En los Tiempos del Ruido

7 En los Tiempos del Ruido. Reproducción del reporte original del ruido escuchado en Bogotá el 9 de marzo de 1687, firmada por Pedro de Mercado y otr...
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En los Tiempos del Ruido.

Reproducción del reporte original del ruido escuchado en Bogotá el 9 de marzo de 1687, firmada por Pedro de Mercado y otros.

Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

N

8 REPORTE DE

CASO

NUEVOS APORTES PARA LA EXPLICACIÓN DEL MISTERIOSO Y PORTENTOSO RUIDO ESCUCHADO EN SANTA FE DE BOGOTÁ EL 9 DE MARZO DE 1687 Freddy Moreno Cárdenas Director Ceaf Gimnasio Campestre [email protected] Recibido: 30 de mayo Aprobado: 16 de agosto

RESUMEN

SUMMARY

La historia del ruido en Santa Fe de Bogotá fue utilizada en la tradición capitalina para referenciar hechos muy antiguos y en cierto modo anecdóticos. En este artículo se presenta la traducción del documento original en el que se relata el fenómeno del ruido, firmado por varios jesuitas, entre ellos Pedro de Mercado en 1691. Este manuscrito constituye un documento clave para demostrar la autenticidad del fenómeno escuchado. También se hace un recuento de las diferentes hipótesis que se han planteado alrededor del hecho, hasta llegar a la hipótesis astronómica, la cual explica el fenómeno sónico, como el paso y posterior fragmentación de un meteoroide sobre los cielos santafereños, a partir de las explosiones escuchadas y del fuerte olor a azufre percibido durante varias horas después del ruido.

In the traditional of the capital, the history of “noise in Santa Fe de Bogotá” was used to reference very old, and in certain respects, anecdotal events. This article presents the translation of the original document in which the phenomenon of “noise” is introduced and signed by various Jesuits, such as Pedro de Mercado in 1691. This is a key document in order to show the authenticity of the phenomenon of “noise”. A review has been created of the different hypotheses that have been proposed as regards this event up to and including the astronomical hypothesis, which explains the sonic phenomenon as the passing of a meteor over the skies of the Santa Fe and its subsequent fragmentation. This was inferred from the explosions that were heard and the strong smell of sulfur that was noticed for various hours after the noise had occurred.

Palabras Clave: Tiempo del ruido, Pedro de Mercado, bólido, explosiones, azufre.

Keywords: Noise in Santa Fe de Bogotá, Pedro de Mercado, fireball, explosions, sulfur.

No dejar a la memoria lo que de por sí sola no puede conservar Juan Alfonso de Polanco S.J.

El Astrolabio

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INTRODUCCIÓN La presidencia de don Gil de Cabrera y Dávalos (1686 -1703) fue recibida por un extraño fenómeno sónico que estremeció la sociedad santafereña y dejó ondas huellas en los habitantes del altiplano (Ocampo, 1991). Aunque los cronistas e historiadores han estado de acuerdo con que no hubo pérdidas humanas ni daños importantes, y puesto que no se logró establecer su origen, se creó un ambiente anecdótico alrededor del caso, quedando en la memoria colectiva de los bogotanos por cerca de tres siglos, como “el tiempo del ruido”. El fenómeno escuchado en la capital se mantuvo en la memoria común por dos medios, primero, por la tradición oral como nos lo recuerda Groot (1953): “No hay persona en esta ciudad, ni entre las de clase ínfima, que no haya oído nombrar “el tiempo del ruido”; pero contados son los que saben de qué ruido se habla. Muchos creen que fue algo que ocurrió en época aún más remota, pues cuando quieren ponderar lo anticuado de alguna cosa, dicen: eso es del tiempo del ruido...”. El recuerdo de este fenómeno se mantuvo por muchos años gracias a que cada año el 9 de marzo se hacia memoria del suceso con ceremonias religiosas que se realizaban en varias iglesias de la ciudad y de Tunja (Ribero, 1956). Esta expresión aunque es desconocida por la mayoría de los bogotanos de hoy en día, se extendió a diferentes regiones del país, y tal vez, una prueba de ello es que García Márquez la incluye en dos de sus obras, entre ellas, Cien Años de Soledad (1980). Esta leyenda sirvió como base de la novela histórica “En los tiempos del ruido” (Morales, 1977).

Dibujo del año 1000 en que se representa la caída de un meteorito.

En segundo lugar, quedaron reportes escritos del fenómeno; gracias a ellos han sido estudiados por numerosos narradores de la colonia como Caballero y Rodríguez Freyle, historiadores como Ortiz (1974) y científicos como el Padre Jesús E. Ramírez (1975). Los cronistas que dejaron estos testimonios fueron los sacerdotes jesuitas Juan de Ribero (1681-1736) y Joseph Cassani (1673-1750). El primero, español, llegó a la Nueva Granada a principios del siglo XVII como misionero, estuvo en Bogotá, Tunja, Honda y Mompóx (O´Neill & Domínguez, 2001). Desde 1720 participó en las misiones del Casanare y el Orinoco, en donde además de evangelizar a los indígenas de la región, dedicó tiempo para el estudio de las lenguas de los nativos. Su obra “Historia de Misiones” sólo fue publicada en 1882. Joseph Cassani nació en Madrid, profesor de matemáticas del Colegio Real de Madrid y uno de sus fundadores, nunca estuvo en nuestro país, preparó su obra, la “Historia de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada” (1741), en la península a partir de documentos enviados por los jesuitas Mercado y Ribero desde Colombia (O´Neill & Domínguez, 2001). Hasta ahora el estudio de este capítulo misterioso de nuestra historia se había basado en las crónicas de Ribero y Cassani quienes no fueron testigos del ruido (Moreno y Portilla,2006), puesto que el primero llegó a la Nueva Granada en 1705 (Archivun Romanun Societatis Iesu NR et Quit 15-2) y estuvo en Santa Fe entre 1705 y 1715. Su “Historia de las Misiones” la escribió después de 1728 bajo el auspicio del Provincial Diego de Tapia, quien ordenó sacar papeles y cartas de hombres doctos, del archivo de Santa Fe, que ayudasen a construir esta crónica (Esteve, 1992). Cassani por su parte recogió las noticias y las memorias enviadas desde el Nuevo Reino y se preocupó por acrisolar la verdad de los escritos recibidos (Esteve, 1992). Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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EL DOCUMENTO DE PEDRO DE MERCADO El hecho de que Ribero empezó a escribir su historia hacia 1728, es decir 40 años después del estruendo que conmovió la capital, hace que se genere incertidumbre sobre lo relatado; por eso es necesario encontrar un documento cercano a la fecha del suceso, el domingo 9 de marzo de 1687, que por lo menos garantice una frescura en la vivencia del “ruido” y aporte nuevas pruebas para la solución del misterio. El escrito que sirvió de base a Ribero finalmente se encontró en el Archivo Histórico Javerianano Juan Manuel Pacheco, dentro de documentos del Archivo Romanum Societatis Iesu NR et Quit y hace parte de una serie de noticias sucedidas entre los años 1684 y 1690, firmadas en 1691 por Pedro de Mercado, Ferdinando Corbero y otros (Mercado et al 1691). La principal finalidad de este manuscrito, como lo es el de Ribero y Cassani, además de reseñar el fenómeno, fue mostrar el cambio en las costumbres morales que mostraron los bogotanos después de sufrir este fuerte embate de la naturaleza sin haber sido reportados daños materiales ni víctimas.

Título del informe sobre el “ruido” escuchado en Bogotá del Padre Pedro de Mercado cuya traducción dice. “Un portentoso ruido escuchado en Santafé con el cual muchos despertaron para mejorar su vida”.

diversidad de fenómenos y el pánico general creyeron que el fin del mundo había llegado: “los gritos de la gente, el estruendo que recorría el aire, el bramar de la tierra, el aullido de los perros y el triste repiquetear de las campanas hizo recordar el final de los tiempos descrito en las Sagrados Escrituras”.

EXPLICACIONES AL FENÓMENO SEGÚN MERCADO El manuscrito de Mercado recoge la impresión que los santafereños sintieron desde que fueron despertados hasta los días siguientes cuando comentaban el suceso. Sin duda alguna el ruido fue lo suficientemente fuerte que atormentaba los oídos, su duración y la dificultad para explicarlo los hicieron entrar en terror, ocasionando un caso de pánico colectivo en toda la ciudad: “ de repente se escuchó en la ciudad de Santa Fe y en las ciudades circunvecinas por muchas leguas un estruendo tan horrible y aterrador, que quienes lo escucharon declaran nunca haber oído cosa semejante y nunca lo oirían y se prolongó casi por quince minutos y en tan breve tiempo es cosa de admirar a cuantos haya sacado fuera quienes dejados sus hogares, llenaban las calles, pues en ese momento del estruendo ya estaban casi todos acostados, pero aterrados, y perdida la razón, a la manera de las Bacantes, por todas partes aparecían.” La cacería fue una primera explicación que dieron los bogotanos, al sentir el primer golpe, pero al sentir El Astrolabio

Representación de la Explosión de un bólido sobre un campo de siembra. Imagen de L´Astronomie.

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Según el cronista el estruendo no era siempre igual, lo cual causaba admiración. “Era una desordenada mezcla de los elementos. Su similitud con las sonidos de las máquinas de guerra, tambores y el sonido como de soldados sacando el sable”, hizo pensar en una invasión extranjera, lo cual obligó al presidente (Gil de Cabrera y Dávalos) a salir a defender la ciudad, que a la verdad distaba más de 200 leguas del mar, pero al pasar el susto y viendo que nada de eso había ocurrido la gente pensó que “el éter se había resquebrajado a la manera del estruendo que producen las máquinas de guerra”. Ribero es más explícito y lo describe como: “desquiciándose toda la máquina del firmamento y desbaratándose los ejes de su poderosa rueda a manera de cuando se descompone un reloj, se formaba tan estupendo ruido con el desconcierto de la esfera celeste”. También apareció la explicación del monte que estallaba y lanzaba rocas de gran peso, cual lluvia, las cuales caían sobre la tierra y rodaban por largas distancias. Ante la imposibilidad de dar una solución satisfactoria Pedro de Mercado llama la atención del lector: “Pero no se vaya a creer que fueron sueños de personas tímidas, sino que todo fue una realidad”. Y como cuando una persona sufre un desmayo y se le intenta despertar acercándole una sustancia con olor penetrante, los desventurados santafereños sintieron “un fuerte olor a azufre que contaminó el aire por muchas horas”. El hedor era de tal intensidad que el Vicario General lo describió: ”como si por arte de los demonios el aire se hubiera transformado en palabras asquerosas y obscenas”. El olor a azufre es muy importante puesto que constituye una de las pruebas importantes para descifrar el enigma que nos interesa (Moreno & Portilla, 2006). Finalmente el autor nos cuenta: “En el mismo instante en que Dios mostró a esta ciudad su brazo armado con el flagelo, castigó a la ciudad limense de Callao y a otras ciudades circunvecinas. Y al mismo tiempo (si podemos dar crédito a una computación de horas) se estremeció el barrio de la ciudad con tales temblores que apenas puede imaginar la mente humana”. Mercado relaciona el ruido que estremeció a Bogotá con los temblores sentidos en el Callao, Lima y Huancavelica que, según él, ocurrieron al mismo tiempo. En realidad estos sis-

mos sucedieron en diciembre de 1687 y según Ceñudo (Ortiz, 1974) también se registraron en Pasto.

DIFERENTES HIPÓTESIS PROPUESTAS PARA EXPLICAR EL RUIDO Cassani es la primera persona en analizar el fenómeno de un manera racional; aquí es importante resaltar su indudable capacidad, dado que además de ser un matemático prestante, escribió el libro “Tratado de la naturaleza, origen, y causas de los cometas” (1737). Al hacer un análisis de su escrito vemos que Cassani (1741) intenta dar una primera explicación de tipo atmosférico con base en los conocimientos de esa época: “... las historias por curiosidades cuentan diferentes meteoros, y que se hayan en los libros algunos casos, que han parecido milagros por lo raros, y se lee, que se han oído truenos en tiempos sumamente serenos...“ Sin embargo no puede aceptar que se hubiese escuchado un ruido y sentido un fuerte olor azufre sin haber visto algún fuego: “a mí siempre me ha hecho disonancia; que el aprieto obligue a salir de una dificultad, entrando en otra mayor, cual es conceder mayor viveza al oído, que a la vista; a estos autores los quisiera oír en el caso presente, que no solamente se oyó el ruido, sino que se olió el hedor, o el azufre, y no exhalando este su olor sin fuego, aumenta mucho la dificultad, que no conociendo vista nube, ni divagando fuego, percibiesen sensiblemente el oído y el olfato sus efectos”. Para Cassani es bien difícil creer que el objeto no se hubiera visto y el ruido hubiera causado tal conmoción y todavía mayor si en esos tiempos el fuego estaba relacionado con el azufre. Más adelante se mostrará que el fenómeno más captado durante la caída de un meteorito es precisamente el ruido que éste produce. El padre Jesús Emilio Ramírez, uno de los grandes geofísicos colombianos, en el libro “Historia de los terremotos en Colombia” (Ramirez,1975), clasifica el ruido de 1687 como un fenómeno atmosférico sin explicación y basado en los cronistas concluye que no hubo temblor de tierra, ni muertos, ni heridos, ni daños materiales. Las circunstancias anteriores también hacen descartar la posibilidad de una explosión de un volcán cercano, que hasta el día de hoy no se ha descubierto. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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Otra hipótesis es la de una creciente de un río cercano a la capital. Espinosa (1994) propuso que para 1687 el río San Cristóbal, fue el causante de tal tremor; sin embargo, como dice el mismo autor no se han encontrado documentos probatorios que describan tal creciente y las huellas geológicas dejadas han sido desaparecidas por la intervención y canalización del cause y la extracción de material para obras civiles. Otra debilidad de esta teoría es que el caudal del río no puede explicar que el ruido fuese sentido por varias leguas a la redonda. Ocampo (2001) con base en los manuscritos de Ribero (1881) y en el trabajo de Espinosa (1994), propone que el ruido es sólo una leyenda colonial envuelta en el misterio y en lo inexplicable.

LA HIPÓTESIS ASTRONÓMICA Una propuesta de tipo astronómico fue planteada por Moreno & Portilla (2006). En ella se propone que en la noche del 9 de marzo de 1687 un pequeño cometa o asteroide (meteoroide) entró en la atmósfera terrestre, pasando y posiblemente fragmentándose sobre los cielos santafereños. En ella los autores se apoyan en lo que se conoce ahora sobre cuerpos menores del Sistema Solar y su impacto con la atmósfera terrestre. A continuación pasaré brevemente a comentar algunos conceptos que nos interesan. Meteoros, bólidos y meteoritos: El espacio interplanetario está habitado por gran cantidad de material que sobró de la formación del Sol, los planetas, cometas y asteroides. A ellos se les llama meteoroides y deambulan en órbitas alrededor del Sol, algunos de ellos se producen cuando un cometa pasa cerca al astro rey y al desboronarse quedan flotando hasta que son atraídos por la gravedad terrestre. Un meteoro o estrella fugaz es el fenómeno visual asociado con el pasaje de un meteoroide a través de la atmósfera. Ingresan a una gran velocidad a la Tierra, entre 10 y 70 kilómetros por segundo y sufren una fuerte desaceleración si son pequeños, para derretirse a unos 80 kilómetros de altura, no alcanzando a llegar a la superficie. Si el meteoroide es más grande puede llegar hasta unos 10 kilómetros sobre el nivel del mar antes de desintegrarse, se torna muy luminoso y se le conoce con el nombre de bólido. El modelo de un bólido es muy parecido al de un cometa, con una cabeza circular muy luminosa y una larga cola de polvo. Un bólido muy brillante puede alcanzar una magnitud de –12 (brillo de la Luna llena), y puede durar unos pocos segundos antes de explotar (Sears, 1978). El término meteorito se refiere a una masa de metal o de piedra, que llega al suelo en pedazos de tamaño variable, a veces en gran número, fenómeno que suele estar acompañado de nubes de El Astrolabio

Bólido fragmentándose visto en Francia a finales del siglo XIX.

Imagen de un bólido visto en 1994 en el noreste del Canadá. Imagen de National Geographic.

Pintura en la que se observa un meteoro visto en 1870.

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humo y de manifestaciones luminosas. Según estiman Love & Brownlee (1993) cada año ingresan a nuestro planeta entre 40.000 y 60.000 toneladas de este material. Si el objeto sobrevive al vuelo hipersónico, cae por gravedad convirtiéndose en meteorito. Halliday (2001) calcula que a la Tierra ingresan del orden de 13700 meteoritos con masas mayores a 100 gramos anualmente, pero de estos se recuperan sólo 5 ó 6. Cuerpos pequeños y moderados son desacelerados por la atmósfera, a tal punto que sus velocidad cósmica es completamente extinguida debiéndose solamente a la atracción gravitacional, y pueden golpear la superficie terrestre a velocidades entre 0.1 y 0.2 kilómetros por segundo. Los de masa mayor a una tonelada pueden perder casi la totalidad de su velocidad de entrada antes de golpear el suelo y los que pesan entre 10 y 100 toneladas pueden tocar el suelo entre el 10 y 50 % de la velocidad de entrada (Mason, 1962).

FENÓMENOS PRODUCIDOS POR LA ENTRADA DE UN METEOROIDE

sufre desgaste y puede fragmentarse. Una sucesión de explosiones pueden resultar si hay varios de gran tamaño. ii)A continuación se escuchan una serie de explosiones menores que resuenan, llamadas redobles. Se atribuyen al estampido sónico de los objetos originados por la fragmentación del cuerpo principal. Una sucesión compleja de ondas de choque puede resultar en el sonido retumbante que sigue a la primera gran fragmentación. iii)Los silbidos. Son escuchados simultáneamente con el fenómeno visual y se deben al fenómeno electrofónico (Keay,1980), cuya explicación más viable es que la cola de plasma de los bólidos muy brillantes podría generar emisiones de radio entre 1 y 10 kHz (ELF y VLF). Estas ondas electromagnéticas pueden ser escuchadas si en los alrededores del observador existen elementos transductores que son comunes como: láminas de aluminio, agujas de pino o el pelo seco y rizado (Ocaña, 2005).

Los fenómenos que suceden durante el paso de un bólido o la caída de un meteorito pueden ser: observaciones lumínicas, explosiones (y ruidos), nubes de polvo, olores y por supuesto el meteorito, si éste no se desgasta durante su travesía por la atmósfera.

En ocasiones la explosión es tan fuerte que puede transmitirse al suelo como en el caso del meteorito del lago Tagish, ocurrido 18 de enero de 2000, observado en Alaska y el noroeste del Canadá. Según Brown et al. (2000) fue producida por un meteoroide entre 4 y 6 metros de diámetro, con una velocidad de entrada Las Explosiones: La entrada de material extra terrestre de 16 km/s. La energía que se produjo fue estimada en no es raro en la naturaleza y genera un estallido sóni2x1013 joules (5 kilotones). Según testigos, la bola de co y explosiones subsecuentes que cuando alcanzan fuego duró unos 15 seguncierta intensidad pueden dos, a lo que siguió una setransmitirse al suelo y prorie de fuertes detonaciones ducir movimientos sísmique alcanzaron a mover cos. Una consecuencia de el terreno. Más conocido la velocidad del meteoroide es el caso de Tunguska es el sonido producido que (Vasilyev, 1998) ocurrido según Sears (1978), ha el 30 de junio de 1908 en sido clasificado en tres tipos Siberia Central. En esta y que se escuchan uno tras oportunidad un meteoride de otro después que el bólide unos 10 metros explotó do ha sido identificado: entre 5 y 10 kilómetros de i)La explosión inicial. Es altura, con una energía generada por la onda liberada equivalente a 15 sónica de la masa entrante megatones, que alcanzó desplazándose a veloa arrasar un área de unos cidades hipersónicas. El Meteorito de 100 Kilogramos encontrado en Santa Rosa de Viterbo, 2.100 km2 y generar leves cuerpo sideral poco a poco Boyacá perteneciente al Archivo Histórico Javeriano. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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Meteoritos recogidos en Cali. El bólido fue observado en la tarde del 7 de julio de 2007. Imagen tomada por el Ingeniero Jaime García.

Imagen del automóvil averiado por un meteorito caído en Peekskill, New York.1992.

sismos que fueron captados por diferentes estaciones sismológicas de Asia.

fenómenos observados durante 20 caídas de meteoritos. Ver Tabla1. En ellos muestra que la característica más percibida es la explosión antes que la luz del bólido y de su cola.

El olor a azufre: Durante la caída de un meteorito se han reportado olores característicos como el de azufre. Tales emanaciones han sido reconocidas por numerosos autores como Sears (1978): “esta es una propiedad que se observa en los primeros reportes y ha sido mencionada en los recientes. El olor es usualmente descrito como azufrado, otros términos son empleados (como el de cebolla). Permanecen en el meteorito por horas o quizás por días después de la caída y es muy poco probable que sean imaginados. Son posiblemente causados por el calentamiento de los sulfuros presentes en los meteoritos, o por la reacción del aire ionizado el cual recubre el bólido para producir ozono”. Lewis (1996) pone como ejemplo el bólido visto en Carolina del Sur durante la gran lluvia de meteoros de las Leonidas en noviembre de 1833, el cual explotó produciendo un ruido similar al de un cañón y olores sulfurosos. El fenómeno lumínico: la luz producida por un meteoro o un bólido según Sears (1978) se debe a i) la emisión de línea de algunos de los elementos químicos del meteoroide como el sodio y ii) aire ionizado altamente calentado que rodea el cuerpo y que ocupa un gran volumen. Los colores que se observan son el rojo, naranja oscuro, verde y amarillo. Al igual que en el rayo, el relámpago precede al trueno, pocos lo ven y muchos si lo escuchan. Mason (1962) soporta esta teoría puesto que según sus estudios, los sonidos usualmente siguen a la aparición del meteoro por dos o tres minutos. Sears (1978) hizo un análisis los El Astrolabio

Explosiones Estruendos Silbidos Sonidos de impacto Luz Destellos Huella de polvo

Frecuencia 17 7 9 6 11 2 6

% 85 35 45 30 55 10 30

Fenómenos mencionados durante la caída de 20 casos de meteoritos citados en el Meteoritical Bulletin. Sears (1978).

CASOS SIMILARES AL OCURRIDO EN BOGOTÁ En la literatura científica se encuentran numerosos reportes de avistamiento de bólidos y caídas de meteoritos. El desarrollo tecnológico ha permitido la observación y estudio de estos fenómenos a través de satélites y sismómetros. Sears (1978) y Lewis (1996) presentan numerosos casos; sin embargo, uno de los que a nuestro juicio es más parecido al sentido en Bogotá, ocurrió el 10 de febrero de 1896 sobre Madrid, España (Lewis, 1997) y publicado en numerosos periódicos de la época (Perry Bulletin, Abril 23/ 1896). “Una fuerte onda de choque producida por un cañón y la explosión de su misil en el aire no se aproximaría a la sorprendente detonación que se escuchó. Muchas personas no reconocieron su origen en el aire y pen-

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saron que alguna terrible calamidad había ocurrido en la superficie. La enorme energía de fenómeno fue probablemente equivalente a la detonación de un gran polvorín, la ciudad pareció ser sacudida por un terremoto, y la agitación en la atmósfera fue mostrada por la rápida bajada en la presión y su posterior incremento en los barómetros. Podemos ahora imaginar el brillo del meteoro iluminando el cielo pues fue visto desde tres cuartas partes del territorio español, viajando a velocidades superiores a la del proyectil de guerra más rápido... Algunos daños fueron causados en otros sitios además de Madrid, a medida que la piedra roja se desintegraba en fragmentos incandescentes, uno fue recobrado en las poblaciones de Logroño a 210 kilómetros al noreste de la capital en donde dos casas fueron incendiadas y en Burgos a 190 kilómetros al norte de Madrid. Allí tres fragmentos del cuerpo principal cayeron entre las casas. Cerca a Madrid se recuperó una piedra gris la cual aún se mantenía caliente. Es probable que el cuerpo principal haya caído en el Mediterráneo... ”. El meteorito recobrado en Madrid se encuentra referenciado en el catálogo de Frederick Leonard (1946). Otro caso que puede ilustrar esta hipótesis fue reportado en El New York Times del 24 de abril de1922: ” La aparición de una gran bola de fuego, que se movía a gran velocidad sobre los cielos de la costa sur del estado de Nueva Jersey a las 9 PM. de la noche anterior, dejando una cola iridiscente como la de un cometa, desapareciendo contra el suelo con una gran explosión, que fue escuchada a unos cincuenta kilómetros alrededor. Todos los testigos aseguran que una luz similar a un relámpago acompañó su veloz aparición junto con una detonación estruendosa la cual golpeó edificaciones y destruyendo ventanas. El extraño visitante dejó escapar nubes de gas tóxico, la cual contaminó la atmósfera de tal forma que obligó a las personas el usar pañuelos humedecidos para proteger sus narices por más de 15 minutos,... la explosión fue ensordecedora.”

DISCUSIÓN El descubrimiento del manuscrito de Pedro de Mercado escrito en 1691, sólo tres años después de haberse escuchado el ruido en Bogotá, sirve para despejar muchas dudas acerca de la intencionalidad y fidelidad de los cronistas y la real intensidad del fenómeno.

Volviendo a reiterar lo dicho por Groot (1953) que: “No hay persona en esta ciudad, ni entre las de clase ínfima, que no haya oído nombrar “el tiempo del ruido; pero contados son los que saben de qué ruido se habla…”. Podemos aplicar a lo sucedido en Santa Fe el pensamiento de Levi-Strauss (García Gual, 1987) según el cual; “la historia sufre el proceso de “mitismo” según el cual se producen cambios en el que sus episodios son amplificados o negligidos en cada recuento, antes de perderse en la memoria”. Para los bogotanos lo que sucedió el domingo 9 de marzo de 1687 hoy es desconocido, sólo queda una frase que tiene algún sentido para eruditos y ancianos.

COMPARACIÓN DE LOS MANUSCRITOS DE MERCADO, RIBERO Y CASSANI Pedro de Mercado es uno de los más fecundos escritores de la segunda mitad del siglo XVII, según palabras del padre Juan Manuel Pacheco en la introducción de la obra de este eminente jesuita (Mercado,1957). Nació en Riobamba (Ecuador) en 1620 y hacia 1655 se encontraba ya en el Nuevo Reino de Granada. En 1659 era rector del Colegio de Honda y en 1687 se encontraba en Santa Fe, desempeñándose como rector del Colegio Máximo y de la Universidad Javeriana (Fajardo, 2002), siendo viceprovincial en 1689; murió en Bogotá en 1701. Así pues tenemos en Pedro de Mercado el cronista que muy probablemente fue testigo del ruido y la fuente original para Ribero y Cassani. Por lo tanto, la veracidad y trascendencia del fenómeno queda confirmada, dejando fuera de sospecha a Cassani por quienes lo consideran como único cronista del suceso y con la posible intención de exagerar su descripción, con el propósito de lograr una historia moralizadora (Borja, 2004). El manuscrito de Mercado (1691) se escribió originalmente en Latín, mientras que el reporte de Ribero, publicado sólo hasta 1882, cuyo original también se encuentra en el Archivo Histórico Javeriano, se escribió en español. La comparación de los dos escritos arrojó sólo diferencias de forma, es decir, las que se producen por la manera en que Ribero tradujo a Mercado. No sobra resaltar que el orden que tienen las dos narraciones es el mismo y las explicaciones coinciden, Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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confirmando que Juan de Ribero hizo su crónica con base en documentos facilitados por el Provincial Diego de Tapia, quien ordenó sacar papeles y cartas de hombres doctos, del archivo de Santa Fe, que ayudasen a construir esta crónica (Esteve, 1992). Ocampo (2001) propone que el ruido es sólo una leyenda colonial envuelta en el misterio y en lo inexplicable. Afortunadamente los manuscritos de los tres cronistas a los que nos referimos nos permiten conocer lo que sucedió e intentar dar una explicación a la luz de la Astronomía. La narración de Mercado empieza con una descripción precisa de las condiciones meteorológicas reinantes al momento del ruido: “horas antes de la media noche, noche en la que no había ni siquiera una nubecilla, y que el cielo ofrecía un espectáculo maravilloso con todas sus estrellas, noche que invitaba a un gran descanso y tranquilidad”. Nos aclara por qué, en ninguna de las versiones que se tienen se compara el ruido escuchado con el del trueno, que sin duda alguna es de los sonidos más fuertes que tiene la naturaleza, y queda muy claro que no había tormenta. Una de las grandes dificultades que presenta la hipótesis astronómica es por qué no fue observado el bólido. Sears (1978) nos presenta una posible solución pues nos dice que el fenómeno más mencionado durante la caída de un meteorito son las explosiones en un 85% de los casos, mientras que su luz sólo se ve en 55% de los casos. También hay que tener en cuenta que el estruendo ocurrió tarde en la noche y que gran parte de los habitantes se encontraba durmiendo como nos lo cuenta el cronista. La aparición de un fuerte olor a azufre por varias horas apoya la hipótesis propuesta, si lo comparamos con el del bólido de New Jersey (1922). El cronista hace énfasis en este fenómeno y pone como testigo al Vicario General, “varón de probada integridad”. Puesto que

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el olor duró varias horas se puede pensar y especular que el bólido pasó a muy baja altura y/o que efectivamente cayeron meteoritos, de lo cual no hay referencia alguna. Según Hildebrand et al. (2000) históricamente hay siempre reporte de olores cuando se han visto grandes bólidos y en algunas ocasiones estos han sido identificados a 100 km de la caída. Otro pasaje del cual podemos obtener información es: “A todos estos momentos de horror y de angustia se añadía el no menos lúgubre ladrido de los perros, que sin descanso llenaban el aire y con ellos se infundía más terror sin olvidar el triste repiqueteo de las campanas que se tocaban para apartar la desgracia”. Podría pensarse que el aullido se debía al desorden reinante en el momento del estruendo, pero según estudios de Heffner (1983) los perros poseen la mayor sensibilidad auditiva en el rango de 4 a 10 kHz, coincidencialmente, y como se explicó anteriormente, los bólidos muy brillantes emiten entre 1 y 10 kHz (Keay, 1980). Es probable que los canes reaccionaran ante este sonido poco común y contribuyeran a enrarecer lo extraño de la situación. Parece obvio que las campanas se tocaban solas por la onda de choque producida por la explosión. Según Pedro de Mercado (1691) el ruido se escuchó alrededor de quince minutos, la versión de Cassani (1741) nos aporta un dato diferente en cuanto a la duración y características del fenómeno sónico percibido, que no se encuentran en los otros dos: “ y prosiguió por el largo espacio de más de un cuarto de hora y aún cerca de media hora..”, más adelante dice: “No hubo persona que no se espantase, y que no lo oyese: al primer golpe dudaron, todos al segundo temieron: al tercero se aterraron, y con la perseverancia salieron de sí, y aún de sus casas, y aún de la ciudad...” Si bien es cierto que Joseph Cassani nunca estuvo en Bogotá es posible que haya verificado el suceso a través de otros documentos y testigos diferentes a los que nos hemos referido, pues como se dijo anteriormente, era de particular importancia para él, acrisolar los sucesos referidos (Esteve, 1992).

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CONCLUSIONES El descubrimiento del manuscrito de Pedro de Mercado fechado en 1691, tan sólo cuatro años después de sucedido el fenómeno, despeja las dudas respecto a la veracidad del fenómeno sónico escuchado en Bogotá, ya que éste importante cronista se desempeñaba como rector de la Universidad Javeriana (Fajardo, 2002) convirtiéndolo en posible testigo. El documento de Juan de Ribero (1882) tiene una estructura muy similar a la de Mercado (1691) citando las mismas explicaciones, por lo que es muy probable que éste haya sido su fuente original. Las explosiones y otros ruidos que despertaron a la sociedad santafereña la noche del domingo 9 de marzo de 1687 bien podrían corresponder a los sonidos que se producen cuando un meteoroide atraviesa la atmósfera y se rompe en pedazos antes de caer. El olor a azufre que fue identificado por personajes importantes y del común, no corresponde a la imaginación, sino que por el contrario, se debe a emanaciones provenientes de compuestos sulfurados presentes en los meteoritos.

El hecho que el bólido no se haya visto y por lo tanto reportado se puede explicar con los análisis realizados por Sears (1978) en los que muestra que sólo en la mitad de las ocasiones el bólido es observado. La intensidad de ruido, el fuerte olor a azufre y la probable generación de ondas electromagnéticas de baja frecuencia (VLF y ELF) escuchadas por los perros, son evidencias que sobre el cielo bogotano pasó un bólido muy brillante. Como apoyo a la hipótesis astronómica tenemos que un bólido y una fuerte explosión fue registrada en numerosos municipios del norte del Valle del Cauca, desde Obando hasta Cali, el 7 de julio de 2007 (El Tiempo, julio 8 de 2007). Como resultado de este fenómeno se recogieron numerosos fragmentos de meteoritos, que impactaron tres viviendas. El 1 de noviembre de 2006 otra explosión muy fuerte fue registrada en varios municipios del oriente del Huila, sin causa alguna ( El Diario del Huila).

AGRADECIMIENTOS El autor agradece a las directivas del Gimnasio Campestre por el apoyo prestado durante la realización de esta investigación, al Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco y al profesor Juan Ramos por su colaboración en la transcripción y traducción del documento de Pedro de Mercado.

Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

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