EN LA TIERRA QUE DOMINARON LOS CHACHAPOYAS Samuel Amorós

Las diversas civilizaciones prehispánicas que habitaron el territorio peruano legaron un valioso patrimonio cultural, que sin embargo, todavía resulta muy poco conocido o divulgado. Ese es el caso de los restos arqueológicos que nos dejaron los Chachapoyas, la etnia que habitó en los Andes orientales del norte del Perú, abarcando una superficie que comprende una parte de las actuales regiones de La Libertad, San Martín y Amazonas. Esta contribución estará centrada en desarrollar las diversas vías que permiten ingresar hasta esa fascinante tierra, para entrar en contacto con el ambiente y su gente, los descendientes de aquel antiguo pueblo, así como en señalar los diversos lugares que pueden visitarse. Algunas consideraciones previas. Los Chachapoyas se habrían establecido en el territorio indicado entre los siglos IX y X d.C.1, como el resultado de un movimiento migratorio de pobladores andinos, según supone Federico Kauffman2. En consecuencia, habría surgido durante los últimos siglos del Horizonte Medio del Perú prehispánico, extendiéndose en el tiempo para abarcar todo el Intermedio Tardío hasta que fueron violentamente conquistados por las huestes comandadas por el inca Túpac Yupanqui, hacia 14703. La abrupta topografía que aun hoy resulta intimidante y que a su vez, trae como consecuencia la existencia de unas limitadas áreas de cultivo, puede hacernos cuestionar sobre las razones que motivaron en el gobernante cusqueño, la ambición por el dominio de esa área: “El interés inca por esta zona no solo obedecía a sus afanes expansionistas. El territorio chachapoya ofrecía el acceso a importantes productos para uso ritual y práctico: plumas coloridas, condimentos, algodón, y especialmente la coca.4” Con aquella conquista, los incas lograron el acceso y control de la ruta comercial que permitía la llegada de unos productos indispensables en el antiguo Perú. Pero al quedar integrados al imperio, los Chachapoyas se vieron forzados a dejar lentamente sus costumbres ancestrales, como parte de un proceso que continuó con la posterior conquista hispana, de forma tal que hasta tuvieron que abandonar su propio idioma, para quedar reemplazado primero por el quechua y luego por el español. Este proceso de implantación de dos culturas sobre la original, hace que tan solo llamemos a este pueblo con la denominación hispanizada de una palabra que tal vez, ya había sido transformada luego del 1 2 3

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Federico Kauffmann, 2013: XX. Ibídem. El investigador considera que podría tratarse de una ocupación ocasionada por la expansión Wari. María Rostworowski, 2010: 86. Ella agrega que posteriormente: “[…] el inca Huayna Cápac tuvo que aplacar algunas rebeliones surgidas entre los sometidos chachapoyanos.” Lo cual lleva a pensar que la conquista recién se habría consolidado unos años después. Sonia Guillén et al., 2011: 19.

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dominio inca: /saĉapuyu/5, que por corrupción en su uso habría pasado a “[…] Sachapuyu o Chachapuyu. La significación del término /saĉapuyu/ es ‘nube’ o ‘neblina de vegetación’. En la región huallaga, sacha designa la selva. ‘Nube sobre la selva’ sería una descripción poética bastante precisa de la ubicación de Chachapoyas; sin embargo es poco probable que este etnónimo sea de origen quechua.6 En conclusión, puede señalarse que el verdadero significado de la palabra se pierde en las brumas del tiempo y si bien la usual frase para denominarlos como “guerreros de la niebla” puede sonar atractiva, resulta completamente limitada e inexacta, para definir a una etnia que consiguió excepcionales realizaciones materiales. Ya sea que el nombre con el cual los llamamos ahora se aproxime o aleje de su denominación original, lo cierto es lograron establecerse independientemente por medio milenio sobre una superficie que prácticamente equivale a la que posee la actual región Ica, porque cubría aproximadamente unos 22,000 kilómetros cuadrados7. Muchos siglos después y sobre esa misma área, se constituyeron en el Perú independiente las siguientes provincias: Pataz y Bolívar, en la región La Libertad; Mariscal Cáceres, en la región San Martín; así como Chachapoyas, Rodríguez de Mendoza, Luya, Bongará y Utcubamba, en la región Amazonas. Por esa razón, la mayor parte de los vestigios conocidos de esta cultura y susceptibles de ser visitados, se ubican en las inmediaciones de la ciudad que fundó el conquistador español Alonso de Alvarado en 1538, bajo la denominación de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, siendo más tarde trasladada a su actual ubicación en 1544. En la actualidad, tan solo ha perdurado la última palabra de su larga denominación como su nombre oficial: Chachapoyas, como el rezago final de la alta cultura que una vez se enseñoreó en el lugar. Rutas de acceso. Los lugares arqueológicos habilitados para los visitantes se encuentran en los alrededores de la ciudad de Chachapoyas, por lo cual se hace preciso llegar hasta allí para establecerla como la base de los itinerarios que se deseen realizar. Si bien existe un aeropuerto en la ciudad, hace años que dejó de emplearse comercialmente, luego del desastre del vuelo 222 de la aerolínea nacional TANS Perú, cuando en el año 2003 dicha unidad se estrelló con una montaña cercana a su destino, ocasionando la muerte de todos los pasajeros y tripulantes. Ahora, el terminal aéreo solamente está habilitado para recibir vuelos de la Fuerza Aérea del Perú. Es por esa razón que la única forma de alcanzar la ciudad de Chachapoyas es la vía terrestre. Tomando como punto de partida la ciudad de Lima, capital del Perú, existen tres rutas, que admiten acortar el recorrido por medio de la vía aérea, partiendo desde el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, hasta tres ciudades en el norte del país que también cuentan con terminales aéreos. 1. Ruta 1: Chiclayo – Chachapoyas. La ciudad de Chiclayo es la capital de la región Lambayeque que se encuentra en la costa del Perú a tan solo 22 metros sobre el nivel

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Gerald Taylor, 2000: 21. Ibídem. Sonia Guillén et al., ob. cit.: 10.

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del mar8. El vuelo desde Lima demanda alrededor de una hora y desde allí existe una abundante oferta de empresas serias, cada una con terminales de transporte, que brindan amplias y cómodas unidades climatizadas, las que luego de un intervalo que varía entre las 6 y 7 horas que demandan recorrer 421 km, arriban hasta Chachapoyas. Para llegar usan la Carretera Fernando Belaúnde Terry, que sigue el trayecto desde Chiclayo – Olmos – Bagua Grande – Pedro Ruíz – Chachapoyas. Se trata de una vía ancha vía que permite el tránsito sin complicaciones, de dos unidades de transporte en diferentes sentidos, es una carretera completamente asfaltada y en buen estado de mantenimiento. Luego de Pedro Ruíz, recorre desde el norte el cañón del río Utcubamba, que se caracteriza por atravesar montañas rocosas de variada coloración, tanto por los minerales que afloran a su superficie, cuanto por el verdor de la nutrida vegetación que crece gracias a la neblina y la humedad del ambiente.

La carretera que penetra el cañón del río Utcubamba hace la mayor parte de su recorrido paralela al río. Para permitir su paso, la propia pared rocosa de la montaña fue cortada, generándose continuos sectores con aleros rocosos que cubren por completo la vía. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

La construcción de la carretera obligó en numerosos tramos a horadar parcialmente las paredes rocosas de las montañas, de forma tal que hacia un lado está la áspera superficie rocosa, que se prolonga por encima de la vía, hasta constituir una cobertura sobre la cual transitan las unidades de transporte. Por el contrario, en el otro lado discurre el río Utcubamba, consiguiéndose así uno de los más espectaculares paisajes que puedan apreciarse. Pese a estos atractivos, todas las empresas de transporte interprovincial solamente ofertan el viaje durante de las horas de la noche, cuando la

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De aquí en adelante msnm.

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oscuridad impide apreciar las maravillas señaladas. Las unidades suelen partir desde Chiclayo a las 22:00 horas, para arribar a Chachapoyas a las 5:00 o 6:00 de la mañana del día siguiente. El trayecto de regreso por este mismo camino también es ofrecido durante la noche, en el mismo horario. 2. Ruta 2: Cajamarca – Chachapoyas. La ciudad de Cajamarca es la capital de la región del mismo nombre y se encuentra en la zona andina del país, a 2,720 msnm. El tiempo de viaje en avión desde Lima también es de una hora. Por la altura y el propio clima, es mejor tomar una pausa y pernoctar en uno de sus múltiples hoteles. Pero es importante señalar que aquí no existe ninguna empresa de transporte público que viaje directamente hasta Chachapoyas, más bien, se hace necesario desplazarse previamente hasta la Celendín, la capital de la provincia del mismo nombre, que se ubica a 107 km al sur de Cajamarca y a 3 horas de viaje, por una amplia carretera asfaltada. En Celendín si existen dos empresas de transporte hacia Chachapoyas, que bien parten temprano por la mañana o por la noche. Si bien la carretera tiene una capa de asfalto y se encuentra en buen estado de conservación, el ancho de esta vía es bastante estrecho, con varios sectores en donde a duras penas transitan dos vehículos pequeños en diferente sentido. A esto hay que sumar los imponentes y casi interminables abismos que se precipitan constantemente hacia uno de los lados del camino.

El río Marañón a pocos kilómetros de llegar a Balsas, un poblado que se encuentra en un paisaje tropical en medio de los Andes. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

Además de lo señalado, la vía muestra una serie de contrastes verdaderamente únicos, ocasionados por las diversas áreas situadas en las diferentes altitudes que recorre. Así, desde los 2,625 msnm donde se ubica Celendín, se asciende unos quinientos de metros, para luego emprender un vertiginoso descenso hasta los 853 msnm en que se encuentra el humilde poblado de Balsas, al pie de las caudalosas y turbias aguas del río Marañón, anunciando que ya estamos en la región Amazonas. Sobre Balsas merece agregarse 4

que se trata de una locación bastante particular en medio de los Andes, porque su escasa altitud la dota un clima muy cálido, que fácilmente puede alcanzar los 30º Celsius en promedio. Gracias a ello, se cultiva todo tipo de árboles frutales, que la convierten en la gran despensa que abastece a todas las provincias cercanas. Pero la ruta todavía está bastante lejos de terminar y mucho menos de sorprender. Desde Balsas comienza un constante y casi permanente ascenso hasta la cumbre de las montañas, que lleva a los viajeros por encima de las nubes que ocultan abismos que helarían la sangre a quienes no estén habituados a esas alturas9, hasta alcanzar el frígido sector llamado Calla Calla, a 3,600 msnm, un paraje donde predominan las rocas salpicadas por ichu. Es cierto que en el Perú existen tramos de carretera donde se llega a más de mil metros por encima de la altitud indicada, pero lo que le confiere un carácter verdaderamente excepcional radica en que hacía menos de una hora se había estado casi tres mil metros debajo, en un ambiente muy caluroso pleno del verdor y el colorido de los frutales.

El camino que conduce desde Celendín hasta Chachapoyas asciende hasta incluso sobrepasar las nubes, pudiéndose apreciar así profundos abismos al costado de la estrecha vía. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

Una vez alcanzado el punto más alto, se inicia un lento descenso que pareciera no terminar, hasta que se pasa delante del poblado de Leymebamba, un lugar al que me referiré más adelante. Desde allí se ingresa al extremo sur del cañón del río Utcubamba. En múltiples ocasiones, la carretera transita en paralelo y muy cerca al río, que discurre torrentosamente inmediatamente al costado de ella, al extremo que muchas veces y en 9

El bloguero Moriarty bautizó ingeniosamente a esta ruta como la de “Los hachazos de Dios”, por lo espectacular y casi único del recorrido, así como por los sobresaltos emocionales que provoca en todos los que hemos tenido la oportunidad de vivir la experiencia de transitarla. Cabe agregar que él realizó el viaje en 2010, cuando la vía todavía no estaba cubierta por una capa asfáltica. Puede visualizárselo en: http://moryway.blogspot.pe/2010/10/de-cajamarcaleymebamba-los-hachazos-de.html [Consulta: 30-01-2016].

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época de lluvias, termina inundándola por completo. El trayecto continúa así hasta que se toma el desvío que implica un corto ascenso que conduce hasta la montaña donde se ubica la ciudad de Chachapoyas. Desde Celendín hasta el destino final, se necesita alrededor de 7 horas para un recorrido de 228 km. 3. Ruta 3: Tarapoto – Chachapoyas. La ciudad de Tarapoto se encuentra en el sur de la región San Martín, a 250 msnm lo que la sitúa en plena Selva Baja del Perú. El vuelo desde Lima, al igual que sucede con las otras dos rutas, también demora una hora para llegar. Pero Tarapoto constituye una excelente e ineludible oportunidad para beber un largo sorbo que permita disfrutar de la calurosa y hospitalaria selva peruana, plena de paraísos naturales, tanto así como de una exótica gastronomía, representada en una ensalada de chonta o en una sopa especial de gallina llamada inchicapi, solo por citar dos de los cientos de platillos que deben acompañarse por un jugo elaborado por una poco conocida fruta, como la Taperiba10. Asimismo, allí podemos paladear un excelente chocolate de puro cacao, producto de una pujante industria que ojalá y logre ingresar a todo el mercado nacional e internacional.

Los campos de arroz constituyen la constante en los primeros kilómetros de la carretera que conduce de Tarapoto a Moyobamba. Al fondo se aprecian las primeras estribaciones que anuncian la cercanía de la Selva Alta. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

Un lugar que podría valer la pena visitar en las inmediaciones de Tarapoto es el poblado de Lamas, en donde todavía se mantiene la antigua tradición de confeccionar las mantas que lo hicieron famoso desde el virreinato. Sobre ese particular, es importante recordar que eran empleados para decorar las paredes interiores de las iglesias de las misiones

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Es un fruto originario de América, que en otras latitudes es llamado jobo y que responde a la denominación científica de Spondias mombin.

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jesuitas de la cercana Maynas11. En Lamas todavía quedan unas pocas tiendas en donde es posible adquirirlas por un precio razonable. Allí también se ha edificado hace poco más de una década, un falso histórico que remeda un castillo del medioevo europeo12, dentro del cual se exhiben copias de óleos renacentistas, barrocos y del propio siglo XIX. A pesar de su nulo valor dentro de la identidad del lugar, es un lamentable foco de atracción para todas las personas que visitan Lamas, siendo probable que sea el único recuerdo memorable que guarden de su visita al poblado. Desde Tarapoto parten diariamente hacia Chachapoyas pequeñas unidades de transporte público, que cubren los 355 km del recorrido por una ancha carretera asfaltada y en muy buen estado de conservación. El viaje demora cerca de 7 horas, que podrían reducirse significativamente si el conductor y su ayudante no se detuvieran para almorzar en un rústico restaurante, situado en medio del camino. Se trata de un viaje que puede resultar largo e incómodo, una sensación que es incrementada por las desventajas físicas de las propias de estas unidades de transporte. Pero una alternativa para acortarlo un poco la constituye pernoctar en la ciudad de Moyobamba, capital de la región San Martín y estación obligada de todos los vehículos que van a Chachapoyas. Moyobamba está a 113 km, que demoran unas dos horas desde Tarapoto. En esta capital regional, también conocida como “La ciudad de las orquídeas”, pueden encontrarse buenas alternativas para pernoctar y pequeños locales para degustar el delicioso café que se produce en el cercano valle del río Mayo. Al día siguiente, puede continuarse el viaje hasta los poblados de Nueva Cajamarca primero, para luego pasar a Pedro Ruíz, donde se entronca con la vía que penetra desde el norte por el cañón del río Utcubamba, exactamente la misma con la cual concluye la ruta 1. La mayor ventaja de este itinerario la constituye el tránsito de día por toda la ruta, de forma tal que el viajero puede gozar de todo el formidable y variado paisaje que se desarrolla a lo largo de todo el camino, al punto que poniéndolo en la balanza, las incomodidades resultan olvidables ante las maravillas que continuamente se despliegan ante nuestros sentidos. En consecuencia, existen diferentes alternativas para llegar hasta Chachapoyas y por lo mismo, puede tomarse una ruta distinta para salir de allí, solo depende del grado de aventura que se desee experimentar. La ciudad de Chachapoyas. Esta urbe, que a su vez es la capital de la región Amazonas, se encuentra sobre la cima ligeramente inclinada de una montaña, que se eleva a 2,335 msnm. Dicha prominencia forma parte del cañón que formó el río Utcubamba a lo largo de miles de años, al erosionar el suelo rocoso que atravesaba. Su particular ubicación geográfica, convierte a la ciudad en un lugar en donde pueden presentarse temperaturas extremas, que eventualmente pueden oscilar entre los 2º hasta los 30º Celsius en un mismo día. Debe agregarse que a pesar de la

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Sandra Negro, 1999: 292. Esta costumbre de usar textiles sobre las superficies interiores de las iglesias parece haber sido medianamente común durante el virreinato. Así también lo documenta Ricardo Mariátegui, 1975: 8, cuando detalla las características interiores de la cobertura de la iglesia de San Juan de Juli, que: “[…] fue recubierta interiormente por los jesuitas al finalizar la misma centuria [siglo XVI] o comienzos de la siguiente, por hermosos mantos: damasco de seda con colores de la bandera española, uno, recamado con seda de primorosos dibujos […]”. Puede vérselo en este enlace: http://www.rumbosdelperu.com/lamas-y-su-castillo-real-maravilloso-V784.html [Consulta: 30-01-2016].

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altura, la humedad del ambiente se ve redoblada por la constante presencia de neblina, que permite una abundante vegetación, que desde mediados del siglo XIX se vio incrementada por la presencia de pequeños bosques de eucaliptos en las laderas con menor pendiente de las montañas.

Plaza mayor de la ciudad de Chachapoyas. La catedral de San Juan Bautista fue intervenida hace poco más de un lustro, con la intención de restituirle la apariencia que habría tenido durante el siglo XIX. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

La ciudad está poblada por 35,000 habitantes, quienes en su mayoría transitan por las estrechas calles que constituyen el único remanente de su pasado virreinal, porque el sismo del 14 de mayo de 1928 significó la total devastación y pérdida de sus edificaciones originales13. Es curioso hacer notar una insistente repetición sin el menor fundamento, que señala como característico de la actual ciudad: “[…] la gran cantidad de casonas de altos techos con tejas, grandes patios y zaguanes con jardines y hermosos balcones de estilo español.14 En el mejor de los casos, solo se trata de reconstrucciones que pretenden imitar al patrimonio arquitectónico perdido después del desastre telúrico de 1928. Es por ello que resulta inútil buscar alguna edificación del periodo virreinal que permanezca intacta en esta ciudad y en sus alrededores. Chachapoyas cuenta con una mediana capacidad hotelera, que en la mayoría de los casos satisface las necesidades básicas de los viajeros y tratándose de una ciudad pequeña, solo cuenta con los servicios para atender a un limitado número de visitantes, que en su mayoría arriban desde Chiclayo, luego de haber transitado la llamada Ruta Moche. De otra parte, tal cual y como sucede en las localidades de la selva, allí también pueden degustarse cecinas15

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Alberto Giesecke y Enrique Silgado, 1981: 35. Los investigadores señalan que: “Sus casas de adobe y adobón como las antiguas murallas, no pudieron resistir los violentos embates y se desplomaron en gran parte.” Además, los daños se extendieron destruyendo buena parte de la ciudad de Moyobamba, así como Cutervo, Chota y Jaén en Cajamarca. Alejandro Tabini y Mario Rosina, 2009: 16. Es la carne deshidratada cortada en lonjas delgadas, que generalmente proceden de la pierna del animal. Dicha carne es aderezada con sal y achiote (condimento rojizo-amarillento que se usa para darle color) y luego es colocada sobre una parrilla a suficiente altura de brasas que le impregnan el humo caliente que emanan, confiriéndole así un sabor bastante particular.

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elaboradas con carne vacuna, de cerdo e incluso con ambas, que suelen servirse deshilachadas y acompañadas con puré de papas, entre otros contornos. En la ciudad merece visitarse al pequeño museo Gilberto Tenorio Ruiz, que está ubicado en el jirón Ayacucho 904, a pocos metros de la plaza mayor, el cual exhibe en sus tres salas una muestra de los ceramios de la etnia Chachapoyas, junto con algunos otros correspondientes a la ocupación inca, así como la cabeza antropomorfa de un sarcófago elaborado por los antiguos pobladores prehispánicos. Casi en los linderos de la ciudad y a menos de cien metros del terminal terrestre, se encuentran las ruinas de lo poco que todavía queda del camino inca que llegaba hasta allí, es asombroso observar que se trata de uno de los destinos prácticamente olvidados por visitantes y lugareños. Fuera de ello, en Chachapoyas existe una continua oferta de parte de los operadores turísticos hacia lo que algunos consideran como sus tres destinos por excelencia: el patrimonio natural constituido por la catarata de la Gocta (la tercera más alta del mundo), que incluye el recorrido de parte de su entorno; el complejo arqueológico de Kuélap; así como los sarcófagos de Karajía junto con las cavernas de Quiocta, dos lugares que se ofrecen enlazados en un mismo itinerario. Llegar hasta otros sitios que puedan despertar expectativas en algunos de los visitantes puede resultar bastante complicado, porque están sujetos a la conformación de grupos, que resultan segregados por la preferencia a los tres destinos señalados. En general, las agencias de turismo (en su mayoría ubicadas hacia la plaza mayor) que ofrecen el servicio de transporte y guiado, forman un consorcio informal, que unifica a todos los visitantes que van captando a lo largo del día y sobre la base del número total que alcanzan, establecen la misma mañana de la partida si salen con una, dos o más unidades de transporte, que dicho sea de paso, se encuentran en buen estado mantenimiento, siendo por lo común bastante amplias y cómodas. Kuélap o la joya arquitectónica de las inmediaciones. Este complejo arqueológico se encuentra a 93 km al sudeste de la ciudad de Chachapoyas, sobre la cumbre del cerro Barreta, que se eleva a 3,080 msnm. Los estudios realizados en los últimos años permiten precisar que el lugar fue ocupado por el ser humano desde el 600 d.C., para ser finalmente abandonado hacia 157016. El sitio había quedado por siglos en completo olvido, hasta su descubrimiento en 1843 por el juez chachapoyano Juan Crisóstomo Nieto, quien llegó hasta allí motivado por un lío judicial por la tenencia de esas tierras. Kuélap está rodeado por una muralla de piedra canteada de 20 m de alto, que delimita una plataforma sinuosa y alargada, que se extiende por más de 680 m de longitud en dirección norte-sur, con un ancho que varía entre los 70 y 150 m17. Existe una segunda plataforma más pequeña y superpuesta sobre la anterior, que se desarrolla desde el extremo norte y 16

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Alfredo Nárvaez, 2013: 150-151. Aunque el autor señala que los fechados por radiocarbono, usados para determinar su antigüedad corresponden al edificio situado en el extremo sur, el llamado Templo Mayor, no precisa si para ese momento (600 d.C.) ya estaba construida toda la plataforma, pero tampoco aclara si los propios Chachapoyas ya poblaban el lugar en esa temprana época. También agrega que el año 1570 “[…] coincide con la política de ‘reducciones de indios’ establecida por el virrey Toledo, que impone un desplazamiento, masivo de las comunidades desde sus lugares ancestrales a nuevos asentamientos determinados por el naciente poder colonial español.” Ídem: 122.

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abarca un tercio del área total del conjunto. La edificación fue conseguida sobre la base de “[…] una plataforma artificial de casi 7 hectáreas, que soporta un conjunto mayor a 400 edificios organizados de una manera compleja, incorporando aspectos de profundo significado religioso, funerario, así como otros de índole residencial, doméstica y de producción artesanal.18” Existen una serie de interpretaciones acerca de cuál pudo haber sido su función, desde las iniciales que enlazaron su apariencia con las fortalezas del Viejo Mundo, confiriéndole a una edificación del Nuevo Mundo un significado propio de la arquitectura militar europea. La tónica ha continuado con la libre y equivocada acepción del vocablo “ciudadela”, también propio de Europa, que señala a la fortaleza que sirve de último refugio para la población de una ciudad, pero que de ninguna manera se refiere a una ciudad pequeña, tal y como pareciera ser el uso y abuso que se hace actualmente del término. Al respecto, Adine Gavazzi opina que: “El sitio ha sido tradicionalmente interpretado de uso militar, mientras hoy se reconoce una función más ceremonial, […]19”. Los trabajos realizados en el sitio por Alfredo Narváez van en la dirección contraria y le permiten proponerlo hipotéticamente como “[…] la capital política del reino Chachapoyas, […]20”. A la espera de la formulación de mayores argumentos que le permitan sustentar su propuesta,

El complejo arqueológico de Kuélap fue construido sobre la cumbre del cerro Barreta. En la vista se aprecia el lado oeste de la edificación, que al estar orientada hacia el abismo, es una parte que no forma parte de la visita. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

pienso que ya es todo un avance dejar de lado una simple motivación eminentemente militar en su diseño.

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Ídem: 125. 2010: 263. Alfredo Nárvaez, ob. cit.: 131.

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El trayecto desde la ciudad de Chachapoyas demora unas tres horas, pero unos 45 minutos antes de llegar y luego de atravesar uno de los múltiples recodos de la vía, se puede observar en el fondo y sobre una montaña el perfil curvilíneo de su muralla, una vista que hace exclamar al unísono una interjección de admiración, de parte de todos los visitantes atentos e interesados. Una vez arribados al pie de la montaña, se cuenta con un centro de

Ingreso noreste de Kuélap. La suave curvatura de las murallas perimetrales es interrumpida por la existencia de estrechos y verticales vanos de acceso, luego de los cuales debe subirse por una empinada rampa, alternada de empinadas gradas. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

interpretación, con servicios higiénicos y venta de recuerdos, así como de alimentos. Desde allí deben recorrerse a pie, los cerca de 8 km del camino en pendiente que conduce hasta quedar delante de la muralla. Existen tres accesos al interior, uno hacia el oeste que no se utiliza por los visitantes y los otros dos que pueden transitarse libremente. Es importante destacar que la impresión general que se tiene del conjunto desde el exterior es impresionante, porque la escala monumental de la muralla empequeñece a cualquier persona que detenga frente a ella. Este efecto queda amplificado en los dos ingresos, de poco más de dos metros de ancho en la entrada, que van angostándose a medida que se penetra al interior y se comienza un largo y prolongado ascenso, que es un tanto difícil en el ingreso noreste. A esto debe agregarse el empleo masivo de la piedra canteada y la percepción de solidez que deja literalmente sin palabras a los visitantes. Pero todo esto trae consigo que el visitante pueda colmarse de enormes expectativas acerca de lo que pudiera hallarse dentro y en realidad, allí no existe una armonía con el exterior, porque casi todas las edificaciones internas han quedado destruidas y en la mayoría de los casos solo se conservan muros de no más de un metro de alto. 11

Es una constante en el conjunto observar como las formas orgánicas prevalecen aplastantemente, lo cual podría interpretarse libremente como la consecuencia de una sociedad que vivió en armonía con la naturaleza, porque el predominio de la curva sobre la recta es casi absoluto, que parece haber quedado limitada tan solo para definir la mayoría

El denominada Templo mayor de Kuélap está situado en el extremo sur del complejo. Al fondo a la derecha se observa una de las edificaciones residenciales reconstruida para dar una idea de cómo pudieron verse cuando estuvieron en uso. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

de los ingresos a las edificaciones, así como para formar los rombos de los pocos frisos en relieve que todavía perduran y en parte de la edificación llamada como “El Torreón”, que está en el extremo norte, sobre la segunda plataforma21. De todas las edificaciones destaca el denominado Templo Mayor, antiguamente conocido bajo el impropio nombre de “El Tintero”, porque su forma de tronco de cono invertido recordaba remotamente a ese objeto. Esta edificación de uso religioso tiene 5 m de alto y 13 m de diámetro22 y cuenta con un estrecho acceso circular ubicado en la parte superior de su cobertura que se muestra exteriormente plana, pero que en el interior fue resuelta sobre la base de una bóveda de aproximación de hiladas de piedra. En su interior se encontraron una serie de ofrendas, así como restos humanos, que en conjunto permiten determinar el carácter sagrado que habría tenido23. La permanencia en Kuélap que realizan los visitantes es de alrededor de 2 a 3 horas, que suelen ser pocas para lo mucho que se tiene para apreciar y valorar. Existe la posibilidad de 21

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Ídem: 138. Alfredo Narváez enfatiza que la disposición en planta del edificio corresponde a una forma en “D”. El investigador agrega: “[…] proponemos que su uso tuvo fines rituales y simbólicos, no militares.” Ídem: 133. Ídem: 136.

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encontrar alojamiento en el cercano poblado de María, a 9 km del complejo arqueológico, pero en ese caso debería accederse hasta el lugar con una movilidad propia.

Los sarcófagos de Karajía Los Chachapoyas tuvieron la costumbre de construir tumbas para sepultar a sus ancestros en sarcófagos y mausoleos24. La constante en ambos casos es su ubicación, sobre las cornisas de las paredes rocosas de las montañas, de acceso casi inaccesible y con inmensos abismos delante, de forma tal que se articulaban en el paisaje y hasta podrían considerárselos como expresiones para todos los vivos de los personajes que allí eran sepultados.

Los sarcófagos de Karajía se ubican en una cornisa artificial creada sobre la pared rocosa de una montaña. A la derecha una vista general de la pared rocosa, con los sarcófagos resaltados por un círculo. A la izquierda, el detalle del acercamiento permite visualizar las características antropomorfas de las tumbas. Imágenes: Samuel Amorós, 2015.

Los sarcófagos mantienen la constante de estar colocados en una posición completamente vertical o erguida. En su interior y sobre su base, se ubicaba en el cadáver momificado del difunto, conjuntamente con ofrendas. Encima de ellos se colocaba una estructura vertical de cañas amarradas que eran recubiertas por varias capas de barro, que eventualmente podía reproducir una figura antropomorfa con cuerpo y cabeza, en la cual a veces se destacaban la boca, nariz, ojos y orejas, que se a su vez eran pintados. Federico Kauffmann tuvo la

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Federico Kauffmann agrega al respecto: “[…] el mausoleo (pukulio o tshuilpa) y el sarcófago (purunmatshu).” Para agregar inmediatamente que la denominación: “[…] purunmacho (purun = silvestre, matshu = persona adulta), sigue en uso entre los descendientes de los antiguos Chachapoya(s). Esta denominación equivale en español a ‘gentil’. (2009: 107)

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oportunidad de estudiar uno de los sarcófagos de Karajía que se había desplomado de su emplazamiento original: “[…] los cadáveres eran momificados en posición fetal, para luego de arropárselos envolvérselos en un pellejo. El ajuar funerario estaba constituido sobre todo por telas de lana, siendo algunas de factura fina y otras de elaboración simple. Las mismas envolvían la momia, sentada en cuclillas, de tal forma que el bulto resultante terminaba por aparentar la forma de una persona acurrucada. Al difunto se le adjuntaban objetos tales como mates, instrumentos de tejer, piezas de cerámica, etc.25” Siguiendo el patrón señalado, los sarcófagos de Karajía constituyen uno de los lugares dispuestos para la visita. El lugar se ubica a 48 km al noroeste de la ciudad de Chachapoyas. Para llegar hasta allí, los vehículos siguen una intrincada sucesión de caminos que finalmente termina en el pequeño poblado de Cruzpata. Desde aquí debe hacerse una larga caminata que demora entre 30 y 40 minutos, que implican recorrer una larga pendiente que permiten descender unos quinientos metros, para luego subir bruscamente otros cincuenta metros, para finalmente llegar hasta el lugar, en donde se aprecian los sarcófagos, varias decenas de metros arriba, porque se encuentran en una pared rocosa de más de 300 m de alto. Allí, los Chachapoyas horadaron cavidades de un par de metros de profundidad y de una altura indeterminada, para colocar en su interior a los sarcófagos. Propiamente, los sarcófagos se muestran congregados en cuatro grupos26 correspondientes al mismo número de horadaciones artificiales. El más notable e impresionante de ellos corresponde al situado en el final del recorrido y es el que Federico Kauffmann denomina como Grupo 127. Precisamente, se debe a este investigador el haber dado a conocer en 1984, la existencia de este singular paraje a la comunidad científica. Volviendo al Grupo 1, originalmente existieron ocho sarcófagos, todos antropomorfos con pintura ornamental roja sobre un fondo crema, pero desafortunadamente, por efectos de los movimientos telúricos que asolaron la región en el pasado, así como de su propio deterioro y antigüedad, ahora solo quedan visibles seis. Cada uno de estos sarcófagos cuenta con un cuerpo, cuello y cabeza, con dos de ellos aun ostentando cráneos humanos en lo alto. Es importante hacer notar que estos no son los únicos ejemplares existentes, sino todo lo contrario. Hasta los años ochenta, se mantuvieron intactos la mayor parte de los sarcófagos que estaban distribuidos en las diversas montañas del territorio que dominaron los Chachapoyas, pero al difundirse su existencia en el mundo, comenzaron a registrarse depredaciones y hurtos sucesivos, facilitados por el cada vez menos difícil acceso a equipos de alta montaña, que les han quitado a sus ubicaciones geográficas, la condición de inaccesible que antes tuvieron. Esto mismo se aplica también para los mausoleos, igualmente construidos en cornisas artificiales que al ser avistadas desde lejos por los saqueadores, los motivan a incursionar y destruir para siempre el patrimonio cultural de todos. Se ha llegado al extremo de tener que extraer las momias de sus sepulcros para evitar el robo, tal y como sucedió con las tumbas próximas a la laguna de los Cóndores, que 25 26 27

Ídem: 112. Ídem: 122. Ibídem.

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sirvieron de base para la formación del Museo de Leymebamba. Otra acción que realizan los actuales investigadores es mantener en absoluto secreto el resultado de sus pesquisas, mostrando las imágenes de las tumbas, pero manteniendo ocultas sus ubicaciones geográficas. Resta preguntarse si alguna vez el estado tomará conciencia y protegerá efectivamente nuestro legado cultural. El mejor lugar para concluir: el Museo de Leymebamba Por supuesto que todavía existen otros lugares para visitar, como el complejo arqueológico de Yálape, a 22 km al sur de la ciudad de Chachapoyas, que consta de un grupo de edificaciones circulares construidas con piedra rústica y barro, que en sus muros muestran frisos que reproducen rombos y figuras en zig-zag, alcanzado dicho lugar una superficie de 4 hectáreas. También debo mencionar a los excepcionales mausoleos de Revash a 65 km al sur de la ciudad de Chachapoyas, que está conformado por una serie tumbas construidas sobre una cornisa, en donde llegan a alcanzar hasta los tres niveles o pisos de altura. Las paredes de esto mausoleos fueron construidas con piedras rústicas unidas con un mortero de barro, para luego ser enlucidas con barro y pintadas en el exterior con representaciones zoomorfas y antropomorfas en color rojo sobre un fondo crema, mientras que los vanos de acceso a cada mausoleo muestran variadas formas cuadrangulares y en cruz. La cobertura de cada mausoleo puede ser plana o a doble vertiente, por lo cual constituyen exponentes casi únicos que reproducen cómo pudieron ser las propias moradas de quienes los edificaron.

El museo de Leymebamba fue diseñado por los arquitectos Jorge Burga y Rosana Correa, como una libre reinterpretación de las edificaciones de los Chachapoyas, materializadas con el auxilio de modernos materiales de construcción como el cemento, el acero y las tejas. A la par que materiales tradicionales en la zona, como el tapial y la madera en rollizo. Imagen: Samuel Amorós, 2015.

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Cuando el visitante ha conseguido percibir cuando menos, una parte de lo mucho que tiene para mostrar el área inmediata a Chachapoyas y antes de pensar en el regreso, se hace necesario acudir a un centro de difusión de las investigaciones realizadas a la fecha, en donde se muestre de manera didáctica y amena, lo que se conoce hasta ahora de los Chachapoyas. Afortunadamente, el lugar existe y se trata del Museo de Leymebamba28, en las afueras del poblado del mismo nombre, a 79 km al sur de la capital regional. Se puede acceder hasta allí acudiendo al terminal terrestre de la ciudad de Chachapoyas, para tomar una de las pequeñas unidades de transporte público que realizan el viaje diario hasta allí, así se evita quedar expuesto al escaso o nulo interés de los operadores turísticos en acudir a este destino, porque se trata de una visita que no les reporta mayores ganancias. Como antes mencioné, las momias rescatadas del inminente saqueo que las amenazaba en la laguna de los Cóndores, así como las ofrendas que las acompañaban, sirvieron de base para este museo, que está como a treinta minutos a pie de la plaza principal de Leymebamba, porque se ubica en la cuesta del inicio del ascenso de la carretera que conduce a Celendín. Allí y a lo largo de tres salas perfectamente acondicionadas, se observa el material recuperado de la laguna de los Cóndores puesto en valor, así como una propuesta hipotética que recrea la vida de los Chachapoyas y finalmente, las actividades que se realizan para promover y divulgar las acciones que realiza el museo. En el propio Leymebamba también existe una considerable oferta de hospedajes de variado precio, de manera que pueda servir de base para una visita a la propia laguna de los Cóndores y los mausoleos, pero antes debe tramitarse obligatoriamente un permiso de visita, que incluya el servicio de un guía local. Se trata de una ardua caminata que exige el uso de caballos para montar y llevar la carga de todo lo necesario para acampar y alimentarse. Es una travesía exigente que demora tres días e incluye un paseo en bote por la propia laguna. Eso sí, es bastante raro ver un cóndor allí, porque no encuentran nada significativo con qué alimentarse. Chachapoyas, tanto la ciudad cuanto la etnia que habitó el lugar, guardan un significado especial que solo puede ser captado cuando recorremos sus calles, o cuando ascendemos cerca de sus precipicios y respiramos ansiosamente su aire húmedo y escaso de las alturas. Lo que he contado es apenas una mínima parte de todo lo que puede experimentarse, solo confío en que algunos lectores se animen a vivir en carne propia esta única experiencia.

BIBLIOGRAFÍA Gavazzi, Adine. Arquitectura andina. Formas e historia de los espacios sagrados. Lima: Apus Grah, 2010. Giesecke, Alberto y Enrique Silgado. Terremotos en el Perú. Lima: Rikchay Perú, 1981. Guillén, Sonia et al. Chacha motivos en el Museo Leymebamba. Diseños para el arte y la artesanía. Lima: Centro Mallqui – Instituto de Bioarqueología, 2011. Kauffmann, Federico. Constructores de Kuélap y Pajatén. Los Chachapoyas. Lima: Derrama Magisterial, 2009.

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Puede consultarse la página web del museo en el http://www.centromallqui.pe/amazonas/museoleymebamba.html [Consulta: 31-01-2016].

siguiente

enlace:

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 “Introducción”. Los Chachapoyas, p. XIX-XXI. Lima: Ausonia, 2013. Mariátegui, Ricardo. Techumbres y artesonados peruanos. Lima: Industrial Gráfica, 1975. Narváez, Alfredo. “Kuélap: centro del poder político religioso de los Chachapoyas”. Los Chachapoyas, p. 87-159. Lima: Ausonia., 2013. Negro, Sandra. “Maynas, una misión entre la ilusión y el desencanto”. Un reino en la frontera. Las misiones jesuitas en la América colonial, p. 269-299. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú – Ediciones Abya-Yala, 1999. Rostworowski, María. Incas. Biblioteca Imprescindibles peruanos. Lima: Empresa Editora El Comercio, 2010. Tabini, Alejandro y Mario Rosina. Chachapoyas y el valle del Utcubamba. Lima: Gráfica Biblos, 2009. Taylor, Gerald. Estudios lingüísticos sobre Chachapoyas. Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Instituto Francés de Estudios Andinos, 2000.

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