Historia reciente del poblamiento remoto

Historia reciente del poblamiento remoto Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, Sauce Agustín Courtoisie Richard A. Fariña BIBLIOTECA CANARIA / Col...
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Historia reciente del poblamiento remoto Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, Sauce Agustín Courtoisie Richard A. Fariña

BIBLIOTECA CANARIA / Colección 250º Aniversario del Nacimiento de José Artigas INTENDENCIA DE CANELONES Intendente Prof. Gabriela Garrido Secretario General Sra. Loreley Rodríguez Dirección General de Cultura Prof. Juan Carbajal Comisión Honoraria del Patrimonio Departamental Prof. Elena Pareja Dirección General de Comunicaciones Orlando Muñoz Área de Diseño Comunicacional Sara Castro Editor Xosé de Enríquez Diseño Área de Diseño Comunicacional Fotografía: Martín Batallés y Gabriela Costoya Reconstrucciones 3D: Mauro Muyano Impresión Boscana

Nota preliminar

Los puntos de vista aquí expresados son de exclusiva responsabilidad de los autores tanto como de las personas entrevistadas. Ellos no comprometen a las personas e instituciones que han apoyado la elaboración del presente libro. La autoría de los primeros cuatro capítulos corresponde al paleontólogo Richard Fariña. La de los cinco últimos capítulos al profesor de ilosofía Agustín Courtoisie. Esas procedencias diversas no han impedido una discusión fecunda y una apertura permanente a lo que pueda surgir de sus respectivos abordajes. La probable asociación entre las marcas de los restos de megafauna en el Arroyo del Vizcaíno y la acción humana constituye un tema todavía polémico, por sus consecuencias para las teorías sobre el poblamiento remoto de América del Sur. Sin embargo, la comunidad internacional le ha abierto las puertas para considerarlo, a través de la aceptación del texto de un equipo de uruguayos en una revista prestigiosa como Proceedings of the Royal Society B (Biological Sciences). En ciencia lo único que corresponde es seguir investigando para averiguar más y no obstaculizar nuevas investigaciones que podrían aportar, precisamente, las necesarias evidencias. Estimular y hacer posible la continuidad del trabajo cientíico sobre los fósiles del Vizcaíno y adoptar las medidas cautelares imprescindibles para preservar ese acervo de manejos poco escrupulosos, parecen ser las únicas opciones razonables para, más allá de las palabras, cuidar en los hechos la cultura del Uruguay y la ciencia que forma parte inseparable de ella. A esos objetivos se orienta la presente obra.

A.C. y R.A.F.

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CAPÍTULO 1 “¡Tiene marcas!”

Megafauna sudamericana.

Alfonso Arribas sostiene un hueso, antiguo pero no muy grande, a la precaria luz de un corredor del liceo de Sauce. Su apresurado acento madrileño pronuncia una interjección algo irreproducible y agrega “¡Tiene marcas!”, con apical tan típica de la Península y que atrae incluso más la atención de los locales. Es invierno de 2000 y el entusiasmo original de la comunidad acerca del hallazgo en el arroyo del Vizcaíno ha menguado, desgastado por tres años de vueltas burocráticas y por otros obstáculos más interesados.

Sin embargo, el mensaje implícito en la airmación de este geólogo y paleontólogo del Museo GeoMinero de Madrid tiene un efecto alentador, pues las marcas se parecen a simple vista a las que dejan las herramientas de piedra. Quizá valga la pena, después de todo, seguir apostando a que es posible volver a excavar. Quizá se pueda seguir soñando con que la pequeña localidad de la infancia artiguista cuente con un museo paleontológico. Tal vez inalmente se podrá poner al alcance de la gente el valor patrimonial y de conocimiento que contienen

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1 mm Modelo 3D de una de las marcas

Costilla de Lestodon con marcas.

los fósiles rescatados en 1997 y, cuando se rescaten, también los que quedaron bajo las cambiantes aguas del arroyo. Pero no es fácil. Colegas que trabajan en la Antártida o en lugares remotos de la costa patagónica destacan las diicultades logísticas, los pequeños peligros que la distancia puede transformar en gigantescos, la necesidad de vehículos apropiados y de sólidas instalaciones que resistan el azote de los elementos. El yacimiento del arroyo el Vizcaíno, en cambio, está a menos de una hora del centro de Montevideo, a media hora del aeropuerto internacional, a diez minutos de una pequeña ciudad de más de 6.000 habitantes y a una breve caminata desde una

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importante ruta nacional. No debería ser inaccesible, ¿o sí?. El caso es que sí, el protector arroyo, de tan simple acceso, no aloja su guardia sobre el yacimiento con facilidad sino que nos requiere la trabajosa acumulación de bolsas de tierra para construir una represa semipermanente, la remoción del agua así coninada y el constante bombeo para extraer lo que aporta el rico acuífero. No nos adelantemos. Estamos en el liceo en el año 2000, a pocos meses de cambiar de milenio, y las marcas en el hueso deben ser cuidadosamente estudiadas, detalladamente descritas y debidamente publicadas. Ese artículo, preliminar porque representa apenas una muestra de todo lo que hay para estudiar,

se publica en 2001 en una revista española (Arribas et al. 2001). Repárese que, entre los varios autores, está Reinaldo Castilla, uno de los juveniles colectores de 1997. Un gran yacimiento, con muchísimos huesos de megafauna y marcas que podrían ser de origen humano... ¿Qué más se puede pedir para tener un sitio de gran relevancia?

Son varias las incertidumbres debidas a que no se puede seguir excavando y colectando con cuidados profesionales, registrando la posición de los huesos y muchos otros detalles. Por esa razón, este resultado también debe ser considerado preliminar y así se publica (Fariña & Castilla 2007). A pesar de que no es más que un enfoque provisorio sobre los temas para los que aporta el hallazgo, esta publicación marca el comienzo de una nueva etapa.

Mandíbula de perezoso gigante

La respuesta aparece en mayo de 2005, cuando un fragmento de costilla se envía a datar al laboratorio Beta Analytic en Miami, Estados Unidos. El resultado sacude las certezas, porque la edad de ese fósil es de nada menos que unos 28.000 años, mucho más que lo que se acepta como antigüedad de la presencia humana en América. Consultado el especialista argentino Luis Borrero, la opción es clara: no hay más remedio que sacriicar una parte de la valiosa clavícula marcada para que esos signos estén asociados a la edad obtenida tan estrechamente como sea posible. Tras ansiosa espera, en agosto de 2005 llega el resultado: la clavícula tiene 29.000 años, es decir, prácticamente lo mismo que el otro fragmento.

La necesidad de continuar excavando se vuelve cada vez más intensa. En julio de 2009, superados los problemas impuestos por personas (algunos de los cuales se narran en estas mismas páginas), es posible comenzar a abordar los desafíos de la naturaleza: una pala mecánica de la intendencia construye un desvío. Dominado, al menos en parte, el torrente, en marzo de 2011 se reanudan las excavaciones.

Hendidura en un calcáneo (hueso del talón) de Lestodon.

Huesecillos del oído medio del perezoso gigante Lestodon.

Marca en una vértebra de perezoso gigante

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CAPÍTULO 2 Fósiles, pan del paleontólogo

que necesariamente fue mejor, sino lo que sucedió a una antigüedad mayor a 10 milenios, que convenientemente coincide bastante bien con el inal de la última glaciación. En resumen, fósil es todo resto de un organismo o de su actividad con una antigüedad mayor a 10.000 años. Los fósiles forman parte del patrimonio del Uruguay y de todo el mundo. De acuerdo a la legislación vigente, no pueden pertenecer a nadie en particular, sino que forman parte de la cultura de nuestro país. La extracción de los restos fósiles es a veces una tarea complicada, pues son frágiles y pueden romperse, por lo que es mejor que lo haga una persona capacitada para la tarea, como un paleontólogo. Por otro lado, antes de sacar un fósil de donde se encuentra se deben tomar datos Mariana Di Giacomo prepara los fósiles.

Tal vez valga la pena importunar a los amables lectores con una deinición. Puesto que aquí se habla de fósiles, sería conveniente saber qué se entiende por tal. Originalmente, como lo indica su etimología en un latín algo desprolijo, “fósil” es lo extraído por excavación. Como esto puede volverse demasiado amplio, pues incluye, entre tantas otras cosas, a las piezas arqueológicas o a los recursos minerales, los paleontólogos se reieren a un fósil como los restos de organismos pasados, generalmente de su duro esqueleto, rara vez de sus partes blandas. Sin embargo, eso no es todo; los restos de las actividades de los organismos también se consideran fósiles, por lo que debería agregarse a la deinición las huellas, los granos de polen, los nidos y muchos más. El pasado, para quienes cultivan estas ciencias del tiempo profundo, no es el tiempo

Un fragmento de coraza de gliptodonte.

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sobre su posición, el sedimento en el que está y muchos otros detalles deben ser debidamente registrados. Sin esta información, un fósil puede transformarse en un objeto intrascendente

Los fósiles del Arroyo del Vizcaíno

El arroyo del Vizcaíno nace unos pocos kilómetros al noreste de la canaria localidad de Sauce, distante unos 35 km de la capital montevideana y fundada en terrenos de la familia Artigas en lo que hoy es el departamento de Canelones. Corre hacia el este hasta que cruza la ruta 6 y el elegante puente ferroviario. Las secas veraniegas lo transforman en un collar de lagunas que los productores locales utilizan para regar sus cultivos. Fue precisamente una de esas lagunas la que debió secarse completamente para salvar las cosechas en el feroz verano de 1997, liberando la maravilla que el pasado decidió conservarnos en el lecho del arroyo.

El dedicado trabajo en el Centro Cultural Escaparate.

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Protegidos por el dique de bolsas, se comienza a excavar.

La extracción debe ser cuidadosa y documentada.

Conteniendo la pasión, que tiene su lugar como motor pero no debe nublar el criterio que rige los exigentes protocolos cientíicos, se procedió a una observación sistemática y a la colecta de los restos que quedaban en posición vulnerable. Para ello, después de extraer el agua y permitir que alorasen los fósiles, se dividió el yacimiento con una cuadrícula de 1 m2 para tener referencia de la posición de los huesos, su orientación y otras características.

Último día de trabajo: el equipo se registra a sí mismo sobre el dique de bolsas.

Pasaron 14 años desde la meritoria colecta de aquel tórrido verano antes de que se pudiese volver a excavar pero la espera valió la pena: en marzo de 2011, diques de bolsa contuvieron las aguas y las bombas nuevamente secaron la laguna. Con el corazón al vuelo, los paleontólogos observamos la multitud de huesos, algunos enormes, que tapizaban el fondo de la laguna.

El material colectado se iba catalogando, etiquetando y guardando a medida que se lo colectaba, en las horas de mayor calma del campamento, cuando la inclemencia del mediodía o la escasa luz volvía problemática la tarea en el yacimiento mismo. El resto de la clasiicación, la preparación y el acondicionamiento se dejaron para la instancia más cómoda del laboratorio. Tras un par de semanas de esforzado trabajo que en realidad es una cansadora iesta, llegó el tiempo de cubrir el yacimiento para evitar vandalismos y destrucción natural. Para esa importante función, usamos una tela llamada geotextil y dejamos que volviese a entrar el agua, la guardiana más celosa de los fósiles. Volvimos en 2012, 2013 y 2014, renovadas las ganas cada vez, con éxitos mayores y menores, porque dependemos de que las lluvias no sean muy intensas. Entretanto se aproxima la creación del Museo Paleontológico de Sauce y la adecuación de los

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El minucioso trabajo de colecta. Sebastián Tambusso sostiene el gran fémur del perezoso gigante Lestodon.

elementos colectados en un lugar apropiado, nos las arreglamos con la generosidad del Municipio de Sauce, que nos cedió un espacio en la Casa de la Cultura. Otros estudios los llevamos a cabo en la Facultad de Ciencias, como las marcas que se ven en varios de los huesos. En noviembre de 2013 se publicó el artículo de Fariña et al. (2014) que dio a conocer este hallazgo a la comunidad internacional, con importantes repercusiones en muchos medios de prensa internacionales. Mientras se busca inanciación para realizar las obras necesarias que permitan exponer este material en las mejores condiciones, seguimos adelante con nuevas excavaciones, con el anhelo de que la institución a ser creada se transforme en un centro de investigación e irradiación cultural que aporte a la identidad de la sociedad local y nacional.

Se construye la cuadrícula que va a permitir localizar el lugar de extracción de cada resto extraído.

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La importancia del sitio se conirmó enorme, con más de mil restos ya colectados y muchos miles por extraerse. Como si esto fuese poco, las marcas que vio Alfonso se condicen con la que hacen las herramientas humanas, incluso estudiadas con los modernos métodos que se describe en Fariña et al. (2014), y las dataciones de carbono 14 arrojan una antigüedad de alrededor de 30.000 años, desmedida para lo que se considera como ampliamente aceptado para las primeras presencias humanas en todo el continente americano.

La fauna representada

Este hallazgo es de mamíferos gigantes, desaparecidos de la faz de la Tierra hace pocos miles de años. Por lo tanto, no se trata de dinosaurios, que son más parientes de reptiles y aves y se extinguieron hace decenas de millones de años.

Nombre común: Perezoso gigante Orden: Xenarthra Familia: Mylodontidae Género: Glossotherium

Hecha esta salvedad, corresponde destacar debidamente a la magníica megafauna del Pleistoceno sudamericano, primera inluencia de Darwin para su concepción de evolución por selección natural. Es éste el conjunto de mamíferos gigantes más espectacular de todo el mundo y de todos los tiempos, con sus a veces más de diez especies gigantes (es decir, cuya masa se mide en toneladas) viviendo juntas. Estos grandes mamíferos están extintos y una de las hipótesis que se proponen, además del cambio climático, es el impacto que causó la presencia humana. Según el modelo más aceptado, hace unos 12 o 15.000 años (es decir, poco antes de la extinción), nuestra propia especie, el Homo sapiens cruzó de Siberia a América del Norte por Beringia, el territorio entonces emergente y hoy bajo las frías aguas del estrecho de Bering en el Pacíico Norte. A esta área del conocimiento aporta el sitio del Arroyo del Vizcaíno.

De menor tamaño que Lestodon, este perezoso caminaba apoyando sus cuatro patas. En el sitio se encontraron dientes y un fragmento de mandíbula. Su masa era de alrededor de una tonelada y media y era herbívoro.

Nombre común: Perezoso gigante Orden: Xenarthra Familia: Mylodontidae Género: Mylodon Constituye una rareza en esta zona del país. Se han encontrado restos de este animal en cuevas en el sur de América del Sur e incluso se hallaron trozos de cuero con pelo. Su masa era de cerca de dos toneladas y era herbívoro.

Nombre común: Perezoso gigante Orden: Xenarthra Familia: Mylodontidae Género: Lestodon

Nombre común: Gliptodonte Orden: Xenarthra Familia: Glyptodontidae Género: Panochthus

Es el ejemplar más abundante en el sitio. Allí se encuentran restos de varios individuos adultos y también de un par de juveniles. Su masa era de más de tres toneladas y era herbívoro. Tenía sus dientes delanteros modiicados en colmillos.

Se trata de un animal emparentado con las mulitas. Era de gran tamaño (más de una tonelada) y era herbívoro. Poseía una maza en la punta de su cola que posiblemente le servía para defenderse de depredadores y en luchas con otros de su misma especie. En el sitio se encuentran algunos huesos, placas sueltas y fragmentos de la coraza. Las placas de Panochthus se reconocen porque su diseño se asemeja a una red.

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Nombre común: Gliptodonte Orden: Xenarthra Familia: Glyptodontidae Género: Doedicurus

Nombre común: Caballo extinto Orden: Perissodactyla Familia: Equidae Género: Hippidion

Es otro pariente de las mulitas que acusaba en la balanza una tonelada y media. También era herbívoro y poseía una maza en la punta de su cola, a veces reconstruida con grandes púas córneas. En el yacimiento se encuentran algunos huesos, placas sueltas y fragmentos de la coraza. Sus placas se reconocen por poseer varios oriicios que las atraviesan de arriba a abajo.

Este caballo habitó nuestras praderas muchos milenios antes de la llegada de los españoles. Diiere del caballo actual en que sus patas son más cortas y su cabeza, más grande. De este animal se han encontrado un diente, una falange y un hueso de la pata trasera.

Nombre común: Ciervo Orden: Artiodactyla Familia: Cervidae Nombre común: Gliptodonte Orden: Xenarthra Familia: Glyptodontidae Género: Glyptodon Es otro herbívoro pariente de las mulitas con una masa entre una toneladas y dos tonelada. Su cola era distinta a las de los demás, y se parecía a las de las mulitas actuales. En el sitio se encuentran algunos huesos, placas sueltas y fragmentos de la coraza. Sus placas tienen un diseño característico, similar a una lor.

Nombre común: Toxodonte Orden: Notoungulata Familia: Toxodontidae Género: Toxodon Se trata de un animal sin parientes actuales. Se asemeja en su forma a un hipopótamo o un rinoceronte. Sus incisivos eran planos y anchos y eran herbívoros. Su masa era de más de una tonelada. Está representado en el sitio por un cráneo rodado, escápulas y vértebras.

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Se encontraron un húmero y un hueso de la pata trasera pertenecientes a un ciervo, aunque todavía no se ha podido determinar la especie a la que pertenecen.

Nombre común: Mastodonte Orden: Proboscidea Familia: Gomphotheriidae

Este animal es pariente de los elefantes. Su masa era de unas 5 toneladas y tenía los incisivos rectos hacia delante, a diferencia de los mamuts, que los tenían curvos. De este animal se encontró hasta el momento solamente un molar de leche.

Nombre común: Tigre dientes de sable Orden: Carnivora Familia: Felidae Género: Smilodon El tigre dientes de sable sudamericano era de mayor tamaño que los leones actuales, con una masa de cerca de 400Kg. Era carnívoro y sus presas eran los animales descritos anteriormente. En el sitio se encontraron un colmillo y un fragmento de su cráneo.

CAPÍTULO 3 Importancia

A pesar de otros hallazgos como los de la Serra da Capivara en Piauí, noreste de Brasil, y Monteverde en Chile proclamen edades muy antiguas para la presencia humana, nuestro yacimiento despierta escepticismos, porque los sitios más aceptados con presencia humana en América tienen una antigüedad de entre 12 a 15 mil años. Como siempre pasa con hallazgos muy inesperados, el escepticismo debe ser vencido con muchas evidencias. Como se explicaba antes, unos cuantos de esos restos presentan marcas. A través de su análisis, hemos tratado de discernir si se deben al descuidado pisoteo de otros animales cuando quedaron expuestos antes de sepultarse o si son atribuibles a herramientas de manufactura humana. Para ello, seguimos un delicado procedimiento, que consistió en sacar fotos de las marcas bajo lupa a diferentes profundidades. A partir de esas imágenes, se utilizó un programa adecuado para integrarlas en un conjunto y realizar una reconstrucción tridimensional.

representados, debido posiblemente a que fueron trasladados a otro lugar. Hay más: en los yacimientos más comunes, los restos de los animales se acumulan después de haber muerto por haber sido cazados o por enfermedad (que viene a ser lo mismo, lo mate a uno un león o un microbio). Debido a esa razón, están más representados los individuos muy jóvenes o muy viejos. Un poco diferente es la situación cuando el sitio se forma como consecuencia de uno o varios accidentes. Allí también hay individuos muy viejos pero los jóvenes ya no son infantes sino impulsivos adolescentes. En aquellos casos excepcionales cuando una gran catástrofe se cierne sobre un área bastante amplia, es por supuesto toda la comunidad la que aparece en ese instantáneo registro, con las mismas proporciones que la población viviente.

Existen varias características que distinguen a las marcas de herramientas de las producidas por pisoteo. Por ejemplo, aquellas suelen ser rectilíneas, más profundas, con una sección en forma de V y con presencia de hombros, es decir, levantamientos de los bordes de la marca por encima de la posición original de la supericie ósea antes de que fuese modiicada. En total, unas 15 marcas fueron estudiadas al detalle y presentan estas características.

A esta distribución de las edades de los individuos en un sitio fosilífero se le da el nombre de peril de mortalidad y ayuda a delatar la causa de muerte. Cuando los humanos cazan, no buscan al más débil sino al más productivo, superada la diicultad del enfrentamiento cuerpo a cuerpo que se le impone a otros animales cazadores por la ainada colaboración de que somos capaces y por el uso de armas a distancia. En los yacimientos así formados, se ve una representación más abundante que la de la población original de los adultos en lor. Justamente es eso lo que se ve en el yacimiento del Arroyo del Vizcaíno.

Además, existen otras evidencias que apuntan a la presencia humana. Por ejemplo, en sitios en los que se han cazado animales en gran cantidad, los miembros posteriores suelen ser dejados en el lugar, por la diicultad de su transporte, mientras que los miembros anteriores, al ser pequeños, están menos

Cabría esperar, sin embargo, que tamaña cantidad de huesos, si son el producto de una matanza por acción de seres humanos que procuraban su sustento, estuviese acompañada de unas cuantas herramientas abandonadas, de alguna punta de lanza no recuperada, de las lascas que son producto del

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reailado de las preciosas herramientas. He aquí una debilidad de la propuesta de la posible presencia humana, porque este tipo de evidencia es escaso, ciertamente consecuencia de que solamente se ha excavado concienzudamente unos 12 m2 y algo más supericialmente unos 30. Así y todo, unos cuantos elementos líticos, encontrados en asociación, podrían interpretarse como herramientas y uno (apenas uno, nada menos que uno) presenta características que permiten identiicarlo como un raspador, pequeña pieza de piedra que sirve para alisar cuero y otras funciones. Lo más interesante de esa pieza es que, analizada al microscopio, presenta un micropulido, lo que se considera una evidencia muy clara de haber servido como una herramienta.

14.800 Monteverde (CL)

No hay verdades absolutas en la ciencia. A lo sumo, los conocimientos robados a la naturaleza sirven de pequeños candiles que van orientando un camino mientras se avanza siempre a tientas por la oscuridad. Por esa razón, no es correcto airmar que hay total certeza de que los humanos cazaron a estos mamíferos gigantes. Por esa misma razón, tampoco se puede decir que no había humanos. Mientras esperamos nuevos resultados (¿hasta dónde llega el yacimiento? ¿cómo se formó? ¿se acumularon todos los huesos de una vez o tienen historias diferentes?), del balance de la evidencia encontrada surge un mojón transitorio que dice que la presencia humana en la zona del arroyo del Vizcaíno hace 30 milenios es posible, lo que plantea un avance en nuestra comprensión de cómo fue la colonización humana de América y su impacto sobre la megafauna.

32.000 / 16.000 Pedra Furada (BR)

30.000 Arroyo del Vizcaíno (UY)

Hallazgos como Monteverde en Chile o Pedra Furada en Brasil plantean la llegada del humano al continente varios miles de años antes de lo supuesto, abriendo una discusión a la que el Arroyo del Vizcaíno aporta nueva evidencia.

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Entusiastas cazadores de fósiles muestran el hallazgo en el calor del verano de 1997.

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Capítulo 4 Trabajo con la comunidad

En 2013, los estudiantes del liceo Nº1 de Sauce aprenden a ser paleontólogos.

Se discute la interpretación de los hallazgos.

El conocimiento de nuestro pasado es incompleto si no se pone al servicio de la comunidad que, al pagar sus impuestos, inancia la tarea del descubrimiento. Por eso fue tan bienvenida la escuela que nos visitó mientras trabajábamos en el lugar, invasión blanca que vimos avanzando por el verde de la llanura como un ejército de entusiasmo y avidez por aprender. Por eso, además de muchas otras charlas en instituciones de enseñanza y entrevistas en los medios de prensa, organizamos, con la inanciación del programa ProCiencia de la Administración Nacional de Educación Pública, un par de eventos en el liceo Nº 1, donde alguna vez se guardaron los huesos extraídos en 1997. Allí, en 2012 y 2013 protagonizaron una actividad con los estudiantes liceales, jóvenes herederos de aquellos que 15 años antes protagonizaron aquellas épicas jornadas. Puestas réplicas de fósiles en cajas de arena, debían extraerlas, clasi-

icarlas e interpretar los hallazgos con la guía del equipo de paleontólogos. Otro tanto se hizo con muestras de polen, para combatir el prejuicio de que solamente hay fósiles de huesos grandes y para que pudiesen interiorizarse de cuánto ayudan los microfósiles a entender el ambiente del pasado. Además de la aventura intelectual y el gozo del descubrimiento, la actividad aportó a que las nuevas generaciones participen del valor patrimonial de los fósiles, mucho más valiosos en una colección y exposición (como en el museo que se pretende crear) que si fuesen vendidos a quienes los van a sustraer de la cadena del conocimiento.

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Fiesta paleontológica en el Sauce BBC.

Cómo seguimos En 2013 y en 2014, exploramos el área al norte del curso principal, debido a que las temporadas muy lluviosas de las respectivas primaveras y los respectivos veranos anteriores a esos trabajos de campo nos impidieron el consabido trabajo de represar con bolsas de barro. Cumpliendo con lo previsto en el proyecto inanciado por la Comisión Sectorial de Investigación Cientíica de la Universidad de la República, intentamos de esa manera ir completando el mapa de los sedimentos fosilíferos y otros, para saber dónde seguir excavando. Con el Instituto de Mecánica de Fluidos e Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería se está investigando mediante modernas técnicas de georradar con ese mismo objetivo. Además, muchos otros proyectos van surgiendo para responder las preguntas que nos formulamos, conscientes de que cada nuevo conocimiento multiplica ininitamente nuestras ignorancias: conteos estadísticos, técnicas biogeoquímicas, fotogrametría y muchas otras nos permitirán en los años por venir seguir aprendiendo las lecciones que el yacimiento del Arroyo del Vizcaíno tiene para enseñarnos.

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Diorama del yacimiento junto a sus autores.

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CAPÍTULO 5 Los vecinos

Una mole acaba de pasar. Buscaba el agua cerca del pantano. Algo la había herido. Se arrastra como puede y huye de la vista de posibles carroñeros. Un charco de sangre queda sobre el pasto. Poco después otra mole idéntica se recorta sobre el horizonte. Husmea el líquido y sus ojos de pronto exceden las órbitas. Levanta la cabeza, reposa unos segundos sobre sus patas traseras y exhala un sonido ronco, de furia o de terror. La reacción inmediata ante las señales de un semejante no es casual. Cuando las amenazas se multiplican, otro del mismo grupo podría dar protección. Trescientos siglos después bautizan ése y otros campos cercanos con el nombre de un árbol: Sauce. Por eso no cuesta imaginar un perezoso gigante, del género Lestodon, en lugar del toro lastimado que el ilósofo Ortega y Gasset vio una vez en Castilla, en un episodio similar al de líneas arriba. La llegada del perezoso imaginado podría merecer la misma relexión que Ortega destina al comportamiento del segundo toro que llega y encuentra la sangre de un semejante: “Cuando una vida encuentra en el espacio del mundo otra vida, o simplemente sus vestigios, se produce siempre una especie de corriente inducida. La vida se exalta al entrar en su presencia otra vida”. Pero el juego de analogías no concluye con eso. Las marcas encontradas en los restos fósiles de megafauna del Arroyo del Vizcaíno desafían hoy a los cientíicos. Ello obliga a investigar las chances de que hayan sido seres humanos los autores de los viejos cortes que hieren los huesos. Después de todo, las modiicaciones en la supericie de los huesos que dejan las herramientas tiene características que les son propias (profun-

didad, microestriaciones, etc.) y eso es precisamente lo que se ha encontrado. De nuevo, son los vestigios de un semejante, un remoto ser humano, los que estimulan la imaginación. Siempre llena de fervor buscar a los iguales: los que gozan y padecen de nuestra misma condición. En esta oportunidad, como le ocurrió al toro de Ortega y al imaginado Lestodon de Sauce, con fundadas expectativas. Marta y Alberto Valetto Ahora viene a nuestro encuentro un animal más pequeño, pero de aspecto feroz, cabeza gris, motitas blancas. Así lo recordamos al menos y uno se puede confundir. Es muy rápido. Los colmillos no hacen pensar en un apacible hervíboro. Es uno de los perros de la familia Valetto. Una orden irme del dueño basta para detenerlo. Es una agradable tarde de sábado. Don Alberto nos recibe con hospitalidad en su establecimiento lindero al Arroyo. Después de unas pocas formalidades la charla luye. Al rato se acerca un vecino para escucharnos. Pasan las nietas y saludan a la visita. Hasta doña Marta tuvo la amabilidad de incorporarse a la rueda media hora más tarde, pese a que estaba indispuesta. - Ustedes viven en un paraíso. - Acá se ve en la TV lo que está pasando. Estamos viviendo un momento… Asaltos, choques, asesinatos. Estamos viviendo a lo loco. Mire que yo soy medio “ruralcito” -responde Alberto Valetto-. - Mejor. - Yo estoy viviendo con mi señora, mis dos nietas y mi suegra. Los hijos están trabajando. - ¿Usted trabaja?

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- No. No. Ando con problemas en las piernas. De los 22 a los 56 nunca había visto un médico. Ahora me vino todo junto. Riñones, bypass en una pierna, tomo algo para la próstata. Tengo 68 y voy para 69 el primero de abril. Hace diez años que dejé de trabajar. En 1997 esto lo plantábamos todo nosotros. Zanahoria, cebolla. Antes, cuando compró el inado, mi padre, había montes frutales. Había viña. Después fue dando poco y tratamos de arrancar todo. Plantamos tomates, morrones y después zanahorias. Da menos trabajo. - ¿Cuándo empezó la historia los huesos? - Lo de los huesos fue en una sequía en el 1997. La laguna la veíamos venir abajo. Un día le digo a Marta que vamos a sacar los pescados de la laguna. Se cortó el agua de la laguna. Pescados había muy poquitos pero aparecieron esos huesos. Llamé al vecino. Mirá qué pescado tenemos acá. Quedamos asombrados de todo aquello. Se hizo la noche. Dejamos todo quieto. Lo que no puedo recordar es cómo fue que se corrió aquello. Fue un reguero de pólvora. Hasta que el asunto llegó a la profesora Ana Charamelo. Y sacaron 600 o 700 huesos. A lo que se le sacó el agua quedaron algunas partes descubiertas. A los pocos días se había corrido mucho la cosa. A mí me molestaba. Había momentos que uno no podía pasar por la cantidad de gente. Venía con palas, picos. A mí me volaba la bata. Llega un vecino. Llega la otra nieta, túnica blanca, moña azul. Saluda muy atenta. El campo y árboles de fondo. - Algunos optaron por cruzar donde estaba plantado. No pedían permiso, iban, venían. Acá venían 10 o 12 chiquilines con la profesora Charamelo, pero pedían siempre permiso. Pero otra gente venía de Canelones, de la Intendencia, de todos lados. En ese tiempo el intendente era Tabaré Hackenbruch. Venía Jorge Femenías. Era de lo mejor que vino. Venía un edil de Sauce, conocido de la juventud. Nunca había venido. Pero vino con otros. Me venís a contar estos versos a mí como si no te conociera… - ¿Juntaron recortes de prensa de la época? ¿Su señora tendrá alguno? - Mi señora anda enferma, mal de los bronquios. (…) Venían todos los canales. Un día vino canal 5. Vendrían 3 o 4. Yo no estaba en casa. Habría ido a buscar unas herramientas a Sauce. (En mi casa) no estaba permitido entrar a ilmar nada. Usted mañana pasan la ilmación de mi casa y vio como está el malandraje ahora. Somos del canal oicial, decían. No me interesa. Mi señora les dijo mi marido va a estar en Sauce,

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hablen con él. De cualquier manera ilmaron… ¡Somos del canal oicial! Nosotros somos canarios pero no bobos. En mi casa mando yo. No se entra sin pedir permiso… En una época los huesos estaban en la casa de un muchacho joven, Castilla. Suena un celular. Hacemos una pausa. El vecino comenta un robo en Sauce. Parece que se trataba de mucho dinero. Don Alberto señala mi portafolio. - ¿Y no estará acá? - dice con picardía -. Todos nos reímos de buena gana. Cuando regresa el silencio, un gato maúlla. Murmuran las gallinas, no es cacareo eso. Los perros, tranquilos. - El primero que vio los huesos fue usted. - Sin duda. Después los que sacaron los huesos fueron los chiquilines que venían con Ana Charamelo. Los huesos los llevaron al liceo. Ahora están en la Casa de la Cultura. Naldo Castilla era un liceal entonces. ¿Sabe dónde puede encontrarlo usted? ¿Conoce algo Sauce? Cuando se juntaba mucha agua yo ponía la bomba para que pudieran trabajar. Se escuchan ladridos de nuevo. Llega Marta, la esposa de Alberto. Le ofrezco asiento pero como ha estado en cama, preiere seguir de pie. - La cama no es buena -explica Marta-. El que vino antes de Richard Fariña fue Femenías. Excelente persona. - ¿Te acordás del alemán aquel que vino por los huesos? ¿Era alemán, francés? Gringo era -dice Alberto-. Mi familia viene de Italia. Todos mis primos, mis abuelos. Una vez me llegó una carta de Italia, felicitándome por el hallazgo de los huesos. Escucháme. Ellos decían que allá podrían valer un dineral. - ¿Qué importancia le dan ustedes a toda esta historia de los grandes huesos? - Mirá, la importancia está en los dolores de cabeza que me dio. La gente atrevida. La que los atendía más era ella, mi señora, que tenía más paciencia -dice Alberto-. Entraban sin decir buen día. Los huesos dieron mucho que hablar. Ahora ya pasó el furor. Mira a su esposa y le dice: - Traéle un pedazo de caparazón de mulita. Marta va a buscarlo. Me lo deja en las manos. Parece un plato hondo, grueso, dibujado en la cara convexa. Un fragmento de caparazón de la familia de los gliptodontes.

- Ahora, digo yo, si esto no tiene valor monetario ninguno, la plata que se pone para hacer eso, ¿de dónde sale? Perdoná que te corte. Pero alguien pidió permiso para escarbar. Un tipo me dijo “yo le puedo asegurar a usted que se puede pedir mucho dinero”. Acá vinieron hace 8 o 10 años unos tipos brasileros. Andaban atrás de esto de los meteoritos. Escucharon lo de los huesos y ellos bucearon acá. “Si sacamos tal pieza te pagamos tanto”. Yo les dije que eso no me servía para nada. Eso no se puede tocar ahí abajo. Pero nosotros no estábamos y ¡qué no se va a poder bucear! Pasaron meses. No sé en qué departamento, en Treinta y Tres… Habían encontrado una de esas mulitas gigantes enteras. Fariña una vez vino con alguien de la Junta. Y nos dijo por favor no lo venda... Pero si lo encuentro y me dan lo que yo quiero quién me lo va a privar… - Pero eso no sería legal. - Claro. Está prohibido vender los huesos. Pero también está prohibido meterse en la casa de uno y se meten -responde Alberto, siempre con gracia-. - Él fue el que los encontró. De tardecita. Me dijo: encontré unos huesos. Eran enormes. Después vinieron los niños. Todos embarrados. Daba gusto ver a esos niños, parecían horneros -dice Marta-. Alberto asegura que muchos años antes, en 1988, ya se había encontrado un hueso muy grande. - Alguien al que le preguntamos, un arqueólogo, dijo que era valioso si encontrábamos la cabeza -explica Alberto-. Los Valetto son gente de trabajo, práctica. Agregan que ahora ellos, igual que Rizzo y otro vecino, usan menos el agua del arroyo. Ahora usan los goteros. La charla se prolonga. Agradable siempre. Nos despedimos. Finaliza marzo.

Ana Charamelo y Juan Carlos Risso Unos días después, un sábado 5 de abril, nos espera en su casa de la ciudad de Sauce el ingeniero agrónomo Juan Carlos Risso. La tarde es gris, cielo nublado. En cualquier momento puede llover. El ingeniero es Risso con “s”. No hay que confundirlo con el vecino de Valetto, Jorge Rizzo, con “z”, lindero del arroyo. El dueño de casa, Juan Carlos, ha invitado a otras personas que estuvieron en la primera etapa del descubrimiento. Ellas son Ana Charamelo, su hermana Isabel, Graciela Penna y más tarde se incorpora Sergio Dansilio, esposo de Ana. La

charla colectiva fue mucho más larga que lo que aquí se recoge. Por momentos las voces se superponen y no es posible identiicarlas con claridad en la grabación. Pero aún estos breves diálogos dan la idea de lo animada que fue la conversación y del interés perdurable para la comunidad sauceña por los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno. - La que me vino a buscar fue una ex alumna mía, que en ese momento era novia de uno de los hijos de Valetto. Ese verano, enero del 97, Hubo una gran sequía. Esa gente que se dedicaba a productos de huerta sacaba agua de arroyo para regar su quinta. Ellos ponían la bomba para sacar el agua. Un día llegan al lecho del arroyo y empiezan a aparecer los huesos. Eso no era hueso de vaca o de oveja -dice Ana Charamelo-. -Fue el cuatro de enero de 1997 -apunta una voz femenina-.

Prosigue Ana Charamelo: - En ese momento yo trabajaba en secundaria coordinando los clubes de ciencia desde 1992. Era algo optativo. Ellos elegían un tema y hacíamos el abordaje. Era el furor de Jurassic Park. Participaron en ferias nacionales. Gustaron mucho los trabajos. Obtuvieron premios, los estudiantes. Egresaron del liceo y esa experiencia no se les borra más. Mi esposo era médico de la zona y daba clases de biología. El asunto resucita en 2006. Había pasado más de 10 años. - Hubo muchas peripecias para obtener permisos -apunta Juan Carlos Risso-. - Pero la Comisión de Patrimonio vino enseguida -responde Ana-. - Me reiero a dar apoyos… - Ah, para eso sí -prosigue Ana-. Pero en la misma semana que se extrajo el material del Arroyo yo me encargué de que Patrimonio tomara conocimiento de esto. Vino la arqueóloga Carmen Curbelo en febrero de 1997 en nombre de la Comisión Nacional de Patrimonio. La respuesta fue bien rápida. Ahí tomó conocimiento. En ese año me inscribí en la Facultad de Humanidades para hacer antropología y ella fue mi profesora. Un domingo fuimos a la casa de los Valetto, vimos qué tenían. Regresamos al pueblo y se fueron acercando chicos que habían sido alumnos nuestros y conformamos un grupo. Además hubo gente de la comunidad. Por ejemplo, un empleado de UTE.

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- En la barra que estaba ahí, estaban varios gurises que habían sido compañeros de la escuela y de liceo de Naldo (Castilla) -dice Juan Carlos. Y se involucraron en el trabajo los padres. Uno era mecánico, el otro… - ¿Se acuerdan de algunos nombres? Entre todos recuerdan nombres: Alberto Avilés, Juan Jurado, Miguel Castilla, padre de Naldo, también vino la mamá de Naldo… Estaba Gabriela Rodríguez que en ese momento el padre tenía farmacia en Sauce… - Sigue teniendo -dice una voz femenina-. - …y él nos prestó unas vitrinas en desuso para ir ubicando los huesos…-continúa Ana-. El grupo procura no olvidar a nadie, pero es imposible. Puede quedar mucha gente afuera. Comentan que estaba el hermano de Horacio Martínez, Mauricio, que era estudiante de ciencias biológicas. El chiquilín de López, el Tuti, Pablo Franco, Carolina González que ahora es maestra también estaba. -Cuando Valetto dice que se molestaba era comprensible, llegaban autos, camionetas… -retoma Juan Carlos-. - Con nosotros y los niños no tanto, pero venía camionetas, vino gente de otros países -completa Ana-. - Un día vino un tipo vestido de Indiana Jones, o más o menos, a ofertarle una compra a Valetto por los huesos… - recuerda Juan Carlos -. -Es ilegal eso. ¿No? “Claro, claro”, coinciden todos. Pero también en que alguien le dijo a Valetto que podía obtener rédito de esto. Continúa Ana Charamelo: - La prensa venía… Valetto se quejó en la Intendencia… Vino Mario Roldós, director de Cultura de la Intendencia, vino Alfredito Etchegaray, Diego Porcile, director de turismo… Había eventos con autoridades… Vino Sergio Vizcaíno, el cientíico argentino… Hicimos dos ingresos al arroyo. Consultamos a Helena Estapenco, una profesora muy respetada. Enseguida dijimos, enero en 1997, tenemos que llamar a expertos. Pero en esa época del año las instituciones están en receso. Gente con conocimientos nos empezó a hacer recomendaciones. Llamo al Museo de Historia Natural. Hablé con Mones, director del museo, me dice que hay un señor Castiglioni, embalsamador del Museo, que él nos podría dar algunas indicaciones. Vino

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con la esposa, los dos eran taxidermistas. Nos dijeron que todo lo que pudiéramos sacar lo sacáramos. Nos sugirieron métodos de limpieza. En esa primera etapa sacamos unas 500 piezas. Lo puedes ver en la ilmación: el lecho del arroyo sin agua era increíble. Algunos huesos eran impresionantes. Cuando vimos las mandíbulas y las garras no lo podíamos creer. Ahí ya llega la prensa. Es cuando los paleontólogos por medio de la prensa se enteran. De la Facultad de Ciencias vinieron Martín Ubilla y Daniel Perea. Pero para venir estuvieron muchísimos días. Demoraron en venir porque no tenían camioneta de la Facultad. Yo les decía que iba y venía a Montevideo todos los días… - Ellos llegan cuando ya había empezado a llover -recuerda Juan Carlos-. - Jorge Femenías, como era director del Museo Arqueológico de Canelones fue de los primeros que vino y fue el que tuvo el primer contacto con los paleontólogos, entre ellos Fariña -dice Ana-. - En todos estos últimos años Fariña fue el que siguió viniendo al Arroyo del Vizcaíno -anota una voz femenina-. - Femenías, Perea, Ubilla, Fariña, ésos fueron los primeros -intento resumir -. Otra voz femenina pregunta dónde quedaron los huesos en esa época. Ana Charamelo responde: - Se extrajeron huesos en dos instancias. La abuela de Naldo Castilla que tenía un local frente a una zapatería fue el primer destino para los huesos. Un grupo de jóvenes se reunía allí para trabajar en las tareas de preservación. Después los huesos fueron al Liceo de Sauce. Se dieron charlas, la motivación era muy grande. Se habla del apoyo en aquellos primeros tiempos del Centro Comercial de Sauce, de las actividades del 19 de junio, de la venida de un paleontólogo canadiense (Gerry De Iuliis, de la Universidad de Toronto), de una muestra de artesanos, de la visita de ministros y jerarquías gubernamentales. Alguien habla de la casa de los abuelos de Naldo Castilla. Cuentan que venían grupos de gurises, había charlas. El entonces Director del Liceo de Sauce, Cervantes Pernas, ofreció que se preservaran allí los huesos. Una voz comenta: - Al principio las cajas estaban en un laboratorio. Pero se fue Cervantes y algunos de los huesos fueron para un galpón, quizás con algún banco roto encima. Cuidarlos no, pero apropiarse sí.

Ana continúa con su relato: - Se prepararon los chicos para el 19 de junio. Se dieron charlas. El Centro Comercial me llama a mí. Decidió dar un apoyo económico. Nos ofreció un salón muy lindo. Vino un paleontólogo canadiense, vinieron ministros y autoridades. Una voz femenina apunta que “vinieron los paleontólogos españoles Paul Palmqvist y Alfonso Arribas”. Otra agrega que “estuvo Sergio Vizcaíno de la Universidad de la Plata”. - Pasemos a la asociación de las marcas en los huesos y su probable origen humano. Ahora hay una gran polémica. - La metodología de la arqueología es diferente de la paleontología -dice Ana-. La primera que habló de la asociación de humanos con fósiles fue Carmen Curbelo. Ella tomó unos huesos y dijo éstas son trazas. Pero después dijo que eso no prueba que la muerte de los animales fuera de origen humano en ese caso. El tema son las fechas. Y a veces las trazas en material óseo pueden deberse a múltiples motivos, arrastre... - No, no. Cuando se deposita es estepa, no necesariamente había arroyo. Si vos me decís que tiene trazas recientes, sí. Las marcas posteriores se pueden distinguir -discute Juan Carlos-. - Yo no quiero entrar en esa discordancia -dice Ana-. - Esa discrepancia con el origen humano de los huesos la tiene también Alfredo Casaravilla, director del Museo Arqueológico de Canelones -acota otra voz femenina-. Casaravilla sostiene que para probar la existencia de humanos tiene que haber un elemento arqueológico. - Se han hecho seminarios sobre este tema -dice Ana-. A mí me interesaría saber la opinión de López Mazz o de Carmen Curbelo. Pero yo acá lo que quiero es resaltar la importancia del hallazgo. Lo otro vamos a dejárselo a los especialistas en los temas. Es tan importante lo del hallazgo del Vizcaíno como el del Rancho la Brea en EEUU. Más allá de la asociación de los huesos con humanos, lo importante es el sitio paleontológico, es un tremendo hallazgo. El dolor nuestro es que esto haya sido olvidado en un galpón del liceo (en aquella primera etapa). Las voluntades políticas no estuvieron. La gente preparada no apoyó. - En el MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena de Montevideo) hubo una polémica a ines del 2013. - Me tomé el trabajo de mirarla en youtube -responde Juan Carlos Risso-. Yo vi entera la polémica del MAPI. Los dos más críticos de la postura de Richard Fariña se contradicen entre

ellos respecto del poblamiento remoto. Si me van a pelear a mí yo les pediría que se pongan primero de acuerdo. Terminan rebatiéndose los argumentos los dos académicos que están en una actitud escéptica. El ingeniero Juan Carlos Risso alude a las posturas de Rafael Suárez y Antonio Lezama (ver MAPI, 2013). Por su parte Ana Charamelo responde: - El tema es que ese material fue extraído por nosotros. Caminamos arriba de los huesos, en ese contexto es muy difícil… El grupo argumenta durante cierto lapso, explorando diferentes posibilidades y teorías. Por ejemplo, según Juan Carlos Risso, en un sector del Arroyo del Vizcaíno “se usó más de una bomba y no bajaba el agua, ni se movía”. Eso sugiere la profundidad del sitio y el volumen de restos fósiles que podría contener, no necesariamente sometidos a procesos de arrastre. Pero se mecha siempre lo anecdótico. Juan Carlos: “El español (Arribas) habló de interés turístico. Y Porcile, productor televisivo y promotor de turismo, vio las chances de un tren turístico”. Ana: “La gente pensó en un boom turístico. De hecho, con mi hermana fuimos hasta AFE y hablamos con Lissidini y nos cedió ese galpón”. Luego menciona el antecedente de un proyecto concreto: “Horacio Martínez hizo el diseño arquitectónico, con un laboratorio para los paleontólogos, un espacio para dar conciertos, un tren de trocha angosta para ir a ver in situ trabajar a los cientíicos”. Alguien comenta que Ernesto González, otro vecino de la laguna, tenía cien piezas. La gente era cuidadosa al zambullirse porque de lo contrario podía pincharse con algo, quizás grandes costillas. Otro integrante del grupo sostiene que uno de los fundadores del liceo de Sauce, Raúl Vidart, hermano de Daniel, en otra zona encontró una cabeza de caballo prehistórico. “Tenía una colección bárbara, boleadoras, huesos”, observa alguien más. La pieza del Equus se llevó a una institución cientíica pero luego se perdió el rastro. -¿Puede haber habido “pérdida” de huesos? Entre todos responden más o menos esto: “Todo Sauce tiene algo arriba de la estufa, pero cuando esté el Museo seguramente la gente lo va a entregar”. Por mi parte les devuelvo la impresión que surge de los dos principales interlocutores, Ana

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Charamelo y Juan Carlos Risso: -¿Me equivoco si digo que Juan Carlos encuentra elementos favorables a la postura de Richard Fariña y Ana se maniiesta escéptica respecto de la antropogenia de las marcas? - Prudente pero no escéptica -responde rápido Ana-. Por su parte Juan Carlos reina sus argumentos. Precisa en cuanto a los huesos: “Los que estaban arriba tienen color oscuro o negro. Los que estaban dentro, un color beige. Eso era estepa, llovía menos que ahora. No había arroyo. No da para pensar en pantano tampoco porque no llovía”. Y agrega: - Es casi un callejón donde están los bichos. Quizás se le podía tirar desde arriba con una piedra. Es cierto que hubo una gran extracción que hicimos nosotros. Pero después a lo largo de los años vinieron otros a seguir trabajando. No creo que todo lo que se está estudiando sea lo que nosotros sacamos. El trabajo aicionado saca lo más grande. Eso da un sesgo a la muestra. Todo lo que podía tener rastros se trató con más cuidado y terminó en las vitrinas, no en cajas con bancos rotos del liceo encima. Eso está mejor conservado. A Juan Carlos también le llama la atención que se tratara de individuos de edad mediana, “jamón del medio”. “En un siniestro deberían encontrarse los más viejos o los más chicos”. Por su parte, Ana adelanta una réplica: - Según Carmen Curbelo, había que ser prudente al hablar de las marcas. - Tengo entendido que el español Alfonso Arribas fue el primero en hablar de la asociación de las marcas -les comento por mi parte -. Alguien me acerca una foto de Alfonso Arribas junto a Paul Palmqvist. Es un recorte del diario Hoy Canelones, de fecha 6 de octubre de 2000. Más adelante, en Montevideo, Ana me va a entregar una copia del registro audiovisual de los chicos trabajando en el arroyo y otra con los informativos de la época, con entrevistas a algunos sauceños y a los cientíicos Martín Ubilla, Daniel Perea y Richard Fariña. Una voz femenina pregunta: - Si las marcas hubieran sido provocadas por la mano humana, ¿ya no estaría cientíicamente probado? Es decir, si hubiera más posturas aines a la presencia, ¿no se considera cientíicamente demostrado?

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La familia Rizzo estuvo siempre interesada en las excavaciones. En la foto, Jorge y Elena.

Explico que en ciencia el lema es “publica o perece” y que eso es lo que hicieron Fariña y su equipo. Entre otras cosas, publicó en una revista británica arbitrada y de prestigio internacional. Eso abre instancias de discusión y sus objetores deberán trabajar con las mismas formalidades. Recién después se llegará a un resultado más concluyente para todos o se aguardarán nuevas evidencias. A mis comentarios contesta Ana Charamelo: -Yo estoy un paso atrás de eso. Para mí el hallazgo en sí, independientemente de la asociación con humanos, es algo extraordinario. El grupo cruza conversaciones simultáneas. Alguien parece objetar la rebeldía de Richard Fariña frente a las jerarquías académicas de la época. A otro esa actitud le despierta admiración.”Si te pasaste años planteando algo y tu jerarquía no te da el aval, te largás solo”. Varios conjeturan problemas de pertenencia política. Alguien más agrega que “hay gente que es más mediática que otra”. Otro, con una sonrisa en la voz, desliza este comentario respecto de ines de los años 90: - Todos los candidatos de todos los partidos se sacaban fotos y no tenían ni idea. Más entrevistas quedaban pendientes. Sin duda, Sauce merecía esa atención. Pero por apasionante que fuese la historia, la comunidad podría haberla guardado bajo llave.

- Ernesto González fue el primero que encontró los huesos ahí. A él no le interesaba eso. Después se los cedió a Valetto, porque los hijos iban al liceo y podían tener más interés. Y Marta Valetto los llevó al liceo y ahí empezó a tallar la profesora Charamelo. - ¿Está seguro Rizzo? A mí todo el mundo me dice que el primero fue Alberto Valetto. - El día que usted venga yo lo llevo a la casa de González. El primero que encontró los huesos fue Ernesto González. De repente Valetto se olvidó. Pero si uno le hace acuerdo… (Rizzo es cuñado de González).

Fragmento del diario de Reinaldo Castilla, joven colector en 1997.

Sin embargo, cada persona entrevistada devolvía en general la información solicitada, la pregunta relexiva, el dato preciso si estaba a mano. No recuerdo un solo caso donde la hospitalidad estuviera ausente, ya se tratase de chacreros o de universitarios, jóvenes o veteranos.

La declaración me obligaba a una nueva ronda de preguntas, visitas o, por lo menos, llamadas telefónicas. Decidí cambiar de tema. - Dicen que hay mucha gente de Sauce que tiene un pedacito de caparazón de gliptodonte…

Jorge Rizzo Los sauceños suelen ofrecer una cálida conianza, buena voluntad, generosidad. Un buen ejemplo de ello es el producto rural, también lindero del Arroyo del Vizcaíno, don Jorge Rizzo, al igual que su señora, doña Elena. Como todos los vecinos de la vuelta Rizzo es un hombre trabajador, pragmático, pícaro. Pero se destaca por su sentido del humor para contar cualquier anécdota. Él me iba a guiar hasta la casa de su vecino Alberto Valetto. Así que no pensaba quedarme mucho rato en lo de Rizzo ese día, pero conservo la imagen de un gatito que daba saltos extraordinarios en el aire, a unos metros de donde conversábamos. Con algo maquinal en su comportamiento, el gato se remontaba y caía sobre el mismo sitio. Una y otra vez, con pequeños giros sobre el mismo eje. En la fase aérea desplegaba ambas zarpas anteriores para atrapar un insecto, como un arquero que sale a despejar la pelota con los dos puños. Tiempo después hablé de nuevo con Rizzo, por teléfono. Pero no llegué a mencionar al pequeño gato saltarín. Su primera airmación me descolocó.

La familia González siempre estuvo presente en los descubrimientos. En la foto, Javier observando la preparación del material.

- Yo no tengo ninguna duda de eso. Pero ahora yo no dejo entrar a nadie. Cualquiera que vea yendo para la laguna yo lo corro. He tenido problemas serios. Alguno quería seguir y yo le decía que no. Antes venía gente. Se zambullían para el fondo. Incluso puede que los muchachos se hayan llevado

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huesos. En el Liceo de San Antonio hay algunos huesos también. Creo que González tiene una bolsa de esas de harina llena de huesos. El nieto de él siempre iba al arroyo y juntaba huesos que se llevaba la corriente. ¿Qué se yo que más le puedo decir? Estaba claro que Rizzo no pretendía perjudicar ni quitar la prioridad a su vecino Valetto. Me aclara que sus respectivas familias han mantenido la amistad durante muchos años: “en caso de enfermedad son mejores que un familiar para ayudar”. Debía haberse olvidado, Valetto. Pero que si iba y le comentaba esto iba a admitir que el que encontró el primer hueso fue don Ernesto González.

acción humana. Brinda múltiples argumentos para sostenerla. En cuanto a dónde localizar el museo, aquella idea de la vieja estación del tren nunca le pareció adecuada: es un área de permanentes vibraciones y allí siguen pasando trenes por las vías. Eso no es bueno para la conservación de los huesos. No hay que pensar en un mero “depósito” sino en un museo paleontológico y arqueológico, como algo concebido para revitalizar a la comunidad. No piensa tanto en un “museo del sitio” como planea la Comuna Canaria. Lo ideal para Castilla sería construir especialmente el museo cerca de la plaza principal, para convertirlo en un polo de referencia de la movida cultural. Si bien supone que muchos sauceños poseen en sus casas la clásica roseta de caparazón, maniiesta que quizás el único que se quedó sin ningún recuerdo fue él. La razón es contundente:

Reinaldo Castilla - No es algo mío. Es también mío. No podía concentrarme demasiado en ese problema, es decir, en esa cuestión de quién fue el primero en descubrir los huesos el año de la sequía. Era hora de encontrarme con Reinaldo Castilla, colector en 1997 e integrante del grupo liceal de la profesora Ana Charamelo. Luego estudiante de la Facultad de Medicina y hoy joven padre de familia. Castilla es un hombre extraordinariamente inteligente, serio. Es coautor de publicaciones cientíicas. Transmite un profundo sentido de responsabilidad por la vida de la comunidad. Anhela cambios para la ciudad que ama. Más cultura, más ciencia, más educación y retorno de valores para la convivencia cotidiana. En la primera de las entrevistas recita de memoria la letra de una canción del grupo Almafuerte, banda de “metal pesado argentino”: “Me sumo a la esperanza de un nuevo amanecer / me cargo la patria al hombro también / siento míos los hijos de los demás / mi sentimiento criollo no se echará a perder”. Le pregunté si sospechaba fugas de materiales del Arroyo del Vizcaíno, o cualquier tipo de extracciones inescrupulosas. - No en cantidad pero sí de importancia cientíica. Por ejemplo, alguna pieza con marcas claras. Me dijo Valetto que en más de una oportunidad vio personas llevándose huesos. Expresa su decepción con el Estado y sus instituciones. Desde 1997 pasaron casi veinte años y todavía no se concretó el museo del que se habló tantas veces. Expresa su convicción a favor de la asociación de las marcas de los huesos y la

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Respecto del nombre del primer vecino que encontró los huesos, al igual que la mayoría responde: Alberto Valetto.

Ernesto González Era imprescindible hablar con Ernesto González y preguntarle directamente. Al hacerlo, Ernesto González respondió: - La verdad es que el primero en encontrar un hueso y sacarlo fui yo. Pero lo saqué pensando que era un buey que se había muerto dentro del arroyo. A nosotros se nos había muerto un buey y yo pensé que capaz que el agua lo trajo p’ahí. Yo justo le había pedido al vecino para pasar a lavar la zanahoria. Estaba dentro del agua y me encontré con ese hueso que estaba pisando y lo tiré. Yo seguí pasando los cajones. Eso lo encontré yo pero el que se dio cuenta fue el otro (Alberto Valetto). Al ratito me dijo que con ese hueso el animal debería ser así de alto. Él se dio cuenta que no era un buey. Yo no le dí bolilla porque al principio creí que era el buey de casa. Creo que se llevó para su casa el hueso y ahí fue que se empezó a despertar todo. - Después habrán hablado con la profesora Charamelo y ahí empezaron a venir los muchachos… - Claro, claro. Después vino una creciente, pero con una fuerza muy grande y dejó el tendal dentro del campo.

- ¿Y eso quién lo levantó? - Eso lo juntaron los vecinos, el botija mío, los nietos. En esos años no se le privaba a nadie usar el arroyo para bañarse. Ahora el problema se complicó. Están los chorros y a veces pagan justos por pecadores. - Y esa creciente, Ernesto, ¿se acuerda en qué año fue? - Ah no, no me acuerdo. Yo para memoria marcho al spiedo. Lo que siempre me preguntaré es qué fue lo que pasó. Por qué tanta cantidad de animales ahí. Es cosa rara tantos animales diferentes. ¡Todos juntos ahí! Y debe haber mucho más. Debajo de un mimbre el otro día parece que habían quedado enganchados más huesos. - Dicen que en el Liceo de San Antonio también hay huesos. - Sí. El profesor me mandó a decir que le mandara alguno y yo le mandé dos huesos. - ¿Cómo se llama el profesor?

- Otra consulta, Ernesto. Me mostraron una foto de una estación de tren donde alguna vez se pensó hacer un museo. ¿En qué está eso? - Ahora ahí hay un CAIF. Hay niños chicos y maestras. Hablamos de algunas otras cosas. Es tarde. Prometo volver a hablar con él. Nos despedimos como si nos conociéramos de hace tiempo. Y para que quede claro quién fue el primero en qué cosa, me vuelve a repetir: “El que primero sacó los huesos fui yo (Ernesto González) pero el que se dio cuenta fue él (Alberto Valetto)”. El testimonio de González es una pequeña clase de ilosofía. Mirar no garantiza ver. Para observar, siempre dependemos de nuestras creencias previas. Un paleontólogo solitario quizás no repare en fragmentos peculiares de piedra que es lo primero que miraría un arqueólogo. Pero un arqueólogo quizás desatienda los cortes en “v” y la formación de microscópicos hombros en un hueso fósil porque no pensaba mirar huesos. Ambos se necesitan y no vale parapetarse detrás de la ventanita de cada especialidad. El conocimiento cientíico es una construcción colectiva. Lo explica mejor que nadie Ernesto: creyó ver un buey hasta que su vecino Alberto se dio cuenta. El bicho difunto era algo mucho más grande.

- Ah! Sabe que yo no me acuerdo bien. Quedó tan agradecido el hombre. Es del Liceo de San Antonio.

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CAPÍTULO 6 El Estado

Como si faltara un centro de sentido, un foco para decir mejor “nosotros”. Para un montevideano estas percepciones pueden resultar algo contradictorias. Porque al viajar a Sauce en ómnibus para realizar las entrevistas, en más de una ocasión sorprenden las mismas cosas. Entre ellas la extraordinaria cordialidad de la gente. Puede señalarse incluso la conducta de choferes de distintas compañías: saludan a cada vecina y vecino por su nombre, desean el pronto restablecimiento de algún familiar enfermo o comparten su optimismo por la proximidad del disfrute del in de semana. Prensa y autoridades departamentales y municipales interesadas en el hallazgo.

Algunos vecinos entrevistados para este libro expresaron su inquietud por los cambios que el tiempo ha traído en la cultura de la convivencia, tanto en Sauce como en todo el país. Otros se preguntaron si los descubrimientos de 1997 reportarían inalmente alguna compensación económica, a la comunidad en general o incluso a cada uno en lo personal. Y en otros perduraba la esperanza de que algo como lo encontrado en el Arroyo del Vizcaíno volviera a movilizar a la comunidad. Al comparar con el notable entusiasmo de las primeras etapas, ellos sentían cierto vacío.

Resultaba de orden conocer el punto de vista de las autoridades locales. Sauce posee muchos atractivos, desde el valor histórico asociado a la igura de nuestro prócer José Artigas, hasta el de formar parte de un área vinculada a una gran producción vitivinícola. Pero desde 1997 se agrega el interés asociado al encuentro en el Arroyo del Vizcaíno de grandes huesos de animales extinguidos, motivo del presente libro. La publicación en 2013 del artículo de Richard Fariña y su equipo en una revista cientíica de prestigio internacional, dando

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cuenta de las posibles consecuencias del hallazgo para nuestra concepción de los pobladores prehistóricos de América del Sur, dio un nuevo impulso al tema. ¿Cuál había sido el apoyo de las instituciones del Estado y en particular el de la alcaldía a este signiicativo hallazgo?

sido plasmado dentro del proyecto quinquenal del Municipio y de la Comuna. “En los últimos meses hemos coordinado con la Comisión Honoraria de Patrimonio Histórico Departamental para generar la creación del Proyecto señalándose que se vienen obteniendo los recursos inancieros posibles para su funcionamiento a la mayor brevedad”.

Rubens Ottonello   Así respondía en mayo de 2014 el entonces alcalde de Sauce, Rubens Ottonello: “Desde el inicio de nuestro periodo en el año 2010 hemos ijado como uno de los pilares de nuestra gestión el de continuar y profundizar los trabajos iniciados por el doctor Richard Fariña y su equipo años atrás con el in de avanzar y concretar acciones en el lugar del descubrimiento en el Arroyo del Vizcaíno así como la posibilidad de generar el Museo Paleontológico en nuestra ciudad”. El jerarca municipal aseguró que a partir de entonces se reactivaron las excavaciones y se buscó propiciar el apoyo de la Intendencia de Canelones y la declaración de interés por la Junta Departamental. Un punto concreto a destacar fue el pedido “a la Dirección de Obras para generar apoyo humano y maquinaria, compra de maquinaria y herramientas; se coordinó con el Batallón 14 para apoyo de personal así como de otras organizaciones y vecinos que unieron esfuerzos”. El alcalde enfatizó: “Nuestro Municipio apoya de manera permanente este proyecto. Esto promociona a Sauce a nivel mundial. Es posible generador de desarrollo local y de la posibilidad de traer inversiones, visitantes y turismo a la región”.

Entonces llegó el momento de interrogar por lo que preocupaba a muchos vecinos de Sauce. En varios departamentos del Uruguay, quizás no en todos con la misma intensidad, se padecen problemas de inseguridad, desorientación de la juventud, drogas o distintos tipos de violencia, sea en el ámbito doméstico, laboral o en las contiendas deportivas. ¿Cómo debería enfrentar Sauce estos problemas sociales?

Hablar con los vecinos, o contemplar los huesos en cuidado temporario de la Casa de la Cultura de Sauce, todavía no permitía deducir qué novedades habría al respecto del Museo Paleontológico que estaría en formación y que algunos mencionaban. “Hace varios años se viene hablando de la creación de este Museo”, respondió el alcalde. señalando la relevancia que su concreción tendría para Sauce. “Aproximadamente desde el año 2000 se comenzó la gestión de obtener el local de la ex estación de AFE”. Después de tanto tiempo esto habría sido aprobado y se estaría en los trámites inales para su otorgamiento por comodato. El alcalde mencionó resoluciones del Municipio de Sauce, de la Comuna y de la Junta Departamental. Al parecer ya se ha discutido la declaración de interés de su creación. El tema habría

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“La sociedad de Sauce no escapa a la realidad de nuestro país y especíicamente nuestra zona metropolitana padece algunos de estos problemas”, admitió Rubens Ottonello. “Hace algunos años atrás Sauce era una ciudad tranquila donde se dormía la siesta de puertas abiertas y donde todos nos conocíamos. Pero Sauce y su entorno han crecido enormemente en estos últimos años”. No constituye un factor menor la estratégica ubicación del Municipio de Sauce en el centro del departamento, con un fácil acceso de rutas, muy próximo al puerto y al aeropuerto. Esto genera un permanente intercambio. Sin embargo, “a pesar de que muchas personas y familias se han aincado en nuestra región tanto en la ciudad como en nuestras zonas rurales provenientes de la capital o de otros puntos del país, Sauce preserva valores sociales que no se han perdido de identiicación con lo nuestro y la amabilidad, el servicio al otro, la solidaridad, hasta en pequeños gestos como el saludo cotidiano. Tenemos rasgos comunes que nos unen y que provienen del fondo de la historia”. Consolidar la movida cultural en torno de un Museo Paleontológico, atraer el turismo familiar y las visitas de estudiosos extranjeros, promover las vocaciones cientíicas, son todos puntos de coincidencia en los múltiples testimonios recabados. La comunidad airmaría así sus mejores dotes y disiparía o mitigaría los peligros que ninguna sociedad del siglo XXI puede eludir por completo. Algunos vecinos de Sauce en sus comentarios parecían utilizar involuntariamente las mismas frases que dieron títulos a las famosas investigaciones de Luis

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Reinaldo Castilla, colector de 1997, y Elena Pareja, presidente de la Comisión Honoraria del Patrimonio de Canelones.

Stolovich y sus colaboradores: La cultura da trabajo (1997) y La cultura es capital (2002). En ciertos casos, algunos lugareños se interrogaban por su eventual derecho a ser compensados por facilitar el acceso a los restos fósiles, o incluso por proporcionar piezas que obraban en su poder.

William Rey y Facundo de Almeida Había alguien que quizás podría dar respuesta cabal a algunas de esas cuestiones. Quien revise los antecedentes administrativos

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acerca de los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, se sorprenderá por la cantidad de idas y vueltas durante una década ante las diferentes instituciones involucradas, los conlictos de áreas de competencia, la búsqueda de un lugar más seguro para preservar los huesos colectados, las llamativas suspicacias de algunos asesores y el proceder de ciertos especialistas, los comprensibles tiempos de riguroso estudio de los expedientes, tanto como las trancas y demoras burocráticas injustiicables que suelen empantanar al Uruguay en muchas otras áreas.

Por eso reconforta tanto ver la irma del arquitecto William Rey, entonces presidente de la Comisión de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación, que aprobó el 26 de diciembre de 2007 el “contenido arqueológico del Proyecto de investigación Interdisciplinaria en Cañada Vizcaíno, Departamento de Canelones: interacciones entre megafauna y primeros pobladores”. Quedaba pendiente de resolución, todavía, el depósito inal del material paleontológico rescatado en 1997. Consultado acerca del marco legal, William Rey a principios de 2014 manifestó que el marco legal para situar el caso del Vizcaíno, es el que ofrece la ley 14. 040 de 1971 (Ley de Patrimonio y decretos sucesivos): “No hay mucha experiencia en este sentido paleontológico, aunque sí en lo arqueológico, que se podría tomar como análogo”. En relación a las inquietudes planteadas por algunos vecinos: “Respecto a las compensaciones depende de cada caso, pero el sustrato es en el Uruguay dominio del Estado”. Agregó: “Es lo mismo que si se encontrara petróleo. Obviamente que esto no impide que el propietario afectado sea recompensado en función del daño que pueda generar la excavación”. El ex presidente de la Comisión de Patrimonio de la Nación también puntualizó algo de suma relevancia : “Si se aplicara una declaración dura como la de Monumento Histórico Nacional (MHN) al sitio del hallazgo paleontológico el propietario estaría en el derecho de solicitar la expropiación del bien. En ese caso el Estado debe ratiicar y expropiar o puede revertir lo actuado y desafectar al bien como MHN”. Aunque por su formación como arquitecto se siente algo lejos de la paleontología, William Rey expresó que no es fácil que a un hallazgo de este tipo, protagonizado por cientíicos latinoamericanos, se le otorgue la debida atención en el mundo académico europeo o norteamericano. Sin embargo, “parece ser que, por ahora, todo ha ido bien y se va reconociendo la investigación”. La ciencia forma parte de la cultura y a partir del descubrimiento de Sauce, por su interés interdisciplinario tanto como por sus consecuencias beneiciosas para la comunidad, todo el proceso estará “mucho más unido a la dimensión cultural y deberemos mirarlo más de cerca” según el ex jerarca. Por su parte, el actual director del Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), Facundo de Almeida, en relación con las mismas preguntas formuladas al ex presidente de la Comisión de

Patrimonio de la Nación, recordó el Decreto 536/972 que reglamenta la Ley 14.040 de 1971. En su Artículo 9° la citada norma establece en forma expresa que: “Las piezas de carácter arqueológico o paleontológico extraídas por los trabajos realizados por particulares o instituciones privadas u oiciales, serán propiedad del Estado el que, por decisión del Poder Ejecutivo, les dará el destino que considere más adecuado”. El Decreto 536/972 en ninguna parte habilita a resarcir al propietario del campo. La experiencia de arqueólogos y paleontólogos en diversas excavaciones de nuestro país indica que no se paga a los propietarios, si bien hasta no obtener los debidos permisos ellos podrían negar el acceso. Más en general, en relación con las declaraciones de interés o las de MHN, que abren muchas vías de apoyo y facilitan la preservación de bienes tangibles e intangibles, otras fuentes indicaron que en ciertas áreas de la gestión estatal de la cultura por momentos se ha ejercido una iscalización exagerada. Ello lo atribuyen a lo reducido que es el mundo académico en arqueología y paleontología. Se sostiene también que algunos proyectos de investigación se han paralizado con poco fundamento y los atrasos en otorgar los permisos son desmedidos.

Elena Pareja En el ámbito del departamento de Canelones los procesos han sido bien diferentes. La profesora de Historia Elena Pareja, presidenta honoraria de la Comisión de Patrimonio de la Comuna Canaria, proporcionó muchos datos imprescindibles para conocer el estado de situación. En primer lugar, el Intendente de Canelones doctor Marcos Carámbula, por Resolución Nº 10/05332 del 14 de octubre de 2010 ordenó cumplir “lo dispuesto por la Junta Departamental de Canelones en su resolución Nº 91 de fecha 17 de setiembre de 2010, declarando de interés departamental el Proyecto de Arqueología en la Cuenca del Arroyo Vizcaíno que se viene desarrollando en Sauce”. En segundo lugar, existe una sólida base jurídica para profundizar el apoyo a las investigaciones actuales y futuras en el Arroyo del Vizcaíno, en la “Ordenanza de preservación y puesta en valor del Patrimonio Histórico y Cultural del Departamento”. Por ejemplo, en un tramo de su Artículo 3°, “Objeto de la

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Ordenanza” se incluyen además de los monumentos históricos, artísticos y culturales, o las obras arquitectónicas, de escultura o de pintura, “elementos o estructuras de carácter arqueológico, restos paleontológicos y cualquier documentación con valor relevante para la sociedad”.

La profesora Elena Pareja, presidenta honoraria de la Comisión de Patrimonio departamental, respondió con una natural amabilidad mi solicitud de ciertas precisiones. - En el portal de la comuna se destaca la importancia de los hallazgos de megafauna en el Arroyo del Vizcaíno.

No en vano en el portal web de la Comuna Canaria, en la sección “Bienes patrimoniales”, se deine con mucha precisión la voluntad de conservar, preservar, catalogar y difundir sus bienes patrimoniales: “Estos bienes son un testimonio vivo de sus tradiciones y de su calidad de vida local. Conservar un bien patrimonial implica crear un marco a su escala, considerando al bien inseparable de su historia, de la que es testigo, y del lugar en el que está ubicado”.

- Se ha tomado gradualmente conciencia de la importancia de la prehistoria. Se aprobó una ordenanza para la puesta en valor del patrimonio, pensando en los hallazgos paleontológicos. Claro que el apoyo institucional, por limitaciones de recursos, no siempre es fácil.

A continuación se agrega: “Cuando catalogamos asumimos un proceso que se desarrolla en colaboración y aprobación de las comunidades locales, como lo expresa la Carta de Venecia, en 1964. Estos bienes son comunes, estimados o representativos y siempre utilizados por sus miembros”. El visitante del portal, una vez que haya seleccionado con el ratón “Sauce” para explorar, no dejará de sorprenderse ante el hecho de que la lista de bienes patrimoniales, tangibles e intangibles, incluyan los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno. Por ejemplo, iguran allí la Bodega J. Chiapella (Bodega el Alpino), los festejos por el Natalicio de Artigas, la Casa de los Artigas, el Festival Nacional de Clubes Agrarios, “Canelones Canta y Baila”, Parque Municipal “Gral. José G. Artigas” y la Parroquia Sagrada Familia. En cuanto a la “Localidad Paleontológica del Arroyo Vizcaíno”, el portal de la Comuna Canaria expresa: “Sitio de interés paleontológico y arqueológico en el que aparecen restos de animales pleistocénicos extintos de gran tamaño. Son ejemplares de especies que pertenecen a un grupo que se conoce como megafauna, nombre que hace alusión a sus dimensiones. Es uno de los muy escasos sitios en América del Sur en el que aparecen pruebas de la interacción entre los humanos y estos animales prehistóricos. La situación geográica y la datación de la evidencia de la presencia humana en este lugar, llevan a revisar las causas de la extinción de estos animales y la historia de la colonización del continente americano por el Homo sapiens”.

La profesora Pareja señala que este esfuerzo arranca desde administraciones anteriores. - La comisión de arqueología departamental aprobó enseguida la declaración de interés. Se necesitaba el apoyo de la dirección de obras. Era costoso pero se respondió en función de las exigencias del equipo. La Universidad de la República tiene un convenio con la Comuna y se concretó en ese marco. Es decir, existía un marco jurídico. En 2007 o 2008 hay que hacer intervenciones y se hacen. Vilaró era director de obras. Tengamos presente que Elena Pareja comienza sus tareas en el 2006. Ella ya había tenido conversaciones con el entonces director del Museo Arqueológico de Canelones “Profesor Antonio Taddei”, Jorge Femenías, acerca de la riqueza arqueológica del departamento. “Las nuevas acciones se montan sobre acciones anteriores”, nos dice. Al mencionarle la publicación del 2013 del equipo de Richard Fariña en una relevante revista británica, Pareja está al tanto y es completamente consciente de su importancia. Recuerda que ya en el 2010 se había hecho la declaración de interés departamental. Expresa su satisfacción por la importancia que está tomando el tema. - Hay que cuidar y preservar. Valorando la importancia que esto tiene, se estableció que esto es de dominio público, y debe quedar en el lugar todo lo que se está extrayendo. Que sea del departamento. Esto queda para la gente y era un presupuesto esencial del equipo de Richard Fariña. - ¿En qué etapa se encuentra la creación del museo? - Pensamos hacer un “museo de sitio”. Ya está en trámite

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la creación de un museo paleontológico de Sauce. El museo se va a crear cuando exista base jurídica y de recursos. Pero esto es de inminente realización. Se adquiriría un terreno aledaño al Arroyo del Vizcaíno. Pareja enfatiza la creación de un “museo de sitio”, es decir, en el mismo lugar de los descubrimientos. Esto supone otras medidas de protección. Primero se le hará planteo a la Junta y luego a la Comisión Nacional de Patrimonio. - ¿Qué pasa con la comunidad? ¿No se van a investigar terrenos cercanos? - Un “museo de sitio” va a permitir un dominio sobre el área. Las búsquedas en el área formarán parte de nuevas etapas. Pero por ahora, lo que hoy puedo airmar es que se va a hacer un “museo de sitio”. La comunidad ha acompañado y

seguramente va a acompañar en todas las instancias. Las tareas de extensión de los cientíicos ha tenido sus frutos en la actitud positiva de los estudiantes. Se está buscando la forma jurídica. La voluntad está. La Intendencia de Canelones va a asumir aquello que planiicó y asumió. La intendencia de Canelones está apoyando con dos paleontólogos. Su lugar de trabajo es la Casa de la Cultura de Sauce. Ellos han creado un laboratorio básico. Los huesos van a quedar allí. Es una forma de devolución a la comunidad. Le menciono los informativos de 1997. Prueban con claridad que la comunidad lo vivió como un hecho cultural extraordinario. La respuesta de la profesora Pareja es serena y clara: - Lo que podemos airmar es que se está tomando la decisión de hacer un museo de sitio.

Nota del 26/5/2015. Meses después de realizada la entrevista con Elena Pareja, el 20 de noviembre de 2014, el entonces intendente Marcos Carámbula consideró que “es de interés de la Comuna Canaria crear un Museo Paleontológico In situ”, recordando que “se han desarrollado diversas gestiones que se encuentran vinculadas directa e indirectamente con los hallazgos y con la creación del Museo Paleontológico, como la iniciativa del Legislativo Departamental de declarar de interés Departamental la creación del Museo Paleontológico en Sauce por Resolución 1436 de fecha 28/08/12, cumplida por Resolución 12/05604, y el proyecto de Ordenanza de Preservación y puesta en valor del patrimonio histórico y cultural del Departamento donde se incluye la “Localidad Paleontológica del Arroyo Vizcaíno” por Resolución 13/07380”. Con dichos fundamentos la Intendencia Departamental de Canelones resolvió “solicitar anuencia a la Junta Departamental de Canelones para: a) adquirir el bien inmueble padrón rural 16.498 ubicado en la 6ª sección catastral del Departamento de Canelones, Localidad Sauce, el cual consta de una supericie de 4 hectáreas 5515 metros, por el precio de dólares estadounidenses cincuenta mil (U$S 50.000) con el in de crear el Museo Paleontológico del Vizcaíno, “In situ” ; b) exonerar de contribución inmobiliaria y tasas conexas al padrón de referencia desde la primera cuota del año 2000 a la fecha de adquisición”. (El documento lleva las irmas de Marcos Carámbula y Yamandú Orsi. Resolución: Nº 14/07586. Expediente: 2014-81-1010-00385. Fecha: 20/11/2014).

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CAPÍTULO 7 Los escépticos

El taller era propiedad del modesto fabricante de anteojos Hans Lippershey, residente en Middelburg. Corría el año 1600. Dos niños entran al negocio y se ponen a jugar con lentes y armazones. Tolerante como buen holandés, Hans permite que le hagan compañía siempre que no rompan nada. Explorando aquí y allá, por casualidad, los niños colocan dos lentes juntas y al mirar por ellas apuntan a la iglesia del pueblo. Su sorpresa fue tan grande como el tamaño gigantesco de la veleta de la iglesia. Cuando Lippershey mira también y comprende lo que podría estar ocurriendo comienza la historia del telescopio. Luego de esa anécdota, consignada por Ascaso Puyuelo y Cristóbal Bescós en una nota para los Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología, los autores agregan que Lippershey no tuvo suerte frente a los reclamos de otros que se atribuyeron la invención de aquel instrumento. Pero por fortuna Galileo Galilei algunos años más tarde toma conocimiento de lo ocurrido y fabrica un telescopio según el modelo de Lippershey. La historia que sigue es mejor conocida. Algunas resistencias académicas a los sugerentes hallazgos de huesos en el Arroyo del Vizcaíno (una historia que también empieza con modestos trabajadores y luego sigue con niños), recuerdan mucho a lo ocurrido en el siglo XVII con el nacimiento de la física y la astronomía tal cual la conocemos hoy en día. Muchos descubrimientos de Galileo fueron posibles gracias al telescopio, pese a que los eruditos de la época se negaron a mirar con sus propios ojos y promover nuevos estudios que dilucidaran lo que Galileo deseaba mostrar al mundo. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Según Puyuelo y Bescós, “no resultó fácil convencer a los eruditos europeos que miraran a través del instrumento de Galileo. Tenían muchísimas razones de índole intelectual para desconiar de lo que no veían a simple vista”.

Galileo enseña al dux de Venecia el uso del telescopio. Fresco de Giuseppe Bertini (1825–1898).

Por ejemplo, el sabio aristotélico Cesare Cremonini se negó a perder el tiempo mirando por el flamante artefacto: “mirar por esos anteojos me produce dolor de cabeza”. Por su parte, el padre Clavius, profesor de matemáticas en Roma, se burló de la pretensión de que Júpiter tuviese los satélites que Galileo pretendía.

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En 1614, Galileo declaraba: “Con este tubo he visto moscas que parecían tan grandes como corderos, y he comprobado que están cubiertas de pelo y tienen unas uñas muy ailadas mediante las cuales se sostienen y andan sobre el cristal, aunque estén patas arriba, insertando la punta de las uñas en los poros del cristal”. Concluyen los autores: “Galileo era uno de los primeros cruzados de las paradojas de la ciencia contra la tiranía del sentido común. El gran mensaje del telescopio no era lo que ponía de maniiesto en los objetos de la Tierra, que Galileo podía comprobar a simple vista, sino la ininidad de «otros objetos» que no podían ser examinados por el ojo humano desprovisto de ayuda”. Los testimonios de un capítulo anterior enseñaban que el conocimiento es una construcción colectiva, desde los aportes de personas modestas, hasta los de los investigadores audaces o las cribas interpuestas por sus eruditos colegas. Si no hay discusión, no hay ciencia. Para quienes venimos de la ilosofía y las ciencias sociales, una impresión que lota alrededor de algunas tajantes frases expertas sobre arqueología y paleontología es la de cierta ingenuidad histórica (Courtoisie, 2013[b]). Es que no surge de esas presuntas seguridades una suiciente conciencia histórica acerca de cómo las comunidades humanas procesan aquello que denominan conocimiento “riguroso”, “no vulgar”, o “cientíico”. Por momentos, la pesquisa de las diversas opiniones expertas recuerdan la creciente del arroyo que impresionaba en otro capítulo a don Ernesto González: desparramó los huesos sobre el campo y ahí había de todo. El caso de los restos de megafauna y su eventual asociación con pobladores remotos de estas tierras, quizás despierta el temor de poner en tela de juicio los paradigmas tradicionales defendidos todavía con fuerza sobre estas cuestiones: no debería encontrarse ningún vestigio de presencia humana en estas regiones mucho más allá de 12.000 años. La datación de unos 30.000 años para los restos de Sauce con sugestivos cortes en los huesos es muy incómoda. Somos humanos y tenemos defectos. Por supuesto que estos no impiden la lucidez ni nublan de modo permanente el entendimiento de investigadores de larga trayectoria. Pero es la conciencia histórica, sobre el inal de este mismo capítulo, la que va a permitir situar en una adecuado contexto algunas airmaciones. Entretanto, escuchemos a algunos de los escépticos serios

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En ese debate, algunos cientíicos uruguayos parecen adherir a la perspectiva “recentista”. Por ejemplo, cuando fue consultado el conocido antropólogo José López Mazz, nos envió su trabajo “Early human occupation of Uruguay: Radiocarbon database and archaeological implications” (Quaternary International, 2012), con el comentario de que en el artículo “se ignoran los sitios de más de 12 o 13 mil años”. Al pedirle mayores aclaraciones, López Mazz explicó: - Yo personalmente no me siento ni remotista, ni recentista. De hecho fui becario 3 años en el laboratorio del CNRS (Francia) que hizo los descubrimientos del Piauí. Creo que los descubrimientos de más de 13 mil y pico, en América del Sur aún no presentan un conjunto de pruebas consistente. El prestigioso investigador desglosó los elementos necesarios para aceptar con rigor las evidencias y no contentarse con un aspecto aislado: “El conjunto es: asociación de materiales antrópicos, fechados C14 coniables, diagnóstico de la asociación coniable fruto de una excavación estratigráica de acuerdo a los estándares de calidad”. Apelando a esos criterios, agregó: “Si te ijas atentamente, los descubrimientos del Vizcaíno, Piauí, Monte Alegre y otros similares, aún no presentan ese conjunto convergente de evidencias, necesarias y suicientes, para cambiar un paradigma. Además un poblamiento previo debe de contemplar explicaciones al respecto del origen del contingente, estado de desarrollo, etcétera. Yo iré este año a Piauí a conocer personalmente el sitio”. Su comentario inal fue muy sincero y expectante respecto de cambios de paradigma sobre el poblamiento remoto: “Siempre disfruto cuando la máquina de validación cientíica traga la culebra”. Pero, a la vez, López Mazz es drástico a la hora de exigir más elementos y pronunciarse sobre los hallazgos: - Sobre el Arroyo del Vizcaíno los especialistas Borrero y Politis señalaron claramente la inconsistencia de la asociación arqueológica y lo insuiciente de las marcas como prueba humana. Te conieso que íntimamente siempre disfruto cuando

cae un paradigma, cuando la máquina de validación cientíica traga la culebra. Estoy dispuesto a cambiar mi opinión, pero hasta ahora sólo veo juguetes chinos.

que su ganado moría después de consumir trébol dulce. Esto determinó que en 1939, en la Universidad de Wisconsin se aislara el anticoagulante de uso clínico Dicumarol”.

Continuemos con otros escépticos. Más similitudes hacen pertinente la comparación entre el modesto artesano de anteojos Hans Lippershey, los niños que ingresaron a su tienda y los vecinos y jóvenes de Sauce: gente joven y personas no particularmente instruidas estuvieron presentes en las primeras etapas de un hallazgo casual, en ambos casos. Pero como ocurre tantas veces, en realidad eso no contamina la “escena del crimen”. Eso forma parte de la historia habitual de la arqueología y la paleontología.

La convicción de Reinaldo Castilla recuerda el estilo del ilósofo de la ciencia Paul Feyerabend: “A veces actuar de forma idónea no garantiza nada, a veces la forma de actuar de los idóneos tampoco. Es más importante actuar que ser idóneo. Si nosotros no hubiésemos tomado la iniciativa de comenzar la recolección de fósiles, todo lo relacionado al hallazgo no existiría”. Concluye desaiante: “Es cierto, no éramos ni somos idóneos. Pero en nuestro país la enorme mayoría de ‘idóneos’ están cobrando un sueldo sentados en un escritorio”.

Pese a esas consideraciones, un académico en áreas diferentes de las involucradas al ser interrogado sobre el punto respondió con mucha cautela: “Al menos al inicio, me consta que el grueso de los hallazgos fue extraído con mucha voluntad y entusiasmo, pero sin seguir los requisitos técnicos de dichas ciencias. Dudo de que paleontólogos y antropólogos aprueben como adecuada la metodología de extracción y ahí es necesario preguntarles a ellos. Lo que de ahí se derive va a estar condicionado por esos aspectos”. El profesional solicitó que se omitiera su nombre ya que no se sentía autorizado para introducirse en una discusión rigurosa. Esa postura aprensiva contrasta con la respuesta de uno de los jóvenes colectores de 1997, Reinaldo Castilla, con estudios avanzados de la Facultad de Medicina y coautor de dos artículos académicos sobre los hallazgos de megafauna: “Si Fleming hubiera realizado su trabajo de forma idónea no tendríamos la penicilina. Se le contaminó una placa de agar donde tenía estailococos mientras se fue dos semanas de vacaciones. El hongo mataba las bacterias, revolucionó la medicina y salvó millones de vidas. El citrato de sildenailo era estudiado para tratar la angina de pecho, no era muy eicaz. Pero descubrieron por accidente que su rol vasodilatador tenía un inesperado efecto secundario: así nació el Viagra”. Con naturalidad recuerda otros descubrimientos curiosos, en su mayor parte auténticas “serendipias”, típicas de la historia de la ciencia cuando es abordada sin maquillaje: “El anticoagulante warfarina se usaba como veneno de ratas. El hecho de que algunas personas sobrevivieran a intentos de suicidio luego de utilizarlo, condujo a su posterior aplicación en dosis adecuadas en pacientes con riesgo de embolias. Un grupo de granjeros notaron

Al interrogar por correo electrónico al doctor Martín Ubilla, quien tuvo participación en las etapas iniciales de la evaluación de los restos de megafauna, las respuestas vuelven a ser en extremo cautelosas. Ubilla es profesor titular de Paleontología en la Facultad de Ciencias, Universidad de la República. Desde hace más de 20 años investiga paleontología de vertebrados, en especial mamíferos continentales cenozoicos del Uruguay. Se le mencionó al doctor Ubilla la perspectiva de que queda una enorme labor pendiente en el arroyo del Vizcaíno y las áreas cercanas. Pero que quizás bastaría con lo que ya se ha encontrado para entender que vale la pena discutir y seguir investigando. Por ejemplo, en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), a ines del año 2013, en una mesa redonda pensada para discutir las implicancias de los hallazgos de Sauce, se produjo una fuerte confrontación entre “remotistas” y “recentistas” del poblamiento de América. También se polemizó en torno de la objeción de que las marcas de los huesos de Sauce podrían no ser antropogénicas sino de origen natural (pisoteos o acarreos luviales), o acerca de que los elementos líticos hasta ahora no resultan suicientes, entre otros puntos (MAPI, 2013). Ubilla respondió en forma muy breve: “Es un tema bien complicado y altamente especializado. Los colegas arqueólogos tienen la derecha en este aspecto ya que métodos y temáticas están directamente relacionados con ellos. De todos modos, hay estudios realizados en otras áreas de América del Sur que apuntan a una mayor antigüedad de la presencia humana. Pero por lo que puedo ver en general, el consenso global es otro”.

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En los informativos de la televisión que registraron el descubrimiento de 1997, la profesora Ana Charamelo aparece junto a sus alumnos y también los especialistas Daniel Perea y Martín Ubilla, luego del pedido de ayuda a la Facultad de Ciencias para explorar el sitio según la metodología adecuada. El doctor Ubilla comenta sobre aquellas épocas: “El mayor recuerdo que tengo es para con el arqueólogo ya fallecido, Jorge Femenías, que mostró muchísimo interés en desarrollar estudios al respecto, habiendo elaborado un proyecto inclusive, y si no recuerdo mal creo que lo había presentado a Patrimonio. Luego las actividades y vueltas de la vida llevaron a desarrollar otro tipo de actividades por mi parte”. Por su parte, Daniel Perea es profesor agregado de la Facultad de Ciencias e investiga paleontología de vertebrados, bioestratigrafía de depósitos mesozoicos y cenozoicos y osteología comparada. En las entrevistas de los informativos de 1997, cuando aún no se conocían la datación de los fósiles, no descartaba la posible agencia humana de las marcas en los huesos de megafauna. Posteriormente, al igual que Ubilla, optó por una postura escéptica. Según Perea: “Efectivamente, tuve contacto con material paleontológico del Arroyo del Vizcaíno en 1997, en mi carácter de paleontólogo de vertebrados de la Facultad de Ciencias y a través de la inquietud de la profesora Charamelo y el hoy fallecido Jorge Femenías, Director del Museo Arqueológico de Canelones en aquél momento”. Continúa: “Posteriormente a aquel hallazgo producto de una gran sequía, sobrevino una nueva inundación del yacimiento, por lo que no se pudo seguir investigando. Por suerte, aunque mucha gente no lo sabe, en Uruguay hay mucho por investigar en Paleontología, lo que permite que existan varios grupos de investigación en diferentes temáticas las cuales abarcan un gran espectro temporal geológicamente hablando y ocupan a varios investigadores. En lo que a mí respecta, comencé trabajando con fauna cenozoica en varios puntos del país, tanto en los períodos Terciario como Cuaternario. Mis tesis de grado y posgrado se basan principalmente en esta línea de trabajo. Luego decidí alejarme de esa línea, aunque no abandonarla totalmente, y explorar nuevos horizontes en rocas más antiguas, en particular aquellas de la Era Mesozoica. Fue así que tuve grandes satisfacciones a raíz de varios descubrimientos”.

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Luego explica en qué consistió esa nueva etapa de su labor, de la cual surgieron “numerosos nuevos datos sobre la fauna de la Formación Tacuarembó del período Jurásico, que incluyen entre otras cosas los restos de dinosaurios más antiguos de Uruguay y las primeras huellas de estos animales registradas en nuestro país, expuestas in situ en la localidad de Cuchilla del Ombú y primer yacimiento paleontológico declarado Monumento Histórico por el Ministerio de Educación y Cultura a ines de 2013”. La postura de Daniel Perea es crítica en comentarios como los que siguen: “Con respecto al trabajo de Fariña y colaboradores en el Arroyo del Vizcaíno, es poco lo que puedo opinar, solamente lo que surge de una lectura detallada de su artículo de 2013 en el Proceedings of the Royal Society. El principal resultado del trabajo es de carácter arqueológico ya que trata de demostrar la coexistencia de humanos con fauna antigua. Teniendo en cuenta las opiniones de arqueólogos reconocidos de Uruguay y el extranjero, el trabajo tiene grandes problemas metodológicos y no demuestra dicho enunciado principal, pero de eso yo no puedo opinar caliicadamente, ya que siempre me dediqué exclusivamente a la Paleontología”. Pero introduce al inal ciertos matices que abren una luz de apertura ante nuevas posibilidades: “En lo que respecta al aporte de esta última disciplina a dicho artículo, observé varias imprecisiones e inconsistencias, pero éstas resultan de carácter secundario teniendo en cuenta la cuestión arqueológica de fondo tratada en el trabajo, estrechamente vinculada al poblamiento humano de América”. En suma, Perea alude a opiniones adversas de arqueólogos nacionales y extranjeros, pero se excusa de opinar. En todo caso, juzga las presuntas “imprecisiones e inconsistencias” del artículo de 2013 de Fariña y sus colaboradores como “de carácter secundario”. Al presentar algunas de las objeciones escépticas más comunes sobre los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, surgen algunas respuestas contundentes de sentido común, sin perjuicio de señalar que las distintas páginas de Fariña y sus colaboradores han discutido una y otra vez dichos tópicos. Por ejemplo, Antonio Lezama, arqueólogo, investigador y docente universitario, ha manifestado que la aparición de restos humanos permitiría ser más mucho concluyente que presentar débiles asociaciones.

Una vez más, Reinaldo Castilla responde: “Más allá de toda hipótesis, me pregunto ¿por qué tendría que haber restos humanos junto a los fósiles? Tendría que haber muerto algún ser humano allí pero no tiene por qué haber sido así. Existen las evidencias indirectas de presencia humana y tenemos de ellas en este yacimiento”. En la polémica del MAPI, el doctor Rafael Suárez ha manifestado que no se encontraron todavía artefactos o elementos líticos suicientes. A su turno Castilla responde: “Se encontraron restos de madera fósil y elementos líticos además. Se puede decir que recién empiezan los trabajos de campo del equipo de Richard Fariña”. De todos modos, podría aducirse que las marcas pueden deberse a otras causas diferentes de la humana, o que pueden haber sido provocadas por humanos pero en épocas muy posteriores. Castilla: “Las marcas de descarne están en sitios de inserción muscular y son de diferente profundidad y diferentes características geométricas que marcas hechas por azar, erosión o golpes posteriores. Las características de las marcas de los fósiles son distintas en cuanto a color y textura si fueron hechas durante la recolección, o después de estar fosilizado el hueso, que las que sí estaban durante el proceso de fosilización”. Buena parte de la academia local reconoce el valor de ese lecho de huesos y su datación pero no la antropogenia de las marcas. Ante este último reparo Castilla cita un trabajo del que fue coautor: “New evidence on the interaction between humans and megafauna in South American” (2001), junto a Arribas, Palmqvist, Pérez-Claros, Vizcaíno y Fariña (Publicaciones del Seminario de Paleontología de Zaragoza, págs.228-238). Y agrega: “Estoy seguro que a medida que prosiga la excavación y las investigaciones van a aparecer más pruebas”. ¿Por qué cotejar en las mismas páginas la visión de personalidades de larga trayectoria, escépticas, con las de un joven

investigador, optimista? Primero, porque como dice el refrán popular, entre en el pesimismo y el optimismo está la realidad. Segundo, porque como enseñó Thomas Kuhn hace muchos años, en La estructura de las revoluciones cientíicas (1962) las novedades radicales no hay que esperarlas de los conservadores y transmisores del saber establecido en cualquier campo del saber. Son los “parricidas” quienes traen aire fresco a las comunidades cientíicas: “Casi siempre, los hombres que realizan esos inventos fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes o muy noveles en el campo cuyo paradigma cambian. Y quizá no fuera necesario expresar explícitamente este punto, ya que, evidentemente, se trata de hombres que, al no estar comprometidos con las reglas tradicionales de la ciencia normal debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no deinen ya un juego que pueda continuar adelante y de concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas” (Kuhn 2004: 146-147) . En otras palabras, es difícil cambiar el paradigma si se está dentro. Un paradigma es una casa confortable que da pena abandonar. Otra parte del problema reside en no admitir que la hegemonía de un paradigma ya se encuentra menoscabada. Eso lo veremos con mayor detalle en el último capítulo de este libro. Pero parece claro que las teorías sobre el poblamiento de América ya no se alinean en torno del consenso Clovis. El “recentismo” está batiéndose en retirada, por decir lo menos. Respecto de los factores psicosociales que inciden en la labor de las comunidades cientíicas, no sería justo decir que, en el fondo, los escépticos temen el ridículo. Es mucho mejor mostrar algún fragmento de la historia de los cambios históricos en la elección de teorías. En realidad, es muy comprensible, en términos históricos, el comportamiento reticente a la novedad de una parte respetable de la comunidad cientíica. No es ningún pecado ser escéptico. Es más, sin cierta dosis de escepticismo resulta inconcebible el ejercicio serio de cualquier disciplina cientíica. Han ocurrido muchos episodios que la justiican. Pero, por otro lado, la historia de la ciencia también muestra la precariedad de los consensos alcanzados y la intromisión de factores extra ciencia en muchos veredictos. En cuanto a las serias objeciones que despierta el acuerdo (presunto) sin isuras que ostentan las comunidades cientíicas, sería ofender la buena memoria del lector transcribir

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pasajes adicionales de la sólida obra de Kuhn o de las agudas observaciones de Paul Feyerabend o Imre Lakatos. En vez de citar a los ilósofos de la ciencia, vayamos a la historia reciente de la ciencia. Dos casos inquietantes desvanecerán cualquier duda y nos permitirán iluminar mejor también, desde otro ángulo, la dialéctica de lo nuevo y lo viejo. El primero, comienza con un artículo de David Fishlock publicado por The Economist a ines de los años 80, donde la investigación sobre fusión nuclear y la posibilidad de lograr una liberación controlada de energía, fueron consideradas como causas perdidas. Dado que la avidez por lo nuevo suele ir acompañada por una conianza desmesurada en el progreso, ese veredicto pudo pasar desapercibido entre otros del mismo autor, más optimistas, como los referidos a nanotecnología, inteligencia artiicial o ingeniería de anticuerpos. Pero los decepcionados por prestar atención a la advertencia, tiempo después pudieron dar rienda suelta a su imaginación. Porque a partir de marzo de 1989 (y hasta mayo de ese mismo año) irrumpe el furor de la fusión a bajas temperaturas con los experimentos realizados por Stanley Pons y Martín Fleischmann. Lo que no se puso nunca de relieve, una vez que se demostró el apresuramiento de los dos químicos involucrados (y después de que la revista Nature emitió su veredicto negativo y Time tituló “Fusion or illussion?” y habló de ellos como del “dúo térmico-dinámico”) es la cantidad increíble de comunicaciones conirmatorias, emanadas de instituciones y personas con gran prestigio académico. Esas burbujas de entusiasmo son letales para la ciencia y recuerdan las del sistema inanciero. Y son tan dañinas como la burbuja de signo opuesto: el pánico que provoca una corrida bancaria o la caída de un paradigma. Hay que destacar que durante el breve lapso que duró la iebre de la fusión a bajas temperaturas, cientíicos de sitios tan dispares como Texas, Georgia, Hungría, Brasil, India o de la ex Unión Soviética, creyeron obtener resultados similares a los de Pons y Fleischmann. La base emocional del comportamiento humano parece gobernar a veces las mentes más racionales (Baudet, 2013: 219228) (Courtoisie, 1991: 52-53). El segundo caso concierne a otra ilusión colectiva que en 1903 afectó a buena parte de la colectividad cientíica. Al igual que en el caso anterior, hay que reconocer que también existieron algunas voces solitarias que llamaron a la prudencia. Nos referimos a un hecho fundamental para tener en cuenta el día que la historia

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de la ciencia se escriba con menos retoques: el de los “rayos Nancy”, “descubiertos” por René Blondot, miembro de la Academia de Ciencias francesa, mientras experimentaba con rayos X. El episodio es referido con detalle por Jean Rostand en Ciencia falsa y falsas ciencias (1958). Quien recorra esas páginas se sorprenderá de los inos detalles que parecía ofrecer la “observación” de las “propiedades” de los “rayos N” (diferentes, claro está, de, los encontrados por Röntgen). Igual que en un delirio paranoide, los cientíicos más eminentes se las ingeniaron de buena fe para engarzar ciertos datos experimentales en una estructura conceptual de inobjetable coherencia lógica. Pero la base resultó irreal. Parece una estrategia inteligente el escepticismo. Al menos, evita a las comunidades cientíicas incurrir en errores que la posteridad podría reprochar o hasta ridiculizar. ¿Pero el escepticismo referido a qué cosa? ¿Cómo no incurrir en el otro extremo? ¿Cómo evitar comportarse como los sabios que aún se guiaban por Aristóteles y se negaban a observar por el telescopio de Galileo? Eso lo pensaremos en el próximo capítulo.

Capítulo 8 Por qué es más prudente seguir

Orillas del Mar Muerto, Cisjordania, 1947. Un joven pastor beduino cuida su rebaño de cabras. Una se le escapa. El joven trepa por uno de los acantilados. Entonces apunta con una piedra a la entrada de una cueva cercana. Allí podría esconderse la cabra. Tira varias piedras para asustarla y hacerla regresar. De repente una de las pedradas provoca un ruido extraño. Al entrar a la cueva el pastor encuentra unas vasijas de arcilla selladas. Tiempo después se supo: las vasijas contenían los célebres manuscritos del Mar Muerto, con textos bíblicos desconocidos de dos mil años de antigüedad. En su libro Los manuscritos del Mar Muerto (2008) el estudioso John Desalvo apunta varios detalles inquietantes: “Una de las preguntas que se han planteado sobre los manuscritos del mar Muerto es por qué se tardó tanto en publicar su contenido y su traducción. Los primeros rollos se encontraron en la cueva 1 en 1947. En 1955 ya se habían hallado nueve cuevas más y la última se descubrió en 1956. Aun así, hasta 1991 no se pusieron a disposición del público todos los manuscritos y fragmentos”. Más allá de las publicaciones parciales de 1950, 1961, 1962 y 1982, la totalidad de los manuscritos vio la luz pública más de cuarenta y cuatro años después de que el pastor perdió la cabra y por casualidad encontró las vasijas (Desalvo, 2008: 34-49). Esa historia debería infundir paciencia en los cientíicos y el público general que espera celeridad en los apoyos institucionales. Porque el voluminoso encuentro de restos fósiles de Sauce en 1997 en el Arroyo del Vizcaíno generó la declaración de interés patrimonial recién cumplida una década de ocurrido el acontecimiento. Ese lapso tampoco es una eternidad: si hasta los manuscritos del mar Muerto tuvieron que esperar cuarenta y cuatro años para ver en su totalidad la luz pública, quizás no

habría que quejarse de los trámites que insumieran diez años en el Uruguay. Ojalá no lleven tanto tiempo los que quedan. Sin embargo, la demora en la publicación de los manuscritos del mar Muerto podría explicarse por el temor del impacto sobre los relatos judíos y cristianos, de consecuencias imprevisibles para la fe de millones de personas. En cambio, ¿qué es lo que está detrás de la densa gelatina puesta en el camino académico y burocrático para continuar con las investigaciones? En realidad, si de ciencia se trata, lo más prudente sería seguir investigando, partiendo de que la posible antropogenia de las marcas de los fósiles del arroyo del Vizcaíno es una conjetura fecunda. La negativa de los escépticos tiene buena base cientíica y es harto razonable cuando reiere a considerar aquella conjetura como si estuviese demostrada. Pero cuando el escepticismo pasa ese punto, los resultados pueden ser peligrosos e inhibir nuevos desarrollos conceptuales y nuevos hallazgos empíricos.

Dudas vulnerables Se airma, por ejemplo, que las piezas del Arroyo del Vizcaíno pueden haber sido alteradas por la presencia de personas no idóneas. Un esbozo de respuesta sería: la historia de las disciplinas involucradas es también la historia de intervenciones humanas interesadas, no caliicadas, saqueos de obras de arte, mercado negro de piezas arqueológicas y paleontológicas, y posteriores exploraciones académicas que toman en cuenta todo lo anterior como un dato previsible de la realidad. Basta pensar en los manuscritos del mar Muerto, aludidos al inicio de este capítulo. Se supone que podría haber habido una cabra en las cuevas y

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un pastor tirándole piedras. Sin embargo, la sospecha de alguna cabra pateando vasijas selladas mientras un pastor la amenaza a gritos o a pedradas (una al menos parece que impactó los sagrados recipientes por el ruido generado), nunca se consideró un buen motivo para desechar aquellos documentos.

Se airma que es imposible concebir que pudiese haber gente allí en aquellos tiempos (hace 30.000 años) porque los primeros seres humanos llegaron a América por el Norte del continente (y eso ocurrió hace apenas unos 12.000 años). Pero eso es, precisamente, lo que está ahora en discusión.

Se aduce que no se han encontrado artefactos o elementos líticos suicientes. Pero en realidad esto recién empieza, si se dejan de poner trabas, aun de modo involuntario. Esas trabas involucran un proceso psicosocial: es difícil pensar en intencionalidades, sobre todo después de haber leído o escuchado con atención la buena fe de los argumentos de los escépticos consultados. Pero sus objeciones pueden tener como secuela un resultado no deseado por nadie: palos en la rueda para proseguir las investigaciones. En realidad, apenas se ha retirado la crema supericial del postre. Nadie sabe todo lo que puede estar enterrado allí, en el arroyo, muchos metros más abajo. Y vale la pena averiguarlo. En eso estarán de acuerdo los más recalcitrantes.

Algunos creen que buena parte de la academia local reconoce el valor de ese lecho de huesos y su datación pero no la antropogenia de las marcas. ¿Qué quiere decir “buena parte” de la academia local? ¿Cuándo se hizo la asamblea cientíica para votar semejante cosa? ¿Es así que podría decidirse? La comunidad internacional lo discute, la comunidad local también, y no se puede ignorar una publicación como la de la Proceedings of the Royal Society B y sus secuelas, gusten o no. 

Se ha dicho también que la megafauna se compone de animales tan extraordinariamente grandes que no es posible creer que seres pequeños como los humanos los pudiesen carnear. Esa objeción parece ignorar las estrategias de caza y los hábitos carroñeros de los hombres primitivos en cualquier parte del mundo. Se argumenta que no hay restos humanos junto a los fósiles. El propio Richard Fariña lo ha contestado con una frase contundente: nadie pone el cementerio en el mismo lugar que la carnicería. Se dice que las marcas pueden deberse a otras causas diferentes de la humana, o pueden haber sido provocadas por humanos pero en épocas muy posteriores. Es cierto, muchas sí, pero otras no. Existen técnicas para distinguir las causas naturales de marcas sobre los huesos, tales como acarreo hídrico, la acción de roedores o patologías óseas. Otros, más sutiles, arguyen que el poblamiento remoto es un asunto inluido por la ideología y se pierde el rigor cientíico cuando el deseo de encontrar algo maravilloso nubla la objetividad. Pero ese argumento también puede ser utilizado en contra de los “recentistas” y de los negadores de la antropogenia de las marcas, como veremos líneas más abajo. Es una falacia que hace perder el tiempo. No es un argumento pertinente.

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Un curioso punto de inlexión: al comienzo de la historia del Vizcaíno, la probabilidad del origen humano de las marcas se aceptaba con toda naturalidad. Ese origen lo admitía Carmen Curbelo en 1997, según la profesora Ana Charamelo (ver capítulo 5, “Los vecinos”). También la antropogenia era incluida dentro de las posibilidades por Daniel Perea, tal como puede comprobarse en los informativos de la TV cuando el primer furor del descubrimiento. Pero la datación de los fósiles en unos 30.000 años, obtenida posteriormente en laboratorios coniables del mundo, hizo cambiar de idea a muchos y sembró las dudas.

Una perspectiva epistemológica En este último tramo del libro, para ordenar y responder todos aquellos reparos y algunos otras objeciones adicionales que podrían formularse, me propongo repetir los tramos para todo público de la ponencia presentada en el Coloquio de Historia y Filosofía de la Ciencia “Cambio conceptual y elección de teorías”, FIC-Universidad de la República, titulada “Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno: una perspectiva epistemológica” (Courtoisie, 2014). Es que para un profesor de ilosofía resultan fascinantes los debates cientíicos tal cual se procesan de hecho y no cuando son estilizados a posteriori. Por eso vale la pena dejar el salón donde se consumen ciertas generalidades ilosóicas y mirar por la puerta entornada de la cocina ruidosa y humeante donde verdaderamente se elabora la ciencia.

Por eso recapitulemos desde otra mirada algunos conceptos presentados en los primeros cuatro capítulos de este libro. El 20 de noviembre de 2013 (en forma digital primero y luego en 2014 en forma impresa) se publicó en la revista Proceedings of the Royal Society B (Biological Sciences) el artículo “Uruguay: a fossil-rich 30-ka-old megafaunal locality with cut-marked bones”. Sus autores son Richard Fariña, Sebastián Tambusso, Luciano Varela, Ada Czerwonogora, Mariana Di Giacomo, Marcos Musso, Roberto Bracco y Andrés Gascue (Fariña et al., 2014). ¿Por qué es tan importante ese trabajo? Repitamos lo esencial, hasta que resulte obvio: el texto describe los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno de enero de 1997 en Sauce, departamento de Canelones, Uruguay. Se trata de restos óseos de megafauna, de una antigüedad de alrededor de 30.000 años, con sugestivas marcas que apuntarían a la presencia humana en nuestras latitudes. Eso es más del doble del tiempo admitido por el paradigma aún predominante sobre poblaciones prehistóricas de América, pese al creciente empuje de algunos “remotistas” ante los “recentistas”: recuérdese que según la teoría Clovis del poblamiento tardío, el ser humano ingresó al continente americano hace aproximadamente unos 14.000 años.

¿Hace más tiempo que estamos aquí? Ello amerita ser discutido en ámbitos académicos e incluso todo lo que sea posible en ámbitos públicos. El primer paso que lo habilita (y a la vez estimula) es la admisión del artículo en una revista arbitrada de prestigio internacional. La comunidad cientíica internacional ha comenzado a hacerlo. El Uruguay forma parte de ella y no es posible permanecer ajenos. Quizás un criterio orientador esencial en esa polémica debería ser el de no disociar, por un lado, las informaciones cientíicas resumidas, y por otro, el imprescindible trabajo de crítica recíproca y detallada entre los involucrados. Esa regla de no disociar la comunicación de los resultados del proceso que llevó hasta ellos recuerda de nuevo el carácter colectivo de la construcción del conocimiento cientíico e impacta las diferentes modalidades de su difusión.

Es cierto que en Cactus Hill (Virginia, Estados Unidos) se reconocen ahora hallazgos de 23.500 años, pero la discusión perdura en lo referido a América del Sur. En tal contexto las teorías predominantes airman la idea del poblamiento reciente. Debe insistirse en este punto: el choque de posturas no reside en la autenticidad o la datación de los hallazgos, sino en la pertinencia de asociar ciertas marcas en los huesos de megafauna con la acción de herramientas propias de los eventuales pobladores remotos de la región, a pesar de que aún no se han encontrado restos óseos de seres humanos, o de sus antepasados.

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Un buen ejemplo de debate académico que procuró cumplir esas condiciones, fue el realizado ante el público de la sala principal de Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) de Montevideo, el 10 de diciembre de 2013. Por entonces se convocaron distintas voces (Rafael Suárez, Antonio Lezama, Roberto Bracco y Richard Fariña) que vienen discutiendo con mucha fuerza, de forma plural como modus operandi natural de su labor, la cuestión de la pertinencia cientíica de asociar los restos óseos con primitivos pobladores del Uruguay (MAPI, 2013). En “Megafauna. Arroyo del Vizcaíno”, una página web producida por una parte del equipo de colaboradores de Richard Fariña con ines de adecuada divulgación del descubrimiento (www.arroyodelvizcaino.org), se resumen con sencillez algunos datos básicos a tener en cuenta. Allí se consigna que, cuando vino la sequía, en el Arroyo del Vizcaíno “apareció la gran sorpresa: numerosos restos del perezoso gigante Lestodon, algunos del ungulado sudamericano Toxodon y de tres gliptodontes, Glyptodon, Doedicurus y Panochthus”. En las líneas que siguen, además de partir del texto original de la publicación y de algunas otras referencias cientíicas, recurriremos a materiales provenientes de medios masivos cuando a través de ellos se pronuncian diversos especialistas y se argumenta con solvencia a propósito del caso. Ello no debería extrañar a estas alturas, habida cuenta, por ejemplo, de los aportes de Habermas consignados en Ciencia y tecnología como ideología (1989). En dicha obra el autor señalaba el crecimiento exponencial de las publicaciones especializadas y las tentativas de resumir un material inabarcable: “Las revistas de reseñas sólo representan el primer paso de un proceso en el que el material bruto de la información original es sometido a una ulterior elaboración. Una serie de revistas sirven a este objetivo de una comunicación entre cientíicos de diversas disciplinas que necesitan de un intérprete para asimilar y utilizar las informaciones importantes de disciplinas limítrofes” (Habermas, 1989: 153).

lego. La esfera de la opinión pública externa a la ciencia se ha convertido ya en muchos aspectos, en una situación de tan alta división del trabajo, en el camino más corto para el entendimiento interno entre especialistas que ignoran todo los unos sobre los otros” (Habermas, Op. Cit.). La consecuencia fundamental y afortunada de este proceso, concluye Habermas, es que “se aprovecha también la comunicación entre las ciencias y el gran público” (Habermas, 1989: 154).

Cuatro dimensiones de un debate Es preciso intentar discernir algunos elementos que reaparecen de modo recurrente en las polémicas hilvanadas a partir de los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, dentro o fuera de las disciplinas involucradas. Pero es imposible pretender exhaustividad. Sería un despropósito, por otra parte, acometer semejante tarea. De lo que aquí se trata es mostrar algunos fragmentos del debate tal como se viene procesando de hecho, al margen de airmaciones rotundas o síntesis que omiten detalles capitales. Existen cuatro dimensiones que llaman la atención y, como provengo de la ilosofía y no estoy obligado a las mismas cautelas de los cientíicos (aunque sí a otras), me permitiré presentarlas en cuatro ítems, en forma algo esquemática. Es preciso enfatizar también que las pluralidad de fuentes a las que a continuación se apela (textos técnicos en grados diferentes y productos de medios masivos de distinta complejidad según los casos), se debe a que elementos propios del contexto psicológico y social se tornan mucho más visibles en declaraciones y productos destinados a la divulgación, que en las estilizadas formulaciones de los artículos propios del contexto académico especíico, que suelen oscurecer la dimensión humana de lo que se encuentra en juego y explicar mucho más de lo que consigue el auto protector lenguaje técnico.

La argumentación ad hominem Hay un hecho poco conocido que forma parte de este fenómeno: muchos investigadores recurren al periodismo cientíico de altura tanto como a las secciones de prensa diaria para saber a qué atenerse: “Lo importante es no romper el nexo de la comunicación aun cuando el lujo de información de un especialista a otro tenga que tomar el largo camino que pasa por el lenguaje cotidiano y la comprensión cotidiana del

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A menudo se confunde la argumentación ad hominem (AH) y la falacia AH. En realidad, en ciertas circunstancias, es pertinente rechazar un testimonio u opinión en base a características del sujeto que los brinda. Por ejemplo, si una persona es requerida para ofrecer su relato de hechos que ha presenciado, como un accidente de tránsito o un episodio delictivo, ciertos elemen-

tos serán decisivos para tomar en cuenta o dejar por completo de lado sus airmaciones. Por ejemplo, la edad del testigo, sus condiciones de salud, si estaba o no bajo el efecto de sustancias psicoactivas o padecía problemas oculares, si posee vínculos sociales, laborales o de parentesco con los involucrados en el episodio objeto de testimonio, etcétera. En esos casos, la argumentación AH es pertinente a efectos de relativizar o aun rechazar ciertas versiones. No lo es, en cambio, y debe ser considerada una falacia AH, cuando alguien, en vez de contestar con evidencias y argumentos una airmación, procede a atribuir a su interlocutor intencionalidades, ocultas o no tanto, conscientes o inconscientes, o atributos de personalidad, ideas religiosas o políticas, que a juicio del crítico permitirían desestimar sus dichos. En el caso del eventual poblamiento remoto que para algunos investigadores sugieren los hallazgos del Vizcaíno, lo que corresponde, cuando se impugna esa interpretación, es analizar las microfotografías de los huesos, revisar la literatura reciente sobre restos similares en otras regiones sudamericanas, tomar nota del estado del arte sobre estas cuestiones en las cuales la unanimidad académica se ha perdido hace mucho tiempo, imaginar mejores conjeturas que el oponente para dar cuenta de la cantidad de restos encontrados, etcétera. Pero se incurre en una falacia AH cuando a cambio de eso, o más sutilmente, junto a eso, se atribuyen velados deseos de que el sur del continente sea el espacio de lo maravilloso y se prolongue por vías “cientíicas” lo que el realismo mágico consiguió por vías literarias. Quienes incurren de ese modo en la falacia AH no advierten que esa misma estrategia argumental ilegítima podría jugarles en contra. Por ejemplo, cuando se rechazan las teorías del poblamiento remoto porque eso signiicaría aceptar que América del Sur se pobló antes que América del Norte, o que la hegemonía política estadounidense de la globalización y la búsqueda permanente de elementos ideológicos que le sean funcionales es lo que está detrás de la negativa a aceptar pobladores remotos en tierras sudamericanas. Otra variante de incurrir en una falacia AH, bastante incómoda para los académicos acusados y posiblemente muy eicaz por sus efectos retóricos, sería aducir que lo que está detrás de su rigidez frente a las novedades regionales es su sumisión frente a los centros de investigación del primer mundo o quizás las ventajas personales (fondos para investigaciones, invitaciones a congresos) que podrían obtener de su obsecuencia. Sin

embargo, incluso si eso fuese cierto, una acusación semejante sería una falacia AH porque no permite probar en absoluto, por sí misma, que las teorías del poblamiento reciente sean falsas. Al lego que mira desde lejos y desde fuera estas contiendas, podrá parecerle sorprendente que este tipo de argumentos sean utilizados, pero ésa es la realidad. Veamos algunos ejemplos a continuación. Por ejemplo, el doctor Rafael Suárez sostuvo durante la polémica realizada en el Museo de Arte Precolombino e Indígena, aludiendo a Richard Fariña que: “Esta es la primera vez en la historia de la arqueología americana, o de la prehistoria del poblamiento de América, que un paleontólogo va como primer autor en un tema tan sensible como éste. Dentro de la comunidad si yo soy cirujano plástico y presento un paper de una cirugía cardíaca voy a estar un poco desacreditado, lamentablemente” (MAPI, 2013: 55:00). Allí hay una sombra al menos de falacia AH, que se prolonga hasta que Suárez argumenta que era esencial colectar material lítico y que lo relevante en el caso de estudio era lo arqueológico y no lo paleontológico. Por su parte, otro especialista, Antonio Lezama, advierte sobre la falacia AH y a la vez parece incurrir por momentos en ella: “Para mí lo que está en juego es que la presencia del hombre en América siempre ha sido un tema de debate, un tema que ha sido ideologizado. Los americanos y los no americanos tenemos diicultades para verlo con objetividad (…) América es un campo donde lo extraordinario

Roca cerca de Pedra Furada (Brasil), yacimiento arqueológico descubierto en 1973 por Niéde Guidon.

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siempre puede suceder, donde pueden haber situaciones más o menos inverosímiles que tengan explicaciones que salen del comportamiento común” (MAPI, 2013: 42:53). No es la primera vez que se utilizan argumentos AH en asuntos referidos a ciertos hitos de la evolución humana y su localización geográica. Por ejemplo, se ha sostenido que el fraude del “Hombre de Piltdown”: “Ilustra, notablemente, la separación neta que puede existir entre los intereses de los hombres y los de la ciencia. Piltdown es la construcción de una evidencia que quiere venir a probar, diríamos cientíicamente, una supremacía aceptada de antemano, una supremacía nacional. Si Inglaterra hubiera sido la cuna de la humanidad, eso querría decir, de algún modo, que los ingleses son superiores a otros hombres (…) También podría decirse al revés, pensando los hechos de Piltdown como reacción: mientras Inglaterra no encuentre restos fósiles equivalentes a los de otras naciones, de algún modo será inferior” (Alinovi, 2009: 62). Regresando a las polémicas sobre el poblamiento prehistórico de América, en una nota de ines del 2013, en una publicación chilena, se airmaba muy francamente que “la arqueología también es política”: “En la comunidad cientíica «hay muchos interesados en defender que el ser humano llegó a América por el norte». Para contribuir al debate y ayudar a la promoción del parque como destino turístico, la UNESCO y la UE han organizado en Brasilia un ciclo de conferencias, en el que durante dos meses serán discutidas esas cuestiones y se mostrará el trabajo artesanal de sus actuales habitantes. «La arqueología también es política», dijo a Efe el representante de la UNESCO en Brasil, el francés Lucien André Muñoz, quien destacó así la importancia de promover nuevos debates sobre el aún incierto origen de los primeros habitantes de América” (La Tercera, 2013). Quizá sea imprescindible tomar el justo medio como guía. Por un lado, aceptando que factores psicosociales proyectan inexorablemente sus pasiones silenciosas, o hechas a viva voz, sobre los discursos técnicos propiamente dichos, que a veces puede parecer incluso una precaria racionalización de ciertas opciones previas. Pero, por el otro, la corrección debe ser inmediata: los elementos de uno y otro contexto deben ser discernidos. Puede contribuir a ello el tomar en cuenta que la argumentación AH puede funcionar tanto para un lado como para el otro de las posturas enfrentadas, sin agregar nada sustancial al núcleo cientíico de aquello que está en cuestión.

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Hallazgos en el contexto regional Llama la atención en los debates sobre los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, el rápido descarte por presunta falta de evidencia de casos como los de Monte Verde (Los Lagos, Chile) y Pedra Furada (Sierra de la Capivara, Brasil), que aportan elementos muy sugerentes en favor del poblamiento sudamericano remoto. Por ejemplo, en la polémica del MAPI ninguno de los integrantes de la mesa mencionaron el documental producido por UNESCO y realizado entre julio y agosto de 2013: Serra da Capivara. Allí se apoya en forma decidida las tesis de Niède Guidon a través de los testimonios de diversos especialistas latinoamericanos y europeos, entre ellos los franceses Claude Guérin y Eric Boeda (UNESCO, 2013, 10:28). En este punto me voy a permitir una transcripción in extenso de la entrevista que le realizara Yuri Leveratto a Niède Guidon en el año 2009: Yuri Leveratto: Doctora, ¿cuál es la mayor antigüedad de los restos óseos humanos encontrados en la región? Niède Guidon: 12.000 años. La datación se obtuvo con el método del Carbono 14. Yuri Leveratto: Sin embargo, en su museo se habla de fechas más antiguas, hasta de 60.000 años. ¿Cómo llegaron a tales resultados? Niède Guidon: En la zona del parque encontramos varios restos de fogatas que se remontan a 60.000 años atrás. Los restos carbonizados de la leña se analizaron con la prueba del carbono 14 en algunos laboratorios de Texas (USA). Otros análisis que se hicieron utilizando el método de la termoluminiscencia probaron que ha habido asentamiento humano en este lugar desde hace 100 milenios. Yuri Leveratto: Según usted, ¿cómo es posible que no se hayan encontrado restos óseos humanos con antigüedad mayor a doce mil años? Niède Guidon: En esa zona el suelo es ácido y por desgracia, no permite la preservación de los restos óseos más antiguos.

Yuri Leveratto: Leí que algunos arqueólogos estadounidenses sostienen la falsedad de sus descubrimientos. En particular, algunos estudiosos creen que las fogatas que datan de hace 60.000 años fueron naturales, es decir, ocasionadas por rayos, ¿qué piensa usted de esto? Niède Guidon: Las fogatas fueron estudiadas por varios arqueólogos y todos conirmaron que se trataban de fuegos causados y controlados por el hombre, porque estaban situados en zonas pequeñas y delimitadas. Alrededor de estos fuegos se encontró material lítico, o bien piedras trabajadas por el hombre (Leveratto, 2009). La misma investigadora ha defendido posturas similares desde hace mucho tiempo. Primero, debe tenerse en cuenta su explicación ante la ausencia de restos óseos humanos. Es un punto a explorar más en el caso del Sauce. Además, en un congreso del año 2004, en su texto “Parque Nacional Serra da Capivara: sitios rupestres e problemática”, Guidon airmaba: “Esse sítio está no calcário e estas pinturas estavam cobertas por calcita. Essa calcita cobria também a grande igura antropomorfa que vocês vêem aqui. Todo painel estava coberto por calcita. O professor Watanabe da USP em 1.999, tomou uma amostra de calcita e obteve uma datação para essas iguras entre trinta e cinco e quarenta mil anos” (Guidon, 2004-2007: 4). Por su parte, para mostrar la pluralidad de opiniones sobre el poblamiento americano, Yuri Leveratto ha recordado teorías recogidas por Paul Rivet e inspiradas por el portugués Mendes Correa. Las de este último parecen ciertamente especulativas, pero ello es útil para mostrar hasta qué punto puede ser discutida la cuestión (dentro de los bordes de lo razonable) y estimular conjeturas diferentes y más imaginativas: según la arqueología tradicional, la mayoría de los indígenas americanos tiene origen asiático y sus antepasados llegaron al Nuevo Mundo por medio del actual estrecho de Bering y del llamado “corredor libre de hielo” o navegando por la costa, situado en los actuales territorios de Alaska y norte de Canadá, durante su expansión del norte de Asia a América, acaecida en dos fases, la una hace 40 y la otra hace 13 milenios. Aunque incluso la genética ha comprobado, en efecto, la predominancia de caracteres asiáticos (grupos sanguíneos y otras características genéticas) en la mayoría de los autóctonos del Nuevo Mundo, no está para nada resuelto el misterio del trayecto hecho por aquellos antiguos viajeros.

Sin embargo, agrega Leveratto: “Paul Rivet, en su famoso libro Los orígenes del hombre americano, analizó otros posibles lujos de expansión hacia el Nuevo Mundo: particularmente, el de los colonizadores de Melanesia (quienes, según él, navegaron a través del Océano Pacíico), el de los norteasiáticos (que navegaron en torno a las costas asiáticas, colonizando luego, lentamente, las actuales Aleutianas y el litoral noroccidental del continente norteamericano, entrando, de esta manera, al Nuevo Mundo) y el de los australianos, los cuales, según el portugués Mendes Correa (1888-1960), pudieron haber llegado al Cono Sur en un increíble viaje por la Antártida, durante un período en el que ésta gozaba de un clima óptimo, mucho más templado que el actual, alrededor del sexto milenio antes de Cristo” (Leveratto, 2010).

Sobre las marcas El texto de la página web “Megafauna. Arroyo del Vizcaíno”, producida por el grupo de cientíicos más cercano a Richard Fariña, luce cauteloso comparado con lo que podría esperarse, dadas las acusaciones hechas por un sector de la academia. Por ejemplo, el doctor Rafael Suárez llegó a hablar de “falta de evidencia y exposición mediática” y del “primer reality de la ciencia en Uruguay”. He aquí un fragmento del portal educativo que sintetiza lo ocurrido desde 1997: “Tuvieron que pasar 14 años para que se volviese a excavar, porque la investigación cientíica no escapa a la realidad de las imperfecciones humanas, pero la espera valió la pena: en marzo de 2011, este equipo de paleontólogos procedió a una observación sistemática y a la colecta de los restos que quedaban en posición vulnerable [ver Capítulo 2, “Fósiles, pan del paleontólogo”]. Aunque la gran cantidad de fósiles ya extraídos y de los que quedan por colectar aseguran trabajo para muchos años y ya le da al sitio una importancia enorme, hay además algunas evidencias que nos hacen pensar en que fueron procesados por humanos, como algunas marcas en una clavícula, en una costilla y otros huesos. Como si esto fuese poco, diversas dataciones realizadas sobre hueso y madera, con distintas técnicas y en tres laboratorios diferentes, fueron sometidas al análisis por carbono 14 para determinar su edad. Los resultados (provisorios como lo son siempre en ciencia) indican una edad sorprendentemente alta, de alrededor

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de 30.000 años, aproximadamente el doble de lo aceptado hasta ahora para los yacimientos más antiguos con presencia humana de todo el continente americano, Alaska excluida (Megafauna, 2013). Vamos a detenernos en un punto. Según expresan los autores del hallazgo, de los más de mil huesos colectados, decenas de ellos presentan marcas. Por eso es menester interpretar en forma adecuada las reconstrucciones en 3D y las microfotografías incluidas en su trabajo para determinar si fueron generadas por factores diferentes de la presencia humana. Recuérdese también que se encontraron restos de madera fósil y elementos líticos y se declara el hallazgo de un elemento en forma de raspador. Un comentario adicional sobre el tamaño de las herramientas: se ha objetado la diicultad de concebir la captura de megafauna sin instrumentos de buen tamaño y lanzas, hachas o mazas de gran porte. ¿Cómo dominar y carnear megafauna con pequeños instrumentos? La pregunta es pertinente pero desde hace mucho tiempo ha sido respondida. En 1994, Katy Shick y Nicholas Toth (Universidad de Indiana) y Rick Potts (Smithsonian Institute) explicaron que algunos homínidos posiblemente eran carroñeros. No podían enfrentar a otros animales de mayor porte y debían arrastrarlos a un lugar seguro para trozarlos, lejos del olfato y la mirada de otros seres voraces. En un célebre programa de la BBC, “Ape-man. Historia de la evolución del hombre” conducido por Walter Cronkite, estos cientíicos fueron entrevistados y comentaron el hallazgo de un elefante muerto en una región de África, donde se encontraron numerosas lascas pequeñas y evidencias de marcas en los huesos del elefante. Las marcas de los huesos, estudiadas al microscopio y mostradas en ese documental, recuerdan muy vivamente las del Arroyo del Vizcaíno. Pero algunos cientíicos uruguayos desprecian los medios masivos de comunicación, ignoran las relexiones de Habermas y logran así perderse algunas interesantes conjeturas.

La cuestión del punto de origen Las respuestas más satisfactorias están contenidas en la entrevista con Guidon y proporcionan pistas valiosas para el caso de Arroyo del Vizcaíno. El documental de UNESCO “Serra da Capivara” ofrece varios testimonios concordantes:

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Yuri Leveratto: Según usted, ¿quiénes eran los antiguos habitantes de la zona? Y sobre todo, ¿de dónde venían? Niède Guidon: Eran hombres Sapiens arcaicos y venían directamente de África. No se trata de descartar la teoría de la migración humana a través de Beringia de hace unos 14.000 años, sino de complementarla con otras teorías. Es impensable que el continente americano, con una extensión de miles de kilómetros de norte a sur, haya sido colonizado sólo por el norte. En mi opinión, el Homo Sapiens salió de África hace 130 milenios. Como es sabido, el continente antiguo ya había sido colonizado por el Homo Erectus, pero el Sapiens lo suplantó y se dispersó por todo el planeta (…).Algunos de ellos se dirigieron hacia Asia y Europa, mientras otros, probablemente pescadores, fueron arrastrados por las corrientes y llegaron a Suramérica, empujados por los vientos alisios. Yuri Leveratto: ¿Está su tesis apoyada en estudios de Antropología somática o morfológica? Niède Guidon: Sí. Efectivamente, los investigadores Walter Neves y Danilo Bernardo de la Universidad de San Paulo (Departamento de Genética y Biología Evolutiva), efectuaron análisis morfológicos de los cráneos encontrados en la zona de la Serra de Capivara y llegaron a la conclusión de que pertenecían al tipo humano australoide-negroide y no al tipo humano asiático. (…) se trataba de Sapiens arcaicos, cuyas características somáticas no estaban aún del todo especializadas (Leveratto, 2009) (Unesco, 2013).

Final provisorio, como todo en la vida Una rápida mirada epistemológica de los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno y sus interpretaciones ha permitido extraer algunas enseñanzas para refrescar versiones demasiado estilizadas de estos procesos. Al observar un poco más de cerca a las comunidades cientíicas, no hay que sorprenderse de tanta crítica recíproca, dura e irónica a veces como la de un debate parlamentario, porque sin ella solo hay dogmatismo y apelaciones a la autoridad. Si hasta el célebre sabio jesuita Teilhard de Chardin fue acusado de participar en el fraude colectivo del “Hombre de Piltdown” y de haber sido el responsable de “plantar” en aquella localidad restos óseos funcionales al engaño, el grupo de cientíicos

que pusieron al Uruguay en el mapa mundial del debate sobre pobladores prehistóricos de América no debería incomodarse por la rigidez compensatoria de las unanimidades perdidas. Hay que ser prudentes también con la misma prudencia. Un escepticismo más allá de lo razonable compromete la consolidación de las mejores condiciones para proseguir la búsqueda de esas mismas evidencias fuertes que tanto se reclaman. La conciencia histórica puede acudir en nuestra ayuda para entenderlo mejor. La historia de la ciencia muestra cómo se despreciaron teorías que resultaron ciertas a la postre, aunque en el momento de ser formuladas eran insuicientes o no concluyentes.

especialidades las prácticas higiénicas esbozadas por Semmelweis, pionero de la antisepsia (Asimov, 2007:380-381). Respecto de la reincorporación al corpus cientíico de concepciones juzgadas erróneas o sobrepasadas en un momento dado o de hallazgos técnicos desperdiciados pueden brindarse muchas pruebas. Historiadores de la ciencia como Benjamín Farrington y John Bernal explican, por ejemplo, que los técnicos helenísticos fabricaron relojes y artefactos mecánicos muy elaborados. Pero el desprecio por las tareas manuales –comprensible en sociedades que disponían de mano de obra barata y esclavadesvió su interés de las ciencias aplicadas y abortó toda una posible línea evolutiva, cuyo derrotero ulterior puede imaginarse sólo por un ejercicio de icción. La idea de equivalencia entre las distintas formas de energía y de su conservación fue formulada por Leibniz en 1715 en una carta donde atacaba las ideas de Newton y, al no existir la máquina de vapor para darle importancia práctica permaneció latente por un siglo. Aunque tuvieron escaso impacto en esa época, los descubrimientos isiológicos de Claude Bernard fueron la base de toda la isiología y la bioquímica modernas. La comunidad contemporánea de Mendel, liderada entre otros por el eminente botánico Karl von Nägeli, subestimó la obra de aquel oscuro sacerdote aicionado y postergó la aceptación de las leyes que en 1900 redescubren, en forma independiente, Hugo de Vries, Karl E. Correns, y Erich von Tschermak. La genética mendeliana, por otra parte, fue negada en la Unión Soviética entre 1948 y 1952, durante el período de auge de la biología de Mitchurin, Lissenko y Lepechinskaia (Baudet, 2013:184-188). Y hay mucho más todavía para consolidar una conciencia histórica incompatible con atribuir a los consensos predominantes en ciencia otro carácter que el de provisorios.

Es el caso de Ignace Semmelweis, que en el siglo XIX identiicó correctamente la falta de higiene de manos de los médicos que asistían a las parturientas, como factor decisivo de la sepsis puerperal que diezmaba a las madres después de los partos. Sin embargo, como las infecciones no eran atribuidas por entonces a microorganismos, las recomendaciones prácticas de Semmelweis (que había logrado reducir signiicativamente las muertes maternas) fueron rechazadas por las autoridades académicas de su época. Recién años más tarde Luis Pasteur plantearía la hipótesis microbiana y se generalizarían en cirugía y en otras

Porque aún las ciencias más “duras” regresan sobre sus pasos. Los matemáticos Philip Davis y Reuben Hersh en una obra titulada Experiencia matemática (1982) presentan de esta manera el análisis no-estándar de Abraham Robinson: “Al haber rehabilitado ideas desechadas, prueba cuán errónea e insuiciente es reducir la historia de las matemáticas a la historia de lo formalizado y riguroso” (Davis y Hersh, 1988:153).

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Regresemos, para inalizar, a los hallazgos de megafauna del Arroyo del Vizcaíno. Es preciso distinguir entre dudar del origen humano de las marcas, postura legítima, y el echar sombras injustiicadas sobre futuras exploraciones y proyectos, desdeñando así una conjetura fecunda. Sea por la vía jurídica de la declaración de Monumento Histórico Nacional y las medidas fuertes que ello aseguraría para la sustentabilidad del proyecto o por la colaboración, aún la colaboración crítica, de toda la comunidad cientíica nacional, lo más prudente es continuar las investigaciones y las tareas de divulgación rigurosa asociadas a las mismas. El equipo de la Facultad de Ciencias que ha estado de modo constante comprometido con las investigaciones del Vizcaíno ha logrado algo maravilloso al culminar sus publicaciones con un artículo en una revista británica de prestigio mundial. Ellos continúan trabajando y además dando conferencias y educando. Las autoridades municipales y departamentales ahora sí parecen decididas a no dejarlos librados a su mero esfuerzo tesonero. Pero no es suiciente aún. Ante las sospechas de

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robos, despojos silenciosos o manejos poco escrupulosos a lo largo de estos veinte años (imposibles de controlar pese a la férrea buena voluntad de los vecinos del arroyo) se requerirían voluntades mucho más amplias y concertadas. No solo la comunidad entera de Sauce lo agradecería, sino que se ejercería una política de prudente cautela de defensa del patrimonio cultural nacional ante otros que sí han entendido el valor y las posibilidades de este extraordinario lecho de restos de megafauna. La conciencia histórica trae a la memoria lo ocurrido en otras partes del mundo, desde el saqueo de obras de arte exhibidas sin pudor en los museos del primer mundo, hasta el mercado negro de coleccionistas de piezas arqueológicas y paleontológicas (Waxman, 2011). No esperemos a que los huesos vuelvan a buscarnos, desparramados por el campo, con la próxima creciente.

CAPÍTULO 9 Epílogo de voces contrapuestas

Sin la libertad de expresarse y debatir no hay democracia. En cierto sentido, lo mismo ocurre con la labor cotidiana de la ciencia. Por eso resulta oportuno compartir con nuestros lectores las discusiones más recientes sobre los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, que se desarrollaron algunos meses después de culminado el libro que está en sus manos. Y ya que sin debates no se puede concebir ni la democracia ni la ciencia, veamos entonces las objeciones que algunos investigadores han formulado recientemente al artículo inicial de Fariña y sus colaboradores. El arqueólogo Rafael Suárez (Universidad de la República, Arqueología) escribió a la revista Proceedings Royal Society “B” para objetar algunas de las conclusiones más interesantes del trabajo al cual se dedica el presente libro. Acompañaron el reclamo con sus nombres Luis Borrero y Karen Borrazzo, ambos del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU, CONICET, Argentina). También Martín Ubilla, Sergio Martínez y Daniel Perea, investigadores del Departamento Evolución de Cuencas de la Universidad de la República. Este grupo de cientíicos tituló sus reparos “Las evidencias arqueológicas continúan ausentes”. (Algunos de ellos, como Martín Ubilla y Daniel Perea, tuvieron la amabilidad de responder cuestionarios para este libro). Por su parte, el grupo de Fariña bautizó su réplica: “Entre otras cosas, las marcas de cortes son evidencia arqueológica”. Repasemos los principales argumentos de uno y otro lado. Suárez pone el foco de su crítica en la idea central de Fariña y sus colaboradores de la posibilidad de una presencia humana aproximada de 30 mil años en el sitio del Arroyo del Vizcaíno, basándose “principalmente en el registro de marcas de cortes

hechos por los artefactos humanos sobre huesos de animales del Pleistoceno”. Además, recuerda que los impugnados informan del hallazgo de una única herramienta pequeña de piedra y algunos otros posibles artefactos líticos. “Sin embargo - airma Suárez -, la investigación tiene serios problemas metodológicos e importantes errores de interpretación”. Ante esa airmación puede adelantarse que es fácil decir algo pero no tanto aportar después la argumentación proporcional al anuncio. Por ejemplo, Suárez y sus colaboradores entienden que una concentración de huesos en un curso de agua o en sedimentos fangosos no es terreno seguro para airmar el origen humano de los cortes. En un lugar como el Arroyo del Vizcaíno son de esperar depósitos secundarios y procesos luviales de tracción, fricción, mezcla, o acciones de diferentes partículas, incluidas las de los huesos, los elementos líticos o el pisoteo de animales. Y es verdad que todo eso debe ser tomado en cuenta porque existen procesos naturales muy similares en sus resultados a los de las acciones humanas. Los objetores parten de la idea de que el análisis de los datos microscópicos por sí mismos no basta para distinguir marcas de corte generadas por seres humanos de las provocadas, por ejemplo, por el pisoteo de animales. Por eso, juzgan ese análisis como “sospechoso” dejando lotar la idea de que algo que no es 100% seguro sería “no válido”. En ese punto, al igual que en otros, los reclamantes han utilizado una bibliografía algo distante en el tiempo, a pesar de que un asunto remoto en debate requeriría apelar a las investigaciones más recientes. Si examinamos las referencias del texto de Suárez y sus colaboradores llama la atención que al menos ocho de las obras citadas de un total de doce, pertenezcan a obras publicadas hace

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18 y hasta 36 años atrás: Binford, 1978; Thomas, 1983; Behrensmeyer, 1982 y 1986; O’Connell, 1988; Stiner, 1991; O’Connell 1993; Roosevelt, 1996. Por motivos de legibilidad citamos por el primero de los autores, pero lo que importa es que casi las tres cuartas partes de las referencias provienen de esas fechas, más allá de que en ciertos casos sea inevitable hacerlo así porque conservan su vigencia. Debo aclarar que esta impresión de vetustez de la bibliografía no es desarrollada de ese modo en la respuesta de Fariña y su grupo. Pero sí es insinuada en ciertas frases. Por ejemplo, cuando señalan que, después de la publicación de libros como el Behrensmeyer publicado en 1986, como es de esperar, tres décadas transcurridas de investigaciones cientíicas han aportado mejoras sustanciales en los métodos y técnicas de estudio de modiicaciones de supericies óseas. En realidad, precisamente en el mismo artículo original de Fariña y sus colaboradores, objetado ahora por sus colegas, se acudía a bibliografía más reciente. Por ejemplo, DomínguezRodrigo, “A new protocol to differentiate trampling marks from butchery cut marks” (2009) y Bello & . & Soligo “A new method for the quantitative analysis of cutmark micromorphology” (2008). Con esos y otros fundamentos se daba cuenta de la presencia de microestrías, conizaciones hertzianas, efecto “de hombro”, de sección en “V”, asimetría y varias variables cuantitativas que permiten reducir al mínimo la probabilidad de confundir marcas de pisoteo con cortes antrópicos y viceversa. Da la impresión de que no es fácil para los objetores cumplir su tácita promesa de explicar en qué consisten los “serios problemas metodológicos” y los “importantes errores de interpretación”. Veamos otro ejemplo concreto. En un tramo, Suárez y sus colaboradores hacen referencia a ciertas sociedades tradicionales. Se trata de los “san”, nombre genérico que designa varios grupos africanos de recolectores-cazadores, a veces también llamados bosquimanos. En The World Until Yesterday (2012) obra de Jared Diamond, el autor preiere en cambio la denominación de “!kung”, curiosa grafía que quizás sugiera que la lengua de esos pueblos se caracteriza por el uso de chasquidos (recurso hábil para la caza grupal cuando es preciso camular los sonidos). Los individuos de esa estirpe que han perdurado hasta hoy se

distribuyen en Botsuana, Namibia, Angola, República Sudafricana, Zambia y Zimbabue. La cultura “san” es una de las más antiguas del planeta y su genética está emparentada con los albores de la humanidad. En su artículo de crítica, Suárez y colaboradores dan a entender de modo algo tajante que no es posible concebir que colectores-cazadores (como los bosquimanos actuales o, por extrapolación, los de otras épocas) se ocupasen de animales de varias toneladas de peso. El grupo de Fariña cita el texto de Bunn “Patterns of skeletal representation and hominid subsistence activities at Olduvai Gorge” pero el grupo de Suárez intenta refutarlo citando un trabajo referido a los hadza de Tanzania y eso no parece pertinente. Es cierto que resulta poco verosímil creer que nuestros antepasados prehistóricos se encargaban de trasladar por sí mismos esas grandes masas de carne y huesos (salvo el acarreo parcial, compatible con la costumbre del carroñeo, ligada al propósito de procesar el alimento o incluso ingerirlo lejos de la vista de comensales inoportunos). Pero, en realidad, hay buenos motivos para pensar que los pobladores remotos de América, al igual que los bosquimanos del presente, entre otras técnicas podrían haber utilizado la caza por persistencia, acosando en grupos y a cierta distancia a los animales de porte hasta conducirlos a un lugar apropiado. Quizás debiera imaginarse algo análogo a la estrategia que mejor explica la existencia de yacimientos como el de Solutré, en la región de Borgoña, Francia, exuberante en huesos equinos: puede suponerse perfectamente que las manadas de caballos y ciervos eran conducidos hasta un acantilado de gran altura, mediante distintos procedimientos intimidatorios, hasta inducir su caída. Con la megafauna bastaba un ejemplar, haciéndose de una sola gran masa, en vez de practicar la caza de grupos de equinos, como en Solutré, que es un caso diferente pero permite dar una idea. No sería prudente, sin embargo, descartar ninguna alternativa.1 Otra objeción. Ésta es relativa a los periles de mortalidad. Los críticos reprochan el no haber apelado al nacimiento y desgaste dentario de las especies. En realidad, es de conocimiento común entre los paleontólogos de vertebrados de América del Sur que los perezosos terrestres tienen un único conjunto de dientes en continuo crecimiento, lo que hace imposible establecer tramos de edad sobre la base de la salida de los dientes y el desgaste como se hace comúnmente con otros mamíferos. En el trabajo de Fariña

1. El paralelo entre los restos equinos de Solutré y los de megafauna de Sauce es una sugerencia propia y no de Fariña y su grupo (A.C.).

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y sus colaboradores se ha recurrido a la longitud de los huesos para clasiicar a los individuos en tres categorías (jóvenes, adultos y ancianos). No está claro por qué este sistema no debería ser considerado aceptable. De hecho, varios métodos forenses lo utilizan para determinar la edad y obtener resultados comparables entre individuos humanos, incluso con las consecuencias legales y penales que ello conlleva (de lo cual cabe deducir que algunas seguridades tendrá para ser tan universalmente apreciado). También sobre los periles de mortalidad, se ha señalado que los conjuntos de restos donde predominan los ejemplares adultos quizás se hayan producido por la mala conservación de los ejemplares más jóvenes. Pero eso es precisamente lo que está en cuestión. Dado que un concepto básico de la tafonomía consiste en saber advertir que algunos restos son diferencialmente afectados por diversos procesos, la acción humana no se puede descartar como la fuente de dicho sesgo. Ello podría ocurrir en el caso del Arroyo del Vizcaíno, mientras que los críticos no ofrecen ninguna alternativa para explicar el sesgo. Mencionemos otros de los puntos polémicos, sin entrar en detalles: si se trata de un entierro rápido de grandes animales, en un solo evento, lo cual es sugerido por la homogeneidad de la conservación física de los restos, o bien podría ser razonable aceptar más de una población de huesos.2 Se objeta también la selección de cuatro costillas de Lestodon olvidando la inclusión de un escudo gliptodonte y dos piezas de madera. Se discute si el depósito de sedimentos es un asunto distinto que el traslado de los huesos y si ambos procesos son compatibles. Fariña y sus colaboradores entiende que sí son fenómenos complementarios: la paleosupericie se componía de microcuencas de varios metros de profundidad que deben haber actuado como trampas para partículas grandes, como huesos de mamíferos gigantes. Por lo tanto, uno o más eventos de alta energía (un modo ágil de denominar, por ejemplo, avalanchas de sedimentos) podrían haber aportado guijarros más pequeños sin necesidad de transportar los fósiles desde largas distancias. No parece haber dudas razonables acerca de que el sitio del Arroyo del Vizcaíno es un magníico lecho de huesos prehistóricos que todavía no ha entregado sus tesoros más valiosos. Por eso precisamente hay que seguir investigando. Pero es otro punto

de choque conceptual el saber si se trata de una mezcla batida por el tiempo y el clima durante muchos milenios, es decir, el resultado de promediar múltiples y diferentes eventos (según Suárez y colaboradores). O bien, como ha ocurrido con otros yacimientos, es la acumulación relativamente ordenada de un diario de bitácora prehistórica, al que le han estropeado algunas hojas los complejos e interactivos procesos físicos y químicos que aborda la tafonomía. Según Fariña y colaboradores, esos procesos no afectaron lo fundamental: cortes de muchas características propias del proceso de alimentos mediante herramientas humanas. En tal sentido, hay más hechos a señalar: las proporciones de las regiones anatómicas presentadas se parecen a las observadas en algunos sitios de matanza. En cuanto al eventual uso de armas de larga distancia no parece tener la relevancia que le otorgan los críticos. Que no se hayan encontrado no permite descaliicar el conjeturar su uso, ni prueba que no sea posible encontrarlas en un futuro. En todo caso, hay otras líneas a indagar en forma previa. Recordar, por ejemplo, que la literatura especializada sostiene que los grupos humanos, en ciertos contextos, preieren cazar animales en la lor de la edad. Claro que es pertinente preguntarse cuántas piedras y guijarros fueron removidos durante las excavaciones. O qué forma tenían, qué tamaño y de qué estaban hechas. Sin duda, tal como señalan los críticos, era pertinente explicitar los criterios aplicados para recoger e identiicar los posibles “artefactos”, si lo fuesen, dentro del conjunto lítico natural. Precisamente, el trabajo original trató en forma adecuada y exhaustiva todas esas interrogantes. Por otra parte, los críticos airman que todo eso es crucial cuando sólo “muy pocos artefactos“ se recuperaron junto

2. La noción de “evento” puede referir a un período de varios años y no a un episodio único.

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con docenas de presuntos animales sacriicados. La respuesta de Fariña y sus colaboradores antes estas objeciones es: “Una vez más, esta airmación es errónea, ya que los posibles artefactos son 10% y el raspador así identiicado representa el 1% de la totalidad de la muestra lítica recogida, que no parece tan escasa”. Y agrega que aunque el proceso de tantos animales como los encontrados requeriría de un proporcional uso de material lítico, otros sitios arqueológicos del Pleistoceno sudamericano también muestran una escasez de este tipo de elementos”. Debe insistirse en que sólo una parte del sitio del Arroyo del Vizcaíno ha sido exhaustivamente explorada. Queda mucho por hacer. Enfatizan Fariña y los suyos: “por lo tanto, la airmación de que ‘el análisis tecnológico y tafonómico de líticos está ausente’ es completamente falsa”. Otro argumento lateral de los críticos, algo pobre, reside en sugerir que los líticos recolectados son “inútiles” para el procesamiento de tantos animales grandes, ya que en ninguna parte del trabajo original se airmó nada parecido. No es posible suponer que esos líticos fueron las herramientas especíicas utilizadas para procesar todos los individuos que se encuentran. Concluyamos este primer tramo del Epílogo con una cita algo más extensa de la réplica de Richard Fariña y sus colaboradores a las objeciones: Por último, rechazamos por completo y enfáticamente la acusación de que “exprimimos” innecesariamente, según palabras de Suárez y sus colaboradores, el sitio del Arroyo del Vizcaíno con el in de encontrar una huella humana. Fuimos cautelosos en nuestras interpretaciones debido a la inesperada antigüedad del sitio, pero hemos descrito, entre otros hechos, modiicaciones de la supericie de 15 huesos que tienen las características de corte de marcas, un peril de mortalidad compatible con la acción humana, una proporción de las regiones anatómicas que se asemeja a los de sitios de matanza y un elemento lítico que revela micropulido, considerado evidencia inequívoca de la acción humana. ¿Por qué toda esta evidencia debería ser despreciada?

¿Deberíamos haber postergado la publicación de esos hechos? ¿Deberíamos haber llegado a conclusiones diferentes hasta encontrar una evidencia que satisfaga a todos los escépticos? Estamos irmemente convencidos de que la ciencia progresa saludable con propuestas osadas pero sólidas y, por otro lado, con críticas que tengan en cuenta los hechos en sí mismos, sobre todo los que apuntan hacia una dirección diferente de la que ha sido más fácil de aceptar por algún tiempo. Pero debatir no signiica empantanarse. En realidad las críticas reinan cada nuevo paso, cada siguiente logro. Por algo la revista American Antiquity aceptó el último artículo de Richard Fariña, hasta ahora: “Modiicaciones en supericies óseas, certeza razonable y antigüedad humana en las Américas: el caso del sitio Arroyo del Vizcaíno”. El lector deberá disculpar que a los cientíicos les agraden los títulos largos.3 En esta investigación, la más actualizada hecha sobre el tema, se enfatiza la importancia para disciplinas como la arqueología y la paleontología de lograr una clara identiicación de las marcas hechas que hayan podido ser causadas por herramientas humanas. Aunque es posible asignar erróneamente marcas de pisoteo a marcas de corte, varios criterios se han desarrollado recientemente para evitar tales riesgos. Esto se aplica en ese artículo al yacimiento del Arroyo del Vizcaíno (Uruguay). Algunos de esos restos muestran marcas que fueron interpretadas como productos de la acción humana. Usando una base de datos tomada de la bibliografía más actualizada acerca de marcas hechas experimentalmente, se puede concluir que es muy improbable que esas marcas sean debidas al pisoteo, dejando así la acción humana como la causa más probable. Una vez más, esto plantea importantes consecuencias en el debate del poblamiento de América y en el proceso de extinción de la megafauna pleistocena. Cabe aclarar que la palabra “evidencia”

3. Fariña RA. (2015). “Bone surface modifications, reasonable certainty and human antiquity in the Americas: the case of the arroyo del Vizcaíno site”, en American Antiquity 80 (1). En prensa.

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en inglés signiica “prueba” y no algo “evidente”. También es ése su origen latino: “lo que surge de ver”. A la ciencia le alcanza con la noción de “prueba” en el sentido de algo que indirectamente apunta a la presencia de un fenómeno, hasta donde es posible obtener seguridad y certezas en el ámbito del conocimiento modesto y humano. Si para hacer ciencia se esperara disponer de datos o hechos “evidentes”, algo así como una revelación mística o una prueba propia de ciencias formales como la lógica o la matemática, no se hubiera podido desarrollar ninguna disciplina en el ámbito de las ciencias naturales. Al comenzar este Epílogo decíamos que sin polémicas no se puede concebir ni la democracia ni la ciencia. Por ello, más allá de los desencuentros, es posible que los académicos que hoy discuten con intensidad si los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno sobre el poblamiento remoto de América han abierto o no nuevas perspectivas, coincidan al menos en dos puntos. En primer lugar, en aquello que defendía con lucidez el ilósofo John Stuart Mill, tanto en materia política como en ciencia, en su obra Sobre la libertad: Primero, una opinión, aunque reducida al silencio, puede ser verdadera. Negarlo equivaldría a airmar nuestra propia infalibilidad.

En segundo lugar, aunque la opinión reducida al silencio sea un error, puede contener, y con frecuencia contiene, una porción de verdad; y como la opinión general o prevaleciente sobre cualquier asunto rara vez o nunca es toda la verdad, sólo por la colisión de opiniones adversas tiene alguna probabilidad de ser reconocida la verdad entera. En tercer lugar, aunque la opinión admitida fuera no sólo verdadera sino toda la verdad, a menos que pueda ser y sea vigorosa y lealmente discutida, será sostenida por los más de los que la admitan como un prejuicio, con poca comprensión o sentido de sus fundamentos racionales. Y no sólo esto, sino que, en cuarto lugar, el sentido de la misma doctrina correrá el riesgo de perderse, o de debilitarse, perdiendo su vital efecto sobre el carácter y la conducta; el dogma se convertirá en meramente formal, llenando de obstáculos el terreno e impidiendo el desarrollo de toda convicción real y sentida de corazón, fundada sobre la razón o la experiencia personal.4 Por último, pero no menos importante: aún dentro de los desacuerdos, es imprescindible brindar el apoyo para que se siga investigando el sitio del Arroyo del Vizcaíno, único tribunal que puede inclinar la balanza hacia un lado u otro.

4. Mill, John Stuart (2011) On Liberty. Chapter II, “Of the Liberty of Thought and Discussion”. The Project Gutenberg EBook of On Liberty, by John Stuart Mill. [1849] http://www.gutenberg.org/files/34901/34901-h/34901-h.htm

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FUENTES

Personas entrevistadas CASTILLA, REINALDO (estudiante de Facultad de Medicina, coautor de artículos académicos sobre paleontología, joven colector en 1997). CHARAMELO, ANA (psicóloga, docente del Club de Ciencias de Sauce en 1997). DE ALMEIDA, FACUNDO (Director del Museo de Arte Precolombino e Indígena). GONZÁLEZ, ERNESTO (productor rural de Sauce en campo lindero al Arroyo del Vizcaíno) LÓPEZ MAZZ, JOSÉ (Antropólogo, Doctorado en Estudios de América Latina en La Sorbona París III).* MARTÍNEZ, ELIANNE (arqueóloga de la Comisión Nacional de Patrimonio). OTTONELLO, RUBENS (Alcalde del Municipio de Sauce).* PAREJA, ELENA (profesora de Historia, presidenta honoraria de la Comisión de Patrimonio de la Comuna Canaria). PEREA, DANIEL (Paleontólogo y profesor agregado de la Facultad de Ciencias).* REY, WILLIAM (arquitecto, ex presidente de la Comisión Nacional de Patrimonio).* RISSO, JUAN CARLOS (ingeniero agrónomo, docente de Sauce y colector en 1997). RIZZO, ELENA Y JORGE (productores rurales de Sauce en campo lindero al Arroyo del Vizcaíno). UBILLA, MARTÍN (doctor y profesor titular de Paleontología en la Facultad de Ciencias).* VALETTO, MARTA Y ALBERTO (productores rurales de Sauce en campo lindero al Arroyo del Vizcaíno).

Observaciones El asterisco indica una comunicación vía e-mail. Las entrevistas presenciales insumieron muchas horas de grabación, pero se seleccionaron apenas algunos tramos. Algunos académicos, docentes y personas de diversos oicios aportaron sus testimonios y sus opiniones para este libro, pero solicitaron no ser identiicados en la lista de entrevistados (por modestia en ciertos casos y en otros por temer confrontaciones académicas con colegas o superiores).

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BIBLIOGRAFÍA

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IMÁGENES Todas las ilustraciones de este libro o bien son de producción propia, en cuyo caso se indica la correspondiente autoría, o bien pertenecen a sitios en línea con material visual de dominio público y con la licencia Creative Commons.

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AGRADECIMIENTOS

Alfonso Arribas, Eileen Armstrong, Ángeles Beri, Anna K. Behrensmeyer, Batallón 14 del Ejército (Ministerio de Defensa Nacional), Cristina Bertoni, Karen Borrazzo, Luis Borrero, Martín Batallés, Roberto Bracco, Santiago Batallés, Silvia Bello, Comisión Sectorial de Investigación Cientíica (CSIC, Universidad de la República), Gabriela Costoya, Juan Manuel Cabrera, Reinaldo Castilla, Ana e Isabel Charamelo, Facundo de Almeida (MAPI, Museo de Arte Precolombino e Indígena), Mariana di Giacomo, Eva Fariña, Denisse Girard, Ernesto González, Signe Haakonsson, Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (IMFIA, Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República), Intendencia de Canelones, Emily Lindsey, Dimila Mothé, Municipio de Sauce, Ximena Martínez, Rubens Ottonello, Elena Pareja, Gustavo Politis, Santiago Patiño, Ana Elisa Röhrdanz, Jorge y Elena Rizzo, Juan Carlos Risso, Lucía Rehermann, Raymond R. Rogers, Valeria Rodríguez, William Rey, Andrea Sánchez, Leticia Tejera, Sebastián Tambusso, Luciano Varela, Marta y Alberto Valetto, Nelson Vucksan, Jorge Wagensberg, Marcelo Arístides Zárate.

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LOS AUTORES

RICHARD FARIÑA. Montevideo, 1957. Paleontólogo, Doctor en Ciencias Biológicas, investigador y docente de la Facultad de Ciencias (UdelaR). Autor de varios libros académicos y de divulgación como Hace sólo diez mil años junto al doctor Sergio Vizcaíno (2009, 6ta. edición). También de numerosos artículos, como el publicado el 20 de noviembre de 2013 en Proceedings of the Royal Society B (Biological Sciences) junto a Tambusso, Varela, Czerwonogora, Di Giacomo, Musso, Bracco y Gascue, que puso a Uruguay en el mapa del mundo de las discusiones sobre poblamiento remoto. Por más información: www.arroyodelvizcaino.org

AGUSTÍN COURTOISIE. Montevideo, 1956. Profesor de Filosofía (IPA) y docente universitario (Universidad ORT Uruguay). Ex Director de Cultura del MEC y autor de libros como Cadenas de conocimiento (1998) y A ciencia cierta (2010). Junto a Omar Gil, Doctor en Matemáticas por la Universidad Autónoma de Madrid, coautor de “Un espacio particular de procesos de comunicación: los Grupos de Galton”(2012). Autor de artículos como “Apropiación ciudadana de la ciencia. Condiciones de su posibilidad” (2013), y de “Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno: una perspectiva epistemológica” (2014). Por más información: www.ilosoismas.blogspot.com

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