JUEVES 01 DE MARZO MATEO 7, 7-12

JUEVES 01 DE MARZO MATEO 7, 7-12 • El evangelio de hoy cita una parte del Sermón del Monte, la Nueva Ley de Dios que nos ha sido revelada por Jesús. E...
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JUEVES 01 DE MARZO MATEO 7, 7-12 • El evangelio de hoy cita una parte del Sermón del Monte, la Nueva Ley de Dios que nos ha sido revelada por Jesús. El Sermón del Monte tiene la siguiente estructura: a) Mateo 5,1-16: La puerta de entrada: las bienaventuranzas (Mt 5,1-10) y la misión de los discípulos: ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mt 5,12-16). b) Mateo 5,17 a 6,18: La nueva relación con Dios: La nueva justicia (Mt 5,17-48) que no busca méritos en la práctica de la limosna, de la oración y del ayuno (Mt 6,1-18). c) Mateo 6,19-34: La nueva relación con los bienes de la tierra: no acumular (Mt 6,1921), no mirar el mundo con una de mirada sufriente (Mt 6,22-23), no servir a Dios y al dinero (Mt 6,24), no preocuparse por la comida y la bebida (Mt 6,23-34). d) Mateo 7,1-23: La nueva relación con las personas: no ver la brizna en el ojo del hermano (Mt 7,1-5); no tirar perlas a los puercos (Mt 7,6); el evangelio de hoy: no tener miedo a pedir cosas a Dios (Mt 7,7-11); y la Regla de Oro (Mt 7,12); escoger el camino difícil y estrecho (Mt 7,13-14), tener cuidado con los falsos profetas (Mt 7,15-20). e) Mateo 7,21-29: Conclusión; no sólo hablar, sino practicar (Mt 7,21-23); la comunidad construida sobre este fundamento quedará bien firme en la tempestad (Mt 7,24-27). El resultado de estas palabras es una nueva conciencia ante los escribas y los doctores (Mt 7,28-29). • Mateo 7,7-8: Las tres recomendaciones de Jesús. Tres recomendaciones: pedir, buscar y llamar a la puerta: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.” En general se pide algo a alguien. La respuesta depende tanto de la persona como de la insistencia del pedido. Buscar se hace orientándose hacia un criterio. Cuanto mejor sea el criterio, tanto mejor será la certeza de encontrar lo que se busca. Llamar a la puerta se hace con la esperanza de que alguien esté al otro lado de la casa. Jesús completa la recomendación ofreciendo la certeza de la respuesta: Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Esto significa que cuando pedimos a Dios, El atiende nuestra petición. Cuando buscamos a Dios, El se deja encontrar (Is 55,6). Cuando llamamos a la puerta de la casa de Dios, El atenderá. • Mateo 7,9-11: La pregunta de Jesús a la gente. “¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? ” Hablando a los padres y las madres de familia, les pide que hagan referencia a la vida de cada día. Entrelíneas, en las preguntas se adivina la respuesta de la gente que grita: “¡No!” Pues nadie da una piedra al hijo que pide un pan. No existe un padre o una madre que dé una serpiente al hijo o a la hija que le pide un pez: “Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!" Jesús nos llama malos para acentuar la certeza de ser atendidos por Dios cuando le pedimos algo. Pues si nosotros, que no somos santos ni santas, sabemos dar cosas buenas a

los hijos, cuánto más el Padre del cielo. Esta comparación tiene como objetivo sacarnos dudas respecto del resultado de la oración dirigida a Dios con confianza. ¡Dios nos atenderá! Lucas añade que Dios nos dará al Espíritu Santo (Lc 11,13) • Mateo 7,12: A La Regla de Oro. "Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas." Este es el resumen de todo el Antiguo Testamento, de la Ley y de los profetas. Es el resumen de todo lo que Dios nos tiene que decir, el resumen de toda la enseñanza de Jesús. Esta Regla de Oro no se encuentra sólo en la enseñanza de Jesús, sino también, de una manera o de otra, en todas las religiones. Responde al sentimiento más profundo y más universal del ser humano. VIERNES 02 DE MARZO MATE0 5, 20-26 “Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (v. 20). Los escribas están orgullosos de su capacidad de interpretar la ley correctamente, y los fariseos están orgullosos de guardar la ley en todo su detalle. Ellos representan el establecimiento religioso de Israel. Jesús retó su autoridad y se convirtieron en enemigos mortales. Hay varios problemas con fariseos y escribas. Buscan para ellos mismos la gloria que le pertenece a Dios (6:2, 5). Honran a Dios con los labios, pero sus corazones están lejos de él (15:8). Enseñan preceptos humanos como si fueran doctrinas (15:9; 23:1622). Fallan en observar los asuntos más importantes de la ley (23:23). Aunque por fuera sean presentables, por dentro “están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad” (23:25-28). Jesús les llama hipócritas en varias ocasiones (6:5, 16; 15:7; 22:18; 23:13-29). Pero no es fácil evitar los pecados de los fariseos. Cuando leemos de ellos, estamos tentados a rezar, “Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres” (Lucas 18:11). Cuando esto ocurre, adoptamos su orgullo espiritual. Versículos 17-20 llevan a la antítesis que prosigue en versículos 21-48, y nos dan un último indicio de la declaración de Jesús que él cumple con la ley y los profetas. En versículo 20, Jesús exige que nuestra justicia supere la de los escribas y fariseos, exigiéndonos mucho más de lo que cualquiera hubiera pedido antes. En versículos 21-48, Jesús elabora y lleva más allá enseñanzas sobre ira, adulterio, divorcio, promesas, retaliación y amor. Lo que exigen estas enseñanzas nos parece tan abrumador que apenas podemos leerlas. Quizá estas enseñanzas son la manera en que Jesús nos hace reconocer lo mucho que necesitamos la gracia de Dios. VERSÍCULOS 21-26: NO MATARÁS 21Oísteis que fue dicho á los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio.22Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare(griego: orgizomenos) locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será culpado del concejo (griego: sunedrio – concejo o Sanedrín); y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego (griego: geennantou puros – Gehenna de fuego). 23Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y

allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti,24Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.25Concíliate (griego: eunoon) con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión. 26De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante(griego: kodranten). “Oísteis que fue dicho á los antiguos” (v. 21a). Jesús utiliza alguna variación de esta fórmula seis veces en este capítulo (vv. 21, 27, 31, 33, 38, 43) – las primeras cuatro aparecen en nuestra lección del Evangelio. En cada caso, Jesús contrasta lo que han aprendido del Tora (“fue dicho”) con su propia enseñanza (“Mas yo os digo”). Al hacerlo, “sitúa su palabra a la par de la palabra de Dios, declarando su autoridad divina para definir de nuevo las exigencias de la ley” (Gardner, 105). “No matarás” (v. 21b). Éste es el sexto mandamiento (Éxodo 20:13; Deuteronomio 5:17) – aunque existe más de un sistema de numeración para los mandamientos. “mas cualquiera que matare, será culpado del juicio” (v. 21c). El Tora distingue entre el asesinato y otros tipos derrames de sangre, y establece un procedimiento para determinar si el derrame de sangre constituye un asesinato (Deuteronomio 17:8-13). Permite y manda la pena de muerte para numerosas ofensas. Permite matar en defensa propia y en guerras llevadas a cabo según la voluntad de Dios. Difiere entre una matanza accidental y un asesinato intencional, tratándolos de manera diferente. La pena por asesinar es la muerte (Éxodo 21:12; Levítico 24:17; Números 35:16-17). “Culpado del juicio” podría referirse a ambos ser culpado de cargos legales y del juicio eterno. “Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare (orgizomenos) locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será culpado del concejo (sunedrio); y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego” (v. 22). Jesús amplía el alcance del mandamiento más allá del acto de asesinar para incluir los pensamientos, sentimientos, y acciones que llevan a la gente a asesinar. Nos reta a confrontar el problema del mal cuando aún reside en nuestros corazones en forma de malos pensamientos y malos sentimientos – antes de que se realice a través de las malas obras de nuestras manos o las malas palabras de nuestras bocas. Nos pide reconciliar con nuestro hermano o hermana para que sentimientos buenos – sentimientos de Dios – sobrelleven los malos sentimientos que residen en nuestros corazones. Una vez que nuestros corazones estén bien, ya no estaremos tentados a asesinar, en vez, seremos motivados por amor, la reacción apropiada hacia nuestro prójimo (22:39) y también hacia nuestro enemigo (5:44). En otro lugar Jesús dijo, “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:11). Cuando sus discípulos pidieron una explicación, Jesús dijo, “Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” (Mateo 15:18-19). Este énfasis en lo que hay detrás del acto – el mal que reside en el corazón y resulta en malas acciones – es la base de lo que Jesús tiene que decir a lo largo de esta sección del Sermón en el Monte. Jesús cita tres sentimientos o comportamientos pecadores: Estar enojado con un hermano o hermana, insultarle y decirle, “¡Fatuo!” (v. 22). “Una fuerte tradición en el manuscrito…añade la frase ‘sin causa’ a continuación de la palabra ‘hermano.’ Generalmente, esta frase se considera una adición más tardía al texto. Sin embargo, sí nos proporciona una interpretación correcta. Existe una

indignación justificada contra el pecado (como Jesús versus los cambiadores de dinero en el templo – 21:12-17), y Dios mismo, furioso y con razón (cf. 18:34; 22:7). Pero es inusual que ira humana no tenga motivación propia sin ser de alguna manera vengativa” (Blomberg, 105-106). Barclay anota que había dos palabras griegas para ira: thumos, que se refiere a una ira fogosa que se incendia y después se apaga – y orge (una ira que arde sin llama), que una persona nutre y mantiene viva. Aquí, lo que Jesús condena es orge – la ira que a propósito guardamos en el corazón por mucho tiempo. Ninguno de estos tres comportamientos (ira, insultar, llamar fatuo a alguien) constituye un asesinato, pero son comportamientos que preceden comportamiento malhechor – las cosas que nos hacen caer fuera de control y llevar a cabo matanzas. Colegios privados han tenido que disciplinar estudiantes que insultan a otros estudiantes, precisamente porque ese comportamiento es lo que ha inspirado matanzas – en masa – en las escuelas. Esos tres comportamientos tienen una característica progresiva. La ira es el primer paso; el insulto el segundo; y llamar a alguien fatuo es el tercer paso. De la misma manera, las penas por estos comportamientos también tienen una cualidad progresiva. • El que está enfadado “será culpado del juicio”(v. 22). Jesús no indica si este es un juicio humano, de Dios, o los dos. No obstante, “culpado del juicio” es la misma pena asociada con el asesinato (v. 21) que incluye ambos el juicio del hombre y el de Dios. Así parece probable que la persona que se enoja quede sometida a ambos. Mientras que podemos preguntarnos si personas están capacitadas para asesorar la ira que reside en el corazón de otra persona, las cortes de hoy, reconociendo la amenaza que presenta la ira para el orden cívico, requieren que personas asistan a clases que les ayuden a controlar su ira. • La persona que insulta a su hermano o hermana “será culpado del concejo (sunedrio)” (v. 22). “Hermano” significa “compañero cristiano.” Esto indica una preocupación especial por creyentes y acciones que puedan hacer daño a la iglesia. Sin embargo, no debemos interpretar esto como si no existieran consecuencias por estar enojado con otros que están fuera de la fe. Después de todo, Jesús nos llama a amar aún a nuestros enemigos y rezar por los que nos persiguen “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (5:44-45). Sunedriopuede referirse a cualquier concejo, pero en el Nuevo Testamento generalmente se refiere al Sanedrín, el grupo regidor más alto de Israel – dirigido por el sumo sacerdote. Ser juzgado por el Sanedrín sería mucho más serio que ser juzgado por una corte o concejo local. • La persona que dice “¡Fatuo!” (griego: more – de donde viene nuestra palabra “tonto”) “será culpado del infierno del fuego” (geennantou puros – Gehenna de fuego). Gehenna (que literalmente significa “valle de Hinnom”) “era famosa durante la época monárquica por el sacrificio de niños en el fuego (cf. 2 Reyes 23:10; Jeremías 7:31). En la época helénica el nombre llegó a utilizarse de manera metafórica para indicar el juicio final por fuego, y así se convirtió en el nombre para el lugar de eterna tormenta para los no creyentes en el Nuevo Testamento” (Myers, 406). En otro contexto, Jesús llama hipócritas y fatuos a los escribas y fariseos (23:15, 17), dando crédito a la idea que el uso de este lenguaje sin justificación es el problema.

“Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente” (vv. 23-24). En versículo 22, Jesús nos pide tomar la iniciativa cuando estamos enfadados. En versículos 23-24, nos pide tomar la iniciativa cuando nuestro hermano o hermana está ofendido (tiene algo en nuestra contra). Entonces, sin importar si tenemos razón o no, hemos de tomar la iniciativa. Jesús nos hace completamente responsables. No debemos culpar a nuestro hermano o hermana. No debemos esperar a que él o ella inicie reconciliación. No debemos requerir que él o ella nos pida perdón. Hemos de iniciar reconciliación aún sintiendo que nos han hecho mal – aunque tengamos otros asuntos urgentes a los que atender – aunque estemos frente al altar de Dios con una oveja en mano. Dar ofrendas en el templo es un deber solemne. La mayor parte de los sacrificios son animales vivos. Traer un animal vivo frente al altar del templo y dejarlo ahí para atender otras cosas llamaría la atención – pero Jesús dice que es más importante cumplir el deber solemne de reconciliar con hermano o hermana (compañeros cristianos). Esto es inusual porque la escritura exige darle a Dios la más alta prioridad en casi cada instancia. Sin embargo, en caso de un desacuerdo, Cristo nos pide que pongamos la reconciliación como nuestra más alta prioridad. Parece que el desacuerdo hace de barrera entre nosotros y Dios – que bloquea la reconciliación con Dios que el sistema de sacrificio pretende efectuar. Por lo tanto, si hemos lograr armonía con Dios, primero necesitamos lograr armonía con nuestro hermano o hermana – y Jesús nos hace a nosotros responsables de tomar el primer paso para que eso ocurra. “Concíliate (eunoon) con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión. De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (kodranten) (vv. 25-26). Este es otro ejemplo de lo que Jesús espera cuando otra persona nos ofende – cuando otra persona nos acusa. “Concíliate” (v. 25). Eunoon es, literalmente, “ser de buena cabeza” o “tener buena cabeza.” “Concíliate” o “haz amigos” o “estate reconciliado” cada uno captura parte de su significado. Como en los ejemplos anteriores, Jesús nos pide tomar la iniciativa para reconciliar con el que nos acusa – hacer lo que podamos para remediar la ausencia de armonía. “en el camino” (v. 25) – aún hay tiempo – antes de echar el tinte – antes de estar ante el juez sin mas oportunidad para negociar. Este es un buen consejo para como tratar a la gente. Haz lo que puedas para arreglar malos entendimientos y para llegar a tratos amigables sin ir a la corte. También, es un buen consejo para cristianos que se encuentran en conflicto uno con otro. Haz lo que puedas para resolver vuestras diferencias antes de perder control de la situación. “porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión” (v. 25). Por un lado, un juez humano podría rendir una sentencia no favorable, y podríamos encontrarnos endeudados, en prisión, o ambos. Por otro lado, el juez y la prisión son metáforas para Dios y el juicio eterno. “De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (kodranten) (v. 26) – hasta que la sentencia esté cumplida por completo, lo cual podría ser mucho, mucho tiempo.

Un kodranten es una pequeña moneda romana con un valor de 1/64º de un denario (Blomberg). Un denario es la paga diaria para un obrero (20:2, 13), así, un kodranten sería la paga de 1/8º de una hora – el equivalente hoy de un dólar o más – no como un penny que hoy consideramos inútil. SÁBADO 03 DE MARZO VERSÍCULOS 43-45:AMAD Á VUESTROS ENEMIGOS 43Oísteis que fue dicho: Amarás á tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo.44Mas yo os digo: Amad(griego: agapate) á vuestros enemigos, bendecid á los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos é injustos.

En versículos 38-41 Jesús nos da imágenes de personas que podríamos considerar enemigos – que nos hacen daño (v. 38) – nos golpean (v. 39) – nos presentan un pleito (v. 40) – nos obligan (v. 41). En cada caso, nos proporciona un remedio específico – “vuélvele también la otra mejilla” – “déjale también la capa” – “ve con él dos.” Ahora, se dirige al principio que incita estas respuestas aparentemente pasivas – el principio del amor. “Oísteis que fue dicho: Amarás á tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo” (v. 43). El Tora requiere que israelitas amen a sus vecinos y que eviten venganzas y resentimientos (Levítico 19:18). También prohíbe la opresión de extranjeros que viven a su alrededor diciendo, “y ámalo (al extranjero) como á ti mismo” (Levítico 19:33-34). Ninguna parte del Antiguo Testamento requiere que israelitas odien a sus enemigos. Odiar enemigos es algo natural, por eso, tal mandamiento no sería necesario (esto sería en el caso de que Dios verdaderamente quisiera que Israel odiara a sus enemigos). En algunas ocasiones, Dios sí pidió a Israel la destrucción de sus enemigos (Números 31:7; Deuteronomio 7:2; 13:15; 20:17; 1 Samuel 15:3), pero eso era para evitar contaminación de religiones paganas y no una expresión de odio. “Mas yo os digo: Amad (agapate) á vuestros enemigos, bendecid á los que os maldicen” (v. 44). Aquí, Jesús utiliza la palabra “enemigos” en plural, ampliando el alcance de este mandamiento. En griego hay tres palabras para amor – eros, philos, y ágape (Barclay también menciona una cuarta palabra – storge). Esto confunde a la gente de habla inglesa cuando intenta comprender la Biblia, porque el significado de “amor” es mucho más amplio e incluye todos los demás significados de las palabras griegas. Eros, una palabra que no se utiliza en el Nuevo Testamento, es un amor romántico o sexual. Philos, utilizado de vez en cuando en el Nuevo Testamento, se refiere al amor fraterno. Ágape se utiliza frecuentemente en el Nuevo Testamento. Ágape es “el amor divino y generoso que hace lo necesario para asegurar el bienestar de su objeto” (Myers, 26). Como tal, ágape es una palabra de acción más que de sentimiento. Una persona que ama con ágape puede tener o no tener sentimientos amorosos hacia el ser querido, pero se preocupará por su bienestar y hará lo posible para ayudarle. Ágape es el amor con que Dios nos ama. Ágape es el amor de una madre para su hijo. Ágape es el amor que hace que un soldado salte sobre una granada para salvar

sus compañeros. Ágape es el amor que hace que un adulto arriesgue su vida para salvar a un niño que se ahoga. Es ágape lo Jesús quiere que tengamos para nuestros enemigos – amor que nos facilita volver la otra mejilla (v. 39) – dar más de lo requerido (v. 40) – seguir la segunda milla (v. 41) – y dar con generosidad a los que piden (v. 42). “Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (v. 45a). Puede que ágape avergüence a nuestro enemigo de tal manera que quiera hacerse amigo nuestro, pero, de ninguna manera Jesús sugiere que éste es el motivo detrás del amor hacia nuestros enemigos. Ágape no se trata de una estrategia inteligente para mejorar nuestra situación, en cambio, busca ayudar al prójimo a mejorar su situación. Jesús pide que mostremos ágape hacia nuestros enemigos “para que (seamos) hijos de (nuestro) Padre que está en los cielos” (v. 45). Esto parece decir que nos convertimos en hijos del Padre Celestial al mostrar ágape. Esto es verdad en un sentido, pero Jesús no pide que aseguremos nuestra salvación amando a nuestros enemigos. En vez, la idea es demostrar ágape hacia nuestros enemigos, y así actuar como verdaderos hijos e hijas de nuestro Padre Celestial, que también ama sus enemigos. Como un ejemplo: Un hombre bondadoso y generoso tiene dos hijos. Uno crece a ser bondadoso y generoso como el padre. Ese hijo es un hijo verdadero de su padre. El segundo hijo, sin embargo, rehúsa las costumbres de su padre y se convierte en un hombre malhumorado y codicioso. Ese hijo es un hijo errante. Es de esperar que el padre se agrade con su hijo verdadero y que no se agrade con su hijo errante. El padre puede amar al hijo errante y sentir alegría por alguna parte de su vida, pero no estará contento con sus costumbres codiciosas y malhumoradas. Jesús pide que seamos verdaderos hijos e hijas de nuestro Padre en el cielo – un padre que ama a nuestros enemigos – un padre que ama hasta a sus enemigos. Jesús pide que agrademos a nuestro Padre amando a nuestros enemigos. “que hace (Dios) que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos é injustos” (v. 45b). Vemos esto cada día. El sol no solo alumbra al sembrador justo y niega su luz a su vecino injusto. La lluvia no respeta líneas de propiedad, pero cae sobre la tierra sin discriminar, sin importar su dueño. Así también el sol ilumina los campos de los justos y los injustos al mismo tiempo. Algunas personas trabajadoras, honestas, bondadosas, y gentiles tienen mucho éxito, pero a otros no les va nada bien. Hay canallas que se enriquecen, viven vidas largas y saludables, y tienen a muchos que lamentan (o que quizá solo observan) en sus funerales. Podemos creer que no hay justicia, pero Dios dispone de toda la eternidad para cumplir justicia. Gente rica a menudo acepta su riqueza como señal de que Dios aprueba de sus vidas. Este versículo, sin embargo, dice que “¡no tiene que ser así necesariamente!” VERSÍCULOS 46-47:SI AMAREIS Á LOS QUE OS AMAN 46Porque si amareis á los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publícanos?47Y si abrazareis á vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los Gentiles?

“Porque si amareis á los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publícanos?” (v. 46). Jesús nos recuerda, sin embargo, que amar a quienes nos aman no requiere nada especial. Hasta personas malas aman a quienes les aman. Si solo amamos a los que nos aman, no somos mejor que esa gente mala y no podemos esperar ningún favor de Dios. “Y si abrazareis á vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los Gentiles?” (v. 47). El saludo judío, shalom (paz), transmite una bendición de Dios, y consiste de algo más que un saludo superficial. La persona que solo da la bendición a sus familiares más cercanos no rinde ningún servicio inusual – no demuestra ninguna espiritualidad especial. Hasta que los gentiles – considerados analfabetos espiritualmente y en bancarrota moral – tienen algo bueno que decir de sus propias familias. Dios espera que nosotros – sus hijos – hagamos más de lo que hace esta gente común y corriente. Dios espera que demos la bendición a nuestros enemigos.

VERSÍCULO 48: SED PERFECTOS 48Sed, pues, vosotros perfectos (griego: teleioi – perfectos, enteros, completos, maduros, llenos), como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. “Sed, pues, vosotros perfectos.” Jesús concluye este pasaje difícil con este versículo difícil. Parece exigir que estemos sin pecado. Parece elevar sus expectativas a una altura imposible y después requerir que las alcancemos perfectamente. Parece que no hay ninguna esperanza de gracia – ninguna esperanza de llegar a estos estándares imposibles que Jesús presenta en este pasaje. Parece que nos está atrapando en una esquina de la que no podemos escapar. Sin embargo, eso no concordaría de ninguna manera con su intención de salvarnos de nuestros pecados. Pero aquí, ‘perfecto’ se traduce como ‘maduro, entero’ es decir, amar sin límites… Jesús no pretende frustrar a sus oyentes con un ideal inalcanzable, en vez, les reta a crecer en obediencia a la voluntad de Dios – a hacerse más como él” (Blomberg). Hare anota que el verbo expresa el futuro y que sería mejor traducido como, “Serás perfecto.” Lo compara con Levítico 19:2 que dice, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.” Esto no se trata de algo que ya hemos logrado, sino la meta que Dios quiere que alcancemos. “No es que la santidad del hombre y la mujer es idéntica a la santidad de Dios, pero que sí habrá una correspondencia. Igual que somos creados en la imagen divina, así se nos presenta la oportunidad de imitar la sinceridad moral de Dios” (Hare, 61). Pero también es una promesa que, por la gracia de Dios, lo imposible será posible. “En el nuevo mundo, Dios regenerará todas las relaciones. El Jesús de Mateo instruye a los discípulos para que vivan en el presente, sacando fuerzas del nuevo mundo que ya está en función” (Allen, 40). DOMINGO 04 DE MARZO MARCOS 9, 2-10 EL CONTEXTO: CAPÍTULOS 8-9

El relato de la transfiguración está localizado casi exactamente a la mitad de este evangelio, y es el clímax de su punto decisivo, que comenzó con la confesión de Pedro (8:29). Hasta aquí, Jesús ha estado enseñando y sanando. Ahora comenzará su jornada hacia Jerusalén, donde morirá. Inmediatamente antes de la transfiguración, Pedro confiesa que Jesús es el Mesías (8:27-30), y Jesús predice su muerte y resurrección; a la que Pedro expresa serias objeciones (8:31-33), y después Jesús comienza a enseñar a sus discípulos la naturaleza sacrifica del discipulado (8:34-38). Después de estas palabras de sacrificio y muerte, la transfiguración reafirma la identidad de Jesús, revela su gloria, y llama a los discípulos a que lo escuchen. “Significó la validación de Jesús, que la interpretación de Jesús del papel del Mesías era verdad, que a pesar del impacto que la proclamación de sus propios sufrimientos y cercana muerte les causó, él era el Señor ungido, ‘mi hijo amado’” (Luccock, 775). La sección de este Evangelio en que se relata la transfiguración está unida por ambos lados por la sanidad de un ciego (8:22-10:52); pero los discípulos permanecen ciegos durante todo el episodio. Pedro tiene un buen principio al identificar a Jesús como el Mesías (8:29), pero su respuesta a la predicción de Jesús sobre su muerte dejó claro que Pedro esperaba un tipo diferente de Mesías del que Jesús ofrecía. “La confesión de Pedro usa las palabras correctas, pero con el significado equivocado” (Craddock, 127). Durante la transfiguración misma (vv. 2-9), Jesús no dice ni siquiera una palabra. En 9:1 donde concluye la sección, sin embargo, y donde Jesús predice su muerte y resurrección, Jesús promete, “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios que viene con potencia”. De cierto, en la transfiguración, Pedro, Santiago y Juan, tienen una pequeña prueba de la gloria del reino. Algunos han propuesto que el relato de la transfiguración es realmente una aparición de la resurrección que Marcos colocó fuera de secuencia en este Evangelio (Mateo y Lucas usan el evangelio de Marcos como una de sus principales fuentes, así que podemos esperar que estén de acuerdo con el relato de Marcos). Pocos estudiosos apoyan esta idea hoy día. En otros relatos de la resurrección, ningún profeta del pasado acompaña a Jesús; Jesús es el que habla y no una voz que viene del cielo; y no existe ninguna mención de su deslumbrante ropa o rostro. La transfiguración, entonces, “no puede ser convincentemente interpretada como un relato de la resurrección que se puso en el lugar equivocado” (Hooker, 214). Inmediatamente después del relato de la transfiguración, Jesús y los tres discípulos descienden del monte y enfrentan una posición muy diferente de la del monte: una multitud reunida alrededor de un muchacho con un espíritu que lo sacude con violencia. Los discípulos que permanecieron al pie del monte no han podido sacar a ese espíritu, así que Jesús lo hace. El problema de los discípulos es la falta de fe y oración. VERSÍCULOS 2-4: Y FUE TRANSFIGURADO DELANTE DE ELLOS 2Y seis días después tomó Jesús á Pedro, y á Jacobo, y á Juan, y los sacó aparte solos á un monte alto; y fue transfigurado (griego = metemorphothe, fue cambiado o transformado) delante de ellos. 3Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy

blancos, como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. 4Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Este relato tiene un buen número de asuntos en común con la historia de Moisés en el Sinaí (Éxodo 24-34). En el relato del Éxodo, Moisés es acompañado por tres hombres (Éxodo 24:9; Marcos 9:2); una nube cubre el monte por seis días, y Dios habló desde la nube (Éxodo 24:16; Marcos 9:2, 7); Moisés vio, al menos en parte, al gloria de Dios (Éxodo 33:17-23; Marcos 9:3); el rostro de Moisés brillaba con una luz deslumbrante (Éxodo 34:30; Marcos 9:3); el pueblo de Israel tenía miedo (Éxodo 34:30); y al bajar del monte Moisés encuentra a “discípulos” sin fe (Éxodo 32:7-8; Marcos 9:14-29). “Después de seis días, por supuesto, significa que este episodio se lleva a cabo en el séptimo día. El numero siete es de los favoritos de los escritores judíos del primer siglo para indicar la presencia y propósito de Dios” (Allen, 32). Pedro, Jacobo y Juan constituyen el círculo íntimo de Jesús. Jesús los escoge para acompañarlo en momentos particularmente sensibles, como la sanidad de la hija de Jairo (5:37), sus profecías escatológicas (13:3), y el Getsemaní (14:33). Marcos enfatiza doblemente que, en el monte de la transfiguración, Jesús lleva a estos tres “aparte solos” (v. 2), con la soledad apuntando a un evento de gran importancia y significado. El lugar que es el monte (v. 2) es más significativo teológicamente que geográficamente. El monte Hermón llena mejor la descripción de este monte, pero Marcos no considera importante decirnos el nombre. Los montes altos son lugares donde el pueblo se encuentra con Dios. En este evangelio, Jesús sube montes para llamar y enviar a los doce (3:13), y para orar (6:46). En este monte alto, Jesús se transfigura (griego = metemorphothe, ser cambiado o transformado) delante de ellos. Esta es la palabra griega de donde obtenemos nuestra palabra metamorfosis, que usamos para describir el proceso por el que una oruga se convierte en una mariposa, una dramática transformación. “El verbo solamente aparece cuatro veces en la Biblia en griego (Mateo 9:2; Mateo 17:2; Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18), y en cada una de ellas denota una transformación radical… En el relato de Marcos sobre la transfiguración, methamorphoun no significa un cambio en la naturaleza de Jesús, sino más bien una transformación visible de su apariencia externa para que esta estuviera de acuerdo con su naturaleza” (Edwards, 263). La ropa de Jesús resplandece, se vuelve como la nieve, muy blanca como la del Anciano de días en Daniel 7:9. En ese relato, “he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad, é hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá”. (7:13-14). Marcos también usa la frase, Hijo del Hombre, en su relato de la transfiguración (9:9). Note también las semejanzas entre la descripción del Hijo del hombre en Daniel y esta descripción de Jesús en Filipenses: “Por lo cual Dios también le ensalzó á lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11). Este destello de la gloria de Cristo habla más fuerte que cualquier palabra que promete a estos discípulos que la predicción de Jesús sobre su sufrimiento y muerte difícilmente es todo el cuadro. Jesús pasará por el sufrimiento y la muerte al igual que sus discípulos, pero su destino final será la gloria.

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