El valor de HUMILDAD

El valor de HUMILDAD “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.” -Rabindranath Tagore, escritor hindú (1861-1941) Virtud que...
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El valor de HUMILDAD

“Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.” -Rabindranath Tagore, escritor hindú (1861-1941)

Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.

Humildad. (Del lat. humilĭtas, -ātis). 1. f. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Sencillez. 1. f. Cualidad de sencillo. Sencillo. 6. adj. Dicho de una persona: Natural, espontánea, que obra con llaneza. 8. adj. Ingenuo en el trato, sin doblez ni engaño, y que dice lo que siente. —Diccionario de la Real Academia Española.

CON LOS PIES EN EL SUELO El interesante origen de la palabra “humildad” se relaciona con el término latino humus, que significa “suelo”. El valor de la humildad radica, precisamente, en poner los pies en el suelo, apoyarnos en una base firme sabiendo quiénes somos, cuáles son nuestras posibilidades y nuestros límites, y reconocer que estamos al mismo nivel de los demás. Ser humilde no significa llevar una vida de tristeza y privaciones, sino reconocer lo que es realmente es valioso en la vida y quitarle importancia a lo que no lo es. El mundo de hoy da excesiva importancia a la belleza, al poder, a la riqueza, a la fuerza física, al éxito. No es recomendable limitarnos a buscar esas metas. Es mucho mejor trabajar en una transformación interior para hacer de nuestra historia algo extraordinario: aprender nuevas cosas, querer y ayudar a los demás, construir relaciones fuertes y disfrutar lo que la vida nos da.

¿YA LO PENSASTE? Muchas personas no aceptan sus limitaciones, niegan la importancia de los demás y creen que pueden todo solas. Ser humildes es saber que nuestras capacidades son limitadas, que los demás tienen nuestro mismo potencial, que somos hábiles para unas tareas y torpes para otras, que estamos lejos de comprender y dominar al mundo. Reconocer todo eso no equivale a cruzarnos de brazos, ¡al contrario! nos invita a mantener un esfuerzo de aprendizaje y superación a lo largo de toda la vida.

NO SE VALE PRESUMIR En el mundo de hoy todos parecemos estar participando en una competencia para ser el más rico, el más inteligente, el más guapo, el más exitoso… El orgullo hace que muchas personas busquen esas metas, se crean superiores a los demás y cometan una serie de equivocaciones: creen que lo pueden todo, imponen sus decisiones y desprecian a las otras personas. Es un mal que puede ocurrir en la casa, con la familia, y en el trabajo, con los compañeros. También ocurre en la escuela: en cada una de ellas hay niños y niñas presumidos porque son los más aplicados y los mejores deportistas, o porque sus papás tienen tal y tal cosa. Esa actitud de soberbia es contraria a la generosidad, la empatía y la amistad porque impide comprender a los demás y les hace pensar que no necesitamos de ellos. Por otra parte, frena el crecimiento personal: cuando creemos que lo sabemos y lo podemos todo, dejamos de esforzarnos para alcanzar nuevos logros. El remedio a esos peligros es el valor de la humildad que consiste en reconocer que no somos “los mejores del mundo”, en aceptar nuestros defectos y reconocer las virtudes de los otros. En ese intercambio a veces nosotros somos el ejemplo a seguir y a veces lo son ellos. Sumando nuestras virtudes, podemos corregir juntos nuestros defectos.

VIVIENDO EL VALOR: LAS COSAS SIMPLES. La humildad va de la mano con la sencillez que nos enseña a valorar las cosas simples, por ejemplo, la naturaleza, las pequeñas alegrías de cada día, las expresiones de afecto de nuestros amigos y los logros que obtenemos. Muchas personas dejan de apreciar eso y se sacrifican buscando una vida llena de supuestos atractivos como los viajes, los bienes materiales y las constantes diversiones. Nada de eso es garantía de la felicidad, ni asegura el

bienestar, ese camino es sólo un laberinto dónde cada vez se buscan cosas más raras y complicadas que nunca nos satisfacen y en ocasiones puede llegar a ser la puerta de entrada a graves problemas como la drogadicción o el alcoholismo. Una persona sencilla es una persona abierta, dispuesta a aprender, que se sorprende con lo que le aportan los demás. Al liberarse de las barreras del orgullo, es capaz de disfrutar y valorar en su medida la riqueza del mundo. Tú puedes expresar la humildad y la sencillez de mil maneras: habla de forma clara y da la palabra a los demás, no intentes aleccionar a tus amigos, no presumas lo que sabes o lo que tienes con personas que están en desventaja, viste con ropa sencilla, entrénate en tareas como lavar y barrer, adquiere sólo lo necesario y nunca seas necio o caprichoso. Con estos mínimos cambios serás cada día más sencillo y despertarás el cariño y la comprensión de los demás. Tu máximo orgullo será ayudar a los otros y tu mayor muestra de humildad, pedirles su ayuda.

PARA LA VIDA DIARIA 1. Muéstrate como eres. No trates de simular ante los demás algo que no eres. Con la mayor sinceridad acepta tus virtudes y defectos. No temas revelar tus miedos, problemas o inseguridades. No ocultes los problemas que se viven en tu casa. Si expresas lo que te preocupa o lo que no puedes resolver por tu cuenta, será más fácil que recibas ayuda y, sobre todo, que te conozcas a ti mismo. 2. No creas en falsos motivos de orgullo. Algunas personas se sienten por encima de los demás porque tienen dinero, visten ropa elegante o cuentan con algún atractivo físico especial. Ser humilde es aceptar que nada de ello tiene una importancia real ni pertenece al corazón humano. Los únicos motivos aceptables de orgullo son superar los problemas personales, esforzarnos por ser cada día mejor y tratar de hacer algo en bien de los demás. 3. No desprecies a nadie. Reconoce el valor de cada persona y su importancia para el mundo. La persona más sencilla, como el señor que recoge la basura, o el niño que limpia parabrisas, tienen su propio lugar y guardan dentro de sí un potencial tan grande como el de cualquier figura importante y distinguida. Nunca los humilles. ¡No sabes si algún día te ayudarán a salir de un problema!

EL EXTREMO OPUESTO El polo contrario de la humildad es la arrogancia. Ésta consiste en que las personas se crean capaces de todo por sí mismas, piensen que están por encima de los demás, desprecien a quienes consideran por debajo de ellas y exageren su importancia. Es común que sólo busquen su provecho, que crean que el

mundo gira a su alrededor y den valor a asuntos que no lo tienen. Son incapaces de hacer algo por los demás y de reconocer sus propios defectos.

OBSTÁCULOS PARA LA HUMILDAD...  La actitud de algunas personas de las clases altas y emergentes, que "miran por encima del hombro" a los que consideran inferiores porque tienen menos dinero y, en consecuencia, menos posibilidades de estar a la moda, vivir en barrios de estratos altos o estudiar en reconocidos colegios y universidades.  La pose de ciertos intelectuales que, lejos de compartir sus conocimientos, los acumulan cn el único fin de "inflar" su ego, bajo el supuesto equivocado de que esto los eleva por encima de los demás y los convierte en seres indispensables para el desarrollo de la humanidad. Los humildes son considerados, humanos, respetuosos, serviciales, compasivos, solidarios. Los soberbios son arrogantes, excluyentes, insensibles, injustos, altaneros. La soberbia es típica de las personas que no piensan más que en sí mismas y se creen mejores o superiores a otras. Esta adoración de la propia excelencia no les permite ver ni apreciar las virtudes ajenas y las lleva a comportarse de forma altanera y arrogante con los demás. Por esta razón, son por lo general solitarias e indeseables. Por otro lado, y lejos de lo que en general se piensa, la soberbia muchas veces es síntoma de debilidad o de inseguridad. Algunas personas adoptan actitudes soberbias para esconder su falta de conocimiento o su incapacidad para enfrentar ciertas situaciones. Es así como levantan una barrera para evitar que los demás vayan más allá y descubran sus puntos débiles. No hay que asociar la soberbia con la grandeza, ya que los soberbios no conocen, el respeto, la tolerancia, la bondad ni ninguna otra virtud que no esté asociada con el engrandecimiento de su propio ego.

PUNTOS DE REFLEXIÓN DE ESTE VALOR:  La

Humildad se basa en el respeto a uno mismo.

 Si se respeta a uno

mismo conocemos nuestras fuerzas. Gracias al equilibrio entre el respeto a uno mismo y la Humildad, se consigue aceptar y apreciar las cualidades de uno mismo.

 La Humildad permite que cada uno crezca con dignidad e integridad sin la necesidad de pruebas externas.

 La Humildad hace desaparecer la arrogancia.  La Humildad da luz a nuestros objetivos.  La Humildad como valor permite trabajar con dignidad y sin egoísmo por un mundo mejor.  Una persona humilde escucha y acepta a los demás.  La Humildad permite estar estable y mantener el poder interior sin necesidad de controlar a otras personas.

 La Humildad elimina el posesivismo que construye la arrogancia.  La Humildad permite que las personas sean buenas en el corazón de otras.  La Humildad crea una mente abierta y el reconocimiento de las fuerzas de uno mismo y de los demás. La arrogancia daña y destruye la esencia de las otras personas, y por lo tanto corresponde a una violación sutil de los derechos fundamentales de las personas.

 La tendencia a impresionar, dominar y limitar la libertad de otras personas para probar el poder de uno mismo, disminuye la fuerza del valor interior y de la dignidad, la paz y la mente de cada uno.

PONGAMONOS A TRABAJAR: Un laboratorio para la sencillez.

La vida tiene varias complicaciones; el mejor secreto para resolverlas es actuar y pensar con sencillez:

 Revisa las cosas que te preocupan y descarta las que no valen la pena.  Haz una lista ordenada de tus problemas y avanza del más importante al menos importante.  Trata de ver con claridad lo que te rodea. No dejes que nadie te confunda.  Actúa siempre con sinceridad y frescura, no trates de simular lo que no eres.  No sigas las modas o costumbres ajenas. Aprecia tus propios valores.  Cuando sea necesario, reconoce tus debilidades con sinceridad. Que no te pese decir: “no sé” o “no puedo”.  Minimiza los defectos de los demás y nunca te burles de ellos.  Cuando tengas algún logro, no lo presumas; espera el reconocimiento de los demás, pero no busques los halagos o aplausos.

PERSONAJE RELACIONADO CON EL VALOR…

Sun Lu Tang… Poderío y humildad Sun Lu Tang es uno de los más venerados maestros de toda la historia de las artes marciales chinas. Nacido en 1861, en la provincia china de Hebei, vivió una infancia de grandes privaciones. Antes de morir, su padre lo puso en manos de un tutor que, a cambio de techo y comida en la granja familiar, instruyó al pequeño de siete años en las bases del kung fu. Sun no tardó en dominar todas las técnicas que le enseñó su maestro, pero tuvo que interrumpir su aprendizaje debido a la muerte de su padre. Luego de multitud de tribulaciones y de un intento de suicidio a los trece años, Sun dio con el maestro Wu, quien descubrió sus dotes excepcionales y le enseñó todo lo que sabía. Su tercer maestro, el gran Chen Ti Hua, al darse cuenta de que Sun sería un combatiente invencible, le dijo las siguientes palabras: “La humildad siempre te traerá beneficios, mientras que el orgullo te hará daño”. Sun Lu Tang, quien revolucionó el kung fu y el taijiquan y llegó a convertirse en uno de los hombres más respetados de su país, nunca las olvidó.

CUENTOS CUENTOS RELACIONADOS RELACIONADOS CON EL VALOR

LA BALLENA LOLA La ballena Lola era grande, muy grande, y solitaria, muy solitaria. Hacía años que no quería saber nada de nadie, y cada vez se le notaba más tristona. En cuanto alguno trataba de acercarse y animarla, Lola le daba la espalda. Muchos pensaban que era la ballena más desagradable del mundo y dejaron de hacerle caso, a pesar de que la vieja Turga, una tortuga marina de más de cien años, contaba que siempre fue una ballena buena y bondadosa. Un día, Dido, un joven delfín, escuchó aquella historia, y decidió seguir a Lola secretamente. La descubrió golpeándose la boca contra las rocas, arriesgándose frente a las grandes olas en la costa y comiendo arena en el fondo del mar. Nadie lo sabía, pero Lola tenía un mal aliento terrible porque un pez había quedado atrapado en su boca, y esto la avergonzaba tanto que no se atrevía a hablar con nadie. Cuando Dido se dio cuenta de aquello, le ofreció su ayuda, pero Lola no quería apestarle con su mal aliento ni que nadie se enterara. - No quiero que piensen que tengo mal aliento -decía Lola. - ¿Por eso llevas apartada de todos tanto tiempo? -respondió Dido, sin poder creerlo.Pues ahora no piensan que tengas mal aliento; ahora piensan que eres desagradable, aburrida y desagradecida, y que odias a todos. ¿Crees que es mejor así? Entonces Lola comprendió que su orgullo, su exagerada timidez, y el no dejarse ayudar, le habían creado un problema todavía mayor. Arrepentida, pidió ayuda a Dido para deshacerse de los restos del pez, y volvió a hablar con todos. Pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para ser aceptada de nuevo por sus amigos, y decidió que nunca más dejaría de pedir ayuda si de verdad la necesitaba, por muy mal que estuviese.

LA BONDAD DE BALTASAR

Según la tradición de Toledo, España, San Antón es el patrono de los animales. Su fiesta comienza el 16 de enero. Todos los habitan tes encienden una gran hoguera en la plaza principal, tocan campanas de la iglesia y lanzan brillantes cohetes. También llevar a sus animales más hermosos para participar en un desfile.

las suelen

En una de esas fiestas, un burrito pequeño y noble, llamado Baltasar, iba trotando entre un conjunto de hermosos caballos, de crin reluciente y porte muy gallardo. El más llamativo de ellos, un corcel brioso de negro pelaje, le dijo: —Fuera de aquí. Los burros son tontos y feos, y hacen que nuestra imagen pierda impacto ante los ojos de las personas. Entre todos lo empujaron hasta que tuvo que salirse del camino, y ya no le fue posible ver la imagen de San Antón, a quien tanto anhelaba conocer. Con sus pasitos lentos (la verdad es que cojeaba un poco de una pata), se regresó muy triste a su establo. Al cabo de tres o cuatro días terminó la temporada de la fiesta y todo volvió a la normalidad en los campos de Toledo. Semanas después, iba Baltasar llevando su carga de heno, cuando se encontró en el camino al corcel de la fiesta, que encabezaba una partida de cacería. —Mira —se burló el caballo—. Tienes el trabajo que te mereces. Esa tarde, cuando Baltasar llegó agotado al establo, oyó cuchichear a dos hurones que le contaron: —Fíjate que en la partida de hoy, los cazadores se encontraron con una manada de lobos. Éstos los atacaron y algunos salieron malheridos. El que quedó en peores condiciones es el hermoso caballo que iba al frente. —¿Qué hicieron con él? —inquirió Baltasar. —Lo dejaron allí, en el bosque.

El burrito caminó hasta el lugar y encontró al presumido corcel de la fiesta de San Antón. No podía moverse. Cuando vio a Baltasar derramó, en silencio, dos lágrimas. —No todo está perdido, hermoso caballo —le dijo el burro. Baltasar se inclinó y, con gran habilidad, puso al caballo sobre su lomo. Despacio, despacio, lo llevó consigo al establo. El amo de Baltasar entendió qué ocurría. Le lavó las heridas. Le dio de comer y suficiente agua. El burrito siempre estaba a su lado. El caballo sanó por completo. No era tan hermoso como antes, pero estaba bien, y podía trabajar. Se quedó a vivir siempre con ellos. Comprendió que la belleza del cuerpo está en peligro, mientras la del alma es mucho más segura. Entendió también que el orgullo y la arrogancia son los rasgos de conducta que, con mayor facilidad, reciben una lección. Cada año Baltasar y él acuden, felices, a la fiesta de San Antón.

—Tradición popular española.