G O M O L E E R L A B I B L I A

COMO LEER LA BIBLIA Ch. H a u r e t J . G. Gourbillón G O M O L E E R L A B I B L I A PEDICIONES PAULINAS A I lector Quedamos gratamente imp...
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COMO LEER LA BIBLIA

Ch. H a u r e t

J . G. Gourbillón

G O M O L E E R L A B I B L I A

PEDICIONES

PAULINAS

A I

lector

Quedamos gratamente impresionados cuando alguien nos relata hechos o recuerda palabras de nuestros antepasados. Es que nos parece vivir lo que oímos, rehacer nuestra misma existencia y acercarnos a cuantos han tenido relaciones tan estrechas con nuestro ser. ¿Qué decir, entonces, si la historia se refiriese a la misma humanidad, a su origen, a su formación, a su trayectoria a través del tiempo y del espacio, a su mismo porvenir? Y, lo que es más aún, ¿si esta historia hubiese sido relatada por inspiración de Dios? Nos hallaríamos frente a hechos de valor histórico-ético indiscutible, ds profundas e imborrables consecuencias en toda la vida del hombre sobre la tierra. Esta historia, este Libro de los libros existe: es la BIBLIA. Su nombre significa "el libro" o, mejor todavía "los libros". Empieza desde Moisés, en el siglo XIII antes de Cristo, y acaba en el segundo siglo de la Era Cristiana. Al principio relata la aparición del mundo, señala el origen del hombre y sus prim,eras vicisitudes para luego seguir la marcha de un pueblo, el judío, que aparece elegido por Dios para preparar la venida del Mesías, Salvador de la humanidad alejada de su Creador por el pecado del primer hombre y de la primera mujer. Setenta y dos libros completan el Antiguo y el Nuevo Testamento, componen el Libro por antomasia, la Biblia. De estos, algunos son preferentemente doctrinales, didácticos o sapienciales: enseñan verdades, dan normas, exponen máximas, principios o proverbios. Otros compendian las leyes dadas por el Señor a su pueblo,

resumidas en les Mandamientos; anuncian las profecías vor medio de las cuales se exhortaba a los judíos a -permanecer fieles a Dios y a la misión que El les había encomendado, como así también ss mantenía siempre viva la esperanza en el Salvador. Están los Evangelios, que perpetúan la vida, los milagros y las palabras del Maestro Divino. ¡Con cuánto consuelo releemos las conmovedoras Parábolas dsl Buen Pastor, de la dracma perdida, del Hijo Pródigo! Al leerlas nos parece ver y oir a Jesús mismo, predicando por las comarcas de Galilea. Pedro, Pablo, Juan y otros apóstoles siguen predicando a través de sus cartas, escritas a las primeras comunidades cristianas. Mina inagotable de verdades, de preceptos morales y litúrgicos, de normas y leyes universales son los textos sagrados! Por eso los leemos con tanto cariño y veneración. A todos estos libros se los ha tenido siempre en gran estimación, más aún se les ha acordado una jerarquía especial: son y los llamamos LIBROS SANTOS, SAGRADA ESCRITURA y esto no sólo per su contenido, sino porque —como dice el Concilio Vaticano— están "escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por su autor". Como aurora de nuevas promesas y esperanzas, de fe más vivida y sentida, de acercamiento a la fuente misma de la Verdad y de la Revelación, saludamos gozosos el actual despertar de un mayor interés católico en torno a la lectura y conocimiento de la Biblia. Para facilitar este trabajo a todos los creyentes, para simplificar su labor, para que la lectura de los textos sagrados sea más provechosa e interesante, EDICIONES PAULINAS presentan hoy a sus lectores de habla española la COLECCION BIBLICA, unos treinta libros bien preparados y originales, publicados ya casi todos en Francia con el sugestivo título "Bible et Évangile". ¡Ojalá su lectura mueva a las almas a leer, a meditar y a traducir en sus mismas vidas la palabra de Dios, contenida en los libros de la Sagrada Escritura! Estos son los anhelos y los fines que se han propuesto, al publicar esta COLECCION BIBLICA, las EDICIONES PAULINAS

¿QUE

ES L A B I B L I A ?

La Biblia fue, durante siglos, el manual de educación religiosa y moral de la humanidad. Hoy, en cambio, pocos la conocen y muchos la ignoran. Hace algún tiempo, el Cardenal Mercier lo lamentaba amargamente: "El Nuevo Testamento debiera ser el libro de cabecera de todo cristiano que sepa leer; ahora b:en, estoy afligido de ver que hay, en mi rebaño, muchos cristianos que jamás han leído, que ni siquiera tienen en su biblioteca, abarrotada tal vez de librejos y papeluchos sin valor, el tesoro divino del Nuevo Testamento" (1).

Más se desconoce aún el Antiguo Testamento. Sin embargo, desde hace varios años, gracias al renacimiento litúrgico, los fieles se interesan más y más en el florilegio bíblico de su misal (2). Pero, carentes de iniciación, a veces se desaniman, pues esos fragmentos, separados de su contexto, a menudo parecen enigmas indescifrables. Ciertamente no será posible, en unas pocas páginas, iniciaros de inmediato en la familiaridad con la Biblia; menos aún daros un detalle de todas las rique(1) OEuvres Pastorales, t. VI (1926) pág. 404. (2) "Como una reacción contra la tesis protestante, basada en el libre examen, los Católicos se han apartado, durante largo tiempo, de la riqueza infinita de la palabra de Dios. Ese peligro está hoy conjurado y vemos, con alegría, manifestarse una corriente siempre creciente, en favor de los Libros inspirados" (Carta pastoral del Cardenal Suhard).

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zas que encierra. La familiaridad sólo es posible con una asidua frecuentación, y las riquezas del Libro, profundo como un abismo, son insondables. Sólo nos proponemos facilitaros el contacto con la Biblia, prepararos un acceso ante esta desconocida.

¿COMO

CONOCER LA BIBLIA?

¿El medio? Muy sencillo. En la vida diaria, ¿cómo os las arregláis para arrancar a alguien su secreto? Comenzáis por observarlo, notáis los rasgos de su rostro, su porte, su vestimenta, sus actitudes, su lenguaje; os informáis sobre sus ascendientes, su heredad, su lugar de origen. Esta investigación preliminar os procura ya cierto conocimiento superficial y exterior. Pero es preciso sobrepasar la máscara y las apariencias, descubrir los gustos personales, las tendencias profundas, las predilecciones, las preocupaciones habituales, en una palabra, alcanzar el alma. Todo esto implica relaciones prolongadas, confidencias íntimas y una buena dosis de simpatía. ¿No es a largo plazo, al precio de una infatigable paciencia, como se logra des^ cubrir el carácter, la personalidad de otra persona? Pues bien, con respecto a la Biblia, adoptaremos un procedimiento análogo. Encuesta apasionante, a veces árida, pero siempre fructífera. Aprendiendo a conocer a la Desconocida, aprenderemos a amarla.

LA "FILIACION" DE LA BIBLIA ¿Queréis que comencemos —excusad el término un poco vulgar— por el estado civil de la Biblia, por su filiación? Recojamos cuidadosamente todos los elementos de información. — 8 —

LA BIBLIA Y SU NOMBRE La Desconocida lleva un nombre singular, único, evocador de una nobleza original: ella se nos presenta como el Libro. Tal es, en efecto, el significado etimológico de la palabra "Biblia". Así pues, este nombre la designa como el libro por excelencia, aquél que a todos sobrepuja, que suplanta a todos sus competidores. Ella está bien denominada, porque, en verdad, ese título le conviene, y le conviene a ella sola. El resto de la investigación nos lo demostrará con evidencia. Sin embargo, esta denominación no deja de sorprendernos. La Biblia comprende setenta y tres libros. En realidad, esta costumbre de hablar de "la Biblia", en singular, es reciente. La palabra Biblia es, en efecto, la transcripción en nuestra lengua de un plural. Los antiguos decían Ta Biblia, es decir, los Libros Santos. Realmente, a pesar de su profunda unidad, la Biblia es la reunión de una multitud de libros diferentes. Ella, pues, más se asemeja a una colección que a un libro. Es una obra en setenta y tres tomos, una "biblioteca concentrada en un solo libro". LAS LENGUAS DE LA BIBLIA La Desconocida habla varias lenguas. Ordinariamente ella se expresa en hebreo, lengua pariente del árabe. Cuarenta y dos libros están redactados en lengua hebraica (1). A veces la Biblia utiliza el arameo, dialecto que pronto rivalizó con el hebreo y terminó por suplantarlo. En todas las regiones del Asia Anterior, patria de la Biblia, el arameo triunfó sobre las lenguas indígenas, y llegó a ser el idioma de los diplomáticos y de (1) Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio; Josué, Jueces, Rut, I y II de Samuel, I y II de Los Reyes, I y II Crónicas, Esdras, Ester, Nehemias, I Macabeos, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Eclesiástico, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Abacuc, Sofonías. Ageo, Zacarías, Malaquías.

— 9— 2.—Cómo leer.

los comerciantes. En este idioma fueron escritos tres libros completos, entre ellos el Evangelio de San Mateo, como también varios fragmentos (1). Otras veces la Biblia echa mano del griego, ese ".. .lenguaje

sonoro, de dulzuras

el más bello que brotara de

soberanas,

criaturas".

Los Evangelios, excepto el texto primitivo de San Mateo, las Cartas de los Apóstoles, el libro de Los Hechos y el Apocalipsis, están compuestos en griego, no en la lengua clásica de Jenofonte y de Demóstenes,.sino en el griego vulgar de la conversación corriente.

EL PAIS DE LA BIBLIA ¿Su país de origen? No es fácil localizarlo, Sabemos, por lo menos, con certeza que fue Moisés, gran conductor de hombres, ese genio dotado de toda la sabiduría del Egipto, quien firmó el acta de nacimiento de la Biblia, en el desierto de Sinaí. El Pentateuco es, en substancia, obra del Legislador de Israel. A Moisés le corresponde una gran parte en su elaboración, y fué él quien ejerció una profunda influencia en su redacción definitiva (2). (1) Tobías, Judit (?) y el texto original de San Mateo. Se encuentran fragmentos en arameo en Esdras, 4, 8 — 6, 18; 7, 12-26; Daniel 2,4 — 7; Jeremías 10, 11; Génesis 31, 47. (2) La Comisión Bíblica, en su decreto del 27 de junio de 1906, había pedido a los exegetas católicos salvaguardar la autenticidad mosaica del Pentateuco y su integridad substancial. El Secretario de la C. B., en su reciente carta, ha sustituido a los términos del antiguo decreto, expresiones muy sugestivas: "Invitamos a los sabios católicos a estudiar estos problemas (la composición del Pentateuco), sin prejuicios, a la luz de una sana crítica y de los resultados de otras ciencias interesadas en estas materias, y un tal estudio establecerá, sin lugar a dudas, la gran parte y la profunda influencia de Moisés como autor y como legislador". Moisés es, pues, el autor al cual se debe "gran parte del Pentateuco'. Toda la legislación contenida en nuestro Pentateuco es "mosaica"; es decir, o bien ella deriva directamente de Moisés, como autor y le-

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El libro nació en las estepas de la península arábiga, en las proximidades de los siglos XV y XIII A. C., de acuerdo con la edad que se atribuye al período mosaico. Posteriormente, como un ser vivo, él se desarrolla, sin que nos sea posible fijar siempre en forma precisa, las fechas de las diversas fases de su fevolución. El se acrecienta, sobre tcdo en Palestina, tierra predestinada a tanta gloria, la "Tierra Santa". Durante su desarrollo, el Libro depende de la historia judía, a tal punto, que refleja todas sus vicisitudes, como el niño que va registrando en su subsconsciente todas las peripecias de la vida familiar. Cuando el pueblo escogido sufrió la invasión extranjera y la deportación (587), la Biblia emigra, con los exilados, hacia la Mesopotamia, sobre las riberas del Tigris y del Eufrates. Pero el destierro no impide su progreso: ella se enriquece, entonces, con las profecías de Ezequiel. A la vuelta de la gran prueba, la Biblia continúa creciendo (1). Durante el siglo II antes de nuestra era, en Alejandría, capital intelectual del mundo civilizado, ve la luz del día una de las obras más acabadas del Antiguo Testamento, preludio del Nuevo, el libro de la Sabiduría. Finalmente, con les cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las veintiuna epístolas apostólicas y el Apocalipsis de San Juan, la Biblia alcanza su completa estatura. Ella no crecerá más. Ella no envejecerá jamás y no conocerá la decadencia. He aquí, bosquejada a grandes rasgos, la prodigiosa biografía de la Biblia. De esta rápida evocación histórica, deduzcamos algunas consecuencias. gislador, o más bien, cuando se trata del acrecentamiento ulterior, éste se realizó en el espíritu de la antigua legislación mosaica, para adaptarla a las nuevas condiciones sociales o religiosas. (2) Entre los escritos posteriores al exilio, citaremos, entre otros, los Libros de las Crónicas, los de Esdras, y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, algunos Salmos, el Eolesiastés, El Cantar (?), la Sabiduría, el Eclesiástico, Jonás (?) Ageo, Zacarías, Malaquías, muy probablemente Joel, y tal vez Isaías, capítulos 50 al 60.

UN LIBRO V A R I A D O Y V I V O Un libro tan cargado de años no ha podido cruzar tantos siglos sin sufrir su mordedura. ¡Cuántas veces ha sido copiado y traducido! Pero, a pesar de numerosos accidentes, lagunas, corrupciones e intervenciones, la Biblia conserva los rasgos esenciales de su fisonomía y permanece siempre igual a sí misma. ¡Las arrugas no alteran su semblante! Nuestros actuales textos reproducen, por lo menos en substancia, los documentos originales. Para establecer esta identidad substancial, los sabios recogen y comparan entre sí los testimonios suministrados, en el correr de los siglos, por los manuscritos, las versiones y las citaciones bíblicas. Otra consecuencia. Puesto que la Biblia ha evolucionado en ambientes tan diversos: en el desierto de Sinaí, en Palestina, sobre las riberas del Tigris y del Eufrates, en Persia, a la sombra de las Pirámides, nada tiene de extraño que estos diferentes territorios hayan ejercido sobre ella sus numerosas y sutiles influencias. El suelo, en efecto, ha modelado la Biblia, tal como ha conformado al hombre. En ella se reflejan los más variados paisajes; ella se apropia imágenes, comparaciones, tomadas de estos ambientes dispares. Nos será posible, en el curso de nuestra lectura, identificar palabras, imágenes, conceptos científicos y un folklore pertenecientes a culturas profanas, asirio-babilónica o helenística. La Biblia nos hace recordar a esas abuelas venerables que han acumulado, en una memoria sin lagunas, los recuerdos de su larga existencia. Finalmente, el Libro conserva, inscritos en su substancia, los vestigios de una rica genealogía. Sus ascendientes, en efecto se escalonan a través de quince siglos aproximadamente. Numerosos autores, conocidos o desconocidos, han trabajado en su elaboración, y cada uno ha dejado en ella su impronta personal. De ahí la prestigiosa fisonomía de la Biblia, en la que se funden armoniosamente los rasgos de sus antepasados. — 12 —

La Biblia ostenta la aureola de la majestad real; entre sus antepasados cuenta, a lo menos, con dos monarcas: David, el amable cantor de Israel, autor de una parte de los Salmos, y Salomón, el Luis XIV de los judíos, cuya sabiduría aventajaba toda la del Oriente y del Egipto. Descubrimos, en el acento de la Biblia, ya la distinción de la aristocracia: Isaías el más genial de los profetas, pertenecía a la clase dirigente; ya el realismo, la rudeza y el ardor de las clases populares: Amos, por ejemplo, arreaba los bueyes y cultivaba los sicómoros; ya la delicadeza, la sensibilidad religiosa de las almas sacerdotales: Jeremías descendía de una familia de sacerdotes y su ardiente corazón lanza gritos de una sonoridad única, humana y religiosa al mismo tiempo (1). Por esto, ¡cuánta variedad! Pero también, ¡cuántos contrastes! Porque estos autores no se copian mutuamente, a pesar de que a menudo explotan un fondo común. Leemos, por ejemplo, en los primeros capítulos del Génesis, dos narraciones de la creación del hombre. Ahora bien, el que sólo conociera la primera no podría sospechar siquiera la segunda: tanto difiere la una de la otra. "El estilo es el hombre". Por consiguiente, hay en la Biblia tantos hombres —y ellos son numerosos— como estilos. Aquí, un lenguaje pulido; allí, incorrecciones de vocabulario y de sintaxis, aun crudezas. Cada autor habla la lengua que conviene a su origen, a su temperamento, a su época. Imaginaos un hombre que se expresara, a la vez, en el dialecto y con el acento de todas las provincias de Francia. ¿Se trata de sentimientos? La Biblia experimenta toda la gama de emociones que brotan de un corazón humano. Y para explayarse, utiliza, con rara felicidad, una gran variedad de "géneros literarios". Ella se eleva hasta la más sublime elocuencia: los discursos de Isaías, por ejemplo, superan en esplendor los arrebatos de Atenas y de Roma. Ella vibra, canta y ora en los salmos, (1) Daniel Rops, Histoire Sainte, pág. 284.

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esos poemas religiosos que con frecuencia recitamos, sin percibir su original poesía. Ninguna forma poética le es extraña; ni aun los rudimentos del arte dramático: los libros de Job y el Cantar de los Cantares son, a lo que parece, bosquejos de dramas. Pero ella ostenta una visible predilección por la historia; no, por cierto, una historia a la manera de un Michelet, de un Lavisse, de un Baudrillart, de un Madelin o de un Carcopino, sino una historia sui generis, cuyas reglas, hoy mejor conocidas, se nos escapan en parte todavía. En efecto, se encuentran en la Biblia "ciertos procesos de exposición y de narración; ciertos idiotismos, propios especialmente de las lenguas semíticas, llamados aproximaciones, ciertas expresiones hiperbólicas, aun, a veces, paradojales, que imprimen con mayor fuerza, el pensamiento en los espíritus" (1). Estas formas literarias no corresponden a ninguna de nuestras categorías clásicas y no es posible juzgarlas a la luz de los géneros literarios greco-latinos o modernos. Historia única en su género, pues ella despliega ante nuestros ojos la epopeya de la humanidad, desde el origen del mundo y del hombre, hasta el fin de los tiempos. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia nos entrega los archivos del género humano.

EN

R E S U M E N

Antes de proseguir nuestras investigaciones, resumamos los numerosos informes que constituyen lo que hemos llamado el estado civil, la filiación de la Desconocida. Conocemos su nombre propio: El Libro por excelencia, o mejor dicho: Los Libros Santos; su idioma, o más bien, sus idiomas: hebreo, arameo y griego; sus principales países de origen: Arabia, Palestina, Asirio-Babilonia, Persia y Egipto; su ascendencia, es decir, sus au(1) Encíclica Divino Afilante Spiritu.

tores; los rasgos sobresalientes de su fisonomía, sus géneros literarios: elocuencia, poesía, historia. Todo esto sólo constituye la máscara, las apariencias. Se trata ahora de descifrar su rostro interior. Completemos esta primera toma de contacto, penetrando en seguida en la intimidad del Libro.

EL MENSAJE DE LA BIBLIA Los hombres dejan traslucir, ordinariamente, su carácter, su personalidad, a través de sus preocupaciones habituales y del tema predominante de sus conversaciones. Pues bien, la Biblia no oculta sus predilecciones, ella vuelve constantemente sobre sus temas predilectos. Encontramos en particular, des temas favoritos, muy característicos y especialmente sugestivos: su fe en un Dios único, cada vez más claramente expresada, y la espera de un personaje misterioso, que conducirá a los hombres hacia la felicidad: El Mesías.

EL DIOS UNICO Este libro tan complejo, nacido y desarrollado en ambientes tan dispares, obra de tantos autores, proclama, desde la primera hasta la última página, su fe en un solo jbios, Creador del universo, Juez de todos los hombres, defensor y sancionador de la moral. ¿Qué se lee en su frontispicio? Estas sencillas palabras: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra". Esta declaración inicial, que nos parece tan natural y obvia, sitúa, de hecho, a la Biblia por encima de todas las obras literarias de la antigüedad. En la hora presente, después de tantas investigaciones históricas, no conocemos ningún pueblo de Oriente que haya formulado una profesión de fe tan categórica. — 15 —

Los pueblos vecinos de los judíos poseían, todos, un Panteón, en el que, con prodigiosa exuberancia, proliferaban los dioses y las diosas. Estos pueblos sentían, a veces, la necesidad de organizar una jerarquía entre sus divinidades, en cuya cúspide tenía su trono un Dios monarca, asistido por su compañera. Así, los moabitas veneraban a Camos y su diosa consorte, Astarté; los sirios, la pareja Baal y Astarté. En Babilonia, Mardouk preside la asamblea de los dioses; en el panteón de los asirios, Asur mantiene la primacía. Sólo los hebreos se aterran encarnecidamente a su Dios único< (1). Ellos le atribuyen, por cierto, variados calificativos, nombres diferentes. El primer capítulo del Génesis llama simplemente al Creador Elohím, es decir, Dios; mientras que en los dos capítulos siguientes, el Señor acumula dos nombres: Yahvé-Elohím. Más adelante, los Patriarcas invocarán al Dios Eterno, al Dios de la visión, al Dios que actúa, al Dios de Bethel, el Terror de Isaac y la Roca de Israel; pero, "en todo esto, no hay más traza de politeísmo, que en la costumbre católica de designar a la Virgen María por los nombres de sus santuarios, de sus apariciones, o de sus títulos; nadie jamás ha creído que Nuestra Señora de Chartres, la Virgen de la Salette y la "Regina coeli" sean tres personas diferentes" (2). En todas las etapas de su historia, el pueblo de la Biblia, a pesar de las seducciones que brillaban a sus ojos, a pesar de la presión social que ejercían sobre él los pueblos paganos vecinos, conservó inviolable su fe en El que es. Este hecho histórico, humanamente inexplicable, basta por sí solo, para clasificar aparte el Libro de este pueblo.

(1) Hay, sin embargo, en la antigüedad, algunos personajes, como el Faraón Akhnetón, siglo XIV, que supieron elevarse hasta la adoración de un Dios único; por lo demás, lo fundamental en la fe judía, no es la creencia en el Dios único, sino en el Dios de las promesas, que revelará más tarde la naturaleza trinitaria de su vida íntima. (2) Daniel Rops, op. cit., pág. 69.

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EL MESIAS QUE H A DE VENIR Esto no es todo. La historia bíblica, que abarca cerca de dos milenios, esta historia, redactada en fragmento aparentemente inconexos, es en realidad una historia orientada. Se descubre en ella una dirección, un sentido. Una inspiración secreta la anima desde dentro, enlaza los acontecimientos y los organiza, transforma el caos de los hechos en una "serie". En el tercer capítulo del Génesis, surge, en misteriosa penumbra, un personaje humano y sobrehumano, a la vez hijo de la mujer y antagonista del demonio. Miembro del linaje humano, empeñará una lucha victoriosa contra el enemigo mortal de nuestra raza, y se convertirá en el artesano de nuestra liberación espiritual. Su fisonomía emerge, poco a poco, de la sombra y se precisa rasgo por rasgo. El Libertador nacerá de la familia de los semitas. Brillante como una estrella, se alza en la posteridad de Jacob. Hijo de una virgen, monarca universal, inaugurará, al precio de su vida, un reino de salvación, cuyo brillo deslumhrará a las naciones. Para describir al monarca y su reino, los escritores bíblicos agotan su vocabulario poético (1). El Mesías llena el Antiguo Testamento con su presencia invisible. "Por todas partes, en la Escritura, se encuentra diseminado el Hijo de Dios", afirmaba San Irineo; y San Agustín, el doctor de Hipona, no trepidó en escribir, a propósito del Pentateuco: "Moisés habló de Cristo en todo cuanto escribió". Todo, en el Libro: acontecimientos y personajes, liturgia con sus ritos minuciosos, se orienta alrededor del Mesías, como, en un campo magnético, las limaduras se agrupan al rededor del imán. "Jesucristo, al cual miran ambos Testamentos, el Antiguo como a su esperanza, el Nuevo como a su modelo, ambos como a su centro" (Pascal, Pensamientos). Podría decirse, apelando a una nueva imagen, que las (1) Gen. 9, 18-29; Núm. 14, 14-19; Gén. 49, 8-12; Is. 7, 14 y siguientes; 9, 5; 11, 2-9; 53, etc.

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primeras páginas de la Biblia se asemejan a un alba que comienza a despuntar; va clareando progresivamente; la luz destella más y más, y, finalmente se esparce sobre el mundo, esperando aparecer en su plenitud a la vuelta de Cristo, al final de los tiempos. ASOMBRO DE LOS HISTORIADORES Evidentemente los temas favoritos de la Biblia han intrigado vivamente a los historiadores de las religiones. Los sabios han interrogado los anales sagrados de Persia; han escrutado los códigos más antiguos de la humanidad, el Código Hamurabi; han hurgado las crónicas reales de Sargón, de Asurbanipal, de Nabucodonosor; las obras poéticas de la India, de Grecia y de Roma. En vano; en ninguna parte, en los archivos de los demás pueblos han descubierto un fenómeno semejante al hecho bíblico. Sin embargo, ¡de cuántas ventajas incontestables, en los dominios de las artes, de las ciencias, de la filosofía, del poderío político o militar, disfrutaban las grandes naciones civilizadas, contemporáneas de la Biblia! Pensad en la India y en el Irán, donde se sucedieron los imperios de los Medos, de los Persas y del Eufrates, altamente evolucionados, desde el punto de vista literario y científico. Pensad, sobre todo, en el mundo greco-romano, en la Hélade especialmente, célebre por sus pensadores, discípulos de Platón y Aristóteles. Pues bien, estos pueblos, tan bien dotados humanamente, han legado a la posteridad obras que abundan en errores groseros, en el orden moral y religioso. Israel, por el contrario, pueblo sin arte, sin filosofía, sin grandes facultades naturales, ha producido esta maravilla incomparable: la Biblia. ¿Nos inclina este hecho a pensar que un socorro espiritual ha sido necesario, para la elaboración de la Biblia? Es razonable creerlo así. Pues, allí donde la naturaleza se ha mostrado pródiga, es decir, entre los pueblos muy cultivados de Oriente y de Occidente, el fra— 18 —

caso h a sido casi completo. Por el contrario, allí donde faltaban los elementos de triunfo, es decir, entre los judíos, el buen éxito h a coronado los esfuerzos. Este hecho histórico suscita u n problema imposible de esquivar. Y todo espíritu leal debe examinar cuidadosamente los escritos bíblicos, y "recoger atentamente lo que ellos dicen de sí mismos, sobre sí mismos, y lo que, a propósito de ellos, ha definido la sociedad religiosa que de ellos se h a nutrido y que los ha transmitido hasta nosotros" (1). Pasaremos, pues, a escuchar las confidencias de la Biblia sobre sí misma y las enseñanzas de la Iglesia. Así acabaremos de conocer a la Desconocida. LA BIBLIA. PALABRA DE DIOS El libro primero de los Macabeos llama a la colección del Antiguo Testamento los Libros Santos (12, 9). San Pablo, por su parte, califica estas obras como Sagradas Escrituras (II Tim. 3, 15-16). ¿Por qué se dice que la Biblia es "santa" y "sagrada"? ¿Será porque ella encierra una enseñanza santa y sagrada? Ciertamente, la Biblia narra una historia santa: la del pueblo de Dios. Ella expone, además, u n a doct r i n a ' s a n t a : la fe en un Dios único; una moral que, a pesar de sus reales imperfecciones, bosqueja la regla perfecta del Evangelio. Ella relata las biografías de personajes modelos de fe, de piedad y de sacrificio. Recordad la historia de José, para no citar otras. Ella nos propone fórmulas-tipo de oración. La Biblia trata, pues, de una materia santa y sagrada. ¿Es esto suficiente para justificar su título de "Libros santos" o de "Sagradas Escrituras"? Ciertamente no, a los ojos de San Pablo y de toda la tradición judía o cristiana. También nuestro cate(1) J. Guitton, Portrait de M. Pouget (París 1939), pág. 138.

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cismo contiene una doctrina divina, un compendio de la Historia Santa, oraciones. Sin embargo, nadie jamás Jo ha considerado como santo y sagrado, con igual título que la Biblia. ¿Será porque la Biblia santifica a los lectores que la meditan con fe? Es indudable que, por lo menos en su mayor parte, el Libro ejerce sobre sus asiduos una influencia santificante: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras, estemos firmes, en la esperanza". (Rom. 15, 4). Un antiguo cristiano escribía así: "Las divinas Escrituras son sendas abreviadas de salvación. . . sus textos santifican y divinizan" (Clemente de Alejandría). Y santa Teresa de Lisieux afirmaba, a propósito del Nuevo Testamento: "Es, por sobre todo, el Evangelio el que me sostiene durante mis oraciones. Allí encuentro yo todo Lo que me es necesario para mi pequeña alma. Allí descubro siempre nuevas luces, sentidos ocultos y misteriosos". (Historia de un alma, cap. VIII). Pero hay muchos libros, entre otros: la Imitación de Cristo, el Combate espiritual o la Introducción a la vida devota, que nos despiertan también de nuestra modorra espiritual y que nos arrastran hacia la santidad. La Biblia, puesta siempre aparte en la tradición cristiana, extrae su privilegio singular de una causa no menos singular. En efecto, es su origen divino lo que confiere a la Biblia su carácter santo y sagrado. San Pablo atestigua que "toda escritura es divinamente inspirada" (II Tim. 3, 16), es decir alentada por Dios y San Pedro precisa la naturaleza de este aliento divino: "movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios" (II Pedro 1, 21). También la Iglesia, depositaría infalible de la enseñanza de los Apóstoles, esclarece, para uso nuestro, las confidencias de la Escritura sobre sí misma, al definir, en el Concilio del Vaticano, que los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento son tenidos como sagra20 —-

dos, "porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos tienen a Dios por autor". Numerosos escritores, algunos conocidos, otros —la mayor parte— desconocidos, han trabajado, como ya lo hemos visto, en la redacción del Libro. Estos hombres, verdaderos autores, en todo el sentido de la palabra, vivieron en diferentes siglos y, por lo tanto, reflejan épocas y ambientes diversos. Por otra parte, ellos dispusieron de fuentes intelectuales desiguales, y, según su temperamento y su propósito, ellos eligieron géneros literarios muy variados. BAJO LA INSPIRACION DE DIOS Pero un carácter fundamental los congrega en una unidad profunda, misteriosa, sobrehumana: estos hombres actuaban, todos, bajo una influencia muy especial del Espíritu Santo, el cual se servía de ellos como de instrumentos. Todos ellos vibraban, bajo el impulso divino, como la lira pulsada por un artista. Dios los iluminaba, sin trastornar la estructura de sus inteligencias; guiaba su voluntad, sin privarlos de su libertad; los asistía, respetando el juego, tan delicado, de la psicología humana. El Espíritu Santo los movía desde el interior, ccmo instrumentos vivos, dotados de razón. No los comparemos, pues, a un tubo acústico que comunicara el mundo divino con el nuestro, ni a altoparlantes que nos trasmitieran la voz del Señor. Dios iluminaba, guiaba y asistía a les escritores sagrados, de tal manera, que esos hombres expresaban pensamientos a la vez humanos y divinos: el mensaje que ellos formulaban era, al par que un mensaje de hombre, un mensaje de Dios mismo, la Palabra de Dios (1). Por muy diferentes (1) "Dios mismo, por una virtud sobrenatural, ha excitado y movido a los autores sagrados a escribir, los ha asistido mientras escribían, de manera que ellos comprendían exactamente que querían transmitir fielmente, y que expresaban con una verdad infalible, todo lo que Dios les ordenaba y sólo lo que El les ordenaba escribir". León XIII, Ene. Providentissimus Deus.

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que ellos sean, ellos desarrollan los mismos temas y usan las mismas palabras. UNA AUTORIDAD D I V I N A ¿Comprendéis, ahora, por qué Jesús, los Apóstoles y la Iglesia, cuando se refieren al Libro, le atribuyen una autoridad incontrovertible? "Escrito está" "Afirma la Escritura" "El Espíritu Santo dice. ..", etc. Al punto cesa toda discusión. Se inclina la cabeza. La Biblia, palabra de Dios, se impone a toda inteligencia. La Biblia, no solamente no afirma ni insinúa el error, sino que no puede afirmarlo ni insinuarlo (1). Ella es infalible. ¿Comprendéis, también, por qué el Libro encierra riquezas inagotables? Prontamente se explora la palabra humana; pero, siglos de exploración no han logrado avaluar los tesoros encerrados en la Biblia. Orígenes, San Efrén, San Basilio, San Gregorio de Nisa, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Agustín, San Beda el Venerable, y tantos otros, tras ellos, se han inclinado sobre las primeras páginas del Libro, para extraer su vigorosa substancia. Pero, ¡cuántos valores quedan aún por inventariar! Cada época pone de relieve uno u otro aspecto del relato sagrado; cada puebló, según su propio temperamento, mira la Biblia bajo el perfil que más le agrada. El chino y el japonés descubre lo que había escapado a los ojos del occidental. Un siglo percibe lo que otro siglo había ignorado, o solamente entrevisto. "Es permitido esperar, a justo título, de nuestro tiempo, declara el Papa Pío XII, que aporte su concurso, para una interpretación más profunda y más atenta de la Santa Escritura. Principalmente en lo que se (1) Tan lejos está el que algún error pueda adherirse a la inspiración divina, que, no sólo ésta excluye por sí misma todo error, sino que ello repugna tan necesariamente, como que Dios, verdad soberana, no puede necesariamente ser el autor de ningún error" Ene. Providentissimus Deus.

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refiere a la historia, muchas cosas han sido apenas o insuficientemente explicadas por los comentadores de los siglos precedentes, porque ellos carecían, casi del todo, de los datos esenciales para una explicación más adecuada. Cómo ciertos puntos han sido difíciles o casi impenetrables, para los Padres mismos, podemos comprobarlo, entre otras cosas, en los esfuerzos reiterados que muchos de ellos han hecho, para interpretar los primeros capítulos del Génesis..." (1). Así, a través de los siglos y en todos los países, los hijos de la Iglesia, en la oración y en el trabajo, han explotado, bajo la dirección infalible de su Madre, la Carta que les llega desde la patria celestial. "Caminamos en el destierro, entre suspiros y lágrimas. Pero, he aquí que nos llegan cartas de nuestra patria" (2). Porque, luego que el género humano se hubo precipitado en el abismo de todos los vicios, el Credaor no interrumpió todas sus relaciones con él; los hombres se habían hecho indignos de su familiaridad, pero Dios, queriendo renovar su amistad con ellos, les envió cartas, tal como lo hacemos nosotros con los ausentes. Ahora bien, el portador de esas cartas fue Moisés, y ved aquí la primera línea de su mensaje: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra. .." (3). Así se explica la unidad profunda, el misterioso "dirigismo" que hace poco admirábamos. El Libro, en todas las etapas de su crecimiento, conserva su homogeneidad, a pesar de los materiales tan dispares que incorpora, porque un solo y mismo Autor principal vigila su formación. Dios "ha permanecido constantemente a la obra, mientras sus colaboradores humanos se sucedían en gran número". He ahí por qué la doctrina, la moral, las historias bíblicas progresan a la manera de un germen. Doctrina dirigida, moral dirigida, historia dirigida. Dios mismo ha concebido y redactado, por intermedio de hombres, de los cuales El guiaba, como autor responsable, la voluntad, (1) Encícl. Divino Afilante Epiritu. (2) San Agustín, Enarratio in psalmum CXLIX, 5. (3) San Juan Crisóstomo, Horn, in Gen. II, 2.

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el espíritu y las manos, esta doctrina y esta moral homogéneas, esta historia imantada. Comprenderéis, finalmente, por qué, desde la más alta antigüedad, los cristianos gustaban llevar con ellos el texto de la Escritura y pedían a los sacerdotes recitar algunos pasajes sobre la cabeza de sus hijos. En tiempo de las persecuciones, muchos cristianos preferían morir, antes que entregar la Carta de Dios a los enemigos de la Iglesia. Protestantes y judíos manifiestan, con respecto a la Biblia, idéntico respeto. Hemos visto a algunos judíos recoger con devoción, entre las cenizas de las hogueras nazis, fragmentos de los rollos bíblicos librados del fuego. En cada misa solemne, vosotros sois testigos de la veneración con que la Iglesia rodea los Libros Santos. Ella designa, para la lectura del Evangelio, a un ministro especial, el diácono. Antes de leer el texto, este ministro se arrodilla para pedir a Dios que purifique su corazón y sus labios. Porque, para leer y sobre todo para comprender el Libro, es preciso poner el alma en acuerdo con el Autor. ¿Cómo se podría, sin simpatía, penetrar el pensamiento de un escritor? Pues bien, aquí se trata de simpatizar con el Espíritu Santo. Una vez purificado por su plegaria, el ministro recibe del sacerdote una bendición especial, prenda del socorro divino. Luego se organiza una procesión: se lleva solemnemente el Libro. En señal de respeto, os ponéis de pie. . . el diácono inciensa el texto, como se inciensa el Cuerpo de Cristo en la'bendición con el Santísimo Sacramento. ¿La Escritura no es el "cuerpo verbal" del Verbo de Dios? Por último, terminada la lectura, el sacerdote besa el texto inspirado. Estas ceremonias, verdadera lección objetiva, manifiestan la verdad que, en adelante, dirigirá nuestras lecturas, nuestro estudio y nuestras meditaciones: La Biblia es la Palabra de Dios. Ch. HAURET.

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COMO

LEER

LA B I B L I A

A menos de que disfrutéis de una gracia muy especial, corréis el peligro de sentiros muy desamparados al abordar la lectura de la Biblia. Por esto tenemos el deber de ayudaros, puesto que la Iglesia os recomienda leer la Biblia, sin hacer de ello, sin embargo, una obligación. En efecto, toda la substancia del Libro os es presentada, constantemente, en la predicación cristiana y en la Liturgia. Vosotros poseéis ya todo un resumen de la~ Biblia, si sólo poseéis un misal cotidiano, o mejor todavía un misal-vesperal, que contiene un compendio del salterio. LAS DIFICULTADES En realidad, en los primeros libros de la Biblia, vais a encontrar una religión que, a primera vista, os parecerá completamente diferente de la religión que predicó Jesús. Cuánta diferencia entre el "ojo por ojo, diente por diente" de la ley mosaica y el mandamiento de perdón y olvido de las injurias, que encontramos en la ley de Jesús: "Si alguno te golpea tu mejilla derecha, preséntale también la izquierda. Haced bien a los que os persiguen y orad por vuestros enemigos". A primera vista, os parecerá que existe una oposición irreductible entre la doctrina contenida en les primeros libros de la Biblia y los libros escritos después de la venida de Cristo a la tierra. — 25 — 4.—Cómo leer.

Otra dificultad: la Biblia os es presentada como un libro de autoridad infalible, como un libro divino que no contiene y no puede contener ningún error, puesto que se os ha dicho que es un libro escrito por Dios. Ahora bien, "en la Biblia se encuentran errores manifiestos", suele decirse. ¿Quién puede creer ahora que el mundo fue hecho en seis días? En seguida, que Dios, cuya fuerza vemos siempre en acción, haya repesado el día séptimo. ¿Cómo creer en la infalibilidad de la Biblia, cuando se ve a la liebre clasificada entre los rumiantes? Cómo creer que Josué haya verdaderamente "detenido el sol", para que los hebreos tuvieran tiempo de completar su victoria? Otra dificultad más: La Biblia os ha sido presentada como una Historia Santa, cerno la historia del pueblo escogido por Dios, y como la historia de personajes que casi nos son presentados como modelos, y que parece que Dios los haya bendecido de una manera especial. Pues bien, la Biblia nos refiere toda una serie de crueldades cometidas en nombre de un Dios, que más tarde se nos presentará como un Dios de amor; una historia tejida de guerras, de asesinatos y de odios; nos propone oraciones llenas de sentimientos de venganza; nos presenta como héroes a personajes de una moralidad bien diferente de la nuestra, de los que muchas acciones no pueden ser admitidas: "Yo no veo, en verdad, lo que esta historia, llena de crímenes y de adulterios, lo que la vida de estos polígamos pueda tener de edificante para los cristianos". ¿COMO LEER LA BIBLIA? Y sin embargo, gran cantidad de almas sencillas pretenden encontrar en la Biblia, nos referimos a los libros del mismo Antiguo Testamento, un alimento del cual no se pueden privar, fuentes de vida y de luz tales, que en ninguna otra parte es posible encontrar. Es verdad que la Biblia, aun para los más instruidos, a excepción, tal vez, de unos pocos privilegiados, — 26 —

es un libro en el que constantemente la luz —y qué luz— está mezclada con las tinieblas; un libro que necesita ser leído a una luz más que humana, y cuya naturaleza y fin es preciso conocer, para que su lectura sea con algún fruto. ¿Cómo leer la Biblia para encontrar allí la luz? He aquí la pregunta que se hace todo cristiano. Hemos agrupado las dificultades en tres acápites. Vamos a agrupar también en tres capítulos los elementos de solución. LA PACIENCIA DE DIOS Primeramente: la religión de la Biblia —ncs referimos a los primeros libros de la Biblia— nos parece completamente diferente de la religión del Nuevo Testamento. He aquí lo que se debe responder. A menudo, en la Biblia Dios es comparado a un alfarero que modela la arcilla humana: Como está el barro en la mano del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel. (Jerem. 18, 6; ver también: Eclesiástico 33-13; Isaías 29, 16; 45, 9; 64, 7; Rom. 9, 21; Gen. 2, 7; Job. 10, 9).

Lo que es apasionante en la Biblia, es ver la manera cómo Dios, poco a poco, configura al hombre y lo conduce a una perfección más alta. Cuando un alfarero toma una masa de arcilla, no da, de un solo golpe, conclusión a su obra. Todo en la naturaleza, creación de Dios, emana de un germen y de un bosquejo. La Biblia nos permite ver cómo Dies procede, poco a poco, a modelar al hombre y a conducirlo a la más alta perfección. Un antiguo filósofo griego decía: "El hombre es tratado por Dios como un pequeño niño, tal como un niño pequeño lo es por el hombre". No es de un solo golpe como se transmite a un niño todo el saber de un hombre; así sucede al hombre de parte de Dios. Toda — 27 —

iniciación a la sabiduría, a las ciencias y a la vida moral es progresiva. La Biblia nos muestra en acción toda la pedagogía divina, una pedagogía infinitamente paciente, prudente y respetuosa de esa libertad humana, que el mismo Dios le ha concedido. Es admirable, en la Biblia, percibir el arte de Dios como educador, la infinita condescendencia y paciencia divinas, el infinito respeto y amor con el que Dios conduce al hombre, que El ha creado, y al cual no cesa de impulsar a una mayor perfección, de encaminarlo hacia más altas verdades. Sin embargo, desde el origen de las intervenciones divinas, ya se da lo esencial: la relación con el Incomunicable, el contacto con el Amor. Las intervenciones divinas del dominio de la historia comienzan, si no con Noé, al menos con Abrahán. Desde el comienzo, cuánta ternura de parte de Dios, que promete al gran antepasado, que envejece sin hijos, y que ha consentido ponerse en marcha, bajo la orden divina, que tendrá una descendencia ilimitada y que en él serán benditas todas las naciones de la tierra. Esta ternura de Dios aparece en la vida de todos los patriarcas, al paso que Dios, poco a poco, se manifiesta a ellos, a pesar de sus defectos e imperfecciones, de una manera más clara, como el Unico, luego como el que Existe de un modo infinito; que revela a Moisés toda su bondad, mostrándose a él como "por la espalda", pues su rostro no puede ser contemplado, por el que vive todavía en esta tierra. ¿Cómo leer la Biblia? Es muy sencillo: es preciso leer la Biblia con el sentido del progreso, con el sentido de la historia. No; la religión de los primercs libros de la Biblia no es una religión diferente de la de los libros del Nuevo Testamento, que es la de Jesús, aue luego fue la religión de San Pablo, de Santiago, de Sari Judas, de San Juan y de San Pedro. Esta religión es constantemente la religión del amor; la religión de un Dios que es amor y que reclama de los hcmbres el amor. (Deut. 4, 37; 6, 4; 7, 6-8; 10, 16; Levit. 19, 8-10; 19, 17-18). Esta religión es constantemente la religión de la — 28 —

vida (Gén. 1, 28; Deut. 4, 1; 30, 6; 30, 16; 30, 19-20). Es constantemente la religión de la felicidad, de cuya senda el hombre se aparta constantemente, pero en cuyo camino Dios constantemente lo vuelve a colocar (Gén. 2, 8; 2, 1.5; Deut. 4, 40; 5, 28; 5, 30; 6, 3; 6, 18. . 7, 14; 10, 14). Es la religión de un Dios que, constantemente, deja al hombre libre, árbitro de su suerte, y que, sin jamás violentar su libertad, sólo lo guía por amor. (Deut. 11, 26-32; Eclesiástico 15, 14-17), que no interviene sino por amor; lo que El muy bien manifiesta, reservando sus preferencias a los más pequeños y a los más humildes, a veces aun a los más indignos, dirigiendo' a ellos graciosamente sus llamados (Deut. 9, 4-29). Y sin embargo, sólo progresivamente revela Dios a los hombres, primero a los santos personajes del Antiguo Testamento, de defectos tan patentes, luego a su pueblo escogido, por medio de sus profetas y sus sabios, en espera de que sea por Jesús y sus enviados (apóstol es una palabra que quiere decir enviado, mensajero), las sendas de la Vida y de la Felicidad, las leyes y todas las exigencias y profundidades del Amor. Poco a poco se revelan las perspectivas bíblicas acerca de la Vida Eterna, sobre la Felicidad infinita en la comunicación de la vida divina, que es una vida interior de Amor, que supone en Dios toda la riqueza familiar de la Vida y del Amor Trinitario. Pero es muy útil el conocimiento de los primeros tiempos y de la progresión de la revelación. A menudo los hombres pasan inadvertidos ante todas las exigencias y todas las bellezas del Nuevo Testamento, ante todo lo inesperado del Mensaje. Se toma como el mandamiento característico de Jesús el "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", que no es más que el resumen de la Lev Antigua, con el "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma"; al paso que el conocimiento del Antiguo Testamento, nos permitiría captar toda la novedad de mandamiento propuesto por Jesús: "Amarás a tu prójimo como yo mismo te he amado", lo que quiere decir, en cierta manera, — 29 —

más que a nosotros mismos, y hasta el desprecio, hasta el sacrificio, hasta el don de nosotros mismos. No podréis captar todas las proporciones del edificio, construido por Dios, si no lo examináis desde la cúspide hasta los cimientos.

BUSCAD LA CIENCIA Se dice también que la Biblia contiene toda una serie de errores manifiestes. ¿Cómo, entonces, puede ella pretender ser un libro de verdad? Es preciso, de nuevo, saber leer la Biblia, y distinguir lo que la Biblia enseña, lo que nos revela de parte de Dios, de lo que es debido a intervenciones humanas, de las que Dios ha tenido la condescendencia de servirse; lo que es intervención humana y lo que es enseñanza divina. La Biblia, decís, enseña que Dios formó el mundo en seis días, que descansó el día séptimo, que la liebre es un rumiante, que la tierra es un bollo flotante colocado sobre un océano y que una bóveda adornada de candelabros variados y movibles la separa del océano superior. Pero, ¿quién os ha dicho que la Biblia haya jamás enseñado tales cosas? La Biblia es un libro de carácter religioso, que enseña al hombre, más y más, el conocimiento de Dios y lo que debe hacer para disfrutar de la felicidad, puesto que la felicidad del hombre constituye también la alegría de Dios y le proporciona su gloria. Cuando leamos la Biblia, tengamos presente lo que nos dice la Iglesia: Las primeras páginas del Génesis "relatan en un lenguaje simple y figurado, adaptado a las inteligencias de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales, presupuestas a la economía de la salvación, al mismo tiempo que la descripción — 30 —

popular de los orígenes del género humano y del pueblo escogido" (1). Para conocer el amor de Dios, poco importa saber en qué clasificación animal deba ser colocada la liebre. En su ley, "¿se preocupa Dios de los bueyes?" dirá San Pablo (I Cor. 9, 9). Para alcanzar la felicidad, poco importa conocer, de manera más o menos precisa, la constitución exacta del universo. La Biblia no es un libro de las ciencias, sino el Libro de la Ciencia, y esto es lo que hay que buscar en ella: la Ciencia de la salvación, que es la de la felicidad. Es un nuevo atractivo de la Biblia, el habernos dejado el testimonio de las concepciones ingenuas, y tal vez más poéticas que ingenuas, de nuestros antepasados, referentes a la constitución física del universo. Jamás las ciencias han cambiado con tanta rapidez como ahora. No nos burlemos de las concepciones de los tiempos bíblicos. Tal vez mañana tengamos que reimos de las nuestras. A PESAR DEL M A L Se objeta, finalmente, que la historia bíblica no es más que un tejido de guerras, de crímenes y de odio. Pero, siempre ha sido así en la historia humana. Nuestra propia historia no es más que una historia de pecados, y los pecados que la Biblia nos relata, son también nuestros pecados. Y, a pesar de todo, a través de toda esta historia, vemos la acción de Dios. En los primeros tiempos, Dios elige para sí una raza de la cual saldrá el Redentor. Los priemros libros de la Biblia nos muestran a Dios eligiendo para su Mecí) Carta del R. P. Vosté, Secretario de la C. B. P. al Cardenal Suhard, 16 de Enero de 1948. "El Espíritu de Dios, que hablaba por boca de los Escritores Sagrados, no ha querido enseñar a los hombres verdades concernientes a la constitución cristiana de los objetos sensibles, porque ellas de nada sirven para la salvación" (San Agustín, citado por Pío XII).

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sias, para su Hijo, una familia humana. Una familia llena de pecados, porque es sobre un matorral de espinas, donde Dies se complacerá en hacer germinar a Aquél que la Biblia designa como una estrella o también como una flor. La familia del Mesías ya está constituida; Dios la conduce,a un país, sin cesar perdido y recuperado, que no es más que una imagen de "la buena patria" que Dios reserva, en una nueva tierra, y bajo nuevos cielos, a los que hayan sabido merecerla, siguiendo las huellas del Salvador que un día les enviará. Más tarde, durante el destierro, durante el período post-macabeano, Dios excita, entre los mejores hebreos, el deseo de ver establecerse, aquí abajo, su reinado, y la esperanza de que Dios ha de enviar, primero a los judíos solamente, luego a toda la humanidad, un Redentor y Salvador, un "Goel", como dice la Biblia hebraica. ¿Cómo leer la Biblia? Pues, admirando esa rotativa de períodos de crisis y de restablecimiento, entre los cuales los principales son: la cautividad en Egipto y la conquista de la Tierra Prometida, seguida de la instauración del reino de David y de Salomón; el destierro a Babilonia y luego el regreso a la patria; el período de los Macabeos, luego las decepciones de la dominación romana. Crisis que, cada vez más, intensifican entre los pequeños, los humildes, los bondadosos, el deseo de ver aparecer, por fin, a un Mesías que se adapte a sus condiciones: humilde como ellos, muy dulce, capaz de traer finalmente a los hombres la paz verdadera que ellos anhelan (Is. 42, 1-9; Zac. 9, 9; Salmo 72, 12-13). Al mismo tiempo, cada una de esas crisis permite al pueblo hebreo ir estableciendo comunidades, en el seno de los países extranjeros, en todos los lugares de exilio y deportación, fuera del país que Dios había, no obstante, prometido a su pueblo como el símbolo, demasiado material —se lo advierte más y más— de una realidad más espiritual y más profunda. Todas estas comunidades judías de la "dispersión" —o de la "diáspora", para conservar un término de la 32 —-

Biblia griega, que es comúnmente usado— preparan el camino del Evangelio entre todos los pueblos. Fueren ellas las que acogieron en un principio a San Pedro y San Pablo, y sin duda también a los demás apóstoles, cuando ellos partieron a anunciar al mundo entero la Buena Nueva de la verdadera felicidad. DISTINGUID LOS ESTILOS Es preciso, finalmente, leer la Biblia como un libro que nos habla en varios estilos y que posee diferentes sentidos. Es preciso leer la Biblia como un libro que nos habla en variados estilos. Cuando un poeta nos dice: "El primero de noviembre los cielos se oscurecieron, para llorar a nuestros muertos", o bien: "Todas las aves del cielo se pusieron a cantar, para celebrar los esponsales de Juan y María", nadie toma estas figuras de estilo al pie de la letra; se trata sólo de maneras de hablar. Platón decía: "Embustero como un poeta". Pues bien, sucede que casi todos los autores de la Biblia fueron poetas, y grandes poetas, y lo que es más aún, poetas orientales (1), que se complacen en inflar sus comparaciones, más aún que los nuestros; nadie los tomará por eso por mentirosos. Fue ásí, sin duda, como Josué "detuvo el sol". El autor quiso, probablemente, darnos a entender así que esa jornada de combate, tan llena de sucesos variados y fulminantes, contuvo más acontecimientos que los que ordinariamente contiene una jornada humana. Después de toda una noche de marcha de aproximación, esta jornada les pareció a todos (1) "Nadie que tenga una idea justa de la inspiración bíblica, se extrañaría de encontrar en los escritores Sagrados, como entre todos los antiguos, ciertas maneras de exponer y de narrar, ciertos idiotismos propios de las lenguas semíticas, ciertas aproximaciones, ciertas hipérboles y aun, a veces ciertas paradojas, destinadas a grabar más firmemente las cosas en los espíritus... Es lo que ya el Doctor Angélico había notado, en su sagacidad, cuando decía: "En la Escritura, las cosas divinas son transmitidas según el modo que los hombres tienen de hablar" (Encicl. Divino Afilante).

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felizmente interminable, prolongándose a la claridad de la luna, en persecuciones desenfrenadas y en la victoria (1). Poco a poco la Biblia os hará poetas, y, bien pronto habituados a su estilo tan particular, con sus repeticiones, su ritmo diferente del nuestro, ya no seréis sorprendidos por las comparaciones, las más inesperadas para nosotros, del Cantar de los Cantares (2), o por las imágenes de valor simbólico —de valor en cifras, en el sentido intelectual de la palabra— del Apocalipsis, o de Ezequiel, o aun de Daniel. Poco a pocc, un mejor conocimiento del medio bíblico y oriental os permitirá captar el valor y el sentido de estas imágenes. Cada vez que encontréis la palabra "cuerno" en la Biblia, ella despertará al punto en vosotros la imagen de un rey poderoso. Así es como Zacarías, el padre de Juan Bautista, al cantar el próximo nacimiento del Mesías, primo de su hijo, alaba a Dios por haber "suscitado un cuerno de salvación en la casa de Da,vid, su siervo". Y cuando leáis, allí, la palabra "casa", sabréis que es preciso leer "familia", en el mismo sentido en que "la casa de Francia" designa, en los antiguos escritos, no el palacio habitado por el rey, sino la familia real de Francia. Tampoco debe confundirse lo que es historia, en el sentido propio del término —el contenido de casi todos los libros de la Biblia— y las historias, narraciones de fondo histórico y de alcance ante todo moral. Lo comprenderéis muy bien, leyendo en la historia de los primeros antepasados, los patriarcas, algunas anécdotas (1) Los que hacen tal agravio a la Biblia, no han leído, en su mayoría, el capítulo X de Josué. Ellos habrían advertido que el autor glosa, en los versículos 13-15, dos versos de una antigua epopeya, citada en el vers. 12. Por otra parte, no habría ninguna dificultad en ver a Dios detener el sol: todos los prodigios son posibles al Creador. (2) El Cantar, según ciertos sabios, pone a nuestra vista y nos canta los amores de Cristo y de la Iglesia, tras los amores de Yavé y de su pueblo. Se trata ciertamente de Yavé y de Israel; el Esposo Yavé, está simbólicamente designado, bajo los rasgos tomados a los elementos ornamentales o arquitectónicos del Templo; y las descripciones de la Esposa, Israel, son alusiones geográficas a los diversos distritos de la Tierra prometida: montón de trigo, etc., como muy bien lo ha mostrado la más tradicional exégesis judía.

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que parecen ser el duplicado o el triplicado las unas de las otras. Vosotros advertiréis tal doblaje desde las primeras páginas de la Biblia. El Génesis trae dos relatos diferentes, pero de sentido concordante, de los primeros orígenes del hombre y del universo. Estos dos relatos de la creación nos demuestran que lo que importa es lo que ellos tienen de común, la lección profunda que encierran, y no los detalles y modos de expresión, tomados de ía imaginación y de las maneras populares de hablar. Por otra parte, es bien difícil distinguir, a veces, lo que es historia e historias, como en el caso de Job y de Tobías. Dejemes a les sabios discutir estas materias, y aun congratulémonos de sus esfuerzos y de sus hallazgos, y, por lo que a nosotros toca, aferrémonos sobre todo al sentido religioso y profundo de estas historias, o de esta historia; y remitámonos, en esta materia, al juicio de la Iglesia, que es maestra de verdad cuando se pronuncia. PENETRAD TODOS LOS SENTIDOS Advirtamos, finalmente, que la Biblia es un libro que encierra siempre varios sentidos. En primer lugar, un sentido histórico y literal, que no es siempre fácil de descubrir. Este sentido es, no obstante, el sentido principal, el sentido basal, el que importa más que todos los otros, pues es el que los comanda. A los sabios les toca ayudarnos a descubrirlo, y a nosotros nos corresponde escuchar a los sabios, con cierta reserva, desde luego, y con mucha prudencia. Porque lo que hoy le parece verdad a un sabio, es a veces discutido por otro; lo que parece hoy verdadero, tal vez será descartado mañana, yendo siempre de descubrimientos en descubrimientos, de esfuerzos en esfuerzos. Por lo demás, lo que importa ante todo es nuestra — 35 —

visión de fe, la que se esclarecerá con una luz siempre más viva, a la medida de nuestra vida de unión con toda la Iglesia, sus doctores y sus santcs. Hay, en seguida, un sentido profundo y oculto; porque todos los hechos históricos de la Biblia, toda la historia bíblica, todos los gestos de los patriarcas y de los profetas, tienen un sentido, un sentido moral, un sentido profético, ún sentido simbólico y profundo; una multitud de sentidos, que el Espíritu revela, poco a poco, a los que saben comprender y a los humildes (1). Heos ya con una Biblia en vuestras manos. La mejor manera de leerla, es con humildad, con asiduidad y con paciencia. Disfrutad de la luz que se os concede y, para los pasajes que os parecen oscuros o fastidiosos, esperad humildemente que una nueva luz os dé a conocer su interés y os aclare su sentido. Bien saben los hombres remover toneladas de arena, para encontrar algunas pepitas de oro. No temáis, leed la Biblia asiduamente, no os tropecéis orgullosamente en las oscuridades que permanecerán siempre, para vosotros como para todos los hombres. Hay en la Biblia más que lo que ningún hombre jamás podrá comprender (2). Si sabéis disfrutar humildemente de los pasajes que os revelan la riqueza de los designios y de los pensamientos de Dios, bien pronto seréis inundados de luz. J. G. GOURBILLON, O. P.

(1) En la Encíclica Divino Afilante, Pío XII enumera y caracteriza los diferentes sentidos de la Escritura. (2) "Dios de intento sembró de dificultades los Libros Sagrados, que El mismo inspiró, no sólo para que más intensamente nos excitáramos a resolverlas y escudriñarlas, sino también para que, experimentando saludablemente los límites de nuestra inteligencia, nos ejercitemos en la debida humildad". (Divino Afilante).

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UN

ITINERARIO

Después de estas indicaciones generales, he aquí algunos consejos prácticos. Una de ¡as mejores maneras de emprender la lectura de los primeros libros de la Biblia, es leerlos en unión con el Evangelio. En efecto, constantemente las palabras de Nuestro Señor y los escritos de los Evangelistas nos remiten a los libros del Antiguo Testamento. Es imposible comprender bien el Evangelio, si no se conoce toda la Biblia.

Acabáis de comprar una Biblia y os sentís un poco desamparados, ante las 1600 o 1800 páginas de vuestro grueso volumen. No sabéis cómo inventariar todas sus riquezas; y corréis el riesgo de sentiros bien pronto desilusionados, si no es escandalizados, si comenzáis su lectura como la de un libro cualquiera, partiendo del principio y tratando de proseguir la lectura página por página, línea por línea. Las siguientes páginas tienen por objeto ayudaros, aunque tengáis la suerte de disponer de una Biblia provista de una introducción general, seguida de una introducción particular para cada uno de los libros; aunque ya hayáis leído una cantidad de libros relativos a la Biblia. En efecto, necesitáis también algunas indicaciones prácticas y sencillas, semejantes a las que se encuentran en un guía de viajeros, o en los manuales para los aficionados a la alta montaña. — 37 —

He aquí, pues, un itinerario para principiantes. Más tarde, cuando seáis capaces y deseosos de proseguir, como paso a paso, la historia de la acción divina, entonces podréis y deberéis escoger otra ruta.

PRINCIPIANDO POR LOS EVANGELIOS Con vuestra Biblia en las manos, vais a comenzar por leer los Evangelios. Al leer cada uno de ellos, notaréis mejor que antes, que aluden con frecuencia a una predicación más antigua que la del Señor. San Mateo os dice a menudo: "Todo esto aconteció, a fin ds que se cumvliera lo dicho por el Profeta..." "Una doncella concebirá y dará a luz un hijo, que será llamado Emmanuel". Poco más adelante encontráis el "Sermón de la Montaña", que es el resumen que da San Mateo de la primera predicación del Señor. Sin cesar Jesús opone allí su propia ley, no tanto a la ley antigua, como a la interpretación que de ella han hecho los hombres. El Evangelio mismo os ha invitado a que vayáis a leer los profetas y a que toméis conocimiento de la Ley que Dios había dado a su primer pueblo, sobre el Sinaí, por intermedio de Moisés. Habéis leído a San Lucas. En sus cánticos, la Virgen y Zacarías dan gracias a Dios por haber mantenido sus promesas, por haber cumplido "el juramento hecho por El a Abrahán"; heos aquí enviados a David, cuya historia está escrita en el libro de Samuel, y al Génesis. Una de las mejores maneras de aprender a leer la Biblia es ir, primeramente, a buscar en sus diferentes libros, un número siempre creciente de textos y pasajes, a los que os envía el Evangelio. Porque la Biblia es un libro que tiene un corazón, y este corazón son los Evangelios, o mejor dicho, el Evangelio, es decir, esta predicación del Señor, este "feliz mensaje", cuyo eco nos envían los Evangelios. — 38 —

No hay casi una predicación del Señor, que no haga alusión a tal o cual hecho de la historia de Israel, a tal o cual palabra de los autores inspirados por Dios, que le han precedido sobre la tierra y que han anunciado y preparado su venida. Casi no hay, tampoco, un acto, un milagro del Señor que no haya tenido su correspondiente, o sus correspondientes, en la Biblia. Vuestro misal, especialmente en la liturgia de la Cuaresma, os ha ya invitado a descubrir estos hechos paralelos, de sentido concordante, en ambos Testamentos. Es, pues, necesario leer todo el Antiguo Testamento, en función del Evangelio.

DE LOS EVANGELIOS A LOS PROFETAS El Evangelio os enviará en primer lugar a los Profetas. Conducidos por el Evangelio, tendréis conocimiento de los pasajes, cada vez más extensos, de los oráculos que ellos pronunciaron. Los Profetas eran hombres de Dios que, colocados en circunstancias precisas, reaccionaban ante los acontecimientos a menudo trágicos y vitales para ellos. Al buscar la solución de un problema vital, ésta se les aparecía a la luz de Dios y, de pronto, se les descubría un porvenir mucho más que inmediato: "Tenemos aún algo más firme, a saber, la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso, hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones" (II San Pedro 1, 1921). "Acerca de la cual (la salud de vuestras almas) inquirieron e investigaron los profetas que vaticinaron la gracia a vosotros destinada, escudriñando qué y cuál tiempo indicaba el Espíritu de Cristo, que en ellos moraba y de antemano testificaba los padecimientos de Cristo y las glorias que habían de seguirlos. A ellos fue revelado que no a sí mismos, sino a vosotros, servían con esto, que os ha sido anunciado ahora por los que os han evangelizado, movidos por el Espíritu Santo, — 39 —

enviado del cielo y que los mismos ángeles desean contemplar" (I San Pedro 1, 10-12). En la Biblia todo se entrelaza, del Génesis al Apocalipsis, de los profetas a las cartas apostólicas. DE LOS PROFETAS A LOS LIBROS HISTORICOS Y A LA LEY Una vez que, conducidos por el Evangelio, hayáis tomado contacto con un número creciente de oráculos proféticos, querréis entonces tener un conocimiento más amplio y más profundo de los que los han pronunciado. Los "Libros Históricos" de la Biblia os permitirán conocer el medio en que vivieren los profetas, las circunstancias que los indujeron a hablar y a actuar, después de haber sido poseídos, a veces bien a su pesar, por el Espíritu de Dios, desde el momento de su vocación. Estos "Libros Históricos" tomarán para vosotros un valor vital, al servicio del conocimiento de los profetas, y para obtener una mejor inteligencia del contenido, a la vez eterno y circunstancial, de sus oráculos. Constantemente los profetas, como la Virgen, madre de Jesús, como Zacarías, hacen alusión a estas "promesas dignas de confiama", hechas a los hombres de Dios que les han precedido. Tratan también, sin cesar, de reaccionar contra la interpretación demasiado estrecha, que constantemente quieren dar los hombres a la Ley transmitida por Dios a sus antepasados, cuando el primer pueblo de Dios fue liberado de la servidumbre del Egipto; de manifestar a los hombres todo el contenido oculto de esta Ley, infinitamente más rica y hermosa de lo que a primera vista parece. De esta manera, los profetas y el Evangelio os conducen a estudiar, por fragmentos más y más largos, los libros que contienen la historia de la "primera alianza" y de las primeras promesas, los relatos referentes a los patriarcas, es decir a los antepasados, y las primeras Leyes de Dios. Los profetas y el Evangelio os conducen también a la lectura de los libros que los judíos designaban-bajo — 40 —

el nombre de "la Ley", a la lectura del Pentateuco, es decir los cinco primeros libros de la Biblia, cuyo autor principal es Moisés. DE LOS EVANGELIOS A LOS LIBROS SAPIENCIALES Y A LOS SALMOS. Para conocer mejor el corazón y la mentalidad de los auditores de Cristo, desearíais conocer también cuáles eran las reglas de vida de las que se habían nutrido. Las encontraréis en los Libros Sapienciales, llenos de un buen sentido humano iluminado por la fe. Quedaréis maravillados del cúmulo de sabiduría de que dan muestra las máximas de los sabios, en tan pocas palabras a veces. Podréis seguir también los esfuerzos de esas almas, tras la solución de los grandes problemas de la vida y de los destinos humanos, que Job evoca con pasión, como también varios salmos. Recitaréis estos últimos poniendo en ellos los sentimientos con que los cantaba el Señor. PARTID DESDE EL CENTRO La Biblia no es un libro que deba ser leído de la primera a la última línea. Más bien había que seguir la dirección inversa, por lo menos al principio; algo así como esos libros hebreos, en los que la que es, para nosotros, la última página viene a ser la primera. Con más exactitud, es un libro que ha de ser leído partiendo del corazón: de los Evangelios a los Hechos de los Apóstoles; de los Hechos a las Cartas Apostólicas y al Apocalipsis, que es también, a su manera, una carta apostólica, una carta de consolación, pero en lenguaje secreto, dirigida, como la primera de San Pedro y la de Santiago, a los cristianos probados por la persecución, y que los consuela, anunciándoles el Gran — 41 —

Retorno del que toda la Biblia ha anunciado la venida, como Redentor y Vengador de los pequeños y de los que saben vencer soportando. De los Evangelios a los profetas —los últimos de los cuales son los Sabios, como ese "Jesús", hijo de Sirach, cuya obra fue traducida al griego por uno de sus descendientes— de los profetas a los libros históricos y a los libros de la "prehistoria" y a los de la Ley. De todas maneras, es partiendo de las obras del Nuevo Testamento y en su perspectiva, como se debe empezar a leer los libros del Antiguo, sin inquietarse por el hecho de que Dios siempre se sirva de los pequeños, como David y como la Virgen, de los pecadores o renegados, como el mismo David, o como Adán, o como San Pablo o San Pedro, a todos los cuales persigue El con su misericordia.

L E E D

C O N

FE

Todos estos libros deben ser leídos con fe, bajo la dirección del Espíritu Santo que obra en la Iglesia: "Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes". "Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación, porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios" (II San Pedro 1, 2 0 ) .

Es el Espíritu que ha dictado, el que explica, por sí mismo, y más aún por la multitud de Santos que viven fraternalmente en la Iglesia, en una auténtica comunidad de visión y de verdadero bien. Ante todo, procurad cuidadosamente descubrir la unidad de enseñanza de estos libros. Esos grandes temas que reaparecen constantemente, en los labios de testigos tan diversos, casi con idénticas palabras: el tema del Amor; el tema del Llamamiento, dirigido preferentemente a los pequeños, a los indignos, a los ex— 42 —

traviados y a los pecadores; el tema del llamado divino a concluir una Alianza; el tema del Dios que viene como Rey, como Pastor, como Salvador y como Vengador; el tema del Dios que viene como un Esposo, al cual ninguna infidelidad es capaz de abatir; el tema del Dios que quiere tener para sí un pueblo, poco numeroso, perseguido, pero formado por Santos, y que realiza su designio poco a poco y pacientemente.

. . . C O N INTELIGENCIA Sin embargo, todos estos libros deben ser leídos con inteligencia: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu entendimiento". Inteligencia de las circunstancias históricas, que orientan cada una de las etapas de una revelación continua y progresiva; Dios tomando al hombre, primeramente de muy bajo, para llevarlo siempre más alto, en situaciones siempre concretas y siguiendo el curso de la historia. Inteligencia de los símbolos materiales, que ocultan y al mismo tiempo significan una realidad de fondo espiritual, porque en todo momento es Dios que habla al hombre y que se revela, más y más claramente, como el Amor Eterno. Inteligencia de los diversos géneros literarios: drama, historias e historia, códigos legislativos, poesía épica o de amor; porque, como dice San Pablo: "Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Ved, pues, cuán necesarias son esas "introducciones", que las mejores Biblias ponen a la cabeza de cada libro. Antes de leer tal o cual libro en su integridad, echad una mirada sobre esas introducciones, cada vez que el Evangelio os invite a leer tal versículo o tal fragmento. — 43 —

PARA CONOCER AL CRISTO Es de toda forma impcsible conocer a Jesús y a su verdadera religión, siempre olvidada y despreciada, si no se leen los Evangelios y las Cartas Apostólicas: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca de Dios". Y es imposible comprender bien el Evangelio y los Evangelios, si no se ha leído, si no se continúa leyendo sin cesar, la Santa Biblia, tesoro en el aue siempre se descubren "joyas nuevas y joyas viejas". Imposible es comprender la resonancia que, en los corazones de los oyentes de Jesús, tuvieron estas palabras: "Yo soy el Buen Pastor, si previamente no se ha leído a Miqueas, a Isaías y Ezequiel, particularmente el capítulo 34 de este último profeta, el deportado, al cual tanto amó San Juan, tal vez por haber sido él mismo un deportado. Es imposible comprender las palabras de Cristo en la Cruz, si no se han leído frecuentemente los salmos, si no se los ha cantado a menudo en el corazón. Cuando Jesús dice: "Sed tengo". El expresa que tiene "sed de su Padre"; cuando El dice: "En tus manos encomiendo mi espíritu", El está tranquilo, porque "nada hay que pueda arrancarlo de la mano del Padre" y El está seguro de ser rescatado. El salmo 21, del cual Jesús cita un versículo, lo dice enteramente. La escena dé'la Anunciación a María cobra un nuevo relieve, cuando se han leído los textos de las promesas hechas a David y los relatos de las anunciaciones del Antiguo Testamento. . . . LEED LA BIBLIA ¿Qué os queda por hacer? Al leer la Biblia, lápiz en mano, vais a ir de descubrimiento en descubrimiento. No temáis estropear un poco un libro que ha de ser ante todo un útil de trabajo. No temáis subrayar tal o cual texto, que deseáis encontrar fácilmente para rele—- 44 —

erlc, de anotar al margen numerosas indicaciones, que os permitirán volver a encontrar, a través de toda la Biblia, los pasajes que se aclaran o se aluden mutuamente. No temáis encontraros a veces en la Biblia con grandes pecadores, hombres míseros; esto mismo debe daros confianza, por poco que conozcáis ya vuestra propia miseria, que es la común miseria de todos los hombres. Nos habría resultado imposible vivir en la intimidad de Jesús, si no hubiéramos encontrado a la Magdalena junto a la Virgen. Y poco importan los pecados pasados, con tal que en el futuro sepáis conservaros puros de las inmundicias de este mundo y vivir en el Amor y en la Misericordia. La primera historia de la Biblia, después de la creación, es la historia de un pecado —o mejor aún, la historia del pecado-— seguida de la promesa del perdón. La Biblia es la historia de la misericordia, es la promesa del reino hecha a los pequeños, a los fieles, a los valientes. J.-G. GQURBILLON, O. P.

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BREVE HISTORIA DE LOS HEBREOS

Damos, a continuación un breve resumen de la historia de los Hebreos, que será de gran utilidad para ubicar los principales acontecimientos, dentro clel conjunto de la Historia Bíblica.

Hace poco menos de cuatro mil años, grandes pueblos vivían en las costas mediterráneas de Asia y de Africa. Ellos habían fundado dos reinos poderosos: La Caldea y el Egipto. Entre .estos dos reinos se encontraban dos pequeños países: Siria y Canaán (llamado también Palestina). En ellos vivían diversas poblaciones, que se mantenían del cultivo de la tierra y de los productos de sus ganados, entre las cuales estaban los Hebreos, encabezados por el patriarca Abrahán. Este hombre y su familia eran originarios de Ur, en Caldea; habían emigrado a Palestina en el siglo XIX antes de nuestra era. Corresponde a la Historia Sagrada el contarnos la vida de Abrahán y de sus descendientes. Las presentes notas sólo tienen por objeto situar estos acontecimientos en el curso de la historia general del mundo antiguo. Abrahán -—antes del cual es imposible señalar alguna fecha a ninguno de los acontecimientos mencionados en la Biblia— emigró, sin duda, a Palestina, hacia la época en que el gran rey Hamurabi reinaba en Caldea. La vida nómade y agrícola de las tribus surgidas — 46 —

de esta emigración, duró alrededor de cuatro siglos. Después, los hebreos, llamados el pueblo de Israel, según el sobrenombre dado por Dios a Jacob, emigraron a Egipto, sin duda al delta del Nilo, mucho más rico y productivo que su país. Allí fueron objeto de parte de los egipcios, de una explotación que muy pronto se convirtió en esclavitud. Hacia el año 1250 antes de nuestra era, Dios les suscitó un libertador, en la persona de Moisés; bajo su dirección los hebreos cruzaron el Mar Rojo, para regresar a su patria. Después de una permanencia de cuarenta años en el desierto, los israelitas emprendieron la conquista de Palestina, con la toma de Jericó (hacia el año 1200). El reparto en doce territorios, correspondientes a las doce tribus, y el establecimiento progresivo en el país de Canaán, fue seguido de un período difícil, lleno de luchas contra los antiguos moradores recalcitrantes; este período es llamado el período de los Jueces y duró alrededor de dos siglos. El pequeño pueblo hebreo se desarrolla y pretende organizarse como un reino, al par que sus vecinos. El último Juez, Samuel, que es también profeta, terminó, después de una larga indecisión, por conceder al pueblo la constitución de un reino. Saúl fue consagrado rey hacia el año 1000. Saúl no es todavía más que pequeño rey local; su reino no es más que un preludio. Es a David, su sucesor, a quien le será permitido afirmar el poder real, sobre la tribu de Judá en un principio, después sobre el total de las tribus israelitas. A David sucedió, en el 970, Salomón, quien organiza el reino de Israel, pacta alianzas con Egipto y con Tiro y construye el Templo de Jerusalén. Poco después de su muerte, bajo el reinado de Roboam, en 930, estalla entre las tribus una disensión que las llevó al cisma: diez tribus (las del norte) se separan de Judá y de Benjamín, para constituirse en reino independiente, el reino de Israel. Este reino del norte durará unos dos siglos; su capital, Samaría, será conquistada por Sargón II, rey de Asiría, en 722. — 47 —

El otro reino, el de Judá, escapó a esta catástrofe, y continuó existiendo en la forma de un estado tampón, entre los dos grandes rivales: Egipto y Asiria (la que luego será absorbida por Babilonia). El rey Josías emprendió, en 622, una amplia reforma religiosa y social, cuyos efectos fueron de corta duración. El reino de Judá declinó lentamente hasta la expedición de Nabucodonosor, que se tomó a Jerusalén en 598. El conquistador transformó a la Judea en estado vasallo, deportó a una parte de la población y estableció en ella un virrey: Sedecías. Mas, habiéndose éste rebelado, Nabucodonosor asaltó a Jerusalén por segunda vez y le prendió fuego en 589. Esta vez fue deportada a Babilonia la casi totalidad de la población, mientras que un gobierno caldeo administró el país conquistado. El destierro de los israelitas duró hasta que Ciro, rey de los medos y los persas, —que se había apoderado de Babilonia en 538— autorizó, el mismo año, el regreso de los deportados, bajo la dirección de Zorobabel. En adelante, los israelitas, privados de sus reyes, trataron de organizarse como una comunidad religiosa. En 331, Palestina fue conquistada por Alejandro Magno. A- partir de 323, la Judea pasó sucesivamente a la dominación de la dinastía de los Generales de Alejandro, que se habían repartido su imperio. Más tarde, entre 175 y 163 antes de nuestra era, los judíos pasaron por un período en extremo penoso, de servidumbre y de persecución de parte del rey de Siria, Antíoco Epifanes. Fue la época de la revuelta y de la guerra santa de liberación, emprendida por Judas Macabeo. La Judea disfrutó entonces de unos cien años de independencia. Estuvo gobernada por un príncipe de la familia de los Asmoneos, descendientes de los Macabeos. En el año 63 A. C., Pompeyo el Grande, a la cabeza de las legiones romanas, invadió la Palestina, la que fue convertida en provincia romana. Poco más tarde, César la dividió en cuatro partes, administrada cada una por un tetrarca. Puso al frente de la Galilea a un príncipe judío llamado Herodes. En el año 7 de nuestra era, el gobierno de Judea fue — 48 —

concedido a un procurador romano. Pero ya se esboza un nuevo movimiento de independencia, que provocó finalmente la represión romana, una guerra civil y el último sitio de Jerusalén, que fue tomada por el Emperador romano Tito, en el año 70 de nuestra era. Con esto termina la historia de los antiguos israelitas. Fue alrededor del año 5 antes de nuestra era, cuando Jesús nació en Belén, siendo Augusto Emperador de Roma. Jesús murió en la cruz probablemente en el año 30. El Apóstol San Pablo se convirtió probablemente en el 36. San Pedro sufrió el martirio en Roma el 64, San Pablo en el 68; el Apóstol San Juan murió en Asia por el año 100. PAUL

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PESSELECQ.

CUADRO

Plan de la Historia Bíblica

DE LA HISTORIA

BIBLICA

Fecha de los Libros acontecicorresponmientos dientes

Fecha de la Composición de los Libros, según las hipótesis de los actuales sabios.

Preámbulo: Necesidad del Cristo Creación Pecado original Decadencia

El Génesis

I.—En marcha hacia el Cristo. 1) Constitución del pueblo escogido. Abrahán y los Patriarcas Hacia 1800 Hacia 1225

Moisés y la Alianza

Conquista de Prometida.

la

Josué

Tierra Siglo XIII

2) Formación del pueblo de 1150 a 1035 escogido.

a) por la doctrina: Los Profetas

Los cinco primeros libros de la Biblia encierran las antiguas tradiciones, anteriores a Moisés. Sin embarEl Génesis go, la compilación no acabó de tomar El Exodo su forma definitiEl Levítico va, sino después El Deutero- del destierro, hacia nomio el siglo V A. C.

Jueces

Fondo antiguo: siglo X Adiciones secundarias: sielo V Fondo antiguo: sisrlo X Adiciones secundarias: siglo VII

Rut I - I I de Sa- Siglo V Fuentes contempomuel ráneas o muy I - I I de los próximas a los Reyes hechos. Del siglo IX al siglo V I - I I de las Fuentes: Crónicas Amos, Oseas, Libros históricos Isaías, Mianteriores; requeas dacción fin del Jeremías, siglo IV,

Plan de la Historia Bíblica

b) por el sufrimiento El Destierro

c) por la paciencia La expectación del Mesías.

II.—La venida del Cristo III.—La continuación del Cristo a) Primeros pasos de la Iglesia b) Doctrina y vida de los primeros cristianos .. c) Victoria final y la vuelta del Cristo

Fecha de los acontecimientos

Libros correspondientes Nahúm Habacuc Sofonías Ezequiel

597-538

Los Salmos

De 538 a Cristo

Fecha de la Composición de los Libros, según las hipótesis de los actuales sabios.

Conclusión de la compilación después del Destierro.

Esdras, Nehemías Ageo, Zacarías. Abdías-Malaquías. Joel-Daniel Jonás-Job Cantar de los Cantares Tobías-Judit Ester-Proverbios EclesiastésEclesiástico. I - I I Macabeos. Sabiduría

Hacia el 100. Hacia el 100.

Los cuatro Evangelios San Mateo San Marcos San Lucas San Juan

Entre Entre Entre Entre

Mitad del V al fin del IV 520. 500-450. 400.—Redacción siglo II. Siglo V.—Hacia 450 Siglo IV.— (?). Siglo III.— Siglo I I Siglo III.— Siglo V Siglo III.— Escrito en hebreo hacia 180; traducido al griego hacia el 120.

el el el el

60 y el 70. 60 y el 70. 60 y el 70. 80 y el 100.

Hechos Apostólicos Epístolas

Del 50 al 70.

Apocalipsis

Hacia el 95.

Hacia el 64. "

SOCIEDAD BIBLICA CATOLICA INTERNACIONAL

1.— Constituyese la Sociedad Bíblica Católica Internacional en la Pía Sociedad de San Pablo, bajo los auspicios del "Centro de Preservación de la Fe" de la Sagrada Congregación del Concilio. 2.— La Sociedad Bíblica Católica se inspira en la devoción a Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida. 3 — El fin de dicha Sociedad es el estudio, la producción, la difusión y la meditación de la Sagrada Biblia, especialmente del Evangelio, para alimentar la fe, la moral v la piedad cristiana. 4,— La principal obligación de los Socios es la oración para que la palabra de Dios, escrita en la Biblia, llegue a todos los hombres presentada según las enseñanzas de la Iglesia Católica. Rezarán, al menos en las oraciones de la mañana, la jaculatoria: "Oh Jesús Maestro, Camino. Verdad v Vida, tened piedad de nosotros". 5.— La acción de la Sociedad Bíblica Católica tiene los siguientes alcances: a) Cuida v produce ediciones de toda la Biblia o de partes de ella, especialmente del Evangelio y de las Epístolas de San Pablo. Tales ediciones se adaptarán a las distintas condiciones v grado de cultura de los lectores v harán resaltar en sus notas y comentarios, la doctrina., la moral y el culto litúrgico, como asimismo su relación con el texto. Además de la prensa, se utilizarán los discos del Evangelio, las películas y las proyecciones cinematográficas, las proyecciones de radio y televisión, los cuadros bíblicos, las filminas, los diapositivos y enasto el progreso técnico pone al servicio de la palabra divina.

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b ) Promueve fiestas, jornadas, triduos y semanas bíblicas en honor de Jesús Maestro; tanto en las Parroquias como en las Diócesis, en los Institutos y Asociaciones; con especiales conferencias, predicaciones y recepción de los santos Sacramentos; con difusión capilar del Libro Sagrado; con bendición solemne del Santísimo Sacramento y al texto del Evangelio. Entre otras cosas promoverá, donde ello fuere posible, la iniciativa de entregar el Evangelio en una Ceremonia solemne. c) Fomenta la exposición del Texto Sagrado en lugar de honor en las iglesias, en las familias, los institutos, las escuelas, las asociaciones. d ) Fomenta en todas partes un más amplio conocimiento de la Biblia, ya sea mediante cursos bíblicos por correspondencia, ya con triduos y semanas para clases cultas, ya con publicaciones varias referentes a la Biblia, etc. e) Procura que todos los Socios tengan y lean la Biblia, o al menos el Evangelio, y que se funden Grupos para la lectura común del Evangelio. 6.— La Asociación se rige por un Presidente, que de jure es el Superior General de la Pía Sociedad de San Pablo o un Delegado suyo; por un Consejo de cuatro miembros, de los cuales dos son elegidos de común acuerdo por el Superior General de la Pía Sociedad de San Pablo y la Superiora General de la Pía Sociedad Hijas de San Pablo, y dos son propuestos por el "Centro de Preservación de la Fe" y nombrados por el mismo Presidente. 7.— Dependientes de la Dirección General, existen Centros Nacionales, Diocesanos y Parroquiales. Los primeros se constituyen bajo la Conferencia Nacional del Episcopado (excepción hecha en Italia); los Diocesanos, bajo el Ordinario Diocesano; los Parroquiales, bajo el Párroco. 8.— Son socios: Ordinarios, los que se inscriben y se obligan a poseer al menos el Evangelio y leer un trozo del mismo cada semana. Promotores,

los que con la oración, la palabra, las obras

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y el ejemplo se obligan a celar el conocimiento, la difusión y la lectura del Sagrado Texto. Sostenedores, los que procuran medios y organizaciones para la difusión de la Biblia o del Evangelio y para un más amplio y profundo conocimiento del Texto Sagrado, como asimismo los que contribuyen con limosnas para regalarlo a las personas menos pudientes v en las tierras de misión. Beneméritos, aquellos que, con diligente y amoroso cuidado, se obligan a profundizar la palabra de Jesús, especialmente si son sacerdotes, y a presentarla a los hermanos del modo más convincente y atrayente, como primera fuente de la doctrina, de la moral y de la liturgia de la Iglesia Católica. 9.— Las obligaciones asumidas no fuerzan bajo pena de pecado. 10.— Los sacerdotes, cuando las leyes litúrgicas lo permitan, pueden celebrar la Misa en honor de Jesús Divino Maestro, concedida a la Pía Sociedad de San Pablo. 11.— Bajo los auspicios y la guía del "Centro de Preservación de la Fe" de la Sagrada Congregación del Concilio, cumplen el trabajo de organización, redacción y secretaría las Hermanas Hijas de San Pablo v la Pía Sociedad de San Pablo, de común acuerdo, a norma de sus respectivas Constituciones y según el decreto N."? 14065 del 19 de marzo de 1956, de la Sagrada Congregación de los Religiosos. 12.— Los detalles se fijan en un reglamento especial.

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I N D I C E

¿QUE ES LA BIBLIA? Cómo conocer la Biblia La filiación de la Biblia La Biblia y su nombre Las lenguas de la Biblia El país de la Biblia Un libro variado y vivo En resumen El Mensaje de la Biblia El Dios único El Mesías que ha de venir Asombro de los historiadores La Biblia palabra de Dios Bajo la inspiración de Dios Una autoridad divina COMO LEER LA BIBLIA Las dificultades ¿Cómo leer la Biblia? La paciencia de Dios Buscad la ciencia A pesar del mal Distinguid los estilos Penetrad todos los sentidos UN ITINERARIO Principiando por los Evangelios De los Evangelios a los Profetas De los Profetas a los libros Históricos y a la Ley De los Evangelios a los libros Sapienciales y a los Salmos . . . Partid desde el centro Leed con fe . . . Con inteligencia . . . Para conocer al Cristo ...Leed la Biblia BREVE HISTORIA DE LOS HEBREOS Cuadro de la historia Bíblica *'.

7 8 8 9 9 10 12 14 15 15 17 18 19 21 22 25 25 26 27 30 31 33 35 37 38 39 40 41 41 42 43 44 44 46 50

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Presentan a sus amigos lectores la COLECCION

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E n su p r e p a r a c i ó n c o o p e r a r o n varios autores. R e c o r d e m o s t a n sólo a a l g u n o s de ellos: J. G. Gourbillon, J. P i e r r o n , G. K i t t e l H. Muñoz, H. J. Troadec, Ch. H a u r e t , P. Pesselecq, J. Dehilly, M. Chasles, Th. G. C h i f f l o t , etc. Los textos, v e r d a d e r a m e n t e originales e i n t e r e s a n t e s , est á n a la p o r t a d a de todos y s e r v i r á n sin d u d a p a r a f a c i l i t a r la l e c t u r a de la Biblia. He aquí los p r i m e r o s títulos de esta

colección:

1.—Cómo leer la Biblia 2.—Biblia y Evangelio 3.—Evangelio y Evangelios 4.—Cómo leer el Evangelio 5.—El Cristo del Evangelio 6.—La Biblia y la Virgen 7.—Pablo y su vida 8.—Qué es la Biblia. Cómo debemos leerla 9.—Los libros de la Biblia (1.? parte) 10.—Los libros de la Biblia (2.^ parte) 11.—La no;ha y la fiesta de Pascua 12.—La Fuente de Agua Viva 13.—Ei soplo y si Espíritu de Dios 14.—El Espíritu que da la vida 15.—Hablemos del Evangelio

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