Episodio de la lucha contra el Maquis

EMBOSCADA EN LA MINA DE SANTA QUITERIA Episodio de la lucha contra el Maquis Exterior de la Cocina de Los Cojos, lugar de la emboscada A modo de in...
0 downloads 0 Views 1MB Size
EMBOSCADA EN LA MINA DE SANTA QUITERIA Episodio de la lucha contra el Maquis

Exterior de la Cocina de Los Cojos, lugar de la emboscada

A

modo de introducción presento seguidamente tres relatos de los historiadores de referencia sobre este episodio ocurrido en 1950 al sur de La Jara: La primera cita pertenece al historiador de la Guardia Civil Francisco Aguado Sánchez y la segunda a un informe mecanografiado que los autores citados abajo pidieron a la comandancia de Toledo para incluirlo en su obra. Los informes de la fuerza pública han sido considerados como base para el estudio de las acciones de los guerrilleros antifranquistas aunque los historiadores contemporáneos han demostrado que están plagados de errores de espacio y de tiempo que en su conjunto intentan favorecer una ideología concreta, el franquismo, y justificar la represión de la Benemérita contra los que eran considerados bandidos, bandoleros o forajidos.

1)

“La partida de Eugenio Herrera (a) “Cuquillo”, formóse también con restos de la 22 división (“Chaquetalarga”). “Cuquillo”, natural de Castilblanco, había sido fundador de la Casa del Pueblo, en su localidad natal. Fugado de la cárcel de Chillón (Ciudad Real), había merodeado largo tiempo por las provincias de Badajoz, Ciudad Real y Toledo. Con el “Comandante Donato”, “Perdiciones” y la “Golondrina”, formó en 1948 una partida que mantuvo el contacto con los demás. Sólo cometió pequeños

1

atracos para subsistir. Durante 1948 y 1949, merodea en la provincia de Badajoz, donde cuenta con una red propia de enlaces. En 17 de febrero (1948) roban comida en Molino Collado, del término de Talarrubias; en 4 de octubre, repite la misma acción en Molino Muro, de Helechosa de los Montes y el 28 del mismo mes en varias fincas, del término de Casas de Don pedro. Con iguales pretensiones reaparece en 13 de mayo (1949) en el Toledano de Helechosa; el 30 en Casa Ortiz, del término del Valdecaballeros y el primero de octubre en Molino Pacha, de Talarrubias. En el paraje Tejuvieda, atraca a varios vecinos de Agudo, que se dirigían a la feria de Herrera del Duque. Consigue 12.500 pesetas. A primeros de 1950, “Cuquillo” se ha corrido al enclave de Anchuras, donde en el Manzanillo roba una escopeta y algunos víveres. Localizado su escondite en la Mina de Santa Quiteria (Toledo), se les hizo la espera y el 30 de abril, en refriega al no obedecer las intimidaciones, fueron eliminados.”

(AGUADO SÁNCHEZ, F.: El Maquis en España, Editorial Librería San Martín, 1975, p. 476)

2)

La partida de bandoleros conocida por la del “Cuquillo“, que si bien no ejerció actividad alguna dentro de la provincia, pues su campo de acción lo tenía principalmente en la de Badajoz, disponía de un enlace en una casita del término de Mina de Santa Quiteria, de esta provincia, próximo al límite con la de Badajoz. Descubierto este enlace por la comandancia, en el indicado día se montó el servicio de emboscada, que en días anteriores ya se venía realizando, y al fin se avistó la fuerza con la partida y dio muerte a sus componentes, Eugenio Herrera García, “Cuquillo“; Adrián Escribano Calderón, “Hocino“; Nicolás García Díaz, “Perdiciones“ y Felisa Paredes Aceituno, “Golondrina“. Se les ocupó todo el armamento que llevaban. (Informe de la GC recogido por SUEIRO, D. y LLAMAS, R. en : Crónicas de los Montes de Toledo, Andanzas de dos furtivos, Penthalon, 1982, p. 166) La historiografía moderna no comprometida con la defensa del Régimen franquista plantea esta cuestión de otra manera: No considera a estas personas como salteadores de caminos sino como la oposición armada y organizada al Régimen de Franco durante la posguerra. En los aspectos metodológicos se abre a las fuentes orales de los vecinos, agentes y colaboradores que participaron en los hechos. Tiene en cuenta otros documentos, como cartas, actas, fotos, registro civil, y al final da una visión global más acertada que los informes básicos de la fuerza pública de los años del franquismo. Este es el relato de Benito Díaz, historiador talaverano que ha publicado recientemente varios estudios sobre el maquis en la zona centro y en la provincia de Toledo:

3)

“[El Cuquillo]: Pero su manera de actuar no gustaba al resto de los componentes de esa agrupación, pues le acusaban de que iba por libre y no cumplía ninguno de los objetivos que se le encomendaban. Junto a Elisa Paredes Aceituno, Golondrina, que era su compañera sentimental, Nicolás García Díez, Perdiciones, y Adrián Escribano Calderón, Hocino o Comandante Donato, formó su propia partida. Elisa, natural de Campillo de la Jara, se fue a la sierra el 26 de enero de 1945, cuando tenía sólo 15 años, en compañía de su padre, Práxedes Paredes, y de uno de sus hermanos, de tan sólo 9 años.

2

Los hombres liderados por Cuquillo tenían muy poca actividad, la imprescindible para conseguir los recursos necesarios para sobrevivir en la sierra. Eran bastante astutos, pues conseguían confundir sus acciones con las realizadas por los hombres del Veneno, con los que a veces tuvieron contacto. Generalmente, daban un golpe económico y se escondían luego en alguna casa de seguridad, espaciando bastante sus intervenciones, por lo que apenas se exponían. Su campo de acción se centraba en Badajoz, pero también operaban por Toledo y Ciudad Real. Después de realizar pequeños robos por los términos de Talarrubias, Helechosa de los Montes, Casas de Don Pedro, Valdecaballeros y Agudo, el 7 de enero de 1950 robaron en la finca El Manzanillo de Anchuras de los Montes de donde se llevaron algunos víveres y una escopeta. Eugenio y Elisa, que habían tenido varios hijos en la sierra, que debieron dejar abandonados en casas de campo, acompañados de notas explicativas del por qué de esos abandonos, iban a ser otra vez padres a finales de abril o primeros de mayo. Según un médico que había atendido a Golondrina, esta vez el parto era doble. Para que esta diera a luz en las mejores condiciones posibles, decidieron esconderse en la casa de campo que una prima suya tenía en las proximidades de Minas de Santa Quiteria (Toledo); pero esta y su marido habían sido descubiertos por la Guardia Civil, y tras someterles a fuertes sesiones de torturas acabaron confesando su colaboración con la partida del Cuquillo. Durante días miembros de la Benemérita permanecieron emboscados en la casa, haciendo la espera. El 30 de abril de 1950, El Cuquillo y sus tres compañeros entraron en la casa y entonces los acribillaron a balazos. Uno de los guardias civiles quiso salvar a La Golondrina pero esta prefirió morir abrazada a su compañero. (nota: testimonio de Celedonio Moreno Blanco, Fuentes, 26 de agosto de 1999). (…) El cadáver de la Golondrina fue llevado al cementerio de Sevilleja de la Jara, donde fueron a verlo muchas personas de Campillo de la Jara, localidad en la que había nacido. Estaba vestida de militar, tenía el pelo muy largo y llevaba cartucheras, pudiéndose apreciar su avanzado estado de gestación. Los fuertes remordimientos acompañaron durante toda su vida al matrimonio en cuya labranza murieron estas cuatro personas. Las autoridades quisieron recompensar su colaboración, arrancada a base de torturas, dando al marido un puesto de peón caminero. (DÍAZ DÍAZ, Benito: La guerrilla antifranquista en Toledo, Talavera, monografías Revista Cuaderna, 2001, p. 286 )

El 16 de mayo de 2001 el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad una Proposición No de Ley por la que se rehabilita a los maquis de la posguerra y se les otorga la categoría de luchadores por la libertad con la consideración de oposición armada a la Dictadura.

3

A

principios de 1950 el movimiento guerrillero que actuaba en el sur de la comarca de La Jara se encontraba desecho y derrotado… no constituía ya ninguna amenaza para el Régimen. Pocos quedaban ya después de la captura y muerte, el 13 de septiembre del 46, de los mandos de la 1ª Agrupación Guerrillera de la zona Centro en el maizal de la huerta del tío Matapulgas de Talavera, de la posterior muerte del comandante de la 14 División Jesús Gómez Recio, Lamío, o Quincoces, el 27 de octubre, y de sus familiares y compañeros de lucha.1 Además, el reconocimiento oficial a la victoria de las fuerzas del orden ya se había producido y ponía punto final a esta batalla librada en la zona Centro: el 3 de marzo de 1947 el teniente coronel de la Guardia Civil Eulogio Limia y el comandante Bernardo GómezArroyo y Granda, jefe del sector de Límites de Puente del Arzobispo, habían recibido un homenaje en la plaza de esta localidad seguido de la La Cocina de los Cojos desde el sur imposición de sendas cruces al mérito militar 2ª clase “en reconocimiento a sus servicios prestados”, de manos del gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, D. Blas Tello y Fernandez-Caballero y del alcalde de Madrid, D. José Moreno Torres. Todo ello costeado por los ayuntamientos de la comarca.2 Dos meses después, en mayo del mismo año, el comandante fue recibido por el Generalísimo en la audiencia de jefes militares que tuvo lugar en el Palacio de El Pardo.3 Resulta significativo echar un vistazo a la comitiva de la audiencia de aquel día. Puede dividirse en dos grupos: Por un lado los jefes pertenecientes a cuerpos técnicos del ejército entre los que sobresale el general Jorge Vigón Suero-Díaz, que llegaría a ser ministro de obras públicas en 1957; y por otra parte los pertenecientes a las fuerzas represivas, los auténticos exterminadores de la oposición armada al régimen: La encabezaba el general Mohamed ben Mizziam, amigo personal del dictador, jefe de las tropas moras que durante la Guerra Civil lucharon con extrema violencia y que aterrorizaron a la población civil por las violaciones y asesinatos que cometían contra las mujeres.4 La Guardia Civil estaba representada por el general Julián Lasierra Luis, que se dedicaba a labores de limpieza en Motril con el objetivo de eliminar a los maquis de la Agrupación Guerrillera de Granada mediante la creación de escuadrones de la muerte. El 1 de agosto, poco después de la audiencia, ordenaría la ejecución de 11 personas en Los Tablones de Motril y su enterramiento en una fosa. 5 El segundo representante, nuestro comandante, ya tenía su historial de torturador y exterminador en La Jara: El 10 de abril de 1939, recién terminada la guerra, los soldados republicanos de Sevilleja de la Jara que volvían desmovilizados de los frentes de Madrid fueron arrestados por el comandante militar de la plaza para

4

iniciar el proceso de depuración de responsabilidades, que consistía en someterlos a interrogatorios bajo tortura en casas habilitadas como cárceles. Allí los estaba esperando Gómez-Arroyo que los recibió a puñetazos y dirigió las brutales palizas incitado por las acusaciones de los falangistas locales y jaleado por ellos. Se ensañó sin compasión contra Florentino Sánchez Espejel y el guardia de asalto Faustino Fernández Durán, que sufrió lesiones en la cara que le dejarían secuelas de por vida.6 Pocos días después, el 25 de abril, mandó arrestar, ejecutar extrajudicialmente a 28 vecinos de Alcaudete, localidad donde había nacido, y enterrarlos en una fosa común situada a las afueras del pueblo en la finca La Pradera de su propiedad.7 En esta segunda mitad de la década de los 40, como reacción del Régimen contra el aislamiento internacional, se preparaba un ambicioso programa de obras publicas además de la ofensiva final contra el maquis que se haría con instrumentos jurídicos que legalizaran definitivamente el exterminio. El Decreto-Ley de Gobernación sobre represión de los delitos de bandidaje y terrorismo, de abril del 47, imponía la pena de muerte a los jefes de partida y componentes de la misma, a los que empuñaran las armas para atentar Foto: Contrapartida; procedencia y autor en: http://www.oocities.org/es/museo_virtual_guerrillero/ contra la propiedad, para perpetrar contrapartidas.htm secuestros, a los cómplices y encubridores aunque se mostraba benevolente en su artículo 8 con los que los denunciaran o avisaran sin dilación a la fuerza pública.8 Dentro de la estrategia de la lucha contra la guerrilla, a principios de 1945, por iniciativa del citado comandante, los vecinos de La Mina de Santa Quiteria Apolinar Aceituno Mejías, sus hermanos Máximo y Juan apodados los Chiquines; junto con Nicasio Fernández Oliva, el Sordo, fueron contratados como guardas por el terrateniente de una finca de la Sierra de Los Beatos a la vez que constituían una sociedad de cazadores junto con el mencionado comandante, D. José Moreno Torres, alcalde de Madrid y antiguo diputado de la CEDA por Toledo, el inspector de policía José Díaz, de Alcaudete, D. Antonio Moro, D. Alfredo Mahou de la Fuente, dueño de la fábrica de cerveza, D. Gaspar, comandante de intendencia, y otros señores. La sociedad servía de tapadera de las verdaderas actividades de estos cuatro cazadores jareños: Formaban un grupo de "prácticos" del terreno colaboradores de una contrapartida que se dedicaba a la vigilancia del sur de la sierra del Puerto, desde El Puerto de San Vicente hasta el río Estena. Los cuatro eran los más experimentados de una población que tradicionalmente se ha dedicado a la caza y la pesca debido a su situación geográfica en medio de extensas fincas explotadas como coto privado y en la confluencia de los ríos Guadiana, Estena y Fresnedoso. Los cuatro miembros principales podían solicitar la colaboración de otros cazadores del pueblo, que por lo general se mantenían en segundo plano. Sin embargo los guardias de la 104 Comandancia destinados en el destacamento no tenían nada más que un escaso conocimiento del terreno y eran relevados con frecuencia. Los expertos locales se hacían pues imprescindibles para guiarlos en las operaciones de rastreo y captura de guerrilleros. Su modo de actuar consistía en establecer un estrecho contacto con los pastores, cabreros y labradores de la zona sur de La Jara. Su objetivo: obtener información que permitiera capturar o eliminar a los guerrilleros antifranquistas que estaban allí escondidos. Actuaban solos, en grupo o a las órdenes del cabo del

5

destacamento aunque era el comandante “el que llevaba la contrapartida” y se les pagaba sus servicios como grupo de apoyo a la Guardia Civil. Todos los domingos salían “de caza” a la sierra: preguntaban a pastores y labradores sobre los movimientos en el monte, los desconocidos con los que se hubieran cruzado…También solían disfrazarse de guerrilleros para confundir a los posibles enlaces o simpatizantes del maquis.9 Los lugareños, campesinos, pastores y vecinos de los pueblos del sur de La Jara los conocían y los denominaban “espías” al servicio de la Guardia Civil. Después de la captura de Casimira Álvarez la Jopa y muerte de Saturio Gómez Recio Quijote, en junio del 46 la contrapartida de La Mina tenía la sensación de que no había terminado su trabajo; seguían con la sospecha de que los que quedaban de la partida, tres hombres y una mujer, merodeaban aún por la Sierra del Puerto, donde tenían su base, y se desplazaban alguna vez a buscar víveres hacia sus lugares de origen: Badajoz por el sur y hacia la sierra de Sevilleja por el norte. Para la contrapartida, en determinado momento debió de producirse una escisión dentro de la 14 División guerrillera por desavenencias entre los líderes, los hermanos Jesús Lamío y Saturio Quijote, a la hora de repartirse el dinero de los atracos. El episodio está narrado por Juan Aceituno Mejías: Pero los asaltos que daban por ahí, se embolsaba él el dinero, y cada mes o cada veinte días hacía una escapadita a un castejón que hay ahí al pie de Aldeanovita por la parte allá de la carretera, que venía a su casa por la noche a dar los billetes a su mujer y a una hija que tenía moza, que vestía como las marquesas, y su padre estaba en los bandoleros. El hermano se hartó, y habló con los compañeros, y dice: "De modo que pa ir a dar un asalto, a quitar a Fulano de tal o a don Fulano de tal, que sabemos que lo tiene, 10.000 pesetas en aquellos tiempos, o 5.000 , 20.000 o cosas, dice ponemos todos la frente, la cara, al frente, y luego ¿él se va a achantar el dinero? No. el dinero se parte porque entre todos lo merecemos". Regañaron y entonces la cuadrilla se partió. Dice: "Bueno pues tú coges el camino que quieras, que yo cogeré el que me dé la gana", le dijo Saturio; y a los compañeros: "El que quiera venirse conmigo, conmigo; y el que quiera irse con mi hermano que se vaya". Y con su hermano se fueron dos o tres y con él se quedaron los otros, que eran esos tres que había de Castilblanco, y él y la Golondrina, esos se quedaron con Saturio y los otros se fueron con Jesús.

Los que se marcharon por su cuenta siguiendo a Saturio se refugiaron en la sierra de Los Beatos. Eran seis miembros: los dos ya citados, que fueron los primeros en caer, y los que seguían en libertad todavía en 1950: Cuco o Cuquillo, de Castilblanco; Hocino de Belalcázar (Córdoba), Perdiciones, de Herrera del Duque y Golondrina, hija de Práxedes Paredes García y Basilisa Aceituno Román, vecinos del Campillo de la Jara, cuadrilla que mantenía contactos esporádicos con la partida del Veneno, las dos últimas supervivientes de la 14 División guerrillera. Todos ellos tenían como primera preocupación la supervivencia El cazador Juan Aceituno Mejías. Archivo familiar

6

en la sierra y acariciaban la idea de pasarse a Francia en cuanto se relajara la vigilancia en el monte. Eran una “anomalía”, unos de los fugitivos que se habían librado de la aplastante derrota de finales de los años cuarenta. Eran los últimos del monte en la zona de La Jara, los de la Sierra del Puerto, ya sin esperanzas de ninguna victoria, ni del socialismo, ni de la ayuda de los aliados, ni de cambios en el régimen, ni de amnistía. Únicamente sobrevivir y hacerse olvidar…mientras tanto, algún robo de ganado en las labranzas de los campesinos jareños para poder alimentarse. Ninguno tenía en su haber ninguna muerte que se les pudiera achacar; robaban pero no mataban y ellos creían que podía ser un atenuante en caso de que fueran capturados y juzgados. Desgraciadamente para ellos la vigilancia no se había relajado. De su contacto con los labradores y pastores, los cazadores de La Mina tenían ya a principios de 1950 indicios fiables de la presencia de estos últimos guerrilleros en el sur de la Sierra de Altamira, conocida como la Sierra de Los Beatos: Andrés Díaz Matoso, el labrador sevillejano de la labranza de Pajarejo, que ya los había ayudado en la operación de captura de Saturio y La Jopa, les había asegurado que observaba a gente extraña que bajaba a cenar a la Cocina de los Cojos, y que, al anochecer, veía también a una mujer lavando ropa en el río Fresnedoso, que corre al pie del cerro y del corral de ganado. Lo más sorprendente era que en la propia localidad de La Mina se encontraban indicios de actividades sospechosas. En el pueblo, el tabernero Faustino Fernández Durán comentaba a sus clientes que llevaba tiempo esperando a que el cabrero Benito de Santos el Chato, rentero en la Cocina de los Cojos, a quien había confiado sus cabras, como la mayoría de los vecinos de La Mina, le dijera si alguna había parido, pero nada, daba la impresión de que los animales eran estériles… la época de la cría había pasado ya hacía tiempo. Un día llegó Benito a comprar vino a la bodega de Faustino y este aprovechó para preguntarle: − ¿Qué pasa con mis cabras? ¿No cría ninguna? ¿Cómo puede ser eso? − Están enfermas; ahora hay andancio entre los animales. No comen bien, no engordan y no crían. Siempre andan buscando agua por el campo, no paran, así no hay forma de que críen. − Tú sabrás… tu eres el cabrero, pero me extraña, porque en las demás labranzas de la zona no pasa nada. Ya han criado las de los vecinos sin problemas… − Eso es lo que hay. Si las quieres tráetelas; yo no pongo ningún impedimento. Benito se marchó después de hacer la compra de la quincena. Pero también había otros clientes que oyeron la conversación y todo se comentaba en el pueblo: en las familias, en los corros de las costureras que se forman por la tarde a la puerta de las casas, en la otra taberna… El labrador Bernardino Díaz Fernández llegó un día con una noticia que le sirvió de respuesta a Faustino: arando en un trozo de tierra en la vega de la Garganta, a cien metros por debajo de la Cocina de los Cojos, la reja había puesto al descubierto unas pieles de cabritos, enterradas en la tierra blanda de la ribera, de animales desollados poco tiempo antes. “ Ya sabemos por qué no crían las cabras: porque alguien se come los cabritos…” dijo el tabernero delante de todos los clientes. La esposa de Faustino, Sagrario Rodríguez Oviedo, que también llevaba la tienda de comestibles de la aldea, proporcionó más información a los cazadores de la contrapartida: Últimamente Ascensión de Paz Román la Campillana, esposa de Benito, venía a la tienda con más frecuencia de lo habitual: dos veces por semana; había cambiado su antigua costumbre de venir cada quince días. Compraba media arroba de vino cada vez, algo extraño porque un matrimonio aislado en el campo no podía beber una arroba de vino por semana. Y un hombre solo tampoco. Algo raro

7

había, como eso de hacer compra a lo grande: que si pan en cantidad, sal, aceite, como si estuvieran preparando comida para un regimiento.10 Apolinar, el jefe de los cazadores, decidió entonces pasar las noches oculto en el monte que rodea la labranza. Como los propietarios de la casilla, Miguel y Germán Sánchez Corroto, los Cojos de Sevilleja, la habían dedicado a la cría de machos cabríos, habían abierto, en el muro de la parte de abajo, un portillo que hacía las veces de contadero: allí contaban los machos al pasar cuando los vendían. Desde su escondite el cazador vio claramente cómo los de la cuadrilla de la sierra venían a la puerta trasera a preguntar si había peligro o no. Tres hombres y una mujer, los maquis a los que llevaban cuatro años persiguiendo desde que acabaron con Saturio y la Jopa en la cueva de Moraleda. Por fin la observación y la espera habían dado resultado: ahí estaban fijos, a la hora de la cena. Ya los tenían. Pensó en la recompensa que se iba a llevar de la sociedad de cazadores de La Mina y en los honores que recibirían de los mandos de las fuerzas de seguridad. Claro –se dijo– la del Campillo viene a ver a su tía Ascensión, prima de su madre, como es normal, y viene con su novio y sus dos amigos.11 Todo tenía sentido ahora según la información de que disponía la contrapartida: Germán, el hermano de Elisa, que hacía el servicio militar en Madrid como cabo instructor, hurtaba a escondidas junto con un cómplice en las maletas de los reclutas valiéndose de las llaves que custodiaba. Descubierto, fue acusado de robo, degradado y arrestado. Aprovechó un permiso a principios de 1943 para desertar, venirse al Campillo y echarse al monte con la partida de Jesús Lamío y los de Aldeanovita. A raíz de esta deserción y a lo largo de dos años las visitas y los interrogatorios de la Guardia Civil se hicieron constantes a su padre, Práxedes, que respondía siempre con evasivas sobre la situación del hijo. Un día oyó al cabo hablar con el guardia diciéndole: "Mañana este me va a cantar a mí toda la verdad". Práxedes, ante la inminencia de torturas llamó a su hija Elisa y le dio las órdenes oportunas para abandonar la labranza de la Raña de la Mimbrera (Alía) adonde labraba un terreno arrendado: Coger los ahorros de la familia, que consistían en 200 pesetas, los embutidos, el jamón y recoger y cocer todos los huevos del gallinero. Cargaron las dos mulas y junto con el pequeño Gregorio, Gorillo, y su hija abandonó la finca para unirse a la partida de Germán en la comarca de La Vera (Cáceres). Germán era miembro del Estado Mayor en la División de Gredos de Severo Eubel de la Paz.12 Práxedes, de oficio esquilador, del barrio del Perchel del Campillo, era muy conocido en la comarca pues al principio del verano solía desplazarse en cuadrilla a esquilar grandes rebaños. Una vez terminada la temporada del esquileo de ovejas y bestias tenía que buscar otros trabajos que le permitieran sobrevivir en invierno. Hombre de campo, puso sus conocimientos de la vida serrana y sus relaciones en la zona al servicio de la cuadrilla de sus hijos: les enseñó la supervivencia en la sierra, cómo hacer lumbre sin que el humo los delatara, dónde estaban los pasos, las cuevas y qué conocidos de izquierdas podían darles algo de apoyo en las majadas o las labranzas. La primera partida en la que se integró estaba formada por Jesús Bayón Carlos, jefe enviado por el PCE de Madrid, Chaquetalarga, Quincoces, Bienve y Ángel el Madrileño.

8

Pero las condiciones de vida en el monte eran demasiado duras para un chaval de 9 años, a quien su padre no desamparaba nunca ni siquiera durante las acciones guerrilleras. Seguían juntos durante la dispersión tras los asaltos, y juntos acudían a los puntos de reunión acordados con sus compañeros; una vez, cuando Práxedes tuvo que esperar largo tiempo solo con su hijo en uno de estos puntos sin ver aparecer al resto de la partida, interpretó este hecho como una desaprobación de los jefes a la presencia constante del niño a su lado.13 Posteriormente, con Elisa y Gregorio volvió hacia el sur y se unió a una partida que actuaba por la raña de Alía, terreno que conocía bien, compuesta por Paula Rodríguez Suárez, Migueleta, y su marido Víctor Roque Sánchez Miguelete; estaban además Eugenio Herrera García Cuquillo y José Méndez Jaramago Manco de Agudo. Práxedes, Elisa, Gregorio y Paula no participaban en las acciones guerrilleras: se quedaban en el campamento preparando la comida. Allí conoció Elisa a Eugenio, se enamoraron y tuvieron un hijo pero no pudieron criarlo en el monte debido a las vicisitudes a las que estaban expuestos los padres, la mala alimentación y las pésimas condiciones de vida; así pues, el padre lo llevó recién nacido a una finca de Herrera del Duque el 15 de mayo de 1946 a unos pastores para que lo entregaran al alcalde don Bernardo.14 El niño fue llevado a la inclusa de Badajoz donde le pusieron por nombre Isidro Navas; a su mayoría de edad fue adoptado por un matrimonio y se acercó a los pueblos de su padre y su madre a interesarse por su familia biológica. El 4 de diciembre de 1945, Práxedes tomó la decisión de entregarse con Gorillo a la Guardia Civil de Castilblanco. Este hecho encajaba bien en la estrategia del teniente coronel Eulogio Limia de favorecer las deserciones de guerrilleros y el colaboracionismo dentro del entramado de enlaces de las partidas de la sierra. Así, Práxedes fue utilizado como anzuelo por las fuerzas represivas para atraer a otros y mermar los efectivos y los apoyos de la guerrilla en la raña de Alía. Gorillo quedó al cuidado de Carlos, un pastor de Herrera del Duque, mientras que Práxedes, siempre controlado por un guardia, fue utilizado durante dos meses para repartir octavillas entre los miembros y enlaces del maquis; en ellas el teniente coronel los animaba a dejar el monte acogiéndose al Decreto de indulto de 9 de octubre de 1945. Práxedes, ya sin el recurso de la agricultura, se alojaba en las casas de sus conocidos, en las alquerías y en los anejos de Puerto Rey y el poblado del Pantano de Cijara. El 17 de febrero el capitán Chacón lo liberó y permitió su vuelta al Campillo de la Jara por encontrarse en la mayor indigencia. Eugenio Herrera García Al mes siguiente fue encarcelado, Fuente: DIAZ&ESTEBAN, 2012,232. acusado de Rebelión Militar pero los argumentos de la defensa, que insistió en su colaboración con las fuerzas del orden, pesaron más en la balanza de la justicia militar y fue absuelto.15 Cuando salió no tuvo ninguna posibilidad de reinserción: ya no tenía a dónde ir y no conseguía trabajo. Sólo podía contar con la escasa ayuda de algún familiar. Años después muchos campesinos de La Jara seguían viendo a Práxedes, jornalero en paro, y a su hijo por los caminos. Ambos agradecían la ayuda de quien pudiera darles alimento.16 Pero ahora, en 1950, Elisa ya no tenía 17 años como cuando fue madre primeriza y dio a luz en casa de Ascensión en La Mina de Santa Quiteria. En aquella

9

ocasión, recién parida y con el niño en brazos, Elisa tuvo que huir junto con los compañeros y la partera María Rodríguez Juárez Goyería para escapar a la persecución de los guardiaciviles del destacamento de Puerto Rey y del caserío del Guijo, que se acercaban peligrosamente. Los perseguidores se guiaron por el rastro de las manchas de sangre que iba dejando la madre por el monte.17 Ahora, a sus 22 años, la situación había cambiado sustancialmente: María la Goyería estaba encarcelada; la presión en Badajoz era insoportable: buscaba quizá cobijarse en un lugar más seguro, al amparo de su tía segunda, cerca de su pueblo, en la provincia de Toledo. La cocina de los Cojos no ofrecía muchas comodidades pero el poyo al lado de la chimenea seguro que era más acogedor que una cueva. Al día siguiente Apolinar se presentó en la labranza a ver a Benito, cuñado suyo por más señas: − Bueno, Benito, ya sabemos quién se bebe la arrobas de vino que compras en el pueblo. La sobrina de tu mujer, su novio y sus amigos de Herrera del Duque. Los vi anoche según llegaron a las cuatro de la madrugada. Acompañando todos a Elisa, que está preñada. − Ya lo sabes… − Poco hay en el campo que se mueva y que yo no lo sepa. Pues ahora, Benito, eres cómplice de unos criminales, y por lo tanto, tan culpable como ellos; los que ayudan a los de la sierra van a la cárcel y acaban en el paredón. Así que ten cuidado no la vayas a fastidiar y haz las cosas bien a partir de ahora. Dos caminos tienes: O colaboras con nosotros o estás perdido; o te salvas tú o te chivas y los salvas a ellos, pero tú caes. Y no querrás dejar aquí sola a tu mujer con tu hijo pequeño. − Vale, llévame ahora mismo al cuartelillo del pueblo, que me detengan y me metan en la cárcel. No quiero ya estar más aquí en esta casa. − No, tú te quedas aquí, que este servicio lo tenemos que acabar; aquí tienes que hacerlos de que vengan y los tenemos que coger. Mira, si no declaras este servicio, si no hacemos este servicio bien, si este servicio no lo hacemos en condiciones, a ti te matamos. Así que a ver como lo preparamos para hacerle en condiciones, que yo sé que vienen el Cuco y su novia a cenar por las noches aquí. Entonces Benito, cegado por la rabia y con tal de no beneficiar a su cuñado, se fue al cuartelillo… pero al de Mohedas de la Jara, donde había Guardia Civil y contrapartida. En vez de decírselo a su cuñado para que participara en el servicio y ganara honores y le pagaran dinero... pues no. Se fue andando por la noche a Mohedas, llegó al destacamento y declaró: “A mi casa vienen los de la Sierra a cenar cuando yo los invito, así que si quieren hacer un buen servicio, tal noche vienen.” Entonces mandaron allí enseguida al cabo Echeverría y a su escuadra, que se escondieron en la tinada y entre las cabras del corral. Cerca de la medianoche, en los últimos minutos del domingo 30 de abril de 1950, la luna estaba iluminada en un 85%, muy próxima ya de la luna llena del 2 de mayo. La visibilidad por la noche era nítida, plena, los objetos arrojaban sombra y el cielo estaba despejado después de las lluvias torrenciales del principio de la semana. Se apostaron cuerpo a tierra aprovechando dos hoyos cavados en el suelo que servían de pilas destinadas a curtir pieles y aprovechando también el desnivel considerable que había desde la entrada del corral hasta la pared de abajo. Otros dos se escondieron detrás del vano de la puerta de la tinada, muy cerca de la entrada del corral. Todos tenían un ángulo de tiro perfecto para la celada que iban a preparar a los últimos del monte: los dos del suelo estaban invisibles rodeados y protegidos por la masa oscura de las cabras que dormían. Los de la puerta de la tinada veían sin ser vistos desde la oscuridad del interior. Los maquis sin embargo eran un objetivo fácil a la luz de la luna, desprevenidos, despreocupados y animados por Benito, quien les daba toda clase de seguridad.

10

Llegó la hora de entrar y... los de la cuadrilla se pararon a la puerta de entrada. Se notaron algo.. se notaron mucho silencio en la casa, algo raro porque el matrimonio tenía un niño, que lloraba, pataleaba, y en el corral las cabras se movían, sonaban las esquilas, en fin había muchos ruidos por la noche cuando iban, pero aquella noche estaba todo en silencio. No querían pasar porque no oían al niño llorar como todas las noches. Entonces se asomó uno por la cancela un poquito, escuchó el silencio y dijo: “No entramos, vámonos”. Los guardias, allí cuerpo a tierra apuntando, pero no dispararon porque querían que pasaran todos para cogerlos a todos juntos. Y entonces, inexplicablemente, Elisa entró delante y dijo: “¡Venga hombre! ¿Quién va a haber aquí? ¿Es que tenéis desconfianza? Llevamos un año aquí, dos años y ahora vais a tener desconfianza? Venga, pasad todos, adelante que aquí no pasa nada.” También los animaba Benito por lo alto la pared y decía : − Venga, entrar, entrar, entrar, si no hay nadie, que la cena está cociendo. − No, mira, no. No entramos − Pero hombre, ¿por qué no vais a entrar? Y Elisa, quizá buscando el poco más de comodidad que le daba su tía en el refugio de la casilla, fue la que repitió a sus compañeros : − Vamos hombre, vamos a entrar, y ¿por qué no vamos a entrar? Como en los relatos abiertos a la interpretación de los lectores, el episodio final del tiroteo esta sujeto a varias versiones: 1. Seguramente que el jefe no se fiaba mucho, y entraron pero la primera pasó ella, entonces Benito cuando todos estaban dentro echó el pesado cerrojo de la cancela y gritó la contraseña tirándose al suelo: “Ahí los tenéis; ¡A ellos! ¡Hala con ellos!” Y tirarse al suelo rápido. Y así lo hicieron. Él se tiró al suelo y los tiros pasaron todos por lo alto de él. Uno de ellos intentó salir y se agarró a la puerta del corral pero allí quedó acribillado. 2. “Poco después de entrar y al disponerse a cenar uno de los guerrilleros dijo: “Aquí huele a guardiacivil”. El ambiente estaría tenso y enrarecido por la traición que planeaban contra ellos. Cuando terminaron, el de la labranza dijo: “Voy a acercarme a cerrar la puerta” y esa era precisamente la señal para que los guardias empezaran a disparar. Pero un miembro de la cuadrilla, que estaba más cerca, le interrumpió: “No, déjalo, voy yo.” No obstante se acercaron ambos y el de la casa se tiró al suelo. En ese momento empezó el tiroteo.”1 También hay versiones distintas sobre unos posibles acompañantes de los cuatro guerrilleros abatidos, otros que se quedaron fuera y consiguieron presuntamente escapar.

11

La versión oficial de la emboscada difiere de la aportada por las fuentes orales. Está escrita por la Benemérita: un guardia secretario y un teniente juez instructor nombrados por el jefe de la Comandancia para esclarecer las causas de la muerte de los guerrilleros. Tiene visos de veracidad pero tiende a justificar la acción de extrema violencia contra los "forajidos" y a dar los datos estrictamente necesarios, los que quería ver Enrique Eymar, Juez del Tribunal Especial Militar para la Represión de los delitos de Espionaje, Masonería y Comunismo, sin plantear problemas, aunque hubiera que ocultar cierta información. He utilizado el Certificado de Autopsia transcrito en las actuaciones del instructor y firmado por los médicos de Sevilleja y La Nava para dilucidar cuál fue la trayectoria de los proyectiles que se alojaron en el cuerpo de los maquis. La trayectoria se puede poner en el contexto físico del terreno del Corral de los Cojos y con ambas, estudiar el origen de los disparos y la disposición sobre el terreno de los cuerpos de los guerrilleros y de los tiradores. Veamos primero el acta de la autopsia. DILIGENCIA DE AUTOPSIA DE LOS CADÁVERES DE EUGENIO, NICOLAS, ADRIANO, ELISA. En Sevilleja de la Jara a 2 de mayo de 1950 el Sr Juez Instructor acompañado de mi el Secretario y de los médicos D. Moisés Ninou García y D. José Fernández Pleyán, nombrados para practicar la autopsia de los cadáveres reseñados al margen, se constituyó en el Depósito municipal de Cadáveres de esta localidad procediéndose seguidamente por los facultativos a efectuar la operación la cual dio principio a las 18 horas y terminó a las 20. Recibido a los médicos el Juramento legal e interrogados sobre el resultado de su examen declaran: Que la muerte de los citados individuos fue producida por heridas de arma de fuego y que debió ocurrir aproximadamente a las 22 horas del día treinta de abril último, que los cadáveres presentan las siguientes lesiones. Cad áver n º 1 que pertenece a EUGENIO HERRERA GARCÍA, de una edad aproximada entre 35 y 45 años, presenta una herida de posta que penetra por el orificio nasal derecho, rompe el etmoides y el esfenoides y se aloja en el cráneo posterior, mortal de necesidad; presenta siete orificios de entrada que se inician en vacío derecho y terminan en zona cardiaca, estando todas separadas aproximadamente por la misma distancia que desgarran hígado, pulmón derecho y corazón con gran hemorragia pericardia. Cad áver n º2 . Que pertenece a NICOLÁS GARCÍA DÍEZ, de edad aproximada de 35 años, que presenta seis orificios de entrada con las mismas características que el anterior, en dirección de abajo arriba y de derecha a izquierda que desgarran pleuras, pulmones, pericardio y corazón, en el cual se encuentra alojado un proyectil en ventrículo izquierdo, una herida de posta en pierna derecha, tercio inferior. Cad áver n º3 que pertenece a ADRIANO ESCRIBANO CALDERÓN, de edad aproximada de 50 a 55 años presenta una herida de bala que penetra por la escama del temporal izquierdo y sale por debajo de la apófisis mastoides derecha con destrucción total del cerebro en esta trayectoria. Otra herida por arma de fuego que penetra inmediatamente por encima del arco cigomático izquierdo y se aloja en la fosa craneal derecha con destrucción de la cavidad orbitaria izquierda y propulsión el globo ocular izquierdo. Todas mortales de necesidad. Cad áver n º4. Pertenece a ELISA PAREDES ACEITUNO, de edad aproximada de unos 21 a 30 años. Presenta una herida de posta con orificio de entrada a nivel de quinta costilla derecha, debajo y afuera de mama derecha que destruye la costilla, pleura, pulmón, pericardio, grandes vasos y se aloja en la parte torácico posterior izquierda. En región inguinal derecha presenta un orificio de entrada que penetra en cavidad abdominal. A partir de este orificio

ligeramente hacia arriba y hacia la izquierda atravesando hipogastrio, fosa iliaca izquierda se ven hasta siete orificios más separados a distancias regulares cuyas trayectorias han destruido las vísceras del bajo abdomen. Todas heridas mortales de necesidad. Fuente: AHD, causa 1167, leg. 7018, fol. 6b. 12

Tenemos, como dato previo conocido, que el cabo de la Guardia Civil Jesús Echevarría Soto y su Grupo de fuerza en persecución de bandoleros (nombre oficial de la contrapartida), compuesto por los guardias Venerando González López, Mariano Rodríguez Rumbero y Basilio Echevarría Soto, según sus declaraciones, se apostaron en la "enramada" que hay a la derecha de la puerta carretera del corral. Se trata en realidad de una cuadra y de una tinada contigua para resguardarse los animales domésticos. Enfrente de la entrada a la cuadra se encuentra la pared de la cocina. En la visita al lugar hemos comprobado que existen otros escondrijos para ocultarse como las dos entradas a la tinada y los huecos en el suelo que hacían las veces de pilas para curtir, más lejos de la cocina, pero cuya disposición, rodeando el pequeño edificio, las hace aptas para una emboscada. Las heridas de Adrián (A), dos únicos disparos de bala cerca de la sien izquierda, difieren de las de los disparos concentrados de escopetas Contrapartida. Fuente: http://guerrillade caza que recibió en el abdomen el resto de la maquis.blogspot.com.es/ 1 partida. Aquellos pudieron haberse hecho con una pistola a corta distancia; por esto, y por lo que veremos después, parece que encabezaba la fila en el momento de entrar en el corral. Iba en vanguardia en funciones de explorador y quizá estaba escudriñando el rebaño de cabras cuando fue sorprendido por el cabo; era también el mayor, 53 años, el más experimentado. Le seguía la pareja Elisa (E) y Eugenio (E) en ese orden o a la inversa, buscando dar protección a la mujer. Al final de la fila se encontraba Nicolás (N), en retaguardia, que fue herido en la pierna, con el objetivo probable de que no alcanzara la puerta de salida. Los orificios de entrada en los cuerpos de Nicolás, Eugenio y Elisa están concentrados, los impactos separados por distancias regulares, lo que nos indica que fueron efectuados por munición de caza mayor; se encuentran en el abdomen central (vacío) derecho y siguen una trayectoria ascendente. Se concluye que las víctimas se encontraban de perfil o de tres cuartos ofreciendo el costado derecho a los tiradores. Estos se encontraban apostados en el suelo, cuerpo a tierra, de la cuadra; eran tres y tuvieron tiempo de afinar la puntería hacia los órganos vitales del tórax: apuntaron para que las postas entraran por debajo de la caja torácica, destruyendo vísceras y buscando el corazón. Hay una excepción: a Elisa le dispararon en el bajo abdomen, sin trayectoria ascendente ¿Sabían lo de su embarazo? El tirador se encontraba probablemente en posición de rodilla en tierra. Algo que llama poderosamente la atención son los disparos de bala única y postas múltiples: estas bolas de acero forman parte de los cartuchos en las escopetas del calibre 12 empleados por los cazadores para la caza mayor. Era la munición y el arma utilizadas por los guardiaciviles de la contrapartida, que, disfrazados de guerrilleros, no llevaban armamento de guerra sino que cargaban sus escopetas con bolas de metal o de plomo. Las heridas parecen indicar que los tiradores ejecutaron técnicas de caza mayor: el cartucho del cañón derecho fue cargado con una posta única de punta cónica que fijaba el primer disparo, apuntando directo a la cabeza o al corazón. Le seguía el disparo del cartucho del cañón

13

izquierdo, cargado con nueve postas, cuyo tiro se dispersaba (se "abría") para conseguir más seguridad de alcanzar el blanco, más superficie de impacto y más efectividad en las heridas. El cabo (C) salió del escondite de la tinada, pistola en mano, dando el alto a la partida y ordenando tirar las armas y levantar las manos. Se colocó cerca de Adrián, que le ofrecía su costado izquierdo al estar en una posición de línea perpendicular a la formada por sus tres compañeros. Los cuatro cuerpos parecen dispuestos en la fila en actitud atenta a las palabras del cabo. Se convertían en un blanco fácil, inmóviles, a cinco metros de distancia de los escopeteros. En determinado momento, (parece que le ofreció a Elisa salirse de la fila), el cabo descerrajó dos tiros en la sien a Adrián, hecho que quizá fuera la señal para los demás tiradores de la contrapartida, que no vieron la necesidad de disparar sobre Adrián al que consideraron ya muerto en el acto.

14

Llegados a este punto sólo la creación literaria puede darnos una idea de lo que pasó desde que los guerrilleros entraron en el corral sobre la medianoche hasta que a primera hora de la mañana siguiente los campesinos de La Mina los vieron tendidos en el suelo acribillados y arropados con mantas: Por indicios es fácil imaginarse la celada a los cuatro guerrilleros, sorprendidos ya dentro del corral, con la puerta de entrada acerrojada, y la de la cocina también cerrada, y ahora, de repente, cara a cara con el cabo Echeverría y su contrapartida frente a ellos, con cuatro bocas de fuego apuntándolos desde la oscuridad, preparadas para escupir muerte. “Alto a la Guardia Civil. Tirad las armas y manos arriba.” La sorpresa debió de ser mayúscula; la traición de Benito, inimaginable; ver surgir al cabo de la cuadra, terrorífico. Quedaron paralizados y arrojaron las armas, aunque ese punto permanece oscuro: si pensaban marcharse a Francia no llevarían armas, acaso porque la idea de entregarse tampoco les parecía mal; estaban hartos de la vida en la sierra y un recién nacido y su madre necesitan cuidados que no hay en el monte. Sólo podemos imaginar lo que pasó después: ya estaban los cuatro dispuestos frente a la pared de la cocina; el cabo tenía órdenes estrictas sobre este servicio y las iba a cumplir: Los cuatro estaban ahora pegados a la pared, mirando a los cuatro que estaban frente a ellos. −¿Qué vais a hacer con nosotros?, estamos desarmados, nos entregamos. No hemos matado a nadie, dijo Eugenio. − Elisa, contestó el cabo, tú sal de la fila, que tu hijo tiene que nacer y te necesita. Sálvate. − No, yo me quedo aquí con mi marido. Yo voy donde vaya él. Rodeó a su amante con un brazo y a su hijo con el otro, y así esperó a la muerte. Aquel mismo día el sevillejano Adrián Fernández, de 18 años, estaba de quintería en la casa de labor de Medardo García Saluda, en la finca La Jornia, a unos tres kilómetros de allí. Era una labranza comunitaria que utilizaban los gañanes de La Mina y de Sevilleja que araban en esa finca y en Las Peñascosas. Allí convivían las mulas con las personas: se hacía una lumbre en la chimenea central y a un lado de la cocina se ponían las mulas y a otro los gañanes. Los de La Mina, que habían terminado su quincena, se habían marchado ya y en esa semana se quedó solo a dormir en la casa; durante esa última semana de abril, unos días antes de la emboscada a los de la sierra, había llovido a cántaros y el viernes 28 por la noche alguien llamó a la puerta de la casa y dijo: “Abre muchacho, que sé que estás solo”. Era Isidoro Sánchez, el Borrato, un pastor de La Enjambre, que se dedicaba a recorrer el campo durante largas temporadas con su ato de ovejas. Dormía en una tienda de campaña blanca y encerraba al puñado de ovejas en una red portátil de esparto. También iba armado: tenía fama en la zona de llevar arma larga y corta (licencia muy limitada en España). Ponía trampas y cazaba conejos de los que se alimentaba en el campo. Nadie se atrevía a reprocharle el tipo de caza que hacía porque se comentaba que era un espía al servicio de la Guardia Civil; sus labores consistían en vigilar todos los movimientos de la gente en el campo e informar de cualquier sospecha de actividad contra el Régimen; este trabajo lo venía haciendo desde el 36: había pasado a muchos derechistas desde Anchuras y Ciudad Real hasta las puertas de Talavera, incluso cargando a los más débiles sobre sus espaldas. Su control de las horas de

15

cambio de guardia y su paciencia para aprovechar los descuidos de los centinelas del ejército republicano le permitían llegar hasta el puente de Hierro e incluso cruzarlo sin más problemas.18 ¿Qué hacía allí Isidoro a tres kilómetros del Corral de los Cojos durante una semana? ¿Buscando información? De hecho estaba muy bien informado de que Adrián estaba solo en la casa aquella noche. Quería pasar allí la noche porque dijo que se le calaba la tienda; curiosamente había llovido con más intensidad los días anteriores pero no había venido a resguardarse.

Corral donde tuvo lugar la ejecución

El mismo día de la emboscada, el domingo 30 de abril, en los últimos minutos del día, cerca de las doce de la noche, Adrián oyó unos tiros de armas de fuego en la lejanía: fue una descarga cerrada relativamente breve, de forma certera, de todos a la vez y de una sola vez. 19 No hubo combate pues, ni tiroteo, ni persecución, ni tiros de gracia, ni más celadas. Fue lo más parecido a un fusilamiento, a una ejecución extrajudicial. A primera hora de la mañana del día siguiente, lunes 1º de mayo, los vecinos de La Mina que sacaban carbón de encina en el cerro Pajarejo recibieron la noticia sorprendidos. Tía Milagros les dijo a Gerardo Palomo y a sus familiares: “Han matado a los de la sierra en la casa de Benito”; Bajaron todos el monte y se acercaron a la casilla, a ver lo que había pasado. Y entonces a Milagros, que conocía a los guardias de Mohedas, le permitieron que se acercase a los cadáveres. Los tenían cubiertos con una manta según se entra por la puerta a mano izquierda. El cabo les quitó la manta para que los vieran. Eugenio tenía todo el cuello ensangrentado y los otros también. A Elisa no se le veía sangre, ya que las balas la habían atravesado por la cintura… (Una deferencia de los tiradores de la Guardia Civil, que no apuntaron al cuello ni a la cabeza de la mujer, como hicieron con los otros). Ella se quedó riendo, era guapa, la hija de Práxedes y Basilisa; iba a cumplir 22 años.20 En Herrera del Duque, el capitán de la Guardia Civil, Federico Chacón Cuesta, que se había destacado en la zona los Montes en tareas de “limpieza” y eliminación contra las partidas de guerrilleros, avisado del final de la operación, encabezó una expedición para pasar a la provincia de Toledo a reconocer el cadáver de Eugenio. Iba acompañado de un guardia, hijo de Timoteo el zapatero, y se reunieron en la

16

barca de Pelotas con los que venían de Castilblanco a reconocer el cadáver del vecino de ese pueblo. Eran Pablo Benítez, hijo de Pepe Candela y otro guardia de allí. Con ellos venía Toribio Herrera Rodríguez, el padre de Eugenio el Cuco. Cuando se encontraron, el capitán le dijo: − Ya me entrega usted a su hijo. −Sí, pero muerto – respondió él. Luego, en el lugar donde reconocieron el cadáver, el ambiente se torno más tenso. − ¡Si tiene usted güevos, máteme ahora mismo, y me entierra con mi hijo! provocó Toribio. El capitán callaba, y el padre continuó: − Y si no, entiérreme vivo con él.21 Desde La Mina fueron el alcalde pedáneo y el joven Justo Alcojor con un carro antiguo de varales y un par de mulas a recoger los cadáveres; los tiraron encima de unos haces de jara y a la vuelta, no pasaron por la aldea como ocurrió siete años antes con los cadáveres de los guerrilleros el Chano y su cuñado, que fueron expuestos en plenas fiestas patronales de Santa Quitera antes de ser conducidos al cementerio de Sevilleja. Desviaron el carro con los tres por el camino que sube directamente al Majanillo, al cruce de la carretera comarcal. Al borde del camino se congregaron prácticamente todos los vecinos de La Mina. Todos vieron las piernas de las víctimas y los pies calzados con abarcas; el resto del cuerpo estaba tapado con una manta. El viaje duró aproximadamente cuatro horas hasta el cementerio de la cabecera del municipio. Adrián se vino a Sevilleja porque ya le daba miedo estar solo en La Jornia. Al atardecer, sobre las siete de la tarde, después de pasar por la casa de sus padres, recuerda que se acercó a la puerta del cementerio a ver los cadáveres junto a muchos sevillejanos que se habían enterado de lo sucedido. Vio a la mujer tendida en el carro, ya descubierta, que era muy guapa; vestía un traje de pana y todavía tenía una mano metida despreocupadamente en la cartuchera cuando la sorprendió la muerte. En Sevilleja la Guardia Civil movilizó a la gente… ordenaron al alguacil Anastasio Rodríguez que buscara la ayuda de otro vecino para descargar los cadáveres en el cementerio; llamaron a los auxiliares del Somatén Armado de Sevilleja y del anejo de Gargantilla, los armaron y les ordenaron que montaran una guardia de vigilancia en la carretera a la entrada y a la salida del pueblo. Ningún peligro acechaba Sevilleja sino que todo formaba parte de una puesta en escena destinada a impresionar y a aleccionar a los campesinos; las fuerzas vivas querían hacer de este entierro algo ejemplar y educativo para la población. Los hombres en su mayoría estaban trabajando en el campo pero las mujeres permanecían en sus casas ocupadas en las tareas domésticas. A ellas iba dirigida la exposición de los cadáveres: verían a una mujer rodeada de hombres, que vestía como ellos, que había vivido en la sierra en promiscuidad, sin estar casada, que había tenido hijos, que al final había abandonado. Era el ejemplo perfecto de mala vida: la mala orientación sexual se unía con la pésima orientación política. Ambas premisas quedaban unidas en una relación directamente proporcional.22 Pilar Ollero tenía 17 años: recuerda que las autoridades obligaron a todos los jóvenes a ir a ver los cadáveres; Ellos sin embargo estaban muertos de miedo. Las autoridades pusieron de centinela en el cementerio a un gargantillano del Somatén, un hombre de mediana edad, que vigilara los cadáveres que se encontraban en el depósito que servía para osario y autopsias. Los habían metido en el cuarto a los tres

17

tendidos en el suelo. Las mujeres del pueblo iban en grupo a verlos y el centinela las dejaba entrar sin poner impedimento: también vinieron a verlos muchos del Campillo de la Jara, localidad natal de Elisa.23 Los dos hombres y la mujer estaban tendidos en el suelo, a cara descubierta. No estaban ni siquiera tapados con una manta como ocurría en el lugar donde fueron abatidos; la mujer vestía pantalón igual que ellos. Pilar después se acordaba: “¿Sabes lo que me pasaba? (porque si los hubieran tenío tapaos en una manta, mejor... pero no) ¿Sabes lo que me pasaba? Que me daba miedo de ver allí la cara de los tres muertos. La mujer llevaba el pantalón y una casaca por encima, pues vestía igual que un hombre.”24

Fueron enterrados en una fosa común en el cementerio civil de Sevilleja, que estaba situado en el exterior del antiguo recinto del camposanto; era un cerquillo reservado para los suicidas, los asesinos y los no bautizados. Se cavó la fosa a unos dos metros de la puerta de entrada; medía unos tres metros de largo por metro y medio de ancho. Una manta sirvió de sudario a cada uno. Los apilaron en el hoyo, primero a Cuquillo, luego a Elisa y después a los otros dos encima.25 Como colofón al entierro de los guerrilleros el acto multitudinario acabó con un exabrupto proferido por el alcalde y médico de Sevilleja dirigiéndose al cadáver de Elisa: “Toma, a ver si te hartas de hombres.” Fue un comentario desafortunado, que durante años suscitó la desaprobación de muchos vecinos, que no se explicaban unas palabras de ese tipo en boca de una autoridad pública. Para su familia fueron fruto del nerviosismo del momento y de la tensión emocional acumulada después del reconocimiento de los cadáveres, de la autopsia, y de la instrucción de Guardia Civil, actos en los que intervino como médico y como alcalde. Tampoco se correspondían con el carácter pacífico de Moisés que, en su cargo y en su profesión, actuó siempre como elemento neutralizador de las tensiones entre los vecinos. A principios de los años 80 las obras de ampliación del cementerio de Sevilleja absorbieron el cerquillo del antiguo cementerio civil, suprimido ya por la Iglesia y oficialmente por la Constitución Española de 1978. La zona quedó saneada y habilitada para enterramientos corrientes. Años después de los hechos y aún a principios de los años sesenta, los jóvenes cabreros y pastores que se acercaban con su ganado por el paraje del Corral de los Cojos, todavía seguían aterrorizados: tenían miedo por las historias que les habían contado sobre lo sucedido allí en 1950. Intentaban desviarse o no pasar por esa zona.26 Otros chavales, sin embargo, menos asustadizos, se acercaban a ver y a contar los agujeros que habían dejado los disparos en la pared de la cocina. Más tarde esa pared agujereada fue reformada y quedó enfoscada tal y como la vemos hoy. Entre los vecinos que la mañana del día 1 se acercaron a la labranza a ver los cuatro cadáveres se encontraba Jesús Fernández Oliva, el Sordo, panadero del poblado de Pantano de Cijara, que había ido con su sobrina a sembrar melones a una parcela de la vega del Guadiana. Cuando recibió la noticia de la muerte de los maquis fue a ver los cuerpos de los guerrilleros y volvió a reunirse con su sobrina Valeriana, Valera, del Moral Jiménez, que le estaba esperando en el melonar. Al comentar con ella lo que había visto, le dijo: − ¡Vaya una ensalada!, −quizá con el sentido más actual de "Vaya escabechina". − ¿Cuántos han muerto?, preguntó su sobrina

18

− Cuatro, no se ha salvado ninguno, contestó él.

Por la tarde en el Poblado, a la hora de la merienda, Valera repitió el comentario en casa de sus padres añadiendo, según aparece en el expediente: "Parece mentira que Ascensión haya hecho eso; ahora debían hacer igual con ella". Estaban presentes su tía Felicidad Jiménez García, esposa de Jesús; también estaba la joven Justa Blanco García, que viajó al día siguiente a La Mina a ver a su tía segunda Conrada de Santos Alcojor, panadera de la localidad. Justa repitió los comentarios de Valera a Conrada, quien, aprovechando la ocasión y movida por rencillas y enemistades del pasado, se fue a denunciarla al cuartelillo.27 En la investigación el cabo encontró indicios de amenazas proferidas contra Ascensión de Paz Román y de "ayuda a los bandoleros de la sierra" aún después de muertos. Valera, que estaba embarazada de seis meses de su segunda hija, fue detenida el día 6 y puesta bajo arresto domiciliario. El médico del poblado, D. Miguel Lizano Sampelayo, certificó su estado y un padecimiento que la obligaba a guardar cama; fue la única forma de evitar su encarcelamiento y traslado inminente a la prisión municipal de Alía. La denuncia, esta vez por supuesta ayuda a los guerrilleros, no era la primera que le ponían a la familia de Valera. Jesús el Sordo ya había sido denunciado en los años 40 : al terminar la Guerra Civil, Conrada le había denunciado ante el capitán del ejército nacional que ocupaba Sevilleja por haber amenazado con un arma a su marido Joaquín García del Moral años atrás; pero, demostrada la falsedad de la denuncia, el oficial arrestó a la denunciante. La presión de un grupo de vecinos derechistas sobre Valera, hija del dirigente cenetista Pascual del Moral Casaña, miembro del Comité y delegado de abastos durante la Guerra, no había cesado en los años 40. Había sido procesada por la justicia militar en 1941 por haber formado parte de un grupo de 10 vecinos izquierdistas de La Mina de Santa Quiteria que se manifestaron a favor del presidente del comité del Frente Popular, cuando encarceló a varios convecinos derechistas en 1937. Durante la instrucción del proceso contra Julián Cardiel Pérez y los 10 vecinos, fue denunciada en la Dirección General de Seguridad por el Jefe de Falange que se desplazó a la capital ex profeso desde La Mina y fue detenida en Madrid el 13 de junio de 1940, adonde se había traslado a trabajar como sirvienta a la casa de familiares de los ingenieros de la Obra del Cijara. Fue encarcelada 22 meses en Ventas donde vivió de cerca el proceso a las Trece Rosas y experimentó el terror que provocaban en las presas las sacas nocturnas cuando oían desechar los cerrojos de las puertas de las celdas. Consideró un milagro que no la fusilaran y que finalmente la trasladaran a la cárcel de mujeres de Talavera de donde, al cabo de un mes, fue liberada en régimen de prisión atenuada. Durante este mes acudían a visitarla sus familiares y amistades de Talavera. Para ellos, la metieron en la cárcel por el hecho de ser "roja" y haberse atrevido a expresar opiniones contrarias al Régimen. El primer paso por la cárcel se enmarcaba dentro de un contexto de acoso a la familia de Valera por parte de ciertos derechistas, los "cautivos" de 1937, que, al acabar la Guerra, vieron el momento de tomarse la revancha. A su vuelta de la colectividad agraria de Menasalbas, lugar de evacuación de los últimos meses de la Guerra, la familia quedó expuesta a las ansias de venganza de los nuevos amos del pueblo. Ni Pascual ni Librado, el hijo varón, conseguían trabajo porque los boicoteaban: En una ocasión, una de las raras veces que fue contratado, su joven hermano limpiaba el fondo de un pozo; mientras trabajaba una de las mujeres derechistas le arrojó piedras desde el brocal. En esa situación de desamparo les servían de gran socorro los paquetes de comida que les enviaba Valera desde Madrid

19

adonde se había ido a servir desde el pueblo de evacuación, sin pasar por La Mina. También consiguió de sus "señores" de Madrid, la familia de Juan Genis Meric, que su padre y hermano fueran contratados en la obra del Cijara y se les concediera una vivienda en el poblado. Para Valera fue la mejora sustancial de la situación social de su familia, gracias a su ayuda, lo que provocó los odios y envidias en el grupo de mujeres derechistas. En 1950 la segunda denuncia, esta vez por ayuda a los bandoleros, generó una nueva instrucción que realizó el Juzgado Militar de Cáceres y que sacó a la luz las viejas rencillas entre Conrada y la familia de Jesús el Sordo. Para el día 1 de junio de 1950 le fue ordenado el ingreso en la Prisión Provincial de Cáceres mientras se acababa de instruir su caso. Su marido Santiago Jiménez la condujo hasta la capital extremeña montada en un burro atravesando las Villuercas por Alía, Guadalupe y Cañamero. Una vez en la cárcel, se negó a ingerir alimentos como forma de protesta pero pronto contó con la simpatía de las monjas que atendían a los presos en la enfermería, que, apiadadas por la extrema delgadez de Valera y por lo injusto del encarcelamiento, se volcaron en ofrecerle comodidades. Una de las presas, de familia acomodada, llamada Carmen destacó por su solidaridad ofreciéndole toda clase de atenciones e incluso los alimentos que recibía de su casa. Su tío Jesús, mientras tanto, intentaba buscar en la ciudad a personas influyentes del Régimen que pararan este proceso absurdo pero se llegó demasiado tarde ya que la justicia provincial, terminada la instrucción, había decretado el trasladado del expediente a Madrid al coronel Enrique Eymar. En junio de 1950 el juez se declaró incompetente para juzgar el delito de amenazas en su Tribunal Especial de Espionaje y Comunismo por lo que el 1 de agosto ordenó la libertad de la encausada. Finalmente, en Pantano de Cijara, el 28 de agosto, Valera dio a luz a una preciosa niña, que recibió el nombre de Carmen en recuerdo de la benefactora de su madre.28 Valera afirmó siempre a sus familiares que los comentarios sobre la muerte de los guerrilleros se limitaron a expresar su pena por lo sucedido a los cuatro y la poca vergüenza de los que los habían traicionado, pero en ningún momento deseó que Ascensión, tuviera que recibir el mismo trato. Sostuvo siempre que la persecución que sufrió se debió a envidias sordas y soterrados resentimientos.

20

A Benito el Chato le dieron un puesto de caminero en la caseta del Majanillo, (foto) situada en el cruce de la carretera local de La Mina y la comarcal CC 503, (ahora N502), la más cercana a la población, en reconocimiento a los servicios prestados al Régimen. El titular de la plaza, Santiago González, proveniente de una familia de peones camineros, fue desplazado forzoso a la caseta del Madrero, cuatro kilómetros atrás en la comarcal. Pocos años tardaría Santiago en volver a la del Majanillo: el descontento de los vecinos con Benito, por su mala gestión de la paquetería que dejaba el coche de viajeros en la caseta, motivó el traslado de vuelta del caminero de toda la vida. Benito y Ascensión se instalaron en el poblado del Pantano de Cijara, obra hidráulica que estaba en construcción desde 1932 y que había sufrido diversas interrupciones debidas a la guerra y a la penuria de la posguerra. A principios de los 50 los planes de reactivación del Ministerio, dentro del “Plan Badajoz”, para la terminación de la presa y la construcción de la nueva central eléctrica del Cijara habían convertido la obra en un polo de atracción para los obreros de los pueblos de las comarcas de alrededor: La Jara toledana, las Villuercas, los Montes y la Siberia extremeña e incluso para obreros andaluces traídos por la Compañía Sevillana de Electricidad. Acudían muchos que en sus pueblos de origen eran marginados a causa de su pasado izquierdista y su intervención a favor de la

21

República. Al sur de La Jara formarían entre todos un poblado de trabajadores, sin divisiones sociales, un sucedáneo de la sociedad sin clases tantas veces soñada. Los jefes eran los ingenieros del Ministerio pero su interés radicaba en favorecer las condiciones de vida de los demás empleados. Incluso el cabo del destacamento del poblado estaba a sus órdenes. Benito y Ascensión coincidieron con vecinos de Castilblanco, familiares, amigos y conocidos de Eugenio Herrera, como su hermana Lorenza, que, silenciosamente le expresaba su rencor a la campillana cuando coincidían. Las dos trabajaron juntas en la panadería del tendero Carlos Gutiérrez Martín, que una vez sorprendió a Lorenza cuando, sin razón aparente, apartaba de su camino a Ascensión a golpes de paño de cocina. Eran de las escasas familias que disponían de dinero en efectivo y además ofrecieron su ayuda económica al tendero cuando estaba iniciando su negocio en el poblado. A pesar de todo, se convirtieron en un matrimonio señalado por una mayoría que no olvidaba su actuación de abril de 1950.29 Ella murió en 1981 a los 58 años de edad y él a principios de enero de 1994. La apoteosis del Régimen en esta zona y el paseo triunfal de su Caudillo se produjeron pocos años después de los hechos, el 5 de octubre de 1956, cuando el Generalísimo realizó un viaje a Talavera y La Jara para distribuir los lotes de tierras de los pueblos de colonización Talavera la Nueva y Alberche del Caudillo, así como para inaugurar la presa del Pantano de Cijara y la central eléctrica. En Talavera pronunció un discurso ante los campesinos venidos de los pueblos de alrededor, que contiene las claves de la actuación del Régimen en cuanto a la consecución de recursos materiales y humanos en esta zona rural toledana: Antes de iniciar el discurso oficial, al acercarse a los micrófonos, el Dictador lanzó un reproche a los presentes que resumía los quebraderos de cabeza que la guerrilla de la comarca había dado al Régimen: “¡Talavera!, Talavera comunista…”30 y luego prosiguió con megafonía: “ (…) Y este es el resultado de la unidad de los hombres y de las tierras de España. Porque para que esto pueda hacerse es necesario que haya paz, que existan créditos, que se cubran empréstitos y existan posibilidades financieras, y no hay empréstitos ni finanzas si el país pierde la confianza, si no tiene unidad y estabilidad. (…) Es esencial que los hombres permanezcan fieles a esta doctrina, pues como habéis escuchado hace un momento, nunca hubo mejores soldados para una empresa que los de las huestes campesinas, y yo os digo a vosotros, campesinos de Talavera, que en esto consiste nuestra victoria, y que nuestra victoria es la vuestra; guardadla y mantenedla con la unidad de los hombres y de las tierras de España. ¡Arriba España¡”31

22

Presa del Pantano de Cijara en construcción, primera mitad de los 50

José Ignacio Fernández Ollero © 2014

1

DÍAZ, 2001, 275 y ss. ABC de 4 de marzo de 1947, p. 17. 3 ABC de 8 de mayo de 1947, p. 9. http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1947/ 05/08/004.html 4 http://fernando-desde-castilla.blogspot.com.es/2009/12/mohamed-ben-mizziamcapitan-general-de_14.html 5 http://www.todoslosnombres.org/php/verArchivo.php?id=6311 6 Testimonio de Faustino Fernández Durán, La Mina de Santa Quiteria, 12 de agosto de 1989. 7 http://www.lavanguardia.com/politica/20110207/54111288379/la-caja-de-musica-dealcaudete-de-la-jara-un-lugar-donde-la-guerra-si-ha-terminado.html 8 BOE núm. 123 de 3 de mayo 1947, pp. 2618 a 2619. 2

9

Testimonio de Juan Aceituno Mejías, miembro de la contrapartida, La Mina de Santa Quiteria, 12 de agosto de 1989. 10 Testimonio de Faustino Fernández Durán y Sagrario Rodríguez, La Mina de Santa Quiteria, 5 de agosto 1986.

23

11

La información sobre el embarazo de La Golondrina procede de IZQUIERDO, José Luis: "Las mujeres del maquis" en Diario 16, 12-13 de septiembre 1992. Menciona como fuente las declaraciones de María Rodríguez Juárez La Goyería. Sin embargo las fuentes orales mencionadas aquí y los informes de la Guardia Civil desconocen ese embarazo. 12 DÍAZ, 2001, 263. 13 Testimonio de Francisco "Paco el Campillano", Puerto Rey, 13 de julio de 1992. 14 Informe de la GC: “Fue entregado por los huidos de la sierra al vecino de esta Félix Martín Muñoz en la Majá de Gamiteros la noche del día nueve del actual para que fuera entregado a la Guardia Civil. El niño puede tener menos de un mes de edad y vestía un abriguito color rojo oscuro con pintas blancas; una refaja color blanco; camisa blanca; ombliguero y pañal. Además venía cubierto en un mantón usado de color negro” (ROMERO, Saturnino: De miajón, roza y jara, Estampas de una época, Herrera del Duque, 1940-2000, Badajoz, Aprosuba, 2003, p. 120). 15 Archivo Histórico de Defensa, causa 134861, leg. 7228. 16 Testimonio de Julián García García, Talavera 27 de septiembre de 2014. Ver también su libro: El Campillo de la Jara, una forma de vida, Ayto. Campillo, 2007, p. 315. 17 Testimonio de Juan Aceituno Mejías, citado. 18 Testimonio de Alicia Sánchez Aceituno, hija de Isidoro, Anchuras, 7 de junio 2014. 19 Testimonio de Adrián Fernández Durán, Talavera, 17 de mayo 2013. 20 Testimonio de Gerardo Palomo, Madrid, 20 de diciembre 1997. 21 ROMERO, 2003,124. 22 El desprecio de las fuerzas vivas era inconmensurable hacia las mujeres del maquis; para Francisco Aguado Sánchez eran “mancebas” de los guerrilleros, una especie de “reposo del guerrero”, uno de los pocos alicientes de la vida en la sierra, que, aunque se echaban al monte por amor a sus novios, acababan siendo compartidas por todos los hombres de la cuadrilla (AGUADO, 1975, 411-413). 23 El 16 de junio de 1928 en El Campillo de la Jara nació Elisa Paredes Aceituno, llamada Felisa en los informes de la Guardia Civil y en las fuentes orales. En el Registro Civil, en una anotación al margen, aparece la fecha de su muerte, el 24 de febrero de 1927, cosa que no tiene ningún sentido. 24 Testimonio de Pilar Ollero Díaz, Talavera, 4 de mayo de 2013. 25 Según las fuentes orales no vinieron a hacerles la autopsia aunque en la causa que se instruyó consta un certificado firmado por los médicos de Sevilleja, Moisés Ninou García y de la Nava de Ricomalillo, José Fernández Pleyán. 26 Entrevista con Víctor García, Móstoles, 3 de julio de 1991 y Amadeo Fernández Rodríguez, Talavera, 15 de enero de 2015. 27 Jesús el Sordo fue labrador empresario en Pantano de Cijara. Hacia 1945 obtuvo la autorización de los ingenieros de la empresa Vías y Riegos para descepar y talar el arbolado de la futura zona inundable del pantano. La empresa se lo pagó generosamente. Los beneficios de la venta de la madera, del carbón y de la industria de panadería en los años 50 le proporcionaron el capital necesario para instalarse como hostelero en Talavera. En los años 60, volvió a retomar su actividad como leñador en la Sierra de Sevilleja, después de conseguir el arriendo de los robles; los dedicó a cortar traviesas para el ferrocarril Talavera-Villanueva en su tramo jareño pero la falta de recursos de la empresa le hizo fracasar. En Talavera su Parador del Sol era conocido por todos los jareños que acudían a las ferias de ganado. 28 AHD, causa 1179, leg. 6954. Testimonio de Carmen del Moral Jiménez, Talavera, 28 de junio de 2015.

24

29

Testimonio de Carlos Gutiérrez Martín, tendero en el economato del poblado. Talavera, 8 de noviembre de 2014. 30 Testimonio de Adrián Fernández Durán, Talavera, 17 de mayo 2013. 31 ABC de 6 de octubre de 1956, pp. 25 y 26.

25