El  camino  al  adulterio   Por: Olivia Corral de Valdespino El matrimonio (γαµεο, gameo) es la forma más elevada de comunión humana y el lugar en que se pone a prueba la fidelidad y el amor. Sin embargo, uno de los peligros más dolorosos que ocasiona la disolución en un matrimonio, es el adulterio. Aunque el pensamiento postmoderno ha tratado de disminuir el efecto devastador del adulterio en el matrimonio, argumentando que cada quien puede cambiar de opinión, que el ser humano es libre de aventurarse en nuevas experiencias, y el derecho a elegir todo lo que es atrayente y satisfactorio, está por encima de lo que un día se prometió frente al altar. La curiosidad, búsqueda de placer, refirmar la virilidad, o por la necesidad de sentirse seguro y amado ha llevado a muchos matrimonios, aún dentro del ámbito cristiano a vivir el profundo dolor del adulterio con la consiguiente experiencia de la separación e incluso la ruptura definitiva del matrimonio. Actualmente la definición del término adulterio ha pasado por diferentes matices tratando de justificarlo y separarlo de la inevitable implicación de considerarlo pecado. Se ha definido como una “experiencia amorosa fuera del matrimonio”, “una aventura” “un free”, se conceptualiza como algo que cautiva, seduce que no puede vencerse, ni rechazarse, que todos lo hacen, que no tiene consecuencias graves si se sabe ocultar bien, y que la cultura lo promueve y acepta. Intentando eliminar el efecto que la culpa pudiera incomodar en la persona que comete adulterio, se han utilizado frases como: “soy hombre, no puedo decir que no”, “soy una mujer insatisfecha”, “ya no amo a mi pareja”, “mi matrimonio es aburrido y monótono”, “soy joven”, “merezco ser feliz”, “mi esposa me aburre, necesito variedad”. La realidad es que el adulterio destruye las expectativas y sentimientos más profundos de hombres y mujeres que tenían el derecho de amar y ser amados. Matrimonios que tenían la posibilidad de crecer integralmente basados en la reciprocidad de la lealtad y la fidelidad sucumben en la curiosidad de relacionarse con alguien más para resolver a su manera las deficiencias o carencias que su matrimonio está atravesando. Familias que planeaban formar a sus hijos en un ambiente de credibilidad y amor fueron desestructuradas. El adulterio ha destruido la credibilidad, el amor y el respeto de los hijos hacia los padres. Ha logrado que las nuevas generaciones estén decepcionados del concepto matrimonio, como diseño de Dios para promover el amor y estabilidad de las personas y familias. Toda infidelidad es el síntoma de alguna problemática no resuelta, consciente o inconsciente, en la relación de pareja. Constituye, por ello, un verdadero detector de problemas amorosos ocultos y una oportunidad de ser concientizado en la urgente necesidad de resolverlos. Contrariamente a lo que se cree, el adulterio no es solo una búsqueda de nuevas experiencias sexuales fuera del matrimonio, inicialmente es una etapa de enojo y frustración por la carencia de amor, comprensión, atención, comunicación, aceptación y palabras de reconocimiento. Dando como resultado la búsqueda de la satisfacción de necesidades no cubiertas. Posteriormente la relación se sexualiza, generando en muchas ocasiones una fuerte codependencia. Esto quiere decir que el adulterio, no es sólo una desviación moral de alguien, es un problema de dos. Un matrimonio que no supo detectar a tiempo sus fallas e inconsistencias o que aún estando conscientes de ello no hicieron nada para resolverlo, y permitieron que la relación matrimonial se siguiera deteriorando. 1    

Algunos de los pre-recurrentes de la infidelidad en el matrimonio son: 1. Considerar la infidelidad como un estilo de vida aceptable. a. Patrones de vida, enseñanzas o modelos vistos y aprendidos de los padres. Lo que se vivió en casa, el ejemplo de un padre adúltero, tiende a desculpabilizarse, las experiencias comunes de infidelidad, generan la creencia de que aunque se no se considera moralmente aceptable, los hijos están acostumbrados y familiarizados con el adulterio, no es algo que acepten pero están acostumbrados a ello. Lo común y cotidiano se convierte en normal y posteriormente en aceptable. Los hijos son desensibilizados y tienen la tendencia a repetir lo que vivieron en casa. b. Influencia de los amigos. Por alguna razón el sentido de pertenencia no se disfruta en casa, y el marido busca su núcleo de apoyo en los amigos, si la mayoría de ellos son inconversos, y la relación amistosa con ellos es fuerte y de gran influencia sobre su conducta. El permite que en sus valores o antivalores se permeen conceptos permisivos sobre el adulterio. Por otro lado, es evidente que al mismo tiempo descuida los valores propios de la Palabra de Dios, dando mayor prioridad a la influencia de los amigos. c. Evadir experiencias dolorosas. En algunas ocasiones la pareja o incluso la familia está pasando por experiencias fuertes, de pérdidas emocionales, tensiones, ansiedad, cambios drásticos o crisis económicas. Y la persona que engaña no se siente en la libertad o confianza de procesar y resolver el dolor, así que, busca una válvula de escape para mitigar erróneamente su dolor, a través del alcohol, drogas, activismo, deporte, otras relaciones ilícitas. d. Búsqueda compensatoria. Por alguna razón, la persona que engaña está en sus entornos de desarrollo laboral, profesional o ministerial enfrentando crisis, tensión, stress, frustración, ansiedad o falta de valoración. Inconscientemente busca un elemento compensatorio, que le permita sentir alivio, en alguna relación que le adule o haga sentir mejor en medio de sus condiciones de vida. e. Necesidad de aumentar el ego o validar el yo. Por las etapas de crisis de la edad, o deterioro en la imagen de esposo y/o esposa, las personas tienden a buscar el cumplimiento de metas, y retomar algunas metas truncas en el transcurso de la vida. El nuevo planteamiento de ¿Quién soy? ¿estoy disfrutando las cosas que hago? Le llevan a aventurarse en experiencias de riesgo que reafirmen su sentido de valía y seguridad sobre sí mismo. f. Monotonía en la relación. La cotidianidad de la vida diaria, acaba con el romance, los tiempos de amor y de disfrute en la pareja. Ya no hay un tiempo exclusivo para hacer crecer el amor, la vida de pareja se vuelve rutinaria e insípida. Los detalles, las sorpresas, el cortejo se pierden en el cumplimiento de las obligaciones diarias. La pareja prioriza sus funciones como padres y antepone sus responsabilidades a su propia necesidad de disfrute y deleite, postergando su propia felicidad, para cuando los hijos hayan crecido o las circunstancias matrimoniales estén estabilizadas. Una nueva relación aunque ilícita, proporciona un cambio y variedad de experiencias. g. Crisis de la edad. El evidente e inevitable paso del tiempo marca su efecto en las personas, cambios físicos, emocionales y sexuales, traen confusión y resistencia a la madurez, en el proceso de adaptación y ajustes a las nuevas etapas de vida, mayormente los hombres desean reafirmar su virilidad experimentando con otras mujeres, la influencia cultural al respecto, marca 2    

una necesidad de probar con alguien más para seguir sintiéndose joven y en una renovada capacidad amatoria. Estas reacciones aunque pueden darse a cualquier edad, son más evidentes en las crisis de los 40’s, 50’s y 60’s. h. Curiosidad por nuevas experiencias sexuales. Nuevas sensaciones, riesgos y retos. Si la relación sexual matrimonial se convierte en insatisfactoria, sin creatividad y sobre todo sin el interés primordial de satisfacer al otro. La pareja siente que no ha disfrutado al límite su capacidad sexual, y que tal vez otra persona no tendrá limitaciones en ciertas prácticas sexuales no aprobadas en el estilo de vida cristiano. i. Incapacidad para “decir no” y “establecer límites”. Hay cierto tipo de reacciones en la personalidad que no establecen límites sanos sobre lo que se debe permitir o no en el acercamiento de una mujer hacia sí mismo. En el fondo no le agrada esta invasión y ruptura de límites pero se encuentra incapacitado para poner un alto y defender sus valores y convicciones. Deja crecer el acercamiento sugestivo y tentado de alguien más en su vida, y gradualmente ya está siendo cautivado en las intensiones de alguien que sí estaba decidido a conquistarle. j. Búsqueda de amor, reconocimiento y aceptación. Esta es la causa principal y más común en las parejas que enfrentan el adulterio: la necesidad de sentirse amado. No siempre se trata de un matrimonio que no se ama, sino que no han aprendido a identificar el lenguaje de amor para expresar el amor y expresarlo, de tal forma que la pareja pueda percibirse enteramente amado. k. Efectos de la comunicación superficial. Las parejas se acostumbran a comunicarse de manera limitada, a monosílabos, sin expresar intenciones, necesidades y deseos. La falta de una comunicación profunda, lleva a la pareja a desvincularse del concepto compromiso y responsividad. La pareja deja de considerar importante para ser la respuesta a la necesidad o llamado del otro. La relación de manera paulatina en la medida en que la comunicación se vuelve más fría, deja de buscar temas o vivencias en común, aislándose afectivamente dentro de un mismo espacio que comparten diariamente. l. La convivencia con otras personas se vuelve más intensa y emocional. Al mismo tiempo que la comunicación se vuelve superficial con la pareja, deja en descubierto la necesidad natural de comunicarse, y si esta necesidad no se satisface en el matrimonio, la pareja que cae en adulterio va intensificando el nivel de confidencialidad e intimidad con alguien más. La nueva relación le ayuda a “resolver conflictos”, se convierte en “el paño de lágrimas que necesitaba”, de tal forma que crece la vinculación, el apego, la dependencia, identificación, acercamiento y enamoramiento. m. Mal manejo de la ira. La incapacidad para expresar el control emocional sobre las experiencias desestabilizadoras, llevan a alguien a volcarse agresivo, para después experimentar culpa y deseos de justificarse por su enojo y falta de dominio propio. La relación ilícita se establece como una “válvula” que permitirá sacar toda justificación por las reacciones no controladas de ira. La relación se refuerza porque no le presenta oposición o lucha de poder en sus criterios e inconformidades, al contrario, le da la razón, le justifica y estimula a continuar agrediendo sin cambiar. Esta vinculación patológica, hace que él se sienta supuestamente “comprendido” y “amado”. n. Heridas por ofensas sin perdonar. El rencor, amargura y odio que generan las heridas no resueltas. Heridas de acción (directas: golpes, insultos, humillaciones, ofensas) u omisión (la 3    

falta de amor, protección y seguridad), traen como consecuencia el sentirse permanentemente lastimado y con deseos de venganza. Sin darse cuenta, muchas veces el adulterio se convierte en una forma sutil de vengarse del otro. o. Devaluación de la pareja. Si bien es cierto que un elemento esencial en una relación de amor en el matrimonio debe ser la admiración. Por algunos cambios o comportamientos inadecuados, la pareja deja de sentir respeto y admiración por el otro. La imagen de la persona amada se va devaluando y se va experimentando internamente la necesidad de recuperar esa área de admirar a alguien más que tiene lo que a la pareja le falta o ha ido perdiendo o descuidando. p. Sentir amenazada la libertad. En algunas ocasiones la relación matrimonial se convierte impositiva, llena de celos irracionales, la pareja se siente intimidada, señalada, atemorizada y despojada de su derecho a decidir y a exponer sus puntos de vista. El adulterio se convierte en “una forma defensiva de solución”, ante su necesidad de reclamar su propio espacio, identidad y libertad. q. Alarde de poder. El complejo de inferioridad disfrazado u oculto tras el complejo de superioridad, llevan a la pareja a vivir en una constante lucha por el poder, dinero, posición social, el derecho de supremacía y la creencia errónea de creer que puede y merece todo lo que desea, que todo lo puede hacer, sin ser cuestionado o limitado por alguien. Por otro lado, la persona que es engañada además de haber sufrido las insatisfacciones de la pareja, sufre otros tipos de heridas:

 



El desamor. Una de las heridas más difíciles de superar es el no saberse amado, rechazado, ignorado, haber sido tratado con indiferencia, haber sido desatendido en las necesidades de amor, ternura, compañía, ayuda, empatía y motivación. El amor es la expresión de los hechos que respaldan las palabras y decisiones, no se puede decir que se ama y al mismo tiempo engañar, dañar y mentir, es por eso que al saberse engañado lo primero que se evidencia es la falta de amor, el amor fue fingido, o tal vez nunca existió, sólo fue un trato convencional, pudo haber sido afecto, cariño pero no el amor que se compromete para ser fiel y hacer feliz a la pareja por encima de cualquier diferencia, adversidad o tentación.



Celos. Nacen de la dolorosa comparación con alguien que se percibe está en ventaja (no siempre es la realidad pero al menos así se interpreta inicialmente), la rival es considerada más joven, guapa, sexy o más amada. Los celos son el resultado del saberse desplazado. Los celos pueden generarse por una baja autoestima, aunada a un complejo de inferioridad. Mientras que los celos provocan ira, la baja autoestima generará estados depresivos.



La traición. Al casarse la pareja hizo un pacto de fidelidad, ambos se hicieron promesas de lealtad, ayuda mutua, respeto y aceptación incondicional. Se juraron amor y lealtad tanto en la pobreza como en la riqueza, en la enfermedad y en la salud, en las buenas y en las malas, y deberíamos agregar, que seremos fieles en la juventud y en la vejez, en el ocaso; o cuando la belleza esté marchitándose, quizá debería también agregarse en la firmeza y en la flacidez, en la flor de la vida y también en la menopausia, en el vigor sexual y en la andropausia, seremos fieles aún cuando haya dificultades, desavenencias, problemáticas y/o tentaciones. Se da por hecho, que el pacto basado en la incondicionalidad del amor que nunca dejará de ser, el compromiso es profundo y se da delante de Dios y teniendo a la iglesia como testigos. De tal forma que la traición, se extiende hacia Dios, los hijos, la iglesia y la sociedad. La traición por adulterio es la expresión egoísta y pecaminosa del deseo en el pensamiento y corazón de abandonar al compañero en el camino del matrimonio que ambos iniciaron y desear resolver 4  

solo y a su manera las necesidades y carencias que han surgido a lo largo del compartir la vida. Muchas preguntas quedan en el aire: “¿cuál es la verdad? ¿por qué? ¿cómo? ¿desde cuándo? ¿qué no hice? ¿qué faltó?” •

Dolor por el abandono. Algunas parejas deciden a raíz del adulterio separarse. En otros casos, el marido descubierto abandona a su esposa e hijos. Así que se concreta un abandono físico, sin embargo el abandono emocional y afectivo se inició mucho tiempo atrás, disfrazado de “estoy cansado”, “me duele la cabeza”, “no tengo ganas de hablar”, “no tengo ánimo para salir”, “tengo mucho trabajo”, “no me nace”, “así es mi carácter, no puedo ser cariñoso o detallista”. El descuido, monotonía y cotidianidad, hacen que la pareja se absorba en sus rutinas diarias, sin prestar atención a la necesidad de contacto físico, verbal y afectivo de la pareja.



Humillación. La infidelidad produce vergüenza, sobre todo porque cuando la esposa se entera, muchas personas incluyendo a los hijos ya lo sabían. Sentirse expuesta a la crítica, los comentarios desagradables a favor o en contra, y la compasión o lástima de los demás, agrega desgaste y dolor a la crisis matrimonial. Por si fuera poco nuestra cultura justifica y defiende al adultero, y critica y devalúa a la mujer engañada, los comentarios hechos por otras mujeres son muy similares a: “con razón la engañaron, es tan sucia y fodonga”, “tiene un carácter horrible”, “no atendía a su esposo” “se viste tan mal”, “es tan tonta, ¿cómo no se daba cuenta?”. La esposa engañada, además del dolor tiene que lidiar con el hecho de sentirse humillada, menospreciada, criticada y cargar además con culpas impuestas, que la responsabilizan del engaño o abandono de su marido.



Enojo. Ha sido definido como el resultado de una meta trunca. En el caso del adulterio todo un proyecto de vida ha sido destruido, la paz, unidad y armonía del hogar se ha alterado, el confort y estabilidad que se disfrutaba se ha convertido en desengaño, incertidumbre y frustración, todo ello produce un gran enojo. Inicialmente el enojo va dirigido hacia el marido que engañó, sin embargo se va extendiendo hacia la mujer con quien se cometió la infidelidad, las personas que lo supieron y no dijeron nada, la familia de él que tal vez lo sabía y aceptaba a la rival, el resto de las mujeres que le han criticado, o las que son felices y no les ha pasado lo mismo, y en muchos casos el enojo se dirige hacia Dios. “¿por qué no hizo nada para impedirlo?, ¿por qué ha permitido tanto dolor y destrucción?”. El enojo se expresa con odio, sarcasmo, rencor y deseos de venganza.



Pérdida de la confianza. El resultado de la traición y el engaño es la dificultad para volver a creer en la sinceridad, intencionalidad y buenas acciones de los demás hacia nosotros. La confianza se construye durante toda una vida y se destruye en un instante. Es una de las áreas más difíciles de restaurar en la persona herida y en el matrimonio. La confianza se rompe, entre las mentiras, justificaciones, y la incapacidad para reconocer las mentiras. Antes de que la esposa se entere o confirme que su marido la engaña, la pérdida de la confianza se inicia con múltiples dudas, inconsistencias, llamadas secretas, mensajes en el celular, llegadas tarde, pretextos, ciertas actitudes, expresiones, e indiferencia. A veces los hombres son tan obvios, que se les olvida que las mujeres somos especialmente intuitivas. Las mujeres inician una búsqueda de pruebas, evidencias que confirmen o desmientan sus intuiciones. En cada hallazgo, las dudas y la incertidumbre aumentan y al mismo tiempo disminuye el deseo de aferrarse a la mentira “de todo está bien”, “estoy exagerando… mi esposo me es fiel” para terminar aceptando la realidad que por algún tiempo cuesta trabajo aceptar o ya no tiene sentido negar. 5  

 



Devaluación de la imagen amada. Uno de los elementos más importantes en la relación matrimonial es la admiración. Se ama a la pareja porque se le valida en sus atributos, valores, habilidades, talentos. A lo largo del tiempo compartido con la pareja se va formando una imagen real e ideal de quien nos enamoramos. Cómo es, cómo piensa, cómo actúa, cómo nos corresponde. La pareja se va identificando en las diferentes áreas y etapas de su vida, y se van uniendo y complementando el uno en el otro. A mayor identidad mayor disposición para darse en amor, confianza y seguridad. Cuando el adulterio llega al matrimonio este lazo de unión se rompe instantáneamente. Sorpresivamente descubres que la persona que tienes al lado, con quien duermes, con quien has compartido experiencias profundas y significativas, no es quien tú creías, esa persona de quien te enamoraste, ya no tiene los atributos que valorabas, entre ellos el de la lealtad, fidelidad, honestidad y veracidad. La imagen ideal o percibida es sustituida por la imagen cruda, egoísta, falsa pero real de alguien que no supo amar y respetar el pacto del matrimonio.



Devaluación de la propia imagen. En la pérdida de la imagen amada, automáticamente, algo se va perdiendo de ti misma, no eres quien creías ser, ni todo lo feliz, realizada, amada y respetada, ni tu vida, y matrimonio es como creías. Esta ruptura de la realidad del contexto y momento que se vive, te deja con mucho dolor porque se vive como una profunda desprotección e injusticia. La percepción de ti misma se deteriora, se magnetiza con la realidad que se vive, se impregna de un sentido de rechazo y subestimación. Ahora, hay que volver a reconstruir el yo, basándose en ¿quién soy en realidad?, ¿quién debo ser? ¿qué debo hacer?



Ruptura de metas y expectativas. El matrimonio implica metas, estilo de vida, sueños y expectativas a futuro, con respecto a la pareja, el hogar, los hijos. Duelen las múltiples pérdidas de lo que se tenía, pero también de lo que no pudo ser, de lo que no se tuvo, lo que no se logró, la oportunidad que se perdió de realizar los sueños y anhelos. El adulterio obliga a replantearse cómo será la vida: “¿qué quiero, a dónde voy, qué espero? ¿cómo quiero vivir el resto de mi vida? ¿se puede reconstruir la relación? ¿cuál es la mejor decisión: separación, divorcio, reconstrucción? ¿busco ayuda? ¿lo oculto, finjo no saberlo, lo toleraré? ¿y los hijos? ¿qué esperan los demás que yo haga? ¿qué espera Dios que yo haga?”.

El adulterio implica evaluar cómo se ha vivido la relación de pareja, cuál es la razón por la que están juntos, si existe un verdadero amor, si hay el deseo de aprender de los errores, si se desea perdonar y reconciliarse para trabajar juntos en la sanidad personal, de pareja, y familiar. Si bien es cierto, que el adulterio es causal legal y bíblica de divorcio, porque el respeto, fidelidad, confianza y dignidad han sido lastimados. También queda abierta la posibilidad de aprender, ser restaurados y recomenzar. La persona engañada puede optar desde el comienzo por la separación seguida por el divorcio. Es una decisión difícil y se toma cuando la persona que engañó no tiene el deseo de restaurar la relación, no está consciente del daño que ha ocasionado, lejos de arrepentirse se justifica, agrede, humilla, sigue ofendiendo la dignidad e integridad de su pareja, y no tiene la mínima intención de cambiar. En tal caso, lo más sano será dejar un tiempo considerable para pensar, ordenar las ideas y tomar una decisión que les permita a ambos romper el vínculo del matrimonio, y sanar por separado sus heridas y superar el duelo de las innumerables pérdidas. El objetivo primordial será mantener una relación cordial y respetuosa por el bien de ambos y de los hijos en el caso de que los tengan. Asumir la responsabilidad del divorcio y sus implicaciones económicas, sociales y emocionales. Sin embargo, es probable que después del adulterio ambos descubran que aún hay sentimientos y elementos importantes que les unen, desean recuperar el amor, y mejorar la relación que han tenido. Si el deseo de superar la crisis es de ambos, los dos reconocen su responsabilidad en la 6    

problemática, hay culpa, un genuino arrepentimiento y deseos de cambiar, vale la pena darse la oportunidad de restaurar sus vidas y por ende su matrimonio. Será un proceso confrontador, pero lleno de retos y de aprendizaje. En tal caso, es necesario que ambos reciban ayuda, consejería pastoral y/o ayuda profesional. Sin embargo, cuando la persona engañada queda indefinidamente atrapada en un intenso amor-odio que la atormenta, paraliza y deteriora cada vez más como persona, se siente incapaz de reanudar la relación, la pareja le promete cambiar, y vuelve a engañar, ella tiene miedo a quedarse sola, prefiere seguir siendo engañada que terminar la relación. Hay separaciones seguidas de reconciliaciones y cíclicamente la pareja está atrapada en un estilo de vida de engaño-culpa-remordimiento, sin superarlo. La persona engañada, irá menguando en su capacidad para modificar su dolorosa situación de vida, hasta acostumbrarse y resignarse a ser la víctima, seguirá siendo dañada constantemente. Al mismo tiempo va perdiendo su sentido de dignidad, amor propio, y hasta el deseo de vivir. Su carácter se amarga, vive con frustración, atrapada en la tristeza, la impotencia y la infelicidad. Las consecuencias de esta mala decisión se reflejarán en los hijos que crecen en un ambiente caracterizado por los celos, pleitos, agresiones, y el deterioro de la imagen materna, paterna y del diseño de la familia. Lo cual puede generar otros conflictos como violencia familiar, homosexualidad, lesbianismo, alcoholismo, drogadicción, rebeldía, por mencionar solo algunos. Las decisiones a tomar seguidas del descubrimiento del adulterio, dependerán del reconocimiento genuino del pecado, responsabilizarse de los errores, culpa profunda por haber fallado a Dios, a sí mismo, a su esposa y a todos los que habían confiado en él. La culpa debe ser el motor que active el arrepentimiento auténtico, que provoque el deseo anhelante de cambiar, de ser restaurado. En este caso, la pareja debería entrar en un proceso de consejería pastoral y/o profesional y ambos ser restaurados. El proceso de restauración puede variar en cada caso particular. Sin embargo es recomendable considerar algunos puntos en común: Primera Fase: Asumiendo el pecado. 1. La necesidad de ser honesto. Confesar la realidad de los actos, rendir cuentas del comportamiento que se tuvo. 2. Arrepentirse y pedir perdón. a. Con Dios. El pecado debe ser confrontado, y remitido a la cruz. El pecador arrepentido es perdonado por Dios. b. Con la esposa. Un arrepentimiento genuino garantiza la apertura a los cambios que enriquecerán y darán madurez a la vida de la persona y del matrimonio. c. Con otras personas que han sido dañadas. Los hijos, familia extendida, pastores, liderazgo y de ser necesario la congregación. 3. Tomar la decisión de cambiar. Toda decisión debe ser avalada por los hechos de cambio. a. Implica terminar radicalmente con la relación pecaminosa, deshacerse de objetos, números telefónicos y formas de contacto. b. Dejar de frecuentar lugares y personas relacionadas con la persona en cuestión. Segunda Fase: Restablecer las relaciones sanas. 1. Con Dios. Iniciar una vida devocional. 2. Con la esposa. Iniciar una relación de acercamiento basada en el respeto y el restablecimiento de la confianza. 3. Buscar consejería pastoral, individual y de pareja. Tercera Fase: Identificando las emociones. 7    

1. Trabajar con el enojo, la culpa, el temor, el dolor, la desconfianza. 2. Iniciar el proceso del perdón. Cuarta Fase: Detectar las áreas débiles del matrimonio. 1. Evaluar juntos como pareja, en el proceso de consejería, la fallas, de cada área, dañada en el matrimonio. La comunicación, expresión del amor, intimidad, vida sexual, cumplimiento de roles, ejercicio de la paternidad. 2. Implementar estrategias de cambio en las áreas detectadas como dañadas. Quinta Fase: Reconquistando a la pareja. 1. Diseñar formas de acercamiento. 2. Romper la rutina. 3. Dedicarse más tiempo. 4. Expresar los lenguajes del amor: Palabras de reconocimiento, detalles, expresión afectiva, servicio, aceptación y valoración de la pareja. 5. Trabajar el área de la comunicación asertiva. 6. Desarrollar la confianza, siendo honesto y sincero. Sexta Fase: Venciendo el pecado. 1. Detectar los detonadores de la tentación. 2. Aprender a decir “no”. 3. Aprender a poner límites en las relaciones interpersonales. 4. No guardar secretos de nada. Ser transparente en las decisiones y acciones. 5. Vivir permanentemente creciendo espiritualmente. 6. Aprender de los errores para no volver a cometerlos. Si la persona que engañó no asume su pecado, ni la responsabilidad de las consecuencias, sólo exhibe conductas propias del remordimiento, es claro que no tiene la intención de cambiar, por el contrario, el engaño, la ventaja, abuso y pecado se ha convertido en un estilo de vida. La esposa tiene derecho a separarse y divorciarse. En tal caso la persona deberá recurrir a consejería pastoral y/o profesional para desprenderse del pasado, colocar a su ex cónyuge en la perspectiva correcta, asumir la responsabilidad de sí misma, crecer como persona, desarrollar en la medida de lo posible una relación cordial con el padre de sus hijos y buscar el beneficio integral para ellos. Y sobre todo aprender a ser consolada, fortalecida y edificada por el poder restaurador de Dios en su vida. ¿Qué dice la Biblia sobre el adulterio? La biblia llama adulterio a la relación sexual entre un hombre casado y una mujer que no es la suya, o entre una mujer casada y un hombre que no es su marido. El adulterio con una mujer casada era castigado con pena de muerte, por la ofensa que ello representaba para el marido legítimo; en cambio la relación sexual con una joven soltera tenía como sanción el tener que tomarla forzosamente por concubina y tratarla con las mismas consideraciones que a la mujer propia. Éxodo 22:16-17: “si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada, y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer. Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme a la dote de las vírgenes”. (VRV). Parece increíble que se hable de adulterio dentro del contexto del pasaje que es sobre la propiedad de bienes. Sin embargo, el pasaje muestra la diferencia de los criterios sancionadores en el adulterio, 8    

dependiendo de con quién se está cometiendo el adulterio, un casado (a) relacionándose con una persona soltera o con una persona casada. En el caso de cometer adulterio con una persona casada, la pena era de muerte. Levítico 20:10 “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. Éxodo 20:14 nos dice: “no cometerás adulterio”. Es el séptimo de los Diez Mandamientos. Dios los dio a su pueblo como leyes que contrarrestan la tendencia del ser humano hacia un comportamiento egoísta, y ponen freno sobre el comportamiento pecaminoso. Las reglas éticas sirven de guía para el individuo y de protección para la comunidad contra abusos particulares; favorecen el bienestar del pueblo por encima de la libertad del individuo. Este mandamiento tiene el propósito de asegurar el respeto por lo sagrado del matrimonio, porque es la base de la sociedad. La exigencia de santidad y pureza sexual en el matrimonio va más allá de no relacionarse sexualmente con otra persona, implica incluso el ni siquiera codiciar a otro. Dt. 5:21 “no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. Según el Sermón del Monte, toda impureza sexual de pensamiento, palabra y obra es considerada como adulterio. Así lo muestra el pasaje de Mateo 5:27-28 “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Tres principios importantes se derivan de estos pasajes: 1. El adulterio es pecado. Tanto en el antiguo como en el nuevo testamento así se establece. Dios no solapa, ni está de acuerdo con el pecado de adulterio. La magnitud de la sanción de este pecado, de pagar con la muerte misma en el antiguo testamento, nos muestra lo profundo y devastador que el pecado es. En el nuevo testamento, se nos expresa la acción salvífica de Jesús al morir por nosotros en la cruz, “porque la dádiva del pecado es muerte más la dádiva de Dios es para vida eterna, en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23). Jesús murió en nuestro lugar a fin de que pudiéramos ser perdonados de todo pecado. Aceptar su sacrificio en la cruz, implica arrepentirse, crucificarse juntamente con él, en nuestros deseos y pasiones desenfrenadas, anhelar fervientemente el perdón y aceptarlo dando frutos de arrepentimiento, cambios evidentes de nuestro compromiso por dejar el pecado, en todas sus magnitudes y expresiones. 2. El adulterio inicia con el codiciar. “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla” (Mt. 5:27). La palabra “mirar” β λ έπω (blépo) ya sea literal o figurativamente, no debe traducirse como un simple ver; sino como un observar, fijarse en los detalles, contemplativamente, permanecer mirando profundamente. La palabra, “para codiciarla”

τ ὸ ἐπι θυμῆσαι

αὐτ ῆςἐπι θυμέω

(epidsuméai) significa poner el corazón sobre algo, comprometer el corazón, la voluntad, intención, sentimientos, acción, implica, anhelar, ansiar, desear. La expresión tiene un sentido de desear intensamente y recrearse voluntariamente en pensamientos pecaminosos, y no significa una simple mirada a una mujer bella o a un hombre atractivo, sino perder el control de los sentidos, mirar fijamente, con atención deseando a esa persona. Lo cual podría conducirnos al pecado. La forma en voz activa de ambos verbos ilustran que es el sujeto quien toma la decisión voluntaria de mirar y de codiciar. Según la interpretación de los escribas, el pecado de adulterio consistía en llevar a cabo el acto sexual. Jesús dice que, ante los ojos de Dios, el que permite y acaricia tal pensamiento 9    

en su corazón ya es un adúltero. Esa mirada prolongada, sensual, saboreando la fantasía de una relación ilícita, indica una actitud que ofende a Dios. “ocasión de caer” (v. 29a) se traduce el verbo griego skandalízo, del cual viene el término “escandalizar”. Este término se refería antiguamente al gatillo de una trampa, “lo que hace caer la trampa sobre la presa”. El ojo, medio por el cual la tentación entra en el corazón,” y la mano, instrumento con que se lleva a cabo la caricia, son como “gatillo de trampa”. En ese sentido el mirar y codiciar son una trampa que harán caer en el pecado del adulterio. 3. La decisión de alejarse del pecado es radical. Ante tal situación, Jesús recomienda una medida rápida y radical. Emplea una exageración para indicar cuán grave es el caso y cuán necesario corregir la actitud. Una medida drástica es necesaria para evitar una consecuencia drástica: ser echado al infierno (v. 29b). Es mejor tener un cuerpo faltándole un miembro, que tener el cuerpo íntegro y perderlo todo en el infierno. Por supuesto, Jesús no está hablando de la mutilación literal del cuerpo, acción que no necesariamente daría el resultado deseado. Sino la necesidad imperante de tomar la decisión de erradicar el pecado desde el corazón, desde adentro hacia afuera. La Biblia nos muestra el caso de David, un hombre conforme al corazón de Dios. Sin embargo cae en pecado. La historia está plasmada en el segundo libro de Samuel capítulos 11 y 12. Dios había llevado a David a alcanzar el trono de Israel y a conquistar otros pueblos alrededor; sin embargo la vida de David tomó otro rumbo después de haber alcanzado la cumbre. David apartó los ojos de Dios por un tiempo y su vida fue presa del pecado. El pecado casi destruyó su vida por completo, pero la misericordia de Dios le salvó de la muerte; no obstante, el pecado le dejó una huella imborrable en su vida, su hogar y su nación. 1. David comete adulterio, 2 S. 11:1-5 Una mala decisión. Cuando el ejército israelita salió a luchar contra los amonitas, David decidió quedarse en Jerusalén y ésta resultó ser una decisión fatal para su vida. Se quedó solo; bastó un solo momento para que David diera lugar a una tentación que lo llevaría a caer en pecado. Decidió contemplar la tentación, cayendo rápidamente en el pecado. Qué irónico que mientras los ejércitos de David derrotaban a los amonitas, David era derrotado por la tentación y el pecado. ¿Qué aspectos de su vida descuidó David en el momento de ceder a la tentación? 1) Descuidó su misión; 2) El amor a lo fácil y la tolerancia a una actitud perezosa; y 3) El recreamiento en el mirar y codiciar. Los dos primeros aspectos formaron parte en la mala decisión de David de evadir su responsabilidad, otorgándose por su posición el permiso de quedarse en Jerusalén mientras sus hombres luchaban contra el enemigo. El tercer aspecto fue el que indujo a David a codiciar indebidamente a Betsabé. Una mirada codiciosa. Todo comenzó con una mirada, mientras David salía una tarde a pasearse sobre el terrado de su casa. Desde allí David podía ver las terrazas de las otras casas que se encontraban en un terreno más bajo. Desde allí pudo ver, en una de las casas vecinas, a una hermosa mujer que se bañaba. Si David no miró a propósito la primera vez, sí pudo haber evitado el seguir mirando a la mujer; pero sus ojos continuaron mirando, y le fueron ocasión para caer. David se quedó contemplando a la mujer, dejándose llevar por sus deseos carnales, sin ponerse a pensar si aquella mujer estaba soltera o casada. La imagen que veía en sus ojos, oscureció su mente que ya no pudo pensar clara y sabiamente. La mirada que le llevó a pecar. David se dejó llevar por sus deseos carnales; no le fue suficiente el mirar, sino que comenzó a investigar acerca de aquella mujer. Sus mensajeros le informaron que era 10    

una mujer casada, que se llamaba Betsabé y que era la esposa de Urías el heteo. Esta información era suficiente para que David hubiese quitado su interés en aquella mujer; pero su corazón y su mente ya estaban cegados por malos deseos. Urías era uno de los oficiales más valientes de David. Urías era parte de los treinta, un grupo seleccionado de los hombres más valientes de David (2Sa_23:39). El historiador judío Josefo afirmaba que Urías fue el escudero de Joab. David, envió a traer a Betsabé y la tomó. Ella vino a él, y él durmió con ella. David, quien había ascendido muy alto con la ayuda de Dios, ahora descendía a las profundidades del pecado de adulterio. El pecado trajo consecuencias. Betsabé quedó embarazada. Cuando ella se dio cuenta, lo hizo saber a David, quien trató de evitar su vergüenza y pecado. 2. David trata de encubrir su pecado, 2 Samuel 11: 6-26 David trata de usar a Urías. El tratar de encubrir un pecado lleva a la persona a cometer otros pecados. David intentó encubrir el adulterio cometido; haciendo aparecer a Urías como el padre de aquel niño. Urías fue traído desde el campo de batalla a la casa de David. David ordena a Urías ir a su casa, a lavarse los pies (como era la costumbre), y descansar allí. Urías da ejemplo de lealtad. Urías provenía de la raza de los heteos, una raza que formó uno de los dos grandes imperios del siglo 15 a. de J.C., territorio que ahora se conoce como Turquía. Urías no obedeció al mandato del rey de descender a su casa. A Urías se quedó durmiendo a orillas del palacio y no descendió a su casa en honor a sus compañeros que se encontraban en ese momento luchando por Israel. David emborracha a Urías. En su segundo intento por encubrir su pecado, David envía a Urías a dormir con su mujer. Lo invita a comer y le da vino para embriagarlo. Urías, aun estando ebrio, fue consistente en su manera de ser leal a sus compañeros de lucha: volvió a quedarse a las afueras de la casa de David. David ordena el asesinato de Urías. (2 S. 11:14:25). Después de fallar en sus dos intentos para encubrir su pecado, David planeó la muerte de Urías. David dio órdenes a Joab que pusiese a Urías al frente de la guerra, y que estando allí se retiraran los demás para que Urías fuese asesinado por el enemigo. Cómplices en la muerte de Urías. Joab siguió las órdenes de David, convirtiéndose en cómplice de David en la muerte de Urías. Al atacar la ciudad (posiblemente Rabá), Urías fue puesto en el lugar donde estaban los más valientes de los enemigos, y Urías junto con otros fueron asesinados al acercarse al muro de la ciudad. Urías y sus hombres murieron combatiendo, pero sus muertes recaían sobre las manos del rey y de Joab; estos habían involucrado a los otros que sin saber los planes de David, habían abandonado a Urías en el campo de batalla. La muerte de Urías no sucedió sin que otros también murieran con él; no importó a Joab ni a David que otros soldados también murieran, Joab estaba seguro de que cualquier otra pérdida de vidas se podía justificar ante David con la muerte de Urías. Joab envió a David el mensaje de la muerte de Urías. Joab advirtió al mensajero de una posible reacción de parte de David, lo que calmaría a David sería la noticia de la muerte de Urías. Era claro para los israelitas que el acercarse a un muro enemigo era esperar la muerte. Joab sabía que su mensajero sería interrogado por David para que explicara la razón de las muertes de los soldados. La razón había sido Urías, sólo bastaba que el mensajero mencionara la muerte de Urías para apaciguar al rey. David fue culpable no sólo de la muerte de Urías, sino también en la muerte de los otros que murieron junto con Urías. 11    

David no se conmovió ante la noticia de la muerte de Urías y los otros soldados y dice: “la espada devora unas veces a uno y otras veces a otros”. Hasta qué grado de frialdad había llegado David. 3. Duelo de Betsabé y el juicio de Dios. 2 S. 11:26-27. Betsabé hizo duelo por su esposo muerto; si fue un duelo sincero o un duelo obligado, no se sabe. Lo cierto es que ambos, Betsabé y David, esperaban con impaciencia la muerte de Urías para poder legalmente juntarse. Los dos se unieron después del tiempo de duelo, el cual duraba siete días (Gen_1:10; 1Sa_31:13). David de seguro creyó que sus preocupaciones se habían acabado, que ahora no se sabría nada de su pecado; pero él no pudo esconderse de Dios. Lo que David desagradó a Dios: “…Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (11:27b). El pecado de David trajo consecuencias de muerte y pecado en sus hijos y reinado. David es confrontado por el profeta Natán (2S.12), quien lo confronta preguntándole: ¿por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? (12:9). Y muestra las consecuencias inevitables de su pecado: 1) violencia contra la casa de David (12:10); 2) violación e incesto en su familia (12:11); 3) vergüenza pública, “porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delate de todo Israel y a pleno sol” (12:12). El pecado dura poco en tanto la verdad es descubierta; 4) testimonio de oprobio delante de los que no creen en Dios (12:14). El pecado del adulterio no puede pasarse por alto, creyendo que no tiene consecuencias, y una vez al descubierto trae vergüenza y oprobio al reino de Dios. Lo grave de ello, es que muchos no creerán en Dios a causa del pecado de los que debían conducirse con santidad y rectitud. En el camino al adulterio, se van presentando dificultades y carencias en el matrimonio. Dios nos ha dado capacidad y recursos para identificarlos y resolverlos, tal como se van presentando, si se ignoran se cae en el riesgo de alejarse de Dios y de la pareja. El llamado de Dios es a honrar el matrimonio avalando con la vida misma el pacto que se ha hecho delante de su presencia, viviendo en amor y fidelidad. Si la pareja cae en adulterio, debería considerarse la posibilidad de arrepentirse profunda y genuinamente, y trabajar en la reconstrucción y sanidad del matrimonio. En el caso de que la persona que cometió adulterio no tiene el firme propósito de cambiar, la separación y/o divorcio serán una consecuencia entre muchas otras del pecado del adulterio. Sin embargo, debemos recordar que Dios tiene recursos para restaurar cualquier vida por dañada que ésta se encuentre. Dios utilizará la vida de pastores, consejeros y psicólogos cristianos para restaurar tu vida y si ambos lo desean, también Dios restaurará su matrimonio. Por increíble que parezca y a pesar de todo, podemos aprender a vivir experimentando el gozo del Señor, el cual no es un fruto de las circunstancias sino un fruto del Espíritu Santo, “más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). El resultado lógico del exponer nuestro corazón a Dios en medio de la crisis, traerá fruto en abundancia.

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