EL LUGAR DE KEYNES EN. LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO (1)

EL LUGAR DE KEYNES EN . LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO (1) I La literatura económica actual post-Keynesiana abunda en artículos que comparan e...
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EL LUGAR DE KEYNES EN . LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO (1)

I La literatura económica actual post-Keynesiana abunda en artículos que comparan el sistema teórico keynesiano con los llamados sistemas “Clásicos”, a los que Keynes dirigía primordialmente sus ataques. Inicialmente, el principal propósito de tales artículos era formular los sistemas Keynesiano y “Clásico” en términos lo suficientemente precisos (normalmente matemáticos) para que las nuevas contribuciones esenciales hechas por Keynes quedaran exactamente remarcadas. Más recientemente, el objetivo principal ha pasado a ser la comparación y el contraste de varios modelos construidos bajo la general inspiración del sistema de Keynes con los elaborados por los modernos rehabilitadores del enfoque clásico. Desde el principio, los argumentos básicos de estos artículos han tendido a girar más bien en torno a resultados formales, y en años recientes esta tendencia se ha ido acentuando. A pesar de sus títulos - “Keynes y los Clásicos”, etc.- la mayoría de los artículos son ejercicios de lógica más bien que de historia, y arrojan poca luz desde el punto de vista de la problemática que los historiadores del pensamiento económico tienen en mente cuando hablan de “el lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico”. Para iluminar este tipo de problemas, es importante que las comparaciones se hagan remontándose en el tiempo para incluir verdaderos economistas “Clásicos”. El presente ensayo pretende anticipar alguna de estas comparaciones, que puedan ser relevantes e importantes para los futuros historiadores del pensamiento económico, partiendo del periodo en el que estamos viviendo.

II El problema para la evaluación de las relaciones de Keynes con las demás escuelas del pensamiento económico está oscurecido por la nueva, y en aquel tiempo bastante sorprendente, definición de economistas “Clásicos” con la que empieza la Teoría General. “Los economistas Clásicos”, escribe Keynes, “fue el nombre inventado por Marx para referirse a Ricardo y James Mill y sus predecesores, es decir, los fundadores de la teoría que culminaría en la economía Ricardiana”(2). Si queremos ser justos con Marx debemos reconocer que esta afirmación no es lo suficiente exacta: Marx precisa cuidadosamente el periodo de la escuela Clásica desde Petty a Ricardo en Inglaterra y desde Boisguillebert a Sismondi en Francia (3). Tampoco esto es completo: Marx no sólo define los límites históricos de la escuela Clásica, sino que también delimita lo que creía que eran las características esenciales que la diferenciaban de las escuelas posteriores (4). Keynes, sin embargo, no estaba interesado en este caso en hacer justicia a Marx, sino simplemente en vincular la etiqueta de “Clásico”, a una más larga lista de economistas. “Me he acostumbrado”, Keynes continuaba, “ quizás perpetrando un solecismo, a incluir en ‘la escuela Clásica’ a los seguidores de Ricardo, es decir, a aquellos que adoptan y perfecciona la teoría económica Ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J.S.Mill, Marshall, Edgeworth y al Prof. Pigou”.

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No cabe duda de que este “solecismo” fue un golpe de genio. No se podría haber descubierto una palabra mejor que “Clásico”, dados los propósitos básicos de Keynes, con la cual estigmatizar a sus predecesores y resaltar lo que constituía la esencia de su propia contribución. Esto inmediatamente supuso el centrar la atención sobre el rechazo por Keynes de la “Ley de Say”, - entendiendo por ello , según Keynes, la noción que “la totalidad del coste de producción debe necesariamente ser gastado en el agregado, directa o indirectamente, en comprar producto”- (5), y sobre la expresa o implícita aceptación por muchos de sus predecesores. Ricardo y Pigou, que se podría pensar que raramente coincidían, fueron igualmente estigmatizados como reaccionarios a causa de que ambos, a su manera, habían creído en la legitimidad esencial de la Ley de Say”. Dada la sugestión del ‘solecismo’ de Keynes, que pone especial énfasis en la continuidad de la “Ley de Say” en la corriente del pensamiento económico desde Ricardo a nuestros días, es necesario añadir inmediatamente que ello comporta oscurantismo, en el sentido que esconde una muy importante discontinuidad que separa la economía “Clásica” en el sentido de Marx de los sistemas que le sucedieron. Ya que esta discontinuidad puede ser importante para la evaluación del lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico es `preciso decir algo más. Y el punto de partida más relevante aquí, pienso, es la afirmación de Marx de que la escuela Clásica” investigaba las relaciones reales de producción en la sociedad burguesa”, en contraste a la economía “vulgar” la cual trataba “con apariencias solamente”.(6) La característica de la economía Clásica que Marx está recalcando aquí, ha sido mencionada frecuentemente en el presente libro. Los economistas Clásicos, ampliamente hablando, creían que si el fenómeno del mercado tenía que ser correctamente comprendido, el investigador debería empezar por penetrar debajo de la superficie de este fenómeno observando las relaciones entre los hombres en su capacidad como productores, las cuales puede decirse que determinan en definitiva sus relaciones de mercado. El hecho de que las mercancías fueran intercambiadas en el mercado, y adquirieran valores, fue en esencia un reflejo del hecho de que los productores de esas mercancías en efecto trabajaban el uno para el otro incorporando su propio trabajo a las mercancías. Y esto no es todo: las relaciones entre clases socioeconómicas diferentes en el campo de la producción, relaciones que fueron superpuestas en el concepto más general de “relaciones de producción” implícito en la propia existencia de las mercancías, alteraron los efectos sobre el fenómeno de mercado en ciertos aspectos definitivos y muy importantes. Los economistas Clásicos en efecto siempre empezaron con “relaciones de producción” en este sentido complejo a causa de que asumieron, consciente o inconscientemente, que estas relaciones socioeconómicas eran los principales determinantes en el valor de las relaciones sobre las cuales dependían primordialmente la forma y movimiento del sistema económico como un todo. Creían que la política económica debe arrancar desde estas relaciones de producción y sería condenada a la superficialidad y a la esterilidad si hacía abstracción de ello. Este enfoque metodológico no fue realmente explicitado hasta Marx, sin embargo, no hay razón para dudar de que la mayoría de los economistas clásicos lo adoptaron, aunque fuera sólo intuitivamente. La idea de que el fenómeno del valor es un tipo de reflexión de las relaciones básicas entre hombres como productores de mercancías tendía a generalizarse en la elaboración de la teoría del valor, un peculiar producto Clásico. Y la noción de que el fenómeno de mercado (particularmente en la esfera de la distribución) podía ser considerado en términos de relaciones de producción entre clases pasó a ser un lugar común en el tiempo de Ricardo, en cuyo trabajo asumió considerable importancia.

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Marx heredó esta actitud, la explicitó, la desarrolló y la aplicó de forma extraordinariamente provechosa. Pero en el pensamiento económico ortodoxo desapareció virtualmente con Ricardo. En los economistas post-Ricardianos, puede observarse que a partir de la década posterior a su muerte, resultaba políticamente peligroso empezar con las relaciones socioeconómicas entre las personas en tanto que productores, empezando por argumentar que era permisible, y verdaderamente necesario en interés de la objetividad científica, hacer abstracción de esas relaciones (8). La tendencia gradual hacia la moderna ortodoxia neoclásica pre-Keynesiana empezaba. Esta tendencia estuvo marcada en particular por la emergencia de una teoría del valor subjetiva basada en la relación psicológica entre las personas y los productos acabados más bien que en las relaciones sociales entre personas y personas en la producción, y, finalmente, por el desarrollo de una nueva teoría de la distribución la cual afirmaba que las diferencias sociales entre las clases que suministraban la tierra, el trabajo y el capital no eran significativas respecto a las remuneraciones que recibían (9). La sustitución de las anteriores teorías Clásicas del valor y la distribución por este tipo de teorías fue la causa, según Marx, de que los economistas post-Ricardianos en su conjunto no lograran penetrar a través de este disfraz exterior en la esencia interna y en la forma esencial del proceso de producción capitalista. Hubo otra tendencia en el pensamiento económico, indirectamente asociada con la anterior, que reforzaba la creencia de Marx de que la economía ‘burguesa’ entró en un estado de declive después de la muerte de Ricardo. Consistía en la afirmación (siguiendo a Schumpeter) “que el proceso económico, por muy dado que sea a situarse bajo el impacto de ‘perturbaciones’, en su lógica pura permanece todavía libre, de ‘dificultades inherentes’ ”(10).Esta tendencia desde luego ya se había puesto de manifiesto en los propios trabajos de Ricardo, quien después de todo había aceptado la “Ley de Say” y explicado la tendencia hacia un estado estacionario debido a la injerencia de factores externos; pero se acentuó más en el trabajo de sus sucesores. Para Marx esto se explica por causas políticas, a las cuales ciertamente se debía en gran parte, posiblemente asociadas a la mencionada tendencia a abstraer las relaciones de producción. Marx no anticipó que la economía “burguesa” llegara a reconocer franca y ampliamente que el proceso económico no estaba después de todo libre de “dificultades inherentes“. Pero si hubiera vivido para ver la “Revolución Keynesiana”, pienso que hubiera insistido en que el análisis de Keynes de esas “dificultades inherentes” resultaba seriamente inadecuado, precisamente debido a la continuidad del pensamiento Keynesiano respecto a la antigua tendencia post-Ricardiana de hacer abstracción de las relaciones de producción. En otras palabras, probablemente podría haber explicado lo inadecuado que resultaba el análisis Keynesiano de las “dificultades inherentes” en términos similares a los que utilizó para explicar la negación de la existencia de tales dificultades por los economistas ortodoxos de su propio tiempo. A este punto nos referiremos de nuevo más adelante. Entretanto, vamos simplemente a hacer notar que la definición de Keynes respecto a los economistas “Clásicos”, dando énfasis a la continuidad de la “Ley de Say” y glosando sobre un número de diferencias vitales entre el pensamiento Clásico y el post-Ricardiano, distrae seriamente la atención respecto de ciertos factores determinantes que pueden ser muy importantes para situar el papel de Keynes en la historia del pensamiento económico. III

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Hasta aquí hemos aceptado sin discusión la afirmación por parte de Keynes de que una más o menos indiferenciada “Ley de Say” continuó constituyendo una parte básica de la ortodoxia económica desde los tiempos de Ricardo hasta los del propio Keynes, sin interrupción. “La idea de que podemos abandonar sin ningún riesgo la función de la demanda agregada” escribía Keynes, “es fundamental para la economía Ricardiana, poniendo de relieve lo que se ha estado enseñando a lo largo de más de un siglo”(11). Si se acepta este punto de vista, el lugar de Keynes en la historia del pensamiento está perfectamente definida: representa simplemente el hombre que libera a la economía ortodoxa de su larga dependencia de la “Ley de Say”. En la realidad actual, sin embargo, la noción de una larga continuidad histórica de una indiferenciada “Ley de Say” requiere cierta importantes cualificaciones que destruyen la aparente simplicidad de esta interpretación . En este punto dos aspectos son especialmente importantes. En primer lugar, había una diferencia esencial entre el papel que desempeñaba la “Ley de Say” en el sistema Ricardiano y el papel que gradualmente fue adquiriendo en el sistema de sus sucesores. En el sistema de Ricardo, en términos generales, la “Ley de Say” jugó un rol progresivo. Proporcionaba una respuesta efectiva a hombres como Spence, Chalmers y Malthus que argumentaban (objetivamente a favor de los propietarios y otros “consumidores improductivos” de su tiempo) que la acumulación de capital se produciría demasiado rápidamente y causaría un “exceso generalizado” de mercancías. Tal argumento, en las dos primeras décadas del siglo diecinueve, tenía claramente connotaciones reaccionarias. No solamente esto, sino que la “Ley de Say” no era tan “fundamental para la economía Ricardiana”, como Keynes consideraba. En cualquier caso, por lo que al propio sistema de Ricardo se refiere, se trataba más bien de algo sobrepuesto a la estructura teórica básica que de un elemento esencial de su propia estructura.(12) En la economía post-Ricardiana, por otra parte, la “Ley de Say” empezó a asumir un nuevo y mucho menos progresivo papel. En el sistema de Ricardo, había sido usada como arma arrojadiza contra las fuerzas que trataban de frenar el avance del método de organización industrial capitalista. En los sistemas post-Ricardianos, llegó a ser usada como un arma contra un nuevo grupo de críticos más radicales del orden capitalista, particularmente aquellos asociados con los movimientos de las clases trabajadoras. Una doctrina que podía ser utilizada para mostrar que no había una tendencia inherente hacia una general sobreproducción en una economía capitalista - o, mejor aun, que tal sobreproducción era simplemente imposible - era obviamente una poderosa arma teórica para guardar en la recámara después del periodo de revocación de las “Combination Laws”. Esto permitió a los economistas ortodoxos explicar las crisis periódicas del capitalismo (las cuales empezaron a manifestarse poco después de la muerte de Ricardo) en términos de operaciones de factores exógenos o de la presencia de rigideces inamovibles, más que en términos de lo que Marx llamó posteriormente las “contradicciones básicas del capitalismo”. El propio Keynes percibió claramente la naturaleza del atractivo que poseía la “Ley de Say” para una clase capitalista, que se encontraba a la defensiva frente al desafío radical: “La absoluta victoria Ricardiana fue algo curioso y misterioso. Ello tuvo que ser debido a un conjunto de idoneidades entre la doctrina y el entorno dentro del cual fue proyectada… Ello permitía explicar mucha de la injusticia social y aparente crueldad como un inevitable incidente en el sistema de progreso, y que el intento de cambiar tales cosas, encomendado a la autoridad, es más probable que produjera más mal que bien. Esto proporcionó una medida de

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justificación a las libres actividades de los capitalistas individuales, que se sentían respaldados por el soporte de una fuerza social dominante existente bajo las autoridades”(13) En segundo lugar, por lo que a los predecesores inmediatos de Keynes concierne, la noción de que su trabajo estuvo invalidado por la omnipresente “Ley de Say”, que Keynes tenía la misión histórica de exorcizar, es tan errónea que resulta ridícula. La caracterización que hizo Keynes de los economistas neoclásicos los convirtió en el blanco de todas sus críticas, pero sus predecesores inmediatos, en relación a la “Ley de Say”, no fueron tan locos como los hacía aparecer en algunas ocasiones.(14) Después de todo, ellos habían discutido ocasionalmente aspectos monetarios y de ciclo económico!. El punto realmente esencial - el cual es tan simple que puede ser ignorado - es que los predecesores inmediatos de Keynes estuvieron interesados en un particular tipo de problemas para los cuales la cuestión de verdad o falsedad de la “Ley de Say” no era realmente relevante. “La dificultad de la caracterización que hace Keynes de la teoría ortodoxa”, como el Dr. Blaug ha dicho, “no es simplemente que ningún economista haya sostenido nunca todas las ideas que Keynes atribuye a los clásicos, sino que casi ningún economista después de 1870 consideró el tipo de problemas macroeconómicos que preocuparon a Keynes”(15). Y cuando fijaron su atención en estos problemas, generalmente reconocieron, con frecuencia explícitamente, lo muy limitado del significado práctico de la “Ley de Say”, por lo menos a corto plazo. (16). En resumen, sería un error asignar un papel a Keynes en la historia del pensamiento económico basado en su reacción en contra de la “Ley de Say”, la cual había sido de hecho “fundamental para la economía Ricardiana” únicamente por un periodo histórico relativamente corto. Contra lo que estaba reaccionando, básicamente, era contra la continua preocupación de la mayoría de los economistas por el análisis microeconómico en unos momentos en que los problemas prácticos que había que resolver estaban pidiendo a gritos análisis de tipo macroeconómico.

IV

Una consecuencia de lo que se ha dicho, es que la Teoría General podría implicar un movimiento de retroceso desde el Neoclasicismo hacia el Clasicismo, por lo menos hasta donde Keynes, al igual que Smith y Ricardo, estaba interesado en el tema de las variaciones del ingreso agregado. El problema típico de los Neoclásicos era como distribuir un ingreso dado de la forma más “racional” o “económica” - p.e. como optimizar la escasez. El rechazo de Keynes del supuesto de un ingreso dado, y su interés por los factores determinantes de ouput agregado, supusieron verdaderamente que algo tan viejo como el problema del los Clásicos de asegurar “una abundancia de mercancías” era situado nuevamente en la agenda. No solamente el trabajo de Keynes hizo revivir el interés por este problema clásico, sino que también contribuyó a la rehabilitación de un concepto clásico esencial que había ido cayendo en desuso desde la muerte de Ricardo. En el sistema de Ricardo se daba generalmente por sentado que la acumulación podía mayormente ser considerada como una función del excedente social, y en particular de la parte del excedente que constituian los beneficios. La noción de que el volumen de la acumulación estaba determinado por la capacidad de acumular tendía a predominar sobre la noción de que estaba determinado por la tasa de

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recompensa por la acumulación. En el periodo post-Ricardiano, por razones que hemos analizado anteriormente (17), la segunda noción gradualmente tendió a predominar sobre la primera, de forma que el volumen de ahorro a la larga vino a concebirse como una función más o menos exclusiva de la tasa de beneficios o de interés. A partir de aquí quedaba solamente un paso para establecer la teoría de que el ahorro y la inversión se mantenían automáticamente iguales entre sí simplemente manipulando la tasa de interés. La crítica de Keynes a esta teoría constituyó el punto crucial en la transición desde el sistema microestático Neoclásico al sistema macroestático Keynesiano, y esta crítica jugó un papel fundamental para que la “nueva” noción de ahorro fuera contemplada como una función del ingreso más que de la tasa de interés. Paul Samuelson, en un interesante pasaje en el que trata del “proceso de pensamiento” refiriéndose a la Teoría General, habla de: La vital importancia de la función de consumo: contemplando la propensión a consumir en términos de ingreso; o viéndola desde el lado opuesto como la propensión a ahorrar. Con una inversión dada como una constante o en términos programados, nos encontramos en disposición para establecer de la forma más sencilla un sistema determinado de equilibrio con subempleo, por medio del “cruce Keynesiano entre ahorro-inversión-ingreso”, el cual no difiere formalmente de “cruce Marshalliano entre oferta-demanda-precio”. Inmediatamente cada cosa se pone en su lugar: el reconocimiento de que la intención de ahorrar puede disminuir el ingreso y finalmente el ahorro; el hecho de que un incremento autónomo neto del ingreso, de la balanza exterior, los gastos gubernamentales, o el consumo resultará un incremento de ingreso mayor que el inicial, etc., etc. Se puede decir, en cierto sentido, que Keynes no solamente colocó de nuevo en primer plano la problemática de la economía Clásica, sino que además adoptó, como un instrumento muy importante, uno de los conceptos que los economistas Clásicos habían utilizado para tratar este problema. Pero sólo “en cierto sentido”. El interés de Keynes ciertamente se centró en investigar las causas de los movimientos del ingreso, pero se trataba de movimientos muy diferentes a los tratados por Ricardo. Este examinaba las fuerzas que producen un secular incremento del ingreso (y los cambios en su distribución) en el largo plazo, Keynes examina las fuerzas que producen fluctuaciones en el ingreso en el corto plazo. Sus objetivos básicos eran diferentes, y, a pesar de ciertos parecidos superficiales notables, sus técnicas eran diferentes. Es cierto que Keynes, al igual que Ricardo (aunque mucho más profundamente), puso énfasis en que el ahorro debía ser considerado como una función del ingreso. Pero el ingreso de quien? Ricardo siempre contempló la acumulación como proviniendo más o menos exclusivamente de una clase social particular, la clase que vivía de los beneficios. Los trabajadores no tenían realmente el poder de acumular, y los propietarios de la tierra, aunque tenían la posibilidad, por lo general no denotaban una predisposición a acumular. En el sistema de Keynes, sin embargo, el ahorro aparece como una función del ingreso agregado de la comunidad en su conjunto, abstrayéndose casi completamente de las diferencias entre clases sociales que Ricardo había tomado como punto de partida. Finalmente, debe puntualizarse que la Teoría General de Keynes, aunque en cierto aspecto más “general” que el sistema Neoclásico, era de hecho en otro sentido menos “general” que el sistema Clásico. Keynes utilizó el vocablo “general” en el título de su libro con el fin de llamar la atención en su visión de que la situación de equilibrio con pleno empleo,

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supuestamente asumida por los autores neoclásicos, era realmente sólo “un caso particular entre las posibles posiciones de equilibrio”(19). Esta claro, que el uso del vocablo “general” no implicaba su intención de que su teoría fuese considerada como un sustituto del conjunto doctrinal de la teoría Neoclásica ortodoxa. Sus quejas contra esta teoría eran debidas simplemente a que no podían “resolver los problemas económicos del mundo actual” y más concretamente el problema del desempleo masivo. Si este problema podía de hecho ser resuelto, p.e.., “Si nuestros controles centrales tuvieran éxito en establecer un volumen agregado de ouput correspondiente al pleno empleo o lo más cercano posible”, entonces, decía Keynes,: la teoría Clásica recuperaría de nuevo su punto de partida. Si suponemos que el volumen de ouput está dado, p.e., estando determinado por fuerzas ajenas al esquema clásico de pensamiento, entonces no hay ninguna objeción para mantener, contra el análisis clásico de la forma en que el propio interés privado determinará lo que en particular hay que producir, en que proporción los factores de producción se combinarán para producirlo, y como el valor del producto final será distribuido entre ellos.(20). Este párrafo revela muy claramente que el sistema de Keynes era menos “general” que el sistema Clásico (propiamente dicho), el cual nunca hizo este tipo de distinción entre análisis microeconómico y macroeconómico. Para Smith y Ricardo, el problema macroeconómico de las “leyes de funcionamiento” del capitalismo aparecen en su agenda como el principal problema y parecía necesario que el conjunto del análisis económico , incluyendo las teorías básicas del valor y la distribución, fueran deliberadamente orientadas hacia su solución. Para Keynes, sin embargo, no parecía que una teoría “general” en este sentido Clásico fuera necesaria para la solución del conjunto de problemas macroeconómicos en los que estaba interesado. La microeconomía ortodoxa podía ser dejada en paz, todo lo que debía hacerse era complementarla con un adecuado suplemento macroeconómico.

V

Marx heredó una parte importante de la perspectiva y su estructura teórica Clásica, y no cabe duda de que hay un importante elemento de verdad en la ahora tópica descripción de él como “el último de los economistas Clásicos”. Pero su propia contribución fue mucho mas significativa, y mucho más idiosincrásica de lo que esta descripción parece implicar. Su objetivo era el de liberar a los economistas Clásicos de su prisión “burguesa”, un objetivo que persiguió con especial vigor en dos campos. El primero fue la teoría del beneficio: el problema del origen y persistencia del beneficio bajo condiciones de competencia, Marx creía, que no podía ser resuelto adecuadamente sino se “empezaba desde” las relaciones de producción entre trabajadores asalariados y propietarios del capital características de las economías capitalistas. La segunda fue la teoría de los ciclos: el problema de las fluctuaciones cíclicas, argumentaba, no podía ser resuelto en términos de factores externos, sino sólo considerando sus fluctuaciones como el reflejo de ciertas profundas contradicciones sociales y económicas inherentes al propio modo de producción capitalista.

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He aquí un paralelo obvio entre Marx y Keynes, y era de prever que la publicación de la Teoría General daría lugar a un número creciente de especulaciones acerca de las relaciones de los sistemas Marxista y Keynesiano. No es demasiado difícil encontrar un cierto número de otros paralelismos, con variables grados de significación, entre el Capital y la Teoría General. Ciertamente hay ciertas similaridades que son obvias, por ejemplo, entre las respectivas explicaciones dadas por Marx y Keynes de las fuerzas que determinan la periodicidad del ciclo, y entre sus consideraciones respectivas del papel que juega la especulación. Todavía hay otro paralelo obvio, el cual yo mismo no he sido nunca capaz de ver sino como algo puramente formal, entre la teoría del valor trabajo de Marx y el concepto “salario-unidad” de Keynes. Mucho más relevante para la cuestión son los famosos esquemas de reproducción de Marx, los cuales han sido objeto de considerable atención por parte de quienes se han interesado en las relaciones entre Keynes y Marx. La Sra. Robinson nos dice que Khan, en el famoso “circulo” en que el Tratado de Keynes fue discutido en 1931, “explicaba el problema del ahorro y la inversión imaginándose un cordón alrededor de las industrias de bienes de capital y a partir de aquí, estudiando los intercambios comerciales entre ellas y las industrias de bienes de consumo; luchaba para llegar a redescubrir el esquema de Marx”(21). La Sra. Robinson añadía que si Keynes hubiera tomado a Marx como punto de partida, como hizo Kalecki, se habría ahorrado muchos problemas. Si un estudio de los esquemas de reproducción de Marx puede revelar ciertas importantes similitudes con Keynes, también puede servir para sacar a la luz un número de disimilitudes que son como mínimo de la misma importancia. Los agregados de Marx, como el Profesor Tsuru ha destacado en un estimulante artículo, “se encuentran a medio camino en el viaje teórico de Marx desde la más abstracta discusión del valor hasta la más concreta aclaración de las crisis y otros fenómenos típicamente capitalistas”(22). Esto significa que la discusión de Marx sobre sus esquemas de reproducción del Volumen II del Capital está basada en una cantidad de supuestos simplificadores, siendo el más notable el supuesto de que todos los bienes concernidos son comprados y vendidos a sus valores Marxianos. (de forma similar, en el análisis de Volumen III sobre la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de beneficios, se asume que todos los bienes se venden a los “precios de producción” que se derivan de sus “valores”). Esto implica, desde luego, que los agregados de Marx no son “operacionales” en el sentido en que lo son los de Keynes, un hecho que frecuentemente se utiliza para demostrar la superioridad del sistema Keynesiano sobre el Marxista. Es verdad, como Tsuru destaca,(23) que el esquema Marxiano podía haber ido más lejos con la incorporación de una teoría de ajustes paramétricos si se hubiese deseado abordar los problemas en que Keynes estaba particularmente interesado. Pero el método del enfoque de Marx no era arbitrario, y el hecho de que tratara estas partes de su análisis en términos de “valores” y “precios de producción” en vez de en términos de precios de mercado no puede ser tomado como indicativo de que no se sintiese preocupado por el corto plazo. Más bien, reflejaba su visión de que el fenómeno del corto plazo, incluyendo notoriamente el fenómeno de los ciclos, no podía ser adecuadamente analizado aislado de las tendencias a largo plazo, y que las causas básicas de ambas, las tendencias a largo y corto plazo, debían ser vistas ante todo dentro de las relaciones sociales fundamentales entre hombre y hombre en la esfera de la producción, las cuales se reflejaban en primera instancia en los “valores” y “precios de producción” de los bienes. Por ejemplo, uno no podría presentar adecuadamente un conjunto de factores como la causa de la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de beneficios (en términos de “valores”), y otro conjunto completamente separado de factores como la causa de la caída de

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beneficios o de la expectativa de beneficios (en términos de precios) a corto plazo, lo cual precipitaría la crisis por sus efectos sobre el estímulo a la inversión. Los factores cuyo incesante conflicto e interacción producen estos dos tipos de fenómenos estaban, desde el punto de vista de Marx, íntimamente ligados entre sí, y provenían de ciertas contradicciones implícitas en las relaciones de producción que caracterizan a la economía capitalista. La contradicción básica del modo de producción capitalista, que en cierto sentido es el origen de todas las demás, era esencialmente, desde el punto de vista de Marx, una contradicción entre “tendencia” y “objetivo”. La tendencia del modo de producción capitalista, escribe Marx, es “hacia un absoluto desarrollo de las fuerzas productivas, sin tener en cuenta el valor y la plusvalía que representan y sin reparar en las condiciones sociales bajo las cuales la producción capitalista tiene lugar”. El objetivo inmediato del sistema , por otra parte, es “preservar el valor del capital existente y promover su auto-expansión al límite más elevado posible”. El objetivo y la tendencia están en continuo conflicto. El empeño capitalista es promover la acumulación y la productividad, con el fin de incrementar sus beneficios y el valor de su capital. Pero los cambios tecnológicos asociados con la acumulación incrementan la composición orgánica del capital, y por tanto, a menos que su efecto sea compensado, son causa de la caída a largo plazo de la tasa de beneficios. La continua acumulación, nuevamente, incrementa la masa de los bienes de capital, pero al mismo tiempo conlleva una depreciación periódica del valor del capital existente, lo cual “perturba las condiciones dadas, dentro de las que se desarrolla el proceso de circulación y reproducción del capital, y es así mismo, acompañado por repentinas desaceleraciones y crisis en el proceso de producción”. Y la lucha del capitalista para incrementar su tasa de beneficios y su tasa de acumulación implica una restricción inmediata del consumo tanto para si mismo como para sus trabajadores. “Estas diferentes influencias” argumenta Marx, “pueden a veces operar una al lado de la otra en el espacio y otras veces sucederse en el tiempo. De vez en cuando, el conflicto de intereses antagónicos encuentra una válvula de escape en las crisis; son siempre soluciones momentáneas y enérgicas a las contradicciones existentes. Son erupciones violentas que por un tiempo restauran el equilibrio distorsionado”.(24) Así pues, aunque en la “producción ampliada” existe la posibilidad teórica de un “balance” entre los distintos sectores de la economía, cuyas condiciones pueden definirse cuidadosamente, tal “balance” puede en realidad ser alcanzado sólo accidentalmente, o por el tipo de restitución forzosa del equilibrio descrita anteriormente.(25) Si bien es verdad, que tanto Marx como Keynes rechazan la “Ley de Say” y aducen factores endógenos para la explicación de las fluctuaciones cíclicas, el parecido no va mucho más lejos que esto. La primera y más obvia disimilitud es que mientras el análisis del ciclo de Marx era una parte integral de un análisis macrodinámico de tipo muy amplio, bastante similar en alcance al de sus predecesores Clásicos, el análisis de Keynes del desequilibrio con subempleo tuvo más o menos exclusivamente un carácter macroestático. Keynes enfatizando que “en el largo plazo estaremos todos muertos”, asumía deliberadamente que las técnicas de producción, tamaño de las plantas, etc.., se mantendrían sin cambios. Como Schumpeter puntualizó, en el modelo básico de Keynes ( si bien no siempre en los argumentos que lo apoyaban) “todos los fenómenos que inciden en la creación y cambio del aparato (industrial), es decir, los fenómenos que dominan el proceso capitalista, quedan de este modo excluidos

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de consideración”.(26)La segunda disimilitud se desprende de lo que se ha dicho al final de la sección previa acerca de los grados comparativos de “generalidad” de los sistemas Clásico y Keynesiano. Marx, al igual que Smith y Ricardo, no hace distinción entre análisis microeconómico y macroeconómico, y deliberadamente orienta su teorías sobre el valor y la distribución hacia la solución del problema de las “leyes de funcionamiento” del capitalismo. La tercera disimilitud, que está profundamente ligada a las dos anteriores, es simplemente que mientras la teoría de Marx estaba expresada “en término de” las relaciones de producción peculiares del capitalismo, Keynes en su mayor parte hizo abstracción de estas relaciones, considerándolas simplemente como una parte del entorno “dado” dentro del cual las variables que consideraba significativas se interaccionaban entre sí. Este último punto requiere una explicación algo más elaborada. Los agregados Keynesianos, como ha dicho el Profesor Tsuru, a diferencia de los agregados Marxianos, “no tienen necesariamente que referirse específicamente al capitalismo…En cualquier tipo de sociedad, sea trival-primitiva o socialista, es posible aplicarlos y referirnos a sus ratios por medio de términos tales como ‘la propensión al consumo’, ‘la propensión a invertir’ etc.”(27). En el sistema de Keynes, juegan un papel crucial tres “variables independientes”, las cuales están deliberadamente definidas en términos a-sociales. Estas variables son ”la psicológica propensión a consumir, la psicológica actitud hacia la liquidez y las expectativas psicológicas de futuras rentas provenientes de los activos de capital”. (28) Si la “estructura social”, la “técnica actual”, el “nivel de competencia”, etc. se toman como datos, argumenta Keynes, entonces las “variables independientes” determinarán las “variables dependientes” (volumen de empleo y renta nacional). Keynes reconoce, desde luego, que los factores “tomados como dados” tienen influencia en las “variables independientes”; pero afirma que “no las determinan completamente”, y asume que la naturaleza de su influencia, excepto en casos especiales, no necesita ser investigada. Para Marx, por el contrario, parecía obvio que era precisamente este campo de investigación el que era verdaderamente crucial.

VI

Aquellos de nosotros que en los años siguientes a la publicación de la Teoría General profetizamos que la estructura de la ortodoxia económica se mostraría pronto lo suficiente flexible como para acomodar el análisis de Keynes, y que hablar de la “Revolución Keynesiana” era por tanto una afirmación errónea, debemos simplemente reconocer que nos habíamos equivocado. Hoy, treinta años después de la Teoría General, la avalancha de artículos y libros resumiendo, interpretando, desarrollando y atacando el trabajo de Keynes no muestra signos de decaimiento. Es tan grande el volumen de esta literatura “postKeynesiana” , que verdaderamente es muy difícil identificar incluso cuales son las tendencias que tienen importancia en el día de hoy, y más todavía aquellas que los historiadores del futuro reconocerán como importantes en relación con la cuestión del lugar que debe ocupar Keynes en la historia del pensamiento económico. Creo que no es posible hacer mucho más en esta coyuntura, que clasificar un número de las tendencias actuales bajo dos amplios apartados.

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El primero de estos apartados agrupa ciertas tendencias que en conjunto significan una regresión respecto a la visión fundamental de Keynes del capitalismo como un sistema intrínsecamente inarmónico en el cual no existe una Mano Invisible que equilibra automáticamente los niveles de inversión con los niveles de ahorro de pleno empleo. Para el mismo Keynes, que estaba implicado en el análisis de las fluctuaciones de rendimientos a corto plazo, el supuesto de la ausencia de semejante Mano Invisible era mucho más importante que las diversas razones particulares que podían ser esgrimidas para justificar su ausencia en cualquier caso dado.(30). Después de Keynes, sin embargo, cuando la propensión psicológica de los economistas a formalizar había tenido tiempo de operar , la cuestión de estas razones empezó a aparecer como mucho más importante . ¿En cuales de estas razones confió Keynes? ¿Cuales de ellas eran realmente importantes? ¿Bajo que circunstancias no sería operativa ninguna de ellas, de forma que la Mano Invisible volvería a ocupar nuevamente su papel? El camino estaba ahora abierto para que florecieran cientos de modelos basados en diferentes conjuntos de supuestos, incluyendo, desde luego, modelos neo-Clásicos restaurados en los que se suponía que el crecimiento era posible sin alejarse significativamente del pleno empleo. La caricatura que Keynes hizo de los economistas Neoclásicos empezó a provocar las inevitables represalias, y la resurrección del Efecto Pigou sirvió “para salvar la cara y el honor de los creyentes en el equilibrio armónico”(31) y hacer parecer menos probable que las trampas de liquidez y los intereses-inelásticos de los planes de inversión pudieran evitar la consecución del pleno empleo. Esta vuelta al pasado, desde la original visión Keynesiana, que en parte fue posible, paradójicamente, utilizando los instrumentos y técnicas proporcionados por el mismo Keynes, (32) es desde luego algo más que un mero subproducto de las precipitadas construcciones de modelos estimuladas por la Teoría General, y algo más que un mero reflejo de la notoria dificultad teórica de reconciliar competencia con desempleo.(33) No es fácil vivir sin el confortable supuesto de la presencia de una Mano Invisible, y para muchos economistas, después de una debida reflexión , la interpretación de Keynes de las fluctuaciones cíclicas, que ponen de relieve la importancia de los factores endógenos sobre los exógenos, empieza a aparecer quizás un poco arriesgada. Pero el retroceso ha sido estimulado sobre todo por el simple hecho de que, contrariamente a lo que todos esperaban, no ha habido una depresión importante en el mundo capitalista por espacio de veinticinco años. Esto ha provocado, en la opinión de muchos modernos economistas, el mismo tipo de reacción que se provocó, en una situación no muy diferente, en las mentes de alguno de sus predecesores después de la muerte de Ricardo: si las cosas de hecho se han sucedido mucho mejor de lo que Keynes (o Ricardo) anticiparon, no debe haber algo radicalmente erróneo en la teoría básica de Keynes (o Ricardo)?. No es fácil determinar cual podría ser la causa de esta aparente contradicción entre teoría y realidad. ¿Puede uno empezar hablando en términos de tendencias Keynesianas “innatas” que están ahora siendo contrapesadas por la acción de gobierno? ¿O puede uno quizás empezar postulando la existencia de tendencias hacia el pleno empleo, p.e. por medio de los cambios equilibradores en la distribución del ingreso?. La elección de la acción realmente seleccionada dependerá de las predilecciones personales, y puede también, desde luego, depender del lado particular del Atlántico en el que al economista le ha tocado vivir. El segundo apartado incluye las tendencias que han llevado a la transformación de la teoría macroestática propia de Keynes a una teoría macrodinámica más realista y de mayor alcance. El que la palabra correcta sea “transformación” es desde luego materia corriente de

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controversia: hasta donde la Teoría General sembró las semillas de la macrodinámica moderna no es fácil de determinar. Tampoco es fácil juzgar si y en que sentido la teoría macroestática Keynesiana era en realidad un ”fundamento indispensable” para el sistema macrodinámico moderno. Pero en cualquier caso puede decirse que el sistema de Keynes proporcionó los estímulos básicos para la emergencia del moderno sistema macrodinámico, en el cual se puede y se está prestando mayor atención a las “relaciones de producción“ más atención que la que el propio Keynes les pensaba prestar. Una vez el uso de los agregados apropiados se ha hecho respetable, la desagregación pasa a ser posible: por ejemplo, los ahorros de los receptores de beneficios pueden ser separados de los otros grupos sociales que los recibe. Una vez que el concepto de corriente neta de ingresos ha sido incorporado a nuestra teoría, podemos empezar a preguntarnos acerca de las características del organismo económico dentro y fuera del cual estos ingresos fluyen.(35). Una vez que se ha dado el énfasis apropiado a los efectos renta de las inversiones , podemos proceder a preguntarnos sobre sus efectos para añadir capacidad productiva. Y una vez hayamos analizado el problema de la determinación del volumen de producción bajo condiciones competitivas, podemos proceder a introducir el monopolio en nuestro cuadro. El resultado neto de este segundo conjunto de tendencias ha sido la emergencia de un número de teorías macrodinámicas que están mucho más cerca de las teorías Clásica y Marxista, en espíritu y frecuentemente en contenido real, de lo que nadie razonablemente había anticipado. En el largo plazo, puede bien ser que el “poderoso impulso” (36) dado por Keynes, quizás inintencionadamente, al análisis macrodinámico sea el factor principal para determinar su lugar en la historia del pensamiento económico. Pero si dijéramos solamente esto podría parecer que ignoramos el aspecto más importante de todos. Estamos viviendo en un tiempo en el que la naturaleza y la función de la ciencia económica en su conjunto está experimentando una profunda revolución . Existen varios caminos para describir esta revolución: a mí me gusta pensar en ello en términos de la transformación de la economía en un ciencia, o quizás en un arte, de gestión económica, o ingeniería social, y ligar esto con el declive en nuestros días del concepto de la mecánica económica. (37) La cuestión no es simplemente el que hoy el análisis económico esté siendo llevado a incidir en la política pública en un grado mayor que el que había realizado nunca, sino que la naturaleza conjunta del análisis económico está siendo cambiada radicalmente en función de tratar de manera efectiva los nuevos problemas de política económica que están emergiendo en un mundo en el cual el dominio de la mecánica económica está disminuyendo constantemente. Es evidente que el sistema teórico Keynesiano es desde luego uno de los más “mecanicistas“. Pero al concentrarse, como se ha hecho, en la tendencia de la máquina para generar desempleo y capacidad ociosa , y centrar la atención sobre los agregados que eran no solamente cruciales desde un punto de vista de política económica sino también mensurables estadísticamente, se ha dado un tremendo ímpetu al desarrollo de un nuevo tipo de pensamiento económico que nuestro tiempo requiere. Al convertir en respetable la interferencia con la operación mecánica y situándola en algo con base científica, Keynes ayudó a preparar el camino para un nuevo tipo de pensamiento económico el cual puede muy bien trascender a todos los sistemas económicos anteriores, incluyendo el suyo.

REFERENCIAS

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(1) Este ensayo es una versión mejorada y reescrita de un artículo que fue publicado en el Modern Quaterly, Invierno 1950-51. (2) General Theory, p. 3, pie de página (3) Critique of Political Economy, p. 56 (4) Cf. posterior, p. 181 (5) General Theory, p. 18 (6) Capital, Vol.I, p. 81, pie de pág. (7) Cf. anterior pp 15 a 49-50, y posterior, p. 204 (8) Cf. anterior, pp. 15-16, y posterior, pp. 205-6 (9) Cf. mis Studies in Labour Theory of Value, pp. 243-56 (10) Schumpeter, History of Economic Analysis, p. 559, pie de pág. (11) General Theory, p. 32 (12) Cf. anterior, pp. 55-66 (13) Keynes, General Theory, pp. 32-3 (14) Cf. G. Haberler The General Theory after Ten Years, reeditada en Keynes’ General Theory: Reports of Three Decades, pp. 281-4 (15) Economic Theory in Retrospect (Homewood, Illinois, 1962), p. 601 (16) Ver Marshall, Principles of Economics (8 th de., London, 1946) pp 710-12 (17) Pp. 87-8 (18) Keynes’ General Theory: Reports of Three Decades, p.330 (19) General Theory, p. 3 (20) Ibíd., pp 378-9 (21) Robinson, Collected Economic Papers, Vol.III, p.96 (22) Shigeto Tsuru, Keynes versuus Marx: The Metodology of Aggregates, in PostKeynesian Economics (de. Kurihara, London, 1955), p. 340 (23) Op. Cit., pp 335-6 (24) Citas en este párrafo del Capital, Vol III, p. 244 (25) 25 Cf ibíd. Vol II, pp. 494-5 (26) Schumpeter, en The New Economics, p. 93 (27) Tsuru, op. Cit., p.336 (28) General Theory, p. 247 (29) Ibíd. pp. 245-7 (30) Cf. Samuelson, en Keynes’ General Theory: Reports of Three Decades, p. 231 (31) Samuelson, o. cit., p 333 (32) Cf. Samuelson, o. Cit. P.334 (33) Cf. G. Haberler, en Keynes’ General Theory: Reports for Three Decades, p. 284 (34) Ibíd Harrod, p. 140 (35) Cf. Tsuru. O. cit., p 341 (36) Schunpeter, History of Economic Analysis, p. 1184 (37) Ver mi Inaugural Lecture, The Rise and Fall of the Concept of Economic Machine (Leicester, 1965)

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ECONOMIA E IDEOLOGIA Y OTROS ENSAYOS

Estudios sobre el Desarrollo del Pensamiento Económico

EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO

RONALD L. MEEK Profesor de Economía de la Universidad de Leicester

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CHAPMAN AND HALL LTD 11 New Fetter Lane London EC 4

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