El problema del conocimiento Origen y límites del conocimiento: Razón Experiencia. El ser humano, desde el momento mismo del nacimiento y hasta su muerte, está recibiendo, procesando, comunicando, constantemente, información y va adquiriendo progresivamente conocimientos sobre el mundo que le rodea y sobre él mismo. En principio, podemos decir que “conocer” consiste en establecer una relación entre un sujeto y un objeto. La relación se inicia siempre desde el sujeto, y supone siempre una actividad mental, que no consiste en una mera recogida pasiva de datos. El hombre es un ser activo y abierto al mundo, y que toma conciencia de él y de cómo son las cosas a través de la actividad de conocer, de la cual dependen su adaptación al medio natural y social, así como su dominio consciente del mundo. El estudio de los problemas del conocimiento (Teoría del Conocimiento), es decir, la reflexión sobre la cuestión “¿cómo y qué podemos conocer y cuál es el origen de nuestro conocimiento? ha sido uno de los principales problemas filosóficos. Ya, desde los albores de la Filosofía (Grecia, siglo VI a. C.), los primeros pensadores confiaron en la capacidad de la razón para descubrir cuál era el principio, el origen, el elemento último de todas las cosas, de lo cual todo procede y a lo cual todo va a parar a su destrucción. Más allá de las apariencias de las cosas, es decir, más allá de lo inmediatamente revelado por los sentidos, buscaban la esencia, es decir, buscaban aquello que las cosas verdaderamente son. Así, por ejemplo, si observamos el agua sometida a diferentes condiciones vemos que puede cambiar de estado y de apariencia. Sin embargo, a pesar de la diversidad de estados o formas que puede presentar (estado, sólido, líquido o gaseoso), nadie diría que el agua deja de ser agua cuando pasa de un estado a otro. Por debajo de estos cambios permanece algo invariable, algo (llámese esencia, naturaleza, propiedades específicas, etc.) que en los tres casos nos permite seguir hablando de que estamos ante la misma cosa. La pregunta que nos podemos hacer ahora es, pero ¿cómo conocer lo que las cosas verdaderamente son? Los griegos estaban firmemente convencidos de que, por muy útiles que sean los sentidos, no bastan, sin embargo para proporcionarnos el conocimiento de lo que las cosas verdaderamente son. Más bien al contrario, los sentidos sólo nos muestran una multiplicidad de individuos, de estados, de apariencias cambiantes (como en el ejemplo que hemos puesto del agua). Es necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el verdadero ser de las cosas, más allá de lo que los sentidos nos muestran de ellas. Los griegos establecieron, así, una dualidad en el campo del conocimiento, que ha estado presente hasta nuestros días: la Razón frente a los sentidos; el conocimiento racional frente al conocimiento sensible. Por tanto, la pregunta crucial ante la que nos situamos es: ¿de dónde proceden, en último término, nuestros conocimientos?, o dicho de otro modo, ¿cuál es el origen de nuestro conocimiento? Como acabamos de ver, las respuestas a este interrogante apuntan, ya desde el principio del pensamiento filosófico en dos direcciones fundamentales: 1

a) el origen de nuestros conocimientos es la experiencia sensorial (empirismo); y b) el origen de nuestros conocimientos es la razón (racionalismo). Veamos con más detenimiento estas dos posturas: 1.- LA FUENTE DE NUESTRO CONOCIMIENTO ES LA RAZÓN. A) PLATÓN (427-347): La filosofía de Platón se articula en torno a su Teoría de las Ideas. Platón entiende que, puesto que el mundo sensible, es decir, el mundo del que nuestros sentidos nos informan, es un mundo que está constantemente cambiando, es imposible llegar a conocerlo. En su opinión, el conocimiento ha de versar sobre lo que no cambia, sobre lo que es inmutable. Por tanto, ha de existir una realidad diferente del mundo sensible. Esa otra realidad es el mundo inteligible o mundo de las Ideas. Mientras que el mundo sensible es un mundo material, mutable (cambiante), perecedero, y cognoscible por los sentidos; el mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo inmaterial, inmutable, eterno, imperecedero y cognoscible por la Razón (y no por los sentidos). Para Platón: -el mundo inteligible es la auténtica realidad, siendo el mundo sensible sólo una copia imperfecta de aquél; y -el verdadero conocimiento sólo se alcanza a través de la Razón y no de los sentidos, ya que éstos sólo nos dan información de las apariencias de las cosas, y no de lo que las cosas verdaderamente son. Todas estas ideas son expresadas por Platón a través del “El Mito de la Caverna” (La República). Este Mito refleja los dos mundos de Platón: el interior de la gruta representa el mundo sensible, y el exterior el mundo inteligible o de las Ideas. Con esta alegoría, Platón nos quiere decir que los hombres nos hallamos en un estado de ignorancia, porque creemos que el mundo sensible es la auténtica realidad, y no nos damos cuenta de que existe otra realidad diferente, que es el mundo inteligible (porque, al igual que los prisioneros, tomamos por auténtica realidad lo que sólo es una copia o una imitación imperfecta o una sombra de la auténtica realidad, el mundo de las Ideas). Por eso, Platón considera que es necesario que el hombre salga del interior de la caverna y ascienda hasta el mundo exterior, es decir, que vaya más allá de la información de los sentidos (más allá del conocimiento sensible) y llegue, a través de la Razón, al conocimiento de la auténtica realidad: el mundo de las Ideas. B) EL RACIONALISMO: DESCARTES (1596-1750): El Racionalismo, como corriente filosófica de la Época Moderna, es inaugurado por Descartes. Esta corriente de pensamiento, representada también, entre otros, por Leibniz y Spinoza, se caracteriza por las siguientes tesis principales: -Nuestra facultad de conocimiento es la Razón, y no los sentidos. Los sentidos nos engañan y sólo nos muestran las apariencias de las cosas. Todos nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden de la Razón.

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-Por tanto, la Razón es la única facultad capaz de llevarnos al conocimiento y descubrimiento de lo que las cosas verdaderamente son, de la verdad. -Nuestro conocimiento de la realidad puede ser construido deductivamente a partir de ciertos principios e ideas 'evidentes' por sí mismos. -Estas ideas y principios son innatos al entendimiento (no proceden de la experiencia sensible, sino que nacemos con ellos). Descartes, en su intento de encontrar un fundamento seguro y cierto para el conocimiento, comienza a poner en duda todo lo que hasta el momento había aprendido y tomado como verdadero. 1) En primer lugar, duda de los sentidos: dado que los sentidos nos han engañado alguna vez, no pueden ser considerados una fuente válida y fiable de conocimiento, ya que, lo que una vez nos ha engañado, podría volver a hacerlo. De este modo, Descartes pone en duda que las cosas sean tal y como las percibimos. 2) El segundo motivo de duda es la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño: en opinión de Descartes, al no poder saber con certeza si estamos despiertos o dormidos, tampoco podemos establecer con certeza que lo que estamos percibiendo exista realmente. Por tanto, la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño nos lleva a dudar de la existencia misma del mundo externo (“¿Cerebros en una cubeta?”) 3) Y, llevando sus dudas hasta la exageración y la ficción, Descartes incluso llega a pensar en la posibilidad de que existiera un genio maligno, que nos hiciera estar engañándonos cada vez que creemos conocer la verdad. Pues bien, después de haber dudado ya de todo lo que se podía dudar, Descartes encuentra una verdad que parece salir victoriosa frente a la duda, a saber: “Pienso, luego existo”. Descartes dice que, efectivamente, podemos dudar de que el mundo exista o de que sea tal y como lo conocemos, pero de lo que no podemos dudar es de que estamos dudando, Por eso, Descartes concluye que si hay algo de lo que no podemos dudar es de “nuestra existencia como sujetos pensantes”. Sin embargo, una vez que ha llegado aquí, el problema que tiene Descartes es que sólo tiene evidencia de su propia existencia como sujeto que piensa, pero de nada más: sólo sabe con certeza que piensa, pero no tiene certeza ni de que exista el mundo externo, ni de que exista, ni siquiera, su propio cuerpo. Descartes ha llegado al solipsismo, y no le va a resultar fácil escapar de él. Sin embargo, va a encontrar la solución en la idea de Dios. Descartes hace de la existencia de Dios la clave de toda su Filosofía. A partir de la idea de Dios que encuentra en su pensamiento, demuestra su existencia. Una vez demostrado que Dios existe, concluye que Dios, en tanto que Ser Perfecto que es, no nos puede engañar: Dios ha creado al hombre, y ha puesto en él la facultad del conocimiento (el entendimiento o Razón) y la facultad de sentir, por tanto, todo aquello que nuestra Razón nos permita conocer, tendremos que admitir, ya sin miedo y con certeza, que es verdadero. Y también podremos aceptar ya sin dudas que el mundo externo 3

existe, como causa de nuestras impresiones y sensaciones. Dios no podría hacer que me engañara cuando creo sentir cosas que desde el exterior estimulan mis órganos sensoriales. Porque es Dios quien me ha creado y quien ha puesto en mí la facultad de sentir. En otro orden de cosas, hay que decir que Descartes, por lo que a su concepción del hombre se refiere, sostiene una concepción dualista: el hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Los objetos y el cuerpo pertenecen al mundo físico (res extensa o sustancia extensa) y el alma pertenece al mundo psíquico (res cogitans o sustancia pensante). Los objetos constituyen los estímulos y en el cuerpo tienen lugar las sensaciones. Y en el alma o mente tiene lugar la percepción propiamente dicha, como una actividad psíquica superior a la mera sensación. No obstante, el dualismo de Descartes deja sin explicación cómo dos realidades absolutamente distintas (el alma, que es espiritual; y el cuerpo, que es material) pueden llegar a comunicarse.

II.- LA FUENTE DE NUESTRO CONOCIMIENTO ES LA EXPERIENCIA: A) ARISTÓTELES (384-335 a.C.) Según Aristóteles, “nada hay en nuestro entendimiento que antes no haya estado en nuestros sentidos”. Nuestro contacto con la realidad comienza con los sentidos, independientemente de que, posteriormente, el entendimiento vaya más allá de los meros datos sensibles. Ya que mencionamos a Aristóteles, recordemos que es un autor que defiende el “realismo” Aristóteles concebía los sentidos como “lo que tiene capacidad de recibir en sí mismo la forma sensible de las cosas, sin su materia, del mismo modo que un bloque de cera recibe la marca de un sello de hierro o de bronce”. Los objetos tienen unas cualidades que nuestros sentidos se limitan a registrar formalmente. Por tanto, para Aristóteles, las cualidades sensibles (olor, color, sabor, textura...) tienen una realidad objetiva que los sentidos se limitan a reflejar, es decir, los sentidos reflejan las cualidades de los objetos tal y como objetivamente son. A esta tesis se le denomina “tesis de la objetividad de las cualidades sensibles", a la que, como veremos, se opondrá Locke. Actualmente, sabemos que la tesis de la objetividad de las cualidades sensibles carece de fundamento científico: el color, el sabor, etc., son cualidades que no residen propiamente en los objetos, sino que son el resultado de la interacción de los objetos con el sujeto que percibe, de acuerdo con sus características neurofisiológicas. B) EL EMPIRISMO BRITÁNICO DE LOS SIGLOS XVII Y XVIII (Locke, Berkeley y Hume): El empirismo constituyó una respuesta histórica al racionalismo. Así, autores como Locke y Hume se enfrentarán a la filosofía de Descartes. Tesis principales del empirismo:

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-Todos nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad tienen su origen en los sentidos. -No existen ideas innatas al entendimiento. Todas nuestras ideas proceden de la experiencia., ya sea de modo directo, ya sea indirectamente a partir de nuestra reflexión sobre los datos suministrados por los sentidos. -La experiencia no sólo constituye el origen, sino también el límite de nuestro conocimiento. No podemos conocer nada de lo que no tengamos experiencia. B. 1.-LOCKE (1632-1704): Considerado como el padre del empirismo, Locke niega la existencia de ideas innatas en nuestra mente. Nuestra mente es como una “tabula rasa” (papel en blanco) en la que va quedando impresa nuestra experiencia: todo lo que en ella está escrito, todas nuestras ideas, provienen de la experiencia, y se adquieren mediante la “sensación” (experiencia externa) y mediante la “reflexión” (experiencia interna que surge cuando el sujeto percibe su propia actividad). A partir de la sensación y de la reflexión surgen todas nuestras ideas simples; y de la combinación de las ideas simples por el entendimiento surgen las ideas compuestas. Locke, frente al racionalismo, reconoce valor a nuestro conocimiento sensible, y lo hace en base a cuatro criterios: -cuando carecemos de un determinado órgano sensitivo, entonces nos faltan las ideas correspondientes a las cualidades sensibles que percibimos a través de esos órganos (un ciego de nacimiento carece de ideas de los colores). -en la percepción de nuestras ideas simples somos pasivos, es decir, sus cualidades se nos imponen aunque no quisiéramos. -ciertas ideas se nos imponen produciéndonos placer o dolor, sin que esté en nuestras manos evitarlo. -con frecuencia, diferentes sentidos nos informan de los mismos fenómenos; así, por ejemplo, vemos el movimiento por la vista, pero también lo percibimos simultáneamente por el tacto y por el oído. Y, el mundo externo, dice Locke, existe: la existencia de los cuerpos externos queda atestiguada porque ellos son la causa de nuestras sensaciones. “Nadie de buena fe puede ser tan escéptico como para dudar de la existencia de las cosas que siente y ve.” Por otra parte hay que mencionar la distinción que hace Locke ( y que también hace Descartes) entre dos clases de cualidades sensibles: -cualidades sensibles primarias: tamaño, figura, número, movimiento y reposo. Estas cualidades están en las cosas mismas; son reales, originarias, objetivas, esto es, existen con independencia de que las percibamos o no. -cualidades sensibles secundarias: colores, sonidos, sabores y olores. Estas cualidades no están propiamente en las cosas, sino que son más bien la capacidad que tienen los objetos de producirlas en nosotros. No hay en los cuerpos nada que se parezca a estas cualidades.

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Así, nuestras ideas simples de las cualidades primarias sí se corresponden con cualidades existentes en los objetos físicos, mientras que nuestras ideas simples de cualidades secundarias no se corresponden con ninguna propiedad objetiva existente en las cosas. Repárese en el hecho de que con esta segunda clasificación, el empirismo de Locke comienza a privar a las cualidades sensibles más específicas (como el olor, el color, el sabor, etc.) de aquella realidad objetiva que Aristóteles les había reconocido, abriendo de este modo el camino a una nueva tesis que triunfará ya en el siglo XIX confirmada por los estudios neurofisiológicos: la tesis de la subjetividad de las cualidades sensibles. B.2) HUME (1711-1776): Lleva el empirismo moderno hasta sus últimas consecuencias Según Hume, todos los contenidos de nuestra mente (percepciones) son reducidos a : “impresiones” e “ideas”. Y todos provienen de la experiencia. Todo conocimiento tiene su origen y su límite en la experiencia. Las impresiones son las percepciones vivas y actuales que son proporcionadas por nuestros sentidos (son las sensaciones, pasiones y emociones); mientras que las ideas son las copias o recuerdos de las impresiones. La tesis central de Hume es que nuestras ideas son copias de nuestras impresiones: todas nuestras ideas provienen, en último lugar, de impresiones sensibles. Nada puede haber en el entendimiento que antes no haya estado en nuestros sentidos. Los elementos últimos de nuestro conocimiento son las impresiones sensibles. No existen ideas innatas. Desde este principio, Hume va a sostener que un concepto o una idea sólo tiene significado si podemos referirla a una impresión sensible de la que proceda. Si encontramos una idea de la que no podamos mostrar la impresión de la que se deriva, entonces diremos que es una idea carente de significado. Esto es lo que le ocurre a ideas como la de Dios y la de alma: estas ideas no provienen de ninguna impresión sensible, por tanto, sólo son el producto de una combinación ilegítima de ideas por medio de la imaginación y de la memoria. Pero, si tal y como sostiene Hume, todo nuestro conocimiento proviene y tiene su límite en las impresiones sensibles, es decir, si nada hay presente a la mente más que impresiones e ideas (que provienen de las impresiones), entonces no podemos saber si existen objetos externos causantes de esas impresiones. Que existan esos objetos es algo que sólo podemos creer, pero que no podemos probar. Las pretendidas “cosas" quedan reducidas a meras apariencias, a "fenómenos” (fenomenismo o fenomenalismo): no podemos conocer cómo son las cosas en sí mismas, sino que sólo podemos conocer cómo se nos aparecen. En sentido estricto, para Hume, sólo puedo afirmar que algo existe mientras lo percibo y de la manera que lo percibo, pero nunca más allá del momento y del modo en que se me aparece. El pensamiento de Hume nos deja a un solo paso del solipsismo y del escepticismo: del solipsisimo porque en el fondo, si sólo conocemos nuestras impresiones e ideas de las cosas, no estamos autorizados a afirmar nada más allá de nuestra propia conciencia; y del escepticismo, porque nos deja sin certezas: no puedo estar seguro de nada, sólo de mis percepciones 6

CRÍTICA DE HUME AL CONCEPTO CARTESIANO DE YO (RES COGITANS) Para los empiristas como Hume, son falsas aquellas ideas que no podemos conectar con hechos experimentados. Eso es lo que ocurre con las ideas de “Dios”, “sustancia” o “eternidad”, que son falsas, ya que no proceden de ningún hecho que hayamos experimentado, ni conocido. Por tanto, tal y como hace con la idea de Dios, Hume va a atacar todas aquellas ideas y pensamientos que no se derivan de ninguna impresión. Para Hume, la idea del “yo” (en el sentido cartesiano) es una idea compuesta. Él piensa que la idea de que tenemos un núcleo de personalidad inalterable (al que llamamos “yo”) es falsa. La idea del “yo” como sustancia ininterrumpida y estable sólo es, en realidad, una larga cadena de impresiones simples que se suceden con enorme rapidez, que están en constante movimiento, pero que nunca hemos percibido simultáneamente. El yo o la conciencia es una especie de teatro en el que se suceden nuestros juicios, estados de ánimo, etc. Pero en realidad no hay ninguna personalidad que esté detrás de todo ello. El autor compara el yo con una película donde las imágenes cambian tan deprisa que no notamos que la película está compuesta por imágenes simples que se van sucediendo sin conexión entre ellas. La película, como nuestro yo, sólo es en realidad una sucesión o suma de momentos. Por tanto, para Hume no existe nada que podamos llamar “un núcleo de personalidad inalterable” como creía Descartes.

3.- LA SÍNTESIS ENTRE EL RACIONALISMO Y EL EMPRIRISMO: KANT (1724-1804) Este autor lleva a cabo una síntesis y una superación del racionalismo y del empirismo modernos, adoptando una postura intermedia. Nuestro conocimiento, dice Kant, comienza con la experiencia, pero no por eso procede todo él de la experiencia. Es decir sólo podemos conocer aquello de lo que tenemos experiencia (empirismo), pero al analizar el contenido de nuestro conocimiento encontramos que nuestra mente posee elementos a priori, es decir, innatos, que no proceden de la experiencia (racionalismo): y estos elementos a priori son el espacio y el tiempo, por una lado, y los conceptos, por otro. Mediante el espacio y el tiempo organizamos nuestros datos sensoriales, posibilitando de este modo nuestra experiencia sensible (pues de otro modo sólo tendríamos un conjunto de impresiones inconexas, y nuestra experiencia sensible sería muy distinta). Pero la experiencia sensible es, a su vez, referida a conceptos o categorías innatos al entendimiento. Sin los conceptos no podríamos emitir juicios sobre la realidad: la sensibilidad nos sitúa frente a una multiplicidad de fenómenos, es decir, de impresiones en el espacio y en el tiempo. Y mediante los conceptos, lo que hacemos es comprender tales impresiones. De este modo, Kant sostiene que la mente humana impone una serie de condiciones a nuestra percepción y conocimiento del mundo (si nuestra mente fuera de otro modo, nuestro mundo perceptivo sería diferente), pero no reduce totalmente la percepción y el conocimiento al sujeto. Se necesita un mundo externo, unos datos sensibles, como material que luego organiza e interpreta el entendimiento. 7

La comparación de la mente con un ordenador puede ayudar a entenderlo: mediante el teclado llegan los datos (=la experiencia); pero el ordenador debe poseer previa e independientemente su propio "programa" para procesar esos datos (= lo a priori); el resultado sale en la pantalla (=el objeto tal y como es conocido para nosotros). De acuerdo con las tesis de Kant, sólo conocemos de las cosas lo que nosotros ponemos en ellas. Lo que sean las cosas en sí mismas es algo que no podemos llegar a conocer (la postura de Kant es fenomenista). En este punto Kant hace una distinción entre: noúmeno y fenómeno. Con el concepto de “NOÚMENO” se refiere a los objetos en sí mismos (es decir, a lo que los objetos son con independencia de nuestro conocimiento); y con el concepto de “FENÓMENO” se refiere a los objetos tal y como son conocidos por nosotros (es decir, “fenómeno” es aquello que se nos aparece, aquello que se nos muestra en nuestra percepción y conocimiento). Por tanto, sólo conocemos fenómenos, mientras que los objetos en sí mismos quedan fuera de nuestra experiencia y de nuestro conocimiento, puesto que nunca podemos llegar a saber cómo son los objetos en sí mismos. Sólo conocemos de los objetos lo que ponemos en ellos. Nuestra percepción de las cosas depende de nuestras estructuras cognoscitivas. La percepción y el conocimiento son fenómenos activos y constructivos, pues son el resultado de la interacción de las cosas con el sujeto que las percibe.

El problema ontológico del conocimiento: La apariencia y realidad. ¿Son las cosas tal y como las percibimos?; ¿podemos llegar a conocer los objetos en sí mismos?; ¿existe una realidad diferente del sujeto o, por el contrario, los objetos sólo son meras creaciones del sujeto? A esto se le llama el “Problema ontológico del Conocimiento”. En este sentido hemos de hacer referencia a algunas de las posturas más relevantes al respecto, a saber: el realismo, el fenomenismo o fenomenalismo, el idealismo, el escepticismo y el solipsismo. -REALISMO (u objetivismo): “Las cosas existen con independencia del sujeto; y el conocimiento y la percepción son un reflejo exacto de la realidad”. Las cosas son absolutamente reales, con independencia de que yo las perciba o conozca o no. Lo defiende Aristóteles. Es tratado en las siguientes páginas: 140-142; página 174 (El fin de la actitud realista) y 256 y 257 (Hessen y Russell). -FENOMENALISMO “Los objetos físicos son construcciones a partir de los datos sensoriales. No percibimos directamente los objetos sino que percibimos datos sensoriales, impresiones, fenómenos. No conocemos las cosas como son en sí, sino como senos aparecen. Esta postura es inaugurada por Hume y defendida claramente por Kant. Es tratado en las siguientes páginas: 140-143; páginas 257-258 (Kant). 8

-ESCEPTICISMO: “No hay nada cierto en el mundo. Nada puede llegar a ser conocido con certeza.” El escéptico consecuente se ve obligado en realidad a suspender sus juicios sobre las cosas, es decir, se ve condenado al silencio, ya que si tiene la convicción de que no es posible el conocimiento de nada, entonces no podemos pronunciarnos sobre nada e, incluso, no podemos llegar a actuar. El argumento más radical que se ha formulado en contra del escepticismo es que esta doctrina se autorefuta, es decir, se contradice a sí mismo, ya que si dice “Nada hay cierto en el mundo”, ya está afirmando algo que pretende que valga como cierto. El escéptico más radical de la historia del pensamiento es Pirrón. -IDEALISMO (o subjetivismo) Totalmente opuesta al realismo, ésta postura filosófica sostiene, en un sentido general, que los objetos son engendrados o creados por el sujeto. Y que no hay nada que garantice la existencia de un mundo externo a mi conciencia. Desde este punto de vista, los objetos, las cosas, no son nada más que contenidos de la conciencia. Tan pronto como dejan de ser percibidas por nosotros dejan de existir. Las cosas no poseen una realidad independiente de nuestra conciencia o pensamiento. Lo único real es nuestra conciencia con sus contenidos. Es defendido por Berkeley (siglo XVIII): sólo estoy seguro de que percibo, de que tengo sensaciones, pero no tengo ninguna garantía de que a esas sensaciones corresponda algo fuera de mí.

-SOLIPSISMO: Es aquella postura según la cual sólo podemos conocer los contenidos de nuestra conciencia: sólo tenemos certeza de que existimos como sujetos que pensamos, sentimos, deseamos, etc. Pero no podemos salir o ir más allá de nuestra propia conciencia con sus contenidos. Como vemos, en realidad un idealismo como el de Berkeley representa o se identifica claramente con una postura solipsista. Para el solipsista, los caminos o puentes de comunicación con la realidad y con otros sujetos, están rotos, ya que no hay nada que nos garantice que existe algo diferente de nuestra propia conciencia, ya sean otras conciencias o ya sean los objetos físicos

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