Escritores del Noreste Resumen: El noreste mexicano integrado por Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, ha sido escenario de obras y escritores muy notables para la literatura mexicana. En ésta ponencia se analizará la vida y obra de tres escritores. Uno por cada estado: por Coahuila a Ambrose Bierce quien llegó en 1913 a Sierra Mojada para entrevistarse con Pancho Villa y fue fusilado por ser considerado un espía norteamericano. Fue un escritor, periodista y editorialista norteamericano. Inspiró a Carlos Fuentes para escribir la novela El Gringo Viejo. Por Nuevo León trataremos a Manuel Payno, quien comenzó su carrera literaria al describir relatos ocurridos en pueblos de Nuevo León y de Tamaulipas a Ricardo Garibay quien al casarse con una joven de Reinosa, fue testigo de la tradición oral de su familia política para armar un guion de cine que luego se hizo novela: de Los Hermanos del Hierro a Par de Ases. Palabras claves [El Noreste] [Crónica] [Frontera] [Relato] [Regional]

Antonio Guerrero Aguilar Sociedad de Historia de Reynosa, A.C.

Manuel Payno en Nuevo León La obra de Manuel Payno (1820-1894) es muy importante para conocer la vida y las costumbres del siglo XIX. Autor de una buena cantidad de obras literarias e históricas. Sobresalen Los bandidos de Río Frío, tal vez el estudio costumbrista más amplio que existe en la literatura mexicana, El Fistol del Diablo, El hombre de la situación, El libro Rojo entre otros más. Entre 1839 y 1844 radicó en Matamoros, Tamaulipas. Trabajó como empleado y luego como contador en la aduana. Para 1840 secretario particular de Mariano Arista en el Ejército del Norte, alcanzando el grado de teniente coronel. Desde 1838 empezó a publicar narraciones cortas para varios periódicos, revistas y publicaciones de la ciudad de México. Su vocación literaria se forjó en la frontera aledaña al Río Bravo o Grande del Norte. En 1839 emprendió un viaje hacia el Presidio de Río Grande, actual Guerrero, Coahuila, conoció Reynosa, Camargo, Mier, Revilla (actual Guerrero Viejo) y Laredo aún perteneciente a Tamaulipas. El escritor anotó sus impresiones de viaje en su cartera y las enriqueció con entrevistas personales de los habitantes de la región. Llegó a los diecinueve años montado en un alazán tan flaco como brioso, una espada tan larga como desafilada, con unas pistolas de media vara de largo que habían pertenecido a su abuelo y una cabeza llena de pensamientos románticos. Payno llegó a Nuevo León atraído por la riqueza de una posible mina. Pasó por Sabinas, Villaldama, Bustamante y Lampazos. Todas las narraciones fueron publicadas en el periódico El Siglo XIX y en el Museo Mexicano a partir de la década de 1840. Algunas de ellas aparecen en el libro Novelas Cortas, publicado por Porrúa en 1992. En 1844 describe a Monterrey: al puente de la Purísima, situado en la calle de Diego de Montemayor, entre las calles de Juan Ignacio Ramón y 5 de Mayo el cual destruyeron en la década de los treinta, por mandato de un hijo de Plutarco Elías Calles, del mismo nombre y que en ese entonces era alcalde de la ciudad. Sobre ese puente se hallaba la escultura de una imagen de nuestra señora de la Purísima Concepción. Del Ojo de Agua y del ya desaparecido bosque de Santo Domingo que dio origen a la arboleda llamada El Nogalar, dónde el ejército que ocupó Monterrey en septiembre de 1846 estableció su cuartel; del repoblamiento hacia el norte de la ciudad y de la intención de construir una nueva catedral entre las calles de Juárez y Manuel María de Llano. Esa catedral que solo quedó en proyecto y los cimientos que sirvieron como ciudadela durante algunas intervenciones militares. Para Payno, Monterrey es una de las ciudades más pintorescas y acaso más desconocidas de México. “Monterrey está situado en un pequeño valle al pie de las últimas montañas de la Sierra Madre, dista de la capital de la república como doscientas cuarenta y de los puertos de Tampico y Matamoros, poco más de cien leguas. El plano de la ciudad es bastante regular: los edificios si bien de esa clase de arquitectura sin belleza ni elegancia, son sólidos, de buena apariencia y cómodos en lo interior: las calles son rectas con sus respectivas banquetas, empedrados y alumbrados en las noches, la catedral es un templo semejante a nuestras celebradas iglesias de Santo Domingo o de San Agustín. Pero lo que hace que la población sea extremadamente bella, es su situación al píe de dos cerros elevadísimos, el de la Silla y el de la Mitra. El primero cuyo nombre le viene sin duda de la perfecta semejanza que tiene la figura de su cima con un fuste de silla es de una altura prodigiosa y tiene una hermosura y encanto indefinibles. Tal lleno de verdor, tan megestuoso, dibujándose en el azul del firmamento. He visto multitud de cerros y montañas, pero nunca había contemplado otro tan lleno de belleza como el Cerro de la Silla de Monterrey; parece el protector de la ciudad y el confidente de los astros. Por las mañanas el sol le envía sus primeros fulgores y lo tiñe de púrpura; por las tardes reclina un momento sobre él y sacude sobre su cabellera de oro en su cima llena de flores y arbustos y en las noches se ve sobre su último picacho al parecer clavada a la luna blanca y hermosa como una perla o al lucero vespertino arrojando sus pálidos y temblorosos fulgores. El otro cerro tiene aunque imperfectamente, la figura de una mitra y también por ese motivo le han llamado así; pero ni su situación ni su figura, ni su fertilidad igualan a la del antecedente. El cerro solo, como va expresado, haría de Monterrey uno de los sitios más bonitos de la república, pero aún tiene otros extremadamente pintorescos, tales como el Ojo de Agua; el puente de la Purísima y el bosque de Santo Domingo. El primero es un manantial de agua clarísima, situado en un extremo de la ciudad y rodeado de árboles, de plantas y de flores, pero que crecen con tal exuberancia y fertilidad, que casi se entretejen con otras, formando

materialmente una alfombra de flores y un toldo de verduras. En éste ojo de agua hay algunas clases de pescado bastante buenos y sobre todo un excelente camarón de un tamaño extraordinario, que no lo había visto antes, ni aun en las lagunas de las orillas del mar. El puente de la Purísima está construido en el río que se forma, según creo, con las vertientes del Ojo de Agua, para comunicar una parte de la ciudad con otra, donde están edificando muchas casas y se comenzó a levantar una nueva catedral. A la izquierda del puente ay una calle formada de preciosas casitas y de huertas, sombreadas por unos álamos y éste punto es el paseo en los días festivos. Acaso se figuraran los que lean esto que ninguna belleza debe tener un paseo semejante; por el contrario, la vista de la campiña verde y frondosa terminada en el cerro de la Silla y la dulzura que se experimenta al ver deslizarse las aguas del río, diáfanas y cristalinas por entre la multitud de árboles y de plantas silvestres y el ambiente tan puro que se respira, hace que éste paseo formado por la mano de la naturaleza que por las del hombre, sea uno de los más gratos que puedan concebirse. El clima de Monterrey es extremoso y en tiempos de otoño el calor es a veces más sofocante que en la costa, habiendo además la circunstancia de que caen fuertes chubascos, acompañados de multitud de rayos. Por lo demás es bastante sano y los mosquitos y animales ponzoñosos no son tan abundantes”. Los habitantes de Monterrey son amables y hospitalarios, pero con algunas afecciones de provincialismo. Entre las mujeres, vio una sencillez, candor y modestia muy apreciables. Solo ve una desventaja en Monterrey: de nueva cuenta las constantes depredaciones de los llamados indios bárbaros. Si no hubiera ataques, Monterrey sería una de las ciudades con mucho progreso y una de las regiones donde se pasaría una vida quieta y tranquila.

El Gringo Viejo Carlos Fuentes en su novela Gringo Viejo nos habla de la disyuntiva de un Gringo Viejo que vino a México a morir: “morir o escribir, amar o morir”. (Fuentes, 2010: 11) Esta obra se inspiró en la vida de Ambrosse Bierce nacido un día 24 de junio de 1842 en Horse Cave Creek, en el condado de Meigs, Ohio. Creció en Kosciusko, Indiana para luego ingresar en 1859 a la escuela militar de Kentucky. Dos años después, se alistó en el noveno regimiento de voluntarios de infantería de Indiana. Al concluir la guerra civil en 1865, se dedicó a ejercer el periodismo en San Francisco y luego a las letras en donde pronto ganó fama de escritor. Autor de “El Diccionario del Diablo”, “El Monje y la Hija del Verdugo”, “La Mirada Cínica”, “Cuentos de Soldados y Civiles”, “Fábulas Fantásticas” y “El Reino de lo Irreal”, entre otras más. Rebelde, pendenciero, violento y una constante búsqueda de la muerte, el dolor y la desesperanza. Se supone que buscó una entrevista con Pancho Villa para documentar su lucha en la revolución mexicana. Escribió una carta el 1 de octubre de 1913 a un familiar en Washington en donde anunciaba su propósito: “Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!”. En octubre de 1913 salió de Washington. Llegó en diciembre de 1913 a El Paso, Texas para luego perderse en las soledades del desierto de Chihuahua o del Bolsón de Mapimí. Probablemente ya presentía su final y por eso acudió a México a enfrentar su último destino. Ambrosse Bierce fue un Gringo Viejo, con 71 años de vida vino a morir a México. Y esa odisea dio origen a una de las historias más famosas en la literatura contemporánea. De acuerdo a la tradición popular, en el panteón de Sierra Mojada yacen los restos de Ambrosse Bierce, quien fue fusilado por las tropas villistas. Carlos Fuentes se inspiró en su vida para escribir la célebre novela "Gringo Viejo", la cual trata de un escritor que vino a México primero a entrevistarse con Francisco Villa y también a morir. La historia oficial ubica la muerte de Bierce en el sitio de Ojinaga en enero de 1914. Pero la gente de Sierra Mojada afirma que primero fue obligado a cavar su propia tumba, luego le concedieron su último deseo, a lo que el escritor pidió fumar un cigarro. Después de esto, lo fusilaron para caer en su tumba. Gracias a testimonios orales a las que el sacerdote Jaime Lienert, Bierce fue fusilado en el cementerio del pueblo. Ahí en su tumba se encuentra una placa: "Testigos muy confiables suponen que aquí yacen los restos de Ambrosse Gwinnett Bierce 1842-1914, famoso escritor y periodista americano, que por sospecha de ser espía fue fusilado y sepultado en este lugar". Bierce llegó a México a morir. De la última etapa en la vida de Bierce, solo sabemos lo que hay en la novela Gringo Viejo de Carlos Fuentes y en la película en donde actúan Gregory Peck y Jane Fonda a quien interpreta como Harriet Winslow. Ambrose G. Bierce se caracterizó por un espíritu aventurero y propenso a nuevas experiencias. Bierce fue protagonista de una historia confusa y extraña, tan cuidadoso de un final inesperado para que nadie pueda decir la última palabra sobre su vida.

Los hermanos del Hierro o el Par de Ases Para Jorge Ayala Blanco, la cinta “Los Hermanos del Hierro” es la película más completa del cine mexicano y está entre las mejores diez películas mexicanas. Basada en un guión de Ricardo Garibay, logró reunir a un elenco considerado en ese tiempo como el mejor. Todos ellos alternan con los protagonistas Antonio Aguilar en el papel de Reynaldo del Hierro, Julio Alemán como Martín del Hierro, Columba Domínguez como la madre vengativa y rencorosa, David Silva como Manuel Cárdenas y Patricia Conde como Jacinta Cárdenas. La trama comienza cuando Emilio Fernández, en el papel de Pascual Velasco mata en una emboscada a Reynaldo del Hierro encarnado por Eduardo Noriega. Los niños quedan traumados por el asesinato tan vil cometido al padre adoptivo de uno de ellos y padre natural del otro. Mientras el cadáver estaba siendo velado en la cama, la viuda decide inculcar en sus hijos el deseo de venganza. Entonces contrata a Ignacio López Tarso, un pistolero errante quien hace aprender a los niños del Hierro el uso de las armas. Pasan 15 años y encuentran a Pascual Velasco en el Realito; ahí Martín cobra la muerte de su padre asesinando a Pascual. Este acto es el principio de una serie de muertes y hechos violentos alrededor de los hermanos del Hierro. Por la ejecución los hermanos son llevados a la cárcel. Es cuando aparece Pedro Armendáriz como el general Pérez Trujano, para contratar a Martín y dar muerte a un contrabandista de nombre Fidencio Cruz al tratar de cruzar el río Bravo. Y si no quieren hacerlo les advierte: los manda al juzgado de Reynosa o los mata en caliente. En una breve aparición Víctor Manuel Mendoza cuando cruza el río Bravo le grita en forma apremiante a su verdugo sabiendo de su muerte: “Aquí está Fidencio Cruz, vengan por mí hijos del…”. Perseguidos por pistoleros, militares y la justicia misma, los hermanos del Hierro vagan de rancho en rancho. Martín cuando pierde los estribos recuerda la canción que iban cantando con su padre, “Dos palomas a volar” de Jesús Gaitán. Por fin llegan al rancho de Manuel Cárdenas (David Reynoso) un ganadero con una hermana menor de nombre Jacinta, de quien Reynaldo ya estaba enamorado una vez que la vio en un baile. Pero ella se va con Martín porque finalmente fue quien le habló. Ismael Rodríguez y Ricardo Garibay apuestan por la realización de un western sicológico en el que conviven sin problemas, la venganza, el odio, la relación fraternal que suple la ausencia paterna, los complejos de Edipo tanto de Reynaldo como de Martín y sus temores infantiles convertidos en instintos asesinos cada vez que lo hacen enojar y escuchan la tonadita de la canción de “Dos Palomas al volar”. Tiene aspectos misteriosos como el cadáver tendido en la cama aun sudado como si estuviera bajo el intenso sol. Los ventarrones, los ventanales y puertas que se abren y cierran en forma violenta. En una escena el pistolero Ignacio López Tarso le recrimina a la viuda la urgencia de preparar a los niños para cobrar una afrenta. Pone a Dios como intermediario y Columba Domínguez le grita: “Tú que sabes de Dios en éstas tierras”. Este diálogo nos recuerda a un hecho verídico ocurrido en el mes de enero de 1870, cuando José Viviano García de Ciudad Guerrero, Tamaulipas, acompañado por sus hijos Ildefonso, Antonio, Mateo y Alejo y varios peones, salieron rumbo a San Luis Potosí llevando una regular cantidad de reses para su venta. Se hicieron de unos 3 mil pesos que cambiaron en oro. Previniendo un robo, le pidieron a los peones que salieran primero por seguridad y luego ellos dejaron la ciudad, sin saber que la misma casa comercial en donde hizo el cambio de moneda, había advertido de la operación a una gavilla de ladrones. A una jornada de San Luis Potosí, en el rancho “La Estanzuela” fueron atacados por una veintena de malhechores. Los hijos murieron y don José Viviano resultó seriamente herido. A muchos kilómetros de distancia, la esposa y madre, Susana Peña presintiendo lo peor salió al patio pidiendo por la vida de sus hijos y de su esposo. En ese se oyó una voz que la avisaba: “cuenta los pájaros que veas pasar y los que sumen, esos son los muertos”. Y así lo hizo, contó cuatro avecillas para luego caer desmayada. Con el correr del tiempo, llegó a Guerrero José Viviano, ya más cansado y herido por la muerte de sus hijos. Desde entonces cada vez que podía, Susana gritaba: “No hay Dios, yo una vez en vida le pedí auxilio, como creo que nadie se lo haya pedido jamás y por respuesta tuve la más absoluta indiferencia, por lo que creo que no puede haber tal Dios”.

Cuenta que Ricardo Garibay no quería a Julio Alemán pues ya tenían contratado a Gastón Santos. Finalmente no aceptó y eligieron a Julio Alemán para actuar en la película. Tampoco le gustó la contratación de Antonio Aguilar pues lo consideraba ya viejo para la edad del personaje. El guión es de Ricardo Garibay nacido en Tulancingo, Hidalgo en 1923 y fallecido en Cuernavaca, Morelos en 1999. Su cercanía con el norte de Tamaulipas se debe a su matrimonio en 1948 con una joven oriunda de Reynosa. Por cosas de la vida debió vivir en la casa de sus suegros Napoleón Velasco Garza y Luz Hernández en 1950. Se sintió atraído en la historia de los pistoleros que se formaban desde su niñez para cumplir con los deseos de venganza. Supo la historia de unos hermanos de Matamoros, Tamaulipas de apellido del Fierro, dedicados desde niños a ser pistoleros cuando les mataron a su padre. Napoleón le advirtió una vez: “En el norte hay una raza con su camposanto que es de ellos. Todos han muerto matados a balazos, luego de matar a gentísimas que no acabas de contarlas. Y de esa raza salen canelos y alborotados y otros salen cetrinos, oscuros ellos”. Ya con relatos, anécdotas y personajes comenzó a escribir una historia, llevándole a 18 años para hacer el guión, 21 para llevarla al cine y 27 para hacerlo novela. Una trama realizada a base del “enredo furioso, hecho a destazos, con rencor a su materia rica y elemental” (sic). La novela se llama Par de Ases y trata la historia de los hermanos del Hierro; uno llamado Reynaldo y el otro Valente los cuales se hacen pistoleros para vengar la muerte de su padre forzados por la madre. La venganza para salvar el honor y la integridad, son la única opción que tienen después de ver morir al padre. Para Garibay la gente de la frontera y especialmente de Reynosa es de “largos silencios, rica por dentro, pobre por fuera, echado para adelante, francote, bárbaro, el que no tiene para donde esconderse y su mejor defensa y escudo es el nombre y la fama”. En conclusión El noreste mexicano fue el sitio inspirador para la obra de tres grandes escritores, dos de ellos correspondientes al siglo XIX y otro al XX. Lo más interesante del caso es que uno de los escritores más famosos de los Estados Unidos tejió una historia y un final que termina de escribirse en el semi desierto de Coahuila. De Manuel Payno podemos recoger muchas ideas: el ejercicio de leer el género de las crónicas de viaje es poco conocido, olvidado pero es importante en varios sentidos. La forma tan literaria y poética con las que narra los lugares que conoció, sus montañas, su vegetación, su gente, sus problemas. En las postrimerías de su vida, siempre recordó a todos éstos lugares. Con nostalgia, veía en su mente una región que le dio la inspiración necesaria para la escritura de sus mejores obras. Valdría la pena hacer una selección de sus textos para darlos a conocer adecuadamente. Ricardo Garibay habla de la gente de la frontera y de cómo ésta aprendió a convivir durante 300 años en una región considerada como de guerra viva. Sin duda que Manuel Payno, Ambrose Bierce y Ricardo Garibay sin ser del noreste mexicano, admiraron, escribieron y tejieron sus obras en éstos estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.

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