El estancamiento del Sector Agropecuario mexicano 1

El estancamiento de... El estancamiento del Sector Agropecuario mexicano1 Alicia Puyana2 y José Romero3 Resumen Este trabajo comienza con un panora...
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El estancamiento de...

El estancamiento del Sector Agropecuario mexicano1 Alicia Puyana2 y José Romero3

Resumen

Este trabajo comienza con un panorama general de la evolución reciente de la economía mexicana para luego preguntarse. ¿Qué explica el estancamiento económico relativo y absoluto de la economía nacional? ¿De qué males padece la economía mexicana? ¿De falta de recursos o de oportunidades de inversión? Se sostiene que la economía mexicana sufre de falta de oportunidades de inversión para capitalizar el país e incrementar su productividad. En este artículo se analizan los efectos de la apertura, los precios externos, el tipo de cambio y la falta de inversiones públicas sobre la rentabilidad de las actividades agropecuarias, y por lo tanto sobre el crecimiento del sector. Se concluye que para incrementar la rentabilidad del sector es necesario utilizar el tipo de cambio real como instrumento de política, realizar inversiones en infraestructura y revisar los compromisos internacionales que vinculan los precios internos con los internacionales. Palabras claves: México, sector agropecuario, tipo de cambio real, inversión pública, rentabilidad.

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Recibido 10-12-2009. Aprobado 08-02-2010

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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Área Académica. Correo eletrónico: [email protected]

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El Colegio de México, Centro de Estudios Económicos. Correo electrónico: [email protected].



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Políticas públicas y economía

Stagnation of the Mexican agricultural sector4 Alicia Puyana5 y José Romero6

Abstract

The present work begins with a general description of the recent evolution of the Mexican economy, so as to make, then, the following questions: What explains the relative and absolute economic stagnation of national economy? ¿Which illnesses are suffered by the Mexican economy? Is it a lack of resources or a lack of investments opportunities? It is stated that Mexican economy suffers of a lack of investment opportunities to capitalize the country and increase its productivity. In this article, the effects of border opening, external prices, type of exchange, and lack of public investment on the profitability of agricultural activities, and thus over the sector growth, are analyzed. It is concluded that in order to increase the profitability of the sector, it is necessary to use the actual exchange type as a policy instrument, carry out investments in infrastructure, and review those international commitments which link internal prices with international ones. Key words: Mexico, agricultural sector, actual exchange type, public investment, profitability.

I Introducción

En los veintisiete años que lleva en ejercicio el nuevo modelo económico puesto en marcha con el proceso aperturista y a tres lustros de vigencia del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, la economía mexicana sufrió una profunda reestructuración convirtiéndose en una de las economías de tamaño intermedio más liberales del orbe. La propiedad pública se privatizó, salvo pocas excepciones. Los 4

Recibido 10-12-2009. Aprobado 08-02-2010

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El Colegio de México, Centro de Estudios Económicos. Correo electrónico: [email protected].

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aranceles se abatieron y el movimiento de bienes, servicios y capitales es prácticamente libre. La apertura, es decir la liberalización del régimen de comercio exterior y de la cuenta de capitales, formó parte de las políticas para paliar la crisis de la deuda de 1982, cuando México anunció que no podía cumplir sus compromisos externos. No obstante, para los trabajadores mexicanos, atravesar las fronteras estadounidenses implica un riesgo cada vez mayor, que se multiplica a medida que avanza la construcción del muro fronterizo, una innovación más, y negativa por cierto, a la historia de la integración económica regional. La agricultura no quedó exenta de este empuje liberalizador. Varios pasos se dieron para someterla a la competencia internacional y “modernizar” sus estructuras: el ingreso al GATT, la reforma al artículo 27 de la constitución y el TLCAN. La meta era transformar la agricultura campesina en una capitalista de gran escala, al someterla a la presión de las importaciones y a las señales de los precios internacionales. En este empuje modernizador se concibió la agricultura como idéntica a las manufacturas. En la mira de los reformadores estaba la propiedad ejidal, cuyas tierras deberían ofrecerse en el mercado a los interesados en adquirirlas al impulso de los estímulos que el TLCAN prometía a las actividades en las que México probaría eficiencia internacional: frutas y hortalizas. Para que este círculo virtuoso cerrara, había que bajar los precios de la tierra en relación al capital y al trabajo. Se esperaba, al ampliar la oferta de tierras, reducir su valor y propiciar cambios en el tipo de propiedad, de ejidal y pequeña y mediana a gran escala y en su dedicación, del maíz y otros granos, a bienes de exportación. Lo que aceptara el mercado internacional se produciría y el resto se importaría. Y así ha ocurrido. El TLCAN sometió el sector agropecuario al proceso de desgravación arancelaria. Los esquemas de integración económica regional habían excluido el sector agropecuario o lo había regulado con políticas sectoriales particulares, como la Política Agropecuaria Comunitaria, en la Unión Europea o el Farm Bill en la Unión Americana. En el GATT, la Ronda Uruguay fue la primera en programar negociaciones en el sector agropecuario. El manejo cambiario, junto con la liberalización del mercado, son centrales al abordar el tema de este trabajo: “el estancamiento del sector agropecuario”, toda vez que buscaron afectar los precios relativos internos y externos de los factores, los productos y de la moneda nacional, en términos de los principales socios comerciales de México. Este tema y el enfoque propuesto, imponen una perspectiva



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de largo plazo ya que sólo en este horizonte temporal cristalizan los efectos del cambio de los precios relativos sobre la ubicación de factores. Si esto es verdad para la industria o el comercio, lo es más al tratarse de la agricultura, por los elementos que conforman su repuesta a las señales de precios. Muchos factores alteran las relaciones de precios que se establecen en el sector agropecuario, los alejan de los costos de producción y distancian los costos de los factores de los que resultarían de la dotación de cada país. La afectación del desarrollo del sector agropecuario, mediante la alteración de los precios relativos de la agricultura, por la vía de los aranceles y la revaluación real de la tasa de cambio, se remonta al establecimiento de los mecanismos del modelo de industrialización dirigida por el Estado. Recientemente las remesas y los flujos de capital golondrina, ayudan a la revaluación (Puyana y Romero, 2008a). La historia de la revaluación cambiaria data de inicios de la segunda posguerra. Entre 1951 hasta 1975 el peso se revaluó en más del 30 por ciento. La devaluación de 1976 restauró la paridad al nivel de mediados de los años cincuenta y se estabilizó en ese nivel por dos años, para revaluarse nuevamente hasta 1982, cuando la crisis de la deuda impuso revaluar (Romero 2003). Las devaluaciones de 1986 y 1994, están presentes en la memoria colectiva y en 2002 la revaluación real fue superior a las de 1981 y de 1994. La crisis financiera que estallara en 2007-8 obligó a México a devaluar nuevamente, reforzando la mini devaluación de 2004. Este trabajo se desarrolla así: la segunda sección, da un panorama general de la evolución reciente de la economía mexicana. La sección tercera, estudia los efectos de la apertura, los precios externos, el tipo de cambio y la falta de inversiones públicas sobre el crecimiento del sector agropecuario. En la sección cuarta se concluye.

II El contexto económico nacional

Existe una creciente insatisfacción con la trayectoria de la economía mexicana desde que, a partir del 1º de Diciembre de 1982, el Gobierno Mexicano iniciara la instrumentación de las reformas económicas. La economía perdió el dinamismo que registró durante la “ineficiente” etapa de desarrollo económico liderado por el estado

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(DELE).7 El ingreso por habitante ha permanecido prácticamente estancado. La brecha entre el ingreso per cápita de Estados Unidos y el de México, que entre 1954 y 1982 había disminuido, comenzó de nuevo a ampliarse a partir de 1983. El crecimiento de la brecha que separa las dos economías que se empezó en 1980 no se revirtió con el TLCAN y se agudizó dramáticamente con la crisis financiera, ya que la economía estadounidense se contrajo en 2009 al 2.3 por ciento y la mexicana al 8.9 por ciento. El papel del Estado como promotor del desarrollo fue abandonado. Se abrió la economía al comercio de bienes y servicios, se vendió al capital privado la mayor parte de las empresas públicas, se desregularon muchos aspectos de la vida económica como los transportes y las instituciones financieras y se contrajo de manera drástica la inversión pública. El proceso de cambio incluyó la apertura del país a los mercados de capitales. Durante el periodo posterior a las reformas, la inversión en México perdió vitalidad, a pesar de la creciente afluencia de inversión extranjera durante cierto período. No obstante el significativo avance en la escolaridad de la fuerza de trabajo, los salarios reales promedio o cayeron o no crecieron. La distribución del ingreso ha empeorado y los niveles de pobreza se han incrementado significativamente a pesar de las remesas de los emigrantes. La economía informal emplea a más de la mitad de la fuerza de trabajo y todo indica que su peso en el empleo total seguirá al alza. Las diferencias regionales permanecen prácticamente constantes a pesar del rápido crecimiento económico en algunas ciudades fronterizas. Y, para un número cada vez mayor de mexicanos, la emigración parece ser, a pesar de los riesgos vitales, la única opción para superar la precariedad económica (Puyana y Romero, 2008b). Estos resultados van en contra de las expectativas que se alentaron con las reformas iniciadas hace ya un cuarto de siglo. Para entonces se pregonaba que México entraría en una fase de desarrollo acelerado, en la cual, los incrementos en la productividad generados por el modelo exportador, elevarían la eficiencia productiva, estimularían las inversiones e incrementarían el empleo productivo y los salarios. La sociedad 7

El término “estrategia de crecimiento liderada por el Estado” describe con mayor precisión la estrategia de crecimiento mexicana durante el período 1940-1982 ya que el término abarca mucho más que la mera sustitución de importaciones: Se buscaba la industrialización del país por medio de políticas de crecimiento comprensivas que involucraron políticas sectoriales, monetarias y fiscales encaminadas a un mismo fin. José Antonio Ocampo, “La liberalización económica latinoamericana a la luz de la historia”, Conferencia magistral, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), México, 2006.



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mexicana aún espera estos efectos. El contraste entre los logros y las expectativas es tan notorio que hacen de México un caso clásico para evaluar la apertura, las reformas estructurales y los acuerdos comerciales Norte-Sur, en los países en desarrollo. Y así es. México es considerado como un reformador ortodoxo, pionero y radical y los 26 años pasados desde el inicio de los cambios permiten emprender una evaluación a fondo (Puyana y Romero, 2009). Cabe entonces plantear algunos interrogantes: ¿Cuál ha sido la trayectoria de la economía mexicana después de las reformas? ¿ha crecido México más aceleradamente que los EUA, o que el conjunto de países que componen la OCDE? Durante el período 1950-1980 parecía que la economía mexicana convergía en términos absolutos hacia la de EUA, pero a partir de 1986 el ingreso por habitante de México representa una fracción menor del ingreso por habitante de los EUA y de los países de la OCDE; 25% y 40 % respectivamente. Véase gráfico II.1. Gráfico II.1 Ingreso por habitante de México con respecto al promedio de la OECD y con respecto a EUA

Fuente: Angus Maddison, Historical Statistics for the World Economy

¿Qué explica el estancamiento económico relativo y absoluto de la economía nacional? ¿De qué males padece la economía mexicana? ¿De falta de recursos o de oportunidades de inversión? Sostenemos que la economía mexicana sufre de falta de oportunidades de inversión para capitalizar el país e incrementar su productividad. Esta dolencia afecta más a la agricultura.

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Antes de demostrar la anterior hipótesis, repasamos rápidamente las principales características de la economía mexicana. En el gráfico II.2 aparece el ingreso por habitante y la productividad del trabajo en México. Es evidente el crecimiento acelerado del ingreso por habitante y de la productividad del trabajo en el período 1960 a 1982 y luego el estancamiento de ambos indicadores, a partir de 1983. Gráfico II.2 PIB por habitante y productividad del trabajo (Miles de dólares de 1990)

Fuente: Fuentes: Angus Maddison, Historical Statistics for the World Economy, INEGI, Estadísticas Históricas de México; 1999; Presidencia de la República, Informe de Gobierno, varios años,

La productividad promedio del trabajo se estancó a partir del período de liberación comercial. La falta de crecimiento de la productividad ha sido parcialmente compensada por el incremento en la participación de la población en el empleo. De esta forma, el PIB por habitante crece ligeramente por arriba de la productividad del trabajo. La tasa de crecimiento del PIB por habitante puede ser expresada como la suma de la tasa de crecimiento de la productividad media del trabajo y la tasa de crecimiento de la participación de la población en el empleo.

Donde el superíndice °, indica tasas de crecimiento, P la población y L el em-



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pleo. A su vez la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo depende de la acumulación de capital y el cambio tecnológico. Esto es PIB/P = f (K/L). En donde K es el stock de capital en la economía. Para mejor analizar los determinantes de la inversión es conveniente establecer las modificaciones que se han evidenciado en la estructura sectorial del PIB y del empleo. Para que haya crecimiento de la productividad, es necesario, por una parte el traslado del empleo, de las actividades menos a las más productivas, en segundo término, el escalamiento de la inversión por trabajador, y tercero el crecimiento del quantum del producto. En el Gráfico II.3a destaca la participación casi constante del sector manufacturero y del minero, la continua caída del sector agropecuario y el ascenso de la participación del sector servicios.

Es de destacar la participación casi constante de los sectores manufacturero y minero, en el empleo, Gráfico II.3b. Las manufacturas sólo contribuyen con el 10% del empleo total, en claro contraste con su participación en el PIB de alrededor del 20-22%, lo que sugiere una mayor productividad que otros sectores; una situación similar ocurre con el sector minero, gracias a la elevadísima productividad de la industria petrolera. Desde 1960, el sector agropecuario ha perdido, en forma continua, posiciones como generador de empleo total, hasta llegar al 17 por ciento en 2007, lo que discrepa con su limitada contribución al PIB cercana al 5%. Esta disparidad entre la participación en el empleo y en el PIB marca la baja productividad del sector y los bajos ingresos que afectan a la población rural. Finalmente, en el citado cuadro se ve el continuo incremento del sector servicios en el empleo, cercana a su participación en el PIB. Ni el estancamiento de las manufacturas en el PIB y el empleo, ni el retroceso de la agricultura, son un resultado del proceso de crecimiento mexicano. Evidencian una fractura estructural, que coincide con los llamados síntomas de enfermedad holandesa y afectan negativamente la productividad de la economía (Puyana y Romero, 2009).

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Gráfico II.3a PIB por habitante y productividad del trabajo (estructura porcentual)

Gráfico II.3b Valor agregado (estructura porcentual)

Fuente: INEGI, Estadísticas Históricas de México; 1999; Presidencia de la República, Informe de Gobierno, varios años, anexos estadísticos de informes presidenciales, varios años.

A partir de 1944, fecha en que inició sus operaciones el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el empleo formal fue el segmento más dinámico del mercado laboral, el cual, en 1989 representó el 46% del empleo total. Después de este año la participación del empleo formal decreció hasta alcanzar un nivel mínimo de 32% en 1995. Se recuperó ligeramente a partir del año 2000 y en el año 2007 llegó al 38% de la ocupación total. Esta evolución del empleo formal significa que, entre 1989 y el año 2007, más del 60.0% de la fuerza de trabajo ha tenido que buscar



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trabajo en el sector informal. Gráfica II.3, la cual ilustra la trayectoria del empleo informal en porcentajes de la PEA. En términos absolutos, el número de personas vinculadas al sector informal en el año 2005 fue, aproximadamente, 2 veces más grande que en 1989. Gráfico II.3 Empleo formal

Formales: Registrados en el iSSStE, iMSS, PEMEX, CFE, LyFC, Fuerzas Armadas y de 1965 a 1981 Ferrocarriles nacionales de México. Fuente: nacional Financiera, La Economía Mexicana en Cifras; 1978; inEGi, Estadísticas Históricas de México; 1999; Presidencia de la República, informe de Gobierno, varios años,

En contraste con la creciente informalidad, la educación de la fuerza de trabajo ha aumentado en porcentajes de la población y en años de escolaridad. Desde el ciclo escolar 1995-1996 se registró un ligero incremento en la participación de la población en el sistema educativo; ésta pasó de 29% en 1995 a 30.7% en 2009.8 también aumentaron los años de escolaridad, la población con sólo educación básica perdió terreno con respecto a las demás. El peso de la educación Media Superior y Superior casi se duplicó de 1980 a 2009 y el peso de los programas de capacitación para el trabajo creció aún más, véase Cuadro ii.1. Sin embargo, a pesar de esta mejora en el peso de la población en el sistema educativo y en el aumento de la escolaridad, estos factores no han repercutido en aumentos significativos ni en el empleo en las actividades más dinámicas y con mayor productividad ni en las remuneraciones reales.

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Anexo Estadístico del tercer t informe Presidencial, México 2009.

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Cuadro II.1 Estructura de la educación Año Escolar 1980-1981 1985-1986 1990-1991 1995-1996 2000-2001 2001-2002 2002-2003 2003-2004 2004-2005 2005-2006 2006-2007 2007-2008 2008-2009 2009-2010

Básica 87.5% 85.9% 85.0% 83.5% 79.6% 78.9% 78.1% 77.8% 77.7% 77.3% 77.0% 76.3% 75.9% 75.3%

Media superior 6.5% 7.8% 8.4% 9.1% 10.0% 10.4% 10.7% 11.0% 11.2% 11.3% 11.4% 11.5% 11.6% 11.8%

Superior 4.4% 4.7% 5.0% 5.7% 6.9% 7.1% 7.2% 7.4% 7.5% 7.6% 7.7% 7.8% 8.0% 8.2%

Capacitación para el trabajo 1.7% 1.6% 1.6% 1.7% 3.6% 3.6% 4.0% 3.8% 3.5% 3.8% 4.0% 4.4% 4.5% 4.6%

Fuente: Anexo Estadístico, Tercer Informe Presidencia, 2009.

De lo anteriormente comentado se desprende, paradójicamente, que la política educativa por sí sola no es capaz de aumentar la productividad ni impulsar el crecimiento, como lo sustenta la teoría del capital humano. Los aumentos en el nivel educativo tienen que ir acompañados, por una parte, por el crecimiento de la inversión por trabajador para que se eleve la productividad por trabajador y, por la otra, por el volumen de la producción, para que se incremente la demanda de trabajo y no sólo opere la sustitución de trabajo por capital, incrementando la intensidad de capital del producto y desplazando el trabajo, como ha ocurrido y ocurre en México. Sólo así se elevaría el ingreso total, por trabajador y por habitante y el bienestar del país, como se puede colegir de la ecuación (II.1). Así, se estaría en condiciones de dar respuesta a la pregunta planteada arriba ¿De qué sufre la economía mexicana. De falta de recursos de inversión o de oportunidades para invertir? La respuesta es la falta de inversión en capital físico. ¿Pero porque no hay suficiente inversión, por falta de recursos por falta de oportunidades rentables de inversión? La respuesta es la segunda.



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Durante el boom petrolero de 1980-1981 el problema era de financiamiento ya que había grandes oportunidades de inversión: grandes reservas de hidrocarburos por desarrollar, precios internacionales del petróleo excepcionalmente altos y bancos ansiosos por otorgar créditos. En este período hubo grandes entradas de capital al país que se reflejaron en un incremento en el déficit de la cuenta corriente (esto es en importaciones de bienes de capital) y en el aumento del coeficiente de inversión del PIB. Gráficas II.4a y II.4b. Después, de 1988, el capital externo fluyó en cantidades importantes (7% del PIB en 1993) que tuvo como contrapartida un incremento en el déficit en cuenta corriente, pero esta vez ya no por importaciones de bienes de capital sino por importaciones de bienes de consumo e intermedios, lo que se refleja en el estancamiento del coeficiente de inversión a PIB. Esto implica que después de la crisis de deuda, la poca inversión registrada con respecto al PIB no se debió a falta de financiamiento sino a falta de oportunidades rentables de inversión. Gráfico II.4a Saldos en las cuentas corriente y de capital como porcentaje del PIB

Gráfico II.4b Formación bruta de capital fijo como porcentaje del PIB

Fuente: Banco de México. Estadísticas en línea: www.banxico.org.mx y Anexos Estadísticos de Informes Presidenciales de varios años.

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En efecto, las entradas de capital han compensado de sobra los déficits en cuenta corriente e incrementado la acumulación de reservas. México acumuló entre 1983 y 2006 un déficit en cuenta corriente de 236,6 mil millones de dólares y superávit en la cuenta de capital por 351 mil de millones de dólares respectivamente. Esta situación ha contribuido a la sobrevaluación del peso y a reducir las inversiones de los bienes comerciables internacionalmente (agricultura, ganadería y manufacturas), muy especialmente los más intensivos en factores domésticos, como el empleo. Durante la administración de Salinas de Gortari (1988-1994) la estabilidad macroeconómica se basó fundamentalmente en el manejo macroeconómico, mediante la apreciación real del peso. Luego de la crisis de 1995, los importantes flujos de capitales externos, los precios favorables del petróleo y el aumento de las remesas contribuyeron a repetir el proceso de revaluación del peso. Es evidente que desde 1988 existe una tendencia a la apreciación real del peso, interrumpida por la crisis cambiaria de 1994-1995 y los recientes ajustes del tipo de cambio nominal. A la crisis asiática de 1997-1998 se respondió frenando la revaluación durante un año, para reiniciarla hasta bien avanzado el 2002. Durante ese año la revaluación fue mayor a la que existía en 1976, 1994 o 1981 durante el auge petrolero. Esta es una razón suficiente para esperar efectos negativos sobre la competitividad y rentabilidad de los sectores comerciables mexicanos, lo cual a su vez desestimula la inversión y el crecimiento de la productividad y el empleo. Los recientes ajustes del tipo de cambio nominal mitigaron parcialmente la revaluación, Gráfico II.5. Gráfico II.5 Índice de tipo de cambio real (111 países)

Fuente: Banco de México.



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La apertura comercial junto con la sobrevaluación del tipo de cambio real ha minado la rentabilidad de la producción de bienes que compiten con las importaciones y más aún de los bienes exportables. Esto se traduce en pocas solicitudes de crédito por parte de los inversionistas y poco interés por parte de los bancos en financiar estas actividades. Como se observa en el Gráfico II.6 la participación del sector agropecuario en el crédito comercial total es muy inferior a su peso en el valor agregado del sector en el PIB, por su parte también el sector industrial durante el período 2000 a 2008 tuvo una participación en el crédito comercial inferior a su peso en el PIB. En cambio es espectacular el incremento al crédito al consumo, generalmente destinado a financiar la compra de automóviles y bienes durables con gran contenido importado. Esto confirma que la falta de inversión, reflejada en el estancamiento de la formación bruta de capital fijo se explica por una baja rentabilidad en bienes comerciables y no por una falta de fondos de inversión. Gráfico II.6 Composición del crédito comercial

Fuente: Anexo Estadístico, Tercer Informe Presidencial, 2009.

III. El retroceso del sector agropecuario mexicano

Los cambios en las políticas macroeconómicas de los últimos 27 años, buscaban restaurar la rentabilidad de la producción y se basan en la idea de que el mercado es el mecanismo para la ubicación de los factores productivos y el que determina la competitividad interna y externa de la producción. Se mencionaban algunos factores que afectan la rentabilidad de la agricultura, específicamente la falta de infraestructura e

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investigación tecnológica. Pero no se enunciaba, ni se enuncia, la necesidad de proteger la tasa de cambio, ni se hizo una formulación explícita de cómo hacerlo. Las herramientas de política sectorial del gobierno han sido ante todo una respuesta a las prácticas comerciales de los países exportadores de productos agrícolas y se limitan al manejo de los acuerdos comerciales. No constituyen, en efecto, un instrumento de desarrollo sectorial. La flotación espuria de la tasa cambiaria, para contener la inflación ha sido la norma y ha afectado negativamente el sector agropecuario, Puyana y Romero, 2007. Entre 1983 y 2008, casi totalmente abierto a la competencia internacional y con un coeficiente externo cercano al 70 por ciento del PIB, el crecimiento del valor agregado real agropecuario (1.2 %) fue considerablemente menor al que registró durante la sustitución de importaciones (el período 1940-1982) e inferior al crecimiento del PIB en período 1983-2008. El debilitamiento del sector está en la base de la intensa pobreza rural y de la migración y explica la caída de su contribución a la generación del PIB total. La participación del sector al PIB continuó a la baja al igual que el ingreso y el empleo agrícolas, es decir no se frenó el retroceso prematuro del sector agropecuario en el PIB. A pesar de las reformas y los cambios en los precios relativos, el trabajo se traslada desde la agricultura a la construcción o los servicios no eficientes, pero a menor velocidad que lo esperable del retroceso en la generación del PIB. Por el lento crecimiento sectorial y la rezagada productividad, y a pesar de la migración, el ingreso rural representa tan sólo una fracción de los sueldos promedio de la industria. Durante lo que va de este siglo, el ingreso rural sólo ha representado el 30% del ingreso urbano. Las retribuciones al trabajo, como porcentaje del PIB, se contraen y esta tendencia es más acentuada en la agricultura (Puyana y Romero 2009). Esto se relaciona con la baja productividad laboral y el crecimiento más lento de la productividad agrícola. Véanse Gráficos II.2 , II.3a y II.3b.

IIIa. Sobre el establecimiento de los precios externos agrícolas y la evolución de los internos

Los precios internacionales muestran una tendencia al descenso que, de acuerdo a la ley de precio único y en razón de la gran apertura del sector, han arrastrado los precios internos (Puyana y Romero, 2008b). Los precios internacionales están influidos,



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entre otros, por las políticas de apoyo y de fomento de los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, como se detalla en Puyana y Romero 2008b. El acelerado y prolongado crecimiento económico de China cuya demanda de granos ha amortiguado la caída de los precios y, en sentido contrario, actúa la incorporación de Ucrania y Vietnam al mercado internacional de cereales y café, como grandes exportadores. Desde mediados de los setenta, el mercado agrícola internacional registraba aumentos de población, escasez de alimentos y precios al alza, lo que atrajo inversiones en apertura de la frontera agrícola y en desarrollo científico y tecnológico. Luego de caer en la primera mitad de los 80s, hasta el máximo de 1997, se inició una ligera recuperación que continúa hoy. Sin embargo, en dólares de 1990, los niveles de 19701980 no se han restablecido, por el acelerado crecimiento de la oferta. Este ambiente de precios bajos fue el que predominó durante las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT y la causa de que se pactaran aranceles vinculatorios y apoyos al productor tan elevados. (D.Ingco, 1995). Durante las negociaciones del TLCAN, 1989-1993, los precios de los cereales representaban cerca del 55 por ciento del nivel de 1980 (Puyana y Romero, 2008b). Para México, es definitiva la política de precios y apoyos a las exportaciones agropecuarias de los Estados Unidos, por ser su exclusivo socio comercial y el país que determina los precios internacionales de granos y oleaginosas entre otros. Según la FAO, en 1996 los precios de los principales cereales en EUA se redujeron y los precios mundiales siguieron a los de EUA. Varias razones explican el descenso de los precios internos de los productos agrícolas, que afectan a los bienes importables y a los exportables, contrario a lo esperable. Por un aparte, que en las negociaciones del TLCAN se “abandonó cualquier intento de definir reglas comunes sobre las medidas anti-dumping y compensatorias, como se hizo en Área de Libre Comercio de Estados Unidos y Canadá”, Smith, 1993. De esta forma, México aceptó que los Estados Unidos y Canadá mantuvieran sus políticas y sometió a sus agricultores a esa competencia desleal, cuando siempre ha sido claro que México no puede emular a estas naciones en monto de apoyos o subsidios. La segunda razón es la ausencia de mercados internos. Por la gran concentración de compradores, de importadores y de exportadores de productos agrícolas, no hay competencia y se anula cualquier efecto benéfico derivable de la liberalización (Puyana y Romero, 2008b) Los precios internos de prácticamente todos los productos agrícolas mexicanos han caído durante todo el

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período 1980-2008. Es notable el descenso de las cotizaciones internas del maíz, el jitomate y el fríjol, productos importables, además de los precios de frutas y de hortalizas, bienes exportables. En todos, los precios al final del período eran inferiores a los de 1990. Por otra parte, sorprende el descenso en los precios de los productos de exportación de México. Era de esperar que la apertura los elevara, al ampliar su demanda en los mercados externos y por ser bienes en los cuales México es competitivo y sus precios menores. Esto sugiere una pérdida del valor retorno de las ventas externas y menores ingresos a los productores y, ganancias en bienestar de los consumidores internos y externos. La creciente vinculación de las cotizaciones internas y las externas, generó, en la fase de reducción de precios, el deterioro en el precio nacional del maíz y afectó a los productores. El gráfico III.1 muestra la trayectoria de los precios internos de varios productos estratégicos para la economía nacional. Según Yúnez (2002), en los últimos 22 años la vinculación entre los precios domésticos y externos ha existido e intensificado durante la vigencia del TLCAN. La caída de los precios no logró ser neutralizada con los aumentos en volumen y en rendimientos con que respondieron los productores. Esta respuesta es particularmente interesante en maíz de temporal, que explica en mayor medida que el de riego el incremento de la producción nacional y pone en tela de juicio los argumentos sobre la ineficiencia de la producción campesina e invita a revisar muchos de los principios que dieron sustento a las reformas, tal como lo analizan en detalle Puyana y Romero (2008 b). y, por lo tanto se registra un descenso de casi el 50 por ciento en el valor de la producción de la gran mayoría de los principales productos, a precios constantes de 1993 (Puyana y Romero, 2009). El descenso del valor de la producción hasta 2008 es particularmente agudo en maíz, sorgo, tomate. Han perdido ingreso los productores sin que el beneficio para los consumidores se haya notado, por ejemplo en el precio de la tortilla o del fríjol.



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Gráfica III.1 Precios de jitomate, fríjol y maíz, entre 1980 y 2006 (pesos constantes de 1993 por tonelada)

Fuente: Cálculos propios a partir de información de SAGARPA y Banco de México.

Un argumento fuerte en la negociación del TLCAN fue que las caídas de precios de los alimentos por la liberalización, inducirían efectos positivos para los consumidores urbanos y para los pobres rurales, compradores netos de alimentos. Este raciocinio no es sólido, se respalda en análisis de equilibrio parcial y estático y no considera los efectos que se obtienen cuando “otros precios, relevantes en términos de bienestar y las cantidades, responden a los cambios en los precios de los alimentos”, de Gorter, et al, (2004). Al estimular la producción de alimentos y la demanda por mano de obra agrícola, los precios altos de los alimentos pueden beneficiar a la población rural pobre, incluso a la población pobre compradora neta de alimentos. Este efecto se realiza a través de la respuesta de los salarios Gorter, et al, (2004). Para establecer plenamente el efecto de los cambios en los precios de los alimentos se precisa un análisis detallado de los múltiples precios que afectan el ingreso de los hogares rurales, de la elasticidad de la demanda de mano de obra y de los salarios, respecto a los precios de los alimentos. Es razonable esperar que precios más altos de los alimentos y mayor empleo rural, incrementen la demanda rural de servicios, comercio al detalle, infraestructura. A la luz de estos estudios y razonamientos resulta dudoso sostener que la caída de los precios de los granos básicos beneficie indiscutiblemente a los productores rurales pequeños, pobres, compradores netos de alimentos.

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IIIb. Las inversiones públicas y los precios del sector agropecuario.

Las inversiones públicas en transporte, energía y en infraestructura agrícola elevan la rentabilidad del sector transable y la tasa de retorno de las inversiones privadas al rebajar los costos de operación, reducir el riesgo y elevar la demanda, estimulan las privadas y son un complemento de las políticas de ajuste. La respuesta de los agricultores a los cambios en los precios relativos está minada por “la inadecuada irrigación, inimaginativos e ineficientes servicios de investigación y extensión, o pobre infraestructura de transporte; la mejoría de estos bienes y servicios hace más por la agricultura que una política de precios altos” (Chhibber, A. 1989). En México esto implica un necesario avance en las inversiones totales públicas y privadas. La tasa interna de retorno de proyectos en los sectores transables es sensible a las inversiones públicas. Cuando éstas ascienden del 5 al 10% del PIB, y la formación bruta de capital fijo cubre entre el 25 o el 27%, la tasa de retorno de las inversiones privadas crece en por lo menos un 5% y si las públicas cubren una proporción no inferior al 45% de las totales, el incremento en la tasa de retorno puede ser del 14% al 20%, Ishan, J y Kaufman, D. 1995. En México la formación bruta de capital fijo no supera el 23 por ciento del PIB ni la pública el 3 por ciento. La inversión en agricultura es más deficitaria aún. Se considera como neutra, ni de fomento ni freno al crecimiento sectorial, una participación de la inversión pública en agricultura en la inversión pública total igual al peso sectorial en el PIB total. Es decir la razón de las dos es igual a uno, Schiiff, M y Montenegro (1995). En México el déficit de inversión pública en el sector agrícola se ha mantenido relativamente constante, cercano al 80% de la norma antes señalada e implica que el gobierno debería y podría elevar las inversiones en el sector, multiplicándolas por arriba de cuatro veces, si desea estimular su crecimiento y lograr las respuestas esperadas de la oferta agregada, Puyana y Romero 2008a. Este déficit sugiere +que las rigideces de la producción agropecuaria a los cambios en los precios se derivan de la falta de inversión rural. También es claro que un cambio tan radical en la asignación de la inversión pública no es fácil, por razones políticas, aunque el raciocinio económico lo justifique. De 1940 a 1982 la inversión pública por trabajador, de toda la economía, creció a una tasa promedio de 4.7% anual, marcando su pico máximo en 1980, mismo que



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no se ha recuperado aún. En contraste con este dinamismo, durante el período 19832005 la inversión pública por trabajador creció a una tasa promedio anual de 0.7%. Véase Gráfico III.2. La inversión pública por trabajador agropecuario ha ascendido a partir de 1997, pero permanece todavía a niveles muy bajos. La inversión pública era indispensable para compensar la caída de la demanda de trabajo y de salarios que acarrearía la apertura comercial en el sector, pero además era un elemento central para lograr aumentos sostenidos en productividad y competitividad. Gráfico III.2 Inversión por trabajador, 1940-2005 (Miles de pesos del 2000)

Fuente: nacional Financiera, La Economía Mexicana en Cifras, 1978; inEGi, Estadísticas Históricas de México, 1999; Presidencia de la República, informe de Gobierno, varios años.

Para los productores agropecuarios uno de los mayores problemas es el financiamiento. Por encima de los costos nominales y reales del capital, tasas de interés y la disponibilidad de crédito, los costos más importantes son los de transacción (disponibilidad de sucursales bancarias, tiempos del productor para realizar los trámites, identificación, conservación y disposición de colaterales, entre otras). Estos costos son mayores para la financiación de las actividades rurales que las urbanas, en razón del riesgo característico, las distancias y el tipo de garantías y debido al incipiente desarrollo de los mercados de futuros. La dispersión de los propietarios rurales, el riesgo, la inestabilidad, el monto de sus ingresos, el reducido tamaño y el gran número de los préstamos hace que los costos de transacción sean mucho mayores. Esto explica la escasa proporción del crédito total del sistema bancario al sector agropecuario ésta pasó de poco más del 4.5% del total en 1995 a poco más del 1% durante el período 2004-2009. Véase Gráfica III.3.

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Gráfico III.3 Proporción del crédito total del sistema bancario Al sector agropecuario (Banca Comercial y Banca de Desarrollo)

Fuente: banco de México.

Las políticas de crédito aplicadas por las agencias gubernamentales, para reducir las anteriores deficiencias, tienen resultados que en ocasiones contradicen sus objetivos. Establecer tasas de interés subsidiadas para el crédito de fomento agrícola, o en favor de los pequeños o medianos propietarios, genera un exceso de demanda y lleva a sustituir las tasas de interés con racionamientos (elevar los colaterales, mayores tramites, costo de asesorías etc.), de forma tal que el costo total del crédito por unidad monetaria, concedido a los clientes se eleva y no llega a los que mejor uso pueden hacer de él. En consecuencia los agricultores, especialmente los pequeños y medianos, acuden al crédito informal, extra bancario y pagan mayores tasas de interés a cambio de reducir los costos de transacción. En los años 80 y 90, sólo el 8% de los agricultores ubicados en los dos quintiles de menores ingresos recibieron crédito. Valdés y Weins, (1996). De acuerdo con un estudio sobre los mercados financieros rurales, elaborado por el banco Mundial, alrededor del 13% de las transacciones de crédito en el sector rural se llevan a cabo a través del sector formal (banca privada, de desarrollo, e instituciones financieras reguladas y no reguladas), y concentran el 59% de la cantidad total de crédito otorgado. El sector informal atiende el 87% de las operaciones de crédito, siendo el crédito comercial de proveedores (55%) la principal fuente de operaciones de este tipo, seguida de los préstamos de amigos y familiares (13%) y prestamistas (10%) A. Valdez and t. Wiens (1996)

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Al analizar la cantidad de tierras sembradas se nota un decremento en la superficie sembrada a partir de 1994 año en que se inicia el TLCAN en casi 2,000 hectáreas. Gráfica III.4. La cantidad sembrada de granos y oleaginosas representó, en promedio, el 90.1 % de las tierras sembradas totales (del 1994 al 2009) y se redujo, del 92.7% del total en 1994, a 90% en 2009. Gráfico III.4 Cantidad de hectáreas sembradas

Granos básicos: Arroz palay, fríjol, Maíz y trigo. t Oleaginosas: Ajonjolí, Cártamo, Algodón (semilla), y Soya. Otros Granos: Cebada y Sorgo (grano). Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

La siembra de frutas y hortalizas, en los cuales se asume radican las ventajas comparativas de la agricultura mexicana, captó el 2.7% de participación en la tierra sembrada que perdió, entre 1994 y 2009 el cultivo de granos y oleaginosas. Gráfico iii.3. Los productos frutícolas pasan de 5.2% en 1994 a 7.2% en 2009, en tanto que la horticultura registra un incremento menor, al pasar de 2.2% en 1994 a 2.9% en 2009. Este incremento en la tierra cultivada de estos productos resulta ciertamente insatisfactoria y se explica en gran parte por la falta de inversión tanto pública como privada, ya que estos son los productos de exportación más exitosos y solo registran en los últimos quince años incrementos marginales en el peso relativo de la tierra sembrada. Véase Gráfica iii.5. Un lado complejo de este avance de los cultivos de exportación es la importación creciente de los alimentos básicos y la dependencia alimentaría de México, que torna vulnerable a la población pobre respecto de los cambios en

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los precios internacionales o la tasa de cambio. Los movimientos registrados en estas variables explican el aumento de la inflación y de la pobreza registrado en México en los últimos dos años. Gráfico III.5 Porcentaje del uso de tierra de frutas y hortalizas

Productos Frutícolas: naranja, Plátano, Mango, Limón, Manzana, Melón, Sandía, Fresa, Papaya, Aguacate, Uva, Guayaba y Piña. Productos hortícolas: Jitomate, Chile verde, Cebolla, Papa, Zanahoria, Catomate verde. labacita y t Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

no todas las tierras, ni los climas son aptos para la producción de este tipo de productos. Los altos costos de entrada dificultan su ampliación, como son las inversiones para plantar frutas, muchas de las cuales tienen un período largo entre la siembra y la primera cosecha comerciable. La falta de inversiones en riego limita el potencial del cultivo de hortalizas, al igual que la insuficiencia de vías que permitan la salida a los mercados de productos altamente perecederos. En último lugar se debe mencionar el mal funcionamiento de los mercados, (de bienes, capitales y tecnología). Los mercados domésticos no son competitivos, están dominados por estructuras oligopólicas o monopsónicas: El mercado del maíz está controlado por no más de 27 agentes con gran poder de mercado. En granos, la concentración es mayor y reduce la proporción del precio final que reciben los productores, a menos del 30 por ciento. Lo mismo ocurre en el sector frutícola y de hortalizas, el más orientado al mercado de exportación (el mercado del aguacate está controlado por 7 comerciantes al por mayor, el de la naranja

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por 5 y el del tomate, por sólo 8 compradores), el productor no recibe más allá del 30-35 por ciento del precio final9.

IIIc. Tasa de cambio y penetración de mercados.

El impacto de la devaluación de 1994-1995 sobre el balance comercial agropecuario Mexicano sugiere la estrecha relación entre la tasa de cambio y la penetración de los mercados. “La devaluación de 1994-1995 dio un impulso a todas las exportaciones mexicanas ya que, como consecuencia de la devaluación, el dólar compró más del doble de bienes mexicanos. La devaluación del peso de 1994-1995 tuvo mayores impactos en el crecimiento de las exportaciones mexicanas de bienes a los Estados Unidos que todas las reducciones combinadas relacionadas con el TLCAN”, USITC (2003). Este análisis concuerda con los de Janvry, y con los nuestros (Puyana y Romero 2008b). El estudio agrega que la depreciación del peso elevó la participación de México en las importaciones totales de EUA en alrededor de 23%. Por otra parte, y en relación al impacto de la liberación comercial (aumento en las preferencias arancelarias y de las reducciones en el nivel de los aranceles), el estudio sugiere que la liberación en favor de México entre 1990 y 2001 indujo un incremento en su participación en las importaciones estadounidenses de 21%. De manera similar, la liberación comercial que México aplicó entre 1991 a 1999 elevó la participación de los EUA en las importaciones totales mexicanas en 13.7% y la devaluación del peso de 1994 redujo esa participación al 11.5%. Estos resultados sugieren que los efectos de la liberación comercial se ven ampliamente afectados por la política cambiaria. En efecto, si la apreciación real coincide con reducciones de las barreras arancelarias y no arancelarias y con caídas en los precios internacionales de los productos agrícolas, tal como ocurrió en los últimos 25 años, el impacto sobre los sectores comerciables se magnifica.10 Esta relación entre la tasa cambiaria y la penetración de los mercados internos, señalada por el Estudio de la U.S. International Trade Commission (USITC), puede ayudar a explicar el avance de la satisfacción por importaciones del consumo aparente nacional de muchos productos básicos. 9 World Bank, Mexico Land Policy – A decade after the EJido Reform. Colombia, Mexico, and Venezuela Country Management Unit Environmentally and Socially Sustainable Development Sector Management Unit Latin America and the Caribbean Region, The World Bank Report No. 22187-ME, 2001. Consultado en: http://doc.politiquessociales.net/serv1/ Mexico_Land_policy_A_decade_after_de_Ejido_reform.pdf 10

Puyana y Thorp, (1998).

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El crecimiento del consumo ha sido satisfecho, en buena medida, por las crecientes importaciones, las cuales han registrado incrementos mayores que el volumen de la producción. El abastecimiento por importaciones del consumo aparente marca también el grado de dependencia alimentaria, el cual se puede tornar crítico cuando los flujos externos se interrumpen, los precios externos suben por problemas climáticos, por ejemplo, o por cambios en las políticas de apoyos a la producción en los países exportadores o por devaluaciones masivas de la tasa de la moneda nacional. En México se ha incrementado el valor de este indicador, lo cual enfatiza la importancia de los vínculos externos para la satisfacción agregada de la demanda alimentaria. La participación de las importaciones en el consumo aparente supera el 40% en ajonjolí, algodón, arroz, trigo y en soya llega al 95%. En carnes es menor, pero sustancial el incremento en porcino, Puyana, Horbath y Romero, 2005. En el Gráfico III.6 se muestra una tendencia decreciente de la producción de productos agrícolas durante el período 1980-2000 llegando a 1.22 toneladas por habitante, en el 2001 se da un importante incremento llegando a 1.41 toneladas por habitante y a 1.58 toneladas en 2008. incremento que se explica por el crecimiento en “otros productos agrícolas”. La expansión de la producción por habitante total de 1994-2009 fue de 24% y el de otros productos agrícolas de 29%. Gráfico III.6 Producción nacional de productos agrícolas (Toneladas por habitante)

Otros Productos Agrícolas: Caña de Azúcar, tabaco, t Café Cereza, Alfalfa Verde, Avena, Maíz Forrajero, Sorgo Forrajero y Copra.

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Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

En tanto que el incremento de la producción de productos frutícolas durante el período 1994-2009 fue de 25%, el de productos hortícolas 26%, granos básicos de 11%, el de otros granos de 16%, y el del oleaginosas de -51%. Véase gráfico III.7. Esto confirma que los productos agrícolas en expansión son frutas y productos hortícolas y, por lo tanto, sorprende que la proporción de la cantidad de tierra total destinada a estos productos sea tan reducida y haya crecido tan poco. Una explicación es que, el agotamiento de la frontera agrícola para estos productos se haya acabado y obligado a elevar los rendimientos físicos por mejorías en las técnicas de cultivo y por cambios en las variedades y en los artículos producidos. Gráfico III.7 Producción nacional del resto de los productos agrícolas (Toneladas por habitante)

Granos básicos: Arroz palay, fríjol, Maíz y trigo. t Oleaginosas: Ajonjolí, Cártamo, Algodón (semilla), y Soya. Otros Granos: Cebada y Sorgo (grano). Productos Frutícolas: naranja, Plátano, Mango, Limón, Manzana, Melón, Sandía, Fresa, Papaya, Aguacate, Uva, Guayaba y Piña. Productos hortícolas: Jitomate, Chile verde, Cebolla, Papa, Zanahoria, Calabacita y t tomate verde. Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

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Dentro del sector pecuario destaca el incremento en kilos de la producción por habitante. La producción por habitante de aves creció 84.3% de 1994 al 2009, la de huevo en 63.5%. La producción de aves y huevo fueron superiores a la producción de ganado bovino o porcino. La producción de estos últimos se incremento en solo 2.8% y 7.7% respectivamente (sin embargo el crecimiento de ganado porcino es inferior si lo referimos a años anteriores a 1994, cuando la producción por habitante de este producto era superior a la registrada en 1994). Véase Gráfica III.8. Gráfico III.8 Producción nacional de productos pecuarios (Kilos por habitante)

Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

La producción de otros productos pecuarios registra las siguientes cifras: La producción de ganado ovino durante el periodo 1994-2009 registra un incremento de 48.4% aunque la producción por habitante se mantiene en niveles muy reducidos. En tanto que la producción de ganado caprino y miel se redujo durante el período. Por su parte la producción de leche se incrementó en 23 % durante el periodo 1994-2009 pero mucho menos con respecto a años anteriores, en los que la producción de leche fue superior a la registrada en 1994.11 De aquí se desprende que los sectores ganadores del sector pecuario han sido básicamente carne de ave y huevo. Los demás productos no muestran un incremento significativo en los últimos 28 años. 11

Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

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En cuanto a la balanza agropecuaria, a excepción de 1995 (debido a la devaluación de diciembre de 1994) durante todo el periodo de existencia del tLCAn LCA se han LCAn registrado déficit comerciales. Véase Grafico III.9. Esta situación es inaceptable si se considera la elevada proporción del subempleo y desempleo disfrazado que existe en las zonas rurales y en el resto de la economía. El producir productos agropecuarios no tiene prácticamente costos de oportunidad. Si se fomentara la producción agrícola no se dejaría de producir otra cosa, se puede expandir la producción pecuaria utilizando factores que actualmente se encuentran desempleados o subempleados. Gráfico III.9 Balanza comercial agropecuaria (Millones de dólares de 2008)

Fuente: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

IIId. La penetración de los mercados externos

Se esperaba que los cambios en los precios relativos, de las reformas y de las ventajas arancelarias a favor de México establecidas en el tLCAn LCA estimularían las actividaLCAn des agropecuarias en las cuales México tiene ventajas comparativas y “reveladas” y consolidarían la posición de México en los mercados internacionales. Las nuevas señales de precios podrían estimular la diversificación de la oferta exportable y de los mercados de destino de las exportaciones. México, con anterioridad a las reformas y al tLCAn LCA , se había consagrado como exportador en frutas y hortalizas, en muchos LCAn

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de los cuales copaba fracciones importantes de las importaciones estadounidenses mundiales. Se esperaba que estos productos jalonarían el crecimiento de todo el sector y atraerían inversiones y empleo. Esto no ha ocurrido, o no en la escala necesaria para que las derramas se evidenciaran. Usualmente las evaluaciones de las políticas de reforma estructural y del TLCAN, concentran el análisis en el crecimiento de las exportaciones o en el descenso de los precios internos de insumos, con lo cual la producción nacional ganaría en eficiencia, pero no se evalúa el desempeño de las exportaciones en los mercados de destino. Esta consideración es importante por varias razones. En primer lugar, México es el mayor proveedor del mercado de los Estados Unidos al concentrar más del 30 por ciento de las importaciones totales agropecuarias. En segundo lugar, la oferta mexicana de exportaciones está concentrada en un grupo reducido de productos, y su evolución afecta el comportamiento de todo el sector. México no ha logrado elevar su presencia en el mercado estadounidense, desplazando competidores externos. Aplicando el concepto de B. Ballassa, (1965) de Ventaja Comparativa Revelada, o índice de especialización a productos calificados como ejemplos de éxito exportador, el año 2007 registraron, índices de especialización menores, en comparación con los niveles de 199012. Por ejemplo, el jitomate perdió el 60 por ciento del valor de su índice de especialización, lo que significa que retrocedió en su participación en las compras externas estadounidenses en por lo menos un 35 por ciento y que otros exportadores ganaron terreno en ese producto en el mercado estadounidense. Lo mismo, aunque en menor grado, sucede con otras frutas, como los melones, las uvas y en general con las hortalizas. En contraposición, los productos que ganaron son el aguacate, el mango y la guayaba13. Estos son productos nuevos que están expandiendo sus ventas. La pérdida de presencia mexicana en algunos de los productos exportables ya consolidados en el mercado estadounidense, indica que las ventas externas mexicanas de esos productos crecieron menos que las importaciones totales que los Estados Unidos hicieron del resto del mundo, es decir que otros países aprovecharon más que México la expansión de la demanda estadounidense y que lo lograron, sin contar con las preferencias del TLCAN, aunque contaron con preferencias similares o mayores por virtud de esquemas preferenciales otorgados unilateralmente por Estados Unidos y Canadá a países con menor grado de desarrollo. Las preferencias que México recibió son pequeñas y pueden ser anuladas o reducidas 12

Según los datos obtenidos por el programa MAGIC, CEPAL, consultado el 28 de noviembre de 2009 en: http://www. cepal.org/magic/magic.aspx

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Ibidem

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por efecto de la apreciación, o por los costos de transacción más elevados derivados de la falta de infraestructura adecuada o de servicios de información o financieros o por ganancias en productividad en los países competidores mayores que las mexicanas (Puyana y Romero 2008 b). Que productos ya instalados en el mercado y que participan con una proporción mayoritaria de las compras externas estadounidenses no puedan hacer mayores avances, puede estar indicando lo difícil que es ganar terreno o mantenerlo cuando se es el exportador mayoritario. Puede ser que los compradores busquen diversificar proveedores, por cuestiones de gusto, novedad o diferenciación de productos. Los productos principales, que comprenden el 90 por ciento del total de exportaciones agropecuarias mexicanas14, perdieron peso en las importaciones totales estadounidense, ya que en 2007 concentraron el 43.0 por ciento de las importaciones totales estadounidenses, cuando entre 1990-1994 tenían el 45.915.

Conclusiones

Con las reformas estructurales, los programas de ajuste y la apertura, la cual incluye el ingreso al GATT y el TLCAN se eliminarían los elementos discriminatorios anteriores. El modelo guiado por las exportaciones buscaba, en teoría, ubicar los factores productivos de acuerdo a las ventajas comparativas mexicanas. En este sentido, la agricultura debía dinamizarse y ampliar su papel en el crecimiento de la economía. Las reformas se basaron en estimular nuevas relaciones de precios a los cuales respondería el sector agropecuario. El manejo cambiario debió ser un mecanismo central. Se debía procurar mantener una tasa real de cambio competitiva. No obstante, desde 1982 a la fecha, la tasa de cambios muestra una aguda revaluación real. Los elementos que moldean la respuesta de la agricultura afectan la formación de los precios y debilitan el efecto de éstos sobre el crecimiento sectorial. En primer 14

La información estadística que respaldan estas conclusiones se puede ver en el Módulo: “Evaluación de la Política de Comercio Exterior Bajo el TLCAN”, Cuadro N.2, de este proyecto,

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CEPAL, MAGIC, consultado el 28 de noviembre de 2009 en: http://www.cepal.org/magic/magic.aspx

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lugar, los precios externos tienen un alto elemento político y frecuentemente sus movimientos no responden a cambios en la productividad. Por otra parte, en el sector actúan varias relaciones de precios y al modificarlos en una dirección se pueden inducir cambios en las otras variables en el sentido contrario al esperado. Adicionalmente, los movimientos de los factores no son tan fluidos como se supone. La tierra y el clima son factores específicos a ciertos productos y su transferencia a otros más rentables no siempre es posible o sólo lo es con inversiones que elevan los costos productivos. El movimiento del trabajo tiene costos y es difícil. La inexistencia de mercados internos es otro elemento no considerado al diseñar las reformas y explica en buena parte el estancamiento del sector así como los limitados avances en productividad y en cambios en la estructura productiva o en la dedicación de la tierra. Pero uno de los elementos que en mayor grado afecta la tasa de intercambio es la falta de inversiones públicas y privadas en la agricultura. Eleva los costos de transacción y reduce la competitividad para los productos transables y de hecho actúan como una revaluación. Quizás el centrar las reformas y las expectativas de crecimiento del sector agropecuario en las señales de precios es una de las razones del evidente rezago del sector y de la falta de crecimiento. Se supone equivocadamente que su respuesta es fluida y sin costos. De igual forma el considerar solo el manejo cambiario al estudiar la evolución de los precios agrícolas, hace abstracción de los múltiples factores que actúan en la formación de los precios externos e internos y en los que limitan su transferencia a los productores o a los consumidores. La revaluación cambiaria intensa y sostenida durante largos períodos, a lo largo del modelo sustitutivo y en lo que lleva de vigencia el liderado por las exportaciones, ha producido efectos negativos sobre el sector agropecuario, en términos de su capacidad de aportar al PIB, generar empleo e ingresos y constituir un factor dinámico en la demanda interna. Los bajos ingresos acumulados durante tantos años han inducido los grandes flujos migratorios internos y hacia el exterior y las crecientes remesas, factor que puede estar contribuyendo a la revaluación cambiaria. Si las actividades agropecuarias no se hacen más rentables no habrá oportunidades de inversión, y si estas no ocurren es imposible incrementar la participación del sector en el producto nacional y en la generación de empleo. Para incrementar la rentabilidad del sector



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es necesario utilizar el tipo de cambio real como instrumento de política, realizar inversiones en infraestructura y revisar los compromisos internacionales que vinculan los precios internos con los internacionales.

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