El Siglo de Oro visto por Jorge Luis Borges*

El Siglo de Oro visto por Jorge Luis Borges* Kyung-Won Chung I. LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO xvn Y BORGES Como es sabido, la literatura español...
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El Siglo de Oro visto por Jorge Luis Borges*

Kyung-Won Chung

I. LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO xvn Y BORGES

Como es sabido, la literatura española del siglo xvi era realista o idealista y al mismo tiempo las dos cosas. En aquel entonces el realismo se caraterizaba por la manifestación de una vida sana, y por la alegría, en tanto que el idealismo se caracaterizaba por la jocundidad y el traspaso de la luz renacentista. En cambio, y debido a la descomposición del Imperio Español, el realismo del siglo xvn es triste, agrio, hosco y hasta cruel. Ya el idealismo empezaba a declinar. Y se acabó el misticismo como su más alta expresión. Además, la admirable fusión de fondo y forma ha acabado. Unos poetas, los culteranos, tratan locamente de conseguir la conquista de la forma con menosprecio del contenido, mientras que otros, los conceptistas, prefieren primordialmente el contenido a la forma con olvido de la expresión literaria. En cualquier caso, nos muestran obras de alta calidad, pero siempre nos damos cuenta de que les falta algo. Por muchos esfuerzos que hagan no pueden lograr la belleza total. De tal manera, el Polifemo de Góngora y muchos sonetos de Quevedo, a la vez, aunque de signo contrario, no llegan a la perfección de la obra artística. A pesar de ello, a Jorge Luis Borges le gusta personalmente más Quevedo que Góngora, porque aquél hereda su capacidad de pensador y moralista español mediante su mundo literario. Por otro lado, a principios del siglo xvn, España dio a luz al Quijote por manos de Cervantes. Don Quijote y Sancho en primera fila nos brindan la esencia de la obra: lo ideal y puro triunfa sobre lo material y grosero. Borges ha manifestado en varias ocasiones que aunque él era poco lector de novelas, le fascinaba leer el Quijote. Sobre todo, Borges se ha sentido ensimismado en la segunda parte, ya que, a diferencia de la primera, el ambiente de la segunda es sentimental y psicológico, sin tantos golpes ni tantas tundas. En este trabajo vamos a sondear las carac-

Este trabajo ha sido respaldado por la Hankuk University of Foreign Studies Research Fundo, 2002.

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terísticas de la literatura del siglo xvn vistas por Borges en torno a Cervantes y a Quevedo, y al mismo tiempo en las infuencias que ha recibido de esa lectura Borges, para construir su mundo literario.

II. QUEVEDO

1. El literato de los literatos Borges admira a Quevedo y está convencido de la extravagante omisión de su nombre en los centros de literatos universales. Lo curioso es que Quevedo todavía no se ha valorado como escritor universal. Según Borges, las principales causas de esa curiosidad provienen del hecho de que no existe lo sentimental, ni en la obra y ni en la vida de Quevedo. En realidad Quevedo no es inferior a nadie, sin embargo no nos brindó un personaje simbólico que se apodere de nuestra imaginación. Cada escritor de fama mundial tiene un símbolo propio. Hornero tiene a Príamo, que besa las homicidas manos de Aquiles; Sófocles tiene un rey que descifra enigmas y a quien los hados harán descifrar el horror de su propio destino; Lucrecio tiene el infinito abismo estelar y las discordias de los átomos; Dante, los nueve círculos infernales y la Rosa paradisíaca; Shakespeare, sus orbes de violencia y de música; Cervantes, el afortunado vaivén de Sancho y de Quijote; Swift, su república de caballos virtuosos y de yahoo bestiales; Melville, la abominación y el amor de la Ballena Blanca; Franz Kafka, sus crecientes y sórdidos laberintos1. Pero el símbolo no es la única manera objetiva y externa para la fama del escritor. Góngora y Mallarmé perduran en nuestra memoria como los autores que elaboran una obra secreta; Whitman como protagonista semidivino de Leaves of Grass. En cambio, Quevedo se recuerda como una imagen caricatural. Respecto a esto Leopoldo Lugones opina: «El más noble estilista español se ha transformado en un prototipo chascarrillero». Según palabras de Lamb, Edmund Spenser era the poet's poet, el poeta de los poetas, y ante esto Borges fue impulsado a decir que Quevedo es el literato de los literatos.

1

Borges, Jorge Luis, Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Emecé, 1989, pp. 55-56.

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2. Grandeza verbal Según se dice, los culteranos buscan casi exclusivamente una finalidad estética. Es decir, se sienten más que nada poetas. El conceptista, en cambio, se dirije a una finalidad moral, política y pedagógica. A consecuencia de esto suele hablarse de «la preferencia del culterano por el verso, como se presta más a los primores de la forma, y la del conceptista por la prosa»2. De ahí también que haya podido surgir que si el cultismo fue un amenaramiento superlativo del lenguaje, el conceptismo lo fue del concepto o pensamiento. Pero Borges no está de acuerdo con estas definiciones tradicionales sobre las diferencias entre el culteranismo y el conceptismo, y quiere abolir la división tajante entre ambos lados. Borges observa la grandeza de Quevedo en su capacidad de manejar la lengua verbal. Es verdad que Quevedo, como conceptista, tiende a amonestar, aprovechar y enseñar en lugar de deleitar. Sólo aspira a deleitar en útima instancia. Quevedo —perteneciente al conceptismo— produce unas obras ascéticas, filosóficas y políticas. Aunque son menos leídas que sus sonetos, ellas constituyen un amplio sector dentro de la producción de Quevedo, y en sus páginas se ve el alma del escritor, donde continuamente se juntan religión católica, patria y filosofía. Lo que más llama la atención de Borges es que el fervor religioso, el ardor patrio y el ideal filosófico se expresan de manera literaria y estética. En los cuarenta y siete capítulos de su Política de Dios y gobierno de Cristo nuestro Señor, Quevedo propone una curiosa hipótesis de que los actos y palabras de Cristo son símbolos secretos que sirven de luz para guiar al político a resolver sus problemas. A fin de cuentas, Borges destaca que Quevedo salva a todos los hombres con un valor retórico. Su Política de Dios y gobierno de Cristo nuestro Señor debe considerarse, según Aureliano Fernández Guerra, «como un sistema completo de gobierno, el más acertado, noble y conveniente» [...] los actos y palabras de Cristo (que fue, según es fama, Rex Judaeorum) son símbolos secretos a cuya luz el político tiene que resolver sus problemas. Fiel a esa cabala, Quevedo extrae, del episodio de la samaritana, que los tributos que los reyes exigen deben ser leves; del episodio de los panes y de los peces, que los reyes deben remediar las necesidades; de la repetición de la fórmula sequebantur, que «el rey ha de llegarse a los ministros, no los ministros a rey»... El asombro vacila entre lo arbitrario del

Díez-Echarri, Emiliano; Roca Franquesa, José María, Historia de la literatura española e hispanoamericana, Madrid, Aguilar, 1982, t. I, p. 390.

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Kyung-Won Chung método y la trivialidad de las conclusiones. Quevedo, sin embargo, todo lo salva, o casi, con la dignidad del lenguaje3.

Así, Borges renueva nuestra visión y forma de ser, aboliendo el criterio anquilosado y antiguo. El escritor argentino nos da otra discordia en el Marco Bruto. En esta obra sucede lo mismo: el pensamiento no llega a la perfección, mientras que son perfectos los estilos. Fuera de dudas, el valor de dicho texto se debe al «ostentoso laconismo, el hipérbaton, el casi algebraico rigor, la oposición de términos, la aridez, la repetición de palabras». Éste verbigracia, es un párrafo del Marco Bruto, que copia Borges y que merece el juicio de perfectos: «Honraron con unas hojas de laurel un linaje; pagaron grandes y soberanas victorias con las aclamaciones de un triunfo; recompensaron vidas casi divinas con unas estatuas; y para que no descaeciesen de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbas y el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión, sino al mérito»4.

3. Lenguaje lógico Borges cita la definición de Chesterton sobre el lenguaje: «El lenguaje no es un hecho científico, sino artístico; lo inventaron guerreros y cazadores, y es muy anterior a la ciencia». Pero Quevedo nunca consideró el lenguaje como el método artístico, porque para él el lenguaje es básicamente es un instrumento lógico. Borges observa que de ahí surge el conceptismo, cuya escencia es lo estructural-mental. La palabra tiene que ser exacta, y estar exenta de metáforas y adjetivos superfluos. La metáfora que se utiliza en la poesía no convence a Quevedo. El escritor conceptista es intolerante con la asimilación de dos cosas por ser falsas: «aguas equiparadas a cristales, manos equiparadas a nieve, ojos que lucen como estrellas y estrellas que miran como ojos». En el lenguaje se necesita más la coherencia y el rigor del pensamiento discursivo. En este sentido Borges muestra posturas negativas sobre los defen-

Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), p. 58. Borges cita al respecto las palabras de Reyes: «Las obras políticas de Quevedo no proponen una nueva interpelación de los valores políticos ni tienen ya más que un valor retórico... O son panfletos de oportunidad o son obras de declamación académica. La Política de Dios, a pesar de su ambiciosa apariencia, no es más que un alegato contra los malos ministros. Pero entre estas páginas pueden encontrarse algunos de los rasgos más propios de Quevedo». Cito por Jorge Luis Borges, op. cit. (nota 1), pp. 58-59.

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sores de la metáfora. Según ellos la poesía se identifica con la metáfora, y además sin ella no puede existir. Bajo la influencia de Quevedo, Borges ha asumido la posición de que la palabra o la metáfora en sí no pueden poseer el valor poético como portadoras de belleza. Para mayor entendimiento, voy a recurrir a las explicaciones de Loreto Busquéis: «Las palabras poseen simplemente multitud de potencialidades que se actualizan en virtud de un afortunado contexto, no en una determinada forma retórica, incluida la metáfora»5. Pero al mismo tiempo Borges indica la exageración de Quevedo en cuanto al valor poético relacionado con la metáfora. Quevedo no toma en cuenta que la metáfora no asimila metódicamente dos cosas, sino que hace el contacto momentáneo de dos imágenes. Aparte de esto, Borges nos dio a conocer que Quevedo abominó los idiotismos. Para despreciarlos preparó una rapsodia que se titula Cuento de cuentos. Pero a lo largo del tiempo muchos lectores han preferido salvar del olvido las locuciones, al destacar el absurdo de la rapsodia: «zurriburi, abarrisco, cochite hervite, quitóme allá esas pajas y a trochi-moche». Por otra parte, Borges nos advierte que para combatir las divinidades idolátricas Quevedo acude a una tradición literaria que se basa en el lenguaje lógico. Pero en el siglo II, Luciano de Samosata combate las divinidades olímpicas por medio de la polémica religiosa. Así, sobre la base del lengaje lógico, el conceptista resuelve los problemas religiosos. 4. El acento personal Borges no puede dejar de opinar acerca de la poesía de Quevedo, quizá porque él mismo comienza y termina su obra escribiendo poesía. Borges no aprecia tanto los poemas eróticos de Quevedo como los documentos de una pasión. Aún así, en el aspecto de manejar juegos de hipérboles y deliberados ejercicios de petrarquismo, los considera admirables. Uno de los acentos personales de Quevedo es la aspiración al ascetismo estoico causada principalmente por su carácter vehemente. Así es que los seres humanos no deben depender de mujeres. Borges nos muestra unos versos quevedianos para evidenciarlo: «aquél es avisado, que usa de sus caricias y no se fía de éstas». De ahí viene la artificialidad voluntaria que se ve en Musa IV de su Parnaso: «canta hazañas del amor y de la hermosura». Borges observa la melancolía, el coraje o el

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Busquets, Loreto, «Borges y el Barroco», en Jorge Luis Borges y otros, Cuadernos Hispanoamericanos, homenaje a Jorge Luis Borges, 505/507 (1992), p. 316.

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desengaño en el soneto que envió a don José de Salas donde se destacan los rasgos conceptistas: «escuchar con los ojos, hablar despiertos al sueño de la vida». Borges pone énfasis en la importancia de las palabras que dieron origen a la imagen poética: «No diré que se trata de una transcripción de la realidad, porque la realidad no es verbal, pero sí que sus palabras importan menos que la escena que evocan o que el acento varonil que parece informarlas»6. Borges indica otro rasgo peculiar quevediano: la cita a un texto clásico como punto de partida. Por ejemplo, el verso «Polvo serán, mas polvo enamorado» {Musa, IV, 31) es una recreación o exaltación del de Propercio «Ut meus oblito pulvis amore vacet» (Elegías, I, 19). Borges explica que el ámbito de la obra poética de Quevedo es muy amplio, y lo enumera de la siguiente manera: Grande es el ámbito de la obra poética de Quevedo. Comprende pensativos sonetos, que de algún modo prefiguran a Wordsworth; opacas y crujientes severidades, bruscas magias de teólogos («Con los doce cené; yo fui la cena»; gongorismos intercalados para probar que también él era capaz de jugar a ese juego; urbanidades y dulzuras de Italia («humilde soledad verde y sonora»); variaciones de Persio, de Séneca, de Juvenal, de las Escrituras, de Joachim de Bellay; brevedades latinas; chocarrerías; burlas de curioso artificio; lóbregas pompas de la aniquilación y del caos7.

Borges estima que la grandeza literaria de Quevedo existe más allá de la moción que la engendró y de las comunes ideas que la informan. Y que su esencia se hace en los objetos verbales, puros e independientes, como una espada o un anillo de plata. Por eso, Borges define que, como otros grandes literatos, «Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura».

III. MIGUEL DE CERVANTES

1. El mundo imaginario poético frente al mundo real prosaico Borges es reacio a lo novedoso, se resiste a los cambios, a las modas. Más bien ha indagado las formas más puras con la meta de ser un clásico. Yurkievich lo observa de manera muy aguda, y afirma que a

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Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), p. 61. Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), pp. 61-63.

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Borges le interesaba cada vez más «no lo sigular, sino lo genérico; no lo ambiguo, sino lo unívoco; no lo pasajero, sino lo intemporal»8. A mi modo de ver, este carácter literario borgiano se deriva de la influencia del Quijote. A diferencia de otros libros clásicos como la Ilíada, la Eneida o la Comedia dantesca, el Quijote es realista. Este realismo difiere básicamente del realismo del siglo xrx. Borges insiste en que la forma del Quijote le obligó a Cervantes a contraponer un mundo real y prosaico a un mundo imaginario y poético. Joseph Conrad y Henry James interpretan la realidad como poética. En cambio Cervantes pone lo real opuesto a lo poético. En otras palabras, ha creado la poesía de España del siglo xvn, porque en aquel entonces España no era poética para él. Borges, con mayor importancia, dice que para realizar esta antinomia entre lo real y lo poético en su mundo literario Cervantes recurre a lo sobrenatural.

2. Lo objetivo es lo subjetivo Borges indica que Cervantes se complace en confundir lo objetivo y lo subjetivo: el mundo del lector y el mundo del libro. En estas circunstancias la bacía del barbero es un yelmo, la albarda se convierte en un jaez. Además, el episodio de la biblioteca de Don Quijote llama la atención de Borges. En el sexto capítulo de la primera parte, el cura y el barbero dan con la Galatea de Cervantes en la biblioteca de Don Quijote. Resulta que el barbero es amigo de Cervantes y no lo admira tanto. El libro tiene algo de buena invención, propone algo, pero no concluye nada. Aquí Borges nos advierte que el personaje como sueño del autor critica al autor: «el barbero, sueño de Cervantes o forma de un sueño de Cervantes, juzga a Cervantes...»9. Borges menciona que el Quijote no es la obra de Cervantes, sino una traducción del manuscrito hecha por un morisco. Cervantes consiguió el manuscrito en el mercado de Toledo y pidió una traducción del morisco, en la que tardaron más de mes y medio. Así nos podemos enterar del proceso de la creación como si fuéramos su autor. Esta es una de las características de la metaficción que sirve para borrar las fronteras entre la realidad y la ficción10.

8

Yurkievich, Sául, «Borges, poeta circular», en Fundadores de la nueva poesía hispanoamericana, Barcelona, Barral, 1973, p. 121. 9 Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), p. 66. 10 Borges muestra otros ejemplos que aparecen en la historia literaria. Carlyle fingió que Sartor resartus era versión parcial de una obra publicada por el Doctor Diógenes

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Todavía Borges nos presenta un ambiente fantástico en la segunda parte. Los protagonistas del Quijote han leído la primera parte. Es decir, los protagonistas del Quijote son a la vez lectores del Quijote. Así, el procedimiento fantástico nos permite destruir la separación entre el mundo del lector y el mundo del libro. Borges manifiesta que este juego de confusión entre lo objetivo y lo sujetivo se ha encontrado de manera repetitiva a lo largo de la historia literaria: Hamlet de Shakespeare, Ramyana y Las mil y una noches: Aquí es inevitable recordar el caso de Shakespeare, que incluye en el escenario de Hamlet otro escenario, donde se representa una tragedia, que es más o menos la de Hamlet [...] aun más asombroso, figura en el Ramayana, poema de Valmiki, que narra las proezas de Rama y su guerra con los demonios. [...] Ese maestro es, extrañamente, Valmiki; el libro en que estudian, el Ramayana. [...] Algo parecido ha obrado el azar en Las Mil y Una Noches. [...] Ninguna tan perturbadora como la de la noche DCII, mágica entre las noches. En esa noche, el rey oye de boca de la reina su propia historia. Oye el principio de la historia, que abarca a todas las demás, y también —de monstruoso modo—, a sí misma. ¿Intuye claramente el lector la vasta posibilidad de esa interpolación, el curioso peligro?: la reina persiste y el inmóvil rey oirá para siempre la trunca historia de Las Mil y Una Noches, ahora infinita y circular...11 Borges dice que lo mismo pasa en el sector de la filosofía enseñando el primer volumen de la obra The World and the Individual de Josiah Roce. Imaginemos que un cartógrafo traza un mapa de Inglaterra en una porción del suelo de Inglaterra perfectamente nivelada. En tal caso, este mapa debería contener un mapa del mapa, que a su vez debería contener un mapa del mapa del mapa, y así hasta lo infinito. Borges destaca el texto dentro de otro texto como una de las técnicas fantásticas de crear un puente entre lo real y lo irreal12. Ahora Borges centra su atención en la inversión entre lo real y lo ficticio. Es cierto que en el Quijote Cervantes hace una ruptura del orden conocido y hecho, una irrupción de lo inadimisible dentro de lo cotidiano. Es la intrusión de lo real en lo irreal —y viceversa— para abrir el camino hacia otra realidad más perfecta. Teufelsdroeckh; el rabino castellano Moisés de León compuso el Zohar o Libro del Esplendor y lo divulgó como obra de rabino palestiniano del siglo III. 11 Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), p. 68. 12 Borges comenta los numerosos procedimientos de la literatura fantástica y los resume en cuatro: el texto dentro de otro texto; la contaminación de la realidad por el sueño; el viaje en el tiempo, y el doble.

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¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las Mil y Una Noches? ¿Por qué nos inquieta que Don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlef! Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios. En 1833, Carlyle observó que la historia universal es un infinito libro sagrado que todos los hombres escriben y leen y tratan de entender, y en el que también escriben13.

IV. CONCLUSIONES

Como hemos visto, según Borges, lo sentimental no existe ni en la obra y ni en la vida de Quevedo. Es obvio que Quevedo no es inferior a nadie pero, sin embargo, no tiene un símbolo que se apodere de nuestra imaginación, aunque cada escritor de fama mundial lo tiene. En lugar de un símbolo, Quevedo nos brindó una imagen caricaturesca. Borges afirma que Quevedo es el literato de los literatos, y añade que la grandeza de Quevedo se basa en su capacidad de manejar la lengua verbal. Es verdad que, como buen conceptista, tiende a amonestar, aprovechar y enseñar en lugar de deleitar. Borges destaca que Quevedo pudo construir su mundo conceptista con un valor retórico. Por otro lado, Quevedo piensa que la palabra tiene que ser exacta y estar exenta de metáforas y adjetivos superfluos, y Borges ha asumido la posición quevediana de que la palabra o la metáfora en sí no pueden poseer el valor poético como portadoras de belleza. Al mismo tiempo, Borges nos advierte de que, para combatir las divinidades idolátricas Quevedo utiliza el método de una tradición literaria que se basa en el lenguaje lógico. A diferencia de Joseph Conrad y Henry James, que interpretan la realidad como poética, Cervantes pone lo real opuesto a lo poético. En otras palabres, crea la poesía de España del siglo xvn, porque en aquel entonces España no era poética para él. Borges opina que para realizar esta antinomia entre lo real y lo poético en su mundo literario Cervantes recurre a lo sobrenatural. Borges nos indica un ambiente fantástico o sobrenatural que se desarrolla en la segunda parte del Quijote. Los protagonistas de la novela ya han leído la primera parte de la misma. Es decir, los protagonistas del Quijote son a la vez lectores del Quijote. Así, Cervantes destruye la se13 Borges, Jorge Luis, op. cit. (nota 1), pp. 68-69.

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paración entre el mundo del lector y el mundo del libro para crear las ambigüedades. Borges manifiesta que este juego de confusión cervantino entre lo objetivo y lo sujetivo se repite a lo largo de la historia literaria: Hamlet de Shakespeare, Ramyana y Las mil y una noches. Borges enfoca su atención a la inversión entre lo real y lo ficticio, pues para él fue uno de los motivos más fuertes para establecer el concepto de lo infinito y la literatura metafísica y fantástica. En su obra fantástica se encuentran los procedimientos principales que han tenido una fuerte repercusión en la narrativa francesa y norteamericana. Por eso, a mi parecer, la literatura de la posmodernidad surge desde una originalidad iberoamericana a través de la narrativa de Jorge Luis Borges. Pero esta originalidad iberoamericana borgiana en buena parte se deriva de la literatura de Que vedo y Cervantes. En este sentido, yo diría que la literatura posmoderna está influida por Que vedo y Cervantes. He ahí la grandeza de la literatura española del Siglo de Oro.

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