EL MITO DEL DESARROLLO Y EL FUTURO DEL TERCER MUNDO Ceho Fuitado (Brasil)

El estudio preparado por el Club de Roma respecto de las consecuencias a largo plazo de la expansión de la economía mundial, ha sido objeto de gran controversia en los países industrializados.^ Pero en los países del Tercer Mundo, que serían los más afectados directamente, en caso de que se pusieran en práctica las medidas de política económica y social propuestas en ese estudio, el interés por el tema ha sido limitado. Muchas personas vieron en este trabajo un elemento más de la campaña elaborada por los Estados Unidos para controlar la natalidad en los países pobres, campaña que no distingue entre aquellos países con 300 habitantes por kilómetro cuadrado y países con una densidad demográfica treinta veces menor. Otras personas identifican en el estudio una pieza de la campaña tendiente a restablecer una tutela rígida sobre países del Tercer Mundo, exactamente cuando éstos comienzan a liberarse de los supuestos "automatismos de mercado" gracias a los cuales los precios de los productos que exportan pudieran mantenerse bajos en beneficio de los países industrializados. Sería difícil exagerar la importancia de este estudio, no tanto por lo que pretende demostrar cuanto por las inferencias que se derivan de los esquemas que ahí se presentan. Por primera vez disponemos de un intento de análisis de comportamiento de la economía mundial en su conjunto. Hasta la fecha los economistas se habían limitado al estudio de la estructura y al funcionamiento de subsistemas, o sea, de economías nacionales o regionales. Así, durante los últimos veinte años los norteamericanos realizaron una serie de estudios sobre las tendencias a largo plazo de la economía de los Estados Unidos, particularmente respecto al comportamiento futuro de la demanda de recursos naturales no renovables. Esas proyecciones surgieron a partir de la hipótesis implícita de cpie el mundo fuera de los Estados Unidos es ilimitado; lo que se toma en cuenta es determinar el grado de dependencia futura de los países con respecto a la oferta externa de recursos y sus posibles repercusiones en los precios de mercado que ^ The Limits to Grotith (Univer=p Book;:, Nueva York, 1972). Este e=tiidio fue preparado por el Massachusetts Institute of Technology, por Donella H. Meadows. Dennis L. Meadows, Jorpen Randers y William W. Behrens ITT. Véase a J. "VT. Forrester. Industrial D>-namics fCambridge, Mass.. 1971), acerca de la metodología adoptada en este trabajo. Título de la traducción al español: Los límites del crecimiento (Fondo de Cultura Económica, México, 1972K 407

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provienen del crecimiento de la demanda de otros países industrializados. Datos recientes publicados por el Ministerio del Interior del gobierno de los Estados Unidos, indican, por ejemplo, que 13 de los principales productos minerales que se requieren para el funcionamiento de la economía del país, excepto uno (fosfatos) serán principalmente importados hacia fines del presente siglo. Ya en 1985, nueve de los productos referidos serán importados principalmente, mientras que en 1970 sólo dependían 5 más de la importación que de la producción interna. En 1970, los Estados Unidos eran autosuficientes en su producción de cobre, pero para el año 2000 este abastecimiento dependerá de importaciones en 56 %. La situación del azufre es idéntica. Si pasamos a los combustibles, encontramos una tendencia similar; de haber sido un gran exportador de petróleo en el pasado, este país se convierte hoy en día en un gran importador de este producto. Siguiendo las previsiones del referido Ministerio del Interior, el valor de las importaciones norteamericanas de petróleo pasará, a precios de 1970, de 8 miles de millones de dólares en ese año a 31 miles de millones en 1958, y 64 miles de millones 15 años después. El estudio preparado por el Club de Roma no se preocupa de manera directa del problema de la utilización creciente, por parte de la economía norteamericana y de otros países industrializados, de los recursos naturales de los países del Tercer Mundo y mucho menos de las consecuencias de este proceso para tales países. La atención de los autores se concentró en la pregunta siguiente: ¿qué sucederá si todos los países persisten en su propósito de continuar creciendo? La respuesta proporcionada por las computadoras es inequívoca: la presión sobre los recursos no renovables y el grado de contaminación del medio serán tan altos (o, alternativamente, el costo del control de la población será tan grande) que el sistema tenderá irremediablemente hacia el colapso- Cabe añadir que, de acuerdo a la estructura del sistema, gran parte de lo que ocurrirá en el futuro se deberá a decisiones tomadas en el pasado o bien que están siendo tomadas en la actualidad sin tomar conciencia de sus repercusiones. Así, la contaminación que habrá de combatirse en el futuro se originó en gran parte de decisiones tomadas en años pasados; la oferta de mano de obra que deberá absorberse en los próximos 20 años resulta de los nacimientos ya ocurridos, etcétera. La novedad de este estudio no se encuentra en los materiales que utiliza o en las relaciones de causalidad que postula, y sí en el estrechamiento del sistema en escala planetaria, lo que fue posible gracias a los enormes recursos de computación. Puede abandonarse la hipótesis de un mundo exterior ilimitado implícita en los modelos anteriores. Este paso decisivo

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permitió que se explicitara un dato fundamental al que el hombre jamás quiso enfrentarse: se trata del hecho elemental de que el proceso de civilización, tal como lo practicamos, es esencialmente de carácter destructivo cuando se observa desde un ángulo más general; la creación de valor en nuestra civilización engendra procesos irreversibles de desorganización del mundo físico; así, gran parte de nuestros procesos productivos implican una transformación de energía disponible en energía no disponible, lo que resulta en un proceso no reversible tal como nos lo explica la termodinámica.^ La tendencia del lector congénilamente optimista, que nació en este mundo de progreso alucinante^ es rebatir: precauciones de ese tipo se hicieron en el pasado, pero fracasaron porque no tuvieron en cuenta el progreso técnico. Ahora bien, este argumento es inconsistente, ya que nunca antes se había cerrado el sistema, o sea, que nunca se había pasado del análisis parcial al global. El progreso técnico puede, por sí mismo, acelerar su ritmo sin que por eso nuestra civilización sea menos destructiva. El modelo que se utilizó para las proyecciones es inobjetable desde el punto de vista de su consistencia interna. Su estructura se estableció a partir de datos que reflejan el comportamiento de las economías hoy en día industrializadas o, mejor, reflejan el proceso de industrialización tal como ocurrió en las llamadas economías centrales o dominantes. Los autores del estudio fueron explícitos desde el principio, respecto de la metodología adoptada. The basis of the method —nos dicen— is the recognition that the structure of any system —the many circular, interlocking, sometimes time-delayed relationships among its components— is often just as important in determining its behavior as the individual components themselves" (p. 31). Y más adelante añaden: ". . . high level of aggregation is necessary at this point to keep the model understandable. . . National boundaries are not recognized. Distribution inequalities of food, resources, and capital are included implicitly in the data but they are not calculated explicitily ñor graphed in the output (p. 94) . La pregunta que debe formularse es la siguiente: ¿disponemos de suficiente conocimiento de la estructura del sistema económico mundial para proyectar sus tendencias a largo plazo? Por ejemplo, ¿tiene validez la afirmación que hacen los autores respecto a *'as the rest of world develops economically, it will follow basically the United States pattern of con2 Véase el magnífico trabajo del profesor Nicholas Georgescu-Roegen, The Entropy Law and the Economic Process (Cambridge, Mass., 1971).

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sumption"? (p. 109). En esta afirmación hay un desconocimiento total de la especificidad del fenómeno del subdesariollo, el cual no constituye una fase en el proceso de desarrollo, como lo pretende la escuela de Rostow, y sí una deformación provocada por las relaciones particulares que surgieron entre los países dominantes y los países dependientes, a partir de la Revolución Industrial.^ No es mucho lo que sabemos sobre el fenómeno del subdesarrollo, pero lo que sabemos resulta suficiente para convencernos de que el proceso actual de industrialización de la periferia del mundo capitalista (proceso que se basa en la sustitución de importaciones al servicio de minorías privilegiadas o de explotación de mano de obra barata en industrias de exportación), es estructuralmente distinto del proceso de industrialización de los centros dominantes de la economía mundial, ocurrido en los dos primeros tercios de este siglo y que sirvió de base para establecer la estructura del modelo referido. La industrialización del centro del sistema capitalista se basó esencialmente, en la difusión de los frutos del progreso técnico, o sea, en la creación de mercados de masa. Esta industrialización, dentro del cuadro de las economías nacionales, se realizó pari passu con la elevación de salarios reales, lo que no impidió que se mantuviese, sin mayores cambios, una alta concentración del ingreso. Debido a que el ingreso se mantiene concentrado, es necesario introducir de manera permanente productos nuevos; pero si se elevaran los salarios reales se formarían mercados de masa al estilo americano, lo que abre el camino a las economías de escala de producción. La experiencia de países como el Brasil, México y la India, demuestra que este modelo de industrialización no se reproduce en la periferia del mundo capitalista. La imitación de las minorías dominantes de estos países del estilo de vida de los países ricos, exige tal concentración de ingreso, que el proceso de industrialización tiende a ser básicamente diferente. Se trata de imponer formas de consumo que son el resultado de una fuerte acumulación de capital obtenida a través de un proceso largo de industrialización y de relaciones internacionales de dominación en países en que el capital acumulado por habitante es relativamente exiguo. Con el fin de que el 5 % de la población del Brasil disfrute de niveles de vida que corresponden a un ingreso medio de 3 mil dólares, cuando el ingreso medio del país es de cuatrocientos, el 80 % de la población tiende a ser totalmente excluido de los beneficios de los incrementos de productividad, lo que da lugar a un tipo de estructura industrial sin ninguna relación 3 Celso Furtado, Teoría y política del desarrollo económico (Siglo XXI, Eds., 4' ed.), pp. 212-224.

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con la de los países actualmente industrializados, cuando la acumulación de capital en estos países era similar a la que dispone el Brasil en la actualidad.* La estructura de un modelo de la economía mundial, si es que pretende ser realista, deberá tener en cuenta esta diferencia cualitativa entre el capitalismo céntrico o dominante y el capitalismo periférico o dependiente. El primero se basa en la introducción de productos nuevos y en la difusión del uso de productos nuevos, o sea, en el consumo de masa; el segundo se basa en la imitación tecnológica y en la concentración de la riqueza y del ingreso. Pero como resulta en el ámbito del capitalismo periférico en donde ocurre un crecimiento demográfico mayor, la ignorancia de esa disparidad estructural necesariamente lleva a resultados irreales en las proyecciones de tendencias. El postulado de la existencia de una economía capitalista mundial con una estructura homogénea, constituye la razón de ser de las conclusiones cataclísmicas, a las que nos lleva el estudio que estamos considerando. Ahora bien, la única cosa que sabemos con certeza de la industrialización de los países capitalistas periféricos es que las grandes masas no tienen acceso a los frutos del incremento de la productividad. Un modelo que considera que apenas un 5 /^ de los millones que viven y crecen en el Tercer Mundo tendrán efectivamente acceso al american way of Ufe, y que el 95 % restante permanecerá cerca del nivel de subsistencia, produciría necesariamente conclusiones muy distintas. En los países del Tercer Mundo proseguirá el crecimiento demográfico mientras existan tierras que puedan ocuparse —lo que todavía es regla general en casi toda la América Latina, en gran parte del África y en ciertas regiones del Asia— o mientras la intensificación del uso de la tierra pueda realizarse sin un aumento * Véase Celso Furtado, La economía latinoamericana fSiplo XXI Eds., 3' ed.), acorca de la dx«tribiic¡ón del ingreso en los países de la América Latina. Las estadísticas disponibles con respecto al proceso de industrialización de los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania indican una aparente estabilidad en la distribitción tanto social como funiñonal del inpreso durante el último siglo, teniéndose en cuenta los efectos de la política social. Aféase Jean Marchal y J. Lecaillon, La répartition du Revena national, vols. I y II (Editions Génin, París, 1958), sobre los datos que se reunieron a este respecto. Los datos referentes al Brasil no indican únicamente el grado de concentración, mucho más elevado que en cualquier país industrializado, sino también el agravamiento de esta concentración en esas etapas de intensificación del crecimiento económico. Por ejemplo: durante la década de los años 6C el ingreso por habitante aumentó 33 9ri en el Brasil, pero el beneficio del aumento se concentró en el 20 90 con ingresos mayores en el país y particularmente en el 5 % de los más ricos, cuyo ingreso per capita se duplicó durante esa década. 5 Este modelo deberá también tener en cuenta el grado de movilidad internacional de la mano de obra. La población mundial no se distribuye bajo un sistema efectivo de comunicación. Por lo tanto, la presión que se ejerció sobre los recursos en un país no se transfiere necesariamente a los demás.

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excesivo de los costos de producción en términos de horas de trabajo/ A pesar de esto, por el hecho mismo de que el volumen de la población de los países del Tercer Mundo permanezca cerca del nivel de subsistencia y que, por otro lado, nada indica que se modificará tal situación, la evolución demográfica de estos países continuará dependiendo de la disponibilidad de tierra (o de la posibilidad de intensificar el uso de éstas) en los países respectivos. No se excluye la hipótesis de que una serie de crisis locales, como las que acontecen actualmente en un grupo de países del África Occidental, actuarán como freno al crecimiento demográfico. Lo que parece poco realista es suponer que tales crisis tengan repercusiones más amplias en los países ricos o que pongan en peligro el funcionamiento del sistema económico mundial. Si consideramos por separado el grupo de países capitalistas de economía dominante, veremos que para éstos el problema es mucho más de dependencia con respecto a la importación de materias primas —en razón del agotamiento de las propias reservas— que de crecimiento exponencial de la demanda. El lento crecimiento demográfico aunado a un ingreso per capita elevado, produce un crecimiento lento de la demanda de productos básicos, inclusive alimentos, al mismo tiempo que se eleva la posibilidad de reciclaje de ciertos metales. Así, el consumo de cobre por habitante se triplicó en los Estados Unidos entre 1900 y 1940; pero entre este último año y 1970 se mantuvo prácticamente estable. El consumo de acero por habitante se triplicó en este país entre 1900 y 1950, pero permaneció estable en los últimos veinte años. En realidad, el consumo de metales básicos por habitante es aproximadamente igual dentro de un grupo importante de países industrializados (grupo que incluye a los Estados Unidos, la Alemania Occidental, el Japón y Suecia) aun cuando dentro de este grupo las diferencias del ingreso per capita mantengan una proporción de 1 a 2. No hay duda que durante el último cuarto de siglo hubo un aumento considerable de la demanda de productos básicos en un grupo de países industrializados que se habían rezagado en su industrialización con respecto a los Estados Unidos. Pero la propia experiencia de este país •> La ignorancia sobre los aspectos institucionales ligados a la utilizarión de la tierra lleva a afinnar a los autores del estudio del MIT: "If good fertile land were still easily re.aclied and brought under cultivation, there would be no econoniic barrier to feeding the hnrgry. and no diíficulty social choice to make" (p. 52). En un país como el Brasil, la abundancia de tierras cultivables no utilizadas, muchas veces de fácil acceso, no impide que una buena parte de la población rural jtresente todos los síntomas de desnutrición extrema. En el Brasil, como en otros países de la América Latina, es común ver a los mjnifundistas hacinados en tierras insuficientes para absorber la capacidad de trabajo de tma familia en comparación con los latifundios que utilizan menos de una décima parte de las tierras de que disponen. Véase Celso Furtado, La economía latinoamericana, op. cit., pp. 70-79.

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está presente para demostrar que la curva de ese crecimiento es asintótica. La no linealidad de la demanda de productos básicos fue incorporada además al modelo que estamos considerando/ Si dispusiéramos de medios para proyectar por separado las economías capitalistas centrales y las periféricas, seguramente nos acercaríamos más a la realidad que utilizando el modelo de estructura integrada que elaboró el grupo del MiT. La hipótesis del colapso tendría sólo fundamento si el sistema tendiera a generalizar, en escala planetaria, la forma actual de vida (y de desperdicio de recursos) de los países capitalistas centrales. Ahora bien, la tendencia estructural del sistema es exactamente en el sentido opuesto, o sea, la de concentrar el ingreso y la riqueza en los países lieos en escala planetaria, y dentro de los países pobres en beneficio de las minorías ricas. Así llegamos, por medio indirecto, a una conclusión de gran importancia: el estilo de vida producido por el capitalismo industrial debe preservarse para una minoría, pues todo intento de generalización del mismo al conjunto de la humanidad necesariamente provocará una crisis global del sistema. Esta conclusión resulta de la mayor importancia para los países del Tercer Mundo, pues pone en evidencia que la opción del desarrollo económico tal como se ha definido y practicado en esos países -—o sea, un camino de acceso a las formas de vida de los actuales países desarrollados— es simplemente un mito. Sabemos ahora que los países del Tercer Mundo no se podrán desarrollar jamás si por esto debe entenderse ascender a las formas de vida de los actuales países desarrollados. Si por milagro ocurriera este tipo de desarrollo, el sistema entraría necesariamente en el colapso. Puede extenderse el argumento y afirmar: la forma que manifiesta actualmente la industrialización periférica, o sea, la exclusión de las grandes masas de los benefiicos de los aumentos de productividad de trabajo, no proviene del azar ni de la malicia de las élites de los países del Tercer Mundo; ésta también resulta de la necesidad de conciliar el gran desperdicio de los recursos inherentes al sistema con la rigidez creciente de la oferta de ciertos recursos naturales no renovables. Esta conciliación se realiza evidentemente en función de los intereses de las economías dominantes. Identificar las tendencias estructurales de un sistema social no significa prever su futuro. La historia es un proceso abierto a la invención humana. No se excluye la hipótesis de que ocurran cambios sociales en un número creciente de países del Tercer Mundo que repercutan en modificaciones estructurales del sistema económico. ¿Podrían esos cambios activar las ^ Véanse las gráficas 29 v 30 del c>tudio del MiT.

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fuerzas tendientes a producir el colapso del sistema global, en la medida que propiciasen la generalización de los beneficios del desarrollo económico? Nada indica que esta situación se produzca, pues la alternativa que adoptarían estos países bajo esta hipótesis sería la reducción del consumo de las élites privilegiadas. Es evidente que en un país como el Brasil, donde el 1 % de la población se apropia de una parte tan grande del ingreso equivalente al ingreso de la mitad de la población más pobre, el camino más corto para difundir los beneficios del desarrollo vendría a ser la reducción del consumo de la minoría privilegiada. En otras palabras: todo cambio de las tendencias actuales podrá asumir la forma de una orientación global del sistema económico, a nivel nacional, con la posibilidad de subordinar la utilización de los recursos escasos a criterios sociales. Sin embargo, sería ingenuo sostener que todo sistema económico orientado por criterios sociales está exento de tendencias destructivas respecto al medio físico. ¿Quién deberá definir la función del bienestar social? ¿Quién decidirá entre ventajas presentes y futuras, entre ventajas en beneficio de las personas que nacerán en el siglo venidero? De las decisiones de este tipo depende la preservación o destrucción de los recursos no renovables y la acumulación de contaminantes. Si el capitalismo agrava el carácter destructivo del comportamiento de los grupos sociales, no lo explica en su totalidad. Todo indica que el hombre continuará transformando el mundo físico, lo que seguirá provocando procesos de desorganización irreversibles. La primacía del interés social, en lo que respecta a la utilización de escasos recursos podrá, de cualquier forma, abrir el camino para cambios estructurales de gran alcance. Esta afirmación es particularmente cierta con respecto a los países que enfrentan una fuerte escasez de capital necesario, como son los del Tercer Mundo. La adopción de criterios sociales en estos países producirá necesariamente sociedades mucho más igualitarias que aquellas que existen actualmente en los países capitalistas centrales, o de las que existieron en esos países durante toda la historia de su industrialización. Ahora bien, lo más específico de la civilización producida por el capitalismo industrial es su carácter desigual. La riqueza de esas sociedades oculta este fenómeno, el que no escapa, sin embargo, al observador más astuto. Esta desigualdad estriba en el sistema de incentivos que mueve a la economía capitalista y que penetra toda la escala de valores por la cual esta se orienta. Las élites son las que determinan los patrones de comportamiento en función de los que se crean los productos nuevos permanentemente. Observando el problema desde otro ángulo: para que los grupos con ingresos altos mantenan su consumo en expansión, de-

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ben surgir nuevos productos y nuevos modelos en forma permanente acelerándose la obsolescencia social de los que ya existen. Se establece una interrelación entre la rapidez de ese flujo renovador del consumo de los grupos de ingresos altos con la tasa de interés y/o el grado de concentración de ingreso. No hay duda que el capitalismo depende igualmente, para su funcionamiento normal, de la producción en masa para el consumo. Pero los grupos con ingresos altos necesitan ser estimulados para nnantener los gastos de consumo en expansión rápida, pues el consumo de las masas tiende a acompañar el nivel de los salarios reales. Además, los patrones de la obsolescencia rápida establecidos para aumentar el consumo de los grupos con ingresos altos tienden a propagarse en la economía tomada en su conjunto, dando así origen al desperdicio considerable que caracteriza al capitalismo industrial. No hay duda de que este sistema es totalmente inadecuado para elevar el nivel de vida de las grandes masas del Tercer Mundo. Es también evidente que, eliminada la tutela de las élites en la definición de los patrones de consumo, el sistema productivo podrá orientarse más fácilmente hacia simplificar el consumo y a dotar de durabilidad lo que produce. En otras palabras: el progreso técnico se orientaría en el sentido de economizar todo lo que es escaso y no acelerar la obsolescencia de los bienes finales. Siendo así, una reorientación del desarrollo en los países del Tercer Mundo contribuirá a reducir el desperdicio de los recursos no renovables que caracteriza al sistema actual. Pero de ahí no puede deducirse que la presión sobre esos recursos decrezca, pues el menor consumo de las élites podrá ser más que compensado por el mayor consumo de las masas. Lo máximo que se puede decir es que la presión será bastante menor a la que existiría en caso de que se difundieran las formas de vida que actualmente prevalecen en los países de capitalismo dominante. ¿Cabe deducir de esta afirmación que también marcharemos hacia el colapso a que se refiere el estudio del MIT, en caso de que los países del Tercer Mundo abandonen el estilo de desarrollo elitista que se practica actualmente? Para llegar a esta conclusión sería necesario ignorar otros aspectos del problema que estamos examinando. La reorientación del desarrollo no podrá tener lugar sino en aquellos países en los que se produzca un gran reforzamiento de los centros internos de decisión. Sería difícil conciliar esta orientación con la permanencia del control de los sistemas industriales locales por las empresas multinacionales, que derivan su fuerza de una tecnología que por definición sería inadecuada al nuevo estilo de desarrollo. Por otro lado, a partir del momento en que las fuentes de recursos no renovables (inclusive los que sólo se utilizan en la

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producción agrícola) sean controlados nacionalmente y puestos al servicio de la nueva política de desarrollo, la repercusión será considerable en los precios internacionales de los productos básicos. La ficción de los mercados internacionales de esos productos tenderá a desaparecer y los aspectos esencialmente políticos de la formación de los precios relativos de los mismos estarán a plena luz. Bajo estas condiciones, los precios relativos de los productos no renovables tenderán a elevarse, lo que obligará a los países ricos a reorientar el progreso técnico en el sentido de restringir el uso de esos productos. Correlativamente, como consecuencia del cambio de los precios relativos en favor de los productos no renovables, se harían importantes transferencias del ingreso en beneficio de los países del Tercer Mundo, lo que facilitaría el desarrollo de éstos y reduciría el ritmo de acumulación en los países ricos. Como los países del Tercer Mundo son los que utilizarán más racionalmente los recursos no renovables, el efecto final de transferencia de ingreso en el uso de esos recursos será positivo. En resumen, un análisis más detenido de la estructura del sistema capitalista, en la fase actual de industrialización periférica indica que las grandes masas se encuentran excluidas de los beneficios derivados de los aumentos de la productividad. Por otro lado, en el caso de emergencia de cambios sociales, es muy probable que tenderá a prevalecer un estilo de desarrollo muy distinto, preocupado de manera esencial con aquellas necesidades cuya satisfacción puede generalizarse al conjunto de la población. En las dos hipótesis, la presión sobre los recursos no renovables tendería a ser considerablemente menor de lo que se deduce de las proyecciones del estudio de MiT. Para las masas crecientes que viven a nivel de subsistencia, después de dos siglos de la Revolución Industrial, la amenaza real consiste en que permanezcan donde están mientras sus respectivos países se engalanan de fachadas industriales en beneficio de las minorías locales y de los grupos ligados a las economías dominantes. El escenario que describen los técnicos del MIT, que implica una ascensión de estas masas a niveles de consumo similares a los de las poblaciones de la actual Europa Occidental para que inmediatamente se enfrente al juicio final, constituye una simple fantasía que, aunque fascinante, es digna de un cerebro electrónico.