El secreto del crecimiento

Revista del Recursos y orientaciones para ancianos de iglesia. El secreto del crecimiento >El Espíritu Santo >Use la Biblia y el Trono Abril - Juni...
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Revista del

Recursos y orientaciones para ancianos de iglesia.

El secreto del crecimiento >El Espíritu Santo >Use la Biblia y el Trono

Abril - Junio 2013

// DE coRazón a coRazón

AgrAdEcido por loS AnciAnoS Rafael Rossi, secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.

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omencé mi ministerio pastoral a los 21 años. Fue un tiempo marcado por mucha expectativa y grandes desafíos. Pastorear una iglesia inserta en una sociedad compleja, exigía una experiencia que yo no tenía. Mi distrito pastoral estaba compuesto por varias iglesias. Cada una de ellas con sus desafíos: construcción, reformas, alquileres caros de salones y otros. En lo que hacía a la evangelización, algunos retos eran evidentes: barrios con alto índice de población; iglesias que debían dividirse en razón de su número de miembros; otras que, por causa de su pequeño número de miembros, necesitaban realizar campañas evangelizadoras en su territorio y otras que necesitaban abrir una nueva congregación en un barrio vecino. Todavía me acuerdo de que el primer día que asumí mi distrito pastoral, uno de los dirigentes me entregó una lista de personas que ya no frecuentaban la iglesia. Otro me buscó para decirme que, por razones familiares, no podría continuar como oficial de la iglesia y pidió su sustitución. Ese mismo día, ocurrió una tragedia: el hijo mayor de una familia de la iglesia fue asesinado, al reaccionar en un asalto. Frente a aquellas personas enlutadas, yo tenía la responsabilidad pastoral de abrir la Biblia y transmitirles un mensaje que las confortase en aquel momento de dolor. Fue en medio de esas circunstancias que yo comencé mi ministerio. ¡Ese fue el día de mi bienvenida a mi vida pastoral! Y te puedo garantizar que días como ese se repiten continuamente en el ministerio de otros pastores. Frente a eso, se hace evidente que la función pastoral necesariamente debe ser compartida con otros líderes de la iglesia local. En mi primer día como pastor, quedé profundamente convencido de que en solitario no conseguiría realizar la obra que Dios y la iglesia esperaban de mí. Para que mi tarea pastoral fuese eficaz, era imprescindible el fortalecimiento de la relación entre el pastor y los ancianos. Esa relación se

transformó en el bálsamo de mi ministerio pastoral, no solamente en aquel distrito, sino también en todos los demás en los que fui pastor. A lo largo de los años, aprendí que los ancianos son hombres que se donan a la iglesia. La extensión de sus actividades es inmensa: alimentan espiritualmente a las personas por medio de la predicación; escuchan y aconsejan a aquellos que están confundidos e indecisos; alivian la carga del pastor en la administración de la iglesia; cuidan de los interesados y promueven el evangelismo. Amigo anciano, comparto contigo la belleza de las palabras del apóstol Pablo, cuando reunió a los ancianos de la iglesia de Éfeso y les recomendó: “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios,  que él adquirió con su propia sangre” (Hech. 20:28). Agradezco a Dios por el ministerio de cada anciano en las iglesias que tuve el honor de pastorear. Esos hombres son parte fundamental tanto de mi experiencia pastoral como personal. En nombre de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana, recibe nuestro reconocimiento, respeto y profunda gratitud por el desempeño de tu ministerio en tu iglesia.