El mito en El laberinto de la soledad, de Octavio Paz Abdelilah Braksa Universidad Hassan II de Casablanca [email protected] En esta comunicación que hemos titulado “El mito en El laberinto de la soledad1, de Octavio Paz, nuestro propósito es examinar la función y el valor del mito en este ensayo. Es cierto que es una reflexión sobre la situación mexicano, pero sus conclusiones son fácilmente trasladase a otros contextos sobre de los demás pueblos latinoamericano. De entrada, el autor subraya el contraste entre lo mexicano y lo norteamericano:

“La irritación del norteamericano procede, a mi juicio, de que ve en el pachuco un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso.”* Aquí se ve que el mito es un peligro para el norteamericano: se trata de pueblos vecinos, geográficamente colindantes, pero totalmente antagónicos; dos mentalidades históricamente diferentes: el viejo y el nuevo mundo. Cuando dice que la historia es el resultado de la acción humana en ciertas circunstancias socioeconómicas, parece que el mito escapa a estas circunstancias. Por otra parte, si en un caso, las leyes establecen las normas que rigen las relaciones entre las personas y las instituciones, en un caso, estas leyes no llegan a controlar a quienes se consideran sometidas a las normas de sus mitos. Son dos mundos paralelos que coexisten en el mismo espacio y tiempo pero que se rigen por sistemas de valores diferentes y a veces excluyentes el uno del otro. El choque entre el viejo y el nuevo mundo es inevitable, porque son incompatibles, en el sentido de que expresan dos visiones del mundo diametralmente opuestas. El concepto de peligro que representa el mexicano para el norteamericano es manifestación de este antagonismo de culturas. Son mundos diferentes, mentalidades distintas y pueblos que no están dispuestos a perder sus marcas de identidad. Por eso, si la historia es la obra de los hombres, el mito es un destino al que están sometidos los hombres. *

Los números entre paréntesis se refieren a las páginas del Laberinto de la soledad.

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Es una especie de puente que le permite al mexicano acceder a su ser profundo, fuera de las barreras del tiempo y del espacio. Por supuesto, de este antagonismo dependen muchas dualidades que no dejan de regir el modo de vida de los dos pueblos, estableciendo así entre ambos pueblos una frontera infranqueable. Esto afirma precisamente Octavio Paz: “No es el momento de analizar este profundo sentimiento de soledad —que se afirma y se niega, alternativamente, en la melancolía y el júbilo, en el silencio y el alarido, en el crimen gratuito y el fervor religioso—. En todos lados el hombre está solo. Pero la soledad del mexicano, bajo la gran noche de piedra de la Altiplanicie, poblada todavía de dioses insaciables, es diversa a la del norteamericano, extraviado en un mundo abstracto de máquinas, conciudadanos y preceptos morales. En el Valle de México el hombre se siente suspendido entre el cielo y la tierra y oscila entre poderes y fuerzas contrarias, ojos petrificados, bocas que devoran. La realidad, esto es, el mundo que nos rodea, existe por sí misma, tiene vida propia y no ha sido inventada, como en los Estados Unidos, por el hombre.”( 155) Las dualidades atraviesan toda la sociedad norteamericana para caracterizarla por oposición a la mexicana. Los pronombres personales ellos y nosotros cobran un valor primordial cuando Octavio Paz pasa a enumerar los rasgos que oponen a ambos pueblos: “Y no terminan aquí nuestras diferencias. Ellos son crédulos, nosotros creyentes; aman los cuentos de hadas y las historias policíacas, nosotros los mitos ylas leyendas.”( 159) La historia es una cárcel que somete al hombre a las obras de otros hombres, es una destrucción continua de su verdadero ser. En ella el tiempo está también encarcelado, dividido y por eso mismo superficial: el tiempo o es presente o pasado o futuro. Fuera de esta concepción Octavio Paz busca una explicación satisfactoria aunque difícil de demostrar:

“Un examen de los grandes mitos humanos relativos al origen de la especie y al sentido de nuestra presencia en la tierra, revela que toda cultura — entendida como creación y participación común de 2

valores— parte de la convicción de que el orden del Universo ha sido roto o violado por el hombre, ese intruso.” (161) La relación entre el universo y el hombre está alterada porque este último ha violado las leyes naturales, no se ha dejado llevar por su intuición y su corazón: la razón que ha regido el curso de la historia lo ha alejado del universo, de sí mismo: “Ni mexicanos ni norteamericanos hemos logrado esta reconciliación. Y lo que es más grave, temo que hayamos perdido el sentido mismo de toda actividad humana: asegurar la vigencia de un orden en que coincidan la conciencia y la inocencia, el hombre y la naturaleza.”( 162) Octavio Paz está reivindicando la vuelta al estado de cosas original donde el hombre se siente en paz con el universo y consigo mismo. El actual no es el mejor de los mundos posibles, en el sentido de que es artificial y sometido a normas que no respetan el orden natural de las cosas. El sentimiento de culpa o pecado no es sino reflejo de esta situación anómala: “Es posible que lo que llamamos pecado no sea sino la expresión mítica de la conciencia de nosotros mismos, de nuestra soledad.”( 162)

Esta puesta en cuestión del estado de cosas actual es en sí un intento de recuperación de la concordia con la época dorada: el curso de toda la historia humana es cuestionable y los conflictos y guerras, revoluciones y reformas… no aspiran sino a restaurar el momento inicial, auténtico. La actitud del mexicano, por ejemplo, en Estados Unidos evidencia ese sentimiento de soledad que causa la falta de armonía en la relación con la sociedad norteamericana, regida por leyes y estructurada sobre la base de las normas dictadas por la ciencia y la razón. El norteamericano está también solo en su propio país porque todo el sistema que lo rige está mal construido, en la medida en que el problema reside precisamente en haber construido lo que resiste a todo intento de edificación artificial. Llegados a estas alturas, es de señalar que el estudio del tema del mito en El laberinto de la soledad, de Octavio Paz permite hacer una serie de observaciones: Que la frecuencia de uso de la palabra mito o sus variantes morfológicas y 3

léxicas no es la misma en los nueve capítulos del libro. En el siguiente cuadro aportamos una serie de datos cuantitativos que comentamos a continuación: Concepto

Frecuencia de uso

Mito

54

Fiesta

70

Soledad

149

Historia

277

Los cuatro conceptos que presentamos están implicados en la reflexión de Octavio Paz sobre la idiosincrasia mexicana. Los contextos lingüísticos en que aparecen demuestran que forman parte del mundo mental del autor y constituyen por tanto elementos de reflexión ineludibles. Los 54 casos del término mito presentan la siguiente distribución: I

I I

II I

I V

V

V I

VI I

VII I

I X

4

1

1

7

9

7

2

1

22

El uso más frecuente del término mito se nota en los capítulos céntricos del ensayo (IV, V, VI) y llega a su punto culminante en el último capítulo (IX). Tanto el tema como el punto de vista del ensayista están relacionados con la frecuencia de uso. En cuatro capítulos (II, III, VII, VIII) aparece una o dos veces. En la parte céntrica del ensayo se dan 23 casos y en la parte final, 22 casos. Lo más llamativo son las 22 formas que aparecen en el capítulo IX. Hay que señalar asimismo que de los 54 casos 36 son formas nominales y 18 adjetivales. Quiero esto decir que el alcance del tema del mito va más allá del sustantivo, en tanto que soporte de los conceptos independientes, para abarcar también al adjetivo, que expresa los conceptos dependientes del sustantivo. Aparecen así además de las variantes morfológicas mito, mitos, variantes léxicas: mítico, mítica…: “Todo ocurre en un mundo encantado: el tiempo es otro tiempo (situado en un pasado mítico o en una 4

actualidad pura); el espacio en que se verifica cambia de aspecto, se desliga del resto de la tierra, se engalana y convierte en un "sitio de fiesta" (en general se escogen lugares especiales o poco frecuentados); los personajes que intervienen abandonan su rango humano o social y se transforman en vivas, aunque efímeras, representaciones.” (186) Los demás conceptos revisten el ropaje del mito; el núcleo del sintagma nominal es pasado, el adjetivo mítico orienta la significación hacia un punto de vista que corrobora el planteamiento del autor del ensayo. Este cambio de orientación es fundamental porque nos abre el acceso a otro estado de cosas donde se solucionan muchos enigmas y se reconcilian no pocas incompatibilidades. Lo mítico se instaura como un espacio legítimo en que pierde vigencia lo racional. Es todo El laberinto Octavio Paz no deja de insistir en que es primordial incorporar también la dimensión mítica en los estudios de la sociedad mexicana. Ya hemos comentado en su momento la reacción del norteamericano ante el mexicano por considerar aquel a este como ser mítico: “La irritación del norteamericano procede, a mi juicio, de que ve en el pachuco un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso.”( 151)

Esta dimensión mítica está en todo, y es inevitable como para dar cuenta de un estado de cosas determinado: “La semejanza que se observa entre las concepciones religiosas, políticas y míticas de los pueblos indoeuropeos, por ejemplo, no niega la originalidad de cada uno de ellos.”( 231)

Lo que pueden tener en común los pueblos no son solo la religión y la política sino también los mitos. Esta concepción del mito como elemento compartido, además de otras categorías, por varios pueblos demuestra que estamos en presencia de un hecho inherente al ser humano, cualesquiera que sean sus circunstancias históricas y socioculturales. A través de sus mitos un pueblo puede tener acceso a la universalidad, sin perder sus marcas de identidad, con ello.

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Lo mítico invade el terreno para establecer una verdad entre otras verdades también posibles. Ahora, es la chingada que irrumpe en el escenario mexicano: “¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica.”(212)

Es difícil limitar la reflexión filosófica sobre lo mexicano a lo que tiene carne y hueso. No solo de pan vive el hombre. Las creencias, religiones, leyendas y mitos ocupan un lugar primordial en la vida del mexicano y le permiten explicar el mundo y conceptualizarlo. Lo mítico no es solo una visión del mundo, un punto de vista desde el cual se contemplan las cosas, es más: “Toda revolución tiende a establecer una edad mítica.” (287)

La vuelta hacia atrás es un movimiento hacia los orígenes de todo, es la fuente en estado puro, antes de ser contaminada por los accidentes de la historia. “Las peregrinaciones a esos santuarios son repeticiones rituales de las que cada pueblo ha hecho en un pasado mítico, antes de establecerse en la tierra prometida.”( 356)

El pasado mítico es lo que explica las acciones humanas para recuperar una época dorada, que será siempre el punto de referencia del presente y del futuro. El mejor de los mundos posibles ya no existe sino en esa época del pasado. “La noción mítica de una "edad de oro" interviene aquí: hubo una vez, en alguna parte del mundo y en algún momento de la Historia, un estado social que permitía al hombre expresarse y realizarse.”( 288)

Esta concepción que ve en el pasado el lugar temporal de una época dorada enmarca toda la actuación de los hombres. Es el mito del eterno retorno, todos aspiramos a volver a esa etapa de inocencia en que el tiempo no existía, o no existían las divisiones del tiempo en etapas. Era único y no tenía comienzo no fin. Era absoluto.

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“El tiempo mítico, al contrario, no es una sucesión homogénea de cantidades iguales, sino que se halla impregnado de todas las particularidades de nuestra vida: es largo como una eternidad o breve como un soplo, nefasto o propicio; fecundo o estéril.”( 358) El tiempo mítico es natural y humano, no es uniforme; su conceptualización refleja las preocupaciones humanas, no es artificial, dado que está íntimamente ligado a las circunstancias que lo engendran no en los libros de filosofía o de lingüística sino en los momentos e instantes en que tienen lugar las acciones, estados y procesos de los seres humanos. La concepción del tiempo es una de las categorías en que se da cuenta del alcance de la dimensión mítica en El laberinto de la soledad. “El tiempo del Mito, como el de la fiesta religiosa, o el de los cuentos infantiles, no tiene fechas: "Hubo una vez...", "En la época en que los animales hablaban...", "En el principio...". Y ese Principio — que no es el año tal ni el día tal— contiene todos los principios y nos introduce en el tiempo vivo, en donde de veras todo principia todos los instantes.”(359) La oposición entre las dos dimensiones, histórica y mítica, es nítida: mientras en la historia el tiempo es el soporte para establecer divisiones entre edades, épocas, siglos… minutos y segundos…en el mito se borran las fronteras y desaparecen los límites. Estamos aquí ante un tiempo como instrumento, como herramienta de trabajo, y, por tanto, dominado por el hombre, que lo ha hecho suyo. “Gracias a la participación, ese tiempo mítico, original, padre de todos los tiempos que enmascaran a la realidad, coincide con nuestro tiempo interior, subjetivo.”( 359) El tiempo mítico es subjetivo, en el sentido de que da cuenta de la esencia del ser humano, no solo de su existencia o de su devenir. No es cárcel ni casilla que somete la obra de los hombres a factores y puntos de vista artificiales. “Por virtud del rito, que realiza y reproduce el relato mítico, de la poesía y del cuento de hadas, el hombre accede a un mundo en donde los contrarios se funden.”( 359) 7

En su conceptualización del tiempo, el hombre se ha dejado llevar por la razón, olvidando sus instintos, y, por tanto, sólo ha creado una cárcel que se ha dado en llamar “tiempo cronométrico”. “Sin duda la concepción del tiempo como presente fijo y actualidad pura, es más antigua que la del tiempo cronométrico, que no es una aprehensión inmediata del fluir de la realidad, sino una racionalización del transcurrir. La dicotomía anterior se expresa en la oposición entre Historia y Mito, o Historia y Poesía.”( 359)

El rasgo distintivo de lo mítico es cuando se combinan elementos incompatibles. Todo es depositario de creación y los contrarios coexisten. El relato mítico es la historia que cuenta las acciones de esta época dorada, que fue el mejor de los mundos posibles. “El liberalismo es una crítica del orden antiguo y un proyecto de pacto social. No es una religión, sino una ideología utópica; no consuela, combate; sustituye la noción de más allá por la de un futuro terrestre. Afirma al hombre pero ignora una mitad del hombre: ésa que se expresa en los mitos, la comunión, el festín, el sueño, el erotismo.”( 271)

Es inevitable tratar del ser humano aparte de otras dimensiones que lo definen como tal. El mito, la comunión,…son categorías que dan cuenta de lo que es realmente el hombre. Las historias elaboradas o los estudios existentes tienden a pasar por alto estos aspectos, que parecen para ellos poco objetivos o no sometidos al ojo científico. “La Reforma es, ante todo, una negación y en ella reside su grandeza. Pero lo que afirmaba esa negación —los principios del liberalismo europeo— eran ideas de una hermosura precisa, estéril y, a la postre, vacía. La geometría no sustituye a los mitos.”(271)

La hermosura si es precisa deja de ser atractiva. Es estéril porque se agota su poder creativo, debido a que no nace de una idea subjetiva sino de un querer seducir aplicando las estrategias de la persuasión. No es hermosura natural, porque, 8

como la historia, se ha hecho según normas establecidas por los hombres, y por eso mismo es artificial y no dura mucho. La geometría, el cálculo, la algebra son ciencias exactas; no pueden expresar o representar las preocupaciones del hombre, sus tristezas y sus alegrías, su silencio profundo y hablar elocuente. “Y como ha dicho Malraux, «los mitos no acuden a la complicidad de nuestra razón, sino a la de nuestros instintos».”(299) Razón y corazón, diría Malraux, son partes esenciales del ser humano; no obstante, si la razón es el filtro de la adecuación entre actos y circunstancias espaciotemporales, el corazón o los instintos son el vehículo de lo escapa a estas circunstancias, son el soporte de la naturaleza humana, y por tanto no dependen de los accidentes de la historia. Esta contienda entre historia y mito refleja un continuo esfuerzo del hombre para hacer suyo el mundo. Es una actitud inherente en él, la lengua misma es una herramienta para dominarlo todo; ninguna lengua es inocente o reflejo fiel de realidad concreta o abstracta. En ella se nos enseña que el tiempo es presente o pasado o futuro. Esta tripartición es inherente al tiempo o se le ha sido aplicada por los hombres. De hecho, existe una necesidad para dividir el tiempo en unidades para ponerlo todo en orden. No obstante, el tiempo, entre otros conceptos, resiste esta aprehensión; por eso, los valores temporales no dejan de llenar los manuales de gramática para dar cuenta de los diversos usos que a menudo escapan a lo establecido por los estudiosos. “El hombre contemporáneo ha racionalizado los Mitos, pero no ha podido destruirlos.”( 360) Una vez más, el hombre sigue en sus intentos para invadir todos los espacios, ahora es el mito que se somete al poder de la razón. ¿Son compatibles mito y razón? La naturaleza de los mitos nos evidencia que precisamente un mito nace porque la ciencia o la razón dejan de reflejar la esencia y existencia del ser humano. “El lenguaje racional de nuestro tiempo encubre apenas a los antiguos Mitos. La Utopía, y especialmente las modernas utopías políticas, expresan con violencia concentrada, a pesar de los esquemas racionales que las enmascaran, esa tendencia que lleva a toda sociedad a imaginar una 9

edad de oro de la que el grupo social fue arrancado y a la que volverán los hombres el Día de Días.” (360)

La vuelta al pasado es una búsqueda del origen de todo, es un pasado que no se ubica en el tiempo cronológico, su razón de ser es la memoria no la historia. El mito es compatible con el día a día del ser humano; se adecúa a sus preocupaciones y sus expectativas: “El mito, la biografía, la historia y el poema registran un período de soledad y de retiro, situado casi siempre en la primera juventud, que precede a la vuelta al mundo y a la acción entre los hombres.”(352)

En un determinado momento de la vida del hombre, surgen las grandes preguntas; es una especie de preparación a la vida con los demás. El paso de lo personal a lo colectivo es una aventura arriesgada porque se trata de salir del castillo fortalecido para interactuar con los demás. La madurez es la etapa en que ya se han respondido las preguntas del yo frente a los demás. “La soledad es ruptura con un mundo caduco y preparación para el regreso y la lucha final.”( 352) Es una soledad que produce una transformación profunda en el estado de cosas vigente. Este distanciamiento se convierte en un punto de vista desde fuera, y como tal, lo cuestiona todo y, a menudo, desemboca en una serie de malentendidos y choques con el entorno. Los mitos establecen una de las fuentes de fundamentación de los valores de una sociedad. Son indiscutibles en el sentido de que nadie los pone en tela de juicio. A través de la historia, se han ido arraigando en la memoria colectiva. “El mito del Laberinto se inserta en este grupo de creencias. Varias nociones afines han contribuido a hacer del Laberinto uno de los símbolos míticos más fecundos y significativos: la existencia, en el centro del recinto sagrado, de un talismán o de un objeto cualquiera, capaz de devolver la salud o la libertad al pueblo; la presencia de un héroe o de un santo, quien tras la penitencia y los ritos de expiación, que casi siempre entrañan un período de aislamiento, penetra en el laberinto o palacio encantado; el regreso, ya para fundar la Ciudad, ya para salvarla o redimirla?”(356) 10

El mito del Laberinto representa este eterno desequilibrio entre la realidad y el deseo. La insatisfacción existencial de los seres humanos les lleva a buscar la perfección en todos los aspectos de la vida. Este mito permite explicar cómo consciente o inconscientemente el individuo demuestra una conducta que no encuentra en las normas de la razón justificación satisfactoria alguna. El mito del Laberinto es también representación de la vuelta al origen, al punto de partida de donde emanan todos los ríos de la vida: “El sentimiento de soledad, nostalgia de un cuerpo del que fuimos arrancados, es nostalgia de espacio.”(356)

Los pueblos edifican primero el centro y a su alrededor van apareciendo otros elementos que lo ponen de relieve y lo protegen, porque es lo que los une y da sentido. Si desaparece pierden su razón de ser y se convierten en elementos yuxtapuestos y faltos de sustancia.

“[E]l Mito —disfrazado, oculto, escondido— reaparece en casi todos los actos de nuestra vida e interviene decisivamente en nuestra Historia: nos abre las puertas de la comunión.” (360) El poder del mito es enorme, porque es el motor de la vida del mexicano. Siendo así, la explicación de la idiosincrasia del mexicano se encuentra en su mitología. Es precisamente en esta dimensión donde estriba la identidad mexicana. Los mitos son necesario para los pueblos. La sociedad actual ha creado los suyos: “Toda sociedad moribunda o en trance de esterilidad tiende a salvarse creando un mito de redención, que es también un mito de fertilidad, de creación. Soledad y pecado se resuelven en comunión y fertilidad. La sociedad que vivimos ahora también ha engendrado su mito.” (360) La existencia de los mitos refleja una parte profunda del ser humano. Es la que hace que sobreviva la dimensión humana de las sociedades actuales afectadas por la máquina del progreso.

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En esta comunicación, nuestra intención es arrojar luz sobre el lugar que el mito ocupa en el ensayo de Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Su aportación ha sido decisiva en la medida en que reflexiona sobre una problemática que concierne no solo a los mexicanos sino a todos los pueblos de América Latina. Decisiva porque subraya una dimensión capital en los debates habidos sobre el problema de México. Las aportaciones abundan desde varios puntos de vista, y todas pretenden dar con la explicación del porqué, señalando el tema económico, social, educativo…. Es el modelo que se suele aplicar en todo el mundo, a todos los pueblos. Octavio Paz, sin rechazar categóricamente estas aportaciones, señala que la explicación de la soledad del mexicano estriba precisamente en haberlo sometido a patrones que no se adecuaban a su perfil, donde afluyen todos los ríos: de la historia, economía, sociedad, y también del mito.

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Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid, Cátedra, 2004, 584p.

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