Historia de la escritura

PLANIFICACION DE CAMPAÑAS I - UP PROF. GABRIL VIGLINO Historia de la escritura La escritura a través de la historia de la humanidad El concepto de di...
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PLANIFICACION DE CAMPAÑAS I - UP PROF. GABRIL VIGLINO

Historia de la escritura La escritura a través de la historia de la humanidad El concepto de dibujo y escritura se confunden en uno solo entre los hombres primitivos. Él expresó sus ideas desde épocas remotas en forma gráfica y debe darse a sus pinturas una interpretación o el sentido de una manifestación artística salvo el caso cuando, por ejemplo, el dibujo labrado en un arma o en un utensilio sirve para acreditar que éstos pertenecen a la persona emblemáticamente representada en ellos. El principio de la escritura es pues el dibujo y, al evolucionar aquella hacia una perfección, combinó las figuras que determinaron conceptos haciéndose relatos gráficos. Esta forma de dibujo-escritura se encuentra aún en algunas tribus de indígenas norteamericanos y australianos. Esta forma de escritura se denomina pictograma; es entonces el dibujo del objeto al que quiere referirse. Teniendo en cuenta la dificultad de representar ciertas ideas, estos dibujos tomaron posteriormente un valor emblemático. Así para representar la divinidad puede trazarse una estrella, para la eternidad una circunferencia, dibujando un pie puede significar la marcha, etc. Este elemento llamado ideograma o logograma reemplaza al pictograma allí donde éste no puede aplicarse o lo complementa como determinante. Hoy en día se aplica en señalizaciones que vemos en las rutas para indicar que estamos próximos a una capilla, hotel, lugar histórico, para identificar el baño de damas y de caballeros, etc. La escritura siguió su curso de evolución lentamente y obligada a que sus símbolos tuvieran una mayor comprensión toda vez que la escritura ideográfica adolecía del defecto de que no todos conocían el valor de las imágenes y aquél que las trazaba muchas veces les daba un sentido propio. El número de imágenes y de sus valores emblemáticos hacía asimismo dificilísima su interpretación. Evolucionó entonces la escritura hacia el fonograma. Este sistema consistía en atribuir a cada signo la representación del sonido que este objeto o idea tenían en el idioma hablado o, a veces, simplemente el sonido que tenía su primera sílaba. Así para escribir la palabra “soltero” se dibujaría una figura de un sol, una planta de té y una rosa, teniendo en cuenta que a la tercera imagen se le da el valor de su primera sílaba. Este paso de la escritura es de gran importancia, ya que se independiza del dibujo, no necesitando de una imagen o signo especial para cada objeto, creándose ya la sílaba. Los egipcios darían el paso definitivo al perfeccionar la escritura y pasar de la sílaba a la letra, aún cuando apenas usarían este primer alfabeto. Fueron los fenicios, pueblo que habitaba las costas orientales del Mediterráneo, viajeros y comerciantes por excelencia, hombres prácticos y que sintieron imperiosamente la necesidad de relación entre sus semejantes, quienes prescindirían del sonido vocálico de cierto número de los viejos caracteres silábicos y que se convertirían así en articulaciones consonánticas por excelencia. Este alfabeto de consonantes denominado alefato fue difundido por sus creadores entre los numerosos pueblos con quienes comerciaban, siendo los griegos quienes, al encontrarlo insuficiente para las exigencias de su lengua rica en sonidos vocálicos, lo completarían con el agregado de signos representativos de estos sonidos. La escritura llegó así a su perfección luego de siglos y siglos de evolución y de experiencias heredadas de generación en generación, y lo que hoy aprendemos con el solo esfuerzo intelectual que se nos exige en la infancia, fue el fruto de la labor de muchísimos hombres que vivieron hace muchos milenios y a quienes no aventajamos tanto como vanidosamente solemos creer. Los alfabetos se extenderían entonces por doquier, creándose muchos y dispares pero la escritura

habría llegado a su madurez, constituyendo un magnífico instrumento de cultura. El alto nivel cultural y científico alcanzado en nuestros días hubiera sido imposible de no mediar para su logro la contribución de este medio tan importante de difusión que constituye la escritura. Sistemas fundamentales de la escritura del mundo antiguo Del primitivo sistema de escritura por medio de imágenes derivan todas las escrituras actuales, aún aquellas que han perdido todo contacto con el ideograma y los primeros signos silábicos y alfabéticos, como resultado del lento proceso evolutivo sufrido. Pero esta evolución toma caminos diferentes de acuerdo con los distintos pueblos, en razón de sus distintos idiomas, sus características raciales, geográficas, temperamentales, etc. Tres sistemas de escritura se deben considerar en el mundo antiguo: la jeroglífica, la cuneiforme y la china, aparte de las menos conocidas escrituras americanas. Escritura jeroglífica: Los griegos llamaron jeroglífica a la escritura de Egipto (hieros sagrado y gluphein grabar), es decir “de grabados sagrados”. Al denominarla así no hicieron otra cosa que interpretar el sentir general del pueblo egipcio, quienes concebían que la suya era una forma de escribir creadas por los dioses. Teniendo en cuenta que los egipcios consideraban al dios Tot –según su mitología- el Escriba de los Dioses y autor del “Libro de los Muertos o Libro de irse lejos”, en que se describen los distintos estados por los que el alma y el cuerpo habían de pasar al abandonar el mundo, el sentimiento religioso que dominaba su existencia, la necesidad de preservar el cuerpo para que su alma pudiese volver a él y de los conocimientos científicos y de las formas mágicas para esa conservación, se explica fácilmente que la obra de Tot debía ser leída e interpretada por ellos a la perfección y que aquellas fórmulas mágicas debían ser celosamente conservadas por los sacerdotes. Asimismo, los papiros que acompañaban a las momias debían consignar los méritos que adornaban en vida al muerto, además de súplicas y recomendaciones a los dioses. Todo ello nos explica el carácter sagrado que se daba a la escritura egipcia y que ella quedase reservada a la clase sacerdotal, impidiéndose su difusión entre el pueblo, no obstante que la perfección a que llegara hubiera podido hacerla asequible a todos. Los egipcios partieron también del principio pictográfico. A cada dios y a cada objeto se le fijaba un signo o representación gráfica, pero con todos los pueblos que partieron del pictograma, se encontraron a poco con la dificultad de expresar con un signo diferente cada palabra. Conceptos complejos y abstractos eran imposibles de ser representados con simples dibujos. Del pictograma, entonces, pasaron al empleo del ideograma. Un cetro tenía valor de príncipe o de gobernar; un sello, además de su valor pictográfico, daba la idea de algo que hay que conservar guardado; un muro inclinado simbolizaba el hecho de caer. Como hemos visto el ideograma no fue un medio de expresión completo y los egipcios avanzaron y superaron esa etapa de la escritura. Llegaron también a utilizar el principio fonético, es decir, el empleo de signos que representaban el sonido en vez de la idea. Estos signos que habían tenido un valor ideológico, se utilizaron para indicar el sonido de una sílaba o de una letra con que empezaba el antiguo significado del signo. Los esfuerzos por descifrar la escritura jeroglífica egipcia data de la antigüedad y los griegos habían ya tratado de llegar a interpretar aquellos signos tan misteriosos como artísticos. En el siglo IV en Roma, Amiano Marcelino trató de traducir las inscripciones del obelisco que el emperador Constantino hiciera llevar, pero partió del principio equivocado de creer que la escritura egipcia era enteramente figurativa y que cada signo tenía valor independiente. El principio fonético era completamente desconocido, por ello fracasó el esfuerzo de Amiano Marcelino. En el año 1797

Zoega, en su tratado “De Obeliscis” agrupó en 958 caracteres hallados en monumentos, en siete clases, no llegando tampoco a felices resultados. Fue la casualidad que intervino e hizo posible la revelación del secreto que significaba la escritura del adelantado pueblo egipcio. Durante la campaña napoleónica, un oficial francés encontró en la ciudad de Rosetta, situada a orillas del Nilo, una piedra con inscripciones en tres escrituras diferentes. La parte superior (de la que faltaba casi la mitad) estaba compuesta de las clásicas y extrañas imágenes; la central de un tipo cursivo asimismo incomprensible, y la inferior en caracteres griegos. A pesar de tener la base de un idioma o escritura conocida, la interpretación fue muy difícil. Perdido el primer interés despertado por su descubrimiento, después de tres años los ingleses consiguieron que Napoleón dejara en su poder –al abandonar Egipto- la extraña piedra. Un inglés y un francés comenzaron en Londres su estudio. Thomás Young y Champollión el joven filósofo y lingüista y Secretario de la Real Sociedad el primero, y gran orientalista, Superintendente de Antigüedades Egipcias y Miembro de la Academia de Inscripciones, el segundo, fueron las dos personas que iniciaron el estudio que permitiría –tras muchos años de paciencia- descifrar esos escritos. La comprensión simple de las figuras del texto jeroglífico con el texto griego no permitió la comprensión del primero, y Champollión sólo pudo llegar a resultados positivos cuando descubrió que el nombre de un faraón egipcio Tolomeo Epífanes, encerrado por una línea, correspondía con los caracteres jeroglíficos también rodeados de una línea (a ese encierro se le denomina “cartucho”). Descifrado ese nombre y mediante él descifrados otros, se repitió el experimento hasta completar el alfabeto entero. Pero todavía no se había llegado al dominio completo del jeroglífico porque la mayoría de las palabras egipcias no estaban escritas alfabéticamente. En algunas faltaba por completo el elemento fonético, mientras que en otras era sólo un complemento del texto. En realidad se trataba de una mezcla de sistemas diferentes muchas veces contrapuesto. Las letras servían para aclarar el significado de un símbolo ideológico en algunos casos, mientras que otras voces a seguimiento de una palabra escrita letra por letra, seguía para mayor comprensión un símbolo pictográfico. Las letras, los caracteres silábicos y los simbólicos deben leerse en el sentido en que están colocados, unas veces de izquierda a derecha, otras de derecha a izquierda o de arriba hacia abajo. En los textos modernos se acostumbra, para comodidad, la orientación o dirección de izquierda a derecha. Pero a veces, por razones de simetría, se alteraba el orden normal, especialmente en los textos ornamentales. Por ejemplo, la letra “i” que constaba de dos elementos, era separada colocándose entre medio de ambos otro signos que debía ir delante o detrás de ellos. En cuanto al alfabeto constaba de sólo tres signos vocálicos, los correspondientes a las letras “a”, “i” y “u”. Los sonidos vocálicos intermedios, incluidos los correspondientes a las letras “e” y “o” no se consignaban por escrito. Incluso existen autores que opinan que estos sonidos eran sonidos aspirados y más consonánticos que vocálicos y que se consideraban accesorios en la palabra. Champollión tardó más de 20 años en descifrar por completo la escritura egipcia y para ello se valió de sus conocimientos del idioma copto, el mismo que utiliza hoy la Iglesia que lleva su nombre en Abisinia, y que fue el idioma que se originó en el antiguo Egipto. Con la ayuda del copto, con más la traducción del texto en griego, Champollión pudo llegar a la interpretación del texto demótico o encorial (el central de la piedra), y luego a descifrar el texto jeroglífico y su derivada la hierática. Esta última era una simplificación de la primera para hacerla más fácil de trazar. Puede compararse a estas dos escrituras como la cursiva es a la letra de imprenta, esto es, una simplificación que permitía escribir con mayor rapidez sin las condiciones artísticas exigidas para ejecutar las figuras que constituían la forma de la escritura jeroglífica. En el curso de la historia del pueblo

egipcio utilizaron tres escrituras diferentes: la jeroglífica desde los primeros tiempos del Antiguo Imperio hasta la segunda mitad del siglo III de nuestra era; la hierática o sacerdotal empleada con la jeroglífica y más especialmente en los textos profanos desde la IV o V hasta XVI Dinastía, y la demótica que sólo aparece a fines de la Dinastía XXII. El sistema fonético, creado desde principios de su escritura, no fue progresando ni evolucionando con el tiempo, no existiendo diferencias de este orden escrituras de la época cristiana y de veintidós siglos antes. Aún cuando algunos estudiosos de la escritura opinan que ningún pueblo que haya partido del pictograma jeroglífico, con su origen ideográfico, puede llegar a inventar el alfabeto, los egipcios habían llegado al mismo rápidamente, ya que en escrituras de la III Dinastía, 4.000 años antes de Jesucristo, estaba ya completamente constituida su escritura. Para algunos investigadores como Sethe el invento del alfabeto era egipcio y no fenicio. Escritura cuneiforme: Esta escritura es la que utilizaron los pueblos que habitaban la Mesopotamia, es decir aquella región comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates Comenzaron estos pueblos a expresar sus ideas en forma gráfica a semejanza de los egipcios y de los demás pueblos en la iniciación de su escritura, mediante pictogramas, los que luego de una serie de transformaciones llegaron a la escritura que hoy llamamos cuneiforme, por ser sus elementos trazados a semejanza de cuñas o clavos. La primera forma de expresión, el pictograma, fue insuficiente para lograr su cometido y derivó en el ideograma, al igual que los otros sistemas primarios de escritura, como ya vimos. Luego se llegó al principio fonético, pues era difícil representar ciertas ideas abstractas y se encontraba la dificultad de escribir los nombres propios. Si el nombre propio a representar era por ejemplo “montaña XX” no existía problema alguno pues al lado del símbolo que representaba la montaña se agregaba un pequeño símbolo que servía para indicar, no un monte, sino al Señor Montaña. Pero si no era tal el caso, surgía de nuevo el problema. Para resolver esta dificultad recurrieron los sumerios a algo parecido a nuestra actual escritura. Como la lengua poseía multitud de palabras monosilábicas y otras formadas de varios de esos monosílabos, combinaban los segundos para formar un vocablo de tres o cuatro sílabas. Suponiendo un símbolo para “gran”, otro para “Dios” y otro para “o” obtenían la palabra “grandiosos”. Asimismo mediante un símbolo para la palabra “cara” y otro para “col” formaban la palabra “caracol”. Los sumerios, primeros pobladores de la Mesopotamia, no llegaron al alfabeto pero sí al silabario, suficiente –tal vez- para sus necesidades, aún cuando la escritura fonética no se impuso con carácter de exclusividad, siguiéndose un sistema mixto. Se conservó el ideograma en aquellos casos donde por ser más conocido y más simple de trazar que la representación fonética polisilábica, resultaba más adecuada, aplicándose la escritura silábica a los otros casos. Este proceso, continuando más tarde por los babilonios, luego por los sirios y finalmente por los persas, sucesivos dominadores de las tierras del Éufrates y el Tigris, no es, de todos modos, demasiado diferente del seguido en el Egipto. Pero hay una diferencia fundamental entre la escritura mesopotámica y la egipcia. La egipcia conservó sus formas artísticas, y la mesopotámica tendió a la simplificación, perdiendo todo contacto con la pintura. Por causas desconocidas aún, comenzaron por alterar su posición que dio un cuarto de vuelta, haciendo que la cabeza de una figura que miraba hacia la derecha, quedó mirando hacia arriba. Después se suprimieron los trazos curvos sustituyéndolas por cuantos trazos rectos fuesen necesarios. Los sumerios y luego los pueblos semíticos fueron reduciendo los trazos hasta hacer desaparecer por completo toda semejanza con aquello que en su origen debían representar, olvidando el carácter ideológico, incluso, y dando solamente paso al fonético de los caracteres.

Este proceso de simplificación tiene por causa la dificultad de dibujar sobre la arcilla que utilizaban estos pueblos, quienes utilizaban un punzón para trazar los signos. De aquí la rápida supresión de curvas y el empleo exclusivo de trazos rectos. Además la simplificación llegó al punto que todos los trazos grandes y pequeños, quedaron reducidos a dos únicas formas: la primera una especie de cuña, de donde la escritura tomó su nombre; la segunda un triángulo o cabeza de la misma cuña, más grande. El signo principal “la cuña” o mejor dicho “el clavo” que aparecía 4, 5 o incluso 10 veces en una sílaba o en un ideograma, admitía 4 posiciones únicamente: vertical con la cabeza hacia arriba, horizontal, la cabeza a la izquierda, y oblicuas con la cabeza arriba o abajo, pero siempre a la izquierda. Al final de la evolución de esta escritura ni una sola cuña aparece en posición distinta de las que acabo de señalar. No aparecen clavos dirigidos de abajo hacia arriba o con la cabeza hacia la derecha. El otro signo destaca por su mayor tamaño y generalmente mira hacia la izquierda. Esta escritura tiene un sistema semejante al de la escritura Morse, con dos signos, el punto y la raya combinados, se forman las 28 letras del alfabeto, los números y los signos de la escritura. Mientras que la escritura egipcia fue esencialmente reservada a las clases sacerdotales, dándosele un carácter casi enteramente sagrado, la escritura cuneiforme de la Mesopotamia tuvo un carácter más popular y debió ser asequible a una gran parte del pueblo, a juzgar por la fabulosa cantidad de tablillas de arcilla cocida que se han encontrado y que se siguen encontrando, y por la diversidad de materias que expresan (relatos de tipo religioso, guerreros, anotaciones comerciales, etc.) Escritura china: Tiene los mismos comienzos que las escrituras egipcia y cuneiforme, es decir que como aquellas, es pictográfica. El proceso es el mismo que para las dos mencionadas. Ante la imposibilidad de dar a cada concepto un signo diferente, comenzaron por dar a sus caracteres significados ideológicos, señalando por ejemplo al pictograma “flecha” el valor de “recto”. Claro está que el ideograma chino adquirió características especiales al adoptarse para su escritura o producción el pincel y al recurrirse a procedimientos originales que hicieron que se apartase por completo del egipcio y cuneiforme. El número inicial de caracteres se redujo considerablemente y es escaso en proporción al número de palabras a representar. Estos signos principales, “radicales o claves”, que en el primer siglo de nuestra Era alcanzaban la cifra de 450, en la actualidad llegan sólo a 214, número insuficiente, si cada uno de ellos ha de representar una palabra. Ahora bien, la lengua china es, como sabemos, monosilábica. Cada uno de sus vocablos se pronuncia en una sola emisión de voz. De tal manera, fácil será comprender que con sólo monosílabos el léxico no puede ser muy extenso. Además, existen en el idioma chino gran cantidad de incompatibilidades entre determinadas vocales y determinadas consonantes, entre algunos diptongos y otras consonantes y algunas de éstas se confunden entre sí. Así se encuentran 450 sílabas-palabras frente a los 214 símbolos de la escritura. Para obviar el inconveniente que resulta de estos números, la lengua china, en sus formas hablada y escrita recurrieron a las peculiaridades que tan distintas las hacen de las demás; la primera se sirvió de las combinaciones de los monosílabos y de la diferencia de tono musical de la pronunciación y asimismo de la combinación de caracteres para formar compuestos. Estas combinaciones de la escritura son de dos clases: las ideológicas y las fonéticas. Las últimas son, evidentemente, posteriores o más modernas que las primeras. La combinación de símbolos es un arte complicado y sugestivo a la vez que revela, como ningún otro detalle, el espíritu del pueblo chino. El símbolo “árbol” unido a otros diferentes, sirve para expresar las distintas clases de árboles, como el cedro, peral, álamo, etc. y repetido expresa la idea de “bosque”. El símbolo

de “ojo” más el de “agua” equivale a “llorar”; “mujer” e “hijo” expresan “bondad”; etc. El otro sistema de combinaciones, el de caracteres con valor fonético, que constituye el máximo avance en la formación de la escritura china, era absolutamente necesario por las propias características de la lengua hablada. Como consecuencia del reducido número de sílabas-palabras diferentes, cada una de ellas tiene varias significaciones; si en castellano se encuentran palabras como “río”, que equivale a una corriente de agua o a la primera persona singular del presente del verbo reír, y la palabra “cura” puede significar un sacerdote, curación o la tercera persona singular del presente del verbo curar. Fácil será imaginar cuantos homófonos existirán en el idioma chino con sus 450 palabras. El artificio de dar tonos musicales diferentes a las palabras no resuelve el problema, pues los tonos no son los mismos en todo el país y una palabra según su colocación en la frase puede –a veces- hacer variar el que le es peculiar y hay además palabras como “shi” que significa más de 40 cosas distintas y por término medio, a cada monosílabo corresponde 10 acepciones. Si el chino se escribiera como el español, al ver la palabra “u” no sabríamos si su valor es cinco, cieno, negro, la ciudad de Kiang-su, escorpión, mediodía, acariciar o no. Este inconveniente se subsana al dar a cada significado una representación gráfica especial. Pero dado que este sistema resulta demasiado complicado, pues se debe conocer de memoria todos los signos que teniendo forma y significado distinto se pronuncian igual, se combinó el ideograma con un indicador de su lectura. Diferentes clases de escrituras Escritura ideográfica: es aquella de la que se ha valido el hombre para representar o expresar sus ideas por medio de figuras o símbolos. Puede ser figurada, simbólica o jeroglífica. a) Figurada o figurativa: es la que representa los objetos por medio de su dibujo. Es por lo tanto eminentemente pictográfica, que es la forma más simple de la representación ideológica. Fue empleada profusamente por tribus americanas aborígenes de civilización poco desarrollada. Asimismo debemos recordar como ejemplos de esta escritura los grabados de la famosa Cueva de Altamira en Santander, España, llamada por Dachelette la “Capilla Sixtina de arte cuaternario”, las escenas de personas y animales de Cogul, Lérida, etc. b) Simbólica: es la que se vale de la representación convencional de las ideas por medio de dibujos que tuvieran con ellas alguna relación indirecta. Tenemos un ejemplo de esta escritura en el mensaje de los Escitas, viejos habitantes del sur de Rusia y que está expresado en el dibujo de un pájaro, un ratón y una rana traídos sobre varias flechas colocadas en posición horizontal y cuyo significado es el siguiente: “Persas: ¿podéis volar como un pájaro, meteros bajo tierra como un ratón, saltar por sobre los pantanos como una rana? Si podéis, entonces no tratéis de entrar en guerra contra nosotros. Os abrumaremos con flechas en cuanto pongáis los pies en nuestro territorio”. La escritura china es también otro ejemplo de escritura simbólica. c) Jeroglífica: es la combinación ampliada de las dos anteriores. Es la clásica del pueblo egipcio antiguo que utilizó asimismo, aquellas dos. En América precolombina también se hizo uso de la esta escritura. Los españoles encontraron en Méjico jeroglíficos que, como los caracteres egipcios, eran de tres clases: pictográficos, simbólicos y fonéticos. Pero si bien en Egipto estos últimos evolucionaron hasta dar nacimiento a la formación de un alfabeto, entre los antiguos mejicanos predominaron los simbólicos, reservándose los fonéticos para indicar nombres propios. Los jeroglíficos aztecas ofrecen una particular dificultad y es la consistente en la aplicación de los colores. Un mismo símbolo tenía diferente significado según su color. Éstos se dibujaban corrientemente en hojas de gran tamaño que plegaban luego como lo hacemos con un biombo, poniéndoles luego al principio y al fin sendas cubiertas de madera.

Otra manera de plasmar su escritura consistía en disponerlas en forma de espiral, empezando –por ejemplo- por el ángulo inferior derecho de la tela, ascendiendo por él hasta arriba y torciendo luego hacia la izquierda, luego hacia abajo y luego en dirección de izquierda a derecha, tal como lo hacemos nosotros, para luego subir y repetir la operación en renglones paralelos hasta acabar en el centro. Parecidos a los jeroglíficos mejicanos eran también los que poseían los pueblos mayas del Yucatán y tierras limítrofes de Tabasco, Chiapas, Honduras y Guatemala. La característica principal de estos jeroglíficos mayas consiste en encerrar los símbolos, más o menos pictográficos, en espacios de forma cuadrada, por lo que se les ha dado el nombre de escritura “calduliforme”. Se diferencia asimismo de la escritura azteca en que no utilizaban los colores como determinante de los símbolos y en haber adelantado mucho más aquellos en el camino del fonetismo, hasta el punto de reconocerse letras aisladas. Poco es lo que se sabe de estas escrituras mayas. Sólo se conocen con absoluta certeza los 20 signos de los días del mes, los 18 correspondientes a los meses, los símbolos de algunos espacios mayores de tiempo, los correspondientes a algunos colores, los números del 1 al 20 y algunos múltiplos de éstos y los caracteres representativos de las 4 tendencias celestes