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R E V IS T A Q U IN C E N A L DE D IV U L G A C IÓ N C IE N T ÍF IC A , T É C N IC A Y C U L T U

Pronto será tan popular como el clavel, la rosa o el tulipán

LA ORQUIDEA, «ESTRELLA» DE LAS FLORES, SE DEMOCRATIZA Un déspota audaz y sorprendente del siglo XVI

LAS GESTAS DE IVAN EL TERRIBLE Reflejan la situación interna del soñador y su problemática

NUEVAS TEORIAS SOBRE EL SUEÑO Prim eros resultados después de su exploración por el «M ariner X » HABITUALES SECCIONES

FOTOGRAFIA y ASTRONOMIA oe

MERCURIO SE PARECE MUCHO A LA LUI Un rosario m aravilloso al norte del círculo Polar Artico

LAS ISLAS LOFOTEN

HEREDEROS DE IA TIERRA

CUADROS CELEBRES

«COMBATE ENTRE EL GIAOUR Y EL PACHA » de Eugène Delacroix

E

L siglo X IX en Francia es un período m uy com ­ plejo, tanto en aconte­ cim ientos políticos (el p aís pasa p o r el Im pe­ rio Napoleónico, la R estauración, la ’ Mo­ n arq u ía de Julio, la segunda R epública, el segundo Im perio y ia tercera R epública), como en m ovim ientos literario s y a r­ tísticos (clasicism o, rom anticis­ mo, realism o, sim bolism o, im ­ presionism o). La o b ra que tene­ mos hoy se sitú a en ese com ­ plejo p anoram a bajo u n a ban­ dera: la del rom anticism o. E n tre 1820 y 1840 son dos los m ovim ientos pictóricos que po­ larizan la atención: la corriente de tendencia clásica, que da p rio rid ad al dibujo, a la com po­ sición estable y equilibrada, a lo escultórico, y la corriente rom ántica, que d a p riorid ad a la m usicalidad del color, al movi­ m iento, a la expresión. El p rin ­ cipal representante de la p rim e­ ra tendencia es Ingres, el de la segunda, es E ugène Delacroix. Eugène D elacroix (1798-1863) se inició en la p in tu ra en sus fre­ cuentes paseos p o r el Museo del Louvre (que p o r cierto, no hacía m ucho tiem po que se ha­ b ía abierto al público), y a llí se despertó su adm iración hacia Tiziano, Veronés y Rubens, a los que m ás tard e Se añ ad iría n los

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p in to res ingleses y Goya. E stu ­ dió, como e ra costum bre, en la Academia de B ellas A rtes y. en 1822, hace su d ebut en el «Salón» —exposición que se c o n v o c a anualm ente—, con «Dante y Virgilio», que es ya u n a gran obra. Dos años des­ pués exponen en P arís los p in ­ to res ingleses y, dado que desde las guerras napoleónicas las re­ laciones entre F ran cia e Ingla­ te rra habían estado -rotas, la exposición de los ingleses resu l­ tó un verdadero acontecim iento; Delacroix, com o m uchos pin to ­ res de entonces, quedó in teresa­ do p o r las obras de C onstable y T urner y realizó incluso un viaje a Londres al año siguien­ te. Poco después, en el Salón de 1827 p resen ta Delacroix, en­ tre o tras obras, «Combate entre el G iaour y el Pacha». El cuadro que reproducim os hoy es. pues, de las prim eras obras de D elacroix, pero está en la línea m uy personal del p in ­ to r y p re se n ta uno de sus te­ m as m ás significativos y prefe­ ridos: el com bate. E fectivam en­ te, son m uchas las o bras que tra ta n este tem a: unas veces son com bates en tre anim ales, o tra s veces son escenas de ca­ za, o bien escenas de guerra. Todas ellas le dan píe p a ra re p resen tar el m om ento en que se enfrentan dos figuras an ta­

gónicas con u n coraje desespe­ rado. E l «Combate entre el G iaour y el Pachá» presen ta, com o ve­ rem os, facetas m uy caracterís­ ticas del rom anticism o. E l tem a está inspirado en u n poem a, de lord Byron, dedicado a la Gre­ cia op rim id a —G recia e ra un tem a de actualidad, ya que en 1821 se h ab ía levantado contra la dom inación tu rc a y en 1826 conseguía su independencia—. E l tem a de las luchas naciona­ les es uno de los p redilectos de los rom ánticos; la m uerte, que planea sobre la escena, es tam ­ bién ca racterística de esta co­ rrien te; el exotism o oriental, el color, la expresión, el dinam is­ mo, son o tra s ta n ta s caracte­ rístic a s que hay que destacar. E n el com bate en cu en tra Dela­ croix la posibilidad de desple­ gar la energía y la exaltación pro p ia de los rom ánticos. E l cuadro propone o tras fa­ cetas que hay que notar, u n a se refiere a la m an era de com po­ ner: en la escena de la batalla, D elacroix h a individualizado en el p rim e r plano al h éroe y al antihéroe, de esta fo rm a im pli­ ca al espectador p a ra que, en cierta form a, tom e p artid o p o r uno de los dos. E s éste u n p ro ­ cedim iento que todos conoce­ m os muy bien, pues el cine lo h a explotado en infinidad de p e­

lículas. Pero, sobre todo, hay que sab er ap reciar el valor m ás propio de Delacroix: el color. Si nos fijam os en la técnica, a p esar de que las pinceladas son sueltas y rápidas —pensem os que la m ayoría de los pintores im presionistas ad m ira rá n m u­ cho a este p in to r—, el color produce unos efectos de armpnía y contraste que parecen m uy pensados. La a rm o n ía p ro ­ viene de que to d a la gam a de m atices que p a sa ría del m arrón oscuro, casi negro, al blancobeige están en la obra; tam bién hay u n a gran gam a de grises y, como notas de contraste, los rojos y los azules. E l m etal es tra ta d o de fo rm a m agistral y, finalm ente, hay que hacer notar que el cielo y los fondos reve­ lan la influencia de los pintores ingleses. El tem a del «Combate entre el G iaour y el Pachá» fue repe­ tido varias veces p o r Delacroix; éste, de 1827, es de su época ju ­ venil, pero en él D elacroix po­ see ya todo el dom inio y la m a e stría que le caracterizan y le definen com o el p rim er pin­ to r del rom anticism o. GUILLEMONA GONELLA «Combate entre el Giaour y el Pachá». Oleo sobre tela. 1827. Instituto de Arte, de Chicago.

LOS INSECTOS: HEREDEROS DE LA TIERRA ¿Qué ocurriría en nuestro planeta si, de repente, un gran cataclismo nuclear o natural acabara con la especie hu­ mana? ¿Qué podría ocurrir si se alterase el equilibrio ecológico a favor de otras especies terrestres? ¿Podría esto significar el final de la especie humana? Una pelí­ cula recientemente estrenada nos pone sobre aviso de tales posibilidades, con argumentos dignos de tomar en cuenta. ACE dos años, en el es­ tren o m undial de una película cuyo títu lo o ri­ ginal e ra «The Hellstrom chronicle» y co­ nocida en E spaña como «Los herederos de la Tierra», quienes tuvim os ocasión de ver tal film quedam os viva­ m ente im presionados. P o r lo co­ rriente, los que tenem os cierta form ación científica hem os esta­ do acostum brados a ver pocos film s de calidad científica en las salas de proyección. N or­ m alm ente ( a excepción de ca­ sos como los de «2001: una odi­ sea en el espacio», «La amenaza de Andróm eda», o alguna pelícu­ la