ELEmENTOS ECLESIASTICOS EN EL LIBRO DE BUEN APflOR. JULIAN BUENO, Ph.B., B.A., A DISSERTATI N 5PANISH

ELEmENTOS ECLESIASTICOS EN EL LIBRO DE BUEN APflOR . by JULIAN BUENO, P h . B . , B . A . , lYl.A. A DISSERTATI N IN 5PANISH Submitted t o the Gradu...
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ELEmENTOS ECLESIASTICOS EN EL LIBRO DE BUEN APflOR . by JULIAN BUENO, P h . B . , B . A . ,

lYl.A.

A DISSERTATI N IN 5PANISH Submitted t o the Graduate F a c u l t y of Texas Tech U n i v e r s i t y i n P a r t i a l F u l f i l l m e n t of the Requirements f o r t h e Degree of DOCTOR OF PHILOSOPHY AoDroved

Accepted

pn,ay,

1979

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ACKNGWLEOGiriENTS I am deeply indebted to Professor Oonald T. Dietz for his direction of this dissertation and to the other members of my committee, Profcssors Aldo Finco, Harley 0, Oberhelman, Sydney Cravens and Edward V, George for their help, not only in the execution of this thesis, but throughout my academic career.

Special

thanks are due to my vuife Kathy for her patiencB in typing the manuscript and for her constant cjncouragemQnt,

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INDICE GENERAL ACKNOUILEDGfllENTS

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OUCCION PERS0NAJE5 Y ENTIDADE3 ECí.ES I A 5 T I C 0 S Jerarquía

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HUfílOR Y CLERÎCAL

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CONCLUSIONES

186

NOTAS

196

08RAS CONSULTADAS

231

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INTRODUCCION

Las fuentes e influencias en el Libro de buen amor continúan siendo estudiadas y debatidas sin que ninguna de las teorías propuestas adquiera hegemonía sobre las demâs y sin que, hasta el presente, se hayan logrado amalgamar los diversos puntos de vista en una superestructura ecléctica.

Ni el juglarismo de Wenêndez Pidal,

ni el mudejarismo de Américo Castro, ni el semitismo de Lida de lYlalkiel, ni las piruetas alegôricas de Hsrt han sido capaces de dar respuesta satisfactoria a la compleja urdimbre de la obra del Arcipreste.

Lecoy, por su parte,

recalcô las aportaciones de la cultura clâsico-latina y de las tradiciones eclesiâsticas medievales, pero se quedô corto a la hora de emparejar la tradiciôn con el arte de Juan Ruiz. Algunos críticos, tales como Cejador y Frauca, Amador de los Ríos y Josá (Ylarîa Aguado, han destacado otros elementos oopulares de sabor eclesiástico que saltan a primera vista al hojear el Libro de buen amor.

En el ano

1966 Ricard apuntÔ la nocGsidad de profundizar en la teología y liturgia del Libro de buen _afnor, especialmente en sus formas mSs populares, convencidc úa que abrirîa nuevos horizontes a los estudiosos de Juan Ruiz.

Fuera

o no a raíz de este artîculo, lo cierto es que en los

22222! ûltimos doce aflos, la crítica ruiziana ha experimentado un renovado interés por los elementos eclesiâsticos en doterminados episodios del Libro de buen amor, especialmente el Prôlogo, los pecados capitales, las armas del cristiano, el concepto de la muerte, la digresiôn sobre la confesiôn y el encuentro Don Carnal-Dona Cuaresma. Dado que histôricamente puede documentarse la presencia de judîos, moros y cristianos en la época y regiôn del Arcipreste, es innegabls su huella en la obra de Juan Ruiz.

Antes, sin embargo, de proceder con una

teorla eclêctica se requiere un detenido examen, por separado, de los varios componentes.

Teniendo en cuenta

que, de las mil setecientas nueve estrofas de que constan las presentes ediciones del Libro de buen amor, unas^"^ setecientas--mâs de dos quintas partes—contienen inequîvocamente elementos sclesiSsticos, bíblicos o ambos combinados, fácil es descubrir el desequilibrio entre ia importancia dada por la crítica a los elementos árabes c hebreos y los procedentes de la tradiciôn cristiana.

No

existe ningún estudio giobai dedicado a los elementos eclesiásticos en el Libro de buen amor y su posible relaciôn con el arte de Juan Ruiz.

El presente trabajo

pretende dar el primer paso en esa direcciôn,

Intento

dastacar, en primer lugar, la gran abundancia de elementos eclesiásticos diseminados por tndo el libro, examinando a continuaciôn como Juan Ruiz se vale de estos

3iiiiiiiiiiiiii

elementos para la gestaciôn de su arte.

No r.e trata, pues,

de rastrea^r la teologla, la liturgia y otros ølementos catequêticos--muy importante si el libro fuera s61o didåctico--sino de analizar el papel de todos estos elementos eclesiâsticos en el desarrollo artlstico dø la obra. Wargherita rfîorreale nos pone sobre aviso para no valorar la teologla por encima del arte de Juan Ruiz al miSi'îio tiempo que lamenta la carencia de "estudios sobre la literatura latina medieval y de instituciones eclesiâs2 ticas," (Tli interés por los elementos eclesiâsticos se encamina hacia una mcjor comprensiôn del arte del Arcipreste,

Una genuina apreciaciôn del Libro de buen

amor requiere un estudio equilibrado de todas sus fuentesi árabes, clâsicas, francesas, goliárdicas o juglarsscas, sin dejar de lado el hecho central y evidente que Juan Ruiz fue un eclesiástico medieval, educado según los cânones y costumbres de la iglesia y que, por necesidad de su ministsrio, hubo de dssenvolverse en el ambiente clerical del siglo XIV, expuasto a las controversias y crisis que plagaron ese perîodo de lc« historia de la iglesia.

Es hora ya quø la crltica ruiziana busque

nuevos enfoquss para afrontar los problemas que han resistido una interpretaciôn cohesiva.

CAPITULO I PERSONAJES Y ENTIDADES ECLESIASTICOS

Elementos de Indole eclesiâstica, mâs o menos acentuada pululan a lo largo y a lo ancho de la obra del ArciprQste de Hita.

La profusiôn, ambig edad y comple-

jidad de estos componentes dificultan su clasificaciôn sistemâtica,

En un intento simplificador he creldo

convøniente dividir østos elementos en dos partes principalesí

este capltulo abarcarâ las referencias

explícitas en el Libro de buen amor a ciertas øntidades y personajes eclesiásticos, tales como el Papa, cardenales, arzobispos, obispos, clero secular, ôrdenes religiosas, nombres de santos, fechas del caløndario litûrgico, etc.i en el slguiente capltulo se discutirân otros fragmentos con implicaciones teolôgicas y catequéticas, tales como referønclas blblicas y teolôgicas, celebraciones litúrgicas y expresiones derivadas c relacionadas con la vida y actividades dø la iglesis,

El papel que sstos ele-

mentos Juegan en la obra serâ estudiado con mâs detalle en lcs capltulos postøriorøs, Jeraroula de la iqlesia catôlica El Papa La primøra røferøncia directa al Papa acaece en la 4

discusiôn sobre astrologla y su influencia øn los hombrøsi Otrossl puede el papa sus decretales far, en que manda a sus súbditos cierta pena Íes dar; pero puede muy bien contra ellas dispensar, por gracia o por sørvicio toda pøna soltar, ^ (146)1 Evidencia aqul Juan Ruiz una clara familiaridad con los poderes y prerrogativas papales, revelando asimismo una proximidad vital.

Sus asertos no estân radicados en una

doctrina abstracta, sino en la vida que se cierne a su alrededort

"Veamos cada dla passar esto de fecho" (I47a),

La supremacla papal reaparece en el transcurso de la digresiôn sobre la confesifim Es øl papa sin dubda la fuente perenal, ca 8s de todo el mundo vicario general, los rîos son los otros qu'é an pontificalt aryobispos e obispos, patriarca, cardenal. (1160) No se limita a raiterar la autoridad del pontlfice romano, sino que anade la fundaciôn blblica, teoiôgica y canônica de donde emana esa autoridad (I160b).

En una

sola estrofa condensa Juan Ruiz la doctrina dø la autoridad, su transmisiÔn y participaci6n.

El Papa po3es

la plenitud por sør vicario ds Jesucristo sn este mundo; supeditados al Papa por tener en él su origen quedan los rlos constituldos por los eslabones søcundarios de la jerarqula (1160d).

Juan Ruiz aduce esta posiciôn privi-

legiada para øxplicar los pecados resørvados a ciertos miombros dø ia jerarquía y concretamente al Papai

6 Todos los casos grandøs, fuertes, agraviados, a obispos e aryobispos e a mayorøs perlados, segund común derecho løs son acomendados, salvo los que del papa son en sl reservados. (1147) Juan Ruiz reconoce la suprema autoridad del Papa y sabe evaluar la estructuraciôn jerârquica.

No se trata de un

acatamiento ciego y absoluto, sino de una obediencia segûn los cânones establecidos que le permitøn bøneficiarse de las excepoionøs en caso de necesidadi En tiempo de peligro, do la muart§ arrapa, vos sodes para todo ar^obispo e papa; todQ el su poder estâ so vuestra capai la grand necessidat todas las cosas tapa. (1157) Suclntamente expuesto, en peligro de muerte cualquier clêrigo poseø plenitud de poderes espirituales (I157b), --es arzobispo y papa—si ello redunda en beneficio del 2 alma moribunda. Parece ser qus Juan Ruiz considera un tanto excesivo el uso que el Papa hace de su privilegio de reservar ciertos pøcadost Los quø son reservados, del papa espicîales, son muchos en derechot dezir quântos e quáies seriá grand el romance mås que dos fîlanualesi quien saberlos quisiere oya los decretales. (1148) Serla arriesgado afirmar rotundamente que estos versos constituyen una crltica formal del Papa,

En este pasaje

Juan Ruiz parece revelar una mayor preocupaciôn por los clérigos que por el pontlfice romano.

Entre los crlticos

que comentan estos versos, Cejador y Frauca opina que

6

/7 dichos pecados SR refieren a las excomuniones røservadas 3 al Papa. Aguado intenta aclarar las subdivisiones técnico-canônicas de estos pecados røsorvados. Dos veces hace acto de presencia el jefe de la Iglesia en el episodio de los clôrigos de Talaverat El papa nos embla esta constituciôn. (I693b) Dizt "Yo querrla, amigos, que toda esta quadrilla del papâ apellâssemos ant* el rey de Castilla. (I696cd) En el vørso 1696b el Papa representa tan s61o el tármino "a quo" de la constituciôn.

Al Papa como autoridad

suprema le incumbe øl derecho de regular la vida moral de los clérigos, mødiante constituciôn u otro documento apropiado.

El término "ad quem" de la apelaciôn conjunta

de los clérigos (I696cd) deberla ser tambiôn el Papa y no el rey de Castilla.

Los reyes carecen de jurisdicciôn en

cuestiones dø disciplina eclesiástica, mSxime de una potestad superior a la del mismo Papa como implican estos versos.

Al analizar_mâs adelsnte la_cantiga de los

clêrigos dejalavera se aclarará esta cuestiôn anticipando aqul quø no se trata de una equivocaciôn o ignorancia de Juan Ruiz al respecto, sino de un premeditado efecto artlstico.

En la ya citada digresiôn acerca rie la

confesiôn se raenciona al Papa también en un papel secundario, exento de implicaciones doctrinalesi

8 El fraire sobredicho, que ya vos he nombrado, era del papa e del cardenal muy privado. (llôlab) Las varias interpretaciones que diferentes crlticos dan a esta estrofa basândose øn las m ltipes lecturas de los tres manuscritos no alteran sustancialmente el sentido global, sino los matices de su significado irônico o parôdico.

Tomando como pauta los exiguos datos papales

presentes en el Libro ds buen amor, serla justo concluir que para Juan Ruiz el mayor pecado de los papas tiene su ralz en el dineroi Si tovieres dineros avrâs consolaciôn, plazer 'é alegrla e del papa raciôn; comprarás paralso, ganarâs salvaciôni do son muchos dineros es mucha bendiciôn. (492) Yo vi en corte de Roma, d'ô es la santidaS:, que todos al dinsro faziênl'é omildat. (493ab) Aparte de esta crltica un tanto amortiguada y genêrica, la figura del Papa está revestida en la obra de Juan Ruiz de una luz positiva, reconociándole la suprema potestad espiritual (146, 1147, 1148, 1160 y 1693), Llama la atenciôn la ausencia total de referencias burlonas al Papa, tan comunes en Juan Ruiz al tratar del clero røgular y secular,

Cardenales, arzobispos y obispos La parvedad de referencias papales se acsntúa aún m5s en el descenso de la øscala jerárquica.

Descontando

9 los versos llôlbc debido a la duda entre "carnal" y "cardenal", ss halla en el Libro de buen amor una sola alusiôn a la dignidad cardenalicia, y êsta figura comc de paso en el escueto elønco de quienes participan de la dignidad pontificali Los rlos son los otros qu8 an pontificalt ar^obispos ø obispos, patriarca, cardenal. (Il60cd) El hecho que "cardenal" aparezca citado en último lugar debe ser achacado a las exigencias de la rima, ya que histôricamente eran los colaboradores más directos del Papa y en el siglo de Juan Ruiz gozaban de gran poder e influencia, muy superior a la de arzobispos y obispos. Esta preerainencia de los cardenales arranca del slnodo latøranønsø que tuvo lugar en la primavera de 1059. A ralz de este slnodo el Papa Nicolás II decretô que incumbla a los cardenales la elecciôn del Romano Pontlfice, sustrayéndose asl a las intromisiones de nobles y eraperadores.

Otro factor no desdønahle era su

poderlo econômico.

Garcla-Villoslada asegura que los

cardonalest Perciblan colectivamente, desde 1289, la raitad de los censos de los bienes dø la iglesia romana y lø mitad de los "servitia communia" quø pagaban a la Cámara Apostôlica los obispos y abados con ocasiôn dø su nombramiento, consagraciôn, confirmaciôn o traslado de sede.^ Naturalmenta todo esto anadido a las rentas y beneficios

10 individuales, Los datos sobre la dignidad arzobispal, manteniendo la tônica ds øscasez, son un tanto más numerosos y hacen su apariciôn en tres lugares bien aislables y definidost en los dos primeros--influencia corruptora de dinero (490-527) y digresiôn sobre la confesiôn (1128-1161)—el arzobispo es un ente genérico, un eslabôn mâs, amorfo y abstractoi Faziá muchos priores, obispos 8 abades, ar^obispos, dotores, patriarcas, potestades, (494ab) Todos los casos grandes, fuertes, agravîados, a obispos e aryobispos e a mayores perlados, segund común derecho les son acomendados. (1147abc) Pues que e l a r ^ o b i s p o , b e n d i c h o e c o n s a g r a d o , de p a l i o 'ê de b l a g o e de m i t r a 'ônrado, con p o n t i f i c a l , no es d d s t o s a p o d e r a d o . ( 1149abc) Vos sodes p a r a

todo ar^obisp'ô e papa.

(I157b) Ar^obispos e obispos, patriarca, cardenal. (I160d) Los únicos epltetos que acompanan al arzobispo (I149abc) le revisten solemnemente de todos los signos externos propios de su dignidad.

El báculo, el palio, la mitra y

el pontifical son las insignias propias de un arzobispo (Cejador, II, 103),

Su pormenorizada enumeraciôn resalta

la posiciôn elevada de esta persona por oposiciôn al humilde clérigo a quien se está dirigiendo el Arcipreste.

11 £ 1 t e r c e r episodio en que f i g u r a un arzoblspOy l a cantiga de l o s c l ê r i g o s de T a l a v e r a (1690-1709)9 dlafnetralraente con los dos a n t e r i o r s s ,

contrasta S i en los primeros

l a persona a r z o b i s p a l es amorfa y a b s t r a c t a , en este ú l t i m o se concreta y encarna en una persona h i s t ô r i c a , "ar^obispo don G i l " ( l 6 9 0 b ) ,

el

Ningún c r l t i c o ha puesto en

duda que se t r a t e aqui d e l bien conocido Qon G i l ds Albornoz, arzobispo de Toledo desde 1338 a 1350, afSa que •isteriosaroente s a l i 6 e x i l a d o de Espana.

Las restantes

alusiones a l arzobispo dsntro ds este episodio es obvio que t i e n e n por objeto i d é n t i c o personajet S i oviesse a l Ar^obispo yo en otro t a l angosto. (I704c) Dizt

"Aqueste ar^obispo non sé que se ha con nos. (I705b)

Non ha SÍ artpobispo døsto por quâ sø s i e n t a , (I706b) Porque s

e i arcobispo t i e n que es cosa de maldat, (I707c)

Quiero dejar aqui constancia del gigantesco paso de acercaniento referencial obtenido mediante la inserciÔn de este personaje coøtáneo døl autor, posponisndo para nás adelante el efecto de este dato histôrico en la cantiga goliârdica, p. 123. Antes de comanzar la presentaci6n del clero secular, conviene mencionar que tarabién los obispos disfrutan ds un pequeno nicho en el Libro de busn amor, engarzados a los

12 otros eslabones jerârquicos ya comentados (494a, 1l47b y 1160d).

Corao excepciôn solitaria existe una estrofa donde

el obispo es el personaje centralt Otrossl del obispo e de ios sus mayores son otros casos muchos, de que son oîdorest pueden bien assolverlos e ser despensadores; son mucho defendidos a clérigos menoros. (1155) El obispo en su diôcesis posee la jurisdicci6n ordinaria y a ôl incumbe la absoluci6n de ciertos pecados reservados dentro de su tørritorio, tal como el Papa se reservaha otros de competencia universai.

En 1155a, "perlado"

puede referirse a obispo o arzobispo, con jurisdicciôn ordinaria sobre los clárigos;

en 1147b, "mayores perlados"

parece más bien indicar los superiores provinciales y generales da las ôrdenes religiosas. Ningún miembro de la alta jerarqula de la iglesia recibe mucha atenciôn en la obra de Juan Ruiz.

Tanto el

Papa como los cardenales, arzobispos y obispos aparecen citados con relativa frecuencia en tres episodios, pero en todos ellos actúan de una forna marginada e impersonal; es decir, son piezas necesarias del tablado, mas nunca pørsonajes cøntrales.

La fillpica contra los abusns dei

dinero, la digresiôn sobre la confesiôn y el alboroto dø los clérigos de Talavera son los nûcleos quø incluyen circunstancialmentø a la jerarqula.

13 Clero secular De entrada surge la necesidad de distinguir entre clero secular y regular.

Es importante deslindar esta

cuesti6n por las consecuencias que puede acarrear la apreciaciôn de detalles en el arte de Juan Ruiz.

Omi-

tiendo, por ahora, las hipôtesis en contra y aceptando como cierto el hecho que Juan Ruiz fue en verdad sacerdote y arcipreste de Hita, cobran mayor transcendencia las referencias døl autor acerca de la vida y obras de los sacerdotes seculares y monacales, debido a que pueden dilucidar las intenciones irônicas o satlricas del autor.

La diferencia más notable entre

el clero diocesano o secular y el perteneciente a las ôrdenes religiosas consiste en la ausencia de los tres conocidos votos de obediencia, pobreza y castidad por parte del clero sscular.

Los sacerdotes seculares no

pueden casarsø por ley eclesiâstica y prometen obediøncia al obispo, pero no con la fuerza de voto; además nunca hacen voto ni promesa da pobreza evangélica de tipo monacal.

Otras muchas difersncias existen de

tipo disciplinario y adrainistrativo, pero no vienen al caso en este estudio y pueden satisfacerse en cualquier enciclopødia catôlica.

Por razones que al estudiar el

clero regular sø manifestarán considero que en el Libro de buen amor "abad" connota un personaje monacal y como tal se estudiará bajo el siguientø apartado,

14 pp. 19-20.

La profusa ambiguedad en la obra del Arci-

preste, debido a sus excelentes dotes artlsticos y en menor grado a los balbuceos evolutivos del castellano, imposibilita juicios absolutos y aconseja dejar siempre abierto un margen respetable de flexibilidad. La historia certifica que en los tiempos del Arcipreste de Hita las dignidades del bajo clero secular se centraban en torno al cabildo de las catedrales.

Los

miembros de estos cabildos eran llamados canônigos pcr llevar en siglos anteriores una vida canônica o comunitaria.

Esta vida ccmún desapareciô con el tiempo y,

llegado el siglo XIII, los canônigos no tenlan más obligaciôn común que el canto del oficio divino.

En

relaciôn con las horas canônicas de Juan Ruiz se comentarán luego algunos de los muchos abusos que se cometîan en torno al rezo del oficio divino, p. 106.

Citando a

Garcîa-Villoslada, a quien sigo de cerca en este apartadoi La primera dignidad del cabildo era el deân o preboste ("decanus" o "Praepositus"); segulale el arcipreste ("archipresbyter"), encargado de sustituir al obispo ausente en sus funciones sacerdotales; pero el que mâs actúa ... es el arcediano ("archidiaconus"), dignidad que generalmente se conferîa al mismo deán (Garcla-Viiloslada, II, 632), Otras dignidades del cabildo eran el "chantre" o director de la liturgia y el tesorero ("custos et sacrista"). Existlan varias divisiones jerârquicas intracapitulares

15 (Garcla-Villoslada, II, 6 3 2 - 3 J ) .

Todos estos oficios son

mencionados una o varias veces en el Libro de buen amor. El arcediano era vicario del obispo en materias jurisdiccionales y tenla autoridad para otorgar parroquias y otros beneficios.

Durante los siglos XIII y XIU los

arcedianos fueron perdiendo derechos y privilegios hasta que el concilio de Trento (s. XVI) acabô con su autoridad, En tiempos de Juan Ruiz parece que aûn gozaban de gran influencia y riquezas como se desprendø dø la clnica mønciôn øn uno de los cantares de ciegosi íSean ricos, sean sanos, o sean arcidîanos! (I723cd) El arcipreste también era vicario del obispo para los oficios eclesiâsticos;

en ausencia de êl

daba principio

al rezo del oficio div*ino--horas can6nicas--y ejercîa la misiôn de velar y corregir los abusos disciplinarios de los clêrigos del obispado.

En la Edad (Yledia el arci-

preste rural era llamado también "deán" porque presidla Q

cada uno a diez párrocos.

Esta figura cobra especial

relieve porque Juan Ruiz habla de sl mismo como "Acipreste de Fita" (l9c) y (575a).

El mismo autor

implora ayuda divina para componer su libro y para ser librado de sus malesi Tû, Senor e Dios mío, que el omne crieste, enforma e ayuda a un tu acipreste. (I3ab)

16 Sefíor, de aquesta c o i t a saca a l t u a c i p r s s t e . (6c) El autor-arcipreste

también aparece en boca de o t r o s

personajes d s l L i b r o de buen amor.

A s l por ejemplo,

Trotaconventos se d i r i g e a l p r o p i o Juan Ruizi " A c i p r e s t e , a l a h ê " , d i z , " v i e j a con c o i t a t r o t a , 6 a t a l fazedes vos porque non tenedes o t r a . (930ab) "Acipreste, amat ésta;

yo irê aliá manana. (I3l8c)

La misma Trotaconventos explica a la monja Doria Garoza que ahora sirve "a un acipreste" (I345a).

Dona Garoza no

es tlmida y pide noticias de la apariencia fîsica "desse acipreste" (l484b).

Don Amor también le aplica este

título en su discusiôn (423b) y lo mismo hace la dama que le visitô cuando se hallaba enfermo (946b).

Perdura el

desacuerdo entre los críticos sobre la identidad del arcipreste que llevô las cartas de Don Gil a los ciêrigos de Talavera.

Este arcipreste hace acto de presencia en

los versos 1691a y 1692a.

Aparte de las referencias más

o menos directas a la persona de Juan Ruiz, los arciprestes se mencionan tres veces más en la batalla de Don Carnal con Dona Cuaresma: A todos los aciprestes e clêrigos sin amor. (1069c) A c i p r e s t e s e duenas, êstos venién d e l a n t e . ( I245b) Aciprestes e duenas fablan sus poridades, (I283b)

17 La can^tiga de lo^clêrigos^ de Talavera refleja una junta ordinaria del cabildo catedralicio.

Ademâs del ya

mencionado arcipreste hacen uso de la palabra el deán (I696b), el tesorero (I701a), el chantre Sancho Ylunoz (l7Q5a) y el canônigo "don Gon^alo" (I708a).

Justamente

los personajes qus el oyantø avispado podla esperar tras el inicio "mand6 juntar cabildo" (1691c). En la base de la pirâmide jerârquica secular se hallan los sacerdotes, curas o clérigos.

Este último

têrraino es gønêrico y "pør se" puede referirse a todos y cada uno de los miembros del estado eclesiástico, tanto regular como secular;

mâs aún, en la Edad rfledia se

aplicaba a todo hombre de letras, conocedor de la lengua latina,

También es cierto, sin embargo, que paulatinamente

el tôrmino clérigo en su acepciÔn mâs especlfica se circunscribiô al clero diocssano, mientras que monje, fraile o øl raâs amplio de religioso designaba a los miembros de las ôrdenes religiosas,

En mi opiniôn, êsta es la senda

por la que camina Juan Ruiz como a renglôn seguido intento demostrar,

Un excelente punto de arranque lo proporciona

el recibimiento que todos los clérigos hacen a Don Amor, Dø inmediato salta el conflicto entre la "clerizla" o seculares y la "frairla" o regularesi Querié levar tal uéspet luego la clerizía fuáronlø muy contrarios quantos tenián frairla. (I247bc)

18

Las dos e s t r o f a s divisi6n

que siguen a r r o j a n más l u z sobre

la

regular-secularI D i x i e r o n a l l î luego todos l o s ordenadosi "Senor, nos t e daremos monesteriûs onrados. (I248cb) Ncn q u i s r a s a l o s c l ê r i g o s por

uáspedes, de aqufista, ca non t i e n e n moradas do t o v i e s s e s l a f i e s t ? . (I249ab)

"Senor", dizen los clérigos, "non quieras vestir lana; astrafari^ un monje quanto el convento gana. (I251ab) Donde claramente "cl^rigo" se aplica a los sacerdotes seculares.

Esta misma yuxtaposiciôn frailes-clêrigos es

frecuente en el Libro de buen amor baio diversas formasi Fazla muchos clérigos e muchos ordenados, (495a) lYluch'ô omne ordenado que otorga perdones, los clárigos seglares con muchos clerizones, (I235bc) Por estas últimas citas, mâs la ya citada 1248ab, se justifica la conclusiôn de Fíî. i^orreale, segûn la cual el término "ordenado" debe tomarse "como miembro de orden, o o sea como individuo perteneciente ^l clero regulsr."" Clérigo y ordenado son pues sinônimos ds secular y regular respectivamente.

Otros sinônimos de clérigo son

"cura de almas" (386a) y "clérigo cura" (I150c),

Sin

necesidad de prolongar el argumento se pu&de conceder que "clêrigo-clerecla" aludsn al clero diocesano en I25a,

19 494c, 506a, 1069c, 1144a, 1149d, 1l50d, 1l54a, ll55b, I215d, 1491b, I694b, 1695b, 1697a y I709b.

En ésta

última entra un nuevo personaje, "los clerizones" (l709b), nombrados tambiên en I235c.

Probablemente eran sacris-

tanes (384a), monaguillos y otras personas de la misma ralea quienes sin haber recibido 6rdenes usaban traje eclesiâstico y vivlan a costa de la iglesia.

Ordenes reliqiosas masculinas En esta secciôn caben todas aquellas personas eclesiásticas masculinas excluldas del apartado que precede. Todos los miembros de las 6rdenes regulares y sus superiores, monjes, ermitanos, frailes, etc.

Juan Ruiz

parece haber gozado de una amplia relaci6n vital con estos grupos; es patent'e.

su familiaridad con este género de vida Indiqué que los abades en el Libro de buen

amor pertenecen al clero regular. esta opini6n,

No todos comparten

Corominas declara que en un principio abad

signific6 "sacerdote, cura" y que como tal aún se conserva hoy dla en partes de Galicia, Salamanca, Navarra y Arag6n. Según este crltico, abad equivaldría a sacerdote secular, pero no menciona a este respecto el Libro de buen amor. La Enciclopedia Universal (I, 79) explica que la palabra tuvo su origen en ciertos grupos monásticos de Siria para designar al superior de un convento,

Anads que en Espana

se remonta su uso bajo esta acepci6n al siglo VI, conser-

20 vándose aún hoy antre los Benedictinos y los Canônigos Agustinos,

Cororainas parece haber basado su definici6n

en el Glosario de Aguado (pp. 217-18), ya que éste usa parecida terminologla y cita tarabién su actual uso en Galicia,

Aguado, sin embargo, anade la acepci6n de

dignidad eclesiâstica y, aunque no especifica nada más, por el contsxto y su alusiôn expllcita a la orden døl Cluny y a los Bønedictinos, es justo toraarlo como referencia a una dignidad eclesiástica "regular".

Aguado

refuerza esta suposici6n cuando expresa perplejidad a la hora de clasificar el "abades" de 1283a entra "cura" o "dignidad eclesiástica",

Para Aguado, pues, abad signi-

ficarla simplemente cura secular en I618b y 1495d, dignidad eclesiâstica--iregular?--en 494a, 875c, I235d y 1236b, dejando en duda 1283a.

Inexplicablemente excluye

u olvida los "abades beneditos" (l237c), asl como el "Senor abat" (776c).

Refiérese el último al lobo vestido

de monje, el mismo a quien los cabritos acaban de llamar "senor guardiano" (769c), en un contexto cabalmente monacal.

En el transcurso de una conversaciôn

Arciprøste-Trûtaconventos acerca de la monja Dofla Garoza la vieja exclamai fazanero" (l49Bd).

"Que las monjas no s' pagan dsl abat Aguado probablemente entendiô esto

como referencia personal al Arcipreste, pero creo que se trata más bien de una generalizaciôn con visos de refrân. Al mismo tiempo me parsce detactar una constante

21 inclinaci6n de Juan Ruiz en recargar las tintas sobre el 12 clero regular. En este raismo episodio es un arcipreste quien está cortejando descaradamente a la monja, pero se desenvuelve en un ambiente de absoluta normalidad, raofándose frecuentementø del clero regulart Alegre va Sl fraile de tercia al rcfitort / / í

X

/ ^

quiere el fraile goloso entrar øn tajador. (I399bd) Luego seré contigo, desque ponga î3n fraile con una fraila suya que me dizi |traile, trailei (M66ab)

Juan Ruiz astutamente desvla la atønci6n dø sus oyentes mientras esconde la raano con la cual tir6 la piedra, técnica usada con anterioridadt E busca messajera de unas negras peca^as qu8 usan mucho fraires e monjas s beatast son mucho andariegas, merecen las ^apatas; estas trotaconventos fazøn muchas baratas. (441) Estos consejos de Don Araor resaltan las corrorapidas costumbres del clero regular;

los frailes, monjas y

beatas "usan mucho" (441b) esas mensajeras, ocultândonos el hecho respøcto al clero secular.

Cuando don niøl6n

estâ a punto de conseguir su Endrina, Juan Rulz pone en boca de Trotaconventost |Non quebrantedes mis puertasi, que del abat de Sant Pavlo las ove ganado yot non posistes al un clavo. (875cd)

22 Anadidura evidente de Juan Ruiz pues carece de paralølo en el Pamphilus.

La idøntidad de este abad øs un misterio.

No es diflcil avønturar, sin embargo, qus se trataba del superior de los Oorainicos, o de San Pablo, que salen a recibir a Don Amor (1238a),

Es de suponer que era bien

conocido de los oyentes coetâneos de Juan Ruiz y que indudablementø estos versos arrancaban una sonora carcajada.

Peacci6n anâloga acarrearla el donjuanesco

Fray Woreno (565), ya se entienda "Fray Fulano" (Cejador, I, 206) o "Fray Irresistible" (Corominas, p, 228). El høcho más chocante y conseguido radica en colocar a la cabeza de los galanteadorøs un "Fray X", No quisisra dar la impresiôn que Juan Ruiz canoniza al clero sscular;

mi punto de vista es que sale mejor

parado por las frscuentes burlas que gasta al clero regular.

En honor a la verdad justo es reconocer que

tanto en los abusos del dinero como en el recibimiento a Don Amor ambos cleros se hallan presentesj

sin embargo,

una rápida ojeada bastarâ para revelar el manifiesto contraste.

Coraisnza Juan Ruiz los denuestos contra el

dinsro indicando lo que êl vio en Roma o sede dei Papa (493), e identifica tres veces al ciero secular con el nombre genérico de "clárigos" (494c, 495a y 505a), aportando acusaciones leves.

Obispos y arzobispos son

citados una vøz, pero no hay que olvidar que estas dignidades øran accesibles a ambos cleros.

Es digno de

notar que no se menciona ninguna dignidad menor del clero diocesano, ^d^nde estSn los arciprestes?, idônde los arcedianos, los canônigos?, etc.

Las generalizaciones

desaparecen como por arte de magia al tratarse del clero regulan

ahl estân los priores, abades y doctores (494),

los monjes, monjas y religiosos (495), los monjes de nuevo, denostando el dinero en público (503) y amontonándolo en sus conventos (504).

Siguen los frailes que

se llaman a sl mismos pobres y hacen gala de sus "parcioneros", "despenseros" y "tesoreros" (506);

los

monjes y frailes, una vez más, que se disputan con los clêrigos, cual aves de rapina, los despojos de los ricos (505-507),

Otro tanto sucede al describir la procesiôn

que sale al encuentro de Don Amor,

El clero secular estâ

alll presente, "clêrigos con muchos clerizones" (l235c), asl a secas.

Por parte de los religiosos, a los muchos

ordenados (I235b), se anaden el "abat de Berdones" (I235d), las "ôrdenes de Cistel", la de "Sant Benito" (l236a), la de "Cruniego con su abat benedito" (l236b), la "Orden de Santiago con la del Ospital" (l237a) y la de "Calatrava e Alcântara con la de Buenaval" (l237b).

Tambiên se hallan

presentes "de Sant Pablo los sus pedricadores" (l238a), los "fraires menores" de San Francisco (l238b) y los agustinos con sus cantores "ministros e priores" (l238cd). Completan la lista "los de la Trenidat con los fraires del Carmen" (l239a), "los de Sant' Olalla" ( I239b) y los

24 frailes de "Santo Ant6n" (l240a), 6rdenes antedichas son de varones.

N6tese que todas las A la hora de suplicar

a Don Amor que escoja morada, los religiosos ocupan de nuevo un papel estelar desacreditándose mutuamente ya que en su afán por impresionar a Don Amor, revelan cuân lejos están de los ideales monásticos (12^8-1250),

Al llegar a

este punto el hospedaje de Don Amor en la humilde casa del Arcipreste queda revestido de naturalidad, conveniencia y respetabilidad. No solamente la frecuencia sino también la variedad de términos para designar al clero regular es considerablei ermitano (529a, 530a, 535a y 537a); 504a, 506a, 532a, 534d, 542d y 594b);

monje (495b, 503a, fraile (441b,

505a, 506a, 565b, 1l28a, 1161a, 1l71d, I239a, 1240a, 125lb, 1399b, I399d y 1466a); 1248a);

ordenado (495a, I235b y

abad (494a, 776c, 875c, I235d, I236b, I237c,

1283a, 1495d y 1618c);

religiosos (495b y I248a) y

priores (494a y I238d). El anâlisis de Lecoy sobre el poder nefasto del dinero en la tradiciôn eclesiástica asî como el cortejo de Don Amor conserva aún validez en sus lîneas esenciales.

Cejador (II, 145-49) se ocupa con bastante

detalle y minuciosidad de la identificaciôn histôrica de las diferentes ôrdenes religiosas, complementando en parte a Lecoy.

Varios otros críticos amplîan éste o

aquel pormenor, pero ninguno resalta el evidente

25 favoritismo del Arcipreste hacia el clero secular, dato que considero significativo.

A la hora de juzgar la vida

y costumbres del clero, "poseemos más datos para juzgar de la moralidad del clero secular que del regular" (GarclaVilloslada, II, 634). Ademâs ning n crítico mentalmente sano osarla mantener la tesis de que los clérigos seculares llevaron una vida mâs edificante que los dsl bando regular.

ITlâs adelante, pp. 117-18, al hablar de

las parodias en el episodio de Don Carnal y Dona Cuaresma, se estudiarân mâs detenidamente algunos datos sobre la inmoralidad en la vida eclesiâstica,

Ordenes reliqiosas femeninas Las monjas no han despertado mucha curiosidad en los estudiosos del Libro de buen amor.

La mayorla de

los crlticos concentran sus comentarios sobre la relajaciôn de los conventos femeninos- en la Edad IVledia, ocasionados por el recibimiento de Don Amor o por el episodio de la monja Dona Garoza.

Lecoy (pp. 264-70)

continûa siendo el mâs sôlido por la serenidad de sus juicios y la abundante documentaciôn que aporta. Carmelo Gariano dedica un apartadc a las mujeres del Arcipreste.

Inevitablemente alude a la controversia

secundaria sobre si Dona Garoza cediô o no en cuerpo y alma al Arcipreste concluyendo con un "tal vez" poco comprometedor,

Referente al cuadro que nos pinta

26 Juan Ruiz de las raonjas de su tiempo, Gariano opinat "No es fácil establecer si es sátira o pintura divertida de costumbres" (p, 110), Probablemente sea Jorge Guzmán quien ha prestado una atønci6n más minuciosa al papøl dø las mujøres øn la obra del Arcipreste, tismo moral extremado.

Su estudio dssemboca en un didacGuzmán también habla en tárminos

genéricos, sin especificar a quá clase de mujeres podrla estar dirigiéndose Juan Ruiz. 15 En el Libro de buen amor el término "muger" posea dos acepciones primordialest a) término genérico opuesto a hombre o var6n, y b) têrraino genérico opuesto a esposo,

Entre las innumerables citas

que vendrlan al caso baste mencionar, para la primera acepci6nt E a s s i e s t e mi l i b r o ,

a todo omne o m u j e r . . .

(f° II r 30) It B venit a la fabla, que mujeres e varones por palabras se conocen, son amigos, companones. (677cd) La mujer mucho sanuda e qu* el omne bien guerrea. (633c) Sobrentendiêndose esposai Quando su mujer Dalida los cabellos le cort6, (3Qab) Quando fue 81 pintor de Frandes ya venido, fuø de la su mujer con dosdén recebido, (481ab) De mujeres leales los sus buenos maridos, (1527c)

27 Un término más especlfico usado frecuenteraente por Juan Ruiz al dirigirse a las mujeres es el de "duena" o "duena".

^Quiénes eran esas duenas?

diflcil contestaci6n«

Pregunta de muy

Lo que sigue es una hip6tesis

basada en textos del Libro de buen amor exclusivamente, No se trata de averiguar lo que la duefía ha sido en la historia, sino la acepci6n mâs aproximada que puede tener en la pluma de Juan Ruiz,

Corominas define "duena" ccmo "senora,

dama, raujer acorapanante y duena de servicio." Diccionario de la lenqua espanola dicei

El

"monja o beata

que vivla antiguamente en comunidad y solla ser mujer principal," 17 Estas beatas que sollan vivir con otras en comunidad bajo cierta regla, "han existido antes de las 6rdenes religiosas y las ha habido en todos los tiempos" (Enciclopedia Universal, X\/III, 2- parte, 2379-80),

Sus

inicios se remontan a la costumbre existente en la cristiandad primitiva de colocar algunas vlrgenes j6venes, sin familia, bajo la tutela de unas matronas respetables y serias, quienes ejerclan un papel semejante al de madres superioras,

En el transcurso del tiempo se multiplicaron

por el Occidente,

Ocasionalmønto haclan votos y se

dedicaban a obras de caridad y a la práctica de ciertas devociones espirituales—rezo del breviario--para el bien de su alma.

Eventualmente se convirtisron en comunidades

religiosas femeninas.

Las monjas de coro estaban tambiên

obligadas a rezar el breviario.

Uno de los rezos mâs

28 populares era el Oficio de la Virgen Marla cuya existencia docuraentada se reraonta al siglo X y que sirvi6 ds base a los Libros de Horas medievales. 16 A los seglares se les recomendaba la asistencia a la misa y a otros oficios litúrgicos como vlsperas y maitines, pero el rezo del oficio divino completo era tarøa reservada a los sacerdotes y religiosos dø ambos sexos. 19 iPudiera ser la accepciôn de duena en Juan Ruiz sin6niraa de esas monjas o mujeres principales de quø hablábamos mâs arriba? ha de ser afirmativa.

Parcialmente al menos la respuesta £n el bien conocido episodio de

Dona Garoza (1332-1507) aparecen varias citas donde duena y monja quedan irrefutablemente unidas en su significadoj

asl por ejemplo, hablando de la monja Dona

Garozat Aquesta buena duena avié seso bien sano, (I347a) Otro dla la vieja fuêsS a la monjla e fall6 a la duena quS en coro sela. (I396ab) A Í e g r e va l a duena tíel coro a l

parlador.

(I399a) Dona Garoza habla de sî misma como monja (I443c) y Trotaconventos la contesta en el mismo tonoi El miødo de las liebres las monjas le tenedes. (I44d) Aquesto acaøcø a vos, ssnora mla, 6 a todas las monjas que tenedes frailla. (I451ab)

29 "Tenedes frailîa" significaría aqul, según Corominas, "iviantenêis vida monástica, vivls en convento," una prueba más de la vida conventual de riertas duenas (p.540). Abreviando, se pueden cotejar el resto de las alusiones a la monja Garoza como duena eni

I338c, 1385b, 1410a,

1422a, 1435ac, 1453a, 1481a, 1483a, 1490a, 1493a, I503a y 1506b.

La lista, sin embargo, no acaba con Dona Garoza,

Otras citas desperdigadas por el Libro de buen amor identifican, inequîvocamente, el sin6nimo monja-duenai Todas duenas de orden, las biancas e las prietas, Cistel, pedricadsras e muchas menoretas. ( 1241ab) Según el Diccionario de Autnridadasi Duenas se llamaban tambiên en lo antiguo las beatas de Santo Domingo el Real de Wadrid antes que tuviesen clausura, y también las (Vlonjas de otros muchos Conventos de Espana, que hasta hoy conservan este mismo nombre: como son las Duenas de Salamanca, las Duenas de Burgos, la? Duenas de Côrdoba: y así otros nionasterios en q-je sôlo se admitîan mujeres de calidad, a que hoy llamamos Senoras.^^ Esta misma fuente anade que en latín se las denominaba "Illustres foeminae Deo mancipatae" y concluye citando la crônica de San Fernando donde se habla de estas "Duenas" de Ordsn que Juan Ruiz menciona en I241a. 5E trata de monjas procedentes de familias acomodadas y veTí nadas, precisamente como las describe Juan Ruiz en las

30 estrofas 78 y 168, senoras de buen linaje y mucha nobleza. Wenos evidente se presenta el episodio de la "duena encerrada" (166-180).

^Era ôsta otra raonja? En una nota

al verso 171a reflexiona Cororainas que "entre las beneditas" no es siraplemente "una frase de caj6n y de poco sentido" (p. 114). Para Corominas, "entre las beneditas" quiere decir "entrø mis devotas" o "entre mis beatas" (p. 114). Esta posiciôn queda reforzada en el transcurso del episodio,

Al rechazar esta duena los avances de su

galanteador afirmat Non perdøré yo a Dios nin al su paralso por pecado del mundo, qu8 es sonibra de aliso. (I73ab) Estas son palabras muy apropiadas para una persona que ha abandonado el mundo para servir a Dios,

Compârese también

la estrecha semejanza de esta respuesta con otras posteriores de la monja Garozai ConséjasmS agora que pierda la mî alma, (I355d) ftîâs valen en convento las sardinas saladas, fazer a Dios servicio conas duenas onradas, que perder la mî alma con perdizes assadas, (I385abc) Aftádase a todo esto el tono religioso del ejemplo aducido donde el sefíor del mastln y los bienes que éste guarda connotan un hondo sentido espirituali Al sef^or que me crî6 non farê tal falsedat, que tú furtes su tesoro qua dex6 en mi feaidatt

31 tû levarlas el algo, yo farla grand maldat; bete dS aqul, ladr6n, non quiero tu poridat," (177) Antes de concluir este episodio de la "duena encerrada" i,serla muy aventurada la suposiciôn de que esta duefía tan "cusrda S dø buøn ssso" (l68c), tan "cortés ø møsurada" (l69c) fuese en realidad supøriora de algún convento? En esta direcci6n parece apuntar el siguiente versoi "rnuchas duefías S otras, de buen saber las veza" (I68d). Este verso fue traducido por Brey Marinoi "a otras ya entendidas ensena con destreza," 21 Posee un cargo de ascendencia sobrø las demâs a quienes ensena "todo saber de duefía" (l68b), Llaraa la atenci6n y es digno de notarse la estrecha relaci6n y paralelismo de esta "duefía encerrada" (167-180) con otra "duefia discreta y cuerda" (77-79), la primera estaci6n en el viacrucis amoroso del Arcipreste, expresionest

Las

"Era duena 8n todo e de duenas sefíora"

(78a) y "Sabe toda nobleza d8 orQ e de seda" (79a), pertenecientes al episodio de la "duena discreta" se repiten casi al piø de la letra en el pasaje de la "duefía Bncørrada"t Duefía de buen linaje e de mucha nobleza, todo saber de duøna sabø con sotileza. muchas dusfías 'é otras, de buen saber las veza. ( I68abd) Nôtesø tambián que øl eplteto "duefía cuerda" se aplica a

32 ambas damas 81a, I68c y I78d,

Compárense finalmente las

razones que estas dos duerias aducen al contestar negativamente a la vieja criada de Juan Ruizt Quando quier casar omne con duefía much onrada, promete e manda mucho; desque l'á ha cobrada, de quanto l' prometiô, o da poco o da nada. (97abc) Dizi "non muestran pereza los omnes en dar poco por tomar grand riqueza, (I72bc) Existe otro eslabôn más en la cadena que une estos dos episodios: (78c). socia

"f

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