El deseo es el deseo del otro. La influencia de Hegel en Lacan

El deseo es el deseo del otro. La influencia de Hegel en Lacan. Marcela Negro de Leserre Su influencia no es directa. Lacan fue introducido a Hegel ...
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El deseo es el deseo del otro. La influencia de Hegel en Lacan.

Marcela Negro de Leserre

Su influencia no es directa. Lacan fue introducido a Hegel a través de Alexandre Kojève, de manera que su aproximación al filósofo está mediatizada por la interpretación que Kojève hace de los textos hegelianos (interpretación con la que otros autores –como, por ejemplo, Gadamer- no coinciden).

Lacan participó en los cursos de Kojève sobre ‘La fenomenología del Espíritu’ (1933-34), y se apoyó en algunos de sus conceptos para desarrollar los propios. En este artículo se revisarán los textos de Alexandre Kojève y, cuando se hable de la influencia de Hegel en Lacan, el lector estará advertido de que se está hablando de la interpretación que Kojève hizo de Hegel. Se realizará una breve puntuación de dos de sus textos: “La dialéctica del amo y el esclavo” y “La idea de muerte en Hegel”, y se señalarán 4 cuestiones: el deseo como deseo del otro y como deseo de reconocimiento, la dialéctica del amo y el esclavo y el concepto de negación. Los conceptos mencionados son necesarios para comprender cómo entiende Lacan la relación del yo con el otro, del sujeto con el Otro y del sujeto con el objeto a. Estos temas están concebidos a partir de la idea hegeliana del deseo, puesto que, para Hegel, el hombre desea ser reconocido por el otro como hombre porque esta es la única forma de saberse hombre y el modo en que esto sucede es vía el deseo, que es lo verdaderamente propio del hombre. Así, el deseo queda inevitablemente enganchado al otro/Otro.

a) El deseo del hombre es el deseo del otro. Cuando el hombre se dirige al objeto es absorbido por éste. Sólo el deseo vuelve al hombre nuevamente hacia su subjetividad. (El hambre, por ejemplo, saca al hombre de la contemplación del objeto y dirige su atención hacia sí). El deseo empuja al hombre a la acción para satisfacerlo. La acción del hombre se caracteriza por ser un movimiento que transforma el objeto hacia el que se

dirige. Lo transforma en función del hombre; entonces, la acción del hombre es negadora (niega al objeto en tanto tal), y transformadora (suprime esa realidad objetiva en el acto de transformarla, dando su origen así a una realidad nueva, subjetiva).

La acción satisface el deseo al destruir la cosa en sí y transformarla en para sí. (La cosa deja de ser una entidad otra y pasa a ser un elemento creado, producido, transformado por el hombre que contiene, en él, algo del hombre).

Sin embargo, el hombre, para ser verdaderamente hombre, debe trascender su naturaleza animal. Su condición animal es lo que Hegel llama el ‘ser-dado’ (no creado por acción consciente y voluntaria). Ese ser dado no tiene nada que ver con la condición humana. La condición ‘humana’ del hombre no es dirigir esta acción sobre las cosas. Lo propio del hombre es dirigirse hacia aquello que supera la condición animal, la realidad dada, el objeto natural. Lo que supera el objeto natural no puede ser ninguna otra cosa más que el deseo, otro deseo como el propio, es decir, un deseo de transformar lo dado, un deseo humano.

Entonces, lo propio del deseo humano es dirigirse hacia otro deseo humano. Ese ser que se nutre de deseos será, en su ser, deseo, creado él mismo como deseo por su deseo; ya no un ser cosificado, estático, en identidad consigo mismo. Sino que será en su esencia devenir, vacío, presencia de ausencia. Su ser consistirá en ser lo que no es. Su forma no será el espacio sino el tiempo.

“Ese Yo será así su propia obra: será (en el porvenir) lo que él ha devenido por la negación (en el presente) de aquello que ha sido (en el pasado), pues esta negación se efectúa en vista de lo que devendrá. En su ser mismo ese Yo es devenir intencional, evolución querida, progreso consciente y voluntario”. (Kojève, 1996,13)

Así, vemos que lo propio del deseo del hombre es satisfacerse en la transformación del deseo de otro hombre. Transformación que niega ese deseo en tanto otro y lo transforma en para sí. Transformar un deseo humano

es conseguir que ese deseo se dirija hacia el propio deseo. Esto es lo mismo que decir que el deseo del hombre se satisface en ser reconocido como deseo por otro deseo. A la condición humana, el hombre accede únicamente cuando es reconocido por otro hombre, como hombre. No le alcanza con tener certeza subjetiva de ser hombre, sólo puede saber que ésta es verdad, si es reconocido por otro como tal. Así, el hombre sólo puede ser reconocido como hombre, por otro hombre. Y, el hombre sólo desea ser reconocido como hombre, para poder ser hombre. Entonces, su deseo es que su deseo sea objeto de deseo de otro deseo, lo cual implicaría ser reconocido como hombre. Dicho de otro modo, si sólo desea ser reconocido como hombre, y esto sólo puede realizarse a través de otro hombre, su deseo necesita: 1) la presencia de un deseo humano, porque es el deseo humano el que se dirige a otros humanos y no a cosas, y 2) necesita que ese deseo humano se dirija a él pues si se dirige a él, es porque lo considera humano. Pero, 3) ese otro se dirige al hombre (al que desea ser reconocido) en tanto que deseo, puesto que él también para saberse hombre necesita de un deseo que lo reconozca como tal. Entonces, el deseo del hombre es el deseo del otro. Como se decía antes: el deseo del hombre es que su deseo sea objeto del deseo del otro. O si se dirige a un objeto natural, ese deseo es humano si el objeto al que se dirige es un objeto deseado por otro, o sea, “’mediatizado’ por el deseo del otro dirigiéndose sobre el mismo objeto: es humano desear lo que desean los otros porque lo desean”. (Kojève, 1996, p. 14) Así, el hombre se sabe hombre, por intermedio de otro hombre. El hombre es tal por la mediatización del reconocimiento del otro. La sociedad es humana si está formada por deseos que se desean mutuamente. El hombre verdaderamente humano es el que se sostiene en la interacción social.

b) El deseo de reconocimiento. El deseo humano se satisface por la acción negadora; acción negadora de su deseo animal, que implica arriesgar la vida animal en pos de satisfacer su deseo humano.

Desear el deseo del otro es desear hacerse reconocer por otro como hombre. Esto supone negar el ser-dado que uno es y negar el deseo del otro como ser dado, objetivo, independiente de sí. Es arriesgar la propia vida (animal) buscando la muerte del otro (al menos, como ser absolutamente otro que uno). Debe suprimir su ser (el ser del otro deseo) fuera de sí (de uno). Esta es la acción del hombre. Es siempre una acción negadora de lo que es; y es creadora, transformadora. Supresión de lo otro en tanto que otro y transformación de lo otro en uno. El deseo humano es el deseo de que el otro reconozca a ese deseo como aquello deseado por él. El deseo humano es querer imponerse como valor supremo para el otro deseo. El deseo humano es un deseo de reconocimiento.

Mientras que el otro no lo reconoce, el hombre encuentra su propio valor, su propia humanidad en el otro, no en sí. La única forma de poseer él mismo su humanidad (de que su humanidad no sea en el otro) es si suprime su ser como ser-otro, y esto sólo es posible si el otro lo reconoce. Si la dignidad humana el hombre sólo la recibe del otro, mientras el otro no la dé, el hombre no la tiene. Su esencia humana es otra que él, está en el otro, no en él. Si este es el caso, entonces, el es otro, su esencia está fuera de sí. Debe suprimir su ser otro para tener dignidad humana. Es por esto que entabla una lucha de prestigio con el otro, para llegar a ser reconocido por él y, de este modo, ser hombre en sí. La única forma de que su humanidad esté en él es que el otro reconozca la humanidad en él. Desea ser reconocido porque del reconocimiento del otro depende su propia humanidad. El deseo de reconocimiento es el deseo de un deseo, deseo de la presencia de la ausencia de un ser-dado.

c) La dialéctica del Amo y el Esclavo. La búsqueda de reconocimiento, para Hegel, inevitablemente toma la forma de una lucha, ya que aquel que busca ser reconocido sólo puede serlo en la medida en que haga de ese otro, alguien que lo reconozca a él. En esa lucha lo que el hombre busca es dejarle la vida y la conciencia y destruir solamente

su autonomía, es decir, suprimirlo en tanto que otro que se le opone y actúa contra él; en síntesis, debe someterlo. Así, la relación esencial entre los hombres se instala como una relación de lucha en la que se pone en riesgo la vida, no por necesidad, sino por puro prestigio (para ser reconocido como hombre). En esa lucha puede suceder que se maten ambos contrincantes o que uno muera. Pero, en ambos casos desaparece la posibilidad del reconocimiento. Sólo cuando uno de los dos, por temor a perder la vida, se rinde y acepta abandonar su deseo y satisfacer el deseo del otro, el vencedor logra el reconocimiento. Inevitablemente, quien salga vencedor será amo, y quien sea vencido, esclavo. Para Hegel, el vínculo Amo-Esclavo es la relación social fundamental. Entonces, para que exista una sociedad, tiene que haber dos comportamientos humanos diferentes.

Ahora bien, el esclavo, no ha alcanzado su dignidad humana porque ha renunciado al reconocimiento por miedo a perder la vida. No goza de las cosas que produce, -sólo las transforma por el trabajo- porque trabaja para el amo a quién entrega su producto. A su vez, el amo consume lo que obtiene del trabajo del esclavo: goza de las cosas y las destruye al consumirlas, pero lo consigue únicamente gracias al trabajo del esclavo.

Por otro lado, el amo se encuentra en la situación de ser reconocido por alguien a quien él no reconoce con dignidad humana, pues es esclavo. Se halla en una situación sin salida, ya que Su reconocimiento no le sirve. Luchó para ser reconocido como hombre por otro hombre pero terminó siendo reconocido por un ser-dado. Los demás lo reconocen como amo porque tiene un esclavo, al tiempo que lo que él hace como amo es consumir lo que produce el esclavo. Se ve que la verdad del amo es el esclavo y el amo es la imagen invertida y falseada de lo que quería ser.

En cambio, al esclavo que sí reconoce al amo, sólo le hace falta lograr hacerse reconocer por él para establecer el reconocimiento mutuo, -que es lo que satisface al hombre plena y definitivamente. Para Hegel, el hombre satisfecho será quien haya suprimido dialécticamente su esclavitud.

El esclavo es esclavo por la angustia de muerte que -en la lucha con el amo- lo llevó a no arriesgar su vida, y no por elección. Por eso se encuentra en desagrado con la situación de esclavo, teniendo el deseo de trascenderse, superarse. Lo logra por medio del trabajo, que es la forma de transformar el mundo natural en un mundo tecnificado, cultural. El esclavo se trasciende transformando el mundo porque, aunque lo hace para otro, lo entrega a otro, aun así, se reconoce en el producto que elabora. “El porvenir de la Historia pertenece, no la Amo guerrero que, o bien muere o se mantiene indefinidamente en identidad consigo mismo, sino al Esclavo trabajador.” (Kojève, 1996, p. 31)

Es el trabajo, el que realiza al hombre. El hombre que se realiza como hombre es aquel que es resultado de su interacción con los otros. El amo no produce nada, solo consume lo producido por otros. Su satisfacción sólo le interesa a sí mismo y entonces, no puede ser reconocido por nadie más que por él. El amo goza consumiendo, destruyendo la cosa, en cambio, el hombre libre, transformándola, formándola. Esa es la verdadera acción negatriz: presencia de ausencia. El esclavo crea su producto, pero, siendo éste su creación, es a la vez autónomo, independiente del hombre:

“[...] ese trabajo no es histórico, social, humano sino a condición de efectuarse contra el instinto o “interés inmediato” del trabajador, el trabajo debe efectuarse al servicio del otro, y debe ser un trabajo forzado, estimulado por la angustia de la muerte”. (Kojève, 1996, p. 33)

“No se arriesga en realidad la vida en esa lucha por puro prestigio para poseer la cosa disputada; es para hacer reconocer su derecho exclusivo a la posesión”. (Kojève, 1982, p. 104) El esclavo crea su producto, pero, siendo este su creación es, a la vez, autónomo, independiente del hombre.

d) El concepto de negación (la idea de muerte).

Se ha hablado de este concepto en los apartados anteriores. Se señalarán algunos puntos.

1. La negación es el acto propio del hombre. Su acción propiamente humana es siempre creadora, transformadora y eso la convierte en negadora de lo dado, del objeto natural. En esa transformación, el hombre pone, en el objeto transformado, algo de sí, y, en ese acto, se manifiesta también el rasgo negador de la acción humana, porque rechaza el objeto como ente en sí mismo, modificándolo, y en esa medida, le quita su independencia y lo convierte en un objeto para sí, o sea, en relación al hombre. Dicho de otro modo, el hombre asesina lo que es, transformándolo, por su acción, en otra cosa que, ahora, es su producto (es aquello que el hombre ha hecho de ella). El hombre, ahora, está presente en la cosa, ésta no es independiente de él. Se trata de suprimir conservando.

2. Y, fundamentalmente, la esencia del hombre es la negatividad porque la esencia del hombre es la acción negadora de su ser dado y transformadora de éste en algo creado por él. Negándose se crea porque en el acto de negarse se transforma, de lo que era, en otra cosa.

3. Ahora bien, el hombre se crea como hombre en la lucha en la que la negatividad se manifiesta por la aceptación del riesgo de perder la vida (amo) o en la angustia de la conciencia de muerte que lleva a no continuar la lucha (esclavo), lucha en la que el hombre, voluntariamente, se enfrenta a la posibilidad de su muerte, no por necesidad, sino por puro prestigio.

Hegel homologa negatividad y muerte. Por eso, para Hegel, el hombre es plenamente humano cuando es consciente de su finitud, cuando acepta y soporta plenamente su propia muerte.

4. El hombre es deseo de un deseo, es un deseo que desea otro deseo: vacío dirigido a un vacío, que rechaza la identidad (el ser-dado) en la búsqueda de ser un puro devenir, un puro acto de transformación (en un ser no dado), un ser sostenido en no ser ente. Por eso, Hegel dice que el hombre es su

muerte, lo humano del hombre es su suicidio (matarse como ente y ser puro devenir, puro deseo de un vacío). Es un asesinato de sí, consciente y voluntario. La negatividad no es otra cosa más que la finitud del ser. La negatividad no es más que el deseo de un vacío. 5. Hegel identifica negatividad con libertad: la muerte es la manifestación auténtica de la libertad, porque la libertad, el hombre la obtiene en la medida en que mata lo dado en él, para ser plenamente humano: un ser puro devenir intencional. “La libertad es la autonomía frente a lo dado”. (Kojève, 1982, p.81)

Lacan con Hegel Lacan ha sido un teórico con una base filosófica muy sólida. Su conocimiento del área fue muy vasto. Este saber le fue útil como punto de apoyo. La lectura –por vía indirecta, a través de Kojève- de Hegel, le abrió una perspectiva fundamental en lo que respecta a la constitución subjetiva. La fórmula ‘el deseo es el deseo del otro’ fue concebida por Lacan en el plano de los tres registros. A nivel imaginario, yo deseo el objeto que desea el otro porque yo soy el otro. A nivel simbólico, se desea ser reconocido por el Otro, porque esto supone ser deseado por el Otro, y si así sucede, el sujeto puede constituirse como sujeto de deseo. A nivel de lo real, Lacan introduce la cuestión de que el Otro no sabe de su deseo, es un deseo inconsciente y es un deseo de a; de ahí parte la necesidad de la pregunta del sujeto para constituirse: ¿qué objeto a soy en el deseo del Otro? En el primer caso, la consecuencia es la agresividad imaginaria, en el segundo, la mediación y la función constituyente de la palabra bajo la forma de que el sujeto recibe del Otro su propio mensaje en forma invertida, y, en el tercero, la angustia.

Todas estas modalidades del deseo como deseo del otro son determinantes para la estructuración psíquica, es decir, para la constitución subjetiva.

Bibliografía - KOJÈVE, A., La dialéctica del amo y del esclavo, 1996, Bs. As., Fausto. - KOJÊVE, A., La idea de muerte en Hegel, 1982, Bs. As., Leviatán. - LACAN, J., (1975) El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud (1953-4), 1981, Bs. As., Paidós. - LACAN, J., (2004) El Seminario, Libro 10, La angustia (1962-3), 2006, Bs. As., Paidós.