MATERIAL DE USO EXCLUSIVO CON FINES DIDACTICOS

EL MODELO LIBERAL | Documentos para una Historia de la Arquitectura Infraestructura técnica y profesional en provincias| Arq. Marina Waisman La arquit...
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EL MODELO LIBERAL | Documentos para una Historia de la Arquitectura Infraestructura técnica y profesional en provincias| Arq. Marina Waisman La arquitectura para la Educación en el Siglo XIX | Arq. Daniel Schávelzon Centros urbanos. Trazados. La Ciudad de La Plata | Arq. Alberto Nicolini

MATERIAL DE USO EXCLUSIVO CON FINES DIDACTICOS

Dedicamos esta entrega a edificios provinciales, en la intención de poner en evidencia una visión de conjunto del país. Asimismo, incluimos un breve trabajo de dos jóvenes estudiosos, en el deseo de incorporar a nuestra sección las opiniones de las nuevas generaciones.

5. El modelo liberal 5. Gobierno y Administración ^

Coordinación: Marina Waisman, arq.

Documentación: Ricardo Jesse Alexander. Alberto Nicolini, Federico Ortiz, arqs.

La arquitectura del nordeste y noroeste argentinos después de 1880: los edificios de gobierno y la significación de sus formas ^,—

Ricardo Jesse Alexander, arq. Varios colegas han abordado desde estas páginas, y en otras obras de circunscripción más específica, el tema de la arquitectura argentina de la época liberal, dando las razones históricas de su desarrollo y haciendo un análisis crítico de sus diversas realizaciones, de sus autores y de las circunstancias en que tuvieron lugar.

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Cuando ahcra planteamos el tema restringiéndonos a lo enunciado en el título, lo hacemos con el ánimo de señalar algunas características del proceso psicológico sufrido por las áreas al norte de Buenos Aires, en un período de cambios que fue testigo de los alcances ulteriores de la consolidación nacional, reflejando así el espíritu con que se llevaba adelante la empresa de renovar la fisonomía, no solo del país, sino del Estado mismo. Esta renovación fue fundamentalmente una refirmación de principios, que hacía emanar del concepto de Estado soberano, en su función política y social, las nociones de progreso, civilización y modernismo, términos prácticamente sinónimos para los hombres de aquella generación. Quizás ningún otro período anterior se haya manifestado en sus obras con más conciencia por lo que hacía, o con lo que los ingleses llaman "self-consciousness", —es decir, en un estado de minuciosa observación, alerta y autocontrol de lo que se está realizando—, y con toda intención de ser observado por terceros, para satisfacción de su orgullo y de su amor propio.

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Tanto en Buenos Aires como en el interior del país, y tanto a nivel de iniciativa privada como de la empresa estatal, se lleva adelante este proceso de refirmación de los caracteres de una gran nación, digna de figurar honrosamente en el concierto de naciones modernas y progresistas. Este proceso quiere simultáneamente consolidar en una sola idea lo nacional y lo universal (por europeo); es decir, que para ser una gran nación argentina hay que ser como una gran nación europea. El resabio hispanizante del antecedente colonial y poscolonial debe ser erradicado en favor de una actualización, que implica, pues, una descriollización; siendo lo criollo quizás

un signo, si no de la barbarie infamante, al menos del atraso vergonzoso. La realización arquitectónica es la que por su naturaleza misma, su materialidad plástica inevitable y omnipresente, traduce con mayor evidencia las inquietudes ideológicas del momento. Se requiere pues, un cambio de fisonomía del objeto urbano: tanto la gran aldea como las pequeñas se han de transformar, a pesar de que en su proceso de cambio no logren disimular la vieja raigambre, traicionada en general por el inexorable damero colonial. Pero precisamente este detalle nos pone sobre el tapete la actitud liberal que deposita su confianza en la idoneidad de los realizadores que actúan por libre iniciativa según su capacidad profesional; así, la sumatoria de esas iniciativas, de las libertades individuales para la creación de la obra, es garantía suficiente para el cambio fisonómico deseado para la ciudad, y por extensión, para el país. En esta actitud hay un aspecto subyacente que caracteriza a todo el proceso: más allá de la circunscripción estilística que el vocablo sugiere (en la vuelta de tuerca que paradójicamente exige), hay un eclecticismo generalizado que tiñe a todo el panorama arquitectónico en las tres últirñas décadas del siglo XIX, hasta la primera posguerra en el siglo actual, más allá, pues, del "Beaux Arts" y la Academia, los reviváis neoclásicos o góticos, el art nouveau, etc. En lo global, pues, diríamos que hay un lenguaje europeizante con su consiguiente adscripción de estilos diversos. Ello plantea una situación que creemos paradójica: por un lado, esa actitud incita a la obra individualista y exclusiva, pero cuya difusión es universal. Individualista en tanto liberal: el profesional idóneo, el artista especializado cuyos esfuerzos son reconocidos, elogiados, premiados, y cuyos servicios son requeridos afanosamente, produce obras con su particular labor creativa, y que son, por ende, exclusivas. Pero esta exclusividad repartida universalmente en el ámbito nacional plantea, a nuestro juicio, los aspectos contradictorios del sistema, el anverso_ y reverso de una misma mo-, neda. Por una parte, el Estado —y el federalismo que lo sustenta en lo político— se enfrenta con la necesidad de satisfacer arquitectónicamente nuevas y más variadas funciones; surgen programas que no tienen antecedentes hasta ese momento: complejos hospitalarios y escolares, dependencias militares y policiales, biblio-

tecas, teatros y operas, sedes municipales, legislaturas, oficinas de correos, estaciones de ferrocarriles, etc. La arquitectura "moderna", sea producto del "Beaux Arts", de la Academia, de las corrientes estilísticas, tiene la ventaja, por su propia libertad creativa, de satisfacer las exigencias p.'anteadas por las nuevas funciones, o por las nuevas escalas exigidas por esas funciones, pero el peso que da el prestigio de las nuevas formas —el resultado de ese mirar hacia afuera, hacia los modelos ofrecidos por el mundo europeo— obnubila con respecto a las exigencias regionales o locales, tanto para los factores del medio ambiente físico, climático, como para los de la tradición cultural. La selección de ilustraciones que hemos hecho para esta nota, limitada a algunos de los nuevos programas arquitectónicos de la época, sirve sin embargo de muestrec para indicar aquella actitud de cambio, y que, en resumen, salvo algunas raras excepciones que también se indican, parece distinguirse por una desconfianza en el pasado inmediato, un exceso de confianza puesto en un lenguaje importado, una participación inevitable e ignorante en la crisis que la misma arquitectura europea sufría, el agravante de los problemas propios en cuanto a definición de una arquitectura regional, el consiguiente desdibujarse de límites entre las distintas áreas, y, sin embargo,' dentro de todo este panorama algo deprimente, la certeza de una arquitectura pública surgida del desvelo de un Estado que se manifiesta como cuerpo político y social al servicio de una gran Nación. Hecho este breve comentario, queda en pie la pregunta retórica, siempre inútil. de qué hubiera sucedido de no haberse dado las cosas de esa manera. En historia quedan prohibidas estas ponderaciones; de nada sirve especular sobre las otras posibilidades del pasado, del mismo modo que resulta imposible recuperar la inocencia perdida. Quizás podamos hallar algún consuelo en la idea de que la arquitectura tradicional, más inconsciente e ¡nconspicua, menos preposicional, más homogénea dentro de una misma área, sirvió a sus propósitos dentro de sus límites históricos, y que no hubiera satisfecho plenamente las exigencias de algunas de las nuevas funciones, de los nuevos programas edilicios. El resultado de aquel proceso de cambio fue la multiplicidad ecléctica, el caos ordenado y universalizado que engañaba al ciudadano tanto del interior como de la Capital, con el oropel

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del cosmopolitismo. Tanto más acentuado este fenómeno en cuanto se resquebrajaba la unidad cultural del medio urbano y rural. {Recordemos "El Fausto Criollo" y el deslumbramiento y confusión del paisano en el Teatro Colón de Buenos Aires). Queda en pie, pues, la contradicción: el Estado cubrió al interior del país con un volumen de obra verdaderamente impresionante, dotando a ciudades y pueblos de escuelas, teatros, legislaturas y polígonos de tiro que bien merecían realizarse, pero cuyo vehículo expresivo fue de un eclecticismo tal que solo podía tener un resultado alienante. Hoy seguirnos cosechando las consecuencias de dicha empresa, y la pregunta sigue pidiendo su respuesta: ¿en dónde encontrar nuestra identidad? Cabildo de Santa Fe. A partir de 1824, el Cabildo desaparece como institución en el ámbito nacional, y son pocos los casos de estos edificios que escapan a la piqueta de la demolición civilizadora. En el año 1909 desaparece tamb en el Cabildo de Santa Fe. que alrededor de 1875 tuvo que sufrir la humillación de una torre aderezada con los ornatos del nuevo estilo, pero que no lograba disimular la estirpe colonial de la obra. Esta incompatibilidad de lenguajes es buen ejemplo de la incomodidad emocional de la época, como si se tratara de adquirir prontamente un li,,aje que las raíces auténticas lamentablemente no brindaban. La suerte estaba echada, y los nuevos edificios de gobierno se encargara" de tranquilizar a los espíritus inquietos. 2 Legislatura de Salta, (hacia 1880). Sin entrar a discutir los méritos de la obra.

que en cuanto a diseño profesional sin duda tiene, cabe siempre el interrogante que estos edificios públicos plantean: es indistinta su ubicación en tal o cual área del país. Reconocemos la zona por el paisaje que lo rodea. Más importane que la formulación de un lenguaje local es la materialización del Estado en sus instituciones. Este ejemplo tiene la virtud de su austeridad expresiva.

que incluye ventanas del temprano Renacimiento toscano. Más sobrio que el ejemplo anterior, es sin embargo menos diestro en el manejo simultáneo de las opciones estilísticas. A diferencia de otras obras, no es de diseño memorable, pero es significativa en cuanto a la imagen que pretende proyectar.

3/4 Casa de Gobierno de Jujuy. Los festejos del centenario produjeron varias Casa de Gobierno provinciales. Uno de los mejores ejemplos académicos es la de Jujuy inciada en 1910 por los arquitectos Correa y Cornejo. Fue concluida en 1927. Es de destacar el emplazamiento en medio de los árboles de la plaza principal y los de su propia manzana, íntegramente destinada a parque. Una vez más es la institución manifiesta. ¿Pero quién diría que estamos en zona andina, a poca distancia de capillas de adobe y cercos de pirca? 5 Palacio de Justicia de Rosario de Santa Fe. hoy Facultad de Derecho, (hacia 1837). Boyd WalKer, arq. Esta obra de un arquitecto inglés aporta su sabor anglo-franco-ítalo-germano al ambiente rosarino. Imponente en su tamaño, •concilia (?) mansardas louvrianas con pináculos del alto renacimiento holandés, loggias italianas con níbridos cupulines, y la mole de una aplastante torre acupulada con el diminuto frontis de un templo neoclásico. No por nada la Nación Argentina es un crisol de razas y procedencias. El eclecticismo como estilo consagrado.

Municipalidad de Paraná, Entre Ríos (1890). Tan ecléctica como la Casa de Gobierno, sin embargo, está menos sujeta a los repertorios formales. Su propia libertad expresiva asegura con más firmeza su presencia en e! ámbito urbano. B Municipalidad de Nogoyá, Entre Ríos (1910! El Centenario refirma el orgullo de esta hueva Nación. Cien años ponen suficiente distancia entre el presente y la colonia que dejamos de ser. En obras de menor envergadura, como este edificio municipal del interior de Entre Ríos, el eclecticismo local adquiere su propia carta de ciudadanía, con un efecto menos pretencioso y más refrescante que e! brindado por seudotemplos helenísticos. 9 Municipalidac ae Esperanza. Santa Fe (1881). No solo las grandes ciudades reciben el impacto de ¡a gran renovación arquitectónica. El Orden Compuesto Colosal dignifica con austera autosuficiencia a la fachada, mientras la inocultab'e pared medianera delata ¡a escenografía engañosa. Queda salvado, sin embargo, el prestigio de la institución. 10 Casa de Gobierno de Santiago del Estero. Agustín Cánepa. arq. Un poco anterior a las otras obras que aquí se ilustran (1668). aparece más tranquila. Un volumen de dos plantas en torno a un patio, acusando una evolución hacia el neo manierismo.

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Casa de Gobierno de Paraná, Entre Ríos, (1884). Luis Sessarego. arq. Obra casi contemporánea con la de Walker. recurre a su propio repertorio de estilos

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Casa de Gobierno de Tucumán. Domingo Selva, ing. Obra de claro planteo académico pese a los detalles entre modernistas y floréales propios de la época (1908-12), sustituye, como en otros casos, al viejo Cabildo que se demuele como símbolo de la época que se desea olvidar.

12 Casa de Gobierno de Santa Fe (1916). Francisco J. Ferrari, arq. El Segundo Imperio en todo su esplendor. 13 Casa de Gobierno de Corrientes (1886). Juan Col, ing. Un esmerado diseño italianizante en la capital correntina. La lección es significativa. Sobria, elegante y solemne, en adecuada armonía con los atuendos de las autoridades políticas y eclesiásticas que se dirigen a participar de las ceremonias de ocasión, el edificio presta su gallardía z la nueva fisonomía urbana. Las galerías otorgan refrescante sombra a los salones de la augusta casa. Lamentablemente, la comitiva oficial debe hacer su paseo público bajo el tórrido sol, sin poder guarecerse bajo los modestos aleros nativos de las galerías que desaparecieron con el progreso.

La arquitectura del estado liberal

solo puede servir para enmascarar y desvirtuar una realidad que es imposible destruir o negar.

Daniel Schávelzon, Héctor Karp, arqs.

La ideología liberal se sustenta fundamentalmente a través de una complejísima gama de valores pretendidamente "universales". Uno de los ámbitos donde se asentará en forma más patente la trasculturación de los valores será en la arquitectura, en la cual a través de la universalización de estos, se lograba trasplantar un estilo arquitectónico, dejando de lado todo un contexto real y verificando en esta pretendida universalización que tal acción no es más que el mero resultado de una visión uniiineal del país dominante hacia el dominado, y que intenta en esa forma transformar el país real en un país ideal.

La penetración, europea en general, y la inglesa en particular, no puede ser ubicada solamente en el ámbito económico, ya que la introducción de las mercaderías trajo aparejada, evidentemente, la ideología liberal que sustentaba el proceso que produjo la expansión mercantil durante el inicio del s'gio XIX. Todo esto se da fuertemente unido a la acción de una clase nativa aliada, que será la encargada de articular todos los resortes necesarios para que esta ingerencia se lleve a cabo con resultados positivos, ya que, en detrimento de las demás clases sociales, los sectores burgueses eran los únicos beneficiarios de aquella política. Así es como en el orden jurídico se proclama la Constitución de 1853, cuyos objetivos fueron, en el aspecto social, crear una superestructura que hiciera viables sus propósitos; en el económico, significó .la creación de la banca, el concepto de exportación, además de la campaña del desierto; y finalmente, en lo que se refiere al ámbito cultural, pretendió transformar toda una idiosincrasia forjada a lo largo de la historia y en donde todo un bagaje de tradiciones, costumbres, luchas, etcétera, es particular y característico de cada pueblo, por medio de la imposición de la educación positiva y "civilizadora", que err última instancia

Los dos hitos fundamentales del liberalismo, Caseros y Pavón, marcan claramente los rumbos que generaron toda una corriente constructiva, única en la historia de nuestro país, fundamentalmente a partir de la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, y que se continuará hasta 1916, insertándose en el Estado a través de un sector de la sociedad, que será el que luego lo trasladará a la vivienda de esa misma alta burguesía. En consecuencia, el período de la construcción de los grandes ejemplos de la arquitectura del Estado y sus diferentes aspectos, no son casuales, sino que se verifican con toda claridad en el desarrollo politicoeconómico de nuestro país. En función de esto se desprende también

que el estilo utilizado sufrirá estas mismas contradicciones, siendo posible verificar esta situación en los diferentes academicismos en todas sus variantes y en el eclecticismo en general. Es una clara respuesta a la necesidad básica de la arquitectura del Estado de materializarse como "imagen de poder", para lo cual estos estilos son los que indudablemente mejor emanan toda esa carga ideológica, y lo que les permitirá dar las mismas respuestas arquitectónicas para diferentes problemas y necesidades. El abuso del eclecticismo denota el proceso de trasculturación de los valores gestados por el liberalismo europeo que vivió la burguesía local, y que allí habían servido también para concretar las grandes obras de arquitectura que abarcaban desde casas de gobierno hasta teatros, museos, bolsas de valores, etc. De esta manera se visualiza en nuestro país la contradicción de una clase que no sabe asumir su auténtico rol y que intenta ser una réplica de la gran aristocracia francesa, copiando lisa y llanamente su arquitectura y su arte y relegando en esta forma su propia idiosincrasia.

Los datos y documentos gráficos utilizados para este trabajo provienen: los referentes a Córdoba, de investigaciones de la autora; los referentes a las demás provincias, de publicaciones universitarias realizadas por los arquitectos Ramón Gutiérrez y Graciela Viñuales (UNNE), Alberto Nicolini y Marta Silva (UNT, UNBA).

5. El modelo liberal Infraestructura técnica y profesional

Coordinación: Marina Waisman, arq.

La infraestructura técnica y profesional en provincias Marina Waisman, arq. Cuando se consideran los grandiosos edificios construidos en las diversas ciudades del país en la época que estudiamos —varios de los cuales se han presentado en los números anteriores de summa/hisloria—, se podría dar por sentada la existencia de una sólida infraestructura profesional, tecnológica, urbana, y aun social, que habría permitido la erección de tan importantes estructuras. Tales infraestruc- turas, sin embargo, estuvieron lejos de ser lo que los edificios nos hacen suponer: inexistentes en más de un aspecto, precarias en otros, siempre parciales, de tal modo que las obras aparecen casi como creadas de la nada y en la nada, en un medio en que todo estaba por hacerse, y mucho, por cierto, se hizo en aquellos años'. El análisis de datos concernientes a algunas ciudades de provincias nos permite acercarnos a este panorama. Hemos elegido para nuestro cuadro la ciudad de Rosario, per entonces la más importante después de Buenos Aires por su población y riqueza; y la serie de ciudades que desde la época de la Colonia había constituido la red urbana más integrada del país, conformada durante el avance colonizador desde el Norte: Jujuy, Salta, Tucumán, Córdoba (Cuadro 1). Las dos mayores de entre ellas eran Tucumán, que pasaba por períodos de gran auge debido a la prosperidad de la industria azucarera (ver en summa/historia N