El movimiento obrero en Argentina

El movimiento obrero en Argentina Una contribución a su historia por Felix Weil Leipzig Editorial de C. L. Hirschfeld 1923 Impreso por W. Kohlhamm...
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El movimiento obrero en Argentina Una contribución a su historia por

Felix Weil

Leipzig Editorial de C. L. Hirschfeld 1923

Impreso por W. Kohlhammer en Stuttgart

El movimiento obrero en Argentina. Una contribución a su historia 1 Por

Félix Weil (Frankfurt am Main) Traducción: Laura Sotelo y Héctor A. Piccoli Contenido: Los comienzos del movimiento obrero. – La primera agrupación político-sindical (F.O.A.). – El movimiento sindical: F.O.R.A., F.O.R.A.C., Autónomos, U.S.A. – El movimiento político: P.S.A., P.C.A. – La situación de la clase trabajadora en las ciudades. – La situación de la clase trabajadora en el campo. – Apéndice: Algunos datos estadísticos.

Por la prensa obrera de Europa circulan de tiempo en tiempo noticias sobre el movimiento obrero en Sudamérica que hacen aparecer a este movimiento bajo una luz falsa. Se suele sobreestimar en mucho su significado. Típica en tal sentido es, por ejemplo, la declaración de ZINOVIEV en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista 2, de que la Internacional Sindical Roja en Argentina tiene 214.000 adherentes. De hecho hay, en total, en sólo tres países de Sudamérica un movimiento obrero independiente: en Argentina, Uruguay y Chile, y aun en ellos su influencia sobre la política es apenas perceptible. Argentina es el más desarrollado entre ellos, e investigar el movimiento obrero de allí es la tarea del presente tratado. Se trata del movimiento en un país capitalista joven, en el cual apenas existe aún industria. Con 2,8 millones de Km2 5 veces más grande que Alemania, es Argentina un país preponderantemente agrario, con economía extensiva. De la población de 7,9 millones de habitantes, alrededor de un tercio vive en las cuatro grandes ciudades: Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca y Córdoba; de él, 1,6 millones sólo en los 185 km2 de Buenos Aires; la otra parte se distribuye en el territorio restante. Según MARTIN 3, la población activa asciende a 2,36 millones de personas. De ellas corresponden sólo a Buenos Aires 398.100 (según otra fuente 359.614). Se reparte del siguiente modo: en Bs. As. Industria y artesanía

813.000

Jornaleros

702.000

Agricultura y pastoreo

462.000

Alrededor del 30% “

“ 10% ..........—...

1

La base para el siguiente trabajo –el primer intento de exposición global del movimiento obrero en la Argentina – estuvo formada por: material muy escaso procedente del Departamento Nacional del Trabajo; publicaciones oficiales del Partido Socialista y Comunista de Argentina, de la F(ederación) O(brera) R(egional) A(rgentina); el libro Nuevo Derecho de ALFREDO L. PALACIOS, abogado y profesor de la Universidad de Buenos Aires y La Plata, publicado en Buenos Aires en 1920; especialmente, empero, por comunicaciones personales de veteranos del movimiento obrero como el Dr. JUSTO y AUGUST KÜHN, así como de otros dirigentes. Apenas existe material más confiable. Sobre todo la estadística no es manipulada con exactitud: ni por las organizaciones obreras –en la medida en que en los últimos tiempos se ocupan de ellas– ni por el Departamento Nacional del Trabajo. Los muestreos dejaron ver que el material de éste no es del todo irreprochable. A modo de ejemplo, arrojó ya la primera prueba, la suma de un rubro formulado en porcentajes, el 102, 4 %. 2

Cfr. las actas del III Congreso de la Internacional, pág. 677. Confróntese con esta mención de ZINOVIEV la fuerza real, infra, pág. 14 [22].

3

En la obra colectiva editada por el profesor HELLAUER Argentina, economía y fundamentos económicos. Berlin y Leipzig, 1921, pág. 10.

Comercio

24.000



“ 40%

Empresas de transporte

98.000



“ 50%

254.000



“ 10%

Otros

El movimiento obrero se limita a las ciudades. Como típico país de inmigrantes, Argentina no tiene tradición propia. Pero, por cierto, se encuentran allí fragmentos de tradiciones de los distintos países europeos, que hacen su aparición en la vida política. A partir de la siguiente exposición, podremos ver cómo también en el movimiento obrero se reflejan las principales tendencias del movimiento europeo.

Los comienzos del movimiento obrero Las más antiguas, por cierto muy inseguras noticias sobre los comienzos del movimiento obrero en Argentina proceden del año 1790, según las cuales se habría formado en Buenos Aires un gremio de los zapateros, que perseguía también objetivos sindicales. Otro informe nos relata que aproximadamente en la misma época estalló en Buenos Aires una huelga de los plateros y de los trabajadores del cuero, que sofocó rápidamente el virrey español azotando a los huelguistas. Las ideas de los primeros socialistas se abren pronto paso hacia allá y encuentran eco en las cabezas dirigentes del movimiento argentino por la independencia. RIVADAVIA, uno de los hombres más famosos de las luchas argentinas por la libertad, estuvo fuertemente influenciado por ellas, pues en 1822 propuso al Congreso Nacional medidas que deben designarse como claramente socialistas. Las más notables entre ellas son: contratos agrarios “enfitéuticos”, esto es, propiedad estatal del suelo, pero con arrendamiento a veinte años –una propuesta que recuerda el moderno orden agrario de la Rusia Soviética o de Nueva Zelanda–, indemnización total del arrendatario, después de la expiración del arrendamiento, por edificios, cercos, mejoras técnico-agropecuarias, etc.; sustitución de los impuestos, aranceles y otras contribuciones por los ingresos procedentes de la renta del suelo; un impuesto a la herencia. Estas propuestas fueron también aceptadas en parte por el Congreso; sin embargo, jamás se llegó a su ejecución. La influencia de Saint-Simon y Cabet se impuso en esta época también en las obras de algunos científicos: LERROUX, ECHEVERRÍA y ALBERDI son hoy llamados los “saintsimonianos argentinos”. Una revista, EL Artesano, la cual fue editada en 1863 por el español VICTORY Y SUÁVEZ, fallecido en mayo de 1897, contiene artículos sobre CABET, BLANC, PROUDHON, etc. y copias de sus obras. Otros datos sobre precursores del movimiento obrero argentino no se conocen. Sólo se sabe que desde aproximadamente 1850 ha habido coaliciones de trabajadores que también realizaron huelgas –en 1857 tuvo lugar una huelga de los tipógrafos en Buenos Aires– y que alrededor de 1880 por un corto tiempo habría existido una revista con la línea de la Primera Internacional. No obstante, todas las noticias de este tipo se basan en la tradición oral y son por completo inseguras. Los primeros datos históricos más precisos y en cierto modo más seguros, provienen sólo del año 1882. El 1ro. de enero de este año socialistas alemanes fundaron en Buenos Aires el Verein Vorwärts [la Asociación Adelante], como asociación de propaganda socialista –todavía hoy existente como agrupación republicana, de orientación en parte democrática, en parte socialdemocrática y con fines más bien recreativos–. En los años 70 había inmigrado toda una serie de refugiados que escapaban de la ley contra los socialistas, entre ellos también AUGUST KÜHN, aún hoy activo en el movimiento obrero en las filas del Partido Comunista, entre cuyos cofundadores se cuenta; además GUSTAV NOSKE y CARL MÜCKE. Ellos y otros 10 fueron los fundadores de la asociación, que desde el 2 de octubre de 1886 editó una revista propia, Vorwärts, la cual pudo afirmarse a lo largo de una década. En los años 80 surgieron además numerosos

grupos, las más de las veces reunidos por lenguas. Así por ejemplo en 1888 el «Círculo Socialista Internacional», al que pertenecían anarquistas italianos y franceses –entre ellos, MALATESTA–; un grupo belga-holandés, y otros. Pero ninguno tuvo una larga existencia. Por la misma época surgieron muchos sindicatos, en parte como consecuencia de la propaganda de organizaciones extranjeras. El sindicato de conductores de locomotoras y fogoneros La Fraternidad se formó el 20 de junio de 1887 como consecuencia de la agitación de un maquinista enviado por un sindicato norteamericano (? F. W.); el 12 de enero de 1889 fue fundado el Comité Internacional Obrero, compuesto por representantes de la mayoría de las agrupaciones obreras existentes en Buenos Aires, con el objetivo de ejecutar las resoluciones del Congreso Obrero Internacional de París del 14 de julio de 1889. Organizó entonces la primera celebración del 1ro. de mayo en 1890, de acuerdo a las resoluciones parisinas. Alrededor de 3.000 obreros se reunieron ese día en el “Prado Español” y resolvieron: 1. declarar el 1ro. de mayo día internacional de los trabajadores; 2. preparar la fundación de una liga de sindicatos obreros argentina; 3. fundar una revista para la defensa de la clase obrera; 4. presentar al Congreso Nacional una petición en favor de una legislación social.

La primera coalición político-sindical Las resoluciones pronto fueron puestas en práctica. La liga se constituyó el 29 de junio de 1890 con el nombre de Federación Obrera Argentina 4, entrando en ella probablemente todos los sindicatos existentes en aquel entonces en Buenos Aires y también en el interior; los obreros de industrias y de localidades donde no existía aún sindicato alguno, fueron integrados en la Sección Varia. El 8 de julio de 1890, una delegación de la F.O.A. presentó al Congreso Nacional la petición arriba mencionada, no obstante sin éxito, pues el Congreso pasó por sobre ella al orden del día. A partir del 12 de diciembre de 1890 apareció luego por primera vez el semanario El Obrero, bajo la dirección del ingeniero argentino-alemán HERMANN A. LALLEMENT. La publicación, sin embargo, tuvo que luchar con grandes dificultades. Los anarquistas le dieron mucho que hacer a la FOA. El primero de mayo de 1891 perturbaron la celebración el día del trabajador, dando así lugar a severas medidas policiales. El 15 de agosto siguiente se constituyó el primer congreso de la F.O.A. Tuvieron representación los sindicatos de los panaderos, carpinteros, ebanistas y de los tipógrafos alemanes, además la asociación Vorwärts y dos varias del interior. Las resoluciones del Congreso exigían: la jornada de ocho horas, una pausa laboral ininterrumpida de 36 horas por semana, la constitución de una bolsa de trabajo, etc. Además, el congreso dictó un reglamento huelguístico y eligió una comisión directiva de la cual formó parte también AUGUST KÜHN. La influencia extranjera en el movimiento obrero era en estos años aún muy grande. Lo mismo vale respecto de la nacionalidad de los dirigentes de los trabajadores: la mayoría de ellos eran extranjeros. Cuando hoy se evoca el desarrollo de aquella época, se tiene la impresión de que el crecimiento del movimiento obrero tenía en sí algo artificial. Esta suposición se apoya en la circunstancia de que en aquel momento el desarrollo de estas organizaciones de trabajadores se consumaba muy lentamente, de que la revista El Obrero, a fines de septiembre de 1892 dejó por primera vez de aparecer y, luego de un corto renacimiento en febrero de 1893, desapareció definitivamente dos meses después, y de que también la F.O.A. se disolvió tras su segundo congreso del 30 de octubre de 1892, en el cual se adoptaron resoluciones con la exigencia del poder político y la socialización. Con esto se cerró el primer período del movimiento obrero en Argentina. Una clara división entre organización política y sindical no había tenido lugar aún hasta entonces. Pero 4

Su programa es inhallable. Puede suponerse que fue configurado según el modelo de los programas de los partidos europeos.

ahora este proceso comenzaba. En los años siguientes se desarrolló la organización política independiente, el partido. En adelante, la separación entre ambas formas de manifestación del movimiento obrero es perceptible. Esto justifica también su tratamiento por separado. Comienzo con el movimiento sindical, que es no sólo el más antiguo históricamente, sino también con mucho el más vigoroso. La división del material se impone ya por el hecho de que no hay en Argentina una relación entre federación sindical y partido socialdemócrata como la que existe, por ejemplo, en Alemania o en Italia.

El movimiento sindical Ocho años pasaron hasta que la clase obrera argentina volviera a crear una organización sindical central. En estos años se desarrollaron lentamente los sindicatos individuales y muchos nuevos llegaron a ser fundados, como consecuencia del despliegue incipiente del capitalismo. Se dice que durante el año 1895 han estado en huelga en Buenos Aires 23.798 trabajadores, que pertenecían a 19 sindicatos distintos. El 13 de agosto de 1896 se desató la primera gran huelga, en la que tomaron parte alrededor de 20.000 trabajadores. La lucha giraba en torno a la jornada de ocho horas, al descanso dominical, al pago de las horas extras, etc. Finalmente la huelga fracasó, como después tantas otras, a pesar del esfuerzo inaudito de los huelguistas –el personal de los talleres de una línea férrea se mantuvo firme 110 días–, y más precisamente, porque los empresarios sustituyeron a los huelguistas por inmigrantes. Las experiencias que adquirió el proletariado en estos años le pusieron por fin en claro, que la unidad resultaba imperiosamente necesaria. El 2 de mayo de 1901 resolvieron entonces representantes de 13 sindicatos la convocatoria a un congreso para fundar una federación nacional. Éste tuvo lugar luego, el 25 de mayo, fiesta nacional argentina. De este modo se creó la F(ederación) O(brera) R(egional) A(rgentina), a la cual se añadieron 29 –según otros informes 37– sindicatos, entre ellos 17 de Buenos Aires. La federación rechazó en su resolución fundacional cualquier atadura política. Se caracterizó, antes bien, como una “institución independiente de los partidos socialistas y anarquistas”, no queriendo ser nada más que una “pura y absoluta organización de resistencia”. Como medio de lucha, reconoció la huelga general. Desde el 1ro. de agosto de 1901 la F.O.R.A. editó una revista de aparición semanal: La organización obrera. La influencia de los anarquistas en la F.O.R.A era grande y se incrementó aún en el período siguiente. Sin embargo, la unidad se conservó hasta el segundo congreso de abril de 1902. Éste adoptó resoluciones contra el trabajo nocturno y el militarismo y declaró como medios de lucha, además de la huelga, también el boicot y el sabotaje. Los sindicatos bajo la influencia del joven Partido Socialista argentino, que no estaban de acuerdo con la posición “antipolítica” anarquista de la FORA, se retiraron, por ese motivo, de la federación, formando el 16 de junio de 1902 la U(nión) G(eneral) (de) T(rabajadores), bajo el modelo de las federaciones francesa e italiana. En 1905, no obstante, se plantearon nuevamente tentativas de unificación. El congreso de la Unión General de Trabajadores, la U.G.T., propuso al V congreso de la F.O.R.A. un pacto de solidaridad, pero éste fue rechazado. Sí, los anarquistas impusieron incluso la aceptación de la fórmula que, al cabo de los años, destruyó todo intento de unidad: “[el Quinto Congreso Obrero Regional Argentino, consecuente con los principios filosóficos que han dado razón de ser a la organización de las Federaciones Obreras declara:] Que aprueba y recomienda a todos sus adherentes la propaganda e ilustración más amplia, en el sentido de inculcar a los obreros los principios económicos y filosóficos del comunismo anárquico.

Esta educación, impidiendo que se detengan en la conquista de las ocho horas, los llevará a su completa emancipación y por consiguiente a la evolución social que se persigue.” Otra resolución de este congreso exigía a su vez la supresión de la “ley de residencia”, votada el 22 de Julio de 1902, que estaba destinada a contener al movimiento obrero, y daba al gobierno, es decir, a la policía, el derecho de deportar directamente, sin orden judicial, a los extranjeros que “perturben el orden público”, o de impedir el ingreso al país a tales personas. El significado de esta ley se aclara perfectamente, si se considera que por entonces casi todos los dirigentes del movimiento obrero eran extranjeros, y que en parte aún hoy lo son. A la ley de residencia se remite la disposición, todavía válida, de que los extranjeros, antes de recibir la visa de entrada, deben presentar un certificado policial, en el que conste que en los últimos cinco años no han participado en ninguna tendencia hostil al estado. Ya el III y IV congreso de la F.O.R.A. (de Junio de 1903 y julio de 1904) se habían vuelto contra la ley de residencia y contra ella habían amenazado con huelga general, boicot y “cualquier otra acción revolucionaria que las circunstancias exijan”. Como nuevo medio de lucha sindical el V congreso recomendó además la “etiqueta” [Label] –hoy habitual sobre todo en las imprentas–, esto es, una marca del sindicato, que les está permitido colocar sobre sus productos a aquellas fábricas que han aceptado las condiciones de los sindicatos. En los años siguientes, las tendencias anarquistas se destacaron cada vez con mayor nitidez. El VI Congreso de la F.O.R.A (1906) resolvió actuar mediante el sabotaje contra el lockout patronal. Al mismo tiempo creció, empero, la necesidad de unificación. El congreso eligió, por lo tanto, una comisión, la cual, conjuntamente con representantes de la U.G.T., realizó el 28 de marzo de 1907 un congreso de unificación, en el cual 62 sindicatos votaron por el mantenimiento de la fórmula del V congreso de la F.O.R.A., es decir, por el rechazo de la unificación, mientras que 9 se pronunciaron por ella y 38 de abstuvieron de la votación. Este resultado negativo, sin embargo, no se mantuvo. El 25 de septiembre de 1909 llegó a concretarse el segundo congreso de unificación, que había sido convocado esta vez por un grupo de los “autónomos”, esto es, de sindicatos que no pertenecían a ninguna federación. Se llegó inesperadamente a una unificación parcial: la U.G.T. y una parte de los sindicatos autónomos concertaron unirse en la C(onfederación) O(brera) R(egional) A(rgentina). Ésta, aunque sólo parcial unión de las fuerzas sindicales, pronto se hizo valer. En el año 1910 se registró una vivaz actividad huelguística de considerables consecuencias5. El gobierno se sintió tan inquieto frente al crecimiento del movimiento obrero, que en Julio de 1910 –en el año de la conmemoración del Centenario– impuso la Ley de Defensa Social, la cual amenazaba con hasta tres años de cárcel a todo aquél “que, mediante injuria, amenaza o violencia, intente inducir a una persona a unirse a una huelga o a un boicot”. Además, exigía que las asambleas al aire libre debieran ser anunciadas con ocho días de anticipación, y con 24 horas las que se realizaran en espacios cerrados, a la policía, y autorizadas por ésta. Finalmente, prohibía el uso de banderas rojas, etc. El juez y diputado FERRER aclaraba el objetivo de la ley, con el argumento de que mediante ella “todos los agitadores han de ser puestos fuera de la ley, para que cada ciudadano pueda matarlos a golpes en la calle como a perros”. Con esta ley y la ya comentada ley de residencia de 1902, el gobierno esperaba poder aplastar a un movimiento obrero inesperadamente incrementado. Y lo logró, durante el año siguiente al menos, mas tampoco por mucho tiempo. Pues cada gobierno de los que se dieron hasta el momento se ve forzado, por razones políticas y tácticas, de vez en cuando, y más precisamente, cada vez que las elecciones son inminentes, a aplicar las normas penales sólo de modo extremadamente leve. Pero en estos respiros el proletariado vuelve a recuperarse rápi-

5

Cfr. la estadística, infra, págs. 29-30 [48-49].

damente del período represivo precedente, sobre todo porque el gobierno considera a menudo correcto apoyar abiertamente al movimiento obrero en este lapso, para ganar su voto 6. Tras una nueva tentativa vana, en noviembre de 1912, de arribar con la F.O.R.A. a una base de lucha común, en junio de 1914, la C.O.R.A. resolvió lograr la unidad de otro modo, a saber, disolviéndose e ingresando en la F.O.R.A. No obstante, esta unidad formal volvió a deshacerse en el siguiente congreso, el IX, de 1915. Con los votos de 46 sindicatos contra 14 (según otros de 44 contra 11) se resolvió remplazar la fórmula del V congreso por la siguiente: “La F.O.R.A. ni se pronuncia oficialmente por ningún partido, ni recomienda la adopción de sistemas ideológicos o filosóficos determinados, cuya propaganda, no obstante, en consonancia con la autonomía del individuo en el sindicato, del sindicato en la federación local y de la federación local en la federación nacional 7, ni está prohibida ni puede ser limitada en nombre de principio alguno. Por el contrario, el más amplio y tolerante debate científico de temas filosóficos e ideológicos debe estar permitido, en consideración de las diversas líneas de pensamiento de los afiliados a la federación, a fin de mantener la unidad orgánica y, de este modo, evitar la susceptibilidad y el fanatismo, que se daría, para daño de la F.O.R.A., si ésta permitiera o adoptara una ideología determinada.” Los 14 sindicatos que se atenían a la antigua fórmula, no aceptaron la votación y se constituyeron como la “única auténtica” F.O.R.A., la que adoptó primero la designación del “V Congreso”, pero desde setiembre de 1920 –por razones de agitación– se llama F.O.R.A.C(omunista). Esta F.O.R.A.C. desarrolla una fraseología radical, apenas se preocupa ya por un verdadero trabajo sindical y no tiene, sobre todo, tendencia unitaria alguna. Por “autonomía” entiende, que cada sindicato puede hacer lo que desea. Así, existen sindicatos anexos a ella que se pronuncian por la introducción de aranceles de protección en su industria; otros definen en sus estatutos que en puestos vacantes de su fábrica pueden ingresar sólo familiares de los afiliados, de lo cual conozco un ejemplo, el de la gran fábrica de cigarrillos “marca 43”; otros, a su vez, agitan, a pesar de su actitud teóricamente antipolítica, en favor de la “dictadura del proletariado” en forma de la dictadura de los sindicatos. Baste este florilegio para mostrar la confusión ideológica que domina en la F.O.R.A.C. Con su radicalismo verbal 8 y su inclinación al sabotaje y al atentado, la F.O.R.A.C. aparece como un grave peligro para el movimiento obrero. Casi en cada huelga, en cada manifestación, su gente se embarca, con agentes provocadores, en disturbios que luego ofrecen al gobierno el pretexto oportuno para perseguir también a las otras organizaciones de trabajadores. Como medio de forzar a los trabajadores a unirse al sindicato, la F.O.R.A.C. utiliza el terror: una táctica que tan sólo conduce demasiado a menudo a una funesta sobreestimación de las fuerzas sindicales. Un ejemplo típico en este respecto lo proporcionó la gran huelga general de 1921, sobre la cual se señalan abajo detalles más precisos. Durante largo tiempo el sindicato de conductores, con sus alrededor de 15.000 adherentes, había sido considerado como uno de los más fuertes y revolucionarios. Pero en el lapso de pocos días esta organización aparentemente tan potente desapareció casi por completo. La razón: su unidad y poder 6

Cfr. pág. 12 de la obra colectiva ed. por HELLAUER.

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La tendencia anticentralista en el movimiento obrero argentino, tal como aquí sale claramente a la luz, es tan fuerte, que, por ejemplo, los comunistas, en su propuesta programática para el congreso de unificación de marzo de 1922, han evitado usar la palabra (organización) “centralista” y, en lugar de ello, para aderezar la propuesta de organización central a los trabajadores, repitieron tres veces en una oración: “libre y autónoma, en la medida en que no sean tocados intereses superiores”.

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La aspiración permanente a nuevos métodos revolucionarios, que pudieran sustituir a los “viejos y desgastados”, conduce a veces a propuestas como, por ejemplo, la publicada en Rosario en El Comunista, el órgano de los anarquistas. ¡Como nueva táctica sindical se recomienda allí el establecimiento de comités de estudio, que han de observar la bolsa y el mercado, para fijar el momento adecuado para la presentación de nuevas demandas salariales!

se basaba, no en la disposición al sacrificio y en el sentimiento de solidaridad, sino en gran medida en el miedo. Es que más de la mitad de los 10.000 conductores de taxímetros son propietarios de su coche. Al comienzo, cuando se hacía huelga por tarifas más altas, participaron, por supuesto, de buen grado e ingresaron en el sindicato. Más tarde, sin embargo, ellos y los choferes privados quisieron retirarse pero no se atrevieron, pues en ese caso sus autos hubieran sido destruidos y sus propias vidas no hubieran estado seguras. Por consiguiente, se plegaron en bloque al grupo anarquista estridente que había arrebatado la conducción, y, atemorizados, tomaron parte en todo. Mas en el instante en que, con motivo de la huelga general, el gobierno abandonó su hasta allí amistosa actitud hacia los trabajadores, declaró proteger a los rompehuelgas, concediéndoles permiso de portación de armas, se apresuraron a abandonar la organización, y el hasta allí tan poderoso sindicato de choferes desapareció, de la noche a la mañana, de la escena política. Bajo estas circunstancias, es también casi imposible referir algo sobre la fuerza de la F.O.R.A.C. En la medida en que se publicaron cifras, fueron falsificadas por razones de agitación. Material estadístico, no existe. En la medida en que éste o aquel sindicato se ocupa de él –si es que alguna vez lo hace–, las más de las veces vuelve a perderse en el próximo período de persecución policial, dado que entonces los secretariados sindicales llevan una existencia ambulante. Una estadística oficial de la comisión directiva de la F.O.R.A.C., que ésta envió el 1 de marzo de 1920 al profesor PALACIOS, declara que la cifra total de trabajadores organizados en la F.O.R.A.C. era de 185.000. De la confiabilidad de estas cifras puede uno hacerse una idea, si se ve que, por ejemplo, la fuerza de la federación de los sindicatos de trabajadores portuarios declarada en este índice es de 70.000 hombres, mientras que la federación, según sus propias declaraciones simultáneas, computa sólo 33.876 adherentes, lo cual, por lo demás, tampoco concuerda con los hechos. En realidad, en el año 1920, toda la F.O.R.A.C. apenas contaba con más de 40.000 adherentes. La F.O.R.A., por otra parte, se ha desarrollado bastante rápido desde su IX congreso en 1915 y ha ganado tanto en número de afiliados como en importancia. La guerra, y con ella, la disminución de la inmigración, son las causas principales de los éxitos huelguísticos registrados en estos años, que provocaron la fluencia a raudales de las masas a la organización 9. Especialmente exitosa fue la huelga de la F(ederación) O(brera) M(arítima), que comprendía al personal de navegación fluvial y de cabotaje, en noviembre de 1916. El sindicato de los marítimos reclamaba en aquel entonces la derogación de la jornada laboral de 12-16 horas y de los descuentos salariales, etc. La huelga finalizó mediante un arbitraje del presidente IRIGOYEN, o más precisamente, del jefe de policía de Buenos Aires, al que el presidente le transfirió la función de arbitraje, con la aceptación de casi todos los reclamos laborales. En setiembre de 1917, el sindicato de los ferroviarios en huelga hizo al gobierno la propuesta de incautar los ferrocarriles a las sociedades privadas y explotarlos, o bien bajo administración propia, o bien transfiriendo la explotación al sindicato. La F.O.R.A. aprobó esta propuesta y declaró que tenía “la intención de crear las fuerzas para la completa emancipación de la clase obrera y de preparar a ésta, para que, en conformidad con el principio de que los medios de trabajo pertenecen a los trabajadores, pueda hacerse cargo de la dirección de la producción.” En esta época de movimiento progresista, comenzó también la F.O.R.A. a crear federaciones [por ramas] de industria, además de la organización territorial. El 2 de octubre de 1919 la F.O.R.A. se adhirió a la Internacional Sindical de Amsterdam. El año 1919 trajo el más alto incremento de la actividad sindical hasta el momento. En la segunda semana de enero –llamada “sangrienta” o “trágica”– se produjo la primera gran colisión. Con motivo de una huelga en una gran metalúrgica de Buenos Aires, el 7 de enero surgió 9

Cfr. los datos estadísticos, infra, págs. 29-30 [48-49].

un conflicto con rompehuelgas y la policía en el que hubo varios muertos. En el entierro de las víctimas se produjeron nuevos incidentes y la policía disparó sobre el cortejo fúnebre. Como consecuencia de ello, el 9 de enero el conjunto de los trabajadores de Buenos Aires entró en huelga general. El gobierno intentó dominar por la fuerza el movimiento: mandó ocupar militarmente la ciudad y cerrar los locales sindicales, reprimió a la prensa de los trabajadores, dispuso arrestos masivos, etc. Pero el éxito pretendido no se concretó. Se produjeron luchas en las que varios cientos de personas fueron muertas o heridas. Finalmente, el gobierno cedió, aceptando las condiciones de la F.O.R.A., luego de lo cual, el 12 de enero, se retomó la actividad laboral. Al mismo tiempo se declararon en huelga también los marinos y portuarios. Mediante un paro que duró desde el 7 de enero hasta el 1 de febrero, la F.O.M. impuso, entre otras cosas, la exigencia de que no podía ser empleado por las líneas navieras personal no organizado en la F.O.M. Al producirse luego el 5 de febrero nuevos incidentes en el puerto, la federación patronal respectiva (navieros, empresarios del puerto, sociedades de navegación) declararon el lock-out. También este conflicto terminó con la victoria de los trabajadores, gracias a la intervención del gobierno, el cual –de cara a las inminentes elecciones– el 28 de marzo estatizó la explotación portuaria, de modo tal que después de una interrupción total de 71 días, la situación en el puerto volvió a normalizarse. En 1919 y en el año siguiente, los sindicatos ganaron terreno en grado muy considerable. No sólo impusieron aumentos salariales, el cumplimiento de la jornada de las ocho horas, etc. sino también modificaciones en las condiciones laborales. La más importante de ellas fue forzar la admisión de delegados [en español en el original], esto es, de controladores nombrados por los sindicatos, uno por cada grupo de trabajo de 10 a 15 hombres. Estos delegados a menudo no trabajaban con los demás, sino que tenían que controlar el cumplimiento preciso del reglamento de trabajo, así como de las disposiciones dictadas por el sindicato; por ejemplo, que el peso de un saco de cereales no excediera los 70 kilos, o que el boicot dispuesto contra un empresario fuera realizado con firmeza. El empresario debía no sólo admitir a los delegados, sino aun pagarles también el salario diario completo, de lo contrario había de esperar el boicot, cuando no algo peor. Es comprensible que el empresariado no contemplara inactivo el inaudito incremento del poder sindical, sino que preparara todos los medios posibles para pasar a la contraofensiva en una oportunidad favorable. El momento propicio para ello lo proporcionó la crisis económica internacional, que también se extendió a la Argentina y pronto paralizó allí muchas fábricas de tanino, conserva de carnes, etc., deteniendo asimismo la actividad exportadora. A comienzos de 1921, la crisis puso a las federaciones empresarias en la posición de no tener que ceder ya frente a las huelgas. Pero los sindicatos no tuvieron esto en claro hasta ser derrotados en la siguiente prueba de fuerza. El curso de esta confrontación es descripto por el informe sumamente ilustrativo de un corresponsal socialista norteamericano, que reproduzco a renglón seguido en forma abreviada: “…que el capital sólo esperaba una oportunidad para sustraerse a la ‘tutela’, es evidente; y, de tal manera, era previsible que el empresariado aprovechara también aquí la naciente crisis económica para deshacerse de instituciones molestas, disminuir los salarios, pero en especial, para dirigir un contragolpe contra la amenazante unidad sindical y, de paso, jugarle una mala pasada al gobierno del señor HIPÓLITO IRIGOYEN así como a su apoyo, el Partido Cívico Radical (aproximadamente, democrático de derecha). Pues que los sindicatos hubieran obtenido tanto no era signo de fuerza revolucionaria, sino que se debía principalmente a que el gobierno no sólo no les puso obstáculos, sino que en muchos casos los apoyó incluso abiertamente. Esta política gubernamental se torna comprensible cuando se tiene noticia de que en marzo de 1922 tuvieron lugar las elecciones presidenciales. De una política favorable a los trabajadores el partido dominante puede esperar muchos miles de votos; de una política

abiertamente capitalista, en cambio, no puede esperar absolutamente ninguna ventaja. Pues las grandes empresas son extranjeras, y los grandes propietarios, por supuesto, conservadores, por lo tanto, opositores al régimen actual”. “El 5 de mayo el sindicato de los portuarios decidió no cargar o descargar ninguna carreta más, cuyo conductor no estuviera organizado. Al ponerse en práctica en los próximos días esta resolución, comenzó la prensa, con los periódicos conservadores La Nación y La Prensa a la cabeza, a clamar por la protección de la ‘libertad de trabajo’ ‘garantizada por la constitución’. Pero el gobierno, que, dicho sea de paso, cuenta sólo con una mínima prensa propia, no puso al sindicato, como de costumbre, obstáculos en el camino, y lo apoyó además, puesto que si bien ocupó con la policía la zona del puerto, sólo dejó pasar a trabajadores sindicalizados. Naturalmente, se elevó un clamor iracundo de la prensa hostil al gobierno contra los trabajadores y su gobierno protector; el capital se preparaba para una enérgica resistencia; la A(sociación) (del) T(rabajo) L(ibre) organizó en gran escala la quiebra de la huelga, alistando a sus ‘fascistas’. El 23 de Mayo, el caudillo de la Liga Patriótica, el abogado Dr. CARLÉS, atravesó el cerco con una división armada de ‘trabajadores libres’, originándose un tiroteo con los organizados, durante el cual dos hombres de éstos cayeron, luego de lo cual el gobierno, bajo la presión de la ‘opinión pública’, tuvo que dejar pasar al puerto también a los trabajadores ‘libres’, con tal que estuvieran provistos de documentos de identificación de la A.T.L. Acto seguido, el 23 de mayo y el día siguiente trabajaron, unos junto a otros, trabajadores ‘libres’ y organizados, vigilados y separados por poderosas fuerzas policiales. Pero el 25 de mayo estalló la lucha abierta. El 25 de mayo es la fiesta nacional argentina, y las palpitaciones del entusiasmo nacionalista se elevan. El sindicato de conductores, al que pertenece la totalidad de los conductores de taxímetros y muchos privados, declaró para este día una huelga en adhesión a los portuarios y como protesta contra la bulla nacionalista. El manifiesto que anunciaba a la población esta huelga estaba formulado en los tonos más agudos, ofendiendo así gravemente los ‘sentimientos sagrados’ de los argentinos. La Liga Patriótica asestó entonces de inmediato un contragolpe. Ya a la mañana, una banda de fascistas asaltó el local del sindicato de conductores y forzó a los allí presentes a cantar el himno nacional a punta de revólver. En la misma tarde, empero, la Liga intentó demoler el local, cayendo en su defensa dos trabajadores. La prensa, por supuesto, no cabía en sí de indignación por el manifiesto y exigió una acción severísima contra los acusados de alta traición, que exhortaban a vulnerar la Constitución. El capital tenía, finalmente, la ansiada oportunidad de dirigir un golpe demoledor contra la totalidad de los trabajadores, y la utilizó a fondo.” “El gobierno, puesto en la decisión de marchar contra o con el capital, eligió, comprensiblemente, lo último, y así comenzó aquí una reacción, que sólo se diferencia de la habitual en Europa en que es menos sanguinaria, correspondiendo a las menos desarrolladas oposiciones de clase.” “El 26 de mayo el gobierno mandó ocupar militarmente el puerto y concentró tropas en los puntos estratégicos del ejido urbano. La razón de que no fuera, además, proclamado abiertamente el estado de sitio, residió en diferencias entre el presidente y las cámaras, cuya aprobación el presidente hubiera debido pedir. Al mismo tiempo, el gobierno avanzó con todos los medios de la “democracia” contra las organizaciones obreras y su prensa, sin embargo, no sin reservarse una salida. Esto es, no intervino él mismo, sino que utilizó un juez complaciente, para presentar una demanda contra los autores del manifiesto de los conductores por incitación a la lesión constitucional y, sobre la base de esta demanda, proceder contra todas las agrupaciones revolucionarias (o aquellas que tuviera por revolucionarias) y su prensa, en tanto que sospechosas de complicidad. En primer término, fueron cerrados por la policía todos los locales de distrito del P.C. y de la federación sindical (anarquista) del V Congreso, de la F.O.R.A. comunista, así como algunos locales de la federación sindical (reformista-sindicalista) del X congreso (F.O.R.A.) e incautados los periódicos de los sindicatos. Luego les fue terminantemente prohibida a estas organizaciones toda asamblea. El sindicato de conductores fue no

sólo afectado por estas medidas, sino incluso puesto “fuera de la ley” (declaración del jefe de policía). Naturalmente, la mayor conmoción se apoderó entonces del movimiento obrero. La F.O.R.A.C. quiso de inmediato declarar por su cuenta la huelga general; se logró, no obstante, inducirla a esperar una resolución del conjunto de los trabajadores. El 30 por la noche se reunieron los delegados de los sindicatos de ambas federaciones y de los sindicatos “autónomos”, en número de 180, para discutir, como órgano supremo del proletariado, sobre la situación, y para someter a votación la huelga general. Esta asamblea fue, sí, expresamente autorizada por el jefe de policía. Sin embargo, esto fue sólo una trampa, para dejar al movimiento sin dirigentes. Pues apenas hubo comenzado la asamblea, aparecieron algunos cientos de policías y detuvieron a todos los participantes. Al mismo tiempo, también fue prohibido el periódico comunista La Internacional, cerrada la imprenta partidaria del P.C.A. y arrestados los miembros presentes del comité ejecutivo. Los sindicatos declararon entonces, aisladamente, la huelga general, sin contacto unos con otros y sin conducción. El capital y el gobierno, por su parte, trabajaban a alta presión para romper la huelga. La A.T.L. reclutó en el interior a miles de rompehuelgas y los trajo en trenes especiales. El gobierno, por su parte, puso amplia protección a disposición de los “trabajadores diligentes”, les permitió portar armas, hizo arrestar a los piquetes de huelga, etc. El 3 de junio, estando la huelga ya evidentemente perdida, dado que cada vez más trabajadores organizados regresaban al trabajo, los sindicatos se dirigieron al Partido Comunista con la propuesta de que se hiciera cargo de la dirección. Sin embargo, las condiciones del P.C. no fueron aceptadas, ante lo cual éste rechazó su participación oficial. La conducción de la huelga formada por ambas federaciones sindicales, no pudo en adelante ya imponerse. En sí misma desunida, se disolvió después de tres días de existencia, luego de que el jefe de policía, al que se había dirigido con motivo de la liberación de los detenidos –y ésta fue su única acción real–, se negara tan sólo a escucharlos. Cada vez más trabajadores retornaban ahora al trabajo, y la huelga general se quebró el 6 de junio.” La causa de este derrumbe, sin embargo, no fue prioritariamente la situación económica, sino el aturdimiento y la indisciplina de los propios sindicatos. Varios de ellos no siguieron la consigna de huelga en absoluto, por ejemplo, el de los tranviarios (que tampoco habían hecho huelga el 1 de mayo); así como los ferroviarios, que pusieron en circulación la consigna “esperar”, y entretanto hicieron circular los trenes con rompehuelgas; así también como los marítimos, que luego de uno o dos días retornaron al trabajo, estando por cierto agotados por su huelga de casi un año completo de duración, que había terminado una semanas antes. Asimismo, en la mayoría de las ciudades del interior y en las ciudades portuarias, los trabajadores apenas escucharon el llamado de la federación. Desde el 6 al 9 de junio, los sindicatos anunciaron, uno tras otro, el fin de la huelga, esto es, pudieron tan sólo consignar el hecho de que los afiliados ya habían vuelto al trabajo. Los (más de 1000) detenidos fueron liberados. El 9 de junio, la federación que respondía al V Congreso, frente al completo fiasco, debió también declarar el fin del movimiento. “Por el desdichado resultado del movimiento, no sólo no fueron alcanzados los objetivos de la huelga, sino que también se perdieron todas las conquistas anteriores. Los delegados están suprimidos y el capital, que ha triunfado en toda la línea gracias a la división de los trabajadores, ya prepara una disminución salarial.” Como ya se mencionó en este informe, el quiebre de la huelga general 10 debilitó por largo tiempo en alto grado al movimiento sindical. Los trabajadores reaccionaron en lo inmediato con la huida masiva de las organizaciones: de alrededor de 180.000 trabajadores organizados, casi la mitad abandonó sus sindicatos en el año 1920. Por cierto, tales fluctuaciones no son desacostumbradas en la existencia de sindicatos en Argentina; el ya mencionado sindicato 10

Un par de días después, los anarquistas organizaron un atentado a un tren expreso (del que resultaron víctimas varios viajeros), “para vengarse de la derrota y de la actitud traidora de los ferroviarios”. Tales actos desesperados son, en Argentina, típicos del estado de ánimo de muchos proletarios, después de haber perdido una huelga.

ferroviario La Fraternidad, que no es, ciertamente, un sindicato como los demás, sino que tiene más bien un carácter corporativo y no combativo, perdió a comienzos de 1912 una huelga general después de 52 días; antes de la huelga contaba, según se dice, con 7.000 adherentes, luego de ella, con 200; pero después de pocas semanas, había alcanzado nuevamente su fuerza anterior, y en el año 1919, los 12.000 adherentes. Desde la derrota de 1921, no ha habido más luchas sindicales significativas. Sólo muy lentamente la clase obrera se repone del golpe. En cambio, la necesidad de unidad se ha reavivado. El 6 de marzo de 1922 tuvo lugar un nuevo congreso de unificación, pero siguió sin alcanzar su objetivo. No pudo ganarse a los sindicatos anarquistas para una línea común. Tras una negativa inicial, a último momento concurrieron al congreso en número considerable; pero sólo para romperlo. Aunque no lo consiguieron, a pesar de que llegaron a producirse repetidas golpizas, lograron de todos modos que el concejal comunista PENELÓN fuera expulsado del congreso por “político”, si bien él se había presentado en su calidad de miembro de la junta directiva del sindicato de los tipógrafos; además, junto con una parte de los sindicalistas reformistas de la F.O.R.A., impidieron la anexión de la recientemente fundada U(nión) S(indical) A(rgentina) a la Internacional Sindical Roja, anexión para la que casi hubiera habido mayoría. La U.S.A. está compuesta por lo que fue hasta ahora la F.O.R.A. y un significativo número de sindicatos hasta el momento autónomos, y es dirigida aproximadamente por la misma gente y en la misma tendencia que la F.O.R.A., no perteneciendo, sin embargo, a la Internacional Sindical de Amsterdam. Indicar con cierta exactitud la fuerza de la F.O.R.A., no es tarea tan falta de expectativa como en el caso de la F.O.R.A.C. Los datos oficiales están también, por cierto, retocados: se basan en las cuotas pagadas por los sindicatos individuales. Dado que en los congresos se vota según el número de miembros indicado por el pago de la cuota, suelen todos los sindicatos pagar aportes por más afiliados de los que realmente cuentan. Una estadística oficial de la F.O.R.A. detalla la fuerza global promedio de la asociación para el período 1915-1920 (primer semestre), como sigue: Año

Número de sindicatos

Número de miembros

1915

51

2.666

1916

70

3.427

1917

199

13.233

1918

350

35.726

1919

530

39.683

1920

535

68.138

Pero los números son engañosos, pues en la estadística de los años en particular se calculan todos los sindicatos que existieron en esos años, aunque estén ya disueltos desde hace tiempo, y, además, no se controla cada uno de los informes. Otro factor engañoso en las publicaciones de la F.O.R.A. es la diferenciación entre los miembros “nominales” y “cotizantes”. Como “nominales” se cuentan todos los que alguna vez han recibido una carta de afiliación. En la tabla precedente, he suprimido la rúbrica “miembros nominales”, pues sus cifras son completamente fantásticas. Mientras que para enero de 1919 el número de los miembros “cotizantes” era de 7.841 (se nota el vacío de las cajas sindicales como consecuencia de la huelga general) y para diciembre del mismo año asciende a 45.000, ¡se indican para los mismos meses 83.000 y 118.200 miembros “nominales” respectivamente! Cuán poco valor ha de adjudicarse a los datos de la F.O.R.A., puede inferirse del hecho de que su secretario me de-

claró ante testigos, en febrero de 1922, que ellos tenían en el momento 125.000 miembros cotizantes, mientras que su fuerza real en esa fecha estaría generosamente estimada con 40.000. Tal gimnasia numérica resulta tanto peor, por cuanto los conductores de la F.O.R.A. tienen bien en claro la inconfiabilidad de su propio material. En septiembre de 1917, escribió SEBASTIÁN MAROTTA, por entonces secretario de la F.O.R.A.: “Nos es difícil determinar qué número de adherentes representó la F.O.R.A. en ocasión de su último congreso. El consejo de la federación que preparó el congreso no pudo determinarlo, no pudo tampoco presentar informes al respecto. La administración interna estuvo hasta allí completamente descuidada. A una cosa tan elemental como esta no se le había prodigado ninguna atención. El sindicato que se dignaba a hacerlo, mandaba su contribución a la caja de la federación, y el que no lo hacía, no era objeto de reclamación alguna. Bastaba con la simple anexión formal.” Por fuera de ambas federaciones nacionales existen muchos sindicatos “autónomos”, que exhiben todas las tendencias posibles. El movimiento autónomo es bien fuerte; su composición total se equipara casi a la de la F.O.R.A. En el Congreso de unificación de marzo de 1922, se anexaron muchos sindicatos autónomos a la nueva U.S.A. Entre la F.O.R.A., la F.O.R.A.C. o, más precisamente ahora, U.S.A., y los sindicatos autónomos tiene lugar una incesante fluctuación. Varios sindicatos, incluso federaciones profesionales enteras, pertenecen ya a una, ya a la otra federación, ya a las organizaciones autónomas. Las relaciones de fuerza reales de las organizaciones sindicales argentinas en los años 1919-1922 (marzo), se muestran en la siguiente tabla, que confeccioné a partir de las estimaciones de una serie de dirigentes políticos y sindicales: F.O.R.A.C.

F.O.R.A.

Autónomos

Número total de organizados

1919

35.000

45.000

60.000

140.000

1920

40.000

70.000

70.000

180.000

1921

20.000

40.000

40.000

100.000

1922

25.000

80-100.000

30.000

140-160.000

(desde marzo de 1922)

(U.S.A.)

En el conjunto del movimiento sindical argentino se pueden determinar hoy cinco direcciones: 1- la anarquista (la F.O.R.A.C. y algunos sindicatos autónomos). Su órgano, La organización obrera, aparece irregularmente. Su tirada oscila entre 5.000 y 15.000 ejemplares; 2- la reformista-sindicalista (U.S.A.). Su órgano, Unión sindical, aparece semanalmente, con una tirada de 25.000 ejemplares; 3- la “comunista”-sindicalista, un débil grupo de sindicatos autónomos, que se designa como comunista antipolítico. Está “a favor de la revolución rusa, pero en contra de los bolcheviques y comunistas”; 4- la socialdemócrata, algunos sindicatos en la U.S.A. (trabajadores urbanos y estatales); 5- la comunista (en el sentido de la III Internacional), algunos sindicatos de la U.S.A. (tipógrafos y trabajadores del tabaco en Buenos Aires, carpinteros en Rosario), tanto como minorías en muchos otros sindicatos. Su órgano, La Internacional es el órgano central del Partido Comunista de Argentina. La primera y segunda dirección son antipolíticas y están en contra de la anexión a una de las organizaciones internacionales, habiendo de observarse que la F.O.R.A.C. recientemente agita por el resurgimiento de la “I Internacional en el sentido de Bakunin”; la tercera direc-

ción es asimismo antipolítica, pero está a favor de la anexión a la Internacional Sindical Roja. “Político” significa aquí, que se aspira a una unidad del movimiento sindical y político. Los partidarios de las direcciones 3 a 5 tienen numéricamente muy poco peso.

El movimiento político a) el Partido Socialista El 14 de diciembre de 1892, se reunió un grupo de adherentes de la “sección Varia”, la última parte sobreviviente de la F.O.A. de 1890, resolviendo “para fijar su posición y cansados de pelear con los diferentes elementos anarquistas de la F.O.A.” disolver la “sección Varia” y constituirse como Agrupación Socialista de Buenos Aires. A partir de esta última, que se consideraba como sección local del “Partido Socialista Obrero Internacional”, esto es, de la II Internacional, se desarrolló luego el Partido Socialista de Argentina. El movimiento obrero estaba en esta época sin prensa política. Como El obrero, también los otros pequeños periódicos de aquel entonces, Unión Obrera, el órgano de los obreros de los talleres ferroviarios de Sola cerca de Buenos Aires, L´amico del popolo (El amigo del pueblo), el órgano de los anarquistas italianos, El perseguido, el órgano de los anarquistas españoles 11, habían desaparecido. Bajo la redacción del español ESTEBAN GIMÉNEZ, se publicó luego, a partir del 11 de marzo de 1893, como órgano de la agrupación, la revista El Socialista, que desapareció empero a su vez con el número 6 del 1 de mayo de ese mismo año. Sin embargo, la agrupación no cejó en su intento de crear un órgano político de los trabajadores. Convocó, con este objetivo, a una conferencia para el 2 de agosto de 1893, a la cual, excepto sus tres delegados, el fundidor de tipos de imprenta alemán, AUGUST KÜHN, el carpintero español ISIDORO SALOMÓ y el tipógrafo, también español, ESTEBAN GIMÉNEZ, editor de EL Socialista – publicación que acababa de desaparecer–, no concurrió ninguno de los representantes sindicales invitados. En cambio, participó en ella el joven médico argentino Dr. JUAN B. JUSTO, que había estudiado en Alemania y tenía un vivo interés por el movimiento socialista 12. Con su ayuda se logró crear finalmente un órgano erigido sobre base más firme. El 7 de abril de 1894 apareció el primer número de La Vanguardia como semanario, con el subtítulo “periódico socialista científico, defensor de la clase trabajadora”. Un anuncio de esta época muestra que La Vanguardia se ocupaba también de la distribución de literatura y difundió el Manifiesto Comunista, Miseria de la Filosofía de MARX, así como escritos de LAFARGUE, GUESDE, etc. El 15 de abril de 1894, resolvieron las organizaciones políticas socialistas de Buenos Aires de aquel entonces –la asociación Vorwärts (Adelante), la Agrupación Socialista, así como dos grupos nacionales fundados poco tiempo antes, Les Égauxs (Los iguales) y Fascio dei Lavoratori (Liga de los trabajadores), celebrar conjuntamente la fiesta del 1ro. de mayo. La agrupación cambió en julio su nombre por Centro Socialista Obrero, para no ser confundida con socialistas de estado, etc. De los grupos políticos, el centro, compuesto predominantemente por argentinos, era, con mucho, el más activo. En setiembre de 1894, JUSTO hizo llegar al consejo municipal de Buenos Aires una petición en nombre suyo, en la que exigía la jornada de ocho horas de trabajo para los trabajadores municipales. El mes siguiente, el Centro organizó una manifestación por la jornada de ocho horas, la primera gran manifestación de trabajadores en las calles de Buenos Aires. El 5 de diciembre se formó en la universidad el Centro Socialista Universitario y de inmediato comenzaron los trabajos por la unión de los cinco grupos. El 23 de diciembre se formó a partir de ellos un Comité central, al cual cada asociación mandó tres miembros, y que

11 12

En su encabezado se podía leer la nota: “aparece cuando es posible”.

JUSTO tradujo más tarde al español el primer tomo de El Capital. Los otros dos tomos están, como la mayor parte de la literatura marxista, hasta hoy sin traducir.

el encargo de elaborar las bases para la unificación. El 5 de abril de 1895 se reunió y el 13 de octubre se consumó la fusión en el P(artido) S(ocialista) A(rgentino). La “convención” de los cinco grupos fundadora del partido –en el lugar de Les Égaux, desaparecidos en aquel entonces de la escena política por algún tiempo, había ingresado entretanto una nueva asociación, procedente de un suburbio de Buenos Aires– resolvió que el partido debía participar en las elecciones nacionales con candidatos propios el marzo siguiente. Además, se resolvió que sólo podían ser miembros del comité ejecutivo ciudadanos argentinos y que sería rechazada toda alianza electoral con otros partidos. El “Fascio“, que no quiso someterse a esta resolución, se retiró, disolviéndose poco tiempo después. Acto seguido, el 30 de octubre, el joven partido se adhirió a la II Internacional. Para las elecciones siguientes el partido postuló el 9 de febrero de 1896 cinco candidatos a la cámara de diputados: el Dr. JUSTO, el ingeniero argentino-alemán HERMANN A. LALLEMENT (editor del desaparecido El Obrero), el pintor de brocha gorda ADRIÁN PATRONI, el zapatero alemán JOHANN SCHAFFER (redactor del Vorwärts en Buenos Aires) y el fogonero GABRIEL ABAD. El partido tomó parte en la campaña electoral con gran despliegue de fuerza, distribuyó un manifiesto en una tirada de 20.000 ejemplares, así como 8.000 carteles, etc. Pero el escrutinio del 8 de marzo le aportó, según datos oficiales, sólo 134 votos en Buenos Aires. En realidad, el número de votos fue por cierto más alto (el partido introdujo después un control propio para la revisión de la participación electoral), sólo que los comités electorales falsificaban simplemente el resultado de la votación o impulsaban otros fraudes electorales, como era generalmente habitual por entonces. En lo sucesivo desaparecieron gradualmente los grupos de habla nacional del tiempo de la fundación del P.S.A., pues las ideas socialistas comenzaron a expandirse también entre los nativos. El 28 de junio de 1896 se celebró el I congreso del P.S.A. en Buenos Aires. Del informe del comité ejecutivo se debe resaltar lo siguiente: 87 delegados representaron a 531 adherentes de Buenos Aires (de los cuales 219 eran ciudadanos argentinos) y 445 adherentes de las provincias (de ellos, 209 argentinos). La Vanguardia alcanzó una tirada semanal de 1.500 ejemplares. Los activos del partido consistían en 400 ejemplares de “Socialismo y ciencia positiva” de ENRICO FERRI y 61 pesos en efectivo. Los problemas que ocuparon principalmente al congreso fueron: el libre comercio, la política agraria, el sistema monetario. Los puntos más importantes del programa recién aprobado son: supresión de los impuestos que pesan sobre la vida del pueblo; suspensión de todo apoyo a la inmigración mediante fondos públicos; regulación legal del trabajo derogación metódica de la moneda fiduciaria, así como medidas para darle al peso un valor mayor y estable o disminuir la prima del oro; representación de las minorías en los cuerpos legislativos; facilitar la naturalización. La discusión sobre el estatuto del partido ofrecía mucho de interés. Así, a petición del grupo universitario, se incorporó al estatuto un artículo que prohibía el duelo; JUSTO impuso la aceptación del referéndum para asuntos importantes; en cambio, no logró que se incorporara el artículo que permitía la coalición con otros partidos. Como declaró más tarde, con la adopción de esta disposición, para nada actual por aquel entonces, quería abrir una brecha en la tradición anarquista de la “intransigencia”. No obstante, el congreso resolvió castigar con la exclusión la participación en una coalición semejante. Sólo en el II congreso, el 12 julio de 1898, impuso JUSTO finalmente esa propuesta, con la cláusula: “con la aprobación de las instancias partidarias competentes”. El 1 de mayo de 1897, el Partido Socialista celebró por primera vez el día de los trabajadores con una manifestación callejera. El 26 de setiembre del mismo año se manifestaron más de 8.000 trabajadores y el partido entregó al Parlamento una petición con las tres exigencias siguientes: 1. supresión del artículo constitucional que reconoce la religión católica como religión oficial del estado; 2. modificación del artículo constitucional sobre la naturalización,

de modo tal que ésta sea posible ya después de una estadía en Argentina de sólo un año (en lugar de dos), por la simple inscripción en el registro electoral (en lugar de acto judicial); 3. jornada de ocho horas para los trabajadores estatales. El 10 de abril de 1898, el partido tomó parte por segunda vez en las elecciones nacionales. Según el escrutinio oficial obtuvo en las mismas 105 votos, mas según su propio control, 1.387 13. La actividad del partido ahora aumentó. Para la celebración del día del trabajador de 1901, el número de asistentes fue calculado en alrededor de 14.000. La IV asamblea partidaria del 7 de junio de 1901 resolvió, entre otras cosas, no tratar las propuestas relativas a la cuestión religiosa, y sólo adoptó la resolución de “en las elecciones para el comité ejecutivo, procurar excluir de la candidatura a aquellos compañeros que practiquen cultos religiosos”. Establecía un programa mínimo que, en sus partes esenciales, aún hoy tiene validez, motivo por el cual ha de reproducirse completo. Exigía: 1. supresión de los impuestos que gravan los artículos de consumo del pueblo; 2. supresión de los impuestos que gravan la agricultura y la ganadería, tanto como el comercio y las profesiones útiles; 3. imposición progresiva de tributos directos a la renta del suelo; 4. exención del impuesto directo a las casas de los trabajadores y a la pequeña posesión agraria; 5. supresión planificada de la moneda fiduciaria y, en general, toma de todas las medidas que den al dinero un valor uniforme y durable; 6. resarcimiento de los arrendatarios por las mejoras realizadas por ellos; 7. cesación de toda promoción artificial de la inmigración; 8. jornada de ocho horas para los adultos y de seis horas para los jóvenes de 14 a 18 años, prohibición del trabajo fabril para los niños menores de 14 años, tiempo de descanso obligatorio de 36 horas ininterrumpidas por semana; 9. reglamentos de higiene para trabajadores industriales y agropecuarios; 10. obligación de alojamiento higiénico para los trabajadores agropecuarios; 11. responsabilidad de los empresarios en el caso de accidentes laborales; 12. introducción de la inspección y estadística del trabajo; 13. arbitrajes mixtos entre empresarios y trabajadores para la solución de conflictos; 14. reconocimiento legal de las agrupaciones de trabajadores; 15. naturalización de los extranjeros después de dos años de residencia mediante la simple inscripción en las listas electorales; 16. autonomía comunal; 17. continuidad de las listas electorales [padrones], representación de las minorías, voto secreto; 18. escuela laica obligatoria para todos los niños hasta los 14 años; 19. separación de la Iglesia y el Estado, abolición de los privilegios del clero y devolución de los bienes transferidos por el Estado a la Iglesia; 20. introducción de juicios por tribunales de jurados; 13

Cuán descaradamente era manipulado en aquel entonces el fraude electoral en Buenos Aires, se desprende del hecho de que un diario conservador, es decir, una publicación del gobierno, contara abiertamente que un hombre había votado 108 veces. Aun hoy, esta situación apenas ha mejorado en el interior, y no sigue siendo nada inusual, que vote gente que hace años está muerta.

21. abolición de la pena de muerte; 22. legalización del divorcio; 23. organización democrática de milicias ciudadanas y abolición del ejército regular. El año 1904 trajo un cambio en el sistema electoral. Hasta este año toda la ciudad de Buenos Aires constituía una única jurisdicción electoral. Ahora la ciudad fue dividida en distritos, de los cuales cada uno había de elegir directamente un diputado mediante simple mayoría electoral. En estas circunstancias, PALACIOS logró obtener un mandato en un barrio de trabajadores, tras lo cual el gobierno volvió rápidamente al viejo sistema electoral. PALACIOS, cuya primera actuación en el parlamento estuvo consagrada a la protesta contra la Ley de Residencia, desarrolló una muy fructífera actividad político-social. Hasta 1915, cuando fue expulsado del partido por repetidos duelos, perteneció a la cámara de diputados, ubicándose en el ala derecha de la fracción socialista. Bajo su concurso, en parte también directamente por iniciativa suya, se promulgaron muchas leyes significativas para el proletariado, por ejemplo, las leyes de descanso dominical, del trabajo de las mujeres y los niños, la prostitución y la trata de blancas, la inembargabilidad del salario, los accidentes de trabajo, y finalmente la ley del impuesto a la herencia, con tasas escalonadas hasta el 23 %, cuyo ingreso debe ser usado exclusivamente para objetivos de educación. PALACIOS fue durante mucho tiempo uno de los hombres más populares en Argentina. Después de su exclusión del partido, hizo todavía un vano intento de mantener vivo un partido socialista nacional, retirándose luego de la política. En el año 1911, se llevó adelante una gran reforma administrativa, en la cual se cambió también todo el sistema electoral. La reforma trajo el voto secreto y obligatorio 14, así como el sistema de la “lista incompleta”, según el cual la minoría más fuerte obtiene asimismo una representación, equivaliendo así a un sucedáneo de la representación proporcional. En las elecciones siguientes –abril de 1912–, a consecuencia de ello, correspondieron a candidatos del partido, en lugar de los 7.006 votos de marzo de 1910, 18.844. PALACIOS fue reelegido y JUSTO fue elegido por primera vez. En marzo de 1913, con 48.377 votos, el partido logró la obtención de la “lista mayoritaria”, de otros dos diputados y un senador. La causa principal de este éxito no fue acaso la creciente conciencia de clase de las masas electoras, sino la oposición general al partido conservador dominante. De aquí en más, puede observarse con claridad cómo el partido, por mor de los éxitos electorales, abandona uno tras otro sus principios, en la guerra toma incluso una posición belicista en favor de la Entente, perdiendo así cada vez más su carácter socialista proletario, hasta convertirse finalmente hoy en un partido reformista, fuerte en número de votos, débil en adherentes, de empleados, funcionarios, comerciantes, etc., en pocas palabras: de la pequeña burguesía. La táctica oportunista del partido, que, en líneas generales, comenzó a raíz de las primeras grandes elecciones y está dominada por la esperanza dada por ellas de convertirse en partido de gobierno, puede ilustrarse mediante los siguientes ejemplos. Si bien el partido aún en 1912, en la sesión de la Internacional, había prestado asentimiento a la resolución VAILLANT-KEIR=HARDIE –que exigía la huelga general en caso de guerra (¡en Europa!)–, aprobó, sin embargo, los créditos para el ejército y la marina y abogó por la guerra defensiva (¡en Argentina!), declarando un diputado en junio de 1914 en la cámara: “No somos enemigos del ejército”. – A partir de la misma actitud, la conducción del partido puso las mayores dificultades en el camino a los esfuerzos antimilitaristas de la juventud socialista, y consiguió incluir un apéndice en el estatuto, por el cual nadie puede pertenecer al mismo tiempo al movimiento de la juventud y al partido. – En mayo de 1914, la fracción socialista de 14

La no ejecución del derecho electoral aparece amenazada con una multa, que en la práctica sólo se impone cuando quien no vota tiene que habérselas ocasionalmente con la policía etc., y en sus documentos de identidad se nota la falta del comprobante de su participación electoral.

la cámara introdujo un proyecto de ley relativo a la jornada de ocho horas, que preveía la supresión de la jornada de ocho horas en caso de guerra. – Otro proyecto de ley de los mismos diputados, que, tal como se admitiera abiertamente, estaba basado en un proyecto anterior del ministro conservador TORINO, exigía la creación de granjas, de modo tal que la gran propiedad rural y las tierras del estado fueran divididas y entregadas en propiedad contra un pago inicial del 20% del precio de compra: una exigencia que, desde el punto de vista socialista, parece fatal en un país que, como ningún otro, a consecuencia de la falta de campesinos y de la necesidad técnica de explotación en gran escala, presenta las mejores condiciones previas para la socialización de la agricultura. – Un ejemplo típico del esfuerzo de los dirigentes para no espantar a las masas, lo ofrece además la propuesta del informante sobre el punto programático “ley de divorcio”: extender esta exigencia programática sólo a matrimonios no católicos. Una propuesta que, por cierto, iba demasiado lejos incluso para el congreso del partido –por lo demás tan oportunista–, y fue rechazada. El mismo destino sufrió la resolución del comité ejecutivo de junio de 1916, de adornar el 9 de julio, día de la fiesta nacional (centenario de la independencia), el local del partido sólo con banderas nacionales… después de haber quitado durante la decoración de las salas del congreso ya las banderas rojas por iniciativa propia. Pero estos ejemplos de táctica oportunista de los dirigentes del P.S.A., son superados por la actitud de estos dirigentes durante la guerra. Que la representación parlamentaria del P.S.A. trabajara motu proprio por la declaración de la guerra a Alemania, contra el gobierno del Partido “cívico-radical”, que quería asegurarse el mantenimiento de la neutralidad (incurriendo por eso en sospecha de germanofilia), es en la historia del movimiento socialista un caso tan inaudito, que parece necesario informar sobre él con mayor exactitud. Al comienzo de la guerra mundial el partido estaba contra la guerra. Su delegado en la conferencia de La Haya de 1916, el diputado REPETTO, lo expresó, alabando el libre comercio como medio de impedir las guerras. Pero pronto La Vanguardia cedió ante el estado de ánimo del pueblo en general y viró hacia el lado de la Entente. El diario, que alguna vez había aparecido con el subtítulo “semanario socialista científico”, descubrió la causa de la guerra, como lo expuso abiertamente también un diputado, en la “locura de GUILLERMO II”. Silenció no sólo informes alemanes, sino también noticias como la de la consecuente oposición a la guerra del partido socialista italiano, etc. Ante las declaraciones pacifistas de WILSON, el partido reaccionó con comentarios entusiastas, le mandó telegramas, y el 10 de febrero de 1917 aprobó una orden del día formulada en el sentido de las declaraciones de WILSON. Pero un par de días más tarde, después de que un submarino alemán hundiera al pequeño vapor argentino “Monte Protegido”, la fracción parlamentaria compuesta por nueve diputados, entre ellos JUSTO y un senador, publicó de súbito una declaración extraordinariamente belicosa, en la cual recomendaba al gobierno el uso de la marina de guerra argentina para proteger el comercio y exigía la confiscación de las naves alemanas y austríacas en aguas argentinas. Este avance apuntaba a ganar para el Partido Socialista los miles de electores que no estaban de acuerdo con la posición neutral del gobierno. “Su conducta nacional hace recomendable al partido como partido de gobierno”, escribía por ese entonces uno de sus funcionarios, dejando con ello al descubierto los motivos en que se basaba la acción. En el interior de la propia militancia partidaria la declaración de los parlamentarios desató, por cierto, penosa sorpresa y oposición tempestuosa. El comité ejecutivo, en el cual los diputados belicistas tenían mayoría, se vio forzado, por la oposición generalizada, a convocar un congreso extraordinario para el 28 de abril de 1917. La Vanguardia intentó inútilmente justificar la posición de la fracción. Este diario, que saludó “la entrada en la guerra de la gran democracia del Norte, los Estados Unidos”, era de la idea de que los hundimientos quitaban la posibilidad de trabajo al proletariado argentino, dado que dañaban el “comercio exterior, la base del bienestar del pueblo”, motivo por el cual los trabajadores debían apoyar los esfuer-

zos para impedir la “piratería”. Pero no obstante toda la propaganda, el congreso estaba tan unificado en la condena de la política de guerra, que la fracción retiró su declaración e hizo introducir a través de JUSTO la resolución, de que era voluntad del partido mantenerse alejado de esfuerzos belicistas. A pesar de ello, no obstante, fue aceptada con 4.204 votos la solicitud mucho más dura de la oposición partidaria, dirigida por dos miembros del comité ejecutivo, mientras que por la resolución de JUSTO optaron tan sólo 3.564 votos, esto es, los votos de aquellos delegados que creían que la fracción había comprendido su error. Sin embargo, que la fracción no había comprendido su error, que incluso ignoró simplemente la resolución del congreso, lo mostraron los próximos acontecimientos. La campaña de La Vanguardia en favor de la Entente continuó sin desfallecer. Luego vino el caso LUXBURG. El enviado alemán en Argentina, Graf [conde] LUXBURG, había telegrafiado al ministerio de relaciones exteriores: si se hunden barcos argentinos se ha, al menos, de hacerlos desaparecer sin dejar huellas, y este telegrama, en el cual se llamaba aun al ministro de relaciones exteriores argentino “un asno notorio”, fue interceptado por el gobierno norteamericano, descifrado y publicado. Las olas de indignación nacionalista se encresparon, y ahora la fracción parlamentaria socialista votó también por la solicitud de ruptura de las relaciones diplomáticas con Alemania, presentada por los partidos de oposición (los conservadores, etc.). Dejó incluso ver con claridad que también hubiera votado en favor de la declaración de guerra. Esto es, DEL VALLE IBARLUCEA, el senador socialista, declaró el 20 de setiembre: “Debo manifestar que, a mi entender, existen medidas más poderosas que una simple supresión o ruptura de las relaciones, para proteger los derechos e intereses de la república”. JUSTO, por su parte, declaró, para justificar la votación de la fracción: “No tiene mayor significación declarar rotas esas relaciones y sin atribuir mucha importancia a nuestro voto, votaríamos eso como una resolución más o menos indiferente, por razones de mera comodidad o cortesía con los ciudadanos 15 que parecían anhelar su declaración como un gran hecho.” Sostuvo este criterio aún recientemente frente a mí. Cuando la oposición partidaria, acto seguido, protestó enérgicamente contra la política de los parlamentarios y exigió la convocatoria de un nuevo congreso extraordinario, el grupo parlamentario resolvió presentar su dimisión conjunta al partido. Contrariando los estatutos, empero, el comité ejecutivo, en el que los diputados tenían mayoría, no convocó a congreso alguno, sino que sometió la cuestión a referéndum. La amenaza de deponer el mandato, sin embargo, era sólo un tiro al aire, que alcanzó su objetivo. Los militantes, privados de orientación por la prensa partidaria, dado que los artículos de la oposición no se imprimían, rechazaron la declaración de renuncia, y más precisamente, en el recelo de perder, con la deposición de los mandatos de sus diez representantes, toda influencia política así como el sostén pecuniario para la caja del partido, a la cual los diputados tienen que entregar la mitad de las dietas. Los dos miembros del comité ejecutivo pertenecientes a la oposición, entretanto, se habían retirado del comité y habían fundado con otros el Comité para defensa de la resolución del congreso extraordinario. Dado que la prensa partidaria permaneció cerrada para él, intentó con volantes, etc. esclarecer a la militancia. Pero su actividad no duró mucho. El comité ejecutivo excluyó del partido al conjunto de la oposición –22 delegaciones locales con alrededor de 750 miembros–, a breves intervalos, una tras otra. Pero con eso, el partido quedaba despojado de la parte más activa de sus miembros. Más tarde, cuando esto se hizo perceptible, siguiendo el estado de ánimo de los trabajadores, tomó una “orientación de izquierda”; a principios de enero de 1921, en el congreso de Bahía Blanca, salió de la II Internacional, haciendo pronunciar en tal oportunidad al senador DEL VALLE IBARLUCEA un discurso en pro de la anexión a la III Internacional, que le acarreó a este alto 15

“Ciudadano” es la designación habitual en el lenguaje político. La relación con el “citoyen” de la revolución francesa es evidente.

dignatario la revocación de su mandato por “violación de la constitución”, si bien él mismo había desautorizado este discurso unos días después de ser pronunciado. Pero nada de esto surtió efecto. El P.S.A. no podía contener ya en sus filas a los proletarios revolucionados. Poco después del congreso, en marzo de 1921, toda la izquierda, los terceristas, esto es, los partidarios de la III Internacional, cuyo órgano era el semanario Claridad –75 de 200 delegaciones locales, alrededor de 2.000 miembros–, se retiraron del partido y la mayoría se unió al Partido Comunista, fundado por la oposición excluida. Desde la separación de estos elementos activos, puede percibirse con claridad que el P.S.A. se estanca, e incluso retrocede. Con las masas proletarias en los sindicatos el partido no tiene casi ninguna conexión. Apenas el 5% de sus miembros están organizados sindicalmente. El comité ejecutivo se volvió contra el trabajo en el movimiento sindical, con la explicación de que “el partido es una agrupación que lucha por metas puramente políticas, y no puede por lo tanto, tener relaciones íntimas y directas con el movimiento sindical, que es autónomo y tiene sus propias metas y su propia táctica”. El motivo de esta posición es la falta de expectativa de encontrar en las masas de las organizaciones sindicales, que tienen una actitud antipolítica, comprensión para la “política”. Así pues, el P.S.A. se ha transformado hoy en el partido de la pequeña burguesía. Esto lo muestra, entre otras cosas, la estadística electoral de las últimas elecciones del 2 abril de 1922. En los barrios obreros ha perdido importante cantidad de votos, por el contrario en los barrios burgueses ha ganado en grado considerable, y más precisamente, es mayor el aumento de votos burgueses que la disminución de votos proletarios 16. El alto número de votos (59.000 en Buenos Aires) se explica por el hecho de que el partido es el único gran partido de oposición, y de que, por consiguiente, en él recaen los votos de muchos descontentos. Así, el diario conservador Crítica escribió el día anterior a la última elección: “Todos los que no son esclavos de “El Peludo” (sobrenombre del presidente Irigoyen) deben votar mañana por el Partido Socialista. Para nada importa que según su concepción sean antisocialistas…”. La “plataforma electoral” decía: “1. moneda sana. Apertura de la caja de conversión (reanudación de la convertibilidad de los billetes bancarios). Libre exportación de oro. Pago de salarios en billetes convertibles o en oro; 2. supresión de los impuestos que gravan la vida y el trabajo. Introducción de un impuesto nacional progresivo al valor de la tierra (sin mejoras) y del derecho de las comunas a igual gravamen inmobiliario. Recaudación de un impuesto al incremento del valor. Determinación proporcionada de los arrendatarios rurales. Gravamen impositivo sobre los ingresos; 3. reforma constitucional. Forma de gobierno parlamentaria. Elección del presidente de la república a través del congreso. Representación parlamentaria de los territorios. Separación de la Iglesia y el Estado. Supresión del senado. Dirección de los asuntos exteriores por el parlamento; 4. elección del intendente de la Capital Federal por sufragio directo universal; 5. desembolso preferencial de los ingresos estatales con fines de educación elemental, obligatoria, laica y gratuita; 6. supresión de todas las restricciones legales de la libertad de reunión, asociación y opinión; 7. aprobación legal del divorcio; 8. abolición de la “ley de residencia”; 9. concesión a las mujeres de la igualdad de derechos civiles y políticos;

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Cfr. la tabla infra, págs. 31-32 [50-51].

10. introducción del sistema nacional de previsión por enfermedad, invalidez, vejez, así como asistencia pública a la maternidad. El número de miembros del P.S.A. en todo el país se ha movido, durante los últimos años, entre 8 y 10.000. Aún en setiembre de 1921, se contaron 8.339 miembros, pero hoy apenas serán más de 6.000. Al menos en el último referéndum han votado en los 180 distritos 5.000 miembros, y sólo en Buenos Aires su número ha caído de 4.067 en enero de 1921 a 2.130 en marzo de 1922, es decir, un 47%. El órgano central, La Vanguardia –además del cual existen en las provincias otros 11 semanarios con una tirada total de 6.000 ejemplares–, aparece actualmente en una edición diaria de 9 a 12.000 ejemplares. En la cámara de diputados el partido ocupa nueve bancas; en el concejo de la ciudad de Buenos Aires es la fracción más fuerte y propone por lo tanto al presidente. El movimiento feminista y de la juventud no es significativo. El trabajo de las mujeres en Argentina está aún también relativamente poco extendido. b) El Partido Comunista. La minoría marxista revolucionaria en el P.S.A. formó en 1912 el Centro de Estudios CARLOS MARX y, desde julio de 1912, editó para la lucha contra el revisionismo, durante dos años, la revista Palabra Socialista. Cuando la lucha ideológica se agudizó durante la guerra, apareció un número de revistas de su tendencia, entre otras, desde abril de 1916, el órgano de la juventud socialista Adelante, en agosto de 1917, La Internacional y Revista Socialista. Pero en la mayoría de los casos no pudieron mantenerse mucho tiempo. Después de la exclusión del P.S.A., los grupos excluidos se constituyeron como P(artido) S(ocialista) I(nternacional) el 5 de enero de 1918. Su programa concordaba con el de los partidos revolucionarios de Europa. En los estatutos repercutieron las experiencias con el comité ejecutivo del Partido Socialista. Así, se determinó que ningún diputado podía ser miembro del comité ejecutivo. Además, los estatutos obligaban a cada miembro a estar sindicalmente organizado. Dos meses después de su fundación, el joven partido participó ya en las elecciones nacionales –entre los candidatos se encontraba también el viejo AUGUST KÜHN– y obtuvo en Buenos Aires 2.750 votos, pero seis meses más tarde, en las elecciones municipales, ya 3.258 votos y con ello una banca en el concejo; una segunda le correspondió en noviembre de 1920. En diciembre de ese año se unió a la Internacional Comunista y cambió, conforme a ello, su nombre en P(artido) C(omunista) A(rgentino). En marzo de 1921, obtuvo una fuerte afluencia a consecuencia del retiro de la “izquierda” del Partido Socialista. De momento el Partido Comunista cuenta con 90 distritos con alrededor de 3.500 miembros. En las últimas elecciones nacionales del 2 de abril de 1922, obtuvo en Buenos Aires 4.200 votos; en toda la Argentina alrededor de 8.000 17. El órgano partidario, La Internacional, aparece con una tirada diaria de 5.000 ejemplares; a él se agregan cuatro semanarios comunistas con una tirada total de 3.000. Actualmente el partido dispone de sólo un representante en el concejo, dado que el que fue elegido por primera vez en setiembre de 1922, ha sido expulsado a causa de tendencias “reformistas”. La influencia del Partido Comunista en los sindicatos es significativa en relación a su debilidad numérica. En muchos sindicatos de importancia ha formado “células comunistas”; algunas, como por ejemplo, los tipógrafos de Buenos Aires, están totalmente bajo su influencia. El último congreso de unidad de los sindicatos, en el que surgió la U.S.A., se llevó a cabo predominantemente a consecuencia de la agitación de los comunistas. Bastante vivaz es el movimiento de la juventud, que en Buenos Aires cuenta con 500 miembros, y que tiene un diario, La juventud comunista, que aparece cada 14 días, con una ti-

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Cfr. infra, págs. 31-32 [50-51].

rada de 2.000 ejemplares. Un grupo de mujeres de 50 miembros se formó hace poco tiempo en Buenos Aires.

La situación de los trabajadores en las ciudades En las pocas ciudades de Argentina se concentra una población desproporcionadamente grande. En la medida en que hay industria, se encuentra en Buenos Aires y en las otras pocas ciudades portuarias. El movimiento obrero se limita, conforme a ello, a las ciudades, en especial a la Capital Federal. La situación económica de los trabajadores en las ciudades ha empeorado desde el fin de la guerra. “El aumento de precios que se observa por todas partes, ha tomado gran envergadura también en Argentina; ya para 1917 se calculó un alza de alrededor del 50%, frente al nivel de 1910… Ahorros regulares apenas podría hacer actualmente el trabajador argentino, ya que los salarios no han subido en la misma proporción que los precios 18. Precisamente como consecuencia de la incesante disminución de la exportación, han mermado los valores argentinos en moneda extranjera, por lo cual aumentaron los precios de todas las mercancías importadas. Los precios del pan y de la carne, sin embargo, no han disminuido tanto como había de esperarse dado el estancamiento de la exportación, pues la buena ganancia del tiempo de guerra puso largo tiempo a los propietarios rurales en situación de esperar para vender sus cosechas y ganado. El salario legal mínimo para trabajadores estatales asciende en Buenos Aires a 120 pesos papel por mes. El salario normal de los trabajadores calificados asciende actualmente a 56 pesos para la jornada de ocho horas, establecida en casi todas las industrias, por lo tanto, a un promedio mensual de aproximadamente 160, para empleados, aproximadamente 200, para obreros no calificados, alrededor de 150 pesos papel 19. Estas tarifas salariales no son en absoluto elevadas, si se piensa que una habitación en un conventillo [»in einer Art Mietskaserne«] –por lo general más no posee una familia obrera de 4 o 5 miembros,– cuesta 35-40 pesos, en el centro de la ciudad incluso el doble, de modo que puede decirse sin exagerar, que actualmente ¼ - ⅓ del salario se dedica al alquiler de la vivienda. La creciente carestía, por cierto, ha fomentado el desarrollo de cooperativas; sin embargo, éstas son relativamente insignificantes. Lo que salta a la vista al observar el movimiento obrero argentino y compararlo con el europeo, es la tendencia anarquista y antipolítica, que configura su carácter fundamental. La prensa burguesa argentina suele adjudicar estas tendencias a que los trabajadores inmigrantes procedentes de España e Italia estarían empeñados en trasplantar la tradición bakunista de sus tierras a Argentina. En ello, en verdad, hay mucho de cierto, así como en la constatación de que el temperamental sureño tiende más al anarquismo y a la violencia espontánea que, por ejemplo, el alemán. Pero estos intentos de explicación quedan demasiado adheridos a la superficie de las apariencias. Cuando se va más al fondo de las cosas, se en-

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Martin, loc. cit., pág. 49.

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Si se toma el precio de la carne destinada al consumo en el año 1917=100, se obtiene la siguiente evolución de los precios: 1918: 103; 1919: 134; 1920: 146; 1921: 121. Mientras escribo esto, recibo la última publicación oficial del Departamento Nacional del Trabajo de fines de mayo de 1922. Ésta calcula para Buenos Aires el ingreso medio del trabajador en una familia compuesta por 4,5 personas, en 167 pesos mensuales. La distribución del costo de vida (en porcentaje de ingresos) es la siguiente: alimentación, 52,2; vestimenta, 10,3; alquiler, 19,6; material combustible, 2,9; luz, 1,1; libros y revistas 0,3; médico y farmacia, 1,1; vino y otras bebidas, 3,7; tabaco, 2,9; diversiones, 0,1; otros gastos, 5,5. Sin embargo, estos datos (cfr. supra, nota 1) deben ser tomados con precaución. Una comparación de las actuales cifras salariales con las de 1917 –para obreros calificados, 120-130, para no calificados 100 pesos papel– muestra el efecto del trabajo sindical.

cuentra, que la tendencia antipolítica-anarquista procede en primer lugar de las especiales condiciones del joven capitalismo del país. Una causa de la impotencia de las organizaciones obreras reside en la inmigración. Los inmigrantes llegan allí para ganar dinero rápidamente; son, por lo tanto, adversos a las luchas sindicales y se dejan reclutar fácilmente como rompehuelgas. La afluencia constante de inmigrantes imposibilitó, hasta la guerra, mayores éxitos de las organizaciones obreras, pues los empresarios pudieron casi siempre sustituir a los huelguistas por inmigrantes recién llegados. Podrá entenderse entonces, que se apodere de los trabajadores, cuyas huelgas fracasan una y otra vez a causa del empleo de inmigrantes, una cierta desesperación, que se expresa en una praxis anarquista –sabotaje, atentados con bombas, etc.–. Pero no sólo la inmigración es la causa del fracaso de las organizaciones obreras: en tal vez aún más intensa medida, tiene un efecto inhibitorio la insuficiencia de la conciencia de clase de los trabajadores argentinos. Hasta hace pocos años, en el joven país capitalista, no era nada precisamente desacostumbrado que un trabajador se hiciera rico. Todo un grupo de hoy poderosos comerciantes y propietarios de tierra, ha comenzado allá como estibador en el puerto o como obrero rural. Dado que aún hoy también muchos trabajadores argentinos abrigan muy seriamente la esperanza de ascender a la clase propietaria por propia fuerza ( ¡o ganando la lotería, a la que en Argentina se le rinde un culto extraordinario!), en contraposición por ejemplo, al trabajador alemán medio –el cual, en el mejor de los casos, tiene en mente ser promovido a capataz o algo semejante, por lo cual juzga sus posibilidades más sobriamente que su par argentino–, no se les manifiesta a aquéllos todavía un avance conjunto, en tanto clase, como tan necesario, como el único camino que les queda para la consecución de sus intereses. Por lo tanto, se inclinan fácilmente a subordinar a sus deseos personales de progreso los intereses del conjunto de la clase. Por esta razón falta al movimiento sindical conciencia de sus objetivos, y por la misma razón no raramente ocurre en la política, que los trabajadores venden sus votos por ciertas promesas o concesiones ya a uno, ya a otro partido burgués. Pero por lo común, los trabajadores no participan en la vida política. Las especiales condiciones políticas del país han provocado un prejuicio de los trabajadores frente a la política en general, que dificulta en grado sumo su actividad, precisamente a los partidos de la clase trabajadora. Hasta el comienzo de este siglo, por ejemplo, no había aún en Argentina partidos en el sentido moderno. Los partidos de entonces se agrupaban en torno a un determinado hombre, su caudillo, del cual también tomaban su nombre. No existían entre ellos diferencias programáticas. Todos tenían el mismo objetivo: la conquista del poder gubernamental por todos los medios. El gobierno era entonces, en aún mucha mayor medida que hoy, el medio óptimo de enriquecimiento. Hoy esto ha cambiado en algo. En concordancia con el capitalismo más desarrollado del país, los partidos comienzan a llenarse de contenido social. El partido conservador es hoy el partido consciente de los terratenientes. Un partido del capital industrial y financiero no existe, porque la industria y el comercio están casi exclusivamente en manos de extranjeros, a los que la corrupción política les da oportunidad suficiente para imponer sus deseos, sin entrar oficialmente en la política. Los partidos burgueses restantes –además del actualmente dominante Partido Radical existen otros en gran número– no tienen todavía una coloración social definida. Todos han tomado clichés programáticos de partidos europeos. Los métodos y objetivos, sin embargo, son aún los mismos que antes, en el tiempo de los caudillos. Una diferencia respecto de los tiempos anteriores existe sólo en la medida en que, bajo la influencia de Europa, se han abandonado, en parte, los medios de lucha usuales en aquel entonces – putsch y revolución– 20. En cambio, se han conservado todos los restantes –fraude electoral, calumnia, escándalo, corrupción, incluso el asesinato con alevosía. Sobre todo de la corrupción en la política, usual en la Argentina, puede uno hacerse difícilmente una idea en Europa. Que un dirigente político propague hoy lo contrario de lo que aún ayer exigía, que hoy perte20

En Paraguay no se ha llegado aún a esto, como lo muestran los últimos sucesos de allí.

nezca a este, mañana a aquel partido, que un dirigente anarquista súbitamente sea nombrado funcionario por el gobierno, que diputados socialistas abandonen de súbito los principios del socialismo, como fue el caso durante la guerra; toda esta atmósfera política de corrupción y de fraude, que incluso ha recibido la denominación especial de política criolla 21 [en español en el original], ha conducido al trabajador argentino a una pronunciada repugnancia por la política en general. Su posición antipolítica dificulta mucho, empero, el trabajo de esclarecimiento de las organizaciones de trabajadores. Los trabajadores van a disgusto a las asambleas, no leen en absoluto libros ni folletos y apenas artículos de diarios, en especial si son teóricos –en lo que por cierto juega un papel la circunstancia de que 35-40% de la población es analfabeta 22–. En el curso del tiempo se ha manifestado, por tal motivo, especialmente eficaz un medio de agitación de nuevo tipo, adecuado a la especiales condiciones del país: el picnic, esto es, una excursión, a la que se invita especialmente y en la que se acampa al aire libre, se toca música, se canta, se baila... y se pronuncia un discurso político.

La situación de los trabajadores en el campo. En Argentina, las distancias en el campo no pueden medirse con escalas europeas. Sobre todo, no ha de imaginarse uno que una zona a la que ha llegado el ferrocarril está cubierta por una espesa red de líneas. Los ferrocarriles corren casi todos sólo en dirección este-oeste: de la costa hacia el interior; casi no hay trazados transversales. Las estaciones de trenes rápidos consisten a menudo sólo en una pequeña casilla en medio de la estepa o de los campos. De la estación hasta la próxima finca se cabalga a menudo muchas horas. De una estación a otra hay, con frecuencia, varios cientos de kilómetros. Las distancias gigantescas favorecen aún más el despotismo político de los terratenientes. En la medida en que los ferrocarriles llegaron al campo, éste se encuentra en manos de un pequeño número de terratenientes, que las más de las veces no lo explotan ellos mismos, sino que dejan la administración a un mayordomo [en español en el original] o lo arriendan. Se saca mucho provecho de la debilidad económica de los arrendatarios 23, y su situación no puede calificarse precisamente de buena 24. Sus contratos son generalmente de corto plazo. Duran sólo de dos a tres años. Al abandonar el campo, los arrendatarios deben dejar todas las construcciones erigidas por ellos, pozos, cercos, etc., sin poder exigir a cambio indemnización alguna. Por ese motivo, han creado los arrendatarios una organización propia, la F(ederación) A(graria) A(rgentina), y han impuesto, a comienzos de 1922, una ley que les deparó alivios sustanciales. Pero dado que esta ley prevé para su aplicabilidad una superficie máxima de 300 hectáreas, puede sorteársela mediante el rearrendamiento de la tierra en superficies mayores. Otro método de cultivo que el extensivo no es posible en Argentina. Por consiguiente, se encuentra muy difundida tanto entre los arrendatarios como entre los terratenientes la explotación mecánica en gran escala, lo que condiciona el empleo temporario de grandes de masas de trabajadores. En Europa, puede comprobarse que el movimiento de los trabajadores en el campo suele quedar por detrás, a considerable distancia, del de las ciudades. En Argentina se nos 21

“Criollo” se llama a sí mismo el argentino vernáculo.

22

Cfr. infra, pág. 32 [51].

23

Típico en este respecto es un contrato de 1907, publicado por el ministerio de agricultura. La firma X entrega al arrendatario P. todo lo que necesita para el campo arrendado. A cambio, éste se compromete a no comprar nada a otras firmas, a entregar toda su cosecha a la firma X, a pagar sobre los anticipos el 12% de interés anual, a asegurar su cosecha en la compañía cuyo agente es la firma X y, al entregar el cereal, hacerse descontar del precio del día 25 centavos cada 100 kilos, en favor de la firma. 24

Cfr. MARTIN, loc. cit., 19 y PFANNENSCHMIDT, ibídem, págs. 67, 142.

presenta el mismo fenómeno. Si el movimiento obrero en las ciudades está, como lo hemos descrito, aún poco desarrollado, en el campo faltan por completo organizaciones de trabajadores. Sólo en las cercanías de las ciudades se forman de vez en cuando, bajo el influjo de las organizaciones urbanas, sindicatos de trabajadores agrícolas, pero no tienen larga vida. Después de un corto tiempo se disuelven, porque sus miembros se dispersan yendo en pos del trabajo. Con razón se denomina en Argentina a los trabajadores del campo, golondrinas [en español en el original]. Están en fluctuación constante. Pero no sólo ésta constituye un obstáculo para el surgimiento de organizaciones de trabajadores, sino también la circunstancia de que, ya a poca distancia de las ciudades, impera todavía un estado político que puede calificarse de feudalismo. La diferencia entre ciudad y campo es crasa. Mientras que en la ciudad puede hablarse aún de administración, policía y justicia en el sentido general europeo, en el campo uno se encuentra con el despotismo en estado puro. Administración, policía y justicia son aquí dominados completamente por los señores de la tierra, cuando no invisten ellos mismos estas funciones. Esto significa la completa ausencia de derechos para los trabajadores. La clase trabajadora, compuesta en su mayor parte de inmigrantes, vive en las haciendas, en el mejor de los casos, en galpones deplorables. Para los casados no hay condiciones especiales de vivienda. El salario asciende, fuera de la alimentación, a aproximadamente 1-2 pesos por día. En los cinco distritos agrícolas más importantes, ascendía en 1910, en promedio, a 38 pesos mensuales; en 1917: a 35 pesos. Sólo en tiempo de cosecha se eleva temporariamente a entre el doble y el triple. Los trabajadores empleados por arrendatarios no están mejor que los de las haciendas, porque la explotación a la que los arrendatarios mismos están sometidos les impide, aún cuando lo quisieran, acceder a las demandas de los trabajadores. De los ahorros hechos durante la cosecha, el trabajador debe vivir los meses siguientes, en los que carece de trabajo 25. Antes de la guerra, solían muchos inmigrantes volver a la patria durante esta época y retornar para la nueva cosecha. Esto ya no es posible hoy. En aquel entonces, los trabajadores también podían ahorrar en algunos años una pequeña suma –sobre todo la enorme frugalidad de los italianos lograba en esto resultados increíbles–, con la cual, aprovechando el más alto poder de compra del dinero argentino en Europa, podían llevar en su patria, durante algún tiempo, una existencia bastante confortable. La estadística nos muestra que los inmigrantes, en número considerable, solían retornar después de algunos años. Por la carestía general, apenas podría hablarse hoy en día de ahorros. Cuando la hacienda, la estancia [en español en el original], no está tan lejos de una pequeña ciudad (aldeas no hay), como para que la gente no pueda cabalgar hasta allí en algunas horas, la remuneración del trabajador fluye los domingos a los bolsillos de los taberneros y propietarios de burdeles. En las haciendas más alejadas, por regla general, el propietario ha organizado en la misma finca un lugar de venta de tabaco y alcohol. Nada se hace para poner remedio a la ignorancia de los trabajadores. Sobre lo que leen se practica la censura. Los diarios socialistas, por ejemplo, a los que uno u otro trabajador se encuentra suscripto, son destruidos, cuando no ya en el correo, en la oficina de la estancia. Para las elecciones, el trabajador agrícola es doblegado con alcohol. Por lo demás, empero, todo intento de organización es reprimido. La agitación en favor de un sindicato acarrea peligro de muerte. No puede hablarse de un movimiento de trabajadores en el campo. De vez en cuando se producen huelgas, que son abatidas con violencia. Donde a causa de demasiada cercanía con la ciudad no es posible hacerlo sin más, se suele, mediante agentes provocadores, crear un motivo para la intervención, o se remplaza a los huelguistas por inmigrantes recién llegados.

25

Cfr. MARTIN, loc. cit., pág. 11.

Dije más arriba que en el campo domina aún el feudalismo. En las regiones del norte y del sur de la república, las condiciones llegan, sin embargo, hasta tal punto, que ni siquiera se puede seguir llamándolas feudales; allí domina más bien, aunque no legalmente sino de hecho, la esclavitud. En 1915, el diputado socialista PALACIOS constató, durante un viaje de estudio a través de la región de plantaciones de azúcar y yerba mate en el norte (Misiones, Corrientes, Alto Paraná, etc.), que en muchas partes existe aún el sistema de trueque [Trucksystem], por supuesto prohibido por la ley, y más precisamente en forma tal, que los salarios no se pagan en dinero, sino en vales privados que sólo son canjeables en el negocio de la compañía en cuestión. De esta manera, se pretende hacer imposible la fuga de los obreros. No obstante, si a pesar de ello un peón [en español en el original] huye de la plantación, se lo “recaptura –según un informe del 6 de agosto de 1906 del juez de Misiones al ministro del interior– en la montaña con disparos o con el lazo, y es entregado al patrón, para que de ahí en más lo haga trabajar en su provecho”. Un informe del inspector NICKLISON del Departamento Nacional del Trabajo, que en 1913/1914 recorrió estas regiones, relata algo semejante. Un contrato que debe firmar un peón, quien la mayoría de las veces no sabe leer ni escribir, dice aproximadamente así: “A cada peón que abandone el trabajo sin autorización y deje la plantación, se lo hará responsable del perjuicio ocasionado, será considerado fugitivo, y el patrón podrá hacerlo perseguir – mediante la autoridad o por comisiones especiales–, para obligarlo a cumplir su contrato… El peón está obligado a trabajar todos los días según el arbitrio del patrón, también los domingos y días feriados, o, si llueve, aun de noche, si durante el día no fue posible… La falta de uno o dos artículos para la subsistencia no es razón para negarse a trabajar… El no cumplimiento… de parte del peón firmante será tratado como estafa…”. Y con razón compara PALACIOS la persecución de trabajadores fugitivos, a causa de estafa, por la policía o por comisiones especiales, “con las condiciones de la antigua Roma, donde un esclavo fugitivo es perseguido por fugitivarii, y acusado de haberse robado a sí mismo a su señor.” Las condiciones en las zonas de las plantaciones azucareras y de yerba mate son comparables a las de la Rusia zarista, sobre las que PRICE informa que ya en 1886, a solicitud del consejo nobiliario, había sido aceptada una ley que posibilitaba a los terratenientes el despido de sus trabajadores asalariados sin aviso previo, mas privando a éstos del derecho a romper su contrato, aun con motivo de malos tratos, y disponiendo también que, en caso de evasión, el trabajador fuera detenido y restituido con violencia, y, que en el caso de que rehusara el trabajo, fuera arrojado a la cárcel y apaleado 26. Algo muy parecido, también en Rumania 27. Informes médicos del norte de Argentina indican que los peones alcanzan sólo un promedio de 35 años de edad; la mayoría, si bien mestizos de españoles e indígenas, no soporta la alimentación insuficiente, el exceso de fatiga, la intoxicación etílica y sucumbe a la tuberculosis. En 1918, la F.O.R.A. comenzó a enviar propagandistas a estas regiones e intentar organizar a los trabajadores; la tarea es difícil y, consecuentemente, no tuvo casi resultados positivos. Con estas condiciones a la vista, se encuentra una explicación para la táctica desesperada de los trabajadores agrícolas. Se comprenderá por qué en las huelgas incendian las cosechas; se encontrará asimismo entendible que en octubre/noviembre de 1921, en el profundo sur de Argentina (Patagonia, Chaco [sic]), donde la situación de los trabajadores es similar a la del norte, el personal de algunas estancias se haya puesto en movimiento. La causa fue que el contrato de trabajo no fue respetado por los terratenientes, y un número de trabajadores que 26 27

Cfr. PRICE, La revolución rusa. Hamburgo, 1921.

Cfr. GRÜNBERG, La legislación agraria rumana de cara a su reforma, en el Archivo para la legislación social y estadística (1889), págs. 74 y sgtes.

intentaron organizar resistencia sindical, fueron detenidos por “perturbación del orden público” y cargados de inmediato en un barco rumbo a Buenos Aires, sin que la policía les hubiera dado tiempo de avisar a sus familias o de llevar algo consigo. Mas la deportación hacia Buenos Aires significaba para ellos la imposibilidad del regreso, porque existe tan sólo una conexión por barco, que no los transporta. Los trabajadores se declararon primero en huelga general, y al entrar luego en acción una policía privada reclutada por los terratenientes, formada por inmigrantes alemanes recién llegados, sin dominio de la lengua vernácula, se produjeron conflictos en cuyo transcurso los trabajadores tomaron varias estancias por asalto, les prendieron fuego, dieron muerte a golpes a los propietarios o administradores o los arrastraron consigo, uniéndose en bandas que sólo pudieron ser dispersadas por tropas gubernamentales después de meses de lucha. Ya una comparación superficial del curso del movimiento obrero argentino hasta el momento con el otros países, muestra que sólo pocos rasgos son específicamente argentinos, que, antes bien, son típicos del desarrollo del movimiento obrero en un país colonial, tal vez incluso en todo país capitalista joven. La investigación minuciosa de estas relaciones debe, sin embargo, reservarse para un trabajo futuro.

Apéndice: Algunos datos estadísticos. I. Inmigración y emigración ultramarinas 1912-1921, primer semestre. Inmigrantes 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921/1er. sem.

Emigrantes 323.403 302.047 115.321 45.290 32.990 23.530 13.701 41.299 91.642 43.741

120.260 156.829 178.684 111.459 73.848 36.268 24.075 42.279 162.189 30.491

II. Huelgas en Buenos Aires 1907-1920 28 a) Causas de huelga en relación al número de huelgas. Salario

Tiempo de trabajo

Organización

Condiciones de trabajo

Diversas

absoluto en %

absoluto en %

absoluto en %

absoluto en %

Año

Número total

1907

231

67

29,0

46

19,9

91

39,4

9

3,9

18

7,8

1908

118

31

26,3

21

17,8

52

44

2

1,7

12

10,2 3,6

absoluto en %

1909

138

62

44,9

32

16

49

35,5





5

1910 29

298

175

58,7

27

9,1

75

25,2





21

7

1911

102

36

35,3

9

8,8

46

45,1

2

2

9

8,8

1912

99

37

37,4

16

16,1

27

27,3

6

6,1

13

13,1

1913

95

34

35,8

11

11,5

40

42,1

5

5,3

5

5,3

1914

64

32

50

5

7,8

21

32,8

5

7,8

1

1,6

1915

65

32

49,2

4

6,2

19

29,2

10

15,4





1916

80

32

40

2

2,5

25

31,3

15

18,7

6

7,5

1917

138

56

40,6

9

6,5

47

34

3

2,2

23

16,7

1918

196

78

39,8

23

11,7

62

31,6

3

1,5

30

15,4

1919

367

240

65,4

21

5,7

90

24,6

6

1,6

10

2,7

1920

206

92

44,7

8

3,8

82

39,9

19

9,2

5

2,4

28

Según datos del Departamento Nacional del Trabajo.

29

En 1910 fue introducida la ley de defensa social; obsérvese su efecto en el tiempo subsiguiente.

b) Causas de huelga en relación al número de los huelguistas. Salario

Tiempo de trabajo

Organización

Condiciones de trabajo

Diversas

Año

Número total

1907

169.017

49.018

29,0

33.643

19,9

66.592

39,4

6.591

3,9

13.183

7,8

1908

11.561

3.041

26,3

2.058

17,8

5.087

44,0

196

1,7

1.179

10,2 3,6

absoluto en %

absoluto en %

absoluto en %

absoluto en %

absoluto en %

1909

4.762

2.138

44,9

762

16,0

1.691

35,5





171

1910 30

18.806

11.039

58,7

1.712

9,1

4.739

25,2





1.316

7

1911

27.992

19.211

68,7

1.524

5,4

2.152

7,7

0,7

4.908

17,5

197

1912

8.992

6.600

73,4

542

6,0

1.246

13,9

477

5,3

127

1,4

1913

23.698

4.153

17,6

800

3,3

1.984

8,3

387

1,6

16.374

69,2

1914

14.137

7.616

53,9

142

1,0

659

4,7

5.501

38,9

219

1,5

1915

12.077

2.247

18,6

284

2,4

8.326

68,9

1.220

10,1

1916

24.321

9.054

37,3

220

0,9

4.615

18,9

9.866

40,6

1917

136.062

73.586

54,2

2.129

1,5

53.260

39,1

128

0,1

6.959

5,1

1918

133.042

20.263

15,3

4.170

3,1

18.036

13,6

37.227

27,9

53.346

40,1

1919

308.967

80.878

26,2

4.269

1,4

202.444

65,5

3.058

1,0

18.318

5,9

1920

134.015

21.921

16,4

552

0,4

84.241

62,9

10.561

7,8

16.740

12,5





566

2,3

c) Resultado de la huelga. Año

Número de los huelguistas con éxito

con éxito parcial

sin éxito

Número de las huelgas en %

Con éxito (también parcial)

con éxito

con éxito parcial

Sin éxito

sin éxito

Huelgas con un número de participantes de

en %

con éxito (también parcial)

1a 50

51 a 100

101 a 500

501 a 1000

más de 1000

Sin éxito

1907

4.366

1.178

163.473

3,3

96,7

39

31

161

30,3

69,7

158

26

32

6

9

1908

1.945

70

9.546

17,4

82,6

18

12

88

25,4

74,6

85

17

13

1

2

1909

527

522

3.713

22,1

77,9

36

5

97

29,7

70,3

118

9

9

2

1910

13.499

1.912

3.395

82,0

18,0

185

47

66

77,8

22,2

218

45

32

2

1911

4.216

3.242

20.534

26,6

73,4

7

3

92

9,8

90,2

65

18

10

3

6

1912

1.627

663

6.702

25,4

74,6

25

6

68

31,9

68,1

72

14

11

1

1

1913

775

3.769

19.154

19,1

80,9

18

15

62

34,7

65,3

65

16

12

1914

6.277

5.644

2.216

84,3

15,7

18

4

42

34,2

65,8

46

6

9

1

2

1915

1.605

990

9.482

21,4

78,6

17

6

42

34,4

64,6

38

12

12

2

1

1916

9.600

11.830

2.892

88,1

11,9

19

15

46

12,5

57,5

50

9

11

2

8

1917

22.924

76.472

36.666

73,0

27,0

26

38

74

46,3

53,7

56

24

34

3

21

1918

23.978

27.002

82.062

38,3

61,7

71

42

83

57,6

42,4

91

24

53

10

18

1919

181.064

39.026

88.877

71,2

28,8

146

75

147

59,8

40,2

154

62

101

20

30

1920 31

17.867

9.228

96.005

22,1

77,9

66

20

103

45,5

54,5

86

41

51

8

20

– 1



Lamentablemente, falta una estadística de la duración de las huelgas, sin la cual no puede uno formarse una imagen correcta, puesto que, precisamente a partir de la duración de 30

En 1910 fue introducida la ley de defensa social; obsérvese su efecto en el tiempo subsiguiente.

31

17 huelgas con 10.915 huelguistas aún no habían finalizado al cierre de esta estadística.

2

la huelga, puede sacarse una conclusión respecto de la fuerza ofensiva y defensiva de las organizaciones sindicales. Es que, de cuando en cuando, se dan huelgas de muy larga duración. Así, por ejemplo, la F.O.M. ha persistido en paro 1 año y medio en 1920-1921. III. Estadística electoral distrito electoral Buenos Aires, 1896-1922. a) Partido Socialista Mes

Año

Número de votos logrados

Observaciones

III.

1896

134

IV.

1898

105

III.

1900

135

III.

1902

166

III.

1904

1.257

III.

1906

1.660

XI.

1906

3.495

III.

1908

5.100

X.

1908

5.078

III.

1910

7.006

IV.

1912

18.844

2 diputados (lista minoritaria)

III.

1913

48.377

2 diputados y 1 senador (lista mayoritaria)

III.

1914

42.662

7 diputados (lista minoritaria)

IV.

1916

40.564

3 diputados (lista minoritaria)

III.

1918

46.501

nuevo sistema (lista incompleta)

X.

1918

47.971

10 concejales (¡representación proporcional en elecciones municipales!)

III.

1919

52.001

1 diputado (lista minoritaria)

III.

1920

52.579

7 diputados

XI.

1920

52.082

8 concejales

IV.

1922

59.000

4 diputados

III.

1918

2.753

X.

1918

3.258

III.

1919

3.018

III.

1920

2.938

Distrito único

Elección por distrito – 1 diputado (PALACIOS)

Nuevamente distrito único

b) Partido Comunista

XI.

1920

5.601

IV.

1922

4.242

1 concejal

1 concejal

La participación en las elecciones es (también a consecuencia del voto obligatorio) bastante fuerte. En marzo de 1922 votó en Buenos Aires el 73,5% de los empadronados (180.141 de 246.568). Esta cifra es tan elevada porque el proletariado antipolítico por cierto en su mayor parte, y en Buenos Aires aproximadamente la mitad de los habitantes, se compone sobre todo de extranjeros. Las cifras de las elecciones municipales no pueden compararse con las de las elecciones nacionales, dado que en las elecciones municipales no sólo impera la representación proporcional, sino que también los extranjeros, bajo ciertas condiciones, tie-

nen derecho al voto. Sobre las relaciones de fuerza de los diversos partidos esclarece la tabla siguiente: En las últimas elecciones en Buenos Aires lograron: el Partido Radical................. 64.928 votos = 37,56% el Partido Socialista............. 59.128votos = 34,22% 32 la Concentración Nacional .. 21.316 votos = 12,33% los Radicales Disidentes 33.. 10.302 votos = 5,96% los Demócratas Progresistas.. 10.067 votos = 5,82% el Partido Comunista..... 4.242 votos = 2,40% IV. Los analfabetos en Argentina. (Censo de 1914) Analfabetos

Semianalfabetos

Alfabetizados

(pueden leer pero no escribir) Nativos Españoles

1.471.225

112.682

2.420.406=60,5%

213.222

29.819

561.820=69,8%

Franceses

10.788

1.901

65.955=83,9%

Italianos

332.146

16.826

565.817=61,8%

Turcos, etc.

43.233

764

18.184=29,1%

Rusos

32.753

3.255

53.052=59,5%

Uruguayos

18.159

1.495

63.781=76,4%

2.213.916

172.096

3.915.949=64,8%

742.691

59.414

1.495.543=73,5%

Total de ellos, inmigrantes

Un defecto de esta tabla –dice el médico y diputado socialista Dr. BUNGE, en su libro La inferioridad económica de los argentinos nativos, aparecido en Buenos Aires en 1919– es que abarca a la población a partir de los siete en lugar de los diez años de edad. La categoría etaria de los siete a los diez años –los niños en edad escolar– está representada entre los inmigrantes sólo en pequeña medida, entre los nativos en medida elevada. BUNGE estima la diferencia, corriendo las cifras, en 6,5% entre los nativos y 2,5% entre los inmigrantes, esto es, sobre la base de “a partir de los diez años”, hay en lugar de 60,5: 67% de personas que pueden leer y escribir entre los nativos, y 76% entre los inmigrantes. De los conscriptos de veinte años de edad de las clases 1914-1919, el 30% no podía leer ni escribir, el 10 % podía leer pero no escribir.

32

La nueva designación de los grupos conservadores.

33

El grupo en oposición al dirigente oficial de los radicales, IRIGOYEN.