La banca y el dinero

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Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis

Jordi Franch Parella

La banca y el dinero Surrealismo Monetario: Intereses Negativos España, que en verano de 2012 se veía fuera del euro por la crisis de la deuda soberana y el descontrol de la prima de riesgo, ha pasado a emitir deuda pública a interés negativo. El Tesoro español, por lo tanto, al igual que el de Alemania o Dinamarca, cobra a los inversores que le confían sus ahorros. Los ahorradores que prestan dinero al Estado pagan por este concepto. Es una situación surrealista que ni el propio Dalí podía imaginar en sus delirios pictóricos. En lugar de cobrar un interés positivo del 5%, por ejemplo, renunciando a 100 euros hoy a cambio de cobrar 105 el próximo año, el inversor paga 100 euros hoy y recupera sólo 99 al cabo de un año. ¿Cómo se explica esta aberración monetaria? Básicamente, por las operaciones de inyección de liquidez del Banco Central Europeo (BCE). El BCE está comprando deuda pública a los bancos a base de imprimir nuevos billetes o, lo que es lo mismo, aumentando las reservas monetarias que los bancos comerciales tienen en el BCE. Este exceso de liquidez no encuentra demanda solvente en el mercado. Los motivos son que los ajustes necesarios de la estructura productiva, desde el estallido de la crisis, no se han completado del todo. Los precios de los pisos han bajado, sí, pero no lo suficiente para vaciar el exceso de inmuebles que no encuentran comprador. Los agentes económicos siguen estando muy endeudados y no pueden asumir nuevas deudas. La situación económica, por mucho que el gobierno nos la dulcifique, está lejos de la mejora estructural. Al final, por tanto, los bancos tienen un exceso de liquidez que no saben cómo gestionarlo. Si guardan el dinero en el BCE éste les cobra un -0,4% y si los encierran en la cámara acorazada los gastos ascienden a un 2% anual. La opción menos mala termina siendo prestar el nuevo dinero a gobiernos eficientes y poco corruptos, como el alemán o el suizo, pagando por el servicio de "custodia" del efectivo. También una parte del nuevo dinero creado se canaliza a la Bolsa de valores, explicando esto el comportamiento errático del Ibex 35, por ejemplo, y multiplicando las prácticas de riesgo del Shadow Banking o Banca en la Sombra. Lo que es importante explicar es que esta situación tan anómala no es la solución de la crisis ni puede durar demasiado tiempo. El fácil recurso a la creación de dinero es similar a la inyección intravenosa de droga dura. A corto plazo genera alucinaciones colectivas. A medio plazo debilita el tejido social. Y a largo plazo, si no se detiene, produce la muerte por desestructuración social, desencaje de la producción y burbujas hiperinflacionistas. Los alemanes recuerdan las trágicas consecuencias de la hiperinflación de la República de Weimer (1921-1923). De hecho, todo el mundo debería recordarlas. Las heridas sociales y económicas creadas fueron tan brutales que contribuyeron al triunfo democrático de un sistema autoritario y totalitario que conduciría Europa y el mundo hacia la Segunda Guerra Mundial. De momento, los gobiernos están encantados de poder financiar su deuda a coste cero. La hiperinflación no se ve por ninguna parte y, si acaso, el Quantitative Easing puede contribuir a alejar el espectro de la deflación, tan temida por los gobiernos al incrementar el valor real de la deuda y disminuir la recaudación impositiva. Con intereses nulos o negativos, los gastos financieros a pagar disminuyen y mejoran momentáneamente las finanzas públicas. Los políticos detienen todas las reformas estructurales pendientes y se centran en ganar las próximas elecciones. Pero que no nos engañen del todo. La fabricación de dinero no equivale al milagro de convertir

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella las piedras en pan. Más dinero no significa necesariamente más riqueza. Si los euros ahora acumulados continúan perdiendo valor, se acabarán utilizando para el consumo. El riesgo de inflación no ha desaparecido. Y tipos de interés nulos o negativos eliminan todo incentivo al ahorro o, lo que es lo mismo, cronifican el endeudamiento. Familias y empresas detendrán el sano y necesario proceso de saneamiento financiero, posponiendo la amortización de los créditos. Al fin y al cabo, endeudarse sale gratis. Y el Estado abusará de la deuda pública para financiar proyectos inviables económicamente, pero interesantes electoralmente. Se alimentará la burbuja de la deuda pública, la verdadera madre de todas las burbujas. Fijémonos cómo se ensancha la base de las burbujas. La burbuja tecnológica de 2000 tenía una base bastante estrecha: los inversores en empresas tecnológicas .com. La burbuja inmobiliaria de 2008 ya afecta a mucha más gente: constructoras, promotoras y familias hipotecadas. La burbuja de la deuda pública es la más letal y perjudicial. Afecta no sólo a todos los contribuyentes, sino también a los futuros contribuyentes que aún no han nacido... La carga financiera se trasladará a las generaciones futuras en el momento en que el tipo de interés recupere la normalidad. Entonces, como dijo el rey Luis XV de Francia, vendrá el diluvio. Pero cuando esto ocurra, unos estarán perfectamente protegidos con planes de pensiones y rentas vitalicias. Y los demás tendrán que luchar para sobrevivir y no ahogarse.

Andorra y el BPA: las lecciones de una nueva crisis bancaria Autoridades del Departamento del Tesoro de Estados Unidos han denunciado la Banca Privada de Andorra (BPA) por presunto blanqueo de capitales y colaboración con altos funcionarios corruptos del Gobierno de Venezuela y con redes de crimen organizado rusas y chinas. Esto ha afectado de lleno a Banco Madrid, filial de la BPA especializado en banca privada, que se encuentra "en situación de imposibilidad de restituir los depósitos, sin tener perspectivas de poder hacerlo en un futuro inmediato". La entidad no será rescatada, decisión inédita en España, sino que se encamina a la liquidación y se activa el mecanismo para que los clientes puedan recuperar un máximo de 100.000 euros cada uno. Las autoridades andorranas han cesado el consejo de administración de la BPA y para frenar la salida de capital han establecido un corralito de 2.500 euros a la semana por cliente. Esta nueva crisis bancaria en Andorra pone de manifiesto, una vez más, las íntimas relaciones existentes entre la banca y el poder político, así como la insolvencia estructural de las entidades financieras. En el pequeño Principado de los Pirineos, todas las leyes que rigen el sector financiero llegan con el visto bueno previo de los propietarios de los bancos. En un país independiente de menos de 80.000 habitantes (una población similar a la de Manresa), todo el mundo identifica las familias Cerqueda y Ribas con el Andbanc; los Mora y los Ristot con Mora Banc; los Casal, los Reig y Pintat con Crèdit Andorrà; y los Cierco con la BPA. El sector financiero, que representa casi un 20% del PIB del país, financia el Estado andorrano, con un presupuesto de 400 millones de euros, pagando buena parte de los impuestos. Y, por supuesto, siendo los principales tenedores de la deuda pública, equivalente a 1.000 millones más. La estrecha relación entre banca y política se concreta en una situación curiosa. Los copresidentes de la BPA, los hermanos Cierco, tienen el asesoramiento legal de los abogados Jaume Bartumeu y Marc Forné. El primero, socialdemócrata, fue el jefe del gobierno andorrano entre 2009 y 2011 y el segundo, liberal, entre 1994 y 2004. En cuanto a la falta de solvencia bancaria se debe recordar que los bancos, fruto de un error histórico que se remonta a la Gran Bretaña de 1844 con la Ley de Peel, tienen el privilegio legal de mantener como disponibilidades líquidas sólo un pequeño porcentaje de los depósitos a la vista de los clientes. En la banca de reserva fraccionaria, sólo un

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella mínimo del 1% del saldo de las cuentas corrientes está disponible. El resto ha sido invertido a largo plazo, probablemente en deuda pública, en beneficio mutuo de la banca y el Estado, pero no del cliente. Si todos los clientes quieren retirar a la vez sus depósitos a la vista, el banco no puede hacerlo por falta de efectivo. Esta situación anómala genera una situación de insolvencia estructural en la banca. Como en la película Mary Poppins, el rumor de que el banco no quiere devolver dos peniques a un niño puede provocar su caída, si el miedo corre entre los clientes y estos se abalanzan a retirar sus depósitos. La reserva fraccionaria también genera serias distorsiones en la estructura productiva que terminan en crisis financieras y recesiones económicas. Con este privilegio legal, los bancos tienen la posibilidad de multiplicar los créditos. Concretamente, en la eurozona, con un coeficiente legal del 1%, cada euro que entra en un banco puede convertirse potencialmente en 100 euros. La disponibilidad tan generosa de crédito provoca malas inversiones masivas. Al final, la falta de ahorro y de recursos reales pondrá un límite a la etapa de exuberancia irracional. La burbuja inflada gracias a intereses artificialmente bajos y a un exceso de crédito bancario, tarde o temprano, deberá pinchar. Se mostrarán entonces todas las inversiones realizadas erróneamente y que no pueden ser rentabilizadas. Y deberán liquidarse, por doloroso que ello sea. El gobierno de Andorra, con la crisis de la BPA, tiene ahora una oportunidad para corregir el error histórico y asegurar la transparencia y solvencia bancarias, comprometiéndose al cumplimiento de una ética empresarial y de unos principios de responsabilidad social corporativa sometidos a escrutinio de la sociedad. En la reestructuración bancaria, debería separarse estrictamente la banca comercial de la banca de inversión. Y debería obligarse al cumplimiento de un coeficiente de reserva del 100% sobre los depósitos a la vista. Hay que subrayar y repetir que sólo sobre los depósitos a la vista (y no los depósitos a plazo). La banca es un intermediario financiero y, naturalmente, con los fondos propios de la entidad, el banco puede disponer de ellos como quiera, prestando a quien estime más conveniente y con los plazos que considere más oportunos. También los recursos captados a plazo puede prestarlos a plazo sin inconveniente. El problema está en prestar a plazo unos depósitos que están a la vista. La banca debe cumplir los mismos principios generales del derecho que se imponen a un contrato de depósito de un bien fungible. Andorra puede convertir lo que es una seria amenaza a su sector financiero en una oportunidad única para refundar la banca con una normativa necesaria y regulación adecuada a los principios generales del Derecho. La fortaleza financiera y la ética bancaria que se conseguirían, tendrían un impacto brutal sobre la economía del Principado, que podría situarse en los primeros lugares de los estándares internacionales.

Quantitative Easing: cómo estimular una sociedad con droga dura El BCE inició en marzo de 2015 la inyección de liquidez anunciada dos meses antes. En la medida más extrema posible de su abanico de intervenciones monetarias, el banco emisor comprará 60.000 millones de deuda, mayoritariamente pública, en los mercados. A un ritmo mensual, repetirá esta medida de estímulo hasta, como mínimo, septiembre de 2017. El efecto inmediato que esto provoca es el abaratamiento de la financiación de la deuda pública. Los Estados podrán refinanciarse a coste nulo o, incluso, negativo. En otras palabras, los ahorradores no reciben ninguna recompensa por renunciar al consumo presente y, encima, pagan una comisión por prestar su dinero a los manirrotos que malgastan y se endeudan sin solución. Dado que las compras del BCE se pagan con la creación de euros (la imprenta del banco central puede crear virtualmente cualquier cantidad de dinero), el euro perderá valor. Esto significa que los precios tenderán a subir, noticia muy bienvenida por las

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella autoridades, que desean salir de la leve deflación del -0,3% anual para situarnos en una inflación moderada del + 2%, y devaluará el euro respecto al dólar, algo también celebrado por las empresas turísticas, que abaratan servicios y ganan nuevos clientes. Otro efecto de las medidas del quantitative easing son las euforias bursátiles, ya que parte de la liquidez extraordinaria se destinará a la compra de acciones. El Ibex 35 ya lleva bastantes semanas al alza y el Nasdaq, que comprende las empresas de alta tecnología, recupera los 5.000 puntos, quince años después del pinchazo de la burbuja de las puntocom, que supuso pérdidas superiores al 80% para miles de pequeños inversores. ¿Nadie se acuerda de Terra, aquella empresa tecnológica que salió a Bolsa en noviembre de 1999? En sólo un día de cotización, la acción de Terra pasó de valer 11,81 a 37 euros. Un incremento del 185%. En febrero de 2000 la empresa consigue cotizaciones máximas con 140 euros por acción. Pero Terra explota poco antes de la burbuja tecnológica y acabará siendo comprada por Telefónica a sólo 5,25 euros por acción. ¿Cuántos pequeños inversores, engañados por los gurús financieros del momento y llevados por la exuberancia irracional de la Bolsa perdieron el 95% de su inversión? Empresas actuales como Uber, Tesla o GoPro vuelven a recordar la Terra del 2000. No tienen una actividad rentable definida, sino sólo la expectativa de rendimientos futuros muy inciertos y con un fuerte componente de riesgo. ¿Significa que esta medida del Banco Central, tan fácil de ejecutar por otro lado, es la solución milagrosa a la crisis económica? ¿Multiplicar el dinero equivale al milagro de la multiplicación de los panes y peces? Obviamente no. La creación masiva de dinero fiduciario es equivalente a la inyección intravenosa de droga dura. A corto plazo, genera alucinaciones y falsas ilusiones. A medio plazo, el delirium tremens. El dinero es simplemente el medio de intercambio socialmente aceptado. Hacer más billetes no significa fabricar más jamones, coches u ordenadores. El total de riqueza de la sociedad queda inalterado. Lo único que varía son las personas privilegiadas que recibirán el nuevo dinero creado. Las élites políticas y financieras mejorarán a costa de los trabajadores y jubilados. Los deudores y los exportadores mejorarán a costa de los ahorradores e importadores. Lo que unos ganan, otros lo pierden. Es un juego de suma cero o, más probablemente, negativa. Los ganadores tienen más capacidad adquisitiva y acceden a una riqueza no ganada, gracias al control que tienen sobre el sector monetario y financiero. Consumen más a costa de diluir el valor de la moneda. Los perdedores no tienen voz ni voto, ni abogado que los defienda. El necesario saneamiento de la deuda se alarga sine die y el cambio de modelo productivo también. ¿Qué incentivos hay a amortizar deuda cuando se tiene acceso ilimitado a una financiación sin coste? ¿Qué presión tendrán los gobiernos para aplicar las tan necesarias reformas estructurales? Y así se van agravando las desigualdades, creando nuevas burbujas y sembrando las semillas de la crisis del mañana. Nuestros dirigentes pretenden apagar el fuego con un combustible altamente inflamable y conseguir la igualdad creando más desigualdades.

¿Por qué la expansión monetaria del BCE será un fracaso? Desde que la comunidad política internacional liderada por EEUU decidió, el 15 de agosto de 1971, abandonar el último vínculo monetario con el oro, la inestabilidad y las profundas crisis financieras han estado siempre a la orden del día. Los Bancos Centrales, en un intento desesperado de superación de la recesión y en flagrante violación de las leyes del libre mercado, optaron por fijar manu militari el tipo de interés en el 0%. En la eurozona, Mario Draghi estableció el tipo del 0,05% el 4 de septiembre de 2014 para posteriormente rebajarlo al 0% en marzo de 2016. Dado que los resultados no han sido los esperados, ni en términos de reactivación económica ni de estabilización de la

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella inflación, ahora ha anunciado el programa masivo de compra de deuda pública o quantitative easing (QE) por un importe superior al billón de euros . Esto ha provocado la depreciación del euro respecto al dólar, estimulando las exportaciones europeas y encareciendo las importaciones. Tanto la reactivación del sector exterior como la frenada de la deflación son efectos puramente transitorios en un juego de suma cero. EEUU o Japón sólo tienen que responder devaluando sus monedas para perder las ganancias momentáneas y derivar hacia una peligrosa guerra de divisas. El último recurso que le quedaba al BCE, las medidas de expansión cuantitativas, están condenadas al fracaso por al menos cuatro motivos. Primero, la transmisión del estímulo monetario no llegará a la economía real, porque el tipo de interés de la deuda pública ya no se puede reducir más. A diferencia de EEUU, donde su programa de QE redujo el tipo de la deuda pública a largo plazo del 4% al 1,5%, en Europa esto no es posible. Pensemos que un Bono del Tesoro español a 2 años rinde sólo el 0,2% y a 10 años el 1,3%. No hay margen para reducirlo más. Segundo, en España los mecanismos de financiación e inversión pasan a través de las entidades financieras y no de las bolsas de valores, que tienen poca importancia relativa en comparación con los EEUU. Esto significa que ni las circunstanciales ganancias bursátiles reactivarán el consumo, ni el crédito bancario a empresas y familias inflexionará al alza. Tercero, el fracaso del BCE contribuirá a su desprestigio. Así como la inconsistencia temporal del Banco Nacional de Suiza, al anunciar primero la fijación de su moneda con el euro e inmediatamente después renunciar al compromiso, afectó negativamente su reputación, Mario Draghi puede dejar en evidencia que nada puede hacer para impedir la ruptura del euro, a pesar de afirmar que haría lo que fuese necesario para asegurar la unidad monetaria. Cuarto, y más importante, estas medidas monetarias alejarán definitivamente la adopción de cualquier reforma estructural. Si en los últimos seis años poco o nada se ha hecho para introducir competencia en los mercados, reducir el paro, aligerar la carga de los impuestos, facilitar la creación de negocios, asegurar una mínima independencia de poderes o luchar contra la corrupción institucional, podemos asegurar que, a partir de ahora, los avances serán nulos. Peor aún, es fácil que las presiones para acompañar el estímulo monetario con medidas fiscales expansivas gane presencia en el debate público. Las demandas de inversión pública para reactivar la economía volverán a sentirse con fuerza. Y el gobierno del PPSOE, o quién sabe si el de Podemos, puede ser rápido a orquestar e introducir un nuevo Plan EEE a lo Zapatero, que nos cubra aún de más deuda pública y kilómetros de AVE, en detrimento del tan necesario saneamiento financiero o corredor ferroviario del Mediterráneo, aeropuertos sin aviones o autopistas sin tráfico, museos sin visitantes o centros culturales sin obras culturales.

Las armas de destrucción masiva del BCE Octubre de 1950. El canciller de Alemania, Konrad Adenauer, quiere disuadir al Bundesbank de elevar el tipo de interés un 1%. El paro era elevado y creía que un endurecimiento de las condiciones monetarias castigaría aún más el empleo. Convoca la cúpula del Banco Central alemán en Bonn, la capital política, y no en Frankfurt, para jugar en terreno propio y añadir más presión a su demanda. Cuando Adenauer abandona la reunión, los dirigentes del Banco Central deciden incrementar el tipo de interés no el 1%, como estaba previsto, sino el 2%. De esta manera tan contundente reafirmaban la total independencia del banco emisor respecto de las presiones e interferencias del poder político. Y es que Alemania es un país que recuerda y ha entendido las lecciones de su historia, especialmente cuando las consecuencias de la hiperinflación de la República de

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella Weimar en 1923 se convirtieron en trágicas. No es este el caso del Banco Central Europeo (BCE), alejado de las directrices alemanas (basta recordar que Axel Weber, antiguo presidente del Bundesbank, fue vetado para dirigir el BCE), claramente subordinado a los poderes políticos y llamado a financiar los excesos de gasto y deuda de los países más indisciplinados de la eurozona, como Grecia y España. El verano de 2012, ante el descontrol de las primas de riesgo y la eventual rotura del euro, Draghi anunció que el BCE estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para preservar la moneda única ( "The ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro. And believe me, it will be enough"). El 22 de enero de 2015, Draghi ha llegado a las medidas más extremas que puede adoptar. Es el quantitative easing (QE) o compra de deuda soberana por parte del BCE. El tiempo de marcarse un farol ya ha pasado y ahora toca utilizar el bazooka. Por el camino quedan la reducción del tipo de interés, el cobro de un tipo negativo para los depósitos de los bancos en el BCE y el programa de préstamos de liquidez a la banca. En palabras del francés Benoît Coeuré, miembro del consejo de gobierno del BCE, las compras de deuda pública deberían ser literalmente "ilimitadas". El BCE comprará mensualmente 60.000 millones de euros de deuda hasta septiembre de 2017. A España le corresponde el 12,6% de las compras (143.600 millones). Dado que buena parte de la deuda pública está en manos de las entidades financieras, la compra del BCE aumentará las reservas bancarias y los bancos comerciales podrán conceder más préstamos, en un último intento por reactivar la actividad económica y luchar contra la deflación de precios, que es una excelente noticia para los consumidores pero negativa para el Estado y el poder financiero. De hecho, el anuncio del QE ya ha devaluado el euro en relación con el dólar, provocando también la desvinculación del euro y del franco suizo. ¿Cuáles son las posibilidades de éxito de este programa de expansión cuantitativa? Nulas. Las medidas tomadas por el BCE, desde junio de 2012 hasta ahora, consistentes en fijar el interés en mínimos históricos y proporcionar liquidez a los bancos comerciales (programas LTRO), sirvieron para que los bancos utilizaran el dinero del BCE a coste nulo para comprar deuda pública nacional a un interés superior. Un negocio rentable y seguro. Ahora, el BCE, con el uso de su arma de destrucción masiva, persigue un doble objetivo. El primer objetivo es incrementar el precio de los títulos de deuda pública y reducir su rendimiento, intentando que el inversor destine su dinero a activos más rentables y arriesgados como las acciones de Bolsa. El impacto alcista a medio plazo sobre las bolsas es incierto. En estos momentos, el interés a corto plazo de la deuda pública alemana es negativo, lo que significa que el inversor paga por dejar sus ahorros al gobierno alemán. ¿Cómo se puede entender esto? Pues sólo en un contexto de falta de alternativas mejores. El mercado prevé problemas en la deuda pública de países insolventes y los inversores se refugian en países solventes como Alemania, aunque esto signifique tener que pagar una "comisión" por el premium de seguridad recibido. El segundo objetivo es reducir aún más el interés de los préstamos para incentivar el endeudamiento de familias y empresas. ¿Es esto posible? Difícilmente. No existe ni suficiente demanda solvente ni voluntad de endeudamiento, porque el problema que tenemos es justamente de exceso de deuda. Además, hay que tener en cuenta una diferencia fundamental entre Europa y EEUU. Mientras que en EEUU predominan los mecanismos bursátiles para financiar las empresas, en Europa predomina el crédito bancario. El QE opera directamente en los mercados y sólo tendrá un efecto indirecto en el crédito bancario y, por ello, no será efectivo en Europa. Por lo tanto, el último recurso que le quedaba a Mario Draghi para reactivar la eurozona será un fracaso. Además, no servirá ni para comprar tiempo. ¿Qué gobierno introducirá las tan necesarias reformas estructurales, sabiendo que el BCE le garantiza

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella barra libre? Cuanto más actúa el BCE, menos hacen los políticos.

Septicemia financiera Mientras que las economías avanzadas lo son cada día menos, por culpa del excesivo endeudamiento y el envejecimiento demográfico, las economías emergentes también pierden fuelle. Las políticas monetarias expansivas, con los principales bancos centrales fijando los tipos de interés a cero durante mucho tiempo, son verdaderamente letales. Un terrorífico foco de infección septicémica de todos los mercados y de creación de mega burbujas especulativas. Primero fue la burbuja crediticia, tras la inmobiliaria y ahora la de la deuda pública. Dopados por las inyecciones monetarias, los mercados bursátiles y de bonos acumulan enormes riesgos, pudiendo explotar en cualquier momento y causar una nueva crisis financiera mundial sin precedentes. El grave pecado de socializar las pérdidas y no reducir los impuestos, ha hecho aumentar la deuda total. Si en 2008 suponía el 175% del PIB mundial, ahora supera el 210%. La burbuja de la deuda pública, la madre de todas las burbujas, y naturalmente sin tener ninguna bola de cristal infalible, puede hacer explosión cuando Janet Yellen retire los estímulos monetarios en EEUU e incremente el tipo de interés. Las señales de tormenta se han intensificado sobre la economía mundial. El uso y abuso de las políticas monetarias expansivas con tipos de interés a cero fijados por los principales bancos centrales, lo que supone una verdadera aberración histórica y una flagrante violación de las leyes naturales de la economía, parece que va agotando su recorrido . A pesar de la expansión incontrolada de los balances de los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal de EEUU y replicado por los restantes bancos emisores, el Standard & Poors 500 de la bolsa americana ha alcanzado la cotización más baja de los últimos cinco meses, y todas las demás bolsas se han teñido de rojo. La exuberancia irracional de los mercados financieros, dopados con la inyección de dinero barato, comienza a desinflarse y aparecen los primeros síntomas de recaída en la recesión económica. La expansión monetaria ha aumentado la liquidez global, incrementando el precio de los activos, y la caída del tipo de interés desincentiva el ahorro y estimula un endeudamiento gigantesco. La expansión de la cantidad de dinero en circulación, en positivo, sólo sirve para ganar tiempo en la aplicación de las medidas de reformas estructurales, mientras que, en negativo, nos acerca más al abismo. Después de ocho años de expansión monetaria, las reformas no se han introducido en España, se ha desperdiciado miserablemente un tiempo precioso, la corrupción sigue descontrolada, el endeudamiento también, mientras que la población envejece, algunos jóvenes sobradamente capacitados emigran para esquivar el cáncer del paro y el crecimiento de la productividad se reduce. Sin embargo, según un informe del Credit Suisse, en 2014 la minoría de españoles con un patrimonio superior al millón de dólares ha aumentado el 24% (89.000 personas), hasta llegar a los 465.000 superricos. La creación de dinero, la recesión económica y el aumento de las desigualdades están interrelacionados. Pensemos, sino, quién se apropia del dinero creados: ¿Usted o la casta política y financiera? Pensemos, también, en qué los utilizan: ¿En inversión productiva? ¿En educación que, si buena y de calidad, tiende a reducir desigualdades y promocionar los más desfavorecidos? ¿O en gastos corrientes y tan necesarios como el escándalo de las tarjetas opacas de Bankia?

Crónica de un fracaso anunciado

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido sacar definitivamente el bazuca esta semana y anunciar medidas monetarias ultraexpansivas. Desgraciadamente, será la crónica de un fracaso anunciado. En el intento de hacer llegar el crédito a las familias y empresas, sitúa el interés en el 0,15%, penaliza el dinero que los bancos depositan en el BCE con un 0,10% negativo y propone monetitzacions directas de activos empresariales y deuda pública. Prácticamente, Mario Draghi agota ya toda la munición monetaria disponible. La única bala que le queda en la recámara sería suprimir el tipo de interés (0%) y hacer llegar directamente, sin la intermediación de la banca, el nuevo dinero fabricado de manera masiva a gobiernos (descontrolando del todo la deuda pública) y empresas (¿a quién sí y a quién no?), excluyendo los ciudadanos (¿o quizás esperamos que el BCE nos ingrese unos cuantos millones de euros en nuestras cuentas corrientes a coste cero?). Es un camino equivocado que hace demasiado tiempo que estamos recorriendo. El problema que tenemos no es de falta de liquidez y de demanda, sino de solvencia y de oferta. Antes de 2008, las políticas monetarias y fiscales equivocadas llevaron a una masiva inversión errónea financiada con exceso de deuda. Para recuperar el crecimiento y reducir el paro, hay que reajustar la estructura productiva y reducir la deuda. Nos engañaron con unas promesas de falsa riqueza, dirigiendo los escasos recursos disponibles en sectores hipertrofiados e innecesarios, cuando se requieren con mucha más urgencia en otros de consumo básico. Hay que liquidar los sectores inviables y redireccionar a actividades productivas y rentables, que operen en mercados competitivos no privilegiados. Y por eso necesitamos más ahorro con libre iniciativa empresarial, y menos deuda y regulaciones obstructivas. Como se dice habitualmente, se puede llevar el caballo al río, pero no se puede obligarle a beber agua si el animal no quiere. Se puede manipular el tipo de interés a mínimos históricos, pero no se puede forzar una demanda de crédito solvente inexistente. Imponer a la sociedad intereses nominales nulos e intereses reales negativos es un error. Desincentiva el ahorro y la reducción tan necesaria de la deuda, conformando una sociedad narcotizada y sin capacidad de reacción, unos bancos zombis y adictos a la deuda pública, unas empresas reguladas y no competitivas que obtienen beneficios gracias al BOE, unos Estados sobredimensionados y corruptos como los de Grecia y España.

La creación de dinero fiat y las crecientes desigualdades La crisis actual pone crudamente de manifiesto cómo las élites extractivas políticas y financieras se enriquecen más y más, a costa de depauperar la mayoría social y amenazar seriamente el futuro de la sociedad con un crecimiento explosivo de la deuda pública. En este contexto, el economista francés Thomas Piketty acaba de publicar el libro El capital en el siglo XXI, donde presenta un extenso compendio de datos históricos que avalan el drástico crecimiento de las desigualdades, muy especialmente en las últimas tres décadas. Así, para el caso de EEUU, entre 1980 y 2012, el 1% más rico de la población pasa de apropiarse el 10% del producto nacional al 20%. Y si se considera sólo el 0,1% de los superricos, la concentración patrimonial aumenta del 2% al 8% del total. Esta concentración extrema de riqueza en manos de unos pocos amenaza los valores meritocráticos propios, hasta ahora, de la civilización occidental, al tiempo que disminuye el grado de competencia y desvanece la movilidad social. La minoría privilegiada se puede acomodar en un altísimo nivel de vida sin necesidad de demostrar especiales habilidades ni productividades remarcables, al tiempo que una creciente mayoría social lucha únicamente por sobrevivir. Esta preocupante situación coincide en el tiempo y puede estar relacionada, sin demasiadas dudas, con el advenimiento del actual

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella sistema monetario basado en una moneda fiduciaria, sin valor real intrínseco, controlada por el Banco Central. Recordemos que el último vínculo del dólar con el oro se rompió el 15 de agosto de 1971, bajo la presidencia de Richard Nixon. Desde entonces, la creación de dinero y crédito se ha descontrolado, generando serias disfunciones económicas que agravan las crisis financieras y las subsecuentes recesiones económicas. La creación de dinero nunca es neutral, beneficiando a unos (los que primero reciben el nuevo dinero) y perjudicando a otros (los que reciben el dinero en último lugar). Y no olvidemos que el nuevo dinero creado por el Banco Central se destina a financiar el Estado y los bancos comerciales. La oligarquía política y financiera, y todos sus satélites y grupos de interés que giran a su alrededor, se enriquecen por su posición dominante al recibir un flujo continuo de capacidad adquisitiva sin necesidad de restituirlo con la creación de bienes y servicios demandados por el consumidor. La emisión monetaria les permite el acceso y la apropiación de una parte creciente del producto nacional, antes de que los precios noten ninguna presión inflacionista. Por el contrario, las clases productoras salen perjudicadas, al recibir por su aporte en bienes y servicios una moneda de menor valor. Una estafa legal. Quien controla el dinero, controla el sistema. O, como acertadamente dijo Lenin, para destruir la civilización occidental basta destruir su moneda. Sería una victoria pírrica de la sociedad occidental el desmantelamiento de los regímenes comunistas de planificación centralizada, concretado históricamente en la caída del Muro de Berlín en 1989, dejando operativa la planificación centralizada del sistema monetario y financiero. Urge completar la liberalización y descentralización de la sociedad en el ámbito monetario y financiero antes de que sea demasiado tarde.

Privilegios bancarios El Consejo de Ministros aprobó en febrero de 2014 la normativa nacional que regula los requisitos de solvencia de las entidades financieras en el marco de Basilea III. Es una norma más en un sector financiero muy regulado, intervenido y al mismo tiempo privilegiado por el Estado. Basta recordar cómo las pérdidas privadas de algunos bancos acaban socializándose. Básicamente, el nuevo marco regulatorio trata de incrementar la capitalización de los bancos, que es mínima y del todo insuficiente para garantizar sus pérdidas, estableciendo también reservas de seguridad contra la crisis sistémica y el cambio de ciclo económico. Dependiendo de la discrecionalidad del gobierno, puede suponer aproximadamente elevar los recursos propios de la banca hasta el 10% de su balance. ¿Es una cifra suficiente? No. Sólo hay que ver que el valor de los inmuebles, que están en el activo bancario, ha disminuido más de un 30% desde el inicio de la crisis. Otras empresas perfectamente saneadas y altamente rentables, como Inditex, tiene un nivel de capitalización cercano al 70% de su balance total, con unas deudas financieros mínimas que podría amortizar utilizando sólo una parte de su tesorería. Mercadona, otro ejemplo de empresa bien gestionada, tiene unos fondos propios que equivalen al 50% de su financiación. El negocio bancario consiste en captar ahorro remunerado y prestarlo a un tipo de interés superior. La intermediación financiera es necesaria y, a priori, y en función de cuál sea la ley que se aplique, perfectamente legítima. Hoy en día, y para el caso de España, las entidades financieras tienen una posición demasiado dominante y oligopolista en la economía, que necesitaría un papel más relevante de las Bolsas de valores como medio de financiación de las empresas grandes y medianas. Lo que ya no es tan legítimo es el llamado coeficiente de caja o encaje bancario, actualmente situado sólo en el 1%, que permite a los bancos multiplicar el dinero captado

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella de sus clientes en cuentas corrientes, remuneradas al 0%, para invertirlos en deuda pública, a un interés superior. La banca acaba transformando un producto seguro como la cuenta corriente a la vista en una burbuja especulativa de deuda pública a largo plazo. Y este privilegio no es legítimo. De hecho, hay evidencias históricas que, durante el siglo XIII en Cataluña, el banquero que se apropiaba de los ahorros de los clientes en beneficio propio, y no podía hacer frente a la demanda de retirada del dinero depositado a la vista, afrontaba la pena de muerte. Mucho (demasiado) ha cambiado la situación, ya que de la pena capital se ha pasado al rescate bancario con cargo a la ciudadanía. Los bancos, hoy en día, se apropian del dinero a la vista de sus clientes para financiar inversiones a largo plazo, no pudiendo cumplir la promesa y obligación de devolución de los pasivos a corto plazo, sencillamente porque no están. Las consecuencias que este privilegio bancario provoca sobre la economía son importantes y graves, pero la legalidad lo permite. Por algo está el banco central detrás, el prestamista de urgencia, que puede tapar cualquier agujero que haga falta. Y esto, que debería cambiar, no se ha cambiado; ni perspectivas hay de que se haga. Porque no interesa. No interesa ni a los políticos ni a los banqueros.

Falsa calma Mario Draghi, presidente del BCE, afirmó que haría todo lo necesario para salvar el euro ("Within our Mandate, the ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro. And, believe me, it will be enough"). Pronunciadas en un momento álgido de la crisis de la deuda soberana, en verano de 2012, el poder virtualmente ilimitado de creación monetaria del banco emisor ha servido para salvar, de momento, la unión monetaria. Ahora bien, y que no nos engañen los falsos profetas, la crisis no está superada y muchos de los problemas estructurales subyacentes siguen latentes. Quien intenta hacer los deberes, a pesar de los altísimos impuestos, son las familias, que han reducido en 36.000 millones su endeudamiento durante el último año, así como las empresas, que lo han hecho en 122.000 millones. El buen comportamiento de las exportaciones sitúa el saldo exterior en un superávit interanual de 8.100 millones y los últimos datos del paro, aunque muy lejos del triunfalismo en que las han presentado los políticos, son menos malas que las catastróficas cifras anteriores. Más que reducir el número de parados por debajo de los 6 millones, como se nos ha presentado, lo que se ha reducido es el número de personas inscritas en las oficinas de empleo. Y es que algunas de ellas, cansadas de perder el tiempo con trámites burocráticos que no sirven para nada y sin esperanzas de encontrar un empleo, han decidido darse de baja de las listas de parados. Por otra parte, los contratos temporales y a tiempo parcial han aumentado, mientras los indefinidos y a tiempo completo se han reducido, en una clara señal de que se trata de empleo temporal y puramente estacional. También los costes laborales unitarios del sector privado, en aplicación de la llamada depreciación interna, se han reducido en el último año un 3,2%. A los ojos de los dirigentes políticos y financieros, como el comisario europeo Olli Rehn o la directora gerente del Fondo Monetario Internacional Christine Lagarde, es un descenso insuficiente, ya que los sueldos "deberían disminuir un 10%". Sería interesante que políticos y financieros predicaran con el ejemplo (la primera decisión de Lagarde al frente del FMI fue autoincrementarse un 10% su sueldo astronómico). Y hasta aquí los elementos más positivos de la situación económica. No obstante, en los negativos, seamos conscientes de que un Estado central depredador continúa sin realizar las tan necesarias y urgentes reformas estructurales. Más bien al contrario, el tiempo de prórroga concedido por el BCE lo está desperdiciando inútilmente. En lugar de racionalizar la gestión pública, utiliza el tiempo extra para apalancarse aún más en el poder y evita cualquier decisión comprometida.

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella Las promesas de liberalizar los sectores oligopólicos privilegiados han quedado en nada. El crédito, a pesar de cargar a las espaldas de los contribuyentes un costosísimo rescate bancario, sigue sin fluir, al tiempo que unos impuestos elevadísimos reducen la renta disponible de familias y empresas, dificultando la reactivación del consumo y el ahorro. El endeudamiento público ya alcanza el 100% del PIB y el déficit fiscal se consolida en torno al 5% del PIB. Además, el Estado central impone el esfuerzo de reducción más importante del gasto y el déficit a las autonomías, en un ejercicio de recentralización del Estado que erosiona los gobiernos autonómicos y amenaza con desguazar el Estado del Bienestar. Sabemos que la sanidad, la educación y los servicios sociales, los pilares del llamado Welfare State, son competencia de los gobiernos autonómicos, que tienen que pagar la factura. En cambio, en los ingresos las autonomías no tienen competencias normativas (con la excepción del País Vasco y Navarra) y dependen siempre de las transferencias que vienen de Madrid (previo pago de impuestos). Por lo tanto, imponer a las autonomías un déficit de sólo el 0,7% del PIB equivale a suprimir los servicios públicos de sanidad, educación y servicios sociales. Si lo cuantificamos, la administración central del Estado, incluida la Seguridad Social, absorbe el 53% del total del gasto público, mientras que las comunidades autónomas representan el 36% y los ayuntamientos el 11% restante. Parecería lógico y equitativo que la distribución del déficit público (6,5% en 2013) fuera proporcional al peso del gasto: 3,4% el estado central, 2,34% las autonomías y 0,76% los ayuntamientos. Pues no. La lógica centralista, unitaria y homogeneizadora funciona de manera diferente, queriendo disponer de un límite amplísimo para el Estado central, e imponiendo 0,7% a las autonomías (con una distribución asimétrica). En definitiva, que los incipientes señales de mejora que empieza a mostrar, con un esfuerzo heroico, el sector privado de la economía española, corren el peligro de ser fagocitados por un sector público insaciable, sobredimensionado y territorialmente desequilibrado.

En tiempo de descuento El Consejo Europeo ha decidido cómo han de ser los rescates bancarios en Europa. El tema sigue siendo de máxima importancia, especialmente porque las billonarias pérdidas latentes de la banca europea alguien las tiene que pagar. Alemania y los países del norte proponen que no sea el contribuyente europeo quien lo haga, mientras que Francia y los países mediterráneos, como España e Italia, querrían utilizar los recursos del Mecanismo Europeo de Estabilización (MEDE), dotado con 500.000 millones, para recapitalizar los bancos. La decisión adoptada por los ministros de Economía europeos (Ecofin) va en la dirección correcta (bail-in), después de errar clamorosamente hasta ahora en el rescate público de los bancos con cargo al contribuyente (bail-out). Como debería haber sido desde el primer momento, se acuerda que las pérdidas bancarias recaigan, por este orden, primero sobre los accionistas, luego los preferentistas y acreedores junior, más tarde los acreedores sénior (deuda de más calidad), y sólo en última instancia sobre los depósitos no asegurados superiores a 100.000 euros. Quedan, por tanto, totalmente protegidos los depósitos inferiores a 100.000 euros. Se ha tardado mucho en llegar hasta aquí, y la directiva aún debe ser aprobada por el Parlamento Europeo. La exasperante lentitud puede situar la entrada en vigor del acuerdo más allá del 2018, cuando se habrán perdido más de 10 años desde el inicio de la crisis. La futura subida de los tipos de interés, más allá de hundir las bolsas y disparar la prima de riesgo, con bancos y estados enormemente endeudados, nos condenará de

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella nuevo a otra larga y dolorosa etapa de recesión. Y es que el uso intensivo de la imprenta de los bancos centrales, como mucho, puede servir para ganar tiempo. Pero nada más. Los problemas estructurales como el endeudamiento excesivo, las masivas inversiones erróneas, el paro millonario y los graves desequilibrios fiscales nunca se solucionará con la varita mágica del monopolio de la emisión del dinero. Nunca un problema muy complejo y poliédrico suele ser solucionado con una medida simplista. De hecho, puede perfectamente pasar que el abuso inmoderado de la medida simplista haya ocasionado el grave y complejo problema. El BCE ha hecho alarde de todas las medidas monetarias que están en su poder desde el inicio de la crisis. Ha comprado sin pudor deuda pública de países con problemas, ha reducido la calidad del colateral exigido a cambio de la financiación barata e ilimitada, ha inyectado recursos a largo plazo y, también, como en un bluff de una jugada de póker, aseguró que haría lo que hiciera falta para garantizar el euro. Pero esto no puede durar para siempre. Se puede engañar a mucha gente un cierto tiempo, y también se puede engañar poca gente una larga temporada, pero es imposible engañar a todo el mundo mucho tiempo. Los gobiernos deberían haber hecho su trabajo, acelerando las urgentes reformas estructurales, pero no ha sido así. Más bien al contrario, los líderes políticos, moviéndose entre la ineptitud y la corrupción, siempre en la defensa de sus privilegios, suponen un lastre pesado y un obstáculo insalvable para caminar en la dirección adecuada. Lo que ha ocurrido en los últimos días con las monedas de algunos países emergentes, la caída de las bolsas y el incremento de la prima de riesgo, o el alza de los tipos de interés en EEUU y Alemania, son toques de alerta de lo que puede ocurrir en un futuro inmediato cuando se retiren los estímulos monetarios. El tiempo va pasando y se agota. Tempus fugit irreparabile, decían los clásicos. De hecho, jugamos en tiempo de descuento ... y la pelota todavía está en nuestro campo.

¡Más dinero! Como en la divertida película donde los hermanos Marx deciden quemar toda la madera de los vagones para impulsar la locomotora del tren, el BCE ha dado un paso más para agotar todo el arsenal monetario del que dispone, en una escena más propia del género del terror que del cómico. El margen de acción que le queda al BCE es nulo. Con todo, que el IPC oficial esté por debajo del 2% es la excusa perfecta del BCE para defender que la inflación está controlada y lanzarse al uso intensivo de la imprenta del banco emisor. Las consecuencias que esta práctica ha tenido y tendrá en la formación de burbujas o sobrevaloración de activos que, tarde o temprano, tienen que pinchar iniciando la inevitable crisis financiera y recesión económica, son sistemáticamente ocultados a la opinión pública. El objetivo de esta ultraexpansiva política monetaria es trasladar la ilimitada creación de liquidez, en forma de financiación, al sector real de la economía, familias y empresas, impulsando el consumo, la inversión y la recuperación de un crecimiento económico hasta ahora negativo. Todos los instrumentos monetarios del banco emisor apuntan en la misma dirección. El coeficiente de reserva o coeficiente fraccionario de caja ya se rebajó en enero de 2012 del 2% al 1%. De cada 100 euros ingresados en una cuenta a la vista de un banco comercial, éste sólo tiene la obligación de guardar o inmovilizar en la cuenta del Banco Central, 1 euro. De los restantes 99 euros puede disponer libremente como quiera, en flagrante violación de los principios jurídicos y económicos más elementales. Por otra parte, la facilidad marginal de depósito, o la remuneración que obtiene el banco comercial para depositar el dinero en el Banco Central, es negativa. Por todos los medios se intenta que los bancos comerciales movilicen los recursos líquidos y reactiven el crédito. Esto no se logrará por diferentes

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella motivos. En primer lugar, el sector bancario, aún en proceso de saneamiento a pesar del rescate público (o quizás debido al rescate público), utilizará este dinero para asegurarse ganancias inmediatas en operaciones de carry trade. Soportando un coste del 0,5%, los bancos sólo tienen que invertir en deuda pública a 10 años al 5% para ganar un atractivo 4,5%. Un negocio tan fácil como lucrativo, que además cuenta con la bendición del Estado, al que soluciona sus problemas de tesorería a corto plazo, a costa de empeorar, aún más, la situación a largo plazo. En segundo lugar, a las familias y las empresas no les llegará el estímulo monetario. Sobreendeudados como están todavía por los excesos hipotecarios previos a la crisis, los esfuerzos privados se concentran en amortizar deuda y aumentar los recursos propios. Un abaratamiento del tipo de interés no consigue sino diferir el necesario proceso de saneamiento financiero, ya que desincentiva la amortización de los préstamos. Estos, a un interés variable, presentan unos gastos financieros menores y alargan innecesariamente el período de apalancamiento. Por otra parte, Mario Draghi tampoco ha concretado medidas concretas para financiar las pymes. Aunque Merkel manifestó que a Alemania le convenía subir el tipo de interés, en un entorno internacional de políticas monetarias muy expansivas, especialmente por parte de EEUU y de Japón, y de devaluaciones competitivas entre divisas, la decisión del BCE puede servir para frenar la apreciación relativa del euro y el encarecimiento de los productos europeos, impulsando las exportaciones. El único problema es que los movimientos estratégicos de los otros países pueden degenerar en una guerra de divisas, destruyendo la básica cooperación internacional que se lograría mediante tipos de cambio fijos, y provocando una desintegración del libre comercio internacional de fatales consecuencias para todos. Entonces, ¿las medidas del BCE sirven realmente para algo? Sí, en el mejor de los casos sirven para ganar tiempo, esperando las inevitables reformas estructurales de liberalización de los mercados que hace ocho años que se esperan. El problema es que el tiempo, como la madera que arde en la escena de los hermanos Marx, se está acabando. O pregunten, si no, a toda la generación perdida por culpa de esta crisis.

De burbuja en burbuja Japón entró en crisis a inicios de 1990. Después de más de dos décadas de estímulos monetarios, rebajando artificialmente el tipo de interés al 0% y aumentando la masa monetaria, así como también de expansión fiscal, fomentando los gastos del Estado y situando la deuda pública al nivel más alto entre las economías industrializadas (más del 240% del PIB), la economía nipona sigue en la actualidad con un crecimiento anémico y sin presentar signos claros de reactivación. El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, diagnosticando que la mejunje medicinal utilizada es la acertada pero la dosis insuficiente, anunció un nuevo programa de hiperestimulación monetaria. Concretamente, prevé la fabricación de dinero por un importe equivalente a 500.000 millones de euros anuales. La base monetaria, es decir la suma de dinero en efectivo más las reservas bancarias depositadas en el banco central, pasaría de 1,08 billones de euros a finales de 2012 a 2,13 billones a finales de 2014, lo que equivale al 55 % del PIB japonés. Esta avalancha de liquidez es incluso superior a la creada por la Reserva Federal, considerando que la economía estadounidense es tres veces mayor que la japonesa y que el plazo en que se duplica la base monetaria en EEUU es de cinco años , frente a los dos años fijados por Tokio. El instrumento monetario habitual para incrementar la oferta monetaria son las compras de mercado abierto por parte del banco emisor (open market operations). Se prevé que el

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella banco central japonés multiplique por 7 la compra de títulos de deuda pública del Estado, aunque esto signifique incumplir la "norma de los billetes", vigente desde 2001, que obligaba a que las compras de deuda pública fueran inferiores a la cantidad de billetes en circulación. Notamos que en el actual orden financiero, caracterizado por el monopolio público de una moneda puramente fiduciaria, el Banco Central crea un dinero de la nada que se canaliza hacia el Estado o la banca comercial. A la vez, la banca comercial es el tenedor más importante de deuda pública, que utiliza como garantía colateral para obtener financiación del banco emisor. En definitiva, un triángulo amoroso e incestuoso formado por el Banco Central, el Estado y la Banca Comercial que se retroalimenta de forma continua y viciosa. Se crea dinero de la nada para financiar el gasto público, concretándose en títulos de deuda pública suscritos mayoritariamente por la banca. Cuando la banca se asoma al precipicio de la quiebra, no se la deja caer y se la rescata emitiendo más deuda pública, a cargo del contribuyente y con origen en el banco emisor; deuda pública que volverá básicamente a los balances ya pútridos de la misma banca en quiebra. Un círculo verdaderamente vicioso y perverso. Los objetivos perseguidos con este programa de hiperestimulación monetaria son incrementar el gasto, impulsar el crecimiento y no descontrolar la inflación. El estímulo del gasto público está asegurado, aunque sea a costa de desplazar gasto privado (efecto crowding-out o expulsión del sistema privado) y mantener el desajuste en la estructura productiva. El sector público no tendrá ningún problema en construir obras públicas faraónicas u organizar ruinosos planes de estímulo a la economía como el Plan EEE de Rodríguez Zapatero. Notamos, sin embargo, que sería mucho más eficiente, equitativo y descentralizado que el nuevo dinero creado, 500.000 millones de euros anuales, se distribuyeran por toda la economía y se hicieran llegar a todos los sujetos. ¿Por qué sólo el Estado y la Banca Comercial? ¿Por qué mantener esta jerarquía privilegiada? Con una población de unos 125 millones, el Banco de Japón podría "regalar" 4.000 euros a todos y cada uno de los japoneses. O en términos de Milton Friedman, el helicóptero del banco emisor podría alzar el vuelo para esparcir y hacer llover el dinero por todos los rincones de las islas niponas. Parte del nuevo dinero se ahorraría y parte se consumiría. El segundo objetivo, el crecimiento sostenido a largo plazo de la economía, seguirá sin alcanzarse, aunque a corto plazo la depreciación del yen y los proyectos públicos financiados con el nuevo dinero provoquen una falsa euforia económica. Antes de insistir en la manía obsesiva del gasto, se debe equilibrar previamente una estructura productiva profundamente distorsionada por la burbuja crediticia previa a la crisis. Del mismo modo que una persona agarrotada debe enderezarse y desentumecerse para poder caminar, la estructura productiva, antes de volver a crecer, debe reestructurarse y adaptarse a la situación real de una sociedad empobrecida y depauperada. Finalmente, respecto al control de la inflación, y pese a que la tasa de inflación oficial se consiga mantener por debajo del 2%, la expansión monetaria contribuirá inevitablemente a la creación de nuevas burbujas. El incremento en el precio de los activos afectados por la estimulación monetaria no tiene por qué caer dentro de los estrechos límites de la cesta de consumo básico de las familias. Por lo tanto, la creación de dinero no debe ir necesariamente unida a un aumento del IPC. El estímulo monetario puede tener consecuencias sin levantar ningún tipo de alarma social. ¿Y dónde podríamos localizar la nueva burbuja? Pues, de forma fácil e inmediata, en la creciente deuda pública. Y así, de burbuja en burbuja, se va escribiendo la historia...

El banco malo

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella El ministro de Economía, Luis de Guindos, en declaraciones sobre el rescate financiero español ha señalado que la creación de un banco malo es una opción interesante. Se contradice él mismo cuando afirmó en Washington, en una cumbre del FMI, que "el Gobierno no creará nada, ni un banco bueno, ni un banco malo y no se destinará ni la más pequeña de las cantidades de dinero público para ello ". El banco malo es un fondo creado por el gobierno donde se aparcan los activos tóxicos de los bancos con más problemas, con la intención de que estos últimos puedan volver a la actividad bancaria habitual y reanudar la concesión de crédito. Los bancos intervenidos, en estos momentos, se han convertido en verdaderas agencias inmobiliarias al acumular en su activo viviendas y terrenos provenientes de hipotecas impagadas. Mientras no puedan vender miles de viviendas apropiadas por impago se convierten en un cementerio de hipotecas o en entidades zombis, a quien el gobierno no deja caer (liquidar), pero que tampoco consigue reactivar. La creación de un banco malo se ha experimentado en países como Alemania, Gran Bretaña, Irlanda y Holanda con resultados desiguales. Uno de los problemas más importantes que presenta es saber el precio al que el Estado comprará los créditos basura de la banca intervenida. Si paga un precio demasiado bajo, los bancos intervenidos empeorarán aún más sus resultados, incrementando las necesidades de recapitalización. Si paga un precio demasiado alto, el Estado continúa ayudando a los bancos intervenidos con dinero del contribuyente. Otro problema es que el Estado crea deuda pública para pagar los activos bancarios menos líquidos y de menor calidad. Por lo tanto, se refuerza una vez más el círculo vicioso entre sector público y sector financiero aumentando, aún más, el endeudamiento. Cuando Irlanda utilizó esta fórmula, el déficit público y el endeudamiento se dispararon y, en pocas horas, tuvieron que pedir a la Unión Europea la intervención total del país. La pregunta clave es: ¿a qué precio se transferirán las hipotecas basura o las promociones de suelo y vivienda que se han quedado los bancos? La respuesta oficial es que se aplicará un descuento medio del 46%, en el caso de los préstamos, y del 63%, si se trata de activos inmobiliarios. Aunque se pueda pensar que el porcentaje de recorte sobre el precio es importante, la realidad es la contraria. El valor de una hipoteca incobrable o el valor del suelo que no tiene demanda ni salida en el mercado es cero. Dado que el banco malo los comprará y pagará de acuerdo a los precios que fija el gobierno, las entidades financieras saldrán beneficiadas, mientras que el contribuyente terminará pagando, una vez más, los excesos cometidos en la pasada fiesta nacional de la hipoteca. El banco malo, previendo que pueda llegar a unos activos (tóxicos) de 90.000 millones de euros, tendrá unos recursos propios o capital no superiores al 8% del total del activo. En último término, por tanto, depende del aval de la deuda pública. El Estado pretende que la participación pública en el capital del banco malo no supere el 50%. Confía en los ahorros de los inversores privados, prometiendo rentabilidades anuales del 15% (!). Esta promesa también tendrá efectos negativos, puesto que, para cumplirla, no se podrán poner en venta los inmuebles a un precio inferior al que marque esta rentabilidad. Si no se ponen en venta los inmuebles, se alargará necesariamente el equilibrio en el mercado, que continuará con miles de viviendas vacías que no encuentran comprador a un precio artificialmente elevado. Finalmente, sorprende que el banco malo se plantee como una sociedad para vender viviendas, cuando la gestión en régimen de alquiler permitiría a muchos ciudadanos acceder a una vivienda a un precio razonable.

La Banca siempre gana Banca y gobierno, dos instituciones que comparten una innegable responsabilidad

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella en la crisis que nos rodea, utilizan su enorme poder institucional para reforzar su situación. Por el contrario, empresas y familias, a quien se había concedido todo tipo de préstamos, con incrementos anuales del 25% en los años 2006 y 2007, ahora sufren por la falta de acceso al crédito. Las PYMEs, verdadero motor de la economía y las únicas capaces de aliviar la agonía del cáncer del paro, se ven condenadas a cerrar por falta de financiación. Este tratamiento diferencial consistente en primar las relaciones Banca-Estado, a costa del desamparo del tejido empresarial y la estructura familiar, pueden condenarnos a perder no años, sino décadas. Las ayudas destinadas a rescatar bancos en quiebra, salvo casos muy específicos, no se suelen recuperar. Entonces, ¿por qué se rescatan? Porque se considera que la caída del sistema financiero aún sería más costosa. Así, se mantienen artificialmente en vida unos "bancos zombis", en espera de que la crisis se disipe y el futuro crecimiento aumente la valoración de los bancos y también de unos activos inmobiliarios que ahora no valen (casi) nada. Se olvida que no todo el sistema financiero, como constata el informe Wyman, está en quiebra, y que dejar caer las entidades en peor situación no es sólo la norma jurídica habitual, sino también la manera más eficiente de purgar los excesos cometidos y regenerar el sector financiero.

Perversión de los incentivos El riesgo moral es un concepto que hace referencia al tipo de comportamiento que se observa cuando no se debe responder por las consecuencias de las propias acciones. Por ejemplo, cuando un adolescente insulta a un adulto, si el sistema no penaliza esta acción, sino que responde de manera benévola ofreciendo un tratamiento psicológico protector al menor, lo normal es que aumenten las agresiones verbales de los jóvenes hacia los padres y maestros. O si el sistema es indulgente en el castigo de cierto tipo de delitos, es probable que aumente el número de delitos cometidos. En el ámbito bancario, si la pésima gestión no tiene otra consecuencia final que el rescate de la entidad financiera con cargo al dinero público, es normal que los incentivos a corregir los errores cometidos sean inexistentes. Esta es la conclusión de un informe del Banco de Pagos Internacionales, que analiza el comportamiento de 87 grandes bancos, de los que 40 fueron rescatados y recapitalizados con dinero público. Las entidades financieras rescatadas continuaron las mismas prácticas de riesgo que las llevaron a la quiebra, concediendo préstamos sindicados con un alto nivel de endeudamiento, y aumentando tanto el vencimiento medio como el tipo de interés de los nuevos créditos. Penalizar las malas prácticas bancarias es, por tanto, no sólo cuestión de justicia, sino también de eficiencia. En este sentido, la creación del "banco malo" supone la escapatoria perfecta para los bancos nacionalizados (Bankia, CatalunyaCaixa ...) dado que podrán transferir sus activos tóxicos por un precio superior al real. Sin duda, no es ésta la mejor manera de purgar ni de regenerar los excesos cometidos por una parte del sector financiero. Bankia y CatalunyaCaixa deberían haberse liquidado sin hacer pagar la factura a los contribuyentes. Estos no tienen que pagar los chiringuitos de los políticos. ¿Imposible? De ninguna manera. Un banco, como toda empresa, se financia con recursos propios y deudas (muy especialmente, cuentas corrientes y de ahorro no remunerados de sus clientes). Este dinero, al mismo tiempo, se utiliza para conceder préstamos y créditos a los prestatarios, que los tendrán que devolver con intereses. Un banco seguro y rentable será aquel que tiene un capital propio elevado y que concede prudentemente préstamos que serán devueltos en un futuro. Por el contrario, un banco estará en peligro cuando opere

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella con escasos recursos propios y conceda préstamos arriesgados a largo plazo que se acaben impagado. Aunque los préstamos sean hipotecarios y tengan la garantía real del inmueble, que pasará a ser propiedad de la entidad financiera cuando la persona hipotecada no pueda pagar, el banco estará en quiebra si la pérdida de valor del inmueble supera el capital propio del banco. Y esta es la situación de los bancos que piden ser rescatados. Consideremos una entidad financiera con un capital propio de 10, depósitos de clientes de 490 y préstamos concedidos de 500. Si de estos préstamos 10 son irrecuperables, el banco ha perdido todo el capital propio. Pero si ha perdido 200, pierde el capital y pide un rescate de 190. Liquidar un banco malo implica vender, con pérdidas, todos los inmuebles hipotecados que están en su activo. El dinero de la venta serviría para pagar deudas, muy especialmente los depósitos de ahorro de sus clientes (asegurados hasta 100.000 euros por el Estado). Naturalmente, los accionistas perderían parte o la totalidad de su inversión. Aquí es cuando se deberían exigir responsabilidades patrimoniales y, en su caso, penales a los directivos de la entidad.

Más dinero, menos intereses El Banco Central Europeo ha bajado nuevamente el tipo de interés oficial del dinero, al nivel más bajo desde la introducción del euro. Es una medida de estímulo monetario y significa que los bancos comerciales de la eurozona recibirán dinero del BCE a un precio más barato. Se intenta así estimular la demanda y hacer "mover" el dinero, intentando que las familias y las empresas pidan créditos más baratos y se pueda reactivar la actividad económica y el crecimiento. El tipo de interés es posiblemente el precio más importante de una sociedad moderna y coordina (o no) el ahorro con la inversión, siendo el vínculo temporal entre el presente y el futuro. Llama la atención que en una supuesta economía de mercado este precio estratégico esté fijado manu militari por el Banco Central. En principio, es la interacción de los demandantes y los oferentes la que origina los precios. En condiciones normales, cuando hay poca oferta de algún bien el precio tiende a subir y cuando aumenta la oferta el precio disminuye. Así, por ejemplo, una buena cosecha de trigo hace disminuir su precio y restricciones en el suministro de crudo aumentan el precio del petróleo. Esta ley natural no se cumple en el caso del dinero y países que se caracterizan por ahorrar poco como España (poca oferta de recursos prestables) tienen bajos tipos de interés (cuando los deberíamos tener altos). Falsear sistemáticamente los tipos de interés y manipular la moneda y el crédito bancario son causas de las crisis financieras y recesiones económicas. De momento, abaratar aún más el tipo de interés no ha servido ni para rebajar la prima de riesgo ni para hacer subir la Bolsa, porque los mercados ya lo habían anticipado. Menos aún servirán para reactivar el crédito. Primero, porque familias y empresas ya están sobreendeudadas. Más que pedir nuevos préstamos, lo que necesitan es amortizarlos y reducir el nivel de endeudamiento. En segundo lugar, porque las entidades financieras tampoco están en condiciones de conceder crédito, a pesar de que el Banco Central les regale el dinero. Mientras no den salida a los activos tóxicos de sus balances, los bancos no concederán nuevos préstamos. Procede primero el saneamiento financiero. Como mucho, esta nueva expansión monetaria servirá para repetir prácticas de carry trade, recibiendo dinero del BCE e invirtiendo en deuda pública a un interés muy superior. De momento, ni eso. Y es que se puede llevar el caballo al río, pero no se puede obligar a hacerle beber el agua si el animal no quiere. El Estado, a través del Banco Central, tiene el monopolio público de la moneda y fija el tipo de interés. En circunstancias como las actuales, la política monetaria expansiva

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella consiste en aumentar la cantidad de dinero en circulación y rebajar el tipo de interés. Se intenta, al disminuir los gastos financieros que se deben pagar por las deudas contraídas, aumentar la renta monetaria disponible e incentivar la concesión de nuevos créditos. Esto podría impulsar al alza el consumo y la inversión, contribuyendo en el corto plazo a la recuperación de la producción y del empleo, con el peligro de agravar la inflación. Hasta aquí la receta del planificador monetario. De una manera concertada, los bancos centrales mundiales operan en el límite con tipos de interés cercanos a cero. No se puede ir más allá y el margen de maniobra es casi nulo. El abaratamiento artificial del tipo de interés, largamente mantenido, ha causado un grave problema de sobreendeudamiento generalizado. Ni las empresas están en condiciones de invertir, ni las familias de consumir. Antes, hay que sanear la deuda. Por otra parte, los bancos tampoco abrirán el grifo del crédito mientras no eliminen los activos tóxicos y aumenten sus muy escasos recursos propios. El abundante alcohol suministrado por las autoridades monetarias creó una falsa sensación de euforia. Hoy, una sociedad enferma ya no acepta nuevas inyecciones de alcohol.

El rescate del mejor sistema financiero del mundo En septiembre de 2008, Rodríguez Zapatero declaraba pomposamente que "España cuenta con el sistema financiero más sólido de la comunidad internacional". El 5 de junio de 2012, Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, aseguraba que "los hombres de negro no vendrán a España porque no necesitamos un rescate". Cuatro días más tarde, Luis de Guindos, ministro de Economía, anunciaba una ayuda financiera a los bancos españoles de hasta 100.000 millones de euros por parte de la Unión Europea, mientras la prensa internacional hablaba abiertamente de rescate. Poco después, Mariano Rajoy, presidente del gobierno español, alardeaba de haber presionado y acordado las condiciones del rescate (línea de crédito con interés bonificado), al tiempo que Durao Barroso, el presidente de la Comisión Europea, manifestaba las reticencias y dudas que había encontrado en el líder hispano para que aceptara la intervención europea. Intervención que llega tarde y mal. Tarde, porque la autoridad monetaria supervisora, el Banco Central, no hizo nada para evitar la gran expansión crediticia previa, asegurando el suministro de alcohol en abundancia en la exuberante Fiesta de la Hipoteca Nacional (el crédito total de Bancos y Cajas españolas se multiplicó por 13 entre 1992 y 2007, pasando de 88.500 millones de euros a 1,07 billones). Tarde, porque, mientras otros países como Gran Bretaña ya tomaban medidas en 2008 con tres bancos con problemas (RBS, Lloyds y Northern Rock), aquí se bendecía un sistema de cajas de ahorro controladas por partidos políticos que financiaban proyectos ruinosos de nula rentabilidad económica. Tarde, porque cuando se pusieron de manifiesto los primeros graves errores de inversión por parte de Caja Castilla-La Mancha (aeropuerto de Ciudad Real con una pista de aterrizaje de 4 km, pero sin aviones) no se detuvo el proceso ni se exigieron responsabilidades, permitiendo el crecimiento de tumores financieros aún más malignos (antiguas cajas de ahorro de titularidad pública). Tarde, porque ha promovido la formación de grandes entidades financieras zombis, canibalizando pequeñas cajas solventes como la desgraciada Caixa Manresa (con la inverosímil colaboración de sus órganos de representación). Mal, porque este rescate no tendrá los efectos deseados (los mercados ya incrementaron la prima de riesgo hasta los 520 puntos el primer día hábil posterior a la intervención). Mal, porque no romperá el círculo vicioso del sector público que se endeuda para

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella salvar un sector financiero que suscribe la deuda pública, que utiliza al mismo tiempo como garantía, cada vez más degradada, para obtener financiación barata del BCE. Mal, porque 100.000 millones de euros, canalizados a través del FROB, suponen un incremento de la deuda pública del 10% del PIB, aunque el Eurostat no lo contabilice en las estadísticas oficiales. Mal, porque el pago de intereses, del 3% o 4%, significa un incremento de los gastos financieros anuales de 3.000 a 4.000 millones de euros que empeorarán el déficit público, alejándose definitivamente de los objetivos fijados (5,3% del PIB en 2012 y 3% del PIB en 2013), y obligando a nuevos recortes. Mal, porque este préstamo del Eurogrupo, instrumentado mediante el nuevo Mecanismo de Estabilidad Financiera, tiene prioridad de cobro y pasa por delante de los acreedores privados, que se mostrarán muy reacios a seguir financiando el Estado español. Mal, porque el nuevo gobierno español pierde toda la credibilidad y derrocha la tímida confianza que sus electores nacionales y acreedores internacionales hubieran podido depositar, abriendo la puerta a la helenización de España.

El Titanic y Bankia Hace unos 100 años, el Titanic, considerado insumergible, se hundió en su primer viaje al chocar con un iceberg. Era el 10 de abril de 1912. Todo un aviso a la soberbia humana. De los más de 2.200 pasajeros que llevaba, 1.500 murieron y 700 salvaron la vida. Las pocas barcas de salvamento que llevaba el transatlántico (¿por qué molestarse en llevarlas si era insumergible?) fueron ocupadas y monopolizadas por los pasajeros de primera clase. Los otros pasajeros, de segunda y tercera clase, no pudieron acceder y fueron condenados a morir ahogados o congelados en las gélidas aguas de Terranova. Hace poco más de 40 años, los gobernantes adoptaron un nuevo modelo financiero y monetario internacional. La nueva religión monetaria tiene un dios, la moneda fiduciaria, un gran sacerdote que oficia, el Banco Central, y una multitud de obispos, los bancos comerciales, que operan con privilegios legales como el derecho de mantener sólo un pequeño porcentaje (1%) de los saldos de depósitos a la vista. Hace pocos días, ha salido a la luz pública la corrupción de la alta jerarquía. Se ha descubierto que algunas ex-cajas (Bankia, CatalunyaCaixa ...) han engañado y descuidado sus responsabilidades, llevando las entidades a la quiebra. Y el gobierno ha decidido ayudarlas con dinero público. Lejos de exigir responsabilidades, declara que no se pueden dejar caer y que son demasiado importantes. Al mismo tiempo que se recorta en sanidad, educación y servicios sociales, fundamento del llamado Estado del Bienestar, se rescatan entidades financieras. Y hasta aquí deberíamos haber llegado. La sociedad civil debería decir basta. Que ya está bien. Que si los directivos de ciertas entidades financieras estaban de fiesta y borrachera cuando el barco que comandaban chocó con un iceberg y se hundió, procede imperativamente salvar del naufragio todas las personas inocentes, que ninguna culpa tienen de la prevaricación de los altos cargos.

Los instrumentos monetarios del BCE ¿Cuáles son los instrumentos monetarios de los que dispone el BCE? Básicamente tres. 1. Operaciones de mercado abierto. El BCE compra deuda pública a los bancos comerciales y fija el tipo de interés de todo el sistema, actualmente en el 0,0%. La

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella situación es límite y el margen de reducción, por tanto, inexistente. Si un particular quiere comprar un bien debe pagarlo con dinero emitido por el Banco Central. En general, para obtener este dinero nos vemos obligados a trabajar, esto es, ofrecer a cambio unos servicios productivos que la sociedad estima útiles y valiosos. Por ejemplo, yo puedo comprar un libro de 10 euros si antes he producido (y vendido) 10 barras de pan de 1 euro. Dado que el Banco Central tiene el privilegio legal de la emisión de dinero, cuando compra deuda pública lo "paga" fabricando dinero. Y a la inversa. Si el Banco Central vende deuda pública, retira dinero en circulación de la sociedad. Así intenta controlar la cantidad de dinero en circulación y también fijar el tipo de interés. Los principales depositarios de deuda pública son los bancos comerciales (Santander, BBVA, CaixaBank …). Cuando el Banco Central compra deuda del Estado a una entidad financiera, lo paga en la cuenta que la entidad financiera mantiene con el Banco Central. De esta manera, el banco comercial habrá aumentado sus reservas y las podrá utilizar en cualquier momento para convertirlas en efectivo. La compra masiva de deuda pública por el Banco Central promueve una expansión de dinero y crédito, que mantiene los intereses artificialmente bajos, y acaba desencadenando graves crisis económicas como la que sufrimos hoy en día. 2. Facilidades permanentes de depósito. Interés que paga el BCE a los bancos comerciales cuando depositan dinero en el banco emisor. Actualmente no se remuneran y se aplica una penalización para que los bancos comerciales no mantengan dinero ocioso y los presten a las empresas y familias. 3. Coeficiente de reserva mínimo. Es un porcentaje mínimo obligatorio de las cuentas corrientes que los bancos comerciales deben mantener inmovilizado en el BCE. Desde enero de 2012, este coeficiente se ha reducido del 2% al 1%. Por tanto, sólo 1 de cada 100 euros de los depósitos a la vista están físicamente inmovilizados en el banco, mientras que de los restantes 99 euros se puede disponer libremente. El margen de reducción para reactivar los préstamos está, con este instrumento, agotado. Un 0% abocaría al sistema a una hiperinflación imposible de controlar. Por otra parte, un coeficiente de reserva fraccionaria del 1% significa justamente eso: que si todos los clientes decidiéramos sacar nuestro dinero de las cuentas corrientes que tenemos abiertos en los bancos, no podríamos porque no están físicamente allí. El banco los invirtió en préstamos a largo plazo. Si lo hizo prudentemente, con un poco de suerte, esperando 30 o 40 años los podremos recuperar. Y si no lo hizo prudentemente, este dinero no se podrá recuperar jamás. Por este motivo, un sistema bancario con reserva fraccionaria necesita siempre de un Banco Central emisor que fabrique la cantidad de dinero que sea necesaria para tapar los agujeros de los bancos y, también, los agujeros de los Estados malversadores. ¿No tiene el BCE herramientas más potentes para reactivar la liquidez? Sí. Puede proporcionar liquidez ilimitada a los bancos comerciales a un coste nulo, como ya ha hecho. Y puede comprar directamente deuda pública de los estados en los mercados. Esta última práctica, llamada monetización de la deuda, no está permitida en la eurozona, aunque se realiza habitualmente. Al final, por tanto, el Banco Central siempre puede fabricar una cantidad de dinero ilimitada para financiar bancos mal gestionados y estados malversadores. Ahora bien, ¿es ésta la solución definitiva a la crisis y el remedio de todos los males? Rotundamente no.

Bail-out versus Bail-in El rescate de la banca española (bail-out), por parte del Eurogrupo, carga el enorme coste del rescate sobre el contribuyente. En segundo lugar, aumenta aún más la deuda pública y el gasto con los intereses a pagar anualmente, cuando lo que conviene

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella es justamente reducir deuda y gastos. En tercer lugar, el rescate no rompe el círculo vicioso entre el sector público y el sector financiero, sino que lo agrava. Si el Estado se endeuda para cubrir las pérdidas bancarias y, al mismo tiempo, los bancos son los principales compradores de deuda pública, el incremento de la prima de riesgo y la pérdida de valor de los títulos de deuda pública (letras del tesoro, bonos y obligaciones del estado) pone en peligro, incluso, los bancos españoles solventes, que acumulan gran cantidad de estos activos financieros. Por lo tanto, hay que encontrar otras soluciones. La primera es liquidar los bancos que están en peor situación y que son inviables. Una segunda solución es convertir la deuda de los bancos en capital propio (bail-in). Un tipo de deuda de los bancos son las participaciones preferentes. La entidad financiera prometía pagar por ellas un interés fijo anual a quien lo comprara. La conversión de las participaciones preferentes en acciones permitiría la capitalización de los bancos y la reducción de la deuda. En definitiva, con el bail-in pagan por el rescate bancario los accionistas y acreedores. En cambio, con el bailout pagan los contribuyentes.

La impunidad de los banqueros El fugaz ingreso en prisión de Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, decretada por el juez Elpidio José Silva, es un hecho singular en España que no se repetía desde Mario Conde. El juez considera que el máximo responsable de la caja madrileña realizó una pésima gestión bancaria en la compra del City National Bank de Florida, y le acusa de supuestos delitos societarios, administración desleal, falsedad documental y posible apropiación indebida. El Ministerio Fiscal, que recurrió la decisión del juez, no estuvo de acuerdo con el ingreso en prisión de Blesa. La resolución del caso acabó con la expulsión de Silva de la carrera judicial. Los costes de la depresión se distribuyen de manera muy desigual entre una sociedad civil crecientemente debilitada y una alianza simbiótica todopoderosa entre la partitocracia dominante y la privilegiada oligarquía financiera y empresarial. Los partidos políticos se mantienen económicamente con el dinero oculto que reciben de las entidades financieras y de las grandes empresas. El descubrimiento de las cuentas de Bárcenas, extesorero del PP, no es un escándalo puntual, sino el testimonio de una realidad subyacente mucho más extendida. Y los partidos responden a esta financiación empresarial con privilegios y concesiones, a costa de los intereses públicos. Como se ha podido comprobar, cada una de las presuntas entregas de dinero al Partido Popular ha ido seguida habitualmente de la concesión de contratos de obras por valor de miles de millones de euros. Otra comprobación a hacer sería la de contrastar las cantidades a que se licitaron estas obras con el coste que tuvieron al final. También los partidos políticos optan por socializar las pérdidas bancarias y rescatar a los bancos en quiebra con dinero que deberán devolver los contribuyentes. Y los bancos responden multiplicando los depósitos de los clientes, no para financiar a empresas y familias, sino para financiar los proyectos políticos y suscribir la deuda pública que emite el Estado. Exigir responsabilidades civiles y penales, si es necesario, a los banqueros es una condición necesaria, pero no suficiente para volver a la normalidad. Será necesario un segundo paso para romper el círculo vicioso entre el poder político, el financiero y las grandes corporaciones empresariales que viven gracias a los decretos publicados en el BOE. Y no estoy pensando en las prácticas jurídicas habituales, por ejemplo, en la Cataluña del siglo XIII con los Usatges de Barcelona. Los Usatges eran, ciertamente, mucho más ejemplares y efectivos que la actual selva legislativa que protege a tantos ladrones de cuello blanco.

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella Así, el 13 de febrero de 1300 se estableció que aquel banquero que se declarara en quiebra sería humillado con el escarnio por toda Barcelona y forzado a devolver el total de los depósitos a sus acreedores. El 16 de mayo de 1301 también se decidió obligar a los banqueros a obtener fianzas y garantías para poder operar en el negocio bancario. Quien las obtenía colocaba un mantel en el lugar de trabajo como señal externa de garantía, mientras que aquel que no las conseguía no podía hacerlo. Todo banquero pillado operando con mantel, pero sin fianza, era declarado culpable de fraude. Más tarde, el 14 de agosto de 1321 se estableció que todos los banqueros declarados en quiebra, si no pagaban las deudas en el plazo de un año, serían pregonados por toda Cataluña, decapitados y sus propiedades vendidas para poder pagar los acreedores. ¡Comparemos el siglo XIV con la gran crisis del 2008, donde no sólo no se castiga el fraude bancario, sino que se rescatan los bancos en quiebra con cargo al contribuyente! Ciertamente, una involución histórica que quizás la decisión del juez Silva puede empezar a enderezar. Pero una involución histórica que ha sido posible gracias a las teorías económicas pseudo-científicas y liberticidas de keynesianos y monetaristas, que defienden el monopolio público de la emisión de la moneda y imposibilitan la libre competencia monetaria. Es necesario que los bancos devuelvan a su función básica de intermediación financiera sin privilegios y sometidos a los principios generales del derecho. Hay que evitar que las entidades financieras, en las etapas alcistas, continúen creando y concediendo un crédito que no tienen unos sectores que no lo necesitan, gracias al apoyo del Estado y del Banco Central. Este es muy probablemente uno de los retos más importantes que tenemos.

¿Hay que rescatar sólo a los bancos? Una sociedad desarrollada y próspera se basa en el razonable principio de que el que mejor sirve a sus conciudadanos es recompensado con ganancias, mientras que quien no lo hace acumula pérdidas. El sistema de libre empresa, operando en un entorno de competencia, tiende a asegurar estos resultados. La empresa productiva que proporciona bienes o servicios libremente pedidos por el consumidor conseguirá beneficios, y la que no sea capaz de generar un valor superior al coste de los recursos consumidos en el proceso de producción tendrá pérdidas que, de perdurar, la llevarán a no poder pagar sus deudas y, a largo plazo, a la quiebra. La apropiación privada de los beneficios, en tiempos de vacas gordas, y la socialización de las pérdidas, cuando estalla la crisis, no es posible ... excepto si se trata de la banca. El gobierno español decidió rescatar las entidades financieras en quiebra (Bankia, CatalunyaCaixa, Novagalicia y Banco de Valencia), solicitando a las instituciones europeas un fondo de rescate de hasta 100.000 millones de euros y creando el llamado banco malo. De nuevo, y como en la subida de los impuestos, Rajoy incumplía su palabra ("No estoy a favor de crear un banco malo", fueron sus palabras en sede parlamentaria). Una empresa responde con el capital o recursos propios de las pérdidas que pueda generar. En el momento en que se pierde todo el capital social, ya muy reducido en el caso de algunas entidades financieras altamente endeudadas, el activo o inversiones de la empresa igualan el total de las deudas a devolver. En estos momentos, la liquidación del banco permitiría pagar todos sus acreedores, incluidas las cuentas corrientes de los clientes, por otro lado garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos hasta 100.000 euros por titular. Si la empresa continúa todavía operando y acumulando pérdidas, el valor total de las deudas comenzará a superar el valor de los activos y la entidad tendrá que cerrar y habrá quebrado. Éste es el caso de las antiguas cajas de ahorro mencionadas antes, ahora nacionalizadas y rescatadas, todas vinculadas a partidos políticos (Bankia al PP y

Lecciones de la crisis económica: Cómo se acaba la recesión pero se perpetúa la crisis Jordi Franch Parella CatalunyaCaixa al PSC). Buena parte de sus inversiones son créditos fallidos, materializados en solares vacíos, casas a medio construir, pueblos fantasma, aeropuertos sin aviones y carreteras sin coches, que han perdido todo su valor. En lugar de exigir a los gestores de las entidades tan pésimamente gestionadas responsabilidades patrimoniales y, en su caso, penales, el banco malo comprará sus activos tóxicos, aplicando un descuento medio del 45%, en el caso de los préstamos, y del 63%, si se trata de activos inmobiliarios. El propósito oficial es limpiar los balances de las entidades financieras, transfiriendo los créditos sub-prime a la nueva sociedad gestora de activos (llamada Sareb), y reactivar de nuevo la concesión de crédito, ahora parada por estas entidades zombies que impiden la circulación fluida del dinero fiduciario. El banco malo pagaría los activos tóxicos con deuda avalada por el Estado (también altamente tóxica por la crisis de la deuda soberana española), deuda pública que serviría como garantía, para obtener financiación barata del Banco Central Europeo. Con el tiempo y una caña, el banco malo debería vender los activos inmobiliarios, procedentes de ejecuciones hipotecarias, cuando la situación económica se hubiera normalizado, en un plazo hipotético de 15 años, consiguiendo, en palabras del ministro Montoro, rentabilidades anuales de hasta el 15% (!). El total de activos gestionados por el banco malo no debería superar los 90.000 millones de euros, y sus recursos propios no llegarían ni al 5% de esta cantidad. Eso sí, el Estado pide que los bancos buenos entren en el capital del banco malo (el Banco Santander ya ha decidido ser socio de la sociedad y el BBVA estudia hacer lo mismo), con la intención de que el dinero del rescate bancario, de hasta 100.000 millones, no computen como deuda pública. El banco malo genera un problema de moral hazard o riesgo moral. No es éticamente justificable la apropiación privada de los beneficios, en tiempos de bonanza, y la socialización de las pérdidas, cuando llega la crisis. Los contribuyentes no tenemos por qué pagar el rescate bancario de unas entidades mal gestionadas, que además premian a sus directivos con elevadas remuneraciones, contratos blindados, indemnizaciones y planes de pensiones millonarios. Los ciudadanos y las empresas no sólo sufrimos la falta de crédito, sino que además se nos hace responsables de la firma de unas hipotecas que, ahora nos dicen, nunca deberíamos haber firmado. Cuando se impaguen, por culpa del paro, muchas familias se quedan sin vivienda y siguen arrastrando la deuda pendiente de la hipoteca toda su vida. Es cierto que otros países también han creado sus bancos malos. Suecia lo hizo en la década de 1990, pero en condiciones macroeconómicas radicalmente diferentes a las actuales. La deuda pública del país nórdico suponía sólo el 40% del PIB (38% en 2011, y superávit público este mismo año). Nada tiene que ver, por tanto, con el lamentable estado actual de las finanzas de España (deuda pública del 100% del PIB en 2016 y déficit público anual del 5,2% del PIB en 2015).