En la Historia y en la Leyenda Mercedes Socías Manzano Profesora del Instituto Español de Andorra

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“Los cabales” reunidos hoy aquí vamos a hablar un poquito de ese desconocido mundo del flamenco, ese complejo mundo de cante, baile y guitarra; de palmas, taconeo y ritmo, que alcanza su máxima expresión en la intimidad, en la reunión de amigos, cuando el buen ambiente deja paso a la espontaneidad del Arte. Decíamos desconocido porque con gran facilidad, y haciendo un juicio banal y superficial, algunos llaman flamenco a sones que, para un aficionado, solo son aflamencados, coplas o, si me lo permiten, aires andaluces; sones alegres, fáciles, ligeros, populacheros y a veces zafios, que se divulgan rápidamente y que no tienen consistencia flamenca alguna. La música flamenca es la expresión de un pueblo con 3.000 años de historia, un pueblo para el que el latido de su corazón está siempre oculto delante de extraños. Ese pueblo, el andaluz, no habla públicamente de sus sentimientos profundos, solo canta y toca en su círculo propio y familiar. No comercia ni con lo agrio de su existencia ni con los resplandores de su alborozo. El pueblo andaluz da más importancia a lo individual que a lo masificado, por lo que no nos puede extrañar que el flamenco no haya estado a simple vista, sino soterrado, recóndito e íntimo. Siendo unos los que divulgaron e irradiaron el cante más allá de nuestras fronteras, fueron otros los que irrumpiendo en este recóndito mundo, se enamoraron de él, y lo dieron a conocer. El Cante Grande, el Cante Jondo o simplemente el Cante, está intrínsecamente impreso en el alma de una buena parte del pueblo andaluz, y éste sabe transformar las pasiones humanas en Arte, un Arte que expresa sentimientos, traduciendo cada uno de ellos en sentencias y consejos, a golpes rítmicos de guitarra, de cante o de expresión corporal. A estos ritmos, los llamamos

“Palos del flamenco” o sencillamente “Palos” y abarcan una amplia gama: van desde el son profundo de la Toná, la Debla o la Seguiriya, hasta la alegría de los Cantes de Cádiz, pasando por la tristeza de la Petenera o el desgarro de los Cantes de Fragua. El flamenco no es tan solo un nombre para designar el cante, el toque, la lírica o el baile, es una visión del mundo, una filosofía, un arte de vivir cuando el vivir se hace difícil, trágico o dramático y es necesaria una vía catártica. Pero como todo Arte es una herencia, un legado, una tradición, es una de las maneras con que el hombre ha intentado expresar y comprender la existencia, una forma de ver y de decir la vida y la muerte, de ahí que tengan tanta importancia las letras que se cantan; esas letras cortas, llenas de figuras lingüísticas, de metáforas, de símbolos, letras que en pocas palabras encierran gran contenido filosófico y que se adaptan libremente a una música sin partitura, sin pentagrama, no ateniéndose a ninguna norma estática, dejando un gran espacio al artista para expresar su estado de ánimo, sus sentimientos, sus amores, sus quereres, sus angustias, sus penas y sus alegrías. En esta libertad no figura la anarquía. Esta libertad está regida por cánones, por fuertes cánones que trasladan a través de los años, como un hilo conductor, cada uno de los palos, conservando así la pureza del Flamenco, ya que la estética del flamenco ha sido y será siempre la de lo puro, lo originario, lo auténtico, lo tradicional. Pero, ¿de dónde arranca el flamenco?, ¿cuáles son sus raíces, sus orígenes? y ¿por qué se da fundamentalmente en Andalucía? Son preguntas que, por lo que conocemos, se están haciendo, desde finales del siglo XVIII, estudiosos e investigadores. Existe escasísima documentación escrita al respecto, ya que al ser el cante, el baile y el toque flamencos un conocimiento de transmisión oral, solo se

han podido elaborar, en las distintas épocas, conjeturas y teorías al respecto, pero son eso, teorías, algunas de ellas contradictorias y a veces interesadas. Realmente no se conocen los orígenes del flamenco. Veamos ahora, a grandes rasgos, cuáles han sido las etapas del flamenco ÉPOCA HERMÉTICA.

ETAPA PRIMITIVA.

Convencionalmente se sitúa en el espacio histórico comprendido entre 1765 y 1850. Fue D. Antonio Machado Álvarez, Demófilo, quien en su Colección de Cantes Flamencos, aporta el primer censo de artistas flamencos de esta época: Tío Luis el de la Juliana, El Fillo, La Petenera, Tobalo. Algunos de ellos dieron su propio nombre a palos que actualmente se interpretan. Realmente, conocemos su existencia, pero no la forma exacta de la interpretación de sus cantes. Las manifestaciones artísticas tenían lugar en reuniones de amigos, en los descansos del trabajo y, sobre todo, en el seno de las familias. Generalmente se reunían de noche, y como no existía la luz eléctrica, se alumbraban con candiles, de ahí que se conozcan las danzas que se interpretaban con el nombre de “Bailes de Candil”. En el siglo XIX, son numerosos los viajeros románticos que visitaron Andalucía y que nos han dejado testimonios de la impresión que les Fosforito

LOS CAFÉS CANTANTES

Eran locales donde se despachaban bebidas y se ofrecían recitales de cante, baile y toque flamencos. Se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX hasta los años 20 del siguiente siglo. Los Cafés Cantantes representan el lugar en que el cante, tras una primera época de exhibición restringida, aparece ante un público numeroso. En ellos el cante deja de ser minoritario para alcanzar difusión y arraigo popular. Su decadencia en los años 20 del pasado siglo, fue debida posiblemente a la aparición de otros espectáculos, fundamentalmente el cine. Con los Cafés Cantantes se profesionaliza el flamenco. Éstos constituyeron un extraordinario escaparate y jugaron un papel decisivo en su difusión. En ellos los cantaores comienzan por primera vez a cobrar sus actuaciones, por lo que no sólo aumenta el número de ellos, sino también su calidad. Los cantaores se profesionalizan y se dignifican, alcanzando una consideración social inédita hasta entonces. A partir de entonces se consideran los cantaores como largos y cortos. Los largos son los que dominan los palos considerados fundamentales: soleares, seguiriyas, malagueñas y cantes de levante, polos, cañas, tientos, tangos, alegrías… y los cortos son los que tienen como repertorio un abanico de palos muy reducido. El flamenco evolucionó sobre todo en el acompañamiento del canto del baile. Los instrumentos musicales desaparecen, quedando exclusivamente la guitarra como acompañamiento del cante, aunque a

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Constituye la prehistoria del flamenco, siendo muy débiles los datos que de ella se tienen. Todo son conjeturas y teorías a veces encontradas, según los intereses de los investigadores.

producía el cante jondo. Como una pequeña muestra citaremos a Alejandro Dumas, Gustavo Doré, David Robert, Vassili Botkine, Miguel Ivanovitch Glinca, Beine, Robinson, y un largo etc. ¿Ayudaron ellos a sacarlo de las estancias privadas haciendo evolucionar los “Bailes de Candil”? En esta época, están de moda los teatros de variedades, y en ellos también el flamenco comenzó a tener su representación. Algunos de estos teatros fueron especializándose sólo en cante y baile flamencos, por lo que pasaron a denominarse Cafés Cantantes.

LA ÓPERA FLAMENCA

Debió su nombre exclusivamente a motivos económicos, ya que los espectáculos operísticos tributaban un 3%, frente al 10% que pagaban los llamados de Variedades. En estos espectáculos, en los años 60, el Flamenco se deprecia, se deteriora, se adultera, se dejan de oír los palos básicos, quedando el fandango como primera expresión del Cante. En este último período, los cantes fáciles, los cantes aflamenca-

dos, se dejan sentir con fuerza, relegando lo jondo al ostracismo casi total. La Copla se confunde con el Flamenco. A pesar de todo esto, aún quedaron vestigios de buen cante. Así tenemos a Manuel Vallejo, Bernardo el de los Lobitos, Canalejas de Puerto Real, El Niño Gloria y, paradójicamente, a Manolo Caracol. Manolo Caracol fue un intérprete importante en las actuaciones teatrales aflamencadas, sin embargo tuvo Antonio Nuñez “El Chocolate” una hondura y una talla flamenca excepcionales. Y, ¡cómo no!, Pastora Pavón, “La Niña de los Peines”. Esta negra etapa del flamenco empezó a decaer a finales de los años 60, comenzando lo que se ha llamado “renacimiento del flamenco”. La década de los 60 en España significó un cambio social importante. Progresivamente, el turismo se fue dirigiendo a nuestro país y ello dio origen al comienzo de numerosas actividades en todos los órdenes, y uno de los que más se desarrollaron fue el folclore, proliferando la apertura de numerosos Tablaos Flamencos, localizados fundamentalmente en Madrid, en Barcelona y en Sevilla y que se nutrieron de artistas de todo el territorio español, principalmente de Andalucía. En este tiempo de renovación surgiría además una nueva idea de asociacionismo, las Peñas flamencas, bien como simple reunión de aficionados de una localidad, bien en torno a un cantaor local. En ellas tiene su sede “el saber del flamenco”. Ellas son las encargadas de organizar los numerosos Festivales Flamencos, principalmente en verano. Se dijo por entonces, y con razón, que el patrimonio cultural del Flamenco estaba a salvo, y ciertamente podemos considerar que en este período se fijaron firmemente los hasta ahora tambaleantes cimientos del arte

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veces, es simplemente el golpe de los nudillos de la mano sobre una mesa, el que puede marcar el ritmo del cante; y otras veces ni siquiera este son: es la voz del cantaor la que, solitaria, entona una Toná, una Carcelera o una Debla. En otras ocasiones el compás lo hace el golpe seco del martillo sobre el yunque: éstos son los cantes de fragua o el martinete. Hay quien defiende que el origen de este son está en los golpes que se daban en los braseros de metal con la badila. De esta etapa son famosos los cantaores Curro Durse, Paquirri el Guanté, la Serneta, Juan Breva, Silverio Franconetti, Manuel Torre, Tomás el Nitri, Aurelio Sellés -que tuvo el honor de actuar en el Palacio de Buckingham ante la reina de Inglaterra- y, ¡cómo no!, D. Antonio Chacón, jerezano que sentó las bases de numerosos cantes que por entonces se encontraban dispersos, modelando, a partir de los distintos fandangos de Andalucía la Alta, cantes como la Granaína o la Taranta. A muchos de estos fandangos locales los inundó de melismas flamencos y de hondura, por lo que pasaron a formar parte de los palos más interpretados por los artistas. Con D. Antonio, el flamenco accedió al teatro conservando toda su esencia. Este mérito exclusivo de Chacón no fue seguido, desgraciadamente, por los artistas que le sucedieron, ya que con la decadencia de Los Cafés Cantantes el flamenco entró en una etapa bastante desgraciada, en la que su supervivencia estuvo relegada a unos pocos artistas y su prestigio social fue muy escaso, contándose con los dedos de la mano el número de cantaores puros, algunos de los cuales tuvieron que convivir con los que, diciéndose flamencos, eran sólo una pantomima. Entramos en la época de

Agujetas, Fernanda y Bernarda de Utrera, El Lebrijano, Carmen Linares, Fosforito -del que también hablaremos más tarde-, Calixto Sánchez y un largo etc. PALOS DEL FLAMENCO

Hemos aludido en varias ocasiones a algunos de los palos que se interpretan en el flamenco. Aproximadamente existen alrededor de unos 50 estilos distintos, y algunos de ellos con dos, tres o más variantes. Hace poco me comentaba un gran aficionado que él tiene contabilizados 98 estilos distintos: no es fácil, por tanto, distinguir todo este complejo mundo musical. Trataremos de enraizarlos y clasificar algunos de ellos, según la teoría más extendida actualmente que expone José Blas Vega en su Magna Antología del Cante Flamenco, aunque lo haremos en distinto orden: ● Los TANGOS Y TIENTOS proceden de Cádiz y Sevilla y tienen un compás de 4/4, cantándose en coplas de 3 ó 4 versos octosílabos. ● LA SOLEÁ es otro cante de compás que se manifiesta rítmicamente con un compás de amalgama o compás compuesto, iniciándose con dos compases de tres tiempos seguidos de tres compases binarios. Las estrofas son de tres o cuatro versos octosílabos. Es de los palos que más variantes tiene: Soleá apolá, Soleá de Triana, Soleares de Córdoba, Soleá de Utrera, Soleá por Bulerías. En el grupo de cantes de la soleá están LA CAÑA, EL POLO, LA ALBOREÁ Y EL ROMANCE. ● En el grupo de Cantes de Cádiz tenemos ALEGRÍAS, CANTIÑAS, MIRABRÁS, ROMERAS. Cuando estos cantes saltan a Madrid aparecen LOS CARACOLES. Estos cantes se caracterizan por tener los tercios cortos predominando el ritmo y la escasez de lamentos. Tienen una gran concentración emotivo–expresiva y una

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flamenco. Por citar sólo algunos de los festivales más importantes, tenemos El Potaje de Utrera, La Caracolá de Lebrija, La Porra de Antequera o el Festival de Mairena del Alcor; muchos de ellos reciben el nombre de la comida típica que se sirve en la localidad respectiva, aunque realmente la comida es solo una excusa para su organización. Paralelamente comenzaron a existir las Cátedras de flamencología de las distintas universidades andaluzas, las que salvaguardan ahora toda la riqueza cultural y artística del cante, baile y toque flamencos. Así surgen estudios, conferencias, libros, recitales, etc. sobre flamenco. En la época actual, un gran plantel de artistas desarrolla su actividad no solo cantando o bailando, sino divulgando de cien mil maneras este Arte. La lista sería algo más que agotadora, pero no podemos olvidar nombres como D. Antonio Mairena, ese gran seguiriyero que fue José Núñez “El Chocolate”, José Menese -que quizá sea el más internacional de nuestros artistas: fue el que abrió las puertas de otros países a los cantaores y bailaores posterioDon Antonio Mairena res-, Fosforito y Chano Lobato que, por mediación de un amigo común con Pablo Ruiz Picasso, se desplazó a París para cantarle. (Picasso lo recibió en una habitación contigua a la que guardaba algunos de sus cuadros. Al terminar su cante, Picasso, bastante emocionado, quiso darle cierta cantidad de dinero, a lo que Chano se negó en redondo, alegando que él había venido a cantar a otro artista y a un compatriota y que no le debía ná. Picasso, agradecido, le dijo: entra en ese cuarto y coge los dos cuadros que tú quieras. Chano contó más tarde: Cuando entré y vi aquello tan oscuro y en los cuadros toas las caras estaban ladeás, del susto salí corriendo. Años después se lamentaba de no haber cogido los cuadros porque ahora sería millonario). Otros cantaores son Pericón de Cádiz, Terremoto de Jerez, Camarón de la Isla, El Sordera de Jerez, El

Joan March, Francesc Cambó y La República Bartomeu Carrió Trujillano Profesor de Geografía e Historia

Joan March Ordinas y Francesc Cambó Batlle son dos de los personajes de más influencia en la historia de España de la primera mitad del siglo pasado. Un siglo XX lleno de incertidumbres, avances espectaculares y horrores de grandes magnitudes. Vamos a hacer un retrato rápido y general de dos burgueses ricos, políticos cada uno de ellos a su manera, que fueron claves en la victoria del dictador Franco en la Guerra Civil. Joan March y Francesc Cambó dieron su apoyo a los generales sublevados, aunque no de la misma forma. Su apoyo a la España llamada nacional y, por lo tanto, su postura en contra de la República Española, les hizo coincidir en el mismo bando. Ahora bien, los dos fueron muy diferentes, y además se enfrentaron en diversas ocasiones, sobre todo en los años anteriores a la Dictadura de Primo de Rivera, cuando Cambó, como ministro de Hacienda, persiguió a Joan March por el contrabando de tabaco en el Mediterráneo occidental. JOAN MARCH ORDINAS

March nació en la villa de Santa Margalida (Mallorca) en el año 1880 y murió en Madrid de accidente automovilístico en 1962, en circunstancias poco claras. En Mallorca, Joan March es conocido con el apodo (“malnom”) de su familia: March era de la familia de “can Verga”. Su padre, Joan March Estelrich, era conocido como “l’amo en Joan Verga”, pero el hijo fue propiamente “en Verga”. Así pues, de Joan March Ordinas, “en Verga”, hay que decir que es un mito, sobre todo en Mallorca. Su vida ha sido hasta ahora objeto de todo tipo de comentarios y todas las personas de al menos más de 50 años han oído en alguna ocasión muchas de sus batallas -para unos hazañas, para otros fechorías-, aunque

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gran contención de sentimientos. Presentan un compás de amalgama de 12 tiempos en estrofas de 3 ó 4 versos octosílabos en rima asonante, que a base de repeticiones se convierten en más. ● El cante primitivo básico es LA TONÁ que, como decíamos anteriormente, no lleva acompañamiento de guitarra y sus coplas son de 4 versos octosílabos, rimando segundo y cuarto. Se suele rematar con un terceto. Su nombre viene de la palabra dialectal andaluza “tonada” y sus antecedentes son los romances antiguos. Se considera como el origen y formación del resto de los cantes. Así, en Jerez de la Frontera y en Cádiz evolucionó a la seguiriya, permaneciendo en Triana su genuino sabor arcaico. Demófilo establece 26 variantes de tonás, y en la época de Silverio y de Chacón se hablaba de 19 que, al parecer, ellos interpretaban. Hoy han quedado reducidas a tres: la chica, la grande y la del Cristo. Bajo el nombre genérico de las tonás, se agrupan los cantes sin acompañamiento de guitarra, DEBLAS, MARTINETES Y CARCELERAS. ● Otro de los cantes básicos es LA SEGUIRIYA, deformación fonética de seguidilla. Es un cante de cuatro versos, el 1º, 2º y 4º hexasílabos y el 3º endecasílabo, dividido en hemistiquios de 5 y 6 sílabas, aunque al interpretarse se repite el primero o se le antepone otro. Generalmente tiene una “salía” melismática de Ayes que introduce en el dramatismo, en la fuerza y en la desolación de este cante, que está considerado como la esencia jonda del flamenco. Cantar por seguiriyas es fundamental: con ella se culminan o se descalabran todas las voces. La seguiriya significa, para quien bien la ejecuta, la mayor satisfacción que puede alcanzar un cantaor flamenco. Es un cante de condensación, donde se dan cita todos los melos y tonos flamencos. Por eso es difícil de matizar y sobre todo de rematar con éxito. ● Y para finalizar, los cantes festeros, cantes de compás: CANTES POR FIESTAS, RUMBAS, BULERÍAS, etc. De estas últimas existen muchos estilos: de Jerez, de Cádiz, de Lebrija, de Utrera, de Triana, etc.