UNIVERSIDAD DE JAÉN

Grado en Trabajo Social

Facultad de Trabajo Social

Facultad de Trabajo Social

MATERNIDAD, ADOLESCENCIA Y VULNERABILIDAD SOCIAL UN ACERCAMIENTO A LAS MADRES ADOLESCENTES

Alumno/a:

Ana María Vallejo Medina

Tutor/a:

José-Luis Anta Félez

Dpto:

Antropología, Geografía e Historia

Julio 2014

UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Trabajo Social

MATERNIDAD, ADOLESCENCIA Y VULNERABILIDAD SOCIAL

Un acercamiento a las madres adolescentes

Trabajo Final de Grado Grado de Trabajo Social Universidad de Jaén Presentado por: Ana María Vallejo Medina Tutor: José Luis Anta Félez

INDICE ..……………………………

1

Pág.

TRABAJO ..……………………………

3

Pág.

2.1. Género a debate

..……………………………

3

Pág.

2.2. El feminismo

..……………………………

5

Pág.

2.3. El Trabajo Social desde una ..……………………………

7

Pág.

LA ..……………………………

11

Pág.

la ..……………………………

11

Pág.

como ..……………………………

12

Pág.

3.3. Factores de riesgo asociados ..……………………………

13

Pág.

15

Pág.

1.

INTRODUCCIÓN

2.

GÉNERO

Y

SOCIAL

perspectiva de género

3.

EL

EMBARAZO

EN

ADOLESCENCIA 3.1. Contextualización

de

adolescencia 3.2. La

maternidad

subjetividad femenina

al embarazo adolescente socio-culturales ..……………………………

3.4. Factores relacionados

con

el

embarazo adolescente adolescente

y ..……………………………

16

Pág.

3.6. Posibles complicaciones

..……………………………

16

Pág.

3.7. Intervención del Estado

..……………………………

19

Pág.

Y ..……………………………

21

Pág.

3.5. Embarazo pobreza

4.

TRABAJO

SOCIAL

MADRES ADOLESCENTES 5.

CONCLUSIONES

..……………………………

25

Pág.

6.

REFERENCIAS

..……………………………

29

Pág.

BIBLIOGRÁFICAS

1. INTRODUCCIÓN Este trabajo se basa en una propuesta de revisión bibliográfica sobre un tema cotidiano y normalizado en la sociedad, como es el embarazo en adolescentes, el cual se encuentra relacionado con multitud de factores sociales y sobre los cuales, se ha pretendido realizar una serie de reflexiones. Se ha llevado a cabo una labor de estudio y análisis sobre las investigaciones y reflexiones ya existentes acerca del tema, se han adquirido una serie de conocimientos y se ha sido capaz de plasmar este análisis creando algo nuevo. Es decir, proponer una nueva perspectiva sobre temas que ya han estado hablados, aportando la visión de una mujer joven sobre mujeres jóvenes. En la realización de este trabajo solo se ha rasgado la superficie, ya que es un tema de gran profundidad y repleto de matices, pero en su elaboración se ha conseguido tres cosas. En primer lugar, se ha rasgado la superficie y se ha descubierto que debajo hay mucho más y muy complejo. En segundo lugar, se ha observado que cuesta mucho rascar la superficie, pues la sociedad tiene interiorizados una serie de pautas que asigna a cada rol, mostrándose como algo cerrado e incluso en la propia disciplina es un tema que casi no se contempla. Por último, aunque solo haya sido un cercamiento a la superficie, se representa auténticamente el juego de la verdad, abordando una multitud de aspectos. La elección de abordar esta temática en la realización del Trabajo Final de Grado está muy ligada al desempeño de las primeras prácticas en Instituciones de Bienestar, donde se pudo estar en contacto directo y realizar un trabajo conjunto con grupos de madres adolescentes, además de observar su realidad y sus modos de vida. A partir de esa experiencia, se reforzó la predilección por el estudio de temas de género y sobre todo se aumentó el interés por conocer la visión de las nuevas generaciones femeninas y el proceso de repetición de patrones que están llevando a cabo, sobre todo en determinados sectores sociales. En la elaboración de este estudio se han recogido las competencias que se han ido adquiriendo a lo largo del proceso de formación y aprendizaje que han tenido lugar en el desarrollo del Grado, aunque también ha supuesto a su vez, la identificación de las carencias que este tiene. Esto también ha influido en la elección de la temática de estudio,

1

pues desde el Trabajo Social se ha dicho muy poco en este ámbito y puesto que es objeto de vulnerabilidad social, el trabajo de intervención social es fundamental. El profesional del Trabajo Social, trabaja con la cotidianidad y aunque la opinión general de la sociedad desvalorice el trabajo diario de campo, con las personas de a pie, es necesario saber que esto es algo clave de la sociedad. El poder no se encuentra en la sexualidad, sino en esa adolescente que se queda embarazada, en conocer los modos de vida y las circunstancias de los diferentes sectores de la población. En definitiva, la pequeña cotidianidad es el sector de trabajo del Trabajo Social. Por primera vez se realiza algo por el propio estudiante que no obedece a algo que alguien ha ordenado, supone la realización de un estudio que el alumnado realiza para ellos mismos, donde se recogen los conocimientos y competencias adquiridas en la realización de un trabajo final que pone el broche a los cuatro años de formación. Aunque esto no supone un final de nada, sino el principio de otras etapas como profesionales donde hay un largo trayecto por recorrer.

Agradecimientos Agradezco a mi familia el apoyo brindado, tanto de carácter moral como económico, que ha hecho posible la trayectoria de formación y aprendizaje a lo largo de los años de estudio de la disciplina y la realización de este Trabajo Final de Grado como broche a la misma. También agradezco al propio sistema educativo, que ha posibilitado una formación universitaria de calidad con un acceso libre y público, a los profesores que durante la etapa de aprendizaje se han volcado en el objetivo de formar a verdaderos profesionales del Trabajo Social y especialmente, agradezco a D. Jose Luis Anta Félez, por compartir sus conocimientos y por el trabajo de orientación y asesoramiento que ha llevado a cabo, lo que ha permitido la realización de este trabajo.

2

2. GÉNERO Y TRABAJO SOCIAL

2.1. Género a debate La noción de género se refiere “al conjunto de contenidos, o de significados, que cada sociedad atribuye a las diferencias sexuales. Se trata, por tanto, de una construcción social” (Comas, 1995:37-39). Este concepto de género, se refiere a la construcción social del hecho de ser mujer o el hecho de ser hombre, a la interrelación entre ambos y las diferentes relaciones de poder o subordinación en que estas interrelaciones se presentan. La categoría género, es fundamental en el análisis y comprensión de los fenómenos sociales. Los contenidos de cada identidad de género se inculcan y se transmiten a través de la socialización, es decir, la serie de estereotipos, roles sociales, condición y posición adquirida, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad atribuye y asigna a hombres y mujeres sobre la base de la diferencia sexual. Este significado de género surgió en los años 60, dentro de la Psicología en su corriente médica, destacando algo que antes no se había valorado como tal: la existencia de la creación de una identidad fuera del sexo biológico. Este hecho fue relevante para introducir la categorización de género a los Estudios de la Mujer en los años 70 por el feminismo académico estadounidense. Este sistema ha determinado tanto la posición social diferenciada para mujeres y hombres como la relación desigual entre ambos. El Sistema Sexo-Género históricamente ha generado una situación de discriminación

y marginación de las

mujeres en los aspectos económicos, políticos, sociales y culturales, así como en el ámbito público y privado, estableciendo de forma clara y diferenciada la intervención de los hombres en la esfera productiva y de las mujeres en la reproductiva. El género es una forma primaria de relación significativa de poder (Scott, 1986), funcionando como centro de organización concreta de la vida social, es decir, determinando lo que es conveniente, adecuado y posible para hombres y mujeres en relación a sus comportamientos y actitudes, el desarrollo de diferentes actividades o el hecho de participar en las diferentes esferas sociales, construyendo una relación de deberes y prohibiciones para ambos sexo que condiciona su rol en la sociedad. La 3

invisibilización de este proceso provoca que las personas interioricen esta serie de patrones culturales, reproduciendo los mismos a lo largo de los años y donde se argumenta esta división de roles mediante el determinismo biológico. Este concepto juega un papel fundamental en la discriminación femenina, ya que se afirma que las diferencias entre los dos sexos son de carácter biológico, y por tanto, naturales e inmutables. Estas posiciones de desigualdad derivadas del anteriormente mencionado, proceso de

socialización,

se

consolidan

mediante

la

interiorización

de

valores

y

comportamientos provenientes del entorno en el que la mujer y hombre viven, llegando a sumirlos como propios y naturales. Las instituciones sociales reproducen, refuerzan y controlan la funcionalidad de estos patrones de género. Este proceso ha ocasionado la creación de un “techo de cristal”, es decir, una barrera invisible que impide veladamente a las mujeres el acceso a puestos responsabilidad ubicados en la esfera productiva, limitando la figura de la mujer a las actividades propias del ámbito doméstico. Las mujeres con frecuencia son definidas en base a las vivencias por su sexo (madres, esposas, hijas), mientras que la figura del hombre es definida y catalogada por su estatus. Formas de discriminación indirecta que obstaculiza la promoción de las mujeres. Debido a lo expuesto anteriormente, el trabajo productivo considerado como la actividad reglamentada y reconocida jurídico y socialmente como aquella que tiene una remuneración económica, queda asimilada a la figura del hombre, reconociendo estos trabajos productivos como superiores. A la mujer se le asigna el desempeño del trabajo reproductivo, la actividad no mercantilizada basada en la reproducción, tareas, funciones y responsabilidades del hogar, el cuidado de las personas que lo integran, así como el mantenimiento y transmisión de los códigos identitarios. El debate sobre el género ha a travesado por diversos momentos, desde la década de los sesenta, cuando surgió con más intensidad el interés por los estudios relacionados con la mujer,

hasta llegar a la década de los noventa, que se caracterizó por la

realización de Cumbres Mundiales promovidas por las Naciones Unidas, las cuales trataron de abordar los problemas más pertinentes del desarrollo mundial, siendo uno de estos problemas el relacionado con el género.

4

2.2. El Feminismo “El feminismo es un movimiento social, político, filosófico, económico, científico y cultural que denuncia, desvela y transgrede el sistema social imperante: el patriarcado. Su objetivo es la igualdad de oportunidades y derechos entre hombres y mujeres” (Pérez, 2011:467). El feminismo como teoría es una teoría crítica de la sociedad. Una teoría que desmonta la visión establecida, es decir, la cultura patriarcal, de la sociedad. El feminismo comienza con el desarrollo de la llamada Modernidad, junto con las grandes transformaciones de carácter material e ideológico que conllevaron a la Revolución Francesa y la Revolución Industrial y se extiende a lo largo del siglo XIX con la reivindicación del derecho al voto de la mujer, el derecho al trabajo asalariado y a la educación superior. El feminismo ha ido tomando fuerza desde tres prácticas distintas, pero relacionadas: como teoría, como militancia social y política y como práctica cotidiana, es decir, como una forma de entender, interpretar y vivir la vida (De Miguel, 2008). Esta teoría nos permite detectar cosas que anteriormente no se habían apreciado, es decir, el acceso al feminismo supone la adquisición de “unas gafas” que nos muestran la realidad distinta, una perspectiva de género que tiene en cuenta la existencia de desigualdades entre hombres y mujeres en actividades, circunstancias o acciones que llevan a cabo en la sociedad. El feminismo implica un proceso tanto de carácter individual de cambio personal, como social, conllevando un reajuste con la tradición social, la educación y las expectativas que la sociedad impone a cada sexo. Es de gran relevancia el papel que han jugado las reflexiones feministas en las últimas décadas para evidenciar las distintas formas de organización social que han propagado la invisibilización de la figura de la mujer, así como la exclusión en los diferentes espacios que han sido reconocidos como propios de la figura masculina. De este modo, las instituciones científicas han contribuido a reproducir estos patrones patriarcales de la cultura dominante en el ámbito de la ciencia. La realización de diversos análisis feministas demostró la existencia de una monopolización masculina en la producción de ciencia, lo que causó que se comenzara a cuestionar la validez universal de los diversos hallazgos científicos. En este sentido, el feminismo busca constatar la expulsión metódica a lo largo de la historia, de las mujeres 5

de todos los ámbitos que socialmente están más reconocidos y valorados, lo que conlleva a una desigualdad social que anteriormente era imperceptible e invisible para la sociedad, la desigualdad de género. El feminismo como movimiento y como teoría ha luchado y sigue luchando por hacer visible la posición de subordinación de la mujer en la sociedad en todos los ámbitos de importancia reconocida, es decir una lucha por la igualdad entre los dos sexos, por lo que no consiste en la superioridad de la mujer sobre la figura del hombre, como gran parte de la sociedad tiende a pensar. Lleva a cabo una labor de deconstrucción de los roles asignados y las expectativas impuestas a cada sexo, donde la figura de la mujer plagada de sentimientos maternales y destinada a ejercicios de cuidado depende del ejercicio de la figura masculina en sectores, donde la fuerza física y el poder de decisión es lo que prima. Luchar contra actividades que están tan interiorizadas y normalizadas por la cultura patriarcal ha supuesto un largo camino repleto de obstáculos y dificultades hasta redefinir la situación de violencia contra las mujeres como un problema social y político. El feminismo trabaja en desarticular los múltiples y diversos mecanismos de desigualdad que se encuentran anclados en nuestra sociedad. Debido a los movimientos feministas que se han desarrollado en las últimas décadas se ha posibilitado la aparición de una nueva visión en la sociedad, llevando a una interpretación de la realidad distinta a la tradicional. Las propias mujeres han defendido la estructura patriarcal, no asumiendo la visión feminista de la realidad. Esto es debido a que tienen tan interiorizados una serie de principios, valores y actitudes asignados desde la infancia, que adoptar una visión feminista supone un complejo juicio interno. El feminismo ha ido avanzando en la sociedad gracias a la lucha de carácter político, las renovaciones en cuanto a políticas y en las estructuras del espacio público, aunque la base central del movimiento se encuentra en la compleja lucha que lleva a cabo por identificar las formas de legitimación de desigualdad sexual que se encuentran arraigadas en nuestra sociedad, para contrarrestarlas y crear discursos de legitimación de la igualdad social. Un ejemplo de ello ha sido la lucha llevada a cabo para erradicar la violencia de género.

6

2.3. El trabajo social desde una perspectiva de género Actualmente, en nuestra sociedad convivimos diariamente con multitud de desigualdades que provocan situaciones de discriminación ocasionando posiciones de riesgo o exclusión social para muchas personas. En este sentido, es necesario decir que las mujeres son un colectivo que enfrenta multitud de situaciones de desigualdad y de discriminación diariamente en las diferentes esferas de su vida. La socialización y la cultura han sido determinantes para llegar a una situación donde la desemejanza entre hombres y mujeres está tan interiorizada que es incluso inapreciable para la sociedad. Esta situación ha sido objeto de estudio para muchas disciplinas, con el fin de investigar las causas de la invisibilización y analizarlas, con el objetivo de hacerlas visibles ante la sociedad. Por tanto, desde el Trabajo Social es fundamental actuar con una mirada de género para poder apreciar la realidad de una forma más amplia y completa. La perspectiva de género implicará poder reconocer las diferencias entre roles así como su desigual valoración en los ámbitos económico-social. Los numerosos planteamientos de género elaborados a lo largo de las últimas décadas, generaron unas determinadas elaboraciones teóricas que han orientado en la disciplina del Trabajo Social, la elaboración de dos tipos de estudios o investigaciones: la mujer como objetivo de intervención del Trabajo Social y la mujer como sujeto de intervención del Trabajo Social. En primer lugar, los estudios y los tipos de análisis que se han centrado en la mujer como objeto de intervención del Trabajo Social, tratan de confirmar la hipótesis según la cual, la mayoría de las demandas expuestas por las mujeres que se atienden en este tipo de servicios se dirigen, en su mayor parte, a satisfacer las necesidades de los demás miembros de la familia y no las propias. Además de esto, se pone relevancia a las respuestas de los servicios sociales que consideran a la figura de la mujer como el elemento de unión entre la unidad familiar y el estado asistencial. La sociedad a lo largo de la historia, ha descargado sobre la figura de la mujer las responsabilidades, tanto de origen material como ideológico relacionadas con la atención al cuidado de niños, ancianos y personas con algún tipo de diversidad funcional, en lo que a mano de obra se refiere, así como la responsabilidad de educación e inculcación de valores, además de ocuparse de reconducir la aparición de conductas 7

inapropiadas (drogadicción, delincuencia, entre otras). Debido a los continuos recortes en materia de políticas sociales que está sufriendo el país debido a la crisis, se está produciendo un aumento de las cargas y responsabilidades asumidos por la mujer. Por tanto, esto trae consigo, en muchos casos, un abandono forzoso de los empleos ocupados por la mujer para asumir dichas responsabilidades, lo que conlleva al aumento de la feminización de la pobreza. Esto se traduce en un creciente empobrecimiento material de las mujeres, empeorando sus condiciones de vida, así como la vulneración de sus derechos fundamentales. Asimismo, hace referencia a mayores niveles de inseguridad, precariedad y vulnerabilidad sufridas por mujeres debido a su posición subordinada a la figura masculina. Esto trae consigo que la figura femenina padezca una doble discriminación por clase o género, o incluso triple si se le añade la categoría etnia. Con la ocupación de la mujer en este tipo de actividades, el Estado consigue cubrir una gran gama de necesidades de carácter social sin implicar grandes costos económicos, mientras la mujer adquiere un deterioro de especial importancia, teniendo en cuenta que el trabajo que desempeña en el ámbito considerado no productivo, no es visible para la sociedad, por lo que es tachado de no importante ni relevante. En este sentido, desde el Trabajo Social es importante observar a la mujer teniendo en cuenta esa desigualdad con respecto al hombre en todos los ámbitos: laboral, social, familiar, escolar, entre otras. Se han desarrollado fuertes barreras que impiden su realización sobretodo como persona a lo largo de la vida, es el llamado techo de cristal. El ejemplo más visible se puede apreciar en el ámbito laboral, cuando esa barrera impide a la mujer el acceso a puestos de responsabilidad en el mercado de trabajo. En segundo lugar, es necesario hacer referencia a los estudios que se han centrado en la mujer como sujeto de intervención del Trabajo Social. Estas investigaciones acerca del ejercicio que se lleva a cabo dentro de la disciplina del Trabajo Social, muestran la transmisión de “una serie de construcciones sociales y culturales en relación con el género y con las funciones sociales que el propio Trabajo Social como profesión tiene asignadas en el marco de la división social del trabajo y del papel de la política social como legitimadora del poder y como mecanismo de control social blando” (Bañez, 1997:186). 8

En los orígenes del trabajo social, sin duda la mujer tiene un papel fundamental, de hecho las “visitadoras de los pobres” se ven como precursoras de esta actividad profesional, mujeres que llevan a cabo una intervención social, sobretodo, educando a la clase obrera y llevando a cabo actividades que proyectan de alguna forma los sentimientos maternales interiorizados. A través de la socialización se han construido esta serie de valores que se consideran innatos en la mujer, es decir, una serie de comportamientos que son propios de cada sexo y que acorde a estos, es posible desempeñar un tipo de trabajo u otro. En este sentido, a la figura de la mujer, a la cual se le ha asignado características tales como la empatía, el amor maternal, la capacidad del cuidado o la delicadeza, lo habitual es que ocupe trabajos y estudie disciplinas tales como magisterio, enfermería o trabajo social. La fuerte influencia que la sociedad patriarcal ejerce sobre los individuos hace que normalice este tipo de conductas, incluso en los denominados “trabajos femeninos” que son ejercidos por hombres, existe una diferencia salarial donde los hombres perciben una mayor cuantía monetaria que la mujer por el mismo trabajo realizado. Estas grandes diferencias se hacen prácticamente invisibles, incluso para un gran sector femenino, que no aprecia las grandes desigualdades existentes, aceptando los muy interiorizados roles de género. Esto es debido a que desde pequeños, niños y niñas son educados de forma diferente, siendo esto algo tan sutil, que apenas es apreciable para la sociedad. El ejemplo de ello se puede observar claramente en el tipo de juegos a los que juegan niños y niñas, mientras a los primeros se les vincula con juegos deportivos, rudos o relacionados con el motor, a las segundas se les relaciona con juegos sobre cuidados, protección o vinculados con la búsqueda de la belleza exterior. Incluso desde muy pequeños, se discrimina al menor que opta por jugar a “juegos que no son propios de su sexo”, lo que conlleva una fuerte sanción emocional. En este sentido, es importante que desde el trabajo social se fomente una coeducación, con el objetivo de educar a niños y niñas sin tener en cuenta los papeles que se les exige cumplir desde una sociedad sexista. Es necesario impulsar la eliminación de las barreras existentes que limitan las actividades según los sexos desde la educación. Esto trae consigo la no aceptación de unos roles de género que provoque la subordinación de las mujeres y sobre todo, la defensa de una correspondencia 9

doméstica, en el que exista un reparto equitativo de las responsabilidades domésticas entre hombres y mujeres. No es posible concebir la justicia social sin equidad de género. Es importante concienciar a la población de que una sociedad que margina de forma deliberada y trata de manera injusta, tanto en el ámbito social como en el legal, carece de plena legitimidad (Fombuena, 2006). Otro aspecto a destacar desde el trabajo social es el fomento del empoderamiento, a través del cual se da valor a la labor de las mujeres y se potencia su papel de la sociedad, en igualdad de condiciones respecto a los hombres, tanto en los ámbitos económicos y políticos, como en la toma de decisiones a todos los niveles. Este empoderamiento refuerza una situación de equidad, para responder a las necesidades de acuerdo a las características o circunstancias específicas de la persona a quien va dirigida. Es necesario que desde el trabajo social se luche por la adopción de políticas que favorezcan una redistribución más igualitaria de responsabilidades sociales en diferentes ámbitos entre hombres y mujeres. En definitiva, para mejorar la eficacia y la equidad de las políticas y de las intervenciones sociales, es imprescindible adoptar una perspectiva de género que atienda a la realidad, apostando por intervenciones, programas y políticas de carácter equitativo. Es conveniente llevar a cabo un proceso de estudio y análisis de las repercusiones negativas que causan las diferencias de género que afectan de forma negativa a la evolución tanto laboral como personal de las mujeres.

10

3. EL EMBARAZO EN LA ADOLESCENCIA

3.1. Contextualización de adolescencia En primer lugar, definir el concepto de adolescente es algo complejo, ya que no existe un consenso claro sobre su significado. La adolescencia la podemos entender como “la etapa entre la niñez y la edad adulta, que cronológicamente se inicia por los cambios puberales y que se caracteriza por profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales, muchas de ellas generadoras de crisis, conflictos y contradicciones, pero esencialmente positivos. No es solamente el periodo de adaptación a los cambios corporales, sino una fase de grandes determinaciones hacia una mayor independencia psicológica y social” (Pineda y Aliño, 2002:16). Sin embargo, no se puede hablar de adolescencia como un grupo de carácter homogéneo, ya que como afirma Noguera y Alvarado (2012), este concepto está influenciado por la cultura, clase social e historia familiar. La adolescencia es considerada como una etapa que se caracteriza por ser el periodo donde se produce una mayor cantidad de cambios a nivel físico y psicológico en el individuo, además de completarse los rasgos propios de la identidad, donde se sustenta la base de la construcción de la personalidad. También, esta etapa es considerada como la situación en la que se da lugar la preparación para la adultez, es decir, el periodo de transacción entre la niñez y la edad adulta, donde se va construyendo la identidad personal. En este sentido, entre todos estos cambios que tienen lugar en esta etapa, la preocupación por la búsqueda de la identidad adulta se convierte en la central. De acuerdo con Oviedo y García (2010), en la creación de aspiraciones y expectativas que se realiza en la etapa de adolescencia de cada mujer, se observa los valores de autonomía, independencia y embarazo como signos de adultez, los cuales se muestran presentes en los ideales o expectativas que las adolescentes tienen, reflejándose en las representaciones sobre su identidad. El Profesor Juan R. Issler (2001), sigue la delimitación cronológica que realiza la Organización Mundial de la Salud, la cual fija los límites de la adolescencia entre los 10 y los 19 años, para realizar una división de la adolescencia en tres etapas, las cuales poseen características diferentes y a su vez esto conlleva a diferenciar distintas formas de enfrentar un embarazo. La primera etapa llamada Adolescencia Temprana, 11

comprendida entre los 10 y los 13 años, es un periodo de pre-adolescencia, donde ocurren

grandes cambios corporales y funcionales. Se comienza a mostrar mayor

interés por las amistades, básicamente del mismo sexo y se pierde el interés por los padres. Existe cierta incertidumbre por la apariencia física y preocupación por los cambios físicos. En la segunda etapa llamada Adolescencia Media, comprendida entre los 14 y los 16 años, se desarrolla la adolescencia propiamente dicha, donde se completa el desarrollo físico, siendo el intervalo medio de inicio de las relaciones sexuales. Se asumen conductas generadoras de riesgo y se mantienen conflictos con los progenitores, dando especial importancia a la relación con los iguales. Por último, en la tercera etapa llamada Adolescencia tardía, que comprende entre los 17 y los 19 años, generalmente se adquiere una mayor valoración de las relaciones íntimas, donde los valores se presentan con una perspectiva más adulta. En esta etapa se centran y definen las aspiraciones y expectativas, desarrollando un sistema de valores con metas vocacionales reales. Por tanto, es importante conocer las características de estas etapas de la adolescencia, para poder interpretar actitudes y comprender los comportamientos y actos de adolescentes, prestando especial atención si en estas etapas además, se desarrolla un embarazo. Por tanto, una adolescente embarazada actuará de acuerdo al momento de su vida que esté atravesando, “sin madurar a etapas posteriores por el hecho de estar embarazada; hay que tener en cuenta que son adolescentes embarazadas y no embarazadas muy jóvenes” (Ulanowicz; y otros, 2006:14). 3.2. La maternidad como subjetividad femenina La maternidad es un deseo instalado en la subjetividad femenina. La gestación está presente en la vida de las mujeres desde que son niñas: en los juegos, en los medios de comunicación, en los objetos más habituales, en la música, así como en las expectativas que la sociedad instaura en el rol femenino, lo que trae consigo un control del cuerpo de la mujer. Desde muy pequeñas, a las niñas se les implanta un conjunto de quehaceres domésticos, donde la maternidad y el cuidado, son aprendidos por observación e imitación, siendo esto algo natural que contribuye a configurar su

12

subjetividad. El rol materno aparece como marca de identidad, algo aprendido como deseable y objetivo a alcanzar desde la niñez, asociándose a una impostura de la adultez. En este contexto, “el embarazo en la adolescencia es una especie de cristalización de la feminidad tradicional que aparece como destino y condición de realización” (Oviedo y García, 2011:933). Los factores de tipo social, psicológico y afectivo influyen en la búsqueda de un proyecto de vida donde a marca identitaria “madre”, es observada como signo de adultez. Esta imagen es fruto de la cultura patriarcal instaurada en nuestra sociedad, donde la maternidad es considerada como parte fundamental de la subjetividad femenina. 3.3. Factores de riesgo asociados al embarazo adolescente El embarazo a edades tempranas ha sucedido desde siempre, aunque se hecho más visible desde hace unos años. De acuerdo con la afirmación de León; y otros (2008), se ha logrado identificar una gran variedad de factores de riesgo asociados al embarazo adolescente, los cuales se pueden agrupar en tres grandes categorías: factores de riesgo individuales, familiares y sociales. En primer lugar, dentro de los factores de riesgo individuales se encuentra, la menarca temprana, lo que otorga madurez reproductiva cuando la adolescente aún no maneja las situaciones de riesgo; el inicio cada vez más precoz de las relaciones sexuales, lo que provoca una inadecuada actitud preventiva debido a la inexistencia de la madurez emocional necesaria, existiendo un menor temor a las enfermedades de transmisión sexual y a los embarazos no planificados. En esta misma categoría se puede hacer referencia además, al bajo nivel de aspiraciones académicas; la existencia de una actitud impulsiva y la ratificación de mitos o falsas ideas sobre el control de la fecundidad, así como la escasa capacidad de planificación familiar. Por otro lado, dentro de los factores de riesgo familiares, en primer lugar, se puede hacer alusión a la influencia de carácter directo que ejerce una familia “disfuncional” sobre el desarrollo de embarazos considerados precoces. En este sentido, generalmente, la ausencia de relaciones afectivas y la falta de unas adecuadas habilidades educativas entre sus miembros o las oposiciones existentes entre el sistema de valores de la adolescente y el de sus progenitores, puede influir negativamente en el desarrollo personal de los adolescentes y en su conducta. 13

En el ambiente familiar también influyen los modelos reproductivos, pues estos, generalmente, tienden a repetirse, es decir, núcleos familiares donde las madres o hermanas también lo fueron a edades tempranas. Existe una alta probabilidad de que hijas de madres adolescentes puedan llegar a ser en un futuro madres a una edad temprana también. La continuidad de este ciclo puede deberse a la existencia de determinados valores o actitudes creados en el ambiente familiar. En efecto, es necesario prestar atención al papel que juega el proceso de socialización, el cual actúa como un mecanismo para reproducir o mantener un conjunto de actitudes positivas al embarazo a edades tempranas, si lo han tenido como referencia en su entorno más cercano. En relación a esto, otro factor que se desarrolla en el entorno familiar se relaciona con el abandono del sistema escolar, ya que la baja escolaridad en los padres de la joven o la actitud de desvalorización hacia la educación por parte de los mismos, contribuye a la deserción escolar, propiciando de esta forma que se pueda reproducir los patrones familiares. Por último, dentro de los factores de riesgo sociales, se puede hacer referencia a un conjunto de elementos que se muestran con gran frecuencia enlazados al embarazo adolescente. Entre estos elementos se puede mencionar el bajo nivel socioeconómico, la presencia de hacinamiento en la vivienda, delincuencia, alcoholismo, trabajo no cualificado, mitos y tabúes sobre sexualidad, marginación social o predominio del “amor romántico” en las relaciones sentimentales de los adolescentes, entre otros muchos factores. En este último elemento, se encuentra el problema de la afectividad que surge en la etapa adolescente como una carga difícil de gestionar, donde la búsqueda de la autoestima aparece como un autoconcepto que se encuentra fuertemente relacionado con una base de carácter afectivo, es decir, sentirse amadas o deseadas. A partir de ese amor romántico, aparece la idea de “confianza” en la otra persona, donde la toma de métodos de protección durante las relaciones sexuales recae en la figura masculina. Aunque se ha comprobado que los adolescentes conocen la necesidad del uso de medios anticonceptivos, la motivación para hacer uso inconsciente de los mismos “tiene que ver con la minusvaloración de riesgos, tanto porque la consecuencia del embarazo se entiende como una confirmación del amor como por la creencia de invulnerabilidad” 14

(Parra, 2012:200). Por tanto, aunque los jóvenes adolescentes poseen información sexual adecuada, esta está presente, pero no se utiliza ni se practica. 3.4. Factores socio-culturales relacionados con el embarazo adolescente El deseo de tener un hijo parece estar más influenciado por las oportunidades económicas y las expectativas socio-culturales que por los factores biológicos y psicológicos. En cualquier contexto social se pueden dar factores que favorezcan el embarazo no planificado a edades consideradas tempranas, aunque se ha observado que existen determinados sectores sociales donde hay una mayor incidencia de casos. De acuerdo con Stern (2004), las circunstancias particulares pueden ser de origen muy variable, pero es importante prestar atención al hecho de que este fenómeno se dé con menor o mayor frecuencia en un contexto social determinado, es decir, a las particulares sociales que influyen y condicionan para que este hecho se desarrolle. No es cuestión de generalizar la idea de que determinados contextos sociales se van a producir embarazos a edades consideradas tempranas, sino que “ciertas características del entorno sociocultural se traducen en que haya una mayor vulnerabilidad en cierto sectores sociales para que ello ocurra, en que haya propensión a que ocurran este tipo de embarazos” (Stern, 2004:146). Dentro de los aspectos sociales que influyen en la fecundidad y embarazo adolescente, Pantelides (2004) realiza un análisis donde los clasifica en niveles, que va desde el macrosocial al nivel considerado más cercano, es decir, el compuesto por las propias actividades y comportamientos de carácter individual. Cuando habla de nivel macrosocial, hace referencia al conjunto de pautas culturales, la estratificación social, así como la estratificación por género y por etnia, además de las políticas públicas dirigidas a la salud reproductiva y educación sexual de adolescentes. A esto se le añade los elementos o factores sociales considerados más próximos, como el lugar de residencia o estilo de vida, la estructura familiar, los grupos de sociabilidad, grupos de iguales, “así como la existencia de servicios de prevención y atención en salud, especialmente en materia de salud sexual y reproductiva, y la disponibilidad de recursos anticonceptivos” (Pantelides, 2004:14). Los factores socio-culturales son la base de la repetición de los patrones, pues desde niñas han observado e interiorizado que la maternidad y las labores de cuidado

15

son el fin último de la figura femenina, dejando a un lado la planificación tanto familiar como económica. 3.5. Embarazo adolescente y su relación con la pobreza En relación a los aspectos socio-culturales, es importante destacar el vínculo que existe entre el nivel socioeconómico y la edad de inicio de la actividad sexual. Se ha comprobado en multitud de investigaciones que, los embarazos a edades menores se presentan en los niveles socioeconómicos más bajos, mientras que los embarazos en los niveles más altos se corresponden a mayores edades. De acuerdo con Rodríguez (2005), los factores que influyen sobre la probabilidad de ser madre adolescente tienen indiscutibles dimensiones socioeconómicas: la pobreza, la exclusión y la falta de opciones. Estos aspectos se relacionan con otros factores para configurar tanto las conductas reproductivas determinadas de cada adolescente como las propensiones agregadas que se forman con las actitudes individuales. Esta relación negativa entre las tasas de fecundidad adolescente y el nivel socioeconómico trae consigo que numerosas posturas afirmen que la gestación precoz, según Oviedo y García (2011), contribuye a la pobreza porque dificulta el desarrollo personal de la adolescente, interrumpe procesos educativos limitando así la formación de capital humano y por tanto, facilita el acceso a futuros empleos precarios con bajos niveles de ingresos. El número de gestaciones precoces tiene una mayor incidencia en los países en vía de desarrollo y en las clases o sectores sociales más desfavorecidos, donde la carencia de ingresos y los empleos en precario están presentes en el día a día. Esto contribuye a conservar el ciclo de la pobreza y a contribuir a la “feminización de la miseria”. Observando los datos que reflejan algunos estudios, se puede identificar mediante cifras la relación existente entre nivel de desarrollo y embarazos considerados precoces. Así, observando diversas estadísticas se puede observar que Estados Unidos tiene un 12,8% del total de embarazos, mientras que en países como El Salvador corresponde al 25% y en ciertas regiones africanas al 45% del total de embarazos. 3.6. Embarazos adolescentes y las posibles complicaciones En los países de nuestro entorno, el inicio precoz de las relaciones sexuales ha traído consigo el aumento del número de casos de embarazos adolescentes no 16

planificados. La adolescente que se encuentra en esta situación se enfrenta a un contexto donde las circunstancias por lo general, se caracterizan por la existencia de un “embarazo no planificado, una pareja ambivalente o ausente, la existencia de una familia disfuncional o que, en principio no acepta la situación, con condiciones económicas desfavorables y escaso espacio social frente al problema, con autoridades escolares que la separan de la institución, empleadores que la despiden y dificultades para constituir una familia.” (Issler, 2011:11-23). Se puede afirmar que, la gestación a edades muy tempranas se ha observado como un problema social debido a la permanencia de la pobreza, a los efectos negativos sobre estos grupos, así como la limitación en cuanto a oportunidades en las mujeres, que provoca la formación de familias a una edad temprana. Esto ha supuesto que se produzcan diversos efectos o complicaciones en este grupo específico, los cuales se pueden agrupar en dos grupos: somáticas y psicosociales. En los efectos o complicaciones a nivel somático, se debe de hacer referencia tanto a las relacionadas con las madres como las relacionadas con el bebé. Numerosos estudios clínicos han reflejado que existe una serie de complicaciones que se dan con mayor frecuencia en adolescentes embarazadas, haciéndose más visibles en los grupos con edades menores a 16 años. Entre las complicaciones comunes asociadas a las gestantes adolescentes, numerosos autores han encontrado el síndrome hipertensivo y la anemia, como los trastornos más dados en estos casos. Pero existen muchas más patologías como el aumento de las probabilidades del parto prematuro, la presentación de una mayor incidencia de malformaciones en el bebé, así como el aumento de los casos en los que el recién nacido presenta bajo peso. Estas complicaciones son solo algunas de las detectadas desde la perspectiva sanitaria que se relacionan con el embarazo a edades consideradas precoces. Por otro lado, existe una serie de complicaciones a nivel psicosocial que aparecen ligadas al embarazo adolescente. Se puede prestar especial importancia a los cambios que se producen en relación a la instrucción y educación formal, la inserción en el mercado laboral y los efectos sobre la relación con el grupo de iguales. En primer lugar, la deserción escolar o el abandono de la escuela, puede surgir por diversos motivos, que pueden ser, bien por vergüenza o miedo a las críticas que se pueden dar en el entorno escolar, bien por la dificultad de cumplir unas expectativas educativas cuando 17

se está criando a un bebé o bien porque ya existía deserción escolar anterior al embarazo. En este sentido el apoyo familiar toma especial relevancia, ya que de ello va a depender, en gran medida, que la adolescente retome la idea de seguir su formación. En numerosos estudios se ha comprobado que en los casos donde la adolescente tiene un proyecto educativo que prioriza alcanzar, es más probable que adopte una actitud de prevención efectiva del embarazo durante sus relaciones sexuales. En definitiva, el bajo nivel de instrucción o formación que alcanzan y la posterior dificultad para reinsertarse al sistema educativo que presenta este grupo, conlleva a tener “un efecto negativo en la formación del capital humano y la superación de la pobreza a nivel social” (León; y otros, 2008:45), por tanto la exclusión del sistema educativo es un factor del proceso de exclusión social. En segundo lugar, es importante tener en cuenta las dificultades a nivel laboral que encuentran. Los adolescentes tienen en general trabajos mal remunerados y sin contrato, por lo tanto, es habitual el despido cuando se sabe que está embarazada y es muy difícil conseguir empleo en estas condiciones o si ya se tiene un bebé. A esto se le añade la escasa formación académica que generalmente tienen, por lo que su accesibilidad al mercado laboral queda muy limitada y se asocia a trabajos que son considerados de bajo prestigio por la sociedad. De acuerdo con Noemí Parra, la maternidad adolescente anticipa determinados aspectos de la trayectoria vital como el emparejamiento, la emancipación y las sucesivas maternidades, provocando por el contrario, el retraso de la incorporación al mercado de trabajo y, “muy especialmente, la obtención de un empleo estable” (Parra, 2012:184). Por otro lado, el embarazo adolecente repercute en las relaciones de iguales y las actividades de ocio que hasta el momento previo a la gestación se estaban sucediendo. La adolescencia es una etapa en la que el ocio y el tiempo libre adquieren una gran importancia, ya que para la mayoría de los adolescentes, el tiempo libre significa tiempo para relacionarse con su grupo de iguales. Generalmente, en esta edad se constituye una importante fuente de socialización, donde la amistad se observa como pieza clave para el desarrollo de la propia personalidad. En este sentido, el embarazo limita a la adolescente en la realización de determinadas actividades de ocio que anteriormente solía realizar, como salir a bailar a 18

una discoteca o salir a tomar una copa con las amigas, por lo que puede sufrir el abandono o incluso ser objeto de discriminación de su grupo de pertenencia. La relación con el grupo de iguales en la adolescencia se convierte en el eje central de su desarrollo, dejando en una posición secundaria la relación con el núcleo familiar. En este sentido, para las adolescentes en general, la relación con su grupo de iguales va a suponer un soporte o apoyo de gran valor, intensificándose esto, en los casos donde la chica se encuentra embarazada. Por el contrario, cuando se da la situación que la adolescente se encuentra con el abandono o rechazo de su propio grupo por este motivo, ésta enfrenta la situación como una pérdida de carácter significativo. 3.7. Intervención del Estado La idea que promueve las campañas preventivas es que el embarazo considerado precoz, puesto que es algo no planificado, es un problema de carácter social. Es un suceso que se considera un error, puesto que es visto como un hecho contrario al progreso e incompatible con las ideas de éxito que preponderan en la sociedad. En la difusión de estos mensajes se muestra un claro interés por impedir que se mantengan los embarazos tempranos, pues se tiene la idea de que es un evento que debe acontecer en tiempos y espacios predeterminados. Así, siguiendo la afirmación de Oviedo y García (2011), los mensajes emitidos para prevenir al embarazo precoz, actúan como meros mecanismos de control del cuerpo y de la subjetividad femenina, provocando la descarga de la responsabilidad de la pobreza sobre la figura femenina, además de prolongarla. Esta perspectiva no tiene en cuenta que el embarazo adolescente está influenciado por multitud de factores socio-culturales que se encargan de incidir en la construcción de la subjetividad femenina y por lo tanto, lo promueven. Por otro lado, el embarazo en sí no es generador de consecuencias negativas, si no que estas son el resultado de una relación entre factores de origen cultural, la inequidad o la pobreza, entre otros. Por tanto, el embarazo adolescente no sólo se puede explicar cómo el resultado de una desestructuración familiar o la existencia de problemas personales ligados a la existencia de crisis familiares, ya que existen muchos más factores que influyen o condicionan este fenómeno. En relación a esta idea, cuando el Estado observa el embarazo adolescente como un problema social, se pone en evidencia su precariedad

19

para abordar esta situación dentro de las condiciones estructurales, así como las carencias existentes que delimitan la construcción de la subjetividad femenina. Actualmente, los mecanismos de la cultura de la sexualidad, de la maternidad y de lo femenino, contribuyen a la intervención por parte del Estado y a desarrollar una politización de la función maternal, originando una serie de normas natalistas que definen la maternidad como deber patriótico, reprimiendo y condenando el aborto y a los hijos o hijas no deseados. Siguiendo la afirmación de Parra (2012), la existencia de visiones estereotipadas generalmente termina culpabilizando a los adolescentes y diluyendo las responsabilidades de los adultos y de toda la sociedad en general. En España no existen demasiados estudios ni investigaciones relacionadas con el embarazo adolescente, exceptuando los años 80-90 cuando se apreció un incremento de las maternidades adolescentes. Los estudios y reflexiones sobre la temática abundan sobre todo en los países Latinoamericanos, donde el incremento de los embarazos considerados precoces ha conllevado a numerosos autores a analizar e indagar con mayor profundidad sobre el desarrollo de este fenómeno. En nuestro país, la creación de diferentes políticas ligadas, con sus efectos legislativos, a la maternidad, han ido variando en función del partido político gobernante del momento y, más que estar encaminadas a la protección, están dirigidas al control y limitación. Estas leyes han actuado como meros mecanismos de coacción de la libertad de la mujer para decidir sobre su maternidad, ya que dejan poco espacio en cuanto a opciones se refiere. El Estado ha pasado a ser un mecanismo de control del cuerpo femenino obstaculizando la creación de políticas y programas que protejan y amparen a madres adolescentes, pasando así de un nivel superficial de información preventiva a un nivel más profundo de intervención.

20

4. TRABAJO SOCIAL Y MADRES ADOLESCENTES El embarazo adolescente es un suceso que dado la visibilización que ha sufrido en los últimos años, se está considerando un problema de carácter social. Esto es debido a los diversos estudios que han reflejado que la aparición de este fenómeno se da con mayor frecuencia en determinados contextos socio-culturales, donde se incrementa la situación de vulnerabilidad de las adolescentes. Hay que tener en cuenta que el embarazo de una adolescente conlleva la reorganización de las funciones de los miembros de su familia, acarreando una movilización del sistema familiar para encontrar el estado de equilibro en la situación actual, pues la nueva situación puede causar inicialmente una actitud de sorpresa, rechazo o incluso decepción en el núcleo familiar. Dentro de este contexto, la adolescente debe asumir una pluralidad de roles considerados adultos, dentro de los cuales hay que hacer especial hincapié en el de la maternidad. La adolescente se encuentra en una situación de vulnerabilidad donde existe un determinado lazo de dependencia respecto a la ayuda de terceras personas para realizar los cuidados referentes al bebé, sobre todo en las primeras etapas de vida del mismo. La adolescente no está psicológicamente preparada para el desempeño de estas funciones puesto que, “sigue siendo niña cognitiva, afectiva y económicamente, agudizándose esto aún más en el caso de la primera adolescencia” (León; y otros, 2008:45). Desde el Trabajo Social hay mucho que decir sobre este tema. Es necesario llevar a cabo una concordancia de una serie de propuestas tanto de carácter educativo como de desarrollo comunitario, profundizando en la intervención en casos de maternidades consideradas precoces y la influencia de los diversos aspectos sociales que tienen sobre estas (Parra, 2012). Siguiendo la afirmación de León; y otros (2008), en primer lugar, dentro de la actuación profesional se considera necesario dar a conocer un modelo dinámico de intervención enfocado a la atención integral de la madre adolescente, favoreciendo en todo momento que esta intervención se realice desde una perspectiva interdisciplinaria. Por otro lado, es importante que la sistematización de la práctica profesional sea el eje central para la construcción del modelo de abordaje.

21

Los pilares principales de la intervención profesional desde el Trabajo Social deben ser, en primer lugar, el diagnostico integrado, recogiendo aspectos de carácter familiar, socioeconómico, socio-laboral y ambiente social, entre otros. Los profesionales deben realizar una recopilación de datos para el posterior estudio y análisis de los mismos, con el objetivo de conocer y valorar la situación para construir después la propuesta de intervención que se considere necesaria. En segundo lugar, la inclusión de los distintos profesionales del área de salud, educación y justicia es algo fundamental, ya que para dar una respuesta más efectiva a las situaciones complejas que caracterizan la realidad social, es necesario que la intervención profesional se realice desde una perspectiva globalizadora e interdisciplinar. La articulación con otros sectores es necesaria puesto que, la intervención en Trabajo Social se centra tanto en la persona como en el medio social en la que está inmersa. Es necesaria la coordinación con distintos profesionales, de las diversas áreas y sectores, para dar una respuesta global e integrada. Por último, la movilización del usuario y su entorno como sujeto activo en la producción de salud es uno de los ejes centrales de la intervención profesional puesto que, el fin que se busca alcanzar es la recuperación del equilibrio perdido por la propia persona. Es decir, movilizar los propios recursos para adquirir una buena calidad de vida. El profesional del Trabajo Social actúa como coordinador básico de todo el plan, siguiendo un modelo que no se centra tanto en patrones de intervención, sino más bien de coordinación de todos los sectores y áreas próximos para abordar el embarazo adolescente. La intervención desde el Trabajo Social abarca distintos momentos en la etapa adolescente, es decir, antes de la gestación, durante y después. En primer lugar, es fundamental la actuación antes de la gestación, desde la promoción de una educación sexual adecuada pero efectiva, ya que los adolescentes poseen conocimientos sexuales pero estos no son llevados a la práctica. Es necesario tener en cuenta que un embarazo adolescente conlleva un gran impacto tanto en la salud de la madre como en la del bebé, por lo que es fundamental implementar en los adolescentes, una adecuada educación sexual que englobe, tanto medidas de prevención como de promoción de conductas sexuales responsables (León; y otros, 2008). No basta con que los conocimientos sexuales se queden en un nivel de información, sino que es necesario 22

que se lleve a un nivel más profundo, desarrollando un proceso de formación de valores, directrices y pautas sobre la sexualidad, porque “mientras que la información permanece en el nivel intelectual, la formación se inserta en la personalidad, manifestándose en la conducta” (Della, 2006:3). Desde una perspectiva preventiva, es importante identificar las estrategias de afrontamiento que posee un adolescente, así como los distintos recursos y los factores protectores de salud con los que cuentan, ya que esto va a influir en su crecimiento y su desarrollo de los mismos, puesto que facilita el abordaje de las situaciones de riesgo que se le puedan presentar. Es importante tener en cuenta esto puesto que, algunos estudios realizados muestran que un gran porcentaje de jóvenes no busca apoyo tras la primera falta menstrual, negando la posibilidad de estar embarazadas. Esto retrasa el diagnóstico de la gestación así como la atención prenatal, suponiendo un peligro tanto para la adolescente como para el futuro bebé (Lete; y otros, 2001). Durante el embarazo es importante llevar a cabo un proceso de orientación, asesoramiento e información con la menor, ya que este proceso suele ser de gran conflicto tanto para ella, a nivel personal y emocional, como para los familiares. Por último, es importante realizar intervenciones con las madres para trabajar sus conocimientos acerca del cuidado del bebé, recursos de los que puede disponer, así como un proceso de apoyo personal para abordar la nueva situación a la que se enfrenta. En nuestro país, se ha llevado a cabo una serie de programas orientados al fomento de la educación sexual de los jóvenes, aunque, se considera necesario aumentar el número de programas realizados, incrementando su difusión e implementación. La intervención del Estado se queda muy en la superficie ya que actúa a nivel informativo, pero existe una gran ausencia de legislación que proteja a los embarazos adolescentes. Es necesario alcanzar progresos y avances en materia de políticas públicas que dediquen la protección necesaria a madres adolescentes, esto conllevaría una mayor concienciación por parte de la sociedad frente a la problemática actual del tema. La realidad del embarazo precoz ha variado con el paso de los años y el abordaje de estos cambios se debe realizar desde una perspectiva interprofesional, integral y multicausal.

23

Asimismo, que la sociedad se posicione en una situación alarmista frente a esta temática, no es el mejor modo de movilizar las actuaciones de abordaje necesarias, ya que esta posición se consolida en una serie de ideas estereotipadas por la sociedad, cayendo sobre las embarazadas y/o madres adolescentes, castigándolas y culpabilizándolas de su situación, en lugar de favorecer su desarrollo personal y psicosocial, con el objetivo de extender sus oportunidades. De acuerdo con la afirmación de Parra (2012), solo el hecho de existir situaciones de vulnerabilidad, en este caso asociadas a un embarazo precoz, es suficiente motivo para intervenir. Es necesario seguir investigando la maternidad precoz en determinados contextos, ya que en numerosos estudios realizados se aprecia que la fecundidad adolescente no se distribuye de forma homogénea entre los diferentes

estratos

sociales,

mostrándose

una

considerable

prevalencia

en

determinadas zonas geográficas. Las actuaciones no se deben quedar solo en la prevención, sino que desde el Trabajo Social hay una larga articulación de actividades para el abordaje de este fenómeno. Una de las grandes carencias que presentan las madres adolescentes es la escasa habilidad para la gestión de la información en relación a recursos y trámites que deben solicitar relacionados con el cuidado del bebé. Por lo tanto, una de las actividades del profesional se basa en la gestión y búsqueda de recursos y medios para cubrir las necesidades tanto del bebé como de la madre, en la que se encuentra la articulación tanto de recursos de carácter económico, educativo, laboral, de vivienda y sanitario, entre otros muchos. Es preciso remarcar las actividades de coordinación que llevan a cabo los profesionales de la disciplina con diferentes ámbitos, como pueden ser educación, salud o justicia, entre otras. El objetivo es acercar la información de los diversos medios que se encuentran próximos a la joven y al bebé para que ésta adquiera habilidades propias para gestionar de forma autónoma la información y cubrir las necesidades que puedan surgir de manera independiente.

24

5. CONCLUSIONES La elección de abordar esta temática en mi Trabajo Final de Grado se basa en el hecho de que el embarazo adolescente es algo que se encuentra en el día a día de la sociedad, ha existido desde siempre, pero es ahora cuando mayor visibilización está teniendo, tanto es así que es considerado un problema de carácter social. Cuando observamos la aportación de nuestra disciplina al respecto no encontramos que existe una escasez real de estudios y análisis elaborados a través del Trabajo Social sobre este fenómeno, siendo la mayoría de estos realizados en Latinoamérica. Desde el Trabajo Social hay mucho que decir en este ámbito, ya que solo el hecho de existir situaciones de vulnerabilidad es suficiente motivo para intervenir. El embarazo adolescente tiene multitud de sutiles matices que son necesarios de investigar y analizar. Para empezar, es necesario tener en cuenta que la adolescencia es una etapa de la vida que está protagonizada por diversos cambios a nivel físico y psicológico, donde se completan los cambios de la propia identidad de la persona, marcando los pilares para fundamentar las bases de la personalidad. Por lo tanto, es una etapa donde se pronuncia un enfrentamiento a los propios conflictos internos del aprendizaje y la preparación para la vida adulta. Cuando a esta etapa además, se le añade el hecho de ser madre, la adolescente se enfrenta a una situación donde debe asumir una pluralidad de roles, dentro de los cuales se realiza mayor énfasis en el de la maternidad. Aquí se observa cómo aparece un rol materno como marca de identidad propia de la subjetividad femenina, es decir, cosa que se ha interiorizado desde niña como algo deseable y aprendido por observación e imitación y suponiendo el fin último que toda mujer debe tener presente. Por tanto, la adolescente se encuentra con una vida adulta, pero aún es una niña, ha dado un salto de grandes dimensiones en su vida, omitiendo la etapa adolescente. Esto supone un gran impacto emocional y personal, pues se enfrenta a una nueva situación, donde además de cuidarse a sí misma, tiene que aprender a cuidar a una nueva vida, careciendo de las habilidades para ello. En este sentido la adolescente necesita un sistema de apoyo, que además del familiar debe ser de carácter profesional, donde se le ofrezca y se le forme para tener conocimientos y dominar la gestión de la información en cuanto a procedimientos de 25

carácter legal relacionados con el bebé, en la búsqueda de recursos, así como habilidades en cuanto a educación y planificación familiar, entre otros aspectos. Además de intervenir y trabajar con madres adolescentes, desde el Trabajo Social es indispensable analizar la combinación de adolescencia y maternidad, así como conocer tanto los factores socio-culturales que favorecen el embarazo adolescente, como los factores de riesgo asociados a dicho fenómeno. Estos pueden ser tanto individuales, es decir, aquellos factores propios de la adolescente, como los asociados a un contexto cercano tales como, los factores familiares y los factores sociales. En relación a los factores socio-culturales, es necesario prestar atención a las particularidades sociales que influyen y condicionan para que este hecho se desarrolle, analizando además la mayor incidencia en determinados contextos sociales. Resulta prioritario analizar diferentes aspectos como el conjunto de pautas culturales, la estratificación social, la estratificación por género y por etnia, así como las políticas públicas dirigidas a la salud reproductiva y educación sexual de adolescentes de ese contexto, para conocer las necesidades de carácter social que influyen en una mayor incidencia de casos de embarazos adolescentes. Por otro lado, se hace necesario destacar la relación que existe entre el nivel socioeconómico y las gestaciones adolescentes, donde la pobreza, la exclusión y la falta de opciones son aspectos determinantes en el incremento de este fenómeno. El embarazo considerado precoz, en cierta manera contribuye a obstaculizar el desarrollo de la mujer ya que, trunca procesos educativos en una edad donde la formación es prioritaria, limitando a su vez la formación de capital humano. Desde el Trabajo Social se debe examinar las circunstancias a las que se enfrenta una adolescente gestante, las cuales por lo general suelen se basan en el enfrentamiento de un embarazo no planificado, una pareja ausente o ambivalente, se encuentra en una familia disfuncional o que en principios no acepta la nueva situación, lo que puede ocasionar la aparición de conflictos entre los miembros familiares, motivados por el deterioro de la economía familiar que puede generar la llegada de un nuevo miembro o a la ya existencia de unas condiciones económicas desfavorables. Además, existe una serie de complicaciones tanto a nivel somático, relacionadas tanto con la madre como con el bebé y a nivel psicosocial. En estas últimas, se debe 26

prestar especial atención a los cambios que se producen en la vida de la adolescente en los ámbitos relacionados con la educación, con el mercado laboral y con las relaciones con el grupo de iguales en sus actividades de ocio. Desde la labor profesional se debe hacer hincapié en reforzar las aspiraciones académicas, pues en el caso de no hacerlo, a medio plazo y largo plazo, se va a incrementar las barreras de la mujer para acceder al mercador laboral, limitando las ofertas laborales a empleos precarios y poco valorados por la sociedad, perpetuando y agravando la escasez de recursos en relación a la mujer y por lo tanto contribuyendo a la llamada feminización de la pobreza. Otro aspecto de especial importancia es la escasez de políticas y leyes que amparan y protegen a las adolescentes embarazadas. Para ser considerado un problema de carácter social, el Estado ha optado más por construir políticas que coarten la libertad de elección de las jóvenes, convirtiéndose en un mero control del cuerpo femenino, que por legitimar políticas que reconozcan los derechos de las mujeres en tales circunstancias y las protejan, pues es un sector de la población vulnerable y por tanto, sujeto social de intervención. Por tanto, la maternidad en la adolescencia es un fenómeno inmerso en la cotidianidad de nuestra sociedad, siendo consecuencia de ello la escasez de estudios realizados en torno al este hecho. Desde el Trabajo Social hay mucho que decir al respecto, pues debido a la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las madres adolescentes, este colectivo es objeto de estudio del Trabajo Social, donde más que una labor de intervención, es necesaria una labor de coordinación profesional con las diversas áreas o sectores sociales relacionados con este fenómeno, con el objetivo de alcanzar una movilización social.

27

28

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Anzola, M. (2006). “La crianza de niños y niñas de madres adolescentes en un contexto de resiliencia”, en Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales, 11:113-138. Bañez, T. (1997). “Género y Trabajo social”, en Acciones Investigaciones Sociales, 6:151-188. Comas, D. (1995). Trabajo, género, cultura. La construcción de desigualdades entre hombres y mujeres. Barcelona: Icaria. Cruz, M. D. C. (2011). “Embarazo de adolescentes y comunicación familiar”, en Margen: revista de trabajo social y ciencias sociales, 61:10-3. De Barbieri, T. (2013). “Sobre la categoría género: una introducción teóricometodológica”, en Debates en sociología, 18:145-169. De Miguel, A. (2005). “La construcción de un marco feminista de interpretación: la violencia de género”, en Cuadernos de Trabajo Social, 18: 231-248. De Miguel, A. (2008). “Feminismo y juventud en las sociedades formalmente igualitarias”, en Revista de Estudios de Juventud, 83:29-45. Della, M. (2006). “Estrategias de afrontamiento en adolescentes embarazadas escolarizadas”, en Revista Iberoamericana de Educación, 38:1-15. Esqueda, L. “El embarazo adolescente: ¿un evento adverso? [Consultado el 2 de Abril de 2014 en http://ecotropicos.saber.ula.ve/db/ssaber/Edocs/centros_investigacion/cip/publicaciones/ monografias/psicologia_social/capitulo14.pdf ] Fombuena, J. (2006). “La influencia de la dimensión de género en Trabajo Social”, en Cuadernos de Trabajo Social, 19:133-154. Issler, J. C. (2001). “Embarazo en la adolescencia”, en Revista de Posgrado de la Cátedra VIa Medicina, 107:11-23. González, A., Molina, G. (2007). “Características de la Maternidad adolescente de madres a hijas”, en Revista chilena de obstretcia y ginecología, 72:374-382. 29

Hernández, Y. (2006). “Acerca del Género como categoría analítica”, en Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, 13:111-120. Lete, I., De Pablo, J.L., Martínez, C., & Parrilla, J. J. (2001). “Embarazo en la adolescencia”. Manual de Salud Reproductiva en la adolescencia. [Consultado el día 30 de Marzo de 2014 en www.companiamedica.com ] León, P., Minassian, M., Borgoño, R., & Bustamante, F. (2008). “Embarazo adolescente”, en Revista Pediatría Electrónica, 5:42-52. Mirabal, G., Martínez, M. M. & Pérez, D. (2002).“Repercusión biológica, psíquica y social del embarazo en la adolescencia”, en Revista Cubana de Enfermería, 3:175-183. [Consultado el 29 de Marzo de 2014 en http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S086403192002000300008&script=sci_arttext&tlng=en ] Molina, M., Ferrada, C., Pérez, R., Cid, L., Casanueva, V., & García, A. (2004). “Embarazo en la adolescencia y su relación con la deserción escolar” en Revista médica de

Chile, 132:65-70.

[Consultado

el

30

de

Marzo

de

2014

en

http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872004000100010 ]. Nóblega, M. (2009). “La maternidad en la vida de las adolescentes: implicancias para la acción”, en Revista e Psicología, 1:29-54. Noguera, N., & Alvarado, H. (2012). “Embarazo en adolescentes: una mirada desde el cuidado de enfermería”, en Revista Colombiana de Enfermería, 7:151-160. Oviedo, M. & García, M. C. (2011). “El embarazo en situación de adolescencia: una impostura en la subjetividad femenina”, en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 2:929-943. Pantelides, E. A. (2004). “Aspectos sociales del embarazo y la fecundidad adolescente en América Latina”, en Notas de población, 31:7-34. Parra, N. (2012). “Cuando el embarazo no planificado se desea. Estudio aproximativo sobre la vivencia de adolescentes embarazadas”, en Revista de Trabajo y Acción Social, 51:181-203.

30

Pérez, M.J. (2011). “Palabras para

la igualdad de género en la educación”, en

Pedagogía Magna, 11:465-469. Pineda, S., Aliño, M. (2002). “El concepto de adolescencia”, en Manual de prácticas clínicas para la atención integral a la salud en la adolescencia, 2:15-23. [Consultado el día 5 de Marzo de 2014 en http://ccp.ucr.ac.cr/bvp/pdf/adolescencia/Capitulo%20I.pdf] Rodrigo, I. N., Quevedo, A. M., & Sosa, G. H. (2000). “Características de las identificaciones maternas en un grupo de adolescentes embarazadas”, en Fundamentos en Humanidades, 2:153-162. Rodríguez, J. (2005). “Reproducción en la adolescencia: el caso de Chile y sus implicaciones de política”, en Revista de la CEPAL, 86:123-146. Scott, J. (1986). “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Historical Review,

91:1053-1075.

[Consultado

el

día

2

de

Abril

de

2014

en

http://www.iupuebla.com/tabasco/maestrias/m_e_genero/ma_egenero/olamendi/el%20g enero%20una%20categoria%20util%20para%20el%20analisis%20historico[1].pdf ] Stern, C. (2004). “Vulnerabilidad social y embarazo adolescente en México”, en Papeles de Población, 39:129-158. Téllez, A. (2001). “Trabajo y representaciones ideológicas de género. Propuesta para un posicionamiento analítico desde la antropología cultural”, en Gazeta de Antropología, Nº

17,

artículo

17.

[Consultado

el

día

2

de

Abril

de

2014

en

http://hdl.handle.net/10481/7477] Ulanowicz, M. G., Parra, K. E., Wendler, G. E., & Monzón, L. T. (2006). “Riesgos en el embarazo adolescente”, en Revista de Posgrado de la VIa Cátedra de Medicina, 153:13-17.

31