Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras ISBN: 978-84-16116-56-0

Cap. II.03 El abstencionismo electoral en Baleares. 1977-2016

Para la RAE, la abstención electoral es la renuncia voluntaria a votar en unas elecciones. Por su influencia sobre los resultados, pero también sobre la cuestionada legitimidad de los representantes elegidos caso de que sea muy alta, ha sido objeto de muchísimos estudios, estando las primeras teorías enfocadas bien hacia una dimensión sociológica donde lo importante era determinar los estratos sociales más proclives a no votar, como una más psicológica donde lo importante son más bien las evaluaciones individuales sobre la oferta política. Otros enfoques posteriores han incidido sobre visiones más transversales como la falta de motivación ante una oferta electoral poco atractiva, la insatisfacción con la política, el voto de castigo, la influencia de los medios de comunicación, o la interacción entre todos ellos, pero tanto en unas como en otras visiones, siempre subyace una cierta racionalidad en la decisión voluntaria de votar o no votar.

Esta mayor o menor voluntariedad ha dado lugar a clasificar la abstención tradicionalmente en dos grandes tipos casi opuestos, la activa y la pasiva, pero que aquí somos de la opinión de hacerlo bajo un continuo de tres, con límites mucho menos precisos: (1) La activa o ideológica, considerada como un acto político volitivo y decisorio, de rechazo o castigo al sistema político en general, o a lo que ha sido la primera opción hasta ese momento (2) la pasiva, provocada sencillamente por una falta de interés en la política en general, en la elección concreta que se dirime, o en la falta de una oferta atractiva, y (3) la involuntaria o técnica, cuando el elector no ejerce su derecho por razones que considera más

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allá de su voluntad, que incluirían los defectos en el censo electoral, la enfermedad o incapacidad física, el aislamiento del centro electoral, o en el caso de encontrarse de viaje, el no haber podido ejercer su voto por correo1.

En su nivel agregado, mucha abstención, suelen suponer falta de confianza ciudadana en el sistema, y como consecuencia de ello, escasa legitimidad de los representantes elegidos y consiguiente debilitamiento institucional. Sin embargo, no todos los autores coinciden con esta visión, existiendo partidarios de un enfoque opuesto en que una elevada participación no es un requisito esencial para asegurar la estabilidad democrática, y que bastaría que una élite minoritaria de la sociedad eligiera a los representantes para que el sistema siguiera funcionando con normalidad, de tal manera que tasas bajas de participación no sólo serían buena, sino deseables, ya que estarían revelando que el sistema funciona satisfactoriamente y no es necesario intervenir más allá de una minoría implicada, dejando las participaciones masivas únicamente para casos excepcionales.

Visión general de la participación en España y en Baleares

A la vista de los datos medios, tanto de España en general como de Baleares en particular, así como de los contextos en que se han dado tanto tasas altas como bajas, es difícil asegurar cuál de las dos visiones es más acertada, aunque tal y como se podrá comprobar en este capítulo, la participación ha sido en Baleares además de baja, de tendencia decreciente, lo que si por un lado podría hacer pensar que si bien existe desafección, desinterés o rechazo al sistema, también es cierto que no parece preocupar ni a los que votan ni a los que no votan. ¿Es por lo tanto realmente baja la participación en Baleares?. Y si es baja, ¿debe considerarse un problema?.

1

En las encuestas postelectorales del CIS, este dato oscila entre el 4% y el 10% del censo total.

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Para contestar por lo tanto a las preguntas planteadas dos párrafos más arriba, y ante la ausencia de baremos, podríamos de momento acudir a la calificación intuitiva, popularmente aceptada, de entender tasas satisfactorias por encima del 75% e insatisfactorias por debajo del 70%. Estos valores máximos y mínimos quedarían también confirmados por la propia posición de España respecto de países de similar cultura democrática, ya que el promedio actual le hace ocupar los últimos puestos junto a Irlanda (73%) y del caso excepcional de Suiza (58%), pero después de Francia (75%), Reino Unido (76%), o Noruega, Suecia, Dinamarca e incluso Alemania (todas superiores al 80%).

Con estas referencias, se llega por lo tanto a la conclusión de que si España presenta tasas bajas respecto de los países de su entorno, y Baleares todavía más respecto de la media nacional (es la tercera comunidad más baja después de Galicia y Cataluña), entonces Baleares presenta efectivamente tasas bajas de participación electoral.

Esta afirmación no implica defender la primera de las

teorías, en el sentido de afirmar que estemos ante un problema crónico de desafección, pasividad o rechazo generalizado al sistema, pero tampoco puede pasarse por alto que deben existir causas estructurales de efecto diferencial que expliquen estas diferencias autonómicas, además de causas coyunturales que puedan explicar valores tan bajos en elecciones generales como el 62% de los años 2000 y 2011, o el 63% del año 2016, coincidiendo por cierto con los mismos años en el nivel nacional: 2000 (70%), 2011 (72%) y 2016 (70%).

Tabla 1. Participación media por tipo de CCAA y elección generales

autonómicas

municipales

europeas

Promedio todas CCAA2

73,8%

67,7%

67,1%

55,3%

Promedio Baleares

69,1%

61,5%

61,7%

46,7%

Diferencia

-4,7%

-6,2%

-5,4%

-8,6

Comparando todos los tipos de elección (tabla-1), se observa que la diferencia entre las series nacional y balear es, efectivamente, significativa. En cuanto a los

2

Todas, históricas y no históricas, exceptuando Ceuta y Melilla

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diferenciales, es de -5 puntos en generales, -6 en autonómicas3 -5 en municipales y casi -9 en europeas. Este efecto, además, ha ocurrido en todas y cada una de las 39 elecciones de la democracia (gráfico-1), con diferencias crecientes entre mínimas de -1 y-3 puntos en las locales de 1979, europeas de 1987 o generales de 1982 y 1977, pero máximas iguales o mayores a -10 puntos en las europeas de 1989 y 2009, autonómicas y generales de 2011, y autonómicas de 2015.

Además de ello, comparando CCAA entre sí, la baja participación electoral en Baleares la coloca en el penúltimo puesto como ya hemos dicho, formando un cluster altamente abstencionista junto con Galicia, Canarias y Cataluña. Esta baja posición ordinal se da además en todos los tipos de elección, siendo la tercera comunidad más baja en elecciones generales y autonómicas, la segunda más baja en municipales, y la última en el caso de las europeas, siendo todos estos rangos relativamente estables a lo largo de todas las convocatorias. Sobre ello se volverá más adelante.

3

Que se eleva a casi -8 si eliminamos País Vasco, Galicia, Cataluña y Andalucía, que las celebran en fechas diferentes e independientes del resto.

diferencia Baleares España

6,7% 6,6% 7,0% 6,9%

L-2003 L-2007 L-2011 L-2015

8,9%

10,4% 35,6% 10,2% 35,6%

E-2004 E-2009 E-2014

37,6%

9,0% 7,8%

66,2%

63,8%

60,4%

66,9%

64,7%

62,6%

65,2%

62,2%

68,2%

45,8%

46,0%

46,5%

57,0%

78,1%

76,9%

72,1%

69,8%

69,8%

73,0%

71,7%

75,4%

77,3%

70,0%

65,8%

68,7%

69,3%

70,9%

67,1%

73,0%

66,5%

70,3%

68,3%

64,8%

69,6%

64,9%

66,2%

66,4%

69,2%

65,9%

71,0%

64,7%

58,8%

55,4%

66,8%

58,0%

59,2%

59,8%

62,5%

57,6%

64,2%

60,4%

67,9%

64,9%

62,0%

57,1%

58,8%

60,1%

63,5%

70,9%

80,0%

78,8%

69,9%

64,2%

71,9% 69,5%

61,9%

68,0% 79,7%

72,7%

63,6%

57,5%

49,8%

44,7% E-1999

30%

E-1994

10,7%

40%

E-1989

2,8%

8,3%

L-1999

E-1987

6,8%

L-1995

4,3%

2,4%

L-1987 L-1991

3,4%

8,7%

A-2015

L-1983

9,9%

A-2011

2,2%

9,2%

A-2007

L-1979

7,4%

9,6%

A-2003

9,2%

A-1999

6,1%

A-1991 A-1995

5,2%

A-1987

5,1%

7,2%

G-2016 A-1983

7,8%

G-2015

G-2008 9,5%

7,8% 7,2%

G-2004

20%

G-2011

8,1%

6,2%

G-2000

G-1996

4,2%

6,3%

50%

G-1993

4,7%

0,3%

G-1989

0%

G-1986

G-1982

60% 69,7%

80%

G-1979

10%

78,8%

70%

0,0%

90%

G-1977

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Gráfico-1. Participación media en voto CER, de las CA,s y de Baleares por elección y año (fuente generales, locales y europeas, MIR, fuente autonómicas: IBESTAT)

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Importancia ordinal de los tipos de elección

Estos datos confirman no sólo la extremadamente baja participación en Baleares, en términos absolutos y relativos (respecto de la media nacional), sino la tesis denominada “elecciones de segundo orden”, que afirma que la participación es menor en aquellas elecciones que se perciben menos importantes, como las europeas, siendo tradicional entender como de “primer orden” a las generales, al suponerlas como más importantes.

Tabla 2. Participación media por tipo de CCAA y elección generales

autonómicas

municipales

europeas

Aut.-Mun.

Promedio todas CCA

73,8%

67,7%

67,1%

55,3%

+0,6

Promedio Baleares

68,6%

61,5%

61,7%

46,7%

-0,2

Diferencia

-5,2%

-6,2%

-5,4%

-8,6%

CCAA no históricas (n=13)

72,9%

69,1%

67,5%

54,0%

-1,6

CCAA históricas (n=4)

69,9%

63,9%

63,3%

51,1%

+0,6

diferencia

-3,0%

-5,2%

-4,2%

-2,9%

Sin embargo, el orden decreciente observado, en que entre las generales y las europeas se hallan empatadas autonómicas y locales (en ambas series), merece al menos dos propuestas de reflexión. La primera sugeriría denominar a las elecciones europeas “de tercer orden”, y no sólo porque la diferencia con las anteriores es realmente elevada (más de veinte puntos respecto de las generales y algo más de trece respecto de autonómicas y locales), sino que de no haber coincidido con las autonómicas y locales de los años 1987 y 1999, la diferencia aún sería mayor.

Y la segunda sería la relativa a intentar determinar si existen diferencias significativas -en importancia percibida-, entre autonómicas y locales, habida cuenta de que al celebrarse el mismo día, en urnas pegadas, la diferencia matemática es prácticamente nula y se pierde la posibilidad de saberlo (en la media

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española las autonómicas superan en 0,6 a las locales, y en Baleares al contrario con 0,2 puntos de diferencia). También porque la coincidencia puede ser atribuída al mero efecto de igualación, pues la motivación al voto de la de mayor importancia impulsaría a votar a la otra, sin dejar oportunidad para comprobar cuál de ellas es precisamente la de mayor interés. Un segundo camino para intentar responder a la cuestión sería comparar las diferencias de participación entre autonómicas y locales en aquellas comunidades en que ambas elecciones se celebran en fechas diferentes, pero este análisis tampoco permite discernir la cuestión, pues en el promedio las autonómicas parecen tener algo más de participación, pero en el interlectoral hay diferencias de décimas en uno u otro sentido, nada significativas y que parecen ser debidas más a efectos de azar o circunstancia, que a voluntad real en el elector.

Un tercer camino consistiría en eliminar en las municipales el efecto del CERE, ya que a pesar de su escasa relevancia cardinal, al estar incluido en el censo de las municipales y no en el de las autonómicas, en realidad se estarían comparando dos índices diferentes. Sin embargo su exclusión tampoco aumenta las diferencias, pues comparando en Baleares una a una la participación de los años 1983, 1987 y 1991 por un lado (que utilizaban los censos CER+CERA en ambos tipos de elección) y la de 1995, 1999, 2003 y 2007 por otro (que utilizaban CER+CERA+CERE), resulta que en el primer período la participación siempre fue mayor en las municipales (0,3 puntos), y en el segundo caso en las autonómicas (0,6 puntos), debiéndose considerar estas diferencias, más que contradictorias, estadísticamente despreciables4. A falta de análisis individuales, la conclusión sería pues que ambas elecciones parecen tener la misma importancia percibida por el votante, si no bajo parámetros cualitativos sí cuantitativos, y que, exceptuando situaciones de contexto particular, por sí mismas ni las autonómicas ni las municipales parecen instar más a la participación una que la otra, dejando en ambos casos, eso sí, a las generales por encima y a las europeas por debajo. 4

Aunque fuera de este debate, suele ser objeto de análisis postelectoral si el voto CERA, cuyo recuento se incluye en los resultados unos días posteriores, influye poco o mucho en los datos iniciales en cuanto al voto a partidos concretos. Si se analiza todo el historial, su efecto máximo puede tasarse alrededor de ±0,2 puntos, pues aunque hay diferencias entre partidos, los niveles de partición del voto ausente son muy bajos, alrededor del 30% hasta 2011, y no mayor del 5% desde la legislación del voto rogado.

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Evolución de la participación electoral en elecciones generales

Si nos centramos en las elecciones generales, y comparando históricamente la serie regional con la nacional5, la diferencia era ya de 5 puntos menos promediando las 16 elecciones a Cortes celebradas entre 1858 y 1933, conservándose esta misma diferencia en la actual etapa democrática, exactamente un 69% de media en el primer caso frente al 74% en el segundo (gráfico 1)6.

Además de una media más baja, esta diferencia es divergente, desde la casi nula diferencia en las tres primeras elecciones hasta valores entre 8 y 10 puntos en las últimas,

diferencias

siempre

motivadas

por

la

tendencia

acusadamente

descendente en Baleares, que ha bajado de un promedio del 75% en las tres primeras a un promedio del 63% en las tres últimas (12 puntos), ante un comportamiento más lineal en la media española (4 puntos de bajada). Por último, las series son sincrónicas, es decir, que las oscilaciones son paralelas dando a entender que las motivaciones para votar o no votar son, casi las mismas en toda España (r Pearson= 0,81. Coeficiente de determinación=66%).

5

Sólo voto CER, por motivos que más tarde comentaremos Es muy importante hacer notar la diferencia entre la participación en toda España, de la participación promedio de todas las CCAA. El primer caso es 73,4%, frente al 72,3% del segundo caso. 6

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Gráfico-2. Evolución de la participación en e' generales según CER España-Baleares (datos MIR) 85,0%

80,0%

75,0%

70,0%

65,0%

60,0%

55,0%

50,0%

1977

1979

1982

1986

1989

1993

1996

2000

2004

2008

2011

2015

2016

Esp. CER

78,8%

68,0%

80,0%

70,9%

69,9%

76,9%

78,1%

70,0%

77,3%

75,4%

71,7%

73,0%

69,8%

Bal. CER

78,8%

69,7%

79,7%

66,2%

63,6%

72,7%

71,9%

61,9%

69,5%

68,2%

62,2%

65,2%

62,6%

La participación electoral en CER y CERA. ¿Qué dato utilizar?

Los datos anteriores hacen referencia únicamente al voto CER, es decir, al emitido por los residentes en España. Cuando se computan los votos de los residentes en el exterior, unos cuantos días más tarde, tradicionalmente los resultados no varían mucho (gráfico 2), pero justo es decir que desde la implantación del “voto rogado”, la escasísima participación del voto CERA sí influye en el resultado final, bajando la participación final unos dos puntos en Baleares, y casi tres en el total nacional (datos de 2016)7

7

Desde enero de 2011, los ciudadanos españoles residentes en el exterior, están obligados a "rogar" su voto. La reforma de algunos artículos de la legislación electoral española para evitar los errores de los censados fallecidos, originó a su vez una bajada muy brusca de la participación, de valores superiores al 30%, a valores inferiores al 5%. Para muchos, los problemas principales de esta práctica están ligados, no solo al "ruego" en sí, sino a la multiplicación de trámites para poder votar, y a un acortamiento de los tiempos.

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Gráfico-3. Participación del voto CERA y diferencias (CER+CERA) con CER en Baleares (datos MIR) 0,8 0,7 0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 0 -0,1

1977

1979

1982

Dif. Baleares Bal. CER

78,8%

69,7%

79,7%

Bal.CERA Bal.Total

78,8%

69,7%

79,7%

1986

1989

1993

1996

2000

2004

2008

2011

2015

2016

-0,2%

-0,1%

-0,1%

-0,3%

-0,5%

-0,7%

-0,6%

-1,2%

-1,8%

-1,9%

66,2%

63,6%

72,7%

71,9%

61,9%

69,5%

68,2%

62,2%

65,2%

62,6%

20,0%

38,3%

29,5%

29,9%

21,3%

25,5%

28,3%

4,0%

2,6%

2,9%

66,0%

63,5%

72,6%

71,6%

61,4%

68,8%

67,6%

61,0%

63,4%

60,7%

Así, se destaca que mientras la participación del voto CERA supera más o menos el 20% (la media hasta 2011 es del 25%), la participación entre el CER y el CER+CERA prácticamente no varía. Sin embargo, a partir de las modificaciones de 2011, donde la participación del CERA baja por debajo del 4%, las diferencias ya son más importantes, cerrándose por ejemplo en 2016 la noche electoral (CER) con un 62,6%, pero bajando hasta el 60,7% cuando se añade el escasísimo 2,9% de participación CERA.

Evolución de la participación en elecciones autonómicas

Todo lo dicho es absolutamente aplicable al ámbito autonómico. Analizando de forma diferencial los datos de participación en Baleares y con la media autonómica estatal9, se extrae como conclusión que éstos son también significativamente bajos, con un promedio entre 1983 y 2015 del 61%, frente al también bajo 69% nacional, y además de ello, la tendencia es descendente, desde valores que rondan el 65% en las primeras elecciones propiamente autonómicas (1983), a valores que bajan del 60% en las dos últimas convocatorias (gráfico-4). 9

En aquellas CA que celebran elecciones el mismo día (es decir todas excepto Cataluña, País Vasco, Andalucía y Galicia).

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Gráfico 4. Participación en Baleares y en España en elecciones autonómicas 75,0% 70,0% 65,0% 60,0% 55,0% 50,0%

1983

1987

1991

1995

1999

2003

2007

2011

2015

Baleares

64,7%

66,9%

60,4%

63,8%

57,5%

63,5%

60,1%

58,8%

57,1%

España

69,8%

72,1%

66,5%

73,0%

67,1%

70,9%

69,3%

68,7%

65,8%

Baleares

España

Además de ello, tres características más definen ambas series. Por un lado que las dos presentan una tendencia descendente, aunque igual que pasaba con las elecciones generales, la pendiente de Baleares es mucho más acusada. En segundo lugar que

la sincronía es perfecta en ambas, de tal manera que la

participación podría decirse que sube, baja o se mantiene en Baleares, al mismo vaivén que ocurren con las oscilaciones en el promedio nacional, presentando un coeficiente de Pearson=0,84, paradójicamente mayor que el 0,81 visto para las elecciones generales. Y en tercer lugar, que los característicos dientes de sierra en las oscilaciones hasta 2007, parecen haberse suavizado en las dos últimas, con tres elecciones consecutivas de bajada de la participación.

La participación electoral por Islas

En el desagregado por islas o circunscripciones, las tasas y las tendencias en autonómicas son muy similares a las observadas en elecciones generales, pues sin existir diferencias apreciables entre Mallorca y Menorca, (64% y 63% de participación media respectivamente), dejan en evidencia la enorme diferencia con Ibiza, cuya tasa media de participación es extraordinariamente baja no sólo en

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generales y autonómicas, sino también en europeas y municipales (tabla-3), concretamente seis puntos menos en generales, siete en autonómicas y municipales, y cinco en europeas.

Tabla-3. Promedios de participación por Islas y tipo de elección (hasta 2011) generales

autonómicas

municipales

europeas

promedio

Promedio Baleares

69,1%

61,5%

61,1%

46,7%

59,6%

Mallorca

69,1%

62,1%

61,9%

47,7%

60,2%

Menorca

69,2%

62,4%

61,9%

46,6%

60,0%

Ibiza

63,2%

55,0%

54,4%

42,6%

53,8%

Formentera

62,1%

65,8%

64,6%

45,1%

59,4%

El gráfico-3 incluye los datos de participación en elecciones generales por islas, donde puede observarse por un lado que si bien Mallorca y Menorca presenta una evolución muy similar (promedio histórico del 69% en ambos casos), la de Ibiza es extremadamente baja (63%), y que por otro, las tendencias de las tres islas es igualmente descendente.

Gráfico-5. Participación CER por Islas 85,0% 80,0% 75,0% 70,0% 65,0% 60,0% 55,0% 50,0%

1977

1979

1982

1986

1989 1993

1996

2000

2004

2008

2011

2015

2016

Mallorca

82,0% 66,9% 80,5% 67,2% 64,2% 73,6% 72,4% 62,0% 70,0% 68,9% 63,1% 63,8% 63,1%

Menorca

83,5% 74,2% 81,9% 66,2% 64,5% 72,4% 71,0% 61,6% 68,4% 66,1% 61,2% 65,0% 63,1%

Ibiza

68,8% 63,5% 70,6% 57,5% 57,7% 67,8% 68,4% 61,2% 66,4% 65,1% 57,2% 59,2% 58,4%

Formentera 62,6% 62,9% 71,4% 65,0% 60,9% 69,8% 68,9% 62,3% 65,0% 60,5% 53,3% 51,0% 53,4% Mallorca

Menorca

Ibiza

Formentera

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Además, parece que las tasas de las tres islas tienen a converger entre el 60% y el 65%, con idénticos datos en Mallorca y Menorca (63% en ambas en las últimas elecciones de 2016), y a 5 puntos del Ibiza (sólo un 58%, la más baja de toda España), cuando en 1977 la diferencia fue de 14 puntos entre Menorca (84%), e Ibiza (69%). Por último, la coherencia sincrónica es muy elevada en las tres islas, con coeficientes de correlación entre el 0,94 Mallorca-Menorca, y el 0,81 entre Menorca e Ibiza.

Llegados a este punto, la cuestión central, lejos de aclararse, se hace más compleja pues a la pregunta de qué hace a Baleares una de las autonomías con participación más baja y descendente, habría que añadir el caso especial de Ibiza, con la participación media en elecciones generales, más baja de España.

En el caso de elecciones autonómicas las tendencias además son igualmente descendentes. En el caso de Menorca e Ibiza desde valores entre el 65% y el 70% en las primeras elecciones, a valores por debajo del 60% en las últimas, si bien Ibiza siempre ha estado por debajo del 60%, llegando a un preocupante 49% en las últimas elecciones autonómicas de 2015 (gráfico-6). En el gráfico 6 y en la tabla 3, se puede observar una absoluta analogía con las elecciones generales, salvando las distancias de que mientras que el promedio global de las primeras era del 68% en Baleares, en autonómicas es del 62% como ya se ha dicho con anterioridad.

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Gráfico-6. Participación en elecciones autonómicas por Islas 70,0%

65,0%

60,0%

55,0%

50,0%

45,0%

1983

1987

1991

1995

1999

2003

2007

2011

2015

Mallorca

65,0%

67,8%

60,5%

64,6%

57,9%

64,4%

61,1%

59,9%

58,6%

Menorca

66,8%

67,4%

65,8%

65,7%

60,6%

61,2%

58,7%

59,0%

56,8%

Ibiza

58,5%

58,5%

54,2%

55,3%

56,1%

58,1%

54,5%

51,3%

48,3%

Formentera

72,8%

75,8%

67,3%

66,9%

68,6%

68,3%

63,3%

59,2%

50,2%

Mallorca

Menorca

Ibiza

Causas de la baja participación en Baleares

Es cierto que la decisión de participar o abstenerse es un acto individual y libre, pero si existen diferencias territoriales importantes es que deben existir aspectos socioestructurales propios de cada territorio (sociológicos, demográficos, políticos, históricos, geográficos e incluso normativos o institucionales) que están modulando este comportamiento individual dando como resultado que unos municipios, islas, o comunidades, tengan niveles estructurales de participación mucho mayores o menores que otras, dando además como resultado agregado unos límites máximos y mínimos difíciles de sobrepasar.

No existe acuerdo en identificar de manera precisa cuáles son éstos aspectos, aunque estamos seguros que en Baleares coexisten al menos cinco causas de efectos sumatorios. En primer lugar una distribución de población sobre todo en municipios grandes o medio-grandes, ante la escasez de municipios pequeños tan propios de la mayoría de comunidades y que por efectos de presión social son los de mayor participación. En segundo lugar, una elevada litoralidad que convierte al

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archipiélago es excesivamente dependiente del sector terciario y de servicios, sociológicamente volátil, desarraigado y poco dado a responsabilidades sociales como el voto. En tercer lugar, una baja tasa de residentes nacidos en la región, la menor de España junto a Murcia, que junto a una fuerte tasa inmigratoria, estaría inhibiendo la identificación con las instituciones propias. En cuarto lugar, el consabido hecho geográfico isleño alejado de los centros de poder, que genera desconfianza institucional cuando no rechazo. El quinto factor, más electoral, deriva de la elevada fragmentación electoral, a su vez motivada por la existencia de partidos nacionalistas y regionalistas que hacen menos competitivas las elecciones, al menos si se comparan con comunidades con alta participación en las que sólo hay dos o tres partidos en liza. Y un último factor, más cultural, subjetivo, y difícilmente cuantificable que haría referencia al estereotipo del carácter isleño, caracterizado por el individualismo y la escasa tendencia a las expresiones colectivas de cualquier tipo, entre las que por supuesto se encontraría la participación social y más concretamente la participación política y electoral.

Todas ellas son importantes, y desde luego la referente al escaso arraigo que supone una sociedad donde – según el padrón de 2015 -, el 45% de los residentes han nacido fuera de las Islas, y un 17% en otro país, mucho más, pero la que nos parece de mayor peso es sin duda la distribución poblacional municipal. En este sentido, se asume con escasa discusión que en España la participación tiene una relación significativa con el tamaño de hábitat, de tal manera que ésta es mayor en municipios de pocos habitantes o rurales, y menor en municipios grandes o urbanos. Por consiguiente, aquellas autonomías como en Baleares, cuyo tamaño poblacional medio es elevado, la participación es menor. De hecho, el tamaño medio municipal de Baleares es de algo más de 12.000 habitantes, frente a los 9.000 de media española, existiendo solamente un 9% de población que vive en municipios menores de 5.000 habitantes, frente a un 19% nacional.

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El efecto de baja participación en municipios grandes se enmarca dentro del denominado modelo comunitario, que atribuye a las grandes poblaciones un anonimato que inhibe la participación al existir poca presión social, mayor dificultad para entrar en contacto con las redes políticas, y por consiguiente, menor compromiso al voto. Por el contrario, la mayor participación en núcleos pequeños quedaría atribuida a la importancia de las redes sociales más densas donde existe un mayor control social sobre los deberes cívicos, así como a una mayor proximidad a los políticos y a las consecuencias de sus decisiones.

La baja participación ibicenca por ejemplo, cumple casi perfectamente el modelo de seis pautas, y sobre todo en lo que respecta a una configuración territorial basada en tamaños municipales grandes (tiene cinco municipios con la media de habitantes más grande de las tres islas mayores), todos de litoral, así como una socioeconomía basada en el sector terciario, de ocio y servicios. En cuanto a Formentera, su comportamiento es peculiar pues presenta un promedio de participación algo más elevado que en el resto de islas (61,7%), pero el motivo no es otro que su pequeño tamaño demográfico y territorial (censos de 6.064 y 6.313 en las autonómicas y municipales de 2011, respectivamente), cuyo comportamiento de voto le hace estar más próximo al de un pequeño municipio que a una circunscripción con Consell Insular propio.

El ámbito municipal como causa abstencionista

Analizando en detalle el efecto del tamaño poblacional, (tabla-5)13, se observa que efectivamente, ésta es significativamente mayor conforme aumenta el tamaño municipal en todos los tipos de elección, pudiendo existir hasta veinte o incluso treinta puntos de diferencia entre los municipios del primer grupo y los del último. El caso de Palma termina por confirmar la hipótesis planteada, pues con un censo de 266.130 su participación media es la menor de todos los municipios, y aunque debería presentar tasas mucho menores que los municipios entre 20.000 y 30.000 votantes, el dato estaría proponiendo una nueva hipótesis: Que a partir de dichos 13

Según los censos electorales de las elecciones generales de 2011.

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tamaños municipales, la participación parece tocar fondo sin que un aumento del tamaño implique necesariamente menor participación14.

Gráfico-7. Participación en elecciones autonómicas por Islas 90 80 70 60 50 40

Menores de 2.000 entre 2.000-5.000

30

Entre 5.00010.000

entre 10.00020.000

entre 20.00030.000

Palma de Mallorca

generales

77,5

75,6

72,9

69,6

67,4

68,2

autonómicas

83,8

77,7

72,2

64,2

59,9

55,5

municipales

83,3

77,2

71,5

63

59,5

54,6

62

56,8

52

46,5

44,9

44,5

europeas

generales

autonómicas

Así, la alta participación en los contextos

municipales

de muy bajo censo electoral es

especialmente significativo en elecciones autonómicas y municipales, y se concentra en los municipios mallorquines más pequeños (de menos de 2.000 habitantes), concretamente en Petra, Fornalutx, Ariany, Costitx y Mancor, Sta. Eugènia, Alaró, Campanet, Maria, Montuïri y Escorca, todos ellos con tasas superiores al 78%, no existiendo ninguno de este tipo ni en Menorca ni en Ibiza. En cambio, las menores tasas de participación (menores del 65%) se concentran en los municipios mayores de 20.000 habitantes, destacando no sólo el paradigmático ejemplo de Palma (56%), sino Manacor, Son Servera y Llucmajor en Mallorca, Mahón, Es Castell, y Ciutadella en Menorca, y los cinco municipios de Ibiza, todos ellos con tasas menores del 60%.

14

de igual manera que estaría ocurriendo con los tamaños municipales más pequeños, donde parece difícil superar la barrera del 90% de participación aunque disminuya el tamaño municipal.

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Gráfico-8. Municipios según censo electoral y participación media en todas las elecciones 85,0

80,0

75,0

70,0

Sóller Inca

Sant Llorenç

Pollença

Marratxí

Felanitx

Sant Joan

Alcúdia

Llucmajor Ciutadella

Capdepera

Sant Lluís

60,0

Sant.Antoni

Es Castell

Maó

Calvià Manacor

65,0

Es Mercadal

Son.Servera Sant.Josep

55,0

Sta Eulalia Eivissa

50,0

35.000

30.000

25.000

20.000

15.000 censo electoral

10.000

5.000

0

45,0 -5.000

participación media

Maria Búger Mancor Campanet Alaró Ariany Petra Montuïri Fornalutx Sta. Eugènia Escorca Selva Costitx Lloseta Valldemossa Sa.Pobla Sant Joan Deià Muro Banyalbufar SencellesLlubí Puigpunyent Binissalem Estellencs Ses Salines Lloret Porreres Consell Santanyí Ferreries Villafranca Algaida CamposAlaior Sta. MariaEsporles Sineu Es Migjorn Sta.Margalida Bunyola Andratx Artà

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El comportamiento abstencionista coyuntural entre elecciones

El modelo de las cinco pautas explica con bastante precisión la diferencia de participación entre municipios e incluso entre autonomías, y discrimina muy bien al grupo más abstencionista formado por Cataluña, Baleares, Galicia y Canarias. Sin embargo, no explica las elevadas oscilaciones de la participación entre elecciones consecutivas (gráfico 9) y que han llegado a ser casi de -14 puntos porcentuales en elecciones generales (entre 1982 y 1986) o casi de +10 (entre 1979 y 1982, y entre 1996 y 2000).

Gráfico-9. Oscilaciones a nivel nacional entre elecciones generales (coef. correl=0,97) 15,0 10,0 5,0 -5,0 -10,0 -15,0

77-79

79-82

82-86

86-89

89-93

93-96

96-00

00-04

04-08

08-11

11-15

Baleares

-9,1

10,0

-13,5

-2,6

9,1

-0,8

-10,0

7,6

-1,3

-6,0

3,0

España

-10,8

12,0

-9,1

-1,0

7,0

1,2

-8,1

7,3

-1,9

-3,7

1,3

Baleares

España

Para ahondar en las causas de estas elevadas oscilaciones debe por lo tanto a acudirse a acontecimientos de fuerte impacto político de tipo coyuntural y variable de unas elecciones a otras como por ejemplo los casos de corrupción, el clima interno de los partidos, la agitación de las campañas, la evaluación de la gestión, la competencia política, el efecto de los líderes, o el papel de los medios de comunicación, cuyo peso diferencial harían cambiar la decisión de algunos individuos de votar a no votar, o viceversa, y cuyos saldos agregados explicarían las citadas oscilaciones.

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Sin embargo, analizando con algo más de detalle la citada tabla, aparecen otros datos que podrían matizar lo dicho. En primer lugar, existe una significativa frecuencia de oscilación, de tal manera que de los once intervalos, ocho lo son en diente de sierra, tanto en Baleares como en la media nacional. En segundo lugar, esta frecuencia de oscilación es absolutamente sincrónica entre España y Baleares15, y con un altísimo coeficiente de correlación. Y en tercero y último lugar, en Baleares han existido sólo tres oscilaciones de escasa amplitud (alrededor de un punto), ante cinco en que se han superado los nueve puntos, lo que puede considerarse oscilaciones muy amplias y que implicarían motivos muy concretos para activarse o inhibirse, además, de forma común en toda España.

La conclusión general es pues obvia. Independientemente de las causas socioestructurales que hacen a Baleares singularmente abstencionista, los motivos coyunturales afectan a toda España de forma simultánea, independientemente de lo que ocurra a nivel local. Este hecho es de suma importancia, no tanto porque pone en evidencia la escasa influencia de los asuntos autonómicos en este tipo de elección, sino porque las activaciones o desactivaciones de mayor envergadura estarían relacionadas con aspectos de coyuntura nacional – probablemente los mencionados tres párrafos más arriba -, y que además afectarían a todas las autonomías de manera simultánea.

En elecciones autonómicas, cuyas diferencias deberían ser mayores entre Baleares y la media nacional por motivos de singularidad territorial, nos encontramos paradójicamente con un comportamiento sincrónico muy similar. Anteriormente ya se ha hablado de la enorme diferencia entre valores de participación considerablemente bajos como los de las elecciones de 1999 (58%), 2011 (59%) y 2015 (57%), y los relativamente altos en 1983 (65%) y 1987 (67%), pero lo que realmente puede llamar la atención son las oscilaciones de cierta magnitud. Así, considerando oscilaciones entre ±3 o ±4 puntos como normales, quedarían como elevadas las que ocurrieron en toda Baleares entre 1987 y 1991 (-7 puntos), entre

15

Con la única excpción de 1989-1993 en que en España bajó y en Baleares subió, pero en ambos casos magnitudes insignificantes, menores de 1 punto.

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1995 y 1999 (-6), y entre 1999 y 2003

(+6). Aunque si desagregamos por

circunscripciones, también serían elevados los decrementos entre 1987 y 1991 (siete puntos en Mallorca, cuatro en Ibiza y nueve en Formentera), los decrementos entre 1995 y 1999 (siete puntos en Mallorca, y cinco en Menorca), o los incrementos entre 1999 y 2002 (siete puntos en Mallorca).

Gráfico-10. Oscilaciones a nivel nacional entre elecciones autonómicas (coef. correl=0,93) 8,0% 6,0% 4,0% 2,0% 0,0% -2,0% -4,0% -6,0% -8,0%

83-87

87-91

91-95

95-99

99-03

03-07

07-11

11-15

Baleares

2,2%

-6,5%

3,4%

-6,3%

6,0%

-3,4%

-1,3%

-1,7%

España

2,3%

-5,6%

6,5%

-5,9%

3,8%

-1,6%

-0,6%

-2,9%

Baleares

España

El sentido común dicta que más allá de pequeñas oscilaciones, para explicar las más elevadas hay que acudir a acontecimientos sociales o económicos de fuerte impacto político durante la campaña electoral, desde luego acompañados del correspondiente impacto mediático, como los ya dichos de casos de corrupción, la aparición o desaparición brusca de candidatos, tensiones internas en la confección de listas, episodios de crispación entre partidos o alta competitividad en algún episodio de la campañas, la propia evaluación positiva o negativa de la gestión, o promesas programáticas impactantes, cuyo peso diferencial en la motivación de los electores harían cambiar la decisión de algunos de ellos de votar cuando en las anteriores no lo hizo, o viceversa, dando un saldo agregado en positivo o negativo que explicaría las citadas y a veces grandes oscilaciones.

Pero si ello fuera así, las oscilaciones de las respectivas autonomías deberían ser independientes entre sí, pues no en todas ocurren dichos acontecimientos

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simultáneamente y en la misma dirección, pues deberían ocurrir en algunas un saldo a favor de la participación, y en otras un saldo neutro o negativo.

Sin embargo el asunto es algo más complejo, porque resulta que las oscilaciones de Baleares (pero también las de la totalidad de las CCAA) son notablemente sincrónicas con la media nacional, llamando incluso la atención coincidencias tan notables como las ocurridas entre 1983 y 1987 (+2 en ambos casos), entre 1987 y 1991 (-7 y -6 respectivamente), o entre 1995 y 1999 (-6 en ambos casos). Desde luego todas en el mismo sentido exceptuando 2011-2015 en que las magnitudes son tan pequeñas que la contradicción es claramente una excepción no significativa.

Tabla-4. Oscilaciones de participación en Baleares, por Islas, en elecciones autonómicas

Mallorca Menorca Ibiza Formentera

87-83

91-87

95-94

99-95

03-99

07-03

11-07

15-11

2,8% 0,6% 0,0% 3,0%

-7,3% -1,6% -4,3% -8,5%

4,1% -0,1% 1,1% -0,4%

-6,7% -5,1% 0,8% 1,7%

6,5% 0,6% 2,0% -0,3%

-3,3% -2,5% -3,6% -5,0%

-1,2% 0,3% -3,2% -4,1%

0,4% -0,6% -2,0% -7,2%

promedio absoluto 4,0% 1,4% 2,1% 3,8%

Los datos obligan a matizar pues la hipótesis, en el sentido de que independientemente de las causas socioestructurales que hacen a Baleares singularmente abstencionista, los motivos coyunturales afectan a toda España de forma simultánea, independientemente de lo que ocurra en el ámbito local. Es cierto que este efecto de simultaneidad o coincidencia es mucho mayor en elecciones europeas y generales (r=0,97), pero el r=0,93 registrado en la serie autonómica, pone en evidencia-desde luego de forma paradójica-, la escasa influencia de los asuntos autonómicos en este tipo de elección, pues las activaciones o desactivaciones de mayor envergadura estarían relacionadas más con aspectos de coyuntura nacional, y que además afectan a todas las autonomías de manera simultánea16.

16

De hecho, entre 1983 y 2007 todas las autonomías oscilaron a la vez en todas las elecciones. Entre 2007 y 2011 se rompió la pauta y cinco no lo hicieron.

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Los ciclos de movilización electoral y su relación con el voto

Enlazado con lo anterior, un último aspecto sobre la mayor o menor participación en cada elección, así como las oscilaciones respectivas, hace referencia a su relación con el sentido del voto, tanto en el beneficio o perjuicio respecto de un partido concreto, como de las consecuencias de gobierno a que ello pueda derivar. En este último sentido, es habitual clasificar las elecciones como de continuidad, de cambio o de vuelco electoral, según la mayor o menor participación haya podido provocar una u otra consecuencia. Sin embargo los datos demuestran nuevamente que estas relaciones son muy débiles y por lo tanto la clasificación-aunque cargada de sentido común-, desafortunada.

En el ámbito nacional por ejemplo suele asociarse los cambios de gobierno de 1982, 1996, 2004, 2011 y 2015 a tasas especialmente altas de participación (dando a entender que una mayoría de ciudadanos van a votar para provocar estos cambios), pero ello sólo ha sido cierto en 1982 (participación del 80%) y en 1996 (participación del 77%), ya que en las otras tres, las participaciones del 76%, 72% y 72% respectivamente no cumplirían esta condición. Es decir, los cambios de gobierno no guardan relación con las tasas.

Pero casi más importante es comprobar que tampoco lo hacen con las oscilaciones, como podría desprenderse de la citada teoría, pues si bien ello podría haberse cumplido en 1982 (14 puntos de incremento), en el resto de cambios de gobierno las oscilaciones han sido bajas o muy bajas (+1 en 1996, +0,2 en 2015) o bajas y negativas (-2 en 2011). Incluso grandes cambios electorales como la mayoría absoluta del 2000 se produjeron con un importante movimiento negativo (-9 puntos), a la vez el resto de grandes movimientos de participación como los 11 puntos negativos de 1979 o los casi 10 negativos de 1986, no llevaron aparejados cambios significativos de voto ni por supuesto de cambios de gobierno o partido ganador. Por último, el revolucionario cambio de configuración electoral de 2015, donde el bipartidismo bajó del 70% al 50%, y donde cuatro partidos (PP, Psoe,

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Podemos y Ciudadanos) pasaron a ocupar el mismo nicho de voto de los dos primeros, apenas se saldó con un incremento menor de un punto cuando todos los medios auguraban una subida espectacular de la participación debido precisamente a la introducción de dos nuevos partidos fuertes.

¿Qué pasa entonces con la teoría?. Para nosotros, hay que ir al ámbito individual y no tanto al agregado. A partir de los datos, somos de la opinión que existe un modelo de relaciones en el cual, en cada elección existe aproximadamente un elevado 30% de electores que tanto pueden votar como no votar, decidiéndolo muchos de ellos incluso el mismo día de las elecciones, y que aunque un tercio de ellos suelen ser abstencionistas fijos, es decir no lo harán casi bajo ninguna circunstancia, el resto actuarán movidos por motivaciones tácticas respecto de sus partidos de referencia, por lo que el juego de activaciones y desactivaciones individuales (premiando o castigando a su partido de primera preferencia) dará un saldo agregado normalmente hacia un partido concreto, sumándolo o restándole respecto de lo que hubiera obtenido únicamente con sus votantes más estables.

Pero dado que entre todos los partidos deben repartirse el porcentaje total de voto emitido, esta variación en un partido concreto en realidad acabará afectando a todos ellos. Como ejemplo vale la sorprendentemente alta mayoría absoluta del PP en el año 2000 (pasando del 39% al 45%, seis puntos, pero subiendo sólo 600.000 votos, un 6%), y con una bajada de la participación de un millón ochocientos mil electores. ¿ qué pasó entonces?, pues que este efecto dual fue debido a la abstención de muchos votantes socialistas, cuyo partido bajó un millón quinientos mil votos y cuatro puntos, del 38% al 34%.

Estos movimientos compensatorios del voto, que en otro capítulo analizaremos bajo el concepto de volatilidad electoral, originará por lo tanto elecciones que podrían denominarse de continuidad o de cambio, pero en ningún caso de vuelco, ya que un cambio brusco de gobierno no necesariamente debe provenir de un cambio brusco en los resultados del partido ganador, sino que a veces sólo es la consecuencia de imperceptibles cambios en unos miles de votos o de décimas en

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los porcentajes sin voluntad masiva en los votantes de producir estos cambios de gobierno, tal y como acabamos de ver. El otro ejemplo paradigmátco fue sin duda la mayoría absoluta de Rajoy en 2011.

Por último, a este efecto de la participación sobre el voto, y que podríamos llamar principal, se le añadiría el hecho de que los votantes oscilantes son, por definición, poco comprometidos con sus partidos de primera opción, por lo que tras una fase de activación, la probabilidad de no votar en la siguiente sería mayor, al igual que al contrario, lo que explicaría el acusado diente de sierra identificado tanto en el ámbito nacional como autonómico.

En el caso concreto de Baleares, y en elecciones autonómicas, dado que las tasas son igual de oscilantes pero mucho menores, podríamos pensar que podrían estar operando a nivel individual efectos de desafección táctica, con efectos elitistas, esto último debido a que un buen número de ciudadanos decidirían no ir a votar sencillamente porque su participación no se percibe ni urgente, ni prioritaria, ni siquiera trascendente, confiando en que si lo hacen los ciudadanos más motivados o implicados, ya es suficiente para que el sistema siga funcionando con normalidad. A esta conclusión se llegaría al comprobar que las oscilaciones son sincrónicas

con

la

media

nacional,

pero

siempre

con

una

magnitud

significativamente mayor, lo que añade al nivel coyuntural del análisis uno más estructural, donde Canarias y Galicia compartirían, por cierto, este plus de cronicidad abstencionista.

Así, aunque quieran buscarse acontecimientos relacionados con dichas oscilaciones, la realidad es que, además de ser bajas, la alta correlación con las oscilaciones ocurridas a nivel nacional, así como que a una oscilación de signo positivo suele sucederle una de signo negativo, podría perfectamente plantearse bajo la hipótesis complementaria de que estos cambios deben estar más conectados con una alternancia en el voto a PP y PSOE a nivel nacional, que a un comportamiento homogéneo de toda la masa electoral en base a un solo acontecimiento. Con nuestros cálculos, aproximadamente un 50% de votantes en

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elecciones autonómicas siempre votan pero otro tanto lo deciden semanas o días antes de las elecciones, y que aunque un tercio de ellos son abstencionistas fijos17 como ya se ha dicho para las generales, es decir no lo harán casi bajo ninguna circunstancia, el resto actuarían por motivaciones ideológicas nacionales, por lo que el juego de activaciones y desactivaciones individuales dará un saldo agregado normalmente hacia un partido concreto, sumándolo o restándole respecto de lo que hubiera obtenido únicamente con sus votantes anteriores.

Sin embargo, el posterior cálculo porcentual suaviza el sentido de dicho saldo, pudiendo dar la sensación que no ha habido ningún cambio significativo en los apoyos, o incluso que éstos han sido nulos. Por ello, si bien el decremento de-7,3 puntos de participación entre 1987 y 1991 fue efectivamente correlativo a un incremento del PP de 13 puntos, y un decremento del PSOE de 2, puede tratarse perfectamente de una excepción, pues cuando en Mallorca la participación volvió a bajar casi siete puntos entre 1995 y 1999, la variación del voto fue menor de un punto en el PP y de 3 en el PSOE. De igual manera, el incremento de casi siete puntos en la participación de 2003, sólo supuso movimientos de voto menores a dos puntos tanto en PP como en el PSOE.

Por lo tanto, en Baleares y en elecciones autonómicas, tampoco hay motivos para pensar que existe algún tipo de relación entre participación y cambio de gobierno, pues en todo caso serían pequeños movimientos de voto y no de participación los que realmente originan este tipo de cambios bruscos en la configuración política sin más motivo que este pequeño cambio suponga ganar o perder los pocos escaños necesarios para formar gobierno por mayoría o por coalición. Por ejemplo, en 1999, en que el PP perdió la mayoría absoluta y hubo un cambio de gobierno, ocurrió por un decremento del PP de sólo 1 punto, del 45% al 44%. En 2007, el PP la volvió a perder pero esta vez incluso por menos de un punto, concretamente 0,4 puntos que le faltaron para obtener la mayoría absoluta en Mallorca y por lo tanto en la totalidad

17

En el estudio postelectoral nº2709 del CIS (elecciones autonómicas en Baleares de 2007), de los que finalmente no votaron, un 35% nunca lo hacen, otro 35% lo habían decidido meses antes, y un 25% lo decidieron durante la campaña electoral. Los resultados son similares en el resto de postelectorales.

Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras ISBN: 978-84-16116-56-0

del Parlamento. En el primer caso, este mínimo movimiento porcentual de voto había ocurrido como ya se ha dicho con una bajada en la participación de siete puntos, mientras que en el segundo caso, con similar movimiento de voto, la participación había bajado tres. Para hacer más azaroso este efecto combinado, los otros dos cambios de gobierno (2003 y 2011), en que el PP recuperaría la mayoría absoluta, se produjeron nuevamente con movimientos de voto para el PP menores a un punto, con un incremento en la participación de algo más de seis puntos en el primer caso, pero una bajada de uno en el segundo.

Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras ISBN: 978-84-16116-56-0

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2006

2005

2004

2003

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

1989

1988

1987

1986

1985

1984

1983

1982

1981

1980

Tabla 5.- Anexo: Tasas de participación por CCAA, en las sucesivas convocatorias autonómicas

C. La Mancha

73,3

75,4

72,5

78,8

74,9

76,3

73,7

76,0

71,5

Extremadura

71,9

74,4

71,0

78,3

73,4

78,0

75,0

74,7

71,4

C. Valenciana

72,7

74,5

69,2

76,0

67,8

71,5

70,1

70,2

69,6

La Rioja

70,2

72,5

69,0

76,2

68,7

75,1

73,3

69,8

67,3

Cantabria

73,6

76,3

72,3

74,0

68,8

73,0

72,0

69,8

66,2

C. y León

70,0

73,2

67,6

74,4

69,4

72,7

70,7

67,5

64,9

Murcia

68,5

73,0

67,2

76,0

67,7

70,0

68,0

65,7

65,2

Madrid

69,7

69,9

58,8

70,4

60,9

65,9

67,3

69,6

65,7

Navarra

70,9

72,9

66,7

68,4

66,2

70,7

73,8

67,4

68,3

Aragón

66,7

69,7

64,6

71,1

65,8

70,4

66,5

67,9

Asturias

65,0

66,8

58,7

69,1

63,6

63,8

61,6

66,9

Baleares

64,7

66,9

60,4

63,8

57,5

63,5

60,1

58,8

57,1

Total general

69,8

72,1

66,5

70,6

65,7

68,4

67,9

66,7

64,8

66,3 51,1

55,8

Canarias

Andalucía P. Vasco

66,2 59,8

Galicia Cataluña

68,5 46,3

61,4

70,7

55,3

67,3

69,6

61,0

59,7

57,4 64,3

59,5 59,4

78,1 70,0

64,2 54,9

68,7

62,5 63,6

58,0

74,7

72,7

60,8

79,0

68,0

64,7

64,0

60,2

64,2

64,4

54,9

62,5

56,0

58,8

66,8

62,6

74,9

Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras ISBN: 978-84-16116-56-0