JUAN JACOBO BIBLIOGRAFIA

LA REFORMA POLITICA 39 del Estado, de los partidos políticos o de las empresas financieras. Diario como \ L'Univers, Le l'emps, Le SoleiI, y algunos...
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del Estado, de los partidos políticos o de las empresas financieras. Diario como \ L'Univers, Le l'emps, Le SoleiI, y algunos más, serán con el tiempo la excepción, no la regla general. Si en países ilustrados como Francia, indebida tolerancia oficial permite a la prensa degradarse lastimosamente, a pesar de los severos castigos con que a veces la justicia le recuerda que todavía se encuentra bajo el ojo vigilante de la ley; si en Alemania, y aún en Inglaterra, los órganos de publicidad ,se mantienen dignos y decor'osos sólo por efecto de restricciones inflexibles; mal puede comprenderse que en naciones atrasadas se' pida- para ellos la inmunidad completa. Los malos instintos humanos son unos mismos en todas partes; pero donde la cultura y la educación política adolece nde imperfección lamentable, es en extremo peligroso e inexcusable poner el gobierno y las autoridades, la sociedad y los individuos, a merced de gentes sin lastre moral, quienes, por manejar, bien o mal, una pluma, secren con el triste privilegio de hacer conocer sin reserva3 su malevolencia o enojo. La prensa que se envilece o se torna en vocero de las malas pasiones y en heraldo de la calumnia, es corrupción y escándalo; y ninguna sociedad cristiana está en el caso de prestarle amparo alguno. Esta verdad elemental no debe jamás olvidarse entre nosotros, para enmienda saludable de los mismos que se empeñan en volver al desborde de otros tiempos. BIBLIOGRAFIA

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JUAN JACOBO Como más de una vez lo hemos hecho notar en estas columnas, el fin de este siglo parece ser de general reacción respecto de hombres y cosas. Hoy le toca el turno a Rousseau. Como precursor de la revolución y del romanticismo, hasido el héroe de un doble culto en Francia: po-

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lítico y literario. Para unos es el ídolo de Robespierre, el modelo de Saint-Juts; para otros, el predecesor de Chateaubriand, Vigny y Lamartine. Aún en Inglaterra se pusieron de moda Las confesiones, después que George Eliot, dijo que era las más fascinadora lectura literaria que podía encontrarse. Pero el juicio, ya lejano, del célebre doctor Johnson, quien comparó a Rousseau a los más perversos rematados, comienza a hacerse camino de nuevo. En un ensayo reciente de M. Ferdinand Brunetiere antipático a la literatura del Ego, le dio una buena tunda. Y ahora M. Arthur Chaquet, en su "J. J. Rousseau" sin la mayor atención habla para dejar en el espíritu del lector una impre8ión marcadamente desfavorable al gran hombrecito de Ginebra. Fuera de duda nos parece que este hombrecito, ante todo, fue un mentiroso sin tasa. Sus Confesiones,con todos sus humos de sinceridad, no pasan de novela. El retrato de sí mismo es pura petulancia. Mintió con referencia a Mm. de Warens, mintió acerca de Teresa Vasseur, mintió respecto de sus . funciones diplomáticas en Venecia. De vez en cuando aún reconoció que había mentido, que había confundido hechos y lugares y narrado sucesos no por haber ocurrido sino por parecerle verosímiles. Sus Confesiones no son sinceras revelaciones de sí mismo, sino fantasías. El hombre, por otra parte, era grotesca e insensatamente vano. No tuvo empacho en decir que toda Europa estaba asombrada con el vigor de su pluma; que sus libros eran los únicos que habían conmovido corazones; que ningún filósofo había meditado más profunda y provechosamente, o publicado más libros en tan corto tiempo; que ciertas partes de la Nueva Eloísa, son obras maestras de estilo; que deben levantarse estatuas al autor del Emilio; y que "cuando yo muera, el poeta Juan Bautista Rousseau será ciertamente un ~an poeta, pero no ya el gran Rousseau."

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Aun en su propia exhibición, fue conjunto de contradicciones. Tímido e impertinente, vergonzoso y cínico; atacaba a los grandes y pasaba la vida con ellos; celebraba la delicia de ser independiente y vivía de ordinario a expensas del prójimo; elogiaba la vida de las cabañas y prefería vivir en palacios; exaltaba la alegría del hogar doméstico y rehuía cumplir sus deberes de padre; acariciaba a los hijos de los otros y enviaba los suyos al hospicio; mostraba entusiasmo por el sentimiento de la amistad y no era amigo de nadie. Pero algo, en justicia, debe decirse a su favor. No tuvo madre, fUe abandonado por su padre, y recibió educación de una mujer completamente corrompida. Si gustó en demasía de chismes de baja escala y careció de buen gusto, hay en equidad de recordar, como defensa, la circunstancia de que fue lacayo en su mocedad y nunca pudo por entero emanciparse de ese pecado original. La moraleja de esto y el resumen es que fUe un hombre infortunado más digno de lástima que de odio. "Me preguntáis -dijo Federico a Voltaire- ¿ qué pienso de Rousseau? Os contesto que debemos tener compasión de los infelices. Solamente los duros de corazón se la niegan." Los literatos particularmente deben tener indulgencia con su memoria por otro motivo: que fue maestro de estilo, de sentimental estilo. ¿No ha dicho alguno que la música de Chopin sólo conviene a las neuróticas duquesas? Tal podría acaso decirse también de la prosa de Juan Jacobo. M, Chuquard agrega que los sustantivos favoritos de esto son ternura, atractivo, delicia, emoción, expansión, éxtasis, felicidad, goce; sus verbos: afectar, enternecer, ablandar, suspirar; sus adjetivos~. cariñoso, celeste, encantador, dulce, delicioso, expansivo, lánguido, arrobador, tierno, patético ... Los que estas líneas trazamos acogiendo juicios hasta cierto punto ajenos, tuvimos por primeras lecturas, entre otras pocas, como las Ruinas de Palmira, los Pensamientos de Rousseau. D~ las

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Ruinas nada absolutamente nos quedó impreso; pero de los Pensamientos, conservamos, a través de medio siglo, numerosos recuerdos. El capítulo dedicado a Dios se nos grabó con caracteres indelebles, y podríamos trasladarlo en este momento íntegro al papel. Es un capítulo lleno de unción y elocuencia. . . ~ Rousseau no improvisaba. Era, pues, pensador profundo, serio, exacto hasta donde lo permitía su exceso de imaginaci6n y su sensibilidad de mi· mosa púdica. Se sabe que copiaba repetidas veces sus manuscritos antes de darlos a la imprenta, y aún entonces' se notan en ellos emiendas numerosas. Lo mismo se asegura de Renán, también maestro de estilo, y de Víctor Hugo el poeta coloso. M. Thiers, jamás dejaba publicar sus largos .discursos sin corregirlos prolijamente en la oficina de los taquígrafos. La influencia que Juan Jacobo ejerció en la sociedad y en las letras fue incalculable. Su Contrato Social dictó el programa íntegro de los jacobinos, y fue el Sagrado Texto de la Revolución. En 1840 nuestros "gólgota s" lo citaban con frecuencia, pues en 1849 comenzó para nosotros una época de ja~ cobinismo sin guillotina, pero no incruento, de la cual no hemos salido enteramente. En el libro del Contrato Social no hay declamaciones, como es costumbre en Rousseau. Es un libro austero, implacable, punzante como un florete. Su estilo es sobrio, grave, cuajado de máximl:'.s frías, impersonales a manera de revelaciones de oráculo. La sensibilidad no figura allí por nada -todo es esfuerzo de razón-o "Nada parece que este libro haya sido escrito en Francia -dice un francésporque tiene un aroma extranjero, salvaje aún. Podría tomarse por un producto de La Esparta de Licurgo, o de la Ginebra de Calvino, que fue donde nació el autor. Na~ido republicano, condecorado por segunda vez, y ruidosamente, con la categoría de ciudadano de dicha ciudad, fan.ático lector de Plutarco quien glorificó a los Li-

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curgos, a los Cleomenes, a los Brutos, y a los Gracos, ¿ podía él contentarse con las tímidas reformas propuestas por Montesquieu '! Desde las primeras líneas del Contrato lo dice todo: El derecho política está aún por nacer, y es probable que llunca aparezca. , .'~ Quiso decir que jamás se haría a la masa popular justicia, "porque ella nada tiene que dar". "¿ Cómo habrán de sostener sus derechos tales gentes ?" Referíase a Hobbes, a Gracia, a Mont~squieu, nada menos, Se sabe cuáles la doctrina del Contrato Social. Una especie de socialismo, como punto de partida de los gobiernos o fuente de su legitimidad. No acepta ni la inspiración divina como causa de las asociaciones, ni la patria potestad ensanchada, ni el derecho del más fuerte; y se refugia en un contrato voluntario como si se tratara de compañías anónimas. No se fija en el instinto social innato en los seres destinados por Dios a la vida colectiva, aunque haya ejemplos semejantes en el mundo animal que obedece ciegamente a leyes naturales. El instinto en su aplicación y desarrollo da n~cimiento y perfección a la ciencia y al arte de la política. El más hábil para dirigir y defender la tribu toma el mando, y es obedecido de hecho. Como en los movimientos populares, o los casos de grandes desastres, surgen en las colectividades los hombres de más aliento y de más abnegación en cuyo alrededor se agrupa la muchedumbre que nada substancial puede hacer sin guía. La herencia y la elección vienen posteriormente; pero Dioses siempre la suprema causa; así todo gobierno puede exactamente llamarse de derecho divino. Pero la época era de renovación, y el Contrato Social vino a ser la fórmula necesaria para dar impulso y sentido al movimiento revolucionario; y de ahí la gran boga que obtu~o casi desde su aparición el fantasioso libro cuajado de paradoju.

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es hoy en las bibliotecas lo que el papiro egipcio donde nada alcanzó a leerse. El crítico de la obra de M. Chuquard, se da cuenta del enorme efecto del Contrato Social, y habla asimismo del producido por la generalidad de los escritos de Rousseau. Encuentra en el Emilio las animadas opiniones de todos los educacionistas teóricos desde Froebel hasta Herbert Spencero Le atribuye las inspiraciones de Bernardin de Saint-Pierre, Chateuabriand y George Sand en lo concerniente-a pintura de la naturaleza. El Werther, de Goethe, surgió de Eloísa. Cita como trabajo que no ha envejecido, la Carta sobre los es· pectáculos, dirigida a D'Alambert contra el proyectado establecimiento de un teatro en Ginebra. Según Rousseau, el teatro lejos de mejorar las costumbres las empeora, lejos de edificar, desmorona. En esto hay exageración, como en todo lo demás del célebre misántropo. Para su época Rousseau puede considerarse un espíritu profundamente religioso aunque independiente de ritos. El fue quien creó la frase Religión Natural, el culto directo, la oración sin intermediario, pero no la oración que pierde. Antes bien, que solicitud debe elevarse a Dios un himno de reconocimiento. Cree en Jesús: "Si la muerte de Sócrates fue la de un sabio, la muerte de Cristo fue la de un Dios", citamos de memoria del libro de los Pensamientos. El terremoto de Lisboa que inspiró al autor de las Ruinas, lo turba, pero sin emponzoñar su conciencia. El enigma del mundo le parece amargo y cruel, pero sin sumergirlo en las tinieblas del escepticismo. El orgullo y el amor propio lo dominaban por entero, y tal vez la envidia. Alma hondamente apasionada, sensible, móvil, es la contradicción y versatilidad permanentes. No se puede sacar de sus palabras un cuerpo de doctrina bien definido. Siente, sufre, descqp.fía, parece amar, pero no ama. Respondía sin duda a la secreta necesidad un profundo cambio social y político. Pasada su hora,

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Puede ser que las inexactitudes de las Confesiones sean obra de su imaginación y no de la mala fe. En el fondo hay egoísmo implacable, y sus hechos a cada paso desmienten sus palabras. Era adversario del teatro, y sin embargo, todo en él es escénico, teatral, enfático. Así pudo ejercer vasta y poderosa acción, en su agitado siglo, como él, desequilibrado y neurótico. Las mujeres, sobre todo devoraban con avidez sus escritos donde la pasión febril transpiraba como el contenido de porosa ánfora. Madame de Stael y Madame Roland fUeron subyugadas por aquella plétora de sentimiento indomable. La primera decía no consolarse de. no poder aliviar semejante corazón. MadameRoland, más enérgica, lo tomó por ideal de su república. La Asamblea Constituyente le decretó en 1790 una estatuta de piedras de la Bastilla, y en 1794 sus restos se trasladaron al Panteón, de donde fueron sacados y arrojados ignominiosamente en 1815. Se cree que murió suicidado, y el terror en que vivió en sus últimos años, presa del "delirio de la persecución", hacen verosímil tal conjetura. Para el concienzudo análisis su obra toda fue de circunstancias, perecedera, y el mayor título a qUé puede hoy aspirar su memoria, concediéndose mu. cho, es el de loco sublime. No se comprenden hoy los versos entusiastas de Bachaumont: Rosseau, prenant toujours la nature por maitre, Fut de l'humanité l'apotre et le marlyr.

Sin embargo, durará como objeto de curiosidad para las letras; y como símbolo de una época de conmoción para la historia. LAS MISERIAS DE LA OPULENCIA Así podemos expresarnos con motivo de los hechos que han sido puestos en claro en el reciente Congreso Agrícola de Londres. Figuraron allí como dos mil miembros entre propietaHos teritoriales, hacendados, delegados, etc., siendo muchos de ello.

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o grandes señores y ricos inteligentes dueños de predios, o arrendatarios de éstos. Púsose en claro, sin discrepancia, la decadencia de la industria rural en el Reino Unido. M. Chaplin -presidente del board de agricultura en el Ministerio de lord Salisbury -hizo la exposición de los sufrimientos. El valor de la producción agrícola británica ha disminuído en más de 400 millones de pesos. El quarter de trigo que se vendía a 50 francos, se vende hoya 31,50 y pronto bajará hasta 25. Así se explica que dueños y arrendatarios vengan desde 1889 perdiendo como un tercio de sus habituales ganancias y la mano de obra un 10 por 100 del salario que antes recibía, y era ya muy módico como es sabido. Los hacendados están por lo mismo viviendo de su capital, y los landlores, que no tienen otros ingresos, declaran hallarse en apuros para subvenir a sus necesidades ordinarias. El cultivo de pastos sufre también como el de cereales, y dentro de poco habrá que abandonar las tierras que no sean muy feraces. No se trata de lo que haya sucedido en uno o ds años, sino en todo un ciclo de labor rural. He aquí -a mayor abundamientouna lista de las importaciones de productos agrícolas en 1891: Queso . Mantequilla .. Manteca .... Aves . Jamón . Cerdos . Papas . Huevos . Manzanas . Varios

.1:

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4,813,404 11,591,183 1,720,051 743,960 9,441,761 598,657 1,196,824 3,505,522 1,033,997 3,558,203

Estos artículos podrían haberse producido dentro del país, y llegan del extranjero. Importan

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por junto más de 38 millones de libras, y 3e calcula que este valor excede en mucho al valor de las exportaciones británicas para Australia, Nueva Zelandia, Tasmania y América del Norte. E!lta es observación de un competente y titulado escritor en la Nineteenth Century. Sabemos -agregade haciendas devueltas a los propietarios porque no compensan los gastos de producción y que se convertirán de consiguiente en predios inútiles. ¿ Por qué depresión tan marcada, cuando los productos del tamo sí tienen excelente demanda? ¿ Qué se diría de un gremio de manufactureros que, teniendo a manos obreros competentes y materias primas, no acertara a fabricar lo que encuentra salida amplia en los mercados 'internos? Hay artículos que se venden mejor que antes, y, a pesar de esto, se importan hoy, en gran parte, de otros países como se ha visto. ¿ Cuáles son las causas del mal? M. Chaplin indicó varias; pero se detiene en tres: el precio de los arrendamientos, el régimen del libre cambio y el sistema monetario monometalista. Al primero no se atribuye empero por conocedores de mayor importancia, puesto que el precio de los arrendamientos ha tenido generalmente una reducción de 50 por 100, y a veCes aún se ha concedido la tierra por nada. Lord Leicester, que es autoridad, ha formado la estadística del asunto, y demostrado que él y sus predecesores han invertido más de 25 millones de francos en mejorar sus dominios para recibir en 1891 una renta equivalente a 575.000 francos anuales, mientras que en 1878 esa renta era de un millón. De donde se sigue que sólo casa el 21/2 por 100 de lo gastado en mejoras, y cero por la tierra. El peso de las contribuciones, mayor en Inglaterra que en los países que le hacen competencia, es, parece, factor deci!¡ivo o uno de los principales. Se vuelven loe ojos a la protección aduanera para que disminuya la. competencia, y M. Chaplin

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no vacila, con todos sus inconvenientes, en prefe-. rirla temiendo más que a esa palinodia a la ruina de la agricultura nacional, bien que comprende las dificultades de gravar artíclllos alimenticios. (Aflicción al afligido). Todos los grandes diarios se pronuncian contra la enorme herejía. Cierto es que cualquier medida encaminada a elevar el precio de los alimentos -trigo, cebada, avena, etc.-, es contraproducente, pues, que la ganancia del producto rural significa entonces escasez para la masa general de consumidores; y el más elemental desapasionado criterio tiene que reconocer lo falso del arbitrio. Aceptamos la protección com~ medio temporal de implantar industrias desconocidas -yen esto conviene un economista de vuelo tan libre como Mill- pero la protección de que ahora se trata en Inglaterra, según se ha dicho, es a toda luz indefensable, y, de seguro, que no tendrá acogida en el parlamento, aunque los ingleses hayan puesto, en estos últimos tiempos, más de una sordina al tambor libre -cambista, tan sonoro hace cerca de medio siglo- es decir, cuando nada temían de las fábricas extranjeras, ni se había pensado en ley Mac-Kinley. El mismo M. Chaplin presiente la improb~bilidad de que se adopte el gravamen aduanero/indicado, y se fija más seriamente en el bimetalismo, que es para gran número de ingleses otra enorme herejía. (No para nosotros desde luego). El Spectator, que es principista, conviene, en globo, en que hay poco volumen de oro para el ensanche y actividad de las transaciones en la esfera, cada día mayor, de los intereses económicos; pero el respeto a derechos adquiridos, tan relacionados con la estabilidad de la moneda, será eterno obstáculo para la aceptación en Inglaterra del doble tipo. Se presient« si que a fuerza de excluír la plata el oro encarece realmente, y toda: operación de crédito se hace más onerosa para los deudores que constituyen la gran mayoría. l?dr.

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lo primero ee ve más que lo segundo generalmente. Así, entre nosotros, los adversarios sistem&ticos del papel moneda se detienen en las fluctuaciones de éste -aunque sean moderadas'1 cierran los oj os' herméticamente respecto de las que sufre notoriamente el metal blanco. Desde 1872 o ·1873 este metal ha perdido 14 puntos, es decir, que de 62 peniques la onza ha bajado hasta 38 o poco más, que es su último precio en Londres. En meses pasados pudo creerse que Inglaterra adoptaría el bimetalismo, pues su comercio con la India así parecía, y aún parece, exigirlo; y entendemos que M. Goschen --el ex-Ministro del Tesoro- era de esa opinión; pero las palabras de l\I. Rothschild, delegado del actual gabinete británico en la Conferencia Monetaria de Bruselas, no dejan campo a la esperanza. "Se propone -dijoque se abran todas las casas de moneda o una parte de ellas de Europa a la libre acuñación de la plata, y también que se establezca la relación de valor entre los dos metales preciosos; pero, ¿ los bimetalistas han pensado en lo que de ahí resultaría? Evidentemente resultaría que el billete del Banco de Inglaterra dejaría de representar piezas de oro y sería pagadeto, con el metal depreciado, porque ese Banco no podría jamás pagarlo con oro teniendo al propio tiempo que comprar una ilimitada cantid8.d de plata. En otros términos: los 25 millones de libras esterlinas que componen la reserva metálica del Banco desaparecerían para Ber remplazados con plata ... Si se tiene en cuenta que el conjunto del comercio de Inglaterra y una gran parte del comercio de los otros países giran letras de cambio sobre Londres pagaderas naturalmente en oro, tendrá por necesidad que convenirse en que la generalidad del globo hace sus transacciones con oro, y que realmente el doble tipo no funciona, en sustancia, ni aún en loe países que pretenden haberlo aceptado."

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Francia ciertamente -a quien se dirige la alusión de preferenciacualquiera que sea el carácter de sus leyes monetarias, es en verdad prácticamente monometalista; porque la plata no es allí más que moneda fracionaria, y ya no se acuñan piezas de ese metal. Alemania, Austria, Hungría y los países escandinavos siguieron en la Conferencia la impulsión de Inglaterra. Se teme a la instabilidad de la rata de los cambios, más aún que 3, la constante alteración del precio de las mercaderías, según parece. Inglaterra, conservando el tipo único, deseaba no obstante, agradar a los Estados Unidos, que no saben qué hacer con el "elefante blanco", de los millones de plata .que tienen comprados por la influencia de sus poblaciones mineras; y deseaba, asimismo, naturalmente, me.i orar la situación monetaria de la India. .. y M. de Rothschild presentó, al efecto, un plan destinado a impedir la progresiva depreciación de la plata por compras periódicas y aumentos de la suma d~ recibo obligatorio del metal blanco; 5 libras, por ejemplo, en lugar de 2; pero todos los expedientes fueron desechados, y, como es sabido, la Conferencia nada hizo, aplazándose -acaso por mera cortesíahasta el mes de mayo. En los Estados Unidos, que iniciaron la Conferencia, no se forjan ilusión ninguna, considerando el fracaso definitivo; y el mismo autor de la ley de compra mensual de plata por el Gobierno -que lo fue en 1890 el Senador Chermanha manifestado ya que la derogación de esa leyes indispensable, una vez que la plata sigue depreciándose cada día, como se han depreciado otros metales -níquel, cobre, hierro-. El primero, que valía un peso 30 centavos la libra, vale hoy 30 centavos. Los métodos de elaboración han venido simplificándose y perfeccionándose, y la baratura comparativa es, por tanto, natural. Salvo que ocurrencias geológicas intervengan, la plata no podrá ser empleada sino para la moneda divisionaria. Si rodas las grande! naciones eomerciales resolvieran

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destinarla a reserva metálica para respaldar la moneda fiduciaria,. y formaran en consecuencia en convenio de larga duración en tal sentido, la tendencia a la depreciación tendría entonces suficiente contrapeso;. y entrando el oro en la circulación efectiva, en vez de continuar estancando los sótanos de los establecimientos de crédito, BU actual tendencia al encarecimiento tendría también contrapeso. Es decir, que aumentando por una parte la demanda de plata aumentaría por otra la oferta de oro. Pero está visto que las grandes naciones comerciales no se atreven a aventurar un pelo en asunto de tal magnitud. Time is money, se decía antes. Hoy debe decirse: all is money. No hay, pues, que pensar en bimetalismo como medio de atenuar los sufrimientos de los intere-' ses agrícolas británicos; y toda la dialéctica de M. Chaplin ha sido y será letra muerta. Lejos de eso, el mercado de Londres se manifiesta espasmódico en previsión de las perturbaciones futuras procedentes del fracaso de la citada ley Sherman, porque desde que deje el Gobierno americano de comprar plata es muy probable que siga la baja del metal acentuándose en proporción geométrica, y en tal eventualidad habrá necesariamente una de esas crisis que no podrían menos que afectar toda la delicada maquinaria económica. La Conferencia Agrícola decidió optar por el bimetalismo, así como por la protección de la agricultura doméstica, sin embargo, de las graves objeciones que a cualquier espíritu despreocupado ocurren, y que hemos ligeramente insinuado. Pe11.élopecontinúa su labor de fin de siglo: desba, ratando la obra de los últimos años del siglo anterior, y Adán Smith, si pudiera resucitar, preferiría volver a dormir el eterno sueño para no presenciar la dolorosa palinodia. En la Conferencia se habló mucho de fair trade (comercio razonable), como fórmula opuesta a la antigua clásica de free trade (comercio libre).

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Los partidos ingleses tomarán probablemente nuevo hálito y nueva bandera para sus futuras controversias. El liberal presistirá en el free trade de que ha sido tradicional campeón su jefe M. Gladstone, y los conservadores adoptarán el fair trade, del que en otro tiempo se apartaron, no por sincera convicción, sino para ceder a la corriente creada hace cerca de medio siglo por Cobden y Bright. Entre nosotros -sin discernimiento y sólo por automática imitaciónse entró también en aquella corriente por los años de 1847 y 1848 siendo presidente el general Mosquera y secretario de hacienda el doctor Florentino González. Ideas más correctas no vinieron a adoptarse sino por la valerosa iniciativa del presidente Núñez en 1880. Hoy -j quién lo hubiera pronosticado!en la misma tierra clásica del comercio y de la industria se propone el cambio de bandera. La Conferencia Agrícola trató de otros puntos relacionados con el tema de su deliberaciones, y pidió, además del bimetalismo y de la protección, la reforma de las antiguas leyes agrarias, de manera que la condición de los arrendatarios sea más llevadera y la producción resulte a menor costo que actualmente. Tal vez esto sea más decisivo que el bimetalismo y la protección, y, contándose con el patriotismo y cordura de la aristocracia territorial, debemos pensar que, a la larga, será pacíficamente y por común acuerdo, realizado. LA CAUSA DE LAS CAUSAS Los recientes lastimosos sucesos ocurridos en Bogotá nos hacen claramente 'comprender que el flagelo socialista -para darle el técnico nombrereside también entre nosotros, aunque no haya en Colombia ni monopolios, ni privilegios, ni mayorazgos, ni manos muertas, ni esclavitud, ni aristocracia, ni bolsa ... ninguna forma, en fin, de ori-

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gen de miseria procedente de tradición secular o de instituciones escritas. No hay tampoco esas grandes manufacturas o empresas de minas que someten a régimen de vida peor que la servidumbre a centenares de obreros. Ni tenemos problemas de horas de trabajo con sus accesorios. La caza es libre, la pesca es libre. No hay servicio militar obligatorio. Las contribuciones son llevaderas. Tierras baldías se regalan a quienes quieran cultivarlas ... Más aún, todos los colombianos son llamados sin distinción de raza, ni de nacimiento, a los puestos públicos; y hombres de todas las razas que pueblan a Colombia han ocupado sus más altas magistraturas. , Los establecimientos oficiales de educación están de par en par abiertos a cuantos quieran allí habilitarse para alguna profesión o carrera provechosa. Gobierno más paternal que el del señor Caro, no lo ha habido, ni lo hay, ni lo habrá en parte alguna. ¿ Por qué, pues, ha prendido en Colombia la venenosa planta del socialismo anárquico que tanto viene medrando en las viejas estructuras políticas de Europa? No es obra del hambre, ni de la exclusión injusta, ni de la opresión en ningún aspecto apreciable. En los Estados Unidos -donde también ha principiado a florecerhay siquiera monopolios comerciales, sindicatos absorbentes, millonarios que f;lljuego de bolsa, u otras combinaciones equívocas, pueden engendrar, por el estilo de Jay Gould, por ejemplo; pero en Colombia todavía no se han desarrollado escandalosamente tendencias semejantes, que la opinión combate ª-iempre. Hay ricos y pobres relativamente hablando, como los ha habido, y los habrá en todas partes hasta la consumación de los siglos, pues no existe, ni existirá jamás eficaz medio de nivelar las situaciones personales que son inevitablemente movibles.

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Tenemos que recordar de nuevo el ibro clásico de M. Leroy-Beaulieu, Papado, Socialismo y De· mocracia, pues que hay allí apreciaciones magistrales de aplicación universal, especialmente para los países católicos, aunque el libro haya sido escrito para Francia. Se sabe la manera desdeñosa con que en las altas esferas políticas se vieron los actos explícitos y expresivos del Papa a favor de aquella República, actos verdaderamente heroicos, si así nos permitimos decirlo, pues que el Padre Santo podía comprometer en aquel trance delicado sus tradicionales relaciones con el partido de las creencias inmutables. El desdén fue inurbano en demasía, y decimos poco porque fue grosero. Respondióse sin demora con hacer suprimir la cruz de la cúpula del Panteón, y dar cumplimiento a la ley sobre las asociaciones en términos vejatorios para el clero católico. El ilustre economista ve el porvenir tenebroso y cuajado de problemas; pero llega a algunas hipotéticas conclusiones. En su concepto, Francia está perdida a menos que la democracia vuelva los ojos a la Iglesia, o la Iglesia logre evangelizar nuevamente a la democracia. La sociedad no puede existir sin un principio moral, y este principio moral se ha evaporado con el sentimiento religioso en los pueblos modernos, dejando hondo vacío que sólo podrá llenar un cristianismo práctico. Si en toda Europa el vacío no se colma, ella puede ser avasallada y barbarizada por nuevos Atilas. La horda de anarquistas hambrientos de goces crutales, ignorantes, desenfrenados, buscando un Paraíso terrenal que ni la religión, ni la ciencia, ni gobiernos, ni partidos podrá procurarle, romperá valledares y diques en su furioso desencanto, y la civilización latino-germánica, como la greco-romana de Atenas y Alejandría, caerá en oprobioso eclipse. M. Leroy-Beauneu puede ser que acentúe la nota pesimista pero aguijado por la imaginación la subordina seguramente al razonamiento científico. Sin duda es su criterio de un eatólico pero también el de un filó.ofo

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que contempla y analiza con suficiente frialdad el curso de las cosas. Inglaterra cuenta felizmente con el sentimiento cristiano de su chusma, sentimiento que sobrevive y crece. En Francia esa misma chusma no sólo no es cristiana en sus adentros,sino que profesa odio al cristianismo, no obstante ser la obra del "descamisado Jesús". La horda cuya polvareda precursora comienza a columbrarse a lo lejos desprovista de fe, lo será -lo es ya- también de todo lo que no sea apetitos y pasiones feroces. A este amenazador elemento se dirige al Padre Santo con la esperanza de regenerarlo y renovar así las antiguas glorias civiles del Papado. Parece, pues, que, a pesar de todo, mientras menos poder visible se deja al sucesor de Pedro, más se agranda su influencia efectiva en el vasto dominio moral. El prisionero del Vaticano quisiera hacer del mismo amenazador elemento base de salvación común, separándose de alianzas sospechosas con los gremios y clases que en Europa pueden ser tildados y denunciados corno, en mucha parte, responsables de la desigualdad excesiva, fruto no de la ley natural, sino de leyes humanas imprevisoras e injustas. N o se presta ya el Papa fácilmente a ser la "policía" del potentado empedernido; y corno Balam contestó al Rey de Moab, dice: "Es mi misión bendecir." Pero el proletariado,empedernido también, nada escucha de lo que pudiera regenerarlo. En la Francia democrática pudiera decirse que el Evangelio es letra muerta corno si nunca se hubiera traducido a lengua común. La ola revolucionaria -incesante en su laborha causado al fin el tremendo estrago. Fuerzas sanas existen sin duda; pero cada día se observa que las otras preponderan, a lo menos en los decisivos trances, en la marcha ostensible de las cosas. Indicios de reacción benéfica asoman; pero tal vez sean demasiado lentos. A Colombia alcanzó también la inundación revolucionaria, pues ella ha vivido más del ejemplo

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de Francia que de ningún otro país del mundo, España inclusive. Hemos tenido un 89 y un 93, con formas atenuadas porque la atmósfera social y los distintos precedentes históricos así lo exigian. No ha habido guillotina en permanencia ;pero sí guerra civil permanente. 'Se proclamaron "derechos del hombre", o sea libertades individuales absolutas, que excluyen deberes correlativos. Entre esas libertades absolutas tenía, como es demasiado sabido, lugar prominente el ariete tremendo de la prensa ... Luégo se implantó el sistema de elecciones continuas, sin que hubiesen Pericles ni Demóstenes que pudieran desde la tribuna encauzar el torrente ... La proclamación de "los derechos del hombre" en Francia, cuando esto se hizo, obed,eció probablemente a cierta lógica del movimiento politico y social, y otro tanto podríamos decir de la reproducción de aquel acto revolucionario en la época en que la hizo Nariño entre nosotros, cuando el régimen colonial pesaba con yugo férreo sobre los pueblos del Virreinato pero nuestra éra de jacobinismo, a que queremos aludir, no se explicaba o atenuaba por animosos precedentes. En Francia estos precedentes eran el absolutismo cesáreo que se inauguró en el Renacimiento, y vino en desarrollo hasta inspirar a Lui-s XIV sus conocidas arrogantes palabras: El Estado soy yo. "Quod principi placuit, logis habet vigorem." Un sano escritor inglés dice: "La Revolución Francesa fue una protesta de los naturales e imprescriptibles derechos del hombre .. :" "La vieja creencia de que la riqueza era más bien causa de deberes que de soberbia se había debilitado, y los poderosos hacían de ella alardes como si su posición fuera incondicional ... " Nuestro jacobinismo principió gratuitamente, fue imitación trasnochada, y ninguna compensación ha venido a justificarlo siquiera parcialmente.

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El espíritu anárquico caló hasta la médula de nuestros huesos, y cada esfuerzo de redención ha encontrado con obstáculos parecidos a montañas abruptas. Uno de esos obstáculos desgraciadamente ha sido, y aún es, el candor de muchas gentes que peinan ya canas y fueron, más de una vez, víctimas del d~sorden sistemático. . Pero la causa mayor de la desmoralización que se ha ostentado en la capital durante los infaustos días de 15 a 17 de enero, ha sido la propaganda antirreligiosa, propaganda que principió con la exclusión del nombre de Dios de la misma Constitución de la República. Esta exclusión apareció en la de Ríonegro -1863que es la que más pudo durar en la apariencia a lo menos, porque en ella, reputada infalible, se pusieron babas casi infranqueables a cualquiera reforma. La propaganda no se detuvo en esta omisión, smo que tomó cuerpo efectivo y directo en las leyes -sobre todo en las de instrucción pública-y pasiones y apetitos quedaron campeando a sus anchas sin el menor contrapeso, ni de autoridad temporal, sustancialmente abolida, ni de sanción religiosa. Se fundó la estructura nacional íntegra sobre desnuda base de utilidad perecedera, a estilo de maquinaria destinada únicamente a cosas materiales; no de ningún modo como organización ética que toma su savia de los eternos, inajenables principios de justicia, que sólo la religión afianza y consolida, como lo demuestra el grande ejemplo de Inglaterra donde la próspera estabilidad, semejante a "los caminos que andan" de Pascal, avanza cada día a la par del cristianismo que se convierte, cada día también, en catolicismo, forma definitiva de aquél. Escenas oprobiosas como las que nos ocupan han sido por tanto perfectamente lógicas, pues son obra necesaria del caudaloso torrente desequilibrado a que no se ha puesto límite. Estamos seguros de que los artesanos serios de Bo-

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gotá ninguna parte tomaron en el desborde, porque esos artesanos son 'creyentes. Respecto de la ignara muchedumbre cargada de apetitos y malas pasiones y falta al propio tiempo de fe y esperanzas en lo invisible, lo que debe sorprendernos es que no haya ocurrido antes tal desborde, y, que en el reciente escándalo no se hubieran causado males infinitamente mayores. "De la naturaleza de una cosa nada se sabe mientras no vemos el resultado" -dijo Aristóteles-. "Por sus frutos los conoceréis", dice el Evangelio. El régimen de la "anarquía organizada" está ya juzgado; y la regeneración solemnemente afirmada. El dilema es perseverar en elal y desarrollarla, o prepararnos para social catástrofe. Que piensa más, a su vez, los que se han impuesto la ingrata tarea de difamar lo que existe, porque no ofrece, ni ofrecer puede en poco tiempo la perfección; ni puede extirpar la 'codicia, purificar los corazones, cambiar en pocas horas el virus arraigado,en elixir de vida. No con cólera, sino con lástima, no informamos de los detalles de los infaustos sucesos. Aprobamos cuanto severidad hayan empleado los responsables del orden social -i responsabilidad tremenda e ineludible !~, pero así como los antiguos bárbaros no cayeron con éxito sobre el Imperio Romano sino por la decadencia moral de éste, que comenzaba a remediar el incipiente cristianismo, los bárbaros modernos -según los llama M. Leroy-Beaulieuno serán enfrenados eficazmente sólo con el castigo corporal y cerco de bayonetas. A la torpeza de las capas inferiores hay que oponer principalmente la caridad de los que están en la cúspide. La caridad amplia, grandiosa, que no sólo conforta, sino que ilumina. No la simple limosna ocasional, ni el favor intermitente matizado de soberbia, sino la avasalladora, la irresistible, la religiosa caridad del ejemplo! La codicia de arriba puede no justificar, pero sí explica muchas de las tempestades de abajo.

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LA CRISIS BANCARIA ITALIANA Hay en Italia seis bancos de emisión, el nacional con seis millones de libras pagadas y dos pendientes; el nacional toscano con 840 mil libras pagadas y 360 mil pendientes; el romano con 600 mil libras pagadas; el toscano de crédito con 200 mil pagadas y otras 200 mil pendientes. Además, existen el banco de Nápoles y el de Sicilia que no funcionan como compañías anónimas. Estos bancos no tienen obligación de cambiar sus billetes por dinero, aunque se diga que en Italia fue abolido el 'curso forzoso, establecido en 1866 cuando la guerra con Austria, que terminó en Sandowa, con el triunfo de los prusianos aliados de Italia. Los bancos, por la circunstancia dicha de no tener que pagar con dinero sus billetes, dependen Virtualmente del Gobierno, y en compensación prestan algunos aventurados servicios oficiales o semioficiales. Se comprende, pues, que estos bancos no gocen de situación confortable. Se cre que el banco nacional está bien administrado; pero no los demás. Como se ha visto, el curso forzoso existe prácticamente en Italia; pero los billetes de cada banco no se reciben obligatoriamente sino en los lugares donde ellos funcionan directamente o por medio de sucursales. El recibo en tales casos se impone por el apremio del código penal y multa de 50 francos si ocurre resistencia. El banco romano, que no inspira confianza a los particulares, goza empero, de la especial protección del Gobierno. Se han anotado en una publicación oficial re· ciente, relativa a la circulación del banco nacional, las partidas que siguen: . "520.000 libras (francos) del banco romano; 150.000 libras por avances hechos a la provincia /

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de Cagliari; 2.000.000 de liras por subvención a los bancos turinenses." Estas partidas recargan ilegalmente la emisión del banco nacional y constituyen abuso y delito justiciable; pero el Gobierno se ha encontrado en la necesidad de infringir la ley. El parlamento, en consecuencia, ha legitimado este exceso de emisión. Los que hemos hace poco llamado (en la cita de las partidas ilegales) bancos turinenses se concretan al banco tiberino. Este banco se comprometió, con imprudencia, en las especulaciones de 'Construcción de edificios en Roma; y para salvarlo de bancarrota el señor Giolitti -hoy Primer Ministro y entonces Ministro de HaciendaJuzgó indispensable proporcionarle un socorro de 2.400.000 libras. Otras operaciones semejantes se hicieron luégo en los otros bancos de emisiones; y así la suerte de ellos quedó también comprometida. Estímase, por junto, el déficit -que tal calificativo merece-en 8.800.00 liras. El banco toscano de crédito se libró de la red y conserva su 'Capital intacto. A las sumas erogadas, como se ha visto, debe agregarse respecto de la generalidad de los bancos, "el portafolio político", esto es, lo que deben los diputados, u otros personajes, a quienes no se pusde decir "no" tan fácilmente. La deuda de estos sujetos se renueva a cada vencimiento y jamás se realiza en mucha parte. Todas estas cosas se conocían o sospechaban desde hace ya tiempo pero no había habido un ",epfant terrible" que las denunciara, hasta que los señores Colajanni -de la extrema izquierday Gavazzi -de la derecharesolvieron levantar una punta del transparente velo. El parlamento se ha opuesto a la idea de investigaciones, por el estilo de las de Francia, y entrará más bien en camino de prudencia, siguiendo cierto consejo de Sancho.

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El curso obligatorio continuará seguramente por tiempo largo, pues, ¿cómo se improvisará metálico para rescatarlo? Escoger entre males es casi siempre, sino siempre, la obligada regla, y el más sabio estadista será aquel que no escoja lo peor. Lo óptimo es impalpable. Harían bien nuestros impacientes "economistas" en estudiar a fondo esta crisis bancaria del reino de Italia. LA REFORMA MILITAR ALE;MANA No obstante las declaraciones del Canciller alemán de ser tan necesario a la seguridad del Imperio el proyecto de reforma militar y el apoyo expreso que a él ha dado el Emperador, el telégrafo no ha comunicado todavía que haya sido aprobado. El sistema parlamentario no es, pues, allá comedia sino cosa efectiva, mucho más que en cualquiera de nuestras repúblicas, con pocas, excepciones. Es lo primero que nos ocurre decir acerca del asunto. La resistencia al proyecto, que al cabo será vencida probablemente, por medio de alguna transación, no es de capricho, sino que se funda en que la reforma impondrá muy gravosa carga adicional al pueblo alemán. Se trata en efecto de convertir en soldados, en el hecho y no en legal teoría como hasta aquí, a cada individuo capaz de manejar el fusil. Esto es, en verdad, lo que ocurre ya en Francia; pero no es ello mucho consuelo para los alemanes. Alemania es muy pobre y su población, ya enormemente gravada, crece con rapidez. A partir de la guerra de 1870, sus gastos militares han subido a tres mil millones de pesos, que sólo en la tercera parte pudo cubrir la indemnización que pagó Francia, y según el cálculo que hace la Gaceta de la Colonia, lo que ahora se propone implica una erogación. inmediata de 17 y medio milones de pesos, y aumento del presupuesto anual de guerra (ya tan considerable), en una suma casi

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igual a dicha erogación inmediata. El régimen preparatorio disciplinario, por otra parte, distraerá, durante dos años, a cada hombre apto de sus ocupaciones civiles, y esto en sustancia otra carga económica, indirecta a lo menos. Témese, al ,propio tiempo, que nuevos experimentos ,en materia de medios de ataque y defensa, acarrearán progresiva e interminable necesidad de mayores gravámenes. Los sacrificios de Francia se elevan a más todavía. Sin contar los cinco mil millones de francos pagados por la indemnización, ni los gastos navales y de ferrocarriles estratégicos, Francia ha gastado en ejército como tres mil millones de pesos, y 600 millones en fortalezas. Respecto de régimen disciplinario, el gasto es indefinido. Todo esto no ()bstante un déficit normal de cerca de 15 millones (siempre de pesos y no francos). Tal competencia de armamentos infla naturalmente el monto de la deuda pública, y pone en peligro el crédito por grande que éste sea. Lo que debía Alemania en 1890 excedía a 310 millones de pesos, y desde entonces este guarismo ha venido en crecimiento. En los Estados particulares del Imperio sucede otro tanto proporcionalmente sin perjuicio de la general alza de impuestos. Las finanzas sufren en consecuencia, y el malestar económico trajo lu~go el sistema de protección, que originando retaliaciones ha complicado las cosas. Se clama por tanto en favor de tratados internacionales -con Rusia especialmentepara que puedan tener salida los productos de la Nación. Entretanto que así obran los gobiernos de dos naciones que representan la civilización cristiana, armándose mutuamente y creando una expectativa de guerra destructora como ningunl.l otra de que habla la historia moderna, los elementos anárquicos del bajo fondo social se organizan rápidamente, y todos los hombre5 pensadores contemplan horrorizados la posibilidad de un cataclismo social irre-

~ra~.

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Se realizará, en tal infausto caso, una vez más, el Quos' vult perdere Jupiter prius de mentat, de que en otras ocasiones hemos, aquí mismo, oportunamente hablado.

HORAS D~ PRUEBA Tiempos difíciles son los actuales para todo Europa; y en la Gran Bretaña, el país de los consumados estadistas, los arduos problemas se acumulan a semejanza de nubarrones espesos. Aunque pasó en el primer debate el escabroso proyecto de horne rule para Irlanda, esto es poco, o nada, en comparación de la lucha que habrá de trabarse en los debates posteriores, que serán de detalles y desarrollo del principio general. La Independance beIge, decía no há mucho que basta revistar la Cámara de los Comunes, recientemente elegida, pará estimar el heroísmo de M. Glasdtone al emprender, con 84 años a cuestas, la tarea de hacer aprobar el home rule. La oposición, que está formada por el partido conservador y el grupo de liberales disidentes que tiene por jefes a MM. Chamberlain y Goschen, cuenta unos 315 miembros estrechamente unidos por el vínculo de su odio a la reforma, y hará cuanto pueda para que fracase el sueño dorado de M. Glasdtone, apelando aún hasta la violencia de los protestantes irlan..: deses y ultra algófilos de Ulster -la Vendée de la Isla de Esmeralday si eso no bastare, empleará su influencia para anular la ley de emancipación por el voto negativo de la Cámara de los lores, en la cual es omnipotente la reacción. El partido liberal tiene, en conjunto 355 miembros, o lo que eR lo mismo, una mayoría de 40 votos que sería suficiente si fuera homogénea. Desgraciadamente, se compone de tantos elementos diversos, que se le ha podido irónicamente comparar con el manto de Arlequín. Sin duda ninguna, casi toda esta mayoría está animada de sentimientos profundamente democráticos, pronta a tomar las más au(iaces