TEJFILO

GA UTIER

HISTORIA DE

UNi\. MOMIA

,.lllo cra tan instruído que sus triun, l'os en [01 so::iedad no había:¡ hecho olvidar los alcanzados en 1:1 Universid:ld de Cambridge. VHstía cùn esa ¡iml ieza meticulos:. y e;;a escrupulosidad que cal'UctelÎza :í los iug¡es~s, quiene~ atravie,an las arenas ùd desicrto con 'Jlmismo traje quo lIenu para pa ;earse por Ran:.sgatc 6 por la, ancha, accras Ile \\','st-EIHl. \'estia levita, pantal6n y chaleco blanco,;, para que refractascn 109 rayos del "01, corùati:a azul con lunares blancos y somhrcro de Panam¡l, rodeado con UII velo de gasa. El egiv,ólogo Rumphins llevaba, á pesUe' del dim:!, la tr ldicionalle\'Ïta del sahio con los fal· done~ hcio!i, el cuello ab:nqllillaùo y los hotoncs tan roto~, (,ne algunos de 'lllos asomaban el armaz,ín por 'a cublerb\ de ¡,eda; el pantalón :legro hrillaba CI: algunos ~itiùs enseñanùo la trama, y

-8un obserndor atento hubiese visto junto á la rodilla derecha y sobre el fondo pardo de la teb nnas manchas regulares de tono más obscuro, que atestiguaban la costumbre del sabio de limpiarse allí la pluma. Llevaba muy suelta la corbata alrededor del cuello, enseñando la notable protuberancia del cartílago que vulgarmente llaman ma.nzana de Adán. Grande era la negligencia científica do Rumphius, pero en cambio no era guapo; linos cuantos pelos rojizos, mezclados con otros cano80S, se agrupaban entre sus apartadas orejas, y luchaban de continuo con el cuello demasiado a.lto de la levita. Su crá.neo,enteramente pelado, brillaba como nn hueso, y sostenía nna nariz larguísima, esponjada y bulbosa en la punta, cuya configuración, unida á los discos azules de los anteojos, le daban cierta semejanza con el pájaro ibis, aumentada cori el hundimiento de los hombr,ps, y, sí hemos de decir la verdad, conveniente en un descifl'ador de inscripciones y geroglíficos. Parecía un dios ibiocéfalo, de esos que figuran en los frescos fúnebres, metido en el cuerpo de un sabio por causa. dealguua transmigración. Caminaban ambos hacia las rocas cortadas á pico que cierran el fúnebre valle de Biban-el-Moluck, la necrópolis real de la antigua Tebas, hablando en la forma ya indicada, cuando saliendo como lin troglodita de la negra boca de un sepulcro vacío, h~bitación ordinaria de los fellahs, prescntóse bruscamente en la escena un nuevo personaje, vestido de cierta manera teatral, y se plantó delante de los viajeros saludándoles de esa manera oriental que tiene algo de humilde, de cariñoso y de digno, Era un griego, contratista de exca.vaciones, comerciante y fabrican te en antigüeda des, que

-9vendía lo nUHO á falta de I) VieJO, pero qne en nada se pareda al hamhrien:o y vulgar explotador de los extranjeros. Llevaba el fez encarnado, del que pendta ancha borla de seda azul, y por debajo de él iLsomaba el estr'lcho ribete blanco de otro gorro interior que cubría la~ sienes recientemente afeitadas. Su color aceitunado, las ctjas negras, la en,:orvada nariz, los ojos de ave de rapiña, lOi gra:ldes bigotes, la barba partida en dos por nn hoyuelo semejante li un sablazo, le hubiesen dado tad) el aspecto de un bandido, si no dulcificasen llqllellarlldeza la obligada complacenciil. y la serdl sonrisa del lspeclllador. Su traje era muy Iimr ia y se componíl de chaqneta de colar canela con pasamanería del mismo color, botines de tela parecida, chaleco blanco con botones semejantes á :lores do manu,nillo, ancha faja encarnada y gregüescos con anplísimos pliegnes. lIacía ralo que el griego observaba el buque anclado frento á I,ucsor, y por su tamaño, por 01 número de nmos, por su lujo y sobre todo por la bandera de Inglaterra en2.l'bolada en la p')pa, comprendió que venía en él algún viajero rico, cUJa curíosi,;ad científica pldía explotarse, y que no se conte:,taría con estatuitas esmaltadas de azul ó verde, con escarabajos grabados, con fragmentos de geroglíficos reprcdncidos sobre papel y otras insignificaucias del alte egipcio. Observaba la marcha de los najeros á través de las ruinas, y sabiendo q1le una vez satisfecha sn cnrio.id ',d, pasal ían el río para visitar los sepulcros redos, los esperal,a en sn sitio, seguro de hacerles plumas, porque consideraba de Sl! propiedad todo aquel fúnebre territorio y perseguía á los chacalillo.s subalternos que ee Ilve"1tl!raban á escnrbar en las tumbas.

- 10 Con la agndeza propia de 108 griegos calculó, por el aspect. de lord Evandale, las rentas probables de su señoría y determinó no engañarle, seguro de sacar más dinero de la verdad que de la mentira. Renunció, pues, al proyecto íle pasear al inglés por los sepulcros, cien veces'recoflldos, y no quiso tampoco que hiciesen eXCllvaeiones en sitios donde no 6I.istía .nada, pOl'que él mismo había sacado ya y vendido muy caro la8 curios idades qne pudieran encontrarse. Argyrópulo8 (que así se -llamaba el griego), explorando los rincones más escondidos, y por lo mismo que las investigaciones no habían dado resultado, sacó en consecuencia que cierto sitio, detrá.s de unas rocas amontonadas al parecer casualmente, debía ser lo boca de nn subterráneo cuidadosamente tapada, Su mucha experiencia en tales pesquisas se la hizo reconocer merced ri. muchos indicios imperceptibles para ojos menos expertos que 108 suyos, los cuales eran claros y penetrantes como 108 de los gypaetu8 parados en los aleros de los templos. Durante los dos años transcurridos desde que hizo este descubrimiento se abstuvo de acercarse á. aquel sitio ni de dirigir á él las miradas para no despertar sospechas. -¿Tieno deseos Sil sefíóría de hacer algunas investigaciones? - preguntó el griego en ese dialecto cosmopolita, cuya rara sintaxis DO trataremos de reproducir, pero que puede imaginarso'cualquiera que haya recorrido ]a costa de Levante, teniendo que recurrir á esos drogamanes políglotas que acaban por no sabel' ninguna lengua. Afortunadamente lord Evandale r el doctor conocían todos los idiomas que facilitaban á Àrgyróplllos su arsenal de palabras. - Puedo poner á vuestras órdenes-añadió - cien feUabs

-11incanaables qu.! araiíarán la tierra hasta sus entraiías. Podemos hacer lo quo mág le guste á su señoría: dese:lterrar IIna e8fi'Ige, limpia r una nao, 6 abrir un sepulcro ... Viendo que d lord permane~ía impasible ante aquella seductora relación yqlle el sabIO se sonreía de lIua manen: escéptica, comprendió que no trataba con gente ûícil de engañar, y se confirmó cn LI idea de renderle al ir glés su hallazgo, con cuyo precie contaba para ,lotar á 811 hija. -Comprend(, que sois sabio¡, y no simples viajeros; de maner! quo no os seiucirán curiosidades vulgares - aiíadió habland) un inglés bas· tante más puro;-os enseiíaré un sepulcro que hasta ahora no ha visto mtdie y que yo solo conozco. Es Ull tesoro que gual do para quien sea l.vación se prolongaba más-';,vamos á bajar hasta el fondo de la tierra? Tanto aumenta el calor que no estaremos lejos del infierno. -Sin duda-contestó el lord-han seguido la veta calcárea que profundiza con arreglo la ley tIe las ondulaciones geológicas. A la escalera siguió un cnrl'edol' cnu mucho declí.o. También estaban las paredes 'llenas de pinturas y se veía vagamente nna colección de escenas alegóricas explicadas tal vez por los geroglíftcos puestüs debajo en forma de leyenda. Este friso set!uía á lo largo del corredor y debajo ùe él había. figuritas adorando el escarabajo sagrad,} y la serpiente simbólica pintad:\ de azul. Al salir del corredor el fellah que llevaba la antorcha, echóse atrás de una manera brusca. Era

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que el camino ;e interrum:'Í1 ~p~recicndo en (01 sucIo la boca ueg'ra y cnadmda Ile un pozo. -Aquí ha)" Ull pozo, so~or. ¿fJué hacemos'? El griego eoõió una alltorch, la sacudió par.t enren,lm'la ll1á~ y la arroj6 p"" la bota del pozo, asomándoso nn prccilnción, !"a ~ntorcha cavlÍ dando vueltas y silhaudo, y :.J pocú rato se O)'IÍ uu golpe seco segnido del ('1!ispurroteo de ln hilo Y de una gran humarc,h; LI IhIlla rec',\)ró eU~(Jguida sn ,i,C',;'I)" la hol':\ (]..\ pozo brilló on I:t ,omhra C01110el ojo eu,ang"Jlltado de un cíclopo, -¡CnántoÍ1 gellio!-e~;c:~m,í ellord;-estos hherinto, Ilono:- de trampa~ debían liaher calmado el celo de los la(¡rone~ I' ùe lo, saloios. - E,o no c:;lIaùa --repliró ~l do,t'lr;-los UUlS huscan cloro y los otros la íerdad, la, do, cusas mejores del 1Uuudo, -Traed la ,;uerrla de nl\llos-u'l'itó el ~l·je2'O;yamo, á expl,rar las ¡larede:: del pozo p(lrq7¡e la exeavación debe prol()ngar~1) mucho lll;ÎS lejos, )'táconse :'CJIOá diez J:olllhres para sostelJer Ja cnerda y d Jjaron ('acr lill extremo Cil el po:~o, COll la ag-ilidad de Ull mOHoi ùe Ull g-illlnasta se escurrió ~Arg''l'ópu]os por la c\lerda ~hasta \lIOS quince pics fie profuIlie hiltl ocuitar, p~ro con tenaei./a,¡ oe entra.eu to.las pal-tes. T:lI ','e7. una losa lliihi:mente disimul:ll[a y cu}'as junt.lras ua deja ver el poll'o, oculte la e,cJlcra y desluml,raban los ojos aLtos ae ban des trenzas rematÚ.as en nIlOS meclllJues aguzados ell forma de gancho. Los sacerdotes avanzaban gravemente por (mhe esta multtud, con ]¡I cahcza afeitada y 1:11:> pilll de pantera ceiiilla al cnerpo de manera que el hocico del :llIimal pareda el broche del cinLnr611, los pies calzados con ¡.¡¡patos de byùlo. La observación ae Suhem hizo qne Nofré se acordase del bello Ahmosis, el oeris de Faraón, que tantas veces pasaba por dehajo de' la terraza, y que COli tanta gracia guiaba su carro de guerra eu el desfile triunf;.\. Como ella le amaba, atribuyó ll. la señora sus propios ilentimiento8.

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Visti6se con t :aje algo más ligero, y encaminóse á la morada '¡el oficial, sernra de encontraria allí. Encontró al joyen oeris sentado en una silla baja en el fondo de su habitación, Llenaban las parcde~ trofc'.'s de distintas armas; la túnica de cuero escamada con planchas de cobre, en las que se vcía el csc.Hlo del Faraón. el puiíal de brorce con mango dt: jalle vaciado pm]. meter los dedos, el hacha de batalla con cllrte de pedernal, el IJ.rpón encorvado, el casco con dos plumas de avestruz, el arco triangular y las flechas uolo hasta que soltaban la prtOsa tí mÍrÜndolos l'OU tale.:! ojos quc retruredíau uullaudo. I'rOllto atrale,¡ó los espal ios peligrosos ha ;Útados pUl' la a~;oci.td6u de 10Hlaurones }' pe'letr6 en los harrios opulentos dll .'ebas. Tres ó cuatro calles t1aulJucadas por edilhos altos la condujeron al redulo delpalado, qne era ellilllite de ,u carrcra. 1/I¡Cría entrar, pero la l'OSa ua era fácil á aquellas I,orels pam una \' teja cl'i¡¡ùi1 israelita, COll J03 pies empolvados y el traje harapiento.

- 140 Dirigióse aJ pórtico principal donde velaban cincncnta esfinges en dos filas, semejando monstruos di'puestos á triturar con sus mandíbulas de granito al imprudente qce quisiera furzar el paso. Los centinelas III detuvieron, y de~pnés de apaleal'la COli el asta de 8US jabalinas Ic preguntaron qué quería. ~ Ver al Faraón - contest6 rasclÍndose la espalda. -¡Muy bien! .. ¡En seguida vamos á incümodar al Faraón por esta maldita bruja!-·dijsron los soldados riendo á carcajadas. - iNece~ito rerle en seguida! -¡La oca~ión es oportuna! Precisamente acaba de matar á tres mensajeros y está allí en la terraza inmóvil y siniestro C()mo Tyfón, el dios del mal, dijo un soldado. La criada de Ra'hel qnieo forzar la eonsigna, pero le cayeron encima las jabalinall como el martillo sobre el yunque. Entonces gritó como un quebrantahuesos á quien deipluman. Al ruido acudió un oeris. - ¿Qué quiere esta mujer?-pregunt6. -Quiero ver & Faraón-contestó Thamar, cayendo de rodillás. - ¡lmpo,iblel jAun cuando fueras un porsonaje importante! -Sé donde está Tahoser-Ie dijo al oído, acentuando las Eilabas. Al oÍl' esto el oeris cogió á Thamar y la condujo por la galería de columnas Ii la sala hipostila, dunùe se levanta el santuario de grallito precedido de dos columnas con capiteles de ¡l'ranito. Llaluó á Timopht y le eutregó la virja. E,¡te la IIculllpaüâ á ]a terraza donde estaba el Fara6n aombrío y tiilencioso.

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-Háblale fuera dellllcancll de S\l cetro, le dijo Timopht á la vieja. Eu cuanto Thamar vió al rey cayó de brU("es aliado de los cadáveres, ([IW aun 110los habían recogido. Levantóse en seguida y di}l: -- Faraón, :'0 me mates, pl rque te traigo bl enas nuevas. - Habla Sill miedo-C~lIte~;tó el rey. -- y û sé dóude está 'rahoser, á quien tus IllBllsajeros bnscin por todas partes. Al oil' est:>, lel'aut6,e Faraón y fuése hacía 'l'halllal', que seguía de rodil.as. -Si dices "erd.ld te autorzo para llevarl. de mi ;ala de grallito todo cloro y COBadprecio~.as que puedaa I !:I'antar. -Nu dudes que te la entregaré -dijo la vilja riéud"se, ¿Por qué hizo aquello Thamar? Para impe,lir una unión que le disgustaba; porque profesaba hacia los eg: peíos un odio ;iego, insensato, :'el'OZ, casi bestial, y Ic sonre1a la idea de destrozar el corazón de Tallo ser. Ell las manos de l'araóu no podr:a escaparse la rival de Ra'hel, porquo los I1J1lrosgraníticos del palacio saben guardar Sll presa. -Dime dónde está, porque quiero verla en :leguida-dijo til rey .. -Sefiol', Yll te guiaré, porque conozco las oncrucijadas de eS08 barrios 1l1mundos donde el más humilde do tllS serYidor~s desdcña el poner el pic. Tahoser está allí en .Illa cabaÎla tle tierra y I'llja, ocult, entrc 108 montes de ladrillos (\lIe fJ bric:llI los ·¡cureos para ti. -Pío ell t.i. Timopht, quo enganchen el carro. Salió Tin:opbt yen seguida se oyó el rl)[l~r de

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las ruedas sobre las baldosas del patio y el piafar de-los caballos. » Faraón bajó seguido de Thamar, empuñó las rienda:;, hizo subir á la -vieja, chascó con la lengua, y los caballos p:¡rtieron. El ruido de las rneoas sonab,¡ en medió de 11 noche como nn trneno sordo. Aqnella vieja as~uerosa, agarrada con sus manos hnesosas al reborde del carro, al lado del gigantesco Faraón, semejante á un dios, formaban un espectácnlo extraño que, por fortuna, sólo lo presenciaban las estrellas. La vieja parecía uno de esos genios maléficos que acompañan al inflemo las almas de los culpables. Las pasiones aproximan Ii los que nunca debieron juntarse. - ¿l'or aquí?-preguntó Faraón al llegar á una esquina. -Sí - contestó Thamar, alargando la seca mano. Los cahallos, excitados por ell:ítigo. hacían saltar el carro sobre las baldosas con gran ruidu de hronce. Entre t:\nto dormía Tahoser alIado de Ra'hel, agitad:¡ por extraño sueño. Parecíale estar en un templo inmenso, cuyas enormes columnas sostenían nn techo aznl y estrella!l,) COIllOel lirmamento: Iíueas innumerables de geroglíficos llenaban los hnecoH que quedaban entro los frescos simbólicos pintados con vivos colores. Tooos los dinses egipcios se hallaban _allí rennidos, no en efigie, sino viv(J~. Figuraban en primera fila I,)s dioses supracelest.es: Knet, Buto, Pht,a, PanMendés, Hator, l'hré, Isis; venían luego los ooce dioses cele,tes, seis machos: R~mpha, Pi-zens, F.rtosi, l'i-Hermes, Imnthes, y seis hembra,: la Lnna, el Ether, el Fuego, el Aire, el Agua y hl Tierra. Detrás hormigucabau los trcsC,iClltos sc-

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senta v cinco Ilemonios f~milinl'es, corrcspolHlil'ntes :í iDs días del aiío- S~~lIían ln;; di,inidar es tcrrl'stres: ~e!:Ulldo O,iris, -J .aroeri. TyflÍn. 1[\ sc~l\lId¡¡ Isi~, K¡'pl.u)'s, Anuhis con cahC'~;¡ do per"o, Thoth, lIusiri·., Bllha,tis y cl grail Serapis. ¡11;is lejos en la sOlllhm esta han lJ;; ídolos COI' forma~ de anilUaleH .. ;11 cI celltro del tcmplo, abi,~rto ci alaÚd, esta 1m d gran sacet"ll!,le I'el.alllllllopb, ni· raudo dc um. mauera iniuira aqllclla asalllhle;¡ cxl.raïi;t y 1l\oiJ~t.ruosa. E;;laha Ulllerto, pero 11:\bbha, SCg-ÚII".lIcede frcClIcutemcllte cn los ,u¡~ïios, y le decía ¡l 'Il hija: «l'regÚntales si son diose~:.» y T.lllO~cr iha pregnnt:ínrlolCH uno l'or nno Y todos cOlltestab.lll: ~S0Il10S horrhres. leJes. ["nerz"s, atrihut.os, emilllacivnes y pellsamielltos de lJilis; pero II¡1Ig'UilOde 1I0.otros es el Ilios renlarlerr.» JJespu,:s 80 preselltah,¡ Poeri ell el templo, y tomÚlldo!;¡ de L, mallo 1:1 aeolUpaïiaba hacia nna IlIz vivísima 'l'"l huhíese hecho re,1I1tar negra la del '01, y en medio de J¡¡ clml había UII triiÍugulu Cuu p,dailras descouocid IS. Entro tall:o, el carro dij I'araón ,olaba á tra\',:s "e los ol'st:Ítaban para expresar su \'( IUlltad. adivinada por mil miradas atentaS, La l'jecurilÍn >eguía al pensamiento C(Imo el relámpago al rayo. Para 'I'aho8er parecía haherse desprendido de su majestad granítica, hablando como \Ill mortal. Aun cuauJo 'l'ahoser fUEse Hensible al h(Inor de haber im;l'ir~do amor al }1'l'ferido de Amon-Ra, á aquel sér Holernlle, Hlherl,io y terrible, á quien !lO se atroyí. á mirar, no ~e ¡tía ninguna ~impatía. hacia él y h. idell de pertenecede la llenaba de e8panto. A Lquel }o'~raóu qne le había arrebatado el cuerpo no po.lía entregarle el alma. Tahoser le cOlltei;t6 ..Ire\': -(,Cómo ~e expliClt que habiendo tanta8 j6veIles ell Egiplo qne lile snperan ell belleza y danes de tod,lS c\¡se~, te h~yas fijado eu mi? ¿Cómo entre tanto, lotos de yariadGs colores has ido á elegir el humilde tallo'( -Lo igll:lrù; pero tÍ! sola existes para mi, y las hijas de los reyes han de ser tus escla l'as. -¡,Y si:o te umu;> -¿Qué ue importa, am índole yo? (,No se han arrojado ti los pies de mi trOllO las mujeres máB hermosas, llorando, gimielldo y me~ándose lOB cabellos, [ml'i\ implorar Ulli! mirad:! de aDlor qne yono las dirigí:!;> ~li coraz in de hrollce, encerrado t~1I nn pc¡;h ..•le 1I1¡irinul,!Ir' hil palpitado r.unC¡1 por otra unjer; rC~Í8tcme, 6diame, no por ello

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dejaré de amarte. Será la primera vez que mi voluntad encuentre un obstáculo y sabré vencerlo. -¿Y ai yo amase á otro? Ante esta Bnjlosición se contrajeron las cejas de l'araón, mordióse el labio inferior, quedando marcados los dientes, y apretó hasta hacerle daiío los dedos de la joven que conservaba entre sus mallOB. Mas sereno después añadió: - Cuando hayas vivido en este palacio rodeada por la atmósfera de mi amor, tOllo lo olvidarás. Te parecerá un s\leño tu vida pasada y tus sentimientos anteriores so evaporarán como el incienso, porquo la mujor de un rey no se acuerda de los hombres. Acostúmbrate á las magnificencias faraónicas, derrocha mis tosoros, derrama olas de 01'0, amontona pedrerías, manda, haz, deshaz, humilIa, ensalza, sé mi quel"ida, mi mnjer y mi reina. Yo te rogalo cI Egipto con sus sacordotes, sus ejércitos, sus labradoros, su inmenso pueblo, sus palacios, sus templos y sns ciudados; ájalo como \In trapo, que yo to pr~)Orcionaré otro: reinos mayoros, más hermosos y más ricos. Si el mundo no te basta conquistaré los pIanotas y destronaré á lOB dioses. Tú eres la que yo amo y Taholl(lr ya no exíate.

XIV Cuando despcrtó Ra'hel quedóso sorprendida de no oncontrar li 'l'ahoser. Acurrucada en un rinc6n Thamar, con los brazos cruzados sobro las rodillas y la caboza sobre osta IllIesosa almohada, dormía, 6 mejor dicho fingia dormir,

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porque á tra vé:, de las greñas quo lo caían hasta el snelo podían verse ~ns pupila~ hoscas como las del buho, brilkndo con la maligna alegría de la maldad ~atisfl'cha. - ¡,Dónde e"t¡Í Tahoser? - pregnntó Ra'hel. COIllO si la voz do su seiíora la hnbiese despertado, desplegó la vieja lentamente sus miembro~ de arafia, se frot6 varias veces los ojos con sn IDaDO ~eca ï amarilla como la de una momia, y poniéli :lose en pie di jo con bien fingido asombro: -¡,No está? -No, conte~tó Ra'hel, y ~i no fne~e porque yoo eu el lecho el hoyo de su cuerpo y colgaudo de esa oscarpin la ropa que BIIquitó, creería ql'e todo em UII HU:.iio. Aun cuando Thamar lo sabi En aquel momento entró Timopbt, y poniendo una mallo en su cabeza y otra en el 8uelo, dijo: , -Rey, un personaje m~¥8o quiere hablarte. Su inmensa barba Is cubre hasta la cintura; tiene unos cuernos brillantes 'f sus ojos fulguran como la llama. Le precede ignoto poder, pues al verle todos los guardias ss apartan y todas las p1Iertas se abren. Lo que mantla se hace y he venido li distraerte en tus placeres, aunquo mi audacia. me cueste la vida. -¿Cómo 8e lIama?-preguntó elroy. -110_.

xv El rey paad á _ta sala para recibir á Moisés, S8 sentó en el trOJlo,''-.Tolvi6s8 el cuello con nn

- 150ancho pectoral, CoJgi6 el cetro y tomó una postura de soberbia ilJllircrenCÎa. Entró Moisè. acompañado d~ otro hebreo Ilamaùo Aharón. I'llr augusto que pareciera F- contestó ci allciano ùescorazoliado. - En lodo esto se ,'e IJI dedo del desconocido. Con tra (,sla fnerza mist~l'Íosa Mila valen nuestras yanas fórmulas. Somdcte y déjanos vclver il /Iuestros ~-ctiroi; para estndiar á ese Dios ut:evo, l11á~ poderoso que Amou·r:;I, qne Osiris y que 'J'yfÚn. La ~i"/Ieia del Egipto qnedó veucida; el "lIig1l13 qne gnarda la eôfhge /10 tiene palabra, )' liL gran I,irÚmide oculta la nada de su elJ,¡rOle misterio. Como l'araón seguía n"gando el permiso, murió todo el ganallo de los egípcios, bin que los hebreos perdiesen ni una ~olil cabeza. Sopló viento del SnI' dnrante toda la noche, y á la lllaiía'H1 siguiente ulia nube obscura cnbría toda ],1 ~xlensión del cielo; á tra,"és de aqnella temible nllhe se veía el sol como un ascu,¡ ardiel'do, pe- o privado de SIlS rayos. Aquella nube no so par .,cía á las otras, porqne e,taba viva, zumbaha }" batía alas. Cayó al suelo, no deshecha en lluvia, sÏlJO en bandadas de lal¡gosta lilás nUIllCi'osa que los gl'llnos de arena del desierto líhic,,; suc ~díanse por torbellinos, COIUOpaja barrilla por el huracán; el aire estaba obscuro y denso; ceg ahan las hondoladas, la.s c isternas, los ríos, apa!!.lban COllSil maia las hogueras encendi·

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das para destruirIa; no podía abrirse la boca sin tragarse alguna; se introducían en los pliegues del vestido, en los cabellos y en las narices; l