EL ESPEJO DE LA ESTRELLA Por: Juan José González Cardoso

Este parque perteneció a Maximino Avila Camacho desde su construcción hasta 1953 y era conocida como “la Quinta Ofelia”, en honor a una de sus hijas. En 1953 Dolores Olmedo Patiño compra la propiedad y decide llamarla “El Batán”, retomando el nombre de un lugar que existió en la Segunda Guerra Mundial en las Filipinas, cuyo significado es “lugar exclusivo e intocable, sitio de reunión”. La señora Dolores, conocedora crítica y coleccionista de la obra de Diego Rivera, le permite en 1957 construir en el centro de la propiedad un espejo de agua, realizando con la técnica de “mosaico” (Vitro y veneciano con mármoles y ónix mexicanos) con motivos prehispánicos que denomina “El Espejo de la Estrella”. El Espejo de la Estrella no es una fuente, como la llaman regularmente quienes la conocen; es un Espejo de Agua. Los orígenes de los espejos de agua se remontan a los antiguos mayas que utilizaban sus canchas de juego de pelota como tales cuando las llenaban de agua hasta cierto nivel para utilizarlos como observatorios astronómicos. También cabe recalcar que la diferencia principal entre un el Espejo de la Estrella y una fuente es que en la fuente el agua sale a borbotones y en el espejo debe mantenerse quieta para poder observar las figuras que lo conforman. La primer labor fue derrumbar la fuente original, que iba a ser sustituida por “El Espejo de la Estrella”. Después se uso un piso de cemento sobre el cual se dibujo el contorno del espejo de agua, así como cada una de las ciento sesenta y cinco figuras. Finalmente se decoro cada una con pedazos de mosaico. A continuación se explican los elementos más importantes del espejo: La vida marina y la representación de elementos mexicanos prehispánicos son el tema del Espejo de la Estrella y cada una de las figuras representadas tiene un simbolismo particular. Podemos encontrar en la parte central de la sección mas grande a una mujer morena y de cuyas manos nacen chorros de agua. Esta mujer es Chachiutlicue, “Diosa de las Aguas Serenas” para los Náhuatl. Su nombre significa “La de la Falda de Jade” ya que como se puede observar porta una gran falda verde hecha de “chalchihuitl”, que es jade en lengua náhuatl. En muchas culturas se hacia referencia a ella como la esposa de Tlaloc, “Dios de la Lluvia”.

EL ESPEJO DE LA ESTRELLA Por: Juan José González Cardoso

Cerca del dique del espejo hay algo que asemeja a una mascara de color naranja el cual parece que esta siendo jalado hacia el, esta mascara nos presenta unos ojos muy al estilo de Rivera los cuales representan un sentimiento de tristeza o nostalgia. Se dice que esto representa el hecho de que en ese entonces Diego Rivera ya era un hombre enfermo y veía pronta su partida de este mundo. En el centro de la mascara hay un “olin” que es una representación prehispánica de algún desastre próximo, el que vemos ahí es el olin de movimiento. Justo del otro lado del dique, hay una media luna dentro de la cual hay un conejo que parece estar dando un gran salto. Si conjuntamos estos dos elementos obtenemos una luna y un sol que es la representación de una vieja leyenda prehispánica, la cual transcribo a continuación: Los antiguos mexicas creían que alguna vez la Luna había brillado tanto como el Sol, pero que luego fue castigada. Ésta es la historia que contaban los viejos sobre el nacimiento del Sol y la Luna. Antes de que hubiese día en el mundo, cuando aún era de noche, se juntaron todos los dioses en Teotihuacán, su ciudad, y se sentaron formando un círculo. -¿Quién se encargar de alumbrar el mundo? -preguntaron. Entonces Tecuciztécatl, que era muy rico y muy bien vestido, se puso de pie. -Yo tomo el cargo de alumbrar el mundo -dijo. -¿Quién ser el otro? -preguntaron los dioses. Pero nadie respondió, nadie quería tomar la carga. Uno a uno fueron bajando la cabeza hasta que sólo quedó el último, un dios pobre y feo, lleno de bubas y llagas, que se llamaba Nanahuatzin. -Alumbra ti, bubosito -le dijeron. -Así será -respondió Nanahuatzin mientras bajaba la cabeza-. Acepto sus órdenes como un gran honor. Antes de poder convertirse en soles para alumbrar el mundo, los dos dioses tenían que hacer regalos y ofrendas. Para ello les construyeron dos gigantescos templos en forma de pirámide que aún ahora se pueden ver en Teotihuacán. Cada uno se sentó arriba de su pirámide y estuvo ahí cuatro días, sin comer ni dormir. Tecuciztécatl ofrendó plumas hermosas de color azul y rojo, pelotas de oro y espinas rojas de coral de mar. Nanahuatzin no pudo regalar nada tan hermoso: en vez de plumas ofreció yerbas atadas entre sí, ofrendó pelotas de heno en lugar de pelotas de oro y regaló espinas de maguey pintadas de rojo con su propia sangre. Mientras los dos dioses hacían penitencia, los otros prendieron una inmensa fogata en , la cumbre de otro templo. Cuando terminó su penitencia, Nanahuatzin y Tecuciztécatl arrojaron al aire las cosas que habían ofrendado y bajaron de sus templos. Poco antes de la medianoche los otros dioses los vistieron para que se arrojaran al fuego. Tecuciztécatl se puso prendas de fina tela y un tocado de plumas; Nanahuatzin iba vestido con un maxtlatl y un tocado de papel. Era el momento esperado. Todos los dioses se sentaron alrededor de la inmensa fogata y Nanahuatzin y Tecuciztécatl se acercaron cada uno por su lado. -Tecuciztécatl, brinca tú primero -ordenaron los dioses. Tecuciztécatl se aproximó al fuego con paso firme, pero se detuvo cuando vio las inmensas llamas y sintió el calor abrasador. Otra vez volvió a intentarlo, pero tampoco pudo arrojarse a la fogata. Los dioses lo contemplaron en silencio hasta que hizo su cuarto intento. Entonces lo detuvieron. -Ningún dios puede hacer más de cuatro intentos. Has perdido. ¡Qué venga Nanahuatzin!

EL ESPEJO DE LA ESTRELLA

Por: Juan José González Cardoso El buboso caminó rápidamente y se arrojó al fuego sin detenerse un instante. Entonces el fuego comenzó a sonar y rechinar. En cuanto lo vio entrar a las llamas, Tecuciztécatl sintió tanta envidia que corrió tras él y se arrojó a su lado. Detrás de ellos entraron un águila y un tigre. Desde entonces esos animales tienen manchas negras en las plumas y en la piel. Después de que Nanahuatzin y Tecuciztécatl se quemaron en el fuego, los dioses se sentaron a esperar que saliera el Sol. Cuando el cielo se iluminó de color rojo, como se ilumina al alba, los dioses se pusieron de rodillas para saludar al nuevo astro. No sabían bien por cuál rumbo había de aparecer. Unos decían que por el Norte, otros por el Sur. Sólo el dios Ehécatl, el Señor del Viento, supo que el Sol debía aparecer por el Este y se arrodilló en esa dirección. Cuando salió el Sol, que era Nanahuatzin, se veía muy colorado, parecía que se contoneaba de una parte a la otra. Brillaba tanto que nadie lo podía mirar directamente. Pero poco después apareció la Luna, que era Tecuciztécatl, que brillaba tanto como él y tenía el mismo resplandor rojo. Cuando los dioses vieron a los astros juntos dijeron: -¡Oh dioses! ¿Cómo es esto? ¿Será bien que vayan ambos a la par? ¿Será bien que igualmente alumbren? Entonces uno de ellos corrió hacia la Luna y le arrojó un conejo. El conejo cayó en la cara de la Luna y apagó su brillo. Por eso la Luna ahora es menos brillante que el Sol y tiene un conejo marcado con todo y sus orejas en el centro de su rostro. Los dioses quedaron tranquilos, pues el único Sol debía ser Nanahuatzin, que se había arrojado primero fuego. Pero ni el Sol ni la Luna se movían, los dos se habían quedado quietos en el Oriente, arriba del horizonte. -¿Cómo podemos vivir? -se preguntaron los dioses. El Sol no se mueve y la Luna tampoco. Entonces habló uno de ellos: -Debemos morir todos, para hacer que el Sol pueda renacer. En ese momento se levantó un viento horrible que mató a todos los dioses. Sólo el dios Xólotl se negó a morir y para escapar al viento se convirtió en mata de maíz pequeña y después en un maguey pequeño y en un pez que tiene pies y que vive en las lagunas, llamado ajolote. Dicen los antiguos que ni siquiera con la muerte de los dioses se movió el Sol. Fue Ehécatl, el viento, quien hizo moverse, pues fue hasta donde estaba y lo empujó para que anduviese su camino. Detrás del Sol comenzó a andar la Luna. Por eso no se mueven juntos, sino que se mueven en distintas direcciones.

Cerca de la mano izquierda de Chalchiutlicue encontramos un Xoloitzcuintli que es el típico perro mexicano, también conocido como Xolotl, que era el Dios que dirigía al Sol hacia el ocaso y a los muertos por el camino hacia el “inframundo” Los viejos aztecas solían alimentarse con ellos y Dolores Olmedo les tenia un especial afecto y tenia varios como mascotas.

Junto al perro, encontramos una punta de lanza de obsidiana que se denomina “Tecpal”. Los tecpales eran cuchillos o puntas de lanzas utilizados para fines especiales y según su representación grafica era el uso que se les daba. El que tenemos en el espejo es un tecpal ceremonial o de uso domestico, como lo indican las flores que se encuentran dibujadas en el.

EL ESPEJO DE LA ESTRELLA Por: Juan José González Cardoso

Rodeando a Chalchiutlicue y abarcando casi toda la zona de mayor tamaño del espejo encontramos a Quetzalcoatl, “La Serpiente Emplumada”. Se pueden decir muchas cosas respecto a Quetzalcoatl, puesto que algunas culturas lo consideran como un ser humano que si existió y se le ha llegado a nombrar como “El Mesías de las culturas Precolombinas”, mientras que otras, como la azteca, lo veneraban como el Dios de la Inteligencia y el Viento, quien les enseño el arte de la orfebrería y el cultivo del maíz. Los mayas lo llamaban Kukulcan.

En la zona donde se angosta el espejo encontramos a la estrella que le da el nombre a la fuente y que simboliza a Dolores Olmedo, rodeada por otras 4 estrellas las cuales representan a sus hijos (Alfredo, Eduardo, Irene y Carlos Philips Olmedo) y que al mismo tiempo podría representar un símbolo de la amistad que el artista tenia con León Trosky, reconocido escritor y representante del movimiento comunista mundial.

Junto a las estrellas, y debajo del puente encontramos una serpiente “bicéfala”, es decir de dos cabezas. Esta serpiente nos recuerda a la Diosa Coatlicue “La de la falda de Serpientes” (Diosa azteca de la muerte y la tierra), la cual tenia dos cabezas de serpiente encontradas formando una sola cabeza. A su vez, el color azul de la serpiente evoca a Tlaloc, dándole un significado de dualidad (El bien y el mal, la vida y la muerte, la tierra y el agua).

A lo largo de todo el espejo podemos ver formas de diversos colores denominadas “anémonas”. Las anémonas son formas de vida marítima e invertebrada. También se les puede considerar como el simbolismo que utilizaban las culturas prehispánicas en sus códices para representar la comunicación.

EL ESPEJO DE LA ESTRELLA Por: Juan José González Cardoso

Cerca de la estrella, podemos ver un sapo o rana, que representa al mismo Diego Rivera, ya que algunas personas lo apodaban de este modo. Hay también una tortuga, ya que Irene, la hija de Dolores Olmedo así lo llamaba

También hay un par de serpientes de agua, las cuales nos recuerdan uno de los temas de la obra que es “la vida marina”.

El Espejo de la Estrella no puede ser llenado con agua ya que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, su esposa se encargo de remodelar y arreglarlo puesto que se encontraba en muy mal estado. Para ello tuvieron que hacer una serie de túneles debajo de el, ya que el INBA no permite que este tipo de obras sean maltratadas y o manipuladas directamente en su superficie, quitándole de ese modo las estructuras que soportaban el agua. Se cree que el Espejo es la última obra monumental que hizo Rivera.