Ana Mercedes Rodríguez, El lenguaje del cuerpo, el lenguaje del amor

El lenguaje del cuerpo, el lenguaje del amor Ana Mercedes Rodríguez Médico sexólogo

Introducción Esta mañana, sin ir más lejos, he estado en un aula de un colegio hablando a chicos y chicas de 3º de E.S.O. sobre un aspecto concreto de la sexualidad humana: la fertilidad combinada. Como tantas otras veces, encuentro actitudes en esos adolescentes de pocos años (tienen 15 años) de “sabelotodo” y por lo tanto de “qué me va Vd. a contar a mi que yo ya no sepa”. Discuten hechos científicos probados porque un compañero les contó lo contrario a lo que se está intentando explicar o porque en un programa de TV el actor o cantante de moda afirmó no sé qué cosa. Recuerdo otra anécdota en un colegio considerado de élite en que yo estaba refiriendo el número de espermatozoides que se expulsan en la eyaculación y un chaval dijo: “sí, hombre, 400 millones, porque Vd. lo diga, eso no me lo creo”. La ignorancia es temeraria y el ignorante que además se cree sabedor experto, peor aún. Hoy se habla constantemente de sexo (porque no de sexualidad) y es más, yo diría que se habla de genitalidad, pero en todos los años que llevo dando cursos de Educación Sexual a personas de todas las edades, nunca me he encontrado más mitos y más desinformación en este tema que ahora. Casi es imposible ver una película, asistir a una obra de teatro, presenciar un espectáculo de magia, abrir una revista, mirar una valla publicitaria, etc., donde el tema “sexo” no esté presente. Las conversaciones están impregnadas de bromas, indirectas, chistes, anécdotas sobre sexo. Los gobiernos y las comunidades de todo tipo “intentan” elaborar programas de Educación Sexual, se han escrito ríos de tinta y se han emborronados kilómetros de papel sobre esto, cada vez más entes sanitarios dicen hacer Educación Sexual, los laboratorios farmacéuticos han encontrado un modo de vender sus productos pretendiendo educar la sexualidad de nuestros jóvenes, etc., pero realmente nadie le hinca el diente de verdad ya que

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todos estos pretendidos programas se limitan a “vender sexo sin riesgo”. Punto final. Son pocos los que abordan el tema en profundidad teniendo en cuenta que la sexualidad es una realidad muy completa, de la que se derivan consecuencias de una importancia decisiva tanto para la vida de los individuos como de la sociedad1. En cualquier pretendido programa de Educación Sexual sólo se encuentra el cómo enseñar a los adolescentes a evitar el embarazo o el SIDA y a cómo obtener placer a costa de lo que sea y cuando sea pero sin asumir ninguna responsabilidad de las acciones, trasmitiendo por activa y por pasiva el “haz lo que quieras, si metes la pata no importa, papá Estado, papá Centro de Planificación Familiar, papá Seguridad Social te lo soluciona: aquí tienes el aborto, la píldora del día después, el divorcio, etc.”. En otro aspecto del desarrollo de mi profesión como terapeuta sexual y de pareja me encuentro los resultados de una nefasta Educación Sexual por supuesto, pero también de una inadecuada información de los aspectos más básicos de la Sexualidad Humana, me refiero al aspecto biológico, psicológico, social y ético de la misma. Se tiene más o menos idea del lenguaje genital placentero pero se desconocen otros lenguajes con los que la sexualidad se expresa y se vive. El empeño actual de concebir al hombre como un mero producto evolutivo, como un mero acúmulo (muy ordenado, eso sí) de átomos, como mera energía, lleva a absurdos tan sonados como el que hace unos meses saltó a todos los medios de comunicación “los derechos humanos de los simios”. Sin embargo para nosotros los cristianos el ser humano es algo más, mucho más y por lo tanto la Sexualidad Humana está enraizada en que Dios creó a los hombres y mujeres a su imagen de lo que se deriva que la persona humana tiene un valor incalculable, una sacralizad insondable, una profundidad infinitas. Como hombre y mujer son un cuerpo todo lo que los cuerpos realizan tiene un significado en el hecho de haber sido creados por Dios a su imagen y semejanza. Un buen amigo mío, teólogo y sacerdote, se niega siempre a hablar sobre moral sexual si no voy yo con él. Me dice: “tú representas la ciencia y eres necesaria para que los que están en la sala comprendan que la moral no es un rosario de reglas y normas impuestas por la Iglesia sino que puede ser corroborada por la ciencia”. Efectivamente, nuestras charlas y conferencias calan hondo y hacen reflexionar siempre al auditorio.

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El lenguaje del amor. Rimando Scotto. Ed. Ciudad Nueva. Madrid, 2006.

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La persona humana La palabra persona tiene un origen latino: pessoa, personne, person, person. Con estas palabras se designa en todas esas lenguas una misma realidad: el individuo humano. Persona en latín significaba originalmente la máscara del actor. Los individuos humanos, a diferencia de los restantes animales, son personas porque son máscaras. Tienen capacidad para ocultar las vicisitudes de su vida interior, saben disimular sus conocimientos y sus apetitos, sus ignorancias y sus desganas. La persona es substancia, no es accidente. La persona entra en la esfera de "lo que no es en un sujeto", porque es ella sujeto, base, fundamento, aunque es cierto que en ella se apoyan y existen innumerables accidentes. La persona está plagada de cualidades exteriores e interiores; sus relaciones con las demás cosas son innumerables; es activa y pasiva; tiene también un dónde y un cuándo y ocupa un sitio; va, en fin, vestida de una cierta manera. He aquí las categorías accidentales del sistema de Aristóteles: cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, dónde, cuándo, sitio, hábito, ninguna de las cuales son la persona, porque ninguna de ellas es la substancia. Yo, persona, tengo todas esas notas, pero no soy ninguna de ellas; mis "accidentes" no se confunden conmigo. La persona es particular, no es universal. Por tanto, la persona es inefable, es un sujeto que no se dice de nada. Diremos lo que es común a todos los particulares, no lo que es privativo de cada uno. La persona es substancia particular. Con esto se distingue de otras substancias que son universales, es decir, no son individuos, sino especies o géneros. La persona es una substancia particular, o sea, una substancia primera (hipóstasis o suppositum). Proceso de personalización La noción de persona implica: unidad, totalidad y subsistencia. Es decir, es un ser en sí, un ser por sí con un modo propio de tener naturaleza. Es un absoluto respecto de cualquier otra realidad material o social y de cualquier otra persona humana. Ninguna otra persona ni ningún organismo puede utilizarla como medio.

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Éticamente, la dignidad de la persona se cifra en que es la única entidad del universo que tiene capacidad para realizar valores. En la esfera sociopolítica, la persona no es un medio para la sociedad, sino que ésta tiene su finalidad en la persona que es un fin a la que la sociedad se ordena. En el ámbito de la educación, toda actividad educativa ha de centrarse en el desenvolvimiento armónico de la personalidad y por lo tanto su fin es el de impulsar el proceso de personalización mediante el cual el hombre pone en acto sus potencialidades personales. La persona, centro dinámico de su formación La persona es una realidad subsistente: “principio de actividad” que se despliega en una doble dirección: interiorización y exteriorización, ambos constitutivos del dinamismo personal y necesarios en el proceso educativo de la personalización. Desarrollo de potencialidades sociales Por su naturaleza el hombre posee una individualidad (parte del universo físico). Por su forma espiritual, abierta a la trascendencia, a través del conocimiento y del amor, el hombre actúa como persona. Por el conocimiento abarca el universo en toda su extensión. Por el amor puede darse libremente a otros seres en cuya relación se planifica su personalidad. La educación permite al hombre realizarse de forma individual y social. Lo individual supone un conjunto de mecanismos psicológicos que desarrollan la conciencia de “sí mismo” (autorrealización). Lo social supone el desarrollo de aspectos que permitan la relación con los demás (familia, profesión, amistad, fe). Relacionabilidad, dimensión constitutiva de la persona Por el hecho de ser persona se tiene la capacidad de relacionarse o abrirse al universo del ser. Por su misma naturaleza es principio-agente, actor y creador de sus propios actos, de un modo relativo, abierto y comunicativo. La persona va a depender esencialmente de la relación que establezca “con el otro” y “con los otros”. El “ser con” es un rasgo absolutamente connatural y necesario que posibilita, desde la misma esencia de la persona, el que ésta llegue a ser lo que es. La relación con el otro tiene distinta significación: Relación de alienidad es aquella en la que existe otro, individual, como elemento de relación, pero sin p. 30

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que ese otro tenga relevancia y sea en sí centro de la relación. Conducta de alteridad en la que el otro es fin y sujeto agente de una relación en la que se tiene en cuenta la vida personal y la situación real del otro. Direcciones a las que está abierta la persona humana que se exigen y complementan son: dirección hacia sí misma: búsqueda de comprensión de sí misma, reflexión, autoconocimiento, intimidad, silencio, creatividad; dirección hacia fuera: salir de sí misma, proyección de su propio yo hacia los otros, necesidad de aceptación, reconocimiento Conclusión La persona necesita dar algo de sí misma y darse a los otros, y el amor es la realización y explicitación de este acto. El yo de cada uno se concibe a sí mismo como persona en la medida en que descubre a otro con el que puede relacionarse La estructura relacional de la persona, base de su dimensión trascendente. Esta fuerza de la relación interpersonal revela la tendencia radical del hombre hacia lo absoluto. Cada tú particular abre una perspectiva sobre el tú eterno. El hombre aspira a un tú absoluto con Dios. La propensión hacia el tú no queda satisfecha hasta que no se llegue al tú infinito.

El aspecto biológico de la sexualidad El ser humano hombre y mujer se distinguen en sus cuerpos. Desde el momento de la fecundación somos varones o mujeres ya que se establece en ese instante la dotación genética del individuo que es hombre cuando presenta el par cromosómico sexual XY y es mujer si dicho par es XX. Todas nuestras células están sexuadas y nada las puede hacer cambiar. Ninguna enfermedad ni intervención quirúrgica ni accidente podrá modificarlo nunca. Yo soy mujer en todas mis células y por tanto en todos mis tejidos. Tengo un cuerpo acorde a esa información recibida en el primer instante de mi vida. Los ovarios o testículos resultantes con la secreción de las hormonas estrógeno y testosterona respectivamente van a ejercer una influencia clave en la aparición de los caracteres sexuales secundarios que emergen en la pubertad y que van a marcar significativamente al chico o la chica que “estrena un cuerpo” de hombre o mujer acorde o no con la idea que cada uno tenga sobre el concepto de idoneidad entre cómo es y cómo debería ser su propio cuerpo. Hoy día vivimos inmersos en una cultura en la que se da una importancia superlativa al cuerpo. Desde muy pequeños observamos a niños y niñas preocupados por su cuerpo, madres y padres obsesionados porque sus

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hijos no engorden, las comidas Light, los gimnasios y las dietas, trasmitiéndoles sus propias frustraciones o temores. No estoy hablando de que sea negativo el intentar mantener el cuerpo sano, hermoso y agradable sino de esa obsesión por la imagen a que nos vemos sometidos machaconamente. Esta mañana una chica de 4º de E.S.O. me pidió una entrevista privada para preguntarme: “¿Ya no me van a crecer más los pechos?”. Ante mi respuesta: “Probablemente no, un poco pero tú eres una persona que tiene un pecho pequeño”, dijo: “pues vaya m…, con esto no me voy a comer una rosca en mi vida”. La chica en cuestión es guapísima, su aspecto muy agradable pero la valoración de sí misma está por los suelos porque su pecho no es tan grande como a ella le gustaría y cree necesario para poder conquistar, gustar y, en definitiva, ser amada en exclusiva por alguien. Es como si el éxito económico y social fuera imposible sin ser un hombre o una mujer 10 en lo referente a lo externo. El concepto y la valoración del cuerpo ha pasado a lo largo de la historia por muchos avatares. Se le ha visto como un “enemigo”, como un “estorbo” para poder crecer y mejorar como persona, sin embargo, hoy se concibe a la persona como un cuerpo sin alma y hay un rechazo a veces violento e irascible ante todo lo que pueda suponer una reflexión sobre lo interior. La energía que en otras épocas se gastaban en mejorar por dentro, cultivar el espíritu, hoy se emplean en cuidar el cuerpo como un todo de nuestro yo. Ya se encarga la TV todos los días en decirnos: “si no tienes los cánones que consideramos como perfectos, no eres nadie, no vas a tener éxito, no vas a ganar dinero, no encontrarás pareja”. Nada más hay que darse un paseo por cualquier calle o centro comercial para asistir a un desfile de establecimientos de ropa interior para hombres y mujeres (aunque más numerosas para las segundas) en el que se puede encontrar una variedad insólita de prendas. Después observas a los jóvenes y no tan jóvenes que pasan por la acera y ves esas prendas asomando por encima de la cinturilla, a través del escote o insinuándose tras la abertura de la falda. Sin embargo los cristianos somos conscientes de que no hay un cuerpo por un lado y un alma por el otro y que por tanto el cuerpo tiene una gran importancia ya que a través de él amamos y expresamos nuestros sentimientos y emociones, nos comunicamos, gozamos y sufrimos. El cuerpo no es un sombrero que me pongo y me quito según el interés del momento, no es un atributo de nuestra persona sino que representa toda nuestra totalidad como ser humano. Por este motivo si se atenta contra el cuerpo se atenta contra la propia dignidad de la persona. Si se usa el cuerpo como si fuera un objeto, nos estamos usando de nuestra persona. Cuando nos sentimos enfermos tenemos dificultades en poder realizar muchas conductas. Si nos sentimos bien y sanos p. 32

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todo nuestro yo lo expresa. Estamos marcados por lo biológico, también en la sexualidad. Solamente hay que pensar, por ejemplo, en las molestias que pueden acompañar a la menstruación y las pocas ganas que se derivan de ellas para mantener una relación sexual. Pero también el alcohol y las drogas, el cansancio, el tratamiento de la hipertensión o de la gastritis, una lesión medular pueden dificultar la erección; una deficiencia importante de testosterona puede inhibir el deseo sexual; la diabetes puede anular los receptores vulgares y perivaginales de sensaciones eróticas; la obesidad puede hacer que una mujer no ovule, etc., podríamos enumerar miles de ejemplos. Como afirma Félix López: “Cada célula, órgano y función son sexuados. La sexualidad por tanto está enraizada en lo biológico. Nuestros deseos y conductas sexuales dependen en gran parte de las hormonas sexuales, la edad, la figura corporal y el estado físico en general”2. No solamente la respuesta y la actividad sexual están condicionadas por factores biológicos y fisiológicos sino que también la propia actividad sexual produce cambios en el cuerpo y sus funciones. Por ejemplo, la excitación sexual acelera el pulso y el corazón aumenta sus latidos por minuto, la presión arterial sube ligeramente, la respiración se incrementa, hay sudoración y rush cutáneo, las mamas aumentan de tamaño, etc.

El aspecto psicológico de la sexualidad El hecho de tener un cuerpo sexuado con unas manifestaciones genitales diferentes en hombres y mujeres, con un cerebro derecho o izquierdo dominante según el sexo y una funcionabilidad del eje hipotálamo-hipofisario cíclica o no, van a contribuir a configurar una personalidad bien diferente en un sexo y en otro. Si a lo anterior unimos el modo en que hemos sido tratados desde que nacemos, los roles que hemos aprendido, las habilidades sociales y los valores que nos han trasmitido, tenemos todos los ingredientes en la coctelera para que esa persona hombre o mujer adquiera una sexualidad determinada y por tanto una identidad personal. La sexualidad impregna toda la persona y la capacita para comunicarse con todo su ser y, como ya hemos dicho anteriormente, no podemos hacerlo si no es como hombre y como mujer, es imposible de otro modo ya que nuestro programa genético, el sistema endocrino, los órganos genitales internos y externos son sexuados. Este carácter propio personal: lo que se hace, todo lo que se siente, lo que se desea, lo que se percibe, todo está coloreado, está

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Félix López. Para comprender la sexualidad. Ed. Verbo Divino. Salamanca, 1994.

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impregnado de nuestro ser hombre o mujer, de nuestra masculinidad o feminidad y por tanto de nuestra personalidad. La sexualidad es parte integrante de la personalidad del individuo. Desde el nacimiento todo el entorno del niño está impregnado de diferencias entre el chico y la chica: los nombres, los vestidos, los juguetes… son sexuados. Cuando el infante tiene dos o tres años se autoclasifican como niños o como niñas y a partir de ese momento comienza el aprendizaje y la interiorización de lo que la sociedad espera de ellos como pertenecientes a un determinado sexo es decir, del rol de género del papel que se espera que desempeñen, pero según se va creciendo, dependiendo de las sociedades y culturas donde se viva, etc., los roles van cambiando, son mudables. La identidad sexual es más compleja. Saber que se es hombre o mujer es permanente en el sujeto resultante del juicio que se haga y se tenga de sí mismo. Los niños y niñas desde muy pequeños hacen preguntas, se autoexploran, miran, curiosean, es decir, manifiestan intereses sexuales y realizan conductas sexuales a través de juegos, observan los genitales de otros niños, palpan, etc., aunque, por supuesto no tienen el mismo significado que para el adulto. No se puede pensar en un niño como si fuera un adulto en pequeñito. La sexualidad abarca toda la persona desde lo más profundo de sí misma, su espiritualidad, hasta lo más inmediato, su corporeidad. A lo que asistimos actualmente es que cuando se dice hablar de sexualidad de lo que se está hablando es de genitalidad, de conductas sexuales y muy más, me atrevo a decir (lo recojo cada día en la consulta) de coito. Reducir algo tan esencial para la vida de todo ser humano como es la sexualidad a la mera genitalidad es muy triste. Es como si habláramos de la maceta de casa como si se tratara de todo el universo. La genitalidad es un aspecto muy importante de la sexualidad, es una parte de ella que orientada a la relación física entre las personas, es un medio imprescindible para que un hombre y una mujer puedan ser padres, pueda ser concebido un hijo, pero además, permite a los esposos expresar su amor con una donación total y también les proporciona la posibilidad de gozar placenteramente, de disfrutar juntos del placer sexual que es bueno, necesario y conveniente ya que permite acrecentar su amor porque facilita la unidad entre ambos y la complicidad. El placer sexual no es malo, todo lo contrario. El problema está en que se convierta en el único fin del encuentro sexual, que para obtener ese place se utilice a la persona y se la manipule y que la búsqueda de placer se convierta en una obsesión, en una fijación.

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Actualmente la cultura hedonista vende esto con suma alegría y cada vez más asistimos a una separación completa entre el amor y el sexo, haciendo que lo que hace más humano al hombre, desaparezca. Creo que se entiende por lo anteriormente expuesto que la sexualidad está en la esfera del ser: “soy hombre o soy mujer” y por tanto algo de lo que no se puede prescindir ni que podemos excluir voluntariamente de nuestra vida. Sin embargo, la genitalidad está en la esfera del tener y por tanto es opcional, requiere voluntad, se puede decidir entre tener una relación sexual o no y esto no va a alterar el equilibrio de la persona. La genitalidad se puede sublimar y toda su energía emplearla en otra cosa. Por ejemplo, un científico puede optar por no tener nunca una pareja, no usar de su genitalidad porque desea empeñar toda su energía en un descubrimiento que persigue; o un sacerdote puede renunciar a la genitalidad porque desea empeñarse totalmente en trasmitir y enseñar el mensaje de Jesús; o un joven puede decidir no mantener relaciones sexuales durante el noviazgo porque está convencido de que la donación total sólo es verdadera cuando hay un sí para siempre e incondicional. Pero tanto el científico como el sacerdote o el joven no pueden, es imposible, anular su sexualidad porque ella forma parte de ellos.

El aspecto social de la sexualidad Como ya hemos dicho la sexualidad abarca a todo el ser y sabemos que el ser humano no se desarrolla si no ama. Todo ser humano necesita dar y recibir afecto, expresar sus emociones y sus sentimientos, en definitiva comunicarse consigo mismo y con su entorno. Así pues, la sexualidad impulsa a la persona a salir de sí mismo para abrirse a los demás y por tanto es imprescindible para convertirnos en seres sociales impregnando todos los ámbitos de la persona: la familia, los amigos, el trabajo y, por supuesto, la pareja. También es cierto que cada cultura y sociedad concreta regulan las conductas sexuales de forma distinta a través de las costumbres, la moral dominante, las leyes civiles, las modas, el cine, la literatura, la publicidad, etc. Nada más que hay que ojear una revista juvenil para darnos cuenta qué concepto de sexualidad se trasmite. Así no puede sorprendernos qué clase de preguntas realizan los niños y adolescentes sobre el tema: todas dirigidas a coito, tamaño del pene, la primera vez, la píldora del día después y coito, coito y más coito anal, oral y rectal, parafilias3 de todas clases y cómo obtener placer rápidamente. 3

Parafilia es una conducta sexual anómala o aberrante

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Las actitudes frente a la sexualidad han cambiado mucho a través de la historia y de sus culturas pero hoy asistimos a un vertiginoso cambio bastante generalizado. La actitud que predomina ahora es la de conceder una libertad sin límites al individuo concreto: “haz lo que tú quieras”, se aplaude sin mesura el “tienes derecho” pero no se habla jamás de “tienes responsabilidades ante tus actos”. Todo el entramado social ejerce una presión económica devoradora donde el dinero, el ganar dinero, el tener dinero es una meta o la única meta. Como ejemplo puedo referir una anécdota. Preguntaba en un aula a los alumnos qué querían ser cuando fueran mayores. Uno de los chicos me respondió: “ser millonario”. La presión ejercida por determinadas minorías, sociedades sexológicas, asociaciones profesionales, ayuntamientos, etc. es fortísima, imponiendo sus criterios a la sociedad en general y envolviendo y confundiendo conciencias dando informaciones parciales y pretendiendo conseguir intereses propios, de tal forma que no es difícil encontrar que se ridiculice o estigmatice, por ejemplo, a un matrimonio que decide tener más de dos hijos, o que una persona decida no mantener relaciones sexuales antes de casarse, o hacer una extensión de lo particular a lo general en materia de orientación sexual. Así, por ejemplo, no se tiene ningún pudor en legislar para permitir que a una niña de 12 años se pueda dar la píldora de día después sin que sus padres sean informados, o considerarla capacitada para, si ella lo afirma, elegir el mantener relaciones sexuales con un adulto. Las conductas sexuales y son también conductas sociales porque sus consecuencias normalmente implican a otras personas. El embarazo, las enfermedades de transmisión sexual, las disfunciones sexuales, etc., no quedan en la persona embarazada o enferma sino que trasciende tanto a la familia como a los grupos sociales con quien la persona se relaciona: familia, escuela, trabajo… y llega hasta estamentos oficiales como la seguridad social, por ejemplo. Una chica que se queda embarazada quizá tiene que dejar la escuela, va a necesitar apoyo y ayuda de la familia, quizá tendrá que trabajar para mantener a su hijo y tendrá que abandonar muchas de las actividades lúdicas que antes realizaba propias de su edad: deporte, discoteca, salir con los amigos… Va a tener que realizar consultas al tocólogo, preparar el parto, parir y llevar a su bebé al pediatra y todo ello supone un gasto sanitario importante. Una persona que contrae una ETS se convierte en trasmisora de la enfermedad y por tanto su pareja puede ser infectada; tiene que asistir a una consulta de un especialista que tendrá que prescribir un tratamiento, etc. Resumiendo, las conductas sexuales trascienden el ámbito personal en la mayoría de los casos y a su vez todo ello va a repercutir como en un feed-back en las posteriores conductas sexuales de esa persona. p. 36

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Por otra parte, a partir de la segunda guerra mundial se está asistiendo al cambio substancial en la escala de valores y la sexualidad genital es considerada de forma mucho más permisiva y la moral es tomada como algo personal actuando según la conciencia individual lo cual supone un galimatías y choques de conflictos y opiniones sesgadas según la conveniencia de cada cual. Esta mentalidad dominante individualista lleva a las parejas a conflictos realmente importantes porque se establecen luchas de poder donde cada cual pretende tener razón en aras de lo que piensa o de lo que desea. La empatía brilla por su ausencia. Cada uno quiere llevarse el gato al agua y “si no me dan lo que quiero, me divorcio y asunto concluido”. La sociedad también está muy erotizada. Los ganchos publicitarios con contenido sexual es casi la norma de la totalidad, por tanto los estímulos eróticos aprendidos a través del condicionamiento que determinan las cosas que vemos, oímos, olemos, etc., de los gestos observados, las situaciones vividas o presenciadas en la vida real y en la ficción, son asociados a la excitación sexual y la provoca. También el aprendizaje tiene lugar de forma operante, es decir, conductas sexuales placenteras que vinculan al individuo a dichas conductas que harán que la persona tienda a repetirlas como fuente de placer. Por otro lado la propia observación ya supone un medio de aprendizaje que el individuo va a traspasar de la experiencia del otro a la propia. Y así cerramos el círculo. La sociedad que estimula y el individuo que aprende a estimularse y precisa de más para satisfacer su yo insatisfecho.

El aspecto espiritual de la sexualidad A mi el evangelio me enamora. Sus palabras resuenan en mi alma como algo bello, algo hecho para cada hombre y cada mujer, encierran una sabiduría que es capaz de transformarlo todo. Cuando leemos “amarás a Dios con todo el corazón, con todo tu ser” Jesús está diciendo que hemos de amarle como mujer o como hombre porque el corazón, como todo el yo, está sexuado como hombre o como mujer. Así pues, la sexualidad no sólo nos conecta y nos relaciona consigo mismo y con los demás seres en horizontal sino también con Dios, hacia arriba, en vertical. La espiritualidad hace posible que la persona trascienda de sí misma, nos sobrevuela y podemos juzgar nuestros actos con objetividad en aras de nuestros valores y nuestro amor. Por eso no podemos concebir una relación plena y

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madura si no es una relación de amor y es la sexualidad la que nos da la posibilidad a cada uno de ser amor. Pero el amor no es un mero sentimiento. Yo no necesito que lata mi corazón a 120 latidos por minuto para saber que amo a mi marido. Cuando nos casamos no decimos sí a las virtudes del otro, a lo que nos gusta del otro, no nos casamos para que nos hagan felices; si amamos es porque deseamos profundamente hacer feliz al otro. Amar significa ser capaces de vivir el otro, “meternos en su piel” para gozar y sufrir con él, comprender y aceptar su punto de vista y sus necesidades y valorar sus sentimientos, lo que no quiere decir que se piense igual ni se tengan los mismos gustos. A todo esto en el lenguaje psicológico se llama empatía. Pero el amor trasciende la empatía porque es estar convencido en lo más profundo de nuestro ser que cada persona es amada por Dios como yo nosotros somos amados por Él, y que Jesús dio su vida igual que por él por mí. Todo diálogo de amor que impulsa la sexualidad ha de estar en el plano de igualdad, no de uniformidad, sino de igualdad, porque tanto uno como otra son hijos de Dios, hijos del Rey. La sexualidad se dirige hacia el don de uno mismo. Es tema bien conocido por las parejas que trato como es importantísimo el no hacer depender nuestros actos de lo que el otro haga o deje de hacer. No podemos esperar a que el marido, por ejemplo, cambie no sé qué cosa que me molesta para yo tratarle con todo el afecto de que soy capaz. El aspecto espiritual de la sexualidad permite saberse hombre o mujer desde la fecundación hasta la eternidad ya que Jesús promete en el evangelio la resurrección de la carne y nuestra carne es sexuada. El ser un don para el otro no basta. Es necesario aprender a acoger el don que el otro es para mí. Entramos en la reciprocidad y en la fecundidad que el propio amor entraña.

La vida en pareja En muchas ocasiones acuden a mi consulta parejas que refieren una disfunción sexual: no hay erección, la eyaculación es muy rápida, la mujer siente dolor en el coito, la penetración no ha sido conseguida, etc., pero casi en p. 38

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el cien por cien de los casos bajo esas dificultades se esconde un problema de base, no médico, sino de convivencia, de comunicación, de tristezas por no conseguir que su matrimonio funcione bien. No saben qué pasa pero notan que algo no va y ese “algo” va más allá del problema sexual concreto que refieren. En primer lugar puedo decir que es frecuente encontrar un desconocimiento profundo del sexo que no es el propio. En segundo lugar aparece el propio desconocimiento o aceptación del yo. En tercer lugar una disarmonía importante en la dedicación en tiempo a la pareja de tú a tú, sin aditamentos ni testigos. En cuarto lugar haber forjado unas ideas “inamovibles” sobre cómo es el otro y porqué actúa como lo hace, etc., etc., etc. De todo esto se derivan graves y profundos problemas que conducen al desencuentro y a la infelicidad. Es difícil en este siglo XXI y, más aún, si se vive en una gran ciudad como Madrid, compaginar todos los ámbitos que una persona tiene: el propio yo, la pareja, los hijos, la familia, el trabajo, los amigos, los “compromisos”, etc. Observo con demasiada frecuencia como los matrimonios y las parejas en general de hoy tienen tiempo para todo menos para sacar un rato al día para mirarse a los ojos y comunicarse. Se habla, sí, se habla del bricolage de la vida pero no de la vida interior. Se habla más o menos de lo que acontece pero no de los sentimientos, de las emociones, de las experiencias profundas del alma, lo que ha significado un contacto con alguien, un problema, un éxito. Así, poco a poco, los esposos se convierten en grandes desconocidos, en extraños. Esta tarde me decía una de mis pacientes: “Después de tantos años, me he dado ahora cuenta de porqué a mi marido le molestaba tanto que yo hablara por teléfono. Siempre pensé en lo egoísta que era por no comprender que si yo hablaba era porque la otra persona necesitaba de mí y mi obligación era atenderla el tiempo que requiriera. Ahora me he dado cuenta que a mi me importaba más lo que pensara de mí la persona que me llamaba por teléfono que la necesidad de mi marido de estar conmigo, comer juntos y poder charlar de nuestras cosas con tranquilidad. No me ha importado nunca dejarle a él con la palabra en la boca o que tuviera que atender a los niños durante horas mientras yo “consolaba, escuchaba, atendía” a los de fuera de mi casa”. Me gustaría que Vds. hubieran podido ver la cara de ambos, pero sobre todo la de él. “No tengo tiempo, no tenemos tiempo” es la coletilla machacona y sistemática que escucho una y otra vez. Verdad, cierto, real pero… ¿Por qué sacamos tiempo para lo que consideramos importante o mejor dicho, urgente? He ahí uno de los problemas: atendemos lo urgente no lo importante. Y donde a menudo aparece el conflicto es que lo urgente de uno no lo es para el otro y en pareja esto es un problema que, o se soluciona, o acaba con ella.

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Para que una pareja funcione se necesitan algunas cosas básicas que vamos a exponer a continuación. Conocerse Toda persona tiene que conocerse bien, saber quién es realmente para poderse amar y aceptar con equilibrio. Pero amarse a uno mismo no tiene sentido si no es porque ello es imprescindible para poder amar a los demás. Es como el abecedario que en sí mismo no es nada pero que aprendiendo a unir las letras adecuadamente se forman palabras y las palabras ordenadamente forman frases y por lo tanto un lenguaje inteligible. Este autoconocimiento ha de comenzar con la propia vida, desde la infancia pero para esta fase dependemos fundamentalmente de los padres y el entorno familiar más cercano y después de los profesores desde la escuela infantil. Son ellos los que van a poner las bases y los medios para que una persona se conozca bien ya que en las primeras etapas de la vida no se tiene mucha capacidad de autoanalizarse ni de reflexionar sobre nuestras conductas y actos si no hay alguien externo a nosotros que nos ayude positivamente a construir nuestro yo armónicamente. Después, en la adolescencia, juventud y madurez este trabajo iniciado en la infancia ha de continuar o, si nunca se hizo, comenzar. Nunca es tarde. Siempre es pronto. Del autoconocimiento nacerá una sana autoestima. Un saberse único e irrepetible como el resto de las personas, asumiendo y reconociendo las propias limitaciones y aprendiendo a hacer o aceptar las críticas de los demás y los halagos y cumplidos. No es posible tener un conocimiento de sí mismo adecuado si no reconocemos y sabemos identificar los sentimientos y las emociones que embargan nuestra vida y aprender a manejarlos de forma adecuada. Así como las frustraciones y los éxitos o fracasos grandes o pequeños que la vida proporciona a todo ser humano. Pero no es suficiente identificar los sentimientos sino aprender a expresarlos de forma adecuada para que puedan ser entendidos. Y el lenguaje de la comunicación no es solo oral sino, sobre todo, gestual: “Se dice más con los gestos y actitudes que con las palabras”. Cuando aparecen problemas es cuando a menudo se nos viene el mundo encima y queremos solucionarlos pensando que el otro es el que tiene que cambiar, el que tiene que hacer, el que tiene la culpa. Pocas veces me ha encontrado quien me propone en principio que le ayude a descubrir en qué tiene que cambiar personalmente. A veces las “ofensas” y sobre todo los dolores que el otro nos ha dado son tan grandes que vemos clarísimo que es él y no yo quien tiene que modificar miles de cosas. Estamos cargados de razones que nos

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justifican. Pero de razones también están llenos los cementerios y los muertos del terrorismo y de las guerras. Cuando se desea armonizar el yo, como decíamos, es imprescindible mirar hacia adentro y pensar en qué, porqué, cómo y cuándo queremos cambiar o mejorar en cada unos de los ámbitos de mi persona hoy. El valor del momento presente es imprescindible para ser realista, positivo y capaz de cambiar algo en nuestra vida. El presente nos libera de cargas, mochilas pesadas que llevamos a la espalda cargadas de dolor, miedo, angustia, remordimiento, odio, duda, etc. por un ayer que ya no existe o por un mañana que aún no es. El empeñarse en recurrir al pasado para hacernos entender normalmente no es eficaz. Se vive como “sacar trapos sucios” y lo sucio ni es bello ni tiene buen aroma. El estar “esperando” a que sucedan cosas que nos llevarán a la felicidad, a la paz, a la tranquilidad, es un engaño y una trampa en la que parece que nos atrincheramos para saltar la realidad del presente. Creer que seré feliz cuando me cambie de casa, mi marido me mire con ternura, mi hijo se case, cambie de trabajo, tenga más tiempo libre, me toque la lotería es una falacia. Hoy tengo que ser feliz, el mañana puede que nunca llegue y aunque llegue con toda probabilidad tampoco lo seré porque tendré otra “meta que alcanzar” que creo es la llave de mi éxito. El mirar hacia adentro y ver en qué puedo cambiar tiene que estar movido por un deseo grande de que todo mi entorno mejore. Si pienso en la familia ha de ser para que todos crezcamos porque yo sea agente en la construcción de las relaciones de amor. Pensar con objetividad en las diferentes funciones y normas que rigen la propia familia y ver si hay que cambiar algo o hacer algo nuevo. Es muy frecuente encontrarse a mujeres que pretenden abarcar todo a la perfección y como es imposible ser una mujer 10: trabajar fuera de casa, llevar y traer los niños del colegio, atender la plancha, la cocina, los baños, la compra, hacer de profesora particular, cuidar de los padres ancianos, etc., etc., etc., se sienten mal y se reprochan el cansancio que sienten por la noche, las pocas ganas de tener relaciones sexuales, el que sus hijos no saquen sobresaliente en todas las asignaturas, el que su amiga Fulanita hace mil cosas y por qué ella no es capaz, etc. y por otra parte hay como un cierto rencor hacia el marido o los hijos porque no son capaces de adivinar sus angustias, eso sí, sin expresarlas, sin comunicarlas de forma adecuada, sin buscar soluciones factibles o, simplemente, dejar los platos en el fregadero hasta la mañana siguiente. Si hablamos del ámbito trabajo nos topamos con un muro durísimo. Muchas personas dedican mucho tiempo y sobre todo mucha energía en él. Esto

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es mucho más frecuente encontrarlo entre los varones. Viven para el trabajo y empeñan una gran cantidad de sí mismos para obtener el éxito, para cumplir más que de sobra con su horario, dando a ese aspecto de su vida una valoración superior a la propia familia aunque ellos dicen que lo hacen por su mujer y sus hijos. La balanza se desequilibra con mucha frecuencia y el resto de los ámbitos se resiente. Actualmente la cosa se complica cuando son los dos, hombre y mujer quienes tienen trabajos agotadores que les tienen a ambos ocupados hasta altas horas de la tarde o de la noche. En aras de “realizarnos” a menudo sacrificamos todo lo demás. Muchas veces las soluciones posibles pasan por tomar decisiones personales sencillas pero que nunca se nos ocurrió o creímos a priori imposibles de llevar a cabo. Mejorar quizá las técnicas del empleo del tiempo o desarrollar nuevos proyectos o aprender a delegar o tantas cosas como tu interés te permita descubrir. Otras veces quizá haya que pensar el porqué profundo de la ocupación que se realiza. Puede ser que lo que haya que replantearse es el empleo del dinero, de las “necesidades” que hemos ido generando que no son tales, o que el presupuesto está mal repartido, o que pretendemos vivir por encima de nuestras posibilidades reales, o que quiero conseguir cosas en poco tiempo para mi realidad económica. Algo, probablemente, seguramente puedo cambiar. Otro ámbito importante son los amigos, su relación con ellos que ha de ser equilibrado, así como la relación con las familias de origen, fuente a veces de desarmonía porque nos sentimos obligados a “cumplir”, a “devolver el favor”, a no enfadarles. Veo con demasiada frecuencia cuantos compromisos adquirimos. “Es que hay que ir a casa de mis padres todos los domingos porque si no los abuelos nunca ven a sus nietos”. “Hay que ir en Navidad a … porque si no…”. “¿Cómo no vamos a ir a cenar con Juan y Ana?”. Y el fin de semana se convierte en un ir y venir abarrotado de “compromisos”. Pero igual que lo anterior es importante, también lo es el cultivar a los verdaderos amigos, hacer nuevas amistades, atender a los familiares, etc. También es muy importante el cuidar la relación con Dios, la salud el estar al día de los acontecimientos del mudo, el formarse continuamente para poder ser más eficaz en el trabajo, etc. El secreto está en armonizarlo todo. Ayuda muchísimo el hacer un programa, no un programa rígido pero sí que nos permita ver con objetividad el cuando hacer cada cosa partiendo de la realidad presente, de nuestras capacidades reales incluso de nuestra personalidad. Conectarse Si al hablar de la autoestima decíamos que es necesario amarse para poder amar, cuando en pareja se desea establecer una relación armónica y feliz es necesario amar al otro tal y como es, con sus virtudes y defectos, con sus kilos de más o con su amor por el deporte, con su generosidad o con sus p. 42

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altibajos de humor. Descubrir lo que al otro le hace feliz es un camino a recorrer que pasa por el silencio interior para poder conectar emocionalmente captando cómo se siente y aceptando esos sentimientos que le embargan. Si un niño viene a nosotros preocupado o triste porque su amigo de clase le ha quitado un lápiz, no puedo decirle “eso es una tontería, tienes cientos de lápices” no habremos captado en absoluto la experiencia de dolor que el niño ha vivido: “su amigo, su amigo del alma le ha fallado”. Si alguien está intentando transmitirnos que tal acontecimiento le ha provocado tristeza, no estaremos entendiendo sus sentimientos si le decimos: “no tienes razón, lo que te ha pasado no tiene ninguna importancia”. Los sentimientos no se juzgan ni se discuten. Nadie puede contradecir un sentimiento una forma de sentirse por dentro. Si algún lector de este artículo le provocara un sentimiento de rechazo lo que he escrito, nunca podría negárselo, decirle que eso no es cierto, que está equivocado. Podría preguntarle el porqué y explicar algo que no haya entendido o que haya interpretado de forma errónea, pero nunca podría decirle que lo que él ha sentido al leer todo esto es mentira. Con nuestra pareja, aunque aparentemente no tendría que ser así, es con quien con más frecuencia no empleamos las reglas básicas de comunicación ni la empatía ni la asertividad. A veces he observado una especie de vergüenza o de pudor y otras muchas una falta de verdadero interés porque creemos que lo sabemos todo del otro, comprendemos sin discusión sus reacciones y su forma de pensar. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Hacemos sitio en el corazón para acoger a muchas personas y muchas situaciones pero a veces no somos capaces de hacerlo para acoger de verdad al compañero de camino. Descubrir como el otro necesita ser amado requiere un esfuerzo. Cuantas veces he presenciado en mi consulta cómo al proponerles que se pidan un regalo uno al otro, se quedan parados, con los ojos perdidos, moviendo la cabeza de un lado a otro y diciendo: “no tengo ni idea qué puedo pedirte que me regales”. Realmente no es verdad, claro que deseamos que nuestro esposo o esposa nos haga felices con algo concreto pero al cogernos de sopetón la proposición nos quedamos en blanco. Al cabo de pocos minutos concretizan y verbalizan el deseo y normalmente hay un poco de asombro al recibir la petición. Puedo decir que no es porque ese deseo del marido o la mujer no haya sido expresado con anterioridad, seguramente ha sido así en muchas ocasiones, pero lo nuevo que yo observo es que por primera vez captan la importancia que ese pequeño esfuerzo suyo tiene para la otra persona y el grado de felicidad que se desprende de él.

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El tema de los regalos me apasiona y veo los efectos tan beneficiosos que tiene en mis parejas pero no creo que sea el lugar de profundizar en nada. Únicamente decir que veo como no sabemos pedir las cosas, no sabemos expresarnos con claridad, somos ambiguos o pretendemos del otro cosas imposibles, al menos, a corto plazo. No sabemos expresarle correctamente nuestros deseos, indicar lo que nos molesta de él, en lo que desearíamos que cambiase. Cuando hay un malentendido o una discusión y algo nos ha dolido, no sabemos defender nuestro punto de vista o no respetamos el punto de vista del otro. Se emplean palabras hirientes o se calla o se vuelve al pasado para emplearlo como arma arrojadiza de una acción presente. Y luego, cuando la borrasca ha pasado aquello que tuvo tanta importancia y que nos hizo daño ya no se aborda, no se analiza o nos decimos a nosotros mismos: “no tiene importancia, cómo voy a remover aquello, yo le quiero”, y se tapa, se pone sobre un episodio que nos produjo dolor una capa de tierra que se intenta regar con amor pero que va acumulándose ápice a ápice quedando un poso que va a enrarecer la convivencia y tarde o temprano va a pasar factura. No. Las cosas hay que hablarlas, los problemas hay que afrontarlos no esconderlos. Quizá lo que tenemos que aprender es a hacerlo bien. La asertividad permite desarrollar mejores relaciones comunicando con claridad como deseamos ser tratados y hacer respetar los derechos personales sin necesidad de criticar ni de quejarnos y sin recurrir a la agresión, ridiculización, menosprecio, etc. Así pues, la asertividad es la capacidad de expresar sentimientos, opiniones o deseos de forma adecuada, clara y directa sin agresividad ni pasividad, haciendo valorar los propios derechos sin violar los derechos de los demás. Muchas veces lo único que tenemos que aprender es a dar la vuelta a las frases o a construirlas de otra manera. Me explico. Si una persona se dirige a nosotros diciéndonos: “Eres terrible, no quieres a nadie. Si me quisieras te vendrías conmigo a la cama en vez de quedarte viendo la televisión”, inmediatamente nos ponemos a la defensiva y, además de violar muchas de las condiciones para la comunicación eficaz, la persona increpada va a reaccionar de forma no asertiva, se cerrará sobre sí, contestará con un dardo hiriente, llorará o dará un portazo, pero desde luego en todo caso no construirá nada bueno ni para sí ni para el otro. Si en vez de decir aquello se dijera: “Es importantísimo para mí que te vengas conmigo a la cama para poder estar un rato juntos tranquilamente sin nadie más”. La comunicación eficaz es un arte que hay que aprender y que incluye el compartir, escuchar, saber dar respuestas, captar si el otro está dispuesto a p. 44

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entablar un diálogo o tiene la capacidad de poder atender a nuestros requerimientos. Comunicamos siempre lo que sucede es que en muchas ocasiones lo hacemos de forma incorrecta y con ello conseguimos romper los lazos que nos unen, crear tristeza en nuestro interior o indignación o cansancio o aburrimiento y, en último caso, la reciprocidad, el amor de ida y vuelta que es imprescindible en un matrimonio se rompe. Si se tiene como una creencia profunda el que cada uno de nosotros somos un don para el otro y que por tanto es posible solucionar los conflictos de forma pacífica y constructiva, tendremos ya la primera piedra en el edificio de nuestra pareja. Como siempre si queremos que algo a nuestro alrededor cambie o mejore tengo primero que ser autónomo, es decir, tengo que conocerme y aceptarme en alguna medida, saber qué me hace daño o me alegra para poderlo expresar. No es posible una comunicación correcta si no sabemos qué queremos comunicar ni cómo hacerlo bien, por miedo, por vergüenza o por cualquier otro sentimiento negativo. Hemos de tener en cuenta antes de meternos de lleno en reglas básicas y modos de comunicarnos algunos elementos que considero fundamentales para poder entablar relaciones fértiles. El lenguaje del cuerpo El estudio científico de la comunicación no verbal es algo reciente. Sólo desde comienzos del siglo XX se inició la investigación sobre las expresiones del rostro, pero fue en la década de los cincuenta cuando Ray L. Birdwhistell, Albert E. Scheflen, Edward T. Hall y Paul Ekman sistematizaron los estudios y establecieron una metodología científica. Todas las conclusiones a las que llegaron dio origen a una nueva ciencia producto de seis disciplinas: la psicología, la psiquiatría, la antropología, la sociología, la etología y la cinesis o kinesis. Todos estos campos de la investigación del hombre son utilizados para estudiar las relaciones humanas en cuanto a comunicación ya que el lenguaje hablado supone sólo el 35% del significado social de cualquier conversación y como decía Birdwhistell: "Las palabras pueden muy bien ser lo que emplea el hombre cuando le falla todo lo demás." La persona humana en comunicación La persona humana se comunica a través de su cuerpo con los demás y consigo mismo. No se puede concebir a alguien sin su cuerpo, por eso es fundamental pensar en que “no tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo”. El lenguaje corporal no es hablado sino que se efectúa a través de

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movimientos, posturas, gestos que expresan un mensaje a los otros. No es universal, cambia su significado según la cultura, aunque hay gestos que parecen ser muy comunes. Inconscientemente nuestras emociones más básicas delatan nuestros pensamientos y sentimientos a través de los gestos. Es más, los mensajes se hacen efectivos cuando el gesto acompaña a la palabra, es decir, lo que decimos coincide con lo que expresamos con nuestro cuerpo. Por ejemplo, si un hijo acude a su padre cuando este está viendo la TV y le dice que quiere hablar con él de algo importante, el padre no puede pretender que su hijo crea que le atiende, le escucha, le comprende… si sigue mirando a la pantalla del televisor. Con esa pose trasmite la falta de interés por el problema del hijo. Es frecuentísimo comprobar que cuando alguien se enamora, empiezan a decirle los demás lo guapo que está y es que al enamorado le brillan más los ojos, sus pupilas se dilatan, sonríe con facilidad, camina más erguido, está más amable y sus movimientos son más ágiles. Si por el contrario estamos tristes o preocupados los hombros caen hacia delante, las pupilas se contraen, los movimientos son más lentos y apagados, no sonreímos o hacemos muecas con la boca, la frente, la nariz, los ojos que denotan falta de belleza. Nos sentimos acogidos o rechazados por alguien no por lo que nos dicen sino como se muestran hacia nosotros. El rechazo puede ser muy sutil pero llega indefectiblemente a través de cómo nos dan la mano o el abrazo, de cómo extienden los brazos y las manos, de cómo nos sonríen, de cómo nos miran, de cómo se mueven en su totalidad. Sin darnos cuenta y de forma inconsciente los gestos son los delatores de nuestros pensamientos y sentimientos. Es una experiencia de todos el que al hablar por teléfono o al comunicarnos por carta o por Messenger sentimos que “algo nos falta”. Ese “algo” es que no tenemos a la persona delante e intuimos el no saber certeramente qué es lo que está sintiendo o pensando realmente. Una experiencia del presente es cuántas situaciones complejas se han dado al entablar una relación con una persona a través de internet y que esa persona resultara ser del mismo sexo o se trababa de una broma urdida por los amigos… Descifrando los mensajes Desmond Morris en su libro “El cuerpo al desnudo” hace un estudio sistemático desde el pelo a los dedos de los pies donde escudriña en los significados más sutiles de todos los mensajes que se trasmiten a través de ellos. La capacidad de descifrar los gestos, movimientos, pausas, etc. es algo que todo el mundo posee desde la infancia. Es lo que llamamos intuición y se aprende p. 46

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inconscientemente y se utiliza también inconscientemente. Por ello tenemos el talento de interpretar los movimientos corporales y reaccionamos de diversas formas ante los distintos tonos de voz. También es lo que hace que nos dejemos guiar muchas veces por una sensación global de la situación que por un análisis más detallado e intelectual de una situación. El espacio personal Cada persona tiene su espacio personal, es decir, ese lugar que nos rodea y del que nos sentimos poseedores, que nadie puede invadir sin nuestro permiso. Cuando estamos en un espacio cerrado, por ejemplo, un ascensor o en el metro o en el autobús, nos es incómodo que alguien se ponga delante y mucho más si se coloca de frente. Esto sucede porque nuestro espacio personal, nuestra burbuja se abre hacia donde nuestros ojos miran y ese espacio nos es invadido por la otra persona. Es menos agradable que alguien se ponga delante que no por la espalda o a un lado. Es curioso observar como cada persona tiene una dimensión diferente de su propio espacio personal. Las posturas La postura indica muchas cosas de una persona. Albert Scheflen4 afirmó que las personas frecuentemente imitan las actitudes corporales de los demás. Llamó "posturas congruentes" a las que se adoptan en situaciones de empatía o concordancia. Contrariamente a las posturas congruentes, las incongruentes denotan distanciamiento psicológico. Las posturas nos hablan del estado de ánimo presente o pasado si no se ha asumido en su totalidad. Al ser la postura uno de los elementos de la comunicación no verbal más fácilmente identificable, a medida que el individuo toma conciencia de su postura en determinadas circunstancias, puede dar un primer paso hacia un mejor conocimiento de uno mismo. Los ritmos de los encuentros humanos Cada uno hablamos con la misma frecuencia, haciendo las pausas a intervalos regulares y reaccionando siempre de la misma manera a los estímulos y tiempos de nuestro interlocutor. Todos podemos determinar el tipo de ritmo de nuestros amigos. Sabemos quién tarda más en contestar y quién nos contestará casi sin pensar. Desde la niñez los ritmos básicos de cada individuo afectan a su relación con los demás. Por ello a cada persona le es importante

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vincularse con personas de un ritmo de interacción complementario al suyo, aunque es complicado encontrar a las personas adecuadas. Los ritmos interaccionales pueden explicar por qué hay personas que parecen tener todo en común pero que no se llevan bien, y otras que no parecen tener nada en común y sin embargo se llevan perfectamente. También esta diferencia de los ritmos es lo que puede explicar la desavenencia en algunos matrimonios. Este desajuste de los ritmos no siempre resulta obvio en el noviazgo, periodo en el que los dos miembros de la pareja están más pendientes de agradarse mutuamente. Pero con el paso de los años un pequeño desajuste de los ritmos puede provocar una tensión acumulativa que desemboque en un problema mayor para la pareja. El aspecto exterior El aspecto exterior de una persona al margen de su propio cuerpo (la vestimenta, etc.), que son más fácilmente identificables como signos comunicativos con significado propio por cualquier persona. En nuestra sociedad el tema de la imagen ha adquirido una importancia inusitada. Un factor importante es el del vestido, la manera de vestirse, que se ha convertido en una prolongación de la personalidad, en una especie de fotografía psicológica de uno mismo y de los demás. Hoy es bien sabido cómo los grupos urbanos se caracterizan por la forma típica de vestir de cada uno. Con el sólo hecho de mirarles se les identifica claramente. Los adolescentes es un grupo humano donde, por una parte, desean ser independientes pero son esclavos de la moda, necesitan sentirse pertenecientes a un grupo, ser como ellos, ser aceptado por ellos, y para esto utilizan el vestido como utensilio de primera mano, los gestos, las posturas, las expresiones, creando un código “secreto” que les protege de sí mismos y de la sociedad de los adultos a la que no comprenden. Revisaremos a continuación, aunque muy someramente, las reglas básicas para una comunicación eficaz. Emplear el oído no las orejas: Escuchar con eficacia En toda comunicación eficaz hay dos elementos fundamentales: “lo que se da y lo que se recibe”. Quien da y quien recibe son dos personas diferentes, con historia diferente, con gustos diferentes, con expectativas diferentes, en un momento concreto de su vida diferente, etc. Tenemos que tener en cuenta que p. 48

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gran parte de la comunicación no es verbal. Como decíamos más arriba: “se trasmite más con los gestos y las actitudes que con las palabras”. Es muy común que la gente reconoce la importancia de los aspectos emisores de la comunicación ya sean verbales o no pero se minimiza o no se tiene en cuenta la importancia que tiene los aspectos relacionados con la recepción, con la escucha si estamos comunicando verbalmente, con los gestos que se realizan, con las posturas de las manos, la mirada, etc. Queremos decir con esto que con frecuencia se atiende a la forma de expresarnos, cómo movemos el cuerpo, qué tono damos a nuestras palabras, etc., pero a menudo no ponemos la misma atención si nosotros somos receptores de lo que se nos quiere comunicar. No nos sentimos escuchados cuando notamos rechazo o se bromea o se ridiculiza o, de alguna forma se castiga. Muchas veces en lugar se sentirnos escuchados nos sentimos “sermoneados”o juzgados. En pareja hay que saberse en un plano de igualdad. Si existe una dependencia o inseguridad y por tanto uno de los dos carece de autonomía o por el contrario, nuestra independencia es avasalladora o nuestro narcisismo nos domina y por ende nos creemos en posesión de la verdad propia y del otro o nuestros ámbitos los consideramos como más prioritarios, estamos perdidos. Hay que establecer un nosotros, un aprender a ir del yo al tú y del tú al yo sin solución de continuidad aunque valorando las diferencias. El escuchar con eficacia es muy sutil. Podemos pensar que lo estamos haciendo bien y quitar importancia a que no basta el oír sino que hay que escuchar. No es suficiente repetir palabra por palabra lo que el otro nos ha dicho y por eso creer que nos hemos enterado de lo que nos ha querido comunicar. Aquí no estamos hablando de las piezas de un motor sino del motor en marcha. Es fundamental que cuando queremos comunicar algo para sentirnos escuchados el receptor ha de apartarse de toda distracción y mantener el contacto visual. Es curioso, pero hasta los ciegos captan si les estamos mirando y atendiendo con exclusividad. Sucede con frecuencia que el momento no es el adecuado. Somos inoportunos por el motivo que sea. Aquí está la sensibilidad del marido o de la mujer para captar eso. Por ejemplo, si mi marido está viendo la final de la copa del Rey quizá no sea el momento de plantearle ninguna cuestión. Si acabamos de llegar de la calle con mil sensaciones en el alma, cansada y con ganas de ponerme las zapatillas, probablemente no soy capaz de escuchar en ese momento. Ahora bien, el amor el dinámico, la comunicación también. Si no es el momento hemos de proponer otro que sea más oportuno para ambos y poder

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abordar el tema que deseemos tratar. La sensibilidad de cada uno es importante. Cuando esta sensibilidad se ha desarrollado y el otro tiene una importancia para mi fundamental, captaré con una sola mirada la importancia de lo que me quieren comunicar. Recuerdo un día en que mi hijo me comunicó una experiencia de suma importancia para él. Mi hijo es bastante lacónico, no habla mucho y pocas veces expresa sus sentimientos, pero sé que tiene un alma muy delicada, una sensibilidad muy fina y con sólo mirarle a los ojos sé que no está bien o que está contento o que sufre o que goza. Estaba en la cocina preparando la cena. Era un poco tarde y me había cogido la prisa. Normalmente, quizá en otras ocasiones, le habría dicho que esperara a que terminara y que después podríamos hablar. Pero su forma de pasar por detrás de mi, su tono de voz y su cara me decían que en ese momento no era urgente la cena sino que era importante dejarlo todo para escucharle. Podemos estar viendo o haciendo algo que significa muchísimo para nosotros pero tenemos que saber que nada, absolutamente nada vale más que estar ahí cuando la otra persona me necesita. Pero no basta dejar lo que se esté haciendo sino que tenemos que mantener la atención. Si bostezamos, miramos el reloj constantemente, nos removemos en el sillón, el otro captará que no nos está interesando lo que estamos comunicando y por tanto el otro se bloquea. Si por el contrario, si miramos y hacemos ver que participamos realmente en la conversación, es más probable que él o ella comparta sus pensamientos y sentimientos. En definitiva, la forma en que demostremos que estamos escuchando afectará mucho el éxito de nuestros intercambios. Hacer el vacío de sí mismo: Escuchar con atención. Centrarse en los que se nos está diciendo sin interrumpir o dando consejos o soluciones. Cuando nuestro interlocutor haya terminado totalmente de expresar una idea es conveniente hacer aclaraciones, es decir, resumir brevemente lo que creemos que el otro nos ha querido decir. Muy a menudo nos llevamos sorpresas. Así tenemos la oportunidad de que se pueda hacer una rectificación o una aclaración. Poder decir: “no, yo no he dicho eso, quizá me he expresado mal” hace posible el poder continuar y solucionar los conflictos en base a la verdad y no en base a lo que yo creo que es la verdad. Esta actitud positiva trasmite que respetamos al otro, que lo que estamos diciendo merece la pena. Hay personas que no saben exponer de forma correcta sus pensamientos y tardan “horas”, “dan vueltas y más vueltas”, “repiten mil veces una frase o una idea”. Bien, esto es verdad y por tanto requiere, como todo en nuestras p. 50

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relaciones humanas, un esfuerzo por nuestra parte. Hemos de saber que la atención máxima y completa no somos capaces de mantenerla durante tiempo indefinido. Los expertos dicen que es imposible hacerlo por más de veinte minutos. Por otra parte tenemos que comprender que la mente es muy “viajera”. Si cuando queremos decir lo verdaderamente importante, el meollo de la cuestión, ha pasado tiempo y se han dado mil rodeos el otro se ha perdido, ya no sabe donde queremos ir ni cómo ni porqué. Si deseamos una comunicación eficaz no nos sirve la frase:”es que yo soy así, no puedo hacer nada para remediarlo”. Porque eso nunca es verdad. Todos podemos esforzarnos por mejorar y podemos hacerlo. Las estrategias: Yo, tu, ti, contigo Reconocer que no somos perfectos, que podemos equivocarnos y meter la pata nos ayudará para no tirar la toalla antes de tiempo o no tirarla nunca. Aprender a contabilizar éxitos es algo que se puede aprender y lo que, como siempre, supone un esfuerzo personal. Si queremos que nuestra pareja, nuestro matrimonio (y por ende todas nuestras relaciones humanas) funcione bien, no basta querernos mucho, no basta estar seguros de que nos quieren mucho, sino que hay que dedicar un tiempo y un espacio para que esto siga siendo así toda la vida. Las formas negativas de comunicación, tales como las presiones, los castigos, avergonzar o tomar el pelo, las críticas, los gritos o el rechazo, tienen todas algo en común: hacen que la persona se sienta mal consigo mismo o con sus actos y, como resultado, es probable que tengan una o más de las siguientes consecuencias si se trata de nuestra esposa o esposo: * Se volverá reacio a compartir sus ideas y sentimientos. * Se sentirá asustado, avergonzado o culpable durante años o incluso toda la vida. * Aumentará el conflicto de poder y abrirá la puerta al desamor. Cuando queramos hablar de temas relacionados con nuestra vida de pareja o relacionados con la sexualidad tenemos que comprender que puede que haya sentimientos de dolor, culpa, ira, incomprensión, tristeza, etc. y que a ninguno de los dos nos resulta probablemente fácil. A veces el pudor al tratar temas de sexo, el buscar insistentemente las causas que han provocado, por ejemplo, un vaginismo, la carga pesadísima de sentirse culpable de alguna manera aunque la razón nos diga que no hemos hecho nada conscientemente para estar en esa situación, la “pena” que nos da el

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esposo o la esposa por lo que “tiene que aguantarme”, llevan a las parejas a no afrontar y tratar los conflictos con objetividad ni a comunicar de verdad lo que cada uno tiene dentro. Veo a muchas parejas que, salvo en el tema sexo, se comunican con fluidez, sin embargo, llegando a este punto, se bloquean, no son sinceros no por engañar sino para no dañar. Hay que aprender a ser cándidos como palomas pero astutos como serpientes. Hemos de saber que podemos sentirnos inseguros en este tema y por tanto no seamos sinceros en nuestros pensamientos y sentimientos con nosotros mismos y, generalmente, con los demás. Por eso es tan importante saber que si queremos hablar de la intimidad de nuestra pareja el otro puede mostrar prisas, notar que está deseando marcharse, o bien que en ese preciso momento se le ocurra que ha de llamar por teléfono o se acuerda que uno de los niños le pidió agua. Por tanto hay que preparar el terreno de tal forma que no se aborde un tema importante si dentro de escaso tiempo hemos de irnos, o cuando ya estamos muy cansados por la noche, o cuando estamos esperando una visita. Por supuesto la intimidad requiere el que no haya nadie más presente o en una cercanía capaz de escuchar o captar lo que estemos hablando. Es importante saber que cuando se desea comunicar varias cosas y se quiere ser eficaz hay que hacer una “selección” de los temas. Cada vez requiere un solo tema. Por eso es muy bueno, antes de abordar un tema importante el que de forma individual hayamos elaborado una pequeña lista y empezar por el que nos parezca más importante o sabemos que plantea menos conflicto o aquello que nos inquieta más, siendo muy claro y conciso, no andándose por las ramas. Y cuando nos hagan preguntas respondamos de una forma directa y clara sin querer proteger de la verdad. Si no conocemos la respuesta no tenemos que inventar porque rápidamente perderemos la credibilidad. También tenemos que aprender a no tener miedo de compartir nuestras preocupaciones sólo que para hacerlo bien hemos de aplicar todas las reglas de la comunicación eficaz. Aprender a compartir los sentimientos sin desahogarse. Si comenzamos lanzando las frustraciones probablemente el otro se sienta mal o al menos no todo lo bien que podría sentirse. Lo negativo acaba por enrarecer porque lo feo no gusta a nadie. Hay mucha gente que piensa que pueden “soltar” sentimientos negativos con tal de hablar y, generalmente el “desahogar” incluye echar la culpa a los demás de lo que nos ha sucedido o poner “de hoja de perejil” ha quien nos ha hecho daño. Además estamos muy acostumbrados a “descargar” pero sin esperanza, es decir, sin dar soluciones, sin ver de verdad como cambiar una situación concreta en lo que respecta a uno mismo y no en lo que los demás tendrían o podrían hacer. Es igual que cuando respondemos, si lo hacemos criticando, dando soluciones “facilotas” demostramos que se acepta lo que se está diciendo aunque no estemos de

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acuerdo y que nos han escuchado con atención sin estar todo el tiempo en lugar de haciendo eso, preparando la respuesta. De dentro a fuera: Desde el yo hacia el tú Cuando expresamos nuestros pensamientos o preocupaciones, hemos de empezar diciendo “Yo o Estoy”, es decir lo primero que hay que comunicar es un sentimiento: “Estoy enfadado, contento, preocupado, triste, feliz, etc. Si acusamos o amenazamos o bien se comienza con un “Tú o Haces que me sienta…” o “Yo creo que tú”, es muy probable que la otra persona se ponga a la defensiva y, de alguna manera, acabe el diálogo o lo convierta en una partida de ping-pong. “Es que me pones de los nervios cuando tú….”. A partir de ahí se acabó el intercambio de sentimientos y empieza una retahíla de opiniones, de viajes en el tiempo hacia el pasado, de amenazas e insultos de todo tipo. Imaginemos que una persona estuviera preocupada porque su mujer pocas veces está dispuesta a tener relaciones sexuales. En lugar de decirle: “Eres una desconsiderada, te estás arriesgando a que te deje de querer”, podría decirle: “Estoy triste y preocupado porque no veo que desees tener intimidad conmigo. Me da miedo de que ya no te guste o que estés empezando a dejarme de querer” probablemente ella no se ponga a la defensiva. En el primer comentario hay como un desafío o una acusación, mientras que con el segundo estamos expresando cómo nos sentimos y además comunicamos nuestro cariño por ella. En el segundo caso aunque la mujer se pusiera de todas formas a la defensiva el marido podría decirle: “Sólo estoy diciéndote lo que pienso, no que vaya a ocurrir. Sólo me preocupo por nosotros”. Los cristales sucios: la expresión de los deseos Los cristales sucios impiden que entre el sol y, si entra, a veces lo hace sin belleza. Ser transparentes y claros en expresar lo que se desea es también un elemento básico en la correcta comunicación. Muchas veces los adultos tendemos a decir lo que no queremos en lugar de lo que sí queremos. Y una cosa no quita a la otra, pero es frecuente que digamos mil veces lo que no queremos pero pretendemos que adivinen lo que deseamos hasta en el más mínimo detalle. “Quiero que me lleves al teatro” o “Quiero ir a cenar fuera de casa” o cualquier otro deseo que expresemos muchas veces lleva ases escondidos en la manga porque además de “ir al teatro, cenar fuera de casa” está lo que verdaderamente deseo: “ir el viernes por la noche y a ver tal obra” o “ir a ese restaurante solos el día de nuestro aniversario y que además vayas de etiqueta y no en pantalón vaquero”. Si después de que nuestro marido o nuestra mujer nos ha llevado al teatro o a cenar fuera pero no verdaderamente

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donde o cómo deseábamos, nos sentimos mal y con un regustillo amargo, de alguna manera hacemos culpable al otro de no haber sabido lo que deseamos realmente. El rosario de preguntas: El interrogatorio Cuando se pueda hay que sustituir las preguntas por afirmaciones que reflejen los sentimientos. Dice Gale5: “Muchas veces las preguntas se utilizan no para obtener información, sino para tender trampas. Entre las parejas podemos sorprendernos que si preguntan a sus maridos: “Por qué no vienes antes a casa por la noche” o “Por qué no recoges la cocina después de comer” o “Por qué no te gusta tener relaciones sexuales”, realmente no importa el porqué no lo hace, se está manifestando el propio malestar no preguntando lo que el otro piensa. Seguramente responda lo que responda se terminará en una discusión o al menos en un silencio incómodo. Solucionando conflictos Una pareja feliz no está exenta de problemas ni conflictos. Lo que diferencia a una pareja con otra es la forma de abordarlos, de abordar los problemas y no que unas los tienen y otras no. Cómo abordar un problema Ya hemos indicado anteriormente los puntos fundamentales, pero creo que es importante recordarlos y resumirlos: Entorno adecuado Momento oportuno Ser concretos definiendo el problema: "Me siento X cuando tú haces o dices Y en la situación Z". Nunca centrar la atención sobre las intenciones o razones supuestas de la conducta del otro. "Adivinar" el pensamiento es perjudicial y produce reacciones de defensa e interacciones verbales inadecuadas para la solución del problema. Nunca dialogar sobre más de 1 problema a la vez. El problema que se aborde ha de estar bajo el control de la pareja y no depender de variables externas. El problema ha de plantearse de una manera que sea solucionable (que sea un problema presente o futuro próximo, nunca pasado). Empezar por conflictos pequeños. 5

Jay Gale. La sexualidad del adolescente. Ed. Temas de Hoy. Madrid, 1993

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Elementos en el proceso de solución de problemas Los tres elementos en el proceso de solución de problemas son: los sentimientos (tener en cuenta los sentimientos del otro), las conductas, las situaciones. Para poder solucionar un problema 1º Aceptar el problema y buscar una solución. 2º Especificar los objetivos como requisito previo para solucionar el problema. 3º Analizar un repertorio muy amplio de soluciones posibles. FUNDAMENTAL: ESCUCHAR CON ATENCIÓN TENIENDO EN CUENTA LOS SENTIMIENTOS DEL OTRO Y SABIENDO QUE LOS SENTIMIENTOS NO SON CUESTIONABLES (la persona que se siente de una manera determinada, por ejemplo: triste, enfadada, alegre, iracunda, ante la conducta (la palabra, el gesto, etc.) de otra persona, nadie puede negarle, ni discutirle, ni razonarle, el porqué se siente así, ella sólo sabe que es VERDAD para ella ese sentimiento. Los pasos necesarios para resolver un conflicto Hemos de prepararnos emocionalmente y tener control sobre nuestras emociones y tener en cuenta los pensamientos negativos que hemos podido elaborar y que, seguramente, nos han hecho daño. El tener autocontrol sobre nuestras emociones no quiere decir que tengamos que reprimir los sentimientos ni minimizarlos. La única forma que conozco y que tantas veces he comprobado con mis pacientes que es eficaz es cuando somos ágiles en cambiar los pensamientos negativos por positivos. Los pensamientos negativos que Juan Andrés Yzaguirre y Claire Frazier6 llaman tóxicos, son producto del inconsciente, aquel dardo que nos asaeta con toda la absolutidad de ese inconsciente que habla siempre en términos de todo o nada, siempre o nunca, blanco o negro y que daña cuando a nosotros nos supone un ataque, un reproche, una acusación que somos incapaces de tolerar y ante quien ponemos un escudo que nos protege de nuestro propio dolor (o al menos eso cree). Un psicólogo amigo mío, al hablar de los pensamientos negativos dice que una misma cosa que nos digan o hagan, dependiendo de lo que supone a lo más íntimo de nuestro ser, así reaccionamos. Si por ejemplo, una persona mide

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1,50 m. y está acomplejado de alguna manera por ello, si alguien le dice enano, probablemente se sienta mal o conteste de forma airada. Si por el contrario un científico sabe que es gran conocedor de una ciencia, o de un tema determinado, seguramente si alguien le dice: “eres un ignorante, no sabes nada”, lo más que hará será sonreír porque no supone nada para su propio yo el pretendido insulto. Así pues, si lo que nos dicen supone un mensaje negativo sobre nosotros mismos, nos habla de lo mala madre que soy o de que doy una imagen de mis conocimientos que yo no tengo, el dolor se hace insoportable y magnificamos nuestra reacción, nuestra respuesta, nuestra actitud de forma negativa y airada. Vamos a ver a continuación algunos de los muchos pensamientos negativos que con frecuencia presentamos las personas. Si una persona se fija más en lo negativo que en lo positivo, no sabe valorar las pequeñas cosas, es de las que ve siempre “el vaso medio vacío”, crea en ella misma y en los demás un ambiente de negativismo que ahoga. “Es que yo soy muy pesimista”, “Yo es que soy muy realista”, “Pocas veces me equivoco”. Ya estamos generando, sin darnos cuenta, pensamientos que van a envenenar cualquier relación. Dejar pasar el sol a través de la ventana, supone ponerse en cualquier momento y fregar los cristales y no lamentar que no se ve nada echándonos la culpa de mil formas porque no los limpiamos o acusando a los demás porque no lo hacen. Los términos absolutos, como las críticas y las amenazas rompen la baraja. Si decimos: “Nunca, jamás, siempre, cada vez que, todo el tiempo, etc.”, seguramente no tendremos razón y por lo tanto hemos perdido la partida. El otro nos puede responder con: “Eso no es verdad. El año pasado….” Y tiene razón. Toda expresión que se refiera al pasado independientemente de lo que se está diciendo constituyen una provocación y por eso la respuesta suele ser como la arriba indicada echando mano de quizá, la única vez que eso no fue así. Seguramente después de esta contestación comience una discusión que no va a tener nada que ver con lo que realmente queríamos tratar, con algo que tiene que ver con el presente y no con el pasado. El pasado es utilizado como flechas de las que me he abastecido para mi defensa, el escudo y la coraza ya no son suficientes, además me proveo de balas, lanzas, redes, espadas, etc. Cuando creemos que hay algo del pasado que quedó sin resolver ha de analizarse y tratarse desde el presente, desde los sentimientos del presente. Si no es así, perdemos eficacia. No importan los detalles, normalmente comunicamos o pretendemos comunicarnos yendo a los detalles más nimios y, como dijimos antes, cuando queremos llegar al asunto que nos preocupa o nos ocupa, hemos perdido el hilo. p. 56

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Otra cosa muy similar es cuando nos dejamos llevar por las preocupaciones del futuro y de todo lo que pueda salir mal, de los fracasos, de las metas no cumplidas. Ese miedo nos atenaza y nos esclaviza para poder vivir en libertad el presente. Otro de los pensamientos más perniciosos son los racionamientos emocionales, es decir, dejarnos llevar por las emociones y las pasiones a la hora de tomar una decisión o expresar algo a los demás. Les digo a mis pacientes: “Hay que pararse, cuando algo nos llega y nos supone un dolor o una gran alegría, hemos de pararnos y no tomar decisiones de las que nos podemos arrepentir o que no van a ser equilibradas y acordes con nosotros mismos”. También el pensar que no hay salida, que estamos en un fondo de saco del que no podremos salir o dramatizar las cosas, dar una importancia exagerada a ciertos hechos o reaccionar de moco desproporcionado ante algunos acontecimientos. Hay que aprender a encontrar los pensamientos positivos que sustituyan a todos estos negativos para poder resolver conflictos y tener la paz para ello.

Los encuentros sexuales Todo lo que hemos tratado anteriormente es fundamental para que el encuentro sexual sea gratificante porque la persona es una unidad que no funciona de forma independiente cada aspecto de su ser, sino que toda ella: cuerpo, alma, mente se armonicen en cada acción de su vida. El lenguaje sexual del hombre y de la mujer es diferente. El varón tiene una sexualidad más biológica, a través de la acción y de su cuerpo expresa el amor con más profundidad. La mujer, sin embargo tiene una sexualidad más psicológica, más selectiva, y ama más a través de los detalles, del ambiente, de los sentimientos. La inteligencia femenina es más intuitiva que la masculina, tiene una mente en abanico por la que es capaz de captar a golpe de mirada muchas facetas y aspectos de lo que está en su presencia e incluso de lo que no está.

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La afectividad es también distinta en el hombre que en la mujer. Generalmente a ella le gustan los pequeños detalles, la delicadeza y la ternura. Sin embargo para el hombre estas pequeñas cosas carecen de significado. Para la mujer el encuentro sexual tiene una importancia clave si se siente amada en las pequeñas cosas, si su vida de relación está salpicada de detalles y ternura. El placer sexual tiene sentido en ese contexto de amor afectuoso e incluso tiene significado sólo como prueba de amor. Para el varón generalmente la relación sexual está ligada preferentemente al deseo de satisfacer un impulso y a la gratificación genital. Su sexualidad es más física, más corporal mientras en la mujer es más global más psicológica. Me gusta hablar de encuentro sexual y no de relación sexual porque existen muchas formas de tener relaciones sexuales sin que necesariamente haya de llegarse al coito o al orgasmo. Se trata de un encuentro entre dos seres que se aman y que a través de su cuerpo y con sus cuerpos expresan y captan cientos de sensaciones diversas que va más allá de su piel: ternura, afecto, pasión, bienestar, etc. El aprendizaje de dar sin esperar nada y de recibir totalmente en el abandono es un arte que se puede y se debe aprender para que la relación sexual tenga éxito. Y no limitar el encuentro sexual a una mera búsqueda del orgasmo es otra de las grandes metas que cualquier terapeuta sexual ayuda a descubrir a sus pacientes para que realmente disfruten de una sexualidad amplia de horizontes y no encorsetada en una búsqueda obsesiva del orgasmo. Aprender a disfrutar del paisaje sin estar como ciegos durante el viaje, ir despacio para saborear cada rincón del camino. La respuesta sexual masculina y femenina tiene algunas diferencias, veámoslas a continuación. Varón 1º Fase de excitación o precópula. - Más rápido. - Estímulos sensoriales diversos que provienen de la mujer o bien son producto de su propia imaginación. - Sensaciones localizadas en sus genitales. - Deseos de poseer a la mujer. p. 58

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- Tensión muscular. - Elevación de la presión sanguínea. - Taquicardia. - Pene aumenta su diámetro y longitud cambia de dirección. - Testículos ascienden en sus bolsas escrotales hacia el abdomen. - Expulsión de líquido de las glándulas de Cowper que contiene espermatozoides. 2º Cópula. - Frotación del pene en la vagina. - Mecanismo parasimpático provoca vasodilatación de los cuerpos cavernosos y el pene se pone más duro y ensancha su circunferencia. - Fase de meseta en este momento. - Testículos aumentan de tamaño. - Elevación de testículos hasta el periné. - A veces "rhus" maculopapular. - Aumento considerable de ritmo cardíaco hasta el orgasmo. - Aumento de la presión arterial progresiva hasta el orgasmo. - Eyaculación normalmente coincide con la fase de orgasmo. - Eyaculación inminente e incontrolable. - Tiempo variable a voluntad desde el comienzo a la eyaculación. 3º Resolución. - Pene pierde la erección, primero pierde la mitad de su volumen de forma rápida, y después de forma lenta adquiere su tamaño normal. - Bolsas y testículos vuelven a su posición de reposo. - Cansancio y laxitud agradable. - Tensión muscular, ritmo cardíaco y presión sanguínea se normalizan. - Periodo refractario para una nueva erección muy variable según individuos, edad, psicología, etc. Mujer 1º Fase de excitación o precópula. - Más lenta. - Estímulos fundamentalmente tactiles o por un ambiente acogedor y afectivo. - Deseos de ser poseída. - Miotonía voluntaria. - Subida de la tensión arterial.

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- Taquicardia. - "Rush" maculopapular más pronto en ella que en el hombre. - Hinchazón de las mamas. - Erección de los pezones. - Tumefacción del clítoris. - Labios mayores se congestionan. - Vagina se distiende. - Útero asciende. - Trasudado vaginal. - Cualquier "distracción" puede hacer desaparecer dicho trasudado vaginal y la propia excitación sexual. 2º Fase de meseta. - No coincide con el varón. - No coincide siempre con la cópula. - Vasodilatación importante. - Mamas continúan congestionadas. - Labios menores tumefactos. - Clítoris se retrae hacia la sínfisis del pubis. - Vagina se alarga. - Plataforma orgásmica (la vagina se alarga a expensas de sus dos tercios superiores, y el tercio inferior se estrecha debido al músculo constrictor de la vulva, adquiere una forma de pera, formándose entre los labios menores, engrosados y tumefactos, y la porción anterior de la vagina estrechada, la llamada plataforma orgásmica, que permite una mayor fricción del pene y por otro lado capacita al órgano par la mayor retención del semen). 3º Orgasmo. No coincide con el varón. Puede no existir. Contracciones músculos isquio y bulbocavernosos, que originan sucesivas contracciones de la plataforma orgásmica. Contracción del esfínter del ano y el útero. Taquicardia, contracciones de diversos músculos, taquipnea, hipertensión momentánea. Posibilidad de repetición. 4º Resolución. - Más lenta que en el varón. - A veces parece que permanece excitada. p. 60

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- Desaparición de todos los cambios anteriores. - Expulsión de parte del semen fuera de los genitales. - No existe período refractario. En la vida de pareja el encuentro sexual, la relación sexual tiene aspectos diferentes tales como el unitivo, el reproductivo y el lúdico. Todos son importantes y todos tienen que ser armonizados. Es bien cierto que el placer compartido crea lazos de unión muy especiales entre los miembros de una pareja pero si ese placer está desnudado de los otros dos, deja de tener significado profundo y no es garantía de permanencia. Cuando un matrimonio tiene un encuentro sexual han de gustar de ello, han de gustar de estar juntos, de pasarlo bien juntos, como un juego, con buen humor y con alegría. Todo el juego erótico y sensual ha de saberse poner en juego, porque estar con la persona amada es agradable y gratificante. No podemos ir a un encuentro sexual como si nos llevaran al matadero o por obligación o por satisfacer un impulso del otro, o un capricho, o una obsesión. No podemos ir a ese encuentro como para hacer un favor, ni porque no queda más remedio, ni porque es el único medio que tenemos para engendrar un hijo. ¡Qué triste! No, nunca debe ser así. “El verdadero significado de la sexualidad reside en la capacidad que toda persona tiene de ser don para el otro; así también los gestos de la genitalidad adquirirán su máxima expresividad cuando logren manifestar el don total y recíproco de dos personas”7. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales tienen que aprender a armonizar el propio placer con el placer del otro. A menudo me encuentro a las parejas que trato en una especie de callejón sin salida ante sentimientos de egoísmo y de culpabilidad por gozar de una relación sexual sin conseguir que la otra persona goce también. Bien, dediquemos unos párrafos a este tema. En el encuentro sexual hay que dar y recibir sensaciones agradables y placenteras como en un juego de amor. Existe el momento de dar y el momento de recibir. Hay que abandonarse al lenguaje genital liberándose de ansiedades, preocupaciones, miedos, obligaciones, hay que aprender a “soltarse la melena”

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y dejar volar al aire cada cabello. La libertad ha de ser total, siempre que la libertad esté enraizada en el amor: “ama y haz lo que quieras” como decía San Agustín. El placer sexual es bueno, buenísimo y por tanto un fin a perseguir en una relación. Si falta está incompleto y hay que poner todos los medios para que se llegue a él. Para conseguirlo es precisa la liberación de que antes hablaba. El varón y la mujer han de aprender a dar y darse sin esperar nada, con esto quiero decir que quien acaricia, quien besa no puede estar pendiente de que el otro ha de sentir una determinada sensación, él debe dar con toda su ternura y su afecto todo el amor que tiene su corazón, amarle como el otro desea ser amado, tocarle como el otro desea ser tocado, besarle como el otro desea ser besado. Quien recibe debe estar abandonado a lo que le dan, apreciando todas las sensaciones que le transmiten, despertando cada terminación nerviosa de su piel para que le llegue nítidamente lo que le dan. Es el momento de la generosidad completa. Después, en el placer sexual, llega el momento de mirar hacia adentro, de agarrar el extremo del hilo y seguir tirando para devanar la madeja. Buscar el propio placer no es negativo, todo lo contrario, es imprescindible para que ambos puedan liberar su orgasmo y así contribuir a mantener viva la chispa del deseo de nuevos encuentros sexuales. Integrar el propio deseo y encontrar nuestra propia satisfacción y el deseo y la satisfacción de nuestra pareja es el camino que ha de recorrer cualquier pareja que desee tener unas relaciones sexuales satisfactorias bañadas por el amor.

Los problemas en las relaciones sexuales Hay veces que aunque los matrimonios se lleven muy bien, se comuniquen correctamente, exista una armonía sexual aceptable, aparecen dificultades en sus encuentros sexuales: hay dolor en el coito, no se mantiene la erección, no hay orgasmo, etc. No es el momento ni el lugar de hacer un tratado sobre las disfunciones sexuales, únicamente quiero indicar que toda alteración sexual puede tener tratamiento y llegar al éxito si el terapeuta que les trate es el más adecuado y si verdaderamente la pareja desea solucionar el problema. En todas las fases de la respuesta sexual humana: deseo, excitación, orgasmo y resolución, puede aparecer una disfunción tanto por exceso como

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por defecto y todas ellas pueden a su vez presentarse de forma transitoria o permanente, o bien de forma general o situacional. Tras muchos años de práctica en la terapia sexual puedo decir que la inmensa mayoría de las disfunciones sexuales tienen un origen no físico y que, incluso en los casos en que la causa sea médica, su mantenimiento y empeoramiento dependen de factores intrapsíquicos. También mi experiencia me dice que en la inmensa mayoría de los casos los propios pacientes no son capaces por sí mismos de solucionar los problemas que presentan ya que son parte interesada y carecen de objetividad por más que lo intenten para poder valorar y solucionar los muchos aspectos que la sexualidad conlleva. Casi siempre, por no decir siempre, vienen parejas cargadas de culpa. Me es en muchas ocasiones difícil hacerles comprender que nadie tiene la culpa en esa dispareunia, en esa eyaculación precoz o en esa anorgasmia. Lloran, lloran y lloran. Se miran con ternura y suplicándose: “perdóname”. Acarician sus manos y se consuelan. Pero no entienden nada. ¿Por qué a ellos si son tan normales si se quieren tanto? Eso no le sucede a nadie. Son los únicos del mundo a los que les pasa. Cuando les digo: “Tranquilos. Esto tiene solución”. Me miran con asombro e incredulidad, pero aliviados.

La armonía sexual Vamos a hacer una revisión de aquellos aspectos de la vida conyugal que han recibido mayor atención de los investigadores. Ello nos permitirá situar y precisar las variables que hemos escogido como objetivo específico. 1. Factores determinantes para la felicidad conyugal En este apartado estudiaremos algunos criterios de valoración de la pareja que inciden en la felicidad conyugal, para centrarnos directamente en la armonía sexual, importantísima para el éxito y estabilidad en la pareja; y, en la comunicación. De entre los criterios de valoración de la pareja vamos a tomar solamente tres: duración o estabilidad temporal (variable observable), ausencia de conflictos (semiobservable), e impresión de felicidad (variable subjetiva y por ende no observable). Este último es el más importante y el más utilizado desde una perspectiva psicológica.

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Impresión de felicidad: (Nos referimos a la felicidad que se tiene cuando se vive durante un cierto tiempo una sensación de estabilidad o de ausencia de conflictos importantes). Este concepto es extraño para muchas culturas, incluso para la nuestra. No más allá de los años 30, el matrimonio era un medio de satisfacción sexual para el varón y su finalidad principal era tener hijos y preservar las propiedades. Actualmente en cambio y cada vez más en la cultura occidental, se considera adecuado que ambos, marido y mujer, busquen la felicidad. Sabemos que el criterio de la autorrealización individual priva cada vez más en nuestro mundo. Burgess8 y colaboradores, han expresado que hay muchas objeciones sobre la felicidad en el matrimonio. De hecho un matrimonio puede ser feliz para el marido y no serlo para la mujer o viceversa, ya hemos dicho que es una variable subjetiva, no observable, no obstante hay una correlación alta entre felicidad y estabilidad. Según Levinger9 y Scanzoni10 se delinea una tipología operativa: a alta felicidad se corresponde una alta estabilidad y a una baja felicidad una baja estabilidad. Ambas están bastante estudiadas, habiéndolo sido muy poco la correlación entre baja felicidad y alta estabilidad. Existen además factores que inciden en la felicidad conyugal. Unos son externos y otros internos. No siendo posible revisar uno a uno los factores externos en el poco espacio de tiempo disponible no debemos no obstante olvidarnos de considerar el enorme condicionamiento de los factores sociológicos, políticos, económicos, religiosos, de la pareja. Hay también que poner de relieve que todos estos factores pueden incidir en la pareja de dos maneras: directamente, por lo que es percibido por ella de forma abierta y consciente; indirectamente, sin que por otro lado los implicados se percaten de ello. Por citar uno de ellos elijamos el factor económico. La escasez o ausencia importante de recursos económicos es un factor a menudo condicionante de la felicidad conyugal. Otro grupo importante de factores guarda relación con los progresos de los medios de comunicación social.

Burgués, E.W; Tallin, P. Engagement and marriage. Philadelphia: Lippincott, 1953. Levinger, G. “Marital cohesiveness and dissolution: An integrative review”. Journal of Marriage and the Family, 1965,27; 19-28. 10 Scanzoni, V. “Family organization and the probability of disorganization”. Journal of Marriage and the Family, 28 (November 1966). 8 9

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Otro grupo muy importante también está relacionado con uno de los sucesos sociológicos más notables del momento actual, como es la explosión del fenómeno anticonceptivo y su paralelo con la liberación sexual. Estos fenómenos junto a los cambios culturales respecto a los valores sociales, están incidiendo de manera especial en algo tan fundamental como es la distribución de los roles masculino y femenino y por ende en la comunicación de la pareja. Entre los factores internos que inciden en la felicidad conyugal tenemos: Los caracteres psicológicos previos de cada uno de los cónyuges; la maduración afectiva de cada uno de ellos, las relaciones de confianza con el otro sexo y la imagen positiva del matrimonio, son los aspectos más representativos de este grupo. Se ha observado, especialmente por Uhr (l957), que la personalidad del varón parece tener más importancia que la de la mujer en la obtención de la felicidad conyugal. Este autor realizó un estudio longitudinal durante l8 años y halló que comparando parejas no felices con otras felices, el varón tenía ya desde antes del matrimonio: tendencias neuróticas, una mayor introversión, etc., mientras que las mujeres de ambos grupos apenas se diferenciaban en nada. Otros autores como por ejemplo Barri11 en l970 confirma, como ya había observado antes Uhr, el papel importante de los primeros años de la convivencia, afirmando también que las actitudes del marido respecto a su mujer son de una influencia muy significativa para la adaptación de ésta al matrimonio. Pero de todos los factores que influyen en la felicidad del matrimonio, ninguno de ellos influye tanto como la armonía sexual. Son bastantes los autores que consideran esta variable como imprescindible para el éxito o felicidad en el matrimonio. Los trabajos de Master y Johnson12 y de Gebhard13 (1970 y 1966 respectivamente), son de los más representativos de esta tesis. Resumimos los hallazgos más importantes: - La felicidad conyugal reconocida por los esposos es mayor cuanto más frecuente es la obtención del orgasmo por parte de la mujer. - La disociación de la pareja es tanto más rápida cuanto menor es el porcentaje de satisfacción sexual completa de la mujer.

Barry, W.A. Marriage Research and Coflict. Psycol. Bull, 1970 nº 1. Master, Jonson, Kolidny. La sexualidad humana!. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1995. 13 Gebhard, P.H. Factors in marital orgasm. J. Soc. Issues, 1966, nº 2. 11 12

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- Inversamente, la armonía sexual es más frecuentemente alcanzada, según la percepción de la mujer, cuando se da un ajuste psicológico y afectivo entre los esposos. - Las relaciones vividas por la mujer con su marido y anteriormente con el padre de ella. Aquí vemos como para una armonía sexual es muy importante también una armonía psicológica y afectiva entre los esposos. Sobre este punto volveremos más adelante dada la importancia que tienen para el tema que nos ocupa. Entre los factores internos que favorecen la armonía de la pareja tenemos: - El ajuste de las perspectivas recíprocas. - La sensibilidad respecto a las expectativas recíprocas - Y la comunicación. Estos factores y especialmente los dos primeros han sido muy estudiados por Mucchielli14, afirmando, con otros autores, que la expectativa del rol del otro es una necesidad y a la vez una motivación. Es decir, cada uno de los esposos espera del otro que le colme cierto número de necesidades. Se puede decir por tanto que es portador de expectativas respecto al otro. Cada uno necesita que el otro realice, respecto a él, ciertos comportamientos y de otra parte espera que el otro tolere ciertas exigencias que son vividas por quien espera, como indispensables para su satisfacción vital. Importancia de la comunicación No obstante todo lo estudiado hasta este momento y teniendo en cuenta la importancia de todos estos factores, hemos de afirmar, sin embargo no que entre ellos el que tiene mayor incidencia es el de la comunicación. La comunicación de la pareja, es en realidad, de todas las variables que pueden afectar la felicidad, la satisfacción, el éxito de la pareja; y posiblemente, la más dinámica, aunque esto no signifique que no esté en dependencia de otros muchos factores. Se puede argüir que la personalidad de los cónyuges, su madurez afectiva, el autoconcepto, el ajuste de sus roles, son factores importantísimos para facilitar el éxito de los objetivos de la pareja, pero opinamos que ninguno de ellos es tan pluridimensional en sus consecuencias y tan dinámico, como la capacidad en la comunicación. 14

Mucchieli, R. Psycologie de la vie conjugale. Ed. ESF. París, 1973.

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Por tanto los cónyuges equipados para una buena comunicación cuentan con el mejor medio para clarificar sus percepciones, y mejorar su autoconcepto, resolver sus problemas, tomar decisiones, etc. Pero si en toda la sociedad ha tenido importancia la comunicación, se puede afirmar que la tiene mucho más en una época de transición como la actual en la que el acelerado ritmo de cambio hace tambalear los valores y los ideales tradicionales. La comunicación, como decimos, es algo pluridimensional, hay comunicación a muchos niveles: comunicación verbal, no verbal, de gestos, de miradas, etc. En el matrimonio, los cónyuges tienen que tratar además de muchísimas cosas, si no hay comunicación ¿como las tratan? Se sienten incomunicados y esto es un peligro para la armonía familiar. Por ejemplo tienen que tratar los problemas de como administrar el dinero, como plantearse la educación de los hijos, como planificar su familia, incluso como relacionarse con las amistades y con la familia del otro. Los cónyuges se sienten obligados a desarrollar estas cualidades, tienen necesidad de hablar y de decir cuantos hijos quieren o pueden tener, como son sus sensaciones, sus apetencias y cuales son sus limitaciones. Tienen que hablar de una cosa tan importante como es su propia fertilidad y su propia sexualidad. Aquí tendríamos que abrir otro capítulo sobre métodos utilizados por los matrimonio para evitar un embarazo en un momento determinado de sus vidas. Sólo diré que mi experiencia en la enseñanza de métodos naturales de planificación familiar ha sido extensa y tengo experiencias maravillosas al respecto ya que para tener éxito con ellos es preciso el acuerdo entre los dos miembros de la pareja y por ende una gran comunicación. En un estudio realizado en España por BOIX (1967), publicado en la revista "Cuadernos de Orientación Familiar", se analizó una encuesta acerca de la "Unión y afecto en el matrimonio". Frente a la pregunta abierta de "¿cómo habéis hecho para superar la dificultad o crisis y profundizar vuestro amor?", se registraron espontáneamente 15 tipos de respuestas muy variadas. De ellas, la respuesta mayoritaria (con doble aporte respecto a la segunda), fue: "con el diálogo y la comunicación". Entre los muchos estudios sobre dinámica conyugal merece destacarse el de NAVRAN (1967), que aporta evidencia experimental en la asociación entre ajuste conyugal y buena comunicación, tanto verbal como no verbal, en las parejas felices comparadas con las no felices. De hecho el problema central que afecta a una gran mayoría de parejas que inician un consultorio matrimonial, es un bajo nivel de comunicación interpersonal que se constata en expresiones como: "...él (ella) no me entiende..." Aporte de los métodos naturales de regulación de la fertilidad en la mejora de las relaciones sexuales

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Los Métodos Naturales de Regulación de la Fertilidad son un medio para que cada miembro de la pareja conozca su propia fertilidad y su fertilidad combinada y para que comprenda que la responsabilidad en todo lo relacionado con su vida de pareja es de ambos, no de uno solo de ellos, como decíamos al comienzo de esta comunicación. Aunque en España los métodos naturales no son muy conocidos, últimamente, tanto aquí como en otros países, se aprecia un aumento en el uso de ellos por parte de parejas de distintos credos y esto se debe a varios factores entre los cuales podemos citar algunos: - La evolución y el conocimiento científico cada vez mayor de estos métodos. - Cambios marcados en las actitudes acerca de las relaciones sexuales y el tamaño de la familia. - Notables cambios socioeconómicos y de vivienda. - El deseo y la necesidad de muchas parejas de limitar el número de hijos. - El estilo de vida de muchas parejas que en armonía con sus actitudes culturales y creenciales les hace rechazar o evitar lo que consideran artificial o no natural. - El temor o la repugnancia al uso de métodos de control químicos, mecánicos o quirúrgicos. - Creencia de que la superpoblación debe contrarrestarse con una tasa cero del crecimiento demográfico. Cuando se conocen y se viven (fíjense que digo se viven), en la relación de pareja hay una relación de igualdad que se hace patente, en la que la iniciativa, la seguridad, la da la mujer que ha sido bien instruída (este es un punto muy importante), y un poco ella es la que lleva la dirección de sus relaciones, siempre con la colaboración de él. Pero tanto a uno como al otro se les pido mucho: ¿Qué se pide a cada uno de ellos? - A él respecto a ella: colaboración, comprensión, ayuda, solidaridad, saber esperar... - A ella respecto a él: comprensión, donación en los días seguros, ternura, entrega plena, generosidad... A través de la regulación natural de la fertilidad se establece una relación de confianza que se actúa a través de la necesidad de tener que hablar de sexualidad. La mujer no tiene que esconder su fertilidad como una cosa de ella o vergonzante, que su marido no debe saber, no, la mujer la tienen que exponer como una cosa bonita, como una riqueza que posee, un conocimiento que le ayuda en todo momento. Ella tiene que exponérsela y que él la conozca. Es p. 68

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necesario vivir nuestra fertilidad en felicidad, que es comunicación, pues somos seres sociales que no podemos vivir solos sino en relación. Gandhi decía: "Es digno de considerar el testimonio desde una perspectiva de moral natural. A mi juicio, afirmar que el acto sexual es un acto instintivo como el sueño o la satisfacción del hambre es el colmo de la ignorancia. La existencia del mundo depende del acto de procreación que tenga por finalidad la continuación de la vida sobre la tierra. El hombre que lo haya comprendido procurará, cueste lo que cueste, dominar sus sentidos, se armará con su saber indispensable para el completo desarrollo moral y físico de su progenitura y transmitirá las fuentes de ese saber a la posteridad para su provecho". Me parece realmente un pensamiento precioso. El habla desde otra óptica, desde otra espiritualidad, pero llega a un punto muy importante que a mi personalmente me parece maravilloso. Y ¿de qué se trata? El hombre y la mujer son capaces de vivir a nivel humano esta sexualidad. Precisamente teniendo una cierta libertad del deseo sexual. Tenemos que llegar a ser nosotros los dueños de esta impulsión, de esta libido; tenemos que dominarla, pero dominarla de una forma positiva, no porque no me gusta, porque es mala, sino porque yo soy un ser por encima de ella. Entonces de esta suerte, los métodos naturales de regulación de la fertilidad unen más fuertemente al hombre y a la mujer, en cuanto que requieren un esfuerzo mutuo, un ser dueños de sus propias pulsiones. Y esto también lo podemos estudiar desde el punto de vista evolutivo. Sabemos que el resto de los seres vivos, inferiores a nosotros, no pueden dominar sus pulsiones; solamente tienen relación sexual precisamente en el momento de la fertilidad. Al hombre en cambio no podemos compararlo que estos seres, sino que puede llegar a dominar la sexualidad, ser dueño de ella, para poder utilizarla, o sea ser el patrón, el amo de sí mismo y por tanto dominar esta parte de su ser hombre, ser humano. El empleo con éxito de la planificación natural de la familia requiere motivación por parte de los dos, el hombre y la mujer. En su enfoque influyen sus actitudes acerca de sí mismos y de su relación y sus criterios morales y religiosos así como las normas de comportamiento público y privado que prevalecen en la sociedad, el papel del hombre y de la mujer, y otras preocupaciones socioculturales. En un estudio sobre Planificación Natural realizado por la OMS (1989), se da como cifra aproximada , que según el propio estudio queda por debajo de la realidad, del número de mujeres que utilizan la abstinencia periódica como medio para regular su familia, de entre 10-15 millones.

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A su vez en la "Guía práctica de contracepción", (1990), del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la Univ. Autónoma de Barcelona. Hospital de Sant Pau, se dice que el 16% de la población usa métodos naturales y un 31% ninguno. Por la experiencia de más de 25 años, hemos podido observar en las parejas y matrimonios, incluso en los más liberados, que no hablan entre ellos de su sexualidad, viven una relación sexual naturalmente, pero no una relación de personas sexuadas. No hablan de este tema, creen que gozar es sentir placer y en esta circunstancia tantas veces la persona se siente humillada porque no se ha sentido amada sino tal vez utilizada, ha sido instrumento de placer de otro, no fin, como se constata en una máxima de Kant que dice: "Obra de tal suerte que tú no trates nunca a la persona del otro como un medio, sino siempre como fin de tu acción". Con los métodos naturales de regulación de la fertilidad,- una vez que han sido aprendidos y la pareja ha sido convenientemente adiestrada-, hemos constatado que, aun teniendo unos días de abstinencia, el número de relaciones aumenta no solo en cantidad sino también en calidad, y esto nos parece sumamente importante. Las relaciones son más plenas y más satisfactorias, fundamentalmente porque la mujer no tiene miedo al embarazo,-si es esto lo que se han propuesto-, y a ambos, porque el haberse abstenido durante unos días en los cuales han tenido que desarrollar más todas sus cualidades de ternura, afectividad, etc., para mantener una comunicación gratificante, llegan a una relación sexual en que los dos se sienten libres, amados y con un deseo de donación mutua mucho mayor.

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