Estudio de las cremaciones

JOSÉ MANUEL REVERTE COMA Estudio de las cremaciones Uno de los problemas que con más frecuencia se le plantean al Paleopatólogo es el estudio de yac...
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JOSÉ MANUEL REVERTE COMA

Estudio de las cremaciones

Uno de los problemas que con más frecuencia se le plantean al Paleopatólogo es el estudio de yacimientos de cremaciones del primer milenio a.C. Comencé este tipo de investigaciones en América los años 1950 a 1953, hace 40 años, en necrópolis centroamericanas, especialmente en Panamá y en Colombia, Islas de Taboga y Taboguilla, Archipiélago de las Perlas, provincias de Chiriquí y Bocas del Toro, Cerro de Chame, cuevas y concheros de la costa del Pacífico donde hace miles de años habitaron canoeros mesolíticos, productores de enormes depósitos de conchas de crustáceos de los que se alimentaban, conchales o kjekkomódings y tenían entre sus ritos funerarios el quemar a sus muertos. Me llamó la atención ya por entonces el poco aprecio que los arqueólogos hacían de las "cenizas" contenidas en vasijas de barro cocido a manera de "urnas cinerarias". En el curso de mis exploraciones en las áreas mencionadas hallé cuevas inéditas que eran verdaderas tumbas colectivas, con ajuares muy pobres, cerámica muy sencilla colocada en estantes o resaltes de la roca de las paredes en las que se alineaban estas urnas conteniendo las cenizas mezcladas con fragmentos de hueso humano. Mis trabajos en Medicina Tropical dejaron en un segundo plano aquellos otros arqueológicos y más tarde mis estudios antropológicos e históricos ocuparon todo el poco tiempo que me dejaban libre la Universidad y la Clínica. Así seguí hasta el año 1968 en que regresé a España.

Aquí, en la provincia de Alicante donde me instalé volví a tener contacto con poblaciones que tenían como rito funerario la cremación de sus muertos. Pude salvar de los saqueadores de tumbas algunas de aquellas cenizas que tiraban en los hoyos abiertos en algunas necrópolis y estudiarlas, así como otras que me proporcionaron algunos arqueólogos de aquellas áreas. Desde el principio comprendí que merecía la pena investigar en este terreno ya que aunque no tanto como los huesos enteros, era posible obtener de ellas una información que podría llegar a ser valiosa trabajando sobre grandes cantidades de material. Fue así como mi contacto con arqueólogos y prehistoriadores amigos me dio la oportunidad de estudiar unas cuantas miles de cremaciones procedentes de diversas regiones de España (celtas, celtíberos, fenicios, púnicos, cartagineses, tartésicos, turdetanos, etc.) y comenzar a sistematizar su estudio para obtener la mayor cantidad de información posible. Extendí estos estudios a otros países, como Italia, donde tuve la oportunidad de estudiar cremaciones etruscas, romanas y griegas. Túnez, donde pude estudiar cremaciones de los antiguos cartagineses en la ciudad de Cártago, además de zonas del Adriático y de la Isla de Cerdeña de donde obtuve cremaciones muy interesantes, como las griegas y las romanas encerradas en maravillosas urnas. Muchos materiales se han perdido especialmente en las excavaciones de principios de siglo, ya que los arqueólogos de entonces (salvo honrosas excepcio31

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nes), no dieron importancia al estudio de las cenizas de los huesos que eran respetuosamente depositadas en tierra de la excavación desapareciendo así la posibilidad de llegar a ser estudiadas en años venideros. Los arqueólogos extraían las urnas cinerarias y el ajuar con ellas enterrado y no daban importancia al resto. Al demostrar nosotros con nuestros trabajos la posibilidad de determinar en aquellos menudos fragmentos óseos la edad, el sexo, a veces la estatura, el grado de robustez o gracilidad del individuo y algunas características morfológicas, la patología ósea que pudiera quedar en algunos fragmentos, la posibilidad de determinar la existencia de dos o más cuerpos quemados mezclados en la misma urna, y realizar investigaciones inéditas sobre la Paleodemografía de aquellos pueblos, esperanza de vida y otras características y rasgos culturales, se despertó un gran interés por este tipo de investigaciones. El hallazgo frecuente de cremaciones dobles en las que era perfectamente detectable la presencia de una mujer joven y un niño o niña de 1 a 2 años y a veces más, la existencia de cremaciones triples, siempre un varón y dos mujeres, o cremaciones dobles de adultos, hombre y mujer, nos permitió acercarnos a ciertos rasgos culturales inéditos de aquellos pueblos del primer milenio a.C. La cremación prehistórica había llamado ya la atención de algunos investigadores europeos. Gejvall, mi recordado amigo, hace 30 años que comenzó a estudiar las cremaciones de los antiguos vikingos en Suecia. En Polonia, WRZOSEK (1928), DZIEZYKRAY-ROGALSKI (1966), GLADLYKOWSKA (1974), Lisowsky, Bowler y Calvin Wells en Inglaterra, Rosing, Keum-bein, Oshaufen, Müller, Schafer, Ulrich, Thieme, Her-mann, Kellener y Grim en Alemania dispusieron de excelentes campos de urnas (Urnenfelder) de sus culturas hallstáticas; Van Vark, Janssens, Van Ympe, Classen y de Laet, en los Países Bajos, Ingrid Kühl en Dinamarca y Norte de Alemania, proceden al estudio de cremaciones humanas. He mantenido y mantengo correspondencia con muchos de estos investigadores y personalmente he dedicado muchas horas al estudio de cremaciones prehistóricas de yacimientos de toda España, Italia, Centroamérica y Túnez. En la penísula Ibérica no aparecen cremaciones ni en el Paleolítico ni en el Neolítico. La primera evidencia del rito de la cremación aparece con las primeras 32

oleadas de pueblos indoeuropeos que penetran en la Península a comienzos del primer milenio. Pueblos de Centroeuropa que se encuentran en la fase final del Bronce y principios de la del Hierro (Cultura Hallstat), indogermanos, atraviesan los Pirineos y vienen con rasgos culturales como son los citados "campos de urnas" (Urnenfelder) como se ha llamado a sus necrópolis. El rito de la cremación comienza en Europa a mediados de la Edad del Bronce y se extiende hasta el s. III de nuestra Era. Además de los nórdicos, llegarán otros pueblos por el mar (griegos, fenicios y posiblemente etruscos) que traen consigo también el rito de la cremación. El sentir general es que la cremación tiene su origen en Asia, extendiéndose desde allí a Europa en la marcha de aquellos pueblos hacia Occidente. En 600 a.C. ya era práctica establecida en Mesopotamia. El rey asi-rio Asurbanipal fue quemado al morir junto con dos esposas (626 a.C.), Herodoto menciona la cremación en Persia en 550 a.C. En la Iliada, Hornero cuenta cómo Aquiles quemó el cadáver de Patroclo (1200 a.C.) en el sitio de Troya, utilizando una pira de 100 pies cuadrados, junto con los caballos y perros del difunto. Entre los griegos, los pitagóricos inhumaban a sus muertos mientras los estoicos los quemaban. Las piras funerarias de los griegos llegaron a ser de notable lujo, verdaderas obras de arte. En la Península Itálica, los etruscos practicaron también el rito de la cremación. Desde la fundación de Roma en 753 a.C. ya Rómulo fue quemado al morir. Los romanos quemaron a sus muertos que enterraban en las afueras de las ciudades en urnas preparadas al efecto. Los pueblos nórdicos y germánicos adoptaron la práctica de la cremación casi al mismo tiempo que los pueblos mediterráneos, manteniéndola por espacio de dos milenios. También fue constante entre los celtas hacia finales de la Edad del Bronce. Conocida es la costumbre de los vikingos de ser quemados junto con sus barcos para entrar purificados en el Walhalla. En la península Ibérica, la cremación se practicó desde el primer milenio a.C. hasta el s. II a III d.C. Será con la introducción del cristianismo que la cremación va desapareciendo como rito funerario para ser substituida por la inhumación. Hay una época en que ambas formas de tratar el cadáver coexisten. En el poema de Beowulf hay una bella descripción de la cremación del cuerpo de aquel rey después de su

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muerte heroica combatiendo a un dragón. El túmulo y pira funeraria fue un escenario donde junto al cadáver se quemaron (en una especie de potlatch europeo) gran cantidad de valiosos objetos, armaduras y cantidades de riquezas en la región llamada Punta Ballenas. Diez días tardaron según cuenta la saga en preparar la pira funeraria. Y según la costumbre, doce señores cabalgaron en torno a la pira llorando al monarca y cantando sus hazañas y alabanzas. También son conocidos históricamente los funerales de Atila, rey de los Hunos, que describe Jordanes en su "Historia de los godos". Como también es conocida la ceremonia crematoria del cadáver del héroe ibérico Viriato descrita por Apiano en el cap. VI "Sobre Iberia" de su "Historia Romana". Alejandro el Grande hizo el año 323 a.C. un importante funeral en Babilonia para quemar el cadáver de su amigo y consejero Hefestion, en el que la pira medía un estadio (185 m.) de lado y en la que depositó como ajuar funerario una inmensa cantidad de riquezas para ser quemadas junto a él. Los indogermanos que atravesaron los Pirineos con el rito de la cremación, después de establecerse en Cataluña y en el Ebro, se extendieron por la costa hasta Castellón. Quemaban a sus muertos,'depositaban sus cenizas en vasijas o urnas de cerámica bicónicas de cuello cilindrico, lisas o decoradas con incisiones, depositando el ajuar a su alrededor y a veces parte de él dentro de las propias urnas. Además trajeron consigo el hierro que se descubre en los ajuares (armas, puñales, lanzas, o puntas de flecha o de lanza). Lentamente, estos pueblos indoeuropeos penetraron hasta el centro, Sur y Oeste de la Península Ibérica en sucesivas oleadas y en grado diverso, mezclándose con la población autóctona y transmitiéndole entre otros sus ritos funerarios que acabaron por imponerse. En muchos lugares se enterraba a los niños (debió existir elevada mortalidad infantil) en el interior de las viviendas, reservando la cremación para los adultos que eran depositados en los campos de urnas. Yo he podido estudiar con frecuencia, sin embargo, restos de niños quemados de diversas edades, separados en urnas individuales o en algunos casos quemados con el cuerpo de una mujer joven, probablemente su madre. En ocasiones se podía deducir que se trataba de mujeres que murieron durante la gestación. En otros casos era evidente por la dentición

infantil hallada que se trataba además de una mujer joven de un niño de 1 a 2 años o más. Como en otros muchos pueblos del mundo primitivo llegado hasta nuestros días, el período de lactancia puede prolongarse hasta los cuatro años. Al morir la madre, el hijo pudo ser sacrificado con ella en la pira funeraria. Las fuentes escritas comienzan a mediados del s.III a.C. Si antes existieron (fenicios, griegos) se ha perdido totalmente. El mundo de Tartessos como el mundo ibérico está rodeado de misterios que se van desentrañando muy lentamente. En él se incluyen pueblos como los in-diketas, sardones, bergistanos, lacetanos, laietanos, andosanos, ilergetas, tirenosos, xesetanos, guesatanos, ilercavones, contéstanos, edetanos, matienos, tur-detanos y otros muchos más, algunos de cuyos nombres nos han llegado a través de Estrabon y otros antiguos geógrafos griegos. Todos estos pueblos quemaron a sus muertos.

MATERIAL Y MÉTODOS EMPLEADOS EN EL ESTUDIO DE LAS CREMACIONES Lo primero que hacemos al estudiar una cremación es pesarla en su totalidad. A veces se trata del contenido total de la cremación hallada, bien preservado dentro de una urna herméticamente cerrada. Otras veces se trata de material recogido del suelo ya que con frecuencia las urnas son halladas rotas y los restos óseos que contenían aparecen desparramados y mezclados con la tierra. Seguidamente filtramos el material para separarlo en lo posible de la tierra que contenga o polvillo de hueso. Algunas cremaciones llegan al laboratorio muy limpias, en cuyo caso creen algunos arqueólogos que los huesos fueron lavados antes de introducirlos en la urna. Piensan esto porque nunca han visto practicar una cremación con madera en una pira funeraria. Del cadáver quemado en madera al cabo de dos horas sólo quedan cenizas y fragmentos tan limpios que dan la impresión de haber sido lavados, aunque no hay tal cosa. En el transcurso de los siglos esas cenizas y huesos quemados pueden haberse contaminado con tierra, infiltrado quizás por fino lodo arrastrado y depositado por corrientes freáticas, por el agua de lluvia que a veces se funde con el fragmento óseo mineralizándo33

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se, fosilizándose como puede estarlo una estalactita o una estalagmita de una cueva cárstica. No siempre es necesario, pero en muchas ocasiones solemos lavar el material después de filtrado con lo cual queda limpio de tierra o barro seco, permitiendo apreciar el color del hueso quemado lo que es importante por muchas razones. Una vez separado el polvo, tierra y barro y elementos extraños (piedras, carbón vegetal, fragmentos de cerámica, fragmentos de vidrio fundido procedentes de pomos de perfumes, conchas de crustáceos, fragmentos metálicos, clavos oxidados, etc.) se pesa de nuevo el conjunto de material óseo. Los cuerpos extraños se guardan aparte para posterior estudio. Es frecuente la presencia de huesos animales quemados o no. Se guardan también para su diagnóstico de especie. Una vez limpios, lavados y secos, los restos óseos se seleccionan y separan por regiones anatómicas que para su mejor estudio solemos agrupar en: Neurocráneo Esplacnocráneo Huesos largos Costillas Vértebras Coxales-Pelvis Omoplatos Clavículas-Esternón Manos-Pies Rótulas Fragmentos menudos Cuerpos extraños La fase de identificación de los fragmentos para su separación es la más laboriosa. A veces hay que revisar más de 2.000 o 3.000 piezas de diversos tamaños. Sin embargo, hay una cierta constancia en la presencia de algunos fragmentos óseos que resisten más o menos la acción del calor (entre 850°C a 950°C que produce la madera) y los roces y presiones. Estos fragmentos seleccionados son los que tienen valor identificativo. Tales son: Bordes orbitarios (frecuentes) Protuberancia occipital externa (P.O.E.) Fragmentos de bóveda craneal (constantes) Porciones petrosas de temporal (frecuentes)

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Cóndilos del maxilar inferior (frecuentes) Apófisis coronoides del mismo Dientes o raíces de dientes (frecuentes) Parte central de la mandíbula con t. geni Fragmentos de maxilares con alvéolos o raíces Diáfisis de huesos largos (muy constantes) Epífisis de huesos largos Cavidad glenoidea de omoplatos Cavidad glenoidea témporo-maxilar Cavidad cotiloidea Fragmentos de costillas Falanges, metacarpianos, metatarsianos Huesos del cuerpo o tarso Astrágalo, calcáneo Rótulas Cuerpos vertebrales y apófisis Apófisis odontoides del axis (frecuente) Algunos fragmentos óseos sirven para la identificación del sexo (bordes orbitarios, fragmentos de mandíbula, cóndilos del maxilar inferior, diámetro de las epífisis de los huesos largos, espesor de las diáfisis, P.O.E., apófisis odontoides del axis, espesor relativo de la bóveda craneal, dientes, cavidad glenoidea de los omoplatos). Hay otros fragmentos que son más significativos para la estimación de la edad del sujeto en el momento de la muerte (suturas craneales, fragmentos de bóveda dentados o con dientes borrosos, fusión epifi-saria, zonas de metáfiasis, signos degenerativos en bordes óseos, cuerpos vertebrales, espesor de bóveda craneal, dientes o gérmenes dentarios, etc.). Algunos fragmentos pueden darnos la estatura aproximada. Tales son la cabeza del radio, las epífisis de los huesos largos y otras partes de las diáfisis de éstos. Aún teniendo en cuenta el grado de retracción por la acción del calor, nos queda un margen para aplicar la correspondiente ecuación regresiva de Pearson a las medidas obtenidas y determinar la longitud proporcional del hueso largo y deducir de ésta la estatura o bien con la ayuda de las tablas habituales (Manouvrier, Rollet, Telká, Trotter y Gleser, etc.) y así podemos deducir la estatura del sujeto con cierta aproximación. El conjunto de fragmentos y sobre todo aquellos que muestran relieves para las inserciones mus-

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culares, nos permite tener una idea de la robustez o gracilidad del sujeto. En cuanto a la Patología ósea, aún puede ser detectada en los fragmentos óseos estudiados (artrosis, caries dentales, abscesos alvéolo-dentarios, osteítis, parodontosis, pérdidas dentarias en vida con reabsorción y atrofia alveolar, torus palatino, toras mandibular, fracturas mal o bien consolidadas, callos óseos, espolones del calcáneo, peines artrósicos en rótula y calcáneo, osteomas osteoides, osteomielitis, osteoporosis, líneas de Harris, sarro dentario, abrasión dental, caries, etc.). Todo depende del grado de conservación de los fragmentos óseos calcinados. Yo suelo medir habitualmente los mayores y así me doy una idea aproximada del grado de fragmentación, aunque si no se quiere precisar tanto, puede indicarse simplemente si los fragmentos son grandes, medianos, pequeños o pulverizados. También determino el peso de cada agrupación de fragmentos o región anatómica, para establecer tablas de pesos y saber qué partes han sido más recogidas o menos destruidas habitualmente. También en otra tabla se establece la frecuencia con que se presentan los distintos fragmentos, lo que nos indica la resistencia al fuego o quizás la posición del cadáver en la pira funeraria o la selección de fragmentos si existe.

FRAGMENTACIÓN DE LOS HUESOS POR LA ACCIÓN DEL CALOR De gran importancia en el estudio de la cremación y especialmente en la identificación de los fragmentos es la forma en que se rompen los huesos por la acción del calor. Meyer y Benninghoff hace casi un siglo estudiaron la arquitectura interna del hueso, que no es una substancia inerte, sino viva, en perpetua transformación, evolución y remodelación, pero que tiene un dispositivo estructural fundamental y constante que obedece a fuerzas mecánicas de múltiple dirección e intensidad de acuerdo con una base proporcionada por las órdenes emitidas por el Código genético como hoy se sabe. Sostiene o protege órganos vitales y es soporte para todo nuestro sistema muscular. Verdaderos sistemas de trabéculas óseas están distribuidos en el interior de cada hueso en forma tal que aumentan su resistencia. Al calentarse un hueso revestido o conteniendo partes blandas, actúa como una caja llena de substan-

cias que se volatizan y la violenta presión que se produce, determina su rotura por líneas constantes o puntos de menor resistencia. No ocurre lo mismo si los huesos han sido quemados sin carne, secos. La diferencia en el aspecto de la superficie, la forma de romperse y hasta el color varían, de donde podemos deducir cómo se quemaron aquellos huesos y hasta si el sujeto era delgado u obeso. Así he descrito en algunas de mis publicaciones, los efectos S, T, I que se aprecian en los fragmentos de los huesos largos, y los efectos U y O de las diáfi-sis de los huesos largos. La incompleta combustión determina la presencia de áreas en las que aparece el efecto S, con zonas carbonosas negras intercaladas entre zonas calcinadas blancas, como ocurre en los huesos de la bóveda craneal, raíces dentarias y espina tibial anterior por ejemplo. El efecto LD ("laguna desecada") en forma de áreas pentagonales, pavimentosas, es propio de superficies articulares en general. En el sacro, cuello de fémur, cuerpos vertebrales, isquión, ilion y pubis, la fractura por el calor, adopta en su superficie el aspecto de grietas que recuerdan los arañazos de un gato o las estrías del embarazo en el abdomen o los glúteos (efecto G). En los bordes de los omoplatos, las grietas presentan la forma de rajaduras paralelas en forma de uve invertida (efecto V). La forma de fracturarse los huesos de la bóveda craneal es por estallido del cráneo, abriéndose el hueso y separándose las láminas externa y vitrea con partes de diploe adheridas a cada una de ellas. A veces no se separan las láminas en cuyo caso se puede medir el espesor de la bóveda craneal. Por su parte el mentón se fractura de manera similar, separándose a veces las láminas externa e interna. Los cóndilos mandibulares se suelen romper por su base. Las vértebras se rompen por sus locus minoris resistentiae, dando imágenes muy constantes. La explosión de las costillas y el esternón es muy característica, la rótula se suele conservar bien, entera o fracturada verticalmente. Los huesos largos de manos y pies se rompen por los cuellos de sus epífisis. El astrágalo y calcáneo suelen ser muy resistentes a la destrucción sea por su estructura o por la posición de los pies en la hoguera. Los dientes y muelas pierden la corona por estallido de la cavidad pulpar a nivel del cuello quedando las 35

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raíces dentro de sus alvéolos. Rara vez se conservan las coronas. La mejor forma para completar estos estudios y comprobar en la práctica lo que teóricamente había ido suponiendo, fue realizar una serie de viajes por la India y Nepal, Malasia e Indonesia, países donde se practica aún el rito funerario de la cremación en piras funerarias. Allí me dediqué a visitar crematorios en Benarés, en Den Pasar, en Catmandú y a las orillas del Río Ganges, río sagrado de los hindúes. Tuve ocasión así de comprobar, confirmar y descubrir nueva información sobre la cremación, trasladando a los tiempos del primer milenio a.C. lo que allí veía. Hasta los movimientos de los encargados de preparar la pira funeraria, los materiales empleados, las ofrendas funerarias, el tiempo empleado en consumir un cuerpo, restos que quedan después de la cremación, color de los huesos, forma de las fracturas, duración de la cremación según el volumen del cadáver (flacos y gruesos). En la india se utilizan distintos tipos de combustible según la escala social y económica: madera corriente de árbol, madera de mejor calidad mezclada con sándalo (hoy más caro que el oro), o bosta (boñigas de vaca sagrada o búfalo preparadas a manera de tortas secadas al sol) que es un excelente combustible y produce más grados de temperatura que la propia madera. Además pude comprobar la técnica de perforar el cráneo con una caña de bambú aguzada para e-vitar el estallido de éste y la consiguiente dispersión de los fragmentos de la bóveda craneal especialmente. En Catmandú queman el cadáver con cualquier madera que tengan a mano, como madera de cajones, ramas, etc. y lo más frecuente es que no se termine totalmente la combustión del cuerpo por falta de madera, tirando al río los restos estén como estén. En la India cuando la pobreza es tan extrema que la familia no tiene medios ni para comprar bosta, sencillamente tiran el cadáver al río que se los lleva lentamente flotando como si fuera un tronco. No tardarán mucho los voraces buitres que esperan atentos en la orilla del río, en dar cuenta de él. Además pude comprobar muchos otros detalles que siempre me tuvieron intrigado como: - Posición del cadáver en la pira funeraria. - Volumen de la pira funeraria. - Calidad y cantidad del combustible empleado. - Forma de disponer el combustible. - Lugar de la cremación. 36

- Base para la pira funeraria (unas veces era sobre la tierra, otras sobre piedra, otras sobre ladrillos refractarios, otras sobre plataformas de cemento, a cielo abierto, con techo de obra y otros muchos detalles). - Tiempo de duración de la cremación de un cuerpo. - Utensilios empleados para manipular la cremación. - Personas dedicadas a la cremación. - Ritual en torno a la cremación. - Ofrendas funerarias, su variación según el sexo. - Aspectos económicos, venta de ofrendas en tien das, puestos portátiles, personal sacerdotal. - Cremación de niños. - Cremación doble o múltiple, etc. La presencia de huesos animales es casi constante en las cremaciones ibéricas, más en ciertos yacimientos que en otros. Se trata de restos de ofrendas funerarias, posiblemente de un banquete funerario o de un ritual en el que se colocaba junto al cuerpo que iba a ser quemado, una pata de cordero, pomos de perfumes y otros objetos. La presencia de astrágalos de cordero, es el más común de los hallazgos de huesos de animales. Otras veces se trata de fragmentos de vaca o de caballo. En ocasiones he hallado más de cien astrágalos en una sola cremación. Con frecuencia se ven huesos de animales perforados con evidentes muestras de haber sido parte de algún colgante o collar como elemento del ajuar del difunto. He hallado astrágalos perforados, anillos hechos con diáfisis cortadas y pulimentadas, fragmentos de huesos animales esgra-fiados, con dibujos geométricos en su superficie, vértebras de peces perforadas, y rara vez klinkers (mata de pelo fundido por la acción del calor de la que hablaba Calvin Wells en las cremaciones de los cementerios sajones). Seguramente los íberos o llevaban el pelo corto o bien se cortaba el pelo al cadáver, lo que es una posibilidad. De otra manera hubieran aparecido klinkers con más frecuencia. En Italia y Túnez tuve la oportunidad de estudiar cremaciones etruscas que se habían tomado por infantiles y sin embargo a pesar de lo diminuto de los restos, puede determinar que se trataba de cremaciones de corderos inmaduros. Debió existir probablemente el sacrificio por substitución o procuración, ya documentado en la Biblia cuando Abraham dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, lo substituye por un carnero por orden expresa de Jehová. Los niños, o sus subti-

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tutos eran enterrados en lugares especiales llamados tofets, o cementerios infantiles como los hallados en Tarros (Cerdeña), Cártago y Países Bajos.

CREMACIONES MÚLTIPLES Un hecho realmente notable que he podido descubrir en el curso de mis estudios de cremaciones, ha sido el hallazgo en una sola urna funeraria de dos cuerpos, uno de mujer de 20 a 30 años y otro de niño de O a 2 años. Este hecho se ha repetido en todos los yacimientos estudiados en las diferentes regiones. No voy a insistir en este hecho al que ya me he referido anteriormente, pero parece indudable que entre los pueblos de la Península Ibérica existió el infanticidio a la muerte de la madre, por razones probablemente de índole económica. Si eran salvados los varones y sacrificadas sólo las niñas no lo puedo asegurar. Hay que pensar en el valor económico de un varón y de una hembra entre aquellos pueblos eminentemente agrícolas y pastores. He encontrado dos casos de mellizos quemados junto con una mujer joven, probablemente su madre. Pero hay otras cremaciones múltiples halladas también en diversos lugares de España. Tratábase en estos casos de un cuerpo de varón y de una y hasta dos mujeres. Se puede pensar que se trate de una muerte "simultánea" por enfermedad. Esta hipótesis la considero demasiado simplista. Más bien parece deducirse que pudo existir el sacrificio de la mujer o mujeres como fue la regla en la antigüedad entre muchos pueblos de todos los continentes. Los íberos no iban a ser una excepción. Algo parecido al sutee de la India o los sacrificios múltiples de mujeres en África, Oceanía, Medio Oriente o entre numerosas tribus de América. Esto último supone la existencia de poligi-nia o poligamia que pudo muy bien existir entre los pueblos íberos.

CREMACIONES TALAYÓTICAS Un caso especial de cremación es la practicada en las culturas talayóticas de Mallorca, estudiadas por mí en diversas ocasiones en yacimientos en cuevas. Consideraban algunos arqueólogos que los cadáveres eran "quemados con cal". Después de ver y estudiar estos huesos talayóticos puedo afirmar que la cal nunca puede llegar a más de 100°C. La cal viva no puede en ningún caso "ahumar los huesos". Y los

huesos que aparecen en estos yacimientos embutidos en paquetes de cal presentan un color blanco-cal en su exterior, pero aparecen de color gris o carbonoso en el interior de los canales medulares. La cal viva no puede "quemar" un cadáver de esa manera. Puede destruir las partes blandas, pero no ennegrece el hueso sino que lo blanquea. Además es una constante en estos yacimientos talayóticos el que los paquetes de huesos se encuentren fuertemente trabados por la cal, pero sin disposición anatómica alguna. Los huesos están entremezclados en todas direcciones y superposiciones y además están enteros, pero al romper los paquetes de cal en los que están embutidos, además de los colores gris o negruzco de su interior surge el olor carcterístico a humo de leña quemada, persistente aún al cabo de milenios. Más todavía. He realizado cortes verticales en algunos de estos yacimientos y pude confirmar mis sospechas al ver aparecer el paquete de huesos amontonados embutidos en la cal y en el fondo del enterramiento un estrato curvo, en forma de media luna, de color negro, formado por un lecho de carbón vegetal, madera quemada, un verdadero ustrinum en el que pude hallar una fálcala de hierro oxidada y restos de un ajuar funerario metálico. Nuestra interpretación en estas culturas talayóticas es que la cremación debió constar de dos tiempos por los menos. Uno de descarnación al máximo por combustión con madera quizás precedido de desmembramiento. En todo caso el desmembramiento existió, posterior a la cremación. Los fragmentos del cadáver eran colocados en el hoyo en forma no anatómica y se cubrían con cal viva. La cal limpiaba todo resto de partes blandas y permitía que llegasen hasta nuestros días los huesos perfectamente preservados.

CREMACIONES ESPECIALES Así considero algunos casos como por ejemplo: La Dama de Baza: En el asiento de la estatua de la supuesta diosa Gea hallada en la tumba famosa de Baza cuidadosamente obturado con yeso, había unas cenizas mezcladas con fragmentos de hueso que me fueron entregadas para su estudio. El ajuar de aquella tumba era el propio de un guerrero, de notable riqueza, formado por armas ofensivas y defensivas. Pero los restos de huesos quemados que habían sido considerados como los del guerrero al que pertenecieron las 37

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armas, eran los de una mujer joven que poco tiempo antes de su muerte había fundido sus epífisis, huesos de una gran gracilidad notable tal como podía verse en las falanges calcinadas y bastante bien conservadas, que demostraban que tuvo unas manos muy finas. Así quedó demostrado que el ajuar no siempre corresponde al sexo del difunto, aunque en muchos yacimientos pueda ser así. La Dama de Elche, debió ser una estatua seguramente parecida con su urna funeraria, pero la destrucción a que fue sometida al cortarla, nos ha privado de un estudio similar. El Tesoro de los Quimbayas, es otro caso notable de cremación. En una de las grandes esculturas de oro puro que forman este tesoro procedente de Colombia, hay un pedestal hueco y herméticamente cerrado, todo de oro fundido. Los más famosos arqueólogos del mundo entero han estudiado estas esculturas, las han manoseado, medido, fotografiado, sin sospechar nunca lo que encerraban. Muy recientemente se pudo abrir aquel compartimento hallando en su interior unas finísimas cenizas de color gris claro, que me fueron entregadas para su estudio. No podía aplicar el método corriente de estudio, pero sospechando que se trataba de una cremación humana finamente pulverizada, recurrí a un procedimiento muy costoso que es el estudio con microscopio electrónico. Se pudo demostrar por los procedimientos habituales de absorción atómica que se trataba de hueso humano, determinando la proporción de sales minerales y elementos químicos. Esto parece confirmar lo que ya se conocía históricamente y es que los caciques quimbayas eran quemados a su muerte y sus cenizas que no se sabía dónde iban a parar eran encerradas en estas maravillosas figuras de oro, verdaderas urnas cinerarias de aquella cultura. No sabemos las palabras que utilizaban los pueblos ibéricos para designar todo lo relativo a la cremación, por eso hoy usamos las palabras latinas que nos legaron los romanos y hablamos de bustum, ustrinum, rogus, lignum, humatio, fumus, exequias, pira, bus-tuarius gladiator, bustualis, palabras tomadas de los escritos de Cicerón, Ammianus Marcelinus y otros autores del antiguo Imperio romano.

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