaron a emitir las primeras radionovelas en idioma aymara. En lo referido a la FOF, la otrora poderosa organización femenina se mantuvo autónoma tres años después de la revolución, pero por la naturaleza de sus sindicatos tuvo que afiliarse forzosamente a la Confederación Sindical de Trabajadores Gremiales (CSTG) nacida en 1955 y dependiente de la COB, organismo que relegó a un segundo plano a la federación de cholas libertarias.113 La CSTG desconoció la importancia de la FOF en tanto fundadora del sindicalismo del comercio minorista y un joven inexperto, respaldado por su filiación política, se puso a la cabeza de los y las comerciantes que trabajaban en calles y mercados. Sin tomar en cuenta la gran experiencia de Cata, los advenedizos dirigentes la nombraron secretaria de “vinculación femenina” casi por formalidad, cargo de escasa importancia al interior de la nueva entidad. Todo esto ocasionó tensiones al interior de la CSTG y finalmente la desaparición o el alejamiento definitivo de la mayoría de los sindicatos de recoveras antes afiliados a la FOF, incluido el Sindicato de Viajeras al Altiplano que abandonó la federación cuando, por el retiro 113

Álvaro García Linera, Patricia Costas y Marxa Chávez sostienen equivocadamente que la FOF no se incorporó a la COB (2004: 31, 37).

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de su principal dirigente, la directiva fue ocupada por varones. Empero, contra viento y marea, la FOF se mantendrá viva por varios años todavía, aunque con pocos sindicatos y dentro de los límites impuestos por la CSTG y la COB. Otra muestra de cómo el anarcosindicalismo se fue perdiendo como identidad colectiva al no tener cabida en el proceso del 52 es lo ocurrido con el SC. Dicho organismo existió hasta 1958 y las principales causas para su muerte, según han mostrado Wadsworth y Dibbits (1989: 201-203), pueden ser enumeradas de la manera siguiente. a) La difícil y trágica situación personal de muchas culinarias en virtud de diversos sucesos aleatorios que ocasionaron viudez, muerte de hijos, etcétera. b) La represión desencadenada a fines de la década de los 40 que provocó varias deserciones por temor a la violencia estatal o por el riesgo de perder las fuentes de empleo. c) La desaparición de la FOL y la integración forzada de la FOF a la CSTG en 1955. En relación a este punto sucede que la muerte de la FOL afectó particularmente al SC ya que, a diferencia de los sindicatos de vendedoras que trabajaban en un mismo lugar –los mercados– donde también tenían sus reuniones, las culinarias estaban dispersas por toda la ciudad, de tal forma que su espacio de reunión era el local de la FOL, salvo la primera época en que tenían un centro de reuniones propio. d) Los grandes cambios sociales producidos por la revolución que ocasionaron la desaparición gradual del servicio doméstico especializado debido a la pérdida de prerrogativas de la oligarquía. Al bajar el nivel de vida y los privilegios –pongueaje y mitanaje por ejemplo– de los estratos dominantes, éstos tuvieron que renunciar a ciertas comodidades reduciendo su personal de servicio, particularmente doméstico. Esto hizo que el oficio de culinaria perdiera su anterior status en cuanto a remuneración y condiciones laborales, por lo que muchas de las integrantes del SC no tuvieron otra opción que convertirse en empleadas domésticas o dedicarse al comercio informal. Al mismo tiempo se amplió la mano de obra para el servicio doméstico a causa de la migración rural-urbana de mujeres campesinas que empezaron a vender su fuerza de trabajo por sueldos cada vez más bajos. Chela Salas –hija de la culinaria Felipa Aquize– señala:

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La mayoría de las culinarias igual ha dejado ese trabajo y se han ido al comercio; otras se han vuelto comideras, vendían comidas en alguna parte. Es que antes del 52 habían pues mitanis y mi mamá, por ejemplo, solamente cocinaba porque la mitani pelaba papas, pelaba todo. Pero al último ya no. Eso ha desaparecido y todas se han vuelto empleadas. Ése ha sido el motivo para que desaparezca el Sindicato de Culinarias. Mi mamá decía: “no hay cómo tener una organización como antes”. Y para que no se sigan debilitando ella seguía yendo al Sindicato, a las reuniones, a encontrarse con ellas. Habían pues que querían, pero habían también cocineras que ya no querían; las patronas ya sabían hacerles asustar (en ibid.: 187, 188).

Aparte de esto el MNR organizó cada vez más disciplinadamente a sus rudas militantes femeninas conocidas como las “barzolas”114 quienes, amparadas por el gobierno, empezaron a ejercer un control parapolicial sobre las recoveras y las ex culinarias en los mercados: Muchas compañeras han cambiado de oficio: de ser sirvienta o cocinera se han ido al mercado a vender. Pero, cuando Víctor Paz, teníamos que tener mucho cuidado, porque si estábamos algo en contra del Presidente, nos íbamos de cajoncito a la Comisaría. No podíamos decir nada de las Barzolas, porque éstas eran pagadas; no podíamos hablar nada y tampoco querían que hagamos sindicato. Si hablábamos de que hay colas, que vamos a morir de hambre, que tienen plata para pagar a las Barzolas, a los milicianos mientras el pueblo está muriendo de hambre, entonces ya: “adentro nomás” (Tomasa Paton en ibid.: 185). El Mono115 ha traicionado a todos. Este caballero mantenía pues a esas señoras, las Barzolas. De noche salían a rondar las calles, a ver cómo es, qué puede pasar. Han hecho muchos abusos. Él les pagaba sueldo (Exaltación Veramendi en ibid.: 182).

A causa de estas actitudes del gobierno “revolucionario” Peta junto a Cata, después de la incorporación de la FOF a la CSTG, instruían a sus compañeras a llevar una flor en la mano para no hacer la “V” de la victoria y de Víctor Paz –el símbolo del MNR–, 114

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Nombre que proviene de un homenaje que el MNR quiso hacer a María Barzola, humilde mujer de quien se dice murió heroicamente durante la masacre de Catavi en 1942. Apodo con que popularmente se denominaba a Víctor Paz Estenssoro debido a sus simiescas, y a veces siniestras, facciones.

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cuando pasaban frente al palacio de gobierno durante los desfiles a los que tenían que asistir obligatoriamente todos los trabajadores, en razón de la “disciplina sindical” impuesta por la COB y el partido (Peredo 1999: 125). Ese detalle es una conmovedora muestra de cómo estas mujeres insistieron en reafirmar simbólicamente sus ideales de independencia política después de la revolución. Por lo demás, otros sindicatos, como los de sastres y carpinteros, fueron igualmente forzados a afiliarse a la COB del mismo modo que todos los sectores vinculados antaño con el anarquismo. Más tarde, a principios de la década de los 60, el gobierno cubano convocó a varios sindicalistas y luchadores sociales latinoamericanos a los festejos por el aniversario de la revolución en la isla y Cata recibió una invitación que aceptó sin reparos anarquistas, pues la oferta del viaje a Cuba era una oportunidad única para buscar ayuda médica con motivo de un problema de salud. Allí habían llegado gentes diversas, incluidas algunas cholas también invitadas que se pusieron vestido para la ocasión, pero Cata lució orgullosa sus polleras resultando “la más atendida” en la cena oficial. Se dice también que Cata había llevado una honda y un bastón de mando andino que hizo llegar en una recepción social a Fidel Castro quien, intrigado por la procedencia de los regalos ordenó llamar a la persona que se los envió. De esta manera Cata terminó sentada al lado de Fidel durante el resto de la fiesta, intercambiando comentarios y risas de cuando en cuando. Pero a su retorno a La Paz Cata fue objeto de duras críticas siendo tachada de “comunista” por las barzolas, lo cual contribuyó a sembrar desconfianzas y divisiones entre las mujeres de la CSTG dado que el MNR no dejaba de desprestigiar y satanizar todo aquello que pudiera ser identificado con el comunismo. Durante la etapa postrevolucionaria también hay que considerar que varios de los dirigentes más importantes del anarquismo de la primera época ya estaban viejos y algunos de ellos terminaron trágicamente solos y en el alcoholismo como fue el caso de Luis Salvatierra, el lúcido redactor del periódico folista Humanidad. Asimismo se conoce lo ocurrido con Luciano Vértiz Blanco, quien con 77 años de edad en 1959 ya no podía trabajar en su taller de sastrería. Encerrado en la soledad, reclinado sobre su pasado, sin medios de manutención y con la pena ocasionada por la muerte de su único hijo, una mañana el anciano Vértiz Blanco despertó

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con una revelación, tras la que, en un arranque de rabia, se dirigió al Ministerio de Trabajo para solicitar algún tipo de ayuda económica en reconocimiento a su labor sindical. Pero los ministros de la “revolución nacional”, en una actitud absolutamente insensible, desatendieron el legítimo pedido de quien antaño fuera uno de los más esforzados luchadores sociales que dio todo de sí por las clases populares. Los pedidos continuaron, esta vez apoyados por los ex folistas constructores que enviaron cartas al ministerio de trabajo y no hubo ninguna reacción oficial. Un año después, en noviembre de 1960, Vértiz Blanco hizo una nota al mismísimo presidente Paz Estenssoro, explicándole los avatares de su propia lucha y afirmando que en última instancia él también había sido partícipe del proceso revolucionario, razón por la que emplazaba al mandatario para que gestione una colaboración, alguna suerte de jubilación, y la respuesta sólo fue el silencio. Los antiguos compañeros del viejo sastre hacían lo que podían por ayudarle en su soledad y en su difícil situación económica, pero todo se hacía cada vez más complicado. Cansado y hambriento Luciano llegó un día hasta el palacio de gobierno para buscar a Lechín, solicitando una entrevista personal, sin embargo el dirigente de los mineros que nunca trabajó en los socavones no recibió al antiguo sindicalista y los guardias lo sacaron a la calle utilizando empujones y argumentos burocráticos. Con 84 años y completamente ciego, don Luciano deambulaba regularmente por las calles de la ciudad en busca de alimento y finalmente, durante 1966, murió rodeado de la pobreza y el abandono en un cuarto ubicado en el barrio de Miraflores (Lora 1970: 71). También es preciso señalar que al mismo tiempo que se desarrollaba el proceso de desmantelamiento y reorientación de los viejos sindicatos ácratas la revolución había sido lentamente colonizada por el imperialismo norteamericano: Estados Unidos presionó a Paz Estenssoro para la reorganización del ejército en 1953 e impuso planes económicos tres años después con el fin de convertir a la minería, ahora estatal, en un polo de acumulación capitalista para la joven burguesía a cambio de concesiones petrolíferas y otros “favores”. Además, el inicio del gobierno de Siles Suazo en 1956 coincidió con un período de crisis inflacionaria, lo que justificó más todavía los planes económicos norteamericanos que fueron traidoramente aprobados por Lechín en nombre de la 260 / Huascar Rodríguez García

COB y del movimiento laboral. Con todo, no faltaron los vaivenes y conflictos entre el partido gobernante y la Central Obrera y hacia mediados de 1958 el “co-gobierno” tenía cada vez más la apariencia de un espejismo. Los aguerridos mineros de la FSTMB aún seguían jugando un papel importante en el escenario político y, estimulados por agitadores marxistas profesionales, libraron varias batallas y huelgas contra aquél que en un momento creyeron su partido y su gobierno. No obstante, ya era tarde para cualquier resistencia eficaz y duradera, puesto que la agencia de inteligencia de Estados Unidos estaba totalmente incrustada en el reorganizado ejército y en otras instancias estatales centrales gracias al ubicuo Julio Sanjinés y a otros agentes. En esta dinámica el imperialismo promovió la carrera militar y política del general René Barrientos, quien fue aceptado como candidato a la vicepresidencia acompañando a Paz Estenssoro en las elecciones de 1964, tras acontecimientos como la ruptura definitiva del “cogobierno” a fines de 1963 y la expulsión de Lechín del MNR. En mayo de 1964 Paz Estenssoro todavía ejercía su segunda presidencia y, contra lo establecido en la Constitución, candidateó logrando ganar las elecciones por tercera vez, la segunda consecutiva, en esta ocasión junto a Barrientos. Pero el ambicioso militar materializó exitosamente un golpe de Estado contra Paz Estenssoro en noviembre y Lechín, en hombros de una multitud, intentó llegar al palacio de gobierno siendo recibido a tiros. Increíblemente, pese a este significativo suceso, la COB se unió a partidos de derecha e izquierda brindando su apoyo al golpe de Barrientos en un momento de confusión y ceguera que determinó una tregua social general. Seis meses después, en mayo de 1965, Barrientos rompió la tregua con el movimiento obrero luego de varias tensiones políticas lanzando una ofensiva a gran escala que incluyó enormes recortes salariales por decreto, despidos masivos, asesinatos selectivos, detenciones indiscriminadas y la muerte de centenares de mineros en más de un enfrentamiento. Mas no sólo los combativos centros mineros fueron militarizados: la represión se extendió a las ciudades y la radio “Excelsior” de los constructores en La Paz, que denunciaba reiteradamente los peligros del régimen barrientista, fue intervenida por un grupo de militares que destruyó los equipos de comunicación asesinando brutalmente al portero Adrián Arce, ex dirigente sindical que criticaba abiertamente a la dictadura:

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Ahí estaba el K’isko Arce, Adrián Arce se llamaba, era el portero; también había sido anarquista renegado y nosotros no sabíamos. Ahí adentro, en la sede, había un chico más; cuando el asalto ése había escapado por la pared. Al pobre K’isko Arce los soldados lo habían agarrado y le habían tirado una pateadura, en toda forma, todo su cuerpo estaba bien morado, a lo que estaba echado le han dado un tiro en la cabeza (Juan de Dios Nieto en Lehm y Rivera 1988: 248).

La feroz represión de mayo del 65 conculcó el derecho a la sindicalización y más adelante esto se expresó en decretos que prohibieron explícitamente la existencia de toda organización obrera, con excepción de aquellas controladas por el gobierno: se anunció la “liquidación” de la COB y casi todos sus sindicatos tuvieron que entrar en la clandestinidad o reacomodarse a la nueva situación aceptando sumisamente los recortes salariales y los abusos. En estas circunstancias Cata, a la cabeza de la UFF y unos pocos sindicatos de recoveras, todavía mantenía el nombre de la FOF al interior de la CSTG, pero los vestigios de la federación de cholas libertarias terminaron por desintegrarse oficialmente y para siempre dado el terrible accionar represivo. Tal momento marcó el fin definitivo de toda huella de sindicalismo libertario, mas este hecho irreversible no determinó la defunción de las ideas anarquistas pues ellas continuaron circulando tenuemente en el país, aunque ciertamente de forma aislada y subterránea. Después de 1965 tuvieron que pasar décadas para que el anarquismo volviera a manifestarse con claridad otra vez, y así sucedió, pero ya sólo mediante individualidades y minorías absolutamente intrascendentes.116 116

Un ejemplo de la aislada propalación del anarquismo post-52 es la labor de Roberto Grevo –¿quizá un pseudónimo?–, desconocido personaje que publicó varios folletos y boletines en Potosí a fines de los años 70 y comienzos de los 80. En uno de sus folletos, titulado Carta de un anarquista a los trabajadores del arte y la cultura, publicado en junio de 1982, Grevo convocaba a las distintas fracciones izquierdistas a unirse tácticamente contra las ilusiones de la “recuperación democrática” y contra la aún presente amenaza fascista de los militares. En su discurso, radicalmente antiestatista, mencionaba la existencia de un imperialismo cultural, despotricando de forma elegante contra los escritores y artistas venales que formaban parte de la elite cultural burguesa. Planteaba asimismo llevar la cultura a las masas mediante grupos y comunas de arte para que no quede restringida a minorías privilegiadas, ya que la pintura, la escritura y todas las manifestaciones artísticas eran, en opinión de Grevo, una trinchera de lucha fundamental a fin de que los obreros y campesinos conciban y materialicen una sociedad anarquista.

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Paralelamente a lo narrado existe otro factor que también influyó en la desaparición del anarcosindicalismo boliviano, y éste es la desvalorización del trabajo artesanal. No olvidemos que la mayor parte del movimiento ácrata en el país estaba compuesto por artesanos, quienes con el cada vez más rápido desarrollo de la industria comenzaron a vivir un proceso de descalificación de su trabajo, acelerado desde mediados del siglo XX. Un pequeño grupo de folistas veteranos entrevistados por Lehm y Rivera analizaron esto en las siguientes palabras: El sistema del artesanado ha empezado a decaer porque se han implantado fábricas, ya se está industrializando. En la sastrería, en la carpintería y demás, ya han tomado el rumbo de la industrialización. Desde la llegada de los judíos han empezado con eso. En cuestión de sastrería han traído esos sistemas avanzados de Europa [...] ya industrializados. [...] Ese trabajo ya es por series, mientras que el artesano: le dan el modelo, toma medidas, consulta, y de acuerdo a eso tiene que trazar. No es de golpe dos telas. [...] Esos sistemas, los campesinos han aprendido bien en sastrería, inclusive sus modelos. [...] agarran un trabajo, una chaquetita de mujer y la hacen en un día. ¡Son tan prácticos ya! Claro, aunque les pagan una miseria, pero se han ganado ya sus pesos en poco tiempo, todo hecho a máquina en un día. Ahora es así, ha evolucionado el sistema de trabajo, ha evolucionado hacia lo ordinario. De entre los artesanos también, pues, han salido algunos capitalistas y han estandarizado la producción, entonces ha empezado a descalificarse el valor del trabajo. El capitalismo dentro de la fábrica, abaratando el trabajo, comienza a hacer productos [...] de competencia para la venta. Ahí se crea entonces una especie de proletariado, entre los que antes eran aprendices. Mantienen operarios, pero esos ya son como asalariados. El artesanado y las pequeñas industrias no han podido sobrevivir porque no han podido contrarrestar la influencia de las mercaderías que vienen más baratas [...]. Claro, el comerciante, por su actividad, tiene otra forma de ver las cosas diferente al artesano. Pero actualmente el artesano está viviendo una forma dual, es productor y a la vez comerciante, aunque de su propio producto. [...] Por lo general el artesano que nació en las ciudades fue de origen mestizo, gente evolucionada ya, y de ahí que el artesano era un elemento culto, despierto. [...]. Pero la época del artesano culto está queriendo pasar, y ahora está invadiendo precisamente la mano de obra que llega del campo. Esos artesanos no serán tan desarrollados intelectualmente, pero

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han invadido. En los gremios, la mayor parte ya son provincianos, son campesinos que han desplazado a esa gente que era, se puede decir, el artesanado aristocrático. Ha venido esa corriente, se ha impuesto, y trabajan más barato; trabajan un poco ordinario, pero trabajan en forma artesanal, independiente, y así sucede en el caso de los carpinteros [...] en el de los zapateros, sombrereros... En todos los gremios ha venido a suplantar el campesino a la mano de obra del mestizo (José Clavijo en ibid.: 141-148). Es que el sistema capitalista es el que nos amarra, nos impone. Las grandes producciones, las grandes empresas son manejadas por los monopolios grandes, en cambio nosotros, pequeños artesanos, ¿qué podemos hacer? Antes, un artesano hacía un mueble con todas las exigencias del arte, hoy en día se ha perdido eso, ¿por qué? Porque no hay quién pague el costo de ese trabajo, esa calidad del arte que se valora. [...] Peor aún con la situación económica actual [...] el artesano se ve obligado a ser artesano y comerciante [...] También está el hecho de que en Bolivia el maquinismo quiere imponerse y quiere hacer desaparecer al artesanado. [...] Como quiera que el sector artesanal no ha recibido nunca fomento alguno, entonces es lógico que vaya tomando otro rumbo, otro medio de vida. [...] Así, con el vaivén social, hay muchos virajes y fenómenos sociales nuevos, y por eso precisamente es que se está perdiendo el aspecto decorativo, el gusto por la belleza, porque existían marcadas escalas sociales. Actualmente, si uno tiene un poco de plata, necesita un ropero, no le interesa el estilo, quiere un ropero simplemente, su utilidad. Además, no hay nada que hacer que la clase alta de antes tenía un gusto especial para todo [...]. Por ejemplo, en construcción, el señor escogía el estilo; podía ser estilo francés, estilo colonial, estilo romano: escogían ellos el estilo de su construcción y entonces los muebles se tenían que hacer también de acuerdo a eso. Había una exigencia hacia los artesanos. Por ejemplo, en carpintería, había que seleccionar desde la madera de acuerdo al estilo, para que el trabajo salga elegante (Max Mendoza en ibid.: 143-146). Las máquinas hoy en día ya van a evolucionar mucho más y van a inutilizar a la humanidad. Entonces, precisamente, vamos a ver la época en que nosotros tengamos que volver a agarrar las herramientas manuales, porque no va a haber trabajo. Porque lo que el obrero, el artesano, hace en una semana, las máquinas lo hacen en un día. Las máquinas van derrotando al ser humano: por eso tenemos que volver a agarrar las herramientas manuales (Lisandro Rodas en ibid.: 145).

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El lento desplazamiento y la descalificación del trabajo artesanal son fenómenos que suceden históricamente como efecto del desarrollo industrial y de las técnicas estandarizadas de producción: no es que el artesanado desaparece abruptamente y para siempre, sino que se encuentra sujeto a un complejo proceso de cambio. Según vimos, este hecho en Bolivia se incrementó con la derrota de la vieja oligarquía y estuvo acompañado por la “invasión” de migrantes rurales a los centros urbanos –producto de las reformas de la revolución que concedieron ciudadanía a los indígenas–, migrantes que contribuyeron a marginar a los artesanos “cultos” cuyo trabajo de mayor calidad dejó de ser importante. Dichos factores también incidieron en la erosión de las bases artesanales del anarquismo boliviano, las que al ser obligadas a diversificar su forma de vida se vieron imposibilitadas de reagruparse sindicalmente quedando con las raíces en el aire. Como síntesis de este capitulo diríase entonces que la revolución del 52 terminó de enterrar al ya agonizante anarcosindicalismo debilitado por la represión desatada al finalizar la década de los 40. La emergencia del MNR como partido de masas y su triunfo con la insurrección de abril establecieron una nueva etapa de reformas para el país: liberadas las masas indígenas de la servidumbre y la explotación –por lo menos en los valles centrales y en el altiplano norte y sur–, y consolidado un nuevo Estado corporativista apoyado en una poderosa central obrera, el anarcosindicalismo quedó obliterado como un resabio anacrónico colocado al margen de todo recuerdo oficial y legítimo. ¿Cómo hablar de abolición del Estado si las masas plebeyas veían el triunfo de sus seculares aspiraciones en el gobierno del MNR? Era un proceso en el que los folistas ya no tenían cabida, un proceso que condenó a los anarquistas a la soledad. Además, en la medida en que la FOL no pretendía participar en la política formalmente, es decir, no pretendía “tomar el poder”, se fue marginando frente a los horizontes estatales del resto de las agrupaciones obreras y organizaciones partidarias de izquierda que se convirtieron en hegemónicas. Al mismo tiempo, la pérdida de privilegios de la antigua clase dominante como efecto post-52 incidió en que, tanto las culinarias como algunos sastres y carpinteros, en su condición de vendedores de servicios y productos a la oligarquía, perdieran su anterior estatus laboral,

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lo que a la larga también contribuyó a la disolución sindical anarquista. Añádase a esto el relativo crecimiento de industrias y fábricas, incrementado desde mediados del siglo XX como parte de las políticas de modernización del país, que determinó la descalificación de la labor artesanal, aplastada igualmente por la competencia de la fuerza de trabajo rural barata venida en masa a las ciudades. Todos estos fenómenos se conjugaron determinando finalmente la muerte del sindicalismo libertario y el triunfo definitivo del Estado y del capitalismo con la revolución, aunque el tiro de gracia para los residuos anarquistas sobrevivientes lo dio la ofensiva militar barrientista de 1965. Para terminar, hay que señalar que la memoria épica de la experiencia folista a veces se transmitió de padres a hijos pero, como un lejano rumor, se fue perdiendo poco a poco en la turbia marea de lo indistinto. Las palabras de Natividad Veramendi en la década de los 80 son significativas a propósito de esto y a la vez expresan, con su dosis de lucidez característica, un reproche a los estudiantes universitarios y a la sociedad en su conjunto por el desdén existente en torno de la historia desconocida del movimiento obrero: Yo siempre cuento del Sindicato, de la FOL y de la FOF. De eso me dicen “barzola”, me da rabia; no conocen pues, son ignorantes. Saben leer y escribir pero son más ignorantes que yo. Les digo: “burros, nosotras sabemos lo que hemos hecho; no he dicho que he estado de barzola yo. ¿Acaso aquella vez, en 1939, 40, 42, 43, había barzolas? Después, Víctor Paz, recién en el 52 ha hecho esas barzolas y los milicianos. Más antes no había. Nada de malo sabíamos hablar más antes; nada había de malo, sin ambición hacíamos nosotros. Peleábamos sanamente; se defendía con cariño, con amor nos queríamos entre nosotros”. Pero la gente no sabe, cree pues que éramos barzolas. Quisiera que lean las cosas que hacíamos. La gente ahora está contaminada, es muy ignorante, muy diferente, ya no puede, ya no quiere. La Universidad es Casa de Circo, la pintan, repintan; como payasos están ahí adentro. Ésta es nuestra historia. Ojalá pues ustedes hagan bien, que vuelva eso ahora. […] Ojalá pues, ojalá que haya alguien que diga: “esta vida había sido buena”, ojalá que cambiaran, hasta su corazón (en Wadsworth y Dibbits 1989: 190, 191).

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EPÍLOGO Nuestra vida parece un cuento de hadas. Petronila Infantes.

La certeza más importante que sale a la luz del presente relato es que el movimiento sindical anarquista tuvo gran relevancia en la formación del moderno movimiento obrero boliviano, puesto que inició el proceso de transición del mutualismo hacia el sindicalismo, contribuyendo de esta suerte a consolidar una forma de organización que es hasta hoy uno de los pilares fundamentales de socialización y participación política en el país. De hecho, el sindicato es en Bolivia una estructura casi irreemplazable de movilización y ciudadanía, y su modelo impregnó a varios sectores de la sociedad como el campesinado y algunos segmentos de las clases medias. No obstante, el modo actual de organización sindical difiere abismalmente del paradigma planteado por los anarquistas, ya que éstos insistieron siempre en la necesidad de crear modos de gestión horizontales y flexibles, manteniendo la autonomía de los trabajadores frente a los partidos y al Estado, en contraste con el sindicalismo jerárquico que hoy conocemos como producto de la revolución del 52 y de la creación de la COB. Viendo las cosas desde otro ángulo también hay que decir que los anarquistas asumieron sus postulados doctrinarios de forma contradictoria, dogmática y devota, lo que evidentemente limitó las posibilidades de ensanchar sus horizontes estratégicos quedándose estancados en un activismo militante y relativamente estéril. En efecto, el discurso y la praxis anarcosindicalista se distinguieron, entre otras cosas, por una especie de culto al martirio, al sacrificio y al sufrimiento obrero, exaltación martirológica que se expresaba en la convicción de que el cambio social sólo podía darse mediante los esfuerzos sin medida de grandes masas de trabajadores que tenían que sacrificar sus vidas –con su tiempo y con su activismo– a la realización de un ideal “sagrado”, “verdadero” y universal que incluía la justicia, la igualdad, la abolición del Estado, etcétera. Todas estas nociones venidas de la doctrina se amalgamaron con la dura realidad y constituyeron parte de un imaginario colectivo que

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ubicaba al socialismo anarquista en el porvenir, es decir en un futuro a veces considerado remoto y a veces cercano, según las circunstancias. Pero el anarcosindicalismo boliviano también tuvo sus luces e incluso fue capaz de poner en jaque a la oligarquía de la época, como por ejemplo en 1930 y en 1931, gracias a una impresionante mezcla de tenacidad, audacia y voluntad. Además, los autodenominados libertarios crearon una auténtica cultura obrera vernácula –que podría denominarse “anarquismo cholo”–, e hicieron de sus sindicatos irradiantes focos de una sociabilidad alternativa basada en la solidaridad y en el antiautoritarismo –con la ayuda mutua y con la rotación de todos los cargos sindicales, por ejemplo–, prefigurando a la vez pequeños embriones de lo que consideraban debía ser la sociedad futura producto de una revolución. Pero cuando esa revolución llegó, en 1952, sólo vino para crear un Estado nacional y una configuración social que nada tenía que ver con los anhelos libertarios, los que chocaron impotentes contra una realidad de servidumbre política voluntaria enraizada en lo más profundo de la colectividad humana: la revolución mató al anarcosindicalismo para siempre, arrojando su olvidado cadáver al depósito de los desperdicios de la Historia. Ciertamente, el hecho de que la revolución haya marcado el punto sin retorno de la disolución anarquista plantea una paradoja que ha sido constante en los movimientos de este tipo pues recordemos que, desde sus orígenes en la Europa del siglo XIX, la vulnerabilidad más evidente del anarquismo provino de haber designado como enemigo principal al Estado-nación en el preciso momento histórico en que éste se desarrollaba y consolidaba como centro y principio de organización social. En el caso boliviano, fue justamente el surgimiento de ese Estado nacional lo que vino a echar por tierra a los folistas y a sus sueños de manumisión colectiva, por lo que el anarquismo cholo quedó no sólo maltrecho o anulado, sino también coronado con los laureles del olvido y cubierto con un manto mítico acerca del cual quisiera decir dos palabras finales. De forma aproximada a una de sus múltiples definiciones posibles, aquí entiendo el polisémico vocablo “mito” no como “mentira” o “falsedad”, sino como aquel conjunto de creencias 268 / Huascar Rodríguez García

e imágenes idealizadas que se forman alrededor de personajes y fenómenos investidos con ciertas propiedades del martirio o del heroísmo. Y es que, en definitiva, la derrota, la desaparición y el olvido han fermentado poco a poco un mito trágico que los y las investigadoras contribuimos a reinventar desempolvando nostalgias ajenas y buscando viejos fantasmas. Pero si las y los investigadores nos vemos a momentos enfrascados en una suerte de sadomasoquismo psíquico con toques sentimentales y utópicos, esta actitud tampoco desvirtúa la fascinante epopeya anarquista, experiencia que se encuentra, como hemos constatado, en el camino de la debida documentación. Lo que sucede es que en algunas ocasiones olvidamos que los fantasmas tras los que vamos fueron personas reales y sencillas, mujeres y hombres de carne y hueso incapaces de producir una praxis de libertad duradera, coherente y para toda la sociedad, hecho que, por otra parte, no tendría por qué parecernos extraño pues los factores de la dominación social jamás han sido alterados completamente en ningún proceso revolucionario. Con todo, y más allá de las derrotas, las mentiras o los fracasos, el mito del anarquismo cholo se convierte en una veta crucial para la reconstrucción de muchas historias subalternas aún condenadas al silencio y al olvido.

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APÉNDICE 1 BREVES CONSIDERACIONES SOBRE ALGUNOS TEMAS INTERMITENTES a) CHOLAJE Y ANARQUISMO Han pasado ya los tiempos en que las mujeres reclamaban sus intereses de rodillas. La mujer de hoy día, en especial la chola boliviana, conoce sus derechos, por eso reclama con todo el valor y con toda convicción, cara a cara: ¡No más atropellos, no más injusticias! ¡Mujeres del pueblo, madres de la clase proletaria, chola que perdiste tu libertad, venid a nuestro lado a combatir por nuestra Redención Social!

Exordio

Federación Obrera Femenina.

El movimiento anarquista boliviano podría ser bien caracterizado con el epíteto de “anarquismo cholo”, afirmación que inevitablemente me introduce en lo que algunos metafóricamente han denominado el “laberinto del mestizaje”: un espacio constitutivo de nuestras sociedades donde el camino puede convertirse en el límite y donde no hay cómo saber si una pared sirve para detenernos o para seguir avanzando por otros rumbos. Laberinto en todo el sentido del término: un ámbito complejo lleno de caminos entrecruzados y amenazantes callejones sin salida. A partir de la década de los cincuenta el tema del mestizaje en Latinoamérica ha sido tratado cada vez más seriamente desde las ciencias sociales, a momentos influidas por el concepto de “aculturación”117, pero lamentablemente este 117

Los antropólogos norteamericanos Redfield, Herskovits y Linton establecieron esta definición clásica y fundacional en la década de los 30: “La aculturación es el conjunto de fenómenos que resultan de un contacto continuo y directo entre grupos de individuos de culturas diferentes y que inducen cambios en los modelos (patterns) culturales iniciales de uno o de los grupos” (cit. en Cuche 1999: 69). Como aclara Denys Cuche, la palabra no designa una “desculturación”: en la aculturación el prefijo “a” no es privativo, pues proviene etimológicamente del latín ad e indica un movimiento de acercamiento. Por otra parte muchas veces se usa la expresión individuo (o sociedad) aculturado (a) como si se tratara de un pesar o de una pérdida irreparable, pero la antropología da al término un contenido puramente descriptivo y analítico sin pretender establecer necesariamente valoraciones positivas o negativas (ibid.: 68). Finalmente la noción de aculturación considera la cultura en un sentido

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interés fue distorsionándose tanto –al margen del inicial impulso crítico de las ciencias sociales– que ahora podría decirse que el mestizaje está de moda ya más allá de cualquier categoría “científica”, pues lo que hoy puede entenderse por “mestizo” ha sido apropiado por el mercado, la publicidad y la propaganda política. Muchos creen que el mestizaje sería la disolución de elementos diferentes en una totalidad unificada, la resolución eufórica de las contradicciones en un conjunto semihomogéneo, la reconciliación de los contrarios y la expresión unánime de la “globalización” y su multiculturalismo, opiniones que actualmente hacen de lo mestizo un dispositivo reduccionista para definir y explicar casi cualquier cosa mediante las mezclas culturales, los “sincretismos”, etcétera. Al respecto, la metáfora más buena que he leído es la de Rafael Archondo (1992), quien afirma que el concepto “mestizaje” es como una “bala enloquecida” porque lo usa cualquiera para disparar a todas partes dentro de una red de innumerables objetivos. En una palabra, el mestizaje es una de esas definiciones en las que cabe todo sabiéndolo acomodar, y evidentemente los discursos en torno de “lo mestizo” han sido utilizados por diferentes actores, incluidas las propias elites de varios países latinoamericanos. Dada la dificultad de recorrer el tramposo laberinto del mestizaje es necesario plantear con claridad el objetivo de esta incursión. Aquí voy a referirme brevemente al proceso de mestizaje cultural centrándome en el altiplano andino, a fin de desarrollar el siguiente argumento: durante la primera mitad del siglo XX Bolivia fue sacudida, entre tantas cosas, por una reemergencia de lo mestizo –o más cabría decir de lo cholo, según se verá–, y esta nueva emergencia posibilitó y dio forma, precisamente, a la versión boliviana del anarquismo. Desarrollar este argumento implicará presentar ciertas consideraciones históricas de larga duración que, articuladas con algunas reflexiones, pueden ayudarnos a imaginar el contexto y las características culturales de los cholos anarcosindicalistas bolivianos. amplio y complejo, es decir tomando en cuenta también dimensiones políticas y económicas. El concepto fue aclimatado en Latinoamérica por varios antropólogos entre los que se destaca el mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán (1992 [1957]), para quien la noción de aculturación resultó bastante operativa.

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El mestizaje andino bajo la dominación colonial española Cuando los españoles arribaron por primera vez a las zonas andinas su tropa no tenía mujeres y los cruces raciales se desarrollaron rápida e ininterrumpidamente desde el choque primigenio. El producto de los frecuentes encuentros sexuales planteó una problemática que en algunos sentidos no era tan novedosa: la palabra “mestizo”, del latín mixticius –que significa simplemente “mezclado”–, ya tenía tradición en España y en Europa en general, y fue aplicada inmediatamente al nuevo contexto americano para definir a la “raza híbrida” que estaba surgiendo como resultado de los cruces biológicos entre indígenas y peninsulares. En un primer momento los matrimonios y las uniones “ilegítimas” entre conquistadores y “princesas” indias respondían a ambiciones políticas, ya que los advenedizos españoles pretendieron aprovecharse de la reciprocidad andina creando redes de parentesco con importantes autoridades originarias a fin de asegurarse el control de los territorios conquistados. La suerte de los “híbridos raciales” varía dependiendo del rango de sus progenitores y la elite de la primera generación mestiza jugó un papel importante dentro la historia colonial andina, si consideramos nombres como Garcilaso de la Vega y otros. Estas primeras generaciones racialmente mixtas y descendientes de las elites fueron bien vistas en un principio: parecían indicar que los mestizos estaban destinados a cumplir una función de nexo entre el mundo europeo y el mundo indio y se trataba, en cierta medida, de la consagración de una alianza. Sin embargo, el número y actividades de los mestizos empezaron a inquietar paulatinamente a los españoles y desde 1549 Carlos V les prohibió la concesión de cargos públicos sin previa autorización real. Con el transcurrir de los años las personas con sangre mezclada fueron convirtiéndose en un fermento de complicaciones y en 1567 corrieron noticias de un motín de mestizos en alguna región del Perú (Wachtel 1976: 215). Al año siguiente el temor a los mestizos se incrementó y no faltaron pedidos para que la administración colonial les prohibiese la tenencia de armas:

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A nos se nos ha dicho que los mestizos y mulatos que hay en esas provincias son ya muchos y crecen cada día más y mal intencionados, y que convenía mucho que nos mandásemos que ninguno de ellos pudiese traer armas, porque como son hijos de indias, en cometiendo delito, luego se visten como indios y se meten entre los parientes de su madres, y no se pueden hallar (Real Cédula sobre los mestizos y mulatos, 19 de diciembre de 1568. Audiencia de Lima, cit. en Piqueras 2001: 70). 118

Hacia 1570 los denominados mestizos ya constituían un sector importante de las poblaciones andinas y sufrían el desprecio tanto de españoles como de indígenas. Son bastante conocidas las apreciaciones despectivas acerca de los mestizos hechas por el cronista indio Guaman Poma quien, a inicios del siglo XVII, proponía exiliarlos a Chile puesto que “mal influenciaban” a los naturales. Asimismo sabemos que el vocablo aymara huayqui –que significaba a la vez parentesco e “ilegítimo”, y designaba igualmente, según ciertas combinaciones, a alguien que negaba a sus padres o que no reconocía cacique–, pasó a significar peyorativamente mestizo convirtiéndose luego en sinónimo de chhulu, o sea de cholo. ¿Pero quiénes eran estos mestizos que convulsionaban sutilmente las incipientes urbes coloniales de la vasta zona llamada por entonces indistintamente “Perú”? En efecto, no sólo eran los nacidos de padre español y madre india –mestizos biológicos–, sino también aquellos indios que se habían lanzado a un proceso de movilidad social aprendiendo la lengua castellana y adoptando la vestimenta, las costumbres y ciertos oficios de los invasores. En el primer caso, la llamada miscegenación, la mezcla biológica, fue una actividad desaforada que no conoció limites, pues los blancos se mezclaron con indios y con negros traídos de África de modo tal que los cruces se reprodujeron a todo nivel: el hijo de blanco e india tenía hijos en una negra, o una india tenía hijos de un hombre cuyo padre fue negro y cuya madre fue hija de un blanco y de un hijo de india y blanco. Si bien la influencia negra en los Andes no fue tan fuerte como en Brasil o Centroamérica, lo que quiero destacar 118

La emisión de “cédulas reales” y de otras disposiciones legales que alertaban sobre la peligrosidad de la relación entre mestizos e indios se hizo frecuente en las décadas de los 60 y 70 del siglo xvi. Varias de tales disposiciones se referían a la zona andina y se justificaban porque los mestizos eran considerados ociosos, pendencieros y revoltosos, actitudes que, se pensaba, transmitían a los indios en perjuicio del orden colonial. Al respecto véase Piqueras (2001:70-72).

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es que la mezcla de sangres diversas se vuelve insondable a medida que pasa el tiempo y se suceden las generaciones, pero las múltiples uniones, forzadas o no, junto a la importancia asignada a la procedencia de las personas, crearon una nueva terminología socio-racial basada en el desprecio y en la jerarquización: aparte del español estaba el criollo, pero también existía el negro, el mulato, el zambo y el indio, sin mencionar aquí las decenas de inverosímiles palabras inventadas para designar a los hijos resultantes de las distintas posibilidades de cruces sanguíneos. Es justamente en el contexto de la creación de la amplia terminología socio-racial colonial que aparece en los Andes la denominación peyorativa cholo, vocablo que a un principio designaba específicamente a los hijos de mestizos e indios según las pesquisas realizadas por Magnus Morner (1969: 64). Lo interesante es que este término, quizá aparecido en algún momento de la segunda mitad del siglo XVI, se desplazó rápidamente para referirse a los “mestizos” en general que se hallaban más cerca de la sociedad indígena, es decir también a los mestizos culturales y no sólo biológicos. Antes de continuar hay algo que vale la pena no perder de vista y es que el mestizaje es un fenómeno inevitable: no hay de un lado culturas “puras” y de otro lado “culturas mestizas”; todas por el hecho universal de los contactos culturales son en diversos grados culturas mixtas y ningún conjunto de valores puede mantenerse totalmente al margen de otros mundos. Si pensamos en los españoles, por ejemplo, de ninguna manera constituían una población étnicamente homogénea, dado que una larga serie de pueblos –celtas, fenicios, griegos, romanos, árabes, judíos, y un largo etcétera– atravesaron la península ibérica fundiéndose genética y culturalmente con sus habitantes. Si pensamos en las culturas indoamericanas es evidente que éstas vivieron largos períodos de intercambios culturales diversos pese a su marcado etnocentrismo. Empero, los intercambios culturales adquieren dinámicas muy diferentes dependiendo de los contextos y de las circunstancias. En relación con la época colonial hispana, que es lo aquí importa por ahora, existieron características muy particulares que resumo a continuación considerando sólo a los indígenas. Ciertamente el mestizaje no es un movimiento unidireccional y existieron españoles “indianizados”, tema que tendría que ser desarrollado en otro lugar.

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Es preciso considerar el hecho de que los mestizos, aparentemente desde las primeras generaciones, estaban eximidos de pagar tributo por motivos que todavía no están suficientemente estudiados.119 Lo importante de esto es que la exoneración tributaria confirió a los “mezclados de sangre” una notoria superioridad social respecto de los indios y es ahí donde se encuentra una de las razones por la que muchos indígenas empezaron a adoptar los trajes de los españoles y a migrar a las ciudades pasando por mestizos, con el objetivo de evadir el sistema fiscal y escapar del estigma que pesaba sobre quienes estaban enmarcados dentro la categoría “indio”. Desde luego, esto podía hacerse únicamente después de aprender prolijamente la lengua española, requisito indispensable para todos aquellos que habían decidido convertirse en “mestizos”. Así, los indios que por cualquier circunstancia aprendieron el idioma de los invasores –necesidad de los españoles de obtener más traductores, trabajo en labores domésticas, etcétera– estaban listos para emprender una carrera de ascenso social que al parecer no era nada fácil. En todo caso, el idioma castellano fue transmitiéndose de generación en generación y poco a poco un abanico de nuevos oficios y actividades manuales “modernas” se presentaron como alternativas a las tradicionales labores agrícolas. La importancia y la función de la vestimenta como indicadora de estatus es universal y vestirse con la ropa de otro implica en cierta forma adquirir sus cualidades. En lo concerniente al lenguaje ocurre algo parecido, ya que cambiar de lengua supone la adquisición de conceptos y sensibilidades distintas. De este modo los problemas de la evasión fiscal y el incremento de nuevos “mestizos” plantearon varios dilemas a la administración colonial, lo que explica la notoria ambivalencia de sus políticas: a veces las autoridades preconizaron la enseñanza del castellano 119

Según Karen Spalding (cit. en Barragán 1991: 75) los motivos de la exoneración tributaria a los mestizos se debían a la imposibilidad de la Corona para percibir el tributo de grupos móviles y relativamente marginados por el sistema social establecido. Inspirado en las investigaciones de Barragán, creo que es posible pensar que la exoneración también era una especie de compensación temerosa de los españoles a las primeras generaciones mestizas para apaciguarlas, debido a que éstas reivindicaban su derecho a la posesión de la tierra en virtud de su doble herencia: los mestizos creían que la tierra les pertenecía por parte de sus madres indias, e igualmente por parte de sus padres peninsulares en tanto conquistadores.

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o bien postergaron esa decisión bajo distintos pretextos (Bernand 2001: 118); y respecto de la ropa pasó lo mismo: en ocasiones los burócratas peninsulares prohibieron el uso de vestimenta europea a los que no provenían del viejo continente y en otros momentos impusieron los atuendos españoles. En fin, pareciera que la Corona no previó el fenómeno del mestizaje, imprevisión evidenciada por los titubeos, oscilaciones e incoherencias surgidas al intentar establecer normas dirigidas a esta inquietante población en crecimiento. El principio básico de la estratificación social colonial consistió en la separación, interdependiente según los españoles, del mundo de los conquistadores por una parte y del mundo de los conquistados por otra. Mas pese a la necesidad invasora de realizar transacciones con los indios en el fondo los peninsulares se empeñaron en mantener funcionalmente separadas la “República de españoles” y la “República de indios”, y esta dicotomía negaba el surgimiento de una categoría intermedia, por lo que el mestizo se vio de alguna manera condenado a la ilegalidad (Bouysse-Cassagne y Saignes 1992: 132). El miedo a los mestizos se fue agudizando debido a que no todos ellos se dedicaron a los trabajos manuales en las ciudades –convirtiéndose en artesanos y dedicándose también a los servicios domésticos y al pequeño comercio–, pues otros se entregaron al vagabundeo o a actividades ilícitas y marginales. Como señalan Barragán (1992a: 97) y Bernand (2001: 124), hay una relación constante entre mestizos y trajín, ya que el surgimiento de esta capa social tiene también sus raíces en los forasteros, quizá porque la especialización manual liberaba a los campesinos de la dependencia de la agricultura como único medio de subsistencia, de manera que la adquisición de oficios artesanales terminó impulsando la migración y la movilidad geográfica indígena. En un principio las nuevas actividades artesanales estaban reservadas a los españoles, no obstante la consolidación de la sociedad colonial brindó una oportunidad a los indios que fueron apropiándose de tales labores, lo que les dio la posibilidad de adquirir medios económicos independientes. En síntesis, el surgimiento de los mestizos no fue un problema mientras era un fenómeno de escasas proporciones, mas cuando los “mezclados” comenzaron gradualmente a llenar las

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ciudades algo cambió radicalmente y para siempre. Los mestizos se convirtieron en individuos que inspiraban desconfianza porque podían manejar dos códigos sociales y sistemas de valores diferentes, y de ahí que estén vinculados con la posibilidad de atravesar fronteras políticas, geográficas y culturales. Sus sospechosas lealtades y “anárquicas conductas” (Herrén 1991: 252) se sumaban a la ambigüedad jurídica de su estatus: estaban exonerados de pagar impuestos pero tampoco podían ejercer cargos administrativos importantes. Estaban por encima de los indios pero por debajo de los españoles y criollos. Salvo excepciones, el acceso a las tierras comunitarias les estaba vedado, lo cual obviamente no impidió prácticas ilegales.120 Al igual que los mulatos, con quienes se los comparaba, los mestizos de indios andinos y españoles vivían “desviados”, es decir relativamente libres, sin que cayera sobre ellos ningún tipo de control social plenamente efectivo; quizá por eso una de las características de los mestizos fue su tendencia hacia la independencia y la autonomía, aunque ello siempre dependió de sus intereses y conveniencias. La mayoría eran artesanos y también los había arrieros y comerciantes sin domicilio fijo, que recorrían largas distancias recogiendo información que luego difundían. Estos últimos no dudaban en abandonar algunas de sus costumbres para adoptar fácilmente otras nuevas agujerando la supuesta impermeabilidad de los distintos grupos sociales con los que transaban. En conjunto casi todos los mestizos eran acusados de enseñar malas costumbres a los indios y llegaron a constituir, finalmente, una capa social intermedia 120

El tema de los mestizos y su no reconocido derecho a la tierra resulta complejo e interesante. Barragán (1991) ha mostrado cómo en el ámbito rural del altiplano y los valles hubo un interés mutuo entre españoles, indios y mestizos para las uniones consanguíneas, interés favorecido por la vecindad a la que se vieron obligados los individuos de las diferentes culturas. A pesar de ciertas leyes coloniales que prohibían la residencia conjunta de españoles e indios, la coexistencia fue un hecho mediante el establecimiento de haciendas en las comunidades y sus alrededores, y esta vecindad facilitó la concreción de las aspiraciones de algunos españoles y mestizos que buscaban casarse con indígenas para asegurarse tierras fértiles. Por su lado los indios recibían con entusiasmo la posibilidad de emparentarse con españoles o mestizos para que sus hijos pudieran evadir el tributo, etcétera. Sin embargo, con el paso del tiempo y el advenimiento de la república, también se dio la situación inversa: en ciertos casos fueron los propios funcionarios estatales los que declaraban a los indígenas como “mestizos” con el objetivo de identificarlos como “intrusos” en las tierras comunitarias y despojarlos así de ellas.

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e inestable dentro del novedoso proceso de desarrollo urbano colonial. Como ha advertido Carmen Bernand (2001: 126), el mestizo terminó fundiéndose en una masa indefinida, omnipresente e inquietante que los textos coloniales tardíos empezaron a llamar “chusma” o “vulgo”. Itinerarios marginales, captados por escritores y dibujantes de los siglos XVIII y XIX, la vida callejera de la plebe, sus diversiones y miserias, la cotidianidad de las empleadas domésticas, de los vagabundos y de los comerciantes minoristas, constituyen imágenes familiares que muestran la inevitable faceta urbana y moderna del proceso de mestizaje iniciado con la llegada de los españoles. También es necesario precisar que, debido a la diversidad de sus orígenes y de sus ocupaciones, resulta difícil realizar una descripción y análisis del “grupo” mestizo como bloque o unidad. Por ejemplo, algunos mestizos se identificaban más con lo indio mientras que otros actuaban frontalmente contra las comunidades, por lo que varios investigadores coinciden en que los mestizos no tenían ni tienen una conciencia de pertenencia común, afirmación que considero quizá válida para el pasado colonial mas no para ciertos períodos republicanos. Al respecto Bernand sostiene que pese a que los mestizos se funden en el “vulgo” tampoco conforman una “nación” aparte ni poseen emblemas particulares. De acuerdo con esta visión, en la medida en que los “mezclados” no constituyen un grupo notoriamente separado, el mestizo plantea la cuestión de la emergencia del individualismo en la sociedad colonial. Sin duda el individualismo mestizo parece ser una realidad del pasado y también del presente, pero después va a verse cómo algunos mestizos han desarrollado identidades comunes y acciones políticas colectivas importantes en determinados momentos históricos. Al considerar este proceso no hay que olvidar que los mestizos andinos surgieron fundamentalmente de la condición india y quienes se quedaron más cercanos y vinculados con esa condición empezaron a recibir el denominativo de cholos dependiendo de quién se dirigiera a ellos. Si bien existían marcadas diferencias sociales entre mestizos, los españoles y criollos muchas veces no las reconocían recurriendo a la palabra cholo en vista de que el mestizaje cultural superó con mucho al biológico.

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En relación con el vocablo cholo, hay un relativo consenso en que éste se usaba en la península ibérica y que proviene primigeniamente del “chulo”: individuo del populacho español cuyo oficio principal lo desempeñaba como ayudante de los toreros. Su mujer, la “chula”, se distinguía por ser “muy donairosa en su porte y atrevida en las palabras”, además de que se vestía con una falda larga y plisada, con una blusa vivamente decorada y con un chal bordado, según informa alguna versión del diccionario de la Real Academia Española, datos que en última instancia nos muestran no sólo la fuente del término sino también el origen de la conocida chola andina caracterizada por la vestimenta descrita. Más allá de las múltiples especulaciones existentes éste parece ser el auténtico punto de partida del uso de la palabra cholo, y dicho término se extendió para exteriorizar peyorativamente y a modo de burla el desprecio que muchos españoles “puros” sentían hacia los “no puros”, pero particularmente hacia los indios castellanohablantes y vestidos a la europea.121

Finalmente cabe recalcar que los mestizajes euroamericanos, vistos de forma global, remiten también a fenómenos políticos: las mezclas, hibridaciones y transformaciones socioculturales no son un asunto sólo de estética. Los individuos y grupos no mezclan las cosas por el placer de mezclarlas. Lo hacen por razones de supervivencia física y social; de ahí que, a decir de Boccara (2006:71), el mestizaje constituye un dominio crucial de lucha y violencia. Por tanto, según recomienda Gruzinski (2007: 126), conviene comprender los mestizajes americanos en el siguiente contexto general: caos de la América invadida, occidentalización impuesta y mimetismo ejercido por los propios indígenas. Entonces, siguiendo esta recomendación, hemos de considerar los mestizajes americanos coloniales como un esfuerzo de recomposición de un universo alterado y semidestruido y, a la vez, como una adecuación a los nuevos marcos impuestos.

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Pasados los años la dominación colonial entró en una gran crisis y del variopinto abanico mestizo salió gente que se enriqueció y ascendió en la escala social al punto de que algunos mestizos llegaron a ser grandes terratenientes e incluso próceres de la independencia. Gunnar Mendoza (en Paredes Candia 1992: 26)

No obstante, ésta no es toda la historia del vocablo cholo, ya que diversos investigadores han atribuido a tal palabra los más dispares e increíbles significados, usos y orígenes, siendo uno de los más notorios el de perro (anocara en aymara). Esto proviene de diversas fuentes. Por ejemplo en el diccionario de la lengua aymara de Ludovico Bertonio, escrito a principios del siglo xvii, se encuentra que la palabra chhulu, al igual que huayqui, significa mestizo, sirviendo también para designar a anocara: perro (en Peredo 2001: 4). Por otro lado el historiador peruano José Antonio del Busto Duthurburu, en su libro La Pacificación del Perú, sugiere que se decía cholos a los hijos de negros e indios, y que tal vocablo sería oriundo de las Islas de Barlovento –nombre genérico dado a una parte de las Pequeñas Antillas–, lugar donde la palabra significaba igualmente perro (en Paredes Candia 1992: 43). Un dato adicional al respecto es que una de estas islas que forman parte del archipiélago que separa el mar Caribe del océano Atlántico se llama Isla Perro. En una dirección similar el investigador peruano José Varallanos (en Espinosa 2003: 32) se basa en afirmaciones del antropólogo cubano Fernando Ortiz para aseverar que chulo habría sido perro entre los indios de Nicaragua, término que, supuestamente, aún sigue usándose en Cuba. Ortiz sugiere a la vez que el término podría tener origen africano pues quizá proviene de xulo o sulo que los negros mandingas usaban para designar a los perros. Incluso el chulo español probablemente viene del apelativo que los negros matarifes daban a los canes que ayudaban al encierro de los toros en Sevilla, de ahí que los mozos del matadero y de la plaza fueran llamados chulos, siempre según Ortiz. Por todo lo dicho José Varallanos (en esta ocasión citado por Peredo 2001:4) sostiene que las palabras perro y cholo eran sinónimas, y que en determinado momento ambas se unieron formando una sola voz: perrichola. Siguiendo a este autor, semejante término habría sido acuñado por el virrey Amat, que llamaba perrichola a su concubina “la muy limeña doña Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza” en el siglo xvii, adjetivo que

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Cholificación, esbirros políticos y el “problema del mestizo”

desde entonces se utilizó con frecuencia para denominar por vituperio a las mujeres mestizas amantes de los españoles. Varallanos comenta igualmente la hipótesis de que el vocablo cholo viene de Cholollán, en Cholula, México, y de hecho la voz cholo se usa en ese país y en el sudoeste de los Estados Unidos hasta hoy para designar a los herederos del movimiento chicano de los años 60. Pero existen más orígenes posibles todavía, de los que aquí señalaré sólo cuatro: 1) Juan Benjamín Dávalos, filólogo, indica que cholo ha nacido de chullo, palabra que significa gorro de lana, cuando los conquistadores, por sarcasmo o por falta de algún apodo genérico que aplicar a sus vencidos, los llamaron por el distintivo de la prenda que usaban en la cabeza (en ibid.: 6.). 2) El antropólogo peruano Jorge Muelle sostiene que este vocablo es de origen mochica, una cultura preincaica, y que habría sido usado en el temprano período colonial para denominar a los indios que hacían servicio doméstico en las casas de los españoles (en Quijano 1980: 57). 3) Pedro Cisneros en un ensayo titulado Los cholos y sus antepasados (1985), afirma que la susodicha palabra es oriunda de Indostán, región en la que floreció la nación Chola, reino del sur de la India que tuvo su apogeo entre los siglos ix y xiii. Por último Barragán (1992a: 90) señala, sin excluir otras posibilidades, que el vocablo podría derivar de “capichola”, nombre de una tela utilizada en la vestimenta femenina del siglo xviii, aunque el término cholo se utilizaba probablemente desde la segunda mitad del siglo xvi.

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afirma que Juana Azurduy, máxima heroína de la independencia boliviana, era chola y usaba las tradicionales polleras, y así existen datos varios que dan cuenta de la activa participación mestiza en las largas guerras que lograron romper el poder español. En 1826 un viajero inglés apellidado Pentland, a su paso por la recién creada república de Bolivia, escribió: Las razas mezcladas, denominadas cholos o mestizos, […] poseen mucha energía de carácter y vivacidad natural, son industriosos y algunos poseen considerable fortuna; han tomado parte activa en las luchas revolucionarias y son enemigos implacables y crueles de España y amigos de la independencia nacional (cit. en: Bouysse-Casagne y Saignes 1992: 141).

Sin embargo, la dirección de la nueva república quedó en manos de los descendientes de los criollos, y también de los herederos de los mestizos acriollados ricos, quienes reprodujeron sistemáticamente el racismo y la discriminación limitando a todos los demás las posibilidades de ascenso social, situación que cambió momentáneamente a mediados del siglo XIX. De 1848 a 1855 el populista general Isidoro Belzu catalizó con su gobierno la primera gran emergencia chola en los Andes generando una inédita irrupción de las masas plebeyas. De acuerdo con Elizabeth Peredo (2001: 18) puede decirse que esta primera insurgencia de los cholos como sector políticamente diferenciado fue producto de la resistencia de los artesanos al ingreso del capital extranjero, pues ellos veían en el libre comercio una competencia desleal que favorecía a los productos hechos afuera en desmedro de la producción nacional. Con este motivo los artesanos cholos aparecieron con fuerza en la escena pública y encumbraron a Belzu movidos por la defensa de sus intereses económicos y por el odio acumulado hacia la aristocracia criolla. Nunca como entonces emergió una identidad reivindicada del grupo cholo y Belzu, a cambio del apoyo popular, realizó medidas proteccionistas para salvar de la ruina a varios telares y manufacturas incapaces de competir con el comercio exterior ultramarino. En este contexto los cholos asumieron por primera vez una personalidad política propia e incluso publicaron periódicos diversos, uno de ellos llamado precisamente El Cholo, con el apoyo del gobierno. Peredo cita un discurso de Belzu realizado durante 1849 que en una de sus partes salientes decía: 282 / Huascar Rodríguez García

Cholos, mientras vosotros sois víctimas del hambre y de la miseria, vuestros opresores, que se llaman caballeros, y que explotan vuestro trabajo, viven en la opulencia. Sabed que todo lo que tenéis a la vista os pertenece, porque es fruto de vuestras fatigas. La riqueza de los que se dicen nobles es un robo que se os ha hecho (cit. en ibid.: 19).

Esta primera efervescencia chola duró lo que duró el gobierno de Belzu y las aspiraciones de los artesanos sucumbieron rápidamente. Además, el arribo del capitalismo minero se presentó como un prometedor horizonte de desarrollo industrial y de apertura al libre mercado en contraste con cualquier utopía artesanal, pese a que la modernidad y sus bendiciones industriales también eran una utopía en ese momento, pero una utopía más deseable para el país desde la óptica de las elites. De aquí en adelante se dará un fenómeno muy interesante y contradictorio en el ámbito de las discusiones públicas, dado que una parte de la intelectualidad criolla, influida por el positivismo y el darwinismo social, verá el advenimiento del capitalismo como un proceso de desarrollo que de algún modo haría desaparecer a los indios y a los cholos que empañaban la visión europeizante que de Bolivia se quería tener. No obstante, como señala Peredo, los indios-mestizos, lejos de desaparecer absorbidos pasivamente por el mundo criollo, hallaron nuevos canales para la expresión del cholaje en tanto una novedosa cultura nacional: el incipiente desarrollo capitalista, contrariamente a los deseos de la oligarquía, con el tiempo abrió las vías para la continuidad del proceso de cholificación de los indios debido a su incorporación al trabajo minero y a la lenta pero permanente migración campo-ciudad. En virtud de esto, al mismo tiempo que se menospreciaba al cholo empezó a surgir un interés intelectual en él, hecho que a futuro va a plantear la formación de una ideología nacional del mestizaje que las elites proyectarán sobre toda la población. Efectivamente, todo lo hasta aquí dicho, en conjunto, puede ser caracterizado como un proceso de cholificación, expresión acuñada por investigadores peruanos de fines de la década de los 50, entre los que se destaca el sociólogo Aníbal Quijano (1980). Para él, el fenómeno de cholificación es un proceso ocurrido desde la colonia, mediante el cual se da un paulatino desprendimiento de grandes sectores del campesinado indígena que van adoptando

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un nuevo estilo de vida integrado por elementos occidentales y elementos indios, estilo de vida que se diferencia de las dos culturas sin perder por eso vinculación con ellas. Así, el término cholificación pone de manifiesto que el mestizaje cultural, en el caso andino, ha creado una nueva identidad que, a pesar de adoptar elementos de la cultura urbana-criolla-occidental, no pierde totalmente sus componentes culturales indios.122 Uno de los principales vehículos del proceso de cholificación que distingue Quijano para el Perú de la primera mitad del siglo XX, mirada que también es válida para Bolivia en el mismo período, está constituido precisamente por los cambios económicos introducidos por la modernidad que tienen que ver con la industrialización gradual, la minería, la expansión de los núcleos urbanos, la lenta migración campo-ciudad, el desarrollo del pequeño comercio y el ingreso y consolidación de la economía de mercado, factores que, en definitiva, crearon una novedosa estructura de oportunidades y de roles ocupacionales para los indios en tránsito de modificar su condición cultural y económica inicial. Quijano sugiere que la cholificación de fines del XIX y de la primera mitad del XX fue también una consecuencia de importantes factores políticos como el arribo de nuevas corrientes de pensamiento social y la aparición de los partidos y del sindicalismo. En suma, el proceso de cholificación puede entenderse como un canal de movilidad social ascendente para la masa indígena que se inicia en la colonia, pero que adquiere características y tendencias nuevas durante el período republicano. 122

Que lo cholo sea considerado una identidad nueva o no es una discusión inconclusa entre algunos investigadores bolivianistas, pues algunos afirman que el cholo es el “indio urbano”. En esta perspectiva, un tanto esencialista, el cholo mantiene un “prisma ordenador” o un “núcleo irreductible” indígena aunque viva en la ciudad recurriendo a los artificios de la modernidad, es decir que el indio no deja de ser indio por más que su nuevo hábitat sea urbano. Otros estudiosos sostienen la visión del “reclutamiento étnico”, según la cual la migración campo-ciudad destruye la cultura india, envileciéndola y convirtiéndola en parte indisoluble de la cultura occidental. Una tercera vía en la discusión es justamente la perspectiva que considera el cholaje como algo totalmente nuevo, una etnogénesis, una nueva identidad. Al respecto véanse las excelentes síntesis de posiciones hechas por Archondo (1991: 51-57; 1992: 11-16). Personalmente sostengo que lo novedoso o no tan novedoso de la identidad chola depende de qué cholo estemos hablando. En el caso de la identidad de los cholos anarquistas de la primera mitad del siglo xx, creo que se trata evidentemente de una novedad, pero de una novedad no exenta de contradicciones, como se verá más adelante.

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Ahora bien, el proceso de cholificación boliviano fue convirtiéndose cada día más palpable y esto no podía pasar desapercibido para las elites criollas. Ciudades como La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba se vieron llenas de una población chola mayoritaria, cuyas posibilidades de ascenso social y definición de lo político amenazaban las tradicionales relaciones de poder. Otra particularidad boliviana respecto de lo cholo fue también que esa fuerte presencia mestiza-india al interior de varias ciudades, a diferencia de otros países andinos, se convirtió en un patrimonio que era, y aún es, en buena medida, exclusivo de las mujeres, tema sobre el que volveré después. El caso es que las elites se sintieron paulatinamente cercadas por un populacho cholo que configuraba un entorno amenazador. De pronto se hizo evidente que iba a ser imposible continuar usufructuando las instancias del poder estatal sin considerar y recurrir a los cholos para utilizarlos como contingentes electorales: los sectores políticos dominantes, tras la turbulencia de la guerra federal de 1899, tuvieron ante sí la inminente consolidación de la democracia parlamentaria y de un sistema de partidos, lo que los llevó a desplegar una serie de tácticas de clientelismo para corromper a la población chola consistentes en: 1) campañas de propaganda acompañadas de dádivas, 2) la inclusión de ciertos cholos en los puestos más bajos de la administración pública –y en puesto altos en el caso de las provincias–, 3) la utilización del padrinazgo como una forma perversa y distorsionada de la reciprocidad andina y 4) la promoción del consumo de alcohol. Estas tácticas fueron contundentes y crearon un nuevo personaje urbano llamado el “esbirro electoral” –conocido igualmente como “esbirro político”–, destinado a garantizar el fraude en las elecciones por distintos medios y a organizar “clubes” que en realidad eran grupos de matones a sueldo enajenados por el alcohol, o grupos de espías y delatores que tuvieron su época de oro desde 1914 hasta fines de la década de los 20. El hecho de que la mayoría de los esbirros políticos eran cholos introdujo en el país una nueva preocupación en torno de lo mestizo, ya que dichos personajes se caracterizaban por realizar desmanes y escándalos en distintos ámbitos sociales. A propósito de esto, varios ejemplares –en particular los números 33, 35, 45 y 49– de la revista cochabambina Arte y Trabajo correspondientes a 1922,

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muestran reiteradamente la intranquilidad que se agudizaba en relación con los cholos en general y con los mentados esbirros políticos en particular. Sucede que la creación de la Federación Obrera de Cochabamba en 1922 puso en el tapete de la discusión pública la nefasta actitud de los esbirros, pero también la toma de conciencia de algunos cholos respecto del papel que desempeñaban las personas del populacho pagadas por los partidos políticos. Casi súbitamente el sindicalismo apareció dividiendo a los cholos entre servidores de las elites por un lado, y obreros rebeldes que buscaban transformaciones sociales profundas por el otro, situación que provocó indignación y sorpresa en ciertos sectores letrados de la población. Veamos unos fragmentos de la famosa revista cochabambina: En el mitin tan satisfactoriamente celebrado por los obreros el domingo pasado, un orador virtió los siguientes conceptos. “La clase trabajadora –dijo– tiene junto al alcoholismo otro gran enemigo de su liberación: es el esbirro político, elemento nacido en su propio seno”. […] El esbirro político […] es ciertamente el puntal más temible y poderoso de las actuales dictaduras “democráticas”. Ese obrero insolente y borracho, pagado por las autoridades […] virtuoso por la brutalidad de sus puños, más agresivos aún para los de su propia clase social, ese fabricante de diputados, ese intrigante, ese espía, es evidentemente un gran obstáculo en el camino de las conquistas proletarias. La redención de este elemento […] debe ser un tópico esencial en el Programa de los trabajadores […]. Y decimos redención, porque esa porción de esclavos […] lo hacen por las sugestiones de los de arriba y empujados por las circunstancias de pauperismo, inconsciencia y degradación que les proporciona el actual estado de cosas. […] Trabaje pues la Federación Obrera recientemente constituida para catequizar a estos elementos obreros descarriados (Arte y Trabajo. Nº 33. 16 de abril de 1922). Y, sin embargo, con ese hato compuesto de borrachos, espías, criminales, esbirros policíacos y electorales, se sostienen los gobiernos. Y la espantosa verdad es que, al presente, la ciudad de Cochabamba está regida por esta nefasta porción de cholos sin que la clase burguesa se alarme, ¡y todo porque esas turbas […] no son socialistas! (ibid. Nº 35. 1º de mayo de 1922).

Otro artículo denominado “El movimiento obrero”, contenido en el mismo número de la revista inmediatamente antes citada, señala: 286 / Huascar Rodríguez García

La actividad últimamente desplegada por los obreros de esta localidad para constituirse en Federación va despertando en muchos elementos una zozobra, calificable de infantil, ciertamente. […] Ellos son también hombres y si el destino los hizo obreros, con todas las deficiencias inherentes a su condición, tienen derecho a aspirar a algo mejor. Renegáis de la suciedad, del vicio, de la bajeza del cholo, y no hacéis nada para tirarle el anzuelo. Y ahora que se excita su sentimiento de clase, le señaláis como un peligro. […]. Las autoridades y los políticos se alarman también. Y éstos sí que tienen razón al alarmarse. Se les escapa su mejor instrumento de dominación. Se resta el alma de su vida misma. Se han cansado los obreros de tantos años de promesas. […]. Afiliado a esta o aquella bandera, la experiencia ha sido la misma: el entronizamiento de gente que le ha prometido todo y no le ha dado nada, o le ha dado un lugar en las policías para ultrajar a sus hermanos. Frente a estas injusticias universales ¿cómo no esperar que se agrupen los obreros para dignificarse? Y, en vez de ayudar a su cohesión ¿por qué inquietarse de ella? (ibid.).

El proceso de cholificación hizo que los sectores populares urbanos emergentes al iniciarse el siglo XX se tornaran agresivos como en los tiempos de Belzu, lo que motivó a las elites a intensificar la promoción de los esbirros junto a la difusión de diversos discursos intelectuales que a veces exaltaban el mestizaje y en otras ocasiones lo denigraban. Ya en 1910 el pensador paceño Franz Tamayo, personaje relativamente alejado del positivismo, afirmó que el mestizaje era una fatalidad que tenía que ser asumida con mucha seriedad. En opinión de Tamayo, el mestizo debía dejar de ser cholo para convertirse en un nuevo ser que recogiera tanto la voluntad y la energía india como la inteligencia blanca.123 El célebre intelectual señalaba que el cholo recibía más 123

A diferencia de lo que plantean Soruco (2006) y Sanjinés (2005) no estoy tan seguro de que la metafísica tamayana establecía una nítida diferenciación entre el mestizo y el cholo, salvo en el futuro deseado por Tamayo, en un futuro que tendría que ser construido mediante la educación. Basta hacer una lectura directa de Creación de la pedagogía nacional para evidenciar que cuando Tamayo habla del mestizo de su tiempo no establece una clara diferencia entre éste y el cholo. Por ejemplo, al sugerir qué tipo de educación sería buena para el “mestizo” señalaba: “…hay que encerrar, ahora como siempre, al cholo en un anillo de hierro disciplinario. Éste es el punto prominente de toda pedagogía mestiza […]. Nuestro mestizo, como elemento pedagógico, es tan fluido y tan inestable que se escapa siempre de toda regla y se pierde así. Nadie más que el cholo necesita de una educación moral […]. Para obrar sobre el cholo, una pedagogía sabia debe aprovecharse de todos los resortes que su inteligencia ofrece. […] Hay algo radicalmente femenino en la naturaleza del cholo. Es un sentimental y puede llegar a ser con el tiempo un

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de lo que daba convirtiéndose en un aprovechador e incluso en un parásito. Mas esto no es todo, ya que el cholo representaba también la inestabilidad social. … ¿es el cholo un buen elemento de orden y estabilidad sociales? No siempre. Históricamente hablando, el resorte material inmediato de todas nuestras revoluciones políticas ha sido el cholo. Sus condiciones propias han hecho siempre de él una pasta fácil que se ha amoldado a las locuras y ambiciones de nuestros más viciosos demagogos. […] En resumen, socialmente hablando, es o tiende a ser parasitario; políticamente, ha sido o puede ser un peligro… (Tamayo 1994 [1910]: 44).

¿Qué hacer frente a tal realidad? Tamayo planteó que debería crearse un nuevo tipo de educación vernácula a fin de consolidar la nación boliviana, tarea nada fácil que tendría que partir del conocimiento de nuestros elementos étnicos. A decir de Tamayo el blanco criollo se había degenerado. Por otra parte el indio era pura voluntad, moralidad y fortaleza, pero no pensaba ni poseía inteligencia suficiente. En consecuencia era el mestizo el que estaba destinado a realizar una síntesis de la futura nacionalidad boliviana. Sin embargo no era cualquier mestizo el que redimiría a la nación: se trababa de un nuevo mestizo, un ser ideal y equilibrado que eliminaría todo lo malo que había tanto en blancos, indios y cholos, aprovechando a la vez lo bueno que éstos tenían. Pese a su carácter inestable y cambiante, el futuro mestizo era aparentemente lo único que quedaba para salvar la “evolución nacional”. Las siguientes palabras de Tamayo son elocuentes al respecto:

clara de la nación futura… […]. Sus actos no tienen carácter, sus pensamientos no tienen estilo. Sin embargo, obra y piensa. Ya sea el mestizo obrero o artista […] sus concepciones y sus obras, sus actos y sus palabras están siempre desnudos de la personalidad característica que da un sentido superior a todas las cosas. […]. Su inteligencia parece siempre vivir de prestado, y así es, porque realmente no sabe adueñarse de los materiales y elementos que la vida le ofrece y hacerlos suyos para su propio servicio. […]. O son las exaltaciones violentas o son las violentas depresiones. […]. Hemos visto que la calidad fundamental del mestizo […] es su inteligencia; […] esta inteligencia no se distingue […] de la general inteligencia europea, que es una ley de herencia que ha transmitido el blanco al mestizo […] y que por una ley desconocida de mestizajes étnicos, esa inteligencia se ha transmitido desnaturalizándose o desvirtuándose… […]. Delicadísimo y sensibilísimo como es el resorte intelectual del mestizo, ¡daos cuenta de la gran facilidad con que el mestizo ha estado siempre sujeto a cambios bruscos y radicales a lo largo de toda nuestra historia! Bastaba la menor fluctuación, la más tenue vibración en la atmósfera de las ideas universales, para que la inteligencia del mestizo, sometida a su influencia, sufriese el contragolpe y reaccionase… (ibid.: 74-78).

El muy ambiguo y aparente divorcio de los términos “mestizo” y “cholo” que se puede leer entrelíneas en Tamayo tardará décadas en consolidarse. Entretanto no todos los hombres pensantes de la elite eran tan optimistas acerca del futuro del país. Contemporáneamente a Tamayo otros reconocidos intelectuales calificaban al mestizo bajo las siguientes fórmulas:

…el mestizo es una de las formas especiales de nuestra nacionalidad, y que tal vez, bajo el punto de vista de la raza, es una forma destinada un día a realizar una síntesis biológica de nuestra nacionalidad. […] El mestizo no es un azar; es una fatalidad. […] Entonces el mestizaje sería la capa buscada y deseada a todo trance, en la evolución nacional, la última condición histórica de toda política, de toda enseñanza, de toda supremacía; la visión

Trae del íbero su belicosidad, su ensimismamiento, su orgullo y vanidad, su acentuado individualismo, su rimbombancia oratoria, su invencible nepotismo, su fulanismo furioso, y del indio su sumisión a los poderosos y fuertes, su falta de iniciativa, su pasividad ante los males, su inclinación indominable a la mentira, el engaño y la hipocresía, su vanidad exasperada por motivos de pura apariencia y sin base de ningún ideal, su gregarismo, por último, y, como remate de todo, su tremenda deslealtad (Alcides Arguedas cit. en Urquidi 1939: 10).

intelectual...” (Tamayo 1994 [1910]: 135). Luego en otro lugar: “Tenemos una parte considerable de la nación que ha vencido el analfabetismo. ¿Sabéis cuál es? Es el cholo, el mestizo elector de nuestros comicios populares” (ibid.: 43). El punto es que para Tamayo el cholo y el mestizo son a veces indistintos, ambigüedad peligrosa que según él era un problema central que tenía que resolverse pronto. Precisamente por esto la educación, en la propuesta tamayana, debería hacer del cholo, y también del indio, un mestizo ideal que algún día borrara por fin al cholaje “revoltoso y aprovechador”.

Todo se fue acholando, aplebeyándose, ordinarizándose como todo se achola y se ordinariza en Bolivia desde hace muchos lustros […] …es el mestizaje el fenómeno más visible en Bolivia, el más avasallador y el único que explica racionalmente y de manera satisfactoria su actual retroceso (Alcides Arguedas cit. en Irurozqui 1995: 365).

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Los mestizos, casta híbrida y estéril para la presente labor etnológica como el mulo para el transformismo de las especies asnal y caballar, los mestizos con su tórax levantado por los apetitos y su espíritu uncido por instinto al proselitismo del caudillaje, representan en la especie humana una variedad subalterna, que corresponde a una degeneración confusa de la impetuosidad española y del apocamiento indigenal (Gabriel René Moreno cit. en Urquidi 1939: 10).

La condena del mestizo en sus versiones de autoridad local, burócrata corrupto, artesano borracho, agitador, esbirro electoral, cura provinciano inmoral, caudillo político o indio que se traslada a la ciudad, posibilitó que la interrogante sobre “qué hacer con el indio” se convirtiera en “qué hacer con el mestizo”. El “problema del indio” en ciertos sentidos era un problema suave frente al “problema del mestizo” aparecido al iniciarse el nuevo siglo. En el caso del indio mientras éste permaneciese en su lugar rural de origen podría ser tolerado y hasta alabado por lo vital de sus labores agrícolas. En contraparte, la variedad de representaciones del mestizo hacían de él un elemento de inestabilidad social que era necesario controlar. La visión negativa que se tenía acerca del “mestizo” era en realidad una percepción negativa acerca del mestizo-indio, es decir del cholo, y el uso de los cholos como fuente de legitimidad electoral ocasionó múltiples discursos contradictorios entre los estratos dominantes. Se hablaba bien del “mestizo” y se le ofrecía dádivas para que éste votara por las elites y luego se lo degradaba en los discursos públicos –libros, artículos de prensa, ciertas novelas– como un mecanismo de control de la movilidad social ascendente. En opinión de Irurozqui (1995: 365) las elites necesitaban una renovación de sí mismas que incluyese a los sectores populares sin que eso significara la ruptura de su dominio, y entonces las elecciones se convirtieron en el escenario donde se hizo más evidente la peligrosa dependencia de los grupos privilegiados respecto de los sectores populares, ya que necesitaban de ellos para definir cuál de las fracciones de elite debía resultar hegemónica. Mas la “legitimidad” del sistema de partidos, sostiene Irurozqui, no exigía sólo votantes que respaldasen candidaturas de elite, sino también la admisión de esos votantes como ciudadanos con derechos, y ahí estaba el problema: los grupos oligárquicos requerían apoyo popular en su enfrentamiento interno, 290 / Huascar Rodríguez García

y al mismo tiempo necesitaban que la plebe chola no adquiriera conciencia de su propio poder. La necesidad de evitar la toma de conciencia de los cholos explica por qué, a la vez que existía una valoración del mestizo artesano, aparecía también la denuncia de su inmadurez política, de su deslealtad, de su tendencia al alcoholismo, etcétera, a causa de su origen étnico. En todo esto también eran notorias las acusaciones mutuas de traición que a veces se hacían entre sí las fracciones de la elite –conservadores, liberales y “republicanos”– por poner en riesgo la estabilidad del sistema de dominación promoviendo la participación política de los cholos. En suma, las primeras meditaciones morales acerca del mestizaje produjeron los villanos de la modernidad andina: el mestizo provincial, déspota político y parásito económico, y el cholo urbano, políticamente volátil, social y/o sexualmente transgresivo, etcétera (Larson 2007: 350). Ambos estereotipos raciales actuaron como contraste de los “civilizadores blancos”, quienes veían con temor a las crecientes hordas cholificadas que inundaban las ciudades constituyendo una masa ingobernable y acusada de generar caos político y desorden social.

El cholaje sin patrones y la valía de las cholas Según puede advertirse, la segunda emergencia chola iniciada al comenzar el siglo XX fue mucho más vasta, compleja y duradera que la primera irrupción patrocinada por Belzu. Pero a diferencia de antes, la nueva emergencia fue impulsada también por el paulatino arribo de las ideas socialistas, anarquistas y sindicalistas, como parte de la aceleración del proceso de cholificación. Ocurre que los trabajadores cholos comenzaron a adquirir conciencia de su fuerza y de su creciente número gracias al conocimiento del socialismo y del anarquismo, entendiendo también que la oligarquía buscaba su propia perpetuación mediante el interesado acercamiento a la plebe artesanal. De esta manera el arribo de las ideas anarquistas posibilitó, paralelamente a la existencia del “esbirro electoral”, la aparición de otro personaje urbano no menos singular: el “artesano intelectual” quien, formado por las tendencias políticas radicales importadas desde las repúblicas vecinas, empezó a promover la organización sindical diferenciándola del mutualismo que hasta 1912 garantizaba la

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sumisión total del artesanado a las políticas “liberales” de las elites. Se abría entonces un nuevo horizonte para algunos artesanos cholos cultos, quienes veían más atractiva una doctrina que hablaba de la posibilidad de que los trabajadores urbanos y rurales acabaran con el Estado y con sus injusticias, que las doctrinas que hablaban de la democracia o de la dictadura del proletariado. En la medida en que el Estado-nación en Bolivia era algo relativamente irreal –pues lo que existía era un Estado oligárquico que apartaba a las grandes mayorías de las esferas de decisión–, aquella doctrina que profesaba la posibilidad de vivir sin Estado, reemplazándolo por asociaciones federales descentralizadas, resultaba realmente prometedora y convincente para un artesanado cada vez más radicalizado. Añádase a lo dicho que el anarquismo implicaba igualmente una implícita reivindicación de la independencia y de la autonomía económica artesanal, por lo que no debe parecernos extraño que el artesano letrado, generalmente dueño de su taller, de sus herramientas, de su tiempo y de su fuerza de trabajo, se identificara fácilmente con esta corriente de pensamiento. Todo lo planteado me lleva a tratar un tema específico que hasta aquí sólo ha sido abordado lateralmente. Sabemos que el cholo es el mestizo-indio que trabaja en oficios urbanos y que posee una identidad más o menos difusa cuyos rasgos culturales están formados por la cultura indígena y por la cultura occidental. ¿Pero saber quién es “el cholo” implica también saber qué es “lo cholo”? Acaso esta interrogante pueda vincularse con otras preguntas complementarias: ¿cuáles son las características de la personalidad e identidad cholas? ¿Puede hablarse de una esencia constitutiva de esta identidad? A continuación no pretendo responder tales cuestionamientos, mas sí utilizarlos a modo de pretexto para continuar desarrollando mi argumentación. Creo que algunas de las creativas formas de entender el mestizaje como fenómeno global que plantearon Laplantine y Nouss (2005) son útiles para decir algo específico acerca de lo cholo en Bolivia. Así, puedo afirmar con certeza que el cholo encierra lo más singular y a la vez lo más universal que tienen gran parte de los bolivianos. El cholo puede provocar a los otros, y a sí mismo, sensaciones perturbadoras o gratas, pero también un desencanto, un malestar, una desazón que oscila 292 / Huascar Rodríguez García

en el intervalo de la presencia y de la ausencia, la comunión y la soledad, el goce y el sufrimiento, de modo que la condición chola puede llegar a ser dolorosa: uno está relativamente solo, se ha alejado de lo que era, abandona en parte lo que tenía, ha cambiado, ha traicionado… En otras palabras el cholaje es una experiencia de la desapropiación, de la ausencia y de las incertidumbres surgidas a partir de un encuentro inicial que ya no cesa jamás, encuentro o choque que puede no ser siempre amistoso y que tampoco asegura una compañía sempiterna y agradable. En todo caso el cholaje destaca la índole inesperada de los encuentros, es aquello que nos aleja de la repetición de lo mismo, es un devenir, y debido a esto los cholos de ayer no son iguales a los cholos de hoy. Como señala Carbol (cit. en Baby-Collin 2004: 46), ser cholo conlleva varios sentidos según el momento o el lugar, o según se sea víctima o autor de esa designación, por lo que la categoría cholo es sufrida y a la vez reivindicada sin que importe mucho la contradicción. Lo cholo es una realidad y un invento estratégico, y constituye, en suma, una “zona” siempre en movimiento y siempre redefinida. Se trata entonces de un fenómeno y de una condición, pero ante todo de una experiencia que podría denominarse metafóricamente choledad, divertido neologismo utilizado tempranamente por Aníbal Quijano (1980: 77) cuando combinó las palabras “cholo” y “soledad”, y que fue apropiado más tarde por José Guillermo Nugent (1992). Pero lo recientemente afirmado no quiere decir que el cholo sufre y se lamenta todo el tiempo. Al contrario, el cholo siempre muestra vitalidad y pasión por las fiestas, e incluso pareciera que una alegría terca e incontenible lo mueve continuamente a superar cualquier resignación ante la angustia vital y ante las circunstancias difíciles con las que tiene que lidiar. A propósito de esto el sociólogo y antropólogo Roger Bastide ha mostrado dos elementos clave desde sus propias investigaciones en el universo religioso afrobrasileño: 1) no son las culturas las que se encuentran sino los individuos, es decir seres humanos concretos y 2) quienes han vivido y viven un proceso de aculturación que a veces los ha conducido a cierta “marginalidad” no son necesariamente personas ambivalentes e infelices. El principio de ruptura del que habla Bastide (en Cuche 1999: 80) cuando

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analiza la personalidad de los individuos en situación de aculturación, se refiere a que éstos tienden a provocar rupturas como un mecanismo de defensa frente a las agresiones y a la discriminación etno-social. Además tales personas son particularmente creativas, bien adaptadas a distintas circunstancias y pueden convertirse en agentes de cambio social. Por tanto no es el individuo el que, a pesar suyo, está “cortado en dos”, sino que él es el que introduce rupturas en sus diferentes compromisos con su mundo original y con los otros mundos por los que transita, y esto es justamente lo que hacen varios cholos en diversas situaciones.124 Mucho se ha dicho de la “personalidad chola” desde la época colonial hasta hoy. Los rasgos principales de esta personalidad serían, entre otros, la deslealtad, la agresividad, la insolencia, la concupiscencia, la conflictividad, la tendencia a la movilidad y finalmente la vocación por la libertad, la aventura y el riesgo. También están la irreverencia, la rebeldía y el poco respeto a la autoridad, características que hacen del cholo, en opinión de Quijano, un revoltoso en potencia y uno de los personajes más activos del cambio social. Siguiendo a este autor es posible afirmar que los cholos fueron los vehículos más eficaces de comunicación entre los indios y las ideas izquierdistas, y los mismos cholos fueron y son un grupo fácilmente influible por las corrientes de pensamiento que propugnan la destrucción del poder político liberal. Tengo la impresión de que cuando Quijano escribió estas ideas estaba pensando en la tardía formación del sindicalismo campesino peruano y en los embriones de grupos radicales como Sendero Luminoso, sin embargo considero que tales apreciaciones son igualmente válidas para ver ciertos aspectos del proceso de cholificación boliviano de la primera mitad del siglo XX. Por su parte, Peredo (2001: 31) señala que el cholaje, en el caso de La Paz, no es únicamente una cultura “colchón” –que amortigua “el golpe” de los indígenas que llegan a la ciudad– ni tampoco es sólo una cultura “escalera” para ascender desesperadamente. 124

Para el caso de Perú, por ejemplo, François Bourricaud (1962 [1953]) ha mostrado que en Puno y sus alrededores los cholos, no sólo individualmente, sino también como grupo, pueden conquistar una posición estimable por sus propios méritos y capacidades, más aún si no se separan totalmente de sus antiguos lazos indios. De ahí que, para Bourricaud, los cholos tienen un gran potencial, son creativos y están “bien armados” y preparados para la vida urbana, sin necesariamente disociarse de forma completa del mundo rural al cual a su vez transforman.

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En palabras de Peredo el cholaje es también un mecanismo de resistencia y de transformación de la segregación criolla-occidental que sufre el aymara en la ciudad. Desde este ángulo lo cholo en La Paz puede ser considerado como una “subcultura” al interior de la amplia gama de los mestizos, mas los miembros de tal subcultura no pretenden adaptarse pasivamente a la sociedad urbana occidental, pues en cambio buscan la incorporación/transformación de ese mundo que los discrimina y que les impide ser como son y como quieren ser. En lo concerniente a las mujeres es éste un tema casi aparte porque en Bolivia la identidad chola es en buena medida un acervo femenino. Como nos recuerda Barragán (1992a: 90), las cholas conservan una vestimenta que las diferencia de las mujeres de otros estratos sociales, y la autoidentificación consciente que representa el uso de la pollera125 marca una pauta de elección que es una cuestión de género, porque no hay vestimenta chola especifica para los varones. De otro lado, según anota Virginia Ayllón (en Peredo 2001: 16), la interpretación del mestizo puede encontrar una veta muy valiosa si se la ubica en las mujeres porque ellas han sido, por al acto de la maternidad, las que han dado a luz al nuevo sujeto emergente de dos culturas. Evidentemente la temática de la mujer chola puede conducirnos a otras intrincadas vías dentro el gran laberinto del mestizaje. Por eso a continuación voy a destacar únicamente un par de puntos que creo es importante señalar. Si bien el término cholo, usado en masculino, puede ser peyorativo, el femenino chola, y más todavía el diminutivo cholita, es a veces neutro o inclusive, en el último caso, tiene una connotación afectiva para subrayar una cercanía o una intimidad cariñosa. 125

Falda de origen español que, fruncida en la cintura, produce pliegues pudiendo ser corta o larga. El nombre procede de un cesto de mimbre o red, angosto de arriba y ancho de abajo, que servía para transportar y guardar pollos en España. En Bolivia la pollera se ha convertido en la vestimenta fundamental de la identificación chola, y de hecho hay cholas sin rasgos somáticos mestizos muy marcados, siendo blancas o rubias, que se definen como cholas sólo por el uso de la pollera y de otros elementos típicos de la vestimenta tradicional. A la inversa, hay mujeres en las que se ve con claridad la ascendencia india-mestiza pero que no visten como cholas, y únicamente debido a eso no son tenidas por tales. Pero las cholas también se caracterizan por cierta forma de ser que tiene que ver con una cuestión de actitud y de comportamientos reflejados en la forma de hablar y de vivir, rasgos que se complementan con la vestimenta para identificar a alguien como chola.

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Esto depende también, desde luego, del tono, del contexto y de la forma en que se utilizan las palabras. De cualquier manera, y a diferencia de los hombres, la mujer que usa polleras ha llegado a asumir esta denominación desde la segunda emergencia chola, primero como una aceptación resignada de una condición social subalterna, pero después con orgullo y con ánimo provocador. Por supuesto el uso de los términos tiene sus matices y lo que aquí quiero poner de relieve es que si los hombres pueden aceptar rara vez la denominación cholo en algunas circunstancias, son las mujeres quienes con más frecuencia son identificadas con dicha palabra. Más todavía, las propias mujeres de pollera se autoidentifican así, y de hecho la reivindicación del término chola se ve ya en los discursos de la Federación Obrera Femenina (FOF) de fines de la década de los 20. Además la chola no es una sola, como nota Baby-Collin (2004), y existen variaciones importantes que permiten distinguir, por discretos artificios de la vestimenta, o por el grado de dominio del castellano, a la chola pueblerina recientemente migrada a la ciudad de aquella que, integrada plenamente a la dinámica urbana, posee una tienda o un puesto de venta consolidado. Paredes Candia (1992) y Canavesi (1987) hablan de la “chola decente”, la “chola mediana” y la “chola india”, distintas por factores económicos y posiciones sociales. Respecto de lo cholo en general –mujeres y hombres– hay que advertir que, en efecto, existen notorias diferencias entre los cholos citadinos después de varias generaciones y los cholos recientemente llegados a las urbes. No obstante, si pensamos en la FOL, los postulados solidarios del anarquismo generaron una actitud igualitarista que no distinguía a los diferentes tipos de cholos y cholas al interior de los sindicatos. Retomando el tema de la mujer chola, es menester mencionar que algunas de sus ocupaciones típicas fueron y son la cocina, los servicios domésticos y la venta en los mercados. Al decir esto no pretendo negar el amplio desempeño que las cholas han tenido y tienen en otras esferas laborales, pero aquí deseo señalar un aspecto particular de las cholas vendedoras de los mercados, más conocidas con el nombre de recoveras o qhateras126. La aparición del anarcosindicalismo entre las qhateras de los 126

Palabra proveniente del vocablo qhatu, que en quechua y aymara significa sitio o lugar de intercambio.

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mercados, paceños desde fines de la década de los 20 significó un hito en el proceso de cholificación, ya que otro factor de este proceso, en palabras de Quijano, fue el desarrollo de la conciencia de grupo de los propios cholos. La sindicalización de las qhateras mediante el anarquismo conllevó distintas consecuencias, una de ellas precisamente la reivindicación del término chola, y otra, la aparición de las mujeres de pollera en la escena pública y política, lo que permitió la inédita irrupción de un actor que lucha contra la triple discriminación étnica, social y de género. Sin embargo las qhateras, discriminadas por ser plebeyas, cholas y mujeres, poseían un poder intermediario importante en la sociedad no sólo por su bilingüismo, sino también por habitar y administrar un espacio vital para el abastecimiento de alimentos. La toma de conciencia de tal situación y la autovaloración motivada en parte por las prédicas de la FOL constituyeron a las qhateras libertarias en un sector reconocido y a la vez temido por las elites criollas, sin olvidar también que existían cholas potentadas enemigas del sindicalismo. A esto se suman la belicosidad y la agresividad que parecen características casi comunes en la personalidad de las qhateras, pero que, como señala Peredo, son una reacción de defensa frente a la violencia racista de la sociedad criolla-occidental. Por otro lado es preciso considerar también que desde la década de los 40 ciertos intelectuales, mediante novelas y algunos ensayos, plantearon una nueva perspectiva que empezó a exaltar a las cholas, cosa que ya había hecho en parte Nataniel Aguirre con su trascendental y fundamental novela Juan de la Rosa en 1885. Evidentemente, uno de los aspectos más recurrentes en la literatura nacional es el cholo presentado en sus aspectos más amargos y sombríos. En el ubicuo ascenso social del cholo los escritores de novelas criticaron insistentemente sus supuestas capacidades de manipulación y engaño junto a su “carencia de valores morales”. Al contrario, la visión de la chola apareció de pronto llena de aptitudes prolíficas: en muchas novelas la mujer de pollera se convirtió en un elemento pintoresco y característico del país, y también en una rica reserva de vitalidad, de sensualidad y de maternidad. El análisis de Salvador Romero (1998: 65) muestra que la chola en la literatura empezó a ser vista como superior a la india y a la “señorita”. Mientras que la india vivía

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“anquilosada en el pasado y sin plasticidad para el presente”, la “señorita” estaba chapada a la antigua usanza española y presa de una anacrónica moral escolástica. Respecto de la mujer de pollera Romero añade, parafraseando a Carlos Medinaceli: con su tufo a chicha127 y con el huayño128 en la garganta, la chola siempre avanza desenvuelta y sin miedo a la ciudad y hacia el presente, alimentando con sus fértiles pechos la energía juvenil de “la raza” –¿mestiza?– y viviendo entre el sacrificio y la alegría; descripción evidentemente más cercana a la chola valluna que a la chola altiplánica. El tema es que no pocos escritores introdujeron en sus novelas una representación erotizada de la chola presentándola como un conflictivo objeto de deseo sexual. Esto tiene que ver con lo que Romero llama el encholamiento: el descenso social y la decadencia de fragmentos de las clases media y alta obligados por distintas circunstancias, siempre a regañadientes, a establecer vínculos consanguíneos con el cholaje. Dicho de otro modo, el encholamiento era un fenómeno real consistente en la relación sexual de gente “ilustrada” o cercana a las elites con personas consideradas de condición social inferior, lo que implicó no sólo consecuencias “raciales” sino ante todo la adquisición de nuevas maneras de comportamiento. Lo más llamativo es que la reivindicación del cholaje femenino como un fenómeno positivo no vino entonces sólo desde la subalternidad, sino también desde ciertos segmentos de las elites intelectuales que empezaron a reconocer en la figura de la chola a un personaje central de la bolivianidad que merecía todo el respeto y la admiración, discursos que por lo general eran incoherentes tomando en cuenta la discriminación cotidiana ejercida sobre las mujeres de pollera. Aparte de las novelas un ejemplo paradigmático de lo señalado es el del escritor Rafael Reyeros, quien en el marco de una malintencionada investigación sobre el estado de la educación indígena durante la década de los 40 exaltó con entusiasmo a las cholas por su coraje y por su capacidad laboral. Con defectos y virtudes, y pese a su agresividad y a sus ocasionales piojos, la chola tenía los suficientes méritos para entrar con gloria en la historia nacional y en el poema épico: 127

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Bebida alcohólica prehispánica, a base de maíz, característica de los valles interandinos. Música tradicional del norte de Potosí y de Cochabamba.

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La mujer mestiza, la chola, es hacendosa y de iniciativa comercial e industrial elevada a potencia infinita. […]. Trabajadora por excelencia, practica cualquier menester y no le arredran las faenas más pesadas. Hasta cuando conversa, zurce, teje, cose o hila, y, en última instancia, se extirpa los parásitos que se multiplican con facilidad en su abundosa y larga cabellera. Repudia la pereza como el peor de los vicios […] De amor propio exagerado “no se queda atrás”. […] Es prolífica por excelencia. Y detesta los métodos anticoncepcionistas. […]. No gusta de las expresiones y de los gracejos de intención. Pero es también de malicia sugestiva y seductora. […] Su máxima aspiración es que el hijo llegue a Doctor o que la hija llegue al rango de “señorita”. De la cholada, clase social si se quiere, con más virtudes que taras, subestimada por la clase “blanca”, proceden los dirigentes y pioneros de todas las actividades. La mayoría de los jefes de Estado, acaso los que más apasionaron a las multitudes, nacieron de las polleras […]. La chola boliviana es en síntesis una de las fuerzas más positivas de la vida nacional. A veces de mayores quilates que su compañero el cholo. [...]. Y el coraje de la chola es proverbial. Tocadle en sus sentimientos patrios y se sacrificará por ellos. Ha asistido a todas las guerras a que se ha arrastrado el país […]. La historia y el poema épico le deben mucho. Es el alma de las revueltas populares. Cuando las tiranías se enseñorean las aplasta inmisericorde. Especta inmutable los excesos gubernamentales. Pero cuando pasan el límite, ninguna fuerza humana, ni metrallas, ni cañones, podrán doblegar su arremetida feroz y decidida. […] Se lanza a la pelea hasta vencer o morir (Reyeros 1946: 9-15).

Esta exaltación crítica y estereotipada de la chola no es nada inocente, pues su autor fue parte importante del movimiento intelectual empeñado en consolidar la ideología del mestizaje que Tamayo esbozó de modo general más de treinta años antes, aspecto que será retomado más adelante. A modo de corolario, no creo casual el hecho de que el anarquismo haya calado con fuerza en ciertos artesanos cholos y en ciertas qhateras, entre otros sectores, porque veo compatibilidades entre algunos postulados anarquistas y algunas características del universo cholo de las primeras décadas del siglo XX a nivel cultural y también económico. Respecto de lo cultural, ya se ha visto que desde la colonia varios de los llamados “mestizos” habitaron en dos culturas diferentes frente a las cuales tuvieron que defenderse mimetizándose con la ropa –occidental e india–, aprendiendo el castellano y asumiendo un carácter rebelde para sobrevivir, dinámica en la que manifestaron su vocación por la

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libertad evadiendo los controles estatales, trajinando y dedicándose a múltiples actividades urbanas sin por eso perder vínculo con su cultura india primigenia. Los cholos de la primera mitad del siglo XX son los “herederos” de aquellos indios-mestizos más o menos marginales, y muchos de esos cholos desarrollaron un temperamento irreverente e inconforme y una conciencia de pertenencia común convirtiéndose en importantes agentes de cambio social, burlándose de las jerarquías e introduciendo rupturas tanto en el ámbito indio –con el sindicalismo y la educación–, como también en el ámbito criollo-urbano a través de movilizaciones laborales y de la “apropiación” de mercados y plazas públicas. Pero también desde una óptica económica era fácil que numerosos cholos se identificaran con el anarquismo porque esta variante radical del socialismo, como nos recuerda Henri Arvon (1976: 62), respondía desde sus inicios, en la Europa del siglo XIX, a una necesidad experimentada por los artesanos víctimas de una evolución histórica industrial que les resultaba hostil. Cercano a Arvon, James Joll (1968: 8) afirma que el anarquismo fue el resultado del impacto que las máquinas y la industria produjeron en sociedades fundamentalmente campesinas y artesanas, y esto es lo que sucedió en Bolivia.129 Así, el universo cholo –debido a su posición en el sistema económico, o sea por constituir los estratos artesanales– era un campo propicio para el arraigo del anarquismo, pese a que una parte de ese universo estaba cooptada por las clases dominantes. En otros términos, no afirmo que los cholos 129

Recordemos que el anarquismo históricamente no buscó apoyarse necesariamente sobre una base clasista determinada, pues la fuerza a la que apelaba esta corriente de pensamiento estaba situada en una base de masas: la víctima del Estado y del capitalismo sería toda la sociedad, la masa explotada en su totalidad y no sólo una clase específica. A pesar de que el anarquismo conservaba la retórica de clases, muchas veces los términos “proletariado”, “campesinado”, “pueblo” o “lumpen” eran intercambiables y esto permitió definir al proletariado de forma amplia; de ahí que el anarcosindicalismo pretendió unir a diferentes estratos explotados y discriminados en una misma lucha que propugnaba la construcción de una sociedad sin Estado y basada en el trabajo. Tales aseveraciones no desconocen la existencia de corrientes anarquistas dogmáticamente proletaristas, pero en general el anarquismo era más un variado haz de interpretaciones antiestatistas que un corpus rígido y “científico” fundado por patriarcas indiscutibles. Asimismo Bakunin, uno de los ideólogos más influyentes del anarquismo clásico, entre otros, otorgó al campesinado un lugar central para lograr la emancipación social, planteando a la vez que los desposeídos y desamparados, sin importar su procedencia, llevaban el germen de la verdadera vida colectiva revolucionaria.

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hayan sido “anarquistas por naturaleza”, sino que la situación económica y cultural de algunos de ellos era más afín con el anarquismo que con cualquier otra ideología política. Redondeando lo hasta aquí bosquejado, diríase que la existencia del anarquismo en Bolivia ha sido posible gracias a la emergencia de ciertos sectores cholos que, con su identidad liminal, rural y a la vez urbana, al medio de lo tradicional y de lo moderno, terminaron construyendo un puente para que el mundo plebeyo e indio pudiera acercarse a las nuevas ideas obreristas de Occidente; mas no estoy seguro si ese puente podía ser recorrido en sentido inverso, o sea desde lo occidental hacia lo indio. Sea como fuere, la “identidad puente” que la subalternidad chola construyó fue interpretada como una peligrosa amenaza por parte de los sectores oligárquicos, los cuales sentían que la alianza de los indios con los cholos era algo que debía conjurarse a toda costa. Pero si bien el movimiento anarquista existió como consecuencia de la reemergencia chola de la primera mitad del siglo XX, también fue el propio anarquismo el que dinamizó y retroalimentó dicha reemergencia, difundiendo prédicas de valoración de lo plebeyo y planteando transformar la sociedad para encaminarla hacia un modelo más justo. En este lugar intermedio e intermediario que es el cholaje, los anarcosindicalistas fueron privilegiados y a la vez víctimas por su inédita condición cultural, dado que la sociedad republicana, a imagen y semejanza de la sociedad colonial, se había constituido sobre un imaginario claramente racista y eurocéntrico. Por último, si defino al movimiento anarcosindicalista boliviano como “anarquismo cholo”, esto se debe, sobre todo, a la identidad de las mujeres que participaban en tal movimiento, pues ellas se autoidentificaron con el término chola reivindicándolo con orgullo y fuerza, a diferencia de los hombres, para quienes esto era más difícil.

El anarquismo cholo frente a la "civilización" Llegados a este punto resulta pertinente preguntar cómo asumían entonces los varones anarcosindicalistas su consabida condición chola. A continuación voy a mostrar brevemente lo compleja y ambigua que podía llegar a ser esa asunción, utilizando ejemplos concretos que a su vez nos abrirán el paso hacia otras vías del presente laberinto.

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Un escrito de Tomás Soria –el anarquista italiano íntimamente ligado con la FOL–, realizado en 1928 para el periódico argentino La Antorcha, señalaba lo siguiente acerca de los cholos: Tiranos los hay en todas partes, cierto es, mas los de Bolivia merecen un capitulo aparte por su bellaca idiosincrasia, […] en fin, por sus medios favoritos de jesuitismo, espionaje y restricciones cuyo uso y abuso ha dado lugar a que surja una nueva clase, tanto o más abominable que la burguesía misma, con la denigrante misión de hacer de espía, sacando de esta ocupación la diaria subsistencia. El cholo es el tipo que forma esta clase; malo, de una maldad ingénita, este ser es enemigo de todo trabajo honroso; ni artesano ni campesino, el cholo medra en el campo de la política donde se amolda admirablemente. No es partidario de ninguna doctrina ni principio y actúa en la política con el exclusivo objeto de proporcionarse una vida cómoda y figurar entre los caballeros. […]. El título de doctor, que por añeja costumbre se hace indispensable cuando van encaminándose hacia la cumbre de la política, lo consiguen con asombrosa facilidad […] y con él, el cholo se convierte en caballero… (en: La Antorcha, Nº 263. 11 de febrero de 1928).

Las palabras de Soria muestran que los esbirros cholos al servicio de las elites aún tenían considerable peso a finales de la década de los 20, y que los sectores políticos dominantes estaban dispuestos a compartir algunas de sus prerrogativas otorgando “títulos” de “doctores” o “caballeros” a personas de cualquier extracción con tal de que colaboraran con los partidos. Lo curioso es que los camaradas anarquistas de Soria eran también cholos, además de que en la misma época ciertos discursos de la FOF reivindicaban orgullosamente el término chola. Esto pone en evidencia lo difícil que era asumir la condición india-mestiza porque el vocablo cholo todavía era ampliamente utilizado para jerarquizar y definir quién valía más y quién valía menos en la sociedad, y a veces hasta la propia izquierda marxista, en su afán de controlar a las organizaciones obreras, recurrió al uso peyorativo de la palabra susodicha con el fin de desprestigiar a los dirigentes que no querían someterse a sus órdenes. Pero mejor leamos otro texto generado el mismo año que Soria renegaba contra los cholos. El número 6 de Humanidad, órgano oficial de la FOL, incluye la siguiente columna firmada por alguien oculto tras el significativo pseudónimo de “Cholocani” –que en aymara y quechua quiere decir “soy cholo”–: 302 / Huascar Rodríguez García

¡Obrero, escucha! Nuestra vida […] ha sido y es aún de un constante clamor, de una inacabable queja. ¿Sabes por qué? Porque, sencillamente, somos nosotros los culpables que no hemos sabido remediar nuestra situación. […] ¿Sabes por qué nos desprecian los burgueses, por qué nos explotan y manejan a su manera? Porque saben que somos unos ignorantes, escasos en conocimientos, porque carecemos de aspiraciones, porque somos incumplidos, porque nos dejamos ver en actos de inmoralidad, en estado frecuente de embriaguez, profiriendo palabras obscenas, en reyertas con los politiqueros, con nuestras esposas, con los que nos encomiendan un trabajo. ¿Qué hacer para que la burguesía no se crea superior a nosotros, no nos explote ni nos maneje? No hay que perder de vista que el burgués es tan “cholo” como nosotros, porque tiene mayores recursos que le proporcionan comodidades y porque con esos mismos recursos tiene facilidades para comprar nuestras voluntades y hasta prostituir a nuestras hijas. ¿Qué hacer entonces? Estudiemos todos, vayamos a las escuelas nocturnas, mandemos a nuestros hijos a las universidades […] abandonemos el alcohol y con los dineros ahorrados compremos libros, una ropa que nos presente mejor… […]. Mejoremos nuestra vivienda, no nos dejemos ver ebrios, pues sólo evitando la embriaguez evitaremos las pendencias. Trabajemos incesantemente sin fallar en nuestros compromisos y, sin duda alguna, trabajo y cumplimiento nos darán fortuna, comodidades y consideraciones, porque es sabido, lo sabemos todos, los mejores “caballeros” para quienes nos quitamos el sombrero, fueron en otro tiempo cholos como nosotros. […]. A las causales anteriores, hay que añadir el absurdo de la politiquería, de la cual nada sacamos […] y sí sólo disgustos, arrestos policiarios, multas, enjuiciamientos y hasta la cárcel […]. Estamos disgregados, separados y divorciados entre hermanos como somos los trabajadores. ¿Qué hacer entonces? Compactarnos, unirnos […] porque así, ante la voz de la masa obrera no habrá imbécil que se afrente. Obreros: a educarse y unirse, a depurar nuestras costumbres, a trabajar, porque en eso consiste nuestra redención. Cholo-cani (en: Humanidad, Nº 6. 4 de junio de 1928).

Al igual que en el texto de Soria aquí sale a la luz la dicotomía “caballeros” –o “doctores”– versus cholos, oposición que, sin embargo, admitía la posibilidad de tránsito de una categoría a otra, de cholos a caballeros, mediante el dinero y el reconocimiento de las elites, tránsito que también podía darse a través de la cultura letrada, como fue el caso de muchos sastres considerados “caballeros” por ser artesanos intelectuales.

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Pasando a otra parte del texto de Cholo-cani, la repetida expresión “cholos como nosotros” pone de manifiesto un reconocimiento resignado de la condición chola de los trabajadores, condición en la que se incluye el propio escritor. Se habla de que la burguesía se creía “superior” a los obreros sólo por la diferencia económica y esto se constituye en una denuncia arrolladora: los “burgueses” en el fondo son tan cholos como cualquier obrero, pero no lo aceptan porque ya están “blanqueados” por el dinero, lo que pone al desnudo la problemática del mestizaje en las elites bolivianas. Evidentemente con el advenimiento de la república los españoles “desparecieron” siendo reemplazados por la categoría de “blancos”, no obstante, las personas plenamente blancas quizás eran una relativa minoría frente al resto de los miembros de la oligarquía que eran palmariamente mestizos por sus rasgos físicos; mas como el dinero y el poder blanquean a cualquiera, las elites, avergonzadas, se apresuraron en tratar de “borrar” sus diferencias internas proyectando estereotipos negativos y estigmas raciales sobre la plebe urbana y sobre el campesinado indio. Albó y Barnadas (en Peredo 2001: 30) nos recuerdan que la sociedad criollaoccidental boliviana conforma también una suerte de mestizaje que no escapa totalmente a las influencias andinas, pero que tiene como centro rector el imaginario de un Occidente capitalista y moderno. Debido a esto tiene sentido hablar de las elites dominantes como un estrato mestizo-criollo distinto del mestizo-indio, mejor conocido como cholo. Según afirma Marta Irurozqui (1995), si bien lo indígena admitía pocas variables y pertenecía casi por completo en su calidad de campesino al grupo subalterno, lo mestizo poseía escalas que iban desde el pequeño propietario rural al terrateniente, desde las autoridades locales y curas provincianos hasta el propio presidente –pensemos en Andrés de Santa Cruz, en Belzu o en Melgarejo–, o desde el humilde artesano al agitador y esbirro político. En palabras de Irurozqui, la dificultad de delimitar en lo mestizo lo que pertenecía a la elite y lo que pertenecía a lo popular, y el peligro de nivelación social que esto conllevaba en un país lleno de contradicciones de identidad, hicieron de esta categoría una expresión de los miedos y frustraciones de una sociedad habituada a definirse por oposiciones jerárquicas. Empero, aunque las elites participaban claramente de lo mestizo dicha palabra todavía no estaba destinada a ellas, sino que junto al término cholo se refería a los 304 / Huascar Rodríguez García

indios o descendientes de indios que vivían en las ciudades y que cambiaban sus atuendos y costumbres. Sin embargo, la utilización política de los cholos al servicio de las clases dominantes, y posteriormente al servicio de los nacionalistas, con el tiempo implicó un cambio en el uso de las palabras separándose definitivamente lo mestizo de lo cholo. Otro punto importante del escrito de Humanidad está referido a que los trabajadores deben alejarse de los políticos que los corrompen para unirse y hacer un frente común contra los partidos y contra las elites. Esto igualmente involucra, según Cholo-cani, la necesidad de que los obreros modifiquen sus viviendas, sus ropas y sus costumbres siendo puntuales, vistiéndose mejor, no haciendo pendencias de borrachos, estudiando, en fin, haciendo todo lo que pueda contribuir a obtener “fortuna, comodidades y consideraciones” al interior de una sociedad altamente discriminatoria. Es decir, Cholo-cani nos está hablando de la necesidad de introducir la “civilización” entre los estratos subalternos. En efecto, la percepción que los cholos ácratas tenían respecto de sí mismos, y respecto de los indígenas, no dejaba de tener un tono civilizador. En relación con el “problema del indio”, esto significa que los libertarios consideraban a los indígenas como seres que vivían aún en un estadio de barbarie, razón por la que había que redimirlos a través de la cultura letrada y del ingreso en la civilización. Tal percepción se observa en algunos discursos y escritos folistas, como los que cito a continuación sólo a modo de ejemplo: Finalizando su informe anual de la gestión 1946-1947, el compañero Chavarria se refirió a la cuestión del campesinado, manifestando que, para arrancar al agrario de su postración moral y material e incorporarlo a la vida civilizada era menester intensificar la alfabetización como único medio de conseguir la primera etapa de la emancipación social (F.O.L.. Nº 1. 1º de mayo de 1947). Los campesinos deben encontrar en los pueblos [...] enseñanzas que sean capaces de elevarlos, de dignificarlos, de levantar sus mentes, de mejorar sus espíritus y de despertarles orientaciones y necesidades de orden superior (La Voz del Campo. N° 2. Noviembre de 1950).

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Puede percibirse aquí la actitud civilizadora de los cholos libertarios que pretendían educar a los campesinos-indios según los principios del anarquismo, considerados de “orden superior”. Lehm y Rivera (1988) han señalado con acierto las contradicciones de los discursos folistas respecto del mundo indio cuando los postulados de igualdad y libertad se enfrentaron con la experiencia del desplazamiento del artesanado culto por parte de la mano de obra migrante, de origen indígena, que inundó las ciudades a partir de la revolución. Los artesanos cultos al parecer sintieron ese desplazamiento como algo injusto porque se consideraban más avanzados debido a su conocimiento de las técnicas y los estilos europeos, su avidez por la cultura universal y su conocimiento de los debates doctrinarios. El anarcosindicalismo expresó entonces una suerte de panacea aplicable para todos, en la que se mezclaban prácticas y discursos igualitaristas con una tenue supremacía cultural occidental que consideraba a los indios como un grupo al que había que elevar hacia el mundo letrado y pulcro de la civilización. No obstante, a pesar de todo, los cholos anarquistas incorporaron en sus praxis y discursos un reconocimiento explícito de las relaciones sociales coloniales que mantenían al indio en una situación de explotación y discriminación, además de que los mismos folistas, según ya se ha señalado, también sufrieron el menosprecio de la elites por no ser totalmente “blancos” y por habitar en los espacios de la plebe. La visión cholo-anarquista respecto del mundo indígena estaba igualmente cargada, en algunos casos, de cierta idealización más o menos bucólica, tal como se observa en la siguiente reflexión del folista Max Mendoza: La cultura aymara-quichua, para mí, ya estaba en su apogeo como un sistema social socialista, anarquista, lo que se quiera llamar, porque estaba en su pleno florecimiento cultural, y la conquista de los europeos no ha hecho otra cosa que hacer ras con toda esa cultura (en: THOA 1986c: 47).

Una apreciación interesante en relación con el mundo indio –esta vez selvático– es expresada por el folista Lisandro Rodas quien, cuando estuvo confinado en la región de Todos Santos en 1930, convivió por un tiempo con un grupo étnico de la zona. Ese contacto impresionó profundamente a Rodas e hizo que encontrara en aquél pueblo de la amazonía una inspiración de lo que debería 306 / Huascar Rodríguez García

ser una sociedad anarquista o sin dominación. Dicha consideración se encuentra en medio de una conversación de Rodas con José Clavijo, registrada por las autoras de Los artesanos libertarios: Cuando estuve confinado en Todos Santos, yo no conocía el monte, pero he ido con uno de la misión y he convivido ahí entre ellos. No había gobierno, no había dios, no tienen autoridades de ninguna clase. El más mayor es espontáneamente el jefe y todos acatan, y él racionalmente no abusa a ninguno, no discrimina, todos tienen el mismo derecho... (Lisandro Rodas en Lehm y Rivera 1988: 257).

Clavijo le interrumpe diciendo que eso es una tribu, a lo que Rodas responde: Claro que es una tribu, usan un botón en la quijada porque ése es su bautismo. Pero digo, es una sociedad sin dios, sin patria, sin autoridades, donde nadie les manda, cada uno sabe sus obligaciones. Entonces ahí se vive feliz y tienen sus propias formas de producción... (en ibid.: 257, 258).

En definitiva, la relación de los cholos anarquistas con los indígenas fue intensa y contradictoria: por un lado existió, de parte de los ácratas, una sincera y no demagógica disposición a contribuir con la emancipación del campesinado-indio, puesto que se trabajó duro en un infatigable y esforzado activismo rural que costó cárcel y grandes padecimientos; pero por otro lado también hubo una irreflexiva actitud civilizadora, como si los valores y las prácticas sociales indígenas por sí mismas carecieran de profundidad y trascendencia. Con todo, la FOL tuvo el mérito de ser una de las organizaciones pioneras en la introducción del sindicalismo en el agro, lo que a la postre fue utilizado por los propios indígenas de forma independiente, aunque de modos distintos según las regiones y los contextos.

Mestizos sí, cholos no Vista de forma general, la segunda emergencia chola iniciada en los albores del siglo xx fue incontenible y llena de matices y contradicciones, extendiéndose radicalmente con el paso de las décadas al extremo de que las elites llegaron a proponer el mestizaje como un

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modelo de reconciliación e integración nacional para reducir los problemas sociales, particularmente después de la guerra del Chaco. La reivindicación del mestizaje boliviano en tanto una respuesta de las clases dominantes a las tensiones sociales la inauguró Tamayo en 1910, tendencia que tuvo paralelismos y resonancias a nivel latinoamericano. Un año antes, en 1909, el intelectual mexicano Andrés Molina Enríquez escribió: La fuerza selectiva de los elementos indígenas y la adecuada evolución de los elementos blancos que forman el mestizo hacen de éste el punto de apoyo en que debe fundarse la creación de la nacionalidad (cit. en Aguirre Beltrán 1992 [1957]: 118).

Evidentemente el proceso revolucionario en México construyó una ideología del mestizaje que poco a poco fue exportada a otras latitudes. Por ejemplo el influyente ensayista y político mexicano José Vasconcelos afirmaba en 1925 –en su libro Raza cósmica–, que en América Latina surgiría una nueva raza hecha con el tesoro de todas las anteriores, una raza “cósmica” y plural destinada a mejorar la sociedad (cit. en Morner 1969: 15). Mucho después la denominada “antropología indigenista” fue articulando estas ideas con un plan de “aculturación planificada” que trató de hacerse efectivo mediante la educación rural tanto en México como en otros países latinoamericanos.130 Otro caso es el del Perú, donde el mestizaje también fue invocado como un discurso político a partir de la década de los 40. Nugent (1992: 47, 48) ha mostrado que un planteamiento aparentemente progresista y renovador como la reivindicación del mestizaje funcionó en el Perú para legitimar a las elites blancas que siempre detentaron el poder: la intocable oligarquía de la costa usó el discurso del mestizaje a fin de eludir cualquier contacto real con la sierra pues el mestizaje sería ya un “hecho consumado”, por lo que, si todo estaba “mezclado”, reconocer lo mestizo como la esencia de la “nación” constituía para los poderosos una concesión “importante” y una supuesta democratización. En esta lógica el mestizaje peruano era entendido como una simple transacción entre los blancos y los reelaborados indígenas: allí, según Nugent, no se habló de una raza mestiza, sino de una cultura mestiza donde se juntaban dos 130

Al respecto véase el trabajo de Félix Báez-Jorge (2001).

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razas que en verdad no se mezclaban. Y así pueden darse más ejemplos de otros países latinoamericanos, pero sin duda, como recuerda Hernán Ibarra (1992: 98), fueron la revolución mexicana de 1910 y la revolución boliviana de 1952 los sucesos que dieron forma concreta a la conciencia nacional moderna basada en el mestizaje. Volviendo específicamente al caso boliviano, la necesidad intelectual de promover el discurso del mestizaje fue haciéndose cada vez más urgente al finalizar el desastre del Chaco. Barragán ha expuesto este interesante fenómeno poniendo al descubierto ciertos libros olvidados de prominentes intelectuales que retomaron a Tamayo y plantearon superar el problema de la amenaza chola e india apelando a lo mestizo. Por ejemplo Humberto Palza –en El hombre como método de 1939– afirmaba que todavía no existía un “hombre boliviano”, de modo que era necesario crearlo, y ese hombre era desde luego el mestizo. El tema clave para Palza era que no había un sólo mestizo sino dos: el mestizo-indio y el mestizo-blanco, y obviamente este último debía ser el representante de la nacionalidad. Federico Ávila, por su parte –en La revisión de nuestro pasado (1936) y en El problema de la unidad nacional (1938)– afirmaba que Bolivia podría ser una “realidad histórica” únicamente considerando al mestizaje como preocupación central. Ávila propuso superar los problemas bolivianos “eliminando” la cultura india y blanca, por ser razas “degeneradas”, para originar, por fusión, el auténtico ser nacional encarnado en el mestizo, pero en un mestizo ideal y finalmente más blanco que indio. Por último, Vicente Donoso Torres, personaje ligado con la destrucción de la escuela indígena de Warisata, señalaba –en Filosofía de la educación boliviana (1946)–, que el fin del indio tenía que ser el mestizaje, pensamiento resumido en su frase: “necesitamos más bolivianos que indios” (cit. en Barragán 1992b: 20). Aparte de estos libros pueden hallarse otros pivotes de la ideología del mestizaje en los ensayos de los intelectuales del MNR y también en diversas novelas.131 Una de ellas, Juan de la Rosa (1964 [1885]), tuvo especial trascendencia pues hacia mediados de la década de los años 20 la creación del monumento a las Heroínas de Cochabamba en la colina de San 131

Al respecto véase El espejismo del mestizaje de Javier Sanjinés (2005), investigación que explora de forma novedosa la construcción de la ideología del mestizaje en los intelectuales del MNR, en las novelas y también en la pintura.

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Sebastián, construido a imagen de la novela, desató candentes polémicas entre no pocos sectores letrados.132 Laura Gotkowitz (2008) señala que el debate acerca del monumento giraba en torno del origen social y cultural de aquellas mujeres protagonistas de una de las batallas fundacionales de Cochabamba y de Bolivia. ¿Eran ellas las verdaderas heroínas de los acontecimientos de 1812 o sólo eran parte de la muchedumbre? ¿Debía tomarse a esas mujeres anónimas –cholas plebeyas– como símbolo de las tradiciones patrióticas cochabambinas y bolivianas? Las discusiones se extendieron hasta la inauguración del famoso monumento en 1926 promovido en parte por gente afín a asociaciones de mujeres “feministas” que, según el feminismo de la primera mitad del siglo XX, valoraban el papel civilizador de la maternidad a la vez que exigían protección para la madre y la familia. El caso es que la clase dominante intentó hacer que los festejos de la inauguración del monumento se constituyeran en un patrimonio de las mujeres de elite, pese a que el monumento mismo, así como Juan de la Rosa, representaba a las Heroínas como cholas. No obstante se había consumado un hecho inédito para una sociedad racista, elitista y patriarcal: las cholas, increíblemente, habían entrado en el panteón nacional de los más elevados íconos patrióticos mediante la emblemática estatua de la colina de San Sebastián. Más adelante Gualberto Villarroel, asesorado por el MNR, recurrió a la narrativa de las Heroínas para granjearse el apoyo de las cholas de los mercados cochabambinos. En 1944 el gobierno de Villarroel decretó el “Día de la Madre” cada 27 de mayo en conmemoración a las mártires plebeyas de 1812, reivindicando 132

En Juan de la Rosa Nataniel Aguirre narra las aventuras y desventuras de un niño adolescente atrapado en una compleja trama familiar desarrollada en Cochabamba durante las guerras de la independencia donde aparecen cholas que a veces son hermosas y a veces humildes, a veces aguerridas y a veces maternales. En un momento dado, el 27 de mayo de 1812, una abuela ciega y plebeya al grito de “¡ya no hay hombres!” conduce a las vendedoras mestizas del mercado y a otras gentes a la colina de San Sebastián para resistir heroicamente al ejército realista que las masacra brutalmente. Dicho episodio, mitificado y transmitido a los alumnos de todas las escuelas hasta hoy, dio origen a la narrativa de las “Heroínas de Cochabamba” y se convirtió en un elemento central de la nacionalidad boliviana. Por otra parte Juan de la Rosa sugirió tempranamente que los mestizos –junto a algunos criollos– eran los llamados a construir la nacionalidad, quedando los indios como un adorno auxiliar no exento de ternura y valor.

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así lo mestizo como una de las fuentes de la identidad nacional a fin de inculcar sentimientos patrióticos. El Estado villarroelista se apropió de las Heroínas cholas decimonónicas, las domesticó y las convirtió en símbolos maternales e imágenes patrióticas de abnegación difundidas en las escuelas mediante rituales cívicos realizados cada “Día de la Madre” en toda Bolivia. Empero, según afirma Gotkowitz, las cholas cochabambinas de la década de los 40 también aprovecharon estas intenciones y se apoderaron de calles y mercados haciendo respetar su importante presencia urbana asociada con su función de comerciantes minoristas y qhateras. Finalmente también está el tema de la educación que se constituyó en otro campo fértil para la ideología del mestizaje: a fines de la década de los años 30 extensas redes de escuelas indígenas relativamente autónomas, distribuidas en casi todo el país, empezaron a preocupar profundamente a las autoridades a tal punto que éstas decidieron intervenir de forma activa y drástica. La idea según la cual la educación iba a civilizar a los indígenas y evitar rebeliones se remonta a principios del siglo XX cuando los regimenes liberales promovieron varias experiencias educativas destinadas a ese objetivo. Pero esas experiencias resultaron siendo materializadas desde ángulos disímiles y al finalizar los años 30 estaban fuera de control. Debido a ello el gobierno de Enrique Peñaranda encargó en 1940 a destacados intelectuales una visita e inspección a las escuelas indígenas para evaluar severamente su funcionamiento. Entre los intelectuales se encontraban el famoso arqueólogo Arthur Posnansky y los ya citados Rafael Reyeros y Vicente Donoso Torres, quienes en el informe final de la inspección proponían “cancelar toda autonomía a las escuelas indígenas” proclamando también que “el final étnico de Bolivia” tenía que ser el mestizaje y “no la formación de grupos raciales, con idiomas propios, sin espíritu de nacionalidad, separados por odiosas rivalidades e incomprensiones” (Consejo Nacional de Educación 1940: 137). Es con estos planteamientos que se logró crear un ideal de mestizo-blanco o mestizo-criollo, que sirvió de prototipo nacional opuesto al mestizo-indio, o cholo, de manera que los estigmas negativos pasaron poco a poco de lo mestizo a lo cholo exclusivamente. En relación con las cholas, ellas quedaron convertidas en un símbolo nacional-folklórico idealizado y totalmente alejado de la

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realidad: una cosa eran las cholas en una estatua y en las novelas costumbristas, y otra diferente en las calles y en los mercados. La utilización de “lo mestizo” por parte de elites tradicionales y de contraelites nacionalistas tuvo su concreción final con la revolución de 1952, cuando el “nacionalismo revolucionario” impuso como parte de su proyecto de unidad una identidad mestiza a indios y cholos, tratando de conformar cierta homogeneidad forzada que diluyese los conflictos étnico-sociales. Los indios pasaron a ser llamados oficialmente “campesinos” y todos se vieron impelidos a legitimar ese mestizaje ideal prefigurado por los intelectuales de la primera mitad del siglo XX. De aquí en adelante la categoría mestizo será el soporte de la nueva conciencia de la “nación” y pretenderá borrar artificialmente la discriminación y el racismo. Como sostiene Bernand, el racismo, aun cuando se arraiga en un pasado remoto, cobra su sentido genuino justamente cuando las barreras jurídicas y normativas entre los grupos desaparecen en nombre de la igualdad teórica de todos los ciudadanos de una nación (2001: 107), y esto fue lo ocurrido con la revolución. Vemos entonces que el mestizaje, convertido en un instrumento de construcción de lo que debía ser la bolivianidad, fue eficazmente usado por el ciclo populista-nacionalista de mediados del siglo XX: en aras de realizar su “comunidad imaginaria” mestiza el MNR, de acuerdo con el análisis de Rivera (1993: 88), emprendió una gigantesca tarea de disciplinamiento cultural mediante instituciones que, como el sindicalismo y la escuela fiscal, gozaron de todo el respaldo estatal, estableciéndose así un antes y un después definitivo para la historia del país. Ciertamente la construcción ideológica del mestizaje, formada durante décadas y consagrada desde 1952, desbarató la identidad de la subalternidad chola, la cual terminó fagocitada por una euforia colectiva que se regocijaba en la ciudadanía otorgada desde arriba. Ésta fue, sin duda, otra fase del proceso de cholificación, pero donde cualquier potencialidad rebelde estaba completamente anulada y domesticada. Creo que por todo lo dicho la palabra choledad es perfecta para resumir la experiencia anarquista boliviana: los cholos históricamente viven entre una alegre comunión y una soledad existencial y, por otro lado, los anarquistas siempre se quedan solos después de las revoluciones. 312 / Huascar Rodríguez García

b) LA ÉTICA DEL TRABAJO Y EL ESPÍRITU DE LA ARTESANÍA Actualmente, los dirigentes se dicen trabajadores pero no trabajan nunca, se dedican a la política nomás; se dicen de izquierda, se dicen del socialismo, pero no trabajan. En cambio nosotros trabajábamos toditos en nuestros oficios. Lisandro Rodas.

Comparto con Lehm y Rivera la apreciación de que uno de los ejes ideológicos centrales del anarcosindicalismo fue la denominada “ética del trabajo” (EDT), pero siempre y cuando la entendamos en una de sus acepciones originales. Tales autoras llegaron al concepto “ética del trabajo” de forma inductiva a partir del estudio del anarcosindicalismo boliviano mediante la historia oral y la revisión documental; sin embargo creo que este tema, visto de forma general, ha sido mejor problematizado a principios del siglo XXI por los sociólogos Zygmunt Bauman (2000) y Richard Sennett (2003), quienes en sus investigaciones acerca de los cambios globales impuestos por el nuevo capitalismo rastrearon de forma crítica los variados usos históricos de la EDT. La definición de Bauman señala que la EDT fue una norma de vida basada en la premisa de que el trabajo era una obra buena y placentera, una actividad noble y un valor en sí mismo, ética fundada también, según advierte Sennett, en el uso autodisciplinado del tiempo con el acento puesto en prácticas autoimpuestas más que en sumisiones pasivas a horarios o rutinas. No obstante, a lo largo de los siglos XIX y XX, esta norma de vida resultó utilizada de diversas maneras para distintos objetivos, como veremos muy brevemente en la siguiente digresión que voy a permitirme. Si nos remontamos a los orígenes de la EDT veremos que ésta se desarrolló inicialmente durante la antigüedad, cuando la disciplina autoimpuesta en distintos ámbitos laborales –particularmente en la agricultura– era más una necesidad que una virtud ya que, en opinión de Sennett, dicha disciplina era considerada la única manera de hacer frente al salvaje caos de la naturaleza. Lo interesante es que con el correr del tiempo la necesidad del trabajo duro fue convirtiéndose poco a poco en una virtud, con fuertes dosis de estoicismo práctico, que puede sintetizarse en

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la siguiente idea propuesta por el poeta griego Hesíodo: “No pospongas el trabajo para mañana”. Mas tal virtud estoica, al pasar luego a las creencias cristianas tempranas, dio forma a las primeras doctrinas de la Iglesia acerca de la pereza, calificada como un pecado. La vinculación posterior de esta EDT con la acumulación económica y con la religión fue estudiada por Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, donde el sociólogo alemán considera que la antigua exhortación de Hesíodo –“no pospongas”– se invertía en el capitalismo para volverse “debes posponer”. Lo que se debe posponer es el deseo de gratificación y realización porque, según la lógica de la teología protestante, uno nunca es lo suficientemente bueno y esforzado debido a la ubicua presencia del pecado, por tanto sólo el trabajo sacrificado y el ejercicio de esfuerzos desplegados desde la fe individual, a modo de un autocastigo, serían los únicos medios capaces de abrir la posibilidad del gozo de la vida eterna como recompensa del Creador en el futuro, pensamiento que a la postre convirtió a la gratificación postergada en un valor ético. En otras palabras, la ética religiosa protestante –calvinistas, pietistas, metodistas y baptistas– generó un sistema de valores en el que el éxito en el trabajo se interpretaba como una señal de predestinación y predilección divina. Para Weber fue ésta la manera en la que pasó del protestantismo al capitalismo la disposición a ahorrar más que a gastar como un acto de autodisciplina y sacrificio, lo que finalmente dio lugar a un nuevo tipo de carácter humano: el hombre empecinado en probar su valor moral con el trabajo, en este caso al margen de cualquier impulso emancipatorio. Evidentemente este modo de valorar el trabajo no fue el único en surgir al calor de los grandes cambios ocurridos durante las últimas centurias en las sociedades occidentales, pues diversos grupos de artesanos intelectuales del siglo XIX que sentían un singular romance entre sí mismos y su trabajo concibieron una EDT distinta. Por ejemplo Proudhon, precursor del anarquismo clásico y orgulloso descendiente de artesanos y campesinos, solía afirmar que la relación del artista con los materiales y con las herramientas creaba una suerte de voluptuosidad intensificada por las ajetreos propios del taller, por la fuerza del cuerpo y por la destreza de las manos, sensaciones que en definitiva 314 / Huascar Rodríguez García

otorgaban al artesano el goce cotidiano de una vida noble, independiente, creativa, autónoma y sin explotación (en Arvon 1979: 52). Sin embargo, el inexorable y rápido avance de la revolución industrial amenazaba esta perspectiva de independencia artesanal, y muchos artesanos se dieron cuenta prontamente que ya no serviría de nada devolver al trabajo la nobleza de su actividad creativa si todo esfuerzo tendría que someterse a las órdenes de una voluntad extraña y opresora encarnada en el capitalismo. Entonces la EDT protestante analizada por Weber y la EDT artesanal –la primera con su predicamento de ahorro y sacrificio religioso, y la segunda profesando independencia y placer artístico–, fueron apropiadas y utilizadas por políticos y filósofos para desterrar la generalizada tendencia a evitar las aparentes bendiciones ofrecidas por el trabajo en las fábricas y a evadir el ritmo de vida fijado por el capataz y las máquinas. Como señala Bauman, bajo la EDT empezó a promoverse una ética de la disciplina –en el sentido que Foucault dio a esta noción–, es decir, ya no eran tan importantes el orgullo, la independencia, el honor o la finalidad, salvo en un sentido retórico, y ahora el obrero debía trabajar con ahínco y docilidad aunque no viera claramente el motivo u objetivo de ese esfuerzo. Se trataba, en suma, de obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la ética y a la nobleza, una vida que ni era noble ni se ajustaba a ningún principio bondadoso, ya que esta apología del trabajo como el más elevado de los deberes respondía en realidad a las necesidades de la industria, que buscaba el aumento de la mano de obra para incrementar su producción. Así, por algunos momentos producir más e incrementar la fuerza laboral llegaron a significar lo mismo.133 Empero, todo ha ido cambiando con el paso del tiempo: la industria contemporánea, racionalizada y reducida, considera hoy que el crecimiento de la mano de obra limita la productividad, y el trabajo parece que actualmente dejó de ser un centro de atención ética y un deber moral, perdiendo su antiguo lugar de privilegio. No obstante, Bauman también indica que desde fines del siglo XX la EDT vuelve a ocupar algún lugar en ciertos 133

También recordemos el uso perverso de la EDT hecho por el fascismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis ponían carteles en los ingresos de los campos de concentración con la frase “El trabajo os hará libres”.

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debates públicos, pero con objetivos diferentes, puesto que hoy se apela a ella para decir a los nuevos pobres: “Trabajen, no ya por el bien de la humanidad y el progreso industrial, sino porque el trabajo reducirá en algo su pobreza y eso en última instancia es algo bueno y honesto”. El mensaje subrepticio es que los pobres son los únicos culpables de su condición porque si elegían una vida de trabajo duro y empecinado ahorro, para lo cual supuestamente existen posibilidades, tal vez ahora estarían mejor. De esta manera la EDT, en su versión actual, funciona fácilmente como un alivio a los escrúpulos morales de los ricos. Resumiendo: la EDT pasó de ser una lucha contra la naturaleza a ser una lógica de ahorro y predestinación divina; por otra parte, para los artesanos, fue un deber placentero, autonómico, estético y moral, convirtiéndose luego en un medio efectivo orientado a llenar las fábricas hambrientas de mano de obra. Y ahora, cuando el exceso de mano de obra puede ser un obstáculo para la rentabilidad capitalista, la EDT sirve para lavar las manos y la conciencia de quienes permanecen dentro de los límites privilegiados de la sociedad. Tras esta breve síntesis sobre las valoraciones del trabajo en la historia tal vez ahora puede comprenderse mejor cómo uno de los ejes ideológicos del anarcosindicalismo quedó vaciado de contenido por la propia aceleración de la modernidad a nivel global, sirviendo después a oscuros intereses barnizados de buenas intenciones. Bolivia no podía estar al margen de este proceso de cambios y desde los regímenes del “socialismo militar”, pero más aún a partir de la revolución de 1952, la EDT fue apropiada por los gobernantes siendo útil para apelar e interpelar a los obreros desde el Estado y no ya sólo desde los sindicatos, pues en adelante los trabajadores fueron designados como los mayores responsables del “progreso de la patria” dentro de un capitalismo aparentemente sensible y protector en los marcos de gobiernos corporativos, afirmación que puede evidenciarse, por ejemplo, en la decisión del “nacionalismo revolucionario” de compartir el poder con la COB e incorporar de forma seria a los trabajadores –o a sus representantes– en las más altas instancias del aparato estatal. La imposición de la EDT, con objetivos redireccionados por las burguesas necesidades de los gobernantes y empresarios bolivianos, se basó entonces en la tácita idea de 316 / Huascar Rodríguez García

que el trabajo ajeno era la única fuente de riqueza, trabajo aprovechable de forma más legítima y eficaz mediante apelaciones morales y/o concesiones ideológicas. Contrariamente a la perspectiva consolidada en 1952, cuyas raíces se encuentran en la postguerra del Chaco, la EDT de los folistas era la primigenia EDT artesanal, y ésta constituyó parte importante del proyecto anarcosindical: los agitadores libertarios consideraban que con su condición de trabajadores tenían ya de por sí toda la moral y la capacidad suficientes para asumir un proceso de cambio social, tendiente a la creación de una sociedad sin Estado sustentada en la fuerza de los obreros quienes, gestionando los medios de producción, redistribuirían la riqueza de forma justa para todos. Además, creo que la EDT anarquista se expresaba también en el hecho de que los dirigentes nunca se alejaban del trabajo, cosa que cambió con la revolución cuando se estableció la denominada “declaratoria en comisión”: un permiso permanente del que gozan los dirigentes para dedicarse por entero a la laboral sindical, sin perder por eso la remuneración económica de su trabajo aunque ya no se dedicaran a él. Ésta fue sin duda una conquista laboral, pero que a la larga tuvo dos consecuencias negativas para el movimiento obrero al ir unida a la irrevocabilidad de los cargos dirigenciales: la separación entre los dirigentes y las bases, y la especialización de la labor sindical alejada ya del trabajo manual. Así, la “declaratoria en comisión” se convirtió en otro factor que desnaturalizó la vieja EDT artesanal en la que los dirigentes jamás dejaban su trabajo. La EDT anarquista se convirtió en una ética utópica y anacrónica al interior de un mundo en el que la valoración del trabajo empezó a decaer o a servir a intereses ajenos a cualquier programa emancipador. Incluso buena parte del neoanarquismo actual, surgido desde los años 60, desecha la doctrina anarcosindical por considerarla una exaltación irreflexiva del trabajo, el que es calificado más bien como una de las principales causas de la alienación humana y de la destrucción del ecosistema. Las relativamente conocidas tesis anarcoprimitivistas y/o antitrabajo de algunos intelectuales marginales contemporáneos, como Bob Black –y en alguna medida también John Zerzan–, expresan un escepticismo drástico en cuanto a la conveniencia de promover

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el lugar de trabajo como el único o el principal espacio para la acción directa y el cambio social, reivindicando a la vez una especie de neoludismo.134 Pero al margen de los anarquismos actuales y sus visiones antitrabajo, aquí está en juego algo más ya que esta reflexión, ante todo, se refiere a los valores que giran en torno de un tipo de trabajo muy específico, de modo que ahora es pertinente preguntarnos qué entendemos por artesanía. Para abordar esto me prestaré nuevamente a las sugerencias de Richard Sennett (2007), quien en uno de sus libros más recientes plantea las ideas que siguen a continuación. El término artesanía se aplica generalmente y en primer lugar a los trabajadores manuales, y designa la búsqueda de calidad en la construcción de un mueble, en la confección de un traje, etcétera.135 Según Sennett una definición amplia y a la vez precisa de artesanía podría ser la siguiente: “Hacer algo bien por el simple hecho de hacerlo bien”, hechura caracterizada por la persecución de la calidad convertida teóricamente en un fin en sí mismo. Entonces puede decirse que la artesanía tiene un “espíritu”, que radica básicamente en hacer algo bien aun cuando no se obtenga nada de ello, o por lo menos nada que no sea prestigio moral y orgullo, o el sentimiento de llegar a ser valioso y útil a ojos de los demás como consecuencia de la habilidad, del desarrollo de algún talento especial o de cierta capacidad particular. Mas los reconocimientos que la gente hace a alguien a propósito de su trabajo no deberían entenderse aquí como un fin o como una obtención de posiciones de dominación, dado que sólo son una consecuencia de habilidades laborales vinculadas con una dimensión moral. Por lo demás, el prestigio que una persona puede llegar a cosechar con su trabajo le otorga ciertamente autoridad, sin olvidar que autoridad no es sinónimo de autoritarismo o de tiranía. En síntesis, la virtud fundamental del espíritu artesanal es el compromiso desinteresado que puede 134

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Palabra referida al movimiento luddita –designado así debido al nombre o apodo de un hipotético líder llamado Ned Ludd o King Ludd–, que a principios del siglo xix destruía las maquinarias de la nueva industria textil en Inglaterra. En opinión de Sennett ésta es una acepción válida pero demasiado restringida del término, porque también existe la artesanía mental, como la que se da en el esfuerzo por escribir con claridad, o la artesanía social que puede residir en la habilidad para forjar un matrimonio viable, por ejemplo.

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enaltecer emocionalmente a las personas, y éste, como señala Sennett, es un valor acaso capaz de contrarrestar a la cultura del capitalismo caracterizada por crear sentimientos de infelicidad e inutilidad en la mayoría de los seres humanos. Ahora, volviendo a nuestro caso particular, resulta llamativo que en Bolivia los artesanos se hayan constituido en la vanguardia y el pivote más importante de las luchas obreras hasta principios de la década de los 30, adoptando consignas y demandas propiamente proletarias como la jornada de ocho horas de trabajo. Además, se supone que el artesano es un trabajador por cuenta propia, es decir que es dueño de sus herramientas y de su tiempo, a diferencia del proletario que, desposeído de medios de producción, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo recibiendo a cambio el valor de esa energía invertida bajo la forma de salario. Según interpretaciones dogmáticas del marxismo esta condición “predestinaría” a los proletarios a constituirse en la “fuerza natural” y “verdadera” del cambio social para superar las contradicciones entre capital y trabajo, en tanto que el artesanado se iría convirtiendo en una rémora del feudalismo que desaparecería debido a los procesos de industrialización. Los propios Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista por ejemplo, consideran, pensando desde el siglo XIX europeo, que el artesanado es parte de las capas medias de la sociedad, y que estas capas no son revolucionarias, sino conservadoras, o más todavía, reaccionarias, ya que “pretenden volver atrás la rueda de la historia” (1997 [1848]: 32). Para esta visión el artesanado no puede jugar un papel revolucionario porque tiene una mentalidad laboral correspondiente a un estadio de desarrollo precapitalista, por tanto se ubica en el pasado, se opone al progreso histórico y es incapaz de desempeñar cualquier actividad contestataria. Empero, el presente libro muestra que tal esquema no siempre es válido: en el caso boliviano los artesanos se constituyeron en el motor de la organización obrera y asumieron un papel absolutamente contestatario y radical siendo dueños de su tiempo, de sus herramientas y de su fuerza de trabajo, situación paradójica expresada por los propios miembros de la FOL, que reflexionaron así sobre dicha cuestión:

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Después ya, nosotros como artesanos hemos defendido las ocho horas de trabajo para el sector proletario. ¿Para qué? Para que siga adelante la revolución social, y entonces nosotros terminaremos nuestros cometidos. Aunque esa lucha por las ocho horas hasta cierto punto era en contra de nosotros mismos ¿no es así? Pero ése era nuestro lema. ¿Cuántas veces no me han interrogado?: “¿Cómo vos, siendo maestro de taller, estás en contra de tus intereses?”. Sí, justamente por mis ideales, porque no quiero que la humanidad sea explotada. Ésa es nuestra meta prácticamente (Lisandro Rodas en Lehm y Rivera 1988: 188). Generalmente, se hace una acusación al artesanado como si no tuviera derecho al movimiento social; se dice que el artesano no debería estar metido en el movimiento revolucionario porque es una clase semiburguesa. Había algunos artesanos que no tenían necesidad de ser revolucionarios, de ser perseguidos, de ser confinados. Éstos, que tenían su taller, que tenían cierto capital, que manejaban operarios, por su situación económica eran pequeño-burgueses. Sin embargo, en un momento de lucidez han despertado y son unos convencidos. ¿Qué necesidad tienen? Si tienen plata, tienen todo. Pero ¡esas convicciones! ¡Eran compañeros formidables! Esa clase de compañeros ha habido en la FOL. [...] En ese sentido, ha habido un grupo de artesanos que, por su situación económica, realmente eran la aristocracia de los obreros. Sin embargo, seguramente en un momento han escuchado, conversado, leído las cuestiones doctrinales, lo que es el sindicalismo libertario, y han reconocido la bondad de esos principios ideológicos, y de ahí se han puesto a luchar. Lo que más ha primado entre los artesanos al luchar es el sentimiento humanitario; ése es el fundamento filosófico. Veían las injusticias, las iniquidades que se consumaban. Por ejemplo, en la maestranza no había trabajo, le botaban de ahí a algún compañero. Nosotros, que teníamos un pequeño taller, obligadamente le decíamos: “Ven al taller”, y comenzaba a trabajar allá. [...] Eso es lo que ha sucedido con los artesanos-intelectuales [...] eso es lo que ha unido a los artesanos de diferentes ramas, a los maestros con los operarios... (Max Mendoza en ibid.: 185-190).

Aquí puede verse claramente el espíritu artesanal del que nos hablaba Sennett, pues buena parte de los folistas, sin ser proletarios, asumieron por un tiempo la vanguardia de la organización y de las luchas obreras únicamente por puro compromiso, pero por un compromiso desinteresado, lo cual desde luego estuvo vinculado igualmente con ideales doctrinarios y con el orgullo propio de la vieja EDT artesanal que enaltecía moralmente a los 320 / Huascar Rodríguez García

trabajadores manuales en razón de su habilidad profesional y de la calidad de sus productos creados con esmero y pasión. Por otra parte, tampoco hay que olvidar que el artesanado ha sido un sector complejo y heterogéneo: en su interior existían tanto propietarios de pequeños talleres –algunos con operarios y trabajo familiar–, como maestranzas grandes con altos niveles de explotación; en consecuencia no puede decirse que todo el artesanado pensó y actuó de forma revolucionaria. Mas el artesanado folista en particular, aun con su diversidad interna, puso en práctica el espíritu artesanal del desinterés: maestros y aprendices tejieron sus relaciones en el marco de un programa emancipador resumido en el anarquismo, marcando distancia con los propietarios de las maestranzas y de ciertos talleres de sastrería que empezaban a convertir a sus operarios en trabajadores asalariados típicos. Al respecto existen evidencias de ciertos conflictos interartesanales que los folistas encararon enérgicamente: por ejemplo el número 6 del periódico Humanidad correspondiente al 4 de junio de 1928, registra un altercado entre el Sindicato de Sastres de la FOL y varios talleres de sastrería que pagaban miserables sumas de dinero a su trabajadores, situación que el Sindicato enfrentó declarando un boicot contra las sastrerías explotadoras, afirmando a la vez que si los operarios mal remunerados eran despedidos por sus protestas serían recibidos en los talleres anarquistas. De hecho muchos de los aprendices folistas, en especial en sastrería y en carpintería, llegaban comúnmente a independizarse obteniendo sus propias herramientas y talleres gracias a la solidaridad y a las enseñanzas de sus maestros, que actuaban alejados de cualquier lógica competitiva. En conclusión, puede afirmarse que la valía de los folistas radicó en que escogieron el camino de la lucha por el espíritu artesanal del que eran portadores. Efectivamente ciertos artesanos folistas pudieron haberse dedicado a una vida relativamente tranquila encerrándose en sus talleres, no obstante optaron por la lucha y la confrontación debido a sus fuertes convicciones ideológicas, pero igualmente debido a la situación de explotación extrema en que vivían los estratos subalternos del país que alcanzaba a las capas inferiores del artesanado. Por último, no deja de ser llamativo que los folistas, hombres y mujeres,

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se consideraban a sí mismos “proletarios” sin serlo todos técnicamente, aunque también contaron en sus filas con algunos sindicatos de obreros asalariados, quedando claro entonces que el concepto “proletario” fue más una cuestión de autodefinición que de posición económica en el sistema fabril.

c) ANTICLERICALISMO Nadie puede saber si es creyente o no. E. M. Cioran.

Un aspecto que históricamente formó parte del discurso anarquista es también el anticlericalismo, tema que en este libro no se abordó explícitamente, por lo que ahora merece un breve comentario. No olvidemos que la Iglesia nunca dejó de desempeñar un rol importante en las relaciones de dominación de gran parte de los países del mundo, y nuestro país no fue una excepción. Ya desde la década de los años 20 empezaron a surgir en Bolivia las primeras manifestaciones anticlericales en sectores ilustrados y de clase media que se remontan a las pugnas de fines del siglo XIX entre conservadores –católicos y puritanos– y liberales positivistas y acusados de ser ateos o masones. En cuanto a los folistas, éstos se esforzaron por ser coherentes con los postulados anticlericales del anarquismo, pero como la religión en los Andes está atravesada por un universo de creencias indígenas y populares producto de complejas yuxtaposiciones coloniales, muchas veces tales postulados eran más un discurso que una práctica real. Esto se ve sobre todo en los testimonios de Natividad Veramendi –integrante del SC–, que constituyen una muestra del sentir de varias mujeres plebeyas: Decían que en Chuspipata al General Ramos lo había matado, era su gran amistad de mis patrones. Mi madrina decía: “Villarroel hace mal, hace matar a la gente, a las grandes personas”. ¿Qué sería?, nomás Dios del cielo sabe, ¿no? [...] Después de la marcha [del primero de mayo] sabíamos encerrarnos en nuestro local. Ahí hacíamos teatro, sabíamos rezar, orar por las almas, la salvación de los compañeros caídos en Chicago. [...] Por eso decía la alma bendita de doña Catalina: “nosotras no vamos a bailar ni nos vamos a alegrar, tenemos que rezar, orar por los compañeros de Chicago que han sufrido junto con nosotros”. Sabíamos pedir por el alma de ellos... [...].

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Alma bendita, doña Catalina, era bien. Esa mujer debe estar en el cielo, no ha de estar en el infierno. Porque ha hecho el bien para todos, una mujer muy luchadora (Natividad Veramendi en Wadsworth y Dibbits 1989: 116, 145, 162, 191).

Pero más allá de la “santificación” del primero de mayo y de las prácticas religiosas de ciertas mujeres de la FOF, hay evidencia de que algunas folistas poseían una firme actitud de cuestionamiento a la Iglesia: una conversación registrada por Wadsworth y Dibbits entre Peta y Natividad Veramendi muestra la tenue y significativa tensión entre ellas en torno del tema religioso: Pero me he casado solamente por civil, por el “qué dirán”, no por la Iglesia. Es que no estaba de acuerdo, porque se veía tanta cosa en la capilla, agarraban un plato y recogían fondos y esos fondos ¿a dónde iban? […]. Yo no creo en los curas, nunca me he confesado ni he comulgado; como las beatas: estirando la lengua para recoger la hostia. El Papa es un hombre igual que otro hombre, sólo que con disfraz. Yo siempre he pensado así (Petronila Infantes en ibid.: 19, 140).

A lo que Natividad responde: Ay compañera... Siempre ha sido pues así, unos creen, otros no creen, qué vamos a hacer, no sé cuál será la verdad (en ibid.).

Por otra parte, si bien el anticlericalismo estuvo notoriamente presente en los sectores obreros entre las décadas de los años 20 y 40, esto no significaba que los trabajadores dejasen de participar en las fiestas de los santos patronos o que dejasen de tener imágenes de la Virgen o del “niño Jesús” en sus casas. De esto se puede concluir que el anticlericalismo tuvo como idea-fuerza central la oposición a la Iglesia en tanto institución aliada con la oligarquía, mas esa oposición no representaba un rechazo total a ciertas prácticas religiosas católicas generadas por los procesos de modificaciones e imposiciones culturales que datan de tiempos de la colonia. Pero así y todo el anticlericalismo fue por momentos un sentir generalizado en las directivas obreras de todas las tendencias. Por ejemplo los manifiestos y comunicados de las agrupaciones anarquistas “La Antorcha” y “Sembrando Ideas” durante la primera mitad de la década de los años 20 señalan de forma recurrente a frailes,

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curas y clero en general como los responsables, junto a políticos y militares, de las desventuras de la plebe, de tal modo que la denominada “trilogía maldita”, compuesta por “el Capital, el Estado y la Religión” era concebida por estos grupos como el enemigo principal que los trabajadores tenían que enfrentar y destruir sin concesiones. Recordemos igualmente las resoluciones de algunos eventos obreros: en el Tercer Congreso de 1927 se planteó la necesidad de una educación laica en las escuelas y la supresión de las fiestas religiosas. También está el Congreso Obrero de 1936, que dio vida a la CSTB, desde donde se exigió al Estado que dejara de subvencionar con fondos económicos a la Iglesia. Sin embargo, esta oposición a la clerecía no siempre era beneficiosa para el movimiento laboral, tal como indica Lora (1970: 99) al recordar que el anticlericalismo de los marxistas y anarquistas bolivianos fue asumido de una manera rabiosa e intrascendente, resultándoles incluso perjudicial puesto que sus enemigos lo utilizaban para aislarlos de grandes capas “pequeño-burguesas” y hasta obreras. Tal percepción es corroborada por el folista José Clavijo:

Es posible afirmar entonces que el anticlericalismo fue parte importante del discurso anarquista boliviano pero fue asumido de forma ambivalente, exceptuando a personajes radicales como Domitila Pareja o Cesáreo Capriles, entre otros. Las contradicciones que implica el rechazo a la Iglesia y a la religión se condensan evidentemente en la muerte y en la intimidad del entorno familiar. Concluyo esta parte citando un párrafo escrito por Elizabeth Peredo después de que asistió al ritual de despedida de Peta: Al tiempo que las oraciones llenan el ambiente, surgen las miradas de complicidad de quienes la conocimos y la escuchamos tantas veces decir que a su muerte no quería ni rezos, ni misas porque ella era anarquista. De pronto las palabras de la muchacha que dirige las oraciones empiezan a dudar, se entremezclan, se confunden; contrariada, pide disculpas y luego continúa. Se escucha a alguien susurrar: “doña Peta le ha hecho equivocar, porque a ella no le gustaba eso de la religión…” (1991: 4).

También, hasta de los mismos obreros había reprobación por el aspecto religioso, porque nosotros hemos ido abiertamente contra la religión, y eso nos restaba mucho, además de que también hemos chocado abiertamente contra las autoridades. Nuestra organización estaba decretada a morir (en Lehm y Rivera 1988: 210).

No obstante, el sincero anticlericalismo de muchos dirigentes era plenamente justificado ya que la Iglesia se constituyó en un aliado importante de la oligarquía minera y terrateniente. Esta alianza se hizo más explícita y evidente en algunos períodos históricos, sobre todo en la segunda mitad de los años 40 cuando los manifiestos de la FOL y de la FOF elevaron súbitamente su tono anticlerical debido a que los latifundistas y el gobierno recibían el incondicional apoyo de la cúpula de la Iglesia: varios documentos y noticias de prensa señalan que en el contexto de las rebeliones rurales de 1947 Hertzog y los terratenientes se reunían frecuentemente con curas que acicateaban a las clases medias y altas a condenar la “barbarie india”. De esta manera los curas apoyaban explícitamente a los hacendados dándoles su bendición y asegurándoles a la vez el “consentimiento de Dios” para que continúen con su cómoda vida sobre la servidumbre de los indígenas. 324 / Huascar Rodríguez García

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APÉNDICE 2 CESÁREO CAPRILES Y LA VOLUNTAD DE PODER COMO DESAPARICIÓN Hay muchos que mueren tarde y algunos que mueren demasiado pronto. Aún nos resulta extraña esa máxima que aconseja morir a tiempo. Claro que, ¿cómo podemos pretender que muera a tiempo quien nunca ha vivido a tiempo? Tanto el luchador como el victorioso aborrecen esa muerte vuestra entre aspavientos que se acerca a hurtadillas como un ladrón. La muerte que yo predico es la mía, la muerte voluntaria y libre que me llega porque yo quiero. Friedrich Nietzsche.

Introducción Al mismo tiempo que sucedían las dramáticas y casi desconocidas epopeyas anarcosindicales en La Paz y Oruro, en Cochabamba se desarrollaba una inédita experiencia de anarquismo individualista, que tuvo como única figura a un oscuro personaje llamado Cesáreo Capriles López. Intelectual, aventurero, experto en explotación minera, empresario, activista sindical, astrónomo y farmacólogo; este hombre enigmático y autodidacta adquirió por un tiempo cierta relevancia en el ámbito local con su revista Arte y Trabajo y también con sus excentricidades y con una que otra aparición pública en vísperas de la guerra y en tiempos de efervescencia obrera. Empero, en honor a la verdad, se conoce muy poco acerca de Capriles, por lo que las siguientes páginas no quieren ser una biografía oficial, sino más bien una semblanza libre basada en los escritos de Lora (1970) y García Mérida (1995), pero particularmente en la evocación realizada por Nivardo Paz Arze (1979), en ciertos documentos inéditos y también en comunicaciones personales.

Los primeros años Hijo de Cesáreo Capriles Allende y de Benita López, Cesáreo Capriles López nació en Cochabamba probablemente durante 1880. Los Capriles eran una culta y fervientemente católica familia de clase alta, cuyos antepasados se dice fueron herederos de la Casona del Mayorazgo: el privilegiado terreno concedido

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por el rey en tiempos coloniales donde se edificó la casa grande y famosa que por mucho tiempo ha permanecido en ruinas al noroeste de la ciudad. Cesáreo fue el mayor de varios hermanos y hermanas y tuvo una infancia fugaz y misteriosamente dolorosa: a pesar de tenerlo todo había algo taciturno en aquel niño tímido y asustadizo, demasiado acosado por las ideas religiosas que le inculcó su conservadora familia. Sin embargo no todo fueron padrenuestros y avemarías ya que en plena niñez descubrió el tesoro de la lectura, un verdadero refugio que transportó al ya casi adolescente Cesáreo a otros mundos y a otras realidades con emoción y placer. Desde entonces sus lugares favoritos fueron la bien dotada biblioteca familiar y los jardines de las distintas casas por las que los Capriles transitaron y vivieron, sitios convertidos en una puerta hacia aventuras imaginarias y bellas fabulaciones sin límite. Pasaron varios años cargados de monótona regularidad, entre libros y la aristocrática vida de familia, entre los domingos de misa y los paseos por las hermosas campiñas cochabambinas, entre el colegio y los sueños, hasta que el joven Cesáreo conoció los clásicos de la filosofía y también del liberalismo y del socialismo: en sus manos y en su corazón cayeron paulatinamente Platón, Rousseau, Diderot, Marx y Montaigne, y a partir de este último conoció a La Boétie,136 el precoz francés del siglo XVI que inventó el concepto de servidumbre voluntaria, según el cual los hombres no son libres simplemente porque no quieren serlo, es decir porque no tienen la fuerza de desear la libertad contra la dominación social en sus diversas manifestaciones, ideas que condujeron a Cesáreo directamente hacia al socialismo anarquista. Luego, a través de un fotógrafo italiano apellidado Modotti que tenía instalado su taller en la Plaza 14 de Septiembre a quien conoció por casualidad, consiguió libros de Bakunin, Faure, Tolstoi, Proudhon y Kropotkin, autores que transformaron profundamente y para siempre el alma de nuestro personaje. No obstante las lecturas anarquistas sólo eran una parte de su actividad: Cesáreo era un auténtico curioso y gracias a un amigo de su padre llamado Teodomiro Estrada, abogado y empresario orureño, se fanatizó con la astronomía. 136

He hallado una referencia explícita a Montaigne y a La Boétie en una carta enviada por Cesáreo a Teodomiro Estrada desde Uncía hacia Oruro, fechada el 25 de septiembre de 1906 (Archivo privado de Luis Alberto Ponce).

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Teodomiro llegó a convertirse en un gran compañero para Cesáreo, pese a la gran diferencia de edad entre ellos, y cada vez que llegaba desde Oruro a la casa de los Capriles ambos pasaban largas horas juntos, tendidos sobre el pasto del jardín y acariciados por la brisa nocturna, para repasar nombres de planetas y constelaciones escrutando la oscura bóveda celestial perlada de cien mil estrellas palpitantes. Así, todo lo relacionado con la ciencia fue una obsesión para el cada vez más inquieto Cesáreo, pasión a la que se añadió el gusto por los viajes a pie o en caballo: durante mucho tiempo el veinteañero joven se dedicó a recorrer con fruición las áreas rurales circundantes al pueblo de Cochabamba en busca de aventuras fantásticas y de las lindas muchachas que recordaba haber conocido en sus lecturas infantiles. Con el tiempo Cesáreo adquirió poco a poco un carácter seguro y firme, y a la vez escéptico e inestable, en todo caso tenía una marcada tendencia a la depresión. Físicamente era bastante alto y de complexión muy delgada, y su pálido rostro irradiaba una especie de luz a través de sus ojos claros. Ciertamente las aventuras o la propaganda libertaria no eran ocupaciones que la familia deseaba para el joven Cesáreo, pero sorpresivamente su padre decidió ceder a sus presiones y prestarle una considerable suma de dinero para que lo emplease en lo que mejor creyera conveniente. De esta manera, con sus frescos 25 años, Capriles vio llegado el momento de llevar a la práctica las alocadas empresas que hacía años tenía en mente: quería ser un empresario, pero no al típico estilo capitalista. “Seré un empresario que traerá el progreso a la pobre Bolivia sin que esto signifique explotación del hombre por el hombre”, se dijo a sí mismo al recibir los billetes que su padre le cedía ceremoniosamente. Sin embargo, aquellos dineros fueron mal empleados y la inexperiencia en contabilidad ocasionó la perdida de casi todo el capital: en menos de un año Cesáreo estaba quebrado y para ocultar la verdad a sus padres recurrió al viejo amigo de la casa, Teodomiro Estrada, de quien se prestó dinero no sin antes atravesar por varios trabajos desconocidos en Cochabamba, La Paz y Oruro, trajín en el que conoció a una muchacha llamada Julia Gutiérrez de La Reza, con la que estableció un vínculo amoroso.

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Uncía y otras andanzas Es así que Cesáreo se embarcó en un emprendimiento empresarial con Estrada al que convenció de la idea de crear una sociedad para llevar el teléfono a Uncía, el alejado y gélido pueblo minero que prometía contribuir al país con las bendiciones del estaño. Para crear la empresa de comunicaciones convocó a otro amigo más, alguien de apellido Peña, y los tres juntos decidieron formar una sociedad, aunque Peña y Teodomiro se conocían poco y no se tenían la suficiente confianza mutua. Como fuese, había llegado la hora de las verdaderas aventuras y en enero de 1906 Cesáreo compró postes, cables y equipos en La Paz, trasladándolos durante más de tres días en mulas y coches por caminos tortuosos y grandes cuestas embarradas por la lluvia. Tras un sinfín de percances Capriles llegó finalmente a Uncía y se estableció allí solo, dado que sus socios actuaban a la distancia y únicamente como accionistas, de modo que el joven emprendedor asumió todo el trabajo sucio, primero con entusiasmo, luego con pesadez y al último con desesperación y sufrimientos horribles. Ubicado en el norte de Potosí, Uncía era un pueblo pequeño que acogía a muchas personas de diversa procedencia debido al robo de mineral, a veces llamado “rescate”, y a las actividades económicas que traía en general la minería. Unas cuantas casas alrededor de una pequeña plaza y más allá los campamentos cercanos a las quebradas donde se abrían las bocaminas, todo en una altiplanicie helada rodeada de cerros, eso era Uncía, y aun con su pequeñez el espíritu jaranero y alegre era lo que menos faltaba entre sus habitantes y múltiples visitantes. En este escenario se instaló Cesáreo y la mala suerte continuó para él ya que el negocio de los teléfonos no fructificó en virtud de razones desconocidas mientras su deuda crecía sin parar; entonces comprendió que debía encarar el fracaso e irse del pueblo únicamente cuando recuperara todo, o por lo menos parte, del capital perdido. Con estas preocupaciones Capriles recorría los campamentos y las bocaminas sin hallar solución a sus problemas financieros, hasta que una mañana gris cerca de la plaza conoció a Nicolás Eterovich, un exitoso comerciante e inversionista que le ofreció trabajo en su pulpería, que era al mismo tiempo restaurante y bar. Cesáreo aceptó dándose cuenta tardíamente que el jefe del trabajo directo no era el señor Eterovich, caracterizado por su 330 / Huascar Rodríguez García

bondad, sino otra persona que tiranizó al joven empleado durante mucho tiempo. Se inició así para Capriles la primera de las tantas épocas difíciles por las que tuvo que atravesar: no sólo su jefe era un déspota, sino que el pueblo mismo le resultaba atroz por su frío intenso, por su sordidez, por sus reiteradas fiestas y por sus grandes borracheras. Cesáreo, incluso siendo un amante de las aventuras y de los paseos rurales, no dejaba de ser un señorito de refinados gustos: era exageradamente aseado y tenía terror a los parásitos. Sin amigos y con un trabajo aburrido en el que tenía que lidiar con ebrios y con gentes raras todos los días, no es difícil imaginar que Capriles se sintió terriblemente deprimido. La soledad empezó a consumirlo, extrañaba a Julia y una aguda crisis existencial y religiosa se apoderó de él. Transcurrieron los meses y llegó el invierno. Todo era cada vez más triste y duro: ese año cayó la nieve y nada consolaba la difusa crisis espiritual que vivía Cesáreo. Sólo los libros y la escritura lo reconfortaban: escribía cartas casi todos los días de manera frenética y asimismo esperaba recibir misivas con indescriptible anhelo. Las cartas fueron para él una verdadera obsesión y a través de ellas su relación con Estrada, con Peña y con otros amigos, se convirtió en un lazo tormentoso: reclamos por no responder las epístolas a tiempo, malentendidos, rendición de cuentas económicas, en fin, escribir y recibir correspondencia era su vida, y sufría también por esto, pues lo aterraba la idea de que sus cartas íntimas –recibidas o enviadas– pudieran llegar a manos ajenas, distintas a las de sus destinatarios. “¡Qué alivio tirar a la basura un manuscrito testigo de fiebres desvanecidas!”, pensaba cada vez que se deshacía de papeles demasiado comprometedores. Además su crisis religiosa se agudizó: aunque todavía se consideraba creyente y leía la Biblia empezó a dudar de Dios, y a veces padecía de un temblor persistente en el pulso y de ciertos dolores cardíacos, pero en realidad parecía más un caso de hipocondría a causa del insomnio que sufría durante algunas noches. Sus nervios se ponían tensos cada vez que los borrachos del pueblo comenzaban a tocar roncas guitarras en las calles hacia la medianoche y encima el negocio de los teléfonos se veía cada vez más distante, no únicamente por la inoperancia del propio Capriles, sino también porque sus amigos Estrada y Peña no congeniaban entre sí. Peor todavía, un día supo la noticia de que su padre, enterado de la pérdida del capital, pagó

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sus deudas, hecho que preocupó todavía más a Cesáreo dado que se sentía responsable por esos dineros ante la familia. A continuación sigue una selección de fragmentos de distintas cartas escritas por Capriles a Estrada desde Uncía hacia Oruro, entre el 8 de agosto y el 25 de septiembre de 1906, en las que se revelan algunos rasgos del carácter y del pensamiento del desolado joven: …se ha apoderado de mí una gran indiferencia; creo que por nadie ni por nada siento ahora. […] Todos estos días ha habido que entendérselas con los borrachos y los copteles […] Quisiera dormir un sueño tranquilo y no despertar jamás. Me desagrada tanto este lugar y me aburre todo que no se donde quisiera huir. […] Escríbame siempre, calme mi astío siquiera por el tiempo que tardo en leer las cartas amigas; pero hágalo extenso. Nunca más que ahora me causa la más soberana repugnancia el interés; pero nunca más que ahora todos me muestran, junto con la situación de mi casa, la necesidad del asqueroso dinero. […] Mi estado es peor que el suyo, a usted aqueja un mal físico, en mí el alma está muerta. […] las noches son terribles, los días desesperantes y este lugar me parece un infierno. […] Cuénteme algo como cuentos de hadas, invente una historieta, llámele “La Princesita de los cristales” o algo así, transparente.137 […] No se escandalice que le hable de princesas un demócrata, en la cabeza de un autor un noble diminutivo no será nada, mucho más si como sólo será tinta nunca llegará a gobernar. Está salvada la escuela anarquista. […] Estoy que no me entiendo ¿Por qué? Por todo, por la vida […], no tengo ni el recurso de dormir. No le extrañe lo cargoso que soy en este asunto; la idea de que se pierdan cartas que tratan de cuestiones privadas me violenta en gran manera, y hay razón: cuántas cosas pueden resultar del que vayan a poder ajeno? Le suplico sea usted más cuidadoso con sus papeles, y en vez de abandonarlos sobre su mesa queme lo que escribo […] el contenido de las cartas debe ser sólo para el que escribe y para aquél a quien están dirigidas. Pasan meses de monótonos días, empleados en la tarea más miserable a que puede dedicarse un mortal: robar descaradamente (pues se quita en el peso y se apunta demás en las cuentas) y dar veneno a los desgraciados borrachos. Tengo una mala gana bastante notable para el trabajo, que no es mucho, por la poca gente; en las mañanas después de sacudir la mercadería y arreglarla leo algún libro de esas colecciones sociológicas que tanto me gustan (he leído ya unos 15); en 137

La alusión a una “princesita de los cristales” se refiere probablemente a alguna aventura romántica que Estrada confesó a Cesáreo. En otras cartas de esta época se hace referencia más explícita a esto, pero siempre con metáforas debido a la circunspección de Capriles.

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la tarde estudio gramática […] hasta la hora de los benditos copteles, que como “el julián”138 tengo que batirlos para toda una cáfila de puercos; la rabia sale espumeante por mi boca, pero eso no obsta para que agarrado de mi charola sirva a tan nobles parroquianos. La comida, poco variada, la tomaría con gusto sino estuvieran sobre mí los ojos de chancho de mi jefe. En las noches, ya en mi cuarto, leo la Santa Biblia. […] A la hora del descanso comienza a veces lo peor de las 24 horas de los tan largos días. Los desvelos son tan continuos como crueles, y cuando recién empiezo a dormir ya es hora de levantarme, lo hago de 7 a 7½ y con el desaliento más grande ¡tener que seguir viviendo! Y apenas puedo abrir los ojos y creer que es un nuevo día. Mi jefe (muy buen empleado para su patrón) […] parece tenerme la peor voluntad […]. Creo que haya podido leer las copias de mis primeras cartas; por olvido dejé mi libro en la prensa. Los domingos, tan esperados desde los lunes, me pongo tan nervioso que apenas puedo contenerme. Figúrese lo excitado que me encontraba el 16: apareció un borracho y me dijo una grosería, me le eché encima, y con ser un fornido mecánico lo boté en tierra, tan cruelmente que me asusté. […]. ¿Qué ambiciones en este triste mundo? Cambiar, si fuera posible, las ideas de los míos, hermanos, amigos, y de nadie más? Por qué no! De ella, porque la quiero. Si Teodomiro, el mundo no sólo no me gusta, me repugna, quisiera el mundo ideal del anarquista! Créame que en este momento de mi vida no quiero el dinero […]. Pero mi deuda es de […] sin contar intereses […]. Es esta situación la que cuarta mi libertad para aplanarle la remangada jeta del tiranuelo que me domina (mi jefe). También cierta consideración por los esposos Eterovich. […] Qué mentiras resultan algunas cartas que he escrito a mi familia. Yo animando a la vida es una ironía. A mi nada me entusiasma, sólo el leer un libro anarquista; entusiasmo que dura lo que tarda mi vista sobre el papel (Archivo privado de Luis Alberto Ponce).139

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Expresión que en la época probablemente significaba subordinado o ayudante de bajo rango. Luis Alberto Ponce es hijo de Luis Ponce Suárez, quien fue amigo y colaborador de Capriles en la revista Arte y Trabajo. Por otra parte, la hermana de Luis Alberto se casó con uno de los hijos de Teodomiro Estrada, siendo éste el origen para el descubrimiento de veinticuatro reveladoras cartas escritas por Cesáreo a su antiguo socio y amigo desde Uncía hacía Oruro entre 1906 y 1907. Dichas epístolas han permanecido ocultas por mucho tiempo y ahora es la primera vez que se hacen públicas. Espero que el alma de don Cesáreo me perdone por esta indiscreción.

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Como se ve, en Uncía todo era tenaz para Cesáreo, quien para hacer menos aburrida su estadía en aquel pueblo iba a pasear por los campamentos y por las minas, donde se puso a indagar sobre los detalles de la explotación minera pensando involucrarse seriamente en este rubro. A la vez, sus supuestos problemas cardíacos continuaban y consultando con un médico supo que en verdad estaba mal de los nervios y he ahí la causa para su trémulo pulso. El doctor le recetó bromuro y atropina, pero al malestar nervioso se añadió un aumento en su ascendente miopía junto con dolores en los ojos. Una mañana, con el hastío en su máxima cumbre, recibió correspondencia de su amigo Miguel, de apellido desconocido, que le planteaba la posibilidad de ir a Santiago, en Chile, para trabajar como electricista. La idea lo entusiasmó y procedió a planificar el abandono de Uncía que se concretó en enero de 1907, tras romper drástica y trágicamente sus relaciones con Estrada, con Peña y con otros amigos y socios por las deudas y las pérdidas económicas en el frustrado negocio de la empresa de comunicaciones. Decidió ir a Oruro, ciudad en la que encontró trabajo en una oficina del servicio de teléfonos, no sin antes ser expulsado de otro empleo, suceso que incrementó su odio contra los patrones. El espíritu libertario de Cesáreo deseaba obtener algún día un trabajo donde no existan los jefes. En Oruro pasan varios meses y la rutina laboral y las deudas lo atormentan otra vez. Sólo piensa en irse a otro lugar, pero no puede retornar a Cochabamba porque allí tendría que rendir cuentas económicas a su familia. Extraña a Julia y desea abandonar las altiplánicas zonas en las que ha vivido últimamente. Una noche sueña con la selva y al día siguiente un conocido suyo le plantea la posibilidad de trabajar como funcionario de aduana en el Beni. Se va entonces a las selvas benianas: el calor lo sofoca, la humedad lo tortura y los voraces mosquitos son un tormento. Se enferma, transpira, se enoja. No obstante también disfruta los paisajes, soporta todo con estoicismo y logra reunir dinero suficiente para volver a Cochabamba y cancelar las deudas. De aquí en adelante no se conocen detalles acerca de sus actividades, mas es probable que sus próximos años los pasó en Oruro y en Cochabamba, viajando muchas veces a pie entre ambas ciudades sólo por la aventura y la gana de saborear

las desolaciones geográficas. Se dice que Capriles tardaba dos días en recorrer caminando la distancia que separa Oruro de Cochabamba, además de realizar otras caminatas largas e inverosímiles por distintas latitudes en las que no dejaba de escrutar las estrellas una vez que las noches oscurecían todo. En una de estas andanzas, durante enero de 1910, creyó ver en el cielo los rastros del cometa Halley y se sintió gravemente amedrentado, pues su paso cerca de la tierra había originado profundos miedos colectivos en todas partes del globo: mucha gente creía que el cometa era una señal del inminente fin del mundo y en los periódicos había especulaciones de diversa índole al respecto. Tras reunir un nuevo capital con la intención de realizar otros emprendimientos se reencuentra con Julia Gutiérrez de La Reza, el amor de su vida, y se casa con ella en 1916 o 1917.140 Después llegan tres hijos, Julia, Roberto y Dolly, que van arribando al mundo paulatinamente. Los años siguen su curso. Reinstalado en Cochabamba se propone como meta fundamental colaborar con los trabajadores en la creación de una federación obrera, pero ve que los artesanos cochabambinos están más preocupados en beber, en celebrar fiestas religiosas y en ayudar a los partidos políticos de turno a cambio de prebendas. Esto enfurece a Capriles y decide invertir sus nuevos dineros en la creación de una revista cultural. Todo iba bien para este objetivo cuando intempestivamente ocurrió un hecho trágico que enturbió su vida de forma definitiva: su madre murió y él sufrió tanto esta pérdida que decidió vestir de luto hasta el fin de sus días, decisión que efectivamente cumplió con terquedad y rigor. Años antes había muerto su padre y ahora Cesáreo era todo un hombre. Casado, con hijos y con diversas responsabilidades, tuvo que admitir que la vida continuaría su imparable rumbo.

Arte y trabajo contra la “incivilización” cochabambina La permanente crisis religiosa que afligía a Cesáreo a partir de su época en Uncía tocó fondo desde la muerte de su madre, suceso que lo llevó a renegar de Dios y del cristianismo dando toda la razón al ateísmo de sus lecturas ácratas. En los afanes 140

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Comunicación personal con Jorge Asín Capriles, nieto de Cesáreo Capriles.

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ocasionados por la muerte de sus padres se dio cuenta que los ritos funerarios católicos eran una parodia y en más de una ocasión tembló pensando en su propio entierro acompañado de rezos y rodeado de la parafernalia cristiana. “Ésta es la última y la peor ignominia que puede hacerse a una persona” pensó varias veces mientras un escalofrío le recorría la espalda cuando asistía a velorios, misas y entierros. De aquí en adelante declaró al clero como su enemigo número uno y su animadversión por los curas fue radical, actitud que provocó no pocos escándalos y conflictos familiares, ya que sus hermanas eran las más conocidas beatas de la ciudad. Las opiniones de su familia no le importan: Cesáreo vive su anarquismo de forma individual, compra libros y visita talleres artesanales exponiendo las ideas de Proudhon, Bakunin y Kropotkin, pero tampoco pretende convencer a nadie. Cosecha allegados sin querer y algunos de éstos crean en 1921 un periódico llamado Claridad cercano a las ideas anarquistas. A la vez toma contacto con la joven intelectualidad cochabambina mediante viejas amistades de su padre y de esta manera encuentra aliados para su propio proyecto editorial. Finalmente invierte su dinero en la tan ansiada revista que siempre quiso crear, a la que bautizó con el nombre de Arte y Trabajo, cuyo primer número salió a la luz pública el 27 de febrero de 1921. García Mérida (1995: 212) afirma de forma exagerada y romántica que Arte y Trabajo fue una revista “libertaria”. También asegura que dicha publicación “contribuyó decisivamente a fortalecer la Federación Obrera Local”. Recordemos que la Federación Obrera Local (FOL) se creó en La Paz recién en 1927, período en el que Arte y Trabajo probablemente ya no estaba bajo la dirección de Capriles, y además, salvo los primeros tres años de la década de los 30, la esfera de influencia de la famosa federación anarcosindical se circunscribía a las ciudades de La Paz y Oruro básicamente. En suma, no existe ninguna evidencia de que Cesáreo se haya vinculado directamente con la FOL –aunque es lógico pensar que el anarquista cochabambino simpatizó con ella una vez enterado de su existencia–, pero al margen de esto lo que aquí sucede es que García Mérida atribuye equivocadamente el nombre de la federación anarquista paceña a la Federación Obrera de Cochabamba. 336 / Huascar Rodríguez García

A propósito de la revista es menester señalar que, pese a las ideas de su creador, Arte y Trabajo tuvo muy poco que ver con el anarquismo, según he podido constatar gracias a la lectura de decenas de números de la publicación. En realidad los contenidos de esta revista eran notoriamente contradictorios y muchas veces incoherentes. Un 40% de sus páginas estaba integrado por propaganda comercial de bancos y de casi incontables productos y servicios, habían escritos patrioteros y otros antipatrióticos y antimilitaristas, se despotricaba contra el clero y también se publicaban avisos de misas y poemas cristianos, se hablaba a favor de los indios y a la vez se invocaba a los extranjeros para que vinieran a civilizar y salvar a los cochabambinos de la “degeneración de la raza”, se renegaba contra el alcoholismo y se promocionaban cervezas y vinos. Con todo, Arte y Trabajo era una revista progresista y en su primera época estaba claramente orientada hacia la izquierda: desde sus páginas Capriles combatió al régimen de Bautista Saavedra y apoyó decididamente la organización de los obreros de Cochabamba que a principios de 1922 crearon por primera vez una federación de trabajadores en esta ciudad, instancia integrada por gremios artesanales de carpinteros, zapateros y sobre todo de sastres. Dicho organismo, en un principio llamado Federación Obrera Departamental, y luego simplemente Federación Obrera de Cochabamba, pasó a convertirse con el tiempo en una sucursal de las federaciones obreras del trabajo (FOTs) que se extendieron por las principales ciudades del país. Personalmente tengo la impresión de que Cesáreo estuvo detrás de la fundación de la Federación Obrera de Cochabamba y de hecho Arte y Trabajo se convirtió por un tiempo en vocero no oficial de la misma. En relación con el anarquismo, Arte y Trabajo efectivamente hace referencias a él, pero de forma muy exigua y aislada. Así tenemos por ejemplo que en su primer número se publicó un homenaje a Kropotkin, el famoso ruso fallecido en febrero de 1921. Luego, en su número 30 correspondiente al 19 de marzo de 1922, Arte y Trabajo publicó un fragmento del libro Filosofía del anarquismo del teórico italiano Carlos Malato. Más adelante, el primero de mayo del mismo año, el propio Cesáreo se animó a escribir brevemente sobre el anarquismo firmando su nota con las inconfundibles iniciales CCL (como siempre, las mayúsculas y los errores ortográficos son del original):

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ANARQUÍA ¡La palabra aterroriza! Y hiere por igual los oídos del burgués que los del proletario ¡y aún más, quizá los de los sabios también! ¿Habrá razón o simplemente se desconoce el concepto? Pensemos que cuando mentalidades de selección, individuos de elevado sentimentalismo como Reclus y Kropotkine, para no citar más, se hicieron panegiristas de la teoría no hay motivo para el espanto, y sí, más bien, para la reflexión. Si observamos el proceso humano con todos sus aparentes progresos, y consideramos la realidad de sus fracasos en su constante batallar […] no cabe sino aceptar la incapacidad de perfeccionamiento de la especie o la inutilidad de las instituciones políticas. Y entre tanto se resuelva el dilema, el único ideal no humillante para el hombre será la ANARQUÍA; porque esta forma de sociedad, que presupone una cultura general superior, es la única que lo dignifica, ya que le quita de encima al hombre el tutelaje de otro hombre (gobiernos y gerarquías) y lo eleva en el campo ético hasta hacerle rechazar a dios por inútil. C.C.L. (en: Arte y Trabajo Nº 35. 1º de mayo de 1922).

el clientelismo político ejercido sobre algunos sectores artesanales se había acentuado notoriamente: los políticos de turno realizaban grandes campañas de cooptación electoral regalando dinero, comida y alcohol, dando por resultado la victoria de las elites de siempre y el evidente adormecimiento popular frente a las injusticias y la corrupción, cosa que fue cambiando gradualmente en la medida en que el sindicalismo apareció difundiendo una nueva conciencia social. No obstante Capriles creía que el alcohol en sí mismo era el motivo primordial de la inercia obrera, y debido a esto Arte y Trabajo nunca cesó en su cruzada contra la borrachera calificando al artesano cochabambino como “un animal anfibio que vive entre la chicha y la política”, a pesar de que, paradójicamente, en sus páginas publicitaba a la cervecería “Colón” y a los vinos “Muyurina”. Aquí va un fragmento de Arte y Trabajo –del 1º de mayo de 1921– que ilustra tal perspectiva, en esta ocasión de la mano del anticlericalismo:

En el editorial de su número 42, con fecha del 18 de junio de 1922, Arte y Trabajo plantea una cerrada defensa del libertario italiano Francisco Villa, acusado de profesar ideas anarquistas entre los trabajadores ferroviarios de Oruro, motivo por el que el gobierno de Saavedra expulsó del país a este activista europeo. Finalmente en los números 85 y 86 la revista publicó una carta de varios miembros de la anarquista IWW –International Workers of the World, federación obrera norteamericana– detenidos en la cárcel de Laevenworth. Por lo demás, Arte y Trabajo era una revista de variedades que incluía cuentos, noticias, humor, dibujos, grabados, poesías, unas cuantas caricaturas y también artículos y debates literarios y científicos. Incluso he hallado un par de interesantísimas notas sobre espiritismo, pero los temas recurrentes de la publicación fueron definitivamente el antialcoholismo, la profilaxis social y la necesidad de traer el desarrollo y la modernidad a Cochabamba mediante emprendimientos empresariales privados y el libre mercado. Respecto del antialcoholismo, sospecho que el odio que sentía Capriles hacia el alcohol tiene su origen en la época en que vivió en Uncía, cuando tenía que dar de beber a los insaciables parroquianos uncieños ansiosos de ebriedad y de fiesta. Por otra parte, es evidente que desde la etapa liberal

El socialismo es un hecho universal […]. ¡Juventud, deja la política de caudillaje y el parasitismo y entrégate de lleno a la propaganda de este ideal humano! Redime al artesano del alcohol, aléjale de la política, sustráelo del fanatismo religioso, dale el ejemplo del trabajo y habrás hecho obra socialista. Penoso será ver mañana “la Fiesta del Trabajo”. En la manifestación estarán los mismos que vemos formados en todas las solemnidades: “6 de agosto”, Viernes Santo, etc., y en los clubes liberales y republicanos, y al cerrar la tarde llenarán las chicherías de la ciudad, sin saber ni remotamente por qué se sacrificaron los mártires de Chicago (cit. en Lora 1970: 109, 110).

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García Mérida justifica el inconsecuente antialcoholismo de Arte y Trabajo afirmando que Cesáreo quedó impactado por la generalización del consumo de cerveza en ciertos núcleos intelectuales, razón por la que Capriles habría considerado que la promoción de esta bebida y de otros licores de “bajo contenido alcohólico” permitiría “disminuir” las consecuencias “desastrosas” del consumo de chicha (1995: 229, 230). Llama la atención que este análisis no toma en cuenta el hecho de que la producción y el consumo de chicha constituían un factor económico importante en Cochabamba, además de que la ancestral bebida estaba íntimamente vinculada con tradiciones que a la larga hicieron de la chicha y de la chichería el símbolo de la identidad

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regional cochabambina por excelencia. Aún más, como señalan Rodríguez Ostria y Solares (1990: 143), la chichería no era sólo un espacio de diversión, sino también la presencia viviente de una cultura popular que subvertía el orden establecido disolviendo temporalmente las diferencias de clase.141 Empero, todo indica que Cesáreo no entendía a los indios ni a los cholos y jamás comprendió que lo popular en Cochabamba pasaba por la cotidianidad de la chichería: Capriles negaba ciegamente la realidad cultural chichera reproduciendo así la vieja idea de que se debe tolerar con buen humor al borracho rico y culto, y condenar sin concesiones al borracho plebeyo. Ahora bien, es cierto que gran parte de los estratos subalternos eran apasionadamente afectos a la embriaguez, sin embargo esto por sí mismo no explica suficientemente la inacción obrera debida a múltiples factores que se encuentran más allá de la simple ingestión de chicha. La intolerante e irreflexiva actitud de Cesáreo hacia la tradicional bebida queda ilustrada en la siguiente anécdota transmitida por un antiguo empleado suyo a Nivardo Paz Arze. Cuando Capriles administraba una mina en la localidad de Tamiñani unos comerciantes le habían llevado amablemente varios cántaros de chicha para el día de pago, pero el anarquista abstemio, totalmente enajenado por la sobriedad, desenfundó el revólver que llevaba consigo disparando repetidamente contra los recipientes chicheros hasta que éstos quedaron vacíos 141

En su estudio pionero Rodríguez Ostria y Solares han explorado exhaustivamente la complejidad del eje maíz-chicha en Cochabamba considerando sus dimensiones económicas y culturales durante el siglo xix y la primera mitad del xx. Dichos investigadores mostraron el modo en que surgió la chichería como una extensión del maizal campesino articulado a un sistema de ferias que vinculaba el mundo rural con el mundo urbano. De esta manera el tema de la chicha y de la chichería llegó a desatar grandes pasiones entre los cochabambinos, pues hubo un tiempo en que hasta los caballeros de clase alta también disfrutaban de la popular bebida, actitud que fue modificándose gradualmente dado que el consumo de chicha empezó a ser visto como algo exclusivo de indios y de cholos. Lo que pasa es que la chichería, en tanto un espacio y un símbolo popular mestizo y tradicional, no era del todo compatible con las ansias de modernidad de las elites y poco a poco, a título de salubridad y moralidad, éstas expulsaron a las chicherias del centro de la ciudad ocasionando conflictos y diversos entredichos. Por último, Rodríguez Ostria y Solares también evidenciaron que buena parte del progreso urbano cochabambino fue financiado mediante los impuestos que las hipócritas elites gobernantes, a nivel local, impusieron a los productores de chicha, y he aquí una gran paradoja: la “civilización” urbana terminó basándose económicamente en la “incivilizada” chicha, controlándola y utilizándola según sus intereses.

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y destruidos en medio de grandes charcos ante la estupefacta mirada de los presentes (Paz Arce 1979: 74).142 Respecto de la profilaxis social, hay que advertir que muchas de las calles de la pequeña urbe cochabambina eran un auténtico mierdero. La ciudad se había estancado en su crecimiento y sus límites no iban mucho más allá del río Rocha hacia el norte y el oeste, de la polvorienta avenida Oquendo hacia el este y de la plaza San Antonio por el sur. En esta pequeñez urbana, transitada por recuas de asnos y coches tirados por caballos, escaseaba el agua, y el servicio de alcantarillado, recién creado a inicios de la década de los 20, era prácticamente inservible. Además también era común la universal costumbre de tirar por los balcones orines, porquerías y agentes patógenos varios hacia la calle, de modo que todos los transeúntes tenían que andar con mucho cuidado si no querían verse bañados con extrañas sustancias. Por si fuera poco, un canal de aguas servidas atravesaba la ciudad por el actual mercado “25 de Mayo”, creando un foco de infección desbordado por miasmas, sin mencionar los múltiples basurales improvisados por doquier, incluyendo aquellos instalados en los atrios de algunas iglesias ante la fría indiferencia de los curas. Veamos dos editoriales sobre esta cuestión, en los cuales también se alude a la “degeneración de la raza”, a la “incivilización” cochabambina y a la inmigración extranjera como “fuente de prosperidad”, temas específicos que se repiten en otros artículos de Arte y Trabajo, que no citaré aquí: Por la falta de aseo, imputable a la mala educación privada y colectiva, muchas enfermedades como el tifus o la viruela se han hecho endémicas; y posiblemente la innegable degeneración de la raza obedece al desconocimiento de la higiene en general, que ocasiona las imposibles condiciones para la vida colectiva. […]. …es urgente aunar esfuerzos y establecer como norma la limpieza de la ciudad, cuyas calles horrorizan por lo que en ellas se ve de inmundo y cuya atmósfera es irrespirable y maloliente, porque si no, no habrá otro remedio que conformarse a confesar que mientras otros pueblos han embellecido y hecho propicios a la vida saludable, atrayendo a la inmigración, fuente de riqueza y prosperidad, esta ciudad sólo ha 142

Pese a todas las evidencias acerca de algunas actitudes y pensamientos señoriales-coloniales de Cesáreo, la fantasía de García Mérida llega al extremo cuando este autor afirma, en una columna periodística reciente, que Capriles fue “un pensador descolonizado” (!).

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conservado su mugre amorosamente […] y para probar este su amor no reclama el uso del alcantarillado que inútilmente se ha construido (Arte y Trabajo Nº 38. 21 de mayo de 1922). Ningún sacrificio será demasiado si se trata de cambiar las pésimas condiciones higiénicas que hacen de Cochabamba la ciudad más mortífera del mundo. […] El aseo de la ciudad hay que pagarlo a precio de oro, porque cuando el ambiente de Cochabamba no sea mefítico […] no sólo cambiarán las costumbres urbanas, sino que también cambiará la psicología de este pueblo que podrá salir de su primitividad y aspirar a civilizarse (ibid. Nº 47. 23 de julio de 1922).

Puede observarse que Arte y Trabajo encerraba las más íntimas preocupaciones y obsesiones personales de su director: Capriles no bebía, desconfiaba de los políticos, era exageradamente pulcro y manifestaba con entusiasmo su fe en el progreso económico de la ciudad a través de la acción de industriales privados y comerciantes quienes, en su opinión, eran los llamados a enfrentar, para el bien de todos, los efectos de la crisis que se vivía entre 1921 y 1922 a consecuencia de la baja en los precios internacionales del estaño. El editorial del segundo número de Arte y Trabajo, aparecido el 6 de marzo de 1921 y quizás escrito por el propio Capriles, señala: Mas he aquí que nos ha caído el fantasma. De un golpe se ha visto el comercio sin compradores […]; los bancos han cerrado los créditos; el cambio internacional deprecia nuestra moneda lamentablemente; no hay dinero y todos lo precisan. […]. De una vez debemos aprender a buscar remedios para nuestros males sin esperar esta gracia de los políticos. Sobre todo en asuntos económicos, casi siempre las medidas restrictivas de los gobiernos han agravado el mal que pretendían curar. Son las Cámaras de Comercio las que deben lanzar iniciativas para aliviar la crisis. Son los capitalistas, que invirtiendo sus pasivos capitales (de depósito al 2%) en industrias prácticas, podrían acrecentar la riqueza pública y salvar al país (cit. en García Mérida 1995: 215).

¿Un anarquista pidiendo a los capitalistas que salven al país? En efecto, Cesáreo podría ser calificado en esta época como un anarcoliberal –o incluso como una suerte de anarcocapitalista–, pues creía firmemente que, si se administraban con principios de justicia social, el comercio y la industria podían convertirse en un factor clave para el advenimiento de una sociedad mejor, 342 / Huascar Rodríguez García

meta supuestamente realizable –según la interpretación que García Mérida hace del pensamiento caprilesco– en base a la denominada “ética del trabajo”, el desdén por el Estado y el respeto por el individuo. En adición, Arte y Trabajo se convirtió en un vocero de la intelectualidad cochabambina progresista y de los cursis poetas nacionales del momento. Entre los colaboradores habituales de la revista figuran, entre otros, Jesús Lara, Franz Tamayo, Adela Zamudio, Man Césped, José Antonio Arze –que firmaba sus artículos con el pseudónimo “León Martel”–, José Aguirre Gainsborg, Roberto Hinojosa, Ricardo Anaya y Carlos Montenegro, personas importantes en el ámbito de las letras y algunas en el ámbito de la política partidaria futura, caracterizada por el oportunismo y por las actitudes venales. Esta excesiva tolerancia y apertura de Cesáreo hacia sus colaboradores será un caldo de cultivo para profundas decepciones posteriores, al punto de que el anarquista terminará renegando drásticamente de Arte y Trabajo, según se verá un poco más adelante. Luego de los primeros años del éxito de su revista Capriles decidió continuar con otros emprendimientos paralelos: en algún momento de la segunda mitad de la década de los 20 se marchó a La Paz dejando la dirección de Arte y Trabajo a José Antonio Arze y luego a otros colaboradores. Instalado en la urbe paceña logró convertirse en el director de la Compañía de Teléfonos y tras varios meses de trabajo el viejo fantasma de las deudas volvió para atormentarlo otra vez. Debido a motivos que no se conocen, Cesáreo estaba endeudado nuevamente y tomó la decisión de irse al extranjero para conseguir el dinero que necesitaba. Su destino fue Estados Unidos, país en el que obtuvo un excelente puesto como capataz en una mina de carbón logrando finalmente reunir el suficiente dinero para pagar todas sus deudas. Capriles vivió más de un año en el país del Norte y en su corazón las nostalgias por Julia y por la calma aldeana de Cochabamba se incrementaron de pronto. Entonces decidió volver, no sin antes pasar por la famosa Biblioteca Pública de Nueva York donde sorpresivamente encontró la colección completa de Arte y Trabajo. Regocijado, obtuvo de alguna forma todos los números dobles de la revista que allí se encontraban y los hizo

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empastar inmediatamente. Con el valioso volumen bajo el brazo Cesáreo tomó el tranvía y luego buscó un lugar tranquilo en una plaza para conocer los recientes ejemplares aparecidos durante su ausencia. Estaba feliz, pero cuando repasó los últimos números vio que los editores alababan al nefasto presidente Hernando Siles y palideció sintiéndose traicionado, decepcionado y rabioso. Caminó despacio hasta la escollera que salía de un muelle cercano y arrojó su recién adquirida colección al gran río que rodea por el oeste aquella cosmópolis llamada Manhattan, según le contó a su amigo y confidente Nivardo Paz Arze años después.

Años de guerra y activismo sindical De regreso a Bolivia le tocó vivir en La Paz la gran revuelta que derrocó a Siles en 1930. Dícese que en medio de los feroces combates, en los que apareció inmiscuido por azar, Capriles vio que unos niños callejeros corrían con la bandera nacional en tanto que un transeúnte los interpelaba severamente pidiendo “respeto por la enseña patria”. Cesáreo se dirigió al individuo interpelador gritando: “¡Qué importa la bandera! ¡A los que hay que respetar es a los niños!”. Acto seguido llamó a los imprudentes infantes apartándolos con cariño de los lugares de peligro. Ya en Cochabamba su repentina curiosidad por la farmacopea lo llevó a estudiar de forma autodidacta y más tarde abrió una tienda de zapatos en la calle Nataniel Aguirre, local en el que también empezó a vender drogas. La vida en su ciudad natal había dejado de ser tranquila: eran tiempos convulsionados, soplaban vientos de guerra y gobernaba el terrateniente cochabambino Daniel Salamanca, que era amigo de la familia Capriles y por tanto también amigo de Cesáreo,143 quien no parecía orgulloso de esto dado el feroz accionar antiobrero del presidente. Comienza 1932: la guerra contra Paraguay se presenta inminente. Cesáreo decide dedicarse al activismo: frecuenta el local de la Federación Obrera del Trabajo cochabambina, se convierte en su asesor, redacta manifiestos y contribuye a organizar mitines. Llegado el primero de mayo tiene lugar una gran concentración obrera y popular en la plaza 14 de septiembre. Allí, junto al trotskista José Aguirre Gainsborg y a otros personajes, Cesáreo 143

se inicia como orador pronunciando un acalorado discurso contra la guerra y a favor de la revolución social. “El mundo esta preñado como una mujer, próximo a dar a luz una nueva organización social. ¡Y ese parto no lo podrá evitar nadie!”, dice Capriles al cerrar su discurso arrancando una emotiva ovación de la multitud. La gente congregada en torno del kiosco que había en medio de la plaza ruge, grita, se agita, pide la cabeza del tirano Salamanca, hasta que llega la policía montada y dispersa la concentración a punta de gases y garrote. Cesáreo corre asfixiado, se cae, se levanta, tropieza con otros cuerpos desesperados que también han caído e intentan incorporarse y huir. Finalmente escapa y llega a su casa, mas al día siguiente la policía lo busca y lo lleva preso por agitador ocasionando el escándalo de su familia. En la cárcel estaban casi todos los oradores que habían hablado en la movilización de la víspera y Cesáreo pasa algunos días en una oscura celda cuyas paredes rezuman humedad y mugre. Liberado de la prisión entra en la clandestinidad y continúa con sus estudios autodidactas de farmacopea mientras los militares reclutan jóvenes para la guerra y el país se desangra horriblemente. Hay toque de queda, Capriles intenta mantener un perfil bajo pero sigue reuniéndose secretamente con los pocos dirigentes obreros que consiguieron evadir la persecución policial y militar. En tales circunstancias redacta manifiestos y volantes contra la guerra, los cuales son difundidos temerariamente por el propio Cesáreo y por un puñado de valientes y anónimos activistas que se habían formado a su alrededor. Así pasan los años de la guerra y una vez concluida se abre una nueva época en el país. Es el tiempo del “socialismo militar”, las heridas de la confrontación bélica aún están frescas y gobierna David Toro quien crea el primer Ministerio de Trabajo ofreciendo dádivas al movimiento obrero. El nuevo contexto abre un debate en el seno de la FOT cochabambina ya que el gobierno está organizando un gran Congreso Obrero a realizarse en noviembre de 1936, donde se elegirá también al nuevo ministro obrero. Capriles toma parte activa en las discusiones y resulta elegido para ir al Congreso de noviembre junto a algunos trabajadores. Aún más, su nombre también es propuesto como candidato al cargo de ministro de Trabajo en representación de los obreros cochabambinos, designación que acepta en

Comunicación personal con Jorge Asín Capriles.

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contradicción con sus ideales anarquistas. Parece que Cesáreo estaba real e ingenuamente entusiasmado con el triunfal ingreso de los obreros en las esferas estatales de decisión. Tampoco hay que olvidar que Capriles es ante todo un anarcoindividualista. “La individualidad no conoce fidelidad ni abnegación, permite todo, comprendida la apostasía y la deserción”, piensa Cesáreo al aceptar la propuesta de candidatear para el ministerio recordando las palabras de Max Stirner, el lúcido filósofo del individualismo cuyos escritos conoció en años recientes. De esta manera Capriles participó en el Congreso Obrero realizado en La Paz donde nació la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia (CSTB), sometiéndose también a la votación para el cargo de ministro en la que quedó segundo tras el ex anarquista Gabriel Moisés que representaba a los obreros orureños (Delgado 1984: 110). Su frustrada carrera como ministro de Trabajo no lo desalentó en nada; incluso se sintió aliviado cuando se le pasó la tentación del poder estatal. Retomó sus actividades y decidió seguir trabajando con las bases obreras en Cochabamba, pero siempre como un asesor tranquilo que nunca quiso convencer a nadie para que se volviese anarquista. “Que alguien sea o no sea anarquista es una decisión personal”, repetía frecuentemente a sus allegados. En esa lógica tampoco intentó conformar organización libertaria alguna, mas en un momento de gran optimismo planteó a sus amigos la posibilidad de comprar las tierras incultas de las serranías que se levantan a continuación del barrio de Cala-Cala para instalar comunidades libres (Lora 1970: 112), proyecto que no se hizo realidad pues Capriles habría necesitado para ello un núcleo de personas afines a tal idea, núcleo que el individualista nunca quiso formar. Lo que Cesáreo sí hizo realidad, según Paz Arze (1979: 84), fue la efímera creación de talleres artesanales autogestionarios que funcionaron conforme a sus anárquicas ideas; empero, en ausencia de otras evidencias o detalles de esta experiencia, no puede decirse nada más al respecto.144 144

En esta parte conviene aclarar que el individualismo anárquico nunca rechazó totalmente la organización ni implicó necesariamente un aislamiento ascético o eremítico: Stirner planteó explícitamente la posibilidad de establecer alianzas temporales entre personalidades radicales y Nietzsche –quien si bien nunca se declaró anarquista, fue incorporado por la tradición del anarcoindividualismo entre sus pioneros– escribió varias veces acerca de los “círculos de espíritus libres”.

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Otra vez la selva Es al finalizar la década de los 30 cuando se inicia la etapa más lúcida y loca de la vida de Capriles. En 1939 tiene 59 años y como una sombra transita presuroso por las todavía pueblerinas calles cochabambinas: nunca dejó de vestirse de negro y usa un viejo sombrero, no le gusta dar la mano cuando saluda, es reacio a posar para las fotos, su carácter se va convirtiendo cada vez más parco y continúa ocasionando escándalos. Una tarde se hallaba comprando algo en un almacén de la calle Sucre y allí entabló una discusión con un cura en relación con la guerra civil española. El sacerdote era lógicamente admirador de Franco y la discusión subió de tono cuando Cesáreo se declaró simpatizante de los anarquistas; después ambos procedieron a las agresiones verbales y el religioso le presentó la mejilla recibiendo inmediatamente un violento golpe frente al pavor de varios testigos. Debido a este incidente Capriles se ganó la fama de “pega curas”, celebridad incrementada por otras actuaciones similares como ésta que cuenta Paz Arze: en una ocasión Cesáreo se dio cuenta de que unas beatas le ponían cruces y él se acercó para levantar la verónica –el velo– de una de ellas gritándole: “¡Viva el demonio!”. Llegada la década de los 40 la inquietud social volvió al país y en Cochabamba se registraron diversas movilizaciones de protesta. Capriles participaba con entusiasmo en algunas de ellas lanzando locos eslogans que desconcertaban a todos. “¡Abajo Dios y su concubina la patria!”, gritaba provocando la sorpresa y el pasmo de nacionalistas y beatas. También hablaba en los mitines y condenaba el racismo criollo recibiendo con agrado las noticias que daban cuenta de las rebeliones indígenas, pero consideraba que los indios no estaban preparados para dar sustento a la transformación de la sociedad, tarea que debería caer, en su opinión, sobre los intelectuales y los obreros cultos. Sin embargo no tardó en decepcionarse de la intelectualidad progresista boliviana y del accionar de sus antiguos amigos y colaboradores de Arte y Trabajo –casi todos convertidos en intelectuales de izquierda–, cuando éstos empezaron a fundar partidos políticos profesando ideas autoritarias. Las actitudes de sus viejos allegados lo amargaron y buscó refugio en los pocos amigos íntimos que le quedaban, en aquellos que, aunque no eran anarquistas, tampoco perseguían el poder estatal embarrándose en la política.

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En la última etapa de su vida, junto a un socio llamado Alfredo Galindo, abrió una farmacia a la que denominó “Cosmos” –recordando su gusto por la astronomía– en la acera oeste de la plaza 14 de septiembre, droguería que todavía existe en el mismo lugar y con el mismo nombre. Entre su farmacia y sus lecturas hacía el bien silenciosamente prestando dinero a los que se lo pedían, abriendo las puertas de su casa a cualquiera que lo necesitaba y haciendo mil favores y secretas obras caritativas por doquier. Sin duda Capriles fue una persona generosa: más allá de su parquedad y de sus actitudes estrambóticas era muy amable, desprendido y extremadamente solidario. Así lo atestiguan todos quienes lo conocieron y luego hablaron de él. Lía Santiesteban, empleada de Cesáreo en la farmacia “Cosmos”, me refirió que el carácter de Capriles como jefe era intachable y basta ver los varios testimonios de Paz Arze y los recogidos por Lora y García Mérida que señalan lo mismo. Pasados los años con la rapidez del rayo Cesáreo era ya un abuelo y sus tribulaciones no habían acabado: veía cada vez menos y la conjuntivitis nublaba sus ojos recurrentemente. Luego, unas amenazantes cataratas lo condujeron a Buenos Aires para una operación, viaje que realizó junto a su esposa y a su nieto Jorge, hijo de su hija Dolly, quien se había casado con un hombre llamado Jorge Asín. De vuelta al país sus siempre enrojecidos párpados no cambiaron de aspecto y lo aterrorizaba la idea de quedar ciego: sus lentes ya no eran suficientes y para leer tenía que recurrir a una lupa gruesa y gigante. Fue así que empezó a vivir una nueva crisis existencial parecida a aquella de su juventud en Uncía, con la diferencia de que ahora la solución a sus problemas tendría que ser drástica y definitiva. Veía la muerte en el horizonte y se dio cuenta de que si moría en cualquier momento sus familiares no harían caso a sus órdenes y le harían un velorio con misa y un entierro amenizado con los cánticos de algún cura. Imaginó el cortejo fúnebre, los discursos sobre su tumba, los llantos, los rezos, las cruces, la hipocresía y las alabanzas póstumas, y decidió garantizar que todo esto no sucediera jamás. “¡Mierda! Al cabo de tantos años de vivir siento que no he vivido nunca y que en realidad he sido vivido por el tiempo, ese tiempo desdeñoso e implacable que no se detiene ni un instante”, reflexionaba Cesáreo en sus momentos de soledad mientras el tiempo continuaba vaciándose de minutos, de horas y de días. 348 / Huascar Rodríguez García

Casi siempre oía los suaves pasos de las madrugadas insinuándose por todas las rendijas de su casa. Los días se le echaban encima con su sentencia de siempre: hay que levantarse y afrontar el trabajo diario, los saludos matinales, las sonrisas hipócritas, el tedio, el amor domesticado sobre un lecho de agujas, el dolor en los ojos, las penas y la monotonía cotidiana. Se sintió preso de su familia, de sus amigos y de la sociedad en su conjunto, y comprendió, abismado en el pesimismo, que el mundo anarquista de los libros no llegaría nunca. “Ya sé cuál puede ser la solución a la tristeza y al sinsentido del universo”, pensó una madrugada, y urdió un plan secreto dando sin querer ciertas pistas a sus allegados que comenzaron a temer por su vida. Cesáreo mostraba a veces una jeringa que llevaba en el chaleco junto a pequeños recipientes de vidrio con extrañas sustancias diciendo que nunca lo enterrarían, y hacía ciertas bromas como cuando dijo a su amigo Efraín Vega que quería conocer la propiedad que éste se había comprado en Tablas Monte para “abonar sus tierras”. Al ver la preocupación en su entorno resolvió ser más cauteloso y decidió excluir a todos de su inédito plan: debía hacer todo él solo y no podía confiar en nadie para alcanzar el éxito en su última empresa. “La única forma de escapar de la sociedad y de sus miserables ritos y ruindades será la desaparición absoluta” concluyó en un arranque de lucidez durante una noche de insomnio. De pronto Capriles era otra vez aquel joven de Uncía, sufriente y abatido, aunque en esta oportunidad su situación tenía características muy distintas. En la primera fase de la puesta en práctica de su plan consideró preciso borrar todas las huellas posibles de su paso por el mundo: varios días y noches enteras revolvió baúles y cajas en su casa y en las casas de sus amigos en busca de fotografías, documentos de identidad y cartas que daban fe de su existencia. Contaba la historia de que necesitaba recopilar esas cosas para mostrarlas a sus nietos, pero en realidad quemaba secretamente todos los papeles que encontraba. No obstante, nunca pudo recuperar las cartas que había escrito en su juventud a Teodomiro Estrada.145 145

Uno de los “mitos” que giran en torno de Cesáreo dice que no existen fotografías de él –sus familiares corroboran esto–, salvo una que supuestamente permanece oculta en algún lugar de los depósitos del periódico cochabambino Los Tiempos, donde Capriles aparece junto a Demetrio Canelas.

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Como puede verse, las cartas seguían siendo una de sus tantas obsesiones. Pasaba largas noches en vela pensando en la posibilidad de escribir epístolas de despedida, tomando en cuenta lo riesgoso que significaba aquello para el éxito de su furtivo plan. Al fin decidió que era justo despedirse de Julia mediante una misiva146, la que fue hecha y rehecha innumerables veces siempre acompañado del temor de ser descubierto. A pesar de que su mujer había sido la embajadora de la realidad en el mundo de sus utopías al recordarle cada día que los hijos debían vivir como niños cristianos normales, tener dinero, ser jóvenes responsables, etcétera, Cesáreo siempre se llevó bien con ella, pero no podía confiarle su drástica decisión sin antes haber consumado la desaparición que planificaba día tras día hasta en sus más ínfimos detalles. Hizo finalmente la carta de despedida y la ocultó muy bien de modo que fuera hallada sólo cuando él ya no estuviera allí. Los días son más cortos y las noches llegan con prontitud. Todo marcha según lo esperado: Cesáreo ya no debe un peso a nadie, ha renunciado a su parte en la farmacia “Cosmos” y ha dejado en orden todos sus asuntos económicos con el pretexto de que hará “un breve viaje”. Algunas personas escucharon el cuento de que iría a buscar unas minas y otras que iría a visitar los terrenos de un amigo suyo en la selva cochabambina. Cualesquiera hayan sido sus subterfugios el caso es que una madrugada logró salir de su casa tranquilamente y sin levantar la más mínima sospecha. Son las 7 de la mañana del 4 de julio de 1950. El olor melancólico del invierno se posa en toda la ciudad. Don Cesáreo sale de su casa cargando un maletín de cuero y setenta años sobre las espaldas. En el maletín no hay muchas cosas, entre ellas dos jeringas hipodérmicas, altas dosis de morfina y otras sustancias farmacológicas, aparte de alguna ropa de muda y algo de dinero. Horas después un camión lo interna en la selvática región del Chapare. Ha encargado al chofer que se detenga en la zona conocida como Tablas Monte y allí desciende antes del crepúsculo. El esplendor selvático del piedemonte andino lo ofusca un momento: grandes colinas verdes semicubiertas de neblina se extienden a lo lejos en tanto un rumor de hojas, insectos y pájaros se hace cada vez más fuerte. La tarde zumba en los oídos de don Cesáreo y éste recuerda 146

sus días de infatigable andariego y su época en el Beni. Pero no hay tiempo para nostalgias. Se interna en la selva y halla una senda que sigue hasta que el ocaso enrojece el cielo anunciando la pronta penumbra total. La humedad y los insectos le molestan un poco más, pero no se detiene ni un instante. Súbitamente divisa una choza y un campesino sale a su encuentro. Los dos hombres charlan y Capriles le pide hospedaje. La noche ha caído y a la luz de una fogata ambos comen una comida frugal, amenizada por una breve disertación sobre astronomía que el huésped hace elevando la vista hacia el cielo de cuando en cuando. Más tarde el campesino ofrece una cobija que don Cesáreo rechaza cubriéndose sólo con un saco en medio de un lecho de paja dispuesto al interior de la choza. En esta zona el clima puede llegar a ser muy inestable, oscilando siempre entre el frío y el calor. Capriles sabe que son sus últimas horas. El murmullo de la selva acompaña su insomnio pero en un momento dado duerme profundamente mientras afuera la noche respira y agoniza con lentitud. Al día siguiente se aleja de la choza tras pagar un dinero al campesino que lo albergó para que niegue haberlo visto jamás en caso de ser interrogado por alguien. El sol proyecta rayos luminosos sobre el oscuro verdor del monte atravesando las grietas de la neblina y el espeso follaje de árboles y plantas. Un sendero cruje bajo sus pisadas: Cesáreo avanza por la selva y en algún lugar remoto, cerca de un abismo que desemboca en un caudaloso río, realiza su propio ritual. Entierra su maletín con las pocas pertenencias que ha llevado hasta allí. “Sin Dios, el hombre que no fue dueño de su nacimiento será por fin el único propietario de su muerte y, en consecuencia, el único dueño de su vida”, se dice a sí mismo. Sentado sobre una gran raíz que sobresale de la tierra húmeda percibe la grandeza de la naturaleza al observar una fila de hormigas que caminan con hojas a cuestas. Se siente atrapado en un presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Sin embargo no está triste; al contrario, se siente tranquilo consigo mismo, poseído por una extraña felicidad y por una emoción indescriptible. “El cielo está cerrado y el infierno vacío”, piensa sonriendo. Cesáreo no duda, forja su propio destino y sabe que ésta es la única liberación posible, la única revolución real. Entonces, ayudado por una jeringa, emprende el gran viaje emancipador.

Comunicación personal con Jorge Asín Capriles.

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Es un misterio saber cómo Cesáreo logró desaparecer sin dejar huellas ni rastros. Podríase pensar que acaso encontró un cómplice a sueldo en aquel campesino que lo albergó una noche quien después, por encargo del suicida, desapareció el cadáver enterrándolo o quemándolo. Tal vez escogió un lugar ideal para que la selva devore sus restos o quizá se despeñó hacia el fondo del abismo que encontró siendo su cuerpo tragado por el agua. Sea como fuere nunca sabremos la verdad y hay que aceptar que la desaparición fue prolija y ejemplar. Pasan los días y en su casa surgen temores y sospechas. Hay llamadas telefónicas y rastrillajes por cien lugares. Julia encuentra la carta que Cesáreo le ha dejado. Tal vez la destruye o la guarda secretamente. En todo caso, la epístola no da pistas de su paradero. Familiares y amigos se reúnen varias veces y atando cabos deciden realizar expediciones de búsqueda en las húmedas y boscosas zonas de Tablas Monte. En las expediciones participan su hijo Roberto Capriles, su yerno Jorge Asín y Nivardo Paz Arze, entre otras personas, pero todo es en vano. En una ocasión creen ver las huellas de sus pisadas cerca de un barranco que caía a un río. Recogen informaciones contradictorias: alguien dice haberlo visto bañarse en un riachuelo y otro lugareño dice que lo vio penetrar por un sendero de cabras hacia lo profundo de una quebrada boscosa. En fin, pasan semanas y meses de lo mismo. Julia y los hijos sufren gravemente y en el fondo reniegan contra el egoísmo del patriarca de la casa. No hay noticias. Ya han pasado dos años de reiteradas incursiones en los selváticos bosques chapareños. La resignación se consolida poco a poco. En 1954 los expedicionarios retoman su búsqueda y conocen a un aventurero extranjero que afirma haber escuchado a los lugareños de Tablas Monte decir que vieron a un señor de negro deambular por la selva, un señor alto, con sombrero y con ojos claros.147 ¿Quizá se quedó en el bosque a vivir una loca utopía rural y solitaria? Es poco probable, mas no fue la única especulación. Se decía también que Cesáreo se había ido a Rusia o incluso a una isla del Pacífico. Ante la desaparición, la imaginación de sus allegados voló sin limitaciones ni fronteras buscando falsas explicaciones y confusos consuelos. Mas la realidad era evidente: Cesáreo se esfumó voluntariamente y sus restos no fueron hallados jamás. 147

¿Cómo interpretar la hondura del último gesto libertario de don Cesáreo? Según Lora (1970: 116, 117) Capriles fue “sólo un teórico del anarquismo” que “cuando comprendió que era inútil luchar se autoeliminó”. El historiador trotskista no entiende que la muerte voluntaria de Capriles se constituyó precisamente en el nudo principal de su práctica política contra los convencionalismos de la sociedad. Carente de otros elementos de análisis que no sean el viejo y aburrido marxismo ortodoxo, Lora es incapaz de comprender que la desaparición de Cesáreo ha sido la más grande y triunfal lucha que éste libró contra el Estado y contra la dominación social. Por su lado García Mérida señala que Capriles fue un genuino “hombre símbolo” –apodo con el que se conocía a Daniel Salamanca–, y que su “leyenda” podría ser equiparable con la del “Che” Guevara: La leyenda de Cesáreo Capriles podría ser tan fascinante como la del propio “Che” Guevara. Su noble heroísmo supera al del guerrillero de Ñancahuazú en algunos sentidos. Su ejemplo […] es un auténtico patrimonio histórico de los cochabambinos (1995: 202, 203).

No sé de qué modo entender esta analogía y estas palabras. Don Cesáreo debe revolcarse en su desconocida tumba por haber sido colocado en un pedestal de “héroe” por García Mérida puesto que él nunca hubiera querido pasar a la “historia” con el apelativo de “hombre símbolo” y menos constituirse en patrimonio de nadie, razón por la que precisamente realizó su acto de desaparición. En adición, la presentación de la vida y muerte de Capriles que realiza García Mérida, aun con la riqueza de datos que ofrece, se constituye en una exaltación exagerada y poco imaginativa al momento de interpretar o analizar los posibles significados de la desaparición de nuestro personaje. Personalmente, creo que la praxis final de don Cesáreo podría ser entendida como una voluntad de poder como desaparición. Nadie ignora que la noción voluntad de poder fue difundida por Nietzsche –a quien estoy convencido que Capriles leyó– y hace referencia no a una voluntad de dominio o de opresión sobre otros, sino más bien a la capacidad del deseo para obtener la autodeterminación. Sin entrar aquí en la discusión sociológica

Comunicación personal con Jorge Asín Capriles.

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acerca de la diferencia entre poder y dominación, es posible afirmar que la voluntad de poder no busca la dominación, ya que el dominador nunca es un ser totalmente libre ni autodeterminado al depender siempre de los dominados. Además, ni el poder es un objeto ni la voluntad quiere objeto alguno. El poder es en este pensamiento una capacidad, una fuerza, una potencialidad que, sin embargo, no todos pueden efectivizar completamente. Diríase que lo que quiere la voluntad es, ante todo, afirmarse a sí misma. Dicho de otro modo, la voluntad de poder es una voluntad de deseo y de lo que se trata es de desear la libertad y la autodeterminación destruyendo los valores reactivos y viles que sojuzgan la vida. En una palabra, lo que aquí se pone en juego es la destrucción de los viejos valores para crear otros nuevos y distintos mediante un acto de volición. “El querer os hará libres”, sintetiza Nietzsche en Así habló Zaratustra. Añádase a esto que lo que mueve a la voluntad de poder es su propia abundancia y no alguna carencia, ideas no nuevas si recordamos a La Boétie cuando señalaba en el siglo XVI que para ser libres no hacía falta más que desear la libertad, quererla, pues es sencillamente en la voluntad del deseo donde reside la realización de la libertad que comienza con la afirmación de que uno ya la posee.148 Aquí hay sin duda mucho de individualismo: desde la perspectiva de la voluntad de poder se considera al “ego” o a la “persona” como el depósito de todo lo que es autodeterminante. En contraparte, el Estado es lo opuesto a los deseos del individuo y llega a convertirse en la fuente de toda opresión, por tanto el ser humano nunca encontrará la libertad en su exterior, sino en la fuerza íntima y en la decisión original de su propio yo. El valor intrínseco del individuo único, vale decir del ser que no se parece a ningún otro y que es creación singular de la naturaleza, se cristaliza justamente en la capacidad de concretar la realización de su deseo, y esta fuerza es a la que apelaron pensadores como La Boétie, Nietzsche o Stirner al momento de proponer respuestas frente a la opresión estatal y a las miserias de la sociedad. 148

En ciertos ámbitos el concepto de voluntad de poder tiene también un sentido esotérico al representar aquella fuerza inmanente y oculta en cada ser a través de la cual pueden conseguirse prodigios. Así, para algunos, la voluntad de poder se constituye en la base de la magia (Pedrazzani 1977).

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Por otra parte, el concepto voluntad de poder como desaparición es una noción inventada por Hakim Bey (1996) –el oscuro filósofo marginal creador del llamado “anarquismo ontológico”– como parte de su teoría de las zonas temporalmente autónomas. La voluntad de poder como desaparición (VPD) está referida, en Bey, a la clandestinidad o más precisamente a la “invisibilidad” de los proyectos radicales encarnados en zonas temporalmente autónomas, que no son otra cosa que enclaves libres y efímeros sustentados en la praxis consciente y secreta de actividades no mediadas por el espectáculo, las instituciones o las normas; enclaves cuyas existencias se desarrollan en ciertos territorios –físicos o psíquicos– regidos por el deseo.149 Ahora bien, considero que una reinterpretación de estas ideas sirve para imaginar la praxis anarquista de Capriles al instante de su muerte y creo que es posible entender la VPD más allá de las zonas temporalmente autónomas planteadas por Bey. Don Cesáreo estaba plenamente consciente de lo contradictoria que era su vida y aceptó que la liberación definitiva de las ataduras impuestas por la dominación social sería posible únicamente a nivel personal. Desde este ángulo su práctica final resultó oponiéndose a una parte del pensamiento de Bakunin, dado que el anarquista ruso creía que el hombre sólo realiza completamente su libertad individual por medio de las personas que lo rodean y gracias al trabajo y al poder colectivo de la sociedad. “La sociedad crea la libertad individual, y sólo seré verdaderamente libre cuando todos los seres humanos sean 149

Es en el aspecto perecedero de tales zonas donde radica su eficacia en tanto lugares libres, ya que se desvanecen antes de que la autoridad las aplaste y se reconstituyen en cualquier otro espacio y tiempo cubiertas por un manto protector de “invisibilidad” que permite la realización de cualquier propósito subversivo, ilegal o peligrosamente marginal. El manto de “invisibilidad” se deja caer solamente en el caso extremo de una confrontación final con la dominación y sus agentes, pero hasta mientras, las zonas temporalmente autónomas proveen la clase de intensificación asociada con la revuelta sin conducir necesariamente a su violencia y sacrificio; es más, en realidad eluden, en la medida de sus posibilidades, el fútil martirio de la confrontación violenta y directa. En síntesis, las zonas temporalmente autónomas son un ataque no convencional contra las estructuras de control, esencialmente contra las ideas dominantes, y su objetivo es dotarse de espacios con capacidad de permanecer ignorados e “invisibles”. Sin embargo, el propio Bey afirma que la idea de las zonas temporalmente autónomas no constituye un concepto cerrado, y considera que estas zonas también emergen espontáneamente en los intersticios que se abren en medio de las revueltas.

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libres también. Mi libertad individual, confirmada por la libertad de todos, se extiende al infinito”, afirmaba continuamente Bakunin. Pero en contraposición a esta lógica la VPD se presenta como una estrategia altamente egoísta: el sufrimiento de los otros dejó de importar a Cesáreo para quien lo más importante era liberarse a sí mismo. Seguramente reflexionó sobre la pena que su desaparición ocasionaría, empañando los ojos de sus hijos y de su esposa con el peso de la tristeza. Se encontró frente a la disyuntiva de escoger entre su propio deseo y el deseo de los otros, y ya sabemos qué camino escogió. La VPD fue una solución perfecta para Cesáreo porque sólo ella garantizaría evadir el oprobio de los funerales cristianos y las alabanzas hipócritas que la sociedad hace a los que han partido. Por eso no coincido con Lora cuando él ve en el último acto de Cesáreo una renuncia a la lucha. Sostengo, por el contrario, que la VPD se presenta como una muy lógica opción radical, y en absoluto como un desastre o como la muerte de los proyectos rebeldes. La desaparición de Capriles fue un método de lucha contra el Estado y contra la Iglesia, y a la vez fue la síntesis de una praxis ética y política que demandó mucha fuerza, entereza y coraje, es decir, un gran despliegue de voluntad de poder. Si seguimos indagando sobre la desaparición voluntaria nos daremos cuenta de que no se trata de una práctica novedosa. Al respecto es ejemplar el caso del gran escritor norteamericano Ambrose Bierce, que tomó una decisión parecida a la de Capriles, sólo que con componentes quizá más aventureros. En 1913 Bierce tenía 71 años. Enojado contra el mundo, cansado, decepcionado y asmático, el genial escritor se fue a México uniéndose a las tropas de Pancho Villa. En su última carta, fechada el 26 de diciembre de 1913, escribió: “¡Ah! Desaparecer en una guerra civil. ¡Qué envidiable eutanasia!”. Y efectivamente Bierce desapareció como quería: sus restos nunca se hallaron y alrededor de su figura se tejieron cien “mitos” descabellados, incluyendo los del escritor Lovecraft y sus amigos que contaban que Bierce había sido devorado por monstruos sobrenaturales debido a sus imprudentes tratos con el más allá brujerías mediante. Puras fabulaciones literarias. Bierce se fue a la guerra simplemente para desparecer sin dejar rastros y su proyecto se cumplió con éxito. 356 / Huascar Rodríguez García

Finalmente, la VPD es también, en algún sentido, un escape, una evasión o una huida estratégica de la prisión de la sociedad, pero esto plantea una paradoja pues huir puede implicar igualmente huir de uno mismo, sabiendo al propio tiempo que tal cosa es imposible, ya que en la fuga o en el viaje inevitablemente uno se lleva a sí mismo. La solución a la paradoja es precisamente la muerte, convertida en la aceleración del viaje que libera al yo de su envoltura corporal, de sus cadenas y de sus sufrimientos. Pero la VPD trasciende el mero suicidio o la eutanasia. La VPD es a la vez un acto de protesta y una práctica radical de la libertad. No obstante, se trata de una práctica exclusiva de seres fuertes y decididos cuyos deseos deben tener la potencia necesaria para desintegrar la materia, alegóricamente hablando. La conocida expresión “desapareció como por arte de magia” cobra aquí un sentido clave y metafórico. Desde este punto de vista la VPD puede ser considerada como una operación “mágica”: Cesáreo Capriles, el ateo, terminó optando por una manumisión no carente de espiritualidad y esoterismo en una especie de religiosidad laica y personal. Gesto de dignidad, práctica de la libertad, protesta personal, proyección del deseo –voluntad de poder–, método de lucha, solución espiritual y “acto de magia”: he ahí la densa complejidad de la desaparición de Capriles. Su muerte no buscaba moralejas, mas en el fondo acabó diciéndonos que en los caminos de la rebelión nada está perdido definitivamente.

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APÉNDICE 3 UNA PALABRA SOBRE EL ANARQUISMO EN LAS HISTORIOGRAFÍAS DEL MOVIMIENTO OBRERO Después de meditar por un momento sobre la pertinencia de incluir o no este apéndice en el libro, decidí hacerlo porque tal vez puede resultar curioso y hasta divertido conocer un poco cómo el anarquismo ha sido abordado desde lo que se puede denominar “historiografía oficial del movimiento obrero”. Y es que, de forma general, la no muy abundante gama de investigaciones que han tratado la historia de la organización laboral o bien omiten –por ignorancia o desdén– al anarquismo, o lo presentan de forma estereotipada y distorsionada de acuerdo con distintos y oscuros intereses, según se verá en la breve muestra que sigue a continuación. Un ejemplo notable es el libro titulado La retirada de Colquiri. El fin del anarcosindicalismo, de Luis Antezana Ergueta, pues allí se considera como “anarcosindicalistas” a la COB, a la FSTMB y a la fracción de izquierda del MNR encabezada por Juan Lechín. En este libro, escrito a principios de 1964 y aparentemente pagado por el segundo régimen de Paz Estenssoro, Antezana Ergueta dedica un 50% de las páginas a elogiar al “Estado popular y revolucionario” del MNR, explicando escasamente el supuesto tema central de la obra: las causas de la crisis de 1963 que derivó, entre ese año y el siguiente, en el dramático fin del “co-gobierno” de la COB y el MNR.150 La COB, la FSTMB y la fracción de izquierda del MNR podrían ser caracterizadas como marxistas-leninistas, sindicalistas 150

En la tercera administración consecutiva del MNR desde 1952, Paz Estenssoro volvió al poder junto a Lechín como vicepresidente, pero el “co-gobierno” entre la COB y el partido gobernante había entrado en un callejón sin salida. Ante el desmantelamiento de los objetivos de la revolución, la COB –sobre todo el sector minero– se radicalizó exigiendo aumento salarial y la “autogestión popular” de las minas en un congreso realizado en Colquiri a fines de 1963. La crisis política produjo detenciones a dirigentes y los trabajadores de las minas respondieron tomando como rehenes a representantes diplomáticos y ciudadanos extranjeros en el distrito minero llamado Siglo XX. Entretanto, la COB y otros sectores realizaron movilizaciones urbanas contra el gobierno, de modo que el ejército cercó las zonas mineras amenazando con intervenir mediante las armas. Finalmente los rehenes fueron liberados y Lechín expulsado del MNR en la IX convención del partido durante enero de 1964, terminando de esta manera el llamado co-gobierno entre el partido burgués y los sindicatos obreros.

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radicales o con cualquier otra definición, pero nunca como anarcosindicalistas, no sólo porque el anarcosindicalismo en ese momento era una pequeña sombra insignificante y difusa, sino también porque las organizaciones señaladas tenían objetivos y prácticas que poco o nada tenían que ver con los ideales libertarios. Así, el inadecuado uso de Antezana Ergueta del vocablo “anarcosindicalista” para desprestigiar e insultar a los rivales de Paz Estenssoro y al movimiento obrero de la década de los 60, nos muestra que este autor o tenía por entonces un conocimiento inexacto de la historia laboral del país y de las doctrinas políticas universales, o escribía simplemente lo que los gobernantes querían leer. En palabras de Antezana Ergueta el “anarcosindicalismo” –supuestamente encaramado en una parte del MNR y especialmente en la COB– pretendía apoderarse totalmente del poder a través del co-gobierno, que según él fue “el pecado original de la revolución”, y al no poder hacerlo los mineros aspiraban a crear una republiqueta minera o un Estado sindical paralelo al Estado oficial. En este panegírico movimientista el autor llega al extremo de afirmar lo siguiente: El anarcosindicalismo o gobierno de los sindicatos fue liquidado históricamente antes de 1905. Pero ocurre que en Bolivia esa doctrina vuelve a tener vigencia temporal, a través de agentes que no comprenden ni la realidad mundial, ni la nacional. Sin embargo, los hechos se encargarán de confirmar la exactitud de la teoría que niega la posibilidad del “gobierno de los sindicatos”. [...] Los anarcosindicalistas afectados por la expulsión [de Lechín] señalan que el MNR se ha “separado” de los obreros. Lo contrario es lo verdadero. [...] Esto significa un triunfo para la clase obrerocampesina de Bolivia, pues ahora ésta recién tiene una vanguardia política verazmente revolucionaria... (1964: 92, 93).

Mas esto no es todo. Un tiempo después el mismo Antezana Ergueta, en su pequeña obra titulada El movimiento obrero boliviano (1935-1943), menciona respecto del influjo anarquista del período pre-52: Muchas organizaciones sindicales estaban bajo la influencia de agentes anarquistas que trataban de llevar a los obreros hacia objetivos equivocados. En esos sindicatos el lema más difundido era: “sin dioses en el cielo ni amos en la tierra”. […] La funesta tendencia anarquista –que más tarde apareció como anarcosindicalismo– quería subordinar al movimiento obrero en vez de dirigirlo y más de una vez lo condujo a derrotas trágicas (1966: 12, 13).

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Antezana Ergueta no explica cuáles fueron aquellas “derrotas trágicas” y realiza una descripción reduccionista del movimiento obrero de la primera mitad del siglo XX. No obstante el propio investigador, en un trabajo posterior titulado Historia de los sindicatos campesinos: un proceso de integración nacional, en coautoría con Hugo Romero, adoptó una postura más serena y sin prejuicios, ubicando al anarcosindicalismo en su auténtica dimensión durante las rebeliones indígenas de 1947. Otro caso de obnubilación histórica, provocada esta vez por una perspectiva ortodoxa del marxismo, es el de Erasmo Barrios, quien en su Historia sindical de Bolivia señala lo siguiente: Es posible que en muchos países, especialmente en los atrasados, ocurriera el mismo fenómeno: el conocimiento un poco tardío de la teoría marxista, y en forma curiosa y ahistórica el advenimiento de principios anarcosindicalistas en el movimiento laboral. Por la ausencia de principios teóricos las organizaciones sindicales bolivianas, como muchas de su época en diferentes latitudes de la tierra, [...] adoptaron la línea anarcosindical. Carentes de un principio teórico, dialéctico, científico, el anarcosindicalismo seguramente les pareció la línea más justa y el camino más efectivo para defender sus intereses contra los gobiernos gendarmes. [...] Las poses anarcosindicales, en la medida en que los trabajadores adquirían madurez sindical, fueron desapareciendo hasta de la terminología (1966: 38, 39).

Y así, buscar datos del anarquismo en la historiografía oficial boliviana puede resultar casi como pescar en un estanque vacío: la mayor parte de los estudios acerca del sindicalismo y el movimiento obrero sencillamente no dicen nada acerca del anarcosindicalismo y a lo sumo algunos lo mencionan de paso, fugaz y someramente. Por otro lado, un caso ejemplar de distorsión-manipulación del anarquismo puede ser también hallado en la voluminosa Historia del movimiento obrero boliviano del reconocido historiador trotskista Guillermo Lora. En esta vasta, lenta, pesada y erudita descripción de los avatares del movimiento laboral, constituida por cuatro considerables volúmenes, Lora dedica varios párrafos de sus primeros tres tomos a los ácratas, a través de una visión ideologizada en exceso. El tercer volumen de esta obra –que comprende el período 1923-1933– contiene un amplio capítulo abocado íntegramente a los anarquistas, donde

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Lora demuestra haber sido el primero en realizar una pesquisa general sobre este tema mediante entrevistas y una rica recopilación documental, mérito que nadie puede quitarle. Empero, el rigor de esta gran investigación pierde brillo debido a una serie de datos falsos y manipulados con los que el autor desprestigia a los ácratas sobrevalorando pertinazmente el avance y triunfo del marxismo en el movimiento obrero.151 Sin embargo cabe señalar y reconocer que, si sabemos filtrar el sesgo marxista-trotskista de Lora, podemos encontrar en su obra abundantes datos de muchísima importancia y trascendencia. Pero el ocultamiento o desprestigio irreflexivo del anarquismo no sólo se encuentra en los libros de historia, sino también en algunos manuales de sindicalismo. Como ejemplo de esto cito a continuación el opúsculo llamado Sindicalismo de William Vega, redactado durante 1986, en el que se realiza esta caracterización: Tras un análisis concienzudo del actual movimiento sindical boliviano, queda a la luz de la evidencia el predominio pernicioso de la demagogia y del anarcosindicalismo en la práctica cotidiana de algunos sectores del movimiento sindical revolucionario [...]. El anarcosindicalismo es una corriente pequeño-burguesa, hostil a todo poder; se apoya en orientaciones extremas izquierdistas y aventureras, causando gran daño al movimiento sindical, democrático y organizado (1986: 3, 8).

Eusebio Tapia –uno de los sobrevivientes de la guerrilla del “Che” en Bolivia que terminó ignominiado por el propio comandante argentino-cubano–, en otro pequeño manual llamado Qhananchawi. Guía de organizaciones sindicales, nos muestra una síntesis de la concepción prejuiciosa que acerca del anarquismo quedó en los medios obreros producto de la centralidad generada por la COB. En este breve manual, escrito en 151

Las apreciaciones no siempre acertadas de Lora han sido amplificadas en el extranjero debido a la popularidad y acogida de su Historia del movimiento obrero, monumental trabajo que incluso fue traducido al inglés en una esforzada y gran síntesis realizada por Laurence Whitehead. Tal difusión ha extendido los errores de esta obra, siendo el más claro ejemplo de ello el libro Anarquistas en América Latina de David Viñas (2004), investigación donde Lora es convertido en la única fuente de referencia sobre el anarquismo boliviano, reproduciéndose así los sesgos y distorsiones históricas del escritor trotskista. Sin duda, la descripción pobre y limitada de Viñas en su capítulo sobre Bolivia se debe a su desconocimiento de los cuatro estudios que abordaron específicamente el tema del anarquismo en el país.

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1985, Tapia hace un llamado a los trabajadores para engrosar las filas de la COB y curiosamente habla –como Vega– sobre la presencia de “anarcosindicalistas” en las direcciones obreras, sin tomar en cuenta que el anarcosindicalismo había dejado de existir más de dos décadas antes. En su intento por realizar una tipología de las tendencias o corrientes sindicales, Tapia va creando extrañas clasificaciones mediante una prosa enrevesada y se inventa definiciones como “sindicalismo paralelista” o “sindicalismo libertinaje”. Según este autor existiría un “sindicalismo legítimo y revolucionario”, marxista-leninista y representado en la COB, que sería el único representativo y democrático; frente a él estaría el “sindicalismo paralelista” de carácter fascista que colabora con el capitalismo y las dictaduras militares. En medio de estos dos polos estaría el “sindicalismo amarillista o anarcosindicalista” del que Tapia señala textualmente: El sindicato amarillo o anarcosindicalista por principio se basa en el “sindicalismo libertinaje” que se interpone al medio del sindicalismo legítimo y el sindicalismo paralelista. [...] Los dirigentes anarcosindicalistas amarillos [...] propugnan un sindicato “libre” e independiente, a ese título o rótulo no son más que vacilantes oportunistas [...]. Los dirigentes anarcosindicalistas son muy hábiles para maniobrar y chantajear a la frágil conciencia de las bases. Para los anarquistas nada sirve más que sus ideas y pensamientos [...] en nombre de las bases se dan la libertad de hacer actos anárquicos y oportunistas; con consignas de banderas “revolucionarias de izquierda” defienden posiciones de la derecha reaccionaria, confundiendo y desorientando a la clase obrera. Arrastran con sus posiciones de caos y anarquía a las acciones subjetivas, sensacionalistas y aventureras, luego para jactarse, si alguna vez les surte, algunos pequeños logros de carácter remiendo o parche. [...] El anarcosindicalista es aquél que dice ser sin partido, porque no le gusta la disciplina, no le gusta ser subalterno, es decir ser ordenado, le gusta ser siempre jefe, es “mandón”, mandaparte. Es arribista, caudillista, a la vez le gusta ser eterno dirigente a como de lugar, aunque no le hayan elegido, por lo menos figura; cuando son elegidos, a veces se guardan los cargos de adorno, ni siquiera actúan. Los anarcodirigentes son arbitrarios, personalistas, marginadores, autosuficientes, pretensiosos, socapadores, distorsionadores, provocadores, prepotentes. [...] Todos los anarcodirigentes revolucionarios de conveniencia deben ser combatidos... (1985: 54-56).

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Resulta llamativo que el responsable de las afirmaciones citadas no menciona a quiénes se refiere específicamente cuando habla de “anarcosindicalistas” en 1985, y considero que la tergiversación extrema de este autor no merece mayores comentarios. Volviendo a las investigaciones, en un afán más “objetivo” se encuentran los libros de Trifonio Delgado o de Robert Alexander, así como también algunos estudios de la década de los 80 y 90, como El movimiento socialista embrionario en Bolivia –de Irma Lorini– o Alterando la rutina –de Ximena Medinaceli–, investigaciones donde se incluye al anarcosindicalismo como un factor de importancia en la formación y luchas del movimiento laboral, pero sin profundizar demasiado en ninguno de sus aspectos, obviamente porque el anarquismo no es el tema central de estos libros. Asimismo llama la atención que el Diccionario histórico de Bolivia, coordinado por Josep Barnadas, haya incluido en sus páginas el vocablo “anarquismo”, mediante el que encontramos un lacónico resumen de las organizaciones ácratas y de sus actividades elaborado por Lorini. Pero aparte de todos los mencionados aún hay unos cuantos escritos más que abordan lateralmente el tema del anarquismo, siempre de forma fugaz y superficial, mas ya no vale la pena mencionarlos aquí. En fin, frente a la macronarrativa oficial, a mediados de la década de los 80, surgió en un grupo de jóvenes investigadoras un renovado interés por rescatar la memoria histórica del movimiento obrero vinculada con el anarquismo. El primero de los estudios específicos fue publicado en 1986 y se llama Los constructores de la ciudad. Tradiciones de lucha y de trabajo del Sindicato Central de Constructores y Albañiles (19081980), investigación realizada por el Taller de Historia Oral Andina junto al mismo Sindicato Central, para la cual el equipo de investigadoras realizó entrevistas con más de trece dirigentes y miembros de base del sindicato, aparte de una minuciosa revisión documental. Dos años después apareció Los artesanos libertarios y la ética del trabajo de Zulema Lehm y Silvia Rivera, publicación fundamental que salió a la luz en 1988. Aquí las autoras polemizan con Lora y presentan de forma separada, por un lado, la reflexión y la reconstrucción histórica, y por otra parte los testimonios de los sobrevivientes quienes son los 364 / Huascar Rodríguez García

protagonistas directos del aproximadamente 50% del libro. La riqueza de los testimonios recogidos es notable ya que las entrevistas –entre colectivas e individuales– con veinticuatro folistas, la mayoría de los cuales han dejado de existir, resultan imprescindibles para comprender el anarcosindicalismo boliviano. Casi al mismo tiempo de la elaboración de Los artesanos, otro equipo de investigadoras, compuesto por Elizabeth Peredo, Ineke Dibbits, Ruth Volgger, Ana Cecilia Wadsworth y Margarita Peters, realizó intensas pesquisas acerca del anarcosindicalismo femenino que cristalizaron en la publicación de dos libros clave. Polleras libertarias. Federación Obrera Femenina (1927-1965) de Dibbits, Volgger, Wadsworth, Peters y Peredo, es una breve pero contundente historia del devenir y de las luchas de la FOF, escrita de forma ágil y amena gracias a la grabación de veinte horas de testimonios con ocho de las más destacadas integrantes de la Federación. El texto –a diferencia de Los artesanos libertarios– no separa la contextualización histórica de los testimonios y combina de una forma ejemplar ambas dimensiones logrando un conjunto armónico y de fácil digestión. En la misma línea Wadsworth y Dibbits realizaron una investigación más específica sobre las mujeres de la FOF tomando como objeto de estudio al Sindicato de Culinarias. Producto de este trabajo vio la luz en 1989 un nuevo libro que lleva el título Agitadoras de buen gusto. Historia del Sindicato de Culinarias (1935-1958), publicación integrada en un 90% por testimonios –cuatro principales y cuatro secundarios– de las culinarias y de algunos de sus hijos e hijas.152 No obstante, las cuatro investigaciones específicas señaladas presentan –pese a su indiscutible rigor– algunos vacíos y datos dispersos, por lo cual todavía no existe una visión de conjunto acerca de esta temática. El trabajo que tienes en tus manos es, precisamente, un intento por actualizar el importante torrente de información que nos han heredado las audaces investigadoras de los 80. Si después de todo lo dicho todavía existe algún lector o lectora que siga el hilo a este apéndice, no tan divertido como había 152

Paralelamente a la realización de los cuatro estudios mencionados, el interés investigativo desarrollado en los años 80 generó también producciones audiovisuales como A cada noche sigue un alba. Breve historia del movimiento anarquista boliviano, el documental Siempreviva, en homenaje a Catalina Mendoza y a la UFF, y el docuficción Voces de libertad.

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prometido, conviene señalar, por último, que sólo recientemente se está dando un repentino giro en las perspectivas de algunos estudiosos bolivianos y extranjeros que, cuando abordan el movimiento obrero pre-52, reconocen y valoran sensatamente el importante papel que los autodenominados “libertarios” tuvieron en algunos momentos. No es mi intención realizar aquí otro aburrido sumario de libros y artículos, por tanto no voy a mencionar a estos escritores y sus trabajos, pues el lector o lectora que quiera sabrá identificarlos si se mantiene alerta.

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Los periódicos bolivianos utilizados en esta investigación fueron hallados en: Hemeroteca Municipal de La Paz. Hemeroteca de la Vicepresidencia. La Paz. Los periódicos anarquistas de la época, tanto extranjeros como nacionales, así como también las revistas, cartas, manifiestos y demás documentos, provienen de los siguientes lugares: Archivo del Taller de Historia Oral Andina (ATHOA). La Paz. Archivo privado de José Mendoza. La Paz. Archivo privado de Luis Alberto Ponce. Cochabamba. Archivo “Alfredo Seoane” de la Biblioteca Popular “José Ingenieros”. Buenos Aires. Biblioteca y Archivo de Estudios Libertarios (BAEL) de la Federación Libertaria Argentina (FLA). Buenos Aires.

INDICE INTRODUCCIÓN PROLEGÓMENOS:

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA

SOCIEDAD BOLIVIANA

CAPÍTULO I. TIEMPOS DE INCUBACIÓN (1906-1927) El mutualismo presindical a) La fase temprana (1906-1918) La Federación Obrera Internacional (FOI) b) La fase de expansión (1918-1927). La Federación Obrera del Trabajo Masacres y círculos de estudio y propaganda Luis Cusicanqui y Domitila Pareja La represión contra La Antorcha Albañiles, carpinteros, mecánicos y sastres El Segundo Congreso Obrero y Rómulo Chumacero CAPÍTULO II. EL ESPLENDOR Y LA GLORIA (1927–1932) Algunos visitantes El Tercer Congreso Obrero y la rebelión de Chayanta La Federación Obrera Local. Rasgos generales y demandas principales La lucha por la jornada de ocho horas de trabajo Los hermanos Moisés y la reorganización de la FOT orureña El defenestramiento de Siles El Cuarto Congreso Obrero El retorno de la represión y el destierro Pistolas y dinamitas: la conspiración anarquista de 1931 La revuelta de octubre El advenimiento de la guerra y sus efectos CAPÍTULO III. LASITUD, COOPTACIÓN Y LUCHAS FEMENINAS (1935-1946) “Socialismo militar” y sindicalismo paraestatal El congreso obrero de 1936 y la profundización del corporativismo La restauración oligárquica La Federación Obrera Femenina: el anarquismo de las cholas El Sindicato de Culinarias Las floristas Mercados, abusos y desabastecimiento Del amor, la combatividad y la solidaridad

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9 15

21 24 29 31 33 42 46 51 55

59 62 68 77 95 99 102 108 111 131 140

149 155 163 170 171 181 183 192

CAPÍTULO IV. EL ÚLTIMO ASCENSO Y EL NUEVO ACTIVISMO RURAL (1946-1947) Bajo el régimen de Villarroel La Federación Agraria Departamental y las rebeliones del 47 CAPÍTULO V. LA AGONÍA Y LA DISOLUCIÓN FINAL (1947-1965) La caída de una oligarquía Un nuevo corporativismo: la COB y los efectos de la revolución EPÍLOGO

203 216

243 251 267

APÉNDICES APÉNDICE 1. BREVES

CONSIDERACIONES SOBRE ALGUNOS TEMAS

INTERMITENTES

a) Cholaje y anarquismo Exordio El mestizaje andino bajo la dominación colonial española Cholificación, esbirros políticos y el “problema del mestizo” El cholaje sin patrones y la valía de las cholas El anarquismo cholo frente a la “civilización” Mestizos sí, cholos no b) La ética del trabajo y el espíritu de la artesanía c) El anticlericalismo

271 271 273 281 291 301 307 313 322

1.

Domitila Pareja y Luis Cusicanqui aproximadamente en 1926

2.

De derecha a izquierda: Jacinto Centellas, Modesto Escóbar, Rosa Rodríguez y Susana Rada, en una concentración de la FOL durante 1930

APÉNDICES 2. CESÁREO CAPRILES Y LA VOLUNTAD DE PODER COMO DESAPARICIÓN

Introducción Los primeros años Uncía y otras andanzas Arte y trabajo contra la “incivilización” cochabambina Años de guerra y activismo sindical Otra vez la selva

327 327 330 335 344 347

APÉNDICES 3. UNA PALABRA SOBRE EL ANARQUISMO EN LAS HISTORIOGRAFÍAS DEL MOVIMIENTO OBRERO

BIBLIOGRAFÍA

358 366

3.

4.

El Sindicato de Albañiles y Constructores en 1937

Rosa Rodríguez (izq.) y Petronila Infantes (der.) en la fundación del SC durante 1935

5.

El sastre paceño Nicolás Mantilla, típico artesano intelectual de los años 20

6.

Natividad Veramendi en los años 80

7.

El automóvil utilizado por los anarquistas en el intento de asalto al cuartel de Miraflores durante septiembre de 1931

9.

8.

Presos de la FOL y de la FAD en el panóptico por las rebeliones indígenas de 1947; señalados de izquierda a derecha: Modesto Escóbar, Líber Forti (que estaba de visita) y Hugo Aguilar Manzaneda

10. Concentración de la FOL en 1930

Los detenidos por los atentados del 11 de febrero de 1931

13. Manifestación de la FOL durante 1936

11. Manifestación de la FOL en 1940

12. Discurso de Luciano Vértiz Blanco durante la posesión de la directiva de la FOL durante el primero de mayo de 1930

14. 15. Titulares y notas de la prensa que registran la conspiración anarquista de febrero de 1931

16. Reseña de La Razón a propósito de la revuelta de octubre de 1931

17. Fundación de la UFF el 22 de mayo de 1936. Catalina Mendoza ocupa el sexto lugar de pie desde la izquierda