ENFERMEDAD Y MUERTE DE MI MADRE

CAPÍTULO I En mi niñez recuerdo un domicilio paterno feliz, formado por matrimonio y cinco hijos, dedicado a la profesión de labrador, aunque con esc...
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CAPÍTULO I

En mi niñez recuerdo un domicilio paterno feliz, formado por matrimonio y cinco hijos, dedicado a la profesión de labrador, aunque con escasos recursos, se podían desenvolver en una situación económica clasificada como regular, o quizás de los domicilios más desahogados en aquellos tiempos de la posguerra. Con una yunta de caballería y bueyes, con la labor en la finca de Hambrona, yo con muy escasa edad (contaba únicamente con 8 años), por ser el varón mayor de la familia, ya tenía que acompañar a mi padre en distintas ocasiones en relación de cosechas y recogidas de cereales, a la vez que se atendía a las labores de viñedo y huertos que se poseían en la demarcación del término municipal de Malpartida. Aunque desde muy pequeño, me tocó colaborar en los trabajos del campo, recordando las grandes fatigas en recolecciones de siega y otros menesteres, pero orgulloso por armonía, salud y unión familiar, que en aquellos años se disfruta en el hogar paterno. Aquellos recuerdos de los años 40, en los cuales yo empecé a ir al Colegio de Párvulos, que por ser imposible aprender la cartilla primera, costaba tanto trabajo aprender sus letras, mi ilusión era acompañar a mi padre a las faenas del campo, trabajar con él además de las faenas

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Mis vivencias, rimas y excursiones

en Hambrona, acompañarle cuando iba a las viñas y olivares que por entonces poseíamos, entre ellos recuerdo la viña de mi abuela paterna, en la zona de Fuente del Caño, un olivar de mi abuela materna en la zona de Calzones, así como un huerto denominado Huerto de los Álamos, todo esto heredado de mis abuelos y con el gran orgullo de conservarlos, que por circunstancias de la vida todo quedó trucado. Hasta la edad de 12 años, mis recuerdos del hogar paterno fueron siempre muy positivos, criado en el seno de la familia feliz, pero la desgracia comienza en el año 1949 que me propongo explicar.

ENFERMEDAD Y MUERTE DE MI MADRE A mi madre la recuerdo como una mujer cariñosa y amable, entregada totalmente a su esposo y a sus hijos, la recuerdo con vestimenta de rapones largos y negros, con pañuelo negro a la cabeza, de anécdotas y hechos relevantes en mi niñez. Recuerdo verla sentada con las vecinas cosiendo y haciendo punto y otros trabajos en la puerta de la casa, recuerdo cuando regañaba por las muchas travesuras que realizábamos de niños, me viene a la memoria con qué agilidad agarraba los cuernos y ataba en la cuadra a una pareja de novillos y una yunta de caballerías que teníamos para realizar los trabajos de la labor en la finca de Macarra. En esta finca realizábamos los trabajos de labradores, de la que veníamos al pueblo cada 15 días a pasar el domingo, y ya nos llevábamos el suministro para otros 15 días, recuerdo que una de las veces que se terminó la comida, mi padre me mandó desde la finca al pueblo para traer lo necesario hasta finalizar la campaña de sementera que se estaba realizando, por entonces se cogía el tren en la estación de La Bazagona, hasta la estación de La Mancona, que era la de Malpartida, y por entonces costaba tres pesetas.

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Fermín Muñoz Mateos

Hallándome en la estación de La Bazagona, con el tiempo suficiente para coger el tren, llegó a la misma un vecino de Malpartida de Plasencia, llamado Gonzalo Díaz Botejara, apodado «Sacristán», dos años mayor que yo, y me animó a ir andando desde La Bazagona hasta Malpartida, que había unos 20 kilómetros, y andando por la finca del Haza nos ahorrábamos las tres pesetas que costaba el billete. Ni cortos, ni perezosos, salimos andando desde la estación, por la vía, atravesando el puente del río Tiétar, que lo pasamos corriendo con miedo a que viniera un tren, ya que su longitud era de bastante consideración, pasando el puente y llegando a una caseta de la vía, cogimos el camino por la casa de la finca del Haza, hasta llegar al cordel con dirección a Malpartida. Ya cansados los dos y la tarde bastante avanzada, alcanzamos a un carro cargado de leña, a su titular le llaman el Tío Galo, tenía un horno de cocer pan, le dijimos que si podíamos montar en el carro y nos dijo sí, por lo que nos subimos y vinimos montados en el mismo, pero llegamos al pueblo ya de noche. Cuando llegué a casa mi madre no me esperaba, cuando le conté lo ocurrido se echó las manos a la cabeza, regañándome y amenazándome de lo furioso que se pondría mi padre cuando lo supiera, yo lloraba arrepentido y pensaba para mí: «¡vaya paliza que me voy a ganar por ahorrarme tres pesetas!». Cuando se lo conté a mi padre no fue la bronca tan grande, porque comprendió que eran cosas de niños.

VIUDEDAD DE MI PADRE Mi padre, FERMÍN MUÑOZ MARTÍN, quedó viudo con cinco hijos, la mayor María de 15 años, Felipa de l3, Fermín de 11, Doroteo de 9 y la pequeña Rosario con 4, motivado al gran gasto por la larga

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enfermedad de mi madre, careciendo totalmente de Seguridad Social, ni ayuda benéfica en aquellos tiempos, mi padre quedó en precaria situación económica, que aquel año 1949, como labrador había pasado a la finca de Macarra, propiedad de doña Leandra Gómez Rodulfo, en esta finca, aquel año habíamos entrado nuevos varios labradores, todos ellos de Malpartida de Plasencia, porque la propietaria de la misma se hallaba en juicio con los labradores antiguos, estos últimos labradores todos de Tejeda del Tiétar, sin ser capaz de echarlos fuera de la finca. La cuestión es que los labradores chinatos, con toda la ilusión empezaron a labrar las tierras, con el permiso de la propietaria, en el cuarto de la labor denominado «cuarto de abajo», las labores se realizaron con toda normalidad y animados por la propietaria, si bien los tejanos que de vez en cuando insultaban y amenazaban a los chinatos y les decían: «vosotros trabajaréis la tierra, que nosotros la sembraremos». Los labradores chinatos eran Gerardo Muñoz, Julio Nora, Fermín Muñoz, Manuel Muñoz, Doroteo Muñoz, Benito el Rano, Santiago Melón, Fermín Serrano, Sebastián Serrano, José Cardador y Felipe Tejado. Una vez labrada la tierra, en plena sementera, aunque los labradores chinatos tenían el apoyo de la propietaria de la finca, los labradores tejanos no dejaban de cruzarse y estropear los trabajos realizados por los chinatos, dando con ellos a discusiones y reyertas entre unos y otros. A pesar de mi corta edad, recuerdo que yo me hallaba con mi padre en la sementera, cuando se presentó una pareja de la Guardia Civil a caballo, perteneciente al puesto de Casatejada, dichos guardias civiles le dijeron a mi padre que avisara a todos los labradores chinatos, que les iba a leer una Orden Judicial, por lo que mi padre por una parte de la finca y yo por la otra, avisamos a todos los labradores que allí se reunieron y los guardias leyeron la Orden Judicial, que decía:

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Una vez resuelto el juicio llevado a cabo por los labradores de Tejeda del Tiétar, contra doña Leandra Gómez Rodulfo, el juzgado había resuelto que, el cuarto de labor, cuarto de abajo, en la finca de Macarra, colindante con la finca de la Herguijuela, preparado para la siembra correspondiente, se les adjudicó a los labradores de Tejeda del Tiétar. Por lo que con gran diálogo entre labradores chinatos y guardias civiles, firmaron el enterado del documento, y a los chinatos no les quedó más remedio que abandonar los trabajos y dejar a los tejanos realizar los trabajos de la siembra, quedando los chinatos con las pérdidas considerables por los trabajos realizados en dicha finca. Al año siguiente los labradores tejanos abandonaron la finca y a los labradores chinatos, doña Leandra les dio un cuarto de labor preparado para la siembra y continuaron en la finca como labradores fijos de la misma. Por cuyo motivo, ya labradores fijos en la finca, decidieron hacer o construir chozas en el punto denominado Cañada de la Fresneda, que aquello parecía un pueblo de indios, había más de 30 chozas juntas, construidas para personas y ganado. Todo esto se realizó a finales del año 1948, y a primeros del año 1949, mi madre cayó enferma, mi padre tenía que alternar con los trabajos en la finca de Macarra y atender a mi madre, durante varios meses, en los hospitales de Cáceres y Plasencia. Fallecida mi madre en el mes de abril, mi padre quedó viudo con cinco hijos menores y gran cuarto de labor para segar, y aquí planto esta poesía en recuerdo de mi madre.

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