JOSÉ GRAGERA Y HERBOSO. ESCULTOR Los bustos de URÍA y JOVELLANOS,

del Palacio de la Junta General del Principado de Asturias al Museo de Bellas Artes de Asturias. Obras invitadas, junio a septiembre de 2016

Josefina Velasco Rozado

Dos obras relevantes del escultor JOSÉ GRAGERA Y HERBOSO1: Los bustos GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS y de JOSÉ FRANCISCO DE URÍA Y RIEGO. Del palacio de la Junta General al Museo de Bellas Artes de Asturias. Obras invitadas Firmado el Convenio de colaboración entre la Junta General y el Museo de Bellas Artes de Asturias el pasado mes de mayo, como primer proyecto cabe señalar la petición del Museo para su programa de «obra invitada» de junio a septiembre de este 2016 de dos bustos que tradicionalmente acompañaron al Palacio, hoy sede de la Junta General, desde su construcción. Y, aún antes que al Palacio, a la Diputación Provincial. Son pues los inquilinos más estables y antiguos de los muros del edificio que abandonarán temporalmente para instalarse en la pinacoteca asturiana. La calidad del escultor José Gragera y Herboso y la significación especial de los esculpidos, Uría y Jovellanos, fueron motivo principal de este primer proyecto conjunto. En el acta de la Diputación Provincial de 8 de agosto de 1862 se acuerda el encargo de dos bustos en mármol de asturianos ilustres: José Francisco de Uría y Riego-Núñez y Gaspar Melchor de Jovellanos2. Como escultor se decide confiar el trabajo a José Gragera y Herboso que por entonces era restaurador de escultura en el Museo del Prado, llamado en aquel tiempo Museo Real. URÍA Y JOVELLANOS. Dos hombres con un amor común por su tierra. Premiaba la Diputación Provincial en aquel acuerdo decimonónico la relevancia de dos servidores públicos que desde el desempeño de sus funciones en la Corte y en sus estancias asturianas habían demostrado tener a Asturias en el centro de su acción político-administrativa y vital.

Para la realización de estas breves notas (borrador de trabajo) he solicitado la ayuda, siempre segura, de mis colegas del Archivo Histórico de Asturias, Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y la Biblioteca de Asturias. Gracias. 2 La bibliografía sobre Gaspar Melchor de Jovellanos y su propia obra escrita que abarca todos los géneros le hacen ser sumamente conocido y reconocido. En nuestra biblioteca están sus Obras Completas, editadas por el Centro de Estudios del Siglo XVIII y Ayuntamiento de Gijón desde 1984 (colabora la Junta General) además de los estudios de muchos autores de prestigio, jovellanistas como José Miguel Caso González, Manuel Fernández Álvarez, Manuel Álvarez Valdes y Valdés, Jesús Menéndez Peláez, Javier Varela, Silverio Sánchez Corredera, Santos Coronas y más que sería cansado citar. En cambio la corta carrera profesional y truncada vida de José Francisco de Uría y Riego-Ñúñez ha motivado menos estudios, por lo que a él dedicamos algo más en esta referencia. 1

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Cuando se decidía en la Diputación encargar los dos bustos, en aquel 1862, hacía unos meses, el 24 de marzo, que había fallecido en Alicante el político asturiano José Francisco Uría y Riego, ex director general de obras públicas, con solo 43 años. Había sido diputado a Cortes por Cangas de Tineo desde 1857 hasta 1862. En cambio Gaspar Melchor de Jovellanos, nacido en Gijón en 1744, había fallecido hacía medio siglo, el 27 de noviembre de 1811, sin ver el fin de la guerra de la Independencia, que tanto le preocupó al final de su vida, pero con una experiencia vital política e intelectual reconocida. Jovellanos ya había pasado a la historia de Asturias y de España. El joven José Francisco Uría en su corta vida ya había hecho mucho mérito para ello.

Imagen: AHA. Fondo Diputación Provincial. Apartado del acta donde se habla del encargo de los bustos.

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Algo unía a ambos: la creencia en el progreso y la necesaria remoción de los obstáculos que a ello se oponían, fueran estos económicos, políticos o culturales. Los dos se preocupaban por dar rentabilidad a su tierra en la industria, en la agricultura y en la enseñanza. Uría intentó aclimatar nuevos cultivos en sus posesiones de Santa Eulalia de Cueiras, llegando a llevar sus experiencias a una exposición en Madrid donde se le otorgó reconocimiento; Jovellanos escribió aquel demoledor «informe sobre la ley agraria» (1795) con medidas de que tan precisado andaba el sector para dejar viejos lastres. Jovellanos apreció la necesidad de dotar a su patria chica de buenas comunicaciones; Uría pudo influir decisivamente en algunas de ellas, las más significativas, desde su cargo. Ambos aparecen en los callejeros de pueblos y ciudades. La notoriedad mayor de Jovellanos, figura emblemática de la ilustración española, no es detrimento de la valía de Uría, fallecido demasiado pronto. En el caso del de Gijón son innumerables los lugares y ciudades que le recuerdan; en el de Cangas las calles más significadas de, Oviedo, Gijón, Cangas de Narcea o Luarca, entre otras dan cuenta de la admiración de los suyos.

Museo de Bellas Artes de Asturias: Francisco de Goya, Jovellanos, 1781.

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Van más allá las proximidades entre ellos, aunque muchas sean las diferencias y la trayectoria vital no permitiera que llegaran a conocerse, pues cuando nació Uría, en 1819, ya llevaba casi ocho años fallecido Jovellanos. Pero Jovellanos citaba, conocía y tenía estima por el juez noble de la villa de la llamada Cangas de Tineo don Antonio Uría y Queipo de Llano3, abuelo de José Francisco Uría, a quien debió tratar en alguna de sus estancias en las tierras de Cangas. Familia nobiliaria rural de «posibles», era además Uría pariente por parte materna de Rafael del Riego.

Fotografía de José Francisco de Uría y Riego. Tesis de Mercedes Pérez Rodríguez

Por cierto que los retratos de los abuelos de José Francisco de Uría y Riego, el mencionado Antonio Uría y Queipo de Llano y su mujer María Teresa Álvarez Terrero, pintados por Francisco Javier Hevia (1790), estuvieron temporalmente en el Palacio de la Junta General con motivo de la exposición 1808: Asturias a principios del siglo XIX (agosto de 2008) prestados por la titular de la casa de los Uría en Santaolaya de Cueiras, Blanca Fernández Rodríguez.

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Jovellanos demostró su permanente deseo de ver una Asturias mejor en educación, industria, minería, puertos, cultura, agricultura y todo lo que su pluma y su febril actividad intelectual le permitió. No fue menor su pertinaz empeño en que se creara una red viaria y portuaria que facilitase la relación de la marginal tierra astur con el exterior. Cuando Uría pudo acceder a puestos de responsabilidad, pasada la mitad del siglo XIX, el ferrocarril era ya el nuevo e imprescindible medio de comunicación, pero horadar las montañas asturianas se antojaba «misión imposible» por el coste y la complejidad del proyecto, aunque él no se arredró. Sostiene en su tesis Mercedes Pérez4 que «fijándonos en Asturias, [Uría] en carreteras materializa el plan jovellanista de comunicarla con la meseta por tres vías, la central ya construida, una oriental desde Ribadesella y otra occidental por Leitariegos, unidas por una carretera transversal que pasara por Oviedo». Numerosas obras principales y secundarias en caminos, puertos, faros, puentes o rías llevan el sello del de Cangas. Pero consciente de que el ferrocarril era imprescindible para Asturias empeñó en ello sus esfuerzos. «Las importantes gestiones personales de Uría para la concesión del ferrocarril León-Gijón, a cuya subasta no pudo asistir por su temprana muerte, quedan bien demostradas por la correspondencia personal conservada y fueron reconocidas por sus contemporáneos». A 50 años de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos y apenas unos meses de la desaparición de José Francisco Uría, se acuerda inmortalizar a los dos en dos magníficos mármoles esculpidos cuya calidad artística parece, a juzgar por los expertos, indudable. La Diputación Provincial. El encargo Todavía la institución regional carecía de sede propia, si bien disponía de numerosos inmuebles de bienes desamortizados, además de otros propios como el magnífico Hospicio Provincial (hoy Hotel de la Reconquista), cuando decidió dar el visto bueno a este proyecto. La Diputación se reunía con frecuencia en el monasterio de San Vicente y ello fue así hasta que a fines del siglo convino con el Ayuntamiento la demolición (muy contestada por sectores de la cultura) del viejo convento de San Francisco para propiciar, además de la construcción de un palacio para sede digna, el eje de ensanche de Oviedo que sería llamado Uría–Fruela y que serviría para conectar el Realizó una tesis doctoral con el título El patrimonio de las obras públicas en Asturias a mediados del S. XIX en relación con José Francisco de Uría y Riego. Nosotros consultamos el resumen de acceso libre en internet titulado «José Francisco de Uría y Riego (1819-1862): un cangués director General del Obras Públicas»

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casco antiguo de Oviedo con la nueva estación del ferrocarril del Norte, motor de crecimiento y logro iniciado por aquel a quien estaría dedicada la moderna calle comercial. Pero, repetimos, en 1861-62 cuando inició los trámites para honrar a los ilustres paisanos que tanto habían hecho por romper el aislamiento tradicional asturiano, la corporación regional no tenía aún su palacio. Sin embargo ya se caracterizaba la Corporación provincial por su mecenazgo artístico. Recuérdese que Asturias, Oviedo, contaba con una Escuela de Arte (o de Dibujo) desde el siglo XVIII, impulsada por las ideas del influyente conde Pedro Rodríguez de Campomanes, también de Tineo, todopoderoso ministro de Carlos III y también del mismo Gaspar Melchor de Jovellanos, que en Madrid sería también ministro de justicia con Carlos IV y que en su Asturias natal proyectarían nuevos establecimientos educativos a través de la Sociedad Económica de Amigos de País de Asturias que inspiraron. Puede leerse textualmente en la sesión de aquel 8 de agosto de 1862 que «Los tres de la comisión nombrada por la construcción de los Bustos que se acordó erigir a los ylustrísimos señores Jovellanos y Uria, espusieron que mejor informados de personas conpetentes, les parecía oportuno que aquellos se hicieren de mármol, presentando con tal motivo el presupuesto de gastos que les cometió el señor don Nicolás Suárez Cantón, que le dio el escultor don José Gragera, vecino en Madrid, profesor del Museo Real, al cual acompaña un diseño del busto del Sr Uría, cuyo presupuesto con inclusión de los mármoles y repisas asciende a la cantidad de veinte y un mil doscientos cincuenta reales, y hecha cargo de todo la diputación, acordó conformarse con todo, aprovando el presupuesto y disponer su destino al pago de estos bustos el remanente del fondo especial del ramo de bagages que obra en la depositaría del Gobierno de provincia, toda vez que es suficiente al efecto y esta igualmente en fondo general»5. En este documento, muy significativo, están implicados más de uno de los amigos y familiares directos de José Francisco de Uría, porque «deudos históricos de Jovellanos» se consideraban todos y con el tiempo, cuando la línea férrea llegara a la ciudad y aún hasta Gijón desde Madrid, Asturias mostraría su agradecimiento al laborioso Francisco de Uría. Merece mención especial entre los del acuerdo Nicolás Suárez Cantón6 (Burgos, 1815-Cangas de Narcea, 1878) casado con Lucía de Uría y Riego, hermana de José Francisco; ligado a la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, fue funcionario de la Diputación Provincial y destacaba además como pintor y Acta de la sesión. Sección Diputación. Archivo Histórico de Asturias. Referencia recogida de la Enciclopedia de Oviedo (internet) que cita Diccionario Enciclopédico del Principado de Asturias, Tomo 14. Ediciones Nobel, Oviedo 2004. 5 6

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escultor. Seguro fue él quien le facilitó el retrato de Uría a Gragera para la realización del busto.

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Tuvo Suárez Cantón destinos profesionales en Madrid también en el sector de los ferrocarriles, en 1860, como inspector general, cuando ya José Francisco había dejado el cargo a causa de su quebrada salud; ocupó otros cargos relevantes en el gobierno central Nicolás Suárez. En Asturias, además, fue vocal de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, y ostentó otros empleos y comisiones relacionados con la Universidad, las obras públicas y la agricultura, manteniendo siempre su vinculación con las bellas artes como jurado en importantes exposiciones. Pero para este asunto, sobre todo, Nicolás Suárez Cantón había coincidido con José Gragera cuando los dos estudiaban en la Escuela de Dibujo de Oviedo al menos en el curso de 1835. Siendo lógico también que hubieran coincidido en Madrid los tres, Uría, Cantón y Gragera, sintiéndose éste último asturiano de corazón. Otro de los relacionados con la decisión encargar los bustos a José Gragera y que éstos bustos fueran los de Jovellanos y Uría fue el entonces presidente de la Diputación, el gobernador Toribio Rubio Campo, de origen cántabro como el escultor7. Toribio Campo aparece relacionado en un diario de Santander en 1854 como parte de lobby ferroviario de accionistas de Torrelavega que influía en el trazado de la línea de salida cántabra a la meseta que habría de pasar por la estación termal de Caldas de Besaya entre otros puntos. En 1858 Toribio Rubio es gobernador en Logroño, el cargo que precisamente se le había ofrecido a Uría en 1856 y no pudo ocupar por motivos de salud. Toribio Rubio residió en Oviedo desde 1860 hasta 1863 como gobernador-presidente de su Diputación Provincial; le sustituirá Federico Arias Pardiñas. Sin duda el cruce de las vivencias de los altos cargos públicos era frecuente, pero no por ello deja de ser curioso e importante ese cruce de destinos. En 1880 obra en el Archivo de la Administración General del Estado expediente de pensión de orfandad solicitado por Teresa Rubio, hija del fallecido Toribio Rubio Campo. Coincidió el tiempo de este presidente en la Diputación con grandes transformaciones en Asturias; la estabilización de la línea férrea de Langreo a Gijón, el desarrollo de las minería, las instalaciones fabriles de Pedro Duro en La Felguera, También parece haber influido en el encargo Francisco Méndez de Vigo, ya que años después del acuerdo inicial, en la «Ilustración Gallega y Asturiana», un artículo firmado en enero de 1880 por Germán Álvarez relataba la historia de los bustos de Uría y Jovellanos, así como de los méritos que adornaban a ambos para tal homenaje, en particular del «laborioso hijo de Cangas de Tineo». Además de la loa a la «notable escultura del Sr Grajera» y al éxito que había tenido expuesto en Madrid, recordaba que el Ayuntamiento había puesto a la nueva calle de Oviedo el nombre de calle de Uría a la que «conduce a la estación del ferrocarril, calle llamada acaso con el tiempo a ser la mejor de la ciudad» [Información facilitada por el Museo de Bellas Artes de Asturias] 7

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la creación de la Sociedad Hullera y Metalúrgica de Numa Gilhou en Mieres, un mundo cambiante el de la Asturias de entonces a nivel económico al que aún le quedaba mucho por hacer para integrar el territorio en el nuevo mundo burgués nacional. La presencia de políticos asturianos en Madrid iría despejando el camino de la ruptura del aislamiento. Los gobiernos de Isabel II vieron la presencia influyente del poderoso Alejandro Mon y Menéndez; más tarde llegaría el turno de otros, como el destacado Posada Herrera, tan ligado a nuestro escultor. La Diputación, por su parte, debía ser la impulsora de políticas de acción económica; y esa función cumplió. En el patrimonio a la Diputación le habían caído los bienes desamortizados desde los años 30, cuya gestión no resultaba fácil, pese al hacer de la Comisión de Monumentos. Parece que para la realización del busto de Gaspar Melchor de Jovellanos eligió José Gragera el modelo de otro busto en bronce, obra de Ángel Monasterio, realizado en 1809, en vida del ilustrado y que reunía las características de sobriedad y contención que tanto apreciaba Gragera.

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Dos obras relevantes: Jovellanos y Uría en la Diputación Provincial. Las esculturas de José Gragera Destaca en los mármoles primorosamente trabajados de los bustos, grabada por el propio escultor una firma, J. Gragera, en los laterales izquierdo de los dos, junto con la fecha de finalización de cada obra, la de Uría en 1862 y la de Jovellanos al año siguiente. Desde entonces debieron acompañar a los regidores provinciales en su quehacer cotidiano como testigos de la historia de la institución asturiana. Ahora lo siguen siendo de la dinámica parlamentaria, lo que, sin duda les complacería. Jovellanos porque no pudo llegar a vivir las Cortes Constituyentes que vieron nacer la primera Constitución Española, aunque abogó por ellas desde la Junta Suprema Central de Reino de la que fue miembro. Francisco Uría porque fue diputado al Congreso un lustro, luego sabía lo que era la dinámica parlamentaria; incluso parece llegó a polemizar con grandes de entonces como Sagasta. El busto de Uría8 lo terminó Gragera en noviembre de 1862 y antes de enviarlo a Asturias lo presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes con buena crítica. Tanto este como el de Jovellanos, «en mármol de Carrara», se instalaron en el salón de sesiones de la Diputación en 1864, medio siglo antes de la construcción del Palacio.

En el palacio familiar de Santaolaya de Cueiras (Cangas de Narcea) conserva la familia un busto de calidad encargado a José Gragera con la misma faz del de la Junta General

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Quedan referencias de archivo documental y gráfico del Palacio en las que los Jovellanos y Uría ocuparon el salón de recepciones, hoy salón Europa, ya en sus inicios; siempre contiguos al salón de sesiones, hoy sala de la Constitución. Un inventario de 1920 así lo atestigua y una fotografía (la anterior) aún más antigua, también. EL ESCULTOR Pero, ¿quién era el escultor que merecía el encargo de la Diputación? Pues un consagrado artista con vinculación especial con Asturias llamado José Gragera y Herboso9.

Parece que su nombre completo era José María Bartolomé Gragera y Herboso. Frecuentemente aparece como José Gragera y también Grajera. 9

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Aunque había nacido en Laredo, en el verano de 1818, había llegado de niño a Oviedo, tal vez por destino nuevo de su padre, sargento de milicias10. Parece que asistió a clases promovidas por la Sociedad Económica de Amigos del País, pero no se puede asegurar que hubiera ido a la Universidad, por haberse destruido el archivo de ésta.

Archivo del RIDEA. Fondo Escuela de Dibujo. Libro de alumnos de 1932

Las referencias biográficas están tomadas de Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera. Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954. También Carmen Bermejo, «José Gragera y Herboso» en Artistas asturianos / [dirección, Nicolás Salvador Egido ; coordinación, Luis Féas Costilla] (2002) , T. VIII, Escultores, p. 246 y ss.

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De lo que si hay constancia documental (imagen anterior) es de su paso por la Escuela de Dibujo de Oviedo. Los libros de alumnos de 1832 y de 1835 dan cuenta de la matrícula de José Gragera. Para el primero de los años citados, anotado con el número 65 en la hoja de inscripciones encabezada con «Nómina de alumnos que están admitidos por los señores de la Comisión de la Escuela de Dibujo en representación de la Real Sociedad Económica para adquirir conocimientos en este precioso Arte».

Archivo del RIDEA. Fondo Escuela de Dibujo. Libro de alumnos de 1935

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Y para el curso de 1835-35 en la «Lista de alumnos matriculados en la Real escuela de dibujo de esta ciudad desde 1 de octubre de 1835 hasta fin de mayo del presente año» adscrito a la clase de modelo antiguo; se relaciona José Gragera en estas listas con Cipriano Pruneda, Juan Bautista Álvarez Laviada, Ciriaco Vigil o el mismo Nicolás Suárez Cantón, mas tarde cuñado de Uría y autor del retrato que le servirá de base a Gragera. Así pues esa formación entre los 14 y los 17 años fue sin duda una base importante para la posterior proyección en Madrid11 de Gragera y para las relaciones con otros artistas y funcionarios asturianos. Los años asturianos no solo marcarán su vocación sino su vida. Aquí hace amigos, que luego se encontrará en Madrid. De aquí serán sus dos esposas y la mayoría de sus amigos; aquí vendrá de descanso, para cuidarse o trabajar. Aquí habrá de volver al final de su vida y tendrán reposo sus restos. El caso es que con 21 años, ya residiendo en Madrid, queda testimonio de su paso por la institución de formación artística más importante de España. En los cursos 1839-40 y 1840-41 José Gragera figura como alumno en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en las salas de yeso y de natural, lo que indica que continuaba su formación12 avanzando y aprovechando las enseñanzas. Pronto entra en el Museo del Prado, entonces Museo Real, y pasa al taller de Escultura, donde documentalmente queda acreditada su presencia en 1857. El trabajo es ya permanente en el Museo y hace que la actuación artística de Gragera difiera de otros en el sentido de que apenas sale de España y su vida queda entre Madrid donde trabaja y Asturias, su patria adoptiva a donde se desplaza con frecuencia. Apenas una escapada a París con motivo de la fundición de una escultura monumental de Mendizábal en 1858. En enero de 1859 parece que solicitó permiso para contraer matrimonio en Oviedo con Clara Vigil y que fue visitante en varias ocasiones del balneario de Las Caldas. Su profesionalidad y trabajo permanente le valieron la subdirección del departamento de escultura del Museo. Cuando se le encargan por la Diputación Provincial de Oviedo los bustos y él inmortaliza a Uría y Jovellanos para la corporación ya era un valorado escultor.

Los datos relativos a su inscripción en la Escuela de Arte (Dibujo) de Oviedo figuran en el fondo del archivo de la entidad y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias que conserva el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). 12 Esperanza Navarrete Martínez, «Alumnos de las salas del yeso, del natural y del colorido de la Real Academia de San Fernando (1800-1844)», Academia: boletín de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, núms. 106-107, pp. 200 y 202. 11

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La convulsa vida política nacional durante el reinado de Isabel II que condujo a la Revolución de la Gloriosa en 1868 también afectó a su trabajo. Formó parte de comisiones que en el marco del Museo provocaron su transformación en centro cultural de gestión estatal. Luego vendría la monarquía breve de Amadeo de Saboya (1871-1873), I República Española (1873-1874) y la restauración borbónica. Su fama como especialista en bustos le persiguió y realizó muchas obras, como la que de Alfonso XII estuvo instalada en la escalera principal del Palacio de la Diputación.

Enviudó José Gragera y casó de nuevo, parece que en 1876 y en Gijón con Ramona Suárez, vecina de Oviedo. Pasó sus últimos años en Asturias donde se le reconoció su valía. Jubilado en 1890 falleció en su casa de la calle Fruela el 31 de mayo de 1897 al decir de su biógrafo Enrique Pardo Canalis13, quien constata que no dejó hijos, aunque si había tenido uno en Madrid, antes de su primer matrimonio, pero fallecido joven. Quiso ser enterrado en Oviedo, ciudad a la que se sintió siempre ligado.

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En todos aquellos avatares históricos Gragera continúa ejerciendo como escultor y como funcionario reclamado en diversas comisiones. Y en ocasiones la prensa reflejó el buen hacer en su labor, en monumentos urbanos y por supuesto en el Museo. Aunque su calidad indudable la aplicó a grupos y estatuas de cuerpo entero, José Gragera acabó «especializándose» en bustos, como decíamos. En Asturias varias obras testimonian su presencia. Al ilustrado Jovellanos lo esculpió en varias ocasiones y a José Posada Herrera también; del alemán ingeniero Guillermo Schulz, afincado en Asturias, queda su busto hoy en el campus de Mieres; la escultura realizada a su benefactor el político José Posada Herrera en Posada de Llanes quedó destruida pero fue hecha de nuevo siguiendo su modelo; y varias más. Sobre el trabajo de José Gragera en el hoy Museo del Prado, para valorar su importancia y su trayectoria artística es imprescindible recurrir al conocimiento de Leticia Azcue Brea14. El Museo de Bellas Artes de Asturias, dentro de su programa «La obra invitada» dedicado a José Gragera y Herboso y a sus obras de Uría y Jovellanos tiene programada una conferencia para el 23 de junio a cargo ella, Jefa de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Museo Nacional del Prado. Esperamos desde la Junta General que la exposición de nuestros familiares bustos en el Museo de Bellas Artes de Asturias sirva para recordar lo que representaron Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría y RiegoNúñez. Y, sobre todo, para lograr que deje de ser cierto lo que sostenía Pardo Canalís de su biografiado José Gragera y Herboso «hombre famoso del que nadie se acuerda».

Josefina Velasco Rozado Jefa del Servicio de Biblioteca, Documentación y Archivo Junta General del Principado de Asturias 2 de junio de 2016

https://www.youtube.com/watch?v=DEgia4kHBws. En una conferencia dedicada al busto de Villanueva en el Museo del Prado, obra de José Gragera y Herboso Leticia Azcue desvela la trascendencia del escultor en la historia del Museo. 14

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