El perro del hortelano

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El perro del hortelano EDICIÓN DE ROSA DURÁN

El perro del hortelano Lope de Vega Edición de Rosa Durán Edita: IES San Isidro Departamento de Lengua y Literatura

© Edición original: ISBN: 84-689-5993-6 © Edición digital: CVC: http://cvc.cervantes.es/obref/perro_hortelano/ © Estudio introductorio, edición original: Rosa Durán. Esta edición: talleres de Juanma y cía. Impreso en Paraje del Cerrillo, s/n, San Isidro, Níjar (Almería). CP: 04117.

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Introducción Diana, el perro del hortelano Dos hombres que huyen: el comienzo de la comedia no puede ser más intenso. 1 ¿Por qué lo hacen? ¿Qué temen? ¿Quién puede haberlos reconocido? La aparición de Diana llamando a los criados, el inmediato «¿Llama vuestra señoría?» de Fabio la sitúa ya en el centro del espacio teatral, de la acción; no los va a abandonar. La bellísima condesa de Belflor es dueña y señora de su casa y de su destino. No tiene ni padre ni hermanos, habituales guardianes del honor. La pretenden nobles: un primo suyo, el conde Federico, y el engolado marqués Ricardo, y muchos más; como le dice Octavio: «¿No hay mil señores que están, / para casarse contigo, / ciegos de amor?» (vv. 69-71). Pero ella, haciendo honor a su nombre, 2 es esquiva, como la diosa; no les hace ningún caso. Su destino teatral no va a ser quedar vencida a la postre por el amor de uno de sus nobles pretendientes. Su antagonista es otro. La lucha la librará consigo misma. El genio de Lope dejará a solas a la hermosa condesa con su descubrimiento: el amor por su secretario. Llegará a él invirtiendo, también, el orden de los sentimientos: 3 siente celos al ver que es el enamorado de su doncella Marcela, y así se da cuenta de su amor. Impedir esa relación y manifestar a Teodoro sus sentimientos sin desdoro suyo va a ser su inmediata y difícil empresa. Su situación privilegiada le permite intervenir en esos amores que quiere romper; su belleza y su poder la convierten en sol hacia el que en seguida querrá remontarse su secretario. Los obstáculos se desvanecen, pues, para ese amor que se ha desvelado en la condesa; pero entonces Diana ve su propia imagen y no puede seguir: se va a convertir en el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. No soportará ver cómo se reanuda una y otra vez, después de sus desplantes, el idilio entre Marcela y Teodoro, pero al mismo tiempo no puede oír las palabras amorosas de su criado. Le gustaría tenerlo

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siempre a sus pies adorándola sin esperanza, sin ojos para nadie más que ella. Pero los personajes de esta comedia tienen alma y tienen cuerpo, son seres apasionados, y la fuerza de su deseo se deja sentir en los versos. Diana, cuando descubre quiénes son los que huyen al sorprenderlos de noche en su casa y se entera de la historia amorosa entre su secretario y una de sus doncellas, se siente arrastrada por una curiosidad malsana, y como una voyeuse de palabras, primero le pregunta a Marcela: «¿Y qué te dice?» (v. 262); y luego a Teodoro: «¿Qué le has dicho, por mi vida?» (v. 1049). Lo que oye es lo que podría decirle a ella cualquiera de sus nobles pretendientes: «Yo pierdo / el alma por esos ojos» (vv. 264-265), porque esta comedia no diferencia a Marcela o a Teodoro de la condesa de Belflor por el lenguaje. Hay dos categorías de criados, y sólo la última, a la que pertenece Tristán, hablará y se comportará como tal. Marcela dirá a solas dos sonetos que bien pudiera haber dicho su señora o un galán despreciado. Por otra parte, cuando el marqués Ricardo quiera elevarse en engolados endecasílabos, caerá en el afectamiento ridículo. Diana se quedará sola después de aceptar y proteger el matrimonio de sus subordinados. Su monólogo —un soneto— apunta sólo una cierta inquietud. Se confiesa la envidia por ese «bien» ajeno, pero su concepto del honor nos la ofrece muy convencida de su lugar: Es el amor común naturaleza, mas yo tengo mi honor por más tesoro; que los respetos de quien soy adoro y aun el pensarlo tengo por bajeza.

(vv. 329-332)

No parece que la confesión de igualarse con la condición de Teodoro sea más que un deseo oculto de una dama muy consciente de su condición social: «quisiera yo que, por lo menos, / Teodoro fuera más para igualarme, / o yo, para igualarle, fuera menos» (vv. 336-338). Pero en seguida veremos que no es así, que su pasión la domina. Intentará decirle a Teodoro lo que siente con la traza de una supuesta carta de una amiga enamorada 4 y, al sorprender el abrazo de Marcela y Teodoro, vendrá su

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primera reacción violenta por los celos: encierra a Marcela en su aposento. Aplicará luego la técnica que Tristán recomendaba a Teodoro para que olvidara a Marcela, le dirá a su secretario: «sé yo que en Marcela / hay más defetos que gracias» (vv.1068-1069), y unos los apunta y otros no los dice. Y además vuelve al tema de su supuesta amiga «que ha días que no sosiega / de amores de un hombre humilde» (vv. 1084-1085) y le pide consejo a él. Lope nos ofrece una escena intensísima llevando a sus personajes al límite de las palabras. ¿No había dicho Teodoro «las palabras poco cuestan»? Pues Teodoro aconsejará que la dama «haga que con un engaño, / sin que la conozca, pueda / gozarle» (vv. 1125-1127). Pero Diana va más allá, su «¿No será mejor matarle?» (v. 1129) señala a Teodoro lo vulnerable que es en su incursión —teórica aún— en ese terreno. Otras voces de muerte amenazando a Teodoro resonarán en la obra. ¡Menos mal que es comedia! Ya en el acto segundo, la oiremos confesar su amor imposible a Anarda, la criada que le sirve de confidente (ella fue la que le desveló los amores que a tal estado la han llevado). No puede aceptar a sus pretendientes porque no los quiere y sí ama a otra persona: «No los quiero, porque quiero, / y quiero porque no espero / remedio» (vv. 1613-1615), como le dice en críptico lenguaje heredado de la poesía cancioneril. No se atreverá, avergonzada, a confesar quién es, pero sí la humildad de su condición. Y al mismo tiempo, hace un alarde de voluntad y decide no querer: «Quien quiere, puede, si quiere, / como quiso, aborrecer. / Esto es lo mejor: yo quiero / no querer» (vv. 1634-1637). En vano, se le avisa —la canción, el coro— de lo imposible de su empresa, ella confía en sus fuerzas: «yo sé mi condición, / y sé que estará en mi mano, / como amar, aborrecer» (vv. 1651-1653). Pero el escepticismo de Anarda es el del público: «Quien tiene tanto poder / pasa del límite humano» (vv. 1654-1655). Tomará la resolución que zanjaría ese loco amor: elegir a uno de sus pretendientes, al marqués Ricardo, pero lo hará —mala señal— hablando con Teodoro. Es un desafío vano al amor y a su fuerza: «Las palabras poco cuestan». Será otra vez espía ya no de palabras, sino de acciones. Oculta —escena

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esencialmente teatral—, asistirá a la reconciliación entre Teodoro y Marcela y no soportará ni el abrazo ni oír lo que de ella dicen. Y se desbordará la furia y la pasión de Diana: hará escribir al secretario la carta de su propia confesión — «Cuando una mujer principal se ha declarado...»—, convertirá su elección de marido en confusión de criado, se confesará en un bello monólogo —«¿Qué me quieres, amor?...»— la fuerza de su amor, el poder de los celos; pero cuando Teodoro se atreva a confesarle su amor, le frenará, le recordará su lugar. Teodoro no se acobarda y expone con toda claridad la situación: ella es el perro del hortelano: Mas viénele bien el cuento del perro del hortelano. No quiere, abrasada en celos, que me case con Marcela; y en viendo que no la quiero, vuelve a quitarme el jüicio, y a despertarme si duermo; pues coma o deje comer, porque yo no me sustento de esperanzas tan cansadas, que si no, desde aquí vuelvo a querer donde me quieren.

(vv. 2193-2204)

Y Teodoro seguirá hasta la confesión que Diana no puede soportar: «Yo adoro a Marcela, y ella / me adora, y es muy honesto / este amor» (vv. 22162218). La condesa pierde los nervios y lo abofetea: es una confesión pública de su pasión. Teodoro lo sabe ya muy bien: ella es el perro del hortelano, y lo es porque su amor ha elegido un sujeto que no conviene a su honor. Y no hay guardián que burlar, no puede ser dama tracista de comedia. Ella misma es el guardián de su honra, ella, que no puede no querer a quien no debe. La hermosa Diana no tiene más elección que la desdicha, y no parece muy dispuesta.

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Teodoro y su arriesgado vuelo El secretario, que teme haber sido descubierto por la condesa en su cortejo nocturno a Marcela, habla con su fiel criado Tristán. El consejo de éste es rotundo: «dejar de amar a Marcela» (v. 371), y le aconsejará un camino eficaz (y ovidiano) para hacerlo: imaginarle defectos. Teodoro, muy seguro de sí mismo y de su amor, le contestará de forma tan tajante como él: «En las gracias de Marcela / no hay defetos que pensar. / Yo no la pienso olvidar» (vv. 503-505). Tristán le advertirá del riesgo que corre: «Pues a tu desgracia apela / y sigue tan loca empresa» (vv. 506-507). Ambos se equivocan: Teodoro estará dispuesto a olvidar a Marcela en seguida porque a cambio tiene nada menos que una condesa, y la loca empresa no será la que le dice Tristán, sino otra mucho más audaz: Teodoro va a atreverse a volar con su pensamiento no hasta el sol, como Ícaro, pero sí hasta Diana, la luna. 5 Como galán de comedia —no como criado—, verá cómo su señora le da a entender su amor, 6 o creerá verlo, porque hasta el final del segundo acto las palabras de la condesa quieren situar a Teodoro en tierra de nadie. Y éste no está dispuesto a aceptar ese lugar; «pues coma o deje comer» (v. 2200) le dirá a Diana, una vez que le ha desvelado el juego y su condición. Pero antes tendrá que moverse por el espacio de la ambigüedad. Cree interpretar adecuadamente y emprende el vuelo, pero tendrá que abortarlo porque llega el desengaño: no es lo que él creía, o lo parece; Diana es inalcanzable, y él, por tanto, no puede aspirar a ser conde. En ese juego de avanzar y retroceder no es el amor el que le guía, sino la ambición. No es raro que la dama lleve la iniciativa en la comedia de enredo —basta pensar en la deliciosa Finea del tercer acto de La dama boba de Lope, comedia de 1613—, pero en este caso se trata de dar y amagar: no es posible la réplica por parte del galán. No puede ofrecerle amparo y el lugar social del honor con

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su compromiso y sus palabras, sino todo lo contrario. Desde el comienzo ambos sabrán que pisan terreno prohibido, pero ninguno de los dos renunciará al juego. Una traza conocida le sirve a Diana para dar el primer paso: los amores de una supuesta amiga por un hombre humilde. Como Teodoro es su secretario, Diana elige con tino el camino de la escritura: soneto frente a soneto, es su primer enfrentamiento: Hame dicho cierta amiga, que el papel que traigo aquí le escriba; a hacerlo me obliga la amistad, aunque yo ignoro, Teodoro, cosas de amor; y que le escribas mejor vengo a decirte, Teodoro. (vv. 515-523)

Teodoro se resiste a competir, miente: «Aprender espero / estilo que yo no sé; / que jamás traté de amor» (vv. 530-532). Y la pregunta de Diana — «¿Jamás, jamás?»— viene cargada de sorna y provocación. Leerá, obedeciendo el mandato de su señora, la supuesta carta, el soneto «Amar por ver amar envidia ha sido», y ambos discutirán sobre su contenido. La explicación de Diana introduce ya una palabra esencial en la obra: el deseo: Porque esta dama sospecho que se agradaba de ver este galán, sin deseo, y viéndole ya empleado en otro amor, con los celos vino a amar y a desear. (vv. 572-577)

La respuesta de Teodoro tardará porque, antes de oírla, veremos y oíremos al engolado marqués Ricardo en sus afectadas octavas reales, que lo ridiculizan. El público sabe ya que no es competidor, y está esperando no esas plumas verbales de pavo real vacuo, sino el duelo apasionado de sonetos que

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enfrenta deseo a ambición. Soneto de dama —¿cuándo habló en un soneto un yo poético femenino? ¡Lope siempre abriendo horizontes!— leído por caballero y a la inversa. Tiene mucha más intensidad el de ella, que lleva las riendas del envite: «De los celos mi amor ha procedido / por pesarme que, siendo más hermosa, / no fuese en ser amada tan di chosa / que hubiese lo que envidio merecido» (vv. 555-558). Segura de su hermosura, se está además declarando: «darme quiero a entender sin decir nada» (v. 563). Ahí está la belleza de esta obra: se dicen las cosas sin decirse, es el más sutil juego que permite el lenguaje. La respuesta con un yo poético masculino («Del ser dichoso me defiendo»), porque Teodoro entiende y acepta el juego, es cauta; debe serlo: «No digo más, porque lo más ofendo / desde lo menos» (vv. 765-766). Lope ingeniosamente trueca el reparto de papeles, porque no hay diálogo posible dentro de las convenciones sociales; pero los sentimientos no siempre se ciñen a ellas. Como le dice Diana: Desde lo menos aquí dices que ofendes lo más, y amando, engañado estás, porque en amor no es ansí; que no ofende un desigual amando, pues sólo entiendo que se ofende aborreciendo. (vv. 811-817)

Teodoro, prudente aún, le recuerda los dos ejemplos poéticos de castigo de la ambición y vanagloria: Ícaro y Faetón. Pero la condesa le anima a seguir: Si alguna cosa sirvieres alta, sírvela y confía; que amor no es más que porfía; no son piedras las mujeres. (vv. 827-830)

Teodoro a solas dirá su primer monólogo, y el público oirá sus dudas: ¿es o no verdad lo que a él le parece entender?:

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¿Quién pensó jamás de mujer tan noble y cuerda este arrojarse tan presto a dar su amor a entender? Pero también puede ser que yo me engañase en esto. (vv. 841-846)

Si sus palabras son ambiguas, su mirada, su rostro sonrojado no lo eran... El pensamiento de Teodoro se va ya «tras la grandeza», aunque además reconoce «que es bellísima Diana» (v. 887). Laurencio, en La dama boba, decide pasar del cortejo de la inteligente Nise a la tonta Finea porque, aunque es boba, tiene una sustanciosa dote, y clara y desvergonzadamente se lo manifiesta a su criado Pedro después de un monólogo —un soneto— a su propio pensamiento, «Hermoso sois, sin duda, pensamiento», en donde ya expone su decisión: «Pensamiento, mudemos de sujeto». 7 Teodoro acepta en seguida el cambio de una criada por una condesa. Es el trueque de la mariposa por el sol, que él no busca, pero que sabe rápidamente aprovechar. No lo vemos dividido entre dos amores, sino entre una certeza a su medida y una hipótesis en la que no se hubiera atrevido a pensar. Al principio su combate lo libra con las dudas. Y no quiere renunciar a Marcela por palabras dudosas, por nada, en suma; y esa actitud conservadora paradójicamente le llevará al triunfo. Es muy consciente de su lugar, y de la distancia que le separa de su señora, la condesa: «Nunca tan alto azor / se humilla a tan baja presa» (vv. 949-950) dice cuando se disuelve su primer espejismo. Pero el público sabe que en este caso así es, y no es un hombre enamorado de una bellísima gitanilla o de una ilustre fregona —el lector confía plenamente entonces en que la anagnórisis resuelva el conflicto—, es una condesa enloquecida por su secretario; realmente un alto azor que se humilla a una baja presa, pero es ella el azor, y él la baja presa. Lope juega muy

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fuerte, casi tanto como sus personajes, porque el público sabe que, debajo del disfraz —de secretario, de condesa— están el hombre, la mujer, y el deseo. Cuando Teodoro ve que la condesa encierra a Marcela tras sorprenderlos abrazados, empieza a saber que no imagina, que es cierto lo que casi no se atreve a pensar. El acto primero acabará después de la intensa conversación entre Diana y Teodoro emboscados tras las palabras, con un nuevo soliloquio del secretario, un soneto esta vez. La ha visto sonrojarse, la ha sentido temblar, sabe ya que la mujer que es la condesa le quiere, y sin dudar elige el camino de los audaces, vuela, pero con el viento a favor: «¿Qué haré? Seguir mi suerte venturosa» (v. 1178). Y aparece el leit-motiv de la obra. Un poco más adelante la hará explícita a Tristán:

Tristán, cuantos han nacido su ventura han de tener; no saberla conocer es el no haberla tenido. (vv. 1412-1415)

Lo que a él le está ofreciendo la fortuna en ese momento no es sólo el amor de Diana, sino la posibilidad de ser conde; por eso concluye: «O morir en la porfía, / o ser conde de Belflor» (vv. 1416-1417). 8 Ya en el acto segundo, seguirá hablando a solas, sólo su pensamiento puede ser su interlocutor; en bellas décimas le dará alas para que siga volando: «Id en buen hora, aunque os den / mil muertes por atrevido; / que no se llama perdido / el que se pierde tan bien» (vv. 1318-1321). Una vez la fortuna le ha mostrado lo que puede conseguir, irá a por ello. Pero va a tener que dar de nuevo marcha atrás. Diana le va a consultar sobre su elección de marido, y será el primero en saber que el marqués Ricardo es el favorecido. En un nuevo monólogo se confesará su error —o el de Diana—, ha imaginado disparates: «No más; despedíos de ser, / oh pensamiento arrogante, / conde de Belflor» (vv. 1712-1714). Y volverá a su lugar, «Queramos nuestra Marcela; / para vos Marcela baste» (vv. 1716-1717). Recobra su sensatez, proclama lo razonable:

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«Señoras busquen señores; / que amor se engendra de iguales» (vv. 1718-1719). Pero no es precisamente lo que va a confirmar la comedia, no es ésta su tesis, porque la obra se cimenta en continuas transgresiones. Volverá Teodoro a su Marcela. Le cuesta un poco más convencerla, pero no mucho; Tristán le ayuda. Pero la escena será contemplada por la condesa y ésta, en ataque de celos, le hará escribir su propia confesión amorosa y le recordará lo que él sabe muy bien: «quien no estima su fortuna quédese para necio». Es el impulso que necesitaba su vuelo. Hecho Ícaro, 9 se alza hasta el sol, le confiesa su amor a Diana: «y así a decir me resuelvo / que te quiero, y que es disculpa / que con respeto te quiero» (vv. 2155-2157). Se estrellará otra vez, pero ya no cejará: «viénele bien el cuento / del perro del hortelano» (vv. 2193-2194). Y la desafía: «pues coma o deje comer ... que si no, desde aquí vuelvo / a querer donde me quieren» (vv. 2200-2204). Y culmina su provocación con la confesión que más puede dañar a la condesa: «Yo adoro a Marcela, y ella / me adora, y es muy honesto / este amor» (vv. 2216-2218). ¡Touchée! Ha dado en el blanco: los bofetones son la prueba. No queda duda alguna. Como le dice a Tristán: «está loca /de un amoroso deseo» (vv. 2268-2269). No le queda más que recordarle a Diana que ella es quien decide: «Mátame o dame la vida». Se atreve a mirar cara a cara a su sol, a hablar con palabras sin ambigüedad a Diana, la condesa de Belflor.

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El tracista Tristán Los dos primeros actos nos han ofrecido un duelo de dos personajes: Diana y Teodoro, llevados por la pasión y la ambición. Y ambos han librado una dura lucha con ellos mismos. Diana, entre su amor y su honor. Teodoro entre atreverse o no a subir tan alto, volando y no renunciando a sus bienes en el suelo. Pero todo ha sido posible mientras las palabras les han dado un territorio para la ambigüedad. Después del bofetón, de tal acción pública de la condesa, indecorosa para ella («que tan gran señora / se pierda tanto el respeto / a sí misma, es vil acción» —vv. 2286-2288— dirá Tristán), no hay claroscuro. Como dice Teodoro: «Mátame o dame la vida» (v. 2336). Pero Diana no puede actuar contra su honor: no hay salida para el conflicto. Y ahí es cuando Lope deja las riendas de la acción a un tracista, al gracioso Tristán. Y la comedia, palatina, deja de ser psicológica para ser totalmente de enredo. Empiezan los disfraces, las trazas. Teodoro está en peligro. La vil acción de la condesa hace reaccionar a los de su clase, uno de los cuales la ha presenciado: hay que matar al competidor («sea o no sea verdad», v. 2401), que además les lleva al desdoro; 10 pero a escondidas, claro está. La deshonra la causa el acto público, reconocible (no la confabulación oculta). Y el marqués y el conde encuentran al rufián que les parece adecuado para el encargo: Tristán, que lleva traje nuevo acorde con la favorecida privanza de su amo. Y él hará el papel de bravo magníficamente. Los convencerá de su eficacia, les sacará dinero y... protegerá a su amo. Pero no acaba aquí su fuerza teatral, su capacidad de representar papeles, porque va a idear además una traza al ver el estado en que su amo está. Ya no es la ambición la que guía a Teodoro: se ha enamorado de Diana. Ni le asusta el anuncio del peligro en que está: «¡Pluguiera a Dios que alguno me quitase / la vida y me sacase desta muerte!» (vv. 2535-2536) le dice a su criado, y es entonces cuando él le ofrece la posibilidad de encontrar una

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salida: «Si te diese / remedio ¿qué dirás?» (vv. 2542-2543). Lo que se le ocurre es la solución de tantas situaciones novelescas, una anagnórisis: Si fuese tan ingenioso que a tu misma casa un generoso padre te trajese, con que fueses igual a la condesa, ¿no saldrías, señor, con esta empresa? (vv. 2544-2548)

Ya ha imaginado cuál: «El conde Ludovico, / caballero ya viejo, habrá veinte años / que enviaba a Malta un hijo de su nombre ... Éste ha de ser tu padre, y tú su hijo, / y yo lo he de trazar» (vv. 2549-2556). Ahí está el tracista que crea, como tal, peripecias, que son la esencia de la traza; y, en cambio, la traza de Tristán es una anagnórisis, que es el otro elemento que caracteriza la fábula, según Aristóteles. Lope hubiera podido hacer que la anagnórisis fuese parte de la fábula y no traza, que fuera verdad y no invención del criado; pero la originalidad de la obra es que sea así. En lo único en que interviene el dramaturgo es en hacer coincidir los nombres de los «hijos», y es además en ese nombre fiel a su fuente boccacciana. 16 de armenio e inventará una compleja historia llena de Tristán se disfrazará peripecias que contará al conde Ludovico, ansioso de tener un hijo a quien dejar sus bienes. Felizmente éste sólo aprovechará lo que le interesa: la identidad de su hijo recobrado. La mujer, el hijo que añade el tracista Tristán a la historia no le interesan nada, y nadie vuelve a mencionarlos. Sólo el público se ha reído viendo la compleja historia que inventa innecesariamente Tristán en su doble papel, de gracioso y de salvador de su amo. El padre «recobrado» evita la marcha a España de Teodoro. Él y Diana habían renunciado a su amor por imposible y habían aceptado como inevitable la separación. Pero, cuando todo parece resuelto con la anagnórisis, queda un último gesto de Teodoro: confesará a la condesa que es traza de su criado y no verdad la nobleza adquirida; su «nobleza natural» le impide seguir

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con el engaño y así decide renunciar a todo e irse, como antes habían ya decidido. Bello discurso el que Lope, secretario del duque de Sessa, 11 pone en boca de Teodoro: soy hijo de la tierra, y no he conocido padre más que mi ingenio, mis letras y mi pluma. El conde cree que lo soy, y aunque pudiera ser tu marido y tener tanta dicha y tal grandeza, mi nobleza natural que te engañe no me deja, porque soy naturalmente hombre que verdad profesa. Con esto, para ir a España vuelvo a pedirte licencia, que no quiero yo engañar tu amor, tu sangre y tus prendas. (vv. 3287-3301)

Y cuando se esperaría discurso semejante de la condesa, una nueva transgresión surge. A ella, noble de sangre, le importa muy poco la nobleza; le gusta el hombre y no está dispuesta ya a renunciar a él: «el gusto no está en grandezas, / sino en ajustarse al alma / aquello que se desea» (vv. 3309-3311). ¡Qué importa si es engaño o realidad! Si hay que matar al autor del laberinto, se hace. 12 Pero Tristán está en el lugar que debe en el momento oportuno: lo oye todo. Llegarán a un acuerdo: el silencio cómplice, el mismo que Teodoro va a pedir al público como final de comedia. 13 Lope ha querido también dar un margen a la ambigüedad. ¿Ese comportamiento de Teodoro por su «nobleza natural» indica realmente un origen noble? Tristán y su cómplice Furio se asombran ante el éxito de su

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propia empresa y se preguntan: «¿Cosa que esto verdad sea, / y que éste fuese Teodoro?», y Furio: «¿Mas si en mentira como ésta / hubiese alguna verdad?» (vv. 2901-2904). La nobleza se refleja en el rostro, así destaca la belleza de la gitanilla cervantina. ¿Será Teodoro un ejemplo más? «¡Qué gallardía! ... ¡Qué real presencia! / ¡Qué bien que te escribió naturaleza / en la cara, Teodoro, la nobleza!» (vv. 3113-3116) dirá el entusiasmado conde Ludovico, que ve la imagen de su mocedad en Teodoro. ¿Está Lope ridiculizando al conde o introduce la duda en el público? ¿No será realmente intuición de padre? 14 Lope pudo hacer que así fuera, no cerró la puerta para que pudiera ser; pero él, como Sancho, sabía muy bien que cada uno es hijo de sus obras. Antes del desenlace, oiremos aún una conversación llena de intensidad y de deseo entre Teodoro y Diana nada más descubrirse el supuesto origen noble del secretario. Quedan, frente a frente, los dos personajes, y sus palabras desvelan la fuerza que Lope les ha dado a ambos, es un diálogo de tú a tú. Dice Teodoro: Creo que estás con menos deseo; pena el ser tu igual te da. Quisiérasme tu crïado, porque es costumbre de amor querer que sea inferior lo amado. (vv. 3168-3174)

Y la réplica de Diana es la sentencia definitiva: ella, dueña ya de su destino, se casa a gusto: 15 Estás engañado, porque agora serás mío, y esta noche he de casarme contigo. (vv. 3174-3177)

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Y Teodoro, recobrando el leit-motiv de la obra, dirá: «No hay más que darme; / fortuna, tente» (vv. 3177-3178). Él se dio cuenta de cuál era su ventura, se alzó para obtenerla, la consiguió —gracias al ingenio de Tristán—, no hay más que rogar que pare ya la rueda. Como un eco repetirá Diana: «No hay más que desear; tente, fortuna, / como dijo Teodoro, tente, tente» (vv. 3199-3200). Y el conde Ludovico, supuesta víctima del engaño, ha conseguido también lo que quería y dice lo mismo. El fin de la comedia recompone, como suele, lo que de otro modo resulta inevitablemente descompuesto en ese girar la rueda: Marcela casará con Fabio. A la doncella le dio Lope dos sonetos para lamentarse y un lenguaje de dama, no de criada (tenía «no poco parentesco» con Diana, v. 318). Inventó la traza tan común de querer dar celos a Teodoro con Fabio, a la vez que se vengaba de Anarda, que, supuestamente enamorada de éste, la había delatado a Diana. Sufrió vanamente los embates de la tormenta amorosa de Teodoro y Diana. Sabiamente le dirá al voluble Teodoro que «unos pensamientos de oro / te hicieron enloquecer» (vv. 1831-1832), y le advertirá de que «entre el honor y el amor / hay muchos montes de nieve» (vv. 3004-3005). Por eso perdona una y otra vez, porque espera que el orden se restablezca; pero está en la comedia equivocada, en donde el mundo al revés es posible. La rueda de la fortuna se detiene cuando Fabio ya no tiene motivo para quejarse.

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El perro del hortelano, comedia de enredo Lope debió de escribir El perro del hortelano poco después que La dama boba (acabada el 25 de abril de 1613, fecha del autógrafo). S. Griswold Morley y Courtney Bruerton señalan como fechas extremas para su composición 16131615, y como probable la de 1613. 16 La supuesta parodia de los versos de la Soledad primera de Góngora (vv. 721 y ss. en boca del engolado marqués Ricardo) nos lleva a la segunda mitad de 1613, porque entre mayo y junio empezó a circular por Madrid el manuscrito de la obra. Aparece impresa la Comedia famosa el perro del hortelano en los folios 1-27 de la Onzena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, Madrid, Viuda de Alonso Martín de Balboa, 1618. A partir del análisis de la versificación, dicen Morley y Bruerton: «Es muy dudoso que tantos versos sueltos puedan ser posteriores a 1615. Los porcentajes de versos sueltos y romances coinciden en 1613, y ésa es la fecha probable». Comedia palatina, 17 o palaciega, 18 porque la acción transcurre en buena parte —sobre todo los dos primeros actos— en el palacio de Diana, condesa de Belflor, en Nápoles. A este escenario se suman las puertas de una iglesia y de una taberna, la casa del conde Ludovico y la calle, que convierten también en urbana la obra, 19 especialmente su acto tercero. 20 Comedia de enredo — Dixon la llama de «capa y espada»—, 21 tiene un inicio típico del género con huida de personajes embozados, pero en seguida adquiere una gran densidad psicológica por la lucha interior de sus personajes. Tiene nada menos que diecisiete monólogos. Tres en el primer acto: Diana dice un soneto; Teodoro, redondillas primero y un soneto después. Siete en el segundo: Teodoro, décimas y romance; Marcela, soneto; Teodoro, romance; Marcela, romance; Diana, soneto; y Teodoro, soneto. Y siete en el tercero: Tristán, endecasílabos sueltos; Teodoro, soneto; Diana, redondillas en dos ocasiones; Marcela, soneto; Tristán, romance; y Diana, dos endecasílabos. Bien es cierto que

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algunos de los monólogos son muy breves: 5 versos uno de Teodoro, 7 versos y 2 otros dos de Diana, y 4 y 9 versos los de Tristán, que no son tanto reflexión como modo de que el público se entere de su acción. Pero si les sumamos los dos sonetos, ficticias cartas, que leen Teodoro y Diana, y los apartes, veremos cómo los personajes continuamente reflexionan, porque, salvo en el tercer acto, poca cosa sucede en la obra. Como dice César Oliva: «Estamos ante una comedia de alto contenido verbal y escasa acción dramática». 22 La obra tiene nueve sonetos —la que más—, 23 bien es cierto que dos son cartas leídas (una por Teodoro y otra por Diana, y se supone que la autoría es la inversa). Diana dice dos sonetos (actos primero y segundo); Teodoro, tres (uno en cada acto); y Marcela, dos (actos segundo y tercero). 24 Rafael Pérez Sierra habla de «comedia interiorizada en las dos figuras poéticas protagonistas» y menciona el «número insólito de sonetos, nueve en total, aparte de los monólogos de Teodoro, que no van precisamente dirigidos a producir esa acción, sino más bien a que desaparezca casi enteramente después de las primeras escenas para reaparecer al final». 25 El monólogo de Teodoro en cinco décimas al comienzo del acto segundo, solo en escena, tras la marcha de la condesa con el séquito de los criados y de sus pretendientes, es esencial. Marc Vitse, que lo ha analizado, subraya su elaboración y originalidad; llega a calificarlo de «joya artística» y lo considera «una de las más destacadas obras maestras del tan rico acervo monologal del teatro del siglo XVII». 26 Hay pocas acciones, y la mayoría son fingidas, falsas. Diana manda a Teodoro leer y escribir cartas a una supuesta amiga suya que no existe, se cae fingidamente para que él le ofrezca la mano, hace que Teodoro —y él delega en Fabio— anuncie al marqués Ricardo su elección como marido y luego niega haberlo hecho. Tristán lleva un papel de Marcela a su señor, pero éste lo rompe sin leerlo. Teodoro dice a Marcela que su señora quiere casarla con Fabio, y es una invención suya. De esta forma, las nimias acciones de la condesa, el encierro de Marcela y el bofetón a Teodoro, destacan como lo que

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son: la prueba esencial de su amor por el secretario. Todo sucede además en el ámbito doméstico. En el tercer acto, los dos disfraces de Tristán, de rufián y de mercader griego, tendrían que haber desembocado en dos acciones contrarias: la muerte y el nacimiento de Teodoro como noble. Sólo la última tendrá lugar y además es de nuevo una falsedad. La comedia está formada, pues, esencialmente por palabras. Pero a través de ellas, vemos a unos personajes espléndidos luchando con sus sentimientos, arriesgándose, hasta llegar al gozoso «fortuna, tente, tente» final.

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Posible fuente de la comedia El séptimo relato de la quinta parte del Decamerón de Giovanni Boccaccio 27 pudo inspirar a Lope el motivo final de la obra: la anagnórisis de Teodoro. Kohler, primero, y Kossoff después, apuntan con reparos otra dudosa fuente: un relato de Bandello (Novelle, I, 45): «Narra messer Filippo Baldo come Anna reina d’Ungaria amata da uomo di basso legnaggio quello magnificamente rimeritò, con molti belli accidenti». 28 En efecto, un humilde secretario se enamora perdidamente de la reina Ana. El relato se centra en esa devoción absoluta de Filippo hacia la reina, que, conocedora del devotísimo vasallaje amoroso de su súbdito, lo recompensa recomendándolo al emperador Carlos V, quien lo nombra secretario y lo hace responsable de los asuntos italianos: «Del che sì bene a messer Filippo ne avvenne che egli, oltra che la sua vertù e prudenza dimostrò, ne acquistò di molte ricchezze, e di continovo più divenne servidore de la sua reina, quella come cosa santa adorando» (p. 430). Ese vasallaje es el que tal vez hubiera pretendido Diana, pero ni ella es reina ni Teodoro es un devotísimo adorador de su imagen. Por otra parte, fue ella quien descubrió su amor por el secretario; en cambio, en el relato de Bandello el secretario del señor Andrea Borgo fue quien vio a la reina en la iglesia y se enamoró perdidamente de ella, gozando infinitamente sólo con su mirada, con su palabra. Como dice Kossoff (y a pesar de ello defiende esta supuesta fuente), «faltan en la novela varias circunstancias esenciales de la comedia» y «el tono general es diferente». 29 El relato de Boccaccio comienza con la compra de un muchacho armenio por un rico gentilhombre: «Bellísimas señoras, en la época en que el buen rey Guillermo gobernaba en Sicilia, había en la isla un gentilhombre llamado micer Amerigo Abate de Trápani, el cual, entre otros bienes temporales, estaba muy bien provisto de hijos. Por lo que, como

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necesitaba servidumbre y llegaron de Levante galeras de corsarios genoveses, que habían capturado a muchos muchachos pirateando en Armenia, creyéndolos turcos compró algunos de ellos; y aunque todos los demás parecían pastores, había uno entre ellos que parecía gentil y de mejor aspecto que los demás, que se llamaba Teodoro. El cual, aunque era tratado como siervo, no obstante creció en la casa con los hijos de micer Amerigo; y tirando más su naturaleza que su circunstancia, comenzó a mostrar buenas costumbres y buenos modales, de modo que a micer Amerigo le agradaba tanto que le dio la libertad; y creyendo que era turco, le hizo bautizar y llamarse Pietro, haciéndolo administrador de sus negocios y confiando mucho en él.» 30

Una bella hija de micer Amerigo se enamora de él: «Amándole y apreciando mucho sus modales y sus obras, no obstante le avergonzaba descubrírselo. Pero Amor la dispensó de ese trabajo, porque habiéndola mirado Pietro varias veces con atención, se enamoró tanto de ella que no sentía más bien que cuando la veía; pero temía mucho que alguien se apercibiese de esto, pareciéndole que hacía mal; por lo que la joven, que le miraba con agrado, lo advirtió, y para darle más confianza se mostraba muy contenta, puesto que lo estaba. Y así estuvieron mucho tiempo, no atreviéndose a decirse nada el uno al otro, aunque ambos mucho lo deseasen. Pero mientras que ardían en las llamas del amor igualmente encendidos, la fortuna, como si hubiese decidido que esto se cumpliese, les encontró el camino para arrojar el temeroso miedo que les frenaba. »

Una tormenta —virgiliana— les llevará a refugiarse en una iglesia en ruinas, y allí descubrirán y gozarán de su amor. Seguirán viéndose a escondidas hasta que Violante descubre que está embarazada. El padre hará prender a Pietro. Será condenado a ser azotado por las calles de la ciudad y luego colgado. «Pietro, condenado, mientras le llevaban azotándole a la horca como quisieron los que mandaban la cuadrilla, pasó delante de un albergue donde estaban tres nobles de Armenia, asuntos muy importantes para una expedición que se iba a hacer, y que habían desembarcado allí para refrescarse y descansar unos días, y los nobles de

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Trápani y en especial micer Amerigo los habían honrado mucho. Éstos, al oír pasar a los que llevaban a Pietro, se asomaron a una ventana para ver. Pietro iba todo desnudo de cintura para arriba y con las manos atadas atrás; y al mirarle uno de los tres embajadores, que era un hombre anciano y de gran autoridad, llamado Fineo, le vio una gran mancha bermeja en el pecho, no artificial sino marcada en la piel de nacimiento, como esas que las señoras llaman aquí «rosas». Y al verla se acordó súbitamente de un hijo suyo que había hecho ya quince años que se lo habían raptado los corsarios en la costa de Layazo, y nunca se había vuelto a tener noticias suyas. Y considerando la edad del pobrecillo al que azotaban, pensó que, si su hijo estaba vivo, debía tener la misma edad que ése aparentaba; y comenzó a sospechar por aquella señal que fuese él; y pensó que, si era él, debía acordarse aún de su nombre y del de su padre y de la lengua armenia. Por lo cual, cuando estuvo cerca de él, le llamó: —¡Eh, Teodoro! Al oír Pietro esta voz levantó súbitamente la cabeza; y Fineo, hablando en armenio, le dijo: —¿De dónde eres? ¿De quién eres hijo? Los soldados que lo llevaban, por respeto al buen hombre le detuvieron, de modo que Pietro respondió: —Yo fui de Armenia, hijo de uno llamado Fineo, y me trajeron aquí no sé qué gentes siendo un niño pequeño. Y Fineo, al oír esto, supo con toda certeza que éste era el hijo que había perdido; por lo que, llorando, descendió con sus compañeros y corrió a abrazarle entre todos los soldados; y echándole por encima un manto de una tela riquísima que traía consigo, rogó al que le llevaba a ajusticiar que quisiese esperar allí hasta que le llegase la orden de devolverle de nuevo atrás. Éste respondió que esperaría gustoso. »

El final feliz es fácil de suponer: la pareja y su hijo gozarán de la familia recobrada y de sus riquezas.

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Apuntan al posible recuerdo de Lope de este texto la coincidencia del nombre del personaje, Teodoro (de origen griego); el que los corsarios que capturan a los niños lo hacen «pirateando en Armenia» y que el padre del joven resulta ser embajador de Armenia. 31 Pero, sobre todo, la complicada y gratuita relación del gracioso Tristán se entiende mejor a partir de los detalles de la dramática historia del relato de Boccaccio: la convivencia de los dos niños (el siervo y la hija del señor) y su posterior enamoramiento, tópico además del género novelesco; y el embarazo de la muchacha, que produce la huida de los dos jóvenes —el del relato de Boccaccio, el de Tristán— por miedo al castigo de su señor. Pero en Tristán es ficción disparatada, que nadie va a tener en cuenta, por fortuna. Frente a la afirmación de Metford de que Lope compuso entre 1595 y 1608 las comedias inspiradas en el Decamerón, 32 si se aceptara esta fuente y la que sugiero para el motivo central de La dama boba, 33 también de 1613, tendría, obviamente, que ampliarse el periodo. Como suele el dramaturgo, sólo se inspira en el relato de Boccaccio para uno de los motivos de la obra; 34 en El perro del hortelano, sólo para la invención de Tristán (¡como si él fuera en realidad el lector de Boccaccio!).

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Métrica Primer Acto 1-240

redondillas

241-324

romance

325-338

soneto

339-550

redondillas

551-564

soneto

565-688

romance

689-752

octavas

753-756

redondillas

757-770

soneto

771-890

redondillas

891-970

décimas

971-1172 romance 1173-1186 soneto

Segundo Acto 1187-1266

redondillas

1267-1271 endecasílabos sueltos 1272-1277 endecasílabos pareados 1278-1327

décimas

1328-1643

redondillas

1644-1647

endecasílabos pareados

1648-1655

redondillas

1656-1723

romance

1724-1739

octavas

1740-1793

romance

1794-1807

soneto

1808-1987

quintillas

1988-2071

romance

2072-2119

octavas

2120-2133

soneto

2134-2245

romance

2246-2259

soneto

2260-2359

romance

Tercer acto 2360-2415

redondillas

2416-2508

endecasílabos sueltos

2509-2548

octavas

2549-2561

endecasílabos sueltos

2562-2575

soneto

2576-2715

redondillas

2716-2729

soneto

2730-2761

redondillas

xxix

2762-2921

romance

3139-3198

redondillas

2922-2985

octavas

3199-3231

endecasílabos sueltos

2986-3025

décimas

3232-3263

Redondillas

3026-3073

redondillas

3264-3383 romance

3074-3138

endecasílabos sueltos

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Nota previa a la edición Reproduzco el texto de El perro del hortelano impreso en los f. 1r-27v de la ONZENA / PARTE DE / LAS COMEDIAS DE / LOPE DE VEGA CARPIO, FA/ MILIAR DEL SANTO OFICIO. / DIRIGIDAS A DON BERNABE / de Viuanco y

Velasco, Cauallero del Abito de San- / tiago, de la Camara de su Magestad. / Sacadas de sus originales. / Año 1618. / CON PRIVILEGIO. / En Madrid, Por la viuda de Alonso Martin de Balboa. / A costa de Alonso Perez mercader de libros. / Vendense en la calle de Santiago. Sólo enmiendo los errores, algunos de los cuales ya aparecían en la fe de erratas de la edición, y lo indico en las notas textuales (M es la sigla que utilizo para referirme a esta edición). He cotejado la edición que se imprime poco después, en el mismo año, en Barcelona: DOZE / COMEDIAS / DE LOPE DE VEGA / CARPIO, FAMILIAR DEL SANTO / Oficio: sacadas de sus originales. / DIRIGIDAS A DON BERNABE / de Viuanco y Velasco, Cauallero del Abito de San- / tiago, de la Camara de su Magestad. / Onzena Parte. / Año 1618 / CON LICENCIA / En Barcelona, Por Sebastian de Cormellas, y à su costa. En algún caso excepcional he preferido la lectura de esta segunda impresión y lo indico (B es la sigla que a ella se refiere). Las variantes son mínimas —esta segunda reproduce el texto de la primera, pero corrige errores de impresión e introduce otros— y no afectan más que en leves matices al texto. En ella me apoyo para corregir los errores de la primera, cuando los enmienda. El cotejo de ambas ediciones forman las notas textuales. He tenido muy en cuenta las ediciones anteriores, sobre todo la excelente y cuidadísima edición crítica de Víctor Dixon, que ofrece un texto impecable, anotado minuciosamente, y que recoge además las aportaciones de interés de las que le preceden. Algunas enmiendas suyas en la atribución de parlamentos, como las del comienzo del acto tercero, son esenciales para la adecuada lectura del

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texto. La edición posterior de Mauro Armiño (1996), que no las tiene en cuenta, nada añade; es además deudora en exceso de la de A. David Kossoff (1970), incluso en sus errores. 35 No he anotado las variantes del manuscrito conservado de la obra (donde se la llama Amar por ver amar), de mitad del siglo XVII, que perteneció a Lord Holland. Dice Dixon: «This is clearly a copy used by actors in the 1650s. The verso of its first leaf bears licencias dated at Madrid on 24 May and 22 September 1651». Pero, como señalo en las notas textuales las correcciones del editor, indico cuando se apoya en este manuscrito. Tampoco he tenido en cuenta el texto de las dos ediciones posteriores del siglo XVII, que el erudito coteja e incluye en su aparato de variantes: La condesa de Belflor, en Parte Veinte Cinco de Comedias Nuevas, y Escogidas de los Mejores Ingenios de España, Madrid, 1666, f. 81-100. EL PERRO DEL HORTELANO. / COMEDIA FAMOSA: / DE LOPE DE VEGA CARPIO. Sevilla, Tomê de Dios Miranda, 1676. 16 pp. sin numerar. Es

una suelta. Nada indica que sus lecturas estén más cerca del original que la impresa en 1618 con prólogo del propio Lope de Vega. El escritor avala los textos (aunque esto no sea garantía de perfección): «Estas que aquí te presento puedo afirmar como testigo de vista que son las mismas que en mí se representaron ... Leerlas puedes seguramente, que son de los borradores de Lope». Puntúo y acentúo el texto según las normas académicas y modernizo en parte la ortografía. Mantengo simplificados grupos cultos (Otavio, vitoria, efeto, conceto, defeto, inorancia...), las contracciones de preposiciones y conjunciones con pronombres (desto, desa, dello, questo...) y las alternancias vocálicas (vusiñoría, vuseñoría).

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Bibliografía En 1970, en la introducción a su edición de El perro del hortelano (p. 65), A. David Kossoff decía: «Ha habido tan pocos estudios sobre El perro del hortelano que Pring-Mill apenas pudo citar bibliografía ... Merece un estudio mayor del que ha recibido hasta ahora». Cinco años después, Frida Weber de Kurlat, ya afirmaba cómo «a partir de la segunda edición ampliada de Eugène Kohler, se han ido sucediendo distintos enfoques que han enriquecido notablemente nuestra comprensión de la comedia». Y hacía una útil síntesis de las aportaciones de los estudiosos. Desde entonces, la obra ha sido objeto de muy diversos análisis. Se ha subrayado la posible huella biográfica que en ella dejó su autor (Kossoff, Herrero, Dixon, Carreño); se han dado diversas interpretaciones a su sorprendente desenlace (Wardropper, Wilson, Hall, Fischer, Armiño); se ha clasificado la comedia de varias formas (Weber, Dixon, Arellano, Oliva); se ha relacionado con otras obras de Lope que plantean el tema del amor entre personas de distinta condición social (Sage, Weber, Hernández). Y se han estudiado las subversiones que su trama implica (Jones, Weber, Dixon); el nombre y las contradicciones de su protagonista, la condesa de Belflor (Hall, Carreño, Torres), cuyo actuar se identifica con un desmitificador refrán popular (Florit), mientras su antagonista, su secretario, alza su vuelo hasta ella como Ícaro (Fucilla, Pérez, Dixon), el personaje mitológico... Se han analizado sus sonetos (González-Cruz), un soliloquio en décimas de Teodoro (Vitse) y el lenguaje amoroso (Ly). Se han apuntado fuentes (Kohler, Kossoff, Sage, Dixon, Navarro). Se han propuesto montajes de la obra (Dixon, Oliva) y se ha analizado su versión cinematográfica (Pérez Sierra). Y, a pesar de ello, su riqueza y su ambigüedad siguen siendo una invitación para los estudios. 1.

Alciato, Andrea, Emblemas, Madrid: Editora Nacional, 1975.

xxxiii

2. Andres, Christian, «Tristán ou les masques du gracioso dans El perro del hortelano de Lope de Vega», en Bernard Darbord, Christian Andres y Marie-Claude Chaput, Cuento, novela y comedia. Temas españoles, La Garenne-Colombes: Editions de l’Espace Européen, 1991, pp. 41-62. ——, «La promesse et l’oubli dans El perro del hortelano, 1618, (Le chien du jardinier) de Lope de Vega et El burlador de Sevilla, 1630, (L’abuseur de Séville) de Tirso de Molina», en Théâtres du Monde (Université d’Avignon), 10 (2000), pp. 77-86. 3.

Arellano, Ignacio, Historia del teatro español del siglo XVII, Madrid: Cátedra, 1995.

4.

Armiño, Mauro (ed.), Lope de Vega, El perro del hortelano, Madrid: Cátedra, 1996.

5. Asensio, Eugenio, «Una canción de Lope de Vega en El perro del hortelano», en Cuadernos de Homenaje. I. Eugenio Asensio, Salamanca: Universidad de Salamanca y Sociedad de Historia del Libro, 1989. 6. Bandello, Matteo, La prima parte de le novelle, a cura di Delmo Maestri, Alessandria: Edizione dell’Orso, 1992. 7.

Blecua, José Manuel (ed.), Lope de Vega, Obras poéticas, Barcelona: Planeta, 1969.

8. Boccaccio, Giovanni, Decamerón, ed. de María Hernández Esteban, Madrid: Cátedra, 1994. 9. Bourland, C. B. «Boccaccio and the Decameron in Castilian and Catalan Literature», en Revue Hispanique, XII (1905), pp. 1-232. 10. Carreño, Antonio, «La semántica del engaño: El perro del hortelano de Lope de Vega», en Dutton, B. y Roncero López, V. (eds.), Busquemos otros montes y otros ríos. Estudios de literatura española del Siglo de Oro dedicados a Elias L. Rivers, Madrid: Castalia, 1992, pp.75-97. ——, «Lo que se calla Diana: El perro del hortelano de Lope de Vega», en Campbell, Ysla (ed.), El escritor y la escena. Actas del I Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro, Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1993, pp. 115-128.

xxxiv

11. Castro, Antonio (ed.), Pedro Mexía, Silva de varia lección, Madrid: Cátedra, 1990. 12. Cotarelo y Mori, E. (ed.), Lope de Vega, Obras, XIII, Madrid: Real Academia Española (nueva edición), 1929. 13. Dixon, Victor (ed.), Lope de Vega, El perro del hortelano, London: Tamesis Texts Limited, 1981. ——, «Lope de Vega no conocía el Decamerón de Boccaccio», en El mundo del teatro español en su Siglo de Oro: ensayos dedicados a John E. Varey, ed. de J. M.ª Ruano de la Haza, Ottawa: Dovehouse Editions Canada, 1989, pp. 185-196. ——, «El vergonzoso en palacio y El perro del hortelano: ¿comedias gemelas?», en Estudios, núms. 189-190 (abril-septiembre 1995a), pp. 73-86. ——, «Dos maneras de montar hoy El perro del hortelano, de Lope de Vega», en La puesta en escena del teatro clásico. Cuadernos de Teatro Clásico, núm. 8 (1995b), pp. 121-140. ——, «El post-Lope: La noche de San Juan, meta-comedia urbana para palacio», en Pedraza Jiménez, F. B. y González Cañal, R. (eds.) 1996: 107-114. 14. Egido, A., «Variantes sobre la vid y el olmo en la poesía de Quevedo: Amor constante más allá de la muerte», en II Academia Literaria Renacentista: Homenaje a Quevedo, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1982, pp. 213-232. 15. Fichter, W. L., «Color Symbolism in Lope de Vega», en Romanic Review, XVIII (1927), pp. 220-231. 16. Fischer, Susan L., «“Some are born great... and some have greatness thrust upon them”: Comic Resolution in El perro del hortelano and Twelfth Night», en Hispania, 72 (1989), pp. 78-86. 17. Florit Durán, Francisco, «Refrán y comedia palaciega: los ejemplos de El perro del hortelano y de El vergonzoso en palacio», en Rilce, 7 (1991), pp. 25-49. 18. Frenk, Margit, Corpus de la antigua lírica popular hispánica, Madrid: Castalia, 1987; y Suplemento, 1992.

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19. Fucilla, J. G., «Etapas en el desarrollo del mito de Ícaro en el Renacimiento y en el Siglo de Oro», en Hispanófila, núm. 8 (1960), pp. 1-34. 20. Gasparetti, Antonio, «Giovanni Battista Giraldi e Lope de Vega», en Bulletin Hispanique, XXXII (1930), pp. 372-403. 21. González-Cruz, Luis F., «El soneto: esencia temática de El perro del hortelano, de Lope de Vega», en Criado de Val, M. (ed.), Lope de Vega y los orígenes del teatro español, Madrid: Edi-6, 1981, pp. 541-545. 22. Hall, H. G., «Illusion et vérité dans deux pièces de Lope de Vega: La Fiction vrai et Le Chien du jardinier», en Jones Davies, M. Th. (ed.), Verité et illusion dans le théâtre au temps de la Renaissance, París: Touzot, 1983, pp. 41-54. 23. Hartzenbusch, J. E. (ed.), Frey Lope de Vega Carpio, Comedias escogidas, Biblioteca de Autores Españoles, XXIV, Madrid: Rivadeneira, 1853. 24. Hernández Esteban, María (ed.), Giovanni Boccaccio, Decamerón, Madrid: Cátedra, 1994. 25. Hernández Valcárcel, Carmen, «El tema de la dama enamorada de su secretario en el teatro de Lope de Vega», en García Martín, M., Arellano, I., Blasco, J., y Vitse, M. (eds.), Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro. Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, I, Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1993, pp. 481-495. 26. Herrero, Javier, «Lope de Vega y el Barroco: la degradación por el honor», en Sistema, VI (1974), pp. 49-71. 27. Jones, Roy O., «El perro del hortelano y la visión de Lope», en Filología, X (1964), pp. 135-143. 28. Kohler, Eugène (ed.), Lope de Vega, El perro del hortelano, París: Les Belles Letres (Publications de la Faculté des Lettres de l’Université de Strasbourg), 1951, 2.ª ed (1.ª ed. 1934).

xxxvi

29. Kossoff, A. David (ed.), Lope de Vega, El perro del hortelano. El castigo sin venganza, Madrid: Castalia, 1970. 30. Ly, Nadine, «La diction de l’amour dans la comedia El perro del hortelano de Lope de Vega», en Hommage à Maxime Chevalier, Bulletin Hispanique, 92 (1990), pp. 493-547. 31. Maestri, Delmo (ed.), Matteo Bandello, La prima parte de le novelle, Alessandria: Edizione dell’Orso, 1992. 32. Marín, Juan M.ª (ed.), Lope de Vega, El villano en su rincón, ed. de Juan M.ª Marín, Madrid: Cátedra, 1987. 33. McKendrik, Melveena, Woman and Society in the Spanish Drama of the Golden Age, Cambridge University Press, 1974. 34. McCready, Warren T., «The Toponym Belflor in Golden Age Literature», en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, VI, 3 (1982), pp. 379-387. 35. Metford, J. C. J., «Lope de Vega and Boccaccio’s Decameron», en Bulletin of Hispanic Studies, XXIX (1952), pp. 75-86. 36. Mexía, Pedro, Silva de varia lección, ed. de Antonio Castro, Madrid: Cátedra, 1990. 37. Molina, Tirso de, El burlador de Sevilla, ed. de A. Rodríguez López-Vázquez, Madrid: Cátedra, 1997. 38. Moreto, Agustín, El desdén, con el desdén, ed. de Francisco Rico, Madrid: Castalia, 1978. 39. Morby, E. S. (ed.), Lope de Vega, La Dorotea, Madrid: Castalia, 1980. 40. Morley, S. Griswold y Bruerton, Courtney, Cronología de las comedias de Lope de Vega, Madrid: Gredos, 1968. 41. Navarro Durán, Rosa (ed.), Lope de Vega, La dama boba. La moza de cántaro, Barcelona: Planeta, 1989. ——, «El arte de fingirse boba y otras recreaciones: La boba para los otros y discreta para sí», en Pedraza Jiménez, F. B. y González Cañal, R. (eds.), 1997: 41-59.

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i.

(ed.), Lope de Vega, La dama boba. El perro del hortelano, Barcelona: Hermes, 2000.

——, «Lope y sus comedias de enredo con motivos boccaccianos», en Ínsula, 658 (octubre 2001), pp. 22-24. 42. Ochoa, Eugenio de (ed.), Lope de Vega, Teatro escogido (Tesoro del teatro español, II), París: Baudry, 1838. 43. Oliva, César, «El espacio escénico en la comedia urbana y la comedia palatina de Lope de Vega», en Pedraza Jiménez, F. B. y González Cañal, R. (eds.) 1996: 13-36. 44. Ovidio, Metamorfosis, trad. de A. Ruiz de Elvira, Barcelona: Alma Mater, 1964. 45. Pedraza Jiménez, Felipe. B. y González Cañal, Rafael. (eds.), Lope de Vega: comedia urbana y comedia palatina. Actas de las XVIII Jornadas de teatro clásico, Almagro: Universidad de Castilla-La Mancha, 1996. i. (eds.), La década de oro de la comedia española 1630-1640, Actas de las XIX Jornadas de teatro clásico, Almagro: Universidad de Castilla-La Mancha, 1997. 46. Pérez, Louis C., «La fábula de Ícaro y El perro del hortelano», en Sola-Solé, J. M. et al. (eds.), Estudios literarios de hispanistas norteamericanos dedicados a Helmut Hatzfeld, Barcelona: Ediciones Hispam, 1974, pp. 287-296. 47. Pérez Sierra, Rafael, «Versión cinematográfica de El perro del hortelano», en Pedraza Jiménez, F. B. y González Cañal, R. (eds.) 1996: 107-114. 48. Pring-Mill, R. D. F., «Introducción» a Lope de Vega, Five Plays, translated by Jill Booty, New York: Hill and Wang, 1961. 49. Rico, Francisco (ed.), El desdén, con el desdén, Madrid: Castalia, 1978. 50. Rodríguez López-Vázquez, A. (ed.), Tirso de Molina, El burlador de Sevilla, Madrid: Cátedra, 1997. 51. Rossetti, Guy, «El perro del hortelano: Love, Honor, and the Burla», en Hispanic Journal, University of Pennsylvania, I (1979), pp. 37-ss.

xxxviii

52. Rothberg, Irving P., «The Nature of the Solution in El perro del hortelano», en Bulletin of the Comediantes, XXIX (1977), pp. 86-96. 53. Ruiz de Elvira, A. (trad.), Ovidio, Metamorfosis, Barcelona: Alma Mater, 1964. 54. Sage, J. W., «The Context of Comedy: Lope de Vega’s El perro del hortelano and Related Plays», en Jones, R. O. (ed.), Studies in Spanish Literature of Golden Age presented to Edward M. Wilson, London: Tamesis Books, 1973, pp. 247-266. 55. Serralta, Frédéric, «Traducción, coherencia y fijación textual: apuntes sobre El perro del hortelano», en Arellano, I. y Cañedo, J. (eds.), Crítica textual y anotación filológica en obras del Siglo de Oro, Madrid: Castalia, 1991, pp. 519-528. 56. Torres, Milagros, «Paradojas de Diana», en Arellano, I., Pinillos, M. C., Serralta, F., y Vitse, M. (eds.), Studia Aurea. Actas del III Congreso de la 57. AISO (Toulouse, 1993). II. Teatro, Toulouse-Pamplona: Griso-Lemso, 1996, pp. 395-405. 58. Vega Carpio, Lope de, Teatro escogido (Tesoro del teatro español, II), con introducción y biografía por E. de Ochoa, París: Baudry, 1838. ——, Comedias escogidas, ed. de J. E. Hartzenbusch, Biblioteca de Autores Españoles, XXIV, Madrid: Rivadeneira, 1853. ——, Obras escogidas, III, ed. de Elías Zerolo, París: Garnier, 1886. ——, Obras, XIII, ed. de E. Cotarelo y Mori, Madrid: Real Academia Española, 1929. ——, El perro del hortelano, ed. de Eugène Kohler, París: Les Belles Letres (Publications de la Faculté des Lettres de l’Université de Strasbourg), 1951, 2.ª ed (1.ª ed. 1934). ——, Obras poéticas, ed. de José Manuel Blecua, Barcelona: Planeta, 1969. ——, El perro del hortelano. El castigo sin venganza, ed. de A. David Kossoff, Madrid: Castalia, 1970. ——, La Dorotea, ed. de E. S. Morby, Madrid: Castalia, 1980.

xxxix

——, El perro del hortelano, ed. Victor Dixon, London: Tamesis Texts Limited, 1981. ——, El villano en su rincón, ed. de Juan M.ª Marín, Madrid: Cátedra, 1987. ——, La dama boba. La moza de cántaro, ed. de Rosa Navarro, Barcelona: Planeta, 1989. ——, El perro del hortelano, ed. de Mauro Armiño, Madrid: Cátedra, 1996. ——, La dama boba. El perro del hortelano, ed. de Rosa Navarro Durán, Barcelona: Hermes, 2000. 59. Vitse, Marc, Éléments pour une théorie du théâtre espagnol du XVIIe siècle, Toulouse: PUM, 1988. ——, «El tercer monólogo de Teodoro en El perro del hortelano (II, vv. 12781325)», en Castellón, H., Granja, A. de la y Serrano, A. (eds.), En torno al teatro del Siglo de Oro. Actas de las Jornadas IX-X celebradas en Almería, Almería: Instituto de Estudios Almerienses; Diputación de Almería, 1995, pp. 103-110. 60. Wardropper, Bruce W., «Comic Illusion: Lope de Vega’s El perro del hortelano», en Kentucky Romance Quarterly, XIV (1967), pp. 101-111. 61. Weber de Kurlat, Frida, «El perro del hortelano, comedia palatina», en Homenaje a Raimundo Lida, Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV (1975), pp. 339-363. 62. Wilson, Margaret, «Lope as Satirist: Two Themes in El perro del hortelano», en Hispanic Review,, 40 (1972), pp. 271-282. 63. Zerolo, Elías (ed.), Lope Félix de Vega Carpio, Obras escogidas, III, París: Garnier, 1886.

Traducciones 64. Dixon, Víctor (trad.), Lope de Vega, The Dog in the Manger, Ottawa: Dovehouse Editions Canada, 1990. 65. Serralta, Frédéric (trad.), Lope de Vega, Le chien du jardinier (Théâtre espagnol du XVIIe siècle, I), París: Gallimard, 1994.

Lope de Vega

El perro del hortelano EDICIÓN DE ROSA DURÁN

1

A CT O P RIM E RO

Salen Teodoro con una capa guarnecida, 1de noche, y Tristán, criado; vienen huyendo. TEODORO

Huye, Tristán, por aquí.

TRISTÁN

Notable desdicha ha sido.

TEODORO

¿Si nos habrá conocido?

TRISTÁN

No sé; presumo que sí. Váyanse, y entre tras ellos Diana, condesa de Belflor.2

DIANA

¡Ah gentilhombre, esperad! ¡Teneos, oíd! ¿Qué digo? ¿Esto se ha de usar conmigo? ¡Volved, mirad, escuchad! ¡Hola! 3¿No hay aquí un crïado? ¡Hola! ¿No hay un hombre aquí? Pues no es sombra lo que vi, ni sueño que me ha burlado.

5

10

¡Hola! ¿Todos duermen ya?

1

guarnecida: ‘adornada’. Diana dirá más adelante: «¿Una capa no llevaba / con oro?» (vv. 50-51). 2 Belflor: nombre también de la villa de Juan Labrador en El villano en su rincón (escrita por Lope entre 1611 y 1616); aparece en otras obras de Lope situado a veces en Italia y otras en Francia; el topónimo Belflor fue usado con frecuencia en la literatura de la Edad de Oro, v. Warren T. McCready 1. 3 ¡Hola!: modo de llamar a alguien inferior.

2

Sale Fabio, criado. FABIO

¿Llama vuestra señoría?

DIANA

Para la cólera mía,

15

4

gusto esa flema me da. Corred, necio, enhoramala, pues merecéis este nombre; y mirad quién es un hombre que salió de aquesta sala. FABIO

¿Desta sala?

DIANA

Caminad y responded con los pies.

FABIO

Voy tras él.

DIANA

20

Sabed quién es. ¡Hay tal traición, tal maldad! Sale Otavio.

OTAVIO

Aunque su voz escuchaba, a tal hora no creía

25

que era vuestra señoría quien tan aprisa llamaba. DIANA

4

¡Muy lindo Santelmo 5 hacéis! ¡Bien temprano os acostáis!

30

flema: ‘lentitud, tardanza’. Santelmo: «es una llama pequeña que en tiempo de tempestad suele aparecer en los remates de las torres y edificios y en las entenas de los navíos» (Diccionario de Autoridades; a partir de ahora Aut.). Aquí con el sentido de ‘salvador’.

5

3

¡Con la flema que llegáis! ¡Qué despacio que os movéis! Andan hombres en mi casa a tal hora, y aun los siento casi en mi propio aposento

35

—que no sé yo dónde pasa tan grande insolencia, Otavio—, y vos, muy a lo escudero, cuando yo me desespero ¿ansí remediáis mi agravio?: OTAVIO

40

«Aunque su voz escuchaba, 6 a tal hora no creía que era vuestra señoría quien tan aprisa llamaba».

DIANA

Volveos, que no soy yo; acostaos, que os hará mal.

45

Sale Fabio.

6

OCTAVIO

Señora...

FABIO

No he visto tal. Como un gavilán 7 partió.

A partir de la segunda edición, aparecen estos versos en boca de Octavio; no tiene sentido su repetición por el mismo personaje; sí en boca de Diana, que los remeda burlándose, como dice V. Dixon. No hace falta luego señalar que los vv. 45-46 están en boca de Diana, como se indica en las ediciones. 7 gavilán: ‘ladrón’, en lenguaje de germanía. Alude, pues, a la rapidez de la huida como si fuese el ave rapaz, pero también como ladrón. Dice Pedro Mexía: «Por el gavilán o halcón significaban la cosa que se hace a gran priesa, por ser grande la ligereza destas aves», en Silva de varia lección, I, 3 (ed. de Antonio Castro 1990: 190.).

4

DIANA

¿Viste las señas? ¿Qué señas?

FABIO DIANA

¿Una capa no llevaba con oro?

FABIO

¿Cuando bajaba la escalera...?

50

¡Hermosas dueñas 8

DIANA

sois los hombres de mi casa! FABIO

A la lámpara tiró el sombrero y la mató. 9 Con esto los pasos 10 pasa,

55

y, en lo escuro del portal, saca la espada y camina. DIANA

Vois sois muy lindo gallina.

FABIO

¿Qué querías?

DIANA

¡Pesia tal! 11

60

Cerrar con él y matalle. 12 OTAVIO

Si era hombre de valor, ¿fuera bien echar tu honor desde el portal a la calle?

8 dueñas: damas, normalmente viudas, que servían a señoras y mandaban a las demás criadas. Diana llama mujeres a los criados por su cobardía e incapacidad para actuar. En seguida llamará gallina a Fabio. 9 la mató: ‘apagó la luz, la llama’. 10 pasos: ‘escalones’. 11 ¡Pesia tal!: ‘¡pésete!’; maldición. 12 cerrar: ‘acometer, atacar’; matalle: ‘matarle’, asimilación frecuente de la r del infinitivo a la l del enclítico.

5

DIANA OTAVIO

¿De valor, aquí? ¿Por qué?

65

¿Nadie en Nápoles te quiere, que, mientras casarse espere, por donde puede te vee? ¿No hay mil señores que están, para casarse contigo, ciegos de amor? Pues, bien digo,

70

si tú le viste galán, y Fabio tirar bajando a la lámpara el sombrero. DIANA

Sin duda fue caballero que, amando y solicitando, vencerá con interés mis crïados; ¡qué crïados tengo, Otavio, tan honrados! Pero yo sabré quién es. Plumas llevaba el sombrero,

75

80

y en la escalera ha de estar. Ve por él. FABIO DIANA

¿Si le he de hallar? Pues claro está, majadero; que no había de bajarse por él cuando huyendo fue.

FABIO

Luz, señora, llevaré.

DIANA

Si ello viene a averiguarse, no me ha de quedar culpado en casa.

85

6

OTAVIO

Muy bien harás, pues cuando segura 13 estás, te han puesto en este cuidado.

90

Pero aunque es bachillería, 14 y más estando enojada, hablarte en lo que te enfada, esta tu injusta porfía

95

de no te querer casar causa tantos desatinos, solicitando caminos que te obligasen a amar.

100

DIANA

¿Sabéis vos alguna cosa?

OTAVIO

Yo, señora, no sé más de que en opinión estás de incasable 15 cuanto hermosa. El condado de Belflor pone a muchos en cuidado.

105

Sale Fabio. FABIO

Con el sombrero he topado, mas no puede ser peor.

DIANA

Muestra. ¿Qué es esto? No sé

FABIO

Éste aquel galán tiró. 13

segura: ‘sin recelo’. bachillería: ‘conversación inútil’. 15 incasable: ‘que se niega a casarse’. 14

110

7

DIANA

¿Éste?

OTAVIO

No le he visto yo más sucio. Pues éste fue.

FABIO DIANA

¿Éste hallaste? Pues ¿yo había

FABIO

de engañarte? ¡Buenas son

OTAVIO

las plumas! FABIO OTAVIO DIANA

Él es ladrón. Sin duda a robar venía. Haréisme perder el seso.

FABIO

Este sombrero tiró.

DIANA

Pues las plumas que vi yo, y tantas que aun era exceso, ¿en esto se resolvieron?

FABIO

115

120

Como en la lámpara dio, sin duda se las quemó, y como estopas 16 ardieron. ¿Ícaro 17 al sol no subía, que, abrasándose las plumas,

125

16 estopa: «lo grueso y basto del lino que queda en el rastrillo cuando se peina y rastrilla» (Aut.). 17 Ícaro: hijo de Dédalo. Al escaparse de Creta, como su padre, con las alas de cera que aquél pegó a su espalda, quiso acercarse temerariamente al sol, y éste derritió la cera. Ícaro cayó al mar, que se llamó por ello Icaria. Junto con Faetón son los dos personajes mitológicos con los que se identifica con mayor frecuencia el yo poético (la dama es sol)

8

cayó en las blancas espumas del mar? Pues esto sería. El sol la lámpara fue, Ícaro el sombrero, y luego las plumas deshizo el fuego,

130

y en la escalera le hallé. DIANA

No estoy para burlas, Fabio. Hay aquí mucho que hacer.

OTAVIO

Tiempo habrá para saber la verdad. ¿Qué tiempo, Otavio?

DIANA OTAVIO

Duerme agora, que mañana lo puedes averiguar.

DIANA

No me tengo de acostar, no, por vida de Dïana, 18 hasta saber lo que ha sido. Llama esas mujeres todas.

OTAVIO

¡Muy bien la noche acomodas! 19

DIANA

Del sueño, Otavio, me olvido con el cuidado de ver un hombre dentro en mi casa.

OTAVIO

Saber después lo que pasa fuera discreción, y hacer secreta averiguación.

18 19

135

Diana es palabra trisílaba siempre. acomodas: ‘ordenas, organizas’.

140

145

9

DIANA

FABIO

Sois, Otavio, muy discreto; que dormir sobre un secreto es notable discreción. Sale Fabio, Dorotea, Marcela y Anarda.

150

Las que importan he traído, que las demás no sabrán lo que deseas y están

155

rindiendo al sueño el sentido. Las de tu cámara solas 20 estaban por acostar. ANARDA

De noche se altera el mar, y se enfurecen las olas.

FABIO

160

¿Quieres quedar sola? Sí.

DIANA

Salíos los dos allá. ¡Bravo examen!

FABIO

Loca está.

OTAVIO FABIO

Y sospechosa de mí. Vanse

DIANA

20 21

Llégate aquí, Dorotea.

DOROTEA

¿Qué manda vuseñoría? 21

DIANA

Que me dijeses querría

solas: ‘solamente’. vuseñoría: ‘vuestra señoría’.

165

10

quién esta calle pasea. DOROTEA

Señora, el marqués Ricardo, y algunas veces el conde

170

París. DIANA

La verdad responde de lo que decirte aguardo, si quieres tener remedio. 22

DOROTEA

¿Qué te puedo yo negar?

DIANA

¿Con quién los has visto hablar?

DOROTEA

Si me pusieses en medio de mil llamas, no podré decir que, fuera de ti, hablar con nadie los vi que en aquesta casa esté.

DIANA

¿No te han dado algún papel? ¿Ningún paje ha entrado aquí?

DOROTEA

Jamás.

DIANA MARCELA

ANARDA DIANA

22 23

180

Apártate allí. ¡Brava inquisición! 23 Crüel.

ANARDA DIANA

175

Oye, Anarda. ¿Qué me mandas? ¿Qué hombre es éste que salió...?

remedio: el matrimonio, único refugio para la mujer. inquisición: ‘indagación rigurosa’.

185

11

ANARDA

¿Hombre?

DIANA

Desta sala; y yo sé los pasos en que andas. ¿Quién le trajo a que me viese? ¿Con quién habla de vosotras?

ANARDA

190

No creas tú que en nosotras tal atrevimiento hubiese. ¿Hombre, para verte a ti, había de osar traer crïada tuya, ni hacer

195

esa traición contra ti? No, señora, no lo entiendes. DIANA

Espera, apártate más, porque a sospechar me das, si engañarme no pretendes; que por alguna crïada

200

este hombre ha entrado aquí. ANARDA

El verte, señora, ansí, y justamente enojada, dejada toda cautela, me obliga a decir verdad aunque contra el amistad

205

que profeso con Marcela. Ella tiene a un hombre amor, y él se le tiene también, mas nunca he sabido quién. DIANA

Negarlo, Anarda, es error. Ya que confiesas lo más,

210

12

¿para qué niegas lo menos? ANARDA

Para secretos ajenos mucho tormento me das,

215

sabiendo que soy mujer; mas basta que hayas sabido que por Marcela ha venido. Bien te puedes recoger,

220

que es sólo conversación, y ha poco 24 que se comienza. DIANA

¡Hay tan crüel desvergüenza! ¡Buena andará la opinión 25 de una mujer por casar!

225

¡Por el siglo, infame gente, del conde, mi señor!... 26 Tente,

ANARDA

y déjame disculpar; que no es de fuera de casa el hombre que habla con ella, ni para venir a vella

230

por esos peligros pasa. DIANA ANARDA DIANA 24

¿En efeto, es mi crïado? Sí, señora. ¿Quién?

ha poco: ‘hace poco’. opinión: ‘fama’. 26 El Diccionario de Autoridades dice de la frase por el siglo de todos mis pasados: «frase baja con que se jura por la vida de alguno, especialmente cuando se amenaza». el conde, mi señor equivale aquí a ‘mis pasados’. 25

13

ANARDA

Teodoro. 27

DIANA

¿El secretario?

ANARDA

Yo ignoro lo demás; sé que han hablado.

DIANA

235

Retírate, Anarda, allí.

ANARDA

Muestra aquí tu entendimiento.

DIANA

Con más templanza me siento, sabiendo que no es por mí. ¡Marcela!

240

¿Señora?...

MARCELA

Escucha.

DIANA MARCELA

¿Qué mandas? (Temblando llego.)

DIANA

¿Eres tú de quien fïaba mi honor y mis pensamientos?

MARCELA

Pues ¿qué te han dicho de mí, sabiendo tú que profeso la lealtad que tú mereces?

DIANA

¿Tú, lealtad?

MARCELA DIANA

¿En qué te ofendo? ¿No es ofensa que en mi casa, y dentro de mi aposento, entre un hombre a hablar contigo?

MARCELA

245

250

Está Teodoro tan necio,

27 Teodoro siempre es trisílabo, como será lealtad bisílaba. Se leen los dos términos con sinéresis en las dos primeras vocales.

14

que dondequiera me dice dos docenas de requiebros. DIANA

¿Dos docenas? ¡Bueno, a fe!

255

Bendiga el buen año el cielo, pues se venden por docenas. MARCELA

Quiero decir que, en saliendo o entrando, luego a la boca traslada 28 sus pensamientos.

DIANA

¿Traslada? Término extraño. ¿Y qué te dice?

MARCELA

No creo que se me acuerda. Sí hará.

DIANA MARCELA

260

Una vez dice: «Yo pierdo el alma por esos ojos». Otra: «Yo vivo por ellos; esta noche no he dormido, desvelando 29 mis deseos en tu hermosura». Otra vez

265

me pide sólo un cabello para atarlos, 30 porque estén en su pensamiento quedos. 31 Mas ¿para qué me preguntas

270

28 Trasladar significa ‘llevar algo a otro lugar’, pero también ‘copiar lo que en otra parte está escrito’, tarea de un secretario. 29 desvelar: ‘no dejar dormir, impedir el sueño’. 30 atarlos: ‘atar sus deseos’. 31 quedos: ‘quietos’.

15

niñerías? DIANA

Tú a lo menos bien te huelgas. 32 No me pesa,

MARCELA

275

porque de Teodoro entiendo que estos amores dirige a fin tan justo y honesto como el casarse conmigo. DIANA

Es el fin del casamiento honesto blanco 33 de amor.

280

¿Quieres que yo trate desto? MARCELA

32

¡Qué mayor bien para mí! Pues ya, señora, que veo tanta blandura 34 en tu enojo y tal nobleza en tu pecho, te aseguro que le adoro, porque es el mozo más cuerdo, más prudente y entendido,

285

más amoroso y discreto que tiene aquesta ciudad.

290

DIANA

Ya sé yo su entendimiento, del oficio en que me sirve.

MARCELA

Es diferente el sujeto 35

te huelgas: ‘te complaces, gozas’. blanco: ‘objetivo’. 34 blandura: ‘suavidad, afabilidad’. 35 sujeto: ‘asunto, materia’. 33

16

de una carta en que le pruebas a dos títulos tus deudos, 36 o el verle hablar más de cerca

295

en estilo dulce y tierno razones 37 enamoradas. DIANA

Marcela, aunque me resuelvo a que os caséis, cuando sea

300

para ejecutarlo tiempo, no puedo dejar de ser quien soy, como ves que debo a mi generoso nombre, 38 porque no fuera bien hecho daros lugar en mi casa; sustentar mi enojo quiero, pues que ya todos le saben. Tú podrás con más secreto proseguir ese tu amor; que en la ocasión yo me ofrezco a ayudaros a los dos; que Teodoro es hombre cuerdo y se ha crïado en mi casa, y a ti, Marcela, te tengo la obligación que tú sabes y no poco parentesco. MARCELA 36

A tus pies tienes tu hechura. 39

títulos: ‘personas con título, con dignidades’; deudos: ‘parentescos’. razones: ‘palabras, expresiones’. 38 generoso: ‘noble, ilustre’; nombre: ‘apellido’. 37

305

310

315

17

DIANA MARCELA DIANA ANARDA

Vete. Mil veces los beso.

320

Dejadme sola. ¿Qué ha sido?

MARCELA

Enojos en mi provecho.

DOROTEA

¿Sabe tus secretos ya?

MARCELA

Sí sabe, y que son honestos. Háganle tres reverencias y váyanse.

DIANA

(sola) Mil veces he advertido en la belleza,

325

40

gracia y entendimiento de Teodoro, que, a no ser desigual a mi decoro, 41 estimara su ingenio y gentileza.

Es el amor común naturaleza, mas yo tengo mi honor por más tesoro; que los respetos de quien soy adoro y aun el pensarlo tengo por bajeza. La envidia bien sé yo que ha de quedarme, que si la suelen dar bienes ajenos, bien tengo de qué pueda lamentarme, porque quisiera yo que, por lo menos,

330

335

39 tu hechura: ‘tu obra’; forma de aceptar su vínculo y deuda con su señora; también lo usará Teodoro en el v. 512. 40 Tres calidades que Lope destaca en la persona. Dirá Dorotea: «¿A una mujer de mis prendas, ingrato, y que ha dejado por ti cuanto puede atraer la hermosura, la gracia y el entendimiento en la Corte?», en La Dorotea, acto II, escena 3.ª (ed. de E. S. Morby, 1980: 161.). 41 decoro: ‘dignidad, condición’.

18

Teodoro fuera más para igualarme, o yo, para igualarle, fuera menos. Sale Teodoro, y Tristán. TEODORO TRISTÁN

No he podido sosegar. Y aun es con mucha razón;

340

que ha de ser tu perdición si lo llega a averiguar. Díjete que la dejaras acostar, y no quisiste. TEODORO

Nunca el amor se resiste.

TRISTÁN

Tiras, pero no reparas. 42

TEODORO TRISTÁN

345

Los diestros 43 lo hacen ansí. Bien sé yo que, si lo fueras, el peligro conocieras.

TEODORO TRISTÁN

¿Si me conoció? No y sí,

350

que no conoció quién eras, y sospecha le quedó. TEODORO

TRISTÁN

Cuando Fabio me siguió bajando las escaleras, fue milagro no matalle. ¡Qué lindamente tiré mi sombrero a la luz!

42 43

no reparas: ‘no te defiendes, resguardas’. diestro: ‘hábil en el manejo de un arma’.

355

19

TEODORO

Fue detenelle y deslumbralle; 44 porque, si adelante pasa, no le dejara pasar.

TRISTÁN

360

Dije a la luz al bajar: «Di que no somos de casa». Y respondióme: «Mentís». Alzó, y tiréle el sombrero. ¿Quedé agraviado? 45 Hoy espero

TEODORO

365

mi muerte. TRISTÁN

Siempre decís esas cosas los amantes cuando menos pena os dan.

TEODORO

TRISTÁN

Pues ¿qué puedo hacer, Tristán, en peligros semejantes? Dejar de amar a Marcela, pues la condesa es mujer que, si lo llega a saber, no te ha de valer cautela para no perder su casa.

44

370

TEODORO

¿Y no hay más sino olvidar?

TRISTÁN

Liciones 46 te quiero dar

375

deslumbralle: ‘dejarle confuso’, y no por el resplandor de la luz, sino por la oscuridad repentina. 45 Tristán habla como si fuese un reto el que sostuvo con la luz.

20

de cómo el amor se pasa. TEODORO TRISTÁN

Ya comienzas desatinos. Con arte se vence todo; 47 oye, por tu vida, el modo

380

por tan fáciles caminos. Primeramente has de hacer resolución de olvidar, sin pensar que has de tornar

385

eternamente a querer. Que si te queda esperanza de volver, no habrá remedio de olvidar; que si está en medio la esperanza, no hay mudanza. ¿Por qué piensas que no olvida luego 48 un hombre a una mujer? Porque, pensando volver, va entreteniendo la vida. 49

390

Ha de haber resolución dentro del entendimiento, con que cesa el movimiento de aquella imaginación.

395

¿No has visto faltar la cuerda de un reloj y estarse quedas 46

400

liciones: ‘lecciones’. Es el principio del tracista, el que traza el enredo. Tristán va a hacer una demostración en el tercer acto. 48 luego: ‘al instante, en seguida’. 49 entreteniendo la vida: ‘pasando la vida sin tomar una decisión’. 47

21

sin movimiento las ruedas? 50 Pues desa suerte se acuerda 51 el que 52 tienen las potencias cuando la esperanza falta. TEODORO

¿Y la memoria no salta

405

luego a hacer mil diligencias, despertando el sentimiento a que del bien no se prive? TRISTÁN

Es enemigo que vive asido al entendimiento, como dijo la canción de aquel español poeta;

410 53

mas por eso es linda treta 54 vencer la imaginación. TEODORO TRISTÁN

50

¿Cómo? Pensando defetos, 55 y no gracias; que, olvidando, defetos están pensando,

415

Laurencio, el interesado galán de La dama boba, dirá a su criado, cuando le pregunte si está sin alma: «Ha podido un pensamiento / reducir su movimiento / desde mí fuera de mí», e inicia la comparación con la saeta de un reloj: «¿No has visto que la saeta / del reloj en un lugar / firme siempre suele estar / aunque nunca está quïeta .... Pues así mi alma ya» (vv. 654-663). 51 se acuerda: ‘concuerda’; es decir, cesa también, como antes ha dicho. 52 el que: ‘el movimiento que’. 53 Dixon señala cómo se canta «No hay mal como la memoria / para el alma y para el cuerpo, / que es enemigo que vive / asido al entendimiento» en la comedia de Lope Antonio Roca. 54 treta: ‘artificio ingenioso para conseguir algo’ y, a la vez, término de esgrima (antes jugaba con el vocablo diestro). 55 Es uno de los remedios que Ovidio recomienda en su Remedia amoris, v. 315 y ss.

22

que no gracias, los discretos. No la imagines vestida con tan linda proporción

420

de cintura, en el balcón de unos chapines subida. 56 Toda es vana arquitectura, porque dijo un sabio un día que a los sastres se debía la mitad de la hermosura.

425

Como se ha de imaginar una mujer semejante es como un diciplinante 57 que le llevan a curar; esto sí, que no adornada del costoso faldellín. 58 Pensar defetos, en fin, es medecina aprobada. 59 Si, de acordarte que vías 60 alguna vez una cosa que te pareció asquerosa,

430

435

no comes en treinta días, acordándote, señor, 56

Los chapines eran un calzado, sobrepuesto al zapato, con el que las mujeres levantaban el cuerpo del suelo. Por ello dice «subida en el balcón de unos chapines». Siempre la altura se ha considerado favorecedora para la belleza del ser humano. 57 diciplinante: ‘disciplinante’, el que se azota como penitencia en las procesiones. 58 faldellín: ‘brial’; «ropa interior que traen las mujeres de la cintura abajo y tiene la abertura por delante» (Aut.). 59 aprobada: ‘probada’. 60 vías: ‘veías’.

23

de los defectos que tiene, si a la memoria te viene, se te quitará el amor. TEODORO

440

¡Qué grosero cirujano! 61 ¡Qué rústica curación! Los remedios, al fin, son como de tu tosca mano.

445

Médico impírico 62 eres; no has estudiado, Tristán. Yo no imagino que están desa suerte las mujeres, sino todas cristalinas, como un vidro 63 transparentes. TRISTÁN

Vidro sí, muy bien lo sientes, si a verlas quebrar caminas; mas si no piensas pensar defetos, pensarte puedo, porque ya he perdido el miedo de que podrás olvidar. Pardiez, 64yo quise una vez, con esta cara que miras,

450

455

460

a una alforja 65 de mentiras, 61

cirujano: ‘el que curaba heridas’. impírico: ‘empírico’, el médico que cura por experiencia, sin haber estudiado. 63 vidro: ‘vidrio, cristal o pieza formada con él’. Tristán aludirá a la facilidad con que se quiebra la honra de las mujeres. Turín dice en La dama boba: «Las damas de Corte son / todas un fino cristal: / trasparentes y divinas» (vv. 56-58). 64 Pardiez: interjección de estilo familiar (‘¡por Dios!’). 65 alforja: ‘bolsa grande’. 62

24

años cinco veces diez; y entre otros dos mil defectos, cierta barriga tenía que encerrar dentro podía, sin otros mil parapetos, 66

465

cuantos legajos de pliegos algún escritorio apoya, pues como el caballo en Troya 67 pudiera meter los griegos.

470

¿No has oído que tenía cierto lugar 68 un nogal que en el tronco un oficial 69 con mujer y hijos cabía, y aun no era la casa escasa? Pues desa misma manera, en esta panza cupiera un tejedor y su casa. Y queriéndola olvidar —que debió de convenirme—, dio la memoria en decirme

475

480

que pensase en blanco azar, 70 66

parapeto: ‘pared o baranda’. Alusión al episodio de la Eneida, en que se narra cómo los griegos burlan la defensa de los troyanos escondiéndose en el interior de un enorme caballo de madera que sus enemigos introducen en la ciudad. El espía Sinón les hace creer que es una ofrenda de los griegos (cuya flota aparentemente ha zarpado) a la diosa Palas Atenea y les convence de que, si rinden culto a ese caballo, vencerán a los griegos. De noche Sinón abrirá los flancos del caballo, y los griegos saldrán de su vientre. 68 lugar: ‘aldea grande’. 69 oficial: ‘el que ejerce un oficio’; luego precisará: un tejedor (v. 478). 67

25

en azucena y jazmín, en marfil, en plata, en nieve, y en la cortina, que debe

485

de llamarse el faldellín, con que yo me deshacía; mas tomé más cuerdo acuerdo y di en pensar, como cuerdo, lo que más le parecía: cestos de calabazones, 71

490

baúles viejos, maletas de cartas para estafetas, almofrejes y jergones; 72 con que se trocó en desdén el amor y la esperanza, y olvidé la dicha panza por siempre jamás, amén; que era tal, que en los dobleces —y no es mucho encarecer— se pudieran esconder cuatro manos de almireces. 73 TEODORO

495

500

En las gracias de Marcela

70 azar: ‘azahar’. Piensa en términos que son metáforas de la belleza del rostro blanquísimo de la dama. Contrasta por su lenguaje estilizado con la alusión al faldellín, como cortina que oculta otras partes del cuerpo de la dama. «Dos tragos de agua de azar» dice el v. 826 de La discreta enamorada, donde azar rima con martelar. 71 calabazón: ‘calabaza grande’. 72 almofrej: ‘bolsa cuadrada que contiene un colchón pequeño y la ropa de cama que llevan los caminantes’; jergón: ‘funda gruesa en forma de colchón que suele llenarse de paja’. 73 mano de almirez: ‘el instrumento de madera que sirve para moler en el mortero’.

26

no hay defetos que pensar. Yo no la pienso olvidar. TRISTÁN

505

Pues a tu desgracia apela y sigue tan loca empresa.

TEODORO

Toda es gracias: ¿qué he de hacer?

TRISTÁN

Pensarlas hasta perder la gracia de la condesa.

510

Sale la condesa. DIANA

Teodoro... La misma es.

TEODORO DIANA TEODORO TRISTÁN

Escucha. A tu hechura manda. (Si en averiguarlo anda,

de casa volamos tres.) DIANA

Hame dicho cierta amiga, que desconfía de sí, que el papel que traigo aquí le escriba; a hacerlo me obliga la amistad, aunque yo ignoro, Teodoro, cosas de amor; y que le escribas mejor vengo a decirte, Teodoro. Toma y lee.

TEODORO

Si aquí, señora, has puesto la mano,

515

520

27

igualarle fuera en vano, y fuera soberbia en mí. Sin verle, pedirte quiero

525

que a esa señora le envíes. DIANA TEODORO

Lee, lee. Que desconfíes me espanto. Aprender espero estilo que yo no sé;

530

que jamás traté de amor. DIANA

¿Jamás, jamás?

TEODORO

Con temor de mis defetos, no amé, que soy muy desconfïado.

DIANA

TEODORO DIANA

535

Y se puede conocer de que no te dejas ver, pues que te vas rebozado. 74 ¡Yo, señora! ¿Cuándo o cómo? Dijéronme que salió

540

75

anoche acaso y te vio rebozado el mayordomo. TEODORO

DIANA 74 75

Andaríamos burlando Fabio y yo, como solemos, que mil burlas nos hacemos. Lee, lee.

rebozado: ‘arrebozado, cubierta la parte inferior del rostro con la capa’. acaso: ‘casualmente’

545

28

TEODORO

DIANA

Estoy pensando que tengo algún envidioso. Celoso podría ser. Lee, lee.

TEODORO

Quiero ver ese ingenio milagroso.

550

(Lea.) «Amar por ver amar envidia ha sido, y, primero que amar, estar celosa es invención de amor maravillosa y que por imposible se ha tenido. De los celos mi amor ha procedido por pesarme que, siendo más hermosa, no fuese en ser amada tan dichosa que hubiese lo que envidio merecido. Estoy sin ocasión desconfïada, celosa sin amor, aunque sintiendo;

555 76

560

debo de amar, pues quiero ser amada. Ni me dejo forzar 77 ni me defiendo; darme quiero a entender sin decir nada; entiéndame quien puede, yo me entiendo.» 78 DIANA TEODORO

¿Qué dices? Que si esto es

565

76 Si dice siendo más hermosa, manifiesta que se compara con otra mujer, a la que está segura supera en belleza. 77 forzar: ‘obligar’. 78 entiéndame quien puede, yo me entiendo: intendami chi pò, ch’i’m’intend’io, v. 17 de la canción XI de Petrarca, como indica V. Dixon.

29

a propósito del dueño, no he visto cosa mejor; mas confieso que no entiendo cómo puede ser que amor venga a nacer de los celos, pues que siempre fue su padre. DIANA

570 79

Porque esta dama sospecho que se agradaba de ver este galán, sin deseo, y viéndole ya empleado en otro amor, con los celos vino a amar y a desear. ¿Puede ser?

TEODORO

Yo lo concedo; mas ya esos celos, señora, de algún principio nacieron, y ése fue amor; que la causa

575

580

no nace de los efetos, sino los efetos della. DIANA

No sé, Teodoro; esto siento desta dama, pues me dijo que nunca al tal caballero

585

79 Garcilaso en el soneto XXXI establece una relación de parentesco entre el yo poético, que es el padre, el amor, el hijo, y el celoso temor, el nieto, porque éste nace del amor: «Dentro en mi alma fue de mí engendrado / un dulce amor, .... mas luego dél nació quien ha estragado / del todo el amoroso pensamiento» (vv. 1, 5-6). Octavio enseña a su hija boba, Finea, la palabra celos y le dice que son hijos del amor. Finea replica: «El padre puede dar mil regocijos / y es muy hombre de bien, mas desdichado / en que tan malos hijos ha criado» (vv. 1810-1812, en Navarro Durán, Rosa (ed.) 1989: 73.).

30

tuvo más que inclinación; 80 y en viéndole amar, salieron al camino de su honor mil salteadores 81 deseos, que le han desnudado el alma

590

del honesto pensamiento con que pensaba vivir. TEODORO

DIANA

Muy lindo papel 82 has hecho; yo no me atrevo a igualarle.

595

Entra y prueba. No me atrevo.

TEODORO DIANA

Haz esto, por vida mía.

TEODORO

Vusiñoría con esto quiere probar mi ignorancia.

DIANA

Aquí aguardo; vuelve luego.

TEODORO

Yo voy.

600

Vase Escucha, Tristán.

80

DIANA

A ver lo que mandas vuelvo,

TRISTÁN

con vergüenza destas calzas; 83 que el secretario, mi dueño,

inclinación: ‘afición, amistad’. salteadores: ‘que asaltan’, como si de ladrones se tratara («salieron al camino ... le han desnudado»). 82 papel: ‘escrito’. 83 calzas: ‘calzones angostos que se ataban a la cintura’. 81

31

anda falido 84 estos días; y hace mal un caballero, sabiendo que su lacayo

605

le va sirviendo de espejo, de lucero y de cortina, en no traerle bien puesto. 85 Escalera del señor

610

si va a caballo, un discreto nos llamó, pues a su cara se sube por nuestros cuerpos. No debe de poder más. DIANA

¿Juega?

TRISTÁN

¡Pluguiera a los cielos! Que a quien juega, nunca faltan desto o de aquello dineros. Antiguamente los reyes algún oficio aprendieron,

615

620

por, si en la guerra o la mar perdían su patria y reino, saber con qué sustentarse. ¡Dichosos los que pequeños aprendieron a jugar! Pues en faltando, 86es el juego un arte noble que gana 84

625

falido: ‘arruinado’. Son las funciones del criado, según Tristán: su señor se refleja en él (por eso debe ir bien vestido), que le guía y le encubre. Además se llega al señor a través del criado. 86 en faltando: ‘si falta’ el sustento. 85

32

con poca pena el sustento. Verás un grande pintor, acrisolando 87 el ingenio,

630

hacer una imagen viva, y decir el otro necio que no vale diez escudos; y que el que juega, en diciendo «paro», 88 con salir la suerte, le sale a ciento por ciento. DIANA TRISTÁN

635

En fin, ¿no juega? Es cuitado. 89

DIANA

A la cuenta será cierto tener amores.

TRISTÁN

¡Amores! ¡Oh qué donaire! 90Es un hielo.

DIANA

Pues un hombre de su talle, 91 galán, discreto y mancebo, 92

640

¿no tiene algunos amores de honesto entretenimiento? TRISTÁN

87

Yo trato en paja y cebada, no en papeles y requiebros. De día te sirve aquí;

acrisolando: ‘dando esplendor, agudizando’. parar: ‘indicar la cantidad que se apuesta al lance o suerte’. 89 cuitado: ‘apocado’. 90 donaire: ‘gracia’. 91 talle: ‘figura, traza, apariencia’. 92 galán: ‘hombre apuesto’; mancebo: ‘joven’. 88

645

33

que está ocupado sospecho. DIANA

Pues ¿nunca sale de noche?

TRISTÁN

No le acompaño; que tengo una cadera quebrada.

DIANA

¿De qué, Tristán?

TRISTÁN

Bien te puedo responder lo que responden las malcasadas, en viendo cardenales en su cara

650

655

93

del mojicón de los celos: «Rodé por las escaleras». DIANA

¿Rodaste?

TRISTÁN

Por largo trecho. Con las costillas conté los pasos.

DIANA

Forzoso es eso, si a la lámpara, Tristán, le tirabas el sombrero.

TRISTÁN

(¡Oxte, puto! 94¡Vive Dios, que se sabe todo el cuento!)

DIANA

¿No respondes?

TRISTÁN

Por pensar cuándo..., pero ya me acuerdo: anoche andaban en casa

93 94

mojicón: ‘puñetazo’. ¡Oxte, puto!: exclamación vulgar, como de criado.

660

665

34

unos murciégalos 95 negros; el sombrero los tiraba; fuese a la luz uno dellos,

670

y acerté, por dar en él, en la lámpara, y tan presto por la escalera rodé que los dos pies se me fueron. DIANA

Todo está muy bien pensado, pero un libro de secretos 96 dice que es buena la sangre para quitar el cabello —desos murciégalos digo—; y haré yo sacarla luego,

675

680

si es cabello la ocasión, para quitarla con ellos. 97 TRISTÁN

95

(¡Vive Dios, que hay chamusquina, 98 y que por murciegalero 99

murciégalos: ‘murciélagos’, con metátesis. libro de secretos: ‘libro de remedios’, como el que apunta para quitar el pelo con la sangre del murciélago. V. Dixon cita estos versos de Los locos de Valencia: «Para celosas pasiones / .... sangre caliente / de murciégalo en la frente; / que si a quitar pelos vale, / también lo que en ella sale / con el celoso accidente» (Biblioteca de Autores Españoles, XXIV, 119a). Podría leerse incluso como un anuncio textual de la sangre de Teodoro (uno de los dos murciélagos) causada por el bofetón de Diana. 97 Juega con la expresión coger la ocasión por los pelos. Como dice Covarrubias, la pintaban como doncella «con un copete de cabellos que le caían encima del rostro y todo lo demás de la cabeza sin ningún cabello; dando a entender que si, ofrecida la ocasión, no le echamos mano de los cabellos con la buena diligencia, se nos pasa en un momento, sin que más se nos vuelva a ofrecer» (Tesoro de la Lengua Castellana; a partir de ahora Tesoro). 98 chamusquina: ‘sospecha’, como «olor a chamusquina». 99 murciegalero: de murciégalo, murciegalero, por haberlos inventado. Son creaciones frecuentes de los criados las derivaciones cómicas. Covarrubias dice de murciélago que «es símbolo 96

35

me pone en una galera!) DIANA

685

(¡Qué traigo de pensamientos!) 100 Sale Fabio.

FABIO

Aquí está el marqués Ricardo.

DIANA

Poned esas sillas luego. Sale Ricardo, marqués, y Celio.

RICARDO

Con el cuidado que el amor, Diana, 101 pone en un pecho que aquel fin desea que la mayor dificultad allana, el mismo quiere que te adore y vea; solicito mi causa, aunque por vana esta ambición algún contrario crea, que dando más lugar a su esperanza, tendrá menos amor que confïanza. Está vusiñoría tan hermosa que estar buena el mirarla me asegura;

690

695

que en la mujer —y es bien pensada cosa— la más cierta salud es la hermosura; 700 que en estando gallarda, alegre, airosa, del malhechor que se anda escondiendo» (Tesoro). Juan Hidalgo describe al murciegalero como «el ladrón que deshace la ropa que otros ladrones hurtan o que hurtan a prima noche». 100 Qué... de: ‘cuántos’. 101 Ricardo habla en octavas reales; la métrica subraya el tono engolado del parlamento del personaje, que pregunta a Diana cómo está él, pues deduce por su hermosura que ella está muy bien.

36

es necedad, es inorancia pura, llegar a preguntarle si está buena, que todo entendimiento la condena. Sabiendo que lo estáis, como lo dice la hermosura, Diana, y la alegría,

705

de mí, si a la razón no contradice, saber, señora, cómo estoy querría. DIANA

Que vuestra señoría solenice lo que en Italia llaman gallardía

710

por hermosura, es digno pensamiento de su buen gusto y claro entendimiento. Que me pregunte cómo está, no creo que soy tan dueño suyo que lo diga. RICARDO

Quien sabe de mi amor y mi deseo el fin honesto, a este favor se obliga. A vuestros deudos inclinados veo para que en lo tratado se prosiga; sólo falta, señora, vuestro acuerdo, porque sin él las esperanzas pierdo. Si, como soy señor de aquel estado que con igual nobleza heredé agora, lo fuera desde el sur más abrasado a los primeros paños del aurora; 102 si el oro, de los hombres adorado, las congeladas lágrimas

102

103

715

720

725

que llora

Perífrasis que pretende ser culta que designa al norte, frente al «sur más abrasado»: los primeros lugares (paños, tapices) por donde sale el sol (aunque éste salga por el oriente). Dice Góngora: «las dos partes rayaba del teatro / el sol» (Soledad primera, vv. 980-981).

37

el cielo, o los diamantes orientales que abrieron por el mar caminos tales, tuviera yo, lo mismo os ofreciera, y no dudéis, señora, que pasara a donde el sol apenas luz me diera

730

—como a sólo serviros importara—; en campañas de sal pies de madera 104 por las remotas aguas estampara hasta llegar a las australes playas, del humano poder últimas rayas. DIANA

735 105

Creo, señor marqués, el amor vuestro; y satisfecha de nobleza tanta, haré tratar el pensamiento nuestro, si el conde Federico no le espanta.

RICARDO

740

Bien sé que en trazas 106 es el conde diestro, porque en ninguna cosa me adelanta; mas yo fío de vos que mi justicia los ojos cegará de su malicia. Sale Teodoro.

TEODORO

103

Ya lo que mandas hice.

congeladas lágrimas: ‘perlas, gotas de rocío’. Al decir que surcaría el mar con un navío, está parodiando el estilo de las Soledades: «surcó ... el campo undoso en mal nacido pino» (vv. 370-371). Recuerda la construcción gongorina «en carro de cristal campos de plata» (v. 120 de la Fábula de Polifemo y Galatea). 105 Nueva perífrasis para indicar ‘por todas partes, del norte al sur’. 106 traza: ‘engaño, invención, industria’. 104

38

RICARDO

Si ocupada vuseñoría está, no será justo hurtarle el tiempo.

DIANA

puesto que RICARDO

107

745

No importara nada, a Roma escribo.

No hay disgusto como en día de cartas dilatada visita. Sois discreto.

DIANA

En daros gusto.

RICARDO

750

Celio, ¿qué te parece? CELIO

Que quisiera que ya tu justo amor premio tuviera. Vase Ricardo.

DIANA TEODORO

¿Escribiste? Ya escribí, aunque bien desconfïado; mas soy mandado y forzado.

DIANA TEODORO DIANA

Muestra. Lee. Dice así: (Lee Diana.)

107

puesto que: ‘aunque’; lo mismo en el v. 760.

755

39

«Querer por ver querer envidia fuera, si quien lo vio sin ver amar no amara, porque, si antes de amar no amar pensara, después no amara, puesto que amar viera. Amor, que lo que agrada considera

760

en ajeno poder, su amor declara; que como la color 108 sale a la cara, sale a la lengua lo que al alma altera. No digo más, porque lo más ofendo

765

desde lo menos, si es que desmerezco porque del ser dichoso me defiendo. Esto que entiendo solamente ofrezco; que lo que no merezco no lo entiendo, por no dar a entender que lo merezco».109 DIANA TEODORO

Muy bien guardaste el decoro. ¿Búrlaste? ¡Pluguiera a Dios!

DIANA TEODORO DIANA

770

¿Qué dices? Que de los dos, el tuyo vence, Teodoro.

TEODORO

Pésame, pues no es pequeño principio de aborrecer

775

un crïado, el entender 108

la color: el susbstantivo podía tener los dos géneros. Lope incluye en el molde italianizante, el soneto, los juegos verbales propios de la poesía cancioneril, que le van muy bien para ese decir sin decir de sus portagonistas.

109

40

que sabe más que su dueño. De cierto rey se contó 110 que le dijo a un gran privado:

780

«Un papel me da cuidado, y si bien le he escrito yo, quiero ver otro de vos, y el mejor escoger quiero». Escribióle el caballero, y fue el mejor de los dos.

785

Como vio que el rey decía que era su papel mejor, fuese y díjole al mayor hijo, de tres que tenía: «Vámonos del reino luego, que en gran peligro estoy yo». El mozo le preguntó la causa, turbado y ciego; y respondióle: «Ha sabido el rey que yo sé más que él». Que es lo que en este 111 papel

790

795

me puede haber sucedido.

110 Uno de los cuentecillos que inserta Lope en sus obras; Tristán contará otro en los vv. 2300-2315. Este está narrado en la carta de Antonio Pérez A un gran privado, fechada el 24 de junio de 1594. Lo cuenta como suceso entre el conde don Luis de Silvera y el rey don Manuel de Portugal: «El conde se fue a su casa y, con ser mediodía, mandó ensillar dos caballos para dos hijos suyos, y sin comer los llevó al campo, y les dijo: “Hijos, cada uno busque su vida, y yo la mía; que no hay vivir aquí, que el rey conosce que sé más que él”» (Biblioteca de Autores Españoles, XIII, p. 471). 111 este: aqueste en las ediciones, pero el verso sería eneasílabo.

41

DIANA

No, Teodoro, que aunque digo que es el tuyo más discreto, es porque sigue el conceto 112

800

de la materia que sigo, y no para que presuma tu pluma que, si me agrada, pierdo el estar confïada

805

113

de los puntos de mi pluma. Fuera de que soy mujer a cualquier error sujeta, y no sé si muy discreta, como se me echa de ver. Desde lo menos aquí dices que ofendes lo más, 114 y amando, engañado estás, porque en amor no es ansí; que no ofende un desigual amando, pues sólo entiendo que se ofende aborreciendo. TEODORO

112

Ésa es razón natural; mas pintaron a Faetonte 115 y a Ícaro despeñados, 116

810

815

820

conceto: ‘concepto’. puntos: ‘tantos que se ganan’; aquí los ‘aciertos’, el valor de su escritura. 114 dices que ofendes lo más: «lo más ofendo / desde lo menos» ha dicho él (vv. 765-766). 115 Faetonte, que, fulminado por el rayo de Júpiter, cayó envuelto en llamas en el río Erídano. Pretendía mostrar su condición de hijo de Faetón conduciendo el carro que dominaba su padre, y sus indómitos caballos se le desbocaron acercando peligrosamente el sol a la tierra y quemándola. 113

42

uno, en caballos dorados, precipitado en un monte, y otro, con alas de cera, derretido en el crisol 117 del sol. DIANA

No lo hiciera el sol si, como es sol, mujer fuera.

825

Si alguna cosa sirvieres alta, sírvela y confía; que amor no es más que porfía; 118 no son piedras las mujeres. Yo me llevo este papel; que despacio me conviene

830

verle. Mil errores tiene.

TEODORO DIANA

No hay error ninguno en él.

TEODORO

Honras mi deseo; aquí traigo el tuyo.

DIANA

Pues allá le guarda, aunque bien será

835

rasgarle. 116

En el v. 125 ya lo había citado Fabio. Teodoro recuerda a los dos personajes castigados por su vanidad y presunción; pretendieron objetivos inalcanzables y cayeron despeñados por su ambición. A él le puede ocurrir lo mismo si se atreve a acercarse al sol que es Diana. 117 crisol: ‘recipiente donde los plateros funden el oro y la plata’. 118 «Si gasta el mar la endurecida roca / con el curso del agua tierna y blanda» y «Con el tiempo el villano a la melena» son dos sonetos de Lope en donde glosa el poder de la porfía, de la insistencia.

43

TEODORO DIANA

¿Rasgarle? Sí, que no importa que se pierda, si se puede perder más. 119

840

Váyase. TEODORO

Fuese. ¿Quién pensó jamás de mujer tan noble y cuerda este arrojarse tan presto a dar su amor a entender? Pero también puede ser que yo me engañase en esto; mas no me ha dicho jamás, ni a lo menos se me acuerda: «Pues ¿qué importa que se pierda, si se puede perder más?». «Perder más»..., bien puede ser por la mujer que decía..., mas todo es bachillería, 120 y ella es la misma mujer. Aunque no, que la condesa es tan discreta y tan varia, 121

845

850

855

que es la cosa más contraria de la ambición que profesa. 119

Ese nuevo juego de voces substituye al anterior (vv. 811-812), y su significado ambiguo se convierte en el centro del soliloquio de Teodoro. 120 bachillería: ‘hablar mucho y sin fundamento’; también en el v. 93. 121 varia: ‘fecunda en ideas’.

44

Sírvenla príncipes hoy en Nápoles que no puedo ser su esclavo. Tengo miedo;

860

que en grande peligro estoy. Ella sabe que a Marcela sirvo, pues aquí ha fundado el engaño y me ha burlado;

865

122

pero en vano se recela mi temor, porque jamás burlando salen colores. ¿Y el decir con mil temores que «se puede perder más»? ¿Qué rosa, al llorar la aurora, 123 hizo de las hojas ojos, abriendo los labios rojos con risa a ver cómo llora, como ella los 124 puso en mí, bañada en púrpura y grana; 125 o qué pálida manzana se esmaltó de carmesí? Lo que veo y lo que escucho, yo lo juzgo —o estoy loco— para ser de veras poco, y para de burlas mucho. 122

870

875

880

se recela: ‘teme, desconfía’. al llorar la aurora: sus lágrimas son el rocío; metafóricamente perlas. 124 los: los ojos. 125 Teodoro enlaza metáforas para mencionar el sonrojo que vio en el rostro de Diana. 123

45

Mas teneos, pensamiento, que os vais ya tras la grandeza, aunque si digo belleza,

885

bien sabéis vos que no miento; que es bellísima Diana, y en discreción sin igual. Sale Marcela. MARCELA TEODORO

¿Puedo hablarte? Ocasión tal mil imposibles allana; que por ti, Marcela mía,

890

la muerte me es agradable. MARCELA

Como yo te vea y hable, dos mil vidas perdería. Estuve esperando el día,

895

como el pajarillo solo, y cuando vi que, en el polo que Apolo más presto dora, le despertaba la Aurora, dije: «Yo veré mi Apolo». 126 Grandes cosas han pasado; que no se quiso acostar la condesa hasta dejar

900

126 No son muy afortunados estos versos que atribuye Lope a Marcela. Apolo es el sol la primera vez que lo menciona, aludiendo al amanecer, y, además del sol, la belleza masculina por antonomasia en la segunda.

46

satisfecho su cuidado. Amigas que han envidiado mi dicha con deslealtad

905

le han contado la verdad; que entre quien sirve, aunque veas que hay amistad, no la creas, porque es fingida amistad.

910

Todo lo sabe en efeto; que si es Diana la luna, siempre a quien ama importuna, 127 salió y vio nuestro secreto. Pero será, te prometo, para mayor bien, Teodoro; que del honesto decoro con que tratas de casarte le di parte, y dije aparte cuán tiernamente te adoro. Tus prendas le encarecí, tu estilo, tu gentileza; y ella entonces su grandeza mostró tan piadosa en mí, que se alegró de que en ti 127

915

920

925

Diana, la diosa casta, rechaza el amor. Lope utiliza el nombre de la condesa con esa connotación: rechaza a todos sus pretendientes. También se llamará Diana la protagonista de La boba para los otros y discreta para sí de Lope y la de El desdén, con el desdén de Agustín Moreto, con semejante función evocadora —es la dama esquiva— y con deudas con esta obra de Lope. En ella Polilla, el gracioso, le dirá a Diana: «Deja, señora, querer, / si no quieres; que eso es ser / el perro del hortelano», (ed. de F. Rico 1978: 211.).

47

hubiese los ojos puesto, y de casarnos muy presto palabra también me dio, luego que de mí entendió que era tu amor tan honesto.

930

Yo pensé que se enojara y la casa revolviera, que a los dos nos despidiera y a los demás castigara; mas su sangre ilustre y clara, y aquel ingenio en efeto tan prudente y tan perfeto conoció lo que mereces. ¡Oh, bien haya —¡amén mil veces!— quien sirve a señor discreto! 128 TEODORO

¿Que casarme prometió contigo?

MARCELA

¿Pones en duda 129 que a su ilustre sangre acuda?

TEODORO

(Mi ignorancia me engañó, que, necio, pensaba yo que hablaba en mí la condesa. De haber pensado me pesa

935

940

945

que pudo tenerme amor; 128 También en la onceava parte se publica la obra de Lope Servir a señor discreto, fechada entre 1610 y 1612. 129 Zerolo (ed.), 1886. propone Pues. pones, que aceptan los otros editores, salvo V. Dixon, a quien sigo.

48

que nunca tan alto azor se humilla a tan baja presa.) 130 MARCELA TEODORO

950

¿Qué murmuras entre ti? Marcela, conmigo habló, pero no se declaró en darme a entender que fui el que embozado salí anoche de su aposento.

MARCELA

955

Fue discreto pensamiento, por no obligarse al castigo de saber que hablé contigo, si no lo es el casamiento; que el castigo más piadoso de dos que se quieren bien

960

es casarlos. TEODORO

Dices bien, y el remedio más honroso.

MARCELA

¿Querrás tú? Seré dichoso.

TEODORO MARCELA

Confírmalo.

TEODORO

Con los brazos, que son los rasgos y lazos 131 de la pluma del amor,

965

130 Usa términos de la caza de altanería para el amor, como en la lírica. Diana sería el alto azor, y él la baja presa. 131 rasgo: ‘línea para el adorno de las letras’; se suele hacer en las mayúsculas; lazos: ‘los enlaces de líneas que se hacen con la pluma en el papel’. Juega con su doble sentido.

49

pues no hay rúbrica mejor que la que firman los brazos.

970

Sale la condesa. DIANA

Esto se ha enmendado bien; agora estoy muy contenta, que siempre a quien reprehende da gran gusto ver la enmienda. No os turbéis ni os alteréis.

TEODORO

975

Dije, señora, a Marcela que anoche salí de aquí con tanto disgusto y pena de que vuestra señoría imaginase en su ofensa este pensamiento honesto para casarme con ella, que me he pensado morir; y dándome por respuesta que mostrabas en casarnos tu piedad y tu grandeza, dile mis brazos; y advierte que, si mentirte quisiera, no me faltara un engaño, 132 pero no hay cosa que venza, como decir la verdad, a una persona discreta.

132

Se le ocurriría algo para engañarla.

980

985

990

50

DIANA

Teodoro, justo castigo la deslealtad mereciera de haber perdido el respeto

995

a mi casa; y la nobleza que usé anoche con los dos no es justo que parte 133 sea a que os atreváis ansí; que, en llegando a desvergüenza el amor, no hay privilegio

1000

que el castigo le defienda. Mientras no os casáis los dos, mejor estará Marcela cerrada en un aposento; que no quiero yo que os vean juntos las demás crïadas, y que por ejemplo os tengan para casárseme todas. ¡Dorotea! ¡Ah, Dorotea! Sale Dorotea. DOROTEA DIANA

¿Señora? Toma esta llave y en mi propia cuadra 134 encierra a Marcela, que estos días podrá hacer labor en ella.

133 134

parte: ‘motivo’. cuadra: ‘sala’.

1005

1010

51

No diréis que esto es enojo. DOROTEA

1015

¿Qué es esto, Marcela? Fuerza

MARCELA

de un poderoso tirano y una rigurosa estrella. 135 Enciérrame por Teodoro. DOROTEA

Cárcel aquí no la temas, y para puertas de celos

1020

tiene amor llave maestra. Váyanse las dos; queden la condesa y Teodoro. DIANA

En fin, Teodoro, ¿tú quieres casarte?

TEODORO

Yo no quisiera hacer cosa sin tu gusto, y créeme que mi ofensa no es tanta como te han dicho; que bien sabes que con lengua de escorpión pintan la envidia y que, si Ovidio supiera qué era servir, no en los campos,

1025

1030

no en las montañas desiertas pintara su escura casa; 136 135 Marcela se da cuenta de que el amor, poderoso tirano, es la razón de la decisión de Diana, y su rigurosa estrella su destino desfavorable. 136 «Es una casa oculta en un valle profundo, privada de sol, no accesible a ningún viento, lúgubre, transida de un frío que paraliza y que, desprovista siempre de fuego, está

52

que aquí habita y aquí reina. DIANA

TEODORO

Luego ¿no es verdad que quieres a Marcela?

1035

Bien pudiera vivir sin Marcela yo.

DIANA

Pues díceme que por ella pierdes el seso.

TEODORO

Es tan poco, que no es mucho que le pierda;

1040

mas crea vusiñoría que, aunque Marcela merezca esas finezas, en mí no ha habido tantas finezas. DIANA

Pues ¿no le has dicho requiebros tales que engañar pudieran a mujer de más valor?

TEODORO

Las palabras poco cuestan.

DIANA

¿Qué le has dicho, por mi vida? ¿Cómo, Teodoro, requiebran los hombres a las mujeres?

TEODORO

Como quien ama y quien ruega, vistiendo de mil mentiras una verdad, y ésa apenas.

DIANA

Sí, pero ¿con qué palabras?

1045

1050

1055

siempre sumida en tenebrosa bruma», Metamorfosis, II (vv. 760-765; trad. de A. Ruiz de Elvira 1964.).

53

TEODORO

Extrañamente me aprieta 137 vuseñoría. «Esos ojos —le dije—, esas niñas bellas, son luz con que ven los míos», y «los corales y perlas 138

1060

desa boca celestial...» DIANA TEODORO

¿Celestial? Cosas como éstas son la cartilla, 139señora, de quien ama y quien desea.

DIANA

Mal gusto tienes, Teodoro; no te espantes de que pierdas hoy el crédito conmigo, porque sé yo que en Marcela hay más defectos que gracias, 140 como la miro más cerca.

1065

1070

Sin esto, porque no es limpia, no tengo pocas pendencias con ella..., pero no quiero desenamorarte della;

137

me aprieta: ‘me insta, me aguija’. corales y perlas: metáforas fosilizadas del lenguaje poético para referirse a labios y dientes. 139 cartilla: ‘cuadernillo con las letras y los rudimentos para aprender a leer o, por extensión, para saber cualquier ciencia’. 140 Es una traza habitual de la comedia de enredo inventar defecto al rival en amores, como empieza a hacer Diana y luego sólo sugiere faltas que no dice. Ya Tristán, siguiendo a Ovidio, había recomendado a su amo, para desenamorarse, recordar los defectos de su amada (vv. 439 y ss.). 138

54

que bien pudiera decirte cosas..., pero aquí se quedan sus gracias o sus desgracias;

1075

que yo quiero que la quieras y que os caséis en buen hora. Mas pues de amador te precias, dame consejo, Teodoro,

1080

—¡ansí a Marcela poseas!— para aquella amiga mía, que ha días que no sosiega de amores de un hombre humilde,

1085

porque si en quererle piensa, ofende su autoridad, y si de quererle deja, pierde el jüicio de celos; que el hombre, que no sospecha tanto amor, anda cobarde, aunque es discreto, con ella. TEODORO

1090

¿Yo, señora, sé de amor? No sé, por Dios, cómo pueda aconsejarte.

DIANA

¿No quieres, como dices, a Marcela? ¿No le has dicho esos requiebros?

1095

Tuvieran lengua las puertas, que ellas dijeran... TEODORO

No hay cosa que decir las puertas puedan.

1100

55

DIANA

Ea, que ya te sonrojas, y lo que niega la lengua confiesas con las colores.

TEODORO

Si ella te lo ha dicho, es necia; una mano le tomé,

1105

y no me quedé con ella, que luego se la volví; 141 no sé yo de qué se queja. DIANA

Sí, pero hay manos que son como la paz de la Iglesia, 142

1110

que siempre vuelven besadas. TEODORO

Es necísima Marcela; es verdad que me atreví, pero con mucha vergüenza, a que templase la boca con nieve y con azucenas. 143

DIANA

1115

¿Con azucenas y nieve? Huelgo de saber que tiempla 144 ese emplasto el corazón. 145

141

Utiliza el lenguaje o el gesto amoroso en sentido literal como hace a veces Finea en La dama boba. 142 paz de la Iglesia: «en la misa se llama la ceremonia en que el celebrante besa la patena y luego abraza al diácono, y éste al subdiácono» (Aut.). 143 Es decir, le besó la mano: la nieve y las azucenas son metáforas que subrayan su blancura; así la nieve tiempla su boca. Dice Lucindo en La discreta enamorada: «Templó el fuego / arrimando la nieve de su mano, / porque salió a la boca el alma luego, / hecha un volcán de amor, por agua en vano» (vv. 1920-1923); y en Servir a señor discreto, el conde: «aunque la nieve de su blanca mano / templaba aquel incendio con que ardía / el alma que a mirarla se atrevía» (vv. 1506-1508). 144 tiempla: ‘templa’.

56

Ahora bien, ¿qué me aconsejas? TEODORO

1120

Que si esa dama que dices hombre tan bajo desea, y de quererle resulta a su honor tanta bajeza, haga que con un engaño, sin que la conozca, pueda

1125

gozarle. DIANA

Queda el peligro de presumir que lo entienda. ¿No será mejor matarle? 146

TEODORO

De Marco Aurelio se cuenta que dio a su mujer Faustina, para quitarle la pena,

1130

sangre de un esgrimidor; 147 pero estas romanas pruebas son buenas entre gentiles. 148 DIANA

1135

Bien dices; que no hay Lucrecias, ni Torcatos, ni Virginios 149

145

Diana habla de la mezcla de nieve y azucenas como emplasto, medicamento hecho de varios elementos mezclados para templar o calmar, sosegar el corazón. 146 Juegan muy fuerte los dos con sus propuestas. 147 sgrimidor: ‘gladiador’. 148 Teodoro se defiende hábilmente con un ejemplo de la Antigüedad, que rechaza por ser pruebas de gentiles, de ‘paganos’. Faustina, alabada por su esposo el emperador Marco Aurelio, tenía, en cambio, fama de disoluta (tal vez infundada). Pedro Mexía en su Silva de varia lección, III, 13, cuenta cómo los sabios dijeron que se curaría de tal pasión: «fue que el gladiador de quien Faustina estaba enamorada fuese muerto y, tomada parte de su sangre, la diesen a beber a Faustina, y luego, en habiéndola bebido, su marido, el emperador, y ella durmiesen juntos y que quedaría ella sana» (ed. cit. 1990: 90.).

57

en esta edad, y en aquélla hubo Faustinas, Teodoro, Mesalinas y Popeas. 150

1140

Escríbeme algún papel que a este propósito sea, y queda con Dios. ¡Ay Dios! (Caiga.) Caí. ¿Qué me miras? Llega, 151 dame la mano. TEODORO

El respeto me detuvo de ofrecella.

DIANA

¡Qué graciosa 152 grosería

1145

que con la capa la ofrezcas! TEODORO

Así, cuando vas a misa, te la da Otavio.

DIANA

149

Es aquélla mano que yo no le pido, y debe de haber setenta

1150

Contrapone personajes ejemplares por su castidad con otros que lo son por su libertinaje. Lucrecia se suicidó delante de su padre y esposo, tras contarles la violación que había sufrido de Sexto Tarquino; Manlio Torcuato mandó matar a su hijo que había transgredido la ley que él había dictado prohibiendo los duelos. Lucio Virginio mató a su hija para que no abusara de ella Apio Claudio, que la tenía como esclava. 150 La emperatriz Valeria Mesalina era la esposa de Claudio; Sabina Popea, la de Nerón. Ambas fueron famosas por su crueldad y desenfreno. 151 Diana se cae a propósito —es el gesto teatral que permite la complicidad de los enamorados— para manifestar con un acto, pero veladamente, su amor por Teodoro y hacer que éste le dé la mano para ayudarla. También Nise finge caerse en La dama boba (v. 610), pero para poder darle un papel a Laurencio. Qué: ‘por qué’; Llega: ‘acércate’. 152 graciosa: ‘fuera de propósito, de camino’.

58

años que fue mano y viene amortajada por muerta. 153 Aguardar quien ha caído

1155

a que se vista de seda es como ponerse un jaco 154 quien ve al amigo en pendencia, que, mientras baja, le han muerto; demás que no es bien que tenga nadie por más cortesía,

1160

aunque melindres 155 lo aprueban, que una mano, si es honrada, traiga la cara cubierta. TEODORO

Quiero estimar la merced

1165

que me has hecho. DIANA

Cuando seas escudero, la darás en el ferreruelo 156 envuelta; que agora eres secretario; con que te he dicho que tengas secreta aquesta caída, si levantarte deseas.

1170

Váyase.

153

Amortajada porque viene envuelta con la capa, y muerta porque a ella no le interesa. jaco: «vestido corto, que usaban los soldados en lo antiguo ceñido al cuerpo, de tela muy grosera y tosca, hecho de pelo de cabras» (Aut.). 155 melindre: ‘gesto afectado’. 156 ferreruelo: ‘capa larga, sin capilla’. 154

59

TEODORO

¿Puedo creer que aquesto es verdad? Puedo, si miro que es mujer Diana hermosa. Pidió mi mano, y la color de rosa,

1175

157

al dársela, robó del rostro el miedo. Tembló; yo lo sentí, dudoso quedo. ¿Qué haré? Seguir mi suerte venturosa; si bien, por ser la empresa tan dudosa, niego al temor lo que al valor concedo. Mas dejar a Marcela es caso injusto;

1180

que las mujeres no es razón que esperen de nuestra obligación tanto disgusto. Pero si ellas nos dejan cuando quieren por cualquiera interés o nuevo gusto, 1185 mueran también como los hombres mueren.

157

Diana enrojeció.

60

A CT O S EG U ND O

Salen el conde Federico y Leonido, criado. FEDERICO LEONIDO

¿Aquí la viste? Aquí entró, como el alba por un prado, que a su tapete 158 bordado la primera luz le dio; y según la devoción, 159 no pienso que tardarán,

1190

que conozco al capellán, y es más breve que es razón. FEDERICO

¡Ay si la pudiese hablar!

LEONIDO

Siendo tú su primo, es cosa acompañarla forzosa.

FEDERICO

El pretenderme casar ha hecho ya sospechoso mi parentesco, Leonido; 160 que antes de haberla querido, nunca estuve temeroso. Verás que un hombre visita una dama libremente

1195

1200

por conocido o pariente 158

tapete: ‘alfombra pequeña’; aquí imagen del prado. Porque están los personajes a la puerta de la iglesia, adonde ha entrado Diana (como dice el v. 1219). 160 Leonido es palabra trisílaba. 159

61

mientras no la solicita; 161 pero, en llegando a querella, aunque de todos se guarde,

1205

menos entra y más cobarde, y apenas habla con ella. Tal me ha sucedido a mí con mi prima, la condesa;

1210

tanto, que de amar me pesa, pues lo más del bien perdí, pues me estaba mejor vella tan libre como solía. Sale el marqués Ricardo, y Celio. CELIO

A pie digo que salía,

1215

y alguna gente con ella. RICARDO

CELIO

Por estar la iglesia enfrente, y por preciarse del talle, ha querido honrar la calle. ¿No has visto por el oriente salir serena mañana el sol con mil rayos de oro cuando dora el blanco toro que pace campos de grana? 162 (Que así llamaba un poeta 163

161

1220

1225

solicita: ‘pretende’. . El recuerdo del comienzo de las Soledades es manifiesto: «el mentido robador de Europa .... en campos de zafiro pace estrellas» (vv. 2 y 6).

162

62

los primeros arreboles.) Pues tal salió con dos soles, 164 más hermosa y más perfecta la bellísima Diana, la condesa de Belflor. RICARDO

1230

Mi amor te ha vuelto pintor de tan serena mañana, y hácesla sol con razón, porque el sol en sus caminos

1235

165

va pasando varios signos, que sus pretendientes son. Mira que allí Federico aguarda sus rayos de oro. CELIO

RICARDO

¿Cuál de los dos será el toro a quien hoy al sol aplico? 166 Él por primera afición, aunque del nombre se guarde, 167 que yo, por entrar más tarde, seré el signo del león.

FEDERICO LEONIDO 163

1240

1245

¿Es aquél Ricardo? Él es.

El poeta es Góngora, por tanto. dos soles: sus ojos. 165 signos: los del Zodíaco. Rima con caminos porque no se pronuncia la g. 166 Antes ha dicho que el sol —Diana— salía en el signo del toro (vv. 1225-1226) y ahora se pregunta cuál de los dos pretendientes, o Federico o él, será el toro. 167 . Federico será, pues, el toro —que va antes en el Zodíaco que el signo del león—, porque estaba antes en la puerta de la iglesia. Aunque se guarde del nombre del toro, por sus cuernos, alusión a la condición de cornudo. 164

63

FEDERICO

Fuera maravilla rara que deste puesto faltara.

LEONIDO

Gallardo viene el marqués.

FEDERICO

No pudieras decir más

1250

si tú fueras el celoso. LEONIDO

¿Celos tienes? ¿No es forzoso?

FEDERICO

De alabarle me los das. LEONIDO

Si a nadie quiere Diana, ¿de qué los puedes tener?

FEDERICO

De que le puede querer, que es mujer.

LEONIDO

Sí, mas tan vana, 168 tan altiva y desdeñosa, que a todos os asegura. 169

FEDERICO

Es soberbia la hermosura.

LEONIDO

No hay ingratitud hermosa.

CELIO

168

1260

Diana sale, señor.

RICARDO

Pues tendrá mi noche día. 170

CELIO

¿Hablarásla?

RICARDO

Eso querría, si quiere el competidor.

vana: ‘arrogante, presuntuosa’. asegura: ‘preserva’ del daño, del peligro del amor. 170 Porque ella es su sol. 169

1255

1265

64

Salen Otavio, Fabio, Teodoro, la condesa y, detrás, Marcela, Dorotea, Anarda, con mantos. Llegue el conde por un lado. FEDERICO

Aquí aguardaba con deseo de veros.

DIANA

Señor conde, seáis muy bien hallado.

RICARDO

Y yo, señora, con el mismo 171 agora a acompañaros vengo y a serviros.

DIANA

Señor marqués, ¿qué dicha es esta mía?

1270

¿Tanta merced? RICARDO

Bien debe a mi deseo vuseñoría este cuidado.

FEDERICO

Creo que no soy bien mirado y admitido.

LEONIDO

Háblala; no te turbes.

FEDERICO

¡Ay Leonido! Quien sabe que no gustan de escuchalle ¿de qué te admiras que se turbe y calle?

1275

Todos se entren por la otra puerta acompañando a la condesa, y quede allí Teodoro. TEODORO

Nuevo pensamiento mío, desvanecido 172 en el viento, que, con ser mi pensamiento, de veros volar me río, parad, detened el brío,

171 172

con el mismo: ‘con el mismo deseo de veros’. desvanecido: ‘presuntuoso’.

1280

65

que os detengo y os provoco, porque si el intento es loco, de los dos 173 lo mismo escucho, aunque donde el premio es mucho, el atrevimiento es poco.

1285

Y si por disculpa dais que es infinito el que 174 espero, averigüemos primero, pensamiento, en qué os fundáis.

1290

¿Vos a quien servís amáis? Diréis que ocasión tenéis, si a vuestros ojos creéis; pues, pensamiento, decildes 175 que sobre pajas humildes torres de diamante hacéis. Si no me sucede bien, quiero culparos a vos, mas teniéndola 176 los dos, no es justo que culpa os den; que podréis decir también, cuando del alma os levanto y de la altura me espanto donde el amor os subió, que el estar tan bajo yo 173

1295

1300

1305

los dos: el pensamiento y el yo del propio Teodoro (véanse los vv. 1298-1301 ó 13051307). 174 el que: ‘el premio que’. 175 decildes: ‘decidles’, metátesis frecuente. 176 teniéndola: la culpa.

66

os hace a vos subir tanto. Cuando algún hombre ofendido al que le ofende defiende, que dio la ocasión se entiende, del daño que os ha venido; 177

1310

sed en buen hora atrevido, que, aunque los dos nos perdamos, esta disculpa llevamos: que vos os perdéis por mí, y que yo tras vos me fui sin saber adónde vamos.

1315

Id en buen hora, aunque os den mil muertes por atrevido; que no se llama perdido el que se pierde tan bien. 178

1320

179

Como a otros dan parabién de lo que hallan, estoy tal que de perdición igual os le doy, porque es perderse tan bien que puede tenerse

1325

envidia del mismo mal. TRISTÁN

Si en tantas lamentaciones

177 os ha venido: Dixon dice, con razón, que la pausa debe estar tras este cuarto verso, como en las anteriores décimas, y sugiere que Lope pudo haber escrito del daño que es avenido, es decir, del daño sucedido. 178 El poliptoton perdido, pierde es uno de los juegos verbales típicos de la poesía cancioneril. 179 Enmienda de Zerolo; dan parabién: ‘felicitan’. Dixon no la sigue; pero véase en el v. 1325: os le doy, y en el v. 2970: A darle van el parabién.

67

cabe un papel de Marcela, que contigo se consuela de sus pasadas prisiones,

1330 180

bien te le daré sin porte, porque a quien no ha menester 181 nadie le procura ver, a la usanza de la corte. Cuando está en alto lugar un hombre —y ¡qué bien lo imitas!—,

1335

¡qué le vienen de visitas a molestar y a enfadar! Pero si mudó de estado, como es la fortuna incierta, todos huyen de su puerta como si fuese apestado.

1340

¿Parécete que lavemos en vinagre 182 este papel? TEODORO

Contigo, necio, y con él, entrambas cosas tenemos.

1345

Muestra, que vendrá lavado, si en tus manos ha venido. «A Teodoro, mi marido.» (Lea.)

180

porte: ‘el dinero que se paga por llevar la carta’. menester: ‘empleo, ministerio’. 182 Dado el poco gusto que tendrá Teodoro en recibirlo; como dice (Aut.) en una acepción de vinagre: «lo que se muda o trueca de bueno en malo». Teodoro, en su réplica, juega con el término llamando borracho a Tristán. 181

68

¿Marido? ¡Qué necio enfado! ¡Qué necia cosa! TRISTÁN TEODORO

1350

Es muy necia. Pregúntale a mi ventura si, subida a tanta altura, esas mariposas 183 precia.

TRISTÁN

Léele, por vida mía, aunque ya estés tan divino; 184

1355

que no se desprecia el vino de los mosquitos que cría; 185 que yo sé cuándo Marcela, que llamas ya mariposa, era águila 186 caudalosa. TEODORO

183

El pensamiento, que vuela a los mismos cercos de oro del sol, 187 tan baja la mira, que aun de que la vee se admira.

1360

1365

esas mariposas: se refiere a Marcela, como dice Tristán (vv. 1360-1361); la ve como mariposa que, atraída por la luz, perece en ella. Su ventura vuela muy alto; podría identificarse con Ícaro, personaje dos veces aludido en la obra. 184 divino: ‘elevado’. 185 Ahora es Tristán quien menciona el vino; los mosquitos que cría el vino equivalen aquí a las mariposas que decía Teodoro. Cuando Celia le dice a Dorotea que ha caído un mosquito en el vino, ésta le replica: «No le saques, Celia, que son los espíritus deste licor como los átomos del aire. El vino los engendra, y a nadie le parecieron sus hijos feos», en La Dorotea, acto II, escena VI (ed. cit. 1980: 205.). 186 El águila podía mirar fijamente al sol, según los Bestiarios; contrapone aquí su condición noble a la de las humildes mariposas: antes Teodoro pretendía a Marcela, a la que ahora desprecia. 187 El sol es Diana de nuevo.

69

TRISTÁN

Hablas con justo decoro, 188 mas ¿qué haremos del papel?

TEODORO

Esto.

TRISTÁN

¿Rasgástele? Sí.

TEODORO TRISTÁN

¿Por qué, señor? Porque ansí

TEODORO

respondí más presto a él. TRISTÁN

Ése es injusto rigor.

TEODORO

Ya soy otro; no te espantes.

TRISTÁN

Basta, que sois los amantes boticarios del amor; que, como ellos las recetas, vais ensartando papeles: Récipe 189 celos crüeles, agua de azules violetas. 190 Récipe un desdén extraño, Sirupi del borrajorum, 191 con que la sangre templorum,

188

1370

1375

1380

Adviértase la ironía de Tristán. récipe: ‘receta de médico’; así empezaban. En La Dorotea, Julio le dice a Felipa: «Recetarte quiero un remedio», y respondiendo a su «¿Cómo?», dice: «Récipe la yerba Dorotea...» (acto IV, escena I; ed. cit. 1980: 336-337.). 190 La receta para los celos es el agua de azules violetas porque el color con que se simboliza los celos es el azul. Dorotea canta: «Las violetas y penseles / de celos no se requiebran», en La Dorotea, acto II, escena II (ed. cit. 1980: 165.). Véase W. L. Fichter 1927.. 191 Sirupi del borrajorum:‘Agua de borrajas’ en el latín fingido de Tristán, parodia de las recetas de médico; recurso cómico frecuente. 189

70

para asegurar el daño. Récipe ausencia, tomad un emplasto para el pecho; que os hiciera más provecho estaros en la ciudad.

1385

Récipe de matrimonio: allí es menester jarabes, y tras diez días süaves purgalle con entimonio. 192

1390

Récipe signus celeste que Capricornius 193 dicetur: ese enfermo morietur, si no es que paciencia preste. Récipe que de una tienda joya o vestido sacabis: con tabletas confortabis la bolsa que tal emprenda. A esta traza, finalmente, van todo el año ensartando. Llega la paga; en pagando, o viva o muera el doliente, se rasga todo papel. Tú la cuenta has acabado, y el de Marcela has rasgado

1395

1400

1405

sin saber lo que hay en él.

192 193

. entimonio: ‘antimonio’, término que cambia cómicamente la lengua de Tristán. La alusión al signo de Capricornio supone la de los tan temidos cuernos.

71

TEODORO

Ya tú debes de venir con el vino que otras veces.

TRISTÁN

Pienso que te desvaneces 194 con lo que intentas subir.

TEODORO

1410

Tristán, cuantos han nacido su ventura han de tener; no saberla conocer 195 es el no haberla tenido. O morir en la porfía, o ser conde de Belflor.

TRISTÁN

César llamaron, señor, a aquel duque que traía escrito por gran blasón: «César o nada»; 196 y en fin,

1415

1420

tuvo tan contrario el fin, que al fin de su pretensión escribió una pluma airada: «César o nada —dijiste—, y todo, César, lo fuiste,

1425

pues fuiste César y nada». 194

te desvaneces: ‘presumes, te vanaglorias’. conocer: ‘darse cuenta, advertir’. 196 Dice Covarrubias: «Aut Cesar, aut nihil, ha quedado en proverbio, aun en nuestro español, de los que no se quieren contentar con una medianía, y las más veces sin lo uno y lo otro; porque habiendo llegado a gran fortuna, no se saben conservar en ella y dan una mortal caída que los vuelve en nada. Tomó origen de la determinación que tuvo César. en pasar el río Rubicón con su ejército, cosa defendida de los romanos severamente». Lope se refiere al poderoso príncipe César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, cuya corte de aduladores le dio tal divisa. Al morir su padre, declinó su poder, fue encarcelado por Julio II y murió en Navarra, en el sitio de Viana (1507). 195

72

TEODORO

Pues tomo, Tristán, la empresa, y haga después la fortuna lo que quisiere.

73

Salen Marcela y Dorotea. DOROTEA

Si a alguna de tus desdichas le pesa, de todas las que servimos

1430

a la condesa, soy yo. MARCELA

En la prisión que me dio tan justa amistad hicimos, y yo me siento obligada

1435

de suerte, mi Dorotea, que no habrá amiga que sea más de Marcela estimada. Anarda piensa que yo no sé cómo quiere a Fabio; pues della nació mi agravio;

1440

que a la condesa contó los amores de Teodoro. DOROTEA MARCELA

Teodoro está aquí. ¡Mi bien!

TEODORO

Marcela, el paso detén.

MARCELA

¿Cómo, mi bien, si te adoro,

1445

cuando a mis ojos te ofreces? TEODORO

Mira lo que haces y dices, que en palacio los tapices han hablado algunas veces. ¿De qué piensas que nació

1450

74

hacer figuras 197 en ellos? De avisar que detrás dellos siempre algún vivo escuchó. Si un mudo, viendo matar a un rey, su padre, dio voces, 198

1455

figuras que no conoces pintadas sabrán hablar. MARCELA TEODORO

¿Has leído mi papel? Sin leerle le he rasgado; que estoy tan escarmentado

1460

que rasgué mi amor con él. MARCELA TEODORO

¿Son los pedazos aquéstos? Sí, Marcela. ¿Y ya mi amor

MARCELA

has rasgado? TEODORO

¿No es mejor que vernos por puntos 199 puestos en peligros tan extraños? Si tú de mi intento estás, no tratemos desto más para excusar tantos daños.

197

1465

1470

figuras: ‘las imágenes de personas’. La anécdota se atribuye a Creso, último rey de Lidia (VI a. C.). Cuando, prisionero de los persas, un soldado iba a matarlo sin saber quién era, un hijo suyo, mudo de nacimiento, gritó: «¡Ah, hombre, no lo mates; cata que es el rey Creso, mi padre». Así lo cuenta Pedro Mexía en Silva de varia lección, I, 36; lo toma de Aulo Gelio (Noches áticas, V, IX), quien remite a Herodoto. 199 por puntos: «modo adverbial con que se expresa que alguna cosa se espera o tema suceda sin dilación, de un instante a otro» (Aut.). 198

75

MARCELA TEODORO

¿Qué dices? Que estoy dispuesto a no darle más enojos a la condesa.

MARCELA

En los ojos tuve muchas veces puesto el temor desta verdad.

TEODORO

1475

Marcela, queda con Dios. Aquí acaba de los dos el amor, no el amistad.

MARCELA

¿Tú dices eso, Teodoro, a Marcela?

TEODORO

Yo lo digo; que soy de quietud amigo y de guardar el decoro a la casa que me ha dado el ser que tengo. Oye, advierte.

MARCELA TEODORO MARCELA

Déjame. ¿De aquesta suerte me tratas?

TEODORO

1480

¡Qué necio enfado! Váyase.

MARCELA

¡Ah, Tristán! ¡Tristán!

TRISTÁN

¿Qué quieres?

1485

76

MARCELA

¿Qué es esto?

TRISTÁN

Una mudancita; que a las mujeres imita Teodoro. ¿Cuáles mujeres?

MARCELA TRISTÁN

1490

Unas de azúcar y miel.

MARCELA

Dile...

TRISTÁN

No me digas nada, que soy vaina de esta espada, 200 nema 201 de aqueste papel, caja de aqueste sombrero,

1495

202

fieltro deste caminante, mudanza 203 deste danzante, día deste vario hebrero, 204 sombra deste cuerpo vano, 205 posta 206 de aquesta estafeta, rastro de aquesta cometa, 207

1500

tempestad deste verano, y, finalmente, yo soy 200

Comienza Tristán una enumeración de imágenes con la que manifiesta a Marcela la fidelidad a su amo. 201 nema: ‘cierre sellado de la carta’. 202 fieltro: ‘capote con que se defendía el caminante del agua’. 203 mudanza: ‘paso de baile’. 204 hebrero: ‘febrero’. 205 vano: «falto de realidad, substancia o entidad» (Aut.). La estafeta es el correo que va por la posta, a caballo. 206 posta: ‘los caballos que están prevenidos en los caminos, a distancia de unas leguas, para que los correos vayan con rapidez de una parte a otra’. 207 cometa: aunque el substantivo sea femenino, se refiere al astro.

77

la uña de aqueste dedo, que, en cortándome, no puedo decir que con él estoy.

1505

Váyase. MARCELA

¿Qué sientes 208 desto? No sé,

DOROTEA

que a hablar no me atrevo. ¿No?

MARCELA

Pues yo hablaré. Pues yo no.

DOROTEA MARCELA DOROTEA

Pues yo sí. Mira que fue bueno el aviso, Marcela,

1510

de los tapices que miras. MARCELA

Amor en celosas iras ningún peligro recela. A no saber cuán altiva

1515

es la condesa, dijera que Teodoro en algo espera, porque no sin causa priva 209 tanto estos días Teodoro.

208 209

DOROTEA

Calla; que estás enojada.

MARCELA

Mas yo me veré vengada,

sientes: ‘opinas’. priva: ‘actúa como privado’, es favorecido por su señora, Diana.

1520

78

ni soy tan necia que ignoro las tretas de hacer pesar. 210 Sale Fabio. FABIO

¿Está el secretario aquí?

MARCELA

¿Es por burlarte de mí?

FABIO

¡Por Dios, que le ando a buscar!

1525

Que le llama mi señora. MARCELA

Fabio, que sea o no sea, pregúntale a Dorotea cuál puse a Teodoro agora. ¿No es majadero 211 cansado este secretario nuestro?

FABIO

¡Qué engaño tan necio el vuestro! ¿Querréis que esté deslumbrado de lo que los dos tratáis? ¿Es concierto de los dos?

MARCELA

¿Concierto? ¡Bueno!

FABIO

Por Dios, que pienso que me engañáis.

MARCELA

Confieso, Fabio, que oí las locuras de Teodoro, mas yo sé que a un hombre adoro

1530

1535

1540

210 A continuación fingirá amor a Fabio. Pero será vana su treta, ya no puede dar pesar a Teodoro, como pretende. 211 majadero: ‘el instrumento con que se maja o machaza algo’; y también, como adjetivo, ‘necio, pesado, porfiado’.

79

harto parecido a ti. FABIO MARCELA

¿A mí? Pues ¿no te pareces a ti?

FABIO

Pues ¿a mí, Marcela?

MARCELA

Si no te hablo con cautela, 212 Fabio, si no me enloqueces,

1545

si tu talle no me agrada, si no soy tuya, mi Fabio, máteme el mayor agravio, que es el querer despreciada. 213 FABIO

DOROTEA

Es engaño conocido, o tú te quieres morir, pues quieres restitüir el alma que me has debido. Si es burla o es invención, ¿a qué camina tu intento?

1550

1555

Fabio, ten atrevimiento y aprovecha la ocasión; que hoy te ha de querer Marcela por fuerza. 214

FABIO

212

Por voluntad fuera amor, fuera verdad.

1560

La adición es mía. La serie enumerativa exige esta negación, que, además, permite hacer la sinalefa. 213 Marcela pone como castigo de su falsa declaración lo que le ocurre. 214 por fuerza: forzada por el desdén de Teodoro.

80

DOROTEA

Teodoro más alto vuela; de Marcela se descarta. 215

FABIO

Marcela, a buscarle voy. Bueno en sus desdenes soy; si amor te convierte en carta,

1565

el sobrescrito a Teodoro, y en su ausencia, denla a Fabio; mas yo perdono el agravio, aunque ofenda mi decoro,

1570

y de espacio te hablaré; siempre tuyo en bien o en mal. Váyase. DOROTEA

¿Qué has hecho?

MARCELA

No sé; estoy tal, que de mí misma no sé. ¿Anarda no quiere a Fabio?

DOROTEA

Sí quiere.

MARCELA

Pues de los dos me vengo, que amor es dios de la envidia y del agravio.

1575

Salen la condesa y Anarda.

215 se descarta: el uso de ese término para indicar cómo Teodoro rechaza, se aparta de Marcela, permite a Fabio jugar con el término carta y utilizar palabras o expresiones relacionadas con ella: sobrescrito, en su ausencia, denla, o la fórmula de despedida siempre tuyo en bien o en mal.

81

DIANA

ANARDA

Ésta ha sido la ocasión; no me reprehendas más.

1580

La disculpa que me das me ha puesto en más confusión. Marcela está aquí, señora, hablando con Dorotea.

DIANA

Pues no hay disgusto que sea para mí mayor agora.

1585

Salte allá afuera, Marcela. MARCELA

Vamos, Dorotea, 216de aquí. Bien digo yo que de mí o se enfada o se recela.

1590

Váyanse Marcela y Dorotea. ANARDA

¿Puédote hablar? Ya bien puedes.

DIANA ANARDA

Los dos 217 que de aquí se van ciegos de tu amor están; tú, en desdeñarlos, excedes la condición de Anajarte, 218

1595

la castidad de Lucrecia; 216 Dorotea es aquí trisílabo mientras es tetrasílabo en los otros versos (p. ej., v. 1530). En la primera edición figura Teodora, error que explicaría la palabra trisílaba. 217 Los dos: Federico y Ricardo. 218 Anajarte no se conmovió ni al ver colgado a su puerta a su enamorado Ifis; Venus la convirtió en piedra. Desde que Garcilaso la menciona en su Oda ad florem Gnidi, se convierte en referencia constante para la dama desdeñosa (el episodio en Metamorfosis, XIV).

82

y quien a tantos desprecia... DIANA

Ya me canso de escucharte.

ANARDA

¿Con quién te piensas casar? ¿No puede el marqués Ricardo,

1600

por generoso y gallardo, si no exceder, igualar al más poderoso y rico? ¿Y la más noble mujer, también no lo puede ser de tu primo Federico?

1605

¿Por qué los has despedido con tan extraño desprecio? DIANA

Porque uno es loco, otro necio, y tú, en no haberme entendido,

1610

más, Anarda, que los dos. No los quiero, porque quiero, y quiero porque no espero remedio. ANARDA

DIANA ANARDA

¡Válame Dios! ¿Tú quieres? ¿No soy mujer? 219 Sí, pero imagen de hielo, donde el mismo sol del cielo podrá tocar y no arder.

DIANA 219

Pues esos hielos, Anarda,

Diana ya no responde a la condición de la diosa de su nombre.

1615

83

dieron todos a los pies de un hombre humilde. ¿Quién es?

ANARDA DIANA

1620

La vergüenza me acobarda 220 que de mi propio valor tengo; no diré su nombre; basta que sepas que es hombre que puede infamar mi honor.

ANARDA

Si Pasife quiso un toro, Semíramis un caballo, 221 y otras los monstros 222 que callo por no infamar su decoro, ¿qué ofensa te puede hacer querer hombre, sea quien fuere?

DIANA

ANARDA

220

1625

Quien quiere, puede, si quiere, como quiso, aborrecer. Esto es lo mejor: yo quiero no querer.

1630

1635

¿Podrás?

Paradójicamente, tiene vergüenza de su propio valor (se atreve a amar a un hombre de baja condición), y éste le acobarda y no se atreve a decir el nombre de su amor. 221 La reina Pasifae, esposa del rey mitológico Minos, se enamoró de un toro. Y a Semíramis, reina de Asiria, se le atribuye la pasión por un caballo. Dice Ludovico a Julio en La Dorotea (acto IV, escena XXXIX): «Así se llamaba el hijo de Pasife, a quien levantó Ovidio que se enamoró de un toro; que entre las fábulas y apólogos de los poetas ninguna agravió tanto las mujeres como esta bestialidad y el caballo de Semíramis» (ed. cit. 1980: 365.). 222 monstros: ‘monstruos’, así figura en B. Lope usa siempre la primera forma en sus autógrafos.

84

DIANA

Podré, que si, cuando quise, amé, no amar, en queriendo, espero.

85

Toquen dentro. ¿Quién canta? ANARDA

Fabio con Clara.

DIANA

¡Ojalá que me diviertan!

ANARDA

Música y amor conciertan bien; en la canción repara.

1640

Canten dentro. ¡Oh quién pudiera hacer, oh quién hiciese que, en no queriendo amar, aborreciese! 223 ¡Oh quién pudiera hacer, oh quién hiciera que, en no queriendo amar, aborreciera! ANARDA

¿Qué te dice la canción? ¿No ves que te contradice? 224

DIANA

Bien entiendo lo que dice, mas yo sé mi condición, y sé que estará en mi mano, como amar, aborrecer.

ANARDA

1645

1650

Quien tiene tanto poder

223 Margit Frenk 1992: 23. indica su presencia, con variantes, en Caramancheles, Padilla y Alonso Núñez. E. Asensio 1989. analiza la transformación del texto del Cancionero de Alonso Núñez: «El traspaso del mote inicial al sistema paralelístico es una alteración que vale la pena examinar». En la literatura castellana, es «prácticamente desconocida» la variación paralelística en los dísticos de once sílabas; en cambio, se usa muchas veces en la poesía popular italiana. Formaría parte, pues, según el erudito, de la ambientación italiana. 224 Porque plantea como imposible el deseo de aborrecer del enamorado.

86

pasa del límite humano. Teodoro entre. TEODORO

Fabio me ha dicho, señora,

1655

que le mandaste buscarme. DIANA

Horas ha que te deseo. 225

TEODORO

Pues ya vengo a que me mandes, y perdona si he faltado.

DIANA

Ya has visto estos dos amantes,

1660

estos dos mis pretendientes. TEODORO

Sí, señora.

DIANA

Buenos talles tienen los dos.

TEODORO DIANA

TEODORO

Y muy buenos. No quiero determinarme sin tu consejo. ¿Con cuál te parece que me case? Pues ¿qué consejo, señora, puedo yo en las cosas darte que consisten en tu gusto? Cualquiera que quieras darme por dueño será el mejor.

DIANA

Mal pagas el estimarte por consejero, Teodoro, en caso tan importante.

225

1665

Diana utiliza un término ambiguo.

1670

87

TEODORO

Señora, en casa, ¿no hay viejos que entienden de casos tales? Otavio, tu mayordomo,

1675

con experiencia lo sabe, fuera de su larga edad. DIANA

Quiero yo que a ti te agrade el dueño que has de tener.

1680

¿Tiene el marqués mejor talle que mi primo? TEODORO DIANA

Sí, señora. Pues elijo al marqués; parte, y pídele las albricias. 226

1685

Váyase la condesa. TEODORO

¿Hay desdicha semejante? ¿Hay resolución tan breve? ¿Hay mudanza tan notable? ¿Estos eran los intentos que tuve? ¡Oh sol, abrasadme

1690

las alas con que subí —pues vuestro rayo deshace las mal atrevidas plumas—227 a la belleza de un ángel! Cayó Diana en su error.

1695

¡Oh, qué mal hice en fïarme 226 227

pídele las albricias: ‘el regalo o dones que se piden por dar alguna buena nueva’. Nueva alusión a Ícaro, con el que identifica al vuelo de su pensamiento.

88

de una palabra amorosa! ¡Ay! ¡Cómo entre desiguales mal se concierta el amor! Pero ¿es mucho que me engañen aquellos ojos a mí,

1700

si pudieran ser bastantes a hacer engaños a Ulises? 228 De nadie puedo quejarme sino de mí, pero, en fin,

1705

¿qué pierdo cuando me falte? Haré cuenta que he tenido algún acidente 229 grave, y que, mientras me duró, imaginé disparates. No más; despedíos 230 de ser, oh pensamiento arrogante, conde de Belflor; volved la proa al antigua margen. 231 Queramos nuestra Marcela; para vos Marcela baste.

1710

1715

Señoras busquen señores; que amor se engendra de iguales. Y pues en aire nacistes, 232 228

. Como si de Circe se tratara. Ulises, ejemplo de astucia y cordura, fue seducido por la maga Circe. 229 acidente: ‘accidente, enfermedad repentina’. 230 despedíos: trisílaba aquí. 231 Como si ahora de una navegación se tratara y no de un vuelo; margen: ‘orilla’. 232 nacistes: ‘nacisteis’.

89

quedad convertido en aire; que donde méritos faltan, los que piensan subir caen.

1720

Sale Fabio. ¿Hablaste ya con mi señora?

FABIO TEODORO

Agora, Fabio, la hablé, y estoy con gran contento, porque ya la condesa, mi señora, rinde su condición al casamiento.

1725

Los dos que viste, cada cual la adora; mas ella, con su raro 233 entendimiento, al marqués escogió. Discreta ha sido.

FABIO TEODORO

Que gane las albricias me ha pedido; mas yo, que soy tu amigo, quiero darte, Fabio, aqueste provecho; parte presto, y pídelas por mí.

FABIO

Si debo amarte muestra la obligación en que me has puesto. Voy como un rayo, y volveré a buscarte, 1735 satisfecho de ti, contento desto. Y alábese el marqués, que ha sido empresa de gran valor rendirse la condesa. Vase Fabio, y sale Tristán.

233

raro: ‘extraordinario’.

1730

90

TRISTÁN

Turbado a buscarte vengo. ¿Es verdad lo que me han dicho?

TEODORO

¡Ay Tristán! Verdad será, si son desengaños míos.

TRISTÁN

Ya, Teodoro, en las dos sillas los dos batanes 234 he visto que molieron a Diana; pero que hubiese elegido,

1740

1745

hasta agora no lo sé. TEODORO

Pues, Tristán, agora vino ese tornasol 235 mudable, esa veleta, ese vidrio, ese río junto al mar, que vuelve atrás, aunque es río; esa Diana, esa luna, 236 esa mujer, ese hechizo, ese monstro de mudanzas, que sólo perderme quiso por afrentar sus vitorias; y que dijese me dijo cuál de los dos me agradaba, porque sin consejo mío

1750

1755

1760

no se pensaba casar. 234

batán: ‘molino de agua’. Tristán se refiere aquí a los dos pretendientes. tornasol: ‘girasol’. 236 Diana, diosa de los bosques, es la luna. Teodoro juega aquí con la referencia mitológica y con la condición de mudable que tiene el satélite. 235

91

Quedé muerto y tan perdido que no responder locuras fue de mi locura indicio; díjome, en fin, que el marqués le agradaba y que yo mismo

1765

fuese a pedir las albricias. TRISTÁN

¿Ella, en fin, tiene marido?

TEODORO

El marqués Ricardo.

TRISTÁN

Pienso que a no verte sin jüicio

1770

y porque dar aflición no es justo a los afligidos, que agora te diera vaya 237 de aquel pensamiento altivo con que a ser conde aspirabas. TEODORO

Si aspiré, Tristán, ya expiro.

TRISTÁN

La culpa tienes de todo.

TEODORO

No lo niego, que yo he sido fácil 238 en creer los ojos

1775

de una mujer. TRISTÁN

Yo te digo

1780

que no hay vasos de veneno a los mortales sentidos, Teodoro, como los ojos

237 238

dar vaya: ‘burlarse, mofarse’. fácil: ‘el que se deja llevar con ligereza por el parecer de otro’; aquí, por su mirada.

92

de una mujer. TEODORO

De corrido, 239 te juro, Tristán, que apenas

1785

puedo levantar los míos. Esto pasó, y el remedio es sepultar en olvido el suceso y el amor. TRISTÁN

¡Qué arrepentido y contrito 240

1790

has de volver a Marcela! TEODORO

Presto seremos amigos. Sale Marcela.

MARCELA

¡Qué mal que finge amor quien no le tiene! ¡Qué mal puede olvidarse amor de un año, pues mientras más el pensamiento engaño, 1795 más atrevido a la memoria viene! Pero si es fuerza y al honor conviene, remedio suele ser del desengaño curar el propio amor amor extraño; 241 que no es poco remedio el que entretiene. 1800 Mas ¡ay! que imaginar que puede amarse en medio de otro amor es atreverse a dar mayor venganza por vengarse.

239

corrido: ‘avergonzado’. contrito: ‘arrepentido’. 241 extraño: ‘ajeno’. Es uno de los Remedios de amor de Ovidio que intentan los personajes; véanse los vv. 451 y ss. 240

93

Mejor es esperar que no perderse, que suele alguna vez, pensando helarse, amor con los remedios encenderse. TEODORO

1805

Marcela. ¿Quién es?

MARCELA

Yo soy.

TEODORO

¿Así te olvidas de mí? MARCELA

Y tan olvidada estoy, que a no imaginar en ti 242

1810

fuera de mí misma voy. Porque si en mí misma fuera, te imaginara y te viera, que para no imaginarte, tengo el alma en otra parte, aunque olvidarte no quiera. ¿Cómo me osaste nombrar? ¿Cómo cupo en esa boca mi nombre? TEODORO

Quise probar tu firmeza, y es tan poca

1815

1820

que no me ha dado lugar. Ya dicen que se empleó tu cuidado 243 en un sujeto que mi amor sostituyó. MARCELA 242 243

Nunca, Teodoro, el discreto

imaginar en: ‘pensar en’. cuidado: ‘preocupación amorosa’.

1825

94

mujer ni vidrio probó. 244 Mas no me des a entender que prueba quisiste hacer; yo te conozco, Teodoro; unos pensamientos de oro

1830

te hicieron enloquecer. ¿Cómo te va? ¿No te salen como tú los imaginas? ¿No te cuestan lo que valen? ¿No hay dichas que las divinas partes de tu dueño 245 igualen? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes? Turbado, Teodoro, vienes. ¿Mudóse aquel vendaval? ¿Vuelves a buscar tu igual,

1835

1840

o te burlas y entretienes? Confieso que me holgaría que dieses a mi esperanza, Teodoro, un alegre día. TEODORO

Si le quieres con venganza, ¿qué mayor, Marcela mía? Pero mira que el amor

1845

es hijo de la nobleza; no muestres tanto rigor; que es la venganza bajeza, 244

1850

probó: ‘puso a prueba’. partes: ‘prendas, cualidades, dotes naturales’; dueño: se designaba así, en masculino, a la amada, como herencia del midons de la poesía trovadoresca.

245

95

indigna del vencedor. Venciste: yo vuelvo a ti, Marcela; que no salí con 246 aquel mi pensamiento. Perdona el atrevimiento,

1855

si ha quedado amor en ti. No porque no puede ser proseguir las esperanzas con que te pude ofender, mas porque en estas mudanzas memorias me hacen volver.

1860

Sean, pues, estas memorias parte 247 a despertar la tuya, pues confieso tus vitorias. MARCELA

No quiera Dios que destruya los principios de tus glorias. Sirve —bien haces—, porfía, no te rindas, que dirá tu dueño que es cobardía;

1865

sigue tu dicha, que ya voy prosiguiendo 248 la mía. No es agravio amar a Fabio,

1870

pues me dejaste, Teodoro, sino el remedio más sabio, que, aunque el dueño no mejoro, 246

salir con: ‘conseguir’. sean... parte: ‘sean motivo, sirvan para’. 248 proseguir: ‘seguir’. 247

1875

96

basta vengar el agravio. Y quédate a Dios; que ya me cansa el hablar contigo; no venga Fabio, que está medio casado conmigo. TEODORO

Tenla, Tristán; que se va.

TRISTÁN

Señora, señora, advierte que no es volver a quererte dejar de haberte querido. Disculpa el buscarte ha sido,

1880

1885

si ha sido culpa ofenderte. Óyeme, Marcela, a mí. MARCELA TRISTÁN

¿Qué quieres, Tristán? Espera. Salen la condesa y Anarda.

249 250

DIANA

¡Teodoro y Marcela aquí!

ANARDA

Parece que el ver te altera que estos dos se hablen ansí.

DIANA

Toma, Anarda, esa antepuerta, 249 y cubrámonos 250 las dos. (Amor con celos despierta.)

MARCELA

Déjame, Tristán, por Dios.

ANARDA

Tristán a los dos concierta,

antepuerta: ‘cortina (o vidriera) que tapa una puerta’. cubrámonos: ‘ocultémonos’.

1890

1895

97

que deben de estar reñidos. DIANA

(El alcahuete lacayo me ha quitado los sentidos.)

TRISTÁN

No pasó más presto el rayo

1900

que por sus ojos y oídos pasó la necia belleza desa mujer que le adora. 251 Ya desprecia su riqueza, que más riqueza atesora tu gallarda gentileza.

1905

Haz cuenta que fue cometa aquel amor. Ven acá, Teodoro. DIANA

(¡Brava estafeta 252 es el lacayo!)

TEODORO

1910

Si ya Marcela, a Fabio sujeta, dice que le tiene amor, ¿por qué me llamas, Tristán?

TRISTÁN

¡Otro enojado!

TEODORO

Mejor; los dos casarse podrán.

TRISTÁN

1915

¿Tú también? ¡Bravo rigor! 253 Ea, acaba, llega, 254pues,

251

le adora: se refiere a Teodoro, del que le habla a Marcela aunque él esté presente. estafeta: ‘correo’, porque Tristán es el intermediario entre Marcela y Teodoro. 253 rigor: ‘crueldad’. 252

98

dame esa mano, y después que se hagan las amistades. TEODORO

Necio, ¿tú me persüades?

TRISTÁN

Por mí quiero que le des

1920

la mano esta vez, señor. 255 TEODORO

¿Cuándo he dicho yo a Marcela que he tenido a nadie amor? Y ella me ha dicho...

1925

Es cautela

TRISTÁN

para vengar tu rigor. MARCELA TRISTÁN

Calla, boba; ea, llegad. ¡Qué necios estáis los dos!

TEODORO

Yo rogaba; mas por Dios, que no he de hacer amistad.

MARCELA

255

1930

¡Pues a mí me pase un rayo!

TRISTÁN

No jures.

MARCELA

Aunque le muestro enojo, ya me desmayo.

TRISTÁN

Pues tente firme.

DIANA

(¡Qué diestro está el bellaco lacayo!)

MARCELA

254

No es cautela; que es verdad.

1935

Déjame, Tristán; que tengo

llega: ‘acércate’. señor: en el texto señora; enmienda de Cotarelo: la rima (ó) y el sentido exigen señor.

99

que hacer. Déjala, Tristán.

TEODORO TRISTÁN

Por mí, vaya. Tenla.

TEODORO

¡Vengo

MARCELA

mi amor!

256

1940 ¿Cómo no se van

TRISTÁN

ya que a ninguno detengo? MARCELA

¡Ay, mi bien! No puedo irme.

TEODORO

Ni yo, porque no es tan firme ninguna roca en la mar.

MARCELA

Los brazos te quiero dar.

TEODORO

Y yo a los tuyos asirme.

TRISTÁN

Si yo no era menester ¿por qué me hicistes 257 cansar?

ANARDA

¿Desto gustas?

DIANA

Vengo a ver lo poco que hay que fïar

1945

1950

de un hombre y una mujer. TEODORO TRISTÁN

¡Ay! ¡Qué me has dicho de afrentas! Yo he caído 258 ya con veros juntar las almas contentas,

256 Edito Vengo mi amor, y no Vengo, mi amor, siguiendo la corrección de F. Serralta 1991: 524.. 257 hicistes: ‘hicisteis’. 258 he caído: ‘me he rendido’; ha acabado su misión como tercero.

100

que es desgracia de terceros no se concertar las ventas. MARCELA

1955

Si te trocare, mi bien, por Fabio, ni por el mundo, que tus agravios me den la muerte.

TEODORO

1960

Hoy de nuevo fundo, 259 Marcela, mi amor también, y si te olvidare, digo que me dé el cielo en castigo el verte en brazos de Fabio.

MARCELA

¿Quieres deshacer mi agravio?

TEODORO

¿Qué no haré por ti y contigo?

MARCELA

Di que todas las mujeres son feas.

TEODORO

Contigo, es claro. Mira qué otra cosa quieres.

MARCELA

En ciertos celos reparo,

1965

1970

ya que tan mi amigo eres; que no importa que esté aquí Tristán.

259

TRISTÁN

Bien podéis por mí, aunque de mí mismo sea.

MARCELA

Di que la condesa es fea.

TEODORO

Y un demonio para mí.

fundo: ‘echo los cimientos, establezco’.

1975

101

MARCELA

¿No es necia?

TEODORO

Por todo extremo.

MARCELA

¿No es bachillera? 260 Es cuitada.

TEODORO DIANA

Quiero estorbarlos, que temo que no reparen en nada, y aunque me hielo, me quemo. 261

ANARDA TRISTÁN

1980

¡Ay señora, no hagas tal! Cuando queráis decir mal de la condesa y su talle, a mí me oíd. ¿Escuchalle

DIANA

1985

podré desvergüenza igual? TRISTÁN

Lo primero... Yo no aguardo

DIANA

a lo segundo, que fuera necedad. MARCELA

Voyme, Teodoro. Váyase con una reverencia Marcela.

TRISTÁN TEODORO

¡La condesa! ¿La condesa?

1990

260 bachillera: ‘charlatana, que habla fuera de propósito y sin fundamento’; cuitada: ‘miserable, mezquina’. 261 El amor le quema; el desprecio de Teodoro le hiela.

102

DIANA TEODORO TRISTÁN

Teodoro... Señora, advierte... (El cielo a tronar comienza;

no pienso aguardar los rayos.) Vase Tristán. DIANA

Anarda, un bufete llega. 262 Escribiráme Teodoro una carta de su letra,

1995

pero notándola 263 yo. TEODORO

(Todo el corazón me tiembla. ¿Si oyó lo que hablado habemos?) 264

DIANA

(Bravamente amor despierta con los celos a los ojos. ¡Que aqueste amase a Marcela, y que yo no tenga partes para que también me quiera!

2000

¡Que se burlasen de mí!)

2005

TEODORO

(Ella murmura y se queja; bien digo yo que en palacio, para que a callar aprenda, tapices tienen oídos y paredes tienen lenguas.)

262

un bufete: ‘mesita portátil que sirve para escribir’; llega: ‘acerca’. notándola: ‘dictándola’. 264 habemos: ‘hemos’. 263

2010

103

Sale Anarda con un bufetillo pequeño y recado de escribir. 265 ANARDA

Este pequeño he traído y tu escribanía. 266

DIANA

Llega, Teodoro, y toma la pluma.

TEODORO

(Hoy me mata o me destierra.)

DIANA

Escribe.

TEODORO

2015 Di. No estás bien

DIANA

con la rodilla en la tierra. Ponle, Anarda, una almohada. TEODORO DIANA TEODORO

DIANA TEODORO

Yo estoy bien. Pónsela, necia. (No me agrada este favor sobre enojos y sospechas; que quien honra las rodillas cortar quiere la cabeza.) Yo aguardo.

2020

Yo digo ansí. (Mil cruces hacer quisiera.) 267

Siéntese la condesa en una silla alta. 268 Ella diga, y él vaya escribiendo.

265

recado de escribir: ‘lo necesario para escribir’. escribanía: ‘lo necesario (recado de...) para escribir’. 267 No una cruz para empezar a escribir, sino mil —santiguarse— para protegerse. 268 Queda así marcada la distancia social entre ambos. 266

104

DIANA

«Cuando una mujer principal se ha declarado con un hombre humilde, eslo 269 mucho el término 270 de volver a hablar con otra; mas quien no estima su fortuna quédese para necio.»

TEODORO

¿No dices más? Pues, ¿qué más?

DIANA

2025

El papel, Teodoro, cierra. ANARDA

¿Qué es esto que haces, señora?

DIANA

Necedades de amor llenas.

ANARDA

Pues ¿a quién tienes amor?

DIANA

¿Aún no le conoces, bestia? Pues yo sé que le murmuran de mi casa hasta las piedras.

TEODORO

Ya el papel está cerrado; sólo el sobrescrito resta.

DIANA

Pon, Teodoro, para ti,

2030

2035

y no lo entienda 271 Marcela; que quizá le entenderás cuando de espacio le leas. Váyase y quede solo, y entre Marcela. TEODORO

269

¡Hay confusión tan extraña! ¡Que aquesta mujer me quiera

eslo: ‘lo es’; es muy humilde. término: ‘forma, modo de portarse’. 271 entienda: ‘advierta’. 270

2040

105

con pausas, como sangría, 272 y que tenga intercadencias 273 el pulso de amor tan grandes! MARCELA

¿Qué te ha dicho la condesa, mi bien? Que he estado temblando

2045

detrás de aquella antepuerta. TEODORO

Díjome que te quería casar con Fabio, Marcela; y este papel que escribí es que despacha 274 a su tierra

2050

por los dineros del dote. MARCELA

¿Qué dices? Sólo que sea

TEODORO

para bien, y pues te casas, que de burlas ni de veras tomes mi nombre en tu boca. MARCELA TEODORO

2055

Oye. Es tarde para quejas. Váyase.

MARCELA

No, no puedo yo creer que aquesta la ocasión sea. Favores de aquesta loca

272

sangría: ‘incisión en la vena’, remedio muy frecuente entonces. intercadencias: ‘interrupciones’, término aplicado al pulso que indica desigualdades en su ritmo; aquí ‘cambios’. 274 despacha: ‘envía’. 273

106

le han hecho dar esta vuelta; que él está como arcaduz, 275 que, cuando baja, le llena

2060

del agua de su favor, y, cuando sube, le mengua. ¡Ay de mí, Teodoro ingrato, que, luego que su grandeza

2065

te toca al arma, 276me olvidas! Cuando te quiere, me dejas; cuando te deja, me quieres. ¿Quién ha de tener paciencia?

2070

¿Quién ha de tener paciencia? Sale el marqués, y Fabio. RICARDO

No pude, Fabio, detenerme un hora. Por tal merced le besaré las manos.

FABIO

Dile presto, Marcela, a mi señora que está el marqués aquí.

MARCELA

(Celos tiranos, celos crüeles, ¿qué queréis agora, 2075 tras tantos locos pensamientos vanos?)

FABIO MARCELA FABIO

275 276

¿No vas? Ya voy. Pues dile que ha venido

arcaduz: ‘los vasos o cangilones de la noria, con los que se saca el agua’. tocar al arma: «prevenirse los soldados y acudir a algún puesto» (Aut.); aquí ‘llamar’.

107

nuestro nuevo señor y su marido. Vase Marcela. RICARDO

Id, Fabio, a mi posada; que mañana os daré mil escudos y un caballo de la casta mejor napolitana.

FABIO

Sabré, si no serville, celebrallo.

RICARDO

Este es principio sólo, que Diana os tiene por crïado y por vasallo, y yo por sólo amigo.

2085 Esos pies beso.

FABIO RICARDO

2080

No pago ansí; la obligación confieso. Sale la condesa.

DIANA RICARDO

¿Vuseñoría aquí? Pues ¿no era justo, si me enviáis con Fabio tal recado, y que, después de aquel mortal disgusto, me elegís por marido y por crïado? Dadme esos pies; que de manera el gusto de ver mi amor en tan dichoso estado

2090

me vuelve loco, que le tengo en poco si me contento con volverme loco. ¿Cuándo pensé, señora, mereceros, ni llegar a más bien que desearos? DIANA

2095

No acierto, aunque lo intento, a responderos. ¿Yo he envïado a llamaros? ¿O es burlaros?

108

RICARDO

Fabio, ¿qué es esto?

FABIO

¿Pude yo traeros sin ocasión agora, ni llamaros, menos que de Teodoro prevenido?

DIANA

2100

277

Señor marqués, Teodoro culpa ha sido. 278 Oyóme anteponer a Federico vuestra persona, con ser primo hermano y caballero generoso y rico,

2105

279

y presumió que os daba ya la mano. A vuestra señoría le suplico perdone aquestos necios. RICARDO

Fuera en vano dar a Fabio perdón, si no estuviera a donde vuestra imagen le valiera. 280

2110

Bésoos los pies por el favor y espero que ha de vencer mi amor esta porfía. Váyase el marqués.

277

DIANA

¿Paréceos bien aquesto, majadero?

FABIO

¿Por qué me culpa a mí vuseñoría?

DIANA

Llamad luego a Teodoro.(¡Qué ligero este cansado pretensor 281 venía,

2115

menos que de Teodroro prevenido: ‘a no ser que Teodoro me lo haya advertido’. Teodoro culpa ha sido: ‘ha sido culpa de Teodoro’. 279 presumió: ‘supuso’. 280 La presencia de Diana —su imagen como diosa— protege a Fabio de las iras de Ricardo, que se siente burlado. 281 pretensor: ‘pretendiente’. 278

109

cuando me matan celos de Teodoro!) FABIO

(¡Perdí el caballo y mil escudos de oro!) Váyase Fabio, y quede la condesa sola.

DIANA

¿Qué me quieres, amor? ¿Ya no tenía olvidado a Teodoro? ¿Qué me quieres?

2120

Pero responderás que tú no eres, sino tu sombra, que detrás venía. ¡Oh celos! ¿Qué no hará vuestra porfía? Malos letrados 282 sois con las mujeres, pues jamás os pidieron pareceres

2125

que pudiese el honor guardarse un día. Yo quiero a un hombre bien, mas se me acuerda 283 que yo soy mar y que es humilde barco, 284 y que es contra razón que el mar se pierda. En gran peligro, amor, el alma embarco, 2130 mas si tanto el honor tira la cuerda, por Dios, que temo que se rompa el arco. Sale Teodoro, y Fabio. FABIO

Pensó matarme el marqués; pero, la verdad diciendo, más sentí los mil escudos.

282

2135

letrados: ‘abogados’. se me acuerda: ‘se está de acuerdo en, concuerda’. 284 Muy bella metáfora que recoge la desigualdad social de los dos enamorados. 283

110

TEODORO

Yo quiero darte un consejo.

FABIO

¿Cómo?

TEODORO

El conde Federico estaba perdiendo el seso porque el marqués se casaba. Parte y di que el casamiento

2140

se ha deshecho, y te dará esos mil escudos luego. FABIO

Voy como un rayo. Camina.

TEODORO

¿Llamábasme? DIANA

TEODORO

Bien ha hecho ese necio en irse agora. Un hora he estado leyendo tu papel, y bien mirado, señora, tu pensamiento, hallo que mi cobardía procede de tu respeto; pero que ya soy culpado en tenerle, como necio, a tus muchas diligencias; y así a decir me resuelvo que te quiero, y que es disculpa que con respeto te quiero. Temblando estoy, no te espantes.

DIANA

2145

Teodoro, yo te lo creo. ¿Por qué no me has de querer

2150

2155

111

si soy tu señora y tengo tu voluntad obligada, pues te estimo y favorezco

2160

más que a los otros crïados? TEODORO

Ese lenguaje no entiendo.

DIANA

No hay más que entender, Teodoro,

2165

ni pasar el pensamiento un átomo desta raya. Enfrena cualquier deseo; que de una mujer, Teodoro, tan principal, y más, siendo tus méritos tan humildes,

2170

basta un favor muy pequeño para que toda la vida vivas honrado y contento. TEODORO

Cierto que vuseñoría

2175

—perdóneme si me atrevo— tiene en el jüicio a veces, que no en el entendimiento, mil lúcidos intervalos. 285 ¿Para qué puede ser bueno haberme dado esperanzas que en tal estado me han puesto

2180

—pues del peso de mis dichas caí, como sabe, enfermo 286 285 intervalo: «aquel espacio de tiempo que los que están faltos de juicio o tienen manías están en sí y hablan en razón» (Aut.).

112

casi un mes en una cama luego que tratamos desto—, si, cuando vee que me enfrío,

2185

se abrasa de vivo fuego, y, cuando vee que me abraso, se hiela de puro hielo? ¡Dejárame con Marcela!

2190

Mas viénele bien el cuento del perro del hortelano. 287 No quiere, abrasada en celos, que me case con Marcela;

2195

y en viendo que no la quiero, vuelve a quitarme el jüicio, y a despertarme si duermo; pues coma o deje comer, porque yo no me sustento de esperanzas tan cansadas; 288 que si no, desde aquí vuelvo a querer donde me quieren. DIANA

Eso no, Teodoro; advierto que Marcela no ha de ser.

2200

2205

286 También Nise está enferma entre el A C T O P R I M E R O y el segundo de La dama boba —se habla de que ha pasado un mes— (v. 1067), y celebran su salud los galanes de su Academia poética. V. mi edición de La dama boba (R. Navarro Durán 1989: 47-52.). 287 Aparece por primera vez el leit-motiv de la obra y su título. Como indica F. Florit Durán: «el refrán que sirve para roturarla viene recogido en las tres compilaciones más importantes» (Covarrubias, Correas y el Diccionario de Autoridades). Cita también el acto VII de la Celestina, donde la alcahueta se lo dice a Areúsa. V. F. Florit Durán 1991: 35-36.. 288 cansadas: ‘molestas, impertinentes’.

113

En otro cualquier sujeto pon los ojos; que en Marcela no hay remedio. TEODORO

¿No hay remedio? 289 Pues ¿quiere vuseñoría que, si me quiere y la quiero, ande a probar voluntades?

2210

¿Tengo yo de tener puesto, a donde no tengo gusto, mi gusto por el ajeno? Yo adoro a Marcela, y ella me adora, y es muy honesto este amor. DIANA

¡Pícaro infame! Haré yo que os maten luego.

TEODORO

¿Qué hace vuseñoría?

DIANA

Daros, por sucio 290 y grosero, estos bofetones. Sale Fabio, y el conde Federico.

FABIO FEDERICO

Tente. Bien dices, Fabio; no entremos. Pero mejor es llegar. Señora mía, ¿qué es esto?

289 290

remedio: alude al matrimonio, como en el v. 173. sucio: ‘descortés, desatento’.

2215

2220

114

DIANA

No es nada: enojos que pasan entre crïados y dueños.

FEDERICO

¿Quiere vuestra señoría

2225

alguna cosa? DIANA

No quiero más de hablaros en las mías. 291

FEDERICO

Quisiera venir a tiempo que os hallara con más gusto.

DIANA

Gusto, Federico, tengo; que aquestas son niñerías. Entrad y sabréis mi intento en lo que toca al marqués.

2230

2235

Váyase Diana. FEDERICO

(Aparte.) Fabio. ¿Señor?

FABIO FEDERICO

Yo sospecho que en estos disgustos hay algunos gustos secretos.

FABIO

No sé, por Dios. Admirado de ver, señor conde, quedo tratar tan mal a Teodoro, cosa que jamás ha hecho la condesa, mi señora.

291

en las mías: ‘en mis cosas’.

2240

115

FEDERICO

Bañóle de sangre el lienzo. 292 Váyanse Federico y Fabio.

TEODORO

Si aquesto no es amor, ¿qué nombre quieres, 2245 amor, que tengan desatinos tales? Si ansí quieren mujeres principales, furias las llamo yo, que no mujeres. Si la grandeza excusa 293 los placeres, que iguales pueden ser en desiguales, ¿por qué, enemiga, de crueldad te vales, y por matar a quien adoras, mueres? ¡Oh mano poderosa de matarme! 294 ¡Quién te besara entonces, mano hermosa, agradecido al dulce castigarme!

2250

2255

No te esperaba yo tan rigurosa, pero si me castigas por tocarme, tú sola hallaste gusto en ser celosa. Sale Tristán. TRISTÁN

Siempre tengo de venir acabados los sucesos; arezco espada cobarde.

TEODORO

292

2260

¡Ay, Tristán!

lienzo: ‘pañuelo’. excusa: ‘exime de carga y tributos, le permite’. 294 Es el v. 798 de la égloga II de Garcilaso de la Vega. Adviértase lo bien acomodado que está al contexto con la alusión a la mano de Diana que le ha abofeteado. 293

116

TRISTÁN

Señor, ¿qué es esto? ¡Sangre en el lienzo! Con sangre

TEODORO

quiere amor que de los celos entre la letra. 295 TRISTÁN

2265

Por Dios, que han sido celos muy necios.

TEODORO

No te espantes, que está loca de un amoroso deseo, y como el ejecutarle tiene su honor por desprecio, quiere deshacer mi rostro, porque es mi rostro el espejo adonde mira su honor,

2270

y véngase en verle feo. TRISTÁN

Señor, que Juana o Lucía cierren conmigo 296 por celos, y me rompan con las uñas el cuello que ellas me dieron, que me repelen 297 y arañen sobre averiguar por cierto que les hice un peso falso, 298

2275

2280

295 Dice el refrán «la letra con sangre entra». Como dice Nise, en La dama boba, al ver que el maestro da con la palmeta en la mano de su boba hermana: «Cuando el dicípulo ignora, / tiene el maestro licencia / de castigar» (vv. 373-375). 296 cierren conmigo: ‘me ataquen’. 297 repelen: ‘arranquen el pelo’. 298 les hice un peso falso: ‘les engañé’.

117

vaya; es gente de pandero, 299 de media de cordellate 300 y de zapato frailesco; pero que tan gran señora se pierda tanto el respeto

2285

a sí misma, es vil acción. TEODORO

No sé, Tristán; pierdo el seso de ver que me está adorando y que me aborrece luego.

2290

No quiere que sea suyo ni de Marcela, y si dejo de mirarla, luego busca para hablarme algún enredo. No dudes; naturalmente 301 es del hortelano el perro: ni come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro. TRISTÁN

Contáronme que un doctor, catredático 302 y maestro, tenía un ama y un mozo que siempre andaban riñendo. Reñían a la comida, a la cena, y hasta el sueño le quitaban con sus voces;

299

2295

2300

2305

es gente de pandero: ‘gente de baja condición’ (pandero: instrumento rústico). cordellate: ‘paño delgado como estameña (de estambre), cuya trama forma cordoncillo’. 301 naturalmente: ‘por naturaleza’. 302 catredático: ‘catedrático’, con metátesis. 300

118

que estudiar no había remedio. 303 Estando en lición un día, fuele forzoso corriendo volver a casa, y entrando de improviso en su aposento,

2310

vio el ama y mozo acostados con amorosos requiebros, y dijo: «¡Gracias a Dios, que una vez en paz os veo!». Y esto imagino de entrambos, aunque siempre andáis riñendo.

2315

Sale la condesa. DIANA

Teodoro. ¿Señora?

TEODORO

(¿Es duende

TRISTÁN

esta mujer?) DIANA

Sólo vengo a saber cómo te hallas.

TEODORO

¿Ya no lo ves? ¿Estás bueno?

DIANA TEODORO DIANA

Bueno estoy. ¿Y no dirás: «A tu servicio»?

303

remedio: ‘medio’.

2320

119

TEODORO

No puedo estar mucho en tu servicio, siendo tal el tratamiento.

DIANA

¡Qué poco sabes!

TEODORO

Tan poco que te siento y no te entiendo, 304

2325

pues no entiendo tus palabras, y tus bofetones siento; si no te quiero, te enfadas, y enójaste si te quiero;

2330

escríbesme si me olvido, y si me acuerdo, te ofendo; pretendes que yo te entienda, y si te entiendo, soy necio. Mátame o dame la vida; da un medio a tantos extremos. DIANA

¿Hícete sangre? ¿Pues no?

TEODORO DIANA

¿Adónde tienes el lienzo?

TEODORO

Aquí.

DIANA TEODORO DIANA

Muestra. ¿Para qué? Para que 305 esta sangre quiero. Habla a Otavio, a quien agora

304 305

2335

Juega con los dos significados de sentir, que también quiere decir ‘oír’. Para que: ‘porque’.

2340

120

mandé que te diese luego dos mil escudos, Teodoro. TEODORO DIANA

¿Para qué? Para hacer lienzos. Váyase la condesa.

TEODORO

¿Hay disparates iguales?

TRISTÁN

¿Qué encantamentos 306 son estos?

TEODORO

Dos mil escudos me ha dado.

TRISTÁN

Bien puedes tomar al precio 307

2345

otros cuatro bofetones. TEODORO

Dice que son para lienzos y llevó el mío con sangre.

TRISTÁN

Pagó la sangre y te ha hecho doncella por las narices. 308

TEODORO

No anda mal agora el perro, 309 pues, después que muerde, halaga.

TRISTÁN

2350

2355

Todos aquestos extremos han de parar en el ama del doctor.

306

encantamento: ‘encantamiento’. Antes Tristán ha preguntado si es duende. Calderón crearía una espléndida dama duende. 307 al precio: ‘por el precio’. 308 te ha hecho doncella por las narices: porque ha sangrado como si fuese virgen. Dice V. F. Dixon: «Con un cambio de roles sexuales, la noble (como si fuera un Comendador abusivo) ha indemnizado a su inferior por el estupro de su órgano nasal» V. Dixon, 1995b: 132. 309

121

TEODORO

310

¡Quiéralo el cielo! 310

En el final de la anécdota que ha contado.

122

123

A CT O T E RC ER O Salen Federico y Ricardo.

RICARDO

¿Esto vistes? 311 Esto vi.

FEDERICO RICARDO

¿Y que le dio bofetones?

FEDERICO

El servir tiene ocasiones, 312

2360

mas no lo son para mí; que al poner 313 una mujer de aquellas prendas la mano al rostro de un hombre, es llano que otra ocasión puede haber. Y bien veis que lo acredita

2365

el andar tan mejorado. 314 RICARDO

Ella es mujer, y él crïado.

FEDERICO

Su perdición solicita. 315

RICARDO

2370

La fábula que pintó el filósofo moral 316

311

vistes: ‘visteis’. ocasiones: ‘oportunidades y a la vez riesgos’. 313 al poner: el poner en el texto, que los editores (salvo Dixon) enmiendan en al poner, que parece más correcto. 314 Como precisará en los vv. 2392-2397. 315 En las ediciones los vv. 2371 a 2387 figuran en boca de Federico; los vv. 2388-2397, de Ricardo; los vv. 2398-2402, de Federico y los vv. 2402-2403, de Ricardo. Pero, sigo la enmienda de V. Dixon, porque es Federico, primo de Diana, quien ha presenciado el bofetón que le ha dado a su secretario. Él tiene, pues, que decir «La altivez y bizarría / de Diana me admiró»; y es, en cambio, Ricardo quien puede aludir «al decoro / de vuestra sangre» como razón para la muerte de Teodoro. 312

124

de las dos ollas, ¡qué igual hoy a los dos la vistió! Era de barro la una,

2375

la otra de cobre o hierro, que un río a los pies de un cerro llevó con varia fortuna. Desvióse la de barro de la de cobre, temiendo que la quebrase; y yo entiendo

2380

pensamiento tan bizarro 317 del hombre y de la mujer, hierro y barro, y no me espanto, pues acercándose tanto, por fuerza se han de romper. FEDERICO

316

La altivez y bizarría 318 de Diana me admiró, y bien puede ser que yo viese y no viese aquel día; mas ver caballos y pajes

2385

2390

Dice Dixon que probablemente sea Esopo como «filósofo moral», nombre que documenta aplicado al fabulista; pero también le llama así Pedro Mexía a Plutarco, «uno de los excelentes filósofos morales que ha habido en el mundo» (Silva de varia lección, I, 6). Dixon además reproduce la fábula «de las dos ollas» de Aviano y remite a Alciato y al Eclesiastés 13, 3, al que envían Kohler y Kossoff: «¿Qué le dará el caldero a la olla? / Chocar con ella y quebrarla». El emblema de Alciato traducido por Bernardino Daza Pinciano dice: «Dos ollas por un río iban nadando, / una de barro, y otra de cobre era. / Aquésta a aquélla ruega que juntando / sus fuerzas ambas a la muy ligera / agua resistan. .... A la cual no ando / —la otra dijo— en ser tu compañera, / porque ahora a mí tú o yo a ti sea llegada, / sin recibir tu mal seré quebrada» (Alciato 1975: 113.). 317 bizarro: ‘espléndido, lucido’. 318 bizarría: ‘esplendor en el porte’.

125

en Teodoro, y tantas galas, ¿qué son sino nuevas alas? Pues crïados, oro y trajes no los tuviera Teodoro sin ocasión tan notable. RICARDO

2395

Antes que desto se hable en Nápoles y el decoro de vuestra sangre se ofenda, sea o no sea verdad,

2400

ha de morir. FEDERICO

Y es piedad matarle, aunque ella lo entienda. 319 ¿Podrá ser?

RICARDO

Bien puede ser, que hay en Nápoles quien vive de eso y en oro recibe

2405

lo que en sangre ha de volver. No hay más de buscar un bravo, y que le despache 320 luego. FEDERICO

Por la brevedad os ruego.

RICARDO

Hoy tendrá su justo pago semejante atrevimiento.

FEDERICO

¿Son bravos éstos?

RICARDO

319 320

lo entienda: ‘lo sepa’. despache: ‘mate’.

Sin duda.

2410

126

FEDERICO

El cielo ofendido ayuda vuestro justo pensamiento.

2415

Salen Furio, Antonelo y Lirano, lacayos, y Tristán, vestido de nuevo. 321 FURIO

Pagar tenéis el vino en alboroque 322 del famoso 323 vestido que os han dado.

ANTONELO Eso bien sabe el buen Tristán que es justo. TRISTÁN

Digo, señores, que de hacerlo gusto.

LIRANO

Bravo 324 salió el vestido.

TRISTÁN

Todo aquesto 2420 es cosa de chacota y zarandajas 325 respeto del lugar que tendré presto. Si no muda los bolos 326 la fortuna, secretario he de ser del secretario.

LIRANO

TRISTÁN 321

Mucha merced le hace la condesa a vuestro amo, Tristán.

2425

Es su privanza,

vestido de nuevo: ‘con un traje nuevo’. alboroque: ‘comisión’; «el don o dádiva que suelen hacer los que compran o venden a la persona o personas que intervienen en el ajuste del precio» (Aut.), que se apoya en estos versos. 323 famoso: ‘que merece fama’. Al comienzo se quejó a Diana de su vestido (vv. 603 y ss.); su mejora en el vestir indica la privanza de Teodoro. 324 Bravo: ‘magnífico’. 325 es cosa de chacota y zarandajas: ‘no es nada, es cosa de burlas’, con respecto al lugar que pronto tendrá Tristán; chacota: ‘bulla, chanza, carcajadas’; zarandajas: ‘cosas pequeñas que acompañan a otras’. 326 mudarse los bolos: «descomponerse o componerse bien los medios o empeños que alguno tenía y en que confiaba para el logro de sus pretensiones o negocios» (Aut.). 322

127

es su mano derecha y es la puerta por donde se entra a su favor. Dejemos

ANTONELO

favores y fortunas, y bebamos. FURIO

En este tabernáculo 327 sospecho que hay lágrima famosa y malvasía. 328

TRISTÁN

Probemos vino greco; que deseo hablar en griego, y con beberlo basta. 329

RICARDO

Aquel moreno del color quebrado 330 me parece el más bravo, pues que todos le estiman, hablan y hacen cortesía. Celio...

CELIO RICARDO

2430

2435

Señor. De aquellos gentilhombres 331 llama al descolorido.

327

CELIO

¡Ah, caballero! Antes que se entre en esa santa ermita, el marqués, mi señor, hablarle quiere.

TRISTÁN

Camaradas, allí me llama un príncipe;

2440

tabernáculo: irónicamente por ‘taberna’; el tabernáculo es el ‘sagrario’. Celio la llamará santa ermita (v. 2439). 328 vino de lágrima: «el que destila la uva en el lagar gota a gota, sin exprimir ni apretar el racimo» (Aut.); malvasía: «cierta especie o casta de uvas, que hace los racimos muy pequeños y los granos grandes, redondos y apretados. Llámase también así el vino que se hace de ella» (Aut.). 329 Anuncia su acción posterior. Dice hablar en griego por ‘hablar en lengua incomprensible’. 330 quebrado: ‘pálido’, descolorido, como dirá (v. 2438). 331 gentilhombres: en el texto gentileshombres, pero así tiene doce sílabas el verso.

128

no puedo rehusar el ver qué manda. Entren, y tomen siete o ocho azumbres, 332 y aperciban dos dedos de formache, 333 en tanto que me informo de su gusto. ANTONELO Pues despachad aprisa.

Iré volando

TRISTÁN

2445

¿Qué es lo que manda vuestra señoría? RICARDO

El veros entre tanta valentía 334 nos ha obligado, al conde Federico y a mí, para saber si seréis hombre para matar un hombre.

TRISTÁN

(¡Vive el cielo, que son los pretendientes de mi ama

2450

y que hay algún enredo! Fingir quiero.) FEDERICO

¿No respondéis?

TRISTÁN

Estaba imaginando si vuestra señoría está burlando de nuestro modo de vivir. ¡Pues vive el que reparte fuerzas a los hombres, 335

2455

que no hay en toda Nápoles espada que no tiemble de sólo el nombre mío! ¿No conocéis a Héctor? Pues no hay Héctor 336 332

azumbre: ‘unos dos litros’. formache: formage, ‘queso’, en lenguaje de germanía; como en catalán: formatge, o en italiano: formaggio (la acción sucede en Nápoles). 334 entre tanta valentía : ‘entre tantos bravos, valentones’. 335 ‘¡Vive Dios!’, aludido con la perífrasis muy adecuada aquí: el que reparte fuerzas a los hombres. 333

129

a donde está mi furibundo brazo; que si él lo fue de Troya, yo de Italia. FEDERICO

2560

Éste es, marqués, el hombre que buscamos. 337 Por vida de los dos, que no burlamos, sino que si tenéis conforme al nombre el ánimo y queréis matar un hombre, que os demos el dinero que quisiéredes. 338

TRISTÁN

2465

Con docientos escudos me contento, y sea el diablo.

RICARDO

Yo os daré trecientos, y despachalde aquesta noche.

TRISTÁN

El nombre del hombre espero y parte del dinero.

RICARDO

¿Conocéis a Diana, la condesa de Belflor?

TRISTÁN

Y en su casa tengo amigos.

RICARDO

¿Mataréis un crïado de su casa?

TRISTÁN

Mataré los crïados y crïadas y los mismos frisones 339 de su coche.

RICARDO

Pues a Teodoro habéis de dar la muerte.

TRISTÁN

Eso ha de ser, señores, de otra suerte, 340 porque Teodoro, como yo he sabido,

336

El héroe troyano es valiente por antonomasia. Primero se dirige aparte al marqués, y luego contestará a Tristán. 338 quisiéredes: ‘quisiereis’. 339 frisones: ‘caballos frisones, fuertes, anchos de pies’. 340 suerte: ‘manera’. 337

2470

2475

130

no sale ya de noche, temeroso, por ventura, 341de haberos ofendido; que le sirva estos días me han pedido. 342

2480

Dejádmele servir, y yo os ofrezco de darle alguna noche dos mojadas, 343 con que el pobreto in pace requiescat, y yo quede seguro y sin sospecha.

2485

¿Es algo lo que digo? FEDERICO

No pudiera hallarse en toda Nápoles un hombre que tan seguramente 344 le matara. Servilde, pues, y así al descuido un día pegalde, y acudid a nuestra casa.

TRISTÁN

Yo he menester agora cien escudos. Cincuenta tengo en esta bolsa; luego

RICARDO

que yo os vea en su casa de Diana,

2490

os ofrezco los ciento y muchos cientos. TRISTÁN

Eso de muchos cientos no me agrada. 345

2495

Vayan vusiñorías en buen hora, que me aguardan Mastranzo, Rompe-muros, Mano de hierro, Arfuz y Espanta-diablos, 346 341

por ventura: ‘acaso’. Los editores —salvo Dixon— enmiendan en ha, como si el sujeto fuese Teodoro; pero en el v. 2531 dirá: «Yo dije que un amigo me pedía / que te sirviese»; con han queda marcada la impersonalidad. 343 dos mojadas: ‘dos heridas con arma punzante’, que acabarán supuestamente con la vida de Teodoro. 344 seguramente: ‘con seguridad’. 345 No le gusta por el recuerdo que le trae de cientos de azotes. 342

131

y no quiero que acaso piensen algo. RICARDO

Decís muy bien; adiós.

FEDERICO

¡Qué gran ventura!

RICARDO

A Teodoro contalde por difunto.

FEDERICO

El bellacón, ¡qué bravo talle tiene!

2500

Váyase Federico, Ricardo y Celio. TRISTÁN

Avisar a Teodoro me conviene. Perdone el vino greco, y los amigos. A casa voy; no está de aquí muy lejos. Mas éste me parece que es Teodoro.

2505

Sale Teodoro. TRISTÁN

Señor, ¿adónde vas?

TEODORO

Lo mismo ignoro, porque de suerte estoy, Tristán amigo, que no sé dónde voy ni quién me lleva. Solo y sin alma, el pensamiento sigo, 2510 347 que al sol me dice que la vista atreva. ¿Ves cuánto ayer Diana habló conmigo? Pues hoy de aquel amor se halló tan nueva, 348 que apenas jurarás que me conoce, porque Marcela de mi mal se goce.

346

2515

Apodos de rufianes; Tristán sabe muy bien adecuar la lengua a su condición fingida. Como si fuese águila; el sol es de nuevo Diana. 348 nueva: ‘sin noticia de él, libre’. 347

132

TRISTÁN

Vuelve hacia casa; que a los dos importa que no nos vean juntos. ¿De qué suerte?

TEODORO TRISTÁN

Por el camino te diré quién corta los pasos dirigidos a tu muerte.

TEODORO

¿Mi muerte? Pues ¿por qué?

2520 La voz reporta 349

TRISTÁN

y la ocasión de tu remedio advierte: Ricardo y Federico me han hablado, y que te dé la muerte concertado. TEODORO TRISTÁN

¿Ellos a mí? Por ciertos bofetones el amor de tu dueño 350 conjeturan, y pensando que soy de los leones 351 que a tales homicidios se aventuran, tu vida me han trocado a cien doblones, y con cincuenta escudos me aseguran. Yo dije que un amigo me pedía que te sirviese y que hoy te serviría

2525

2530

donde más fácilmente te matase, a efeto de guardarte desta suerte. TEODORO

349

¡Pluguiera a Dios que alguno me quitase la vida y me sacase 352 desta muerte!

2535

reporta: ‘modera, baja’. tu dueño: Diana. 351 leones: ‘rufianes’. 352 me sacase: ‘me librase’; la muerte, que es su vivir penando por su amor imposible. 350

133

TRISTÁN

¿Tan loco estás?

TEODORO

¿No quieres que me abrase por tan dulce ocasión? Tristán, advierte que si Diana algún camino hallara de disculpa, conmigo se casara. Teme su honor, y cuando más se abrasa, se hiela y me desprecia.

2540

Si te diese

TRISTÁN

remedio, ¿qué dirás? Que a ti se pasa

TEODORO

de Ulises el espíritu. TRISTÁN

353

Si fuese tan ingenioso que a tu misma casa un generoso 354 padre te trajese, con que fueses igual a la condesa, ¿no saldrías, señor, con 355 esta empresa?

TEODORO TRISTÁN

Eso es sin duda. El conde Ludovico, caballero ya viejo, habrá veinte años que enviaba a Malta un hijo de tu nombre, que era sobrino de su Gran Maestre; cautiváronle moros de Biserta, 356 y nunca supo dél, muerto ni vivo.

353

espíritu: ‘ingenio’. generoso: ‘ilustre, noble’. 355 saldrías... con: ‘conseguirías, lograrías’. 356 Biserta: ‘Bizerta’, en Tunicia. 354

2545

2550

134

Éste ha de ser tu padre, y tú su hijo, y yo lo he de trazar. 357 TEODORO

2555

Tristán, advierte 358

que puedes levantar alguna cosa que nos cueste a los dos la honra y vida. TRISTÁN

A casa hemos llegado. A Dios te queda; que tú serás marido de Diana antes que den las doce de mañana.

2560

Váyase Tristán. TEODORO

Bien al contrario pienso yo dar medio 359 a tanto mal, pues el amor bien sabe que no tiene enemigo que le acabe con más facilidad que tierra en medio. 360 Tierra quiero poner, pues que remedio, con ausentarme, amor, rigor tan grave,

2565

pues no hay rayo tan fuerte que se alabe que entró en la tierra, de tu ardor remedio. Todos los que llegaron a este punto, poniendo tierra en medio te olvidaron; 2570 que en tierra al fin le resolvieron junto. 361 357 trazar: ‘inventar, discurrir para conseguir algo’; es la palabra clave del enredo. Tristán anuncia cómo va a inventar una anagnórisis. 358 levantar: ‘causar’. 359 medio: ‘remedio’. 360 Como le dice Ovidio en sus Remedia amoris (vv. 213-248): sed quanto minus ire uoles, magis ire memento (v. 217, ‘pero cuando menos quieras marcharte, más has de pensar en hacerlo’). 361 Juega con poner tierra en medio, ‘alejarse’, y resolverlo en tierra, ‘enterrarlo’.

135

Y la razón que de olvidar hallaron es que amor se confiesa por difunto, pues que con tierra en medio le enterraron. Sale la condesa. DIANA

¿Estás ya más mejorado

2575

de tus tristezas, Teodoro? TEODORO

Si en mis tristezas adoro, sabré estimar mi cuidado. 362 No quiero yo mejorar de la enfermedad que tengo, pues sólo a estar triste vengo cuando imagino sanar. ¡Bien hayan males que son tan dulces para sufrir, que se vee un hombre morir y estima su perdición! Sólo me pesa que ya esté mi mal en estado que he de alejar mi cuidado de donde su dueño está.

DIANA TEODORO DIANA

362 363

2580

2585

2590

¿Ausentarte? Pues ¿por qué? Quiérenme matar. Sí harán. 363

cuidado: ‘preocupación amorosa’, cuyo dueño es Diana (vv. 2590-2591). Ya mencionó en los vv. 859-862 el peligro que le suponía tal amor. Sí: ‘así’.

136

TEODORO

Envidia a mi mal tendrán, que bien al principio fue. Con esta ocasión, te pido

2595

licencia para irme a España. DIANA

Será generosa 364 hazaña de un hombre tan entendido, 365 que con eso quitarás la ocasión de tus enojos, y aunque des agua a mis ojos, honra a mi casa darás. Que, desde aquel bofetón, Federico me ha tratado como celoso y me ha dado

2600

2605

para dejarte ocasión. Vete a España, que yo haré que te den seis mil escudos. TEODORO

Haré tus contrarios 366 mudos con mi ausencia. Dame el pie.

2610

Anda, Teodoro; no más.

DIANA

Déjame, que soy mujer. TEODORO

(Llora, mas ¿qué puedo hacer?)

DIANA

En fin, Teodoro, ¿te vas?

TEODORO DIANA 364

generosa: ‘valerosa’. entendido: ‘inteligente’. 366 contrarios: ‘enemigos’. 365

Sí, señora.

2615 Espera... Vete...

137

Oye... ¿Qué mandas?

TEODORO

No, nada.

DIANA

Vete. TEODORO DIANA

Voyme. (Estoy turbada. ¿Hay tormento que inquïete como una pasión de amor?) ¿No eres ido?

2620

Ya, señora,

TEODORO

me voy. Vase Teodoro. DIANA

¡Buena quedo agora! ¡Maldígate Dios, honor! Temeraria invención fuiste, tan opuesta al propio gusto. ¿Quién te inventó? Mas fue justo, pues que tu freno resiste tantas cosas tan mal hechas.

2625

Sale Teodoro. TEODORO

Vuelvo a saber si hoy podré partirme.

DIANA

Ni yo lo sé, ni tú, Teodoro, sospechas que me pesa de mirarte,

2630

138

pues que te vuelves aquí. TEODORO

Señora, vuelvo por mí, que no estoy en otra parte, 367 y como me he de llevar, vengo para que me des

2635

a mí mismo. DIANA

Si después te has de volver a buscar, no me pidas que te dé. Pero vete, que el amor

2640

lucha con mi noble honor, y vienes tú a ser traspié. 368 Vete, Teodoro, de aquí; no te pidas, 369 aunque puedas, que yo sé que, si te quedas, allá me llevas a mí. TEODORO

Quede vuestra señoría con Dios.

DIANA

¡Maldita ella 370 sea, pues me quita que yo sea de quien el alma quería!

2645

2650

Váyase.

367

El alma del enamorado vive donde está la de su amada. traspié: ‘tropiezo’; dar un traspié: ‘vivir con poco recato’. 369 no te pidas, ya que él ha dicho: «vengo para que me des / a mí mismo». 370 ella: ‘señoría’; maldice su condición social, que es la que le impide su amor. 368

139

¡Buena quedo ya, sin quien 371 era luz de aquestos ojos! Pero sientan sus enojos; quien mira mal llore bien. Ojos, pues os habéis puesto

2655

en cosa tan desigual, pagad el mirar tan mal, que no soy la culpa desto; mas no lloren, que también

2660

tiempla el mal llorar los ojos. Pero sientan sus enojos; quien mira mal llore bien. Aunque tendrán ya pensada la disculpa para todo; que el sol los pone en el lodo, y no se le pega nada. 372 Luego bien es que no den 373 en llorar. Cesad, mis ojos. Pero sientan sus enojos; quien mira mal llore bien.

2665

2670

Sale Marcela. MARCELA

371

Si puede la confïanza

Este monólogo de Diana en redondillas se une al anterior por la repetición del mismo comienzo: «¡Buena quedo agora!» (v. 2622). 372 El sol pone los ojos en el lodo y no se ensucia. Diana está poniendo a salvo su condición aunque se haya enamorado de su secretario. 373 no den en: ‘no porfíen en’.

140

de los años de servirte humildemente pedirte lo que justamente alcanza,

2675

a la mano te ha venido la ocasión de mi remedio, y, poniendo tierra en medio, no verme si te he ofendido. DIANA

¿De tu remedio, Marcela? ¿Cuál ocasión? Que aquí estoy.

MARCELA

Dicen que se parte hoy,

2680

por peligros que recela, Teodoro a España, y con él puedes casada envïarme, pues no verme es remediarme. DIANA

¿Sabes tú que querrá él?

MARCELA

Pues ¿pidiérate yo a ti, sin tener satisfación, remedio en esta ocasión?

DIANA MARCELA

DIANA

MARCELA

2685

2690

¿Hasle hablado? Y él a mí, pidiéndome lo que digo. (¡Qué a propósito me viene esta desdicha!) Ya tiene tratado aquesto conmigo, y el modo con que podemos

2695

141

ir con más comodidad. DIANA

(¡Ay necio honor!, perdonad, que amor quiere hacer extremos. 374 Pero no será razón, pues que podéis remediar

2700

fácilmente este pesar.) MARCELA DIANA

¿No tomas resolución? No podré vivir sin ti, Marcela, y haces agravio a mi amor, y aun al de Fabio,

2705

que sé yo que adora en ti. Yo te casaré con él; deja partir a Teodoro. MARCELA

DIANA

A Fabio aborrezco; adoro a Teodoro.

2710

(¡Qué crüel ocasión de declararme! ¡Mas teneos, loco amor!) Fabio te estará mejor.

MARCELA DIANA

Señora... No hay replicarme. Váyase.

MARCELA

374

¿Qué intentan imposibles mis sentidos contra tanto poder determinados?

hacer extremos: ‘lamentarse de modo ostentoso y manifiesto’.

2715

142

Que celos, poderosos declarados, harán un desatino resistidos. Volved, volved atrás, pasos perdidos,

2720

que corréis a mi fin precipitados; árboles son amores desdichados, a quien 375 el hielo marchitó floridos. Alegraron el alma las colores que el tirano poder cubrió de luto; que hiela ajeno amor muchos amores.

2725

Y cuando de esperar daba tributo, ¿qué importa la hermosura de las flores, si se perdieron esperando el fruto? Sale el conde Ludovico, viejo, y Camilo. CAMILO

Para tener sucesión, no te queda otro remedio.

2730

LUDOVICO Hay muchos años en medio,

que mis enemigos son, y aunque tiene esa disculpa el casarse en la vejez, quiere el temor ser jüez y ha de averiguar la culpa. Y podría suceder que sucesión no alcanzase, y casado me quedase; y en un viejo una mujer 375

a quien: ‘a los que’; su antecedente es árboles; quien era invariable.

2735

2740

143

es en un olmo una hiedra, que, aunque con tan varios lazos le 376 cubre de sus abrazos, él se seca y ella medra. 377 Y tratarme casamientos

2745

es traerme a la memoria, Camilo, mi antigua historia y renovar mis tormentos. Esperando cada día

2750

con engaños a Teodoro, veinte años ha que le lloro. Sale un paje. PAJE

Aquí a vuestra señoría busca un griego mercader. 378 Sale Tristán vestido de armenio con un turbante graciosamente, y Furio con otro.

LUDOVICO Di que entre. 376

le en el texto. Sigo la enmienda de Kossoff, que no acepta Dixon. La sensatez del viejo conde interpreta desde su caso la imagen de la yedra y el olmo. Alciato en uno de sus emblemas representa «la amistad que dura aún después de la muerte» con un olmo viejo al que se anuda una vid rodeándolo (v. A. Egido 1982.). Dice la estudiosa: «suelen establecerse las consabidas sustituciones de la yedra por la vid, así como la equivalencia del álamo y el olmo» (íd., p. 220). Pedro Mexía, en su Silva de varia lección, obra que conocía muy bien Lope, dice: «Así como la yedra se cría cabe el árbol y crece en la hermandad y fuerza dél, y al cabo lo destruye, así...» (I, 6), que es la idea del texto. 378 griego mercader: la acotación dice que va vestido de armenio; para Lope y su público eran equivalentes. 377

144

TRISTÁN

Dadme esas manos, y los cielos soberanos

2755

con su divino poder os den el mayor consuelo que esperáis. LUDOVICO

Bien seáis venido, mas ¿qué causa os ha traído

2760

por este remoto suelo? TRISTÁN

De Constantinopla vine a Chipre, y della a Venecia con una nave cargada de ricas telas de Persia.

2765

Acordéme de una historia que algunos pasos me cuesta; y con deseo de ver a Nápoles, ciudad bella, mientras allá mis crïados van despachando las telas, vine, como veis, aquí, donde mis ojos confiesan

2770

su grandeza y hermosura. LUDOVICO Tiene hermosura y grandeza

Nápoles. TRISTÁN

379

Así es verdad. Mi padre, señor, en Grecia fue mercader, y en su trato 379

trato: ‘comercio, negociación’.

2775

145

el de más ganancia era comprar y vender esclavos,

2780

y ansí, en la feria de Azteclias compró un niño, el más hermoso que vio la naturaleza, por testigo del poder que le dio el cielo en la tierra.

2785

Vendíanle algunos turcos, entre otra gente bien puesta, 380 a una galera de Malta que las de un bajá turquescas prendió en la Chafalonía. 381

2790

LUDOVICO Camilo, el alma me altera. TRISTÁN

Aficionado al rapaz, compróle y llevóle a Armenia, donde se crïó conmigo y una hermana.

LUDOVICO

Amigo, espera, espera, que me traspasas

2795

las entrañas. TRISTÁN

380

(¡Qué bien entra!) 382

bien puesta: ‘de buena planta’. M. Armiño 1996. interpreta: «gente bien puesta aprehendida a una galera de Malta por las gentes turquescas de un bajá»; Dixon edita: «de una galera de Malta, / que la de un Bajá turquesca / prendió en la Chafalonia». 381 El sujeto de prendió es las galeras turquescas de un bajá; lo prendido son las galeras de Malta. Versos sintácticamente confusos, aunque el sentido está claro. 382 Qué bien entra!: Tristán se asombra, entusiamado, de lo bien que el conde cree y acepta su relato inventado.

146

LUDOVICO ¿Dijo cómo se llamaba? TRISTÁN

Teodoro.

LUDOVICO

¡Ay cielo! ¡Qué fuerza tiene la verdad! De oírte

2800

lágrimas mis canas riegan. TRISTÁN

Serpalitonia, mi hermana, y este mozo —¡nunca fuera tan bello!—, con la ocasión de la crïanza, que engendra al amor que todos saben,

2805

se amaron desde la tierna edad; y a deciséis años, de mi padre en cierta ausencia, ejecutaron su amor,

2810

y crecía de suerte en ella, que se le echaba de ver; con cuyo temor se ausenta Teodoro, y para parir a Serpalitonia 383 deja.

2815

384

Catiborratos, mi padre, no sintió tanto la ofensa como el dejarle Teodoro. Murió en efeto de pena, 385 y bautizamos su hijo

383

2820

Luego dirá Serpelitonia (v. 3250). El criado de don Manuel en La dama duende se llama Cosme Catiboratos. 385 Murió Catiborratos, por lo que después dice. 384

147

—que aquella parte de Armenia tiene vuestra misma ley, aunque es diferente iglesia—; llamamos al bello niño Terimaconio, que queda,

2825

un bello rapaz agora, en la ciudad de Tepecas. Andando en Nápoles yo mirando cosas diversas, saqué un papel en que traje deste Teodoro las señas; y preguntando por él, me dijo una esclava griega que en mi posada servía: «¿Cosa que ese mozo sea el del conde Ludovico?». Diome el alma una luz nueva, y doy en que 386 os he de hablar; y por entrar en la vuestra, 387 entro, según me dijeron, en casa de la condesa de Belflor; y al primer hombre que pregunto... Ya me tiembla

LUDOVICO

el alma.

386 387

doy en que: ‘me doy cuenta de que’. en la vuestra: ‘en vuestra casa’.

2830

2835

2840

148

Veo a Teodoro.

TRISTÁN

LUDOVICO ¿A Teodoro? TRISTÁN

Él bien quisiera hüirse, pero no pudo;

2845

dudé un poco, y era fuerza, porque el estar ya barbado tiene alguna diferencia. Fui tras él, asíle en fin,

2850

hablóme, aunque con vergüenza, y dijo que no dijese a nadie en casa quién era, porque el haber sido esclavo no diese alguna sospecha. Díjele: «Si yo he sabido que eres hijo en esta tierra de un título, ¿por qué tienes la esclavitud por bajeza?». Hizo gran burla de mí. Y yo, por ver si concuerda tu historia con la que digo, vine a verte, y a que tengas, si es verdad que éste es tu hijo, con tu nieto alguna cuenta, 388 o permitas que mi hermana con él a Nápoles venga, no para tratar casarse, 388

tener cuenta: ‘tener trato’.

2855

2860

2865

149

aunque le sobra nobleza, mas porque Terimaconio

2870

tan ilustre abuelo vea. LUDOVICO Dame mil veces tus brazos;

que el alma con sus potencias 389 que es verdadera tu historia en su regocijo muestran.

2875

¡Ay, hijo del alma mía, tras tantos años de ausencia hallado para mi bien! Camilo, ¿qué me aconsejas? ¿Iré a verle y conocerle? CAMILO

2880

¿Eso dudas? Parte, vuela, y añade vida en sus brazos a los años de tus penas.

LUDOVICO Amigo, si quieres ir

conmigo, será más cierta mi dicha; si descansar, aquí aguardando te queda, y dente por tanto bien toda mi casa y hacienda; que no puedo detenerme. TRISTÁN

389 390

Yo dejé, puesto que 390 cerca, ciertos diamantes que traigo, y volveré cuando vuelvas.

Las potencias del alma son entendimiento, voluntad y memoria (Aut.). puesto que: ‘aunque’.

2885

2890

150

Vamos de aquí, Mercaponios. FURIO

Vamos, señor. Bien se entrecas

TRISTÁN

2895

el engañifo. Muy bonis.

FURIO TRISTÁN CAMILO

Andemis. 391 ¡Extraña lengua!

LUDOVICO Vente, Camilo, tras mí.

Váyanse el conde y Camilo. TRISTÁN

¿Trasponen? 392

FURIO

El viejo vuela sin aguardar coche o gente. 393

TRISTÁN

2900

¿Cosa que esto verdad sea, y que éste fuese Teodoro?

FURIO

¿Mas si en mentira como ésta hubiese alguna verdad?

TRISTÁN

Estas almalafas 394 lleva, que me importa desnudarme, porque ninguno me vea

2905

de los que aquí me conocen. 391

Bien se entrecas... Andemis: ‘bien se traga el engaño’ dice con lengua deformada, y ‘muy bien’, ‘andemos’. 392 ¿Trasponen?: ‘¿se pierden de vista?’. 393 gente: ‘criados’. 394 almalafa: «especie de manto o ropa que usaban las moras y se ponía sobre todo el demás vestido, y comúnmente era de lino» (Aut.).

151

FURIO

Desnuda presto.

TRISTÁN

¡Que pueda esto el amor de los hijos!

FURIO

¿Adónde te aguardo?

TRISTÁN

Furio, en la choza FURIO

2910

395

Espera, del olmo.

Adiós. Váyase Furio.

TRISTÁN

¡Qué tesoro llega al ingenio! Aquí debajo traigo la capa revuelta,

2915

que como medio sotana me la puse, porque hubiera más lugar en el peligro de dejar en una puerta con el armenio turbante las hopalandas greguescas. 396

2920

Salen Ricardo y Federico. FEDERICO

395

Digo que es éste el matador valiente que a Teodoro ha de dar muerte segura.

Dixon apunta el significado de ‘taberna’ para esta choza. hopalanda: «la falda grande y pomposa; y comúnmente se toma por la falda que traen los estudiantes arrastrando» (Aut.); greguescos: ‘calzones’; pero Lope juega con su etimología, los convierte en adjetivo, griegos. Dice Julio en La Dorotea (acto IV, escena III): «Los griguiescos se llamaron así de grex gregis, y la lana del ganado; si no es que vinieron de Grecia» (ed. cit. 1980: 386.). 396

152

RICARDO

¡Ah, hidalgo!, ¿ansí se cumple entre la gente que honor profesa y que opinión procura lo que se prometió tan fácilmente? 2925

TRISTÁN

Señor...

FEDERICO

¿Somos nosotros por ventura de los iguales vuestros?

TRISTÁN

Sin oírme, no es justo que mi culpa se confirme. Yo estoy sirviendo al mísero Teodoro, que ha de morir por esta mano airada;

2930

pero puede ofender vuestro decoro públicamente ensangrentar mi espada. Es la prudencia un celestial tesoro y fue de los antiguos celebrada por única virtud. Estén muy ciertos que le pueden contar entre los muertos.

2935

Estase melancólico de día, y de noche cerrado en su aposento; que alguna cuidadosa fantasía le debe de ocupar el pensamiento. Déjenme a mí, que una mojada fría pondrá silencio a su vital aliento, y no se precipiten desa suerte;

2940

que yo sé cuándo le he de dar la muerte. FEDERICO

RICARDO

Paréceme, marqués, que el hombre acierta. 2945 Ya que le sirve, ha comenzado el caso; no dudéis, matarále. Cosa es cierta.

153

Por muerto le contad. Hablemos paso. 397

FEDERICO TRISTÁN

En tanto que esta muerte se concierta, vusiñorías, ¿no tendrán acaso

2950

cincuenta escudos? Que comprar querría un rocín, que volase 398 el mismo día. RICARDO

Aquí los tengo yo; tomad seguro de que, en saliendo con 399 aquesta empresa,

2955

lo menos es pagaros. TRISTÁN

Yo aventuro la vida, que servir buenos profesa. 400 Con esto, adiós, que no me vean; procuro hablar desde el balcón de la condesa con vuestras señorías. Sois discreto.

FEDERICO TRISTÁN FEDERICO

Ya lo verán al tiempo del efeto. Bravo es el hombre.

RICARDO

Astuto y ingenioso.

FEDERICO

¡Qué bien le ha de matar!

RICARDO

Notablemente. Sale Celio.

397

paso: ‘quedo, bajo’. que volase: ‘para marcharme volando’. 399 en saliendo con: ‘consiguiendo’. 400 servir buenos profesa: ‘ha hecho profesión de servir a los buenos’. 398

2960

154

CELIO

¡Hay caso más extraño y fabuloso!

FEDERICO

¿Qué es esto, Celio? ¿Dónde vas? Detente.

CELIO

Un suceso notable y riguroso 401 para los dos. ¿No veis aquella gente

2965

que entra en casa del conde Ludovico? RICARDO

¿Es muerto?

CELIO

Que me escuches te suplico. A darle van el parabién, contentos de haber hallado un hijo que ha perdido.

2970

RICARDO

Pues ¿qué puede ofender 402 nuestros intentos que le haya esa ventura sucedido?

CELIO

¿No importa a los secretos pensamientos que con Diana habéis los dos tenido, que sea aquel Teodoro, su crïado,

2975

hijo del conde?

401 402

FEDERICO

El alma me has turbado.

RICARDO

¿Hijo del conde? Pues ¿de qué manera se ha venido a saber?

CELIO

Es larga historia, y cuéntanla tan varia, que no hubiera para tomarla tiempo ni memoria.

FEDERICO

¡A quién mayor desdicha sucediera!

RICARDO

Trocóse en pena mi esperada gloria.

FEDERICO

Yo quiero ver lo que es.

riguroso: ‘cruel, duro de soportar’. ofender: ‘dañar’.

2980

155

RICARDO

Yo, conde, os sigo.

CELIO

Presto veréis que la verdad os digo.

2985

Váyanse, y salgan Teodoro, de camino, 403 y Marcela. MARCELA

En fin, Teodoro, ¿te vas?

TEODORO

Tú eres causa desta ausencia; que en desigual competencia no resulta bien jamás.

MARCELA

Disculpas tan falsas das como tu engaño lo ha sido, porque haberme aborrecido y haber amado a Diana lleva tu esperanza vana

2990

sólo a procurar su olvido. TEODORO

¿Yo, a Diana?

2995 Niegas tarde,

MARCELA

Teodoro, el loco deseo con que perdido te veo de atrevido y de cobarde: cobarde, 404en que ella se guarde el respeto que se debe; y atrevido, pues se atreve tu bajeza a su valor; que entre el honor y el amor

403de 404

camino: ‘en traje de camino, de viaje’. cobarde: ‘con miedo a’.

3000

156

hay muchos montes de nieve. Vengada quedo de ti, aunque quedo enamorada,

3005

porque olvidaré vengada, que el amor olvida ansí. Si te acordares de mí, imagina que te olvido,

3010

porque me quieras; que ha sido siempre, porque suele hacer que vuelva un hombre a querer pensar que es aborrecido. TEODORO

¡Qué de quimeras tan locas, para casarte con Fabio!

MARCELA

Tú me casas, que al agravio de tu desdén me provocas.

3015

Sale Fabio. FABIO

Siendo las horas tan pocas que aquí Teodoro ha de estar, bien haces, Marcela, en dar

3020

ese descanso a tus ojos. TEODORO

No te den celos enojos que han de pasar tanto mar.

FABIO TEODORO FABIO

En fin, ¿te vas?

3025 ¿No lo ves?

Mi señora viene a verte.

157

Sale la condesa, y Dorotea y Anarda. DIANA

¡Ya, Teodoro, desta suerte!

TEODORO

Alas quisiera en los pies, cuanto más, señora, espuelas.

DIANA

¡Hola! ¿Está esa ropa a punto?

ANARDA

Todo está aprestado y junto.

FABIO

En fin, ¿se va? ¿Y tú me celas? 405

MARCELA DIANA

3030

Oye aquí aparte. Aquí estoy

TEODORO

a tu servicio. Aparte los dos. DIANA

TEODORO DIANA

Teodoro, tú te partes, yo te adoro. 406

3035

Por tus crueldades me voy. Soy quien sabes. ¿Qué he de hacer?

TEODORO

¿Lloras?

DIANA

No; que me ha caído algo en los ojos. ¿Si ha sido

TEODORO

amor?

3040

405 celas: ‘tienes celos, desconfías de mí’. Antes Teodoro le ha dicho: «No te den celos...» (v. 3024). 406 Teodoro... te adoro: calambur.

158

DIANA

Sí debe de ser, pero mucho antes cayó y agora salir querría.

TEODORO

Yo me voy, señora mía; yo me voy, el alma no. Sin ella tengo de ir; no hago al serviros falta, 407

3045

porque hermosura tan alta con almas se ha de servir. ¿Qué me mandáis? Porque yo soy vuestro. ¡Qué triste día!

DIANA TEODORO

Yo me voy, señora mía;

DIANA

yo me voy, el alma no.

TEODORO

3050

¿Lloras? No, que me ha caído algo, como a ti, en los ojos.

DIANA

Deben de ser mis enojos.

TEODORO

Eso debe de haber sido.

DIANA

Mil niñerías te he dado, que en un baúl hallarás; perdona, no pude más. Si le abrieres, ten cuidado de decir, como a despojos de vitoria tan tirana:

407

3055

no hago... falta: ‘no cometo... falta’.

3060

159

«Aquestos puso Dïana con lágrimas de sus ojos». ANARDA

Perdidos los dos están.

DOROTEA

¡Qué mal se encubre el amor!

ANARDA

Quedarse fuera mejor. Manos y prendas se dan.

DOROTEA

Diana ha venido a ser el perro del hortelano.

ANARDA

Tarde le toma la mano.

DOROTEA

O coma o deje comer. Sale el conde Ludovico, y Camilo.

LUDOVICO DÏANA

3070

Bien puede el regocijo dar licencia, ilustre, a un hombre de mis años para entrar desta suerte a visitaros.

DIANA

Señor conde, ¿qué es esto?

LUDOVICO

Pues ¿vos sola no sabéis lo que sabe toda Nápoles? Que en un instante que llegó la nueva, apenas me han dejado por las calles, ni he podido llegar a ver mi hijo.

DIANA

3065

3075

3080

¿Qué hijo? Que no te entiendo el regocijo.

LUDOVICO ¿Nunca vuseñoría de mi historia

ha tenido noticia, y que ha veinte años que enviaba un niño a Malta con su tío, y que le cautivaron las galeras de Alí Bajá?

3085

160

DIANA

Sospecho que me han dicho ese suceso vuestro. Pues el cielo

LUDOVICO

me ha dado a conocer el hijo mío después de mil fortunas que ha pasado. DIANA

Con justa causa, conde, me habéis dado

3090

tan buena nueva. Vos, señora mía,

LUDOVICO

me habéis de dar, en cambio de la nueva, el hijo mío, que sirviéndoos vive, bien descuidado 408 de que soy su padre. ¡Ay, si viviera su difunta madre! DIANA

3095

¿Vuestro hijo me sirve? ¿Es Fabio acaso?

LUDOVICO No, señora, no es Fabio; que es Teodoro. DIANA

¿Teodoro? Sí, señora.

LUDOVICO TEODORO

¿Cómo es esto?

DIANA

Habla, Teodoro, si es tu padre el conde.

LUDOVICO Luego, ¿es aquéste?

3100 Señor conde, advierta

TEODORO

vuseñoría... LUDOVICO

No hay que advertir, hijo, hijo de mis entrañas, sino sólo el morir en tus brazos.

408

descuidado: ‘quien no sospecha algo y le coge de nuevo’.

161

¡Caso extraño!

DIANA ANARDA

TEODORO

¡Ay, señora! ¿Teodoro es caballero tan principal y de tan alto estado?

3105

Señor, yo estoy sin alma, de turbado. ¿Hijo soy vuestro?

LUDOVICO

Cuando no tuviera tanta seguridad, el verte fuera de todas la mayor. ¡Qué parecido a cuando mozo fui!

3110

Los pies te pido

TEODORO

y te suplico... LUDOVICO

No me digas nada, que estoy fuera de mí. ¡Qué gallardía! ¡Dios te bendiga! ¡Qué real presencia! ¡Qué bien que te escribió naturaleza en la cara, Teodoro, la nobleza!

3115

409

Vamos de aquí; ven luego, luego toma posesión de mi casa y de mi hacienda; ven a ver esas puertas coronadas de las armas más nobles deste reino. TEODORO

Señor, yo estaba de partida a España, y así me importa... 410

LUDOVICO

409 410

¡ luego: ‘al instante, en seguida’. así me importa: ‘así me conviene’.

¿Cómo, a España? Bueno,

3120

162

España son mis brazos. 411 Yo os suplico, señor conde, dejéis aquí a Teodoro

DIANA

hasta que se reporte y en buen hábito 412 vaya a reconoceros como hijo;

3125

que no quiero que salga de mi casa con aqueste alboroto de la gente. LUDOVICO Habláis como quien sois tan cuerdamente.

Dejarle siento por un breve instante, mas porque más rumor no se levante,

3130

me iré, rogando a vuestra señoría que sin mi bien no me anochezca el día. Palabra os doy.

DIANA LUDOVICO TEODORO

Adiós, Teodoro mío. Mil veces beso vuestros pies. Camilo,

LUDOVICO

venga la muerte agora.

3135 ¡Qué gallardo

CAMILO

mancebo que es Teodoro! LUDOVICO

Pensar poco quiero este bien por no volverme loco.

Váyase el conde, y lleguen todos los criados a Teodoro.

411 En La dama boba, Finea llama Toledo al desván para esconder en él a su amado Laurencio y decir a su padre que está en Toledo. 412 se reporte: ‘modere su pasión de ánimo, se tranquilice’; hábito: ‘traje, vestido’.

163

FABIO

Danos a todos las manos.

ANARDA

Bien puedes, por gran señor.

DOROTEA

Hacernos debes favor.

MARCELA

Los señores que son llanos 413

3140

conquistan las voluntades. Los brazos nos puedes dar. DIANA

Apartaos, dadme lugar, no le digáis necedades. Deme vuestra señoría

3145

las manos, señor Teodoro. TEODORO

Agora esos pies adoro, y sois más señora mía.

DIANA

Salíos todos allá; dejadme con él un poco.

MARCELA

¿Qué dices, Fabio? Estoy loco.

FABIO DOROTEA

¿Qué te parece?

ANARDA

Que ya mi ama no querrá ser el perro del hortelano.

DOROTEA ANARDA

413

3150

3155

¿Comerá ya? Pues ¿no es llano? 414

llano: ‘afable’. llano: ‘claro, evidente’. Finardo contesta con un «Es llano, diciéndoos verdad, Otón», cuando éste le dice: «¡Qué enfadoso estáis!» (El villano en su rincón, vv. 203-204; ed. de Juan M.ª Marín 1987.). 414

164

DOROTEA

¡Pues reviente de comer! 415 Váyanse los criados.

DIANA

¿No te vas a España?

TEODORO

¿Yo?

DIANA

¿No dice vuseñoría: «Yo me voy, señora mía,

3160

yo me voy, el alma no»? TEODORO

¡Burlas de ver los favores de la fortuna! Haz extremos. 416

DIANA TEODORO

Con igualdad nos tratemos, como suelen los señores, pues todos lo somos ya.

DIANA

Otro me pareces.

TEODORO

Creo que estás con menos deseo; pena el ser tu igual te da. Quisiérasme tu crïado, porque es costumbre de amor querer que sea inferior

3165

3170

lo amado. DIANA 415

Estás engañado,

En esta expresión de la criada Dorotea, amiga de Marcela, se acumula carga erótica y odio a la señora. 416 hacer extremos: «hacer demostraciones o expresiones excesivas con algún sujeto» (Aut.).

165

porque agora serás mío, y esta noche he de casarme contigo. TEODORO

3175

No hay más que darme; fortuna, tente. 417 Confío

DIANA

que no ha de haber en el mundo tan venturosa mujer. Vete a vestir. TEODORO

3180 Iré a ver

el mayorazgo que hoy fundo y este padre que me hallé sin saber cómo o por dónde. DIANA

Pues adiós, mi señor conde.

TEODORO

Adiós, condesa.

DIANA TEODORO

Oye. ¿Qué?

DIANA

¡Qué! Pues ¿cómo a su señora así responde un crïado?

TEODORO

Está ya el juego trocado, y soy yo el señor agora.

DIANA

Sepa que no me ha de dar más celitos con Marcela, aunque este golpe le duela.

417

tente: ‘detente’.

3185

3190

166

TEODORO

No nos solemos bajar los señores a querer las crïadas.

DIANA

Tenga cuenta con lo que dice. Es afrenta.

TEODORO DIANA

3195

Pues ¿quién soy yo? Mi mujer.

TEODORO

Váyase. DIANA

No hay más que desear; tente, fortuna, como dijo Teodoro, tente, tente. Salen Federico y Ricardo.

RICARDO

En tantos regocijos y alborotos,

3200

¿no se da parte a los amigos? Tanta

DIANA

cuanta vuseñorías me pidieren. FEDERICO

De ser tan gran señor vuestro crïado os las pedimos.

DIANA

Yo pensé, señores, que las pedís, con que licencia 418 os pido de ser Teodoro conde y mi marido. Váyase la condesa.

418

licencia: ‘permiso, beneplácito’.

3205

167

RICARDO

¿Qué os parece de aquesto?

FEDERICO

Estoy sin seso.

RICARDO

¡Oh, si le hubiera muerto este picaño! 419 Sale Tristán.

FEDERICO

Veisle, aquí viene.

TRISTÁN

Todo está en su punto. ¡Brava cosa! ¡Que pueda un lacaífero 420 3210 ingenio alborotar a toda Nápoles!

RICARDO

Tente, Tristán, o como te apellidas.

TRISTÁN

Mi nombre natural es Quita-vidas.

FEDERICO

¡Bien se ha echado de ver!

TRISTÁN

Hecho estuviera, a no ser conde de hoy acá este muerto. 3215

RICARDO

Pues ¿eso importa?

TRISTÁN

Al tiempo que el concierto hice por los trecientos solamente, era para matar, como fue llano, un Teodoro crïado, mas no conde. Teodoro conde es cosa diferente, 3220 421 y es menester que el galardón se aumente; que más costa tendrá matar un conde

419

picaño: ‘pícaro, sinvergüenza’. lacaífero: otro adjetivo que inventa (de lacayo) el criado. 421 galardón: ‘retribución, recompensa’. 420

168

que cuatro o seis crïados, que están muertos, unos de hambre y otros de esperanzas, y no pocos de envidia. 3225 ¿Cuánto quieres?

FEDERICO

...¡Y mátale esta noche! TRISTÁN

Mil escudos.

RICARDO

Yo los prometo.

TRISTÁN

Alguna señal quiero.

RICARDO

Esta cadena. Cuenten el dinero.

TRISTÁN FEDERICO

Yo voy a prevenillo. 422 Yo a matalle.

TRISTÁN

¿Oyen? RICARDO

3230 ¿Qué? ¿Quieres más?

TRISTÁN

Todo hombre calle. Váyanse, y entre Teodoro.

TEODORO

Desde aquí te he visto hablar con aquellos matadores.

TRISTÁN

Los dos necios son mayores que tiene tan gran lugar. Esta cadena me han dado, mil escudos prometido porque hoy te mate.

TEODORO 422

prevenillo: ‘prepararlo, disponerlo’.

¿Qué ha sido

3235

169

esto que tienes trazado? Que estoy temblando, Tristán. TRISTÁN

Si me vieras hablar griego,

3240

me dieras, Teodoro, luego más que estos locos me dan. ¡Por vida mía, que es cosa fácil el greguecizar! 423 Ello en fin no es más de hablar; mas era cosa donosa 424 los nombres que les decía: Azteclias, Catiborratos, Serpelitonia, Xipatos, Atecas, Filimoclía;

3245

3250

que esto debe de ser griego, como ninguno lo entiende, y, en fin, por griego se vende. TEODORO

A mil pensamientos llego que me causan gran tristeza; pues si se sabe este engaño, no hay que esperar menos daño que cortarme la cabeza.

TRISTÁN TEODORO

3255

¿Agora sales con eso? Demonio debes de ser.

3260

423 greguecizar: nuevo término que inventa para «hablar en griego». Autoridades registra greguizar y dice «es voz inventada»; remite al verso de las Rimas de Tomé de Burguillos del propio Lope: «Parió Venus a Anteros y, enfadosa, / también por lo bizarro greguizaba» (J. M. Blecua (ed.) 1969:1365.). 424 donosa: ‘chistosa’.

170

TRISTÁN

Deja la suerte correr y espera el fin del suceso.

TEODORO

La condesa viene aquí.

TRISTÁN

Yo me escondo; no me vea.

3265

Sale la condesa. DIANA

¿No eres ido a ver tu padre, Teodoro?

TEODORO

Una grave pena me detiene, y finalmente, vuelvo a pedirte licencia para proseguir mi intento de ir a España.

3270

DIANA

Si Marcela te ha vuelto a tocar al arma, muy justa disculpa es ésa.

TEODORO

¿Yo, Marcela?

DIANA TEODORO

DIANA

Pues ¿qué tienes? No es cosa para ponerla desde mi boca a tu oído. 425

3275

Habla, Teodoro, aunque sea mil veces contra mi honor.

425 Como dirá el marqués de la Mota en El burlador de Sevilla: «Bien dijo un sabio que había / entre la boca y la taza / peligro» (vv. 1656-1658; ed. de A. Rodríguez LópezVázquez 1997.).

171

TEODORO

Tristán, a quien hoy pudiera hacer el engaño estatuas, la industria 426 versos, y Creta

3280

427

rendir laberintos, viendo mi amor, mi eterna tristeza, sabiendo que Ludovico perdió un hijo, esta quimera ha levantado 428 conmigo, que soy hijo de la tierra, 429

3285

y no he conocido padre más que mi ingenio, mis letras y mi pluma. El conde cree que lo soy, 430y aunque pudiera ser tu marido y tener tanta dicha y tal grandeza, mi nobleza natural que te engañe no me deja, porque soy naturalmente hombre que verdad profesa. Con esto, para ir a España

3290

3295

vuelvo a pedirte licencia, que no quiero yo engañar 426 industria: ‘ingenio, astucia’. En la alabanza del ingenio del tracista Tristán, Teodoro habla del laberinto de Creta, que Minos mandó hacer a Dédalo para encerrar en él al Minotauro, por el laberíntico proceder del criado. 427 rendir: ‘entregar’. 428 esta quimera... ha levantado: ‘ha fabricado esta invención’. 429 hijo de la tierra: ‘que no tiene padres ni parientes conocidos’. 430 lo soy: ‘soy conde’.

172

tu amor, tu sangre y tus prendas. DIANA

3300

Discreto y necio has andado: discreto en que tu nobleza me has mostrado en declararte; necio en pensar que lo sea 431 en dejarme de casar, pues he hallado a tu bajeza

3305

el color que yo quería; que el gusto no está en grandezas, sino en ajustarse al alma aquello que se desea. Yo me he de casar contigo; y porque Tristán no pueda decir aqueste secreto, hoy haré que, cuando duerma, en ese pozo de casa le sepulten. TRISTÁN

3315

(Detrás del paño.) ¡Guarda 432 afuera!

DIANA

¿Quién habla aquí?

TRISTÁN

¿Quién? Tristán, que justamente se queja de la ingratitud mayor que de mujeres se cuenta. Pues, siendo yo vuestro gozo,

431

3310

3320

lo sea: ‘sea necia’. ¡Guarda...!: ‘¡cuida!’; «voz con que se advierte y avisa a otro se aparte del daño u perjuicio que le amenaza» (Aut.); Correas (Vocabulario de refranes) dice «al que tiene miedo», como guarda el coco.

432

173

aunque nunca yo lo fuera, ¿en el pozo me arrojáis? 433 DIANA

¿Que lo has oído? No creas

TRISTÁN

3325

que me pescarás el cuerpo. DIANA TRISTÁN

Vuelve. ¿Que vuelva?

DIANA

Por el donaire

434

Que vuelvas. te doy

palabra de que no tengas mayor amiga en el mundo;

3330

pero has de tener secreta esta invención, pues es tuya. TRISTÁN

Si me importa que lo sea, ¿no quieres que calle?

TEODORO

Escucha. ¿Qué gente y qué grita 435 es ésta?

3335

Salen el conde Ludovico, Federico, Ricardo, Camilo, Fabio, Anarda, Dorotea, Marcela. RICARDO

FEDERICO 433

Queremos acompañar a vuestro hijo. La bella

Juega con la frase el gozo en el pozo, «refrán con que se da a entender haberse desvanecido alguna cosa que seguramente se esperaba» (Aut.). Tristán ha conseguido el gozo, la felicidad, de la condesa, y ésta quiere matarle, «arrojarle al pozo». 434 donaire: ‘gracia’. 435 grita: ‘confusión de voces’.

174

Nápoles está esperando que salga, junta 436 a la puerta. LUDOVICO Con licencia de Diana,

3340

una carroza te espera, Teodoro, y junta, a caballo, de Nápoles la nobleza. Ven, hijo, a tu propia casa tras tantos años de ausencia; verás adónde naciste. DIANA

3345

Antes que salga y la vea, quiero, conde, que sepáis que soy su mujer.

LUDOVICO

¡Detenga la fortuna, en tanto bien, con clavo de oro la rueda! Dos hijos saco de aquí,

3350

437

si vine por uno. FEDERICO

Llega, Ricardo, y da el parabién.

RICARDO

Darle, señores, pudiera

3355

de la vida de Teodoro; que celos de la condesa me hicieron que a este cobarde diera, sin esta cadena, 436

junta: ‘juntada, reunida’. echar un clavo a la rueda de la fortuna: «vale lo propio que asegurarla para que no vuelva atrás» (Aut.). 437

175

por matarle mil escudos. Haced que luego le prendan, que es encubierto ladrón. TEODORO

3360

Eso no, que no profesa ser ladrón quien a su amo defiende.

RICARDO

¿No? Pues ¿quién era este valiente fingido?

TEODORO

Mi crïado; y porque tenga premio el defender mi vida, sin otras secretas deudas, 438 con licencia de Dïana, le caso con Dorotea, pues que ya su señoría

3365

3370

casó con Fabio a Marcela. RICARDO

Yo doto a Marcela. Y yo,

FEDERICO

a Dorotea. LUDOVICO

Bien queda

3375

para mí, con hijo y casa, el dote de la condesa. TEODORO

Con esto, senado noble, que a nadie digáis se os ruega el secreto de Teodoro, 439

438

3380

Alusión a la traza que ha urdido para conseguir su felicidad. Teodoro pide al público —con la fórmula habitual de senado— su complicidad en mantener su secreto.

439

176

dando, con licencia vuestra, de El perro del hortelano fin la famosa comedia.