EL DESPERTAR DE LA ORUGA

Armando Nougués Fernández

Título: El despertar de la oruga Autor: © Armando Nougués Fernández ISBN: 978-84-8454-595-8 Depósito legal: A-686-2007 Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33 C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante) www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante) www.gamma.fm [email protected]

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“A todos aquellos seres que con sus enseñanzas y su ejemplo nos ayudan a despertar”

PRÓLOGO Pocas veces he leído con más placer, con más identificación y con mayor provecho un libro, y hay razones para que esto sea así, porque rezuma humanismo, no tiene desperdicio, y porque Armando y yo coincidimos alguna vez en la experiencia con la que titula su libro. Lo que ocurre para que él haya llegado a ser maestro es que ha seguido ese compromiso de retorno que señala como obligación de servicio solidario con los demás, y yo me quedé a medias, sin dejar, eso sí, de ejercitar las enseñanzas que aprendí ¡Pocas cosas me hicieron más bien en mi vida personal! Para mí, leer su libro ha sido como asistir a un concierto coral orquestado, compuesto y dirigido por la misma persona. Su mensaje ya es en sí una preciosa melodía, pero es como si una orquesta le pusiera una resonancia de solemnidad que igual suena a gregoriano que a mantra, para entonarlo en una catedral o al borde de un valle lleno de hermosura con una panorámica lejana. Nada me extraña; quien conoce su inteligencia, junto a sus condiciones de seriedad, motivación, perseverancia, y decisión, no puede extrañarse de la aparición del “Despertar de la Oruga”, que comienza a relatar cuando de niño se extasiaba al verla tejer su crisálida para transformarse en mariposa y volar; un proceso al que ahora le da una especial dimensión mirándolo desde lo que persigue. El cuento trata de escenificar una trayectoria existencial que debemos seguir los humanos para acabar siendo mejores, trayectoria que él experimentó, recreó en su propio ambiente, y vive y aplica como razón de ser, escrita ahora en un lenguaje abstracto como si fuera un “koan”que despierta en mí otro: “Pr. Maestro, ¿Qué hay que hacer para ser como tú?”- Re. “La oruga hila”. Armando no nos da la respuesta sino que nos invita a trabajar; en su libro no nos describe los ejercicios sino que nos motiva.

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Yo recuerdo el camino, y puedo entenderme como oruga y mariposa en aquella aventura vivenciando la experiencia de un indudable enriquecimiento personal, pero, sobre todo, aprendí un camino que tiene todas las direcciones y marca todos los trayectos para que lo recorramos a discreción. Ahora, por ejemplo, lo sigo al revés, como volviendo a la crisálida de mi cuerpo para reponerme cada vez que lo necesito en la armonía sanadora de mi corporalidad. Tan especial es el disfrute que he llegado a sentir en ocasiones que me parece camino de espiritualidad. Estoy ya convencido de que, para sentirla, no hay que levantar los brazos y los ojos al cielo, sino sentarse en un rincón tranquilo, con los ojos cerrados y los brazos en el regazo, provocando esa situación íntima donde se siente el cambio. Alguien llama a eso orar y puede ser, porque la oración es silencio, no hablar, no aturdir sino, acaso, oír… ¡y yo, casi siempre salgo confortado! Y es que aprendí a utilizar mis sentidos interiores, que se activan con sólo quitar la atención de fuera y dirigirla hacia dentro, sentidos que captan el balanceo de la respiración, el ritmo pausado del corazón, el cosquilleo de un cuerpo pesado y caliente, un descanso especial, etc.; me digo y oigo cosas casi en duermevela, y ¡me despierto nuevo! Pero es que, si tengo tiempo de reflexionar sobre mi agenda de trabajo, lo que parecía pesado de hacer se me hace ligero, y lo que afrontaba a disgusto lo realizo lo primero y con decisión. Con la repetición, mi úlcera cesó, mi ansiedad se mitiga, me preocupan menos los aviones, entiendo mis debilidades, y un largo etcétera… Anatómico yo, he tratado de entender esos caminos corporales de fuera hacia dentro y de dentro hacia fuera en experiencias de nuestros místicos. La narración de “Las Moradas” podía ser una como la de la “Oruga”, porque nos lleva por cámaras profundas y oscuras para conducirnos a una última, hermosa y llena de luz, donde todas las experiencias transformadoras son posibles, incluso para el cuerpo que puede hasta elevarse o desfallecer. Es la levitación de los nuestros y el “samadhi” de los orientales, estos que, por otros pero en el fondo semejantes caminos de oscuridad, cuando han superado crecientes dificultades después de una vida contemplativa, empiezan a ver luces y oír músicas que les anuncian el “Encuentro”, la “Transformación”. Finalmente, Armando se enfrenta, inevitablemente, a que hay que morir, como yo lo hago porque coincidimos en no comprender que el

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cuerpo, protagonista tan meritorio de todas nuestras aventuras, nuestro vehículo, lo único que hemos tenido y que tanto ha sufrido con ellas, ese cuerpo compañero, digo, tenga un fin tan anónimo y triste como el de su descomposición hasta el polvo y la consiguiente desaparición. Pero, como “cada maestrillo tiene su librillo”, y yo lo soy, he buscado una salida airosa. Enseñando toda mi vida el cuerpo a los futuros médicos, siempre he pretendido atribuirle todas las capacidades imaginables para darle humanismo a su profesión, de cuidarlo y hacerlos sentirse orgullosos de hacerlo, y al final de su camino he querido, también, presentarlo más decorosamente en el desenlace de su extinción. Por la astrofísica podemos intuir que aunque ese polvo aludido llegue en su descomposición al extremo de liberar sus átomos constituyentes, pueden unirse estos en un camino de recreación sintetizando nuevas moléculas para configuraciones nuevas y diversas (“la energía no se crea ni se destruye…”), y al final –muy al final siguiendo las síntesisnuevas criaturas, las que sean, todo eso en una transferencia en el marco de la danza cósmica que no cesa, Pero, además, siendo los elementos constituyentes primarios muy pocos, todo lo criado tiene la misma estructura aunque pueda ser muy distinta su imagen, como que con ladrillo se puede hacer desde una torre a un portal. De esa manera, mi conciencia cósmica me ha llevado a ser más humilde en mi supuestamente privilegiada posición humana hasta poder sentirme hermano de un árbol, de una piedra, del aire, del agua… ¡de las mariposas ahora! Más ambiciosas, algunas filosofías trascendentes plantean también la posibilidad y/o la esperanza de la reencarnación o de la resurrección, y yo no me atrevo a profetizar, pero como no soy dogmático en su rechazo, con toda modestia estoy escribiendo el libro “Anatomía del Hombre Emergente”, porque siento desde mis argumentos que se puede emerger. Así como suena: ¡desde el cuerpo anatómico a la emergencia final!, claro que “emerger” no sólo puede hacerse hacia el cielo, para quien lo desee, lo merezca y/o lo consiga, sino que emerger puede ser, simplemente, salir, salir de nuestra indigencia a la transformación. …Y así, en el desideratum me llegué a preguntar por la posible emergencia espiritual que es la que más preocupa a la humanidad. Viendo, como hemos visto, que el cuerpo desaparece pero no se

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destruye en sus elementos constitutivos últimos para recomponerse en la creatividad cósmica, ¿es que tenemos algo dentro de nosotros tan inmaterial que pueda salir también pero, acaso, ahora para disfrutar el paraíso? Pues bien, he leído y asumido que este nuestro cuerpo, además de la actividad somática y la psíquica tradicionales, que son la misma cosa, acciona también, porque el ser humano ha sido creado para la relación. En este sentido, lo único inmaterial que puede ser construido en la materialidad de la existencia, lo único que no tiene por qué ser perecedero, lo único que pueda ser capaz de volar y meritorio hasta abrir alguna puerta “más allá”, me ha parecido que puede ser ese nuestro hacer, nuestras acciones. nuestra conducta, nuestra huella, nuestro testimonio. ¡Tenemos un compromiso que muchos no advierten y otros quieren olvidar, pero que se nos puede exigir! Hace un par de meses he podido leer en una teología recién editada, teología histórica, cercana, creíble por entendible, humana, nada dogmática ni enrevesada, escrita por una persona cercana y respetada por mí y hecha para seres como nosotros, que “la accionalidad puede ser el cuerpo resucitado” ¿Qué les parece? ¿Queremos más? ¿Hemos resuelto el problema? ¡Yo casi sí, porque entiendo que se pueda “emerger”, y que no me pregunten más! ¡Y termino para no ser más imprudente! No ha sido mi intención descubrir nada, y mucho menos añadir, modificar ni enriquecer una publicación tan espléndida, sino decir que, para mí, es verdad todo lo que ella propone, que el camino es el que Armando señala, con vericuetos, claro, como distintas son las posiciones y aspiraciones de cada ser humano. ¡Pero a todos nos toca ahora trabajar! ¡Mucha suerte! Miguel Guirao Profesor Emérito de la Universidad de Granada Julio de 2004

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INTRODUCCIÓN Hace mucho tiempo que he desarrollado el pleno convencimiento de que una de las inversiones más importantes que podamos realizar a lo largo de la vida, tiene que ver con todos los esfuerzos y energías que dedicamos a las actividades y tareas propias del crecimiento humano y del desarrollo personal. No habrá tiempo, dinero ni afán mejor empleado. Y esto es así porque la dedicación con ahínco a la tarea de crecer y desarrollarse logrará como resultado una vida más feliz. ¿Hay algo que deseemos con más anhelo que la felicidad duradera? En cada uno de nosotros, desde lo más profundo de nuestro ser, surge con fuerza el impulso que nos orienta hacia el bienestar. No debemos desoír esa llamada, más bien todo lo contrario, necesitamos dar respuesta. Sabemos que alcanzar una cota de felicidad cada vez mayor es una meta deseada por la práctica totalidad de la humanidad. Todos nacemos con el potencial necesario para alcanzarla. Y podemos lograrla siempre y cuando se atienda esta tarea de la misma forma en la que mimamos y cuidamos una planta cuando queremos que ésta florezca y sea bella. Por eso, quien consagra su energía con compromiso y constancia a conseguir la ambicionada meta, tiene muchas posibilidades de obtener como resultado una vida mucho más serena, armónica y plena. Sin embargo este deseo, en muchos casos, no va parejo con un mayor esfuerzo y dedicación para conseguir dicho logro. Cuando, responsablemente, decidimos tomar las riendas de nuestra vida y encauzarla en el sentido de la autorrealización personal obtenemos más beneficios de los que en un principio podríamos imaginar. Porque autorrealización y felicidad son dos realidades inseparables. Queda claro, pues, que incrementar el conjunto de nuestras capacidades latentes para que se manifiesten en el mundo de una forma

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noble, bella y solidaria es la manera más segura de conseguir vivenciar esa experiencia anhelada que conocemos con el nombre de felicidad. Pero conseguir una vida plenamente satisfactoria se imagina como algo bastante complicado y difícil para quienes se encuentran muy alejados de su propio proceso de desarrollo y crecimiento humano. Así suelen manifestarlo cuando son preguntados al respecto. A estas personas suelen sucederle dos cosas distintas. La primera es la falta de conexión con su Ser Interior, con su Espacio Interior. La segunda es considerar que la meta es tan lejana y tan complicada de conseguir que se desaniman antes de comenzar el camino. En este punto me gustaría destacar la siguiente consideración. Estoy convencido que es especialmente importante hacer notar que la mejora de la existencia no es algo que deba considerarse únicamente como el final de un largo viaje, sino que es posible comenzar a experimentar armonía y paz desde los primeros momentos, al tiempo que vamos avanzamos a lo largo de nuestra senda de desarrollo. Y, además, constatamos que al tiempo que nos beneficiamos nosotros mismos, también se benefician los demás. Esto último es especialmente importante. Por tanto, el autoconocimiento y el desarrollo humano no es, como algunos podrían pensar, una tarea individualista o intimista, centrada en la contemplación de nuestro propio ombligo. Muy al contrario es, sin lugar a dudas, la aportación más valiosa que podríamos llevar a cabo de cara a favorecer a todos los seres que nos rodean, tanto si son próximos como lejanos. El tiempo y el esfuerzo que dediquemos a la autorrealización (o al Despertar, como ha sido llamado tradicionalmente) ha de ser contemplado, pues, desde un punto de vista más universal y solidario de lo que se hace habitualmente. Evidentemente, ésta, es una opinión personal susceptible de ser mejorada, criticada y, por supuesto, no compartida por otros. Pero como cada uno nos manifestamos desde nuestro propio modelo del mundo y desde nuestra personal y peculiar visión que tenemos de la vida, no puedo sino afirmar que, de momento, es la más consistente y coherente que he encontrado. Está claro que si lo anterior fuese sólo y únicamente una mera opinión personal aislada y solitaria, sin ningún otro tipo de fundamentos,

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no tendría más valor que cualquier otra cosa que decimos a propósito de cualquier otro asunto. Lo bueno del caso es que es posible constatar que dicha creencia, explicitada de diferentes formas, ha sido sostenida por grandes maestros espirituales a lo largo de la historia de la humanidad tanto de oriente como de occidente, amén de muchas grandes figuras en el campo de la psicología humanista y transpersonal. “El Despertar de la Oruga” no es más que una serie de reflexiones metafóricas acerca del proceso de autorrealización y de la culminación de éste, el despertar. Este texto no pretende otorgarse la originalidad de haber inventado algo nuevo. Posiblemente todo haya sido dicho en diferentes momentos y lugares. Más bien trata de ser una puesta al día de ciertos antiguos mensajes que jamás debieron ser olvidados y que, ahora más que nunca, merecen ser repetidos en un mundo como el que nos ha tocado vivir. La propuesta que se plantea a lo largo del presente libro consiste escuetamente en lo dicho anteriormente: Aprender a desarrollar nuestras capacidades latentes para armonizar nuestra vida y, al mismo tiempo, mejorar la vida de los que nos rodean. Este planteamiento no corresponde a algo que se haya puesto de moda últimamente y que como tantas otras modas pasará en más o menos tiempo. Más bien lleva estando presente desde que el ser humano habita el planeta, adoptando distintas formas y manifestaciones según el momento histórico y la cultura en la que se ha transmitido. Pienso que involucrarse en un proceso de crecimiento y desarrollo humano es la actitud que nos conduce por el camino de nuestra propia evolución y, también, puede que una de las pocas salidas reales que nos quedan frente a la violencia, el terror y todo el cúmulo de dificultades planetarias a las que nos enfrentamos en estos momentos. Cuando era pequeño, como tantos otros niños, al llegar la primavera guardaba gusanos de seda en una caja de cartón. Buscábamos hojas de morera para alimentarlos y observaba atentamente, con la mirada limpia y curiosa de un chiquillo, el maravilloso momento en que comenzaban a tejer la crisálida, se encerraban en su interior y entraban en un letargo que, finalmente, les llevaría a salir del capullo transformadas en mariposas.

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He elegido este recuerdo de mi infancia para, a través de él, ejemplificar el proceso que todos debiéramos realizar para salir de esa especie de letargo en el que nos encontramos y así, finalmente, poder despertar y aportar al mundo todo aquello que realmente somos capaces de dar. A lo largo de estas páginas descubriremos algunas de las claves básicas y necesarias para quienes quieran comenzar a emerger del sueño que nos mantiene prisioneros en un mundo ilusorio. Por ese motivo hablo, también, del Camino del Despertar. Pensando en la posibilidad de que muchos de los lectores que accedan a este texto serán personas ocupadas y con poco tiempo disponible, decidí escribirlo en forma de artículos breves, distintos unos de otros y con sentido completo en cada uno de ellos. Así, con leer solamente unas cuantas páginas es posible obtener una cierta comprensión del asunto que se trate sin tener que recurrir a realizar lecturas más extensas. Como todas las cosas, el formato elegido tendrá sus ventajas y sus inconvenientes. Los textos, aparentemente muy variados, tienen un hilo conductor que puede seguirse en forma de frases cortas al principio de cada artículo. Ese hilo conductor es, precisamente, “El despertar de la oruga”. Lo más conveniente es comenzar por el principio y seguir la secuencia propuesta en el libro. Una vez realizada esa primera lectura, también, es posible, de vez en cuando, abrir las páginas al azar y leer, o bien dirigirse directamente a aquella parte del texto que más nos haya conmovido tanto en lo relativo a lo que pensamos, como en lo que se refiere a nuestros sentimientos más profundos. Algunos de los textos están inspirados en otros que escribí hace años para la Asociación Cultural Lotus (Asociación nacida en Málaga en el año1994, fundada por un grupo de personas interesadas en las actividades relacionadas con el crecimiento y desarrollo humano). Otros se escribieron ex-profeso para dar más sentido y completar el texto. El nexo de unión entre unos y otros, como la guía en la que se ensartan las perlas de un collar, es el deseo de despertar y la importancia de abrirnos al descubrimiento de nuestro Ser Interior. Ojalá que el trabajo realizado, no sólo por mí sino por todas aquellas personas que hacen posible que estas páginas lleguen a las manos de un lector, puedan generar algún tipo de beneficio en términos de crecimiento y desarrollo humano.

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DE ORUGA A MARIPOSA Cuando pensé escribir este libro lo primero que me vino a la cabeza fue la posibilidad de elaborar una especie de narración corta que, a modo de guión, fuese relatando el proceso del despertar de la oruga desde que se encuentra en el interior de su crisálida hasta que revolotea por el espacio, una vez transformada en mariposa. Los distintos fragmentos de este relato son utilizados como introducción de cada uno de los diferentes capítulos. Ese pequeño preámbulo resumirá la idea principal que luego se desarrollará en cada capítulo. A continuación, podrá leerse la narración completa que inspira el contenido del presente volumen. Espero que esta forma de exponer mis ideas y reflexiones resulte apropiada. EL DESPERTAR DE LA ORUGA (I) Desde mi estado actual siento un impulso hacia la autorrealización. Me doy cuenta de que mi verdadera naturaleza me llama a despertar. (II) A veces me percibo como latente mariposa, otras veces, cansado de la lucha, anhelo el dulce sueño de la oruga. (III) El interior de la crisálida nos resulta conocido y creemos que estamos seguros dentro de ella. Puede que sintamos el deseo de no querer salir de ahí. (IV) Pero ese refugio dentro de la ninfa resulta ser falso. Entonces se pregunta la oruga: ¿Es necesario seguir encerrada? (V) ¿Y si fuese cierto que es mi propia mente la que crea la prisión en la que me encuentro? (VI) Muchas orugas, mientras duermen, creen que están despiertas.

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(VII) Pero a veces, durante su sueño surge una desazón. Inconscientemente nos percibimos desvalidos e incompletos. (VIII) En el interior de su crisálida la oruga durmiente imagina que está separada del resto de las orugas. (IX) Y en su confusión se siente tentada a no mostrar su naturaleza luminosa. (X) Pero cuando se abre a lo posible, un nuevo mundo aparece ante sus ojos. (XI) Y el lenguaje de los sueños, cada vez más claramente, le desvela su verdadero Ser. (XII) Una llamada profunda conmueve a la oruga, y todavía dentro de su encierro comienza su peregrinar hacia una nueva vida. (XIII) Entre sueños, aún, la oruga se pregunta, ¿cuando salga del capullo, quién guiará mi viaje? (XIV) La oruga se da cuenta de que está atrapada en otra crisálida más sutil que no puede ser abierta por la fuerza de sus músculos. (XV) Llegado el momento, algo sucede y la oruga reconoce su verdadera naturaleza. (XVI) Así, antes de tornarse mariposa, la oruga debe morir como tal. (XVII) La transformación más radical es la que muestra al verdadero Ser. (XVIII) En un instante se encuentra con su nuevo cuerpo, ¿siendo la misma cómo puedo ser tan diferente? (XIX) Cuando la mente se transforma, incluso dentro del limitado capullo es posible encontrar el espacio del universo. (XX) Así la mariposa comienza a percibirse con capacidad para transformar su entorno y elige crecer y salir al exterior para inundar de color nuestro mundo. (XXI) La mariposa se pregunta, ¿será seguro el mundo que encontraré? (XXII) Al salir al exterior, la mariposa expande sus alas y el aliento de vida llena su ser. (XXIII) Recuerda la mariposa que fue la voz del silencio quien le anunció el despertar. (XXIV) Abierta a un Mundo Sagrado la mariposa emprende su aventura.

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(XXV) Y es la propia Inteligencia de la Vida la que anima el vuelo de la joven mariposa. (XXVI) Entonces descubre que ella misma forma parte de la propia Sabiduría del Universo. (XXVII) Saliendo del jardín emprende el viaje sin retorno. Al tiempo que se aleja por el sendero, más cerca se encuentra de sí misma. (XXVIII) Su valor y su coraje le permiten seguir su destino, a pesar de las dificultades que encuentra. (XXIX) La experiencia en el mundo la transforma y la hace más libre. Llega a conocer la realidad de un modo diferente. (XXX) Cumplido su ciclo, la mariposa, finalmente, abandona su cuerpo y prosigue su viaje, en el que nuevos campos y nuevas flores le esperan.

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-I“Desde mi estado actual siento un impulso hacia la autorrealización. Me doy cuenta de que mi verdadera naturaleza me llama a despertar”

¿DEBE LA ORUGA DESPERTAR? Una oruga es un ser que repta por la tierra o por las ramas de alguna planta. Muchas personas las confunden con los gusanos. Pero un gusano es un ser vivo cuya forma adulta es esa, mientras que una oruga no es más que una de las fases del desarrollo de cierto tipo de insectos, al final de la cual aparece ante nosotros un ser de mayor belleza: La mariposa. En general, para la mayoría de la gente, exceptuando posiblemente a aquellos que se dediquen a su estudio, las orugas tienen un aspecto desagradable e incluso repugnante. Cuando en alguna ocasión hemos jugado a eso de qué animal te gustaría ser, no recuerdo que nadie haya deseado nunca convertirse en oruga (ni tampoco en gusano). Parece que no poseen cualidades deseables para el ser humano. En cambio, una mariposa nos sugiere algo distinto. Instantáneamente, cuando pensamos en ella, nos vienen a la cabeza ideas de belleza, libertad, eclosión de vida, sencillez, pureza, etc... Obviamente la mariposa no es más que una oruga que ha completado con éxito su proceso de transformación. Dicho de otro modo, esa oruga que nos repele no es más que una hermosa mariposa que aún no ha llegado a expresar todo su potencial. La oruga, después de una reptante vida en la que comer y sobrevivir se convierten en la principal ocupación, construye su crisálida quizás buscando seguridad o tal vez descanso, y tal vez imagine que su tarea ha finalizado y que podrá permanecer a gusto en su interior. Sin embargo, cuando llega el momento apropiado la crisálida se abre, la piel de la vieja oruga queda en su interior como testigo mudo de su pasado, y se muestra ante todos como un ser transformado, una mariposa que vuela libre por el espacio. Pero es posible que la oruga dentro de su crisálida tenga la tentación de querer permanecer en su encierro, ¡se está tan bien y tan calentito ahí

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dentro! Mientras que, por el contrario, fuera, en el mundo, el futuro se vislumbra incierto. De forma análoga al proceso de transformación que lleva de la oruga hacia su estado final de mariposa, podríamos admitir que esa especie de estado intermedio en el que nos encontramos actualmente la mayoría de nosotros, no es más que un punto de espera en nuestro camino de transformación hacia la manifestación de un ser humano plenamente realizado. Decía el Premio Nobel de medicina Konrad Lorenz: “El eslabón perdido entre el simio y el ser auténticamente humano somos nosotros”. Nuestra vida cotidiana se parece al sueño de la oruga. Buscamos paz y seguridad dentro de nuestra crisálida. Somos incapaces de percibir que es en su interior donde construimos la prisión que nos limita y nos impide ser verdaderamente libres. Cada cual construye la suya y experimenta la tentación de permanecer en ella. Llegamos a pensar y a sentir, al igual que pensará y sentirá la oruga, que el estado natural es habitar nuestra propia cárcel. Por extrañas y a veces complejas razones preferimos permanecer en estados conocidos para nosotros, aunque estos no sean placenteros, en lugar de arriesgarnos en la incertidumbre que acompaña a todo cambio y transformación. Es frecuente que exista una cierta resistencia a los cambios. Nos sentimos atrapados por la inercia de las situaciones y de la vida, como si careciéramos de la capacidad para salir de ellas. Si en la crisálida se está tan a gusto, ¿debe la oruga despertar?, o pasando la pregunta al plano humano, ¿debemos nosotros despertar? Cualquiera que haya experimentado la agradable placidez de un sueño profundo siente una cierta nostalgia de ese estado cuando despierta. Con frecuencia notamos una determinada atracción, como un deseo que nos incita a permanecer en esa especie de limbo en el que caemos mientras dormimos, y en el que creemos estar felices y en paz. Entonces, ¿tenemos necesariamente que despertar?, ¿acaso no estaríamos mejor durmiendo? Pero a pesar de la aparente comodidad y la inercia, desde lo más profundo de cada uno de nosotros, surge un impulso imparable que tiende hacia la autorrealización y nos alienta a alcanzar el desarrollo

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y la plenitud de todas aquellas semillas y capacidades con las que hemos venido a esta vida. Esta es la fuente desde donde surge la energía y la fuerza para vencer el letargo y romper la crisálida, es decir para despertar. Porque sin que lleguemos a saber muy bien por qué, somos capaces de intuir que si despertamos nos abriremos a la experiencia de una vida distinta. Nos sentiremos más conectados con nosotros mismos y con los demás, y puede que también deseemos comprometernos en la tarea de ayudar a despertar a otros. Ante este reto, tratar de hacerse el sordo o querer evitar cualquier implicación, no es más que renunciar a ser nosotros mismos y a la posibilidad de aportar a la sociedad aquello que ésta necesita y espera de nosotros. Por dicha razón no nos queda más remedio que, igual que lo hace la oruga, tratar de despertar para poder mostrarnos en toda nuestra plenitud. Queda claro, entonces, por qué debe despertar la oruga: Para poder realizarse y expresar en el mundo su verdadera naturaleza y desarrollar todo su potencial. Esa es la razón por la que también debemos despertar nosotros. Pero si verdaderamente estás convencido de que no eres más que una oruga y de que el mundo de la mariposa es pura fantasía y una invención de algunos cuantos, entonces puedes continuar sumido en tu plácido sueño dentro de tu crisálida. Posiblemente la vida te seguirá regalando aquellas oportunidades y experiencias que en estos momentos necesitas. Ahora, mientras escribo, comienzo a darme cuenta de que la luz del día hace innecesario el foco que me alumbraba. Salgo a la terraza y observo el volar de algunos mirlos y el sonido de los pájaros cercanos. El día también ha despertado. Toda la naturaleza se abre a la vida expresando su energía en cada momento, entonces, ¿por qué no despertar y hacer posible un nuevo amanecer para cada ser humano?

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