LA AUTORIDAD DE PABLO Y EL EVANGELIO

LA AUTORIDAD DE PABLO Y EL EVANGELIO Lección 2 para el 8 de octubre de 2011 Cuando Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, escribía sus cartas a la...
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LA AUTORIDAD DE PABLO Y EL EVANGELIO

Lección 2 para el 8 de octubre de 2011

Cuando Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, escribía sus cartas a las distintas iglesias, usaba los materiales habituales de su tiempo (el papiro), así como el formato usual que se utilizaba en su tiempo a la hora de redactar una carta: 1) Un saludo inicial, que mencionaba al remitente y al receptor, y una salutación. 2) Palabras de agradecimiento. 3) El cuerpo principal de la carta. 4) Declaraciones finales.

Sin embargo, en la carta a los gálatas Pablo omite el segundo paso y pasa directamente al cuerpo principal de la carta, usando palabras muy duras, pero con amor, hacia sus lectores. ¿Por qué?

Gálatas 1:1-5

Gálatas 1:10-12

Salutación y defensa de su apostolado

El verdadero evangelio

Gálatas 1:6-9

Gálatas 1:13-24

“Un evangelio diferente”

Defensa de su apostolado

“Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo” Romanos 1:7 1 Corintios 1:3 2 Corintios 1:2

Gálatas 1:3 Efesios 1:2 Filipenses 1:2

SALUTACIÓN

Colosenses 1:2 1 Tesalonicenses 1:1 2 Tesalonicenses 2:1

Usando su saludo habitual, Pablo desea a los gálatas GRACIA y PAZ. Con estas dos palabras, describe de forma sucinta la esencia del evangelio. “No importa cuánto pudiera sentir Pablo la apostasía de los gálatas, no por eso los amaba menos. Su sincero deseo era que recibieran la gracia que llega hasta los hombres desde Dios como una dádiva por medio de la fe en Jesucristo. La preocupación de Pablo en esta carta es grabar en los gálatas la gran verdad de que la justificación proviene de Dios como un favor. Nunca puede ser ganada por obras, sino sólo creyendo en el sacrificio expiatorio de Cristo. Cuando el pecador recibe esa gracia, disfruta de paz” (Comentario bíblico adventista, sobre Gálatas 1:3)

Gálatas 1:1-5, 13-24

Los judaizantes que predicaban en Galacia decían de Pablo que no era un apóstol con la misma autoridad de los doce. Esta afirmación implicaba que, si Pablo era un apóstol ordenado por los hombres, su carta no tenía autoridad divina y, por tanto, su mensaje debía ser rechazado. Por ello, Pablo defiende desde el principio de esta carta, y de forma desacostumbrada, su derecho a ser llamado apóstol.

1. Su llamamiento al apostolado vino directamente de Jesucristo (v. 1, 15, 16) 2. Declara que no tuvo relación directa con los “apóstoles que eran antes que yo” (v. 17) Esto implica que no recibió su autoridad de ellos. 3. Indica que Jacobo, hermano de Jesús, también era apóstol, aunque no era de los doce (v. 19) 4. Pone a Dios como testigo de que sus palabras son ciertas (v. 20) 5. El resultado de su testimonio es que, los que conocieron su conversión, “glorificaban a Dios en mí” (v. 24)

Finalmente, la autoridad de Pablo como escritor divinamente inspirado fue reconocida por la Iglesia. Así, el apóstol Pedro coloca los escritos de Pablo en el mismo nivel de las otras escrituras inspiradas (2 Pedro 3:15-16)

“UN EVANGELIO DIFERENTE” Gálatas 1:6-9

Con la expresión “un evangelio diferente” (versículo 6), Pablo no está diciendo que hay más de un evangelio, sino que había algunos en la iglesia que –al enseñar que la fe en Cristo no era suficiente (Hechos 15:1-5)– estaban actuando como si hubiera otro. Este “evangelio diferente” era predicado por fariseos cristianos que enseñaban la necesidad de circuncidarse y guardar toda la ley de Moisés para poder ser salvo. “Cualquier intento de superponer las obras por encima de la fe como medio de salvación, es una perversión del Evangelio porque niega tanto la necesidad como la eficacia del sacrificio (Comentario bíblico adventista, sobre Gálatas 1:6) de Cristo”

Gálatas 1:10-12 Mediante “la grandeza de las revelaciones” (2 Corintios 12:7), Jesucristo mismo reveló a Pablo el mensaje del verdadero evangelio. Jesús se le apareció a Pablo en el camino de Damasco. Pero ésta no fue la única vez que tuvo revelaciones directas de Jesús (Hechos 18:9; 22:17-18; 23:11; Gálatas 2:2) “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:1-4)

El verdadero evangelio que Pablo predica es la buena nueva de la salvación por fe en el sacrificio expiatorio de Jesús. De acuerdo con Pablo, el evangelio descansa plenamente en lo que Cristo realizó por nosotros mediante su muerte en la cruz y su resurrección de los muertos. La muerte y la resurrección de Cristo hicieron algo que nunca podríamos hacer por nosotros mismos. Quebrantaron el poder del pecado y la muerte, liberando a sus seguidores del poder del mal. “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16)

“Substituir la santidad del corazón y la vida por las formas exteriores de la religión, es tan agradable para la naturaleza no renovada hoy como en los días de esos maestros judíos. Hoy, como entonces, hay falsos guías espirituales, a cuyas doctrinas muchos prestan atención ansiosamente. El esfuerzo premeditado de Satanás procura apartar las mentes de la esperanza de salvación mediante la fe en Cristo y la obediencia a la ley de Dios. En toda época el gran enemigo adapta sus tentaciones a los prejuicios e inclinaciones de aquellos a quienes trata de engañar. En los tiempos apostólicos inducía a los judíos a exaltar la ley ceremonial y a rechazar a Cristo; y actualmente induce a muchos profesos cristianos, con el pretexto de honrar a Cristo, a menospreciar la ley moral y a enseñar que sus preceptos pueden ser transgredidos impunemente. Es el deber de todo siervo de Dios resistir firmemente a estos pervertidores de la fe y, por la palabra de verdad, exponer denodadamente sus errores” Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles, p. 310