Esclavitud y trabajo asalariado

Esclavitud y trabajo asalariado El sistema productivo no es una estructuración estática. A lo largo de la historia de la humanidad ha tenido muy disti...
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Esclavitud y trabajo asalariado El sistema productivo no es una estructuración estática. A lo largo de la historia de la humanidad ha tenido muy distintas concepciones, condicionadas por los sectores productivos predominantes en cada momento, la estructura de la sociedad y la concepción del poder de la clase dominante. La esclavitud ha sido, durante siglos, un mecanismo de generación de riqueza que, en manos de los poderosos, ha llenado sus arcas. Para mantener el sistema se ha recurrido a muy distintas justificaciones. Si en la época antigua era habitual considerar al enemigo lo suficientemente deshumanizado como para convertir en esclavos a los prisioneros de guerra, o incluso realizar expediciones en territorio del adversario con el único motivo de conseguir prisioneros que esclavizar (lo que hoy llamaríamos “guerras preventivas”), la imposibilidad de atender las deudas contraídas fue una justificación para convertir en esclavos a personas libres del propio seno de la sociedad, primero, y en objeto de “servidumbre por deudas” posteriormente, situación esta que aun hoy pervive en muchas partes del mundo. Pero en tiempos más recientes, fue la diferenciación externa la base para mantener la esclavitud, y como quienes más diferentes, externamente, resultaban eran los negros, a ellos les tocó, mayoritariamente, esta cruel lotería. Eran los candidatos ideales. No habían formado parte del desarrollo social y cultural de la sociedad técnica y económicamente dominante que era Europa y sus colonias, presentaban una diferenciación física evidente (color de piel, rasgos) que permitían una clara y rápida identificación. Una sociedad pagada de si misma, que consideraba su propia cultura muy por encima de las demás y una clara prueba de su superioridad racial, encontraba más fácil la aplicación de las teorías de la esclavitud al hacerlo sobre un colectivo sobre el que se podía argumentar la existencia de una diferenciación cualitativa. La situación anterior, donde la persona integrada en la propia sociedad podía pasar de la situación de libre a esclava generaba un alto grado de inseguridad. Y por otra parte el proceso, primero, de la consolidación del Imperio Romano y, por tanto, la consiguiente reducción del aporte de prisioneros de guerra, que constituían la fuente principal de esclavos, y en segundo lugar el proceso de feudalización a que dará lugar la posterior desaparición del mencionado imperio, dará lugar a la sustitución de la esclavitud por la servidumbre, que aun conservando características propias de la esclavitud, tiene también diferencias. Por contra, al establecer previamente grados de humanidad (la sociedad dominante es cien por cien humana, los candidatos a esclavos están en un escalón intermedio entre humanos y animales) da seguridad y permite aplicar una cierta “lógica” e incluso “justificación” (Se ha llegado a afirmar

que la esclavitud salvaba a los esclavos de si mismos al proporcionarles acceso –restringido, muy restringido, eso sí- a los avances de la sociedad europea cristiana). Quien es esclavo, lo es porque este es su papel en este mundo. ¿Qué cambió para que se cuestionara la esclavitud? ¿Fue consecuencia de una evolución de mentalidad o hubo algo más? Voces críticas con la esclavitud siempre han existido, pero ello no ha sido óbice para que el sistema productivo, que tenía un importante motor en ella, las ignorara sistemáticamente. Así pues no cabe pensar que este pueda ser el único motivo. ¿Cuanto costaba un esclavo en la antigua Roma? Es una pregunta compleja, especialmente porque la estructura de los valores aceptados por la sociedad ha cambiado mucho de una época a otra. Para hacer la valoración de la equivalencia entre las monedas de distintas épocas, se recurre a comparar productos más o menos equivalentes, como pueda ser el pan, el vino o el jornal diario. Es evidente que estas reglas de comparación adolecen de claras limitaciones. Un ejemplo, el peso del pan, como elemento de valor, en la sociedad ha variado mucho. Así en una sociedad como la romana, el pan tenía una importancia en la alimentación de la que hoy carece, y por consiguiente su valor económico era mayor. Pero no solo el pan. La propia alimentación en su conjunto representaba la mayor parte de los recursos de las personas, frente al 20% dedicado por la sociedad occidental actual. Algo similar ocurría con el vestido que resultaba terriblemente caro. No olvidemos la carencia de medios tecnológicos para su fabricación, por lo que los costes eran enormes. Si optamos por valorar un tipo de cambio en función de los precios de objetos comunes, no podemos esperar otra cosa que este sea irreal. Por ello he optado por una vía alternativa, buscar la equivalencia entre los salarios básicos. Es decir entre nuestro salario base interprofesional y lo percibido por un peón o cualquier otra actividad laboral básica. Nuevamente hay que hacer matizaciones. La antigua Roma abarca un periodo de, aproximadamente, 1200 años, desde su fundación (753 a C., según la tradición) hasta su desaparición (476 d C., sin contar el Imperio Bizantino). Es evidente que la economía de la antigua Roma se vio afectada por diversas crisis, como se ve la nuestra. Que tuvo que soportar periodos de inflación, como nosotros, y vivió épocas de auge. Así que, sea cual sea el

dato que escojamos para comparar, será una visión totalmente parcial y susceptible de ser discutida en base a otros datos. Pero de algo hay que partir. No solo lo anterior resulta altamente condicionante. Los datos para la segunda parte de la ecuación los obtengo de nuestro entorno directo, la sociedad española. Pero claro, el salario básico español no es el mismo que el de Francia, Alemania, que son más altos, o los de cualquier país hispanoamericano, que son más bajos. Variando la referencia, nos varía automáticamente el resultado. Tómese pues este dato con todas las salvedades necesarias y entendiéndolo como simplemente indicativo. Consultando distintas fuentes obtengo la siguiente información. Según un contrato de trabajo del año 164, se establece un salario de 2 sestercios y un as diarios (más manutención y alojamiento). Si multiplicamos dicho salario por 365 días nos da un importe de 876 sestercios, o lo que es lo mismo 219 denarios. Sin embargo hay que tener en cuenta que en la antigua Roma eran más los festivos que los laborables, siendo los primeros unos 200. Ello reduciría el total a 396 sestercios, o, alternativamente, 99 denarios. Estas cantidades se corresponden con otras fuentes que cifran los siguientes importes referidos a actividades concretas: Secretario 180 denarios, profesor 144 denarios, mensajero 108 denarios. En base a ello podemos dar por válida la cifra de unos 100 denarios/año como el equivalente a nuestro salario base interprofesional, es decir 8862 euros (633 euros por 14 pagas). ¿Y cuanto valía un esclavo? Nuevamente las referencias son varias. Especialmente porque lo que estaban dispuestos a pagar los futuros propietarios del mismo variaba bastante en función de si se trataba de un esclavo que tuviera alguna habilidad especial o no, y en especial si se trataba de una esclava, donde el componente sexual tenía un considerable peso. Recordemos que era una sociedad eminentemente patriarcal, con todo lo que ello supone. Así, el mínimo podemos establecerlo en unos 500 denarios (en referencias al tema, del siglo II, encontradas en Inglaterra, se cifra la operación de una venta de dos esclavos en 5.048 sestercios (631 denarios cada uno). No obstante si se hubiera tratado de una mujer, el precio habría podido llegar a situarse en una horquilla de 2.000 a 6.000 denarios. Si trasladamos esas cifras a euros, de acuerdo con la escala previamente establecida, las cantidades resultantes se sitúan en un mínimo de 44.000 euros y una horquilla máxima de 177.000 – 531.000 euros Pero si nos trasladamos en el tiempo y analizamos los datos correspondientes a los últimos años de la esclavitud en Estados Unidos, podemos observar como los criterios han cambiado y lo más valorado es un hombre de entre 25 y 30 años, lo que induce a pensar que ello obedece a que la obtención de la mano de obra esclava no es tan fácil como en la antigua roma y el interés por ella es más económico.

Para la valoración de los costes, podemos partir de dos criterios. O bien seguimos el ya usado anteriormente, o buscamos la equivalencia económico del dólar de 1850 con el actual. En el primer caso, encontramos estudios que sitúan los salarios de la época en un abanico de que sitúa el salario entre los 10 y 20 dólares/mes, por lo que tomando el valor medio obtendríamos un importe de 180 dólares anuales. Por otra parte, tampoco es claro el importe de la compraventa de esclavos pues sus cifras varían según las fuentes, en un abanico que va desde los 800 dólares a los 1500. Si aplicamos sobre estos datos los criterios ya antes usados, la actualización del valor de compraventa se movería en el rango de 40.000 a 74.000 euros ¿Y si actualizamos el valor del dólar? Según las fuentes consultadas y admitiendo la enorme dificultad de establecer un cálculo fiable para el proceso de inflación en un periodo tan largo (solo puede entenderse como una tosca aproximación), un dólar de 1850 representa 0,036 dólares actuales, lo que nos lleva a la siguiente valoración, una horquilla de, aproximadamente, 22.000 a 42.000 dólares actuales, 16.500 euros a 31.600. No debe extrañar la discrepancia pues, como ya se ha apuntado anteriormente, estas cifras deben ser tomadas con muchas precauciones dadas las enormes incertidumbres de las que partimos. De hecho hay autores (economistas) que dan cifras actualizadas mucho mayores para el precio de un esclavo, ya que introducen factores de valoración que tienen en cuenta el peso de los productos en la economía (por ejemplo, el hecho que del salario, más del 50% fuera dedicado necesariamente a la alimentación cuando hoy apenas representa el 20%). Debemos tener en cuenta también los costes de mantenimiento. Según estudios referidos al periodo ingles de 1680 a 1700, los costes se cifraban en 8 peniques por día. Si procedemos a transformar esta cantidad en dólares anuales de 1850, la suma resultante es de 94,68 dólares, cantidad que es coherente con lo antes mencionado (50% del salario dedicado a la alimentación). A la vista de los datos, puede parecer un buen negocio la esclavitud. Si el salario de un trabajador libre lo situamos en 180 dólares anuales y tenemos

en cuenta que la esperanza de vida activa se situaba en 20 años, la comparativa nos da los siguientes resultados:   

Trabajador libre 180 dólares x 20 años = 3.600 dólares Esclavo 800 dólares + 94,68 dólares x 20 años = 2.693,60 dólares Esclavo 1.500 dólares + 94,68 dólares x 20 años = 3.393,60 dólares

Sin embargo a esto ha que añadir algo más. La esperanza de vida no activa se situaba en 5 años y los niños empezaban a trabajar a partir de los 7 u 8 años (evidentemente con una productividad muy inferior a la esperada de un adulto. Si bien la reproducción del esclavo era un beneficio, implicaba unos costes añadidos. Si añadimos los costes de los periodos de inactividad más los añadidos por la reproducción, las cifras quedan de la siguiente manera.  

Esclavo 800 $ + 94,68 $ x 20 años + 94,68 $ x 5 años + 94,68 $ x 7 años = 3.829,76 $ Esclavo 1.500 $ + 94,68 $ x 20 años + 94,68 $ x 5 años + 94,68 $ x 7 años = 4.529,76 $

Con ello la rentabilidad de tener esclavos desaparece. A ello hay que añadir los periodos de enfermedad y el hecho de que el trabajador libre era contratado para el trabajo concreto. De hecho en buena parte de las fuentes se cifran los salarios por día de contratación, claro indicativo de inestabilidad laboral. Por el contrario el esclavo debe ser alimentado tanto si realiza trabajo como si no. Hay otro factor quizás aun más importante. La esclavitud es propia de formas productivas agrarias, es decir, fue la base de la producción económica cuando esta tenía su fundamento principal en el sector primario. Y cuando no era reconocida como esclavitud, adoptaba la forma de servidumbre (siervos de la gleba), por la que el siervo estaba unido a la tierra que cultivaba y dependía directamente del noble que detentaba todo el poder. Pero la revolución industrial lo cambió todo. El peso de la economía bascula hacia el sector naciente industrial y las necesidades productivas son otras. Entre ellas, y no la menor, la necesidad de la existencia del consumidor. Por definición, el esclavo no puede ser un consumidor. Así pues el nuevo capitalismo industrial se ve favorecido por la abolición, que creara nueva mano de obra libre y consumidores para los productos fabricados por la industria. No debe extrañar pues que el Norte de los EUA, industrial, defendiera la abolición frente al Sur, agrario y partidario de la esclavitud. No es, por tanto la historia de la abolición, la manifestación de una inquietud humanista ni mucho menos. Tras los ropajes de buenas intenciones, se esconde la nueva visión económica. Y por ese mismo motivo la esclavitud, sin su nombre y sin las leyes claramente opresoras y denigrantes que la configuraban, sigue existiendo a través de las relaciones laborales que fomentan la sobreexplotación, el parasitismo empresarial y las cada vez mayores bolsas de pobreza y marginación.